SOBRE EL LiVADO DE LA SANGRE Y DEMAS EFECTOS DE LAS INYECCIONES MASIVAS DE SUEROS ARTIFICIALES Enrip Palláis 1898 GUATEWKLH Tipografía y Encuadernación de A. Síguere y Cía, 4a. Avenida Sur No. 2. SOBRE Eb LAVADO DE LA SANGRE Y DEMAS EFECTOS DE LAS INYECCIONES MASIVAS DE SUEROS ARTIFICIALES. TESIS PRESENTADA Y SOSTENIDA ANTE LA .UNTA DIRECTIVA DE LA FACULTAD DE MEDICINA Y FARMACIA POR Enrique palla¡5 4*» Ex-primer Externo del Hospital General en los Servicios 2a de Cirugía y Ia de Medicina, Y Ex-Interno del mismo Hospital en los Servicios Médico-Quirúrgico de Niños, Ia de Medicina y 2a de Medicina. Guatemala, Junio de 1898. GUKTEMKLK Tipografía y Encuadernación de A. Síguere y Cía. 4a. Avenida Sur No. 2. JUNTA DIRECTIVA DE LA Facultad de Medicina y Farmacia Propietarios : Decano Dr. don Juan J. Ortega Vocal i° ,, ,, Mariano Fernández Padilla Vocal 2? ,, ,, Samuel González Vocal 3? ,, ,, Salvador Saravia Vocal 4? ,, ,, Leopoldo Mancilla Secretario ,, ,, Luis Toledo Herrarte Suplentes: Decano Dr. don Mariano Trabanino Vocal i? ,, ,, Juan I. Toledo Vocal 2? ,, ,, Nicolás Zúfiiga Vocal 30 ,, ,, Mariano S. Montenegro Vocal 4; ,, ,, Manuel Monge Secretario ,, ,, Roberto Molina Tribunal que practicó el examen general prívalo Decano Dr. don Juan J. Ortega Presidente ,, ,, Samuel González Vocal 1? ,, ,, Demetrio Orantes Vocal 2? ,, ,, José Dlerena Secretario ,, ,, Luis Toledo Herrarte Nota—Solo los candidatos son responsables de las doctri- nas consignadas en las tesis. (Art. 286 de la Ley de Ins- trucción Pública.) A mis padres Si o n Jhum Si. Sallciió Y Sa?ico H afole!) de Salíaió Reciban ellos esta débil recompensa á sus innumerables sacrificios en favor de la felicidad de sus hijos ¿I Hitó líos doctor S)on Safvador íBermudez £oña &ster '[njante de CBermudez eíitMtjmj\cante puiela de tj catino & n)i b crir)ar)o Qs'on Siucin c’$). S{a/¿aí& fí. j á 3T)i prirr)© Q)odoi Q¿Jcn -fijuil flQ. wi f-x íw / 1/ ZJccécr ¡pcn §>uan ¡}. ©r-tega pcctcr pon tfuan $. Teledo y {pcctor pon pemetric ©raptes Honorable Junta Directiva: El imperfecto trabajo que tengo la honra de presentar á vuestra consideración, me ha parecido de algún interés,ya que el asunto sobre que versa ocupa actualmente la atención de gran número de eminencias médicas, y que su difusión entre nosotros puede ser de alguna utilidad. Al imponeros de él os suplico disimuléis sus múltiples incorrecciones. Sobre el Lavado de la Sangre y demas efectos de los inyecciones masivas de sueros artificiales. La importancia que en los últimos tiempos lian adquirido las inyecciones de soluciones salinas en el tratamiento de gran número de estados morbosos es grandísima, y su empleo se ex- tiende cada día más y tiende á generalizarse. Es ésta una cuestión de actualidad y podemos de- cir que hasta en estos últimos tiempos se lia des- pertado un verdadero interés por ella. Después de haber estado largo tiempo aplicada casi exclu- sivamente á un reducido número de enfermeda- des y á la experimentación fisiológica en los ani- males, ahora toma un gran incremento y un nuevo giro: déla fisiología experimental lavemos pasar rápidamente al basto campo de las aplicaciones terapéuticas, y éstas se multiplican haciéndonos ver cada vez más el provechoso partido que de las inyecciones salinas han de sacar las ciencias médi- cas; muchos estudios importantes han aparecido; discusiones interesantísimas se hacen en las diver- sas sociedades sabias; las comunicaciones á ellas abundan, y el empeño existe por doquiera, en establecer las indicaciones y contraindicaciones de un agente terapéutico que presenta cada día un interés creciente. Sucesivamente han venido apareciendo sus diversas aplicaciones: aumentar la tensión vascu- lar, aumentar la masa de la sangre en los anémi- cos, verificar la hemostasia, favorecer la elimina- ción de los principios tóxicos contenidos en el líquido sanguíneo, etc.; todas de importancia capital. Sin embargo, los trabajos ordenados y comple- tos sobre este asunto, escasean y casi todos se reducen á publicaciones aisladas hechas en los periódicos. Por esta razón y en vista d« la inapreciable importancia de la materia, creo que este pequeño trabajo podrá prestar alguna utilidad, y siquiera tendrá el mérito consiguiente á la recopilación de datos hasta hoy disgregados. Entre nosotros las inyecciones de suero están ahora generalizándose. En el Hospital General son ya de práctica corriente, y durante nuestro internado tuvimos oportunidad de observar la grandísima utilidad que prestan para combatir ciertos estados morbosos á veces desesperados. El lavado de la sangre en caso de infección aguda, ha sido empleado con éxito en gran número de casos en el servicio de nuestro ilustrado maestro el doctor Ortega, que ha sido en Guatemala el primero que puso en práctica las inyecciones masivas. RESUMEN HISTORICO El empleo de las inyecciones salinas data del año 1830; hasta entonces se había hecho uso de la transfusión de la sangre para combatir algunos estados morbosos, (anemia aguda, crónica, cólera, malaria, etc.); pero las innumerables dificultades con que se tropezaba para practicar esta opera- ción, hicieron que fuese bien pronto sustituida por la transfusión de líquidos salinos artificiales. De esta manera como dice Lejars: “la transfusión serosa recibió la herencia de la transfusión san- guínea.” Hermann de Moscou (1830) fue el pri- mero que propuso la práctica de las inyecciones salinas, habiendo observado la viscosidad suma de la sangre de los coléricos y atribuyéndola á la deperdición de ácido acético por los vómitos y deyecciones. Siguiendo estas ideas Joeniquen, también de Moscou, practica en un colérico una inyección de agua acidulada con dicho ácido; no obstante una mejoría momentánea, el enfermo sucumbió. Posteriormente, O’Shangnessy (1832) demostró que la sangre de los coléricos es sumamente escasa en sales, y fundado en estas ideas Tilomas Latía, médico escocés, ideó su suero artificial, que él apli- caba al principio en ingestión y por lavativas y que después, observando la ineficacia de ese me- dio de adminiscración, aplicó en inyecciones intra- venosas. La fórmula que él empleaba es la siguiente: Cloruro sódico 9 á 5 gramos Sub carbonato sódico 1.70 Agua 3.500 “ Latta, á quien podemos considerar como fun- dador de las inyecciones masivas, introducía cada vez hasta 3 litros de líquido y renovaba varias veces al día la operación. Llegó á en el transcurso de 12 horas hasta 9 kil. 240. En Francia, Jorain, en 1866 comunicó á la Academia un caso notable: un colérico á quien había inyec- tado 400 gramos de agua pura en las venas del antebrazo, se salvó. Las tentativas en los casos de cólera se continuaron por algún tiempo por Magendie (1832), Colson, Graigie, Laurie, Duchau- ssay, Hérard y Aulmont de París (1866) y Dujar- din-Beaumetz (1873). Este sabio en compañía de M. Grancher observó que las inyecciones de agua pura destruyen los glóbulos sanguíneos, no suce- diendo lo mismo con las inyecciones de líquidos salinos que no afectan sino á la forma de estos elementos. Jolyet y LafFont emplearon por primera vez una solución de cloruro de sodio en un caso de anemia aguda y otros experimentadores la emplearon des- pués en los casos de hemorragias alarmantes. El 8 de octubre de 1878, Bishoff obtuvo un éxito completo en un caso de hemorragia puerperal grave. Ulti- mamente en la epidemia de octubre de 1884 el profesor Hay en se dedica á una serie de trabajos concienzudos referentes al empleo de las solucio- nes salinas en los coléricos; y el 18 de noviembre de 1884 presenta á la Academia de Medicina Francesa una estadística de 25 curaciones sobre 100 casos sometidos al tratamiento. A Hayen corresponde haber elevado este tratamiento á la categoría de un verdadero método. Entre todos estos notables trabajos no pueden pasar olvidadas las bellísimas experiencias de Schwartz y los modernos é interesantes por mu- chos conceptos de Oheron. Tampoco podemos dejar pasar desapercibidos los paso* que se han dado para practicar la inyección de algunos líqui- dos orgánicos que, como la leche, por su analogía con la linfa, hicieron concebir halagadoras espe- ranzas: un americano llamado Hove fuéel primero que practicó una inyección subcutánea de ese líquido, pero los trabajos hechos en Francia demostraron los peligros de este método, debidos sobre todo á la producción de embolias, casi siem- pre mortales. Ultimamente las inyecciones salinas han exten- dido considerablemente el campo de sus aplica- ciones; usadas en un principio para combatir las modificaciones relativas á la cantidad de la sangre (hemorragias, cólera, anemia aguda, etc.), se han aplicado en los últimos tiempos á las alteraciones (le la cualidad de dicho líquido; así el lavado de la sangre ha venido ahora á ocupar un lugar prefe- rente é importantísimo en el tratamiento de las infecciones é intoxicaciones, obteniéndose por medio de él admirables resultados. Las notables y científicas experiencias de Dastre y Boye mar- can el punto de partida en esta nueva vía de investigación. Estos sabios demostraron que por el organismo pueden hacerse pasar cantidades exageradas de líquidos salinos, sin que experi- mente alteración de ninguna especie, producién- dose así un verdadero lavado de la sangre, lavado que daría por resultado la eliminación de los principios perjudiciales (toxinas, venenos, etc.) que en ella se encontrasen. Sin embargo el mé- todo no se llevó á la práctica hasta que Saldí (de Berna) lo ensayó por primera vez en el hombre en los casos de uremia y en los estados tifoideos graves. Después de Sahlí, toda una pléyade de hombres eminentes se han ocupado de este impor- tante asunto, entre los que citaremos á Monod, Peirot, Michaux, Jaile, Delbet, Duret, Formenaud, Tuffier, Lejars, etc. Pozzi, 1895, hizo á la Aca- demia de Medicina de Berlín una comunicación importante á este respecto. Trabajos importantes se han hecho también relativos á la Obstetricia; M. Porak, en la sesión del 9 de octubre ce 1890 de la Sociedad Obstétrica y Ginecológica de París, presentó la memoria de un caso, en el cual una inyección intravenosa de 300 gramos de líquido salino, combatió los efectos de una hemorragia alarmante consecutiva á la expulsión de la placenta. Pinard en 1894 preconiza en sus lecciones las inyecciones subcutáneas de suero como medio de combatir las hemorragias puerperales, y dice: “Nosotros no empleamos este medio para comba- tir la hemorragia; lo empleamos solamente para combatir los efectos inmediatos y consecutivos de la hemorragia.” Horroeks aconseja en los mis- mos casos las inyecciones intravenosas. “En 1895 ¡VI. Doléris, en el numero de febrero de su diario, publica una observación de aborto brusco en un caso de hemorragia grave por desprendi- miento placentario, á continuación del cual él hizo con éxito una inyección de suero en el tejido celu- lar.” (Olivier.) Después Audebert, Ziemssen, el doctor Lecrerc, Maigrier, Simón, Faney y otros notables parteros, han hecho trabajos impor- tantes. El trabajo más reciente á este respecto es el de los señores Chaleix Vivie y Audebert (Traitement de Vavortement incomplet), el cual contiene datos preciosos. Al lado de estos partidarios decididos del pro- cedimiento, existen algunos opositores que no lo aceptan sitió con suma reserva, fundados sobre todo en el poco conocimiento que tenemos re- specto á su modo de obrar. Temores son estos infundados á nuestro modo de ver, dados los inne- gables y felices resultados que se obtienen me- diante su empleo, y que hemos podido observar todos los que hemos tenido la oportunidad de usarlo. A este respecto Lejars se expresa de la manera siguiente: “ Nosotros, después de haber estudiado largamente el procedimiento, no desconocemos ni los límites de su eficacia ni la oscuridad de su modo de acción; pero estamos convencidos de que merece la pena de ser recomendado á todos los prácticos, y que se tiene seguridad, al vul- garizarlo, de salvar un buen número de vidas humanas.” ACCION FISIOLOGICA Para hacer un estudio ordenado de esta parte tan importante en el conocimiento de las aplica- ciones de todo agen'te terapéutico seguiremos el orden siguiente: 1? Experiencias sobre los animales 2? Acción en el hombre. Experimentación fisio- lógica Experimentación pato- lógica Experiencias sobre los animales Ante todo debemos manifestar que estas expe- riencias difieren un tanto por su técnica de los procedimientos ordinarios usados en clínica: en el hombre las inyecciones se verifican en sesiones más ó menos separadas y hechas con cierta repidez, no sucediendo así en las experiencias sobre los ani- males, en las cuales se ha procedido siempre de una manera continua lenta y prolongada, llegando á hacerse en ellos un verdadero lavado de la sangre. Sinembargo no podemos menos de admitir una gran semejanza entre los efectos de los dos proce- dimientos como tendremos oportunidad de estable cerlo más adelante. A ejemplo de Lejars expodremos primero los resultados de las experiencias en los animales sanos y á continuación los de las experiencias en los animales enfermos. Diversos trabajos experimentales emprendidos en el conejo y en el perro por Dastre y Loye han demostrado que pueden inyectarse en el aparato circulatorio de un animal sano grandes cantidades de soluciones saUnas sin producir ninguna pertur* bación en sus funciones, con tal que la inyección se verifique con cierta lentitud; sucede lo con- trario cuando la velocidad con que se practica la inyección pasa de ciertos límites. “No hay dosis tóxica, sino intensidad tóxica.’’ En un perro para no producir accidentes, esta intensidad im debe pasar de 3 centímetros por minuto y por kilogramo del animal. Esto puede explicarse fácilmente: cuando la inyección se hace con lentitud, se da lugar á que la eliminación renal impida la acumulación de gran cantidad de líquido en la sangre y evite los accidentes que pudieran producirse. Dastre com- parando en este caso el organismo á un “vaso perforado” ha tenido una idea feliz. Es un verda- dero lavado de sangre el que se hace, porque al propio tiempo (pie se introduce el agua en la sangre se establece una verdadera corriente de salida por todos los enuntuorius (orina, piel, intestino, etc.) del organismo, y es á la vez un lavado inofensivo, con la condición del buen funcionamiento de esos diversos emuntuorios. De esta manera puede inyectarse en las venas de un animal hasta 2 tercios de su peso de líqui- do salino. Ya veremos que el agua pura no goza de esta inocuidad toda vez que altera los elementos globulares de la sangre. Practicado el lavado sanguíneo en estas favorables condiciones debemos admitir con Pedro Delbet que la presión del aparato circulatorio no es aumentada de una manera notable y que apenas excede á su límite normal aun cuando se inyecten cantidades cno- siderables. Cuando la presión es disminuida por cualquier causa, la introducción del líqui- do sanguíneo en el sistema vascular la eleva rápidamente á su punto ordinario, pudiendo á lo más excederse en muy pequeña cantidad. M. Maurel en una serie de ti abajos muy mo- dernos é importantísimos en los conejos, relativos á la acción del cloruro de sodio, ha sacado, entre otras, las siguientes conclusiones: 1? “Las soluciones concentradas (7 gramos por ciento) aunmentan el peso del animal y favore- cen la reconstitución de la sangre; pero no tienen sino una acción muy débil sobre la diuresis. 2? Las soluciones diluidas (3 gramos por ciento) al contrario, favorecen la diuresis; pero no tienen más que una acción débil ó nula sobre el aumento del peso y la riqueza de la sangre. 3? Las soluciones de cloruro de sodio á 7 gra- mos y á 3.50 gramos por 100 no tienen acción sobre los elementos figurados de la sangre del conejo, al menos durante las primeras horas de la mezcla, con la condición de que la solución no pase del ¡ del volumen total de la mezcla. Las soluciones á 3.50 parecen alterar estos ele- mentos con menos dificultad que la solución al 7 por ciento. En fin estas dos soluciones alteran menos los glóbulos que el agua destilada.’’ Hasta aquí los resultados de las experiencias hechas en los animales sanos, trabajos que pode- mos llamar de experimentación fisiológica. Otros estudios y experiencias importantísimas se han hecho en animales colocados previamente en diversos estados patológicos, y sometidos des- pués á la influencia de las inyecciones salinas, siendo dichos estudios los que han proporcionado mayor número de datos respecto al modo de acción y efectos del agente terapéutico que nos ocupa. Los resumiremos en los párrafos siguientes: Anemia.—El primero que practicó una expe- riencia en este sentido fué Conhein en 1869, con la experiencia de la “rana salada” que ha quedado célebre. Pero en realidad los primeros trabajos científicos á este respecto fueron los de Jolyet y Laffbnt. Estos experimentadores practicaban in- yecciones en animales exaustos de sangre, y logra- ban reanimarlos cuando ya parecía que la vida se escapaba de ellos. Fundados en sus experiencias establecieron el principio siguiente: “el agua salada obra simplemente reemplazando en masa la sangre perdida y elevando la tensión arterial que es una de las condiciones de vida.” Sin desconocer la verdad científica que encierra este principio, vamos á exponer aquí una teoría muy aceptada de la acción fisiológica de las inyec- ciones salinas en los casos de anemia aguda: Ahora está reconocido, por las experiencias de Schuartz, von Goltz, Jolyet, y Laffont, von Ott y otros, que son dos los mecanismos que pueden producir la muerte en los animales que han sufrido una abundante hemorragia: 1? la muerte es producida por verdadera asfixia, los elementos globulares indispensables para entretener la fun- ción respiratoria hacen falta, los pocos que quedan son insuficientes para conducir el oxígeno y los cambios gaseosos no se producen en la intimidad de los tejidos; es una muerte por alteración fun- cional—2? La muerte no proviene como en el caso anterior de la falta de glóbulos sanguíneos; los que aún existen son suficientes por sí mismos para verificar el trasporte del gas vital hasta los elementos anatómicos y los humores, la vida sería aun posible si estos glóbulos fueran puestos en movimiento; pero el órgano encargado de ello, el corazón, no puede hacerlo: la masa de la sangre ha disminuido considerablemente y se comprende que la poca cantidad que aún queda de este líquido ya no puede obedecer á las contraccio- nes del órgano generador del movimiento circu- latorio, ni á las de sus coadyuvantes, las arterias; el equilibro se pierde y la muerte se produce; muerte mecánica, muerte debida á la escaces de líquido en los vasos. Se consibe que en el primer caso (muerte por asfixia) la introdución de soluciones salinas en el aparato circulatorio es completamente inútil, sería necesario para obrar racionalmente inyectar san- gre completa. En el segundo caso (muerte mecánica) una iyec- ción venosa de agua salada, restablece las condi- ciones, por decirlo así, físicas, de la circulación; ésta puede verificarse, los glóbulos desempeñan sus funciones y la muerte se impide cuando se interviene á tiempo. Sin embargo en los dos casos una inyección de suero produce una mejoría inmedata, pasagera en el primer caso, persistente en el segundo y tradu- ciéndose por elevación de la presión y aumento de la amplitud del pulso. Según las experiencias demostrativas de Hayen, es necesario quitar á un perro í9 de su peso, de sangre, en una sola vez para producir una muerte fatal sin intervención. Cuando el peso de la san- gre perdida no pasa de 2o del peso del cuerpo del animal, la sobrevida es aún posible. No pode- mos pasar sin recordar las experiencias de Fancy á este respecto: “1?—Se saca de un perro en una sola vez una cantidad de sangre igual á 19 del peso de su cuerpo; dosis mortal. Se hace seguir la sangría de la inyección de una cantidad de suero artificial inferior á la de la sangre perdida. La presión sube pero por poco tiempo, y la muerte sobre- viene. 2?—La sangría mortal (¿ del peso) es hecha en dos veces, y entre las dos sesiones se inyecta (bajo la piel) una cantidad de suero artificial un poco superior á la de la primera experiencia. EL animal vivió. 3?—Sangría mortal (/9). Inyección inmediata de una cantidad igual de suero artificial. El animal vivió”. (Lejars). Estas experiencias demuestran que si bien no es necesario que la cantidad de líquido inyectado sea exactamente igual á la de la sangre extraída, se tienen más probabilidades de' éxito cuando la transfusión salina es abundante y supera en cantidad á la hemorragia. No se puede fijar el límite de la anemia asfíxica (muerte por falta de glóbulos) por ser sumamente variable en los distintos animales y aún en un mismo individuo según ciertas circunstancias. Maydl y Sehramm lo han hecho notar. Para Conhein este límite es de 3 á 5 por ciento del peso del cuerpo: para Hayen es de 4.34, y según Sehramm de 4 á 5. En el conejo, en ei que es necesario extraer por lo menos 30 gramos de sangre para producir la muerte, puede esta llegar con la extracción de solo 5 gramos cuando el ani- mal se ha sometido á 3 días de inanición. Llegamos ahora al momento oportuno de con- signar otra acción que además de las ya citadas, ejercen estas inyecciones en los anímales some- tidos á una hemorragia abundante: nos referimos la acción hemostática. Fanev y Formenaux después de producir hemorragias experimentales en diversos animales, practican inyecciones salir ñas y pudieron observar al cabo de pocos minu- tos una disminución de la hemorragia seguida de la detención completa; no sucediendo lo mismo en los animales testigos. Las experiencias de Hayen y de Pedro Delbet han demostrado que esta acción se produce mediante el aumento de la plasticidad y del poder de coagulación de la sangre. En una experiencia de Hayem que sec- cionó la vena yugular de un perro, previamente ligada se produjo al cabo de un cuarto de hora de la trasfusión salina, una coagulación extendida á toda la vena. Estos trabajos experimentales prueban terminantemente la acción hemostática de las inyecciones salinas, y nosotros hemos tenido repetidas veces oportunidad de confirmarla en nuestra práctica. Sin embargo recordando la acción simultánea que producen las inyecciones de suero sobre la presión sanguínea, nos parece oportuno recomen- dar que sobre todo en un pi incipio, se haga la inyección muy lentamente, comenzando por dosis pequeñas y repetidas con frecuencia. Solamente cuando ya la hemorragia haya cedido, puede veri- fiiearse la inyección masiva que se usa de ordina- rio. ‘ Al cabo de algunas horas cuando el cuágulo está formado se practican de nuevo inyecciones destinadas á elevar la presión sanguínea; pero es necesario obrar con mucha prudencia y nunca llegar á la tención normal’’. (Lejars.) Todavía nos queda por señalar una acción bas- tante importante de la trasfusión venosa en los casos de anemia aguda: la hipergénesis de los hematoblastos; esta acción es sobre todo consecu- tiva á las inyecciones intravenosas, á las cuales hay que recurrir en los casos de anemia sobre- aguda. Bajo la influencia de la inyección se ha observado siempre un aumento notable del número de hematoblastos y un mejoramiento rápido del eslado general. Infecciones. — Sobre este punto del estudio experimental de la trasfusión del agua salada han versado las investigaciones más numerosas en los últimos tiempos y sin embargo el acuerdo no se lia establecido completamente entre los experimentadores, existiendo todavía alguna oscu- ridad en lo que se refiere á la acción fisiológica. Recordemos que en algunas enfermedades infec- ciosas, principalmente en la fiebre tifoidea, es un hecho perfectamente reconocido, la favorable influencia que se obtiene con la ingestión de abundante cantidad de líquido. Debove no vacila en recomendar á sus tifóidicos que beban hasta 7 ú 8 litros de agua en las 24 horas. E! tifóidico que bebe mucho, orina mucho, y de esta manera elimina las toxinas de su organismo. Además es también conocido el aumento de la toxicidad de la orina en el período crítico de las enfermedades. Todo esto demuestra las gran- dísimas ventajas que la diuresis proporciona al organismo en la lucha con la enfermedad, y siendo así, ¿por qué no recurrir á ese agen- te terapéutico eliminador por excelencia, al la- vado y desintoxicación directa de la sangre por medio de inyecciones masivas? A Dastre y Loye es debida la primera idea de aplicar este procedi- miento á las infecciones y ya hemos citado las experiencias que estos señores hicieron á este respecto en los animales sanos y los resultados que obtuvieron; ahora réstanos consignar que los trabajos que practicaron en los animales previa y exprofesamente infectados y sometidos después al tratamiento, no fueron satisfactorios: contra- riamente á los resultados que esperaban, los ani- males sucumbían siempre ante los “testigos.” Enríquez y Hallion aplicaron á la intoxicación diftérica experimental el lavado de la sangre, y los resultados fueron tan poco halagadores como los obtenidos por Dastre y Loye: los animales intoxicados morían siempre, y hasta más rápida- mente que cuando no eran sometidos á trata- miento alguno. Cuando más llegaba á producirse una mejoría pasajera y por decirlo así precursora á la muerte. Sin embargo, ahora parece establecido que esos malos resultados fueron debidos á las condiciones de las experiencias: la cantidad de líquido inyec- tado era tal, que llegaba á producir por sí sola una gran disminución de la resistencia vital y además se esperaba que la intoxicación se genera- lizara en grado sumo. Cuando en los animales sanos la abundancia de una inyección pasa los límites de la resistencia fisiológica, se producen trastornos gravísimos y la muerte: en la autopsia se encuentran abundantes hemorragias vicerales, edemas hemorrágicos y gran cantidad del líquido de la inyección derra- mado en el tejido celular y en las serosas; y si esto sucede en un animal sano, es de suponerse que en un organismo colocado por una infección grave en un estado de inferioridad notoria de resistencia, los accidentes producidos por una dosis hipermasiva, alcancen mayor grado de in- tensidad. Así, los resultados de las experiencias anteriores no pueden generalizarse, pues de lo con- trario, se llegaría á estar en completa contradicción con las observaciones tan comprobantes y que á diario se ven en los hospitales y con los hechos tan numerosos que establecen la eficacia del procedi- miento cuando los experimentadores se han colo- cado en mejores condiciones. Posteriormente varios observadores se han vuelto á ocupar de esta cuestión. Fubini y Modinos, apesar de haber operado en condiciones semejantes á las anteriores, en expe- rimentos hechos en la orina humana, han sido muy felices: inyectando en un conejo dosis mor- tales de este líquido (1 kilo del animal es muerto por 132 centímetros cúbicos de orina humana), han impedido la producción de la muerte con el empleo de las inyecciones saladas (100 centíme- tros cúbicos de solución por kilo); “las convulsio- nes y la miosis cesaban, el reflejo corneatio reapa- recía y el animal curaba.” (Lejars.) Hasta aquí, la técnica de las experiencias hechas sobre los animales difiere por muchos conceptos del método empleado en el hombre. Las inyec- ciones experimentales han sido siempre abundan- tísimas, lentas y continuas; la transfusión tera- péutica se hace por dosis4 masivas separadas, relativamente rápidas y en cantidad menor; en consecuencia, es por lo menos posible que exista también alguna diferencia entre los efectos produ- cidos, en uno y otro caso; talvez esté aquí la clave de las contradicciones tan notables que observamos entre los datos de la experimentación y las ense- ñanzas de la clínica. Con objeto de evitar esta causal de errores en las conclusiones, Bosc y Vedel han procedido por inyecciones sucesivas y en un todo semejantes á las verificadas en el hombre; he aquí sus resultados: en conejos infec- tados por el coli-bacilo, á dosis sumamente fuertes, el lavado no dio ningún resultado satisfactorio: los animales experimentados morían siempre. En cambio, en los animales de la misma especie sometidos á una infección mortal pero menos intensa (produciendo la muerte entre 12 y 40 horas sin tratamiento), las inyecciones fueron eticases, sobre todo cuando se verificaron en el principio de la infección. La dosis que ellos inyectaban referida al hombre, sería para un sujeto de 65 kilogramos, de 1,600 gramos á 2 li- tros de líquido en cuarenta minutos. Otras muchas experiencias, entre las que debe- mos citar las de Laborde y Lejars (1896), y en cuyos detalles no entro por no ser tan prolijo, han establecido conclusiones análogas. c Intoxicaciones.—Lo que hemos dicho respecto al mecanismo y modo de acción, del lavado de la sangre en las infecciones puede también aplicarse á los envenamientos: así como al á conseguimos con él la eliminación de las toxinas, aquí produ- ciríamos mediante su empleo la eliminación del veneno. Las experiencias fueron hechas en un principio con la atropina, y Roger que experimentó en este sentido no obtuvo resultados favorables. Después Chassevant y Delbet, en conejos y perros respecti- vamente, 1 legaron en trabajos separados á obtener conclusiones que podemos resumir así: Las inyecciones intravenosas de líquidos salinos dismi- nuyen ó atenúan los accidentes producidos por el envenenamiento strícnico, con la condición de que la inyección se verifique inmediatamente después de la introducción del veneno y antes de la aparición de los primeros accidentes nerviosos. Más tarde Roger vuelve á emprender una serie de estudios en el mismo sentido que antes, pero sustituye la stricnina á la atropina. Esta vez el experimentador inyecta el líquido salino 5 minutos antes que el veneno; la stricnina era introducida en dosis de 2 á 5 miligramos, por la vía subcutánea. La inyección de dosis moderadas de agua salada no producía ninguna acción apre- ciable, pero las dosis considerables (164 á 228 centímetros cúbicos por kilo) disminuían nota- blemente la intensidad de los accidentes tóxicos: un miligramo del alcaloide mata un conejo joven próximamente en 20 minutos y no lo hace sino al cabo de una hora si se ha inyectado previamente al animal una dosis de 210 centímetros cúbicos de agua salada por kilo. Esta notable y favorable influencia se obtiene solo cuando la introducción del veneno se hace por la vía subcutánea, y parece en este caso que á la acción eliminatriz producida por el lavado, se añade la lentitud de absorción consecutiva á la replesión del sistema circulatorio. Cuando el alcaloide es administrado por la vía venosa, la muerte se produce siempre. “Parece en esta última eventualidad, que la trans- fusión de agua salada aumenta la irritabilidad de los centros nerviosos/’ (Lejars) En otras experiencias hechas con diversas sus- tancias químicas, Roger ha demostrado, que la eliminación de la sustancia tóxica empieza á verificarse más pronto en los animales sometidos al lavado de la sangre que en los animales testigos. Las experiencas hechas con el ferrocianuro de potasio y con el sulfindigotato de soda, son muy probantes á este respecto. En el primer caso la reacción de ferrocianuro con el percloruro de hierro (azul de Prusia) aparece muy rápidamente en la orina; en el segundo la coloración azul de las mucosas y tegumentos producida por el sulfin- digotato desaparece al cabo de dos horas después de la inyección salina. (Para detalles de estas expe- riencias, véase Lejars “Le lavage du sang”) Got y Chassevant creen que la trasfusión serosa obra más bien impidiendo la acción del veneno sobre el sistema nervioso que favoreciendo su eliminación. Esta teoría me parece necesitar más pruebas para su aceptación. Hemos procurado establecer de la manera más sucinta y completa los resultados de la experi- mentación animal con las inyecciones salinas, pero lo repetimos, los resultados de estas expe- riencias no podemos asimilarlos en un todo, á los que obtenemos en los hospitales diariamente: las condiciones de los dos casos no son idénticas como lo dijimos anteriormente y además las infec- ciones producidas por decirlo así, artificalmente, no presentan sino una simple semejanza con las diversas enfermedades que observamos en el hombre y no realizan sino aproximadamente las formas clínicas de la infección. De todo esto y de los datos que dá la expe- periencia, en el hombre y que citaremos más ade- lante, podemos concluir que si bien aun no se ha dicho la última palabra á propósito de nuestro procedimiento terapéutico, su utilidad está fuera de duda: ya para combatir el shock traumático y el colapso, ya para elevar la tensión arterial y levantar el pulso, ya para restablecer la masa de la sangre, ó bien para desintoxicarla, las inyec- ciones salinas constituyen un recurso precioso. Acción en el Hombre. Réstanos ahora establecer la acción que las inyecciones salinas tienen en el organismo huma- no y en sus diversas funciones y aparatos. Como sucede para la mayor parte de los agentes terapéu- ticos, el conocimiento de la acción fisiológica de las inyecciones del suero en el hombre, se ha fundado sobre todo en los datos obtenidos de las observaciones clínicas, en combinación con los que ha proporcionado la experimentación ani- mal. Nuestros conocimientos á este respecto podemos resumirlos de la manera siguiente: A Acción local:—Estas inyecciones son poco dolorosas. Es muy raro que se observen complica- ciones á no ser que se descuiden los más triviales principios de la antisepcia. Por la vía sub- cutánea á veces pueden observarse fenómenos de compresión, sobre todo cuando las inyecciones son muy abundantes, pero estos accidentes son por lo general pasajeros dada la rapidez con que el líquido pasa á la circulación. Durante mi internado en el 1er Servicio de Medicina tuve ocasión de observar un edema muy pronunciado, de la pierna, á con- secuencia de una inyección de 500 gramos en la parte anterior del muslo. Este edema probable- mente debido á la comprensión de la vena safena interna (el líquido se había coleccionado en la parte interna de la región) desapareció en el trans- curso de 12 horas. B Acción general.— Podemos dividir en 3 pe- ríodos la acción que en el hombre tienen las inyecciones salinas: 1er período o preparatorio que dura de 40 á 60 minutos y durante el cual se observa un aumento de la presión sanguínea y de la intensidad del pulso. Parece que el organismo cobra fuerzas para el período siguióte: 2? período ó de reacción (período ciático de Bosch) que se tra- duce por elevación de la temperatura, irregulari- dad y frecuencia del pulso, dispnea y fenómenos generales de exitación muy intensa. Después se producen fenómenos de crisis (poliuria, sudores, etc.) y aparece ei 3er período ó de calma (período post-crítico de Bosch), durante el cual el orga- nismo vuelve á su estado normal. En nuestro estudio llevaremos el orden siguente: a Acción sorbe la circulación.—El suero artifi- cial produce rápidamente la regularización del pulso y el aumento de su amplitud y de su fuerza, traduciendo así la elevación coexistente de la pre- sión sanguínea. Luego cuando aparece el período de reacción que Bosc ha llamado período crítico, (á los 30 ó cuarenta minutos de la inyección) el pulso se hace irregular, frecuente, fuerte y desi- gual, marchando en esto de acuerdo con la tem- peratura, que se eleva rápidamente y con oíros fenómenos de exitación intensa. En el 3er período ó postcrítico de Bosc, el pulso como las demás funciones, alteradas durante el 2?, se regulariza. El corazón en todo marcha de acuerdo con el pulso. Sangre.— Este líquido experimenta algunas variaciones. En primer lugar se diluye, fenómeno importan- tísimo de su acción fisiológica, pues por medio de él disminuye la intensidad tóxica de los princi- pios perjudiciales de la sangre, en relación á los elementos anatómicos. Eoye y Vedel atribuyen á la dilusión de la sangre toda la acción favorable de las inyecciones de suero. La composición del líquido sanguíneo sufre también modificaciones. El número de glóbulos blancos tan aumentade en los casos de infección disminuye notablemente. Andrés Claise que es el que ha hecho los mejores estudios sobre el particu- lar ha observado la reducción á la mitad, del número de leucocitos, en el transcurso de 2 horas después de la inyección. b Acción sobre la respiración.— Durante el período de reacción, la respiración es acelerada, difícil y ansiosa; después vuelve lentamente á su estado normal. La eliminación pulmonar aumenta. Cuando la inyección es muy abundante puede producirse un edema hemorrágico en el pulmón y un derrame pleurítico abandante. c Acción sobre la temperatura.—Durante el primer período ó preparatorio, la temperatura no se modifica sensiblemente. En el segundo ó de reacción, se inicia un fuerte escalofrío seguido de elevación brusca de la temperatura (39°, 40°, 41°); en el pulso y la respiración se observan las alte* raciones indicadas en los párrafos anteriores; hay calambres, espasmos y fenómenos generales de exitacion. En un principio el enfermo experi- mento sensación de frío á pesar del aumento nota- ble de la temperatura, y á continuación sensación de calor; la agitación es grande, la cara está con- gestionada, la respiración anhelosa, puede pre- sentarse hasta el delirio; pulso fuerte y acalo- rado. La temperatura se mantiene siempre muy elevada durante las 2 ó 3 horas que tarda este período. Después aparecen los fenómenos de crisis, diarrea, orina abundante, sudores profusos, etc., y dá principio el período post- crítico ó tercer período, durante el cual la temperatura }7 todo entra en orden. A la agita- ción anterior sucede la calma y el sueño puede producirse. Se notará la semejanza de estos fenó- con los accesos palúdicos.—Todos los que hemos puesto inyecciones masivas de suero hemos notado la producción de estos accesos análogos á los de una fiebre intermitente.—Debemos advertir que este cuadro no se presenta sino á continuación de las primeras inyecciones y parece que hay cierta habituación del organismo cuando se repiten con frecuencia. d Acción sobre el aparato renal.— Aparte de los fenómenos de crisis de que ya hemos hablado, el aumento de la diuresis no se produce sino muchas horas después de la inyección salina. Sin embargo el estado general es notablemente mejorado antes que la poliuria se establezca. Parece que esta primera é inmediata acción favo- rable es debida á la dilución de la sangre. La densidad de la orina está muy disminuida y al mismo tiempo su coloración se hace muy clara. La composición se encuentra conside- rablemente modificada: la cantidad de urea y materias azoadas aumenta notablemente, y lo mis- mo podemos decir del cloruro sódico y demás sales disueltas en el líquido inyectado. A veces se observan las rayas de absorción de la hemoglo- bina, lo que se explica por la acción un tanto disolvente que tienen algunas soluciones sobre los elementos figurados de la sangre; en algu- nos casos la abundancia de la hemoglobina dá á la orina una coloración rojiza. Respecto al poder tóxico que presenta la orina á continuación del uso del suero, faltan aun estu- dios concluyentes, y en los que se han hecho hasta hoy día sj observan ciertas contradicciones: Das- tre y Loye y Vedel establecen que las orinas no eliminan sino cantidades reducidas de toxinas, y ellos atribuyen toda la acción favorable de las in- yecciones á la dilusión intravascular de los prin- cipios tóxicos, hechos así menos ofensivos para las células. En cambio Carrión y Hallión, y so- bre todo Roger que es el que ha estudiado mejor el asunto, admiten el aumento de la toxicidad de las orinas. Esta opinión es la más aceptada. e Acciones diversas.—El sistema nervioso es también bastante influenciado por las inyecciones de suero: Bosc hace notar la exitación nerviosa del período critico ó de reacción, podiendo produ- cir hasta el delirio. Su acción más importante y duradera es estimular las funciones del sistema nervioso cerebro-espinal. La acción sobre el tubo difestivo es muy favo- rable. Hay aumento de 1a. secreción salivar, no- tándose á veces sensasión de escozor y de calor en la cavidad bucal. La lengua está húmeda y dis- minuye ó cesa la sed. El funcionamiento de las demás secreciones digestivas también está aumen- tado y en consecuencia la digestión se facilita. Hay diarrea ligera. La secreción de las glándulas sudoríparas se aumenta ligeramente, notándose una traspiración más abundante que la ordinaria. Ya hemos ha- blado de los sudores copiosos de la crisis. LIQUIDO DE LA INYECCION Estudiaremos: las condiciones diversas del líquido de la inyección y su composición. 1? Condiciones diversas. A Limpieza y trans- parencia: Fácilmente se conciben los inconve- nientes múltiples que ocasionaría la introducción, sobre todo cuando se verifica directamente, en el aparato circulatorio, de las diversas sustancias extrañas que contuviera un líquido turbio. En consecuencia, el agua debe ser siempre filtrada; en un caso de encontrándose el práctico con una agua de malas condiciones, podría hacerla pasar á travez de una capa de algodón y después someterla á la ebullición. B Temperatura.—Para las inyecciones intra- venosas, el líquido debe elevarse á una tempera- tura próxima á 40°, inmediatamente antes de la inyección. No habría inconveniente en llegar hasta 42°, y aun parece que el calor por su parte oosee una acción estimulante sobre los centros A- nerviosos. A 48 y 49° como lo recomiendan algunos autores, entre otros Dawbarn, es de temerse la alteración globular. Para la inyeccio- nes sub-cutáneas y para las practicadas por otras vías, la influencia de la temperatura es más secun- daria y debe el práctico preocuparse poco de ella. Lepine y Roger han hecho inyecciones intra- venosas experimentales, en los animales, con solu- ciones á muy baja temperatura sin observar con ellas efectos perjudiciales. Sin embargo, mientras no se hagan más estudios sobre la cuestión, debe- mos seguir los preceptos que acabamos de indicar á este respecto, (c.) (c) He aquí las experiencias de Lepine, hechas en el laboratorio de M. Richet, y sus resultados: Inyección de 500 centímetros cúbicos á C Asepsia. — Condición importantísima del líquido que se ha de inyectar es su completa asep- cia. La practica mas usada para obtenerla con- siste en la filtración y ebullición del agua de y° y 2« centígrados. Efectos observados: aumento délos movimien- tos respiratorios, lijero alentamiento de los movimientos cardiacos y ddscenso momentáneo de la temperatura central, la cual se eleva después rápidamente á la normal. Roger, en experiencias con el agua á 0o ha llegado á conclusiones análogas. Este experimentador agrega: “Si el líquido helado es introducido por el extremo central de la arteria carótida primitiva de- recha, lo que es casi igual á inyectarlo en la aorta misma, los efectos son más complejos; varían además según la rapidez de la inyección. Si la inyección es hecha lentamente, el líquido se calienta notable- mente al mezclarse con la sangre y la inyección es bien soportada; pero si la introducción es rápida el agua llega muy fría al nivel de las células y provoca numerosas perturvaciones nerviosas: en primer lugar la exoftalmia, después nistagunis y sacudidas convulsivas á veces muy intensas. Sin embargo, operando con cierta precaución, se puede inyectar 59 á 70 centímetros cúbicos por kilo de agua á 0° sin producir la muerte inmediata. En este caso el animal presenta una serie de perturbaciones nerviosas que pueden hacerlo sucumbir en algunas horas ó algunos días: éstas consisten en convulciones y rotaciones al rededor del eje longitudinal. Ra autopsia explica el mecanismo de estos accidentes mostrando focos á menudo muy exten- sos de reblandecimiento al nivel del cerevelo y de los pedúnculos. Estos resultados pueden tener cierta importancia en Patología; ellos demuestran que bajando bruscamente la temperatura del medio inte- rior, 110 se perturba el funcionamiento de las principales visceras: cualquiera que haya sido la vía de inyección, no ha sobrevenido ni congestión pulmonar, ni diarrea, ni perturbacionnes de la secreción pulmonar; no hay albuminuria ni glicosuria. La acción nosiva del enfriamiento debe ser pues atribuida á una serie de actos reflejos y á una influeucia sobre los centros nerviosos, las solas partes del organis- mo que han sido lesionadas en las experiencias. ’ ’ Relativamente á las inyecciones de agua caliente, últimamente M. Richet las ha practicado en los animales por las vías intra-pleurales é intra-pulmonares, á una temperatura de 550 á 58o y no ha podido ob- servar efectos perjudiciales de intolerancia. que ha de hacerse uso. Yo aconsejaría como preferible practicar la ebullición después de habí r disuelto la sal en el líquido: en efecto, es un prin- cipio admitido que la presencia de sustancias en disolución en un líquido cualquiera, eleva el punto de ebullición del líquido y se obtiene así mayor grado de temperatura. El tiempo que ha de durar la ebullición debe ser por lo menos de un cuarto de hora. Talvet ha demostrado que en una solución de agua sa- lada, hervida durante ese tiempo, no existen micro-organismos; no obstante, siempre que se disponga de suficiente tiempo es mejor retardar la ebullición hasta media hora. El uso del auto- clave permite una esterilización perfecta y debe recurrirse á el siempre que se pueda hacerlo; sin embargo no es conveniente dejar permanecer el líquido en él por más de 10 á 15 minutos, pues se correría el riesgo de que la alúmina del vidrio po: efecto de la elevada temperatura, forme com- binacines solubles y muy tóxicas. “En resumen, sería útil que, al menos en ciertos medios, donde los grandes traumatismos son fre- cuentes, el práctico tuviese siempre á su disposi- ción uno ó dos frascos con agua salada esterilizada; bien tapados con un tapón esterilizado y un capu- chón de cautchouc, se conservan indefinidamente. Pero en los casos urgentes, la ebullición le per- mitiría obtener pronto un líquido utilizable.”— (Legars.) Composición.—'Debemos antes de todo sentar que todos, ó casi todos los experimentadores están de acuerdo en reconocer la superioridad de la solución simple de cloruro de sodio. El empleo del agua pura ó del agua destilada presenta incon- venientes de que hablaremos adelante. Las soluciones saladas compuestas tampoco tienen ninguna razón de preferencia sobre las simples y más bien pueden presentar inconvenientes. Inyecciones simples de sal marina.—Pero si el acuerdo existe en dar la preferencia á las solu- ciones simples, las divergencias aparecen cuando se trata de establecer el título que se ha de dar á la solución. M. Porak se sirve de la solución al 7| por mil; otros recomiendan las soluciones á 3, 5, 7, 8, 9 por mil. Bosc y Vedel, quieren que se establezca la proporción de 7 á 10 por mil como más inofensiva. Entre tan diversas y vriadas opiniones, ¿ cuál debe seguirse ? Algunos creen que debe procu- rarse en lo posible, que el suero inyectado se asemeje al suero sanguíneo y Jolyet y Laffont hacían uso de la solución dicha de los histólogos al cinco por mil. En una importante discusión, verificada el 16 de Mayo de 1896 en la Sociedad de Biologia de París, á propósito de una comu- nicación de Tuffier, Dastre y Loye estuvieron de acuerdo con Malassez, cuya opinión es la si- guiente:—“En las investigaciones que yo he hecho sobre la acción de la solución de cloruro de sodio sobre los glóbulos rojos del hombre, be observado que, empleando una solución al 75 por ciento, los glóbulos sanguíneos absorven el agua y se inflan. Se puede evitar este incon- veniente usando la solución al 10 por mil. Con esta solución el glóbulo queda intacto. ” Es- te mismo autor además ha demostrado que las soluciones muy concentradas más alia de 50 por mil, producen un aplastamiento de los glóbulos es decir, una alteración inversa que las produ- cidas por las soluciones débiles. Las soluciones al 7 y 5 por mil no son tóxicas aunque se inyecte el triple de la masa de la sangre. Al 7 por mil son más activas sobre la diuresis que al 5. En presencia de opiniones tan diversas Bose y Vedel se ha decidido indiferentemente por las soluciones de 5 á 10 por mil. Hayem se expresa de la siguiente manera : “la menos mala de estas soluciones, es aquella en la cual la pro- porción de cloruro de sodio se eleva á 9 ó 10 por mil.” Resumiendo todo lo anterior, debemos obser- var que la solución al 10 por mil es la que tiene más opiniones en su favor y en conse- cuencia la que se debe emplear de preferencia á todas las demás. Para la práctica Faney dá el consejo siguiente : “una cucharada de café, llena completamente de sal finamente pulverizada y fuertemente comprimida contiene 7 gramos ; si se vierte simplemente la sal en la cuchara, sin comprimirla, 2 cucharadas de café contienen aproximadamente 9 á 10 gramos.” Dos cucha- raditas, son pues suficientes para un litro de agua. Soluciones saladas compuestas.—Ya hemos dicho que estas soluciones no tienen ventaja alguna sobre las simples. Mayet, al contrario, las cree perjudiciales para los glóbulos rojos. Se pueden establecer dos tipos de sueros arti- ficiales compuestos : sueros diluidos y sueros concentrados. Entre las soluciones débiles, citaremos la de Hayem, que ha sido la más usada y que es la siguiente: Cloruro de sodio 5 gramos Sulfato de soda 10 Agua esterilizada 1 litro El sulfato de soda en esta solución sirve por su propiedad anexosmótica, demostrada termi- nantemente por Rabuteau, para producir una acción antidiarreica. Hayem formuló este suero para los coléricos en la epidemia de 1884. Excep- ción hecha de estos casos la adjunción del sul- fato, al cloruro de sodio es, por lo menos, inútil. Schwartz (de Halle) usa la fórmula siguiente: Cloruro de sodio 6 gramos Solución de soda ó potasa cáustica xi gotas Agua .. 1 litro He aquí algunas otras soluciones: Cloruro de'sodio 6 gramos Glucosa 3 Agua 1,000 “ (Landerer) Cloruro de sodio 5 gramos Bicarbonato de sodio 1 Agua 1,000 (Szumann) Cloruro desodio 6 gramos Amoniaco líquido x gotas Agua 1,000 gramos (Jennings) De las soluciones la más usada es la de Cheron: Acido fénico nievoso 1 gramos Cloruro de sodio 2 “ Sulfato de soda 8 “ Fosfato de soda 4 “ Agua destilada 100 “ De esta solución se inyectan de 5 á 15 gramos. Citaremos además las siguientes: Cloruro de sodio 60 gramos Cloruro de potasio 5 Carbonato de soda 31 Fosfato de soda 4.50 “ Sulfato de soda 4.50 Agua destilada 900 (Sapellier) Mathieu usa una fórmula muy semejante á la de Cherón, usando para disminuir la irritación y el dolor, en lugar del ácido fénico la glicerina. Sulfato de soda 6 gramos Fosfato de soda 4 Cloruro sódico 1 “ Glicerina 0.20 cents, cúbs. Agua destilada 100 “ Sulfato de soda 10 gramos Fosfato de soda 5 “ Agua destilada 100 “ 5 gramos contra los vómitos, diarrea, caque- xias, etc. (Luton.)—1898. c Agua puro.— Las últimas experiencias de Bosc y Vedél han demostrado que el agua ordi- naria no es tóxica cuando se usa moderadamente (80 cents, cúbs. por kilo en el conejo y 120 en el perro). A dosis masivas producen accidentes graves manifestándose sobre todo por la hema- turia. Maurel ha demostrado que es más tóxica que las inyecciones salinas. Según aquellos experimentadores el agua destilada es mucho más tóxica que la ordinaria. Bajo su influencia aun á dosis moderadas, se produce la anuria, hemo- blobinuria abundante, perturbaciones respirato- rias, enfriamiento y la muerte. Maurel ha estable- cido su acción disolvente sobre los glóbulos del hombre los que sin embargo resisten mucho mejor al agua destilada que los del conejo; dice que se puede inyectar sin peligro 5 centímetros cúbicos en las venas del hombre y de 15 á 25 cen- tímetros cúbicos por la vía subcutánea. El agua destilada tendría una acción más activa sobre la diuresis que las soluciones saladas. Hayem por su parte dice: “se puede inyectar en el perro en una sola sesión, una cantidad de agua destilada igual al 20 ó ¿ del peso del cuerpo del animal, sin provocar otros desórdenes que una ligera hemoglo- binuria pasajera, con ó sin hematuria. Estos últimas accidentes son evitados con dosis menos fuertes.” Nosotros creemos que en la práctica, el empleo del agua pura debe desecharse como peligrosa y que no se debe hacer uso de ella sino cuando en un caso de extrema urgencia se haga imposible, por el momento, conseguir la solución de sal. Este caso es extremadamente remoto: la sal de cocina se encuentra en todas partes. A la solución salina pueden adjuntársele, cuando el facultativo lo juzgue conveniente algunas sus- tancias medicamentosas, que agreguen su acción favorable á la producida por el suero. En nuestro Hospital es de uso frecuente, y ha dado ventajosos resultados, añadir á la solución de agua salada, la cafeina y stricnina, según las fórmulas siguientes: Cloruro de sodio 2.10 gramos Cafeína 0.75 “ Agua 300.00 “ (Marfan) Cloruro de sodio 7 gramos Stricnina 0.01 fa'f* Agua 1,000 “ Para aprovechar las ventajas de la trasfusión, evitando sus inconvenientes Schramm ha usado un solución compuesta de 250 gramos de sangre humana desfibrinada, mezclados con 600 gramos de una solución de cloruro de sodio al j¿0 VIAS DE INTRODUCCION Y TECNICA OPERATORIA. Las diversas vías que se han utilizado para in- troducir en el organismo las soluciones salinas son cinco: 1? Vía subcutánea, 2? Vía intravene- nosa, 3? Vía arterial, 4? Vía rectal, 5? Vía intra- peritoneal. Antes de entrar en el estudio de cada una de ellas procuraremos contestar en lo posible á la siguiente cuestión: ¿Cuál es la vía que hay que preferir para verificar las inyecciones? En reali- dad es imposible resolverla de una manera cate- górica. Desde luego las más usadas son la sub- cutánea y la intravenosa y aún podemos decir que ellas llenan por si solas todas las indicaciones, pero no por eso debe el práctico hacer caso omiso de las otras vías, toda vez que, según lo veremos más adelante, pueden prestar en ocasiones grande utilidad. Faney ha hecho importantes trabajos experi- mentales sobre esta importante cuestión, en el Laboratorio fisiológico de la Sorbona,y ha sacado conclusiones que podemos resumir así: la presión arterial aumenta casi con la misma rapidez, con las inyecciones subcutáneas que con las intrave- nosas; en consecuencia siendo los efectos casi los mismos, y no presentando las primeras los peli- gros y dificultades que presentan las segundas, debe preferirse en todos los casos la vía subcutá- nea. Esto me parece una exageración, porque, si bien es cierto que la hipodermoclisis es general- mente el procedimiento de elección y el más usa- do, hay numerosos casos en que el médico está en la obligación casi imprescindible, so pena de ver morir á su enfermo, de usar la vía venosa. Los efectos son indudablemente mucho más rápidos cuando se hace la trasfusión directa en las venas. Veamos como combate Olivier las experien- cias de Faney y cual es la práctica que él reco- mienda, práctica que, nos parece muy razo- nada: “Yo objetaré á esta manera de ver que, habiendo sido hechas estas experiencias (las de Faney) sobre perros en los cuales es suficiente de 7 á 800 gramos de líquido para restablecer la pre- sión arterial, se ha podido hacer las inyecciones subcutáneas en un tiempo relativamente corto; en tauto que, si se quisiera inyectar en el tejido celu- lar del hombre uno ó dos litros (cantidad necesa- ria), habida necesidad de un tiempo mucho más largo que por la via venosa, y la absorción se re- tardaría; y como en las hemorragias graves los segundos son contados, yo creo como M. Maigrier que en estos casos es necesario preferir la vía intra- venosa.” Olivier recomienda la conducta siguiente: en los casos en que no existe peligro inmediato y en que los accidentes no tienen una intensidad alarmante, debe recurrirse siempre á las inyec- ciones sub cutáneas; en el caso contrario, en que es de temerse por momentos la muerte, la inyec- ción intra-venosa es, sino la única, la que tiene más probabilidades de salvar enfermo. A esto podemos agregar que cuando se quiera obtener una reacción viva v determinar á la vez, una hipoleucocitosis marcada, es preferible recu- rrir á la vía venosa que produce además de la ra- pidez de acción, el decenso de la tempera- tura con todas las manifestaciones de un fenóme- no crítico, en mayor escala que las inyecciones intersticiales. Vía subcutánea (Hipodermoclisis).— Esta es la más usada. La simplicidad del procedimiento operatorio, la falta de complicaciones graves que presenta y los buenos servicios que presta, le han dispensado el favor de los clínicos. No tiene más inconvenientes, que los dolores que produce, á me- nudo intolerables para el enfermo y la repetición de los piquetes. El dolor puede ser mitigado añadiendo al líquido de la inyección unas gotas de láudano (Budin), glicerina (Mathieu), ó ácido fénico (Che- ron). La repetición de los piquetes debe evitarse en lo posible aumentando la cantidad de líquido inyectado en un mismo lugar, sin excederse en demasía por temor de producir el estácelo por dis- tención. Existe una contraindicación formal para el em- pleo de la vía sub-cutanea, cuando la frialdad de los tegumentos, la debilidad de la circulación y la intensidad de los accidentes de shock y colapso, hacen suponer que no podrá verificarse la absor- ción del líquido coleccionado en el tejido celular. Los aparatos empleados para hacer estas inyec- ciones han sido numerosos y más ó menos com- plicadas. A ejemplo de Lejars, podemos dividir- los en: 1 ? geringas, 2? aparatos de bomba, 3? apa- ratos en los cuales actúa sólo la gravedad para producir la marcha del líquido. Las geringas hipodérmicas son las más usadas, por las comodidades que presentan y por ser, las modernas al menos, fácilmente esterilizables. En nuestros hospitales se emplean las geringas de Straus-Collin, de 10 á 20 centímetros cúbicos; pero me parece preferible la de Roux de 50 centí- metros cúbicos, toda vez que su mayor capacidad evita los inconvenientes de estar llenando multi- 57 tad de veces el aparato. La aguja debe ser un poco gruesa y larga. Los aparatos de bomba empleados, han sido los más numerosos y sin embargo son los menos á propósito. Debemos hacer excepción del aparato de Potain que es muy cómodo, pudiendo inyectar, haciendo uso de la aguja número 2, cien gramos de líquido con sólo tres golpes de pistón. El aparato de Burlereau consta de un frasco que lleva en su parte inferior una llavecita á la cual se amolda el tubo de cautchonc que ha de conducir el líquido. En la parte superior hay dos tubos: uno que con- tiene un manómetro y el otro que es por donde se comprime el aire. Este aparato como el de Du- monthiers, permiten establecer una corriente de presión uniforme y constante, cosa que en reali- dad no presenta suma importancia. Los aparatos que actúan por la acción de la gravedad y que describiremos á propósito de las inyecciones intra-venosas, son también adaptables muy cómodamente á las inyecciones hipodérmi- cas. Para practicar las inyeciones deben preferirse aquellos lugares donde haya una cantidad abun- dante de tejido celular laxo: región glútea, fosa- retro-canteriana, parte antero-externa del muslo, axila, flancos, etc. La región glútea es el sitio de elección. Duret y Fermenaux han practicado siempre sus inyecciones en la axila; separando bastante el brazo é introduciendo la aguja en di- lección oblicua, en la parte inferior de la región, no hay que temer la proximidad de los vasos. La desinfección deberá hacerse con todo cuida- do: lavado de la región con cepillo, jabón y agua tibia, después con éter ó alcohol y finalmente con una solución de sublimado. Cójase la piel con la mano izquierda hágase un pliegue en cu}Ta base se introduce la aguja previamente esterilisada y cebada. Esta aguja que debe penetrar bajo la piel por lo menos tres ó cuatro centímetros, estará en conexión previamen- te con el aparato que se quiera emplear, cualqiera que este sea. [geringa, bomba, etc.] ('uando se emplea el aparato que describiremos detallada- mente más adelante (pag 61), hay que elevar el de- pósito á 7,50 metros de altura. Se pueden introducir en un mismo lugar, y sin cambiar de sitio la aguja, hasta 300 gramos de lí- quido. Cuando se exede de esta cantidad, la resis- tencia que presenta el líquido á continuar pasando V la tensión suma de la piel, hacen ya muy mo- lesta la operación; se cambiará, pues, de lugar las veces indispensables hasta inyectar la cantidad necesaria. (200, 500, 1,000 ó 2,000 gramos, etc.) La eminencia producida por la inyección desaparece rápidamente; yo la he visto desaparecer completa- mente en el transcurso de media hora; pero el tiempo que dura esta reabsorción es muy variable, según numerosas circunstancias, (presión vascu- lar, velocidad circulatoria, etc.) Ligeros movi- mientos de masage facilitan considerablente la desaparición del tumor líquido colectado. A ve- ces se obervan fenómenos de comprensión, que son por lo general pasageros y ya hice mención anteriormente de un caso que tuve ocasión de ob- servar: un edema rápido y abundante del miembro inferior izquierdo, aparecido á continuación de una inyección de 500 gramos en la parte superior del muslo, desapareció completamente al cabo de doce horas. Después de la inyección debe colo- carse una pincelada de colodión elástico sobre la picadura, ó bien un simple vendaje. Vía intea venosa.—Ya hemos expuesto ante- riormente de una manera general, las circuns- tancias que deben hacer preferir esta vía, refe- rentes, casi exclusivamente, á la necesidad de obtener un efecto rápido é inmediato. Aquí nos limitaremos á establecer sus ventajas é inconvenientes. Las ventajas son: rapidez de acción, inyección menos dolorosa que por la vía subcutánea y seguridad de la absorción para los casos de suma hipotención vascular. Los inconvenientes pueden enumerarse así: el ma- nual operatorio es un poco mas difícil que por la vía subcutánea, siendo á veces dificultoso descu- brir la vena; la operación despierta temores é impresiones en el ánimo del enfermo; la infección producida por el descuido de los preceptos anti- cépticos, puede dar lugar á complicaciones serias, siendo bien conocida la gravedad que en ocasiones presenta la inflamación de las venas; la penetra- ción del aire en estos vasos, peligro que se ha exagerado mucho, no es en realidad de temerse cuando la inyección se practica en un lugar alejado de los centros y en una vena de mediano calibre: pliegue del codo, venas del pie, etc. En realidad no se pueden establecer de una manera precisa las indicaciones diferenciales del empleo de las vías subcutánea é intra-venosa: los límites entre los campos de acción de una y otra se tocan y se confunden, los casos clínicos son variadísimos y es considerable el número de los que llevan la vacilación al ánimo del práctico. Una observación atenta é inteligente, un juicio claro y un sano criterio, serán los elementos que hagan decidirse al médico sobre el particu- lar. Las lesiones cardíacas, sobre todo en los casos de falta de compensación, en los que se debe temer el aumento de la resistencia al trabajo del corazón; y las lesiones pulmonares en las que existe el peligro da producir un edema agudo del órgano respiratorio, contra-indican más el uso de la vía venosa que el do la liipodérmica. Puede hacerse uso de los mismos aparatos que para las inyecciones sub-cutáneas, y además de los diversos transfusores, (de Collin, de Callen, Dibe, etc.) Sin embargo debe darse en todos los casos preferencia al aparato que describimos á continuación y que, á su perfección y comodidad, une la cualidad de ser de una sencillez suma. Este aparato consta de las partes siguientes: un frasco ó botella cualquiera, un tapón bien adap- tado, dos tubos de vidrio de diferente longitud, un tubo de cautchouc y una cánula apropiada. Con estas piesas diversas puede el aparato mon- tarse de dos maneras. Nuestros grabados fig. I y fig. II, dan una idea completa del modo de funcionamiento en los dos casos. 1? disposición', fig. I—La botella se coloca en su posición ordinaria, el tapón debe estar atravesado por los dos tubos de vidrio, de los cuales uno es largo y penetra hasta el fondo del vaso y el otro es corto y apenas atraviesa el tapón. El tubo de cautchouc se une á la extremi- dad del tubo largo de manera que forme un verdadero sifón y en la extremidad de este tubo se coloca la cánula que ha de introducirse en la vena y de la que hablaremos adelante. Para cardar el sifón, puede impelerse el aire del tubo de cautchouc de la extremidad periférica hacia la botella con la mano derecha, que se des- lisa comprimiéndolo en el sentido indicado; con- servando laextremidad libre de este mismo tubo comprimido entre los dedos índice y pulgar de Fig. I. la. disposición la mano izquierda. También puede arrojarse el aire del tubo de dentro afuera, verificando el deslizamiento compresivo de la mano en este sentido; ó bien soplar por el tubo más corto. Olivier coloca en la extremidad del tubo corto una pera de cautchouc provista de un agujero y que permite cargar el aparato con suma facilidad; con esta modigcación el aparato lleva el nombre de “Sifón de Olivier'’. Es conveniente obturar la extremidad del tubo corto con algodón eslereli- zado, para conservar la asepsia de la solución. 2? disposición-, fig. II—El tubo de cautchouc se articula con la extremidad exterior del tubo de vidrio corto. La botella se invierte y el líquido obedece á la acción de la gra- vedad. En este caso el aire penetra por el tubo largo. Así dispuesto el apa- rato, es el mismo ideado por Cardenal para la práctica de las inyecciones intra-venosas y se presta como el sifón de Olivier perfectamente para la esteri- lización, Para conseguirla es suficiente valerse del agua hirviendo que esterilisa satisfactoriamente, en el transcurso de un cuarto de hora. Estos aparatos tienen la ventaja de conservar aséptica la solución durante un tiempo bastante largo. Cardenal á Fig. II 2a. descrpeión este respecto se expresa de la manera siguiente: “tápese perfectamente el matrás con el tapón de goma provisto de los dos tubos descritos y sumér- jase todo él, menos el cuello, en una gran olla de agua hirviendo, donde se le dejará permanecer por espacio de 30 á 40 minutos á fin de esterilizar completamente su contenido. Al cabo de ese tiempo ciérrese á la lámpara el extremo afilado del tubo más largo del matrás é introdúzcase en el extremo del otro tubo, ó átese sobre él, un tapón de algodón cardado higroscópico, á fin de que al penetrar ei aire atmosférico por el tubo, á conse- cuencia del enfriamiento del contenido del ma- trás, tenga que pasar filtrándose á travez de ese tapón de algodón en rama. Hecho ésto se puede guardar el matrás con la solución así preparada, por espacio de semanas y meses, en la seguridad de que se tiene siempre á mano una solución salina graduada y absolutamente aséptica.” El instrumento que debe usarse para introdu- cirlo en la vena puede variar: así cuando el vaso en que se va á practicar la inyección es muy saliente y superficial, la aguja de Potain N? 2 es suficiente y se introduce sin incisión prévia; más frecuentemente hay necesidad de incindir los tegmentos é ir á buscar la vena y entonces debe hacerse uso, ya de un trocar delgado, ya, prefe- rentemente, de la cánula de Olivier (fig. III). Pista cánula tiene la ventaja de que una vez introducida en la vena, hace prescindir de la ligadura del vaso sobre ella, por permitirle su forma cónica obturar por sí sola la herida. El sitio de elección para la inyección es la región del pliegue del codo. La vena que ordinariamente se escoje es la mediana cefálica, siguiendo en esto la costumbre que nos ha legado la prác- tica de la sangría, en la cual témese al abrir la vena basílica, herir la arteria humeral que está situada inmediata- mente por debajo y solamente separada de la vena por la aponeurosis; pero en realidad para verificar la transfusión no debe existir el temor de producir este accidence, toda vez que se procede á descubrir la vena mediante una cuidadosa disección y no se hiere de un solo golpe como se hace para prac- ticar aquella operación. Además la vena mediana basílica es ordinariamente más voluminosa que la cefálica, lo que constituye una ventaja. Lejars ha descubierto, mayor número de veces aquella vena que ésta última. Puede también escojerse la vena safen a in- terna ai nivel del maléolo, y hasta presenta cier- tas ventajas sobre las venas del pliegue del codo: es de mayor volumen, reposa sobre un plano resistente y es generalmente saliente y fácil de encontrar aun en los individuos muy robustos. Fig. III. Cánula para la las inyeccio- nes intraveno- sas.—Olivier. La antisepsia, se hará como hemos indicado á propósito de las inyecciones sub-cutáneas. Si la vena es muy saliente, ya dijimos que puede simplemente puncionarse con la aguja nú- mero 2 de Potain, haciéndose entonces la opera- ción sumamente sencilla. He aquí la descripción magistral de Lejars acerca de esta operación : “ Si la vena es muy aparente, la incisión debe hacerse paralela á ella; en el caso contrario, es preferible hacer una in- cisión vertical, á un dedo hacia adentro ó hacia afuera del tendón del bíceps: se crusa de esta ma- nera el segmento venoso que se está seguro de des- cubrir. Sobre todo en las mujeres robustas ofrece este primer tiempo á veces algunas dificultades; procediendo como acabo de indicarlo, se encontra- rá siempre la vena ; pero buscándola al contacto de la aponeurosis y no en la grasa. Es inútil, y aun perjudicial, descubrir un segmento venoso de más de un centímetro á un centímetro y medio. Se pasa debajo de la vena un hilo doble y se liga el extremo inferior : el segun- do hilo queda debajo del extremo superior, libre y sin anudarse, (este hilo servirá para ligar el va- so después de la inyección.) Con la punta del bisturí ó de las tijeras, se abre el vaso á lo largo sobre 4 ó 6 milímetros y el operador, teniendo con unas pinzas uno de los labios de la abertura, introduce la cánula. En general no es necesario ligar Ja vena sobre la cánula con el hilo que queda libre: si la cánula se ha introducido suficientemente, y si la insición venosa es bastante pequeña la cánula obtura la vena por si sola y la maniobra se simplifica (aquí el autor se refiere á la cánula cónica de Olivier de que ya hemos hablado, cuya forma cónica es muy apro- piada |para el caso. Esta cánula puede ser su- plida por cualquiera otra ordinaria de vidrio y previamente adelgasada á la lámpara en la extre- midad. ) Cuando el líquido pasa bien, se le ve descender en el recipiente y se siente con el dedo una lijera trepidación de la vena, que no engaña ; si el lí- quido no pasa, es de ordinario suficiente retirar un poco la cánula ó cambiarla de posición y dirigirla según el eje del vaso, para que la salida se verifique. Se regula la velocidad por la altura á que se coloca el recipiente : en general es suficiente con elevarlo á 75 centímetros ó un metro; si se dispone de un ayudante inteligente, podría elevando ó bajando el recipiente, hacer variar la salida del líquido según las necesidades del operador. El líquido debe penetrar muy lentamente, so- bre todo al principio: su irrupción brusca produ- ciría una especie de choque en la circulación, sobre el corazón, tal vez sobre los centros nerviosos; y aun con una velocidad moderada, enfermos que conservan el conocimiento, acusan un cierto ma- lestar y angustia precordial que se reproduce al fin de la inyección cuando ha sido muy abun- dante. Cuando la inyección esté terminada, se retira la cánula y se liga el extremo superior con el hilo colocado previamente debajo de ella ; si este tiempo se hace con rapidez, se puede evitar, casi completamente, la pérdida de líquido. La pe- queña herida debe en seguida lavarse con alcohol y con un líquido antiséptico ó simplemente con agua salada ; se reúne con uno ó dos puntos de sutura y se cubre con unas cuantas hojas de gasa colodionada y una capa de algodón. Si es necesario renovar la inyección, se procede de la manera siguiente: se abre de nuevo la pe- queña herida, se agranda un poco y se descubre un poco el segmento superior que se incinde. Sucede á menudo que se encuentra un coágulo; y si este se prolonga mucho es un mal augurio: se repetirá entonces la pequeña incisión bastante más arriba. En resumen no hay nada de complicado. En cuanto á la penetración del aire, es fácil de evitar con algunas precauciones y por otra parte la in- troducción de algunas burbujas no tiene ninguna importancia : los fisiólogos lo saben hacer largo tiempo.” — A esta completa descripción casi no queda nada por agregar. Cuando no se dispone de una cánula apropiada, puede hacerse uso de un trocar delgado que se introduce en la vena sin insición prévia. Sin embargo esto no deja de presentar algunos inconvenientes: al retirar el punzón del trocar, la sangre le sigue y llena la cánula, y al enchufar en ella el tubo de caut- chouc, se vuelve á introducir en la circulación, esa misma sangre que, aunque en pequeña canti- dad, pudiera talvez ser perjudicial. Debe pues usarse el trocar, sólo en caso de absoluta necesi- dad. Cardenal aconseja que inmediatamente an- tes de la operación se coloque el matrás en una palangana llena de agua á 40 °, hasta conseguir que la temperatura de su contenido alcance de 35° á 40° centígrados. Respecto á la ligadura previa del extremo periférico de la vena, no todos la practican : debe hacerse siempre en los casos en que el estado del enfermo haga temer la pér- dida de la menor cantidad de sangre; en cambio tiene el incoveniente de dificultar un poco la intruducción de la cánula por la deplesión venosa consecutiva á la ligadura.—La cantidad de líqui- do que deba introducirse es vaiiable: 500, 800: 1,000 gramos y más, según los casos. Con mucha frecuencia esta indicada (urenia, tétanos, etc.,) la práctica mixta de la trasfusión y la sangría: trataremos de este asunto á propó- sito de las indicaciones. Otras vías.—Las demás vías empleadas para practicar la trasfusión serosa, son relativamente poco usadas y las trataremos según su orden de i mportancia. La vía intra-peritoneal fue utilizada en un prin- cipio para la trasfusión sanguínea. Ponfick había ya notado que la sangre se reabsorve con rapidez cuando se derrama en una serosa; después Bizzo- zzero y Golgi, Foa y Pecallini y Hayern estudiaron la cuestión bajo el punto de vista terapéutico. Haffter en 1890 empleó este procedimiento con éxito, en una mujer que había sufrido una abun- dante hemorragia. Michaux recomienda grandes lavados salinos del peritoneo en los casos de peri- tonitis infecciosas generalizadas, y ésta parece ser la mejor indicación del procedimiento: todos he- mos podido observar los buenos resultados obteni- dos con él, después de las grandes intervenciones abdominales. Para practicarlasjfuera de este caso, se hace una incisión de la piel al nivel de la línea blanca y debajo del ombligo. Lespuésse intro- duce un trocar en qne termina el tubo de caut- chuoc. perforación intestinal no se ha obser- vado. Esta práctica debe desecharse: siempre es posible usar de las dos vías anteriores. Las inyecciones intra-pleurales apenas merecen recordarse: se han empleado en la experimenta- ción animal. La vía rectal puede prestar grandes servicios en ciertos casos y sobre todo para combatir las hemorragias puerperales debe usarse, ya sola, en caso de que no sea posible recurrir á las vías hipo- dérmica ó intra-venosa, ó bien como adyuvante de cualquiera de ellas. M. Fieux ha comunicado á esa Sociedad de Ginecología de Bordeaux una observación de un caso de hemorragia por inercia uterina. Habiendo recurrido inútilmente á los me- dios terapéuticos, ordinariamente empleados para combatir ese accidente (inyecciones uterinas ca- lientes, introducción de la mano en el útero, tapo- namiento cérvico-vaginal), practicó una lavativa de dos litros de agua salada. Al cabo de pocos momentos la contractilidad apareció y se suspen- dió la hemorragia. M. Fieux, que había inyec- tado debajo de la piel una pequeña cantidad de suero (80 gramos) atribuye el buen éxito obtenido á la inyección rectal. Butler cita otra observa- ción semejante. Para los casos análogos en que no haya elemen- tos para introducir el suero en las vías preferidas, este recurso puede reportar incalculables ven- tajas. La vía arterial usada primitivamente ha caído hoy día completamente en desuso. Los inconve- nientes son grandes y numerosos: el peligro con- secutivo ú la apertura de la arteria; las dificulta- des de la introducción del líquido á consecuencia de la excesiva presión que hay necesidad de ejercer; la lentitud con que se esparce el líquido inyectado. Si la inyección se practica en el extremo central de la arteria, hay que luchar con- tra la corriente y á veces se hace imposible. Si se practica en el extremo periférico, el líquido antes de entrar en la circulación general, tiene que recorrer un largo trayecto (arterias, capilares, etc). Delamare y Deseazals citan un caso de gan- grena de la mano á consecuencia de una inyec- ción intra-arterial. Accidentes consecutivos á las inyecciones. Los accidentes locales son casi todos consecuti- vos á la falta de antisepeia empleada en la opera- ción. Los más importantes son las flevitis con sus consecuencias (trombosis y embolias); cuando se hace uso de la vía perifonea!, una peritonitis generalizada y mortal podría ser el resultado de la falta de precauciones antisépticas. Los fiegmo- nes y abcesos que se producen de vez en cuando á consecuencia de las inyecciones subcutáneas, no tienen ninguna gravedad. La introducción de aire en las venas no es peligrosa cuando no pasa de unas pocas burbujas y se hace en una vena periférica de pequeño calibre y alejada del centro circulatorio, (venas del pliegue del codo, del ma- léolo, etc.) Lo contrario sucede en las condicio- nes opuestas: es conocida la gravedad suma de la irrupción gaseosa en las venas gruesas; y cuando la cantidad de aire es considerable, la muerte sobreviene aun cuando se produzca el accidente en un vaso de pequeño calibre. El siguiente caso que cita Lejars es muy expresivo: “Durantes la epidemia del cólera de 1884 fuimos testigos de un accidente de este género de los más notables: la inyección intra-venosa se practicaba en un colérico con el aparato de Potain y alguien estaba encargado de vigilar el recipiente y preve- nir al operador cuando el líquido llegara á su fin. Esta persona se distrajo: de pronto se oyó un silvido agudo, y por más que con la mayor rapi- dez posible se retiró la aguja y se comprimió la vena, el resultado de la irrupción gaseosa fue fulminante: el enfermo abrió la boca, hizo un gran esfuerzo de espiración y cayó: estaba muerto.” Los accidentes generales son casi siempre con- secutivos á las inyecciones intra-venosas; sin em- bargo pueden producirse con las sub-cutáneas, cuando son en extremo abundantes. La hemo- globinuria, cuando no es muy exajerada, no pre- senta gravedad. Lo mismo diremos de la albumi- nuria. La glicosuria es siempre pasajera y no presenta tampoco ninguna importancia. Lo contrario sucede con otros accidentes como el edema pulmonar, el anasarca y la insuficiencia cardiaca. El edema pulmonar se produce gene- ralmente cuando existe alguna lesión en el apa- rato respiratorio, ó cuando encontrándose sano dicho órgano, se pasan los límites de la resistencia orgánica inyectando el líquido con mucha rapidez por la vía venosa. Las lesiones valvulares y del miocardio, dan con frecuencia origen al accidente que se ha llamado “insuficiencia cardiaca." El anasarca es casi siempre el resultado de las inyecciones hechas con poca prudencia, en los casos en que el filtro renal funciona de una manera imperfecta. Se ha observado en los dia- béticos. INDICACIONES. Hemos visto anteriormente al tratar de la ac- ción fisiológica, que los efectos principales de las inyecciones salinas son : elevar la tensión vascular, producir la hemostasis y eliminar las sustancias perjudiciales del líquido sanguíneo. En conse- cuencia, reservando el nombre de lavado de la sangre, para las inyecciones que tengan por objeto aprovechar la última propiedad, estudiaremos: 1? acción hemostática y reguladora de la presión; 22 lavado de la sangre. 1? Accróisr hemostática y reguladora de la PRESIÓN. A) Shock traumático y operatorio: Podemos definir este accidente ó complicación de los trau- matismos,de la manera siguiente: Estado conse- cutivo á los grandes traumatismos, caracterisado por la debilidad de las contracciones cardiacas, la hipotensión vascular, el descenso marcado de la temperatura, la palidez de los tejidos y el aturdi- miento del enfermo. Por la definición sola nos podemos convencer de que las alteraciones vasculares, son las predo- minantes, y las que deben combatirse en primer término. Entre los medios de que se dispone para ello deben ocupar un lugar preferente las inyeccio- nes masivas de sueros artificiales. El día 3 de mayo de 97, fué llevado en hombros al Hospi- tal General el indígena Nicolás Pacay, á consecuencia de una caída que sufrió de un árbol, hacía unas cinco horas, y ele la que resultó una contusión fuertísima de la pelvis dere- cha y una fractura de la parte media del muslo correspon- diente. Cuando lo vi por primera vez á su entrada al esta- blecimiento. no me llamó la atención otra cosa que los desór- denes locales; no obstante el enfermo acusaba debilidad suma. Lo envié al departamento de cirujía. Cuando volví á verlo al cabo de una media hora, con disposición de prestarle los primeros servicios, lo encontré ya en un estado muy distinto: el semblante densamente pálido, la mirada vaga é incierta, las extremidades frías, pulso apenas percep- tible, respiración sumamente débil y entorpecimiento inte- lectual muy marcado. Un shock traumático de forma tórpida se había declarado. Inmediatamente practiqué una inyección sub- cutánea de 500 gramos de suero. La reacción no se hizo esperar, al cabo de media hora el pulso latía con alguna fuerza y el enfriamiento desa- parecía; sin embargo como continuara la postración y el en- torpecimiento, practiqué al cabo de dos horas una nueva inyección de 500 gramos. Cuando por la tarde volví á ver al enfermo, el estado general era ya muy satisfactorio. Posteriormente se continuaron haciendo las inyecciones por algunos días y en bre ce término el enfermo curó comple- tamente. En el shock traumático la hipodermoclisis es suficiente por regla general, sin embargo en las formas amenazantes y que hagan temer un desen- lace fatal muy próximo, la vía venosa debe pre- ferirse. En los casos de shock, además de los efectos so- bre la tensión sanguínea, es muy probable que la trasfusión venosa produce además una acción im- portante y muy favorable sobre los centros ner- viosos. Cuando una hemorragia ha precedido ó acompañado al accidente, la acción benéfica ejer- cida sobre ella, y de que hablaremos adelante, es un factor no despreciable para la curación. El shock operatorio es semejante en todo al traumático, y lo que se diga respeto al uno, es perfectamente aplicable al otro, toda vez que sola- mente por artificio pueden separarse. Sin embar- go, dadas las circunstancias en que se produce el shock operatorio, cabe considerar en él un elemen- to que le es exclusivo: me refiero á la hipodermo- clisis preventiva. Desde luego no decimos, trasfu- sión venosa preventiva, porque se comprende, dados los inconvenientes á veces serios que puede tener esta operación, que no sería prudente exponer al enfermo solo por llenar una indicación cuyas ven- tajas tal vez no se aprovecharían. La vía hipodér- mica de mayor inocuidad que la venosa, sí puede prestar grandes servicios, no sólo disminuyendo la intensidad de los accidentes en casos de que estos se produjesen, sino también pudiendo impedir la aparición de ellos. En consecuencia, en los indi- viduos debilitados, anémicos, etc., en que se lle- gue á temer el shock operatorio, durante la inter- vención ó después de ella, está indicado practicar una inyección subcutánea de 4 á 500 gramos antes de la operación. Lejars ha podido convencerse de que la anestesia clorofórmica no es una contra- indicación de la hipodermoclisis preventiva, y aún la recomienda, como lo veremos adelante, siempre que en el curso de la anestesia se vea desfallecer al enfermo. B Hemorragias.—De dos maneras pueden actuar las inyecciones salinas en el tratamiento de las hemorragias: 1? elevando la tensión sangínea; 2?, cohibiendo la hemorragia. Ya hemos visto que en las hemorragias mortales son dos los mecanismos como se pro- produce la muerte: por falta de glóbulos necesarios al entretenimiento de la vida por disminución de la masa de la sangre (muerte mecánica). En el primer caso la lucha es inútil: la muerte sobre- viene en breve tiempo. En el segundo, una in- yección oportuna salva al enfermo. Pero en la práctica no puede establecerse esta división: no es posible conocer el momento en que una hemorra- gia vendrá á ser necesariamente mortal. La inyec- ción debe en consecuencia hacerse siempre y se tendrán tanto más probabilidades de éxito cuanto más rápidamente se intervenga en auxilio de la naturaleza restableciendo la masa de la sangre: así en las hemorragias abundantes en que la muerte próxima es de temerse, la inyección intra-venosa es la regla. La hipodermoclisis en estos casos tendría una acción muy lenta y no sería suficientemente efi- caz, tanto más cuanto que la misma excesiva hipo- tensión haría sumamente difícil ó casi imposible la absorción del líquido coleccionado en el tejido celular. Emplear la vía subcutánea en un caso en que los segundos son contados, sería casi igual á cru- 77 sanios de brazos. Posteriormente y cuando e! peligro de muerte inmediata haya pasado, cuando la circulación se haga en buenas condiciones y cuando )a absorción no se encuentre dificultada le llegará su turno á la hipodermoclisis. De una manera general podemos afirmar que en las hemo- rragias mortales, la primera inyección debe ser intravenosa, y las consecutivas subcutáneas. El tratamiento debe ser prolongado por algún tiem- po, hasta obtener la regeneración completa de la sangre. Con mucha frecuencia sucede que el enfer- mo reanimado por una inyección, cae al fin de algunas horas de nuevo, en un estado de postra- ción suma: la inyección debe repetirse todas las veces que esto suceda, como si se tratara de entre- tener, por decirlo así, una vida artificial. Obser- vando esta conducta se asiste á una verdadera resurrección del enfermo: los colores vuelven á las mejillas, el pulso se pone fuerte, las fuerzas perdidas se recuperan, el espíritu abatido se rea- nima, y en resumen, la vida en todas sus mani- festaciones y en todo su esplendor se ve reapare- cer. En las hemorragias menos graves el proce- dimiento de elección es la inyección hipodérmica; fuera de la rapidez de acción, sus efectos son exac- tamente los mismos que, la trasfusión venosa, y es natural que á igualdad de efectos se dé la prefe- rencia á aquel método que presente menos dificul- tades é inconvenientes; así la vía subcutánea es la más generalmente empleada, y es bastante para la mayoría de los casos. Cuando las hemorragias que hay que combatir son internas y no pueden cohibirse por los medios ordinarios, el empleo de las inyecciones salinas presenta además la ventaja de poder verificar la hemostasia, y sobre todo, cuando el vaso intere- sado no es muy voluminoso, su acción es muy eficaz. Se comprende perfectamente que no debe esperarse nada del poder hemostático de la tras- fusión venosa cuando el vaso lesionado es de grueso calibre. En las hemorragias puerperales, la utilidad que se puede sacar de estas invecciones es incalculable; ya hemos citado en otro lugar la observación de Fieux, relativa á un caso de hemorragia intraute- rina por inercia de la matriz, que fue cohibida, después de haber agotado todos los recursos ordi- narios, con las inyecciones de suero por las vías sub-cutánea y rectal. Para los casos en que al practicar la introduc- ción del líquido salino, la hemorragia aún existe, hay que establecer dos clases distintas de inyec- ciones: 1? Inyección hemostática, que no debe pa- sar de 100 á 200 gramos, tanto porque no sería pru- dente aumentar la tensión de un modo excesivo, lo que podría dificultar la supresión de la hemo- rragia, cuando porque en dosis mayor, el poder coaagulante de la inyección disminuye. 2? In- yección reguladora de la presión: cuando la hemo- rragia haya cesado, y el coágulo ó coágulos se hayan establecido definitivamente, las inyecciones masivas de 500 y más gramos, deben emplearse, siendo ellas las llamadas á triunfar de la hipo- tensión. Los dos casos siguientes se refieren á dos enfer- mos en los que se pudo observar palpablemente la favorable influencia de las inyecciones de suero: X. X., norteamericano, de 30 años de edad, y bien cons- tituido, ingresó al 2? servicio de cirugía del Hospital Gene- ral, cuatro horas después de haber sufrido una violenta com- presión entre dos plataformas de la línea férrea. Sufrió las lesiones siguientes: ruptura de la vejiga y de la uretra y fractura del pubis con desprendimiento del periostio, gran equimosis en el periné, y gran derrame sanguíneo en la cavi- dad de Retzius. Durante la operación (véase mi publica- ción “Taponamiento antiséptico del Dr. Mickuliez” hecha en la “Escuela de Medicina’’ número 4 tomo V) la he- morragia fué abundantísima, y unida á la hemorragia inter- na primitiva colocó al paciente en un grado de postración suma. Todavía después de operado el enfermo, sobrevino una hemorragia secundaria intensa, que lo puso en estado completo de colapso, á tal punto que llegamos á creer que la vida se extinguía en él. Se inyectaron 500 gramos de suero y la reacción se produjo en breve término. En los dos días siguientes se le inyectaron 2,500 gramos de suero y todo marchó perfectamente hasta la completa curación del herido. C. T., ingresó al Hospital el 26 de junio de 95. Había sufrido una cornada en el flanco izquierdo que produjo la hernia del colon desendente, y una gran hemorragia interna. El herido presentaba el cuadro sintomático siguiente: frial- dad excesiva de los tegumentos, sudor copioso, pulso é im- pulsión cardiaca apenas perceptible, respiración difícil. Se hizo una curación adecuada y á continuación una inyección salina de 400 gramos. Al cabo de una hora el enfermo se reanimó notablemente. Las inyecciones continuaron ponién- dose en práctica durante algunos días y no dudamos que contribuyeron en gran parte á la feliz terminación de los accidentes. Las inyecciones de suero están también indica- das en todas las enfermedades internas que se complican con hemorragias. En la fiebre tifoidea, además de luchar contran la infección, previenen ó cohiben las hemorragias intestinales; en las hemoptisis de los tuberculosos, tienen un gran valor terapéutico; en la epistaxis, en las afecciones hemorrágicas del útero, (cáncer, fibromas, metritis hemorrágica) se obtienen muy buenos resultados y lo mismo podemos decir respecto del cáncer y úlcera redonda, del estómago, en cuyas enferme- dades la inyección salina permite triunfar de las hemorragias. Debet recomienda su uso en los casos de púrpu- ra hemorrágica. Lavado de la Sangre. La designación de “Lavado de la sangre,” es considerada por algunos autores en una acepción muy extensa: aplican este nombre á la introduc- ción en el sistema circulatorio, con ciertos fines terapéuticos, de soluciones salinas que no alteran los elementos figurados de la sangre.” En mi con- cepto debe restringirse un poco el campo que abrase el lavado sanguíneo. No me explico como pueda, por ejemlo, considerarse como lavado, la acción terapéutica que consigue el facultativo, cuando practica una inyección de agua salada en un sujeto exangüe, ni cuando la emplea con objeto de contener una hemorragia. En nuestro estudio limitaremos la denominación de lavado de la sangre, á las inyecciones de suero, empleadas contra las infecciones é intoxicaciones. A—Enfermedades infecciosas.—Como ya tuvi- mos ocasión de indidarlo antes, aún no se ha dicho la última palabra relativa á esta parte im- portante de la trasfusión serosa. Los estudios es- perimentales han sido muy numerosos como ya hemos visto, y trabajos de todo género, se han he- cho sobre el particular; sin embargo, puede decir- se, sin temor de equivocación, que aun es mucho lo que falta por conocer sobre todo en lo relativo á su modo de acción y patogenia. No obstante, digan lo que quieran los que para cdmbatir el procedimiento, se apoyan en unos pocos resul- tados contradictorios arrojados por la experi- mentación, las innegables ventajas que en la práctica se obtienen con el empleo del suero artificial, han bastado casi por si solas á esta- blecer la eficacia del lavado en las infecciones. En esta cuestión como en otras muchas, puede decirse que la experiencia se ha adelantado á la ciencia. Agreguemos que los resultados de las in- vestigaciones cietíficas hechas hasta ahora, están en su mayor parte en perfecto acuerdo con las en- señanzas que la práctica lia establecido. Estudiaremos: 1? Infecciones quirúrgicas.— Entre ellas figu- ran en primer lugar las infecciones septicemicas generalizadas. La fiebre traumática intensa, la septicemia propiamente dicha y la puohemia son muy favorablemente influenciadas por el lavado de la sangre, siendo mayores las probabilidades de éxito, cuando se practique más al principio de la infección. He aquí el resumen de una observación de un caso que se presentó en el Hospital General (Ser- vicio 2‘? de cirugía.) En un indígena, se había declarado, á consecuencia de una fractura complicada del x/i medio de la pierna que se infectó, (este enfermo ingresó al Hospital, á los 7 días de haberse producido la fractura, que presentaba un estado lastimoso de infección), una osteítis flegmonosa, con síntomas generales de una intensidad alarmante (40 grados de temperatura, es- tado tifóidico muy marcado, delirio, etc.) Además del trata- miento local é interno, se puso en práctica el lavado sanguí- neo: inyección diaria subcutánea de 500 á Iooo gramos según lo exigían las circunstancias. Después de cada inyección se podía observar siempre una notable mejoría de todos los síntomas infecciosos; y al cabo de dos semanas, el enfermo sumamente agradecido, colmaba de bendiciones á nuestro Je- fe de Clínica y á los practicantes que lo habían asistido. Lejars refiere entre otros el caso siguiente. Un hombre de 50 años, fué llevado al Hospital, con dos miembros triturados, habiéndosele amputado el brazo duran- te la misma noche; “en el día siguiente, en vista de la ame- naza de una septicemia gaseosa, fué necesaaio amputar la pierna. Una inyección intra-venosa de dos litros fué practi- cada inmeniatamente después de la operación, y en los días posteriores, 14 litros y fueron sucesivamente introducidos por la vía intra-venosa. El herido después de un período de los más alarmantes curó completamente.” El tratamiento de las septicemias peritoneales (peritonitis) que suceden con tanta frecuencia á los traumatismos del vientre y á las grandes inter- venciones abdominales, saca también un gran provecho con el empleo del método que nos ocu- pa. El mayor número de obsevaciones versa so- bre esta variedad de septicemia, y es sobre todo en la forma aguda en la que las inyecciones masi- vas de suero prestan eficacísimos servicios. En la forma fulminante, sobre-aguda, el enfermo por la general muere á las pocas horas de la opera- ción, á veces sin haber pasado aún los efectos de la anestesia, y la intensidad suma de la infección hace casi inútil todo recurso terapéutico; sin em- bargo, el lavado debe siempre ponerse en practica, y nos parece demás agregar que la vía venosa de- be preferirse, dada la rapidez con que se ha de in- tervenir, para tener alguna probabilidad de éxito. La vía hipodérmica puede emplearse para las otras formas agudas de la infección, y es suficien- te para la mayoría de los casos. Lo mismo pue- de decirse respecto de la septicemia crónica, cuyo tratamiento, utilisa también con ventaja el lavado sanguíneo. Las inyecciones de suero como medio preventi- vo, están indicadas siempre que haya de practi- carse una operación en un individuo, en que el estado general haga sospechar que se trata de un terreno completamente apropiado para el desarro- llo de los gérmenes infecciosos. Con bastante frecuencia, la lucha con la enfer- medad se prolonga: á la mejoría obtenida con la inyección, sucede de nuevo la recaída y los sínto- mas infecciosos recobran su intensidad; el médico no debe por ello desistir de su empeño, y empren- derá de nuevo y con fé el ataque, que, dirigido con perseverancia, le proporcionará al fin la victoria. No debe temerse la introducción de grandes canti- dades de líquido, con la condición de que se haga con lentitud; ni la frecuente repetición del lava- do. Lejars hace mención de un caso en que fué necesaria la introducción de 26 litros de suero en las venas, para triunfar de una peritonitis agu- da y generalizada que se había declarado después de una ovariotomia. La cantidad que ordinaria- mente debe inyectare por día es de 1,000 á 2,000 gramos. Delamare y Descazals recomiendan el lavado de la sangre, en los casos siguientes: 1?, al prin- cipio de las grandes infecciones; 2?, en las infec- ciones peritoneales confirmadas y otras, y 3?, en los estados mixtos en que la resistencia orgánica desfallece por causa de la anemia, del shock, de la infección crónica, etc, creando un terreno pro- pio del todo para los accidentes infecciosos agudos. La erisipela es también una de las enfermeda- des en que el lavado sanguíneo da resultados muy satisfactorios. Pedro Delbet lo usa en combina- ción con las inyecciones de suero anti estrep- tocQcico. En la forunculosis, antrax y flegmon difuso, produce también muy buen éxito. En la pielitis, Delbet ha obtenido magníficos resultados. Según él además del efecto elimi- nador de la trasfusión salina, se produce en este caso un verdadero lavado local del basinete y del ureter á consecuencia de la abundante po- liuria que se establece. Lo mismo se puede decir de la pielo-nefritis. Reclus lia practicado una inyección de 1,300 gramos en un caso de rabia confirmada, en el que se había puesto en práctica el tratamiento por el suero anti-rábico, pero ya muy tarde. Una mejoría notable se observó después de la inyección, no obstante la muerte sobrevino un poco tiempo. Los resultados obtenidos en el tétanos han sido más satisfactorios: M.Tuffier hace mención de dos casos de tétanos agudo, en los cuales el mejo- ramiento rápido y la curación fueron las conse- cuencias del empleo de las inyecciones masivas. En nuestro Hospital General el lavado de la sangre en los individuos atacados de tétanos ha dado magníficos resultados: El día 14 de Julio de 1897 ingresó al establecimiento en un estado sumamente grave, la nifiita N. N. de 4 años de edad. El cuadro sintomático era el siguiente; trismus com- pleto y persistente, risa sardónica y opistótomos violentos produciéndose á la menor exitación. La infección se había verificado por una herida contusa (tropesón ) situada en la planta del pié derecho; esta herida estaba sumamente in- fectada y cubierta por una membrana difteroide. — Trata- miento: se raspó y limpió bien la herida y se aplicó una curación húmeda antiséptica. — Cloral y morfina al interior. —El lavado de la sangre fué puesto en práctica concecuti- vamente durante 7 días (500 1,000 gramos diarios) y el resultado obtenido fué inmejorable: á los 15 días se dió el alta á la enfermita completamente curada. (Esta observa- ción fué publicada detalladamente en “ La Escuela de Me- dicina ” por el Bachiller don Neri Paniagua. ) Las septicemias puerpuerales lian sido también con frecuencia tratadas por las inyecciones ma- sivas de suero, habiéndose obtenido resultados satisfactorios y análogos á los que hemos estable- cido á propósito de las septicemias quirúrgicas. Esto era de esperarse dada la semejanza que existe entre las dos especies de infecciones. Boutin ha publicado la observación siguiente: Primípara de 23 años atacada á los 9 días del parto de escalofrío intenso, temperatura elevada, y grandes dolores; piel ardorosa, lengua seca. — En un principio se hizo uso de inyecciones pequeñas de 150 á 200 gramos solamente. — Posteriormente como la enfermedad se agravase notable- mente, se practicaron diariamente inyecciones masivas de dos litros, término medio, las que se continuaron por espa- cio de once días. Ea enferma mejoró con rapidez bajo la influencia de ellas y curó completamente. Formenaux cita varios casos de septicemia puerpueral, en que se hizo uso del lavado unido á las inyecciones de suero anti-estreptococico, con resultados muy halagadores. En los casos sumamente graves, debe hacerse uso siempre que se pueda de la vía venosa; ordi- nariamente la vía sub cutánea basta 2? — Infecciones Médicas (a) Infecciones del tubo digestivo. — Cólera morbus.— El empleo de las inyecciones salinas en el cólera es muy antiguo, y los clínicos siempre han recurrido á ellas como recurso supremo.— En los primeros tiempos el objeto que se propo- nían obtener con su empleo, era por decirlo así, ilusorio, (acidificar la sangre por medio de las soluciones de ácido acético, enriquecerla en sales&. (vease resumen histórico.) Posteriormente se lia tratado de impedir el espesamiento de la sangre, y compensar las abundantes pérdidas de líquidos que experimenta el organismo. En la actualidad, la acción de las inyecciones de suero se explica de la manera siguiente: Aumentan la masa de la sangre y combaten la hipotensión, restableciendo así las condiciones físicas de la circulación ; 2? es- timulan el sistema nervioso central, y las diver- sas funciones oigánicas; 3? combaten la infec- ción favoreciendo la eliminación de las toxinas. Hayem es el que ha hecho los trabajos más importantes referentes á esta enfermedad. En la epidemia de 1884, obtuvo un 25 por ciento de curaciones, empleando el suero que lleva su nom- bre y de que ya liemos hablado ; sólo recordare- mos aquí que el sulfato de soda que contiene dicha solución, tiene por objeto evitar la corriente exosmótica que se produce de el sistema vascular al intestino. “Estas inyecciones han escollado en los alcohólicos, en los individuos debilitados, deprimidos par la miseria, y en los que se en- cuentran en una algidez profunda. En los su- jetos bien constituidos y afectados de cólera morbus, se produce generalmente después de la inyección y á veces durante ella, una reacción franca después de la cual el enfermo entra en convalescencia; esta reacción consiste en un frío más ó menos intenso, retorno del calor periférico y desaparación de los calambres; después el en- fermo se duerme ( Hayem). El doctor don Francisco Molineros en su trata- do “ Notas clínicas sobre el lavado de la sangre en el tratamiento del cólera'’ insiste sobre la acción iliminadora de este agente terapéutico. El autor considera dos faces necesarias para que el lavado se lleve á efecto : 1? introducción del líquido sa- lino y 2? eliminación por medio de las corrientes de salida del mismo líquido cargado ya de princi- pios tóxicos ; cuando el período de crisis (poliu- ria, sudores propusos) falta ó tarda en producirse, recomienda el uso de los baños de vapor y de las inyecciones de pilocarpina para ayudar á la eli- minación. Como conclusión de sus numerosas observaciones en diversas epidemias, Moliner, dice lo siguiente: “En cuantos coléricos se ha podido obtener un veidadero lavado, ó sea una corriente intravascular de más de 6 litros de agua durante las primeras doce horas del período ál- gido, se ha obtenido la curación. ” Bosc cita tres casos curados de cólera, en los que la influencia bienhechora del lavado fue muy palpable. En el cólera nostras también ha dado el em- pleo de la hematocatarsia, halagadores resultados. Barbier ha empleado con éxito las inyecciones sub cutáneas de suero en las infecciones intesti- nales de los niños de pecho.—Weiss, Hutinel y Deroyer, las recomiendan á su vez en las diversas formas de gastro-enteritis infantiles, y citan en apoyo de sus conclusiones, interesantes observa- ciones. Los resultados son sobre todo marcadí- simos en las enteritis infecciones agudas ó cró- nicas, acompañadas de hipotermia. Puede ha- cerse uso de una solución al 7 ó 10 por ciento, é inyectar, hasta 0. 30 centímetros cúbicos por día, que podemos considerar como dosis máxima;0.20 son suficientes de ordinario. La cantidad de sue- ro que se considere como dosis diaria, debe in- yectarse en dos sesiones, entre las cuales se deja- rá un intervalo de 7 horas por lo menos. En los niños recien nacidos deben hacerse tres secciones por día. Un sólo piquete es suficiente para cada inyección. Los efectos fisiológicos son análogos á los que hemos indicado para los adultos. Marfán recomienda el suero cafeinizado, cuya formaula expusimos al tratar de la composición de las solucio- nes, en los casos de debilidad suma con hipotermia; y agrega que es conveniente usarlo en combina- ción con bañas calientes de 5 á 10 minutos de duración á 35° ó 36°, y con la dieta hidrica. Ultimamente Bosc y Vedel en la “Presse Medi- cal” citan 3 observaciones seguidas de éxito en casos graves de desintería infecciosa. Agrega que los lavados deben ser practicados al principio de la enfermedad y repetidos á menudo. b. Afecciones del aparato respiratorio.—Pneumo- nía: Bosc lia publicado un caso muy interesante de una mujer, que, apesar de una mejoría pasaje- a producida por los lavados, falleció al parecer por astenia cardiaca. Al practicar la autopsia se encontró un edema pulmonar generalizado. El procedimiento empleado por Bosc fue la sangría- transfusión, y recordando que el edema pulmo- nar es uno de los accidentes más frecuentes de las inyecciones por la vía intravenosa, sobre todo cuando el órgano respiratorio se encuentra deabi- litado, creemos prudente recurrir siempre á las inyecciones intersticiales, cuando exista una afec- ción pulmonar. Es cierto que una hipodermo- clisis muy abundante es suceptible de provocar el mismo accidente, pero siempre en una escala muy inferior á las inyecciones intra-venosas. Tuberculosis: En esta enfermedad parece que la acción hidratante que produce la solución salina en los tejidos, no es favorable al desarrollo del bacilo. Sin embargo, gran parte de la acción útil de las invecciones de suero en esta enferme- dad debe atribuirse á las modificaciones que im- primen al estado general, (anemia, caquexia, etc.) c. Afecciones cardiacas.—Siempre que el co- razón se encuentre enfermo, debe procederse con mucha prudencia; no obstante, como lo han de- mostrado Dalche y Chauffard, las afecciones car- diacas no constituyen una verdadera contra-indi- cación del lavado. En ellas como en las afecciones pulmonares me parece que debe preferirse siempre la vía hipodérmica. En la “Presse Medícale’’ del 8 de enero de 1887, Dalche publica una observación de un caso de endocarditis infecciosa á Streptococus (forma tifóidica) que fue curado; se inyectaron cinco litros de suero en cinco días por la vía venosa. El mismo autor dice que los fenómenos críticos son más marcados cuando se emplean las inyec- ciones intravenosas, pero que en este caso, es necesaria una integridad mayor de los riñones y del corazón; y después agrega: “Yo he visto sobrevenir los accidentes de insuficiencia cardiaca en una mujer atacada de miocarditis y de escle- rosis renal, á continuación de una inyección intra- venosa de 650 gramos precedida de una sangría de 250 gramos, siendo en consecuencia la sobrecarga solamente de 400 gramos. Es necesario examinar el corazón y el pulso, con tanto cuidado como se hace respecto á las funciones urinarias.” d. Afecciones hepáticas.— La icteria grave es la única que ha sido tratada por las inyecciones de suero. Formenaux obtuvo una curación. Cury no ha podido obtener sino mejorías pasajeras. e. Fiebre tifoidea.—Las observaciones de Sahli y Leichtenstern han establecido la eficacia del lavado de la sangre en esta afección, eficacia que debe aprovecharse, sobre todo cuando por cual- quier motivo no puede practicarse la balneotera- pia. A continuación del tratamiento se observa el descenso de la temperatura, y sobre todo, una diuresis abundante. /. Fiebres eruptivas y tifus exantemático.—Ro- ger en las primeras y Sapelier en el tifus, han empleado con éxito las inyecciones salinas. La diuresis se establece, la temperatura desciende y el estado general se mejora. B—Intoxicaciones.—La aplicación del lavado de la sangre á las diversas intoxicaciones, ha producido también muy buenos resultados. Intoxicación urémica.—El primero que ha hecho uso de la hématocatarsia en la uremia es Sahli de Berna que ha citado muchas observaciones, favo- rables al tratamiento, en su memoria de 1890. Bosc ha publicado la observación de un caso de anemia muy interesante, sobrevenida en un en- fermo atacado de nefritis crónica á grueso riñón blanco, que fué seguido de buen éxito. Dalche hace mención de un caso de nefritis intersticial complicada con miocarditis aguda, y en el cual una inyección de 650 gramos, acompa- ñada de una sangría, no fué suficiente á establecer la diuresis, sin embargo el enfermo se mejoró. Teniendo en consideración que la diuresis no puede producirse de una manera satisfactoria cuando el filtro renal se encuentra afectado, deben siempre practicarse las inyecciones con mucha prudencia, observando con el mayor cuidado la función urinaria. Por la misma razón es conve- niente hacer preceder el lavado de una sangría que se aproxime en lo posible á la cantidad de líquido inyectado; y preferir la vía hipodérmica. Bosc insiste sobre las ventajas de la sangría- trasfusión, sobre todo en las auto-intoxicaciones graves, (anemia, eclampsia). La trasfusión obra diluyendo las toxinas, cuyo poder disminuye en consecuencia, y provocando la aparición de los fenómenos críticos; la sangría por su parte elimina gran cantidad de principios tóxicos. Barré, que emplea la vía venosa, da á este pro- cedimiento mixto el nombre de Desintoxicación de la sangre. (1) (i) He aquí la descripción del procedimiento descrito por Barré: “Los instrumentos necesarios se componen esencialmente de dos tubos de caoutchouc terminados en una de sus extremidades por una agnja de un diámetro un poco superior al de la geringa de Pravas. El más largo de estos tubos [i m. 50] lleva á una de las venas del brazo el suero artificial de un vaso graduado colocado á un nivel más ó menos elevado, según que se quiera ó no acelerar la entrada de este líquido en el sistema venoso. El otro tubo [1 metro] cuya aguja es introdu- cida en una de las venas del otro brazo, está en comunicación con un vaso graduado como el primero, y en el cual se ha hecho previamente el vacío. Es este el que sirve para la extracción de la sangre. Se regula la salida en sentido inverso de los dos líquidos, de manera que la cantidad de suero que entra no sea mayor que la de la sangre que sale, á fin de que en el sistema circulatorio haya siempre la mis- ma cantidad de líquido y la presión arterial no se disminuya como su- cede con las sangrías ordidarias.” La disminución de los glóbulos consecutiva á la sangría, no es un inconveniente serio, pues es co- nocida la rapidez con que se regeneran en el líqui- do sanguíneo después de esta operación. El Dr. Carrien (de Montpelier) en la “Revista de medicina y cirujía prácticas” preconisa el em- pleo de los baños de aire caliente combinados con las inyecciones de suero. El autor establece la división siguiente de las nefritis: 1? nefritis tóxi- cas sobre agudas; 2? nefritis parenquimatosas agudas primitivas; 3? nefritis parenquimatosas secundarias de marcha sub aguda ó crónica; y 4? nefritis intersticiales crónicas con ataques sub- agudos. En las nefritis subre-agudas, sobre todo Jas consecutivas á infecciones graves ó intoxica- ciones violentas, el empleo del lavado le ha dado magníficos resultados, sobre todo combinado con la sangría. “ Pero es necesario obrar pronto, to- dos los enfermos de esta forma hipertóxica, en los cuales no hemos intervenido han sucumbido.,r (Carrien) En las otras formas recomienda tam- bién las inyecciones salinas, como un precioso recurso terapéutico, asociadas á los baños de aire caliente y según los casos á otros cuidados, higié- nicos ó terapéuticos (leche, tanino, inyecciones de cafeína, éter, etc.) La eclampsia, por su semejanza con la ure- mia es suceptible de la aplicación de todo lo ex- puesto anteriormente. Porak y Berhein son los que más han tratado sobre ella. M. Teyseyse, interno del Hotel Dieu, de Poitiers en v< La abeja médica ” publi¿a una observación de una mujer que filé llevada al servicio de maternidad con síntomas de parto, y habiendo tenido ya nueve accesos de eclampsia. La anuria era completa. Se practicó una sangría de 350 gramos. A continuación el parto se verifica y media hora después se expulsa la placenta; la enferma continúa en cama y los acce- sos eclámpsicos persisten. Se practica una inyección salina y bien pronto los accesos disminuyen de frecuencia. En los días siguientes los lavados continuaron verificándose y los accesos desaparecieron por completo, estableciéndose una diuresis abundante. Coma Diabético.— Esta afección participa tam- bién de las ventajas del lavado sanguíneo. La mayoría de las observaciones publicadas hasta ahora, se refieren en su mayor parte á mejorías innegables, pero pasajeras, produciéndose casi siempre 1a. muerte al cabo de un tiempo más ó menos largo. Minonsky relata un caso seguido de curación. Stadelmann, atribuyendo el coma á una intoxi- cación por el ácido butírico, ha inyectado, aunque sin éxito, una solución salina de(10ooGl. Na.)conte- niendo3 gramos de bicarbonato de soda. Lepineha inyectado hasta 44 gramos de bicarbonato de soda en dos litros y medio de solución clorurada y no ha sido más feliz que Stadelmann. Parece que para obtener satisfactorios resultados es menester inter- venir en el período de malestar que precede al coma. En estas condiciones puede administrarse el bicarbonato en ingestión y practicarse al mismo tiempo el lavado sanguíneo. Debe preferirse la vía intravenosa. C. Intoxicaciones medicamentosas. — Cloroformo. Anteriormente al tratar de la hipodermoclisis ■preventiva, á proposito del shock operatorio, esta- blecimos que la anestesia no es una contra-indi- cacion del empleo de las inyecciones de suero. Réstanos ahora establecer que diversos esperimen- tadores, recomiendan estas invecciones como me- dio terapéutico en los casos en que los enfermos sometidos á la narcosis, sobre todo clorofórmica, (las experiencias se lian hecho en su mayor parte con el cloroformo), presentan una depresión muy marcada que haga temer la producción de algún accidente. Djakonoff, en sus experiencias sobre los animales ha podido observar que en los casos en que la cantidad de cloroformo administrada ha sido excesiva y aún mortal, el lavado san- guíneo ha impedido la muerte. En algunos casos los animales han vuelto á la vida aún después de haberse paralizado el corazón (síncope cardiaco). En consecuencia, el cirujano que cloroformiza de- be estar siempre prevenido y practicar una inyec- ción salina abundante, cuando su enfermo pali- dezca y el pulso se haga filiforme. Para los casos en que la anestesia ha de ser muy prolongada no debe descuidarse nunca esta precaución. En la intoxicación saturnina, en el envena- miento por el óxido de carbono, el gas del alum- brado y el iodoformo, el lavado ha dado muy bue- nos resultados en manos deSahli de Berna, y otros. En todos estos casos, puede usarse unido á la san- 97 gría; sin embargo, tal vez deba hacerse una excep- ción para las intoxicaciones por los venenos lierná- ticos globulares (cianuros, óxido de carbono, etc.) en cuyos casos encontrándose alterados gran nú- mero de elementos figurados, debe temerse sus- traer los pocos que aún pudieran conservarse ín- tegros. Roger, de sus trabajos experimentales ha dedu- cido las siguientes conclusiones: El lavado san- guíneo no obrá por su poder eliminador, sino más bien estimulando el sistema nervioso, é impidien- do por la replesión vascular que produce, la ab- sorción de los principios tóxicos. Contra-indicaciones : Se puede establecer en tesis general que no existen verdaderas contra- indicaciones del empleo de las inyecciones salinas; en cambio, las circunstancias que exijen mucha prudencia y buen juicio clínico, se presentan con alguna frecuencia: las alteraciones pulmonares, las afecciones cardiacas y renales, de que ya hemos tratado, pueden dar origen á accidentes serios, cuando no.se dirige el tratamiento con el cuidado que ellas requieren. PROPOSICIONES Anatomía. — Conducto inguinal. Botánica médica. — Atropa belladona. Zoología médica.— Tenia solium. Física médica. —Transfusor de Dieulafoy. Fisiología. —Diapedesis de Conhein. Química inorgánica. — Bicloruro de mercurio. Química orgánica.— Alcohol etílico. Patología General. — Fagocitosis. (Teoría de Metchnicoff. Patología interna. — Apendiciti?. Medicina operatoria. — Ligadura de la arteria lingual. Higiene. — Teoría de Petenkoffer. Medicina legal. — Signos de la muerte. Obstetricia.—Rigidez del cuello del útero durante el parto. Terapéutica.—Cornezuelo de centeno. Toxicología.— Método de Stass para la investiga- ción de los alcaloides. Clínica Quirúrgica.—Signos del empiema torá- cico. Clínica medica. — Pectoriloquia áfona. Farmacia.— Preparación de gasas antisépticas. BIBLIOGRAFIA Cardenal. — Cirugía antiséptica. Hayem. — Traitement du cholera. (1882) “ “ —Les modifications du sang. Lejars.— Le lavage du sang. Manqitat. —Tratado de Terapéutica. Moliner.—Notas clínicas sobre el lavado déla sangre en el tratamiento del cólera. Roberto Molina.—De algunos accidentes trau- máticos y medios de combatirlos. (Tesis de Guatemala). Carrien. — “Revista de Medicina y Cirugía prác- ticas.” Bourdeville y Noire. — “La Escuela de Medi- cina.” Delamare y Descazals.— “Gazette des hospi- taux.” Marnin y Rainaud—“La Ginecologíe.” Olivier. — “L’obstetrique.” Lepine. — “La Presse Medícale.” Maurel.— “ “ “ Koger. — “ “ “ Richet.— “ “ “ Barré — “ “ “ “Le Bulletin Medical.”— N? 6, año 4. “La Región Médico Farmacéutica.”—N?8, año 4. “L’Abeille Medícale.”—Nos del 30 de Enero y 13 de Junio de 1897. “Los Nuevos Remedios.”—N? 6, año 11.