ESCUELA NACIONAL DE MEDICINA DE MEXICO DESAGÜE DEL VALLE DE lili A LA LUZ DE LA HIGIENE TESIS INAUGURAL DE FRANCISCO BULMAN. MEXICO: 1892. Oficina Impresora de Estampillas. TIPOGRAFIA PALACIO NACIONAL. ESCUELA NACIONAL, DE MEDICINA DE MEXICO usía m muí lili» A LA LUZ DE LA HIGIENE TESIS INAUGURAL D K FRANCISCO BULMAN. MEXICO: 1892. Oficina Impresora de Estampillas. TIPOGRAFIA PALACIO NACIONAL. mu c^atÁu. A MIS INOLVIDABLES MAESTROS DE INSTRUCCION PREPARATORIA V ESPECIALMENTE A LOS SEÑORES Emilio E. Baz, Manuel M. Eontreras Manuel Ramírez. Sincera manifestación de afecto. £11 6JÜ'tofexyt b 11 í r 0 juiun ioy deudoz de iwnetecidcn comidezaciones. AL SEÑOR DON VüÁmÁmC'ómei Ja ría PROFUNDO RECONOCIMIENTO. A MIS EXCELENTES AMIGOS 3¡¡zequiel A. |JháYez i) Daniel garcía. cAo JECintre las numerosas ramas de la ciencia médica, he debido escoger un punto para mi trabajo inaugu- ral; pero en el terreno eminentemente práctico de la Medicina, ni la sabia Clínica señalándonos la enfer- medad, ni la vigorosa Terapéutica combatiéndola, me han interesado más que la prudente Higiene, evitando la presentación de los males que aquejan á la humani- dad, y evitando también la lucha de la Terapéutica y el sufrimiento de los enfermos. Nadie ignora que la Clínica adquiere día á día mejo- res medios para llegar al diagnóstico, que la Terapéuti- ca se abre amplia brecha, conquistando medicamentos nuevos, y que la Higiene con bases científicas tiende á prescribir reglas al alcance de todos, pero si las dos pri- meras ciencias son muy dignas de llamar la atención, la tercera me parece todavía superior, porque según he di- cho, evita el mal. Fácilmente se adivina que no hay en Higiene capítulo desdeñable, y se concibe por lo mismo mi incertidumbre 16 en la elección del punto especial que en esta disertación trataría, tanto más cuanto que, debía tener un carácter enteramente nación al. Por fortuna, cierto día fui á visitar las obras del De- sagüe del Valle, conducido por uno de los profesores que honran á la Escuela, y entonces fué cuando nació en mí la idea de escribir sobre el punto que hoy trataré; idea que más tarde se robusteció al oir las memorables clases que acerca del particular dio el profesor del ramo. En- tonces comprendí esta tendencia al Desagüe, que tanto lia preocupado á todos los habitantes de México, desde su fundación hasta nuestros días; entonces me expliqué por qué habían tomado parte en ella desde el primer go- bernante hasta el pobre jornalero, puesto que se trataba de evitar la destrucción de la Ciudad, por las aguas y la extinción de los habitantes por las epidemias. Ahora bien, me propongo resolver el siguiente proble- ma. ¿El Desagüe del Valle contribuirá al saneamiento de la Ciudad? Pero para contestar esta pregunta hay que conocer la topografía de la región, los cataclismos por los que ha pasado, y los medios empleados para re- mediarlos: una vez conocido esto, fácil será, sin duda, contestar la pregunta. L. Los Andes después de abandonar la América del Sur. pasando por Centro América, para penetrar en la Repú- blica mexicana por el Distrito de Soconusco, en el Estado de Chiapas; forman en Oaxaca un nudo, el Zempoalte- pec, para bifurcarse en dos ramas, la una que sigue al 17 Occidente (Sierra Madre Occidental) y la otra al Orien- te (Sierra Madre Oriental), viniendo á formar un ángulo agudo que encuadra la orografía de la República y que tiene su vértice al Sur, uno de sus lados al Occidente y el otro al Oriente, dejando una abertura como es natu- ral, hacia el Norte. Los lados de ese ángulo están unidos por cadenas transversales que circunscriben tres gran- des Valles, el del Sur 6 el del Balsas; el del Centro d Anáhuac, y el del Norte o de Chihuahua, pero se des- prenden de la base del Anáhuac, tres cadenas hacia el Norte, y constituyen, encorvándose, los valles de Puebla, México y Toiuca. El de México, situado entre los 19° 5' y los 19° 50' de latitud Sur, y entre los 0o 30' al E., y los 0o 50' al O. del meridiano de la capital de la República; abraza por tanto cerca de 45 minutos de latitud, y 40 en longitud, de ma- nera que afecta una forma elíptica, y tiene su mayor eje tendido de N. á S. Se encuentra limitado al N. por las sie- rras de los Pitos, de Chiconautla, de Paula y de Tepot- zotlán; al E. por la Sierra Nevada, en la que se yerguen dos de nuestros más bellos volcanes; al O. la sierra de las Cruces, tan célebre en los fastos nacionales, y por las sie- rras de Monte Alto y Monte Bajo, y al S. y S. O. por el Ajusco. Las montañas que circundan el Valle, están unidas las unas á las otras formando verdaderas cadenas, de ma- nera que lo cierran por completo; pero se desarticula la parte N., y presenta grandes escotaduras, que nos expli- can por qué los vientos de N. W. son los dominantes en la Ciudad, y por qué las nubes situadas en esta dirección son las que con más frecuencia caen en la capital, sin 18 que por esto se crea que dejen de desatarse las de otros rumbos arrastradas por otros vientos venidos á través de los desfiladeros ó simplemente de las cumbres, gra- cias á la desigualdad de temperatura en los distintos lu- gares. No todas las montañas son, como es natural, de igual altura, pues las más elevadas están al Oriente, donde tenemos el Popocatepetl á 5,420 metros, sobre el nivel del mar, el Ixtlalcihuatl á 4,786, el Telapón y el Tla- loc. En cuanto al Ajusco con 4,153 metros, en su pico mas elevado, es el más cercano á la ciudad. Diferentes especies de rocas se encuentran en estas cordilleras: á más del basalto y la obsidiana, abunda esa amigdaloide porosa sin rival para la construcción, conoci- da con ncmbre de tezontle y aparece también el pórfido, pero no st encuentran vestigios metálicos ni graníticos. La forma del Valle como ya dije, es oval: su mayor diámetro dirigido de N. E. á 8. O., mide desde Sincoque basta el nacimiento del río de Tenango, al S. E. de Chal- eo, 181 de leguas de largo por 12 i de ancho, desde la ciudad de Texcoco á Huisquilucan, en nna dirección per- pendicular á la anterior. Su superficie es de 300 leguas cuadradas según el Sr. Ingeniero Iglesias, pero en tiem- po de secas la décima parte del Valle está ocupada por agua. El plano de la ciudad de México se encuentra inclina- do de Occidente á Oriente: en Cliapultepec tiene 11,66 metros de altura con relación al plano de comparación sobre el lago de Texcoco, y en San Lázaro 7,70 metros. La superficie del Valle no es completamente horizon- tal, pues nos encontramos algunas elevaciones como los 19 cerros de Chapultepec, Peñón, Ixtapalapa, que sin em- bargo, no tienen influencia sobre la hidrografía del con- junto. Si se nos concede dividir el Valle en tres zonas, nos encontramos que la situada al Norte, ocupa un plano más alto que las otras, y forma por decirlo así, el piso superior de la cuenca, dando alojamiento á los lagos de Zumpango, San Cristóbal y Xaltoean; la zona Sur con- tiene los ahuecamientos de Clialco y Xochimilco y su altura, que es intermedia respecto de las otras dos zonas, viene á formar el piso medio; la zona central, situada entre las precedentes, y de altura inferior á ellas, cons- tituye el piso inferior: en esta se asienta el lago de Tex- coco y la ciudad de México, que está á 2,265 metros so- bre el nivel del mar. Dada esta situación topográfica fácil es comprender que, siguiendo las aguas la ley de la pesantez, tendrán que ir de los pisos superior y medio á acumularse al in- ferior, esto también nos dá la razón de porqué el Lago de Texcoco es el más grande, pues tiene que contener el agua sobrante de los otros lagos. En efecto, el Lago de Texcoco poseé una extensión de diez leguas cuadradas. En tiempo de la conquista ocupaba una superficie muy superior á la que en la actualidad tiene, pues sus aguas llegaban por el Este hasta la población de Texcoco, por el Oeste á Popotla y Chapultepec, por el Norte avanza- ban hasta el pié del Tepeyac, y al Sur comunicaban con Xochimilco por vasto canal animado de rápida corriente; no obstante, sobre la superficie líquida podían verse nu- merosos islotes sobre los que vivían poblaciones indias. Si hoy ha disminuido es debido á la canalización; pero 20 según Heilprin en tiempos todavía mas remotos llegaba hasta las Cruces. Actualmente Chalco tiene 4 leguas cuadradas de su- perficie, Xochimilco 3, Zumpango 1, San Cristóbal 2 y Xaltocan 3 leguas cuadradas; en tiempo de aguas dupli- can su extensión, aunque por otra parte su profundidad es escasa: 5 ó 6 pies según el referido Heilprin. El Lago de Texcoco es salobre y contiene pocos peces, pero lo contrario pasa con Chalco. Los lagos comunican los unos con los otros por cana- les: los de Xochimilco y Chalco ván al de Texcoco por medio del canal de la Viga que se dirige de S. á N. casi tocando á México y del de San Lázaro de Occidente á Oriente. A la margen oriental del Lago de Texcoco ván á dar los ríos de Papalotla, Chiautla, Texcoco, Huexotla y Chicoloapan, que tienen su importancia indirecta por el hecho de aumentar su vaso; pero sin duda los que más nos deben preocupar son el de Cuautitlán considerado co- mo el enemigo de la Capital: nace en Monte Alto donde es conocido con el nombre de Río Grande, para venir á des- bordarse en Atepejaco; antes de tomar su cause con el nombre de Cuautitlán este río atraviesa la parte Noro- este del Valle. En otro tiempo iba á desembocar á Zum- pango, pero, habiéndosele desviado artificialmente, aho- ra se vá á Nochistongo; los ríos de Tlalnepantla y los Remedios que marchan paralelamente se unen cerca de la Villa para formar el de Guadalupe que corre al N. de la Ciudad, toca á Aragón y desemboca en la margen occidental del lago de Texcoco, lo mismo que el río del Consulado el cual, cruzando cerca del Panteón America- 21 no y la Tlaxpana corre también al N. de México; el de Tacubaya y el Xola se unen y forman el de la Piedad que desemboca en el canal de la Viga; al Sur de México el río de Coyoacán unido al de San Angel se llama Chu- rubusco y así mismo termina en la Viga como pasa con el de Tlálpam colocado mas al Sur, pero el río de San Bue- naventura que viene del E. del Pedregal vá á la extre" midad Noroeste de la laguna de Xochimilco. A una legua de la Ciudad hacia el N. E. hay manan- tiales de nafta, y á tres leguas al E. se encuentran aguas termales; pero por otra parte existen numerosas fuentes: así, entre Xaltocan y San Cristóbal tenemos un ojo de agua que se derrama en los dos lagos; en Zumpango no lo hay y por eso el lago se seca. Entre Xochimilco y Chalco se encuentra un número indefinido de manantiales venidos del Ajusco, al N. O. de Chalco está Santa Marta y al S. E. los Reyes; al N. de la Ciudad y cerca de Atzcapotzalco tenemos la alber- ca de Zancopinca, al N. también, pero en la Villa, el Po- zito y Aragón; en Chapultepec las albercas chica y gran- de y al E. encontramos tres preciosos manantiales en Chimalhuacán. La sequedad de la atmosfera sin embargo es notable como lo patentiza el higrómetro (60) es probable que para determinar esta sequedad contribuyan la gran al- tura de la mesa la cual combinada con la distancia á que se haya el Ecuador y la exposición á los vientos reinan- tes del N. W. produce una temperatura media anual de 15°5 siendo la mas baja en invierno de Io á 2o sobre cero y la mas alta en verano de 30° centígrados; pero con fre- cuencia se observan de un momento á otro rápidos ;am- 22 bios de temperatura; y la oscilación termométrica en un solo día suele comprender hasta 20° centígrados. TT. Nada mejor que una rápida reseña histórica puede dar cuenta de los peligros que ha sufrido la Ciudad de Mé- xico y de las deplorables condiciones en que por esta si- tuación topográfica se encuentra. En efecto, desde la época del Gobierno Azteca, es sabido que tanto bajo Ilui- camina como otros bravos jefes de la Nación Mexicana fué preciso poner á raya los ataques constantes que veri- ficaron las aguas contra Tenoxtitlán y luego en la época colonial la lista de los mismos ataques es bién larga. La primera inundación fué en 1450, siendo rey Mocte- zuma 1 éste ocurrió á Netzahualcóyotl, que mandó cons- truir un dique de 16 k. con lodo, piedra y estacada, desde el N. E. de la villa de Atzacoalco, al S. hasta Ixtacal- co; de esta manera quedó dividido el lago en dos partes: la de la izquierda, lago de México; la de la derecha, la- go de Texcoco; el primero de agua dulce, el segundo de agua salada; con este dique que más tarde destruyó Cor- tés, ninguna inundación era posible. En 1489 vino el reinado de Ahuizotl, que quiso hacer grandes jardines y para regarlos quitó parte de los diques; esto dio origen á formidable inundación, que obligó á ta- par las sangrías y á formar diques entre Xaltocan y San Cristóbal y entre San Cristóbal y Texcoco. Bajo la tutela virreinal vemos figurar al mártir del desagüe, Enrico Martín, el que consultado por el Mar- qués de Salinas D. Luis de Velasco hijo del II virrey de 23 este nombre, quiso poner remedio a los males que reveló la terrible inundación del año 1607 y para ello decretó el 23 de Octubre del mismo año el principio de las obras del desagüe: En rico Martín propuso que se construyera un túnel precedido por un tajo hasta Texcoco; los Oidores no obstante se opusieron, manifestando que dicho tajo era muy largo y que sería mejor desviar el río de Cuahutitlán siguiendo la dirección de Huehuetoca, y el proyecto mo- dificado vino á ser condensado en estos términos, por lo que toca á su fin: Impedir la inundación. El proyecto se realizó en parte. Empezaron los trabajos el 28 de No- viembre, dando el primer barretazo Don Luis de Velasco II y la grandiosa obra quedó á cargo de Enrico Martín y del padre Juan Sánchez de la compañía de Jesús; con el fin de desaguar la laguna de Zumpango por la parte de ella llamada Zitlaltepec, vino á terminar en este punto un canal de 1,900 varas abierto desde el puente de Hue- huetoca; de allí en adelante seguía un socavón; teniendo en cuenta la altura de la montaña, se creyó conveniente dar á los canales cinco varas de ancho por cuatro de pro- fundidad y en un año y con 15,000 indios y 200,213 pesos concluyó su trabajo Enrico Martín, presenciando el vi- rrey la salida de las aguas hasta el Panuco. «Tres ele- mentos, según el Sr. Ingeniero F. de Garay entraron en consorcio en la ejecución de la obra: voluntad firme para mandar, inteligencia para dirigir y sufrimiento pa- ra obedecer;» pero á causa de que los virreyes no dieron lo suficiente para el revestimiento del canal le 1,900 varas, sucedió lo que Martín ya había prevista: el 20 de Junió de 1,629 cayó una manga en el río de Cuahutitlán, el agua no pudo caber, deshizo las galerías, derramó las 24 aguas de Zumpango, y de lago en lago llegó á la Ciudad, que durante tres años permaneció inundada, siendo pre- ciso traer á la Virgen de Guadalupe en canoa; como re- sultado de lo anterior, Enrico Martin fue aprehendido, pero justificó no haber recibido dinero para el revesti- miento del canal y se le puso en libertad. Habiendo pedido, por ese tiempo, el rey de España, no- ticias detalladas sobre el desagüe, Alonso Arias dijo: «que su opinión era enteramente contraria á lo practicado allí; pues que el canal Martínez sólo daba salida á la laguna de Zumpango, sin desaguar las de San Cristóbal y Tex- coco, para cuyo completo desagüe se necesitaban 70,000 varas de longitud y 40 de hondura; pero por haber erra- do dicho Martínez las medidas, no se había conseguido el fin indicado; que era por tanto muy estrecho el soca- vón, el que ademas se obstruía a cada paso por lo delez- nable del terreno, que le hacía bóveda; añadía Arias ser imposible, por las dificultades locales, perfeccionar lo hecho y con más razón conservarlo.» «Enrique Martínez satisfizo los cargos que se le hacían; pues que si bien es verdad que no desaguan las lagunas de Texcoco y San Cristóbal por el canal practicado, que llaman la obra vieja, sí se desagua la de Zumpango y el enemigo capital, que es el río de Cuautitlán; mas prac- ticando el canal, que se denomina obra nueva, manda- do hacer por el marqués de Salinas para el desagüe de aquellas dos lagunas, será completo el desagüe según el Sr. D. Manuel Berganzo.» El informe de Arias dio por resultado que Felipe 111 enviara al ingeniero Adrián Boot, el que manifestó que el trazo de Iluehuetoca «no vale nada,» pero que sí 25 debía conservarse, por dar fácil salida al río de Cuauti- tlán. Se trato entonces de reponer los galerías destruidas, para lo cual se dio la obra á los Jesuitas, y estos impu- sieron á los pueblos préstamos forzosos, trabajando ade- más los presos en el desagüe, pues todos debían dar con- tingente de esfuerzos. Veinticinco años después se verifico, á pesar de las obras referidas, una nueva inundación, debida á fuertes temblores que destruyeron la bóveda del socavón en el punto llamado la «Quemada.» Felipe IV indicó la idea de cambiar la ciudad á los Mo- rales; pero no se hizo, por estar valorizada ya en $50.000,000 y costar el desagüe solamente, según se de- cía, $2.000,000. Por otra parte, los franciscanos y Cal- derón dijeron al virrey que entre los dos peñones existía el Pantitlán (un resumidero), y el virrey manifestó que debía buscarse; un alcalde propuso llevar en canoas todo el mercurio que hubiera para precipitarlo allí, y los Je- suitas buscaron en el Pantitlán los tesoros de Molitecuh- zoma; pero posteriormente los ingenieros han averiguado que el Pantitlán era nada más un remolino causado por corrientes del río de Cuautitlán y del río de Churubus- co; de manera que, guiándose por una idea falsa, los go- bernantes habían perdido el tiempo, y aunque desde 1640 los padres franciscanos estuvieron encargados de la obra del desagüe hasta 1675, que fue cuando la recibió Don Francisco Pozuelo de Espinosa, puesto á auspicios de las influencias del fiscal Martín Solís, no se logró cnanto se deseaba en seguida, volviendo la dirección á los padres, á la cabeza de los cuales figuraba Fray Manuel Cabrera. 26 En 1763 y 1764 quedo, sin embargo, convertida nue- vamente la ciudad en isla, y esta inundación tiene de ra- ro, advierte Humboldt, que en nada contribuyó el río de Cuautitlán para producirla, sino que la formaron los rau- dales del Sureste y Oeste, brotando agua por todas partes, sin duda, dice el célebre físico, por la presión hidrostá- tica (pie sufrieron los líquidos filtrándose en los cercanos montes. La inminencia de los peligros corridos por la capital, y la insuficiencia dé los remedios, dió margen á nuevos pro- yectos, ,y así en 1848, Smitli formó uno que no se reali- zó. El Sr. Ingeniero Francisco de Garay propuso: una compuerta en Mexicaltzingo para regular el paso de las aguas, y abrir un canal que uniera el Lago de Xoclii- milco con la laguna de Santa Marta, que comunica con el Lago de Texcoco; el canal debía pasar entre el cerro de la Estrella y San Nicolás, y el proyecto se aprobó, más no se llevó á cabo. En 1856 el Ministro de Fomento 1). Manuel Siliceo, formó violentamente una junta en la que figuraban per- sonas muy distinguidas, con el objeto de poner remedio á la amenaza de inundación, pues las aguas de Texcoco estaban en las puertas de la ciudad, decidió la reparación de obras antiguas, nombrando para la sección del Norte, al Sr. Ingeniero D. Manuel Gargollo, á D. Juan Manuel de Bustillo, para la del Centro, y quedando al frente de la del Sur, el Sr. Ingeniero D. Francisco de Garay. La del Norte hizo la reapertura del canal de Guada- lupe, limpió el canal de Vertideros, desfogó el río de Cuautitlán, por el Poniente, é hizo obras en Tepotzotlán y en San Ignacio, así como en Santo Tomás, para dar ó 27 negar agua al Lago de Zuinpango. La sección del Cen- tro levantó la presa de Maravillas y un borde de un ki- lómetro de largo por un metro de alto en Tepetitlán, y reforzó además el dique de San Cristóbal. Por el Sur se puso en planta el proyecto de 1848 del Sr. Ingeniero Ca- ray, y se repararon los destrozos hechos por una compa- ñía de navegación en 53, destrozos que consistieron en la destrucción de las calzadas de Culhuacán y Tlahuac, así como de la compuerta de Mexicaltzingo. En 1865 la abundancia de aguas rompió cerca de San José, los bordes del río de Cuautitlán; Zuinpango vertió sus aguas en San Cristóbal; éste en Texcoco que se ex- tendió muchísimo, y en Octubre las olas corrían por las calles de México. En Tlalnepantla se lamentó el de- rrumbe de casas y la pérdida de la vida de algunos ve- cinos. Para evitar que las calles de México siguieran anega- das, había que disminuir el nivel del Lago de Texcoco, y para esto existían dos recursos: ó dar salida á sus aguas, lo que era imposible, ó impedir la llegada de otras nuevas, y esperar que la infiltración y la evaporación disminu- yeran su volumen. Esta segunda resolución despertaba los temores de que las corrientes de agua aumentaran de fuerza y causaran la destrucción de la Capital; pero el Sr. Caray, con una previsión digna de aplauso, demostró con hechos lo erróneo de esos temores abrigados por tan- tos siglos, y contuvo los afluentes construyendo el dique de Culhuacán; abrió el canal de Vertideros para atender á los desbordes de Zuinpango y San Cristóbal en la des- embocadura del río de Cuautitlán; influyó para que se colocaran dos policías, y ordenó que en casos apremian- 28 tes se tapara la baca del río con fuerte estacada y cés- ped. La detención de las aguas produjo inundaciones en TuHitlán, la Escalera, la Patera, en los terrenos situa- dos arriba de San Juan y Popotla, Remedios y Tlalne- pantla. Este era el remedio del momento, pero no era sin duda así como se resolvía el problema del porvenir. Para esto se compuso el dique de San Cristóbal. Empe- zada la derivación del río de Churubusco hacia Xochi- milco, se suspendió en vista de haber bajado el Lago de Texcoco. Conjurado el peligro de inundación, los hacen- dados pidieron licencia al Gobierno para desaguar sus terrenos, este la concedió poniendo por condición no de- jar bajar una sola gota de agua de los lagos, y como quie- ra que, los vasos de las haciendas se confundían con los de los lagos, hubo de separarlos, elevando un dique de cincuenta centímetros de altura, que corría de Culhua- cán al contra—dique de Mas Arriba; después se tajaron portillos en los bordes del río, y se efectuó el desagüe de las haciendas, pero además por deficiencia de agua para la navegación, hubo que hacer varios tajos al dique de Culhuacán, y por ellos pasaron las aguas de Dolores, San Francisco, San Antonio y Coapa. Como para demostrar de nuevo la multitud de peli- gros que rodeaban á la ciudad, el 29 de Septiembre de 1875, á cuatro leguas arriba de San Pedro Atzcapotzal- tongo, se desató una manga de agua que en su camino hizo destrozos, así como en la fábrica de San Ildefonso, y la mitad de Cuautitlán se salvó debido á diques y ca- nales de derivación que estaban en obra y que mas tarde se concluyeron para corregir el desborde del río Grande cerca de Atepejaco. 29 III. La sucinta relación de los amagos que ha sufrido la ciudad de México, así como sus alrededores, y el he- cho de que esos amagos se hayan repetido y se repiten aún casi incesantemente, basta para demostrar la impor- tancia de la resolución del problema del desagüe; pero dicho problema no puede quedar resuelto sino con la ayuda de los conocimientos que suministra la Ciencia Médica. Por lo mismo ¿qué podré agregar á las nume- rosísimas ventajas del Desagüe del Valle, cuando por lo que dejo apuntado se palpan los perjuicios que origina la falta de él y se preveen las ventajas que tendría para la capital su existencia? Se me podría decir: por qué no conformarnos con el actual orden de cosas? acaso la falta de agua no trasfor- maría nuestro aire en aire irrespirable, no se resentiría la agricultura al arrebatarle de su suelo la humedad que da vida á la vegetación; no quedaría seca la tierra ve- getal á favor del viento que la arrastraría transportán- dola á lejanos lugares; no irían los derrames de nuestro Valle á infectar con sus corrientes otras comarcas? No pondrían á descubierto en fin los lagos desecados enor- mes superficies, viveros de gérmenes que infectarían la ciudad produciendo más males que el ansiado bien? No quedaríamos acaso, á pesar del perfecto raciocinio que se hace para demostrar la conveniencia del desagüe, en peo- res circunstancias? Voy a contestar una por una esas cuestiones; pero des- de luego manifestaré que á mi juicio, ni podemos ni de- bemos conformarnos con el actual orden de cosas, porque 30 sabido es que el fondo del Lago de Texcoco sube de día en día, haciendo que sus aguas se derramen y avancen hacia la ciudad; sube por los atierres que le llevan los muchos ríos que en él desembocan, sube también porque es la. tumba adonde van á depositarse los deshechos ex- crementicios y de todo género arrojados de la ciudad, pues está probado que un individuo exhonera un metro cúbico de materias orgánicas cada año; no hay que olvi- dar que según el último censo, tenemos 329,000 habi- tantes, y según esto fácil es comprender (pie anualmente son arrojados á nuestro deposito lacustre, solo por los po- bladores de México, hasta 329,000 metros cúbicos de las referidas sustancias orgánicas, obligando al fondo del va- so de Texcoco á ceder por préstamo forzoso, á las mate- rias excrementicias, á los atierres y á todo género de residuos un lugar; tiene (pie ir disminuyendo de capaci- dad, más como el volumen de agua que recibe, no decre- ce en la misma proporción, sino que se conserva igual, da por resultado el crecimiento del lago y la invacion de los terrenos que le rodean, llegando infaliblemente un día en que recupere la inmensa extensión de que gozaba en el siglo de la conquista, y que perdió por diversos motivos. En su progresiva diminución de capacidad, por diminución de profundidad, llegará á refluir sobre la ciu- dad, primero de una manera parcial es cierto, pero des- pués total y permanente hasta producir su destrucción. No está demás recordar que el célebre barón de Iluin- boldt decía que al año subía el fondo de la laguna, seis pulgadas, de modo que calculaba que llegaría el día en que la ciudad, para conservarse, tendría que estar á la altura de las torres de Catedral. 31 Conformarnos con el actual estado de cosas y no po- ner un hasta aquí al mal, serla esperar con frialdad la destrucción de México, por el mismo mecanismo con que según se nos cuenta, fue destruida la ciudad maldita por el mar muerto. La falta de humedad transformaría nuestro aire en aire irrespirable? Si hoy que tenemos cerca vastísimas superficies de agua, nos quejamos de aire seco ¿que suce- dería mañana que se suprimieran? Pero para contestar á tales preguntas, basta, no obstante, pensar que una ciu- dad es tanto más sana, cuanto más seco es su suelo, y más húmeda su atmósfera, y que nosotros estamos pre- cisamente en situación inversa. Los tres factores indispensables para la putrefacción son: calor, humedad y materia orgánica; el suelo de la capital reúne estos tres requisitos, y por eso está en com- pleta putrefacción. En efecto, no encontrándose perfectamente niveladas las atarjeas de nuestra ciudad y no siendo impermeables, dejan pasar la materia orgánica; ¿por qué hemos de ex- trañar su insalubridad? ¿acaso no sabemos que no hay plantillas de atarjeas y que las materias orgánicas im- pregnan totalmente el suelo y las fermentaciones el aire? Este es, á no dudarlo, el verdadero riesgo, y lo es formi- dable para los habitantes. Por otra parte, Ilaller ha asentado en la ciencia, como una verdad perfectamente adquirida, que una superficie de una ara cuadrada cubierta de árboles satura la misma extensión, más lm33 de altura de vapor de agua en un año. Si nosotros sustituimos por árboleéfel agua que qui- tamos á los terrenos, habremos hecho un bien dando al 32 aire el vapor de agua que le es indispensable para ser res- pirable sin perjuicio, y evitando, por su presencia en el aire, las rápidas variaciones de temperatura, factor im- portante en la etiología de muchas enfermedades. Los árboles influyen robando la humedad al suelo pa- ra dársela á la atmosfera, regularizan las corrientes de agua subterránea además de que, por sus raíces, afirman el suelo y evitan que el viento se lleve la tierra en que se han plantado; con su rico follaje tamizan el aire y son una formidable barrera que detiene la velocidad de los vientos, sin contar con su función clorofiliana que’reduce el ácido carbónico de la atmosfera y dá el oxígeno en es- tado naciente. El ozono obra matando los micro-organis- mos; de modo que su presencia en la atmosfera es verda- deramente útil á la humanidad. Se ha observado que coinciden algunas epidemias con su disminución. Ahora bien: entre los árboles tenemos que distinguir los de follaje constante y los de follaje transitorio; los pri- meros conservan sus hojas todo el año, los segundos se despojan de ellas en el invierno para producirlas de nue- vo en la primavera. No cabe duda que nosotros elegiría- mos los árboles de follaje constante o siempre verdes, puesto que deseamos vapor de agua en la atmosfera duran- te todo el año. Entre los árboles siempre verdes, poseemos el eucaliptus, la fitolaca, el trueno, que se desarrolla muy bien, el (jenét y el ajonc, que crecen rápidamente y que poseen vegetación vigorosa y siempre verde. Al pie de un trueno se han sembrado algunas plantas de horti- cultura y se han secado por la falta del agua que sustrae al terreno dicho árbol, conservándose si hay el cuidado de regarlas, y esto, como se ve, demuestra la influencia 33 que ejerce sobre la tierra, secándola por medio del árbol en cuestión. Podríamos también utilizar el fresno, aunque no se conserva siempre verde. Los sitios que escogeríamos para hacer los plantíos, se- rían de preferencia aquellos lugares donde fuésemos arro- jando el agua, sin que por eso se dejaran de plantar en otros parajes, como en los terrenos que rodean la Capi- tal, y así, al cabo de algunos años, México no tendría más que temer; más tarde, bellos bosques, de árboles siem- pre verdes, rodearían á la Capital, y lejos de ser nocivos le darán un abrigo saludable. Los árboles, además, influyen regularizando las lluvias y evitando la caída de aguaceros torrenciales que son sus- ceptibles de producir grandes destrozos en las poblacio- nes; para dar de esto una demostración, que se refiera también á nuestro suelo, puede recordarse que el des- monte del hermoso bosque de Santiago Tlaltelolco coin- cidió con el derrumbe del gran dique de Oriente y con la caída de formidables mangas. En el suelo existen micro-organismos los unos no-pa- tógenos en su completo desarrollo y encargados de mi- neralizar la materia orgánica en el gran laboratorio de la naturaleza, y los otros, patógenos, al estado de espo- ros y que necesitan para desarrollarse el organismo ani- mal, aniquilándolo ó matándolo; entre éstos se cuentan, entre los que atacan el organismo humano, el vibrión séptico, el de la tetanía, el hematozoario de Laverán, el de la fiebre tifoidea, que existe en la capa de agua subte- rránea, según la escuela de Viena, á cuya cabeza está Pettenkoffer, ó en la tierra, al decir de Roberto Kocli, jefe de la escuela bacteriológica de Berlín; pero nosotros, 34 razonando con observaciones, creemos que existe, tanto en el agua como en la tierra, el pnemococus de Fiedloen- der; además, el del cólera de las gallinas, el de la septi- cemia del conejo y las bacteridias del carbón. Estos mi- cro-organismos son agotados en la superficie del terreno por la acción del calor solar y sacados á ella por gusanos que los transportan, según Pasteur. Los extensísimos y poco profundos vasos del Valle guardan estancadas aguas que al obedecer en gran parte á la evaporación, sufren vaivenes de aumento y disminu- ción, exponiendo en este caso á las sustancias animales y vegetales que contienen, á la acción del calor y la hu- medad que, descomponiéndolas, vician el aire de la ciu- dad al ser transportadas por los vientos. Cuando los lagos no tienen fácil salida, como los que rodean á la Capital, se vuelven pantanosos, y la mala constitución de nuestros habitantes es debida, por tanto, á la insalubridad de dichos pantanos, que obran no solo sobre los actuales pobladores de la ciudad azteca, sino que seguirán influyendo sobre los futuros habitantes, le- gítimos herederos de empobrecidas constituciones. En los pantanos no hay movimiento, no hay actividad, y estas dos negaciones son dos grandes elementos que ma- tan los organismos. De todo lo que precede se deduce, sin embargo, que hacer el desagüe total, convertir los lagos en canales ó ríos, sería fatal, porque quedaría descubierta una inmen- sa masa de materia orgánica. El proyecto de desagüe aceptado es canalizar perfectamente los lagos con com- puertas, para que este en armonía su capacidad con el volumen de agua que contengan; hacer el desagüe de Me- 35 xico por medio de un canal que será lavado por los la- gos Chalco y Xocliimilco; poner un canal directo del N. E. de la ciudad á Texcoco, otro del N. O. de Texcoco hasta cerca de Zumpango, que impida el atierre del lago de Texcoco, poniéndolo en comunicación con los de San Cristóbal y Xaltocan. Los lagos del S. lavarán la ciudad. El canal que ligue á Texcoco con San Cristóbal y Xal- tocan tendrá en su inclinación, en algunos puntos, más de 60 metros de profundidad; pero como el tajo sería muy costoso, se hará un túnel, cuyo corte tendrá esta forma: abajo el de una elipse, arriba círculo y sus lados rectos para mantener la corriente constante; la longitud de ese túnel tendrá que ser de 15 kilómetros y desembo- cará en la barranca de Tequisquiac, que va al Pánuco, cu- yo caudal es el más voluminoso de los que tienen los ríos mexicanos. Este es el desagüe positivo. El pensamiento realizado de Enrico Martín sería el negativo que previe- ne más o menos inundaciones. IV. El objeto que tiene que llenar el proyecto de sanea- miento de una parte del Valle, esto es, de la ciudad, con- siste en realizar el desagüe, el drenaje y las composturas de atarjeas, dando á éstas en su plantilla inclinación; en su forma corte ovoide, y en su constitución un carácter impermeable. Además, debe profundizarse el canal que va del Puente de Santo Tomás á San Lázaro, ensanchar el que de aquí parte á Texcoco, como el del Puente del Molino, y así tendrían más fácil transporte las inmun- 36 dicias y disminuirían estas infectas materias del interior de las atargeas que reconocen al canal por bajar el nivel de sus plantillas. Hay que recordar que el agua encar- gada del lavado debe estar animada de la velocidad me- dia de 0,60 centímetros por segundo, velocidad indispen- sable para arrastrar las materias fecales. En Irlanda y en Escosia se ha hecho la canalización de lugares insalubres antes diezmados por la malaria y se han vuelto fértiles y poblados parajes, que antes eran inhabitados por el justo temor de las endemias. Por me- dio del drenaje, se tendría la capa subterránea al mismo nivel, con lo cual se consigue que los gérmenes patóge- nos estén siempre á cubierto, cosa que no sucede cuando desciende la capa subterránea, pues entonces los toca el aire y los hiere el calor. En Viena y en Berlín se pudie- ron disminuir las enfermedades conservando á la misma altura la capa ambiente. Se vé por una estadística de medio siglo hecha en In- glaterra, en el Condado de Salisburry, que la fiebre tifoi- dea y la tuberculosis mataban ciento por ciento de per- sonas; pero hecho el drenaje, la estadística de otro medio siglo demostré, que la tuberculosis ya no mataba cien sino cuarenta y nueve; y la fiebre tifoidea descendió á cincuenta y nueve; esta prueba debe tenerse en cuenta, puesto que todas las circunstancias quedaron iguales, no habiendo más que un factor nuevo: el drenaje que dis- minuyo la mortalidad. La agricultura también se beneficia, pues se ha obser- vado que terrenos pantanosos que daban un producto como cien, ascendieron á mil, con el drenaje. Vista la poca diferencia entre el nivel del vaso de Tex- 37 coco y el nivel de México, el drenaje no podrá hacerse sino hasta después de concluido el desagüe. De modo que el drenaje lleva dos misiones: quitar el agua en exceso y evitar las variaciones de la capa subterránea. En resumen: la topografía nos enseña que la Ciudad de México ocupa con el Lago de Texcoco la parte más ba- ja de un Valle, lo que la expone á ser invadida por las aguas; la historia nos revela las terribles inundaciones habidas en todas las épocas, así como los heroicos reme- dios puestos en planta, para evitarlas, distinguiéndose por su verdadero talento el sabio Netzahualcóyotl en tiem- po de los aztecas, el mártir del desagüe Enrico Martín durante la tutela virreynal y en nuestros tiempos, varios ingenieros muy conocidos de todos, y á quienes por lo tanto no designo. La higiene, sin negar la importancia de la ingeniería en el desagüe del Valle, viene en su auxilio para trazar preceptos importantes, manifestan- do la necesidad apremiante del mismo para la conserva- ción de la Ciudad, las ventajas que traería su ejecución, pues sin él no es posible ni el drenaje ni la nivelación de las plantillas de atarjeas; además propone sustituir con arboles el agua que se arroje de los pantanos y con esto transforma en terrenos fértiles, verdaderos semille- ros de enfermedades; conserva el nivel del agua subte- rránea, evita las bruscas variaciones de temperatura, regulariza las lluvias, sirve de coraza á los vientos y dá el ozono, elemento destructor de muchos micro-organis- mos, y así, como se vé, tanto la geografía como la liisto- 38 ria, con elocuentes hechos y la liigiene con sabios y per- fectos raciocinios, nos hablan en favor del desagüe. Para concluir, transcribiré las gráficas palabras arran- cadas á las brillantes clases del Profesor de Higiene: «México, desde el punto de vista de la ciencia que trata de evitar las enfermedades, sin el desagüe no vale nada; con él y el aumento del agua potable, será la primera ciudad del nuevo mundo.» Abril 1892. Francisco Bulrnan. 60RTE LONGITUDINAL DEL VALLE DEMÉXIGO HAGIA LA LONGITUD DE XOGHIMILGO CORTE TRASVERSAL DEL VALLE DE MEXICO HACIA LA LATITUD I)E LA CAPITAL. 1. .Henee. 2 Canal para Texcoco 3 Texcece A Chuleo ti Xoehimilcc C Cana/ de Zzlacalco Y X/t. Crislehal cf Xa/locan (2 Zumpango 1C Canal ele/ Desagüe 17 Túnel 12 Tequisguiae 13 Cana/ diree/e 11 ¿üa u le lian IS 7/ie di’ í uau/illan ló Canal de ífuehueloea 1Y Taje ele iZVecZi istongo lef Desagüe Zampan ge