TERATOLOGIA. DESCRIPCION DE UN MONSTRUO III MANO CUÁDRUPLE, KACIDO B3ST IOTXIRí-A-IT<3-0 EL -A-ÍLO IDE 1868, MEMORIA ESCRITA POR EXCARGO DE LA DIRECCION DE LA ESCUELA DE MEDICINA, X LEIDA ANTE LA SOCIEDAD MÉDICA DE MÉXICO EL I>IA 27 DE ENERO» DE 1870» POR JUAN MARIA RODRIGUEZ, «rt ** FROFESOR DE CLINICA DE OBSTETRICIA DE DICHA ESCUELA, MIEMBRO DE LA SOCIEDAD MEDICA, DE LA SOCIEDAD FAMILIAR DE MEDICINA, DE LA DE HISTORIA NATURAL, DE LA SOCIEDAD CATOLICA ETC., ETC. MEXICO. IMPRENTA DE JOSÉ MARIANO FERNANDEZ DE LAR A, CALLE DB LA PALMA NUMERO ♦. 1S7Q. iSCuela de Medicina.—México.—Dirección.—Con la comunicación de Y., fe- 27 del presente, lie recibido el dictámen relativo á la descripción y clasifica- > del muy raro y curioso feto que remitid á esta Escuela uno de sus antiguos mnos, el profesor D. Cristóbal Palacios, radicado en Durango. La Dirección se complace al observar, en vista del dictámen, que no se equivo- có al confiar á Y. ese encargo, el cual ha desempeñado satisfactoriamente; y no obstante la falta de recursos de la Escuela, se propone hacer un esfuerzo á fin de que sea publicada esa descripción con su lámina correspondiente, pues en ello se interesa la ciencia y el buen nombre de México, que debemos procurar á toda costa. Reitero á Y. las seguridades de mi consideración y particular aprecio. Independencia y libertad. México, Enero 30 de 1870.—(Firmado.) Leopoldo Lio de la Loza.—C. Juan María Rodriguez, catedrático de clínica de obstetricia. SEÑORES: NTES de describir la monstruosidad que tengo la AllMÍ/? ' vÁ \ h°nra de presentaros, debo deciros cual ha sido su i procedencia. 'n'w(\ El profesor de Medicina y Cirugía D. Cristóbal 7/^ííjPl<^; '1$ vil a^ac*os’ ílue ejerce en Durango, con fecha 31 de '^c^u^re del año próximo pasado escribió una car- Cta Sr. Director de la Escuela de Medicina de Mé- xico, D. José María Yértiz, en la que le comunica que el Sr. D. José María R. Natera, á nombre suyo, le entregarla un feto de cinco meses muy curioso y tal vez el único en su especie, con el objeto de que lo estudiase. El Sr. Palacios prosigue su carta de la manera siguiente: «Hace cerca de un año que fui llamado para asistir á una señora que me dijo « sufría de dolores uterinos muy agudos; que sentía un peso muy considerable en «el vientre bajo, y que había estado arrojando mucha agua: me dijo también que «tenia cinco meses de embarazada. Habiéndola examinado el vientre, desde lue- «go advertí que no estaba muy duro, y que su volumen simulaba mas bien un « embarazo de ocho meses y dias. Reconocí el cuello de la matriz, y observé que «tenia todos los caracteres que ordinariamente presenta en esta época de la ges- «< tacion. La enferma no podía esplicarse el gran desarrollo de su vientre tenien- «do apenas, según ella repetía, cinco meses de embarazo. Desde luego creí que la señora se había equivocado en la medición del tiempo, ó que existirían dcntre 6 « del útero dos d mas fetos. Lo singular era que la señora no sintiese fuertes « movimientos, sino solamente pequeñas convulsiones. En la noche misma del dia « en que comencé á asistirla se rompieron las membranas corion y amnios, y sa- «licron como cosa de doce d quince libras de un líquido trasparente: en seguida « el feto paso del cuello de la matriz; pero no habiendo podido franquear el estre- « cho inferior me vi en la necesidad de extraerlo con la mano. ¡Cuánto fud mi «asombro luego que vi un feto de cinco meses del paladar del cual nacía una gran « cantidad de masa placcntaria, sobre la que se desarrollaban una porción de fetos «(bien visibles cinco) y, como Y. verá, rudimentos de otra multitud! El referi- « do caso, ademas de raro, me parece tan útil para el estudio de la gestación y de «la circulación de la sangre del feto, que se lo remito para que haga Y. un cstu- « dio de él, suplicándole me comunique sus observaciones. « Dos norte-americanos hicieron grandes esfuerzos porque se los vendiera para «llevarlo á los Estados-Unidos; pero calculando que mi patria era digna también «de poseer una tan curiosa monstruosidad me resolví á preferirla, por lo que « aquellos señores hubieron de conformarse con llevar únicamente algunas docenas « de fotografías que mandaron hacer á sus espensas.» Tan luego como la Dirección de la Escuela de Medicina recibid el invalorizable obsequio que con un patriotismo digno de todo elogio le ha hecho el Sr. Palacios, dispuso que me encargase de su estudio. Para corresponder de algún modo á tan señalada preferencia he estudiado el ejemplar con el empeño que merece, y hoy vengo á deciros cuantas particularidades contiene, así como á esponeros las re- flexiones sobre teratología y embriología á que el monstruo que teneis á la vista dá lugar. I. Lo que desde luego llama la atención, al examinarlo, es el volumen proporcio- nalmente considerable del tumor que sale de la boca del feto onfaldsito, tumor que tiene todo el aspecto de la masa cotilcdonaria que durante la vida intra-uterina envuelve á los rumiantes, y que está compuesto de la reunión de varios indi- viduos, o hablando con mas exactitud, de partes mas d menos considerables de otros individuos diversamente desarrollados, implantados en la masa placcntaria antes dicha, y dependientes de ella por medio de prolongaciones de su propio te- jido, pero que son independientes entre sí. Examinando al feto onfaldsito se advierte que tiene un poco mas de seis meses, puesto que mide m. 0,23, que los párpados están despegados, y que el cordon um- bilical se inserta poco mas arriba del pubis; aun cuando por otra parte faltan el pelo, del que liay muy poco en la región occípito derecha, y los demas caracteres 7 relativos á la coloración y densidad de la piel, unto sebáceo, etc. Estos tres últi- mos, particularmente, no pueden ser apreciados hoy, en virtud de las modificacio- nes que ha sufrido el ejemplar durante su conservación en el alcohol. La cabeza se encuentra en una extensión tan forzada, que la base del cráneo mira directamente hácia adelante, el bregma hácia atras, la cara arriba y el occi- pucio abajo. Los huesos del cráneo están conformados normalmente: entre sus bordes y ángulos se encuentran las suturas y las fontanelas, como de ordinario. Los ojos y la porción izquierda de la nariz nada presentan digno de atención. La boca está inmensamente abierta; sus dimensiones son las de la base del cráneo, es decir, m. 0,05 el diámetro longitudinal, y m. 0,037 el trasverso. Falta el maxi- lar inferior, aunque existen en su perfecta integridad los tegumentos interno y ex- terno que contribuyen á formar esa región de la cara. Del interior se ve salir la lengua, que está libre, se dirige abajo y á la izquierda, y sobresale del lábio infe- rior, que también está colgante cosa de m. 0,002. Un estilete fino, ligeramente encorvado, puede penetrar hasta cierta profundidad por un tubo capilar que en la parte superior tiene una disposición escifuliforme, y que debe ser probablemen- te la faringe ó la laringe. Si se examina la mitad derecha de la cara desde luego se advierte cierta irre- gularidad, debida á que el tumor nace, por una parte, de la porción de la piel que forma el ala de la nariz de ese mismo lado y de la que corresponde al lábio supe- rior, partiendo desde ambos puntos y estendióndose hácia la derecha hasta m. 0,01 de la línea media; y por otra, de la mucosa que tapiza la parte mas anterior de la bóveda de la boca. En el límite externo del istmo tegumentario referido se ad- vierte un hueco de seis á ocho milímetros de profundidad, por donde con el auxi- lio de un estilete se toca la bóveda palatina. El tronco y los miembros del feto están momificados, lo cual es de suponerse date desde la vida intra-uterina, puesto que á sus propias espensas se desarrolla- ba ese conjunto de parásitos que cercenaban y hacían insuficiente la nutrición del onfalósito. El pecho está considerablemente hundido. El vientre está colgante y plegado de arriba abajo. Como á m. 0,008 sobre el pubis se encuentra el cor- don umbilical. El resto del tronco y de los miembros nada tienen de notable. La piel está estriada, tiene un color apizarrado, y se halla salpicada de una multitud de puntos negros pequeñísimos situados separadamente o en zonas mas ó menos estensas. Existen también en varios puntos otras manchas color de ocre que considero estrañas á la pieza, y que probablemente dependen de alguna circuns- tancia accidental. La situación que tienen los miembros abdominales debe atri- buirse á la posición viciosa que desde un principio tomo el feto dentro del frasco en que se ha conservado, el cual, como se vé, no tiene capacidad bastante para contenerlo ampliamente. El sexo del onfahísito es femenino; á poca distancia do los árganos genitales se encuentra el ano. 8 El tumor que sale de la boca es muy voluminoso; tiene una figura irregularmen- te cordiforme; su base, situada al nivel del plano de la cara del onfalosito, mira hácia arriba, y la punta al cstremo diamctralmente opuesto. El diámetro longi- tudinal mide m. 0,11, el trasverso m. 0,085. El espesor es diferente en cada una de las dos mitades laterales del tumor; en la derecha tiene m. 0,07, y en la izquier- da m. 0,037. Para seguir algún orden en la descripción de esta parte, la mas interesante deí monstruo, la dividiré en cuatro regiones: anterior, posterior, adherente y libre. A. Región anterior del tumor (lateral derecha de la pieza). Superiormente, y naciendo del istmo tegumentario que he descrito, se encuen- tra un feto, cuya longitud (siguiendo con cuidado las flexuosidades determinadas por las inflexiones de la posición en que se encuentra) es de m. 0,105. De den- tro afuera se ve desde luego el miembro abdominal izquierdo muy perfecto, aun- que momificado. Al nivel de la parte interna y superior del muslo se ve un re- pliegue longitudinal en forma de grande lábio, y después un hundimiento en cuya fondo se halla la masa cotiledonaria á la cual está íntimamente adherida esta par- te del parásito. Dicho miembro, que está completamente doblado sobre el tronco, se dirige hácia abajo y á la izquierda, y cruza en virtud de esta inclinación la re- gión esternal. El brazo se halla estendido, se dirige á la derecha, y forma con el tronco un ángulo recto. El antebrazo está en la semiflexion y en supinación, se inclina hácia abajo y á la izquierda, y forma con el brazo un ángulo muy agudo. La mano está bien formada, y le falta accidentalmente el dedo pulgar. La cabeza está inclinada hácia el hombro izquierdo y descansa sobre el tumor, pero sin ad- herir á la masa cotiledonaria. Los párpados están íntimamente unidos. La boca está abierta, desviada á la derecha; la lengua se percibe claramente. Siguiendo la curva longitudinal de la bóveda del cráneo se encuentra una porción tegumen- taria festonada, como de dos milímetros de espesor, que tiene la figura de una cresta de gallo. Si se levanta con precaución el miembro abdominal, parece á primera vista que el parásito no tiene otras partes que las que llevo descritas, y las que resultarían de un corte que lo hubiese separado del individuo íntegro desde la base lateral derecha del cuello hasta la ingle izquierda; pero esto es ilu- sorio, porque fijando la atención se ven claramente, por delante, los bordes dente- llados que forman en ambos lados las estremidades de las costillas; por detras, la doble gotera costo-vertebral; y por uno y otro costado, la série de espacios inter- costales. Resulta, por tanto, que dicho parásito está constituido por la cabeza, el tron- co en su perfecta integridad, y los miembros torácico y abdominal del lado izquier- do. Los miembros torácico y abdominal derechos así como el pulgar de la mano izquierda faltan completamente. Debo advertir que en el único miembro infe- rior que existe no se advierte la aducción exagerada, ni la fusión con el del lado opuesto, que es la particularidad que caracteriza á los monstruos symelianos. Afuera y abajo del parásito que acabo de describir se ve un cuerpo reniforme que se dirige primeramente hácia atras, luego cambia de dirección y se inclina di- rectamente abajo. Dicho cuerpo tiene m. 0,057 de longitud, 0,023 de latitud y 0,020 de espesor. Está constituido de dos porciones semejantes á las dos válvu- las de una concha, de las cuales una es visible, y otra, en gran parte oculta por la primera, solamente puede serlo cuando se levanta ésta por medio de los dedos. Ambas están íntimamente unidas entre sí en el quinto superior, y tienen la apa- riencia de moluscos. La separación entre ellas se hace en el sentido longitudinal. La cara esterior de la primera de dichas porciones es convexa, y tiene varias ele- vaciones y hundimientos. El conjunto se asemeja á la figura del pabellón de la oreja. Las partes que forman relieve se elevan cosa de m. 0,003. Entre el es- pesor de los tejidos, y al nivel del borde cóncavo, se siente un hueso de m. 0,037 de largo, delgado, al cual se articula inferiormente otro hueso delgado también, que tiene como m. 0,007 de longitud, en cuya estremidad opuesta, y formando án- gulo recto, se articula un apéndice espatuliforme que termina en seis dentelladu- ras pequeñísimas, y que parece ser un pié exadáctilo. Al nivel de la epífisis supe- rior del primero de esos dos huesos largos se encuentra otro hueso de m. 0,022 de longitud, igualmente delgado, que se dirige hácia abajo y adelante, y se articu- la en ángulo recto con otro apéndice espatuliforme que probablemente constituye una mano. En el borde libre de dicho apéndice, y situados en las dos estremida- des de la curva que lo limitan, se encuentran otros dos mucho mas pequeños que son dos dedos rudimentarios. La cara interior del cuerpo reniforme es cóncava, lisa, y está en contacto con la porción oculta del referido cuerpo. Esta, unida á la que acabo de describir por medio de un puente membranoso de m. 0,01 de ancho, tiene dos caras, de las cuales la cóncava es anterior, y como antes he dicho está cubierta por su homologa: la cara posterior, que está en con- tacto con la masa cotiledonaria, es convexa. Entre el espesor de los tejidos que la forman se advierte un hueso de m. 0,028 de longitud, muy delgado, que par- tiendo del mismo centro del borde cóncavo se dirige hácia abajo, adelante y se articula con un apéndice semejante á los ya dichos, terminando éste en otros tres mucho mas pequeños. La disposición que guardan entre sí estas dos porciones, y la relativa á los hue- sos, articulaciones y apéndices que existen en ellas, desde luego dan la idea de que son los dos miembros inferiores de otro feto en los cuales se verifico cierta fusión entre las porciones correspondientes á la parte posterior de los muslos y do las piernas de cada uno de ellos, hallándose mas exagerada la retracción en el que se encuentra debajo. En el punto de unión de ambos miembros se sienten dentro del espesor de los tejidos varios liuesecillos (1): en uno de ellos se articula el miembro torácico que he descrito. Inmediatamente debajo de este miembro que se encuentra acomoda- do en una ranura como un instrumento en su estuche, existe una porción tegumen- taria de una figura irregular indescifrable, poliédrica, íntimamente unida y for- mando cuerpo con la mitad superior y anterior del miembro abdominal que está visible. En su espesor hay un hueso corto que por su situación debe de ser al- guno de los de la pélvis de este acéfalo. En el centro de la porción tegumentaria que une á ambas piernas claramente se ve un pequeño apéndice tubular formado de paredes membranosas muy delga- das, diáfanas, de m. 0,005 de longitud y de m. 0,001 de diámetro, que probable- mente es un fragmento del cordon umbilical de este pequeño monstruo. (2) Siguiendo arriba el tejido tegumentario que lo envuelve se advierte que se pro- longa hasta el sitio mismo de implantación del tumor, de modo que hace creer que el parásito sale de la boca del parasitífero teniendo como oculta la cabeza dentro de ella. Es muy probable que el hueso plano contenido en una porción tegumen- taria que está implantada casi al nivel de la línea mediana de la bóveda palatina, en su parte mas anterior (marcada en la figura segunda con la letra S), sea uno de los que corresponden al cráneo de este parásito. Sin embargo, como también el anterior (el segundo parásito en la descripción) prolonga sus tegumentos has- ta confundirlos con los del parasitífero, no seria difícil que realmente perteneciera dicho hueso al cráneo de éste, y no al del tercero. Partiendo desde el istmo adhcrente hácia la izquierda del gran tumor, desde luego se ve que una parte de la masa cotiledonaria se halla cubierta por una mem- brana diáfana y resistente que tiene toda la apariencia del amnios, la cual proba- blemente formaba parte de la que envolvía á todo el tumor. Debajo de la masa que está cubierta por dicha membrana hay otra mas voluminosa de la misma apa- riencia y estructura, en los límites inferiores de la cual, y como si estuviera des- (1) Los Sres. Ortega (T). F.), Al varado y Barreda creen que uno de esos huesos es eí sacro, y los demás, los rudimentos de los iliacos y aun algunos del tórax. (2) El parásito que antes he descrito tiene también un fragmento de cordon, aunque es mucho mas pequeño y mas delgado que el de este; casi es capilar. Supongo que ambos cordones, así como la gran porción de la membrana amniótica que falta, se desgarraron cuando introdujo el Sr. Palacios la mano para extraer al monstruo que se había detenido en el estrecho inferior de la pelvis. cansando sobre el hombro y la región pectoral derecha del parasitífero, se advier- te una eminencia que anteriormente tiene una figura piramidal y posteriormente cónica, que está adherida y forma cuerpo por su base con el tumor. Si se toma esa eminencia entre dos dedos se tienta dentro del espesor de los tejidos un hue- so de m. 0,025 de largo, delgado, situado paralelamente al eje del tumor pirami- dal, en la estremidad mas externa del cual, y formando un ángulo obtuso, se arti- cula otro hueso de m. 0,01 de largo, delgado, en cuya estremidad opuesta se arti- cula, por último, un apéndice espatuliforme encorvado en forma de gancho que termina en varias dentelladuras no muy perceptibles, y que es probablemente una mano ó un pié. En la estremidad interna del hueso mas largo, y formando un ángulo muy agudo, se articula también otro hueso de m. 0,012 de largo, muy del- gado, el cual se articula igualmente con un apéndice pentadáctilo que como sus análogos es probable constituya otro pié ú otra mano. Si se examina la parte posterior de la eminencia de que me estoy ocupando se tientan en su espesor va- rios huesos, y en la estremidad de uno de ellos, situada en la porción mas alta y mas oculta por los cotiledones, está un apéndice espatuliforme que probablemente es otra estremidad. Resumiendo esta parte se puede decir, que las particularidades últimamente descritas pertenecen á otro parásito mucho menos desarrollado y mucho mas im- perfecto todavia que el segundo en el orden de su descripción. B. Región posterior del gran tumor (lateral izquierda de la pieza). Esta región está constituida por cotiledones numerosos, que como los que se encuentran en la anterior y en el borde libre del tumor están considerablemente desarrollados, y tienen toda la apariencia de la masa cotiledonaria que envuelve á los rumiantes durante la vida intra—uterina; mejor aún, de la trasformacion que sufren las vellosidades coriales cuando no se vascularizan, ó aun cuando hubieron de vascularizarse para formar la placenta fetal, á poco sufrieron esos vasos la tras- formacion grasosa y fueron reabsorvidos, lo cual, como hoy se sabe ya, determina la muerte del producto, la dilatación de las vellosidades y su hidropesía, y consti- tuye las molas tan impropiamente conocidas en otra época con el nombre de hyda- tíferas. C. La región adherente fué descrita desde que me ocupé de la cara del para- sitífero. D. La región que constituye el borde libre del tumor presenta de derecha á izquierda un apéndice tegumentario campaniforme de bordes festonados, el cual nace del espacio comprendido entre el segundo de los parásitos (en el orden que he seguido para la descripción) y la masa cotilcdonaria. (1) En el resto del bor- de se continúan los cotiledones. (1) En el estado que la pieza guarda actualmente difícil es decir si este apéndice tegu- En resúmen: la pieza en su totalidad está compuesta de un feto onfalosito, de otros tres parásitos que se encuentran en diversos grados de desarrollo, y de una masa cotiledonaria que tiene el aspecto de la trasformacion conocida hoy con el nombre de hidropesía de las vellosidades corialcs, la cual adhiere íntimamente con una porción de la mucosa que tapiza la bóveda bucal, y con otra mas peque- ña de la piel que forma el ala derecha de la nariz y el lábio superior del parasi- tífero. Una vez llegados á este punto trataré de su clasificación. II. El aspecto de este ejemplar pudiera hacer creer á primera vista que pertenece á la segunda clase de la tabla general y metódica de los monstruos formada por Mr. Geoífroy Saint-IIilaire, ya sea al orden II, tribu II, familia I (polygnatos), o ya á la II (polymelos). Pero si se recuerdan los caracteres correspondientes á los géneros de una y otra, se convendrá en que no son los que presenta el ejem- plar de que me ocupo. El género epignato está caracterizado por una cabeza accesoria muy incomple- ta, y por lo mismo muy mal conformada, que adhiere al paladar de la cabeza prin- cipal. Un somero análisis de los tipos pondrá de manifiesto esta verdad. El hypognatüy por una cabeza accesoria, muy incompleta y rudimentaria en ca- si todas sus partes, que se halla implantada en la mandíbula inferior de la cabeza principal. El augnato, por una cabeza accesoria, casi reducida á la mandíbula inferior, agregada á la cabeza principal. Prescindo desde luego de los dos últimos géneros, porque este monstruo ni aun remotamente se les asemeja, únicamente me detendré en el primero (epignato), que es con quien aparentemente tiene mayor analogía, á fin de hacer perceptible la diferencia. El ejemplar que le sirve de tipo fue un monstruo descrito por Iloffmann, en el último tercio del siglo XVII. He aquí los detalles mas importantes que se en- cuentran en la vaga cuanto incompleta descripción latina que nos dejo aquel es- critor. mentario era uno de esos monstruos que los teratólogos llaman anidios, por la estraordina- ria simplicidad de su organización. La palabra anidio quiere decir informe. Algunos de ellos lian sido descritos por Gurlt (Tesoros anatómicos), y por Bland. (Soné calcul. ofl/te number off accid. or deaths which happen in consequence of parturition.) «El año de 1681, en un pueblo de Alemania, nació antes de término un feto «del sexo femenino que no vivió mas que algunos instantes. Sobre un cuerpo «bien conformado se encontraba colocada una cabeza que tenia, sobre todo en el «lado derecho, muchos vicios graves de conformación. La nariz estaba deprimi- «da, el ojo derecho cerrado, y la boca era una enorme hendidura. De ella salía « una masa carnosa y huesosa que estaba pegada al paladar, en la cual, tan infor- «me como estaba, se reconocía fácilmente el bosquejo de una cabeza. (Per camu- fla vertebrarum corpúscula coJiccrente monstroso cdpitis rudimento.) Al esterior «se percibían un cerebro imperfecto, cabellos, una nariz imperforada, una línea que «parecía representar la boca, vestigios muy claros de un ojo, ó cuando menos de «una cavidad orbitaria, y aun puede ser que algunos rudimentos de una oreja. « La disección de esta cabeza tan singular fué hecha de prisa y de una manera in- « completa. Los padres de la niña se rehusaron á abandonarla al escalpelo de los « anatómicos, y lo único que lograron fué encontrar, ademas, una mandíbula in- «ferior muy imperfecta.» (1) Mr. Geofíroy Saint-Hilaire (Isidoro), contra el precepto que él mismo se impu- so de no establecer jamas género alguno sistemáticamente, y de limitarse á ano- tar aquellos hechos que no hubiere conocido por observaciones propias, o cuando menos por relaciones bastante precisas y detalladas que le inspirasen una absolu- ta confianza, quebrantaudo su propósito erigió con esa descripción el género epig- nato. (Étcí, sobre, y y mandíbula.') No fué así ciertamente como se fundo el género hypognato. Xa historia del x primer ejemplar de esta monstruosidad, escrita por Mr. Geofíroy Saint-Hilaire (padre), con presencia del caso, sirvió de base para erigirlo, siendo por lo mismo uno de los mejor conocidos en su organización como en sus caracteres esteriores. Puede asegurarse, en vista de esto, que el género epignato, mas bien que por la descripción de Hoffmann, lia sido criado por la analogía que parece existe en- tre dicha monstruosidad y los dos ejemplares de monstruos hgpognatos descritos por MM. Geofíroy Saint-Hilaire (padre é hijo). Por lo mismo, para resolver si el que tenemos á la vista pudiera servir de tipo auténtico del género epignato creo necesario recordar los caracteres que presentan. lie aquí la descripción que hace el segundo de aquellos célebres teratologos: «Figuraos, dice, fijas y como « suspendidas de las mandíbulas de un ser regularmente conformado, mandíbulas « deformes, á veces aun, una masa muy irregular compuesta de huesos y cartílagos «amorfos, en la cual es difícil, y algunas veces hasta imposible sin el auxilio del « análisis anatómico, reconocer el bosquejo de una cabeza, todo eso cubierto de «tegumentos, en parte cutáneos y en parte mucosos, y os formareis una idea del (1) De ferio monstr080. Epliera. nat. cur. dis. TI, año 6? obs. 165. p%. 333, año de 1687. «conjunto de las modificaciones singulares que caracterizan á un monstruo polyg- « nato.» 14 La descripción anterior me escusa el trabajo de demostrar que nuestro mons- truo cuádruple en nada se parece al tipo del género hypognato, sobre el que repo- sa como sobre una sólida base el epignato. Si la analogía es perfecta entre estos últimos, no podrá decirse otro tanto si se comparan con el primero: la desemejan- za entre ellos es notoria. Inútil me parece detenerme en probar que tampoco pertenece á los hcterótypos, hetéralos y polymelos, porque los géneros de dichas familias, que también corres- ponden al orden II de los parasitarios, tienen caracteres diametralmente opuestos á los de esta rara monstruosidad. Examinaré, por último, la única familia que compone á la tribu III del mismo orden: la endocymia. Contiene dos géneros, el dermócymo y el endócymo. El pri- mero está caracterizado por la unión del mas pequeño y mas imperfecto de los dos individuos al plano anterior del cuerpo, á corta distancia, y con frecuencia arriba del ombligo, ó por la implantación de un parásito mucho mas incompleto y redu- cido á una sola región (por ejemplo, á una sola cabeza) en un punto lejano del ombligo. Desde luego se ve que no son estos los caracteres de este monstruo. Por lo que toca al género endócymo diré, que atendiendo á los caracteres que Mr. Geoffroy Saint-Hilaire le asigna en la clasificación, en el presente caso no puede decirse que haya endocymia, pues la inclusión, en vista del estado que ac- tualmente guarda el ejemplar, solo puede admitirse refiriéndola al modo con que probablemente se formó la monstruosidad allá en su origen. De otra manera has- ta impropio seria decir que en este caso los parásitos se hallaban inclusos, ó lo que es lo mismo, contenidos dentro del onfalósito: á eso equivaldria llamarlo endócymo. Para hacer mas ostensible la desemejanza me bastará recordar algunos de los ejemplares de esta anomalía, que al principio excitó la incredulidad, después el asombro, y por último el interes de los fisiólogos; de esta curiosa anomalía, llama- da por Thomas Bartholin, embrio pregnans, y quien al describirla con tal nombre comenzó su relato con estas significativas palabras: Terrebit lectores historice ti- tulas. Certe ipse vnihi non satis credo, dum hoce perituroc chartoc illino quee nubla unquam cetas vidit vel audibit. (1) En efecto: ¿en qué se parece esta monstruosidad á alguno de los catorce ejem- plares que describió Mr. Lacheze? (2) ¿Qué semejanza existe entre ella y los ca- sos relativos á Amadeo Brissieu y á la niña hamburguesa? ¿Cuál es la que hay entre este monstruo y los observados á principios de este siglo por Dupuitren, (1) Hist. anat. et med. rar. Cent. YI. Ilist. C. y De insólitis parlüs viis, p. 97. (2) De la duplicité monstr. par inclusión. París 1823. en el niño que nació en Yerneuil (1790), por Young, Mayer, M. Velpeau (1840), el Dr. Mata (1846) (1), y Mr. Pancoast de Filadelfia? (2) En estos casos, y en otros muchos que pudiera citar, el parásito se hallaba contenido en su totalidad é integridad, ó en fracciones mas ó menos reconocibles, en el estómago, intestinos, en el escroto, debajo de la piel, pero de tal manera ocultos á la vista algunos de entre ellos que únicamente han podido ser descubiertos cuando fueron espulsados, ó en las inspecciones cadavéricas, ó por una habilidad esquisita en el diagnóstico cual sucedió en los casos de MM. Yelpeau y Pancoast. Supuesto lo' dicho, se ve que este monstruo no tiene lugar en el cuadro general y metódico de las monstruosidades formado por Mr. Isidoro Geoffroy Saint-IIi- laire. Hube de recurrir, sin embargo, á buscárselo entre las demas clasificaciones conocidas: mas después de un asiduo trabajo tampoco pude lograrlo, siendo de ad- vertir que lo he demandado á las de Hubert (de Bale), Malacarne, Buffon, Blu- menbach, Meckcl, Breschet, Charvct, Serres y Devergie. Al terminar dicha in- vestigación me vi precisado á concluir que esta monstruosidad es enteramente nueva, y que no se ha descrito otra igual hasta hoy. No obstante, mi tiempo no fué del todo perdido. En los anales de la ciencia existen hechos análogos, al menos en cuanto á la manera con que se ha hecho la implantación de los parásitos, y respecto al sitio donde se ha efectuado. En una tésis de Mr. Fr. Lautli (3) se señalan dos, en cada uno de los cuales se trataba de algunos restos pertenecientes á un feto pequeño que se hallaban fi- jados en la bóveda de la faringe [attachés d la volite du pharnix) de los fetos nor- males, por medio de un cordon umbilical, cuyos vasos tenían conexiones con los spheno-palatinos de estos últimos. Breschct cree que ambos ejemplares son semejantes al hecho descrito por Hoff- mann. Este descubrimiento fué para mí de la mayor importancia: habia encontrado, al fin, dos hechos simples que podrían servir para el logro de mi intento. Pero á poco me encontré con que habian sido aceptados únicamente por Breschct, quien sin haberles dado nombre alguno particular los refirió al orden III (diplogeneses), género por penetración. (Tabla de Breschet.) Cuando Mr. Geoffroy Saint-IIilaire dio á luz su clasificación general de los se- res anómalos, basada en el cuidadoso estudio que de ellas habia hecho y en la ri- gurosa apreciación de sus afinidades naturales, se propuso hacer perceptibles la multitud de relaciones que cualquiera otro sistema, por ingenioso que fuese, ne- (1) I,a Facultad. Periód. esp. de medicina. Números 85 y 36. Junio de 1846. (2) Gazette medícale de París. N. 16. Avril 17—1860. (3) Sur les diplogeneses. París—1834. cosariamente habría dejado pasar desapercibidas. Pero no era esa la sola ni la mas importante de las ventajas que la ciencia iba á reportar por su adopción, si- no también aquella facilidad con la cual, en virtud del orden que en ella se esta- blece, y por el método que sigue en el estudio de los hechos anómalos, cada gru- po se encuentra anticipadamente esplicado por el que le precede. Habiendo lle- gado á este caso podía dar cima á mi encargo; pero, por desgracia, Mr. Geoífroy Saint-IIilaire, por falta de detalles, no ha aceptado ni desechado los casos referi- dos por Lauth; únicamente los cita. (1) Si los hubiese aceptado, aun faltando á su propósito como hizo con el hecho de Iloffmann, la dificultad estaría allanada en el acto. Por otra parte, aunque el sábio naturalista haya asegurado que para cuando se tratase de monstruosidades triples y mas que triples (cuya historia hasta hoy es tan dudosa, tan oscura y tan imperfecta), los hechos lo autorizaban á asegurar que su clasificación podría reducirse á corolarios tan directos como sencillos, y que se- ria fácil deducirlos aun antes de conocer un solo hecho por la observación, este ejemplar está probando todo lo contrario, puesto que no obstante haberse demos- trado que una monstruosidad doble está compuesta esencialmente de dos unitarias, como Cada una de estas últimas es la consecuencia de la fusión de dos hemiterios, las mas complexas pueden no estar formadas conforme á esta ley tan general. Mr. Geoífroy Saint-IIilaire, insiste sin embargo, en otra parte de su interesan- te obra, en que las nociones que se tienen acerca de las monstruosidades dobles dan la clave de los caracteres esenciales de las mas complexas, puesto que ha lo- grado establecer que las primeras son seres compuestos, y no unitarios en los cua- les existan partes supernumerarias. Por lo mismo, en el presente caso debería decirse que la monstruosidad cuádru- ple es el resultado de la fusión de cuatro individuos; un racimo de monstruos. Es- ta es una verdad, pero tan evidente y tan estéril que se encuentra á la altura del paradojismo. ¿Acaso sirve este convencimiento para relacionar á este monstruo con los ya conocidos y descritos? ¿Qué aventajaría la ciencia si le dijésemos que este monstruo está compuesto de otros cuatro, á uno de los cuales falta el maxilar in- ferior, como en los hechos referidos por Schubarth; (2) á otro, los miembros torá- cico y abdominal izquierdos, cuya particularidad lo coloca entre los ectrómelos tan bien descritos por Gurlt (3); y los otros dos son acéfalos, y se hallan reducidos al estado embrionario? Nada. (1) Traite de Teratologie. Edic. Bruselas, 1837. Tom. III, part. III, lib. II, cap. IX, pág. 218. Nota 3? de la primera columna. (2) Dp 'parvulorum et def. maxillce infpriorh. (3) Lehrb. der path. Anat. der Haus-Scengelhiere, part. II. 1832. El gran partido que ha de sacar la ciencia de esta monstruosidad so encuentra mas que en todos esos detalles (si bien interesantes, demasiado conocidos) en estu- diar la manera con que se hizo la implantación de la masa placentaria común á tres individuos en cierta porción de los tegumentos interno y esterno del parasi- tífero. Este es el singularísimo carácter en donde reside el mérito intrínseco del ejemplar: él debe servir, por lo mismo, para señalarlo entre todos los demas mons- truos conocidos y descritos. Me parece que la escasez suma de monstruosidades triples ha sido la causa del error en que esta vez incidió Mr. Geoffroy Saint-Hilaire. Chaussier y Adelon declararon no haber encontrado consignado en los anales teratológicos, ni conocido individualmente, ejemplo alguno auténtico de monstruo- sidades triples. (1) Meckel, que visitó una gran parte de los museos científicos de Europa, hizo la propia confesión, diciendo que en su concepto el número de partes que constituían á los monstruos compuestos era doble cuando mas. Estas son sus palabras: Ilac- tenus igitur firma stare videtur sententia, númerum partium ad summum contra normam duplicar i. (2) Los hechos referidos por Gurlt, por Regnault; el del carnero de tres cabezas que balaban á la vez, citado por Ambrosio Paré; el de aquel otro carnero que te- nia tres caras, y que según dice Fincclius fué figurado por Aldrovando; el de ese perro, verdadera reproducción del cancerbero de la Fábula, que menciona el mis- mo escritor; el de una víbora que dizque tenia tres cabezas, y á la cual alguno dio muerte en los Pirineos; los de los tres monstruos humanos á que aluden En- gelbert de Westhoven, Bartholin, y una publicación del año de 1717 citada por Brachet; todos estos hechos, y algunos mas que pudiera referir, son considerados justamente por los teratélogos como absolutamente apócrifos. Los únicos que están admitidos como auténticos son los que observaron los Dres. Reina y Galvani (3), Bettoli y Fattori (4), y el que conoció vivo Mr. Isi- doro Geoffroy Saint-Hilaire. Los dos primeros pertenecian á la especio humana; el último era un carnero. MM. Bracliet y Fouillioux (5) dicen: « Solo liemos hablado de los monstruos (1) Dictionaire des Sciences medicales. Tomo XXXIV, pág. 158. (2) De duplicitate monstr. Commentarius, pág. 20. (3) Sopra un feto humano tricéfalo. Atti dell’Acad. Gioeuia. Tom. VIII, pág. 203. (4) Giornale di med. prattica. Tom. I. pág. 396. Dissert. di Fattori: Di fetiche ra- chindono feti. Parma, 1815- (5) Nouveau traite de la plúsiologie de Pilóname. Tom. II, pág. 482. te producidos por la reunión de dos individuos, porque jamas ha demostrado otros te la experiencia. Sin embargo, no seria imposible que se reunieran tres embriones te y formasen una monstruosidad triple.» Siendo tan contadas las monstruosidades triples que han sido admitidas, y no habiendo encontrado en alguna analogía con la que me ocupa, fácilmente se com- prende cómo no haya podido apoyarme en ellas para seguir el orden correlativo que demanda el método natural de Mr. Geoffroy Saint-Iíilaire. Y no tenia otro camino, puesto que tampoco se ha descrito una monstruosidad cuádruple, ó si ya lo fué no ha sido aceptada por inexacta ó por apócrifa. Ahí tuve que detenerme oyendo decir á aquel célebre teratólogo: « Si se pasa de la historia de la mons- «truosidad triple, tan llena de dudas y de fábulas, á la cuádruple, ó mas complexa te aún, veremos que se compone de hechos ciertos pero mal comprendidos, ó de re- te laciones verdaderamente ficticias.» (1) Mr. Geoffroy Saint-Hilaire ha tenido razón de no admitir la existencia de mons- truosidades mas que triples: su escepticismo acerca de esto está justificado por los hechos que voy á referir. Ferraras (2) cuenta que un niño que nació en el reino de León (España), el año de 462, tenia cuatro cabezas. En el Chan hay king (Libro de las montañas y de los mares), que data de cerca de doscientos veinte años antes de Jesucristo, se en- cuentran descritos varios animales de muchas cabezas, uno de los cuales tenia nue- ve. (3) Mr. d’Orbigni aseguró haber visto en Buenos-Aires un monstruo séxtu- ple. Liceto habla de un monstruo humano que tenia siete cabezas, siete brazos, un solo tronco y dos piós de rumiante. Séba figuró una serpiente que tenia siete cabezas y dos piós Seria muy largo enumerar todos los absurdos que se han imaginado, muchos de los cuales se encuentran referidos por escritores de mérito como Pomponio Mela, Aulio Gela, Plinio, Solino y Pausanias. (4) (1) Traite de Terntologie. Tom II, pág. 249, colum. 1? (2) Histoire d’Espagne. Traducida del español al francés por Hermilly. París—1751. Tom. II, pág. 88. (3) Traite de Teratologie Tom. II, pág. 250. (4) Estas y otras mil vulgaridades lian sido propaladas siempre, ann por personas sensa- tas. De un manuscrito inédito que poseo, que se titula: Noticias de México hasta el año de 1793, sacadas de instrumentos auténticos y papeles fidedignos por D. Francisco de Sedaño, co- pio la siguiente: “Monstruo.—El dia 30 de Junio de 1733, en el barrio de San Pablo, una muger mo- “rena parió un monstruo de figura de marrano, liso y sin pelo, de color tostado, cabeza “grande y redonda, cerdas en la frente, boca grande rasgada, dos dientes, nariz chata, ore- “jas de mono, rabo corto, los pies con pezuñas, la mano derecha con cinco dedos y la iz- Mr. Geoffroy Saint-IIilaire (Isid.) admite sin embargo su posibilidad, y la ra- Eon que alega es plausible. « La teoría demuestra, dice, que las probabilidades « que existen son muy pocas: la falta de esta clase de hechos confirma los datos «teóricos, pero nada mas.» En lo que anduvo desacertado fué en decir con tanta generalidad (1), que cuan- do llegase la vez de que la naturaleza presentase monstruos cuádruples no podría dudarse que estuvieran sujetos á las mismas leyes que presiden á la formación de los dobles y triples, y que por lo mismo era fácil deducir su esplicacion de la de estos últimos; es decir, que supuesto que en las monstruosidades triples los indi- viduos componentes se unían entre sí confundiéndose los estreñios con el interme- dio, de lo que resultaban dos ejes de fusión, de los cuales cada uno era exactamen- te semejante al eje central de los monstruos dobles, en los cuádruples debia repe- tirse la misma ley similar; por lo que estos desde antemano podrían ser conside- rados como constituidos por La reunión de dos monstruosidades dobles. En resumen: en los anales de la teratología no existe un monstruo igual al que tenemos á la vista; no hay uno doble o triple análogo que haya sido admitido por la generalidad de los teratologos; los dos hechos que refiere Lauth se parecen á es- te ejemplar en el modo con que se hacia la implantación y en el sitio donde se ve- rificaba, pero la falta de otros detalles muy importantes no permite establecer ma- yores analogías; por lo visto, es el primer monstruo cuádruple auténtico que ha existido; su advenimiento al mundo contraria la generalidad absoluta con que pre- maturamente han sido aceptados hasta hoy ciertos principios relativos á la unión similar de los monstruos mas que dobles. Una vez llegado á este punto, debo retroceder basta el de mi partida; y para dar á esta monstruosidad el distinguido lugar que se merece entre las que lian si- do descritas, o la señalo por aquellos de sus caracteres que tienen mas alto relie- ve, y, como lo hacia Breschet, por ejemplo, sigo un método puramente artificial; o, forzando la puerta del sistema natural y metódico de Mr. Isidoro Geoffroy Saint-IIilaire, la propongo ante los teratologos para tipo de un género que jamas ha tenido representante legítimo (el epignato); o le crio una familia y un género propios, cual se ha hecho siempre que un ser orgánico, vegetal o animal, no ha podido ser incluido entre los grupos ya existentes. Las clasificaciones anteriores á la de Mr. Geoffroy Saint-Hilaire, como es sabi- do, casi no tenían otro objeto que formar cuadros en los cuales las anomalías se fuesen acomodando con cierto orden convencional, á fin de que pudiera fácilmente “quiérela con cuatro. Su tamaño regular de marranillo. Se vio públicamente en las Casas “de Cabildo de esta Ciudad.” (L) Op. cit. Tom. II, pág. 249, colum. 2? encontrarse cualquiera de ellas entre las demas. Uno de los clasificadores mas distinguidos decia: «no reconozco en las clasificaciones otra importancia, que fa- cilitar el estudio y poner en orden las ideas.» Pero, ademas de otros inconvenientes graves que tenia un sistema semejante, había el muy notable de lo complicada que era la nomenclatura, que algunas oca- siones llegaba al grado de que el nombre de un solo monstruo no podía retenerse sino con dificultad: muchos de ellos eran tan indisolubles, que los buenos hele- nistas tenian á veces sumo trabajo para comprender su intrincada combinación, y descifrarlos. Tales son las razones porque no me he resuelto á adoptar el primero de aque- llos medios. Fácil, muy fácil seria clasificarlo conforme á ese sistema arbitrario, incluyéndolo impropiamente en el género por inclusión de la tabla de Mr. Bres- chet, y llamándolo tetra-genesis, mono-ompJialócito, tri-stomato-delplios; lo que equivaldría á decir, que es un monstruo cuádruple en el que uno de los indivi- duos componentes dependió directamente de la madre por intermedio del cordon umbilical, y los otros tres hermanos están implantados en la boca del primero, á cuyas espensas vivieron. Mas esto es su descripción y no su clasificación. En cuanto al segundo de aquellos medios, su adopción no solo trastornaría á la familia de los polygnatos, sino también á los géneros que la constituyen, cuyos ti- pos bien conocidos y perfectamente descritos han servido de base para la erec- ción del género epignato. Ademas, el hecho de Iloffmann no es semejante al que me ocupa. Si se comparan entre sí, se ve que en el presente caso el tumor no sa- le de abertura alguna que exista en la bóveda palatina; que los parásitos dependen del onfalosito por intermedio de una masa placentaria, la cual se encuentra im- plantada sobre una porción de los tegumentos interno y externo de la boca de este último; que los parásitos no se pueden llamar un bosquejo de otros fetos, sino quo son: 1”, un ectrómelo sumamente perfecto y tan desarrollado como el parasitífero, escepto en cuanto á su volúmen; 2?, de un acéfalo, cuyo cuerpo tiene la forma binaria y simétrica, y tres miembros menos imperfectos aún que lo están los que pertenecen á aquel que representa la figura 3?, plancha XII, del Atlas de la His- toria general y particular de las anomalías, escrita por Mr. Geoffroy Saint-IIilai- re; y 3?, de otro acéfalo, mas imperfecto aún que el anterior, pero del cual tam- bién se ven distintamente un brazo y dos piernas. No queda, pues, otro recurso, que apelar al último medio. Así es que sustra- yendo las mas curiosas anomalías que se encuentran tanto en el conjunto como en los detalles de esta rara monstruosidad, y fijándome solo en los caracteres del ti- po específico existente, me propongo erigir una nueva familia, y agregarla á la tri- bu III del orden II que comprende á los monstruos parasitarios del cuadro de Mr. Geoffroy Saint-Hilaire. El nombre de dicha familia seria exocimia (de É£co, fuera, y xuvip.«, producto de generación, ó feto) La tabla dicha quedaría aumen- tada del modo siguiente: ORDENII. PARASITARIOS.—Tribu TIL W ) Familia I. Endócymos... !. Familia Tí. Exócyvios Stomatócymo, El género se llamaría stomatócymo. La clasificación de este monstruo cuádruple seria entonces: T etr A-par as ita- RIO, STÓMATO—TRI—EXÓCYMO. III. Aunque en la generalidad de los hechos la fecundación es monógena, en ciertas circunstancias que todavía no han podido ser determinadas con exactitud es po- lygena. Demasiado sabido es que son comunes los embarazos simples, raros los de gemelos, escasos los de trigéminos, y escasícimos y aun poco auténticos los de mayor número. En esta parte de mi Memoria me ocuparé de lo relativo á la embriogenia. Esta particularidad que los ovaristas y los animalistas han pretendido esplicar por la fecundación mono y poly-ovariana, ó por la intromisión de dos ó mas sper- matozoides en un solo huevo, pero que hasta hoy permanece inextricable; esta particularidad, repito, se presenta actualmente de una manera nueva, y tan rara, que aumenta el interes que ha tenido siempre esta cuestión. La anomalía que hoy me ocupa ha venido á comprobar la suma importancia que tiene el estudio de la teratología. « Nada hay, dice Mr. Geoífroy Saint-Hilaire, (1) nada hay que sea mas importante para demostrar muchas combinaciones, para ha- cer revelaciones instructivas, e indicaciones ciertas, como el estudio de las mons- truosidades: sirve hoy y servirá siempre para apreciar el principio de las forma- ciones orgánicas, y para proseguir sus efectos sucesivos.» En efecto; el estudio de las monstruosidades está llamado á esparcir la luz en las mas elevadas condiciones de la organización. A fines del siglo XVIII, la ana- tomía descriptiva dio origen á los grandes descubrimientos que podían contenerse en el estrecho recinto donde se hallaban encerrados los observadores. El campo de observación se amplió á poco con el estudio de la anatomía comparada: la anatomía de los animales aumentó ó hizo fecundo aquel estudio, tan limitado has- ta entonces. La fisiología se aprovechó de ese raudal, aunque llegó un momento en (1) Dictionnaire classique d'JIistoire Naiurelle. París—] 827. Tomo XI, pág. 135, 1® columna. que pareció agotarse el rico venero. En aquella época nacieron, casi al propio tiempo, la anatomía patológica y la anatomía de los seres monstruosos. Llegó la ocasión de preguntar á esos entes escepcionales lo que necesitaba saberse, y ellos contestaron con la mayor sinceridad. Con razón el sábio naturalista portugués, Correa de Serró, escribía á Mr. Geoffroy Saint-Hilaire: «Me pongo contento, y «me instruyo con vuestros monstruos; á la vez que amables son muy platicadores: « cuentan sábiamente las maravillas de la organización, diciendo con oportunidad «lo que es, y lo que no debe ser.» Estos conceptos no son, á la verdad, arranques entusiastas de un espíritu idólatra de la ciencia del hombre, sino la pintoresca des- cripción de sus inestimables conquistas. ¡Qué mejores delatores, en efecto, para lograr saber sus mas recónditos misterios, que la misma organización en su estado de irregularidad, que la naturaleza, vacilante é impotente, en sus momentos de supina cstravagancia! Por el camino de la evolución normal era difícil, tal vez imposible, comprender cómo se verifican ciertos actos de la economía viviente: por el de la evolución anor- mal se ha entrado en posesión de muchas verdades demasiado fecundas. Los fisiólogos de mas nota han podido investigar por esa via que cada una de las vesículas de de Crraaf ordinariamente contiene un solo huevo humano, y que también pueden estar contenidos dos ó mas; que hay huevos que tienen dos vite- llus, y vitellus con mas de una vesícula germinativa; que fecundado una vez cual- quiera de ellos dan lugar á preñeces simples ó múltiples; que la evolución del huevo ya fecundo viene acompañada, en cada caso, de cierta disposición especial en las membranas y demas anexos del feto, la cual sirve para decidir d posterio- ri de aquella que tenian los gérmenes dentro de un solo huevo, ó dentro de va- rios, así como la de estos últimos dentro del mismo stroma; que los anexos del fe- to, sus membranas corrion y amnios, el cordon umbilical y la placenta en que éste termina, son propiedad esclusiva del feto, etc., etc. En vista de esos incontrovertibles principios, he aquí como comprendo la géne- sis de esta monstruosidad: El onfalósito, por su parte, y los parásitos, por la suya, tenian sus respectivas envolturas; pero tan independientes y de tal modo dispuestas, según revela el mis- mo ejemplar, que las que pertenecían á estos últimos solo envolvían al tumor, y las de aquel al feto y al huevo polygeno á la vez. Lo que se ve en la pieza es pre- cisamente la exhibición, en grandes proporciones, de lo que en el óvulo abortado se nos habría pasado desapercibido, aun cuando nuestra buena fortuna nos hubiera proporcionado la ocasión de que tomásemos ese huevo estraordinario al momento de su espulsion para colocarlo en la platina de un microscopio binocular. El ejem- plar demuestra claramente, en mi concepto, que en un ovisaco existia encerrado un huevo monógeno dentro del cual se encontraba incluso otro polygeno. Por es* 23 ta razón poco ha decía, que llegado el caso de pensar en la inclusión, respecto de esta monstruosidad, debería admitirse la ovárica. La inclusión de un huevo en otro es una anomalía auténtica; ha podido verse en los huevos de gallina. En algunos, los dos huevos, el continente y el conte- nido, carecian de vitellus; en otros, el vitellus no existia mas que en uno de ellos. Se han visto también casos en que ambos tenian una organización casi normal (1). Retrocediendo imaginariamente desde el estado en que se encuentra en la ac- tualidad hasta el momento mismo en que los gérmenes se desarrollaban, fácil me será csplicar ya lo que sucedió después. Mientras aquellos pudieron desarrollarse á espensas del cúmulo granuloso, del contenido en la vesícula umbilical, y del que guarda la alantoides con el propio objeto, las vellosidades coriales del óvulo continente (el monógeno) establecieron sus conexiones naturales con la matriz, y tan luego como una porción de ellas se vascularizó, quedó definitivamente formada la placenta fetal del que se encontraba aislado. Dicho órgano comenzó á proporcionarle, tomándolos directamente de la madre, los elementos necesarios para su nutrición y desarrollo ulterior. Aquí abandono á este nuevo á su evolución y destino ordinarios para ocupar- me de lo que pasaba entretanto con el huevo incluso. Este, á su vez, rodeado de las membranas amnios y corion, se bailaba provisto igualmente de las respectivas vellosidades: mas como éstas tenian interceptado el paso y de ningún modo podian ponerse en contacto con la matriz, hubieron de fijarse en aquel punto que les fuera propicio. De ahí provino esa implantación esquisitamente estraordinaria en el tegumento interno mas inmediato, el que tapi- za la boca, la cual, como se sabe, ademas de ser proporcionalmente grande en el embrión, se encuentra abierta hasta que comienza el estado fetal propiamente di- cho. Esas mismas vellosidades pudieron, es cierto, haber penetrado al vientre que también está abierto durante esa época del desarrollo; pero tal vez encontra- ron mas próxima la boca, y por esa razón se fijaron en ella. Tan luego como se establecieron las relaciones vasculares, el onfalósito solo pu- do haber proporcionado muy escasos elementos de nutrición á los parásitos, por lo que ni él ni ellos pudieron desarrollarse convenientemente. En otros términos: creo que en el presente caso se trató de un fenómeno análo- go al que se observa en las preñeces extra-uterinas. Así como en éstas la placen- ta desde un principio adquiere conexiones vasculares con los tejidos que encuentra (1) Bartholin Oviim dúplici córtice, Hist. anat. et mecí, rariorum, Cent. V. obs. 95. —Jung-, Ovum ovoprcegnans, Epliem. nat. cur. dec. I, ann. II, obs. 250. pág. 348.—Geof- froy Saint-Hilaire, Teratologie. Tom. II, pág. 240. col. 2a—Elourens, Comptes ren- dus hebdomadaires. n? X, pág. 183. cerca de sí, y se fija en un lugar que suple al que debería ocupar en la matriz, del cual extrae elementos bastantes para nutrir al producto y procurarle un desar- rollo que en ciertas ocasiones se ha excedido del que alcanza á la época ordinaria de la gestación intra-uterina, del propio modo en este caso la masa placentaria correspondiente al huevo polygeno se fijó en el paladar del feto y en una muy pe- queña porción del tegumento externo mas inmediato, en cuyos puntos adquirió re- laciones vasculares con el onfalósito, aunque insuficientes á fé para conducir á feliz término el desarrollo de los tres parásitos. El crecimiento que alcanzaron, prescindiendo por el momento de la influencia que en él debe haber ejercido la compresión á que estuvieron sujetos hallándose encerrados dentro de una cavidad donde su evolución debió ser por demas dificultosa, marca perceptiblemente la gra- dación y el desorden con que se verificaba el desenvolvimiento. Así, el onfalósi- to, que vivía dependientemente de la madre, adquirió un desarrollo superior al de sus hermanos: inmediatamente después sigue el ectrómelo; luego el acéfalo que está á la derecha, y por último, el que se encuentra á la izquierda y está mucho mas lejano. En el estado que actualmente guarda la pieza no me es fácil decidir si el apén- dice tegumentario campaniforme deba ser considerado como un monstruo añidió (falto de forma), cuyo grupo está caracterizado por la extrema simplicidad de or- ganización. El anidio humano descrito por Bland tenia la forma esférica; la ca- vidad, formada esclusivamente por un tegumento de cierto espesor, tenia también un poco de vello, pero solo en el punto que el referido autor llama teca, algunos vasos, grasa y una poca de serosidad, sin vestigios de alguna cosa mas. (1) No seria aventurado decir, que el referido apéndice tegumentario formaba parte de un anidio que se desgarró al momento de ser extraído el monstruo del canal vulvo- uterino, ó cuando la pieza fué lavada para conservarla en el alcohol. Sea de esto último lo que fuere, los cuatro monstruos de que está formado es- te ejemplar vivian la vida parasitaria; mas ésta se distribuía proporcionalmente con el elemento que se las suministraba. La sangre que liabria bastado para nutrir al parasitífero no pudo serle suficiente desde el momento en que hubo de repartirse entre los cuatro. La circulación fetal tuvo en esta vez, ademas de su objeto principal, otro accesorio y muy accidental: y como por el cordon umbilical no podía llegar mayor cantidad de sangre que aquella que el onfaldsito necesita- ba esclusivamente para sí, claro es que de esa derivación anómala dependió su po- co desarrollo. El que tiene el ectrómelo demuestra que esa nutrición, notoriamen- (1) Sonic calculs of the numler of accidente or death which happenin of par- turition. Memoria de Mr. Bland. Para mayores detalles consúltense los Tesoros anatómicos de Gurlt. te mezquina, bastó sin embargo para que se desarrollase con cierta perfección que sorprende. El de los dos acéfalos indica, por el contrario, que no alcanzó sino para que se formasen confusa é irregularmente algunas porciones que solo han podido definirse por la analogía y el encadenamiento que siempre existe entre el estado perfecto y el rudimentario. La existencia de los tres parásitos fué, pues, vegetativa ó de nutrición. Cuando la sangre materna no pudo proporcionar ya la suma de elementos que exigía el desarrollo progresivo del conjunto la vida se interrumpió, y los cuatro hermanos hubieron de morir por inanición. Antes de pasar adelante quiero llamar la atención en una particularidad singu- larísima que se advierte en los dos acéfalos, y que antes de ahora ha servido para resolver algunos de los mas importantes puntos de la embriogenia. Para no divagarme y ser tan claro como lo deseo en estos momentos me ocu- paré con preferencia del que se encuentra á la derecha, y desde luego haré obser- var que sus huesos están inmediatamente revestidos por el tegumento externo, la piel. Esta circunstancia es tanto mas notable, cuanto que en los acéfalos se en- cuentra ordinariamente mas avanzado el desarrollo, por lo que, ademas de la piel y los huesos, hay dentro cierta cantidad de tejido adiposo que abulta mas ó me- nos el conjunto. En el presente caso no ha sucedido así, y gracias á eso se pue- de contemplar la prolongación anómala del estado embrionario. Este acéfalo es- tá reducido casi á la condición de los crustáceos y de los insectos; y si el hecho no es nuevo, comprueba sin embargo que la razón de las relaciones entre los seres organizados está fundada en el grado de desarrollo que alcanzan. E1 ser organizado comienza á formarse por una celdilla que idealmente puede dividirse en cinco regiones, las cuales primeramente encierran simultánea y muy distintamente las vértebras cranianas, las cervicales, torácicas, lumbares, sacras y coxigeas, é inmediatamente después los órganos que corresponden á estos seg- mentos del sistema huesoso, los de los sentidos, de la respiración, de la circula- ción, de la digestión y de la generación. Esto no tiene lugar en los crustáceos, ni en los acéfalos heteradelfos, ni en los insectos, por lo que en la escala zoológica unos y otros quedan reducidos á las sencillas condiciones de un embrión. Hace poco hablaba de la influencia que debe haber ejercido la compresión en el desarrollo de los tres parásitos. En efecto: encerrados como estaban dentro de un huevo que no podia ensancharse libremente, porque no le era posible sobre- ponerse á los obstáculos que tenia á su derredor, llegó un momento en que se ini- ciara la monstruosidad, que por la continuación de la causa debida al movimiento centrípeto ocasionado por la compresión, y por el centrífugo determinado por el crecimiento de los fetos inclusos, se hizo á cada paso mas considerable, obró diver- sámente sobre sus diversos planos, interrumpió en unos la evolución, y provocó en otros la retrogradacion del desarrollo. Este hecho comprueba que las desviaciones y anomalías orgánicas son el efec- to sensible de algún accidente, como una plegadura del blastodermo, una compre- sión, una contracción, una alteración patológica de cualquiera de los elementos constitutivos del huevo: comprueba igualmente, que cuando la causa perturbadora llega solo hasta cierto límite el órgano ú órganos afectados crecen y se desarro- llan, pero siempre bajo la influencia de la impresión primitivamente causada por ella; comprueba también, que el producto se resiente de las violencias traumáticas y de las enfermedades que atacan al germen y á sus anexos en el interior de la matriz. Algunos de estos efectos han sido demostrados por la experimentación en los huevos de las aves. Las observaciones que hizo Mr. Geoftroy Saint-Ililaire en Auteuil, cerca de Paris, y en Pourg-la-Reine, comprueban una gran parte de lo que acabo de decir. En los huevos de gallina preparados de cierto modo, que des- pués han sido sometidos á la incubación artificial, se ha visto al feto pegarse por uno de sus planos á la telícula, al ojo comprimido disminuir paulatinamente de ta- maño, y llegar á atrofiarse tanto, que á primera vista se ha podido creer en su completa desaparición, habiendo sido necesario practicar un exámen cuidadoso pa- ra reconocer sus partes constitutivas. (1) La retrogradacion del desarrollo se no- ta, sobre todo, en el sistema huesoso: así se observa que cuando permanece muer- to durante algún tiempo dentro del útero un feto de tres á cuatro meses, y des- pués es espulsado, algunos de los huesos del cráneo (que en aquella época están bastante bien formados) han disminuido de tamaño, otros han cambiado de forma, y otros han desaparecido. En ciertas ocasiones todo el producto desaparece, y so- lo se encuentra un poco de serosidad. La retrogradacion del desarrollo del feto hasta este grado se llama liquefacción del producto. Sea como fuere, ambas cosas pueden haber sucedido en este caso: ó el desarro- llo de los tres parásitos y aun del parasitífero no alcanzó mas que hasta el grado en que se ve, ó, habiendo adquirido otro mucho mayor, por la falta de nutrición ó por la compresión, ó por ambas cosas á la vez, se inició la retrogradacion que modificó á uno y á otros y los redujo al estado en que hoy se encuentran. La disyuntiva no tiene medio: la experiencia sostiene cualquiera de los dos estremos. Desde principios del siglo XVI esplicaban los fisiólogos los vicios y los es- travios que constituyen las monstruosidades, diciendo que eran debidas algunas veces á la acción de las causas mecánicas. Ambrosio Paré (1533), aunque fas- (1) Dictionaire Classique d'íIistoire Naturelle. Tomo XI, pág. 148.—Me- raoires du Museum d’Histoire Naturelle. Tomo XIII, Sur des desviations organiqy.es, provo- quéis et observées par Mr. Geoffrov Saint-Ililaire. cinado por algunas opiniones estravagantes que dominaban en su época, y á quie- nes los hombres mas eminentes de todos los tiempos han pagado siempre un tribu- to, entre los motivos que ocasionan las monstruosidades señalo el que brevemen- te he mencionado. (1) El cuidado que he debido tener para conservar intactas las adherencias entre el tumor y el parasitífero (que es una de los particularidades mas importantes de esta pieza de tan inestimable mérito) me ha impedido examinar de qué manera se hallan establecidas las relaciones vasculares que distribuyeron entre cuatro la san- gre que solo á uno tocaba por derecho. Sin embargo, es muy importante saber como se verifico la circulación de los fe- tos del huevo incluso. La porción tegumentaria que une al tumor con el onfalo- sito, tan reducida y tan insignificante respecto de la masa total, y la ausencia de vasos importantes en la región en que está implantada, alejan naturalmente toda idea de que existiera en ese punto una grande y muy activa circulación; y aunque no me sea posible demostrar directamente este modo de ver, por comparación pu- diera probar su exactitud. Cuando las adherencias son superficiales existe únicamente la comunicación capilar y endosmdsica, y así es como recibe el parásito los elementos para su nutri- ción. Solo en aquellos casos en que las conexiones son mas profundas se encuen- tran vasos gruesos que pasan del uno al otro hermano. En los hechos de simple adherencia tegumentaria entre dos individuos la unión se parece á la que tiene lugar entre dos dedos ú otras regiones contiguas cuando se ulceran, especialmen- te por una quemadura. « Por eso, dicen MM. Brachet y Fouilhoux, (2) aunque «los do§ individuos estén reunidos, cada uno tiene su vida propia é independiente. « La prueba es que seria muy fácil separarlos destruyendo las adherencias preter- «naturales que los unen. Esto es, al menos, lo que hemos podido deducir cuan- « do examinamos á los hermanos Eng y CiiANG.» (1) Como pocos son los que conocen las obras de Ambrosio Paré, copio este pasaje que se encuentra en el libro XXY, pág. 753. “Les causes des monstres sont plusieurs: la premiere, la gloire de Dieu. La seconde, son “ iré. La troisiéme, la trop grande quantité de semence. La quatriéme, la trop petite “ quantité. La cinquiéme, l’imagination. La sixiéme, l’angustie ou petitesse de la matri- “ce. La sept.iéme, l’assiette indécente de la mere, comme si, étant grosse, elle se fut tenue “ trop longuement assise, les cuisses croisées ou serrées contre le ventre. La huitiéme, “ chute ou coups donnés contre le ventre de la mere étant grosse d’enfant. La neuviéme, “ les maladies hérértitaires ou accidentelles. La dixiéme, pourriture ou corruption de la “ femme. La onziéme, mixtión ou melange de semence. La douziéme, l’artifice des mé- “ chans bélítres de l’ostiére. La treiziéme, les démons et les diables.” (2) Brachet y Fouilhoux. Phisiologie de l’Homme. Tom. II, pág. 471. Supuesto esto, y poniendo á salvo una anomalía (la cual no seria imposible) no creo aventurado decir que el ectrómelo y el mas desarrollado de los dos acéfalos, ademas de las relaciones capilares que tenían por su fusión con el parasitífero, se nutrían igualmente por sus cordones umbilicales respectivos (de los cuales aun quedan todavía algunos rudimentos visibles), y que probablemente también sucedía lo mismo con el segundo acéfalo y el anidio (?). Mas como estos cordones condu- cían la sangre que la masa placentaria tomaba del que directamente dependía de la madre, el ectrórnelo, los dos acéfalos y el anidio solo disfrutaban de una vida endosmósica y vegetativa. Tal es el juicio científico que he podido formar de esta rara monstruosidad, de cuyo estudio y descripción tuvo á bien encargarme la Dirección de la Escuela de Medicina, Temo que no obstante el ahinco con que he procurado desempeñar sa- tisfactoriamente una comisión tan honorífica no haya logrado mi objeto. El ca- so por su misma singularidad se encuentra rodeado de tantas dificultades, que creí indispensable hacer fijar sobre ellas la atención exponiéndolas ante los dignos ca- tedráticos de la Escuela de Medicina y los miembros de la Academia, algunos de los cuales se han servido auxiliarme cOn sus oportunas reflexiones. Después de haber descrito con el mas prolijo cuidado al monstruo cuádruple, he juzgado necesario criarle una familia y un género conforme al sistema natural que ha sido aceptado generalmente, lo que en mi concepto marca su singulari- dad en la especie respectiva. Creí muy importante para la ciencia detenerme á considerar su génesis. No ha- biéndome sido posible penetrar hasta ese mundo invisible, hasta ese micróscomos donde se verifican misteriosamente los fenómenos que engendra la organización del hombre y de los demas seres que mas nos sorprenden, apelé al arbitrio de po- ner la dificultad al alcance de mis ojos y de mi razón; pero temo también que mis hipótesis no sean el símil de la verdad. Sea como fuere, la personalidad científica de mis apreciables comprofesores me sirve para acreditar que en la descripción de este monstruo no se me ha escapado el mas insignificante de sus detalles. Con esto basta para que otro teratólogo mas diestro resuelva las importantes cuestiones de embriologia que surgen del conjun- to de pormenores que encierra este curiosísimo ejemplar. Antes de dar fin á este trabajo, quiero cumplir con un grato deber. El Sr. D. Cristóbal Palacios, por amor á nuestra patria y á nuestra Escuela, ni accedió á las ventajosas proposiciones que le hicieron dos norte-americanos que 29 pretendieron poseer á cualquier precio esta monstruosidad, probablemente para colocarla en algún museo de los Estados-Unidos, ni tampoco quiso reservárselo para enriquecer su gabinete, sino que con una abnegación y un patriotismo que bien pudieran servir de ejemplo á muchos que deben á este plantel su carrera y posición social, lo envid desde Durango á la Dirección de la Escuela de Medicina como un presente digno de su ilustración y gratitud. En tal virtud, termino pi- diendo á la Junta de catedráticos y á la Sociedad Médica se sirvan tributarle el merecido elogio, y manifestarle el aprecio sumo con que ha sido aceptado el pre- sente de recuerdo y de gratitud con que bondadosamente se sirvió enriquecer el Museo de Anatomía ‘patológica de la Escuela de Medicina de México. Enero 27 de 1870. Q/ÍLúCV Q^OcÍu^W^J. ESPLICACION DE LAS LAMINAS. FIGURA PRIMERA. A. Cabeza del parasitífero. B. Surco que ha hecho el cordon con que está suspendida la pieza dentro del frasco donde se conserva. C y C’. Porción derecha de la nariz y del lábio superior donde se encuentra im- plantado el tumor placentario. D. Punto de implantación del mismo tumor en la bóveda palatina. E. Primer parásito. (Todos sus detalles están á la vista.) F. Apéndice tegumentario en forma de cresta de gallo, inherente á la cabe- za de este parásito. G y G. Masa cotiledonaria. H y H. Fragmentos de la membrana amniótica que envolvía al tumor placentario y á los parásitos. I. Apéndice tegumentario campaniforme. J. Miembro torácico derecho del segundo parásito. P. Porción de la pierna derecha del mismo, visible por este plano. B. Un pié del segundo parásito. FIGURA SEGXTUNTID^. A. Monstruo parasitífero. B. Surco que ha hecho el cordon con que está suspendida la pieza. C. Manchas amarillas accidentales. D. Bregma. D\ Fontanela bregmática. E. Punto de la bóveda palatina donde se hace la implantación del tumor pla- centario. F y F. Masa cotiledonaria. G. Fragmento de la membrana amniótica que envolvía al tumor. H. Sitio de implantación del tercer parásito. (8° en la descripción.) I. Hueso largo contenido en el espesor del tumor piramidal formado de una porción tegumentaria. J. J. Extremidades del mismo hueso en las que se articulan: K y K. los dos miembros abdominales. L y L. Piés. M. Punto oculto por el tumor, en donde se encuentra un miembro torácico que pertenece al tercer parásito. N. Lengua del parasitífero. Ñ. Porción tegumentaria donde está contenido un hueso plano. O. Cordon umbilical del parasitífero. FIGUEA TERCERA. A. Cabeza del parasitífero. B. Oreja derecha. C. Sutura sagital. D. „ coronal. E. Fontanela anterior. F. Pelo. (única porción que existe.) G. Surco hecho por el cordon con que está suspendida la pieza. II. Plano dorsal del primer parásito. I. Columna vertebral del mismo. J. Porción del lábio superior y de la nariz en donde adhiere el tumor pla- centario. K. Parásito acéfalo. (2® en la descripción.) L. Miembro abdominal derecho. L’. „ „ izquierdo. M. Espacio que separa á ambos miembros. N. Miembro torácico derecho. O. Articulación escápulo-humeral de dicho miembro. Ñ. Mano. P. Espacio en el cual se encuentran alojados el miembro torácico y la mano. Q. Cúmulo de hucsecillos contenidos dentro de los tegumentos del acéfalo. Q\ Región dentro de la cual existe uno de los huesos de la pélvis pertene- ciente á este pequeño monstruo. R’ y R. Masa cotiledonaria. T. Apéndice tegumentario campaniforme. (Restos de un anicio (?)) Nota.—Cada una de las figuras corresponde á las cincuenta y siete centésimas partes del tamaño del monstruo, de modo que tienen casi las seis décimas del original. jUe laV.de Murfiuia é hijos. Ki¿H 1u Üf de laV de Mtiróuia é ln'iw. Fi£ 2a Lit. de la V. de é hijos l'iga :?a ■.•p&Ég£í