1876 ^.~*TWf^y5S3P WA P222h 1876 63030160R %^r^ñi NLM 051307T5 1 NATIONAL LIBRARY OF MEDICINE Wñai{*f\n*A^*^t A^fy^K^^^1^-^, /r-—;^C£)r JLV£r' '€C¿"C£'C-''^ ~-esr ,: Surgeon Gencral's Office i tsecáon,.......^,............................. I *^$Jú.%(o, í tf/V^g$**' '^VvíAwaíi*! ;\a./Oa. J^LWTTJlT^l v^:^»¡^ A/^A/V u NLM051307959 w^W^ctb, «^,.;. - a r <- - -r. ^p. oA^.o? *WVy> "* aA •r^?*-.?>As;tó rt^MWwW' ^.A.«.A ^srttffww. ?j{^^*'?yM ^-^^;;;:;^^-^^aaI--a;^^^ ^¿SííSSisSi' -V-It ¿Vtf ™Af- 'Al "*£^M'»-ff58*'.zzz% 1876 PROLOGO. Habiendo tenido ocasión de observar du- rante nuestra práctica médica en esta corte el sin número de enfermedades que sufren sus habitantes por efecto de la inobservancia de los cuidados higiénicos más vulgares y sencillos y por el desconocimiento de los que son especialmente necesarios en la localidad, y visto los casos tan frecuentes de incurabi- lidad y de muertes prematuras que ocurren por 3.a misma causa, hacia tiempo que ve- níamos sintiendo la necesidad de un Jibro que en reducidas páginas diese al vecinda- rio aquellos conocimientos más indispensa- bles para atender debidamente al cuidado de su salud. Este libro que inútilmente hemos esperado* de plumas más autorizadas que la VI nuestra, es el que hoy damos al público lle- vados de nuestro deseo por contribuir en lo que se nos alcanza al bienestar y provecho del pueblo de Madrid. Todas las clases des- de las más elevadas hasta las de más modes- ta posición en esta villa, encontrarán en estas páginas algún consejo que les sea útil, por- que hemos procurado atender á todas con igual interés, amoldando los preceptos ge- nerales de la higiene á las condiciones diver- sas de este vecindario. Debiendo ser un libro eminentemente práctico si habia de tener verdadera utilidad, hemos descartado de él todo lo que no he- mos creido de realización fácil, huyendo del rigorismo científico que ordinariamente ca- racteriza á las obras de higiene, y no empe- ñándonos en dar reglas perturbadoras de los usos y costumbres establecidas, sino en acon- sejar y preceptuar lo que dentro de ellas puede ser más favorable ala conservación de la vida y la salud. Llamaremos, sin embar- go, la atención sobre aquellos puntos en que la conveniencia higiénica exige alguna re- forma, así como sobre las fuentes más prin- cipalmente productoras de ios males que de continuo afectan la salud del vecindario y determinan sus achaques y enfermedades, VII tocando de paso algunas advertencias que se rozan también con la administración sa- nitaria de la villa. Hemos procurado acomodar nuestros dis- cursos al alcance de todas las inteligencias, rehuyendo todo lo posible el lenguaje técni- co, ó científico y adoptado el método de ex- posición que nos ha parecido más adecuado al objeto, sin sujetarnos á las clasificaciones ordinariamente establecidas en la ciencia, porque no ha entrado en nuestro propósito hacer un tratado de higiene, sino enseñar lo que con arreglo á las condiciones de esta po- blación interesa más saber á sus habitantes para la conservación de la salud. Como des- tinado también para uso de las familias, na- da se hallará en este libro que ofenda al pu- dor en lo más mínimo ni que entrañe ense- ñanzas prematuras para la inteligencia y moralidad de la juventud, poniendo especial cuidado en este punto, con objeto de que nuestro libro pueda impunemente correr en manos de todas las edades y todos los esta- dos .en uno y otro sexo. La conservación de la salud, la preserva- ción de las enfermedades y la prolongación de la vida, son los resultados que la higiene se propone, y á facilitar estos propósitos al VIII vecindario de Madrid se dirige nuestro li- bro, debiendo advertir á los lectores que no desdeñen ningún precepto por insignifican- te que pueda parecer,rporque á veces del ol- vido ó menosprecio de una al parecer la más simple advertencia, se originan en ocasio- nes fatales consecuencias, como de su ob- servancia pueden evitarse males trascenden- tales. También debemos advertir, que no sien- do posible el comprender en un corto volu- men todo cuanto hay que enseñar en la ma- teria, aquellos que deseen mayores detalles ó aclaraciones ó que por sus circunstancias particulares necesiten preceptos que el libro no comprenda, el autor recibe en este con- cepto toda clase de consultas; y aconseja que así como es costumbre el acudir al médico para la curación de las enfermedades, se le consulte también, y acaso con mayor prove- cho, sobre las dudas que ocurran en el cui- dado de la salud. Del clima de Madrid y de sus enfermeda- des más comunes. El clima de Madrid considerado bajo el punto de vista que aquí nos interesa, ofrece diversos caracteres que importa conocer al que ha de vivir bajo su influencia. Se tendría de él una idea inexacta si le diéramos una calificación genérica ya de seco ó húmedo, ya de frió, templado ó ca- luroso, porque cada una de estas cualidades las suele ofrecer y presentar en épocas y tiempos di- ferentes: hay, sin embargo, algunas de estas cua- lidades que le son más propias y características, como la sequedad y el frió; éste por dominar en un mayor número de meses y aquella por ser casi constante en todos ellos; notándose, sin embar- go, épocas en que Madrid se asemeja á los países húmedos, presentando nieblas frecuentes y llu- vias pertinaces como en otros casos nos ofrece la agradable temperatura de un clima meridional en primavera y muy frecuentemente también ele-v- 10 cesivo calor de los climas más ardientes. La ver- dad es que el temperamento de esta capital es muy vario, y que suá caracteres todos se hacen sentir con rigor y fuerza, presentando sus varia- ciones de una manera por lo general brusca y repentina, circunstancia que debe tener muy pre- sente el habitante de Madrid para estar siempre prevenido en este punto y no ver nunca atacada de sorpresa su salud. Las estaciones no ofrecen la regularidad que en otros puntos, y los fenómenos que en ellas se observan son también muy variados, siendo el invierno por lo común frió, seco y penetrante, dando principio con algunas escarchas en No- viembre y prolongando sus rigores por los meses de Diciembre, de Enero y de Febrero, con fuer- tes heladas ó con nieves, y cuando más templado con nieblas ó lluvias pertinaces: la primavera destemplada siempre presenta bajo la acción de las nieves que se sostienen y aun caen durante ella en la vecina cordillera de Guadarrama, las más varias alternativas de calor y frió, de lluvias y do vientos, llegando desapaciblemente hasta riñes de Mayo: en Junio, mes á veces también muy vario, se inicia ya el estío que en no pocas ocasiones aparece de pronto y corre por los me- ses ce Ju.lio y Agosto, con una temperatura siempre alta, con calinas sofocantes y con alguna que otra pasajera tempestad: esto último suele ser más común dn Setiembre, que aunque vario 11 y lluvioso en ocasiones, ofrece sin embargo casi siempre alguna parte de temple poco extremado, iniciando los meses de otoño durante los cuales se observa un tiempo más sereno y uniforme* que hace de esta estación la más agradable de Madrid. Las observaciones meteorológicas dan una idea bien clara de este vario temperamento de la localidad, pues el termómetro marca durante el año temperaturas que se elevan en estío á más de 46° y que descienden en el invierno hasta 10 y 12 bajo cero, siendo los meses de Agosto y Di- ciembre los que presentan estos extremos de ca- lor y frió, cuyas cifras llegan á elevarse muchas veces sobre las temperaturas medias de los climas ecuatoriales y polares; pero entre estos extremos que no son sino fugaces, la movilidad del termó- metro es extremadamente varia en todas las es- taciones y hasta en el espacio de cada dia, du- rante el eual se observan cambios de temperatura que suben hasta 24 y aun más grados. Las tem- peraturas medias que resultau de los datos ter- mométricos, si fueran uniformes y constantes darían á la localidad un temple bien moderado, pues resultan ser de (j° en invierno, de 13° en primavera y en otoño. 23° en el estío y 14° en la generalidad de todo el año, y estas temperaturas nos explican los dias tan deliciosos y agradables con que suele sorprendernos muchas veces esta villa en todas las estaciones; pero siendo á la vez 12 esas temperaturas resultado de máximos y mí- nimos tan distantes y movibles como ya hemos indicado, nos explican también el carácter vario y*extremado de la región. Reinan en el invierno los vientos del Norte secos y frios como procedentes de la nevada cor- dillera carpetana, y con ellos acuden las heladas y las nieves, así como las nieblas y las lluvias vienen en esta estación con los vientos del Me- diodía, cálidos y templados, pero ardentísimos en el estío, durante el cual, entrando por la banda de Atocha y de Toledo, nos traen todo el sofocan- te calor de las descampadas llanuras manchegas: los vientos del Oeste frescos y lluviosos proceden- tes de las sierras de Avila suelen dominar en pri- mavera y en otoño y también los del Sudeste templados y agradables procedentes de las colinas de la Alcarria. En general nunca son los aires de Madrid fuertes ni impetuosos, observándose solo alguna fuerza en los que pasajeramente sue- len reinar durante los equinocios y solsticios, época en la cual se observan también algunos vientos sin rumbo fijo, que más que corrientes del aire parecen bruscas agitaciones de la atmósfera. Corren también algunas brisas diversas por me- dio de la mañana y al anochecer principalmente en otoño y primavera. Todos estos aires ejercen algún influjo especial cuando dominan, y es regla general que debemos poner algún cuidado en evi- tar directamente sus corrientes. 1n O La atmósfera de la localidad, cuyo peso baro- métrico de unos 706 milímetros se considera próximamente como el más favorable á la salud, se halla de continuo pura, rara y trasparente*, bien bañada de la luz solar y renovada de conti- nuo merced á los accidentes del terreno y á su situación, despejada de cumbres y de umbrías y á su elevación sobre el nivel del mar que sube á más de 750 metros y le sirve de preservativo pava algunos padecimientos y epidemias. Siendo la ventilación y renovación atmosférica -una de las primeras condiciones para la salubridad de un clima, Madrid no tiene que envidiar nada á las localidades más ventajosas en este sentido; y si se tiene en cuenta que en su territorio no hay lagunas ni pantanos, ni mas focos de insalubri- dad que los que resultan de sus condiciones ur- banas y aglomeración de vecindario, no hay duda alguna que es justificada la calificación de sano que se ha dado siempre á este clima. El rigor y fuerza con que aquí se sienten las acciones de los influjos naturales, débese en gran parte á la desnudez de vegetación que se observa en todo el territorio que hubo de estar en otro tiempo, al decir de los historiadores, cubierto de bosques dilatados ; pero nunca en verdad debió su vegetación expon tánea tener una muy lozana vida, á juzgar por las dificultades con que vemos que luchan aquí las plantas para adquirir una altura y robustez, siempre al fin bien mengua- 11 das; atribuyéndose esto en parte al influjo de los vientos nortes, que reinando frecuentemente y soplando en una dirección paralela al horizonte, y algún tanto de arriba abajo, impiden el creci- miento vegetal y son á la vez un motivo influ- yente para la determinación de la escasa talla que ordinariamente caracteriza á los hijos de Madrid. La desnudez vegetal del suelo junto con la naturaleza y conformación de éste, silíceo y are- noso hasta una gran profundidad, contribuyen á favorecer la sequedad característica del clima comprobada en las observaciones meteorológicas. Según éstas solo llueve, por término medio, en Madrid unos sesenta dias al año, descargando una cantidad de agua que, en cifras pluviomé- tricas, se representa por una media anual de 418 milímetros; pero es tal la fuerza de irradiación termal de este arenisco suelo y la evaporación de su humedad, que comparada esta con la cantidad de agua llovida, ha llegado á ser la diferencia al- gunos años mayor de 1.400 milímetros. Estas condiciones del clima local se hallan en parte modificadas en el recinto de la población con el abrigo de las calles y las casas, con el riego artificial y las plantaciones vegetales pro- porcionando ventajosas modificaciones al rigor de las influencias naturales ; pero añadiendo al mismo tiempo contra la salud de los habitan- tes peligros é influencias de otro género, á que 15 da lugar la aglomeración social de todo grande pueblo y diferentes causas que se determinan en su seno, y de las cuales algunas habremos de ir más adelante señalando. Las enfermedades á que dan lugar estas di- versas condiciones que acabamos de ver en el clima vario y riguroso de la localidad, son por un lado las inflamaciones congestivas de los ór- ganos internos, principalmente de aquellos que se hallan en más inmediata relación con el aire atmosférico, como sucede al aparato respiratorio, de donde provienen las frecuencias de las pul- monías y dolores de costado, y efecto del mismo influjo atmosférico los afectos todos de índole catarral, como pasmos, ronqueras, toses y desti- laciones ; y á la acción de aquel mismo agente y al batido de los vientos frios se deben pertina- ces reumas y las fluxiones dolorosas, ya reumáti- cas , ya nerviosas, que se sufren en la cara; así como otras de índole inflamatoria, tales como las erisipelas flegmonosas del rostro y las anginas tonsilares, tan frecuentes y comunes en Madrid. Durante los meses de primavera continúan gene- ralmente muchos de los padecimientos anteriores, propios del invierno; y se presentan además al- gunas afecciones de la piel, como eritemas, her- pes, forúnculos y granos, y principian las erupcio- nes febriles, principalmente el sarampión, la es- carlata y la viruela, que se prolongan todo el estío : en éste dominan las diarreas, indigestio- 10 nes, cólicos y cóleras exporádicos ; las fiebres gástricas é inflamatorias y algunas afecciones cerebrales, producto de las insolaciones: en el otoño principian á notarse ya varios padecimien- tos de invierno, y se observan algunos del híga- do, principalmente ictericias, que suelen reinar algunos años abundantemente por esta estación. Las congestiones del cerebro y repentinos afectos apopléticos se observan con alguna frecuencia también en invierno y primavera, y en todas las estaciones abundan las fiebres tifoideas y algunas intermitentes, aumentadas en estos últimos años con el riego y los jardines, que á su vez van in- fluyendo en algo sobre la menor violencia y aun frecuencia de la tisis pulmonar. Las enfermedades crónicas más comunes son los reumas y dolores, las gastralgias y gastro- enteralgias y otros afectos procedentes de los excesos, desarreglos y necesidades de la vida local : las tisis, cuyo contingente es aun respe- table, y los catarros crónicos en viejos, y algu- nos afectos del corazón, ligados muchas veces con los anteriores en las personas jóvenes y adultas: los niños sucumben á consecuencia de las diar- reas disentéricas en el verano, del crup ó garro- tillo, y catarros sofocantes en el invierno y esta- ciones medias, y del escrofulismo y de la tabes mesentérica en todas las épocas del año. Escasean en Madrid los cánceres, males de piedras, las lepras y otras graves afecciones de índole crónica; así como tampoco se ven los pa- decimientos tan agudos del tubo digestivo y otros órganos abdominales frecuentes en otros países, pudiendo decirse que en Madrid padecen más aguda y frecuentemente el pecho y la ca- beza que la cavidad abdominal : tampoco se ob- servan en esta villa, á pesar de los excesos y vicios inherentes á la vida de una capital, considerables manifestaciones de los virus y diátesis degenera- doras de la organización. Es notable asimismo la influencia favorable que el clima lo'cal ejerce sobre las parturientas, en las que apenas se ob- servan las enfermedades varias que en otros puntos las diezman; siendo también escasa la proporción de los partos difíciles que se obser - van en las mismas. Madrid es también una de las poblaciones menos castigadas de epidemias. A pesar, sin embargo, del benéfico influjo que el clima local ejerce para la preservación de muchos males, y de que los producidos por las condiciones actuales no ofrezcan hoy en realidad mayor intensión que en otros tiempos, ni carác- ter de malignidad determinada, es lo cierto que la mortalidad aumenta, principalmente en estos últimos años ; y en las causas de este fenómeno, que no tratamos ahora de analizar, entra en no poca parte el descuido y abandono de los pre- ceptos más vulgares de la higiene y de todo lo que se refiere ala conservación de la salud y á la curación de las enfermedades, y á evitar ó dis- 2 1S minuir en parte los efectos de estas causas se dirige principalmente este libro. I5e Jas casas, calles y barrios de Madrid. Elección de habitación. Si Madrid fuera un pueblo construido bajo buenas reglas sanitarias, poco tendríamos que decir respecto á sus habitaciones; pero desgra- ciadamente es bajo este punto de vista una po- blación por demás imperfecta, y el sistema de cons- trucción empleado modernamente en ella el más fatal para la salud; siendo esto tanto más puni- ble, cuanto que labrado casi todo nuevamente de 20 ó 30 años á esta parte, no hay razón algu- na que justifique en este punto el desacierto. Permitida la elevación de las casas hasta un pun- to por demás exagerado, hay habitante de la villa que gasta diariamente en subir y bajar sus escaleras, cantidades de fuerza respiratoria y muscular muy superiores á las condiciones de su organismo, superiores á lo que le puede pro- porcionar su alimentación y al escedente de lo consumido en sus ocupaciones y trabajos: el in- terior no se halla sujeto á reglas algunas de hi- giene, ni de comodidad, y el habitante de Madrid puede decirse que dentro de su casa no tiene dis- 19 posición, ni capacidad apenas suficiente para ocuparse absolutamente de nada: de aquí que el recreo doméstico y las industrias caseras, uno y otro tan ventajoso para la salud y la prosperidad de las familias, ni existen, ni pueden existir. Por otra parte, la maciza construcción de las man- zanas sin grandes patios interiores ni cortes para su aireación hacen por demás difícil la com- binación de huecos para la ventilación y el ac- ceso de la luz, escaseando por lo tanto en ellas los elementos más necesarios á la vida, que se ve al mismo tiempo amenazada de continuo por la fatal colocación délos comunes, vertederos y co- cinas, aglomeradas en estrechos y profundos pa- tinillos, focos perennes de miasmática infección. Estas circunstancias y otras muchas que pudié- ramos largamente enumerar, hacen que las casas de Madrid, á pesar de su decorada apariencia, constituyan un gran elemento de insalubridad por una parte y hasta de inmoralidad pública por otra: pues arrojando fuera de sí á sus habi- tantes disgregan el amor de la familia y llevan á buscar en otros sitios el camino muchas veces del vicio y la corrupción. Todas las clases so- ciales sufren más ó menos el rigor de estas con- tingencias, pero sobre todo las que se hallan me- nos acomodadas, para quienes es un problema por demás difícil el encontrar casa capaz y sana con precio proporcionado á los recursos de un sueldo ó de un jornal. Dadas sin embargo tales 20 condiciones, menester es sujetar á ellas nuestros preceptos higiénicos que aquí tratando de la elección de casa solo expondremos de un modo general, porque en otros lugares diferentes ha- bremos de especificar otros detalles. Desde luego debe huirse de toda casa donde la luz escasee y la ventilación sea difícil; donde los techos bajos y las habitaciones mezquinas no den lugar á contener las masas de aire suficien- tes á la alimentación respiratoria, como las que se hallan sucias, con paredes ennegrecidas y en- crasadas, que absorben la luz que necesita el in- quilino y le proporcionan otros muchos elemen- tos de insalubridad: huyan de tales casas los pa- dres de familia, que no quieran ver á sus hijas opiladas y á sus hijos raquíticos y enfermizos: huyan igualmente de toda casa, por mejor apa- riencia que tenga, donde el olfato al entrar reci- ba impresiones desagradables, porque de seguro que en ellas hay falta de ventilación ó focos miasmáticos que impurifican su atmósfera; y na- die en fin al*quile en Madrid cuarto que no esté limpio en suelos y paredes, que no se halle re- cien blanqueado y aireado suficientemente y hasta desinfectado en muchos casos, porque de lo con- trario se expone á recoger la herencia de males contagiosos que puede haber dejado un inquilino anterior. ¡Cuántas desgraciadas familias no sue- len ser víctimas de estas al parecer insignifican- tes reglas de previsión! 21 Tampoco tendremos bastantes palabras para encarecer el cuidado de no entrar á habitar ca- sas recien construidas, y en tal caso conviene re- novar con frecuencia el aire de ellas, mantener lumbre en las habitaciones, sahumarlas diaria- mente con plantas aromáticas y colocar en ellas vasijas anchas con tierra de cal, medios por los cuales puede contribuirse á acelerar lav desecación y á mitigar los efectos de la humedad que tiene todo edificio recien construido y en los que se ad- quieren fácilmente reumas, dolores, debilidades y otros males numerosos. Del defecto de las casas nuevas adolecen en general los cuartos bajos, y á los que en ellos ha- biten les aconsejamos el uso de los medios antes indicados. Estos pisos, aun cuando no sean hú- medos, son siempre insanos en las casas de mu- cha elevación, porque el sol no los baña , y ca- reciendo de luz y recibiendo el aire bajo y siem- pre impuro de los patinillos, producen en los que los habitan la decoloración de la piel, señal del empobrecimiento de la sangre, las oftalmías y tumores é hinchazones que tienden al escrofulis- mo en los niños ; y en jóvenes y señoras hemos visto achaques varios y descomposiciones nervio- sas que solo han podido curarse con el cambio de habitación. No son menos insanas las boardillas, que aunque mandadas deshabitar repetidas veces, si- guen sirviendo, por su elevación inconsiderada, 22 por su desabrigo, tanto para el frió como para el calor, y por su incapacidad de todo género, para acabar prematuramente con la vida de sus habi- tantes : las clases menesterosas busquen en los barrios excéntricos y en las afueras de la pobla- ción habitaciones que no sean boardilleras, que por tiempo y trabajo que empleen en las distan- cias de sus casas á los talleres, no perderán nun- co tanto para su salud y su vida como viviendo en las altas y miserables boardillas. Algunos llamados sotabancos se hallan en igual caso que éstas, y aun cuando sean más espaciosas, adole- cen siempre de los inconvenientes de su altura y de sus bajos techos. Los pisos principales, segundos y terceros tienen también sus reglas de elección: en las calles anchas son los mejores los primeros, pero en las estrechas y bajas son muy escasos de luz y deben preferirse los segundos y terceros. En general son más sanas las casas que reci- ben luz del Oriente y Mediodía ; aquellas que tienen ventilación en sus interiores y no son des- abrigadas por su excesivo número de huecos, y las que se hallan en calles amplias bañadas por el sol, así como las que dan sus fachadas á plazas y jardines; debiendo, sin embargo, huir de estos últimos los que se hallen predispuestos á inter- mitentes. Por último, debemos aconsejar el no elegir casa próxima á hospitales y cuarteles, edi- ficios que deberían estar completa y espaciosa- 23 mente aisladas ; huir la vecindad de estableci- mientos fabriles é industriales que por su bullicio y ruido producen incomodidades á las personas de fácil impresionabilidad nerviosa, y sobre todo separarse de aquellas industrias que dan lugar á emanaciones y olores miasmáticos y fétidos, que debieran no tolerarse entre el vecindario; y á los que tengan que vivir con tales vecindades les aconsejamos que ventilen y desinfecten con fre- cuencia sus habitaciones. No es indiferente tampoco la elección de bar- riada en una población tan extensa como Ma- drid y de suelo topográficamente tan desigual, y formado hoy también por grupos de muy di- ferentes condiciones urbanas. Las barriadas del Sur, colocadas al abrigo de los vientos frios más constantes, son las más templadas y de menor agitación atmosférica , y en ellas deben buscar con preferencia sus habitaciones los enfermos y delicados de pecho, los catarrosos y los tísicos, como todos los que necesitan uniformidad y tem- planza del aire, siendo los más á propósito para vivir en ellos durante el invierno. Las del Norte, frias y más batidas de los vientos, reúnen condi- ciones para dar tonicidad y fuerza al organismo, y una atmosfera más pura y menos miasmática, y conviene para los propensos á tercianas y otras enfermedades intermitentes, como paralas perso- nas padecidas por flujos y debilidades, y para los de temperamento linfático }7 escrofuloso, que se 24 mejoran á veces viviendo en el desparramado ca- serío de Chamberí. Más afortunadas estas barria- das que las del Sur, ofrecen abundantes y variadas habitaciones para todas las clases sociales, tanto en el interior del antiguo recinto de la villa, como en los barrios extremos de Chamberí, de Arguelles y de Pozas, este último, económico y ventajoso en su círculo exterior, pero de pésimas condiciones en sus calles interiores ; así como el segundo es indudablemente el de más bello, hi- giénico y acertado sistema de construcción en la corte. Las barriadas del Sur, cuya zona más ca- racterística la abraza el triángulo formado por las grandes calles de Atocha y de Toledo, tienen en general un caserío de malas condiciones que desvirtúa en mucho las ventajas de su posición; y en estos barrios, como en sus extremos de las Peñuelas y otros grupos, se aglomera una parte del vecindario menestral y jornalero. Toda la parte de población que mira hacia el Oriente, colocada en los declives que marchan hacia el Prado, ofrece calles y casas de temple moderado; mas el caserío que sigue las orillas del mismo Prado y Recoletos se halla bajo la influencia de la honda cañada de este sitio cubierta y domi- nada por abundante vegetación, y es propensa, como las orillas del Manzanares, á intermitentes de todas clases, por lo que deben huir de ellas los propensos á estas afecciones, á los reumas y á todos los padecimientos producto de la hu- 25 medad. La extensísima barriada de Salamanca, que domina hacia este sitio, ofrece casas y ha- bitaciones espaciosas, pero de precios inaccesi- bles á las clases menos acomodadas, y hubiera podido ser un barrio de excelentes condiciones sanitarias si la excesiva elevación y extensión de sus manzanas, la monotonía de sus edificios y la orientación de N. á S. dada á sus princi- pales vías, no lo hicieran lóbrego y triste en su mayor parte. La zona central de Madrid ofrece inconvenientes miasmáticos, producto de la aglo- meración del vecindario y del comercio, aunque la ampliación de la Puerta del Sol y de las gran- des vias que de ella parten limpian y purifican en parte la atmósfera poco sana que se respira en muchas de sus calles secundarias. Tales son en conjunto los principales carac- teres de las barriadas de esta corte, que no es posible detallemos con más extensión sin expo- nernos á una proligidad incompatible con los lí- mites de esta obra. Triste es en verdad y lamentable el desacierto con que se ha llevado á cabo la reconstrucción general de Madrid, y más .lamentable aún el abandono en que se ha tenido y se tiene* á las clases medias, menestrales y jornaleras para quienes no hay en Madrid habitaciones que se hallen en verdadera y proporcionada relación con sus recursos ni apropiadas tampoco á la conser- vación de su salud: á estas clases como á todas 26 las familias que por las circunstancias de su po- sición y ocupaciones ó por otras causas no tengan posibilidad de elegir habitación y se vean preci- sadas á vivir entre medios y paredes que maltra- tan su salud, no podemos hacer otra cosa que aconsejarles la observancia rigorosa de los pre- ceptos higiénicos que sucesivamente iremos ex- poniendo en esta obra, en la medida que á cada cual le sea posible su realización. Para los que se hallan en otro caso creemos que en este capítulo llevan indicada una idea, aunque breve, suficiente para el conocimiento y elección de su vivienda. Una observación haremos aquí por último á la administración pública, y es que no se mejoran las condiciones de habitación para el vecindario con proyectos de barriadas para obreros, cuya conveniencia es muy cuestionable bajo varios puntos de vista, y su utilidad poco bien demos- trada todavía aun en las poblaciones donde se ha recurrido á ello como una necesidad dolorosa: en Madrid no son los obreros solamente los que se hallan mal acomodados: hay otras muchas clases que lo están tan mal y aun peor, y la mejora general en este punto se consigue no sacando á subástalos terrenos públicas para elevar los va- lores del suelo á precios incompatibles con el interés de los capitales dedicados á construcción, sino siguiendo un método contrario que facilite la adquisición y propiedad á todas las fortunas, y auxiliando la construcción por todos los medios 27 posibles, presentando en concurso modelos eco- nómicos y enseñando y dictando en las ordenan- zas sanitarias las disposiciones ilustrativas, y al mismo tiempo rigorosas sobre las condiciones que deben higiénica y sanitariamente reunir los edi- ficios y las habitaciones. Distribución interior de las casas. Es importante por demás advertir en las ca- sas la distribución de su interior, sobre lo cual se observa en Madrid el más lamentable estravío. Los dormitorios, piezas en las cuales pasamos constantemente una gran parte de la vida, son las que debieran reunir el mayor número de con- diciones sanitarias, y nótase, por el contrario, que á ellas se destinan los cuartos oscuros, sin venti- lación ni luz y ordinariamente sin suficiente ca- pacidad. Las caras abotargadas y pálidas, los miembros entumecidos, la boca pastosa, la inte- ligencia y los sentidos torpes y el cuerpo emba- razoso y tardo para desechar el letargo del sueño, son los signos que revelan el envenenamiento nocturno que ocasionan semejantes dormitorios: todo el que así amanezca diariamente, cambie de habitación para dormir, proporcionándose aire 28 puro ó suficiente, y notará desde luego el bien- estar que esto le proporciona: las madres de fa- milia tengan muy presente esto, y evitarán en mucha parte que sus hijos se desarrollen misera- blemente, así como en igual precepto hallarán las jóvenes uno délos más eficaces cosméticos para conservar la frescura y brillantez de sus rostros. Destínense, pues, esos dormitorios sin luz, aire ni ventilación, para contener las camas por el dia si así se quiere; pero saqúense estas por la noche á habitaciones más espaciosas y donde no haya otras, á las salas y gabinetes que son las que en la generalidad de los cuartos de Madrid absorben la mayor capacidad y contienen aire suficiente y de más fácil renovación. Como regla general deben elegirse para dor- mitorios y según lo que dejamos dicho habitacio- nes que tengan luz y cuya ventilación pueda ha- cerse sin dificultad, aun cuando para conseguirlo haya que sacrificar otros servicios de la casa, y cuando no sea posible otra cosa deben siempre buscarse, al menos, dormitorios que estén en in- mediata relación- con otras habitaciones que reúnan las condiciones que hemos indicado, en la seguridad de que el dormitorio es la habitación de la casa que más influencia ha de ejercer sobre la salud de su habitante. En un clima como el de esta villa tan crudo en el invierno, el dormitorio debe elegirse cuando haya lugar entre las habi- taciones que se hallen colocadas fuera del inme- 29 diato influjo de la parte del Norte, prefiriendo las de Oriente y Mediodía; y cuando esto no sea po- sible, es conveniente que se hallen en el centro del edificio, si en él pueden hallarse las condicio- nes á que antes nos hemos referido. Elegido el .dormitorio, es indiferente luego la distribución que el inquilino pueda hacer de las demás habitaciones de la casa, debiendo, sin em- bargo, tener presente, que aquellas en que se haya de permanecer más constantemente durante el dia, deben estar fuera de entre puertas y pa- sillos, mantenedores de corrientes de aire, que ocasionan fáciles constipaciones, dolores, catar- ros, pulmonías y accidentes, muchas veces gra- ves y repentinos: deben asimismo.ser habitacio- nes con luz abundante y las menos húmedas de la casa, y si es posible también lejos de los pati- nillos estrechos á donde corren los vertederos y comunes. De gran importancia es el saber y fijar la proporción que debe haber entre la capacidad de cada casa y el número de sus habitaciones con el de personas que hallan de ocuparlas, y en Madrid puede decirse que no hay medio de dar reglas so- bre este punto, dada la triste condición con que las modernas construcciones han estrechado al vecindario. Las clases acomodadas son las úni- cas que pueden disfrutar en este punto las ven- tajas de los preceptos higiénicos, que aconsejan un dormitorio para cada individuo y el tener ha- 30 bitaciones suficientes páralos demás usos y ser- vicios domésticos: á las clases que no pueden ate- nerse á esta conveniencia sanitaria, no podemos aconsejarle otra cosa sino que tengan presen- te que la aglomeración de individuos es un ma- nantial de destrucción orgánica y que dadas las condiciones de las casas de esta corte, no debe haber como máximo en cada cuarto más que un individuo por cada dos habitaciones. La vigilan- cia municipal debiera en este punto ser excesiva- te rigorosa con las fondas y casas de huéspedes y de dormir, donde el abuso en este punto acar- rea males sin cuento para la producción y pro- pagación de las enfermedades, así como debiera ser igualmente rígida en sus ordenanzas muni- cipales para no permitir construcción de nin- guna casa, en donde la capacidad de las habita- ciones no estuviera en armonía con lo que la cien- cia tiene estipulado para las necesidades de la res- piración y de la vida. Decorado y mobiliario. En el decorado interior de las casas debe te- nerse presente que las paredes y techos lisos son preferibles á las que se hallan sobrecargadas de 31 molduras, relieves y adornos y formas de entran- tes y salientes, principalmente en las casas poco amplias y para las familias que no disponen de servicio suficiente para una minuciosa limpieza. El uso del papel debe proscribirse de los dormi- torios y de las habitaciones donde se permanezca de continuo, y es esto muy importante, porque el papel, sustancia orgánica, sufre aunque lenta una continua descomposición que proporciona ema- naciones á la atmósfera de las habitaciones, ema- naciones á las cuales se han atribuido algunos envenenamientos lentos de fatales consecuencias producidos por las sustancias nocivas de las tin- tas del papel: á más de esto sirven para anidar chinches y otros insectos y para retener toda cla- se de miasmas. Hoy se va generalizando el estu- cado de las paredes en las habitaciones de más uso y en las que no, se conserva el enluido de yeso, uno y otro preferibles al papel y á las pinturas de todas clases, que solo deben aplicarse en estra- dos ó habitaciones de lujo y poco uso. Los suelos de ladrillo y baldosín son menos frios que los de mármol y deben preferirse para las habitaciones de permanencia continua, sobre todo el baldosín, que resiste bien al desgaste y es de fácil limpie- za . Las baldosas de ladrillo que cubren los pisos de las casas de menos precio, debieran abolirse y hasta prohibirse por un deber de humanidad? el polvo que sueltan de continuo hace difícil y cos- tosa la limpieza y el aseo, ensuciando y embar- 32 rando de continuo las ropas y los muebles; im- purifican también la atmósfera y tiene una fatal influencia sobre los órganos de la respiración, y sostienen y ocasionan á las mujeres que perciben continuamente el polvo bajo sus faldas las irri- taciones y flujos blancos y otros diversos males. Conviene estos suelos cubrirlos con esteras ó al- fombrado en todas las estaciones, sobre todo en las habitaciones de más uso, y su barrido debe hacerse siempre regando antes el pavimento. En los cuartos bajos seria preferible siempre el suelo enmaderado, que es de necesidad en las tiendas y establecimientos donde se permanece de conti- nuo en pié, porque este pavimento permite más fácilmente conservar el calor en las extremida- des y preserva suficientemente de la humedad. El revestido de azulejos que se emplea en los fo- gones, seria muy útil para el aseo que se esten- diera en zócalos altos por todas las cocinas, así como por los comunes, y aun cuando todas estas indicaciones atañen más á los caseros que á los inquilinos, conviene á estos el tenerlas presentes para saber su conveniencia y porque sus gestio- nes continuas con los primeros han de influir so- bre ellos para hacerle realizar estas y otras me- joras de higiene y de facilidad de aseo y de con- veniencia general á la salud. El número de muebles debe ser proporciona- do á la capacidad de cada cuarto, y su esceso tie- ne el inconveniente de impedir el desahogo de las 33 habitaciones, entorpecer la limpieza y aumentar indebidamente los nidos de polvo, de miasmas y de insectos; y al mismo tiempo desalojan por el lugar que ocupan una cantidad de aire respira- ble por el que debemos ser muy avaros, y aun vi- cian también algo la atmósfera con algunas ema- naciones. En los dormitorios sobre todo no debe haber más muebles que los puramente necesa- rios. Las casas cubiertas de alfombras, de corti- najes y portieres, de muebles acolchados y ente- lados y con abundante papel en las paredes, dan lugar á una atmósfera suave y templada, pero al mismo tiempo miasmática, y predisponen á debili- dades generales á efectos nerviosos en el organis- mo y á empobrecimientos de sangre, y la conti- nua permanencia en ellas suele favorecer la pro- ducción de algunos padecimientos nerviosos y de empobrecimiento sanguíneo, tisis y calenturas tífico-nerviosas de que se ven sucumbir sin otras causas apreciables y en edade3 bien tempranas á señoras de la más acomodada posición, que por un mal estudiado ornato en sus habitaciones vie- nen á hallarse colocadas en iguales ó análogas condiciones que aquellas obreras que trabajan en fábricas de ciertos productos textiles. Hay dema- siados trapos y pelotes en el mobiliario de las casas de esta corte, que no otra cosa son esos muebles acolchados que las pueblan, por más que la seda ó el terciopelo disimulen su apariencia: es mil veces preferible la antigua sillería de paja 3 31 y de nogal á las entrapadas que hoy se usan, y el buen gusto y el interés del progreso artístico pide á voces la supresión del trapo ó el predo- minio sobre él de la madera; la higiene así tam- bién lo aconseja y rechaza terminantemente esas masas de materias orgánico-textiles que con el nombre de butacas, divanes y otros varios llenan las habitaciones sin más cometido que el de favo- recer la voluptuosidad y la holganza y servir de estorbo, enraiasmamiento, suciedad y criadero de cuanto menos puede convenir á la salud. No queremos con estas observaciones tratar de proscribir en las casas el adorno ni el lujo del mueblaje, antes al contrario aconsejamos en este punto un cuidado especial por parte de las fami- lias : una casa bien adornada convida á la per- manencia en ella, y siempre que por ocupaciones ó por recreo y diversiones útiles no haya necesi- dad de salir, en ninguna parte se está mejor que en el domicilio propio y en el seno de la familia. El mueblaje tanto es más esmerado, tanto au- menta el interés de su conservación y aviva los hábitos del cuidado y Ja limpieza doméstica ; y tanto más rico y elegante sea, tanto más podrá servir de utilidad como recreo del ánimo, dis- tracción de la vista y despertador del buen gusto y del instinto de lo bello. Los objetos de arte, los cuadros representantes de asuntos morales é instructivos son asimismo de una gran utilidad en el seno de las familias y uno de los más pode- 35 rosos medios de instrucción y de dirección moral de los instintos y sentimientos de la juventud. Cada cual en su esfera puede tener presente esto, y lo mismo el menestral que el potentado deben cuidar en este punto de llevar al seno de su casa el atractivo é interés de su familia, ornamentan- do sus habitaciones sin una profusión inconve- iiuuúo, pero de manera que en ellas pueda ha- llarse algo do recreo y de instrucción, como me- dio indirecto de favorecer los deseos de conser- vación, de cuidado y de orden. Casas hay pobres y modestas en que por el buen gusto y ordenado arreglo del más reducido mobiliario se perma- nece en ellas con satisfacción y bienestar de áni- mo : al paso que en otras, ya sean ricas ó po- bres, el desorden y el mal gusto, y hasta la per- versión moral de los objetos, nos impresiona des- agradablemente y aviva el deseo de salir de ellas cuanto antes. Importa, pues, como precepto de buena higiene el orden y compostura del mobi- liario, el esmero y gusto en sus formas, y el lujo artístico en los que puedan sostenerlo ; mere- ciendo en este punto los más altos elogios aque- llos que saben emplear los excesos de su fortuna en favorecer con el ornato de sus casas el buen gusto y progreso de las artes. Debemos hacer presente al tratar del mobi- liario la gran reserva con que deben adquirirse los muebles usados, cuando no proceden de fa- milias cuyo estado de salud y hábitos de limpieza 30 no nos sean bien conocidos; y los muebles de ba- ratillo ó prendería no deben jamás usarse sin ser antes sometidos á alguna restauración, desinfec- ción y limpieza, porque ellos suelen ser los con- ductores al seno de las familias de mil gérmenes de enfermedades, aun las más asquerosas y tras- cendentales : y sobre todo, debe esto advertirse muy principalmente en la clase de mobiliario acolchado y entelado, que hemos anatematizado anteriormente. Aun es más lamentable la ad- quisición de camas y colchones de uso descono- cido, cuya adquisición debemos proscribir ente- ramente, y aun cuando provengan de uso cono- cido é intachable deben siempre rehacerse, lim- piarse y lavarse, porque todos los males conta- giosos , y aun los de menos activa trasmisibi- lidad, se propagan fácilmente de este modo, y llevan de familia en famila las más perniciosas consecuencias ; y como este medio de adquisi- ción de mobiliario sea muy frecuente y hasta ne- cesario en Madrid, llamamos con todo interés la atención de las familias para que no olviden nunca las observaciones que acabamos de hacer. Limpieza y ventilación de ¡as casas. El pueblo de Madrid no es en general des- 37 cuidado en la limpieza y ventilación de las casas, siendo de estas muy rara la que con más ó menos esmero no se asea en la villa diariamente ; pero no en todas se tiene el cuidado debido en este punto, y conviene á este propósito que expon- gamos algunas de las reglas más precisas y nece- sarias sobre el asunto. La ventilación, ó sea la renovación del aire, es el primer cuidado que' debe tenerse presente; y el aire puro de la ma- ñana es el primero que se debe recoger y cam- biar por el yo, gastado y mefítico retenido en el interior durante la noche ; y las horas de hacer este cambio son las primeras de la mañana, antes que. principie el movimiento de la población. Las clases jornaleras suelen ser las que en Madrid aprovechan casi únicamente esta ventajosa opor- tunidad de la aireación, porque á ello les obliga la necesidad de madrugar para acudir á sus tra- bajos ; y las clases acomodadas se ven privadas de este beneficio por las costumbres de su vida, que convierten en noche la mañana. La venti- lación debe verificarse abriendo todos los hue- cos de la casa que establezcan corrientes de aire bastantes á renovar la atmósfera de todas las habitaciones, menos en el invierno que no se de- berán abrir más que los necesarios para el objeto: si la ventilación puede establecerse sin abrir las comunicaciones con los patinillos, debe evitarse esto ; y aquellas habitaciones y lugares á donde sea difícil llevar la ventilación, deben en invier- 38 no renovarse de aire por medio de' braseros co- locados á sus entradas, con los cuales se consigue establecer alguna corriente de ventilación. Las habitaciones donde se permanezca de continuo deben renovarse de aire varias veces durante el dia; asimismo los comedores, y principalmente las cocinas, que en las casas reducidas deben te- nerse cuidado de pouerlas en comuuicacion ex- terior y evitar que el tufo y vapores de grasa, tan perjudiciales para la respiración, se esparzan por las habitaciones y se imprego en en las pa- redes. A la vez que la aireación se verifica el barri- do de los suelos, que debe ser general en toda la casa y con esmero, regando primeramente algo el suelo para evitar el escesivo polvo por un lado, y por otro para reblandecer y facilitar el despegamiento de las materias que lo embara- zan, muchas délas cuales, secas y reducidas luego á polvo, se elevan en la atmósfera y sirven de medio de trasmisión para algunas enfermeda- des. Las alfombras y esteras, después de bien barridas, se deben restregar con cepillos ó pa- ños algo húmedos. Las paredes y los objetos, como cuadros y todo lo que penda deaquella, de- ben quitárseles el polvo de modo que no se aglo- mere en ellos cantidad de muchos dias, y asi- mismo á los muebles de la casa, que deben desempolvarse y sacudirse, y limpiar con paños ligeramente húmedos toda clase de maderas. La 39 limpieza y aireación de los dormitorios exige sobre todo gran esmero, y no deben rehacerse las camas sin antes haber ventilado bien las ro- pas, mejor que de otro modo, al aire libre ó en distintas habitaciones. Asimismo exige un cui- dado minucioso la cocina y sus utensilios, y lla- mamos sobre este punto la atención porque del poco cuidado en el aseo culinario resultan mu- chos padecimientos del tubo digestivo, como do- lores de estómago y vientre, cólicos y otras al- teraciones diversas. Los utensilios de metal re- quieren una limpieza estremada, de lo contrario dan siempre á lo que en ellos se prepara una parte de tóxico, y debe ejercerse una vigilancia extre- mada por parte de las familias acomodadas y principalmente las de más alta posición, en sus estensas baterías de cocina. Los enseres de barro no están exentos del mismo inconveniente cuan- do se les deja de fregar debidamente, puesto que se altera el barniz de base plomiza que les recu- bre y vienen á producir también intoxicaciones metálicas como los utensilios de cobre y otros metales. Una cocina limpia con utensilios siem- pre secos y lucientes, constituye un gran ele- mento de salubridad para las familiar, y enal- tece en alto grado el concepto de la dueña de la casa. Debe tenerse un particular cuidado en que las aguas sucias de los fregaderos y otros usos no permanezcan sin verterse en los comunes más 40 que el tiempo puramente preciso, así como los orinales y escupideras, que sueltan profusamente emanaciones insalubres. Nunca deben hacerse otras necesidades mayores en las habitaciones, fuera de los casos de enfermedad ó imposibilidad física, debiendo todo el que esté apto ir siempre al escusado para ello, y en otro caso no detener mucho las heces en las habitaciones. Es de la- mentar el abandono en que la autoridad munici- pal tiene este punto, permitiendo la construcción de escusados sin las condiciones que la salud pú- blica exige, cuando los medios de arte hoy cono- cido permiten hasta con economía el que en to. das las casas hubiese comunes inodoros: como esto no sucede, aconsejamos á las familias una estrema limpieza en estos lugares y el tenerlos de continuo bien tapados. Es indudable que no todas las familias pue- den detenerse diariamente en una limpieza es- tremada, y no es desacertada la costumbre que tiene destinado para esto un dia de la semana, comunmente el sábado; pero aquellas que por sus circunstancias particulares, faltas de medios, ocupaciones para su subsistencia ú otras, no puedan uno, ni otro, tengan sin embargo el cui- dado de la ventilación y de expeler y sacar fuera de casa diariamente toda clase de basuras y es- creciones, y no olviden el precepto de limpieza doméstica, siquiera no puedan cumplirlo con la pulcritud que ello requiere. Los caseros ó due- 41 ños de las casas tienen el deber de tener asimis- mo en estado de aseo y buen estado higiénico las partes del edificio que corren poí* su cuenta, y sería de desear que el municipio, así como vela por el decoro exterior de las casas, vigilara hi- giénicamente la parte interior de las mismas y obligara á los düeñ03 á tener en ellas las con- diciones que la salud pública exige, dando á sus ordenanzas municipales mayor rigor que el que hoy tienen: si esto se hiciera, así como el as- pecto y policía exterior ha mejorado en la po- blación, la interior también hubiera ganado mu- cho, y no se verían los inquilinos estrechados para la limpieza de sus habitaciones hasta el punto en que hoy lo están por la mezquindad de los interiores y las prohibiciones á que los sujetan para utilizar el desahogo exterior de los huecos de la calle, los bandos de policía. Oponen estos uno de los mayores obstáculos al aseo y limpieza de las casas, y las familias se ven aho- gadas para el lavado y secado de las ropas, que, no tienen medio de verificar debidamente, siendo imposible que las medianamente acomo- dadas puedan atender ni economizar en este punto nada de sus escasos recursos, ni atender de ningún modo al aseo de ropas de casa y de uso personal, principalmente donde hay familias numerosas y con niños en lactancia y en prime- ras edades. La municipalidad en este punto, permitiendo 42 la construcción de casas actuales, ha cometido contra el bienestar y la salud de las familias el más imprudente atentado. Calefacción y alsianbrado. El rigor del invierno obliga á cuidar con atención del temple de las habitaciones, y los medios de calefacción empleados en Madrid son los braseros, las estufas y chimeneas, sobre los cuales diremos algunas palabras para ilustración del vecindario. Las casas de alto precio están to- das provistas de chimeneas, que sirven á la vez de calefacción y ventilación; pero para las clases menos acomodadas tienen el inconveniente del mucho combustible que consumen: la leña Beca, que es el mejor, cuesta cara, y el cok, aunque más económico, da un tufo particular y ennegre- ce algo las ropas y colores: su incandescencia es fuerte y produce oftalmías ó irritaciones de los ojos, dolores de cabeza ó jaqueca y predispone á las erisipelas de la cara y á algunos otros ma- les ; tengan esto presente las familias que lo usen para evitar estos inconvenientes, usando de pantallas, ó separándose y colocándose de manera que eviten la acción directa del fuego sobre el rostro. 43 Las estufas son más propias para oficinas y talleres y centros de gran concurso, que para las habitaciones de la familia, donde no tienen apli- cación ventajosa y dan un tufo metálico molesto y nada conveniente, secan y enrarecen el aire y producen efectos congestivos, á la vez que re- quieren una ventilación siempre brusca, y son, en último resultado, un objeto de estorbo y em- barazo en una casa, sin ninguna ventajosa con- veniencia: en cambio, prestan una indudable uti- lidad en los grandes salones de concurrencia pú- blica, talleres, cafés, etc. Debe siempre haber encima de las estufas vasijas con agua para con- trarestar con su evaporación la sequedad de la atmósfera que produce la estufa, cuando estas no están ya preparadas con recipiente para el objeto. El brasero común, á pesar de lo que se ha di- cho en su contra, sigue siendo el más usado por el vecindario, y en verdad puede decirse que no tiene fácil reemplazo en el seno de las familias: es económico por cuanto se presta á toda clase de combustible y en la cantidad de este á que alcancen los recursos de quien lo usa; es traspor- taba fácilmente donde acomode su colocación; capaz en su alrededor para dar calor á toda una familia y al mismo tiempo cómodo para calentar aisladamente las extremidades; pero á pesar de estas ventajas es necesario no perder de vista sus imperfecciones y sus peligros, que pueden, sin 44 embargo, evitarse si se pone en ello algún cui- dado. Desde luego es el carbón vegetal el combus- tible más ventajoso para su uso, y de este el lla- mado cisco de retama que expenden las tahonas de Madrid: no deben nunca encenderse en el in- terior de las casas sino fuera de ellas ó en hue- cos que den al aire exterior, y solo cuando estén completamente pasados ó sea cuando todo el combustible está incandescente y sin hacer lla- mas, es cuando deben introducirse en las habita- ciones de donde deben retirarse ó apagarse cu- briéndolos bien de ceniza ai recogerse las fami- lias: el olvido de estos preceptos da lugar muchas veces á la asfixia con que insensatamente con- cluyen algunos su vida y sin llegar á este extre- mo se sufren siempre dolores de cabeza, aturdi- mientos, vértigos, vómitos y otros síntomas pro- pios de la acción del gas carbónico y de lo que vulgarmente se llama atufamiento. Toda habita- ción donde de continuo haya un brasero, debe ventilarse con alguna frecuencia abriendo mo- mentáneamente sus puertas y huecos al exterior, aun cuando no se use en ella más combustible que el que hemos indicado corno más ventajoso, y no debe nunca olvidarse el cubrir los braseros con alambrera, medio de evitar las quemaduras de objetos y de ropas y las frecuentes que ocur- ren con los niños. Modernamente se han ideado diversas modificaciones en la forma del brasero; 45 pero debemos aconsejar la conservación del an- tiguo colocado en su caja de madera, pues todos los que se usan ya en forma de copas de bronce, ya en columnetas de hierro, no alcanzan las ven- tajas de aquel y tienen el inconveniente de pro- ducir principalmente en los niños quemaduras al contacto del metal caldeado: caso de usarse debe ser en las habitaciones, como salas ó gabinetes de estrado, despachos ú otras de poco uso para la familia. Debemos proscribir completamente las rejillas que para calentar los pies emplean algu- nas señoras colocándolas bajo las ropas, porque con ellas se producen flores blancas, eritemas, hinchazones y varices en las piernas, y debe pre- ferirse para el abrigo de aquellas el uso de pieles, mantas ó otras ropas de lana: úsanse también calentadores de agua caliente consistentes en ca- jas de metal de varias formas revestidas de piel, alfombras ú otras materias y son útiles y venta- josas para mantener el calor de las extremidades en todas las personas que tengan que permane- cer muchas horas sentadas para sus ocupaciones y labores; recomendando la generalización de su uso á todas las clases, pues si bien hoy no se en- cuentran estos objetos abajo precio, adoptada la costumbre de su uso disminuiría este por la fa- cilidad de confeccionarlos sencillamente y con materiales de poco precio. El brasero común co- locado bajo las mesas ó camillas cubiertas de ta- petes es el medio más sencillo, útil é higiénico 46 para la calefacción de las habitaciones de fa- milia . Se han ideado una multitud de sistemas de calefacción para los edificios de que podríamos ocuparnos largamente, pero sus complicaciones y grandes costes no tienen aplicación sino á es- tablecimientos y construcciones públicas ó á grandes casas particulares, y se hallan por lo tanto fuera del alcance del vecindario general: únicamente aconsejaremos á las familias, como medio de templar el aire de las habitaciones, los sahumerios con plantas y sustancias aromáticas orno las del espliego que más conmunmeute se usan, el romero, cantueso, el benjuí, mirra, in- cienso y otros preparados análogos, que cada cual puede preferir según le sean unos ú otros más ó menos agradables. Estas fumigaciones tie- nen ala vez algo de desinfectantes, neutralizando los malos olores é impresionándonos satisfactoria- mente, y son muy útiles cuando la atmósfera se halla cargada de humedad; así como cuando esta se halla seca en los rigores del invierno y aumen- tada esta sequedad con los caloríferos en el inte- rior, convienen las fumigaciones húmedas por me- dio del agua hirviendo sola, ó con infusiones aromáticas. En el estío es útil templar la seque- dad del aire con el regado de los suelos ó con vasijas de agua colocadas en las habitaciones. Los olores aromáticos en las casas son útiles, si se usan con moderación, no sobrecargando con 47 ellos la atmósfera, pues entonces suelen pro- ducir vértigos, dolores de cabeza y aun algunas irritaciones bronquiales. Se obtienen ventajosa- mente emanaciones aromáticas principalmente en estío por medio de las plantas y flores, que á la vez recrean la vista é impresionan placentera- mente el ánimo; pero no deben nunca conservar- se en las habitaciones, sino durante las horas de sol, pues dan en la oscuridad y por la noche ema- naciones que impurificau la atmósfera y perjudi- can á la salud. Importante por demás es en el interior de las casas la cuestión del alumbrado, y hay en este punto advertencias muy necesaria que se deben tener siempre presentes. Usanse en Madrid para el objeto el aceite de olivas, el petróleo, el gas Mille, el gas del alumbrado y en forma de velas, la cera, el sebo, la estearina y otras grasas y sustancias que entran en la composición de aque- llas; y para el uso interior de las casas debemos desde luego prohibir el gas Mille y el del alum- brado como altamente nocivos y ocasionados á catástrofes desastrosas. El primero inflamable rápidamente en alto grado á la temperatura or- dinaria y simple contacto del oxígeno atmosféri- co, ha dado lugar á desgracias infinitas y debie- ra ser proscrito de una manera absoluta por las ordenanzas de policía y seguridad: el segundo tiene inconvenientes no menos graves al menor descuido en las llaves de su tubería y para su 48 proscripción absoluta en el interior de los edifi- cios, basta recordar la horrible catástrofe que tuvo lugar hace años en la Red de San Luis y que aun no puede haber olvidado gran parte del vecindario de la corte, para no dudar sobre ella: la facilidad con que un tubo abierto llena de gas un edificio y la prontitud con que una materia cualquiera encendida, una simple cerilla, como ocurrió en la Red de San Luis, basta para con- vertir en llama de fuego toda la atmósfera y el edificio, es sobrado motivo para no admitir en ningún interior, ni aun en escaleras ni portales, semejante clase de alumbrado. El petróleo y el aceite de olivas son los únicos materiales que deben usarse en las lámparas, lamparillas y belo- nes, estos últimos ya menos usados por su mu- cho coste y el valor del aceite para que única- mente se hallan preparados, que es muy superior al del petróleo. Este último puede decirse que es el más general en todas las clases por su bajo precio, y aunque inflamable fácilmente, no lo es en el grado que el gas Mille: da, sin embargo, al- go de tufo con olor bastante intenso, y si se res- pira largo tiempo produce malestar en la cabeza y algunas náuseas, por lo que debe ventilarse con frecuencia cuando esto se nota: su luz es también muy fuerte y debe evitarse su acción di- recta sobre el ojo, usando siempre lámparas con pantalla. La luz del aceite de olivas es indudable- 49 mente la más ventajosa y excenta de peligros, pero no reúne las condiciones de economía que el petróleo. Las velas de sebo, que aun usan las clases menos acomodadas, es por demás molesta bajo muchos puntos de vista, llenando las habi- taciones de un tufo y olor pestífero, fatal para la respiración, y fuera más conveniente á los pobres se proveyeran de cabos de velas esteáricas que se espenden en algunos sitios, ya que sus recursos no le permiten otros gastos, y fuera de desear que las asociaciones y personas que ejer- cen la caridad proporcionaran á algunas familias lámparas económicas de petróleo, como otros ob- jetos útiles para la conservación de la salud y para la facilidad del trabajo y del aseo. Las ve- las esteáricas, hoy muy generalizadas, no tienen el inconveniente de las de sebo, de las-que no son más que una perfección industrial; pero aun se espenden algunas con este nombre que ofrecen los mismos inconvenientes que aquellas, pero se distinguen fácilmente al simple tacto y antes de encenderlas por su untuosidad y poca dureza. Hay otras clases de velas trasparentes y colorea- das que se adquieren como perfección artística y de lujo ; pero su uso es fatal para la salud, pues van cargadas de sustancias tan tóxicas como el arsénico, y han dado lugar á envenenamientos de grande trascendencia : tengan esto presente las clases acomodadas, que son las que más sue- len usar este caro y pernicioso medio de alum- 4 50 brado. La vela de cera apenas es hoy usada, fuera délos templos católicos, por el precio alto que tienen comparado al de otros medios ; pero su uso no tiene inconveniente para la salud. Debe- mos, sin embargo, hacer presente que toda clase de alumbrado consume aire respirable en gran cantidad é impurifica considerablemente la at- mósfera; y siempre que una habitación haya es- tado muchas horas alumbrada, su atmósfera queda impura y debe renovarse, siendo altamente per- niciosa la costumbre de tener luces en los dor- mitorios, donde no deben introducirse antes de dormir más que por el tiempo indispensable para los preparativos del sueño. Cuando haya nece- sidad de conservar luz por la noche, debe ser esta de poca llama y estar colocada en otra ha- bitación fuera del dormitorio : prefiriendo siem- pre para estos casos el uso de la luz de aceite ó cera. Por último, debemos hacer presente acerca del alumbrado, que nunca alcanza la luz artificial á sustituir á la natural, sino proporcionándonos grandes elementos contrarios á la salud , y que por lo tanto es un precepto de rigurosa exigencia que se escatime cuanto se pueda el trabajo noc- turno y las horas de permanencia bajo la acción de los efluvios de las luces artificiales ; y aque- llos á quienes la necesidad obligue á lo contrario, traten de renovar con frecuencia la atmósfera donde estén y den á su vista intervalos también frecuentes de descanso, si se ocupan en labores 51 prolongadas : siendo esto altamente importante para la conservación de la vista y de la salud en general. De los alimentos y bebidas. La alimentación es uno de los puntos más importantes y más difíciles de regularizar higié- nicamente en Madrid ; pues por un lado la ad- ministración, que apenas se ocupa de las cues- tiones relativas al servicio alimenticio ; y por. otro las diferencias que los hábitos y costumbres, recursos y posiciones establecen entre el vecin- dario, hacen por demás difícil la metódica exposi- ción de esta materia. Expondremos, sin embargo, aquellas instrucciones generales que más puedan servir de norma en este asunto. La cantidad, tanto de alimentos como de be- bidas, que necesita diariamente un individuo se halla representada por lo que en el mismo espa- cio de tiempo pierde con el sudor, las orinas, las heces y demás escreciones y exhalaciones orgáni- cas, y esta cantidad se halla próximamente cal- culada en un máximo de cinco á seis libras dia- rias, que debe tenerse muy presente para regu- lar por este número el tanto de nuestra alimen- 52 tacion. Todo exceso sobre esta cantidad es inne- cesario y supérfluo y gravoso al organismo, como todo lo que no se acerque á ella constituye una pérdida para la nutrición y la salud. Más de la mitad de esta cantidad corresponde á las bebi- das, y el resto á los alimentos ; y deben tenerse muy presentes estas cantidades y proporciones, pues calculadas sobre lo que puede necesitar un individuo robusto y trabajador, marca un máxi- mo del cual no debe pasarse. Algunos, sin em- bargo, llevados por la lisonja del paladar, ó por viciosas costumbres, traspasan con frecuencia este límite, y cargando de continuo con exceso sus estómagos llaman hacia esta viscera todas «us fuerzas orgánicas , y viviendo solo para di- gerir trastornan profundamente la salud con exuberancias de nutrición , ocasionándose dife- rentes males crónicos, vejeces prematuras y achacosas y muertes tempranas, y muchas veces repentinas. Ningún glotón vivió con exceso, y la primera condición para una vida larga es en este punto la sobriedad: influye esto hasta en la belleza ; y así como los alimentos sanos y en cantidad moderada, pero suficiente, producen bien parecer, frescura y lozanía, los excesos de la gula dan lugar siempre á deformidades perso-' nales, ya con una excesiva- obesidad, ya convir- tiendo en flecida y flaca la figura. El defecto contrario en cuanto á la cantidad de alimentación ocasiona asimismo efectos de- 53 sastrosos sobre los temperamentos y con stitucio- nes y sobre la brevedad de la vida; siendo, pues, importante el no perder de vista en este punto el número ó tanto de alimentos y bebidas que dejamos indicado, porque si bien puede haber en ello alguna variación en las necesidades diarias de nuestro organismo por lo que diferentemente podamos perder en ocupaciones y trabajos, estas variaciones no pueden, en el estado normal, se- pararse sino muy poco de lo que hemos indica- do, y cada cual, con un poco de estudio, puede apreciar en sí mismo fácilmente estas diferen- cias, que la naturaleza misma nos ayuda tam- bién á distinguir, por medio de varias sensacio- nes y principalmente por las del apetito y de la sed, que nunca, por otra parte, deben satisfa- cerse con esceso. Si es importante el saber que nos es necesaria una cantidad determinada de bebidas y alimen- tos para eisosten regular déla vida, y que con su esceso ó su defecto se perturban las condiciones de salud y las probabilidades de longevidad, es aun más importante lo que se refiere á la calidad de lo que hemos de ingerir en el estómago para no llevar por nuestra misma mano al organismo ele- mentos de destrucción. En Madrid, como en to- das las grandes poblaciones, por los medios de relajación y de impureza en que vivimos, se ne- cesita una alimentación tónica y animalizada y á la vez pura, sana y fresca, y precisamente 54 abundan por desgracia los alimentos y bebidas de peores condiciones, los unos por el fraude es- peculador que los desvirtúa, los otros por la to- lerancia administrativa, que permite pública- mente la venta de sustancias hasta en el más alto grado de avería. Necesario es que el vecin- dario se precava de esto y que no se deje sedu- cir por el bajo precio con que tales artículos se venden: porque el que piense que se puede ali- mentar con leche dea cuatrocuartos el cuartillo, con chocolate de á peseta, con merluza á doce cuartos, ternera á dos reales y carnes y embuti- dos, frutas y legumbres á precios semejantes en inferioridad á los comunes, hallará muy luego el triste desengaño en las perturbaciones de su tu- bo digestivo, en el desnudo y flojedad de sus car- nes y en la alteración de sus humores, y el ahor- ro que con ello se halla proporcionado lo gas- tará con esceso en médico y botica, ó gravando á las casas de socorro, la beneficencia y los hos- pitales. Importa, pues, que el vecindario se per- suada de este hecho y que cada cual se atenga, dentro de sus recursos ordinarios, á comer y be- ber sustancias frescas puras, limpias y sanas, en la seguridad de que sin ellas no hay verdadera nutrición ó se obtiene una nutrición viciosa, orí- gen de los padecimientos que destruyen y dege- neran á los individuos y familias; y es siempre preferible el limitarse á comer y beber modesta- mente ó aquellos solos alimentos que puedan 55 estar á nuestro alcance, siempre que sean de escelente calidad, á entregarse por el capricho ó la vanidad de la apariencia, á los contingentes fatales de una alimentación de dudosas condicio- nes sanitarias. Las bebidas más importantes de la alimenta- ción en Madrid, son el agua y el vino, la leche y el café. Lo primero cumple á la municipalidad el cuidado de su pureza, lo que no siempre se hace con esmero: el agua de Lozoya presenta con fre- cuencia alteraciones de color y diafanidad y su bebida produce perturbaciones del tubo digesti- vo: si es útil por su abundancia para todos los usos domésticos y para el cocido de legumbres, aconsejamos que para beber se haga uso del agua antigua de Madrid. El municipio debería ejercer alguna más vigilancia en sus depósitos y fuentes y en el buen estado y limpieza de las cubas de los aguadores; y á las familias aconsejamos que guarden extremado aseo en las tinajas, y que cuelen el agua por un paño al depositarla en es- tas. Importa saber que hoy está prácticamente demostrado que las aguas poco limpias son un manantial fecundo de enfermedades, y el vehícu- lo determinador y propagador de muchas epide- mias. El vino de uso tan general en Madrid, según lo revela el prodigioso número de sus tabernas, es indudablemente útil y necesario en la alimen- tación de esta corte; deben, sin embargo, abstener- 56 sede él las personas de constitución muy irrita- ble, así como por el contrario las débiles y linfá- ticas, y la juventud toda de piel blanca deben usarlo siempre en las comidas. Importa cercio- rarse de su calidad alterada frecuentemente en esta corte con materias nocivas y tóxicas; pero todo el que haga uso frecuente y diario del vino, ha de tener muy tosco paladar, si no advierte desde luego estas adulteraciones; y el medio para prevenirse contra sus fatales efectos es desechar toda bebida en que se advierta alguna dife- rencia de color, sabor y trasparencia ordinaria. Los vinos preferibles para pasto son los tintos, y el Cariñena, Arganda, Chinchón y Valdepeñas, que son los de uso general en esta corte, presen- tan si se hallan puros, condiciones apetecibles para el auxilio de la alimentación. Bueno fuera que la municipalidad ejerciera alguna vigilancia en las almacenes, bodegas y tabernas, y á estas exigiese la supresión del plomo y zinc que cubren las mesas de despacho, de donde recogiendo los derrames cargados de aquellos metales, venden luego en vez de vino un tóxico productor de có- licos é irritaciones pertinaces. Usan muchos la cerveza en las comidas, ya sola ó mezclada con el agua y aun el vino, y es útil esta costumbre para los que padecen debilidades y ilatulencias digestivas. Los vinos blancos son más excitantes que los tintos y las personas que los prefieran de- 57 • ben tener esto presente para usarlos con más moderación, debiendo decir lo mismo respecto á los llamados generosos, los cuales para ser usa- dos habitualmente necesitan diluirse en agua ó tomarlos en corta cantidad: de otro modo ex- citan y congestionan el cerebro y fácilmente pro- ducen la embriaguez. Estos vinos tomados en cantidad de una pequeña copa en los horas distantes, de las comidas, son útiles para los co n- valecientes y débiles de estómago y constitución y para las mujeres en lactancia. El mezclar dife- rentes especies de vino es siempre perjudicial, y lo advertimos por ser costumbre que van gene- ralizando en esta corte los fondistas. Debemos asimismo recordar la parsimonia con que deben usarse los aguardientes y licores que ya con halago para el gusto, ó con el pretexto de virtud estoma- cal, introduce la industria entre la gente nove- lera, porque todo ello no es más que ensuciamien- to é irritabilidad para el estómago: solo son útiles estas bebidas, y principalmente las aroma- tizadas con el anís, para tomarlas por la mañana en el invierno, como acostumbra el pueblo á usar el que llama su aniseta; porque como fuerte car- minativo dá lugar á una espansion interna que ayuda brevemente á disipar el embaramiento orgánico, facilitando la agilidad de los miembros y la resistencia á los efectos de la baja tempera- tura. En el verano esto no es necesario, y siem- pre después de su uso conviene el ejercicio ó el 58 trabajo, porque si el estímulo de fuerzas que de- termina, no se utiliza de algún modo, constitu- ye un elemento irritante y destructor para la or- ganización. A los que tanto al vino como al aguardiente se entregan con esceso y con pasión, y llegan hasta el esceso de la embriaguez, la hi- giene nada puede aconsejarles, porque los pre- ceptos que á estos individuos deben aplicárseles corresponden á la medicina curativa y á la legis- lación correccional. La leche y el café entran á formar una de las partes más importantes de la alimentación del vecindario madrileño, constituyendo en muchas clases el almuerzo ó desayuno, y en casi todas el complemento de sus comidas. La leche es des- graciadamente uno de los artículos más fácil y más generalmente sometido á la adultera- ción, y no hay establecimiento de expendicion de este artículo donde no haya lo que se ha dado en distinguir por leche caliente ó fria, ó sea leche pura ó adulterada, que se vende, como es natural, á diferente precio. Pero ¡cuánto se engaña á sí mismo el que lleva la más barata! Preferible le es comprar menos cantidad de la caliente ó pura y echarle agua en su casa, hasta la cantidad que necesite, porque de este modo podrá al menos te- ner la seguridad de que la adulteración es ino- fensiva. Una gran parte de las vaquerías de esta corte, no pueden dar leche buena ni sana, por- que los animales que viven en ellas sin luz, sin 59 sol, sin otro aire que el encerrado y difícilmente ventilado de los establos, no pueden segregar de sus mamas sino un jugo pobre de vida y nutri- ción. De desear es que el municipio tome algún dia una terminante resolución sobre este punto, y entretanto que ejerza la mayor vigilancia po- sible sobre estos establecimientos. No es menos importante también la vigilancia sobre el gana- do lanar, cuya leche es la de mayor consumo en esta villa por la facilidad con que por medio de ella se puede favorecer la propagación de algu- nas enfermedades tan trascendentales, por ejem- plo, como la viruela. Exento de este inconvenien- te porque el ganado está á la vista, es la leche que se expende en primavera en el lugar de la antigua puerta de Bilbao y otros puntos de Chamberí, adonde acude á bebería el vecindario por costumbre ciertamente saludable. La leche de cabras es indudablemente la más excenta de peligros en esta corte, pero es también la más cara. El uso de la leche azucarada y mezclada con el café constituye una excelente bebida nutriti- va, y adicionada con pan solo ó con manteca, constituye el alimento de muchas familias. Las clases menos acomodadas se sirven de este des- ayuno en los puestos ambulantes de la mañana y en las buñolerías ; pero desgraciadamente el líquido que toman abunda más en agua hervida que en los principios nutritivos de aquellas sus- 60 tancias : no es más esquisito el brevaje de la misma índole que se toma en la mayoría de los cafés; y habiendo venido á ser esto en Madrid una necesidad complementaria de la alimenta- ción, nos atrevemos á excitar el celo humanita- rio de los dueños de estos establecimientos para que se esmeren en su confección, porque en sus manos está hoy pendiente la tranquilidad ó per- turbación digestivas de la mayoría del vecinda- rio. El café "puro tiene útil aplicación en casos determinados, pero más como medicina que como alimento, y su uso continuo es altamente perju- dicial, excitando y agotando las fuerzas de in- nervacion. Respecto al rom, aguardiente y otras bebidas análogas que suelen mezclar unos con el café, ó tomar otros al mismo tiempo, no diremos otra cosa sino que sean parcos y moderados en su uso aquellos en quien la fuerza de la costumbre no le permite desecharlas, en la seguridad de que la ciencia no sabe darse razón del para qué de tales bebidas, ni la higiene puede dar otros pre- ceptos que el de anatematizarlas por completo como bebidas usuales : si tienen algunas veces aplicación útil, es con indicación médica ; y la verdad es que los alcoholes no debieran espen- derse sino en las boticas. Muchas personas siguen la costumbre inglesa de sustituir el café con las infusiones de té, y en las de temperamento nervioso y constituciones 61 muy excitables está perfectamente indicado este cambio. Son también de gran uso y consumo en esta corte, y durante la estación de verano, el agua de cebada y la de limón, que se toman abundan- temente , fria la primera y helada la segunda, mezclando algunos esta última con la cerveza: se usan igualmente varios acídulos gaseosos y emulsiones en horchatas de almendras y de chu- fas ; esta última helada, para lo que se estable- cen multitud de horchaterías y de puestos am- bulantes, y usadas todas ellas con moderación, y prefiriendo las personas sanguíneas y robustas los acídulos, y las nerviosas huyendo de estos y prefiriendo las bebidas de sabor neutro, no ofre- cen inconvenientes en su uso. Producen, sin embargo, en el verano estas bebidas frias y los helados multitud de cólicos, afonías y ronqueras, y otras diversas alteracios nes, que se evitan no perturbando con ellas la- horas de digestión, ni tomándolas en los mo- mentos de hallarse con gran sudor y sofocación: y fuera útil alguna vigilancia en las espendedu- rías de los helados para evitar los cólicos metá- licos que pueden estos producir cuando no se tie- nen las garrafas en esmerado estado de limpieza. Conviene también que el vecindario mire con prevención los helados compuestos de sustan- cias fácilmente averiables, como la leche, los huevos y algunas otras materias, y en general 02 todos los de confección algo complicada. Las in- dicaciones para el uso de todas estas bebidas nos la dá la sensación de la sed, y mientras esta no se sienta no hay para qué tomar aquellas, porque es el caso impertinente y ocasionado á producir males. Los alimentos sólidos, dejamos indicado cuan- to es necesario cuidar de su pureza y buena ca- lidad, y el pan y la carne y las verduras deben merecer el más especial cuidado y atención. El pan es en Madrid de excelente calidad, aun- que procedente de otros puntos y fraguado tam- bién en la corte, lo hay de inferiores condicio- nes ; pero su calidad se advierte fácilmente á primera vista por el aspecto y el color. Siendo las clases menos acomodadas las que consumen más pan, por la necesaria privación en que se ven de otros alimentos, la vigilancia de la auto- ridad debe ser siempre extremada sobre la fabri- cación y el comercio de este artículo, en el que tan fácil es el fraude en la adulteración de las harinas, y sobre todo en las cantidades que se estafan en el peso. Las carnes de vaca y de carnero son las usa- das generalmente en Madrid, y la primera es la más apropiada para una buena digestión : tanto una como otra pierden gran parte de sus cuali- dades nutritivas y digestibles si no son frescas; lo que se conoce en su jugosidad y color, porque si están pasadas son más rojas y oscuras, su su- 63 perficie está seca y presenta diferencias de color en los cortes verticales. Las carnes de animales tiernos, como la ternera y el cordero, son menos nutritivas ó de acción menos fuerte sobre el or- ganismo, y lo mismo sucede en general con los animales pequeños de pelo y pluma. Estos últimos debe tenerse gran cuenta en que no den olor alguno para que se puedan usar im- punemente. Los pescados se encuentran en el mismo caso, y es doloroso el ver la tolerancia con que se dejan expender al público en el más com- pleto estado de putrefacción, inficionando el aire de las calles y produciendo en los incautos que los toman indigestiones, cólicos y la intoxicación particular que les es propia y con la cual se ven sorprendidas y alarmadas con frecuencia las fa- milias. Es común también en muchas de estas el adquirir carnes de las que se introducen fraudu- lentamente en la villa ó de las que se expenden fuera de los límites de su término j urisdiccional, y tanto una como otra deben mirarse con pre- vención, porque con ellas se introducen muchos gérmenes de enfermedades pútridas y contagiosas oriundas de animales enfermos. La carne fresca de cerdo y los despojos de este animal, son fácil- mente putrescibles y debe escatimarse su uso y cuidar al comprarlas su buen estado de sanidad y recientez. Secas, y saladas estas carnes, con sus grasas constituyen el tocino y el jamón, este úl- timo fuerte y nutritivo alimento, que presta gran- 64 des servicios en nuestra cocina, en la que asimismo es de absoluta necesidad el primero. Ninguna otra carne seca ó salada puede competir con la del cerdo, excepción hecha del bacalao que cons- tituye un gran elemento de nuestra habitual ali- mentación cuando es fresco y no se halla dema- siado seco, salado ó averiado. En general todas las carnes secas y saladas son inferiores á las frescas en propiedades nutri- tivas y sobre todo en condiciones fáciles para la digestión, y lo mismo decimos de los embutidos, que no se deben adquirir en esta corte, sino de establecimientos que merezcan confianza, porque el fraude ha llegado á ser en este punto tan es- candaloso, que se han descubierto salchichas, chorizos y salchichones preparados con carnes de animales diversos, y hasta fraguados con la car- ne humana. Debemos advertir que los embutidos extranjeros deben mirarse con grande preven- ción, porque suelen venir preparados con carne de cerdo afectada de triquina que da lugar á graves accidentes. Las verduras y legumbres secas ó frescas abundan en esta corte, principalmente las prime- ras, que son de uso general y constituyen casi la base de la alimentación del vecindario y es en verdad de gran importancia el escoger aquellas que ofrezcan las condiciones más excelentes: así como debe tenerse gran cuidado en todos los ve- getales frescos, que no se hallen ya marchitos y 65 rebordeados de podredumbre, como se ven en puestos y ambulancias, porque en semejante es- tado no producen otra cosa que flatuosidades y diarreas. Aun son de peores efectos las frutas por madurar, y las que en completo estado de des- composición se permiten en venta pública, oca- sionando la multitud de padecimientos gástricos é intestinales que se padeeen en Madrid por el verano, debiendo aconsejar una parcritud extre- mada en su uso, principalmente en las clases me- nos acomodadas, que son las más expuestas á ad- quirir frutos averiados y á sufrir sus funestas consecuencias. La proporción en que deben entrar las carnes, legumbres y verduras en una buena alimentación es una parte de las primeras por dos de las se- gundas, y esta regla sirva, á los habitantes de esta corte para el arreglo de su cocina, aconse- jando á los que no puedan por sus escasos recur- sos adquirir la suficiente proporción de carnes, que suplan á esta con el pan y las legumbres se- cas harinosas de buena calidad, principalmente el garbanzo y las patatas. Es por demás importante el arte de la coci- nera para dirigir bien la alimentación y la for- ma y confección de los alimentos, influyendo en ,gran manera sobre, sus efectos: y el pueblo de Madrid se halla en este punto altamente favore- cido, pues cuenta por principal base de forma alimenticia su célebre cocido, preparado culinario 5 66 que indudablemente no tiene rival: su fácil pre- paración, la limpieza de su forma que no embarra ni confunde sus ingredientes; su sabor neutro que como el del pan ni cansa ni fatiga al paladar; su composición en la que entran sólidos y líqui- dos, sustancias animales y vegetales, tal y como la alimentación humana y el clima de esta villa lo exige, y por último la riqueza alimenticia que admite abundantemente en su seno y el prestarse á la vez para combinar las proporciones de sus elementos según las necesidades orgánicas ó los recursos de cada cual, son indudablemente con- diciones que no reúne ningún otro preparado cu- linario; y recomendamos por tanto á las familias que cuiden con todo esmero de su confección, y á las dueñas de casa á quienes compete la direc- ción de este punto aconsejamos que establezcan el orgullo de sus mesas en la sobresaliente con- fección de sus cocidos, seguras que con ello con- seguirán un gran triunfo para la robustez de sus familias y para la salud pública en general. Llamamos la atención sobre este punto con tanto más motivo cuanto vemos que se han intro- ducido en esta corte algunos errores alimenticios, generalizados principalmente por los fondistas y cocineros extranjeros, desconocedores de las con- diciones del clima de Madrid, donde la alimenta- ción animal y vegetal seca, propia solo de los paí- ses húmedos del Norte, no tiene aplicación en esta villa como en ningún país donde domina la se- 67 quedad. Bajo este error se ha mirado insuficiente el cocido que representa y produce la alimenta- ción húmeda ó líquida, y multitud de familias que quieren aparecer con mesa no insuficiente sacri- fican la preparación de lo que les es más útil por presentar uno ó más platos ó principios que cor- respondan al error que hemos indicado. Importa, pues, que se tenga esto muy pre- sente y que se sepa que la cocina inglesa, la del Norte de Francia ó de París, la de Bélgica, ori- llas de Rhin y demás naciones de clima húmedo y frió, no tienen aplicación ni á Madrid ni á la generalidad del clima de España, como la cocina nuestra, la de Italia y aun alguna de la misma Francia y otros países secos y meridionales, no tiene aplicación á aquellos otros, siendo esta la razón del por qué todos los esfuerzos de las fon- das y hoteles de esta corte no han logrado ni lograrán generalizar sus exóticas fórmulas culi- narias, aun cuando hayan encontrado para el caso algún apoyo en las extravangancias del dan- dylismo. Como reglas generales para las confecciones de alimentación, debemos indicar que los platos de más fácil digestión son aquellos que menos complicación tienen en sus fórmulas, y los más útiles á la nutrición en esta corte son los hervi- dos y cocidos con sus jugos propios con agua y ura sabrosa pero no muy estimulante condimen- tación, de cuya manera son mucho más digestí- 68 bles que en la forma seca de asados y de fritos que ya hemos indicado como impropia é incon- veniente en nuestro clima para fórmula exclusiva y fundamental de la cocina. Debe también te- nerse presente que los sabores muy pronunciados, de cualquier género que sean, no indican en los platos condiciones de fácil digestibilidad, y aquellos que por tener ó embotada ó poco des- arrollada la sensibilidad del paladar, necesiten para halagar algo á este el uso de fuertes con- dimentos, como el clavo, el ajo crudo, el pimien- to picante ó la mostaza, no olviden que estas sus- tancias, si en combinación proporcionada de poca cantidad dan agradable sabor y aun digestibi- bilidad más fácil á las preparaciones culinarias, usadas de otro modo en esta corte, son un irri- tante sinapismo en la boca y el estómago, pro- ductor de muchos padecimientos crónicos de es- tas partes. Debemos asimismo recordar que to- dos los alimentos, cualesquiera que sea su natu- raleza , son más sanos y digestibles en estado fresco que bajo toda otra forma de conservación, y como tanto abundan en esta corte las conser- vas de diferentes clases, advertimos la conve- niencia de usar cqn parsimonia y mucha preven- ción los escabeches, tanto de pescados como car- nes, frutos y verduras, que en latas, tarros y barriles, con no poca frecuencia averiados, son un fecundo manantial de indigestiones y de có- licos, cuando no de otros fenómenos de intoxi- 69 cacion más trascendental. Bajo estas indicacio- nes, cada cual vea el modo cómo puede librarse de los acechos destructores que por todas partes nos rodean en este punto, y traten de arreglar su alimentación á lo que más pueda serles favo- rable á la salud dentro de las explicaciones pre- ceptivas que dejamos expuestas, y á las que va- mos por conclusión á añadir algunas palabras sobre algunos otros puntos que importa no ol- vidar. El número de comidas y las horas de alimen- tación exigen algún orden y método; pero no es posible sugetar esto á un rigorismo exajerado. Cada cual debe comer y beber siempre que la necesidad se lo pida, y el desatender este pre- cepto ocasiona perturbaciones en el tubo diges- tivo y es el origen de muchas afecciones del es- tómago. En Madrid importa mucho esto, y sobre todo á las personas débiles, á las que están crian- do y los niños sobre todo, á quienes no debe nunca dejárseles muchas horas sin alimentación. El orden seguido en esta corte establece tres co- midas al dia, consistentes en un desayuno ligero, comunmente de chocolate, un almuerzo á media mañana y comida por la tarde, ó comida al medio dia y cena por la noche, según la costumbre, la necesidad ó conveniencia de cada familia ó cada individuo, sin que pueda darse un precepto ab- soluto sobre las ventajas ó inconvenientes de uno ú otro método. Importa únicamente saber que 70 debe guardarse de una á otra comida la distan- cia necesaria para que se verifique la digestión, y que esta distancia debe estar proporcionada con la cantidad de alimentos que tomemos en cada una. Aquellos á quienes su estómago le permite ingerir grandes cantidades de una vez, pueden y deben permanecer largas horas sin volver á to- mar nada: los que sólo comen de cada vez cor- tas cantidades, tienen necesidad de alimentarse á menudo, y estos preceptos vulgares no se de- ben olvidar al distribuir y combinar las horas de ocupación y alimentación. Importa en el ré- gimen alimenticio guardar un orden ó funda- mento establecido bajo la base de aquello que la experiencia nos enseñe como más apropiado á nuestra salud, y por regla general las personas linfáticas y de temperamento y constitución floja ó débil, deben usar con preferencia los alimentos plásticos animalizados y las bebidas tónicas y escitantes, así como á las sanguíneas y de abun- dante robustez debemos aconsejar siempre la moderación alimenticia. El trabajo y las ocupa- ciones deben servir también de guia para la ali- mentación, y cada cual, atendiendo á lo que gaste de fuerzas diariamente, deberá cuidar de reponer estas proporcionalmente, teniendo tam- bién presente que el invierno requiere más el uso de alimentos animales y bebidas tónicas y estimulantes y en corta cantidad, así como el verano requiere más alimentación vegetal y más 71 ligera y más cantidad de líquidos que de sólidos. Estas modificaciones que exigen en la alimen- tación usual los tiempos y las estaciones , dan fundamento científico á los preceptos que la Igle- sia católica prescribe sobre alimentación á los fieles, cuyos preceptos deben observarlos con escrupulosidad lo mismo los creyentes que los que no lo sean, en la seguridad que no perderán nada para su salud y podrán prevenir con su observación la aptitud ó la ocasión para enfer- mar. Sucede, sin embargo, con frecuencia que el rigorismo de aquellos preceptos necesita por las condiciones de salud de algunos individuos, ate- nuaciones ó modificaciones, y para la determi- nación de estos casos particulares debe acudirse á la consulta del m,édico. Testifica la convenien- cia de alguna variabilidad periódica, tanto en la calidad como en la forma de alimentación el ins- tinto general que ha establecido la costumbre de celebrar con comidas extraordinarias las festivi- dades públicas y los sucesos particulares de la vida social y de familia, y si no reprueba la hi- giene estas costumbres, antes al contrario las considera de utilidad, debe sin embargo advertir en ellas la conveniencia de no llevar la variabili- dad hasta el abuso, la inmoderación y los exce- sos, porque de estas fiestas culinarias sale un gran contingente para las clientelas de los mé- dicos. Por último, debemos llamar la atención de la 72 administración pública de esta villa sobre la ne- cesidad de atender vigilantemente al asunto de la alimentación del vecindario, cohibiendo con rigor el fraude, vigilando con frecuencia las ca- sas de comida, y favoreciendo, por último, cuan- to por otros diversos medios tienda á facilitar la alimentación de las clases poco acomodadas, en favor de las cuales puede hacer también no poco el celo sanitario : teniendo muy presente que sin buena alimentación no hay individuo sano ni apto para el trabajo y'la producción, y que está demostrado que el pueblo á quien le es fácil en- contrar alimentación sana, económica y abun- dante, se entrega con satisfacción al trabajo, an- hela el orden y la paz y sostiene la prosperidad de las naciones. Madrid, en este punto, se halla en las más pésimas condiciones ; pues la genera- lidad del vecindario apenas puede variar su ali- mentación, casi exclusivamente farinácea, por el excesivo precio que tienen en general los alimentos. Las carnes están caras , y apenas si pueden llevar las familias lo que necesitan para un mediano puchero, y quien que lo tie- ne que formar exclusivamente con huesos : los pescados tienen un precio inaccesible á la ma- yoría de las fortunas, y aun las verduras fres- eas se hallan en el mismo caso ; y de los cálculos y observaciones prácticas que hemos hecho sobre este punto, hemos adquirido la convicción de que la mayoría del vecindario no come lo suficien - 73 te, porque sus haberes no le alcanzan para ello. Se habla y se discute mucho sobre la mor- talidad excesiva de Madrid, y una de sus prin- cipales causas se halla en la insuficiencia alimen- ticia del vecindario, que mal nutrido, debilitado en sus fuerzas, resiste débilmente á las causas morbosas, y opone tan escasa resistencia á las enfermedades, que apenas puede el médico hacer uso de los tratamientos debilitantes, ni aun en las afecciones que más los reclaman por su índole aguda, irritante é inflamatoria. Indudablemente entre las causas de la excesiva mortalidad de esta corte, entra á figurar en primer término la que vamos indicando, pudiendo asegurarse que el pueblo de Madrid, más que de otra cosa, se muere inconscientemente de hambre. La admi- nistración tiene en su mano, directa é indirecta- mente, muchos recursos para facilitar la concur- rencia de abundancia y la baratura alimenticia para este tan sufrido vecindario; y no dudamos que se prestará á este asunto la importante aten- ción que requiere, y que el alarmante estado del movimiento de la población exige. Velos trajes ó vestidos. La moda suele ser ordinariamente la única 74 guia que aconseja á los habitantes de esta corte el modo y manera de vestir; pero sin poner un veto al buen gusto ni á la variedad y cambio en las formas, la higiene aconseja ciertos preceptos que conviene tener presentes. Siendo Madrid de un clima en general frió y por demás vario, no tienen aquí aplicación las telas poco tupidas, ni los trajes ligeros de nues- tras provincias meridionales, ni las formas de vestido que desabrigan las carnes ó las dejan al descubierto. El abrigo interior es útil y necesario en todo tiempo, y el uso de camisetas de lana 6 de algodón en el invierno y de almillas de tejido más ligero en las otras estaciones, no se deben nunca abandonar ni por uno ni por otro sexo: sólo durante la época de la canícula puede lle- varse en Madrid, sin exposición continua á ca- tarros y otros afectos del pecho, la camisa ordi- naria solamente. Las telas de ropas interiores, que deben ser siempre blancas sobre todo las que tocan á la piel, se usan de hilo, de algodón, seda y lana, y esta última es la que ofrece más abrigo, pero no todas las personas pueden soportar el fuerte estímulo que producen, ni son las más apropiadas para el aseo: el hilo es fresco y propio de verano, y la seda no debe usarse en prendas interiores aplicadas á la piel, entre otros incon- venientes por las perturbaciones que produce en el movimiento y trasmisión de los fluidos calóri- co y eléctrico: el algodón no tiene ninguno de 75 los anteriores inconvenientes y es indudablemente el preferible para las prendas de abrigo interior, y principalmente para las que se aplican sobre el pecho. En el bello sexo entran como parte integrante deU vestido interior el uso del corsé, prenda de gran utilidad por el abrigo que proporciona á la cavidad del pecho y vientre, y sobre todo porque sirve para las ataduras de las faldas, que de otro modo producen deformaciones de la cintura y el estómago, favorecen las hernias y eventraciones y otras alteraciones diversas: contribuye también el corsé á mantener los pechos en debida forma; pero todas estas ventajas, que justifican la ne- cesidad de su uso, se destruyen desde el mo- mento en que su forma no es apropiada á la na- tural y si no son bastante flexibles para favore- cer los movimientos y desahogos de los tejidos ó se aplican de manera que sirvan de compresor, en cuyo caso deforman la cavidad del pecho, fa- vorecen el raquitismo y la tisis, impidiendo tam- bién el desarrollo de las mamas, cuya falta tanto afea y priva á la mujer del más grato deber de la maternidad, que es la lactancia de sus hijos. Tengan esto presente todas las que por un mal entendido bien parecer se suelen acarrear estas trascendencias. En el hombre equivale al corsé la faja, prenda importante para la salud y lastimosamente aban- donada en muchas clases sociales. La faja, que no 76 desdice de ningún traje, antes bien los embellece á todos, contiene y abriga la base del pecho y parte superior del abdomen, donde se encuentra el mayor número de órganos viscerales más im- portantes para la vida, á quienes hay que pro- tejer, y sirve á la vez de apoyo y contencioa al tronco y á las grandes regiones musculares, fa- voreciendo el ejercicio y los movimientos desti- nados á mayor esfuerzo, por lo que no pueden prescindir de ella en sus ocupaciones las clases trabajadoras, siendo indudablemente una prenda preservativa de muchos padecimientos, y como tal, de una gran conveniencia sanitaria bajo muchos puntos de vista en el clima de esta villa: nosotros la aconsejamos como una necesidad hi- giénica, y las clases que no pueden usarla exte- riormente por las exigencias de las costumbres y la moda, á quien podría prestar también un gran elemento de variedad y gusto, se la acon- sejamos como prenda necesaria en el traje inte- rior. Una de las partes más importantes del vesti- do es el calzado y las prendas de abrigo para los piés, á lo que debe atenderse con cuidado, por- que el suelo de Madrid es estremadamente frió, y es un precepto higiénico sabido hasta la vul- garidad, que una de las condiciones para mante- ner bien la salud es el tener los piés calientes y la cabeza fresca. Importa, pues, la observancia de este precepto y cuidar con gran esmero de la 77 calorificación de las estremidades inferiores. Las medias de lana en el invierno prestan para esto un gran servicio, ya aplicadas á la piel inmedia* mente ó sobre otras de algodón ó hilo en las personas á quienes la lana estimule demasiado la epidermis. El calzado no debe ser ni muy amplio ni estrecho en su forma anterior para que facilite la firmeza en la progresión y no produzca callos ni deformaciones en los dedos, y su planta ancha y segura por la dureza del piso de esta corte y las accidentaciones de su suelo. El tacón alto es inconveniente, y sobre todo para las mu- jeres, en CU30 calzado siempre que se ha introdu- cido esta moda, como ha sucedido en varias épo- cas, ha tenido al fin que abandonarse por los desastrosos efectos que produce: colocando el cuerpo en una posición violenta, inclinándolo hacia adelante, desgracia su natural aptitud, y haciéndolo gravitar sobre la estremidad anterior del pié da lugar á los juanetes y otras deformi- dades del mismo; pero lo más grave son sus efec- tos sobre la matriz, en la que producen disloca- ciones y anteversiones que vienen á determinar á la larga desarreglos menstruales, embarazos y partos difíciles y hasta la misma esterilidad. Respecto á las extremidades superiores que llevamos ordinariamente desnudas, su calorífica - cion se sostiene fácilmente entre las prendas del vestido y principalmente con el trabajo y movi- miento. Los guantes que se usan con el mismo 78 objeto, sirven también excelentemente para la preservación y conservación de la limpieza y fi- nura del tacto, pero para llenar su objeto deben ser flexibles y porosos, de materias textiles, hilo, seda, lana ó algodón, según las estaciones, y de ningún modo de piel que entorpece el juego de las articulaciones y dificulta la traspiración, y el sudor, y cuyo uso solo es aplicable para la preservación de callosidades en trabajos manua- les toscos, en algunas artes y oficios y en las la- bores y faenas domésticas que- requieren alguna fuerza ó roce continuado en las manos. Llama- mos la atención del comercio de guantería para que trate de proporcionar al público de Madrid variedad de confección en este artículo y pueda la moda y el elegante gusto escoger para las ma- nos, desechando el incómodo pellejo, otra cosa que le sea más apropiada. Los manguitos de piel cuyo uso se han apropiado las señoras, constitu- yen una escelente prenda de abrigo no solo para las manos .sino también para la parte anterior del pecho y del estómago. El traje exterior del hombre más usado en esta corte, tiene indudablemente condiciones ven- tajosas para la salud, por su sencillez y libertad para los movimientos y el abrigo y preservación; pero aun tiene algunos defectos en muchas de sus prendas, y no debemos tampoco dejar de decir que carece por completo de gracia y de belleza. El largo pantalón si no tiene el bello parecer del 7y antiguo calzón corto estrecho ó bullonado, es ciertamente más cómodo y protector que este y su uso mucho más fácil y desembarazado: solo debemos advertir que seria más conveniente col- garlo de los hombros por medio del antiguo uso de los tirantes, que no llevarlo sujeto en la cin- tura donde perturbando con su presión las fun- ciones digestivas es un favorecedor, y promove- dor de los padecimientos tan comunes del estó- mago. El chaleco es la prenda más desdichada y fatal de nuestro traje: resto del antiguo coleto, no tiene la belleza que aquel, ni ninguna de sus condiciones sanitarias, y aconsejamos á los pro- movedores de la moda que vean la manera de volver esta prenda á su primitiva forma ó á la que le sea más parecida, porque es de una nece- sidad apremiante en el clima de esta corte: si hoy son tan abundantes las tisis y las enfermedades de los órganos respiratorios se debe en gran par- te al desabrigo en que llevamos la parte anterior del pecho, merced al descote del chaleco que lo hace completamente inútil para llenar otro ob- jeto que el de enseñar un pedazo de camisa. Lla- mamos, pues, la atención de los sastres sobreesté punto, que es altamente importante y trascen- dental para la salud de los habitantes de esta vi- lla. El cierre anterior del chaleco, suprimiría también el modesto é inútil cuello que hoy se usa y la impertinente y frivola corbata que lo acompaña y seria posible hallar una terminación 80 más desahogada y ventajosa en las prendas que llegan hasta el cuello. Para el abrigo y protec- ción de éste son útiles las bufandas de tejidos flexibles de lana y algodón con preferencia á las pieles que suelen usarse y muy especialmente eu señoras, que no convienen aplicadas inmedia- tamente á la piel por su impropiedad para el aseo y para las funciones todas de la cubierta cutánea. Nada diremos sobre otras prendas del vestido exterior del hombre, como los fraques, levitas y gabanes, los primeros tan inútiles como extravagantes y los últimos ventajosos como abrigos, para lo que se usan también otras pren- das apropiadas como los carriles y la capa inse- parable de nuestras costumbres é indudablemen- te siempre útil y á veces irreemplazable, pues al abrigo que proporciona á todo el cuerpo el cuello y cara con su embozo, reúne el ensanchar amplia- mente la atmósfera propia y el conjunto de obje- tos que ponen en gradación proporcionada nues- tro temple con el del aire exterior: el refrán que dice la capa todo lo tapa complementa lo que puede decirse de su ventajoso uso. El traje de la mujer es mucho más variado que el del hombre, y como traje talar siempre también mucho más bello. Las clases populares en Madrid visten con sencillez apropiada en for- ma y telas á las necesidades del clima local, y las clases acomodadas recargan sus adornos y vestidos, á veces con escesiva inconveniencia. 81 La higiene aconseja la supresión de las colas en los vestidos de calle, por el entorpecimiento que produce á la bullicie de Madrid, y el arrastre y levantamiento de polvo á que dan lugar impu- rificando la atmósfera, favoreciendo las afeccio- nes bronquiales y asimismo por el desaseo á que da lugar en las ropas y carnes interiores ocasio- nando á la mujer impropiedades, flujos y erite- mas. Son asimismo inconvenientes los vestidos escotados á los que podemos aplicar lo que deja- mos dicho del chaleco en el hombre que son los favorecedores de las tisis y de todas las afeccio- nes de pecho. Los grandes pañuelos son como abrigo el equivalente á las capas de los hombres, y las clases bajas hacen bien en fundar en ellos su sistema de abrigo exterior, combinados con otros menores en el cuello y la cabeza, y no de- be olvidarse en el invierno el uso del pantalón interior y también los refajos de lana, preferibles á los de toda otra clase de entretelado. Importante por demás es también el abrigo de la cabeza, tanto en hombres como en mujeres; y estas últimas tienen el privilegio de conservar su abrigo natural, que es el cabello, que adicio- nado con postizos y adornos diferentes, viene á equivaler al sombrero en el hombre. Sobre éste pesa el antiestético sombrero de alta copa, sobre todo en las clases acomodadas, á quienes la tira- nía de la moda ha privado de la libertad que disfrutan las clases populares para hacer uso de 6 82 gorras y sombreros de la materia y forma que más les acomoda : el tiempo, que todo lo nivela, devolverá algún dia esta libertad, que pedimos en nombre de la higiene. Aconseja ésta en Ma- drid el uso de sombrero ligero de ancha ala, y el uso de gorras y sombreros de materias de abrigo en el invierno. Algunas advertencias debemos añadir sobre los trajes y vestidos que importa tener presen- tes. En la elección de telas para éstos deben siem- pre preferirse las blandas y flexibles, que visten mejor y no entorpecen ningún género de movi- miento ; y las de colores fijos, á las que con faci- lidad se destiñen , y ocasionan irritaciones é in- toxicaciones con su uso en los tegidos y en los órganos : los colores oscuros conservan más el calor, y son los propios del invierno; sucediendo al contrario para los del estío : las ropas inte- riores deben ser siempre blancas. Si las costumbres y el bien parecer social exi- gen vestir al uso establecido, debe siempre bus- carse la elección entre las modas reinantes aque- llas formas de trage que sean menos embarazo- sas y más fáciles de llevar, aconsejando en esto la higiene, como en todo, el principio de atender antes que á otra cosa á la conveniencia de la salud. La presunción en este punto ha llevado y lleva á muchos á violentar sus formas natura- les, y buscando otras veces la ocultación de de- fectos físicos incorregibles han encontrado en 83 ello la perdición de su salud y aun de su vida. Respecto á la adquisición de trajes, debemos aquí advertir los peligros que lleva consigo la de las ropas usadas, con las cuales se trasmiten mul- titud de enfermedades. Muchos individuos y fami- lias recurren á este medio, ya particularmente, ya en los establecimientos de ropa usada que existen en Madrid, y debemos aconsejar y advertir los peligros que esto entraña. Las tisis, los herpes, la sífilis y otras muchas enfermedades, hasta la misma hidrofobia, pueden trasmitirse y se han trasmitido por este conducto, y es de importan- cia suma el tener esto presente y muy principal- mente en el bello sexo, que más que el otro se vale de este medio para vestir con lujosas apa- riencias. Como reglas que deben tenerse presentes para los que se vistan con trajes ya usados, ya sean adquiridos particularmente ó en las ropavejerías y casas de empeño, debemos advertir que las ro- pas blancas no deben usarse sino después de muy purificadas en lavados y coladas, y que á esta operación deben someterse todas las pren- das que permitan esta operación: las que no de- ben deshacerse, airearse y ventilarlas , cambiar- las de formas y desinfectarles los forros, si á otra cosa no alcanzan los recursos, y en último resultado es siempre preferible vestir con la ma- yor modestia, y aun con pobreza, que ostentar lo que no se puede, comprometiendo para ello la 84 salud y hasta la vida. En este punto creemos escaso todo encarecimiento. Debemos, por último, advertir que las ropas en las casas son un elemento de impropiedad y de efectos antisanitarios, si no se conservan con aseo y pulcro cuidado, y deben airearse y venti- larse con alguna frecuencia aquellas que no están en continuo uso, como las que llevamos de ordi- nario se deben sacudir y limpiar diariamente, porque con ellas solemos traer polvo, miasmas y gérmenes de enfermedades de todas clases. Las ropas blancas sucias deben darse al lavado pron- tamente, y no detenerlas en casa mucho tiempo haciendo un depósito doméstico de funestos mias- mas. Deben colocarse en lugar apartado donde no impurifiquen la atmósfera, y nunca en los dormi- torios y habitaciones donde se permanece de con- tinuo. Deben cuidar asimismo las familias de no mezclar las ropas de los enfermos con las de los que no lo están y limpiarlas y lavarlas separa- damente. líe! aseo personal, adorno y compostura. La limpieza corporal es indispensable para el bienestar físico de la persona, y conviene dar 85 algunas advertencias sobre este punto al habitan- te de Madrid, así como sobre sus adornos y compostura exterior. Debemos desde luego hacer presente que el aseo es antes que la compostura, y que esta sin aquel de nada sirve y aun tiene sus inconvenientes: una persona limpia y aseada, aun cuando vaya vestida modesta ó pobremente, se hace simpática á la vista: la que va sucia pre- dispone el ánimo en su contra: la primera revela cualidades de actividad, interés y orden: la se- gunda de abandono, desorden é indiferentismo: la primera es una persona regular: la segunda un ente estrafalario. Quien quiera parecer siempre bien, que vaya con limpieza y aseo, y las mujeres sobre todo no olviden que esto es lo que las hace más atractivas. También debemos advertirles que ellas son en una gran parte y ante el público las responsables del aseo ó desaseo del hombre. Debemos aconsejar la diaria limpieza de la casa y la frecuente de las manos, y la primera es operación que debe siempre hacerse al levan- tarse de la cama, precepto que olvidan muchos y muy especialmente las mujeres, so pretexto del peinado, que acostumbran verificar más tarde; pero ya que así sea, tengan todos presente que deben limpiarse al menos, con un paño húmedo, los ojos y los oidos, pues de lo contrario resultan en los primeros oftalmías palpebrales, la pérdida de las pestañas, las rijas y otros males de la vista, que se ven por solo esta causa con mucha 86 frecuencia en Madrid: así como en los oidos su- ciedades repugnantes, escoriaciones tras de las orejas y en sus sinuosidades y otras alteraciones en la audición. Es, pues, precepto indispensable el lavarse y dejar limpios y espeditos los sentidos antes de ponerlos en ejercicio cada dia. Las ma- dres cuiden de esto en sus familias y principal- mente en los niños, tan propensos á padecer las enfermedades que hemos indicado. El aseo general del cuerpo debe hacerse perió- dicamente y con más frecuencia en las personas poco propensas al sudor, porque su piel se pone seca, poco flexible, se cubre fácilmente de costras de suciedad y predispone á diversos padecimientos. En el verano, los baños generales á temperatura de placer, á más de ser muy útiles á la salud en general, son indispensables á la limpieza exterior del cuerpo y deben usarse con frecuencia, bas- tando un baño semanal ó quincenal para el aseo. Algunas personas tienen la costumbre de tomar- los diariamente todo el verano y otras en todas las estaciones; pero esta costumbre tiene algunos inconvenientes: hace gastar tiempo innecesaria- mente y habitúa á una necesidad física que no hay para qué adquirir. Las clases jornaleras pueden encontrar en los baños de verano una útil costumbre para su salud y robustez, y el Manzanares les ofrece medio de poderlo hacer fácilmente una vez á la semana como hemos di- cho, ó cada quince dias. Las clases más acomo- 87 dadas tienen establecimientos dentro de la po- blación y servicio de baños á domicilio que pue- den utilizar. Si las casas de Madrid tuvieran otras condi- ciones de desahogo, aconsejaríamos á todas las familias que prepararan una habitación de baño para el verano, siendo su uso ventajosísimo en el hogar doméstico para todos y muy principal- mente para los niños. Y ya que de este punto nos ocupamos, debemos advertir á la administra- ción local la conveniencia de vigilar periódica- mente las casas de baños, pues sin dudar que los dueños de estos establecimientos tengan todo el esmero debido en el aseo de pilas y ropas y en el uso de aguas puras y no usadas, conviene, sin embargo, que el público esté garantizado, pues cualquier abuso en este punto puede traer y trae lamentables adquisiciones, morbosas. De desear fuera asimismo, en bien de las clases poco aco- modadas, que la municipalidad atendiera con gran esmero en el verano al riego y buen estado^ de los caminos que conducen á los baños del Manzanares, ya que estas clases no tienen en la villa establecimientos balnearios económicos y caritativos para su uso. Durante el invierno es muy útil la costumbre en las personas adultas de darse friegas en toda la piel con una franela al irse á levantar de la cama, y muy principal- mente en las estremidades inferiores. En las personas muy propensas al sudor y en las que 88 este tiene un olor muy pronunciado y desagra- dable, principalmente en los piés, conviene que cuiden de llevar siempre ropas y medias limpias, sahumadas ó impregnadas en algún olor que modifique y neutralice el de la secreción cutánea, y el alcanfor es para esto útil, bastando tener un poco de esta sustancia en los cajones ó armarios donde se guarde la ropa blanca. Al agua común, que es el vehículo princi- pal para toda la limpieza del cuerpo, se suelen agregar algunas sustancias útiles y necesaria» para hacer más eficaz aquellas; pero algunas tienen sus inconvenientes. El jabón es indispen- sable y conveniente, porque con él se disuelve fácilmente todo lo grasiento ; pero hemos de ad- vertir que los jabones, de que abunda mucho Madrid, mal confeccionados y sobresaturados de las bases que los constituyen, irritan y arrugan la piel, y hasta la corroen y destruyen: se conoce su mala calidad en que hacen algún ruido efer- vescente en el agua, en su aspereza mordicante sobre la piel y en su falta de untuosidad y suavi- dad homegénea al tacto. Hay jabones de toca- dor muy baratos y de muy buena apariencia, que se espenden profusamente en Madrid ; pero tenga presente esto el vecindario y las clases; menos acomodadas, y adopten con preferencia el jabón común blando, que llena perfectamente el objeto aromatizando el agua del lavado con al- gunas gotas de colonia ó de otro alcohol oloroso, 89 de menta, vainilla, etc.: así se evitarán el en- contrarse con jabones coloreados y aromatizados con sustancias venenosas que se emplean para simular á otros que gozan de favor en la moda, como el de almendras, lechuga, etc., que no sir- ven absolutamente para nada más que para dar motivo á aquellas perjudiciales falsificaciones. - El agua tibia y caliente afloja, relaja y des- colora el cutis : la fresca y fria lo entona, pone turgente y da color ; esta, debe usarse siempre en el verano para lavarse, y la tibia en los rigo- res del frió únicamente : el mezclarla con algu- nas sustancias que le den cierta suavidad, como el salbado, por ejemplo, que emplean con fre- cuencia las señoras, no tiene inconveniente. Seria inútil el que nos ocupáramos de pros- cribir las costumbres tan arraigadas en las mu- jeres, y aun en muchos hombres, de usar esa multitud de cosméticos que el industrialismo hace introducir diariamente en la moda con su charlatanería para producir la belleza artificial- mente ; y en este punto lo único que debemos decir es que se consulte siempre á personas peri- tas , como médicos, farmacéuticos ó químicos, para saber si su uso puede ser ó no perjudicial; y á la vez hacemos presente que la belleza arti- ficial del rostro se conoce al primer golpe de vis- ta por la fijeza que imprime en el semblante; pues la movilidad que tiene el colorido natural no pueden darla nunca las pinturas. El teñido 90. de las cejas da lugar á muchas oftalmías, y el del cabello y la barba á no pocos eczemas y otros padecimientos cutáneos : por esto repetimos que al usar todos estos medios, se consulte primero su uso para, obtener reglas de atenuación de estos efectos. Como precepto general debemos adver- tir que mientras más cosméticos y pinturas se usen en el rostro y la cabeza, más completa y esmerada debe ser diariamente la limpieza de estas partes antes de aplicarse aquellos. Es im- portante decir que la aplicación del fuego para el rizado de los cabellos destruye á estos y pro- duce la calvicie y gravísimas y tenaces afeccio nes craneales. No debemos olvidar, por último, en la limpieza corporal, el aconsejar á las mu- jeres el aseo más extremado en todos sus órga- nos, pues de este descuido provienen en parte los flujos blancos, tan comunes aquí en ellas. Ocupándonos ahora de los adornos y de la compostura exterior, debemos hacer algunas advertencias importantes, y es la primera acon- sejar la sencillez siempre en este asunto, porque el recargo y complicación de objetos sobre el cuerpo es siempre molesto, embarazoso y oca- sionado al desaseo, y á más de esto absorbe mucho tiempo, que falta siempre en las grandes poblaciones, y además ejerce una fatal influencia sobre la moral y el desarrollo del entendimiento, habituando á ocuparse de lo inútil y lo frivolo, creando imaginaciones ligeras, entes fatuos é 91 incapaces de toda ocupación y producción útil. Tengan esto muy presente los padres y las ma- dres en la educación de sus familias. Importa, sin embargo, no olvidar que algunas reglas de buen gusto en la manera de combinar objetos y colo- res y elección de proporciones en las formas, adornos y vestidos, debiera entrar en parte de la educación doméstica de las mujeres, á quienes más compete este asunto : teniendo esto su in- fluencia no escasa para la dirección y desarrollo de las funciones morales. Entre los objetos de adorno figuran mucho los metales y las piedras : estas nada perjudican, pero los primeros dan lugar á muchos males, excepción hecha de los llamados preciosos, como el oro y la plata : los demás, llamados falsos, se oxidan y forman sales sobre la piel, á la que tiñen, irritan y ulceran, y por la que son tam- bién absorbidos é intoxican la organización ; los pendientes, sortijas, collares y pulseras de estos metales no deben de ningún modo usarse, por- que á ellos son debidos muchos afectos externos é internos. Las clases poco acomodadas elijan para el objeto otras materias que no sean las me- tálicas , siempre que estos adornos hayan de aplicarse en contacto con la piel; y en caso de llevarlos, tengan el cuidado de tenerlos puestos el menor tiempo posible, y de limpiarse y la- varse bien las partes en que los llevan tan luego como se despojen de ellos. 92 Debemos llamar la atención sobre los ador- nos de cabeza, de que en la actualidad abusan las damas y doncellas de esta corte : el sobre- cargar demasiado con postizos es altamente per- judicial para sus propios cabellos, á quienes mar- chitan y destruyen, y por demás inconveniente para el aseo, limpieza y sanidad del cuero cabe- lludo. Muchos padecimientos que hoy se obser- van tienen una de sus causas en estos abusos, y aconsejamos á las señoras que vean de cercenar á la moda las exageraciones sobre este punto. ¡Cuántas jóvenes se están hoy quedando sin ca- bellos propios para el dia que la moda suprima los postizos! Recomendamos, por último, á sastres y mo- distas, peluqueros é industriales todos, que se ocupan en dirigir y confeccionar los objetos de adorno y compostura de los habitantes de esta corte, dóciles por demás y dispuestos á seguir cuanto la moda les ordene, que atiendan al cui- dado é interés de la salud de sus comitentes, que no está dicho cuidado reñido con sus intereses; antes al contrario, pueden hallar en los consejos de la ciencia, á quien nada perderían en consul- tar, no pocas indicaciones y elementos para la prosperidad de sus respectivas industrias. Entra, por último, en la cuestión de aseo personal, el cuidado y esmero en la conservación y limpieza de las ropas, y muy principalmente de la interior, que debe mudarse con frecuencia, 93 precepto que no necesitamos inculcar higiénica- mente, porque todo el mundo sabe la agradable sensación que nos produce la ropa limpia y su influencia hasta sobre nuestra parte moral. Pe! ejercicio y el trabajo. Es de una necesidad imprescindible para la más ajustada perfección del organismo el movi- miento y ejercicio de todos sus órganos y fun- ciones, y la regularidad y orden en el trabajo físico y moral, asuntos sobre los cuales la medi- cina y la higiene nos dan importantes enseñan- zas para resolver algunas cuestiones de gran trascendencia social. En Madrid, por las condiciones especiales de la población, por los medios entre los cuales se vive, y por el mismo clima, es indispensable que no se deje pasar dia sin consagrar algunas horas al movimiento físico; y como una gran parte del vecindario vive de sueldos pasivos, de rentas propias ó de profesiones que no exigen más que un trabajo sedentario, este primer precepto debe tenerse muy presente para evitar las consecuen- cias que se originan de su inobservancia, que son tan trascendentales, como que afectan á todo el 94 organismo empobreciéndolo, debilitándolo y con- duciéndolo al raquitismo y á la degeneración física más completa. Diariamente, pues, deben consagrarse algunas horas al ejercicio al aire libre ; y muy principalmente damos este consejo á los que más exclusivamente se ocupan de tra- bajos mentales y oficios sedentarios, y á todos los que pasan largas horas en talleres cerrados y en posiciones continuas y determinadas. El ejercicio de las fuerzas físicas puede tener lugar de diferentes modos y cada cual según su género de ocupación y las condiciones especiales de su vida y su salud, puede elegir ó pedir con- sejo facultativo acerca del que le convenga. Las clases acomodadas que se alimentan bien y con exuberancia, debieran hacer más ejercicio cor- poral del que acostumbran en esta corte, y deben tener presente que el movimiento pasivo del carruaje no deben considerarlo sino como un auxiliar del ejercicio á pié á que debieran dedicar la mayor parte de las horas de paseo. Las señoras sobre todo abusan del carruaje de una manera lamentable, y es doloroso el verlas consumir las horas con notable detrimento de su salud, dando vueltas diariamente en sus coches por el Prado, el Retiro y Recoletos, desequilibrando su iner- vación y su temperatura con la inacción muscu- lar de sus extremidades y el vértigo cerebral que determina la monotonía y trepidación del coche. Bueno es el carruaje para las personas 9.3 ancianas y achacosas, débiles ó convalecientes; pero en las sanas y robustas sólo debe servir para ayuda y alivio del cansancio. El movimien- to á caballo, moderadamente ejercido, sirve de gran utilidad para los fuertes y robustos que no tienen ocupación obligatoria ó tienen obligacio- nes poco activas, ó de trabajo puramente inte- lectual. Para los jóvenes de todas clases y los que tienen oficios sedentarios es útil el ejercicio de la gimnasia, competentemente dirigida, en cada cual con arreglo á lo que su desarrollo ó faltas musculares necesite para el equilibrio ge- neral del organismo, existiendo para este propó- sito en la villa varios gimnasios con inteligente dirección. Uno de los ejercicios corporales más apropiados para mantener y facilitar la agilidad de los miembros es el baile, al cual tiene grande afición el pueblo de Madrid, como lo prueban las numerosas sociedades que existen con este objeto y que funcionan de continuo, así como en los dias festivos las numerosas danzas al aire libre que se forman en los alrededores de Madrid, y el ver que donde quiera que se detiene una pareja de ciegos con bandurria ó con guitarra, inme- diatamente se forma un corro de bailarines: los teatros también se convierten todos los años en salones de baile al llegar ciertas épocas determi- nadas, y no hay fiesta particular ó doméstica que no se celebre con bailables. La higiene aplaude esta afición .y esta costumbre útilísima para la 96 salud; pero reprueba los bailes nocturnos de grande concurrencia en salones y teatros, donde sólo se va á respirar un aire impuro, á determinar sofocaciones viscerales y enervar la sensibilidad. Asimismo aplaude á aquella parte del pueblo que tiene el buen gusto de conservar algunos de nuestros bailes nacionales, todos ellos graciosos, modestos y decorosos y apropiados para el desar- rollo de la agilidad física, reprueba aquellos otros de movimientos pasivos y voluptuosos como los que ofrecen aptitudes y movimientos que ofenden al decoro. Hay otros varios ejercicios que sirven á la vez de fortificación al cuerpo y de recreo al áni- mo, consistentes en juegos activos, cuya gene- ralización fuera útil para la salud, pero á los cuales se aplica poco este vecindario. La rayuela es uno de los juegos de esta especie más genera- lizado entre la clase menestral, y los vasconga- dos y gallegos juegan algo á la pelota, los bolos y la barra. Las clases medias apenas se dedican en sus horas de recreo á otro juego de alguna utilidad física más que al del billar, que no tiene, sin em- bargo, las ventajas de los que pueden verificarse ai aire libre y exigen movimientos más generales y varios de la musculatura. Fuera de desear que el vecindario de esta corte se persuadiera de la gran utilidad que para el desarrollo y conservación de las fuerzas físicas y la energía y actividad moral, prestají los juegos 97 de ejercicio y movimiento corporal y se genera- lizara la costumbre de formar con este objeto sociedades higiénicas de juegos de ejercicio y de recreo, costumbre tan estendida en todas las cla- ses sociales de otros países, y generalmente en Inglaterra, donde apenas hay ciudadano que no pertenezca á alguna de este género. En algunas poblaciones de Andalucía, donde influye el ele- mento inglés, se principian á generalizar estas sociedades, y hay algunas que tienen ya hasta el Cricket-club tan popular en Inglaterra. Las clases trabajadoras que diariamente ó de continuo tienen en movimiento sus fuerzas físicas, no necesitan, hasta cierto punto, de los consejos anteriores, pero sí de otros importantes sobre la regularizacion de su-trabajo. Ha dado este lugar á grandes cuestiones públicas, y es uno de los problemas sociales que agitan hoy á todos los pueblos y dan lugar á frecuentes perturbaciones sociales. En Madrid no tiene, sin embargo, esta cuestión grandes proporciones, porque no existen industrias que aglomeren grandes masas de ope- rarios obligados á trabajar largas horas en insa- lubres manufacturas ó á seguir en ellas el verti- ginoso movimiento de las maquinarias: el trabajo libre, que así podemos llamar al dominante en esta corte, es el de las artes y los oficios que permiten á voluntad del operario el descanso y el reposo ó la velocidad y lentitud, según sus fuerzas lo permitan, y en este punto solo debemos acon- 7 98 sejar á cada cual, que atienda á no abusar de sí mismo y equipare su poder con su trabajo en exacta proporción: ni más de lo que pueda, ni menos de lo que sus fuerzas le permitan: así obtendrá el produc- to y utilidad que para el sostén de su organismo necesite. En el trabajo á sueldo ó á jornal no se abusa generalmente en esta corte de una manera que obligue á llamar seriamente sobre ello la atención; pero debemos, sin embargo, hacer en este punto algunas observaciones. No puede exigirse á un individuo más de ocho á diez horas diarias de trabajo para que este sea verdaderamente productivo y no perju- dique á la salud, y no ha de ser tampoco conti- nuo para obtener uno y otro resultado, sino de- parando aquellas horas con otras intermedias de descanso, tal y como los jornaleros y artesanos que trabajan al aire libre lo verifican en esta corte. En los talleres cerrados, en los oficios seden- tarios y en las oficinas, este régimen es aun más indispensable y en este punto hay indudable- mente abusos en Madrid, y muy principalmente en los trabajos de bufete y de costura, y llama- mos la atención sobre este punto, asegurando de una manera terminante, que es completamente inútil y contrario á la producción como altamen- te fatal para la salud y la vida toda exigencia de trabajo que se separe del orden y límites marcados. En la elección de horas para trabajar, debe- 99 mos desde luego dar por precepto absoluto la abstención de todo trabajo nocturno que no sea voluntario y como de placer, y durante el dia las horas de elección varían según las estaciones. En el invierno las horas de luz y temperatura hábiles para el trabajo no principian hasta las ocho de la mañana y terminan á las seis de la tarde: en el verano son incompatibles con el tra- bajo las horas medias del dia y deben aprove- charse las de la mañana y de la tarde. Es por demás importante la vigilancia de la administra- ción pública sobre el trabajo de las mujeres, de quienes se abusa tal vez en esta corte mucho más que de los hombres y debemos asimismo indicar que el trabaj o no es apropiado para el desarrollo de la juventud antes de las edades que marcan la pubertad. Los trabajos intelectuales son más desastro- sos que los físicos cuando se entrega á ellos el in- dividuo sin método ni orden. Necesitan más interrupciones que los corporales para no dañar á la salud, y puede marcárseles un máximun de seis á ocho horas diarias, separadas por uno ó dos intervalos. Las horas de la mañana son las más á propósito para esta clase de trabajo, y algunas de la noche en la estación invernal. Tanto el trabajo físico como el intelectual debe suspenderse durante las dos horas primeras subsiguientes á las comidas, siendo importante el no ocupar con el trabajo las horas que son más 100 apropiadas para el descanso y el sueño, de que nos ocuparemos después. Debemos, por último, advertir que ha de po- nerse un singular estudio en el traje que debe- • mos usar para el trabajo, que debe ser siempre apropiado á la índole de éste. En los trabajos intelectuales debemos no hacer uso de ropas que distraigan la atención cerebral con impresiones molestas, y debe dejarse completamente desem- barazado el organismo físico, sin otro vestido que el que baste para sosten del equilibrio en la temperatura. En los trabajos físicos no debe llevarse asimismo traje que embarace el juego muscular* y es siempre un precepto útil, y en algunos trabajos indispensable el tener traje *■ exclusivamente destinado para el trabajo, ó que cubra y preserve los del interior de la suciedad ó impregnación de miasmas, y de los roces y rasgaduras en los que á esto se expongan. Por conclusión, diremos también que es im- portante combinar los trabajos intelectuales y los físicos para una arreglada conservación de la vida, y que debe tenerse muy presente este con- sejo, que cada cual verá en su género de vida el modo como le sea posible combinarlo, atenién- dose para alguna guia á los preceptos y aprecia- ciones que hallarán en diferentes lugares de este libro. 101 Del sueño y del descanso. La necesidad del descanso y del sueño es la más irresistible de todas las necesidades de nues- tra vida: se puede dominar hasta el hambre y la sed durante cierto tiempo; pero cuando llega la necesidad de dormir 3' de descansar, no hay me- dio de hacer resistencia. El sueño tiene una pe- riodicidad marcada, y la naturaleza ha.destinado para él una parte del tiempo, ocultándose para ello en las sombras de la noche ; y siguien- do sus preceptos el régimen natural en este punto sería dormir mientras reina la oscu- ridad y estar en vigilia mientras brilla la luz. Mas el hombre social ha modificado esta regla y roba á la noche una parte con su luz artificial para prolongar la vigilia y otra parte al dia para compensar al sueño de la falta ocasionada por el robo anterior. Dentro de cierto límite no vemos inconvenientes de cuantía en esta modificación de la naturaleza; pero en Madrid se abusa dema- siado en este punto, y hay muchos individuos y clases enteras que trastruecan por completo el orden natural haciendo la noche dia y el dia no- che; pero indudablemente los que tal hacen llevan 102 en el pecado la penitencia, pues no consiguen otra cosa que debilitar y turbar por completo su organismo y abreviarse el camino de la sepultu- ra. La higiene proscribe de un modo absoluto semejante manera de vivir, propia sólo de una sociedad estraviada y de un evidente estado de perversión moral. Las horas necesarias para el sueño varían se- gún las edades y en sentido inverso á estas, siendo más larga su duración cuanto menor es la edad. Siete ú ocho horas diarias son, sin embar- go, las suficientes é indispensables para una vida regular ordenada y para el que aspire á la lon- gevidad. Debe terminar siempre el sueño con las primeras horas de la luz en la mañana, y á las seis en el verano y alas ocho en el invierno de- biera estar levantado todo el vecindario de Ma- drid y dado comienzo al movimiento de la vida local. No sucede, sin embargo así, y, escepcion hecha de las clases menestrales y jornaleras, casi todas las demás permanecen hasta mucho más tarde en la relajante molicie del colchón. Marcado el número de horas necesario para el sueño y aquellas en que este debe terminar, se coli- ge fácilmente las que deben señalarse para su prin- cipio; pero durante la estación de verano puede esto sufrir una modificación ventajosa y hasta necesaria, sobre todo en las personas adultas y ancianas: puede prolongarse durante la noche la vigilia hasta mermar al sueño nocturno dos & 103 tres horas de su duración habitual y suplir estas con el sueño de dia durante las horas del máximo calor. En estas se hace casi imposible todo tra- bajo activo y se utiliza este tiempo provechosa- mente para el sueño: así como las que en equi- valencia se toman de la noche cuando la tempe- ratura del aire es más baja, proporciona una reposición de tonicidad al organismo, importante para el bienestar y la salud. Son, pues, útiles las siestas en el verano, y conviene el tiempo que se duerme en ellas quitado al sueño nocturno, para respirar el aire fresco, denso y puro de las horas altas de las noches del estío. Cuando el régimen de vida lo llevamos orde- nado, la necesidad del sueño se siente á las horas naturales y acostumbradas, y se duerme tran- quila y beneficiosamente; pero en esta corte hay tanto individuo de manera de vivir desarreglada y son tan fáciles las perturbaciones del sueño, que importa hacer algunas advertencias sobre este punto. Es inútil aspirar á dormir bien después de cenar abundamente, y el que esto haga no debe pensar en dormir hasta que hayan pasado las primeras horas de la digestión: de otro modo su sueño será inquieto, y se expone, si se acuesta con el estómago lleno, á ir á despertar á la otra vida: así mueren muchos impensadamente, determinán- dose las congestiones cerebrales y la apoplegía. Cuando se han recibido vivas impresiones, ya en espectáculos públicos ó de otro género, ó 104 cuando nos hallamos exaltados ó preocupados,, como sucede después de acaloradas disputas ó discusiones de cualquier género, conviene buscar en el ejercicio ó en ocupación mental diferente la distracción de la atención y la tranquilidad del ánimo, porque de otro modo el sueño es di- fícil de conseguir, y suele ser inquieto y desaso- segado. Debemos proscribir la costumbre de acos- tarse y leer en la cama, porque se hiperemia el cerebro, se excita y dá lugar ó al insomnio ó á un sueño soporoso, acompañado de ensueños mo- lestos. Debemos, por último, indicar que el sueño nocturno es de una necesidad indispensable para el sosten y prolongación de la vida, y que no se suple de ningún modo con el sueño por el dia, cayendo en la estenuacion y el aniquilamiento orgánico y muriendo brevemente los que tal ré- gimen siguen. Ténganlo así presente los que por viciosas costumbres adquieren este hábito, y las autoridades y particulares que necesitan depen- dientes para vigilancia y trabajos nocturnos se- pan que tienen el deber moral de no exigir de sus subordinados, lo que si se hace de continuo con- duce desastrosamente á la muerte. Añadiremos, por último, como punto relacio- nado en el sueño, que las camas deben ser sólidas y firmes para dar seguridad al que duerme, y que deben preferirse aquellas que más se presten, por su forma y materia, á la limpieza y el aseo. 105 Las de hierro reúnen, si están bien construidas, estas cualidades, y son menos apropiadas que las de madera para el anidamiento de las chinches y otras impurezas, exigiendo siempre éstas últimas mayor cuidado y aseo : entre una mala cama de hierro y el tablero que ordinariamente usan las cla- ses menos acomodadas, es preferible, sin embargo, este último, por su mayor firmeza y fácil manejo. Los jergones de hoja de maíz son más sanos que los de cualquier otra materia, y asimismo es preferible el colchón de lana, con la forma usada en Madrid, á tó"dos los de cualquier otra materia y disposición. Los llamados de muelle, no tienen ni utilidad bastante para ser especialmente reco- mendados, ni se prestan por su precio á genera- lizarse : son además fáciles de descomposición y nada económica su recompostura, y de manejo embarazoso siempre entre el mobiliario. Debe cuidarse mucho en el aseo y limpieza frecuente de las ropas de cama. Además del descanso general que proporciona diariamente el sueño, requiere también nuestra organización física interrupciones periódicas del trabajo, que son de una necesidad absoluta para evitar el agotamiento de las fuerzas y favorecer su conservación y la de la salud y la vida. Ha constituido esto en todas épocas y en todos los pueblos una cuestión difícil, pero necesaria, para la regularizacion del trabajo, y no ha sabido re- solverse sino basándola en los principios sentados 106 por el credo de las instituciones religiosas. Ma- drid, como pueblo cristiano, observa la ley de descanso en el domingo, que marca una interrup- ción cada sétimo dia, y no se ha hallado fórmula más conveniente en este asunto que la de este precepto setenal. La Iglesia católica aun precep- túa otras suspensiones de trabajo en épocas dis- tintas, y no se ha opuesto nunca á lo que las creencias, costumbres y necesidades de cada pue- blo ha exigido en este punto, autorizando, ya la instalación, ya la supresión de dias festivos que no fueran de los fundamentales de su credo, siempre y cada vez que los mismos pueblos ó sus gobiernos lo han solicitado. En estos últimos tiempos, las sectas de increyentes que se han generalizado en esta corte, han tratado de des- truir todo orden preceptivo en este punto; y al querer procurar una libertad más con este acuer- do % no han reparado que entregaban las fuerzas y la vida de multitud de ciudadanos á la bárbara esplotacion de la ignorancia y del insaciable mercantilismo. Aconsejamos, pues, que se obser- ven los preceptos de descanso de trabajo en las festividades católicas, á los que profesan esta religión, que son la mayoría entre los habitantes de esta corte, y á los que no tengan precepto que obedecer en este asunto, por carecer de creencia filosófica ni religiosa, deben seguir, por respeto á las eostumbres de los demás y para concurrir á la armonía social, el precepto del 107 descanso setenario del domingo, porque la hi- giene y salud pública lo reclama , y no hay otra fórmula en este punto más ajustada á las condiciones de la ciencia y al orden y regu- laridad del trabajo y de las necesidades sociales. De los oficios y profesiones. Abundan en esta capital toda clase de artes, oficios y profesiones, y predominan mucho en ella la de los empleados y funcionarios públicos y las profesiones científicas y literarias, donde el trabajo mental está en proporción siempre mayor que el físico; y el precepto higiénico más impor- tante que á estas clases debemos indicar, es que busquen el equilibrio entre uno y otro trabajo. Los empleados públicos y los particulares, dedi- cados al trabajo sedentario del bufete, conviene que aprovechen las horas de libertad para dar extensos paseos que proporcionen ejercicio á sus fuerzas musculares y aire á sus pulmones para hacer una sanguificacion más pura que la que puede proporcionarles la atmósfera de las ofici- nas. La posición de continuo sentada dificulta la regularidad de la circulación, dá lugar al en- friamiento de las extremidades bajas y produce 108 las hemorroides, el extreñimiento y algunas per- turbaciones digestivas: la atención fija de la ca- beza y la pesantez de una atmósfera sin movi- miento y viciada por la respiración ó caldeada excesivamente por estifas ó braseros, producen los mareos, vértigos, sofocaciones y accidentes cerebrales muchas veces repentinos. Conviene, pues, no aglomerar muchos individuos en ofici- nas estrechas, renovar con frecuencia el aire de éstas y no tener á los empleados demasiadas ho- ras consecutivas en ellas, siendo indudablemente poco favorable á la salud del empleado y á los resultados de la administración el sistema seguido en la actualidad; porque siete horas consecutivas en el trabajo sedentario del bufete, no puede menos de dar lugar al hastío y al cansancio y á la relajación orgánico-vital del individuo: dividido el trabajo por mañana y tarde, se le obligaría al empleado á hacer un ejercicio activo saludable en ir y venir á la oficina, que compensaría la quietud del bufete, se le podrian exigir mayor número de horas de trabajo por el descanso in- termediario que se le proporcionaba, y con éste más arreglo en su sistema de alimentación, y serian, de cualquier modo, más útiles y prove- chosas su inteligencia y su actividad. Los abogados, literatos y hombres dedicados al estudio y á las ciencias, cuyo trabajo intelec- tual es considerable, no deben olvidar que su salud y su vida peligran en gran manera, si no 109 buscan en el ejercicio corporal el equilibrio de sus fuerzas orgánicas. La gimnasia y el ejercicio á pié y á caballo les es útil para este objeto, así como el dedicar algunas horas á cualquier gé- nero de ocupación que distraiga sus fuerzas inte- lectuales del objeto exclusivo de sus tareas. Así podrán evitarse unos la debilidad física de su constitución, los padecimientos nerviosos y per- turbaciones de su nutrición y digestiones, y otros las congestiones y los afectos del cerebro y del centro de la circulación, á que se hallan predis- puestos. Los periodistas son en esta clase los que más desarreglada llevan la vida; y como son, generalmente, jóvenes que principian por este ejercicio su vida literaria, se ven en ellos con frecuencia desastrosos resultados en su constitu- ción física y en los progresos mismos de su des- arrollo intelectual. Precisados por la premura y precipitación de los trabajos, y por las horas intempestivas de éstos, á tener que trastornar el orden debido en la alimentación, el sueño y el descanso, se acarrean muy fácilmente el dete- rioro de su organismo, y teniendo al mismo tiempo que violentar su inteligencia para llenar el papel muchas veces sin materia ó sin libre ex- pontaneidad, agotan y marchitan su ingenio y su inventiva, para poder escribir en forma y sin fondo, convirtiéndose por el hábito en literatos insustanciales de la más pobre fecundidad. Las 110 empresas periodísticas, al organizar sus publica- ciones, tienen el deber moral de atender, en lo que les sea posible, á no abusar de la salud física é intelectual de sus redacciones. Fuera de estos casos, el ejercicio de las profesiones científicas y literarias, cuando se someten los que las profe- san aun régimen ordenado, son las más apropia- das para conseguir la longevidad, porque en nin- guna pueden obtenerse mayores satisfacciones para el espíritu, ni productos que más eleven la grandeza y dignidad humana. Afine de las letras se halla el arte de impri- mir, que ocupa numerosos operarios en esta cor- te. Son pocas las imprentas que tienen edificio apropiado y que reúnan condiciones sanitarias: generalmente se hallan colocadas en cuartos ba- jos, faltos de luz y ventilación, y.esto dá lugar á que enfermen muchos cajistas, revelando en su semblante pálido y su escasa macritud el funesto efecto de aquellos locales: únese á esto la influen- cia intoxicante del metal plomizo que manejan, cuyos primeros efectos indica el azulado matiz de los dientes y encías, y luego las perturbacio- nes digestivas y los cólicos; y todo esto basta para que hagamos comprender cuánto importa á estos operarios atender al cuidado higiénico de su salud. Mucho aseo, mucha limpieza, lavarse con esmero frecuente las manos en agua jabona- da, enjuagarse igualmente la boca con agua de limón ó avinagrada, y usar blusa, que preserve, 111 durante el trabajo, la impregnación de las ropas de las emanaciones del metal, son los medios más apropiados para estos operarios, que deben asi- mismo cuidar de respirar aire libre cuanto puedan. Estos preceptos son aplicables á todos los que se ocupan en manejar de cualquier modo el plomo, ya en las fundiciones de que hay algunas en esta capital, ó en los oficios de artefactos plo- mizos, y muy particularmente en las profesiones de pintores y preparadores de colores, que tanto sufren de cólicos, parálisis y afectos neuróticos, consiguientes á la intoxicación plúmbica. Análo- gas advertencias debemos hacer á los que traba- jan en cobre y zinc, cuyos efectos son análogos á los del anterior metal. No faltan en esta corte algunas industrias que manejan también otras sustancias tóxicas y entre ellas debemos llamar la atención sobre las fábri- cas de fósforos, en las que trabajan generalmente jóvenes y mujeres, presentándose en ellas las caries de los huesos de la cara, la caida de los dientes y otros desastres semejantes, precedidos de la demacración, palidez y perturbaciones di- gestivas con que se principia á señalar la intoxi- cación. La autoridad debiera vigilar los locales de estas fábricas y exigir en ellos gran ventila- ción y abundancia de agua, y las operarías deben estar prevenidas sobre este punto y después del trabajo lavarse bien, airear sus ropas y respirar 112 aire libre después del trabajo y retirarse de la industria tan luego como noten en su salud la menor alteración. Hay otras diversas artes y ofi- cios que manejan y preparan sustancias peligro- sas como en los tintes, laboratorios y fábricas de productos diversos, y los que en ellos se ocupan deben tomar para la seguridad de su salud todas las precauciones que dejamos expuestas sobre el aseo, limpieza y respiración de aire puro, como las de seguridad personal que basten á precaverse de las explosiones y efluvios dañosos. Las cigar- reras y empleados en la fábrica de tabaco deben cuidar de la aireación y limpieza frecuente de sus ropas y personas para atenuar el efecto de la caquexia que al fin le ocasiona su oficio. Hay ciertas profesiones, cuyo ejercicio afecta á los sentidos y principalmente á la vista, ya por su trabajo continuo, ya por ejercerse sobre objetos pequeños, ó bien por la. exposición á ser heridos ó irritados los ojos por desprendimientos de eflu- vios ó de partículas materiales: los primeros tie- nen indicada la higiene de su vista en el descanso frecuente de esta, y en la supresión ó aminora- ción en cuanto le sea posible del trabajo con luz artificial, y en los segundos mediante el uso de anteojos apropiados para guardar la región de los ojos del choque ó la acción directa de los cuer- pos que pueden perjudicarlos. Los canteros, pe- dreros y algunos otros que se hallan en este caso y trabajan al aire libre, les conviene para atenuar 113 los efectos de la irradiación solar el usar cristales ahumados ó de color verde ó azul, según así k) acostumbran en esta corte, aun cuando se ven muchos en estos trabajos que no se previenen con las gafas y sufren cuando menos lo esperan las consecuencias de su imprevisión. Los oficios en que se manejan sustancias ani- males, suelen ser provechosos ala salud, como de ello nos dan testimonio la robustez envidiable que ostentan generalmente las rollizas carniceras de nuestros mercados, los que andan en los ma- taderos y hasta los que trabajan en las hediondas triperías: pero aquellos que manejan pieles y despojos de animales muertos, suelen ser con frecuencia víctimas del contagio de enfermedades tan gravísimas como las muermosas y carbun- cales. Los zurradores, curtidores y aun mangui- teros, se hallan en este caso y deben tener gran precaución para evitarse las cortaduras y lesiones físicas, que facilitan por el contacto de los vasos y la sangre la infección de aquellos gérmenes morbosos. Lo mismo advertimos á los que andan con cadáveres humanos de los que se adquieren fácilmente intoxicaciones sépticas mortales de •que desgraciadamente ocurren no pocos casos en los anfiteatros de los hospitales y escuelas de me- dicina. Todas las sustancias en descomposición ó fer- mentación, ya sean animales ó vegetales, des- v prenden siempre gases 6 fétidos ó impropios y 8 114 dañosos á la respiración, y los que se hallan por sus ocupaciones bajo la influencia de ellos, se exponen á la asfixia ó á los efectos más ó menos tóxicos de aquellos gases, y los operarios de las cervecerías y las rondas de alcantarillado son en esta corte los que sufren alguna vez estos efectos. Ventilación y aire puro necesitan unos y otros, y los segundos permanencia limitada en las alcantarillas y cuidado de retroceder en ellas cuando sientan algún principio de dificultad res- piratoria ó de cansacio injustificado por otra causa. La intoxicación por aire viciado y la asfixia por insuficiencia de aire puro, se hacen sentir aun sin especiales emanaciones en donde quiera que se aglomeran operarios en locales cerrados, y debiera haber en esta corte alguna vigilancia sobre los talleres, oficinas, escuelas y colegios, para exigir en todos ellos las condiciones necesa- rias de ventilación. Los oficios y ocupaciones al aire libre, exigen ciertas precauciones de abrigo en el invierno y de preservación de la cabeza en el verano. Los albañiles, empedradores, jornaleros y operarios todos que se hallan en este caso, tengan cuidado de usar lana en los piés, faja al tronco, abrigo de franela al pecho y gorra de orejuelas ó de cofia para abrigo de cabeza y cuello en el invierno, y en el verano sombrero ligero de palma con ala ancha ó la cofia de tela blanca como acostum- 115 bran la tropa y algunos operarios, medio con que podrán evitarse las enfermedades que padecen por la acción de la intemperie, y muy especial- mente el asma y los catarros crónicos tan comu- nes en todos ellos. Las lavanderas del Manzana- res suministran un gran contingente de estos padecimientos, siendo casi todas catarrosas y reumáticas, y en bien de la salud y de la facili- dad para el aseo y limpieza de las ropas, fuera de desear que el municipio favoreciese de algún modo la generalización de los lavaderos, que con ventajosas condiciones van ya alguoos constru- yéndose en la villa. Las lavanderas y las que acuden á lavar sin ser por oficio al Manzanares, cuiden de no ha- cerlo en el invierno sino durante las horas de sol y siempre prevenidas con abrigo suficiente, como en el verano deben huir del camino en las horas medias del dia para evitarse las congestiones, apoplegías y otros males, productos de fuerte insolación. Importa á las lavanderas algún cui - dado con las ropas sucias, portadoras de muchos gérmenes de enfermedades, y conviene no las remuevan sino en parages amplios y al aire libre antes del momento de sumergirlas en el agua. Entre los oficios de mayor contingencia al aire libre se halla en esta corte el de cochero, y principalmente los llamados de punto, en quienes es frecuente en los inviernos crudos las muertes por congelación ó frió, y todos ellos sucumben 116 de afecciones neumónicas congestivas, ó se inuti- lizan por catarrosos. Mucho abrigo en los piés, cuello y pecho en el invierno, y sombrero ó cofia preservadora de la insolación en el verano, de- bieran usar ; y es ridículo el recuerdo de una disposición administrativa que les obligó á vestir con un traje determinado, en el que no habia ni una sola precaución higiénica para la salud de los interesados. De desear fuera que hubiese otra autoridad que imitara aquella, pero aten- diendo á algún fin de utilidad sanitaria para el cochero. Aquellos oficios de carácter sedentario, como el de sastre, zapatero, costureras, modistas, que tanto abundan en esta*córte, ofrecen por princi- pal inconveniente para la salud la aptitud con- tinua en posición sentada y doblada, sin más ejercicio muscular que el de las manos y los bra- zos , lo que dan lugar al raquitismo y la atrofia de las demás regiones musculares, y por el doblez- del cuerpo sobre las visceras abdominales la per- turbación de las funciones digestivas, y por con- secuencia de todo una mala nutrición. Importa á estos menestrales el movimiento general del cuerpo en posición recta y ejercicios muscula- res diversos de los de su trabajo, debiendo in- terrumpir con frecuencia su tarea y variar su aptitud y verificar otros movimientos activos. Los que asisten á taller deben aprovechar para esto las horas de suspensión de trabajo, siendo 117 de lamentar el abuso que principalmente se comete con las jóvenes costureras, aparadoras, sastras y modistas , á quienes se les tiene senta- das hasta doce y catorce horas diarias en los obradores de sus oficios. Las que trabajan en máquinas de coser son las que en este punto más padecen, determinándose en ellas más pronto que en las demás el enflaquecimiento, las per- turbaciones viscerales, el marasmo juvenil y las clorosis y las tisis, por el movimiento de trepi- dación y vertiginosidad que la monotonía del aparato produce en todo el organismo. Induda- blemente si alguna necesidad hay de vigilar y regularizar el trabajo obrero en esta corte, es con relación á la mujer más bien que al hombre. Los trabajos de é^te, que requieren fuerza y movimientos variados, antes, que perjudicar á la salud la favorecen altamente, si no se llevan hasta la exageración. El arte de la carpintería, por ejemplo, constituye una de las ocupaciones más útiles y sanitarias, y no podemos menos de acon- sejarlo, hasta como arte de recreo y como ejer- cicio higiénico de las fuerzas á todos los que lo necesitan, por la ociosidad física de su posición ó por los exclusivos trabajos mentales de sus ocu- paciones . Hay algunos oficios que exponen á los acci- dentes, que son producto de los cambios bruscos de temperatura, como son los de fraguas y hor- nos, y el sentido común indica el medio de evitar 118 t este inconveniente, que es el de evitar el paso rápido de una temperatura á otra buscando el medio de verificarlo con alguna transición in- termediaria, ó tomando la precaución del abrigo cuando es invierno se pasa del calor del fuego al de la temperatura exterior. Los herreros que se hallen en este caso, tienen además, por su posi- ción continua de pié, predisposición á padecer de edemas y varices y úlceras atónicas en las piernas, á que se hallan predispuestos todos los que, como los tenderos y orteras, se hallan constantemente en la misma posición y semiquietud, y el abrigo de las extremidades con lana y poca apretura de ligas y de calzado son los medios más apropiados para prevenir aquellas consecuencias. Los depen- dientes de las tiendas se les trata en este punto con un rigor contrario á la salud , debiendo sus superiores permitirles el asiento durante algún tiempo entre las horas del dia, y asimismo acon- sejarles en el invierno el uso de guantes ó mito- nes de abrigo para evitar los sabañones de las manos, que tan frecuentes son en ellos. Todos los que de continuo tienen las manos quietas y al aire libre conviene que en el invierno se las pre- serven con el mismo abrigo, así como los que se ocupan en labores de roce ó fuerza convienen que use los guantes, mitones ó dediles de piel, como sucede á las doncellas y criadas y criados de servicio en algunas de sus faenas. Hay algunas industrias y ocupaciones que 119 por respirar un aire cargado de partículas pul ve- riformes ó de miasmas testiles, padecen frecuen- temente irritaciones bronquiales, afonías y tisis, como sucede á las operarías que trabajan en las traperías y en los depósitos de trastos viejos y ropavejerías y en los telares, aunque pocos, que existen en Madrid; á los carboneros y barrende- ros y mozos de tahona y otros varios oficios, á quienes no puede aconsejarse otra cosa que la conveniencia de la ventilación y respiración fre- cuente de aire puro. Hállanse también expuestos á las mismas afecciones bronquiales los actores y cantantes, tanto por el ejercicio de su profesión, como por la exposición á las corrientes de aire y diversidad de temperaturas que se sienten en el interior de los teatros, siendo una precaución útil en ellos el llevar interiormente abrigo sufi- ciente y principalmente al pecho. Son también frecuentes en las mismas las afecciones del centro circulatorio y algunos afectos neumó- nicos y aun cerebrales, consecuencia de los esfuerzos morales con que violentan su espí- ritu y su inervación para espresar los afectos tan varios y continuos que exige el desempeño de su profesión. Una vida arreglada y metódica en alimentación, horas de descanso y sueño, y en ejercicio de distracción al aire libre, les es indispensable para su aalud y prolongación de vida: no debe nunca trabajar inmediatamente después de fuertes comidas, ni bajo la acción de 120 bebidas escitantes, como tampoco con vacuidad estremada de estómago. La vida de los actores, cuando se sujeta á una regularidad higiénica, puede prolongarse fácilmente, pues tienen á s.u favor frecuentes emociones satisfactorias y el ejercicio vocal que se ha considerado siempre útil á la salud: ha habido autor que atribuye, bajo este concepto, la mayor longevidad de las mujeres á ser más charlatanas que los hombres. Hay otra profesión, la de músico, relacionada en parte con los espectáculos públicos, como la que acabamos de mencionar, en la que son fre- cuentes las asmas y enfisemas á los que se ejer- citan en instrumentos de viento, y en todos suelen ser comunes los zumbidos de oido, y aun muchos aeaban por la sordera. Difícilmente puede pre- venir la higiene estas consecuencias, y solo puede aconsejar la moderación posible en el ejercicio instrumental, el algodonamiento de los oidos en los que principian á tocar en grandes orques- tas, hasta <|ue vayan habituándose á la impresión de los fuertes ruidos, y en último resultado el abandono de la profesión cuando se siente la sa- lud notablemente resentida por el efecto instru- mental. Los violinistas suelen padecer desigual- dad en la audición, y les conviene algodonar el oido á cuyo lado se coloca el instrumento. Largo habríamos de ser para continuar la materia que vamos tratando, y no siendo posible escribir en este libro una higiene especial de cada 121 profesión, basta lo expuesto para que en general se conozcan los efectos de las profesiones más comunes en esta corte y algunas de las precau- ciones higiénicas que en ellas conviene tomar. De las distracciones y recreos. Abundan en esta corte todo género y especies de recreos y distracciones, á las que es por demás inclinado el vecindario, y el solo movimiento y animación de las calles constituye ya un verda- dero espectáculo de entretenimiento y distrac- ción, que muchas veces basta para ahuyentar el tedio y cansancio de la ociosidad. No se contenta con esto solo el pueblo de Madrid, y acude de continuo á los paseos públicos durante las horas de sol en el invierno, y las tardes y noches en el verano, prefiriendo la mayoría para este útil re- creo y ejercicio el Prado, el Retiro y Recoletos, donde la vegetación y los jardines proporcionan impresiones por demás agradables. Debemos, sin embargo, aconsejar la conveniencia de pasear en en el invierno por las rondas de la parte del Sur, donde al abrigo de los vientos del Norte se encuentra una agradabilísima temperatura: el municipio prestaría un servicio al vecindario 122 esmerándose en amenizar estos sitios y en facili- tar con ampliación sus avenidas y comunicacio- nes con el centro de la población. La montaña del Príncipe Pió constituía en otro tiempo un sitio de paseo equivalente al Retiro; pero desti- nado hoy á construcciones, no existe para el extremo Norte de la población ningún parque de amenidad y paseo para el vecindario, y justo fuera que el ayuntamiento atendiera estas nece- sidades estableciendo algunos jardines por los extremos de la población que se hallan más dis- tantes del Retiro y Recoletos. Es bueno advertir que la permanencia por las noches en los jardines no debe prolongarse muchas horas, pues se adquieren en ellos fácil- mente reumas é intermitentes, de que se recoge buena cosecha por las noches de verano en dichos sitios. La costumbre de pasear en el Retiro du- rante las primeras horas de las mañanas de estío es útil y saludable. Acostumbra alguna parte del vecindario á comer los dias festivos de invierno al aire libre en las afueras de la villa y jugar y bailar al mismo tiempo, y no podemos menos de aplaudir esta costumbre saludable que equivale á las giras de campo, fútiles por demás para espansion y recreo de las familias y desarrollo de la j uventud, y aconsejamos á todas las clases que pongan gran interés en la frecuencia de los recreos campestres, que con ellos ganarán no poca robustez. A este 123 género de distracciones pueden referirse las ro- merías tan celebradas de esta corte, principal- mente de San Isidro y San Antonio de la Florida y otras como las de San Blas y la Virgen del Puerto, y las verbenas de diversos santos entre la que es más notable la de San Juan. A todas estas festividades acude con gran regocijo el pue- blo de Madrid, demostrando su fondo de creen- cia eminentemente católica, pues ninguna festi- vidad que no sea movida por el espíritu religioso ha conseguido identificarse fácilmente con las cos- tumbres. Las corridas de caballos se han verificado varias veces y se han fundado sociedades para el objeto que no han llegado á subsistir; pero á la fiesta de San Antón no faltan nunca los vecinos de la villa con sus muías y caballos, sus paseos y sus carreras. Todas estas grandes fies- tas de concurrencia y espansion al aire libre son de útil beneficio físico y moral para las clases populares y para todos en general, si en ellas no se cometieran los escesos que son frecuentes en comidas y bebidas, y sobre todo si por parte de la autoridad se vigilara más la calidad de los líquidos y alimentos que se ponen á la venta en los puestos y fondines de estas fiestas. Como distracciones útiles para la firmeza y robustez corporal ya hemos hablado del baile, de la gimnasia y de los diversos juegos de agili- dad; ocupándonos de la necesidad del ejercicio. La juventud es la edad que más necesita de esta 124 clase de distracciones, que podemos llamar acti- vas y con las cuales adquieren facilidad en el desarrollo físico, á la vez que resolución y ente- reza en la parte intelectual. El salto y la carrera forman la base de muchos juegos en que se ejer- citan los muchachos, y sirven de desarrollo á sus extremidades inferiores, como el trompo y la pelota para las superiores; y es de admirar el instinto de la juventud que busca en la variedad de sus entretenimientos un medio de atender á la agilidad y desarrollo de los extremos todos de su organismo. Entre las distracciones de otra índole, abun- dan en Madrid la de los espectáculos públicos, y entre estos son los más importantes los teatros, que tan numerosos son hoy en esta capital. Sir- ven á la vez de recreo y de instrucción, y mo- ralidad, siendo uno de los más poderosos ele- mentos para favorecer la cultura pública; pero en ellos también se adquieren enseñanzas depra- vadas, se alimentan los vicios de sensualidad y se corrompen las costumbres. La autoridad debiera vigilar sobre este punto, no permitiendo ante el público las que puedan conducir de algún modo á este último resultado, y los individuos y las familias harán bien en huir del envenenamiento moral á que se exponen ante espectáculos ofen- sivos al decoro, al pudor y al buen gusto, de que desgraciadamente no faltan ejemplosen esta corte. Las horas de concurrencia á los teatros son 125 en general altamente inconvenientes y perturban el arreglo higiénico de las costumbres: siendo de desear que en los grandes teatros se diera princi- pio á las funciones más temprano, de modo que á las once de la noche lo más tarde pudiera todo el mundo estar de vuelta en su casa: si Ja eco- nomía de los precios influye para la predilección con que el pueblo de Madrid acude á los teatros pequeños, es indudable que favorece en gran manera esta predilección la comodidad de las horas en ellos. Con gran interés aconsejamos esta modifica- ción para evitar el insomnio consiguiente á la excitación que los espectáculos teatrales producen y las consecuencias que se siguen á la falta de sueño nocturno, de que ya nos hemos ocupado anteriormente. Importa asimismo el precaverse con abrigo proporcionado, según cada estación, para el tránsito de la atmósfera caldeada del teatro á la del aire de la calle, y aun dentro del mismo local, donde hay siempre corrientes de muy diversa temperatura, principalmente cada vez que se alza el telón , y á consecuencia de las cuales se producen pulmonías, catarros, toses y ronqueras, tortícolis y hemi-cráneas y catarros del oido, principalmente en las señoras, que ocu- pan los palcos y van escotadas y sin abrigo en hombros y pecho, costumbre que debieran'supri- mir en provecho de su salud, del bien parecer y del buen gusto , 126 Las personas débiles, achacosas y la de mucha impresionalidad nerviosa, deben evitar los espec- táculos de grandes emociones y aparato escénico, y preferir el teatro de declamación en que pre- domine la comedia moral y festiva ó el drama tranquilamente sentimental. Y es de sentir que vaya quedando en desuso la disposición tan hi- giénicamente ventajosa de nuestro antiguo teatro de verso, en el que después del drama ó la co- media, más ó menos fuertemente impresionadora, se procuraba al espectador el cambio y la neu- tralidad de sus emociones, sorprendiendo su atención con algún gracioso baile nacional y despidiéndolo con el contraste de alguna ligera pieza ó festivo saínete. Los espectáculos puramente líricos son siem- pre útiles cuando no fatigan demasiado la audi- ción, y muy apropiados para distraer los trabajos de la inteligencia, y reúnen un doble interés de recreo y enseñanza cuando van acompañados de la acción dramática y la declamación, como sucede en nuestra zarzuela y la ópera si se cantara con nuestro idioma nacional. Es, como .hemos dicho, muy útil el espectáculo lírico para los que traba- jan intelectualmente, y lo aconsejamos contra e tedio y la melancolía y para todos los de carácter agrio y bilioso. No nos detendremos en los espectáculos donde hay peligros para la vida de los que los ejecutan, como sucede en las corridas de toros y en los 127 ejercicios de acróbatas y gimnastas, que debieran ser prohibidos en toda la parte que tienen de peligrosa y repugnante : la higiene aconseja la abstención de concurrir á estos espectáculos, y verdaderamente que no sería difícil el modificar las populares corridas de toros si en ello hubiera un interés verdadero por parte de la administra- ción pública y de los que diariamente declaman contra ellas. Una de las distracciones de concurrencia pú- blica y principal recreo de los habitantes de esta corte son ios cafés, numerosísimos en la villa, y donde se reúne diariamente el vecindario, prin- cipalmente por las noches, para beber y tertuliear. Indudablemente que es útil recreo y distracción del espíritu la animada perspectiva que ofrecen estos establecimientos, donde la familiaridad más expansiva reina en todos los grupos; donde se mezclan todas las clases y gerarquías, y donde comunicando cada cual sus impresiones del dia, se habla y se discurre sobre todo, sin más interés que el de la distracción y el entretenimiento. Es un medio de mantener el trato frecuente de la amistad y los afectos personales, difícil de otro modo en esta población ; y no es dudoso que estas reuniones sirven, sin pensar en ello, de medio de mutua ilustración. Tienen, sin em- bargo , los cafés sus inconvenientes, y muy graves, para la salud, porque en ellos no se res- pira sino un aire extremadamente viciado; la 128 temperatura es siempre en ellos elevada, y las bebidas, los vapores estimulantes, el ruido de las conversaciones, la fuerza de la iluminación y cuanto en ellos nos rodea, constituyen poderosos elementos de excitación y perturbación orgánica, que se condensa principalmente en la cabeza, predisponiendo á las afecciones cerebrales. El tránsito brusco de la temperatura alta del loea/1 á la de la atmósfera exterior en el invierno, es un peligro continuo que favorece las congestiones del cerebro y del pulmón ; y está, por último, demostrado que los habituales concurrentes á estos establecimientos, que pasan diariamente lar- gas horas continuamente en ellos, acaban por con- traer un estado caquéctico especial que afecta 6 los centros de innervacion, al estado constitutivo de la sangre y produce la degeneración física y moral del individuo. Debemos, pues, reprobar la larga permanencia nocturna en estos estable- cimientos, como en todos los análogos, tales como las tabernas, fondines y casas de bebidas de pública concurrencia. Los individuos y familias que tienen adquirida la costumbre de pasar las noches en los cafés, sírvales esto de gobierno para saber á lo que se exponen. Entran en los medios de recreo los juegos, como el billar, que liemos ya mencionado tam- bién como útil ejercicio ; pero en los que por largas horas se entregan á él viene á constituir, más que recreo, un vicio que no favorece á la 129 moral del individuo ni á su físico tampoco; por- que la larga permanencia en los billares públicos tiene los mismos inconvenientes que hemos seña- lado á los que pernoctan en los cafés. En algunos de estos establecimientos, principalmente en los frecuentados de extranjeros, se juega también al dominó, al ajedrez, á los naipes y otros juegos: todos útiles y favorables á la distracción del ánimo cuando no se interesa en ellos otros fines que el recreo; pues tomados bajo otro concepto, no se saca de su entretenimiento más que emo- ciones perturbadoras déla organización, y llegan á constituir un vicio moral, creador de la pasión del juego, una de las más degradantes del hom- bre. Todos los entretenimientos, recreos y distrac- ciones públicas son más ó menos ocasionados á producir perturbaciones de la salud orgánica ó moral, y deben tomarse siempre con moderada aplicación y prevenido estudio; y tengan esto presente todos, pero muy especialmente los jefes de familia, para el arreglo de la conducta que deban seguir con aquella en este punto. Menos expuestos á contingencias físicas de la salud y grandes emociones son los recreos domésti- cos, desde la simple tertulia, los juegos sencillos y desinteresados, hasta el baile, la declamación, la música y el canto, distracciones útiles en el ho- gar doméstico, donde fueran indudablemente más frecuentes si el desahogo de las casas lo permitiera. 9 130 Como hay j uegos y distracciones que contri- buyen al desarrollo físico por el ejercicio y mo- vimiento corporal que exijen, hay otros que con- tribuyen asimismo al desarrollo intelectual direc- tamente, como son todos los que se hallan basa- dos sobre el cálculo, tales como el ajedrez, algu- nos de naipes, los de logogrifos y otros diversos. Útil es combinar los unos con los otros en las horas de ociosidad y de descanso, y entre las distracciones que afectan también á la inteligen- cia y la moral, poniéndolas agradablemente en ejercicio, debemos mencionar la lectura de escri- tos y libros amenos, morales é instructivos, que no exijan estudio ni gran meditación, ni que aviven con esceso los sentimientos, los instintos y pasiones. Por conclusión de esta materia, diremos que todos los medios y objetos de recreo y de distrac- ción, deben tomarse sin más interés que el que puede la higiene aconsejar, y nunca debe consa- grarse á ellos más que corto tiempo. Los que pa- san la vida sin más ocupación que esta, como sucede á muchos en Madrid, deben considerar que se hacen entes inútiles para sí mismos y para la sociedad, y el resultado final de una vida consa- grada exclusivamente al deleite, es la degradación física y moral del individuo. 131 De los hábitos y costumbres. Algo de lo que se refiere á los hábitos y cos- tumbres hemos tocado en el artículo anterior y en algunos otros, y en este nos vamos á limitar en el asunto á algunas muy ligeras indicaciones. Es de todos conocido aquello de que el hábito hace una segunda naturaleza, y lo recordamos porque en Madrid es muy peligroso el dejarse llevar de esta idea, y el »yo estoy acostumbrado, n «iá mí no me perjudica, ir con que suelen muchos responder á lo que se les reprende ó se les acon- seja, ocasiona muy desconsoladores y fatales desengaños. Ningún hábito vicioso en ninguno de los actos de la vida física y moral, deja de ser otra cosa que un gusano roedor de nuestra mísera existencia: y todo lo más que nuestra flaca natu- raleza permite con respecto á ellos es hacerlos tolerables más ó menos tiempo, ó sobrellevarlos disimuladamente hasta el momento eu que sus efectos estallan para definitivamente aniquilar y destruir. Ocuparnos de todos los hábitos y cos- tumbres más ó menos viciosas que pueden seña- larse como diversamente estendidos en la corte, seria tarea interminable, porque en esta villa no 132 hay vicio ni perversión que no se encuentre re- presentada por alguno ó algunos desdichados. Los vicios más desastrosos como los del juego y la prostitución, se hallan estendidos de una ma- nera lamentable: el primero llenando de desastres la fortuna de las familias, y el segundo fomen- tando la ruina de la salud pública y diezmando y aniquilando la más florida juventud: la embria- guez debilitadora de la inteligencia hasta deter- minar el embrutecimiento, si no tiene en esta corte las alarmantes proporciones que ha llegado á adquirir en otros países, su generalización se va haciendo sentir según la frecuencia con que el delirio que le es característico y otros de sus efec- tos morbosos S(? presentan hoy en la práctica mé- dica; los vicios del lujo y la ostentación en las apariencias de la vida, ha cundido igualmente en todas las clases sociales, y para ello la sisa y el robo, la estafa y el engaño han venido en unos á ser necesaria costumbre ú ocupación, como en otros los sacrificios y privaciones en las necesi- dades de la vida íntima y orgánica, que aniquilan y empobrecen despojándola de fuerzas y de car- nes para vestirlas de blondas y de galas: las pa- siones, en fin, y vicios y costumbres pervertidas de todo género, abundan y se encuentran por doquiera en esta capital haciendo estragos sin cuento, debiendo también indicar entre este de- plorable conjunto como uno de los más poderosos elementos de perversión, la preponderancia mo- 133 ral de la potítica, que ha venido á subordinar bajo su influjo la marcha y modo de ser de la vida y las costumbres de la gran mayoría del vecindario, introduciendo el desorden y la agita- ción en el seno de la vida ordinaria, sobreponien- do el efímero resplandor de las posiciones oficia- les, aun las más humildes sobre la consideración y valer propio del individuo, y ahogando, en fin, todas las legítimas representaciones de la activi- dad, del trabajo, del saber y de la industria. Indudablemente que reria ocioso pretender un cambio radical en el momento sobre el extra- vío general de las costumbres y los hábitos vi- ciosos individuales; pero es un deber hacerle re- parar al vecindario y llamar la atención y ad- vertir los peligros y contingencias que para la salud y la conservación de la vida ofrece un modo de ser anómalo y desconcertado. Los que afortunadamente ho han llegado á pervertir sus hábitos y costumbres, tanto en la vida física como en la moral, debe advertírseles la conve- niencia de atender á su conservación: y aquellos que, por el contrario, marchan envueltos en el torbellino de los escesos y aberraciones, indicar- les que caminan á funestos desenlaces. El bien- estar y la conservación del individuo no se ha- llan sino en la regularidad de todos los actos orgánicos, en buscar al calor higiénico de la fa- milia el orden y método regular de vida, que brotan de su misma índole y constitución. 134 Hay, sin embargo, fuera de los vicios más trascendentales y de los grandes desórdenes de la vida social, abusos también que deben evitarse en los hábitos y costumbres de sano y laudable carácter, que llegan á perjudicar á la salud indi- vidual. Las prácticas religiosas, por ejemplo, laudables como deberes, benéficas por su inten- ción, se convierten sin embargo en causas de gra- ves males cuando no son moderadamente practi- cadas ni dirigidas discretamente: la beatitud ex- tremada lleva fácilmente hasta el extravío men- tal, y la locura y el hábito de mortificación cor- poral, que debe tener su límite marcado en el ineludible deber de la conservación física del individuo, ocasiona males de trascendencia. No hay médico de alguna práctica que no haya te- nido ocasión de ver las callosidades y bolsas serosas rotulianas y las artritis y anquilosis que se determinan con la prolongada actitud de rodi- llas los beatos y beatas, y principalmente estas últimas, y asimismo las ulceraciones pertinaces del tronco á consecuencia de silicios repetidos de diversa índole: y las consecuencias generales que en la organización han llegado á operarse con motivo de estos escesos, así como los desar- reglos determinados en el método de vida por aquellos que se pasan el dia recorriendo las igle- sias y abandonando para ello tal vez otras tan sagradas atenciones: los directores espirituales de tales individuos, que abundan mucho en la loo corte, principalmente en el bello sexo, fuera justo que advirtieran la moderación en estos puntos; que la higiene no se halla reñida, antes por el contrario muy armónica, con las razonadas prác- ticas del culto y las creencias religiosas. Como en este ejemplo, pudiéramos añadir otros análo- gos para hacer comprender la conveniencia de que aquellos hábitos y costumbres que son do suyo más útiles, necesarios y benéficos, ocasionan males y perjuicios á la salud y la vida, si no se atiende á la moderación en el régimen que con ellos debemos seguir. Como punto también muy discutido en ma- teria de hábitos y de costumbres, debemos, por último, decir algunas palabras acerca del uso del tabaco. Hállase este generalizado hoy de tal manera, que son pocos los individuos'que dejan de fumar, y fuera inútil el que nos ocupáramos en hacer aquí uña detractora narración de esta costumbre. Que el tabaco no es una sustancia inocente lo advierte el menos cuerdo, que ha podido sentir al comienzo de su uso los vértigos y accidentes cerebrales que produce, y las náu- seas, vómitos y perturbaciones que ocasiona en el tubo digestivo, así como la viva escitacion que determina en los órganos y membranas in- teriores, como lo demuestra la escesiva saliva- ción que produce y el estornudo que determina al aplicarlo en polvo á la nariz; pero sábese también por todos que estas manifestaciones 13G violentas de los efectos del tabaco, desaparecen con la continuación de su uso, y una vez tolera- do, al parecer, por el organismo, proporciona un entretenimiento y distracción, y aun han llegado algunos de sus panegiristas á darle cualidades ventajosas para las funciones digestivas y para la templanza cerebral durante los trabajos de la inteligencia. Por nuestra parte, no negaremos alguna de estas ventajas, pero no podemos dejar de advertir que el tabaco, aunque parezca tole- rado, es siempre un agente activo que perturba ó establece modos de ser especiales en órganos de gran importancia; y no siendo de una necesi- dad su uso, aconsejamos á la juventud "que se abstenga de entrar en la costumbre, y aquellos que ya la tengan adquirida vean y observen, si en algo ostensiblemente les molesta ó perjudica, para desecharlo con resolución. Losdemás tengan alguna moderación en su uso, y por último, el Gobierno, como encargado de proveer al público de este artículo, que vigile su calidad al adqui- rirlo, no tomando aquellas clases donde el carác- ter de acritud de la planta se halle más pronun- ciado, y vigile los utensilios de las fábricas y los papeles y envoltorios que no lleven composición metálica, pues dan fácilmente al tabaco húme- do algunas sales generalmente plomizas que se advierten por puntos blancos en las hojas del picado, signo por el cual pueden fácilmente co- nocerlas los fumadores: estas sales metálicas 137 producen irritaciones y ulceraciones de la boca difíciles de curar. No habiéndonos propuesto recorrer aquí todo lo que largamente puede referirse en relación á los hábitos y costumbres, las indicaciones que van hechas deben bastar para que se ponga aten- ción en este punto y cada cual observe su vida y trate de poner en ella los correctivos que á sus costumbres comprenda necesarios. Higiene moral é intelectual. Todo lo que hasta aquí llevamos expuesto y cuanto hallamos de añadir sobre la conservación física de la salud, seria completamente inútil, si no se atiende con principal esmero al cuidado higiénico de nuestra parte moral é intelectual. La tranquilidad de la conciencia, el ordenado ejercicio de las facultades del espíritu y la tem- planza de nuestras sensaciones, pasiones é ins- tintos, son las condiciones primeras y esenciales para poder conservar largamente la vida y la salud. En Madrid, como en todas las grandes capi- tales, si se aglomeran muchos elementos de des- trucción física, predominan en mucho mayor 138 grado los elementos de perturbación moral, y desgraciado de aquel que se deja seducir y domi- nar por ellos, y no pone cuenta en precaverse contra su influjo, porque el enérgico poder del vicio y las pasiones acabarán prontamente con su vida. Entra como primer precepto en esta parte de la higiene, el cuidado de la inteligencia, el no abusar del trabajo mental según ya lo indicamos en otro sitio; pero importa no caer en el extremo opuesto, lo cual es mucho más común, como lo demuestra el sin númuro de torpes y débiles in- teligencias, y de fatuos y de imbéciles que se encuentran á cada paso y que no son en su ma- yor parte sino resultado del abandono en el cui- dado de la inteligencia. Para que esta no se ami- nore, debilite y embrutezca, necesita como el cuerpo alimento y ejercicio, y cada cual debe tener esto muy presente si quiere conservar su categoría de ente racional. El alimento intelec- tual lo constituyen las ideas y los conocimientos, y su ejercicio el cálculo y la reflexión, y con el trato social escogido y con el estudio y la lectura de obras instructivas, la asistencia á los círculos y centros de instrucción 3r de enseñanza se con- sigue fácilmente lo uno y lo otro. En Madrid no escasean estos medios y aun pudieran ser más numerosos y útiles si se prestara á esta parte de la higiene toda la atención y toda la importancia que le corresponde. 139 El hombre sin instrucción y sin hábitos de ejercicio reflexivo, por más disposiciones natu- rales que tenga no pasa de ser un bruto más ó menos avisado, incapaz de todo progreso y útil producción: el que sabe por los medios antes in- dicados sostener y desarrollar su inteligencia, encuentra en esta un gran elemento productivo y un fuerte contramuro para no ser fácilmente arrastrado á la depravación, los vicios y los crí- menes, y para no ser víctima de la befa, del en- gaño y de la estafa y de todos los desastres de posición y de fortuna, producto las más veces de una insuficiencia de razón. La holgazanería intelectual es un vicio más común de lo que parece, y cuando se afea y se' critica tanto la holganza física, parece extraño que apenas se repare en aquella, de mucho más trascendental importancia, porque es la sostene- dora de la rutina, la remora de todo adelanto, el foco sostenedor de la indolencia y de la impro- duccion individual y colectiva y el causante más enérgico de todo atraso y degeneración social: los gobiernos tienen el deber de combatir este aban- dono favoreciendo y promoviendo todos los me- dios de instrucción y de estímulo para el fomento intelectual, y en esta corte seria muy conveniente que la administración pública, los individuos y las asociaciones que se interesan por la mejora de la población atendieran con preferencia á este punto promoviendo y facilitando la enseñanza y 140 la instrucción, que es la que hace á los pueblos inteligentes, fuertes y productivos. Las escuelas y corporaciones puramente científicas y literarias son útiles y necesarias, pero no bastan al objeto, y para la instrucción de ciertas clases son indis- pensables otros medios como las asociaciones y círculos parciales de fomento industrial, de artes y de oficios, la formación de bibliotecas popula- res destinadas al mismo objeto, los certámenes y concursos de la misma índole y otros medios más ó menos análogos que pueden favorecer y dirigir la instrucción del vecindario y con ella el ejer- cicio y desarrollo del eutendimento, entregado hoy á los azares de una libertad inconsciente y por demás pervertida y desordenada. Déjase comprender que la instrucción á que nos referimos no consiste en proponer el absurdo de que se enseñen ciencias y letras á todos los habitantes de Madrid: la instrucción que acon- sejamos como enseñanza y para ejercicio y forta- leza de la inteligencia es la que cada cual nece- sita en su respectiva posición, adquiriendo pri- mero el conocimiento de sus creencias y deberes en la religión á que se halle afiliado, los que debe adquirir como ciudadano para su conducta civil, como hombre para las atenciones y cuidados de la vida y la salud y como colaborador social lo que haga referencia al estudio é ilustración de su ejercicio, que en todas artes y oficios y profesio- nes hay mucho que enseñar y que aprender. El 141 individuo que á estos objetos atiende, vive tran- quilo y satisfecho, y el que otra cosa hace se cansa y se fastidia ó busca en el deleite de los excesos y los vicios un transitorio olvido para su incesan- te intranquilidad. El vecindario de Madrid nece- sita indudablemente iniciativa para la realización de los medios favorecedores del sosten de sus fuerzas intelectuales y la administración pública puede hacer mucho en este punto eu su favor. Pero si es importante el cuidado referente al ejercicio necesario para el sosten y desarrollo de la inteligencia, no lo es en menor grado lo que se refiere á la higiene de nuestra parte moral ó afectiva, centro de donde parten el mayor nú- mero de móviles de nuestras acciones. Hállase íntimamente ligada la higiene moral con las creen- cias religiosas, con los hábitos, las costumbres y las leyes; y el pueblo de Madrid, como católico, tiene en los preceptos de la moral evangélica cuanto en este punto pudiéramos aquí decir; pero desgraciadamente no toda la población pro- fesa las mismas creencias, y abundan en ella los incrédulos, los ateos y los adversarios de toda idea y culto religioso, aun más todavía que los afiliados á alguna otra religión determinada. Estos últimos tienen en sus creencias y en sus jefes y pastores de sectas algunas reglas de mo- ral y los medios de consulta para dirigir sus ac- tos y procurarse la rectitud de su conciencia; pero los otros no tienen más medio que los que 142 puede proporciodarles el alcance de su razón in- dividual , y á estos es á quienes la higiene tiene más principalmente que advertirles que la razón es imperfecta, y que tienen el deber de cultivar- la, alimentarla y de continuo tenerla en ejercicio é instrucción para sostener sus fuerzas, y con ellas solas hacer algún frente á las eventualida- des de la vida moral. Abundan por demás en esta corte, y entre las clases que se llaman ilus- tradas , los que se encuentran en este caso y los resultados de su situación son frecuentemente el suicidio, la locura y las muertes prematuras, oca" sionadas muchas veces por esfuerzos cerebrales. La razón se fortalece y se auxilia con la fé y con las creencias : sin fé, y entregada la razón á los azares de la duda y del excepticismo, se des- truye y se aniquila, y es incapaz para servir á ningún fin ; es el estado más violento del hombre y de la humanidad, siendo las revoluciones su inmediata consecuencia en la vida social y el desenfreno de todas las pasiones, los desaciertos, los vicios y los crímenes, y la locura sus efectos en los individuos que caen bajo su influencia. Hemos dicho al principio que en Madrid abundan los elementos de destrucción moral en mucha mayor escala que los físicos, y hemos in- dicado que sin la preservación de los primeros todos los cuidados higiénicos respecto á los se- gundos son completamente inútiles é ineficaces. Si el hombre fuera una simple máquina, un or- 143 ganismo puramente material, indudablemente bastarían aquellos cuidados para prolongar inde- finidamente la vida ; y con tener suficientes medios de fortuna para poder realizar aquellos, conseguiríamos fácilmente el objeto : las clases acomodadas serian entonces las que presentarían el mayor número de ejemplos de longevidad, y la proporción de estos estaría en razón directa á la riqueza ; pero esto no sucede así, porque hay sobre nuestra materia otra cosa superior que la domina, la dirige y la gobierna, y el que no pone el primer cuidado en conservar y fortalecer esta potencia, este organismo superior, jamás llega á alcanzar sino una vida corta, enfermiza y mise- rable. De aquí toda la importancia que la higiene moral encierra, y muy principalmente para los habitantes de esta capital, donde el continuo sen- tir de emociones variadas, el arrastre seductor de los deleites, la caprichosa frivolidad de tantas apariencias y la agitación incesante que la vida local á todos comunica, cansa, agota y extravía el ejercicio de las fuerzas afectivas, ofusca y aminora el poder de discreción en el espíritu, y acaba por consumir la innervacion orgánica y cegar las fuentes vitales necesarias para la vida, la salud y la longevidad. No terminaremos estas consideraciones que nos sugiere la materia sin hacer algunas adver- tencias sobre las lecturas más habituales y gene- ralizadas entre el vecindario de esta corte, por- 144 que se rozan íntimamente con la instrucción y la moralidad, y tienen en este sentido una im- portancia considerable. El pueblo de Madrid lee abundantemente pero más bien por recreo que por instrucción, más por curiosidad que por móviles utilitarios, y más, en fifi, que por interés moral y fomento de su propia inteligencia por la fatal manía de la política que avasalla en todas las clases la aten- ción de los entendimientos. Los periódicos polí- ticos son por esta razón el pasto diario de todas las inteligencias, y puede asegurarse que en la exclusiva lectura de estos se halla basada hoy toda la instrucción de la mayoría del vecindario, sin poder añadir otra fuente que la que le llevan los libros de novelas que se arrojan para suscri- cion por debajo de las puertas. En los periódicos políticos se desatiende generalmente todo lo que no es de su primordial objeto, y sus gacetillas y folletines arrojan diariamente sobre las inteli- gencias, ávidas instintivamente de algún alimen- to moral, futilidades unas veces, errores tras- cendentales otras, y si alguna vez dan algo útil, la mezcla de lo uno y de lo otro produce para el espíritu lo que para el cuerpo una alimentación caprichosa y desordenada. Las novelas que la juventud y las familias acogen con avidez suelen ser muchas veces una enseñanza de inmoralida- des, ó esconder bajo sus atractivos las más per- versas ideas; y aquellas á que antes hemos alu- 145 dido y que de continuo nos asaltan por debajo de la puerta, son, con raras escepciones, un mos- trario de escenas repugnantes, donde el' asesino y el homicida, el ladrón de honras y fortunas, la prostitución y el adulterio y los vicios y cor- rupciones sociales se presentan ante la incauta imaginación de los lectores con formas impresio- nadoras que se gravan en la memoria para servir de ejemplo constante y para familiarizar los vi- cios y los crímenes con los accidentes ordinarios de la vida. Los jefes de familia, que deben cuidar con interés la educación moral é intelectual de sus allegados, y muy principalmente de la ju- ventud, tengan esto bien presente y traten de asegurarse y buscar en libros y papeles la segu- ridad de una enseñanza que ilustre en sus debe- res al ciudadano, que consuele en las aflicciones, que enseñe la dirección de los instintos y que enriquezca los conocimientos que cada cual siem- pre necesita en sus ocupaciones. Así como al hablar de los alimentos y bebidas inculcamos la necesidad de buscar en estos la pureza, y señala- mos el fraude que en ellos se hacían, aquí hace- mos la misma observación y advertimos que si aquellos, cuando son insuficientes, impuros y adulterados, ocasionan la ruina orgánica, los ali- mentos morales son aun de más trascendental importancia para la salud y la vida, y el que no procura precaverse contra sus traidoras adulte- raciones no espere sino fatales consecuencias. 10 146 De los temperamentos y constituciones. Nace cada cual con un peculiar tipo de orga- nización heredado de sus mayores y de las di- versas circunstancias que se han reunido para su desenvolvimiento, y éste tipo particular consti- tuye la base de los diversos temperamentos y constituciones de cada individuo. Todos ellos permiten la salud constante, la vida larga y una robustez satisfactoria; pero no todos con una misma facilidad y cada uno con predisposiciones diversas y más ó menos contrarias á aquellos resultados: de aquí la necesidad de dar sobre este punto algunas importantes advertencias. Los temperamentos que se llaman sanguíneos sostienen más que otros la salud, hacen vivir ge- neralmente sin achaques, pero no suelen ser los que alcanzan más larga vida en esta corte: pre- disponen á las enfermedades inflamatorias y apo- pléticas de. los órganos del pecho y la cabeza, y la importancia y agudeza de estos padecimientos y la facilidad con que se adquieren en la villa y en el descuido con que suelen vivir, fiados en su robustez, los que gozando estos temperamentos son causas de la pronta terminación de su vida. Para conservar, pues, sus ventajosas condiciones orgánicas, estos individuos deben procurarse una vida activa que consuma la exuberancia de sus fuerzas, evitar los excesos de la gula, usar de una alimentación moderada, privarse de bebidas espirituosas y procurar gran dominio sobre sus afectos, pasiones é impresionabilidad moral, por- que se hallan predispuestos al arrebato, la cóle- ra, el orgullo y la soberbia, afectos que~determi- nan fácilmente bruscos y mortales accidentes cardíacos y cerebrales. Los individuos de temperamento nervioso viven en esta corte con bastante facilidad si tie- nen el cuidadado de arreglar y cuidar un poco su salud física y moral; pero si se entregan al abandono de su voluble impresionabilidad, son víctimas tempranas de los rigores del clima y de todos los elementos destructores que abundan en la sociedad de la corte: los vicios, las pasiones, las enfermedades todas los arrastran y aniquilan su existencia brevemente. Mucho ejercicio cor- poral, grande abrigo interior para la preserva- ción del frió, una completa moderación en todos los actos de la vida, proporcionan á estos tempe- ramentos los medios de vivir en Madrid sana y largamente. Las mujeres, en quienes abunda este temperamento y llevan una vida en general más arreglada y menos agitada que los hombres, vi- ven más que estos en Madrid. . El temperamento linfático tiene en el clima de esta corte sus ventajas y sus inconvenientes, 148 En las primeras edades, hace trabajosa la vida, difícil por demás el desarrollo orgánico y la con- servación de la salud, y es el fundamento y auxi- liar más poderoso de todas las perturbaciones y degeneraciones más graves del organismo, deter- minando su influencia una gran parte de la mor- talidad de la juventud; pero en las edades adultas y en los individuos que han logrado completar debidamente sus formas y desarrollo orgánico, este temperamento le permite fácilmente alcanzar una vida larga y tranquila. Necesario es en estos individuos una alimentación siempre tónica y abundante, mucho sol huyendo de las sombras y lobregueces y ejercicio al aire libre. Cada uno de estos temperamentos, puede pre- sentarse más ó menos pronunciados ó modificados entre sí ó por otros elementos ó preponderancia de ciertos caracteres, constituyendo condiciones más ó menos favorables á la salud ó predisposi- ciones distintas á las enfermedades. Entre estas variedades sobresale el que se ha llamado tempe- ramento bilioso, muy común en esta corte, y que predispone y determina á flatuosidades, astric- ciones de vientre, indigestiones, cólicos y altera- ciones diversas del estómago y tubo digestivo, ictericias y enfermedades hepáticas y ánimos irritables, coléricos ó melancólicos, y á estos temperamentos les conviene una alimentación ordenada, abstención de las bebidas espirituosas, ejercicio y distracción y vida poco sedentaria. 149 Dentro de un mismo temperamento varían también las condiciones de cada individuo, pre- sentando los unos una constitución más ó menos activa é irritable y otros floja y débil, propensa la primera á los padecimientos agudos, á los len- tos, crónicos y pasivos la segunda, y necesitando aquellos moderación en todos los actos de la vida, como estímulo y tonicidad los otros en los mis- mos. Hay naturalezas secas generalmente favo- rables á la longevidad si las acompaña una buena conformación y un orden de vida arreglado, y naturalezas húmedas propensas á las pérdidas por evacuaciones y sudores que viven mejor en Madrid por invierno que en verano y que nece- sitan de grandes cuidados higiénicos para la con- servación de la salud. Son otras constituciones propensas al abultamiento de las formas y á la obesidad, necesitando de ejercicio y de alimenta- ción muy animalizada para contrarestar sus pre- disposiciones, y otras, por el contrario, tienden á ser enjutas y alongadas, á quienes es útil la ali- mentación jugosa y vegetal. Tienen otros predisposiciones especiales de temperamento y constitución para diferentes afecciones y maneras de ser y'padecer, y en el estudio de sí mismos y la consulta al médico ha- llarán los preceptos especiales que deben conve- nirle. En general no son los temperamentos esclu- sivos los que permiten vivir mejor, y en Madrid 150 los sanguíneos y nerviosos combinados con el linfático constituyen el tipo que más favorable- mente se armoniza con las condiciones de la lo- calidad. De las edades. No es el clima de Madrid igualmente sopor- table para todas las edades, y en las primeras sobre todo, es difícil por demás y trabajosa la vida, muriendo los niños en una proporción exorbitante y desarrollándose por lo común muy débilmente. La juventud no es mucho más afor- tunada que la niñez, teniendo que luchar con todos los rigores del clima y á la vez con las pri- meras impresiones de la corrupción social: la edad adulta es para quien ofrece sus más favorables influencias esta villa, así como la vejez, si se al- canza con buenos antecedentes, se puede también sostener sin grandes dificultades, aunque luchan- do también, como en la edad primera, con los rigores naturales de la localidad y con las pri- vaciones que esta edad exige para su conser- vación. Importa, pues, sobremanera atender de un modo especial al cuidado higiénico de las distin- tas edades; y como la primera, que es la funda- 151 mental, sufre más que ninguna en esta corte, debemos fijar principalmente sobre ella la aten- ción. Desde el seno materno debe empezar el cui- dado sobre los hijos, y para que el desarrollo de estos tenga lugar debidamente, han de cuidar las madres de alimentarse bien durante sus emba- razos, de no desatender un ejercicio moderado, evitando las continuas posiciones sedentarias y los esfuerzos y movimientos violentos. Hemos indicado en esta obra que el clima local es favo- rable para las parturientas; pero importa por lo mismo no contrariar con desarreglos, excesos y violencias estas favorables condiciones. Las que viven en altos cuartos tengan presente que el subir y bajar de continuo y sin descanso muchas escaleras predispone á los abortos y á las defor- midades de la criatura con el vaivén de los mo- vimientos, igualmente que las que se dedican á trabajos que requieren, como el de las lavande- ras, posiciones esforzadas;, aquellas que, por el contrario, se abandonan á la quietud y la moli- cie ó se ocupan de continuo en trabajos sedenta- rios, no suelen dar á luz sino criaturas pobres y débiles en tamaño y naturaleza; y aquellas de acomodada posición que á la vez se entregan al quietismo y á una alimentación excesiva, suelen dar hijos cuya exuberancia de forma y nutrición les acarrea enfermedades de violenta agudeza con que sucumben prontamente. Tengan, pues, 152 presente las madres de familia estas advertencias para evitar, como cada cual pueda y deba, sus trascendentales consecuencias. Necesario es tam- bién advertir sobre el acto del nacimiento que este debe siempre verificarse bajo la dirección ó inspección de persona facultativa, bastando en los casos ordinarios un comadrón ó una partera autorizada, y toda parturienta debe guardar quietud y el régimen dietético que el perito asis- tente le marque, hasta que se establezca la fun- ción de la subida de la leche. La lactancia de los niños es de una importan- cia trascendental, y ninguna les aprovecha tanto como la de su misma madre; pero conviene, sin embargo, recurrir á otra cuando esta no reúne condiciones de robustez, temperamento y cons- titución sana, debiendo consultarse siempre al médico antes de decidir lo uno y lo otro, pues sobre este punto, que es trascendentalísimo, hay en Madrid un desconcierto completo. Por la moda y por la gala de ostentación muchas madres de admirable robustez privan á sus hijos de tras- mitirles este precioso é inestimable don, superior á cuantos puedan dejarles en herencia, y los en- tregan á todas las contingencias de la lactancia mercenaria, observándose esto muy principal- mente en las señoras de posición más acomodada, que no teniendo ocupaciones de necesidad, son las que más aprovechadamente pueden dedicarse á la crianza de sus hijos: otras, por el contrario, 153 llevadas de un exajerado amor, y aun también de presunción, por el sentimiento de la maternidad, lactan sin condiciones para ello á sus hijos y les inoculan la debilidad é insuficiencia orgánica. cuando no otros vicios y gérmenes morbosos dé fatales consecuencias. ¡Cuántas veces por la calle no observamos este contraste, viendo alguna desdichada madre herpétiea ó escrofulosa, ó de otros indicios morbosos, con el hijo pendiente de su pecho, dándole incautamente el veneno que los ha de destruir, y cerca de ella alguna otra de lozana robustez, haciendo impúdica osten- tación de llevar á su lado la nodriza, por quien acaso está trasmitiendo á su hijo los gérmenes hereditarios más destructores del organismo! Menester es que las familias comprendan la inmensa trascendencia que tiene la lactancia para el porvenir de la vida y la salud de los ni- ños, desatendidos en esta corte de una manera lamentable, como lo demuestran las exorbitan- tes cifras de su mortandad, lo mismo en las clases bajas que en las medias y en las altas. Importa, pues, que toda madre sana y bien constituida crie á su hijo y que cuide cuanto le sea posible de su salud durante la lactancia, alimentándose bien, haciendo algún diario ejercicio y buscando á su ánimo tranquilidad completa. Las que por sus achaques ó su enfermiza constitución no puedan ó no convenga que lácten á sus hijos, hagan gustosas el sacrificio de esta satisfacción mater- 154 nal y críenlos con nodriza; pero no debe nunca elegirse esta sin previa consulta médica que in- dique las condiciones que deba reunir y que reco- nozca facultativamente á la elegida, debiendo al mismo tiempo las familias recoger por su parte otro género de informes, porque el carácter y la moralidad de las amas de cria es de no escasa importancia en este punto. La municipalidad ha dictado varias veces disposiciones conducentes á garantir en este servicio al vecindario, y aunque no han sido hasta el presente eficaces, el asunto es demasiado importante y es de -creer no siga desatendido, por 1» administración. Acostum- bran muchas familias enviar los niños fuera de Madrid , donde encuentran más económi- camente quien los lacte; pero el darlos á criar fuera del cuidado y la vigilancia materna es siempre inconveniente. La lactancia artificial por me.dio del biberón y la leche de cabra puede suplir en muchos casos á la de la mujer, y se con- siguen niños desarrollados y robustos con ella; pero no siempre da este resultado satisfactorio y solo debe recurrirse á ella cuando no sea posible de otro modo. La lactancia, como alimentación exclusiva de los niños, no debe en Madrid prolongarse más allá de los cinco á los seis meses, desde cuya época debe comenzarse á habituarlos también á otros alimentos, pues el método contrario favo- rece las constituciones y temperamentos débiles 155 3T linfáticos. Conviene asimismo pasearlos diaria- mente al aire libre en los brazos de las madres, de las nodrizas ó de las niñeras, y de ningún modo en coches de mano, donde pierden el calor y sufren todos los rigores de la intemperie que no pueden resistir. El destete completo puede hacerse desde el momento en que los niños se sostienen por sí so- los de pié, comen de todo, teniendo la dentición adelantada. Importa después seguir alimentán- dolos sanamente, habituándolos á que se acuesten temprano y á que madruguen y á que vivan y jueguen al aire libre. Como en esta corte hay tantas madres que tienen que pasar el dia fuera de sus domicilios, la institución de las casas de párvulos para recoger los niños durante las horas de trabajo es de suma necesidad, y la administra- ción y las claees acomodadas debieran favorecer los institutos que, como el de San Vicente de Paul, tanto han trabajado para sostener esta clase de establecimientos en la villa. Si el período de la lactancia y de los prime- ros años es de inmensa trascendencia para el por- venir de la organización, no es menos importante el que le sigue, en el que á la higiene puramente física hay que agregar la higiene moral, la edu- cación y preparación para la vida social. Como en el seno de las familias es donde aprenden los niños el lenguaje, reciben las primeras ideas y conocimientos y todos los fundamentos de la 156 moral práctica, debemos recordar á los padres el cuidado de no ingerir en sus hijos con ejemplos inconvenientes hábitos viciosos en palabras y en ideas, en costumbres y sentimientos, teniendo siempre presente que las primeras impresiones y los hábitos que se adquieren al calor del hogar doméstico no se suelen olvidar jamás. La edad en que los niños deben ser enviados á la escuela para perfeccionar el conocimiento del lenguaje oral y aprender el escrito y recibir la instrucción que comprende la primera ense- ñanza, de qne nadie debe carecer, no debe antici- parse á los seis ó siete años, y en Madrid abun- dan-los colegios y las escuelas públicas y gratui- tas para todas las clases sociales. Importante y trascendental es este asunto, y enlazado ínti- mamente con el porvenir del individuo y de la sociedad, y grandes los deberes que en este punto tienen los padres y la administración pública. Cumple á este resolver si la instrucción primaria ha de legislarse ó no como forzosamente obligato- ria, y á la vez lo que en ella se debe comprender; y sobre lo primero, tiene desde luego el deber de facilitarla y dispensarla gratuita y ampliamente, siendo este un ineludible deber de las municipa- lidades. La de Madrid sostiene numerosas escue- las públicas de uno y otro sexo, y sobre ellas solo nos cumple decir que no en todas se halla atendida debidamente la higiene de los niños, por las mezquinas condiciones de los locales que 157 á ellas se destinan, y aun el edificio que para modelo de las mismas se construye en la plaza del Dos de Mayo no creemos que reúne las con- diciones al caso necesarias : tampoco vemos que se consagre á este asunto toda la atención que le es debida, y fuera de desear que al vecindario de Madrid se le hiciera conocer, en exámenes públicos verificados anualmente con toda solem- nidad, la importancia de este servicio y el estado en que se encuentre : serviría esto de estímulo á los profesores y á la juventud, y seria uno de los medios de hacer conocer y difundir la trascen- dencia del asunto. No debe limitarse la vigilan- cia municipal á sus propios establecimientos, sino á los de libre institución, donde las familias lle- van confiadamente sus hijos á colegios y escue- las que ño reúnen condiciones ni para la salud física de los alumnos, ni para su instrucción y desarrollo intelectual. Los padres deben de cerciorarse antes de lle- var sus hijos á los establecimientos de enseñanza de lo que con relación á la salud física, intelec- tual y moral de éstos les puede en aquellos ocurrir, comprendiendo que la higiene de la niñez exige en este punto grandes cuidados, y que no habrán llenado bien los deberes sociales y de fa- milias si no han puesto por su parte toda la dili- gencia debida para que los niños alcancen un desarrollo físico robusto, un entendimiento de fácil aptitud y comprensión, y se hallen adorna- 158 dos de instintos y sentimientos que revelen una debida educación moral. La edad de la juventud es peligrosa en la corte por demás, y se malogra una gran parte de ella por los desórdenes físicos y morales á que la conduce su debilidad y su inesperiencia, necesi- tando por parte de las familias una dirección y vigilancia muy discreta. Es la edad en que se completa el definitivo desarrollo de la organiza- ción , en la que se desenvuelven todas las pasio- . nes y en la que principia á hacerse independiente la expontaneidad moral del individuo; y el joven que se encuentra en medio del torbellino de la corte, asaltado por todas partes de impresiones que le halagan y seducen, se entrega fácilmente en brazos de todos los elementos destructores de la salud y de la vida. Importa, pues, en esta edad atender con gran cuidado á la conservación del individuo, y como en ello influye de gran modo el género de ocu- pación á que los jóvenes son dedicados, en este punto conviene prestar grande atención higié- nica. Debe estudiarse siempre por un lado la in- clinación ó disposiciones especiales que el joven manifieste, y por otro sus condiciones y aptitud física, y dedicarlos á aquello que no le perjudi- que y en que puedan fácilmente adelantar y ser útiles á sí mismos, á su familia y á la sociedad. Cuando los jóvenes no demuestran una pre- dilección muy marcada hacia un oficio ó profe- 159 sion, es lo más acertado dedicarlos al mismo de sus padres ; costumbre importante que trasmite en las familias los adelantos del trabajo indivi- dual y conserva el amor y entusiasmo en las pro- fesiones, base principal de todos los progresos. La facilidad que ofrece esta corte para seguir las profesiones literarias, induce á las familias á enviar á sus hijos á la universidad sin atender á otras conveniencias, y multitud de jóvenes ma- logran su porvenir, siguiendo esas carreras tra- bajosamente, cuando fácilmente hubieran ade- lantado y asegurado una posición en otros oficios y profesiones artísticas é industriales que se des- deñan sin razón. Las clases acomodadas prestarían un gran servicio á la cultura y adelantos de nuestra pa- tria si dedicaran sus hijos al estudio y cultivo de aquellos conocimientos que requieren grandes y dispendiosos recursos como las ciencias físicas y naturales y las bellas artes, relegadas principal- mente las primeras á los que sin medios de for- tuna y teniendo que vivir de ellas, no es posible que puedan sino muy difícilmente contribuir en gran cosa á su adelanto. Para la elección de oficio, á la vez»que el ins- tinto y la inclinación y los medios de fortuna, debe consultarse á la aptitud física de los jóve- nes, siendo, por ejemplo, inconveniente dedicar á trabajos sedentarios los de temperamento linfá- tico, que debe escogérseles ocupaciones que fa- 160 vorezcan con el ejercicio y movimiento su cons- titución: los de buena conformación y robustez hállanse aptos para toda ocupación física, pero los débiles de constitución necesitan ocupaciones donde se respire aire sano, y el trabajo sea pro- porcionado á los recursos de sus fuerzas. No debe dedicarse á ningún joven antes de los doce ó catorce años, según su grado de desarrollo y ro- bustez, á trabajo alguno de explotación, y úni- camente á los de simple estudio ó aprendizaje, y por último, los padres y las familias, cuales- quiera que sea su posición social, deben cuidar de que la juventud no viva ociosa, pero que tam- poco se la explote con mengua de su salud y de su vida. El recreo y las distracciones y cierta libertad de acción son en esta edad indispensables, pero serán siempre pocas todas las prevenciones con que deban vivir en este punto las familias y los mismos jóvenes para que no sean envueltos y arrastrados por los desórdenes y los vicios, y las enfermedades que son su consecuencia como las tisis y degeneraciones orgánicas y virulentas que tanto los diezman en esta corte. La edad adulta es fácilmente sostenible en esta corte con un estado de salud y robustez sa- tisfactoria desde el momento que se sujetan los individuos á una vida arreglada, y á esta edad son principalmente aplicables los preceptos ge- nerales que exponemos en esta obra. Debemos 161 indicar que en esta edad es altamente antihigié- nico el estado de celibatismo, tanto en uno como en otro sexo, pero muy especialmente en.el hom- bre, en quien este estado, cuando circunstancias especiales no lo justifican, es altamente censu- rable. Dominan también en esta edad algunas pa- siones especiales como el orgullo, la ambición y el amor propio, los vicios del lujo, del juego, de la gula y la embriaguez, y en esta corte princi- palmente la pasión de la política que absorbe y malgasta las inteligencias, arrastrando muchas de ellas al extravío y la locura y á los desastres más considerables para las familias. La edad adulta tiene también la responsabili- dad de todos los desórdenes sociales, y sus condi- ciones le impone el deber de servir de ejemplo y modelo á todas las demás, y muy principalmente en el cumplimiento de los preceptos déla higiene y de la moral. La vejez en Madrid puede prolongarse has- ta su mayor límite, como de ello no son raros los ejemplos; pero para alcanzarlo se necesitan antecedentes favorables ó sea haber prestado al- gún cuidado á la conservación de la salud en las edades anteriores y evitar luego todo desarreglo en las costumbres, todo esceso en bebidas y ali- mentación y tener el ánimo y la conciencia tran- quila para someterse á las privaciones de los go- ces físicos y sobrellevar los disgustos, las contra- 11 162 riedades, los desengaños y los achaques que trae consigo esta edad. Se necesita en ella una severidad grande en la regularidad del método de vida, siéndole fata- les los cambios y variabilidades de todo género, lo mismo en el orden físico que en el moral. Las impresiones fuertes le son siempre desastrosas, y las preservaciones contra los rigores de las estaciones, y principalmente del invierno, de- ben ser extremadas. Los que otra conducta observen, al llegar ó al acercarse á la vejez, no esperen otra cosa que la brevedad de su vida, la adquisición ó agravación de achaques penosos, y cuando no otra cosa, el escarnio y ridículo que arroja la sociedad sobre los viejos atildados y ca- laveras y las viejas petimetras y acoquetadas, género uno y otro que no escasea en Madrid. Higiene de los sexos. En Madrid viven generalmente menos acha- cosas las mujeres que los hombres, y es esto de- bido en parte al temperamento especial de aque- llas y á la vida más regularizada que por lo eomun observan, siendo esto último de la mayor importancia, pues las mujeres que se entregan á los desórdenes y el vicio sucumben generalmente muy pronto. 163 El clima de esta corte es muy favorable, como lo hemos indicado, á los temperamentos nerviosos y sanguíneos que se combinan con el linfático, y este es el que predomina generalmente en la mu- jer que bajo el bienestar que las condiciones lo- cales le proporciona, adquiere la energía y reso- lución física y moral que distingue á las hijas de esta corte. Tienen, sin embargo, achaques y padecimien-> tos que son propios de su sexo y de su modo de ser y de vivir en esta capital y requieren cuida- dos higiénicos que le son también exclusivos. Desde luego es en ellas, aun mucho más que en los hombres, de una gran necesidad, el aseo y la limpieza de la persona, y del abandono ó poco esmero en este punto proceden en ellas varios padecimientos. Durante los períodos mensuales, deben abstenerse de ejercicios, esfuerzos y ocupa- ciones violentas, y de agitaciones morales y aun de asuntos de grande interés, porque en este pe- ríodo generalmente la mujer se halla incómoda, irascible, escéntrica y caprichosa, y menester es tener esto presente hasta en las personas que las tratan y rodean, para dispensarle entonces su mal humor. Deben también en estos períodos evitarse las mojaduras, principalmente en las extremida- des inferiores, y asimismo ciertas labores como la del planchado, que es en tales circunstancias muy perjudicial. Dos épocas importantes hay en la vida de la 164 mujer: la de la pubertad y la de la edad crítica que suelen ser difíciles de atravesar. La primera, que no suele ser muy prematura en esta corte, generalmente de catorce á diez y seis años, re- quiere bastante atención por parte de las fami- lias; deben cuidar desde que se aproximan á esta edad de hacer frecuente ejercicio al aire libre, alimentarse tónicamente y consultar al médico cuando la debilidad de la organización, el poco desarrollo en el cuerpo y en las formas, la de- coloración de la piel ú otras circunstancias indi- viduales puedan hacer temer dificultades en este período y necesidad de ayuda de alguna medica- ción. En general conviene á todas pasear y beber agua de la Casa de Campo, que es útilísima á las jóvenes en esta edad y en las sucesivas hasta su completo desarrollo. En la edad crítica, que cor- responde generalmente hacia los cincuenta años, conviene que se observe una gran moderación en todos los actos de la vida; y como son mu}' varias las alteraciones que sufren las mujeres, según las circunstancias particulares de cada una, conviene consultar al médico para el régimen especial que debe cada cual observar en este período. A más de estas dos importantes épocas, ofrece la vida de la mujer situaciones orgánicas dife- rentes que requieren también una higiene espe- cial. Una de ellas es el estado de embarazo, y ya hemos indicado, hablando de las edades, algunos de los preceptos que deben observar en esta si- 165 tuacion. El uso de fajas y compresores para disi- mular el abultamiento del vientre, que suelen em- plear en esta corte, algunas por el bien parecer de su figura, otras por ocultar el testimonio de sus faltas de honestidad, constituye un atentado con- tra la salud y la vida de la misma madre y del futuro hijo, y es una causa productora de fatales consecuencias, de la que brotan los monstruos y los entes raquíticos, enfermizos y deformes, y los abortos y partos de accidentes peligrosos y las afecciones de la matriz y de las visceras todas del abdomen y del pecho. Solo en aquellas muje- res que por especial conformación ó por algunas lesiones especiales tienen, como vulgarmente se dice, el vientre muy caido, se puede permitir sin inconveniente y con ventaja el uso de fajas, sim- plemente contentivas. Los períodos de lactancia requieren también cuidados especiales, de los que algunos hemos ya indicado. Importa, durante ellos, que la mujer se alimente con mayor cantidad y con frecuen- cia, y es en Madrid indispensable que paseen dia- riamente para que las bañe el sol y respiren aire sano y puro. El cuidado de los pechos es impor- tante por la frecuencia con que en ellos se forman los pelos ó flegmones que los destruyen y hacen sufrir horriblemente, y para evitarlos conviene tenerlos en abrigo con una fina franela pectoral, no descubrirlos entre corrientes de aire, ni brus- camente al frió, sino cubriendo entonces al pecho 166 y la criatura con mantón ó prenda de abrigo, y por último, cuidar de su limpieza, lavándolos al- guna vez con agua tibia, y siempre que se acabe de mamar limpiándolos ligeramente con un lienzo fino. La vida de la mujer, por el destino especial de su sexo, está llena de distintos modos de ser y de transiciones orgánicas muy diferentes, y requiere por lo tanto mayor atención física que la del hombre, que no sufre más variantes que las consecutivas al crecimiento y variabilidad de las edades. Esta circunstancia contribuye á reservar casi exclusivamente para el hombre todo lo que se refiere á los grandes y continuos ejer- cicios de la inteligencia y de las fuerzas físicas en la vida exterior, y queden para la mujer las atenciones internas de casa y de la familia, por la mayor compatibilidad de estas con el reposo y tranquilidad que aquella, en sus diferentes esta- dos, necesita. Importa, pues, que se tenga pre- sente esto en el destino y la educación de uno y otro sexo; pero que no se lleve el precepto hasta el punto de reservar todas las atenciones de educación hacia el hombre y abandonar por completo á la mujer. Tiene esta una misión social de altísima importancia, eral es la de dirigir y gobernar el interior de la casa y la familia, y debe ilustrarse lo bastante su inteligencia y su moral para que cumpla debidamente su cometido. En Madrid es esto de mucho interés, porque induda- 107 blemente la mujer ejerce más que en otros pun- tos una gran influencia, por ser la que dirige casi exclusivamente la educación moral de la familia y porque toma una gran parte también en la vida del trabajo y en la dirección de muchos y trascendentales asuntos públicos. Importa cuidar por tanto de su educación, hacerla hacendosa, diestra y entendida en todos los quehaceres do- mésticos, darle una ilustración mayor de la que se acostumbra á su inteligencia, y considerando por nuestra parte que la higiene es uno de los fundamentos del bienestar particular y público, á ella principalmente debe estar encomendado el cuidado de la aplicación práctica de los preceptos sanitarios en el seno de la familia para que de esta trascienda al común de la vida pública. De- be, pues, cuidarse con igual atención la ense- ñanza de la mujer que la del hombre, y la ad- ministración pública fomentar y perfeccionar y vigilar las escuelas y colegios, lo mismo de uno que de otro sexo, y dar la norma y regla en los establecimientos públicos confiados á su cuidado. Por último, en la higiene especial de los sexos importa aconsejar que para el destino de las pro- fesiones se reserven para la mujer aquellos que por sus condiciones de quietud, recogimiento y limitada acción de fuerzas físicas son más apro- piadas para aquella. 168 De los estados. El estado célibe es el propio de la juventud y constituye un precepto higiénico para esta edad, que se halla consagrada por la naturaleza al des- arrollo de la organización propia, y en la vida social, á la educación y aprendizaje de los medios para vivir. El término eje la juventud no puede estenderse más allá de los veinticinco años, y este debiera ser también el del celibatismo; pero en Madrid los célibes, abundan en todas las demás edades y constituyen por su excesivo número el mayor y más poderoso elemento de la perturba- ción de costumbres y de todos los desórdenes de la vida local. La higiene y la moral pública pros- criben el celibatismo más allá de la edad que he- mos marcado, y aquellos pueblos donde se dicta- ban prescripciones vejefcarias contra los célibes, obraban indudablemente con arreglo á lo que la higiene, la moral, el fomento y conveniencia so- cial exige. El celibatismo en la edad adulta dá una mortandad considerable, y se halla expuesto y sufre todo género de enfermedades físicas y morales: hace al individuo vicioso y corrompido, ó egoísta y perturbador de la agena convenien- cia, á que lo conduce su aislamiento y sus esca- 169 sos deberes particulares: vive generalmente poco, y para llegar á la vejez necesita someterse á una moral rígida y á una metodizacion severa en sus necesidades orgánicas; y estas advertencias ten- ga presente la muchedumbre de célibes que ha- bitan en esta corte y que quieran guardar y con- servar su vida y su salud. Hay algunos indivi- duos á quienes el celibatismo puede ser útil y hasta necesario, como sucede á los que se hallan dotados de una constitución en extremo débil, falta de desarrollo ó enfermiza, á los cuales aconsejamos preferentemente este estado. El cé- libe, que viene á constituir un zángano social inútil y embarazoso, como que no vive más que para sí mismo, puede, sin embargo, ser un ele- mento útil en la sociedad cuando se consagra al bien del prógimo y da, con una vida arreglada, el ejemplo del dominio que podemos ejercer sobre todas nuestras pasiones y nuestros instintos na- turales . Este es el cometido que llena en la vida social el sacerdocio católico, cuyo obligado celi- batismo, bajo la dirección de la moral cristiana, enseña el camino de las virtudes más puras y la resignación para los sacrificios personales, sir- viendo de firme apoyo á la caridad y el servicio público. Los ejemplos de longevidad que frecuen- temente nos ofrece el clero son el resultado de su moralidad, regularidad de hábitos y costum- bres y satisfacciones que da á su espíritu su constante laboriosidad para el bien de sus seme- 170 jantes: el sacerdote desordenado muere siempre en temprana edad, como el célibe laico que sigue igual conducta. Constituida nuestra sociedad bajo la base de la familia, es de un deber rigoroso el estado ma- trimonial desde el momento que hemos pasado el período de la juventud. La mujer puede conside- rarse adulta para este estado desde la edad de 20 años; y tanto ella como el hombre, lo pueden ser en menor edad, cuando se hallan dotados de robusto y anticipado desarrollo, así como, por el contrario, deben retardar la época matrimonial los que se encuentran en opuestas condiciones orgánicas, atendiendo antes que todo á comple- mentar su robustez física. Los cónyuges pobres de constitución ó de desarrollo imperfecto y no acabado, no pueden dar más que prole achacosa y miserable, ni ellos proporcionarse sino el dete- rioro de su vida y su salud; importando tener esto presente, así-corno otras circunstancias, para la elección matrimonial. Búscase, ordinariamen- te en ésta la conveniencia de posición y de for- tuna, principalmente en las clases de cierta ca- tegoría, y debe saberse que la más importante fortuna de un matrimonio es la salud y ia robus- tez y la armonización de los temperamentos en- tre los cónyuges. Los que anhelen un bienestar en este punto, no busquen en la riqueza ó brillo de una posición social la exclusiva conveniencia de su matrimonio: busquen, antes que todo, la 171 salud y la robustez del cónyuge, y aun averigüen también su abolengo sanitario; de otro modo, se exponen á caer entre la podredumbre personal ó hereditaria que arrastran, desgraciadamente, muchos individuos y familias. Las madres, que más principalmente suelen intervenir en esta clase de asuntos, cuiden con atención de ello y desvíen á sus hijos de toda inclinación peligrosa en este punto. Todo el que intente casarse debería consultar su aptitud y conveniencia para ello; y cuando no se tuvieran condiciones apropiadas, tener resig- nación para desistir del propósito. Personas en- fermas y llenas de males trasmisibles; hombres y mujeres imperfectos, los unos por la generación, las otras por el parto; individuos deformes, ra- quíticos y tísicos, y otra multitud análoga, se ven diariamente, unos por ignorancia de las con- secuencias de su estado, otros por la temeridad de sus pasiones, y aun otros por criminal osadía, adoptar el estado matrimonial, para hacerse víc- timas del mismo ó para producir seres en dege- neración y crear vidas llevadas trabajosa y mi- serablemente entre dolores y sufrimientos. Ma- drid está lleno de estos desastres, y no podemos menos de llamar la atención de las familias sobre tan importante y trascendental asunto. Entre las personas sanas aun no es tampoco indiferente la elección, y deben sobre este punto tenerse presente algunas advertencias. Es, desde 172 luego, poco conveniente la diferencia grande de edad; y aunque el hombre es viril hasta sus más altos años, no conduce á la generación de buena prole tales diferencias. Tampoco es indiferente la cuestión de temperamentos; y en este punto debe tenerse presente que, ni física ni moral- mente, suelen hacer buena avenencia los que son entre sí muy análogos ó de una muy pronun- ciada contraposición, siendo el temperamento mixto el más favorable para su enlace y armonía con los demás, y para la producción de prole sana. Los matrimonios consanguíneos, á quienes se atribuye fatales consecuencias, no lo son pre- cisamente por la consanguinidad, sino por las analogías que llevan los cónyuges en tempera- mento, constitución y gérmenes hereditarios, que se suman y acrecen en el enlace. Las familias, prescindiendo de toda consideración, deben mi- rarse atentamente, y cuando en su seno no des- cuella ni la lozanía ni la fuerza y robustez física é intelectual, deben buscar en enlaces extraños su mejora: como aquellas en donde por genera- ciones afortunadas se han conservado brillantes tipos, deben cuidar de conservarse en su misma consanguinidad ó en otra que le sea análoga, y evitar á todo trance que se inmiscuen con ella gérmenes desconocidos ó temperamentos y cons- tituciones dudosas. Antes, pues, que buscar la posición y la riqueza, de efímera y contingente posesión, se debe buscar la salud y la robustez, 173 que es la más preciosa herencia que se puede trasmitir á la prole: la familia que por un pedazo más de pan vende sus condiciones sanitarias y se inocula el germen destructor de sus genera- ciones, no merece, ante la consideración pública, sino el tilde de un suicida, que comete el más trascendente crimen social. Debe tenerse pre- sente que, no solo se trasmiten los defectos y deformidades y los gérmenes morbosos de la or- ganización física, sino los defectos y extravíos de la organización intelectual y de los hábitos mo- rales; como en contraposición debe saberse que se heredan asimismo los tipos de la belleza física y délas inteligencias distinguidas, y estos bienes son los que más importantemente se deben bus- car en los fines matrimoniales. Debe, por último, atenderse en este asunto á los afectos de amor y simpatía, que son en el ma- trimonio una base y fundamento de futuro bienes- tar, debiendo respetárseles en todo caso que no sea de los que conduzcan al desastre y las conse- cuencias que bajo el concepto sanitario dejamos indicadas. Las escenas de contrariedad á estos afec- tos, que á veces, por fútiles motivos, se suscitan en el seno de las familias, van seguidas muchas veces de fatales desenlaces, y se deben siempre evitar; pero los padres que oponen un veto al casamiento de sus hijos por cuestiones sanita- rias, cumplen uno de sus más sagrados deberes, porque en ello no hacen otra cosa sino defender á 174 su descendencia de los gérmenes destructores de la vida, que una ceguedad de pasión é inexpe- riencia le intenta inocular. Todas las advertencias que preceden, por pe- sadas que parezcan, son indispensables en los habitantes de esta corte, vista la desatinada in- diferencia con que viene siendo mirado este asunto, y la necesidad de atender á la mejora or- gánica de la población, agobiada con el peso de una masa de débiles y pobres criaturas que su- fren las tristes consecuencias del desacierto ma- trimonial de sus padres, y son á la vez un ele- mento de empobrecimiento, de miseria y de in- fecundidad; las familias degeneran y desapare- cen; la población se hace cada vez más enfermi- za; la mortalidad aumenta, y el pueblo en gene- ral se aniquila y se envilece, y física y moral- mente se hace cada vez más manifiesta la degra- dación. Ténganse, pues, bien presentes todas estas circunstancias, y cada cual vea la manera de evitarlas y de contribuir á un resultado dife- rente al tomar el estado matrimonial, que es, por lo demás, el propio y natural del individuo adulto, el que más favorece la salud, el que pre- serva más de las enfermedades, y el que, meto- dizando más la vida, la predispone á una larga duración. Es además este estado, tal y como ha sido instituido por el Cristianismo, la institución que más eleva la consideración y dignidad hu- 175 mana; y ninguna de las diversas maneras de sustituir sus fines, creadas por otras religiones y sectas políticas y religiosas, tiene, bajo el punto de vista higiénico y sanitario, sus venta- josas condiciones. Ninguno metodiza más favo- rablemente el sostenimiento y propagación de nuestra especie; él crea la institución de la fami- lia, bajo la base de los más puros sentimientos de amor y confraternidad; y sobre la base de la familia, se funda el estado social de los pueblos cristianos, que, bajo esta constitución, han ad- quirido toda su superioridad entre las razas hu- manas. Inteligencias extraviadas han venido, sin embargo, á querer arrancar á nuestra sociedad este cimiento, y se ha puesto á discusión la uti- lidad del matrimonio y de la familia cristiana, y proclamádose la conveniencia de darnos nueva organización, bajo la base del individualismo. En Madrid no escasean los partidarios de esta doctrina, que ha llevado su influencia hasta las esferas del poder, y no podemos menos de llamar la atención pública, en nombre de todas las con- veniencias sanitarias, sobre las fatales conse- cuencias que para el sostenimiento de la vitali- dad de nuestra raza y el fomento y mejora de la población pueden acarrear tales ideas, fecundas solamente para concurrir á la desmoralización pública y á las degeneraciones orgánicas, que son su consecuencia. Como consecutivo al estado de matrimonio I7ü se halla el de viudez, que en algunos casos viene á ser análogo ai celibatismo, pero que en los más reúne condiciones muy distintas. El verdadero célibe no lleva consigo más atenciones que la de su propia personalidad, al contrario del viudo, que ordinariamente lleva consigo la familia que es consiguiente al estado matrimonial. Bajo el punto de vista higiénico, el viudo no necesita otros consejos que los del célibe cuando es solo, y cuando va acompañado de familia los del cum- plimiento de sus deberes en cuanto á la crianza, educación y dirección higiénica de aquella. El estado de viudez es generalmente más fácil de sobrellevar en la mujer que en el hombre, y esto explica y justifica el mayor número de matrimo- nios que tienen lugar en este estado *entre los primeros. Análogo á los estados de celibatismo y viu- dez lo es el eclesiástico, del que hemos hecho antes mérito y expuesto las condiciones que bajo el punto de vista higiénico le son más peculiares en el hombre. La mujer, que solo adopta este estado bajo el orden de comunidad, encuentra en esta una sustitución de la familia, sin la cual vive difícilmente, y en las comunidades libres la mujer religiosa presta en el ejercicio de la caridad cristiana los más sublimes, benéficos y útiles ejemplos sociales. En las que viven en clausura el sacrificio personal es mucho mayor, pero fuera de los estímulos y agitaciones del mundo social 177 y bajo el orden regular metódico á que se some- ten, alcanzan muy frecuentemente notable lon- gevidad. Hállanse, sin embargo, sujetas durante los períodos de la vida sexual á padecimientos físicos diversos, siendo en ellas frecuentes las clorosis, que les obliga á hacer uso continuo de aguas ferruginadas, los afectos neuróticos, las afecciones debilitantes y consuntivas. Los tem- peramentos nerviosos pronunciados son los menos apropiados para la clausura, así como tampoco los linfáticos, y es importante tener esto presente en las que intenten ingresar en los claustros. Importa también reparar en la elección de orden religiosa y de monasterio, porque las reglas di- ferentes de aquellas requieren diversas condi- ciones orgánicas en los que las profesan, y res- pecto á los segundos, conviene elegir aquellos en donde se reúnan mayores condiciones de sa- lubridad. En las reformas que sobre conventos y monasterios se han ido sucesivamente verificando en esta corte, no se han tenido nunca en cuenta ni estas ni otras muchas atenciones de índole hi- giénica ni sanitaria, siendo de lamentar el furor antireligioso con que, sin reparar en otras con- veniencias, se ha procedido en este punto. La supresión absoluta de las instituciones monásticas no se halla fundada en razones científicas com- pletas, ni en conveniencias sociales bien justifi- cadas, y la constancia con que estas institucio- nes brotan en todos los países donde las liberta - 12 178 des públicas existen, deben hacer comprender que su objeto y su carácter responde á algunas conveniencias y que su índole se halla identifi- cada con el sentimiento popular que las crea y las sostiene. La higiene social no puede recha- zarlas de un modo absoluto, y antes al contrario reconoce en ellas un auxiliar poderoso entre los elementos que pueden concurrir al progreso y mejora de las condiciones morales é intelectuales de los pueblos. De las diferentes clases sociales. En Madrid se hallan reunidas todas las clases sociales de nuestro país en sus infinitas varieda- des y categorías, no pudiendo darse á su pobla- ción ningún carácter determinado bajo este punto de vista. Los ricos y los pobres, los grandes y los pequeños, los que mandan y los que obedecen, se hallan en número considerable mezclados y confundidos, encontrándose frecuentemente ha- bitando bajo los techos de una misma casa desde la familia más pobre hasta la de más elevada categoría. Esta confusión que se observa más principalmente en todos los lugares públicos, da un carácter particular á la población, que impre- 179 siona favorablemente el ánimo y que constituye uno de sus más higiénicos atractivos. Resulta también del maridaje y movimiento de esta con- fusión cierto aspecto de bienestar público, y es indudable que bajo cierto punto de vista, la vida social de Madrid es favorable por demás al indi- viduo . Pero en medio de tanto oropel, las mise- rias no se ocultan á un ojo escudriñador, y en cada una de aquellas clases, órdenes y categorías que bullen por do quiera, tiene también el hi- gienista mucho que notar y que advertir. Las altas clases sociales viven generalmente entre el lujo y la ostentación que les correspon- de, entre el ceremonial y las distinciones que las rodea y entre el goce incesante de regalos y dis- tracciones de todo género, y se olvidan muy fre- cuentemente que son seres débiles y mortales, sometidos á todas las contingencias de la vida. Un modo de vivir puramente de afectividad, acaba pronto con las organizaciones, las embota, aniquila y empobrece, y las familias, como los individuos y los pueblos que se entregan á tal modo de ser, se degeneran, se consumen y se ex- tinguen entre series de fatales contingencias co- mo prácticamente lo enseñan numerosos ejemplos patentes á nuestra vista cada dia, y otros mu- chos que la historia nos conserva. En el interés de su propia conveniencia personal y en el de la conservación de sus linajes y descendencias, las altas clases, que tienen sus medios de fortuna 180 seguros para sí y para sus hijos, deben cuidar preferentemente de la sanidad de unos y otros, y no consiguen esto dejando en inacción la actividad de sus facultades físicas é intelectuales, sino aplicando estas al producto y fomento de la laboriosidad social. Ancho campo de satisfacciones propias, de granje popular y de estimación pública", de bene- ficios para el bien y progreso general, se ofrece á las altas clases, que disponen de todos los me- dios y elementos para educar y auxiliar sus fa- cultades naturales con el ejercicio y cultivo de las letras y las artes, con la protección á las in- dustrias, los oficios y empresas de todo género, y con las prácticas de la caridad y la beneficen- cia; los que por este caminó dirijan los fines de su vida y utilicen los recursos de su posición so- cial, reportarán el beneficio de la mejora física, moral é intelectual de sí propio y sus linajes, y enaltecerán la consideración pública de sus cla- ses: los que por el contrario sigan un rumbo de vida simplemente afectiva y consumidora, no se quejen de las consecuencias sociales que acarreen, ni de las degeneraciones morbosas que se ocasio- nen á sí mismos y á sus descendientes. La emula- ción entre los individuos y familias de estas cla- ses, versa más ordinariamente sobre la ostenta- ción, el lujo y los honores, que sobre los intereses del mérito y valer individual, y es lamentable que no -sucediera lo contrario. 181 Las clases medias comprenden una larga va- riedad de posiciones, y su carácter lo constituye la adquisición de su categoría por el mérito y valer individual. En estas clases, numerosas y preponderantes en Madrid, es donde se observan los más raros y opuestos contrastes y variaciones de posición y de fortuna, y donde más, por con- siguiente, se ven los grandes desastres físicos y morales que tales cambios y agitaciones ocasio- nan. Los unos llevan sus miras á la adquisición esclusiva de riquezas; los otros á la gloria y ce- lebridad de su nombre y sus trabajos; quién ala ambición de mando y de gobierno; algunos á la superioridad de gerarquía, y todos en fin se agi- tan y se mueven de continuo, porque la condi- ción de estas clases lleva en su índole la nece- sidad del movimiento y de la aspiración. Son por esta misma circunstancia el alma de la vida social, el elemento de la variabilidad y del pro- greso, y en el juego á que la impulsa su des- tino, ofrece á los individuos en ella compren- didos las más brillantes perspectivas y los triun- fos más halagüeños, pero también los más gran- des desengaños y las más degarradoras situa- ciones. Si estas clases no se someten á los rígidos preceptos de la higiene y la moral, sufren física y moralmente mucho más que las otras, siendo lamentable y casi exclusivo patrimonio de ellas el suicidio y la locura, las tisis y las neuroses, y 182 multitud de padecimientos de no menor entidad y trascendencia. Las prescripciones todas que comprendemos en este libro, tienen su más general aplicación á los individuos de estas clases, y no podemos menos de aconsejar su más extricta obediencia, tanto en lo que se refiere al cuidado físico de la organización, como al de sus elementos afectivos é intelectuales: y en la observancia de estos pre- ceptos y en una educación cimentada sobre la base de la moral y de las creencias religiosas, estas últimas desgraciadamente muy olvidadas por las clases medias en Madrid, hallarán los in- dividuos y las familias á ellas pertenecientes, los medios para sobrellevar las peripecias de su for- tuna, y los que han de poder conservarles la sa- lud física que necesitan en su trabajo y la robus- tez intelectual que indispensablemente les es ne- cesaria en sus aspiraciones. Las clases menestrales ó artesanas, y las in- dustriales constituyen en Madrid una gran parte de su vecindario, y en ellas se encuentran muy diversas condiciones de posición y bienestar. El movimiento considerable del tráfico local y el consumo extraordinario de todos géneros mantiene holgadamente la producción y el tra- bajo, y derrama de continuo abundantes produc- tos sobre las artes y oficios y sobre todas las in- dustrias, proporcionando fáciles medios de vivir y de adquirir fortuna; siendo por esta razón nu- 183 merosas las familias de estas clases que poseen grandes y medianas riquezas y que viven con desahogado bienestar. Sus aspiraciones sociales son por otra parte generalmente limitadas, y esto unido á la libertad que disfrutan en todas las maneras de vivir, las ningunas exigencias que se les pide en las formas de representación y trato social, hacen que estas clases puedan considerarse como las más afortunadas dentro de las condi- ciones sociales del pueblo de Madrid. Su salud y su vida fácilmente pueden conservarse, y venta- josamente sobre las demás clases de la corte, si se sujetan á un orden metódico y regular en los actos de la vida y del trabajo, sin dejarse arras- trar por algunos vicios, como el no poco común de los excesos en las bebidas. Hállanse también en estas clases avaros que por enriquecerse maltratan y destruyen su salud y las de sus familias en los excesos del trabajo y el ahorro y privaciones á que para su objeto se someten, y otros que viven despilfarradamente consumiendo diariamente sin objeto lo que dia- riamente producen ó consiguen en sus industrias ó sus oficios, contando siempre con la seguridad de producción de éstos, sin acordarse que por la edad y por la alteración de la salud y por otras muchas circunstancias pueden verse inhábiles para sus ocupaciones. Si todos tuvieran presente el deber de atender al cuidado de la vida y la salud, ni los unos harían sacrificios contrarios á 184 esta, ni los otros se abandonarían á tener que acudir á la caridad en el momento que por su des- orden y despilfarro necesitan de su auxilio. Una educación más moral y religiosa, más artística y económica que fácilmente pudiera iniciar la ad- ministración pública, haría de estas importantí- simas clases uno de los grandes elementos de en- vidiable y lozana prosperidad del vecindario. Las clases que podemos llamar más exclusi- vamente jornaleras, por hallarse consagradas al trabajo material indeterminado, sirviendo de auxiliar á las demás, forman diversas agrupacio- nes alrededor de las artes, los oficios, las indus- trias y obras públicas, y son en Madrid, como en todas partes, las que se hallan en condiciones higiénicas y sanitarias menos ventajosas por los escasos recursos con que cuentan. Todos los in- convenientes y contrariedades que en viviendas, alimentación y demás puntos y objetos que he- mos tocado en esta obra, pesan duramente sobre los individuos de estas clases, necesitan gran- demente del auxilio y protección de la colectivi- dad social. No es del todo desesperada su situa- ción en esta corte, por la facilidad de haber tra- bajo constantemente y los recursos que á sus pe- nurias ofrece la caridad y beneficencia pública; y á más de esto, si para su bienestar físico no cuentan sino con sus haberes escasamente, deben tener presente que en el campo higiénico de la moral pueden hallar tal vez más fundamentos 185 sanitarios que las clases más altas, agitadas por las exigencias de la vida local y el roedor incen- tivo de las aspiraciones sociales. Muchos indivi- duos de los que pueden comprenderse en esta clase, tales como los dedicados al servicio do- méstico, se hallan en condiciones ventajosas para los fines de la conservación y prolongación de la vida, y á estos individuos fuera importante ha- cerles comprender toda la conveniencia que para tales fines tiene para ellos mismos y para los de- más su cometido en el seno de las familias. Los establecimientos de enseñanza para el servicio doméstico, de que existe alguno en la corte sos- tenido por la caridad cristiana, harían bien en inculcarles las advertencias necesarias en este punto, y de desear fuera que le prestase á estos establecimientos una protección debida, para que desarrollada su organización de un modo conve- niente, prestaran al vecindario todo el servicio que de ellos se puede obtener y hallaran los sir- vientes una educación fácil para llenar sus im- portantes funciones. El gobierno de esta pro- vincia podría hacer mucho útil en este asunto ya que á su cargo tiene el cuidado de este servicio público. Hay, por último, en Madrid, como en todas las poblaciones, el conjunto de las clases, que se llaman proletarias, cuyo sosten y cuidado higié- nico interesa vivamente á la generalidad. El proletarismo mendicante, prohibido en esta cor- 186 te, se halla sin embargo tolerado y organizado, bajo el concepto de ciegos instrumentistas y de vendedores ambulantes, y no es excesivo en su número, ni desacertada la manera de permitirlo; antes al contrario, completamente ajustada á la conveniente dignidad del necesitado, y á la con- veniencia para el estímulo del sentimiento de la conmiseración y del ejemplo para el trabajo y para el ejercicio de la caridad. Para recoger los huérfanos y ancianos, los inútiles é impedidos,. existen diferentes establecimientos públicos de beneficencia, y algunos instituidos por la caridad religiosa y cristiana; y aun serian más numerosos si las leyes que rigen la beneficencia de nuestra nación permitieran libertad suficiente para ello. Estos establecimientos, si no se hallan aun en nú- mero suficiente, ni organizados todos de una ma- nera completamente satisfactoria, llenan, sin embargo, las más apremiantes necesidades de atención para estas clases. Existe también otro proletarismo de índole muy distinta al anterior, al cual no alcanzan los recursos directos de la beneficencia pública» pero sí el de muchas instituciones caritativas, unas existentes, otras suprimidas y muchas que se pudieran establecer. Este proletarismo lo constituyen los individuos y familias de dife- rentes clases, que por circunstancias varias pier- den su posición y su fortuna, ó se ven en situa- ciones transitorias difíciles, como el artesano y 187 jornalero que accidentalmente no puede ó no en- cuentra donde trabajar ; el empleado que se ve cesante; la viuda que aun no ha arreglado ó se le detiene su pensión ; la familia, á quien sucesos imprevistos le consumen sus ahorros, á la vez que le sobrevienen gastos superiores á sus re- cursos ; y aun otras que, aunque pueden, se en- cuentran con exigencias apremiantes que no están en relación con el orden de sus ingresos: todos estos casos y otros prolijos de enumerar, constituyen en Madrid una masa de población que de continuo sufre todos los rigores y las desgracias de la fortuna ; y el número tan con- siderable de casas de préstamo y empeño que se ven por todas partes son un testimonio de ello, como á la vez ta mbien de la insuficiencia del Monte-pio que se halla constituido para este objeto, y que indudablemente no basta á llenar con sus ventajas las necesidades que en este punto siente el vecindario. La masa de necesidades y de proletarismo no eS solo un conjunto de escaceses y sufrimientos particulares, sino un asilo de todas las enferme- dades y padecimientos físicos y morales, un ma- nantial de empobrecimientos orgánicos, un foco morboso generador de alteraciones sanitarias del vecindario, y el sostenedor más activo de su mortalidad. Las clases todas están interesadas en su socorro y auxilio por un interés egoísta en la conservación personal propia, y la admi- 188 nistracion pública debe asimismo velar por un asunto tan trascendental. Favorecer, instituir y propagar toda clase de instituciones benéficas y auxiliadoras de la indigencia; desenvolver y ex- tender los monte-pios; crear las asociaciones de socorros mutuos entre las mismas clases, de que existen algunas provechosamente entre algunos gremios ; resucitar asociaciones que, como la de San Vicente de Paul, socorra ciertas necesi- dades inaccesibles á otros institutos, y promo- ver, en fin, un sistema más completo de benefi- cencia que el que existe en la actualidad, y en el que intervenga directamente el vecindario, y asi- mismo favorecer los recursos para el trabajo, alentar y premiar la honradez para que tenga publicidad y crédito, la virtud para que haya desprendimiento, vigilancia y protección para proporcionar económicos recursos de subsisten- cia, y otros muchos medios análogos, no con el presupuesto de la oficialidad, sino con los de la expontaneidad del vecindario, son los medios que necesita Madrid para atender á las familias y clases necesitadas, para atenuar la caida en el proletarismo y la mendicidad, y para atender al cuidado higiénico y sanitario de la desgracia. Instrucciones benéficas y sanitarias es lo que necesita el pueblo de Madrid para acudir á sus necesidades propias, é iniciativa en enseñarle lo que le conviene hacer en este y otros muchos puntos, y luego libertad amplia de acción, sin 189 las remoras ni trabas de la oficialidad: si la ad- ministración pública y la municipalidad de Ma- drid siguieran este camino, ningún pueblo supe- raría á esta corte en número y clase de institu- ciones benéficas auxiliadoras y previsoras de la desgracia, de la necesidad, mendicidad y prole- tarismo, porque el pueblo de Madrid ha acudido y acude siempre á donde quiera que la necesidad y la caridad le llama. Nosotros, que abrigamos íntimamente esta convicción, y también la de que cuanto se echa de menos sobre este punto en la capital parte de las trabas que oponen á ello las leyes y la administración pública, nos atrevemos á pedir, en nombre de todas las con- veniencias sociales y del vecindario de esta corte, el libre ejercicio de la caridad y de la beneficen- cia, la independencia económica de sus recursos y el derecho á la propiedad de todo género, in- justa y arbitrariamente arrancado á la colectivi- dad de las clases pobres y necesitadas, represen- tadas en los institutos y establecimientos de be- neficencia y sanidad. De las personas achacosas y enfermizas. Es más fácil conservar la vida que la salud, y aunque es de nuestro deber el atender á am- 190 bas con igual cuidado, en la primera tenemos siempre un mayor interés, porque una vez perdi- da no hay como en la segunda la esperanza de recuperación. La salud perfecta y constante es por otra parte muy difícil de conseguir, y como va- mos á ocuparnos de personas enfermizas y acha- cosas, debemos hacer esto presente, recordando el deber en primer término de la conservación de la vida y aconsejando la resignación en las even- tualidades y contingencias de la salud. El mayor número de personas, principalmente en las edades altas, vive generalmente con achaques ó con pre- disposición constante á alguna clase de padeci- miento, y con arreglo alas especiales condiciones de esta capital expondremos algunas advertencias que pueden servir en algo para hacer más lleva- deros los sufrimientos y atenuar ó prevenir los efectos de las predisposiciones de cada cual. Es Madrid una de las poblaciones menos á propósito para débiles y achacosos, tanto por las fuertes condiciones del clima, como por las agi- taciones de la vida social: así es que el primer precepto que debemos aconsejar á los que se ha- llen resentidos de salud, es ir á vivir fuera de la corte y buscar en la tranquilidad de otras pobla- ciones y en la benignidad de otros climas, los medios más seguros para la atenuación de sus achaques y las probabilidades más pertinentes á la conservación y prolongación de la vida. Indu- dablemente que para muchos este precepto pare- 191 cera duro y para otros será completamente irrea- lizable; pero tanto unos como otros ténganlo bien presente y sepan desde luego que les es muy importante el vivir en extremo prevenidos con- tra las intemperies de la localidad y lo más des- viado también posible de las agitaciones sociales déla corte. Seria por demás prolijo é incompati- ble con el objeto y dimensiones de esta obra de- tenernos á.especificar todos los diversos mo- dos y debilidades de la salud que pueden aquejar á cada individuo y determinar á cada cual }o que en su caso le convenga; y en la imposibilidad de semejante tarea nos limitaremos á aquello más común y más generalizado entre el vecindario. Lo primero sobre que llamaremos la atención es lo referente á aquello que más padece en esta corte y más propenso y expuesto se halla á sus rigores, que es]el pecho, como en otros lugares de este libro hemos indicado. Los tísicos y los as- máticos y catarrosos y los propensos á toses y afectos pectorales les viene mejor que á otros el precepto antes indicado, y si pueden seguirlo fá- cilmente, hallarán alivio á sus achaques y pre- disposiciones en el litoral del Mediterráneo ó en las poblaciones secas y templadas de campo y sierra. Pero los que no puedan ni por tempora- da ir á respirar aires que le sean más favora- bles, busquen en esta corte su habitación en la parte del Sur, cuartos con sol de Mediodía y de pocas escaleras, madruguen poco, no trasnochen, 192 eviten la humedad, las corrientes directas de ai- re, el pasar sin precauciones de abrigo desde los sitios calientes á los frescos, y cuiden constante- mente de mantener y conservar el calor de los pies. Siguiendo estos consejos se evitarán mu- chos ataques de sus predisposiciones y padeci- mientos. Los tísicos y predispuestos á serlo deben hacer todo lo posible por observar extrictamente estos preceptos cuando no puedan seguir el pri- mero que hemos dado de ausentarse de Madrid, que es,lo quemas les conviene, buscando en loca- lidades de temple más uniforme y moderado las condiciones que en esta corte difícilmente se pueden proporcionar. Y ya que hablamos de este tan temido padecimiento, debemos aconsejar la resignación en los que lo sufran y animarlos á buscar la manera de vivir que más pueda á cada uno, por el consejo de los médicos, convenirle, advertiéndoles que con el pecho delicado y en- fermo se puede vivir y se vive largos años como se vive con otros achaques y padecimientos. Las pulmonías que tanto abundan y son tan fáciles de adquirir en esta corte, provienen gene- ralmente de la inobservancia del abrigo y de las escasas precauciones que se toman con los cam- bios de estación y de temperatura y con las cor- rientes de aire, y á los que ya han padecido una vez de ellas debemos advertirles que se hallan doblemente predispuestos á volverlas á sufrir, y por lo tanto que para contrarrestar esta predis- 193 posición necesitan un mayor cuidado en evitar las causas productoras.de este siempre terrible pade- cimiento. Son también afecciones muy comunes las reumáticas, las cuales, bajo la volubilidad del cli- ma de esta corte, sufren de continuo la influencia de los constantes cambios de tiempo, que se anuncian con fijeza en estos achaques, con los cuales solo se vive algo tranquilamente cuando el calor en el verano ó el tiempo seco de invier- no. Necesitan estos achaques mucha preservación de las humedades, no habitar cuartos bajos, ni casas nuevas y vivir más bien en alto y hacia los barrios céntricos. El abrigo les es muy indispen- sable y el ejercicio en las horas centrales del dia. Los males de estómago son frecuentísimos e n Madrid, y el mejor medio de contenerlos y pre- venirlos, es el arreglo y metodizacion alimenti- cia, y muy principalmente el no dejar el estómago vacío por muchas horas. Cuatro ó cinco de dis- tancia entre las comidas, y estas que sean en cantidad abundante ó suficiente para dejar sa- tisfecho y convenientemente ocupado el estóma- go, es lo primero que debe cuidar todo flatuloso. Importa también el abrigo en el estómago, ha- ciendo uso de fajas, y "hacer bastante ejercicio cuando están atormentados de inapetencia. Los biliosos y estreñidos habitualmente, deben abs- tenerse de bebidas espirituosas, cuidar de que el 13 194 vientre ande corriente, tomando bebidas dulcifi- cantes que les humedezcan los tegidos diaria- mente. Los propensos á afecciones de la cabeza, de ín- dole congestiva y apoplética, tienen necesidad en esta corte de evitar en primavera y en estío las insolaciones, no andar con la cabeza descubierta en el invierno, privarse de bebidas alcohólicas, de comidas abundantes, no acostarse nunca des- pués de estas, sino algunas horas más tarde, y no permanecer mucho tiempo en atmósferas caldea- das como las de los cafés y reuniones de gran conjunto de personas. El trabajo de bufete muy continuado les es asimismo pernicioso, no debien- do entregarse á cálculos y lecturas que le fatiguen y congestionen el cerebro. Deben purgarse cuan- do se sientan torpes ó embarados, y darse baños de piés cuando presientan vértigos ó mareos. Esto último es también aplicable á los que pade- cen dolores de cabeza, jaquecas y cualquier otras molestias análogas, cada vez que se vean ama- gados de estos males. Los que ya han padecido fuertes accesos de afecciones cerebrales, deben tener más principal cuidado en las anteriores ad- vertencias. Los que tienen predisposición á fluxiones y eri- sipelas de la cara y á las anginas, que tanto mor- tifican con frecuencia en esta corte, requieren asimismo gran cuidado en la conservación del ca- lor en las extremidades bajas, alimentarse bien 195 si son personas ancianas ó de constitución floja y débil, y no abusar de alimentos muy excitantes, ni usar de bebidas espirituosas, si por el contra- rio son personas robustas ó sanguíneas, y unos y otros evitar las corrientes frías de aire y la ex- posición prolongada al sol en primavera y en estío. Las personas habitualmente padecidas de achaques y padecimientos nerviosos, según sea la índole de estos, requieren algunas especiales pre- cauciones para la conservación de su salud, pero en general no son estos padecimientos de los que peor se soportan en Madrid, antes al contrario, tienen en el clima local influencias ventajosas, y en los diferentes capítulos de este libro van ex- puestas muchas de las prevenciones que pueden convenirles. Hay multitud de pers fnññífy^ ^h^mm^!\N ;^^ÍÍWr.. f\SS^ H$f Atá£$ '^o^^ro^^ ,,W^^v;;^' ¿^A^^fw: ^y^sBSKBWBS!BmSSá AAA.A/^a SA&¿'AÁA" 2BBÜ! 18ÉaW!ü!^ia6';wíA.,í# £«.*iiÉáí}í ' ; r.; r,-j ■ ,T -......, Wivá#^ ÍSÍaU^t!¿í¿MíW~w4 A^0A, WA P222h 1876 63030160R NLH D513D7TS T NATIONAL LIBRARY OF MEDICINE NLM051307959