4- V " *{fo ■ ■ ■ .J&í' •S* ' ■■%j*tUBme- ARMY MEDICAL, LIBRARY WASHINGTON Foundecl 1836 Section Number -->? ^ <£ <£ <3 _i(_ Fobm 113c, W. D.. S. G O 3—10543 (Reviaed June 13, 1936) / ■•■:* / ' LA JÜEDICIXA CURATIVA DIRIGIDA contra la causa DE LAS EXFEHJIEo DADES Por Mr. LE ROY, CIRUJANO DE CONSULTAS EN PARÍS. Nueva traducción española, arreglada á la última edición francesa. Lleva al médico consigo, Quien me lleva en el bolsillo. MÉJICO: 1833. Imprenta de Gal van á cargo de Mariano Aré« valo, calle de Cadena núm. 2. f. i?V .LIpI{1w i T 33 .4 ~l PREVENCIÓN A LOS LECTORES. JLara facilitar el uso de la Medicina Curativa, se ha distribuido esta obra con mas exactitud que en las anteriores edi- ciones en cuatro partes distintas é indepen- dientes. La primera presenta los princi- pios fundamentales del nuevo sistema de salud. La segunda expone la denomina- ción y conocimiento de las enfermedades. La tercera explica el método práctico de la purgación; y la cuarta contiene una de- mostración apologética de la Medicina Curativa. Por toda ella se han añadi- do las definiciones que faltaban; se han aclarado las explicaciones, y se ha rec- tificado el estilo, corrigiendo al mismo tiempo todos los defectos y descuidos que se habían deslizado por la precipitación de la pluma y de la imprenta, quedan- do la obra correcta en esta traducción, nueva en la sustancia, nueva en la for- ma y nueva en el lenguage, tan prefe» rihle por estas ventajas á las que hasta el día han visto la luz pública. Así po- drá todo lector sin riesgo hallar fácilmen- te lo que desea; no debiendo nadie ja- mas usar de estos evacuantes sin haber comprendido bien por lo menos la terce- ra parte, supuesto que esté ya convenci- do de los fundamentos y ventajas del nue- vo éislema. Siendo el' objeto de esta obra? píe-' sentar al alcance de todos un régimen único para conservar y restablecer laj salud, se ha debido adoptaran lengua-' ge exacto é inteligible; y como este uí-* fiere tanto del que estamos acostumbra-^ dos á oir á los profesores del arte de curar,, no será extrañó que choque á los unos y repugne áy los otros. En efecto, así tía sucedido; y esta1 aversión que no debiera pasar 'de1 las- palabras, ;sl: los hombres estuviéramos todos ánima-, dos del deseo de hallar, en todo la ver- dad, ha movido una sangrienta persecu- ción, que no ha producido mas que pro- pagar é§ta obra, aumentando el crédi- to y reputación del autor; porfíe en la medicina los resultados verídicos y nu- merosos, logran naturalmente la prefe-" rencia & teorías abstractas, fundadas en meras conjeturas. Jamas nos debemos detener en es- parcir la luz y ahuyentarías tinieblas. n Substituir la verdad al error j la ins« truccion á la ignorancia; la práctica á la inexperiencia, porque la verdad nun- ca puede prescribirse. Si hay hombres que fundan su patrimonio en tenerla oculta, todos los demás ganan en que sea generalmente conocida: esta consi- deración me ha determinado á publicar- la. No he tenido otra mira que la utili- dad general, y si para conseguirla me fuese necesario sufrir nuevos disgus- to^ , procuraré hallar fortaleza para sobrellevarlos, en el ejemplo de tantos hombres que padecieron por hab'er re- belado, verdades útiles. No carezco de materiales, y acaso se me proporcio- naran mas para extender el cuadro de las persecuciones eue he padecido, y se refieren en el Charlatanismo sin máscara, que procuraré aprovechar y utilizarlo todo en defensa de tan buena causa. , Este método,reduce el arte de curar á un solo y ún¡co principio, que pare- ce haber sido revelado por ía¡ naturale- za misma; pero" era preciso antes reco- nocerle y examinarle á fondo. Peí gas, antiguo cirujano, que falleció en Nantes en. 1804, después de haber VII estaco mas de cuarenta anos dedicado enteraiaente al ejercicio de su facultad, debe sin disputa ser mirado como autor del descubrimiento de la causa próxi- ma ó intrínseca de las enfermedades. Fué el primero que halló los medios mas prontos y eficaces para destruirlas y para precaverlas, cualquiera que sea su de- nominación y carácter, objeto princi- pal de todo médico que reúne la hon- radez ala ciencia. A este práctico se debe también la resolución de los mas importantes problemas sobre la purga- ción y sus efectos hasta entonces,igno- rados. :i a-'.- 13 Restituido por él á la vida, y-habiten-* do llegado después á ser su yerno-, adop- té las verdades que él mismo habia pu-, blicadó, y me hice un deber de darjá*su descubrimiento toda la extensión de que* era susceptible, estableciendo unj meto-, do; de curación sobren sus principios: y movido del amor á mis semejante^ me¡ propuse ofrecerle á la inteligencia de iodos los enfermos; para lo cual; ktfee re- ducido á tal claridad y cencillesz, que* cualquiera que sepa leer puede com- prenderle por sí mismo* y .^comunicar vm ©sfasr beneficio á aquellos que hayan re* cíbido una educación inferior. A pri- mera vista parecerán atrevidas estas pretensiones; pero la lectura atenta y reflexiva de la obra, fijando1 las ideas vagas é inciertas, convencerá á los lec- tores imparciales de que estas asercio- nes no son mas que la expresión fran- ca y sencilla de ía verdad. La experiencia que he adquirido en treinta años de practica* después de la de mi antecesor, fea confirmado lo qué ya no necesitaba pruebas, y ésü el ga- rante mas seguro de cuanto se contiene en este tratado; y los hechos incoutes-i tabtes que atestigua > por; todas ■ partes ta: aclamación pública, hacen callar á k)s incrédulos. ■« '?> ou- hí> La t ciencia dedos hechos ers-ta-mas perfecta y útil tfejtoidas, partícttlaianen- té en materia de ihedtcina^ porque des-> Vaneas las ideas- erróneas, destruyendo lú» sistemas falsos. Patentizarla es á mi parecer una empresa-^touy gloriosa, y que^lleva ¡consigo* el mas alto» grado de elevación á que éj fiombre puede; aspirar* -i>&&ró algunos! hombres:, dispuestos feieitipre á^empanar ©onsu impuro «lien» IX to el espejo que refleja al natural la ima- gen de las pasiones que los agitan, per* suadidos que á favor de estas nieblas, podrán ocultarla á los ojos de los obser- vadores, han procurado hacer creer que los casos prácticos que confirman sin ré- plica la nueva doctrina, los habia pro- palado la avaricia del autor, llegando la calumnia hasta la audacia de suponer que eran apócrifos los documentos en que se acreditan. Pero díganme mis detractores, ¿no he probado yo mi desinterés haciendo pú- blicas las recetas y composición de los medicamentos que prescribo en mi mé- todo? ¿me utilizo acaso y saco partido de un remedio secreto? ¿en dónde está,. pues, el interés personal/ - Desentendiéndonos por ahora de las tramas y habladurías de los intrigantes, es incontestable que de algunos años á esta parte ha conseguido el arte de cu- rar muchos triunfos contra el error ó la ignorancia en la causa de las enfermeda- des. El rápido despacho de mis ante- riores ediciones, cuya mayor parte han sido de seis mil ejemplares, y algunas de diez y doce mil, es una prueba de ello, y sirve al mismo tiempo para recomen- dar ln presente. Un éxito tan favorable ha colmado mis deseos; pero mi satisfacción ha si- do acivarada por los procedimientos de algunos hombres que no querrán jamas perdonarme el haber puesto en manos del pueblo un medio eficaz de curar, que le liberta del yugo de los egoístas que especulan en la duración de las huma- nas dolencias. Estos seres rencorosos se afanan por arrebatarme la tranquilidad y satisfac- ción interior que forman todas mis de- licias; pero en vano, porque ni ellos ni los auxiliares que la seducción y el en- gaño les han proporcionado, podrán despojarme de mi inocencia con sus in- fames dicterios, ni quitarme el dulce pla- cer de haber hecho algún bien, y menos aun la esperanza de hacer mucho mas en lo sucesivo , como sucederá mientras la verdad que publico triunfe del error y la mala fe. Debo advertir que el poco tiempo que ha transcurrido desde que estoy dedicado al ejercicio activo de mi pro- fesión, me ha precisado á trabajar mu- Xt eho de prisa: la premura y mis gran- des ocupaciones no me han permitido atender al estilo tanto como convenia; y de aquí provienen las faltas que se hallan en las primeras ediciones. Pero afortunadamente puedo consolarme con la idea de que á pesar de lo incorrecto de mi dicción, he logrado hacerme en- tender de muchos enfermos á quienes he tenido la dicha de ser útil; y puedo asegurar que el no ser mayor su núme- ro, no ¡ tanto consiste en mi poca dis- posición para escribjr, como en la igno- rancia y perfidia de mis adversarios. Pero ha muchos años que mis edi- ciones han recibido notables mejoras, efecto de haberse aligerado algún tan- to mis ocupaciones; lo cual me ha per- mitido hacer sobre las primeras varias observaciones, cuya oportunidad y exac- titud han reconocido los enfermos. Se me ha unido ademas un colaborador, y doblemente desahogado con este au- xilio, he podido dedicarme con mas es- mero á perfeccionar mi obra, sobre la cual puedo en el dia decir sin vacilar ni aventurar mucho, que la presente edi-: cion está mejor escrita y es la mas com- XIf pléta de cuantas se han publicado has- ta ahora; y no como'quiera mas com- pleta, sino que creo que nada puede ya añadírsele; y pienso también que acaso será la última que se haga en mis dias. En este concepto, y según lo que me dicta mi conciencia con respecto á las nuevas amplificaciones que esta edición contiene, debo recomendar su lectura á mis antiguos apasionados, pues á Dios gracias cuento aun muchos de Tos pri- meros que curaron en Paris á benefi- cio de mi método mas de veinte y cin- co años. Lo que siento es no haber tenido mu- cho mas tiempo. Las ocupaciones que en todos tiempos he tenido, me han obli- gado á hacer las impresiones de seis, ocho, diez y doce, mil ejemplares^ á fin de poder dedicarme á los negocios que por todas partes me cercaban, como tam- bién á defenderme de las persecucio- nes de que tan repetidamente he sido el blanco. Si hubiese tenido menos en- fermos á que atender, me hubiera que- dado mas lugar para cuidar de las reim- presiones, que entonces hubieran sido del número de ejemplares que ordina- XIII riamente se usa ; con lo cual podria ahora engreírme y hacer ostentación de treinta ó mas ediciones. Pero esto no ha podido ser, y en mis últimos dias me veo privado de esta pequeña vani- dad; y quizas me arrepentiré de haber- la despreciado, si por otra parte no re- cibo una indemnización correspondiente. Dejo mi obra bajo la protección de los hombres sensatos y verdaderos ami- gos de sus semejantes, cuyo bien es el móvil que siempre me ha dirigido. No tengo pretensión alguna; pero he me- recido tal aprecio á muchas personas, que sin que me deslumhren sus aplau- sos, y muy lejos de pensar que se de- ba á mi mérito la reputación de que gozo, la dejo en manos de la Divina Providencia, que parece la ha mirado con un cuidado particular, sin el cual ciertamente no hubiera yo solo podi- do hacer frente á tantos émulos y á tantos obstáculos como he tenido que vencer. MEDICINA CURATIVA. PARTE PRIMERA. PRINCIPIOS FUNDAMENTALES. CAPITULO I. De la causa de las enfermedades. M2J\ principio del hombre es la animación; «sto es, la unión y comercio del alma con el cuerpo. La naturaleza del alma, sus faculta- des y operaciones, son tan diferentes de las del cuerpo, á pesar del íntimo enlace que pu- so el Criador entre estas dos substancias, con miras dignas de su sabiduría, que para obs- tinarse en confundirlas, es forzoso no tener otro deseo que el de dejarse conducir por los sen- tidos, y querer en su consecueucia cegarse has- ta el punto de no mirar, si pudiera ser, otro fin que la nada. El cuerpo es una substancia extensa; el alma es un ser que siente y pien- sa. ¡Qué efectos tan asombroso*, cuántas ma- ravillas no9 presenta la uni-m del alma con el cuerpo, de una substancia espiritual con otra extensa y organizad i! X>e la inmaterialidad del alma, ó del ser in- 2 teligente, se sigue que es por naturaleza in- mortal. En efecto, un ser simple y que no tiene partos, es en fuerza de su indivisibilidad, incorruptible, inalterable, indestructible con res- pecto á la acción de las causas natuiales. Al contrario la materia; porque tiene partes, es susceptible de alteración, desorganización y des- composición. ¿Qué reconocimiento y hornería- ge no debe el hombre á su Criador, que le formó á su imagen y semejanza? El conoci- miento que nos da una autoridad incontes- table, acerca del destino secundario del hom- bre, después de haber decaido de su consti- tución primitiva, nos demuestra: que el hom- bre por unn consecuencia de su degradación trae consigo al mundo un germen de corrup- ción y de corruptibilidad transmisible, lo mis- mo que el principio de la vida. Así el ni- ño recibe de sus padres los principios de vi- da y muerte; y cuando llega á la edad viril, los transmite también como los recibió. El principio, pues, de la vida, no contiene den- tro de sí el principio de su propia destrucción; pero concentrándolos en un mismo cuerpo, es- tableció Dios entre ellos un punto de contac- to par» que el uno influyese sobre el otro, y el agente de la destrucción , gastase ó rom- piese los resortes de la vida, que e9 como los seres vivientes dejan de existir. Para que el hombre llegue con el beneficio de la salud al periodo de la vida que llama- mos vejez, esto es, á la edad de setenta año», es menester que su constitución física se con* s serve en un perfecto y duradero equilibrio: si- tuación dichosa que solo puede halarse eri el estado ínvatiabh de corrupción que recibió el pri.ner hombre. Pero eta corrupción, germen natural de la destrucción de la vida, toma incre- mento por la influencia de tantos accidentes á que estamos expue-tws; y si se acelera su curso ó empieza la fermentación pútrida, en- tonces la enfermedad se declara con mas ó menos malignidad, y por consecuencia de sus progresos se verifica la mierte ánt<-s del tér- mino á que el individuo quü fallece hubiera podido llegar según el principio de vida que poseía. Y de aquí resulta la distinción en- tre la muerte natural, que es consecuencia de la vejez, y la prematura ó antes de tiempo, que destruye la vida en cualquiera de sus épo- cas por el efecto progresivo de la enfermedad. Todos los vivientes tienen en sí msmos una porción de este agente destructor, pues la muer- te no perdona á ninguno, y el hombre, aun- que e3 uno de los seres qie gozan mas di- latada vida, está gfvierahiente m «s expuesto " á su influencia. B en que algunos individuos nacen con mayor porción de corruptibilidad, y ven«e endebl * y enfermizos des e que na- cieron; y otros al contrario, parece que han recibido una organización privilegiada, en los cuales la causa de destrueco;! emplea muchos años para producir su efecto. Pero sobre el mayor número obra con rapidez, y en mu- chos antes de «u nacimiento; mas aunque tan variada en su acción no muda de naturale- za 4 z«, y es siempre la misma. Aclaremos mas e>ta mateiri: el cuerpo del hombre se compo- ne de partes sólida-, de partes blandas y de diversos fluidos: por partes sólidas se entien- den lo-! huesos que sostienen la máquina, y las partes bh.ndas son las que componen el cuerpo; e to s cuales fuera del quilo destinado á su nu ricicn, parece hallarse todos en la san- gre, que los separa por lo * vasos filtros ó glán- dulas que corresponden ; asi en el celebro se separan los espíritus, en el hígado la bi- lis, en los ríñones la orina, y en fin en los poros del cutis la insensible transpiración. E< de admirar que a'.gunos de estos hu- mores separados de la sangre, deben volver á ella mezclando-e con ¡os alimentos para perfeccionar el quilo, como la saliva, la vilis, de modo que puede decirse que estos humo- res sirven para reproducirse ellos mismos. La sangre, separándose de los diferentes hu- mores de que se compone, recibe nuevamen- te otros por los alimentos que tomamos, los cuales, despue- de digeridos en el estómago, se convierten en quilo, sangre y humores, ha- biendo separado por los intestinos la parte grosera que se depone con el non;bre de ex- cremeno. De e-ta doctrina se infiere, que las pait s sólidas de nuestro cuerpo están subor- dinadas á las fluidas, á las cuales deben su formación, substancia y acrecentamiento, y que 5 entre estas debemos distinguir las que están desuní ¡as p ira la conservación de la vida, y las que puedan convenirse en instrumento de tu destrucción, en razón de ser por su esen- cia mas corruptibles El ¡Ser de los seres al dar la vida á sus criaturas, las sometió á la n cesidad de ali- mentarse p .ra atender á su conservación. L »s alimentos, pues, por med o de la digestión, se dividen en tres partes: la primara es su aceite ó quinta esencia, sirve pura formar lo que se llama quilo, el cual se filtra para mante- ner la cantidad de «angre necesaria para la sustentación de todas sus parles. La segun- da, demasiado grosera para convertirse en quilo, forma la bilis, la fiema y el fluido hu- nural, y á mis la materia viscosa ó muco- sa que queda pecada á las paredes interio- res del tub) intestinal., comunmente llamado estómago é intestinos. Y la tercera parte, que no es buena para nada, ,se expele, bajo el nombre de materia fecal ó deposiciones diarias. Resulta, pues, que en el cuerpo humano les humores no son menos naturales que la san- gre; v que no enfermamos, co;n© cree el vul- go, por teier humores, s.no porque estos se corrompen por la fermentación acida ó pú- trida, existiendo en ellos el germen de cor- rupción, desde que el hombre perdió la pre- ciosa prorogativa de su primer destino. Cuando este germen destructor recibe al- guna extensión ó energía por 1 is causas que tienden á su putrefacción, se acorta ó pro- 6 longn la vida del hombre see- dades del cuerpo humano. 8 Esfa acrimonia, este calor ardiente ó cor- rosivo, que dimanando de la corrupción pro- duce todas las incomodidades y enfermeda- des en general, y aun la muerte, se compo- ne de una parte de la masa de los humoies di todo txprimida, que llamaremos serosidad. Como fserb-mos para aquella clase mas nu- merosa de enf rmos, que aunque ignora las palabras técnicas, juzga con exactitud de los hechos, n< s abstenemos de dar á esta mate- ria !a d nominación conocida de los autores cósicos; y nos atcmpeíamos al alcance de los lecto>e.s, para quienes destinamos nuestra obra, como también á nuestras pocas luces. Si los neol< gistas reconocen esta serosidad como la can^a eficiente d<* todos los dolores é inco- modidades, mal atribuidas hasta hoy al p ínci- pio motor de la v'da, romo se demostrará en su lu•?'« n; jjorque esta materia, por muy clara y d m siado sutil, es susceptible de fluir, como en fecto fine, en la parte donde el dolor se ha mnniíestado , y filtrándose como el quilo en los v os.'X'-te *n ellos <-omo en la san- gre, y ctcu'b tamb'cn con ella: siendo como el rocío , cuyas partes gubdivididas hasta el infinito, son imperceptibles, y después que se 9 reúnen, poco á poco se van haciendo sen- sibles. Si este fluido no toma el lugar de la lin- fa, de la sinovia, de los sucos nutricios y íe otras emanaciones de la sangr ; por lo me- nos las altera notablemente, como se ve en to- do lo que caracteriza los diversos efectos de una persona enferma. Esta fluxión con la masa general de los hu- mores de donde toma su consistencia, y de quien tiene su natuialeza y oiígen, forma e| complemento de la causa, de la única causa de las enfermedades del cuerpo humano, so- bre que se ejerce el arte de curar. CAPITULO II. DE LA MUERTE PREM TI RA. E resultas de una enfermedad demasiado larga, los humorescorompidos ó en putrefac- ción, por su larga permanencia en las ca\i- dades, emponzoñan, según la expresión vulgar, las entrañas y las visceras que los contien n ó encierran; y la serosidad, causa eficiente del dolor experimentado y de todo desorden, uni- da con ellos, endurece, quema, corroe las par- tes que ataca, destruye la economía ani - al y el principio motor de la vid;.; y el ení r- mo ve entonces acercarse el término de la duración de su existencia. Tal es la causa de la muerte prematura ó antes de tiempo. I) 10 La inspección anatómica de los cadáveres, prueba evidentemente que la muerte es siem- pre producida por corrupción ó por putrefac- ción, ulceración, gan¿>r< na , daño de las par- t s que han sido la principal residencia de la enfermedad, ó por extenuación, obstrucción de los fluidos, compresión «le los vasos, decaí- miento ó cesación absoluta de la circulación de la sangre. ¿Cómo explicaremos esta contradicción de los grandes anatómicos, cuyas obras sirven de nor- te á la mayor parte de los piácticos de nues- tros días?.... Dicen que han visto las visce- ras ó entrañas de los cadáveres que han examinado, obstruidas, supuradas, gangrcnadas, corrompidas, extenuadas , encogidas, endure- cidas, y la mayor parte de los vasos en el mi«mn estad'*; y afirman al mismo tiempo que las causas próximas é inmediatas de las enfer- medades estarán siempre ocultas: que su inda- gación es mus propia pa a engañar que para instruir; y que no se puede hablar sino de las causas antecedentes y remotas.... ¿Pero qué otra causa que la que acabamos tje indicar, ha producido en las visceras los da- ños ó heridas mortales que estos mismos maes- tros del arte han observado? ¿Es una omi- sión de su parte? no se debe creer del celo y la ingenuidad que los caracteriza como cor- responde. ¿Es por no haberlo examinado ,á fondo? en este caso .nuestro método puede su- plir mi falta, y los enfermo* lograrán algún ali- vio. ¡Hombies cuerdos y de buena fe, refle- II xionad! Es indudable que la mayor parte de ios prácticos no pasan de la superficie , sin buscar, como debieran, la cau^a interna de las enfermedades; de esta causa que produce el mal ó el dolor que aqueja al paciente, y los estragos y desórdenes que acarrean la muer- te án'es de sazón. Es igualmente cierto que son insuficientes, y que atentan contra la vi- da los métodos curativos ordinarios, porque no se fundan sobre sólidos principios; y que no pueden ser de otro modo, como nos pro- ponemos demostrar en el discurso de e»ta obra. CAPITULO III. DI LA CORRUPCIÓN D£ LOS HUMORES. JUis un axioma indisputable que todos los efectos tienen sus causas, y así es preciso ar- reglarse á este principio eterno en la inves- tigación de todas las verdades. La causa de la muerte n.tural, es efecto del germen de corrupción innato que se desarrolla, y ejerce lentamente su acción; ó de otro modo, la muer- te natural es la consecuencia de una duración suficiente de vida, según su principio y la vo- luntad del Criador. La causa de la muerte prematura y de las enfermedades que la pre- ceden, es el efecto de la corrupción auxiliar que ha obrado sub.e e te mismo germen de corruptibilidad. La corrupción de los humores tiene sus cau P2 sasocasional's, como la enfermedad tiene tam* bien las suyas. Una de las causas corrupto- ras de los humores, y la mas común en ge- neral , es indudablemente la aspiración de un aire cargado de exhalaciones infectas y cor- rompidas, como las que sal. n de los subter- ráneos hediondos, de los fosos y albañ des, en donde hay una putrefacción ó descomposición de partes animales. Obsérvase que hay muchas enfermedades después de una gran sequedad ó continuados calores , lo que es muy natura!, porque en- tonces la atmósfera absorve la corrupción, es decir, las exhalaciones insalubres que pro- ducen generalmente los lugares húmedos ó he- diondos. La proximidad de los pantanos, la- gos, estanques y remansos en que el agua es fangosa y estancada, amenaza la corru ei tar el conducto aspiratorio de la dirección que lleva el aliento del enfermo. La residencia en los hospitales y la frecuen- cia de las grandes reuniones, serian muy per- judiciales, si la salubridad de los sitios en que se hallan se descuidase. ; Una hab tacion húmeda ó sin ventilación; ponerse á descansar sobre un terreno cena- goso ó mal sano, pueden ser otras tantas cau- sas de corrupción. Siempre, en fin, que el » aire esté cargado de miasmas pútridos, pue- de cargar la corrupción en los humores de los qu? los respiran en cantidad suficiente pa- ra que se ha^a dañosa su influencia. Es claro que los alimentos, ó alterados ó corrompidos, son causa de corrupción en los humores. El contacto puede también serlo, y su oc- cion será proporcional y relativa al estado de corrupción del cuerpo que la comunica. En este caso los cuerpos animados ó inanimados, trasudan la corrupción; el que la tiene la tras- mite por el cutis ó los poros evaporantes, y el contagio se verifica por I- s mismos conduc- tos ó poros absorventes. Toda especie de vi- rus, sarnoso, herpético, escrofuloso, venéreo é hidrofóbico, puede ser comunicado por contac- to; con mas facilidad si los poros están abier- tos, é infaliblemente si hay llaga en la par- te que se toca. En este caso la corrupción ó el vicio corruptor, se propaga por toda la masa humoral, en la-* cavidades como en las vias de la circulación, por las cuales extien- 14 den su9 ramificaciones. Repetímos que esta- mos escribiendo para enfermos que pueden ignorar la cantidad de gas que entra en la composición del aire que se respira, y loses indiferente que se llamen ázoe, aire mefítico ó mofeta atmosférica , las partes corruptoras que este aire puedo tener en disolución pa- ra causar la* enfermedades por la respiración, la absorción, ó por los poros del cútn y por el contacto. Menos necesario es en verdad saber por qué vias, ó de qué modo los hu- mores de un enfermo se han corrompido, que adm niítrarle contra la enfermedad que pade- ce los socorros del arte, dirigidos por princi- pios verdaderos. Lo que importa es conocer que la salud no hubiera sido alterada sin de- pravación, corrupción ó putrefacción de estas materias; y que pueden, estando así viciadas, causar todaj suerte de accidentes, y aun la muerte. CAPITULO IV. CAUSAS OCASIONALES DE LAS I!\FERMEDADE8, Enfermedades internas. Ü.L discurrir sobre las alteraciones de nues- tia salud, confundimos ordinariamente las cau- sas ocasionales de las enfermedades con la cau- sa eficiente; es decir, con la materia que pro- duce la enfermedad. Hay en esto una falta de raciocinio y un error muy perjudicial. ¿Qué sq debe deducir del silencio de los médicos 15 respecto de sus enfermos, sino que ignoran ó no entíend n la verdadera causa de las en- fermedades? Entre los innumerables ejemplos que podría- mos citar, bastará uno solo. Se dice que ei paso tepentino del calor al frió es la causa de una enfermedad. No hay duda que pue- de producir una repercusión de la materia de la traspiración; pero ¿es esta materia la cau* sa de la enfermedad, llamada sudor concen- trado, ó de otro modo? Su causa ocasional, que en este caso es el frío sobrevenido des- pués del calor, ha causado cuando mas, el ac- cidente; pero si el enfermo no se hubiera ha- llado en un estado de plenitud de humores depravados, no le hrbiera sucedido nada; y si se le pregunta, dirá q le muchas veces ha he- cho otro tanto, sin que su salud se haya re- sentido. Kl atento observador advierte con- tinuamente que los enfermos y otras personas buscan causas, y como si nos hubiésemos im- puesto la ley de negar ó de desconocer la ver» dadera, cada uno abandonándose á su ilusión, se fija en la que le sugieie su ignorancia ó el error que le extravía. Por consecuencia de esta equivocación, se atribuye á las pasiones de ánimo , cualquie- ra que sea el motivo que las promueva, mas influencia de la que tienen, tís muy cierto que muchos de estos afectos, entre otros los que se originm de penas, disgustos, pesnres, ó que proceden de miedo ó pavor, son ca- paces de producir males de diferentes caraca- 16 res, y mas si se prolongan ó no han cesado á ¿urnpo; pues vemos á ceda paso las tris- tes resultas de una fuerte impresión moral, y la perniciosa influencia que ejerce sobre lo físico. Los que así padecen y no conocen mas rausas de sus males que las referidas, ¡cuan lejos están de creer que estas no son sino cau- sas ocasionales, por suponer que son las que ponen en actividad la materia, y causan el dolor que los atormenta y peede abreviar sus dias! Es, pues, muy úul pata esta clase de enfermos, presentarles, como harémcs, casos prácticos que los desengañen. Enfermedades externas. ¡Cuántos enfermoso valetudinarios creen fir- memente que sus males tienen por única cau- sa la acción ó las resudas de la acción de las causas externas que han obrado en ellos, tales como una caida, un golpe, ó la herida .que ha resultado, ó ya bien un esfuerzo vio- lento hecho con cualquiera motivo! Aunque se concede á estas causas la par- te que tienen en los males que han podido producir, importa mas de lo que se cree para el alivio y curación de los enfermos, cono- cer la causa intrínseca ó humoral que com- plica y agrava los efectos, los daños de la primera causa ó accidente. Supongamos que de un número de perso- nas que han recibido un mismo golpe, ó que han i-ido heridas con un instrumento cortan- 17 te, punzante ó contundente , la cuarta parte no se cura por ios socorros externos que se han da !o á los oíros. Los que no reciben alivio ni »e curan, conservan eoncentrada la causa agravante de sus males, de suerte que el mismo accidente que respectó de los pri- meros ha sido causa inmediata, no es para los segundos sino una causa ocasional, y la in- mediata son los humores depravados que obran. En favor de esta aserción referiré en dife- rentes partes de esta obra hechos prácticos que podr n fijar la opinión del lector. Cita- ré aquí uno que me toca personalmente, y que olvidado en las pr -cedentes ediciones no por eso es menos ex hubiera cesado, pues íoda causa produce su efectoi-lo mismo que todo efecto es producido por su causa. Ha- biendo pues desaparecido el'primer dolor, es claro que una nueva causa ha sobrevenido pa- ra producir otro nuevo. La causa primera, esto es, la causa externa, ha podido promo^ ver la segunda, determinándola á fijarse en este lugar el sacudimiento dado por el golpéalos fluidos malignos que; en mt ?o encerraban; ó dé otro modo, el golpe ha! i ¡hecho.:que. su flut xaon acre venga á'fljslrse en una parte daña- da y debilitada* i - yo Resulta de la curación que yo empleé, que las causas externas no son en muchos casos sino causas ocasionales, que importa mucho discernirlas; y que es preciso tratar de destruir la causa interna, único objeto del grande arte de curar. Tomé en el espacio de tres dias cuatro tomas de purgante, que expelieron unos humores muy ard entes, y me curé. Si yo me hubiera fiado de los métodos or- dinarios y del uso de los tópicos que se apli- can en semejantes casos, se hubiera fijado se- guramente sobre la parte maltratada el hu- mor ó fluxión. Sin un plan análogo y funda- do sobre el principio de que la acción ó el efecto de toda causa externa, llamada causa antecedente ó remota, es atraer sobre las par- tes dañadas la causa próxima, interna ó in- mediata de las. enfermedades, el cual hubie- ra acaso degenerado en habitual ó crónico, como me autorizan á sospecharlo no pocos ejemplos. CAPITULO V. ERRORES SOBRE LA CAUSA DE LAS ENFERME- DADES. ¡^/uán pernicioso es el error en que gene- ralmente se está sobre la causa de las en- fermedades , confundiendo siempre las oca- sionales con la próxima ó eficiente, tan des- conocida é ignorada! A ejemplo de los antiguos, creen los mo- dernos que la sangre puede ser la causa de 21 todas, ó por lo menos de muchas enfermeda- des. Si conocieran mejor que la substancia de los cuerpos animados depende inmediata- mente de la satisfacción de la necesidad de alimentos, que es la principal que experim n- tan, sabrían del mismo modo que el com -r los animales tiene por primer objeto la ad- quisición de la sangre. Cuando tenemos ham- bre, la naturaleza pide alimentos productivos de esta misma substancia, porque no tiene bas- tante para mantenerse; y como la sangre es el único fluido que recibe esta substancia pa- ra alimentar todas las partes que componen el Cuerpo animal, á este mismo fluido debemos la vida; su movimiento circular la sostiene, y cuan- do este cesa, no hay animación. La sangre es el motor de la vida; y como tal está encargada por la naturaleza de man- tenerla: ella da la salud, la robustez, la ale- gría, y en ella consiste toda nuestra fuerza. Por no conocer estas verdades, ó no com- prender que á sü abundancia debemos to fas estas ventajas, hemos recelado que criamos mas de la necesaria; sin reparar que si así fuese, la naturaleza hubiera destinado vias pa- ra arrojar el exceso continua ó periódicamen- te; al paso que para los humores vemos que la naturaleza ha establecido conductos excre- torios, para librar al cuerpo de la parte su- perflua y nociva. Tales son el poro, el ca- nal de la nariz, el pecho para espectorar, el estómago para el vómito, el tubo intestinal &c. La sangre está contenida en los vasos, y no ¿2 puede salir de ellos sino por una' abertura he- cha de p.opósito (*): y..¿quién 'será el mortal tan ciego y tan temerario que atentando* á lo que la vida tiene de mas precioso, presuma corregir !a obra de la naturaleza? Basta tener ojos para.no dudar que la eva- cuación total de la sangre prodúcela muer- te ; luego es consiguiente que la diminución de este fluido causa la debilidad del individuo, su tristeza y su extenuación hasta reducirle ú la última extremidad.... ¿Cuándo.aca.barémos de conocer que en cuanto á esto, la sangre hace un mismo volumen con los espíritus ani- males y los diferentes fluidos destinados por la naturaleza para favorecer los movimientos de las multiplicadas partes que mantienen la economía animal? No. está, lejos el día qc,< disipará enteramente tan funesto error , y por fortuna ya se va abandonando, aquella prác- tica abominable, que tan pródigamente derra- maba la sangre de los enfermos. Aquel san- grar hasta poner al enfermo en estado de des- fallecimiento y desmayo, ha destruido mas hom- bres que las guerras y las epidemias. Pero adelantamos con mucha lentitud en • el cami- no de la verdad; y queda todavía tanta afi- ción á derramar sangre,- que parece que no se haya hecho mas quo cambiar de instru- mento, empleando ias sanguijuelas;. : .(*) La causa de esta abertura,, que no efe voluAUi ría, se explicará cuando se hable, de la hemorragia ife tas mugeres err cinta, sangro por las narices y de lasi ilmorrunafi. •23 ' La sangre es el fluido purificado por la na- turaleza, y su tendencia es el de depurarse mas y. mas, corno que es el motor de la vi- da. Este .principio circulador no es ni pue- de ser causa de ninguna dolencia, y mueiq menos da la muerte prematura cual se le im- puta; aunque hablando con propiedad sea el conductor de las materias que causan ; las -en- fermedades y la muerte. Según esta exposición incontestable de da causa de las enfermedades, es imposible no re- coiaocer que su origen y principio osíá en el estómago y en los intestinos . en donde se engendran los humores;- y la serosidad, 'sa- liendo do allí como el-humo de un fogón, para filtrarse con la sangre en las vías de la circulación. La sangre tiene igualmente su origen en el estómago, pues la naturaleza ¡m colocado en esta viscera lo que sirve para proveer al mantenimiento de los cuerpos ani- mados. Este fluido, como tiende siempre ¿ depurarse, no se mezcla jamas con nada im- puro; antes bien hace continuos esfuerzos pa- ra arrojar estas materias: y cuando ic estor- ban en su acción ó las deposita en algnn pun- to, resultan las enfermedades y los dolores del cuerpo humano. La sanare escoge ¡a parte del cuerpo que. le conviene para desembarazar su movimien- to, y la cavidad mas conforme á las leyes de la circulación; y del sit.o en que se fija es- te depósito" derivan los nombres que se-han dado á las enfermedades. Mas cuando la cor- Í4 rupcion es demasiado fuerte, y la serosidad humoral bastante corrosiva para detener de repente la circulación de la sangre af prin- cipio de la enfermedad, el enfermo muere sin que ni aun haya habido tiempo de dar nom- bre á la enfermedad de que ha sido víctima. ¡Cuánto mas importante es dar prontos so- corro- á los enfermos, que calentarse la cabe- za en hallar vanas denominaciones! A lo pri- mero conspiran los medios que este método inuica, y que son infalibles cu-ndo no llegan demasiado tarde; puesto que pueden atacar y destruir prontamente la causa déla enfermedad. Cediendo á la fuerza de nuestro conven- cimiento, debemos declarar como un error, no como quiera perjud'cial sino sumamente fu- nesto, la supuesta especie de identidad de los humores con la san" : lo mismo que la di- visión en parte roja y en parte blanca, que no existe, vista la unidad de su color. La razón sostenida por la experi mcia, no admite que e: ta distinción ni que estas materias hu- morales sean el origen ó la causa primitiva de este fluido, mal conocido en todos tiempos. Esto valdría tanto como querer probar que las heces son la causa p oductora del vi- no; que el agua es su espíiitu, y que hay identidad en estas tres par.es tan distintas. Hallamos un objeto de comparación muy exacto y evidente en la conducta que obser- va un viñador en el tiempo de la vendimia. La sencilla naturaleza le ha enseñado que el vino es la quinta esencia de la uva ; sabe 25 también como el primer académico del mun- do, que lo que sale del tonel después que ha sido embasado el vino nuevo, es una excre- ción que no puede ser propia para formar vi no ni heces; la experiencia diaria le ha en- señado que las heces se precipitan siempre al fondo del tonel, y que la porción espirituo- sa ocupa la parte superior; y si algunas ve- ces, lo que puede suceder por causas que no seria fácil explicar, el vino sube en heces (ex- presión particular de los que trabajan en vi- nos) pierde su transparencia y toma un color oscuro. Si en tal e-tado se le pusiese en bo- tellas, no tardarian estas en saltar con estré- pito hechas pedazos. Pero cuando el vino es- tá enteramente libre de sus heces, nada ocur- re en las vasijas que le contienen contrario á las leyes de la naturaleza. Este objeto de comparación, tomado de co- sas familiares, y que están al alcance de to- do hombre de mediano entendimiento, nos ha parecido muy propio para desenvolver nues- tro pensamiento. Hemos dicho en otra parte que comemos para adquirir sangre. Si algún censor pre- tendiese que es para crear honores, le pre- guntaríamos: si vendimiamos solo por el gus- to de pisar uvas y tener heces. Mas diri- jámonos á los hombres que no se extravían en el uso de su razón del círculo prescrito por la naturaleza. Los vendimiadores, por ejem- plo, asegurarán que el vino es la quinta esen- cia de la uva: se les responderá que la san- 26 gre se forma de la quinta esencia de los ali- mentos. Dirán que lo quo sale.de la cuba, cuan- do se ha echado en ella el mosto, y mientras que fermenta,, es una excreción que no es bue^ na ni para hacer vino ni heces: se les puede citar que las fecaiidades se componen de la parte de los alimentos que no puede empicar- se en sangre ni en humores. Asegurarán que la hez no se mezcla con el vino: se les hará presente que los humo- res no se mezclan tampoco con la sangre. Sostendrán que el vino separa y arroja la hezpara purificarse, y que es la hez la que mien- tras existe con el vino hace saltar las bote- Has y reventar los toneles: se les sostendrá también que la sangre cargada de humores corrompidos , ó de la serosidad que de ella procede , hace continuamente esfuerzos para desprenderse dé eaía materia heterogénea; y que esta misma materia es la que causa en la circulación todos los desórdenes que se ob- servan, todos los dolores que el enfermo ex- perimenta, todas las enfermedades que sobre- vienen, y hasta la muerte: que sucede, ó por- que los humores corrompidos han dañado las visceras, como el vino corrompido echa 4 per- der la cuba, ó ya porque la serosidad acre que han producido estas materias detenga la circulación de la sangre, comprimiendo, es- trechando ó encogiendo los vasos. -Los mismos viñadores atestarán, que cuan- do ti vino está enteramente depurado de la hez, no trabaja en la vr.sija que lie contiene. Convendremos con ellos que se goza. de .sa- lud siempre que los humores conservan su na- tural pureza, y que de consiguiente no se han insinuado en los vasos sino partes homogé- neas con la sangre, ó por lo menos fluidos que no incomodan ni retardan su circulación. Si sé preguntase por qué no hay humores sin. estas materias, preguntaríamos nosotros por qué no se hace vino sin hoces. Creamos que la vinaza es útil hasta cierto punto, ^ no disputamos la utilidad de los hu- mores, mimaras que no han perdido la pu- reza natural. Pero se puede sostener con ra- zón, que estas materias excrementicias como las heces, son también corruptibles, y que cuan- do se hallan en cs?ado de corrupción, lejos de ser útiles, son destructoras de las causas motrices de la vida. Se puede asegurar igual- mente con una firme convicción, que la san- grp incorruptible como el vino, solo deja de serlo én el momento de espiraré después de ia muerte. Así, pues, no se debe nunca evacuar la san- gre; lo que se necesita es expeler los humo- res que están corrompidos cuando estamos en- fermos , como es preciso guardar el vino y arrojar la hez. Si por su salud y por la pro- longación de sus dias cada uno hiciese lo que el viñadero, no hay duda que el arte de cu- rar seria la mas útil y la mas benéfica de todas las instituciones, por jue la salud es el mas precioso de todos los bienes. 2? Pero la prevención contra todo lo que es simple, y contra las verdades dictadas por la naturaleza, extravia el juicio del mayor nú- mero de los hombres. Un orgullo mal fun- dado en los unos, y en los otros un respeto sin reflexión á los errores comunes, distraen su atención, é impiden que se fijen en los ob- jetos mas interesantes á nuestra existencia, y he aquí la causa de nuestras mayores des- gracias. CAPITULO VI. MÉTODOS ORDINARIOS. Los sistemas. JbLía medicina hasta el presente ha fluctua- do entre sistemas, que sucesivamente han caí- do y se han reproducido como las hojas de los árboles, sin ofrecer jamas una prueba de- mostrativa de la verdad. Sistema es: „un con- junto y enlace de principios y verdades re- lativas á una materia." Cuando vemos una serie de fenómenos, enlazados los unos con los otros y todos con el primero, hemos hallado el principio y abrazado con una mirada un si-tema. ¡Cuan raros son los buenos sistemas, y qué ilusiones no produce el a;ractivo de su sencillez! Pero aunque los hombres hayan ar- reglado sqs conclusiones á lo que han queri- do llamar principios, con la misma libertad que han creado idiomas, no han pasado los lími- í°s de una pura convención. Mas la natu- 29 raleza no recibe la ley, antes por el contra- rio, ella es la que dicta, y ¡qué humana sa- biduría puede penetrar los decretos de su di- vino Autor! La medicina, mientras no se fun- de sobre una base tomada en la naturaleza, no puede ser una ciencia útil. Estos vanos S;stemas que se han multiplicado con una ra- pidez que la imaginación admira, pero que en realidad deben infundir espanto á los enfermos que son casi siempre sus víctimas, ¿nos han acer- cado acaso á la verdad? Sostendremos siem- pre que ninguno de ellos hubiera existido, si sus autores , que suponemos procedieron de buena fe, no se hubiesen separado de la na- turaleza, que indica el remedio que exige y conviene á la necesidad. La sa.igria. Atribuyendo al caballo marino el descubri- miento de la sangría, muchos médicos han to- mado su instinto por regla, y han creído que debían imitarle, prevaleciendo la preocupación contra el convencimiento de sus desastrosos efectos. El error ó el engaño de los unos, y la incertidumbre é irresolución de los otros, perjudican igualmente á los enfermos, porque ninguno de estos, prácticos ha conocido la cau- sa de las enfermedades; ni ha comprendido el motivo que inclina al hipopótamo á desgar- rarse la piel sobre las agudas cañas del Ni- lo donde habita. Este animal no quiere san- grarse; y así es, que sintiéndose débil y cq^ 30 mo espantado de la pérdida de su sangre, se revuelca en iu arona para restañarla. Muchos creen y, tienen la costumbre de de- cir que la mala sangre les causa vivas é in- soportables picazones, y se rascan como el ca- ballo marino, basta desollarse y haccrso san- gre. Otros impútanoste género-de incomo- didad á la sombra de este fluido. Estos jui- cios peligrosos provienen de la ignorancia de la causa de las enfermedades, y de no re- flexionar sobre la materia que so mezcla con la sangre, y que ocasiona en general todas nuestras enfermedades. No, jamas el hombre tiene demasiada sangre. ¿Se secan los árbo- les por tener demasiada savia/ ¿Este fluido quo les da la vida los hace perecer? Este error e-s muy general, y los planes curativos que se resienten de él, manifiestan evidentemente los escasos conocimientos adquiridos hasta hoy. A pesar de todas las razones juiciosas que pudiéramos dar contra la sangría, habrá to- davía por mucho tiempo personas que se. de- jarán- seducir del momentáneo alivio que pro- duce, las mas veces perjudicial, y que se pa- ga caro en lo sucesivo. Por un alivio de veinte y cuatro horas, ei es que Je hay, abre- via e! paciente diez años la carrera de su vi- da, exponiéndose á pasar eliwsto de ella en un estado valetudinario, ó á x¡t\d muerte pró- xima. El calculo de estos es semejante al ¿? aquellos, que inciertos sobre su suerte fu- tura, prefieren comerlo todo en un dia, mas b;en que economizar para cuando sean viejos, 31 y la naturaleza empiece á tratarlos- menos fa- vorablemente. La sangre cuando sale de los vasos, va acompañada de una porción de la serosidad y del fluido humoral que circula con ella. A la evacuación, pues, de estas materias , cau- sa eficiente de todos los. dolores y de todos los desórdenes de la circulación, se. debe el momentáneo alivio que la sangría procura.. Esta parte .fluida da los humores, según el grado de corrupción de la masa, general, da á la sangre el aspecto que- tiene ya extraída; y la naturaleza viciada de estos- humores, su con- sistencia y su color la pone en el estado en que se presenta á nuestras observaciones. Error bien craso es decir que la sangrú está daña- da, mala, acalorada, enardecida,-¡ viscosa, acre, espesa, negra, &c. Todas estas aserciones be- berían desaparecer al solo aspecto del produc- to de una sangría luego que se ha enfriado; pues se vetdisúntameiite en la vasija que le contiene, la parte sanguínea segregada de la humoral. ¿Se ha advertido jamas en la san- gre el olor fétido, que es: la señal visible de la putrefacción ó de la corrupción, y que so- lo se halla en los humores? Responded á esía pregunta v hombres que presumís de sa- bios, que deslumhrados por la apariencia de un sofisma, alucináis también á vuestras vic- timas. Luego la sangre es la parte mas sa- na, menos degenerada, y la menos corrup- tible. Puede llegar, á contagiarse con mate- rias corrompidas que al cabo la adulteren; 32 mas los recursos del arte son inútiles é in- eficaces cuando este motor de la vida está corrompido; pues entonces no hay que espe- rar mus larga existencia. Las sanguijuelas. Preciso es anunciar, aunque nos pongan ma- la cara, á los vecinos de los estanques cena- gosos, en donde se hace esta especie de pes- ca, que este ramo lucrativo de comercio va á perderse por el descubrimiento que acaba de hacer el inventor de cierto instrumento lla- mado Bdelómetro, por el que seguramente ob- tendrá privilegio de invención. Gracias á una bomba guarnecida de puntas , nuestros en- fermos ó convalecientes no se espantarán al aspecto horrible de estos reptiles, ni tendrán la incertidumbre de saber qué sanguijuelas son venenosas. El Bdelómetro suplirá por todo. ¡Qué economía para nuestros hospicios de hu- manidad! Sin embargo, el Bdelómetro no mata- rá por esto menos enfermos. Las sanguijuelas reemplazan la sangría, y muchos no las tienen por tan mortíferas co- mo la lanceta. Según ciertos prácticos chu- pan la mala sangre. ¡Graciosa aserción!.... ¿Quién las ha revelado este secreto? ¿Cómo prueban que las. sanguijuelas tienen el gusto estragado de hartarse con preferencia de la sangre mala? Y ¿qué hombre que tenga sen- tido común, dejará de convencerse de la falsedad tan risible de aserciones? ¿No valdría mas con- 33 venir francamente en que el uso de las san- guijuelas es la mas perniciosa de todas las invenciones? ¿Tan ligero inconveniente es ha- ber puesto en mimos de todos un instrumen- to tanto mas mortífero, cuanta es mayor la facilidad de usarle sin discernimiento ni me- dida, como vemos todos los dias por sus des- graciados efectos? ¡Qué desconsuelo para el hombre que re- flexiona, ver esa desgraciada parte del pue- blo destruirse con las sanguijuelas pensando sanar de sus males! Todos se admiran de muertes prematuras y del estado de langui- dez de los que las sufren. ¡Cuándo harán los hombres uso de su propia razón para des- cubrir el peligro en donde se oculta! El efecto de las sanguijuelas no solo es el mismo que el de la sangría, con respecto al daño de la evacuación de sangre y pérdida de substancia, sino que los frecuentes ejemplos que podríamos citar, demuestran que su acción es doblemente perjudicial, pues que fijan en la parte estimulada la fluxión que atraen de las partes remotas; y como á esto desgraciadamen- te no se atiende, se hace casi siempre incurable la dolencia. ¡Cuántas úlceras de diferentes cla- ses ha producido la picadura de la sangui- juela! Se dirá acaso que esta sanguijuela era venenosa: admitamos por un instante la ver- dad de la suposición. Hay, pues, sanguijue- las venenosas; ¿mas cómo conocerlas por carac- teres que en este punto las distingan? Mas bien quieren dcc;r a Kurdos, que reducirse á 31 un silencio prudente, y confesar con ingenuidad que estos accidentas son el resultado natural del, daño hecho en la parte del cuerpo que ha recibido la mordedura; y que puede com- pararse al que resulta de toda causa exter- na, golpes, caídas, una herida cualquiera, pues que en estos casos se ve la fluxión humoral cargar en la parte que ha padecido. Hay circunstancias en eme la sangre sobre- cargada de humores corrompidos, viene á de- positarlos en un punto, á la manera que hay casos en que la naturaleza se aprovecha de la ocasión de una salida practicada en el te- jido de las carnes ó de la piel, para arrojar Ja superabundancia de esta3 materias. La na- turaleza establece, pues, un corriente en don. de haya un desahogo, al modo que cuando no le tiene forma un depósito en la parte he- rida ó maltratada. Para sacar este raudah. y evitar los accidentes que su manantial puede causaren las partes en donde se ha estable- cido, como también para precaver en el otro caso toda consecuencia funesta, es preciso em- plear los medios curativos que indicamos en la curación de los tumores, abscesos y úlceras. Derrame de sangre en caso de heridas. En las caídas, golpes y heridas se usa cor. mas sólido fundamento, que en las enferme- dades initemas, de Ja evacuación, sea con la lanceta ó con las sanguijuelas ; ya para re- mediar el mal, como para evitar sus conse- 35 cüencia?. No pqede concebirse que haya; cir- cunstancias en que se prolongue la vida de- bilitando su principio motor; á. menos que no se suponga que se alajrga la duración de. la luz, de una lámpara, reduciendo el aceite, des- tinado á mantenerla. Práctica arriesgada, par* ticularmente en el momento en que la¿ exis- tencia del enfermo está ya amenazada por es- tos mismos accidentes externos; .;.,•■■> v ..? No faltará quien sostenga que la sangría vuelve el conocimiento al que le había per- dido, por la fuerte knpresion de esta causaos terna, y que modera los dolores; que de; eU* resultan. Para reemplazar este métoclo con mejores resultados, se pueden emplear en el primer caso los álcalis ó los ácidos por res- piración que producen buenos efectos; y tam- bién algunos , licores espiritosos bebidos, rea- niman y restablecen la circulación abatida. Me- tiendo igualmente ai herido ó desmayado, en la cama, y arropándole; bien, rodeado su cuer po si es necesario, de, algunas botellas llenas de agua caliente, se provoca una fuerte tras- piración! y un sudor copioso,; que desahogan- do Id» vasos, favorece el restablecimiento de una libre circulación: todos estos medios ú otros semejantes, producen el efecto deseado. En el segundo caso la misma traspiración, que por iguales medios desahoga la circulación opri- mida, alivia disminuyendo la tensión de las par- tes membranosas ó nerviosas j y si se obser- va alguna .detención de vientre, están indica- das las lavativas emolientes. La purgación, qO' 36 mo la hemos prescrito en el régimen curati- vo, puede ser necesaria para arrojar los hu- mores mas ó menos corruptos, que removí- dos y sacados de su lugar por la causa ex- terna, son por lo común el origen de la in- flamación, de la mayor intensidad y frecuen- cia de los dolores, ú otros accidentes mas ó menos graves, y para precaver todo depósi- to ú obstrucción. Se objetará que el vacío que ha dejado en los vasos la sangre sacada con la lanceta ó con sanguijuelas , favorece la circulación in- terrumpida por la acción de la causo externa. Sabemos bien que lo que ha dado algún cré- dito á la efusión de sangre, y lo que la sos- tiene contra toda razón, ha sido y es toda- vía el gran vacío que deja en el momento, y qué favorece la aproximación de las partes contraídas; pero el efecto que ciertamente re- sulta de la evacuación de la sangre, es que el fluido humoral* ó la serosidad acre y mor- dicante de que se descargan las cavidades que le contenían, viene á llenar el vacío de los vasos. He aquí como se adultera la: sangre antes pura. Harto desgraciado feria el hom- bre si no pudiera lograr alivio sino á costa de su propia vida, ni calmar sus dolores sino des- truyendo su sensibilidad. Los que dicen que la sangría se lleva la sangre coagulada ó cuajada, si quieren abrir los ojos verán hasta qué punto se engañan. La mejor sangre sale por la cisura; y la ma- la, si es que la hay, queda en los vasos; y 37 es igualmente cierto que la lentitud de la cir- culación causada por la debilidad que pro- duce la sangría, ó la misma causa externa, se opone á que el movimiento circular se enra- rezca, ó dilate esta misma sangre, y la arro- je por las vias excretorias. Un vaso de buen vino añejo, mezclado con agua, puesto á her- vir con un poco de canela y una cantidad su- ficiente de azúcar, es una bebida que da to- no y acción á los vasos, y produce segura- ramente aquellas excreciones que purifican la sangre de los humores, que de lo contrario vendría esta á depositar en alguna cavidad. Si el herido tiene calentura , para evacuarle la purgación es preferible sin duda á esta be- bida tónica, que no puede convenir sino des- pués de la accesión. Hay muchos casos ade- mas de los que hemos citado, como son los de las enfermedades puramente internas, en que esta misma bebida es recomendable pa- ra reparar las fuerzas del abatimiento causa- do por la enfermedad ó la violencia de cual- quiera crisis, contal que sea administrada en pequeñas dosis y á cortos intervalos, reglan- do la prudencia su uso. La sangria ó las sanguijuelas pasan por un preservativo contra toda infartacion ó tumor interior que sobrevendría sin esta precaución, según la opinión de casi todos los prácticos.... Pero la luz natural enseña, que para evitar estas infartaciones, el verdadero remedio es evacuar con anticipación las materias que pue- dan formarlas; y que la sangría, no teniendo 38 virtud para expelerlas, y ocasionando un va- cio que se* llena muy pronto de humores, de- be precisamente producir el efecto contrario, de favorecer las infartaciones.1 'Pard reempla- zarla en este caso, como en' otros, se come- te el error de usar de las sanguijuelas. La evacuación de sangre es*"* un azote de la humanidad, introducido por la medicina an- tigua y moderna; y lo peor es, que aun no se anuncia el fin de su imperio, y que no es el único, sino que hay otros muchos no me- nos terribles. ■ ¡Cuántas víctimas'1 de esta prodigalidad en la efusión de sangre' no sé me barí presen- tado, que c°wtrísténdome han excitado mi com- pasión, al ver sus vasos vacíos de sangre, y lle- nos de la corrupción infiltrada, á medida que las venas abiertas han ido derramando el principio de la vida; los tegurhenfósdé su cuerpo, llenos de bilis corrompida, y otros fluidos no méflos extenuantes'; el color pálido, labios cárdenos, Hjó's desfallecidos, abatimiento general, y todos los síntomas én fin de muerte próxima! El que conoce bim la causa de tales desastres, el que lleno de caridad procura manifestarla, jcó- lmo podrá á su vista contenerse y dejar de tratar de bárbaros anná aquellos que por su indiferencia se hacen acaso cómplices! El mercurio y la quina. El mercurio, prescindiendo del motivo de *ú uso y de la forma de' su administración. 39 es siempre uno de los mayores enemigos del género humano. Díganlo los que le hayan usado. La quina puede mirarse como la produc- tora de una infinidad de accidentes, por lo co- mún irremediables. Citaremos muchos ejem- plo^ cuando se hable, de las calenturas inter- mitentes y otras enfermedades. Éste género de tónico no puede tener aceptación, sino en el juicio de aquellos que no ven la causa de la ato- nden, la causa de las enfermedades, que están muy lejos aun de haber reconocido. Baños. Los baños son casi siempre perjudiciales. Si sus malos efectos estuvieran bien conoci- dos, no se usarían mas que los baños de lim- pieza; es decir, que nos labariamos sin bañar- nos. Es un error creer que podemos sin pe- ligro echar el cuerpo humano en infusión, sea en caliente 6 eu frió: tanto valdría negar la deterioración evidente de los cuerpos en in- fusión, á no clasificar al hombre entre la es- pecie délos animales anfibios, insultando así al sentido común. Baño caliente. Va momento después de la inmersión en el baño caliente, las venas se manifiestan mus, y el efecto de ja inmersión obra y se nota en ellas mucho mas pronto.. Se dilatan ios vasos por el, calor de la agua, y después es- ta dilatación los dispone á contener mayor cari: 40 tidad de fluido. El desmayo que muchas per- sonas experimentan en el baño, proviene de la afluencia del fluido humoral, venido del in- terior, que perjudica á la circulación y ame- naza interceptarla. Un doctor, que se cree al parecer un sa- bio en el arte de curar, nos ha escrito cu. bierto con el velo del anónimo , para criti- car, ó mas bien para insultar las verdades de nuestro método, y acaso para enseñarnos que el calórico causa este exceso de plenitud así como produce la dilatación; pero yo no de- jaré de sostener, que esta superabundancia pro- viene de la masa de los humores fluidos der- ramados por los vasos de la circulación, que los evacúan á medida que la infiltración se obra por medio de la dilatación producida por el ca- lor del baño. Nos pregunta: ¿En dónde se halla el origen de estos humores, y por qué via se introduce este fluido en la circulación? Le contestamos, que su origen es el mismo que el de la sangre, y que está en las entrañas; así como del mismo fogón salen el fuego y el humo, ó como del lagar en que se exprime el jugo de las uvas, salen el vino y las heces que entran después en el tonel por el mismo agujero. Al observar que los vasos de la persona que acaba de salir del baño, vuelven poco á poco á tomar su estado natural, y que se res- tablecen en su dimensión ordinaria, se debe „ inferir que la ausencia del calor hace cesar la dilatación: una temparatura opuesta com- prime las venas, y estas rehazan la porción 41 del fluido que debe volver á las arterias; pe- ro en este caso particular, la serosidad que ha acompañado á los fluidos durante el efec- to de la dilatación, y que ha podido por los vasos mas tenues llegar al tegumento de la carne; ó situarse sobre las membranas tendi- nosas y nerviosas, hasta el periostio y los cuer- pos huesosos, con dificultad se purifica. Es- ta serosidad;, demasiado abundante, ó excesi- vamente acre, se detiene casi siempre sobre alguna i de estas partes; y por esto se obser- va frecuentemente, que los baños calientes, empleados contra los accesos de un dolor fuer- te, le aumentan en vez de disminuirle. ¡Cuán- tos ejemplos podríamos citar de enfermos que han salido tullidos del baño! ¡Cuántos han en- contrado allí el término de la duración de su vida, porque la plenitud humoral ha deteni- do de repente la circulación de la sangre, que no ha podido vencer aquella resistencia! Las ilusiones deslumhran; los hechos ilustran y no engañan jamas. Nuestros teóricos en materia de calóricos no pueden pretextar ignorancia sobre estos ac- cidentes lan frecuentes, que el público conoce tan bien como ellos. ; ¿Pretenderán que la ma- teria del calor sea su sola causa, cuando nie- gan hasta la existencia de los humores en los va- sos sanguíneos? Baños frios. El baño frió produce un efecto contrario al caliente. Comprime de tal modo los va- 42 sos, que apenas se distinguen las venas Sobre el cuerpo, y repele hacia su origen los hu- mores fluidos que existen en los vasos, en el momento en que se entra en el agua. Si la vuelta de estos fluidos no puede verificarse, ¿no es indispensable que la sangre deje de cir- cular, y que la compresión de los vasos ma- te al enfermo ó le ocasione graves acciden- tes? Supo íiendo que no haya impedimento en su circulac ion, es preciso que haya derra- me sobre alguna parte; pues debe haber su- perabundancia, supuesta la reducción del diá- metro de los vasos, y en estos precisamen- tj se detendrá la serosidad por no poder di- latarle, resultando de aquí todos los acciden» tes que se deben temer del baño frío. Baño sulfúreo. De algunos años á esta parte se ha in- troducido en la medicina él uso de los baños de vapor, sulfúreos y de las aguas termales, y todos los dias se aumentan los estableci- mientos de esta clase; Mi práctica no me ofre- ce ni un solo'ejemplar de buen efecto logra- do p<>r medio de estos baños artificiales, que cuando mas, tienen la ventaja de ser admi- tidos éntrelos paliativos. ¡De cuántos arre- pentimientos tardíos no he sido testigo en los enfermos que habían depositado una gran con- fianza en los prácticos que se los habian acon- sejado, y cuyo didtámen mxbian seguido cie- gamente! 43 Conclusión. Considérense como se quiera los efectos de ;I.)S baños, no se verá en su uso si- no peligro ó inutilidad, y en vano se preten- de dar dilatación á los vasos, y traspiración de humores por los calientes, y tono á las par- tes por los fríos; la verdad es, que no pueden hacer mas que perpetuar los dolores y afectos, haciéndolos incurables, si él uso de dichos ba- ños continúa mucho tiempo. Y ¿cómo estos baños, estas fumigaciones de moda, pueden ser medios curativos, no expeliendo de los cuer- pos las materias morbosas? Estos medios y otros muchos, solo se practican por no ha- berse conocido la causa de las enfermedades, y poique se hace alarde de alejarse de la na- turaleza. El que quiera poseer el arte de curar, debe, por el contrario, acercarse á seguir exac- tamente sus lecciones. Aguas minerales. s Se encarecen á porfía los efectos de las aguas minerales. Es un medio costoso que no pue- de convenir sino á enfermos ricos; y no pa- sa de nn paliativo, que mas bien puede tener- se por recreo ó diversión. Por lo regular se envía á un enfermo á las aguas después de haber» le medicinado mucho tiempo, y cuando ya se han apurado todos los recursos de la ciencia far- macéutica; mas esto es una especie de extra- 44 tagema, que no podrá obtener la aprobación de ningún médico que esté bien penetrado de la cau- sa de las enfermedades, y de los medios de des- truirlas; porque le será evidente, que si des- de el principio se hubieran empleado para restablecer la salud los . medios curativos. que la naturaleza ofrece á todo hombre que:quier re consultarla, el enfermo hubiera sanado en ocho ó nueve dias; y sobre haber padecido menos, habría ahorrado las penalidades de un largo y costoso viaje, y la molestia de be- ber tanta agua, las mas veces sin sed. Específicos. El nombre de Específico halaga mucho la esperanza de los aficionados á cosas extraor- dinarias, y que tienen la desgracia de que- rer comprender la causa de las enfermedades, aun después que se les ha patentizado con un gran número de hechos. La mayor parte de estos remedios no ha- cen bien ni mal, no son difíciles de suminis- trar, y no repugnan á los enfermos; y esto basta para que no los abandonen, y que des- ciendan con ellos al sepulcro, sin que se ocu- pen en examinar el riesgo que puede haber en su uso. Algunos de estos específicos, en- tre los que se venden mas caros, y cuyo prin- cipal ingrediente suele ser un veneno, cuen- tan no pocos partidarios entre las personas que se jactan de saber; porque la química, según parece, no les ha hecho descubrir que pode* 45 mos envenenarnos impunemente: si bien seria mas acertado evaeuar las materias dañadas ó corrompidas. Ciertos sabios admiten por principio que un veneno destruye á otro, y he aquí las entrañas del pobre enfermo tras- tornadas en lat«oratorio químico para obtener aquel feliz resultado. Tengo muchos motivos para reconocer la utilidad de la química, aplicada á las artes; mas no estoy tan dispuesto á convenir en que pueda llevar la medicina al punto de perfec- ción que tanto es de desear. Infinitos autores de específicos han sido tra- tados de charlatanes: acaso eran acreedores á esta calificación; pero ¡cuántas veces la han recibido de hombres que la merecían mejor que ellos! Muchos piensan de otro modo; pero hay no pocas personas que creen que estos remedios no hubieran nunca tenido re- putación, sin un privilegio de venta, que pa- rece hacerlos mas eficaces á los ojos de los dóciles consumidores. Acostumbrado por principios á buscar la causa de todo efecto, he venido á descubrir que los charlatanes deben su origen á la in- suficiencia de la medicina. Y puede obser- varse cada día, que ciertas personas son mas á propósito para marcar á cualquiera con el nombre de charlatán, que para curar á un en- fermo. En su opinión merece ese dictado el que abre un camino nuevo, que no conocen ni quiere conocer, y el que ensancha los lí- mites del arte; el que osa separarse de la sen- 46 da trillada, es ó sus ojos un novador, digno de todos los anatemas; se le prodigan las de- nominaciones mas odiosas, cosa que no pide grande ingenio , al paso que en el arte de curar se necesita un talento despejado, para subir á un principio verdadero y aplicarle á la practica, en una palabra, se califica de char- latán; pero este nombre y opinión, se olvida y desvanece cuando millares de enfermos pu- blican sus curaciones, tentadas inútilmente por estos hombres tan fecundos en sarcasmos ri- dículos. Y ¿cuáles son los verdaderos char- latanes? los que menos sospecha el vulgo* En la opinión de jueces imparciales lo son siem- pre osos hombres que tienen la habilidad de hacerse grandes, haciendo pequeños á los de- mas; esos charlatanes privilegiados cuyos tí- tulos están escritos bajo el velo del error; pero con caracteres muy legibles para los que le han descorrido. ¿Por qué se insiste conua la■' evidencia en desconocer la cansa de las enfermedades, y los medios que pueden des- truirlas/ Si se abriesen los ojos á la luz, se acabaría el charlatanismo y los charlatanes; ya no habría tontos ni victimas, porque no se- ria posible preocupará un público ilustrado. La manía de descubrir remedios, domina hace mueho tiempo a los ingenios, y prome- te todavía una larga duración de muchas lu- naciones. En cierta épocca so creyó que la naturaleza no producia bastantes vegetales ni minecales para proveer á todas nuestras ne- cesidades. La curiosidad llevó el estudio á 47 los animales; hasta sus excrementos fueron ana- lizados, y de todo se sacó partido: porejem* pío, el excremento de la oveja fué útil; para la ictericia; el del caballo para la pleuresía y cólico; el del cerdo tomado interiormente, para contener la hemorragia; el escarabajo.pa- ra la gota y el mal de piedra; el erizo co- cido para flujo de ©riña ; el excremento hu- mano para la exquinencia, las calenturas y la gota; los piojos comidos en Kúmero de cinco ó seis, para curar la calentura y comra la retención de orina; el excremento del, lobo para el cólico; las chinches para la calentu- ra y retención de orina, y para expeler las parias, ó placenta; el excremento de vaca con- tra el cólico, la pleuresía, para deshacer la piedra y para quitar las manchas de la ca- ra; en fin¿ otros mil disparates de la misma calaña han sido anunciados; y recibidos su- cesivamente como preciosos descubrimientos. La fuerza del ingenio y de la opinión en cier- tas personas, les hace ver recetas útiles ala humanidad en los desvarios de sus ensueños. Admitir que pueda haber remedios particu- lares para la curación de cada enfermedad, seria suponer que estas son diferentes entre sí con respecto á su causa. Es como si se dijera que las enfermedades son como otros tantos animales carnívoros, que devoran á' to- do aquel que rehusa alimentarla; y que na- die podrá evitar esta desgracia, sino dándo- les el alimento análogo á su gusto; y la di- ficultad se aumenta cuando según el nuevo 48 catálogo, ó clasificación de las enfermedades por géneros y especies, se observa una muche- dumbre de ellas, cuyos gustos deben ser ex- traordinariamente variados. Han adoptado pa- ra las enfermedades humanas los métodos bo- tánicos, con que nos embrollan, alucinando á los sencillos con una algaravía de palabras exóticas, con que encubriendo su ignorancia se venden por los oráculos de la cieneia mé- dica, que los d-sconoce por sus verdaderos alumnos. Llamemos cada cosa por su nom- bre propio, y evitaremos errores. Absorventes y calmantes. Los refrigerantes, que son las bebidas frias y atemperantes, se emplean para moderar el calor excesivo, por ignorar la causa del mis- mo calor, que tratan de combatir. No pue- de ya dudarse de la falsedad de este siste- ma, estando demostrado, que estos pretendi- dos medios destruyen ciertamente el calor na- tural, y son enteramente inútiles contra el ca- lor extraño. ¿Quién podrá sostener que el ca- lor natural no proc< de de la libre circulación de la sangre, y que no dimane de un efec- to contrario el frió de todo el cuerpo, ó de alguna de sus partes? Los absorventes disminuyen quizá la acri- monia de los humores: los calmantes mode- ran algunas veces su ardor y efervescencia: los narcóticos ó soporíficos, sin quitar la cau- ja del dolor, son peligrosos, porque aniquilan 49 la sensibilidad, y solo obrando así calman ios dolores. EstóS métodos pueden producir alivios momentáneos; pero forman una especie de vol- can tanto mas terrible cuanto mas se retarda su erupción. No sirveii sino para mantener en un estado continuo de languidez á los enfermos, algunos años antes de morir; y como no des- ahogan la naturaleza de la masa de impure- zas que la acosan , son unos inútiles paliati- vos, que no pueden tolerarse sino en el; ca- so en que los enfermos no sean susceptibles de otra curación. Dieta. Debilita y extenúa á los enfermos, sin dis- creción, el que reduciéndolos a una rigorosa dieta, les niega los alimentos cuando la na- turaleza los pide; y sobre todo, cuando el en- fermo, pudiendo digerirlos, los desea. Debería considerar que á falta de alimentos en el estómago, las venas lácteas, filtran en vez del quilo humores corrompidos, que lle- nan los vasos y adulteran la sangre. Esta es una de las causas ocasionales de la pali- dez, del edema, de la flaqueza , del maras- mo, de la extenuación, y de todas las pérdidas que aniquilan igualmente el principio motor de la vida, y arrastran á los enfermos al sepulcro. Electricidad, mesmerismo y galbanismo. La medicina y la astrología han sido dos minas preciosas para josquer en todo tiempo se \. j 50 han dedicado á escorarlas. El ingenió se der- rumba por los espacios imaginarios, cuando pierdes de vista el punto de donde partió; y en todo nos sucede lo mismo, cuantas veces nos, alejamos de. los principios fundamentales. Las ideas vagas nó producen en las ciencias sino sistemas y sutilezas pueriles. .Apenas se descubrió la electricidad, euan- da.imuchos de sus admiradores pretendieron aplicarla á la curación de la* enfermedades humanas, y luego por todas partes resonóla trompeta de la fama publicando fenómenos ad- mirables. La conmoción eléctrica produjo efec- tos maravillosos en los sordos, paralíticos y ©tros, enfermos: muchos se aliviaron, -y''aun se dyo: que algunos habían curado. Apare- ció después el famoso Mesmer, que convirtió la electricidad en.-magnetismo: esté hombre instruido, aunque buen físico, y dotado ¡de gran- des talentos y mucha; sagacidad, ignoraba loa principios á que debemos nuestra existencia, las funciones vitales, animales y naturales, y por de contado'desconocía enteramente la cau- sa de las enfermedades. Creyó que podía obrar milagros ó cosas asombrosas, y sobre todo curar Iob enfermos sin ser médico , y aun sin emplear remedios , lo cual hubiera sido mas extraño. Conociendo el carácter de los hombres, no buscó prosélitos entre la ple- be; supo escoger sabios, semi-sabios (de estos era el mayor número) y gentes de suposi- ción, acostumbradas á decir cosas grandes y á no.hacerlas sino muy medianas. Uno de 51 ellos fué un célebre escritor, que prodigando incienso al célebre Mismer, adelantó que las curas del magnetismo son inseparables de la gravedad del aire y de los cálculos de la as- tronomía... Semejante panegirista merece con razón caer en las manos de los magnetiza- dores y de los partidarios de los descubri- mientos raros y estupendos. Uno de los grandes propagandistas de Mes- mer.fué el Conde de 1*.»-..,.que por los efec- tos dd magnetismo, se supone haber hecho sesenta curas, que constan en certificaciones q e, auítque bien legalizadas, no prueban la au- tenticidad de ios hechos. Dadas y firmadas en el tiempo de la curación magnética, no se d'jó pasar, como la prudencia y la buena fe exigen, un cierto intervalo, para estar se- guros de que el buen éxito se debe al reme- dio á que se atribuye, y que la cura es só- lida y estable , de lo que no se puede es tar cierto sino después de un año por lo me- nos. Esta es una precaucio i que deberían to- mar los que tanto ansian testimonios escritos; y las curaciones hechas por el magnetismo, no eran verosímiles para que sus autores se ere yesen dispensados de está fprmaljdad. El prác- tico, seguro del acierto, preferirá siempre las aclamaciones de una celebridad fundada so- bre hechos notorios é incontestables, á esas atestaciones arrancadas las mas veces por la importunidad. El señor conde de P.... empezó pues á justificar los buenos efectos del magnetismo 5 rj2 animal, con la resurrección de un perrito que no estaba muerto,' sino aturdido por el golpe de Una Caida: eri 'seguida por la curación de un oficial, que privado de sentido por un ar- rebato de sangre,.dio una caida; y aun á este le curó en ocho dias las heridas ocasionadas por el golpe: no hubiera sido difícil hacer otro tanto sin recurrir ai magnetismo. Este hom- bre sabio en eí arte de curar con el mag- netismo animal, curó también, según se dice, un niño de dos años de epilepsia, y después á otro de cuatro meses de la misma enfer- medad:: estos son hechos, si ño increíbles, ra- ros por lo menos , pues esta enfermedad^so- lo se presenta en una edad mas avanzada. Si todos los niños que sufren convulsiones en sus primeros años fueran epilépticos, la epi- lepsia seria una plaga mas general que lo es efectivamente. Por fortuna estos prodigios son sin ejem- plo, y muestran cuanto arriesgaría el que pu- siera su confianza en certificados que ño con- tienen la exacta verdad. Los magnetizadores hablan dé Un fluido que existe realmente, y producé efectos extraor- dinarios en los enfermos; pero no están, se- gún parece todavía, bastante instruidos para definirlo ni indicar su origen. Consiguen con frecuencia poner en convulsión á los enfermos que magnetizan, y hó pueden hacer otro tan- to con los que gozan de buena salud ; pe- ro no dan la razón, y hacen sospechar que no la conocen: aletargan á sus enfermos sin 53 explicar lo que causa su sueño, y descompo- nen sus facultades intelectuales, excitando en ellos diferentes delirios; pero no los definen, como seria necesario para explicar su causa. En 1784 los magnetizadores consiguieron del gobierno el nombramiento de una comi- sión que juzgase de la existencia y utilidad del magnetismo animal. Componíase de aca- démicos y médicos célebres; pero como este descubrimiento atacaba de frente á la medi- cina, amenazándola con una revolución que no podia menos de arruinarla, pues prometía cu- rar todos los males sin remedios, los médi- cos, temiendo ver el fin de su arte, y el de los boticarios á quienes debían defender, no quisieron ver ni oir los hermosos fenómenos del magnetismo animal, y dieron un informe en disfavor de los magnetizadores. Irritáron- se estos contra la junta de los sabios que no quiso admitir los efectos del magnetismo, y en despecho censuraron los medicamentos emplea- dos por los médicos, aunque sin probar sus malos efectos, pues por lo visto no eran gran- des farmacéuticos Mucho perjudicó á los magnetizadores el no saber curarse á sí mismos ni á los su- yos; por cuya razón recurrían á la medicina con mas frecuencia que los que ignoraban total- mente este pretendido descubrimiento. Parece que el magnetismo animal es tam- bién vegetal, supuesto que los magnetizado* res pretenden magnetizar los árboles, y que estos magneticen á los enfermos. *• 54 Según la unánime declaración de los escri- tores que han manifestado su opinión sobre el magnetismo, todos estos fenómenos tan exa- gerados se reducen á los efectos, de la elec- tricidad, repetidos hasta la total resolución de los fluidos que causan la enfermedad, que ha venido á ser objeto de las operaciones d.:l magnetismo: y "por eso muchos enfermos, después de haber recibido la conmoción., caen los unos en sopor, los otros en convul- sión, ó experimentan otros efectos que los mag- netizadores llaman crisis, sin embargo de no haberse seguido ninguna evacuación, circuns- tancia necesaria para que merezcan esta ca- lificación; porque crisis y evacuación son en es- te caso voces sinónimas. Vemos» pues, que estos efectos están reducidos á disolver y re- volver la porción del fluido humoral que se halla detenida en la parte afectada , y que las conmociones restablecen la circulación- Pue- de .resultar mejoría ó mayor mal, según la di- rección ó posición que el fluido tome defi- nitivamente, debiendo siempre fijarse en algu- na parte; pero no habrá cura radical, porque siendo las enfermedades causadas por las ma- terias corrompidas, los enfermos no. pueden recobrar la salud mientras la naturaleza nq 33 halle enteramente libre del germen mor- boso. El que reconozca la causa de las enferme- dades y los medios de destruirla, no recur- rirá á semejantes puerilidades, ni menos da- rá crédito ai descubrimiento de Gélvany, que 55 presumió poder resucitar los muertos. ¿No es tiempo ya de que el hombre salga de es- te estado de incertidumbre y de ignorancia de bí mismo? ¿Es posible que personas de inge- nio manifiesten en medicina menos discerni- mientos, y se niegan con mayor obstinación á roconocer las verdades mas evidentes? Tópicos y desecantes. Aunque se generalicen y se elogien á por- fía los tópicos y medicamentos externos, mien- tras que la práctica módica se reduzca á su uso y aplicación, no concederemos que se co- noce bien nuestra organización interior, ni los enfermos podrán fundar la esperanza de su cu- ración, sino en la ciega rutina. Todos saben por experiencia propia, que nadie puede sus- tentarse con alimentos aplicados exteriormen- te: pues el efecto es el mismo y la compa- ración exacta. Entre estos tópicos hay uno muchas veces útil, pero cuyo abuso ha llegado a serle per- nicioso , por atribuírsele mas propiedades de las que tiene. Este es el emplasto vegiga- torio ó las cantáridas. La propiedad ó el efec- to de este emplasto es atraerlos humores que circulan en los vasos con I a sangre, cuando fijándose en ün punto causan los dolores ó la enfermedad, y aun tal vez llegan á descom- poner e! órgano atacado. El mérito de este emplasto es atraer; de consiguiente puede dar nueva dirección á, la serosidad,,ó desalojar- 56 ía de la parte eñ donde la sangre la ha de- positado. Pero este tópico hace mudar de sitio á la fluxión , sin que su fuerza atracti- va alcance á evacuar la totalidad de los nu- meres, y mucho menos á expeler las mate- rias contenidas en las cavidades de donde la se- rosidad trae su origen. Por esta razón no considero los emplastos vegigatorios sino co- mo auxiliares de la curación general de mi método, debiendo este continuarse como si no se hubiera hecho uso del tópico, que en mu- chos casos es indispensable. Por lo general, aplicándole inoportunamente, no producirá otro daño que el hacer padecer al enfermo sin necesidad; mas sin embargo podría acarrear la gangrena á la parte que fuese aplicado. Es- te accidente amenaza á aquellos enfermos, cu- yos humores sean muy malignos, y á quienes se hayan aplicado los vegigatorios antes de haber expulsado una cantidad suficiente de ellos; y en tales casos la purgación debe activarse, en razón de la necesidad, para evacuar cuan- to á.ites la materia gangrenosa. Para sacar de la aplicación del emplasto ve- gi^a'ono toda la ventaja que puede prestar, importa mucho la magnitud de su dimensión; pues cuanta mas extensión tenga, mayor se- rá su acción, y los efectos mas salutíferos y ciertos. No vacilaremos en aconsejar para los de las piernas toda la extensión necesaria á cubrir enteramente la pantorrilla; y en cuan- to á las otras partes del cuerpo encargamos la dimensión proporcíonalmente á su parte car-. 5? nosa. Rara vez es necesario mantener los vegigatorios ó cantáridas en la misma ex- tensión que se les dio al aplicarlos por prime- ra vez, sino que se van estrechando y redu- ciendo cada vez que se cúrala llaga con los secantes ordinarios según convenga: por lo de- mas es menester procurar que produzcan gran- des efectos para lograr con mas seguridad felices resultados. Es un error poner los vegigatorios en el si- tio del dolor, ó á su inmediación; porque si atraen la fluxión, entonces se sobrecarga con nuevos humores la parte ofendida en lugar de descargarla de los que tiene. También se en- gañan los que en un afecto de pecho ponen los vegigatorios entre las dos espaldillas, ó so- bre la vértebras ó el esternón, según donde se ha fijado el dolor, con la mira de llamar el humor afuera; porque no puede producir los efectos que se le atribuyen, como si fuese una puntura, por la que se saca directamente lo de dentro afuera; pues debería saberse que no hay comunicación por los varios tegumen- tos que cubren el cuerpo con las partes con- tenidas en el interior de los cavidades, y que estas no pueden depurarse por la piel. La in- terposición de la piel que cubre el cuerpo hu- mano, impide toda comunicación con las par- tes contenidas en sus cavidades. Lo mismo digo con relación al mal de ojos, de oídos y otras partes de la cabeza: en el brazo es donde ^teben aplicarse estos emplastos, y no en la ñuca ó detras de las orejas, como se 58 practica comunmente. En las enfermedades graves que afectan á todo el cuerpo, las pier- nas y aun algunas veces los muslos, son los sitios mas á propósito para esta aplicación. La violencia de los dolores locales, los pe- ligros que corre el órgano ofendido, ó el ries- go que amenaza al enfermo , servirán de regla para determinar si se deben poner en los dos brazos ó so!o en uno, en las dos pier- nas ó soló en upa , así como en otra cual- quiera parte del cuerpo ; contando con que siempre hay lugar para aplicar el segundo, y que ó no hay caso 6 son muy raros en que se deben aplicar, á los dos extremos su- perior é inferior á un mismo tiempo. Cuanto mas se deje puesto el vegigatorio, tanto mas cantidad de fluxión atrae , y por esta razón no se debe quitar hasta que el do- lor que causa se hace irresistible aumentán- dose la serosidad a4 atraida; y el calor y la acrimonia de los humores, pudiéndose ya juz- gar de su malignidad, y reconocer la nece- sidad de aliviar de ella al enfermo, y el pe- ligro en qu'? su vida ha estado hasta el mo- mento en que esta porción tan dañosa de los humores, se ha podido alejar de las partes or- gánicas y motrices de la vida. No solo es imprudente alzar el vegigato- rio ó cantárida antes que haya obrado, sino que en ciertos casos podría perjudicar á los enfermos. Hemos visto uno , confiado á los cuidados de Pelgas, que le ha conservado diei diaz sin haberle sentido: al cabo de este tiem- 59 po empezó á obrar; y habiendo desalojado los humores que se oponían á todo desahogo, so- brevino una crisis, esto es, evacuaciones con- siderables que salvaron al enfermo cuando se hallaba en un estado casi desesperado. En semejante caso, si el vegrgatorio no obra en el tiempo ordinario, puede ser útil auxiliar los de las piernas con otros en los muslos. A veces no producen las cantáridas el efec- to que se desea, y esto prueba una gran cor- rupción ó putrefacción interna, y el peligro es eminente, si en el término de diez y seis horas no las siente el enfermo. Quitado el vegigatorio y después de haber hecho salir el agua de las vegígas, se puede aplicar de nuevo á fin de atraer mas; y cuan- do se quitan enteramente, se curará simple- mente con manteca fresca ú otro supurato- rio la llaga que abre; con este método se ga- na mucho tiempo en la curación. Cuando la necesidad exige que se conser- ve largo tiempo en el brazo el vegigatorio contra los males pertinaces en los ojos ó eñ otras partes de la cabeza, que el uso de los pur- gantes no ha podido destruir, se cuidará que su permanencia no dañe el brazo, sea quitán- dole su substancia ó desecándole con \aftu- xion. Luego que se rióte este efecto, debe- rá aplicarse otro parche en el brazo Opues- to, suprimiendo el primero. Con frecuencia se observa que la acrimo- nia de los vegigatorios, dirigiéndole al cue- llo de la vegiga, la irrita y detiene el cur- 60 so de la orina. En este caso es forzoso le- vantar el emplasto , para volverle á aplicar luego que el enfermo hu orinado, ó haya ce- sado la irritación. Los vegigatorios comunican también esta mis- ma acrimonia á la masa de los fl idos, y su uso continuado podría causar graves perjuicios á los enfermos: cuando se prevee este efecto se apartará aquel tópico. Empléanse otros muchos remedios exterio- res, como cauterio, sedal, sinapismo, ventosa, botón de fuego, que son otros tantos palia- tivos, como si para arrancar un árbol que tie- ne profundas raices se tirase de sus ramas: ». es tiempo perdido mientras no se obra sobre el tronco. Las personas que con motivo de un.afec- to crónico usen de algún desecante sobre la piel cómo el emplasto vegigatorio, el sedal ó el cauterio, advertirán cuando principien el régimen de este método, mayor erupción ó trasudor de materia; sucediendo lo mismo que ocurre en una úlcera, cuya supuración se au- menta si se ponen en movimiento los humo- res por medio de la purgación que los ex- pele por aquella via. En lo sucesivo, al pa- so que la erupción se minora, ó la acción del desecante se disminuye, se suprimirá por gra- dos, empleando el cerato ú otro secante. En- tonces es indispensable que los enfermos con- tinúen purgándose hasta la perfecta curación. Los ancianos valetudinarios, de quienes no pue- de esperarse una cura radical, será prudente 61 que continúen usando del desecante; porque si después de esta supresión les sobreviniese algún accidente, la preocupación recobraría con mayor fuerza su imperio. CAPITULO VIL DE LOS TEMPERAMENTOS. Origen de los temperamentos. JTob la organización de la especie animal, y del hombre en particular, la madre trans- mite á su hijo, formado de sus fluidos, su cons- titución física y la causa que le hace mortal. Si la madre está enferma, cualquiera que sea la impureza de sus humores adquirida ó he- redada, el niño puede contraer un tempera- mento poco robusto, y aun tal vez la enfer- medad misma con su causa, susceptible aca- so de las consecuencias mas funestas; y he aquí el origen de las enfermedades á que mu- chos están sujetos, siéndolo también de las constituciones físicas llamadas temperamentos, y aun de la causa de las variaciones que es- tos experimentan durante el curso de la vida, Por esta razón nunca se recomendará bas- tante á los hombres y mugeres que se casen en estado de buena salud , y procuren con- servarla durante su unión, absteniéndose del uso del matrimonio cuando cualquiera de los dos consortes esté enfermo, y mucho menos cuando lo estén entrambos. Los que ceden 62 sin reflexión á un apetito animal, olvidan ó no escuchan la razón para abandonarse á su pasión como los brutos; sin meditar cuan fu- nestas pueden ser las consecuencias para ¿us hijos, y aun para ellos mismos. División de los temperamentos. Distribuyendo los temperamentos en biliosos, sanguíneos y demás , han incurrido muchos prácticos en el error de pretender que el san- guíneo está particularmente expuesto^itener demasiada sangre. Cada individuo til^feina constitución propia, y un hombre phecRute- ner mas sangre que otro, aunque sea de un tamaño y peso igual: otro puede tener mas bilis, mas flema, mas humores; pero también es verdad que aquel que se llama sanguíneo, no tiene sino la sangre suficiente para la -con- servación de su constitución; cualquiera que padece una pérdida de este fluido, experimen- ta una deterioración ó debilidad en la salud, y por consecuencia en la duración de su vi- da; y negar esta verdad sena decir que la naturaleza es incierta en su obra, y no que- rer Confesar que es mas sabia que el hombre. Atribuyese una superabundancia de sangre á los individuos ci;yTa cara es de un color muy encendido, qu> se enciende aun mas por cualquiera ejercicio violento, ó una fuerte im- presión moral; y se confirman en esta opi- nión cuando en la persona de que sé trata se observa cierta dificultad en la circulación de los fluidos, alguna obstrucción, dolores de 63 cabeza, vahídos,* flujo? de sangre por las na- ri< ^s, ó péi'dida considerable d,- sangre. Cl quo quiera estar acorde.con la naturaleza, confesará qu« si la sangre en los vasos de estas personas no estuviera m-zelad^ con par- tes heterogéneas, no experimentaría la menor dificultad en su circulación; y que la causa de esta dificultad, y de los males que se le siguen, es una substancia acuosa ; ó dándole su verdadero nombre, una agua semejente á la que se mezcla con el vino tinto, y que no llega á alterar visiblemente ni su calor ni su substancia: agua la mas cristalina de la parte fluida de los humores. Esta serosidad humo- ral obra cuando hay demasiado calor, ó cuan- do sobrevienen derrames, dolores, obstruccio- nes hinchazones y otros accidentes de cual- quiera , naturaleza que sean. .: Estos temperamentos no tienen la exacti- tud ni ventajas que se presume. Si estos in- dividuos ceden á la fuerza de la opinión, con- sienten en perder mucha sangre, supuesto que se cree tienen demasiada; y por consecuen- cia de este error se hacen enfermizos, asmá- ticos, hidrópicos, apopléticos y demás. Si por el contrario tienen bastante resolución para despreciar las preocupaciones vulgares, que deberían llamarse mas bien errores pernicio- sos, conservarán el principio motor de la vi- da, purificándole por medio de una purgación adecuada; y prolongarán su existencia, ponién- dola á cubierto de los accidentes que la ter- minan ánies de.r tiempo. 64 El menos favorecido, con respectó á tem- peramento, es aquel en quien los humores do- minan, ó que recibió con esta constitución hu- moral los vicios de que su padre ó madre ó su nodriza estaban contaminados; si no le ha purificado perfectamente alguna enfermedad, conserva entonces un germen de corruptibi- lidad, que le amenaza con las mas funestas consecuencias, por su disposición á recibir la impresión de las causas corruptoras, y está mas expuesto á frecuentes enfermedades, y auna muerte prematura. CAPITULO VIII. BREVE EXAMEN DE LAS FUNCIONES DEL CUERPO HUMANO. filiL conocimiento de las funciones del cuer- po humano contribuirá á poner en claro la causa de las enfermedades, siendo de suma utilidad para la inteligencia de nuestro régi- men curativo. Se distinguen estas funciones en vitales, animales y naturales. La circu- lación de la sangre, la de los espíritus, ó la acción del celebro y la respiración, se cuen- tan entre las primeras: los movimientos del cuerpo, y el ejercicio de los sentidos se asig- nan á las segundas; la digestión, la nutrición, la filtración, el crecer, la generación y las dis- posiciones pertenecen á las terceras. Las dos primeras especies están subordina- das á las funciones naturales, cuya interrup- ción amenaza las vitales y animales. 65 Consideremos las funciones naturales, úní-> camente bajo el aspecto que tienen relación con nuestro asunto. Funciones naturales. El Criador sometió á todos los seres vivien- tes §- la necesidad de alimentarse para con- servar su existencia, condenándolos á falta de esto á perecer de hambre ó desfallecimiento. Examinemos las partes mecánicas, destinadas á esta importante función de la vida La boca y los dientes hacen el trabajo de la masticación, ó la acción de mascar: la len- gua, la faringe y el esófago, conducto de la bo- ca alestómago, operan la deglución ó la ac- ción de tragar: el estómago recibe los alimen- tos por el esófago para hacer la digestión. Luego que están preparados así por este ven- trículo para servir á la nutrición, los alimen- tos bajan á los intestinos por su orificio in- ferior, llamado piloro. Los intestinos, en nú- mero de seis, llamados también tripas, nacen á continuación de este orificio. Los tres pri- meros son los mas delgados, y de estos el primero, inmediato al piloro, se llama duo- deno; el segundo yeyuno y el tercero ilion. El primero de los mas gruesos se llama el ciego, él segundo colon, y el tercero intesti- no recto ; con el cual se junta un músculo llamado esfinter , destinado á cerrar y abrir el ano, á fin de retener ó dejar salir por su dilatación las deposiciones diarias. Los intes- 66 tinos forman entre sí eu el abdomen ó bajo vientre que los confien n, muchos pliegues y repliegues, contenidos por ligamentos, mem- branas y visceras. A los intestinos se da también el nombre d'•*. tubo ó canal intestinal. Muchos autores han comprendido bajo este nombre toda la parte de las entrañas que se extiende desde la boca al. ano, que los modern >s llaman canal digestivo; pero denomínense como se quiera, su3 funciones no pueden experimentarvariación. Comparemos aquí el canal intestinal á un rio cuyo riego benéfico , por los conductos que la naturaleza y el arte han practicado, ll!>va la abundancia á las regiones que ba- ña con sus raudales. Del mismo modo el ca- nal intestinal, provisto de principios alimenti- cios, reparte á. toda la economía anima] el re- parador de las fuerzas, que es la sangre; es un proveedor atento y vigilante que distribu- ye la vida á todas las partes, que sin* su previ- sión perecerían de extenuación y desfalleci- miento. Paso del quilo á la sangre. Las venas lácteas son unos pequeños va- sos ó filamentos huecos, que nacen de la tú- nica interna de los primeros intestinos, y ab> sorven continuamente el fluido contenido en esta parte del canal; pero particularmente y conforme al destino que la naturaleza les ha dado, extraen el aceite de los alimentos á medida que se actúa la digestión. Estos pe 67 queños vasos, muchos en su origen, so reú- nen repetidas veces, y sucesivamente en uno solo llamado canal torácico, que es el que evacúa en la vena subclavia izquierda el qui- lo que las venas lácteas han sacado del ju- go de los alimentos. Por estos vasos vene- nosos la sangre recibe la reparación de sus pérdidas; y se emplea después en el mante- nimiento de las funciones en genera!, en el juego y en la armonía de todas las parteci lias que componen el cuerpo; haciendo otras tantas distribuciones alimenticias, cuantas son las que se conocen con el nombre de secre- ciones. Circulación de la sangre. Los vasos venenosos , después de haberse reunido muchas veces, forman en fin las dos venas principales, conocidas con los nombres de vena cava y vena pulmonaria; las cuales evacúan la sangre en las aurículas dei co- razón. Este músculo cóncavo, principal órga- no de la circulación, por su contracción y por el movimiento accesorio de sus ventrículos, echa la sangre en los dos ¡troncos arteriales, llamados arteria aorta y artería pulmonar, cu- yos troncos principales distribuyen la sangre á todas las partes del cuerpo, por1 las nume- rosas subdivisiones arteriales hasta las venas con que se unen, y estos últimos vasos la vuel- ven al corazón. 6 68 Vias excretorias. Con la sangre circulan por las mismas vias otros humores, y así hay muchas visceras des- tinadas para separar estas dos especies de flui- dos. Las substancias alimenticias experimentan por consiguiente una nueva purificación que es también necesaria. Los ríñones hacen la separación del fluido humoral que pasa por las uréteres á la ve- giga; y de aquí por medio de la dilatación del esfinter al canal de la uretra, por donde sale con el nombre de orina. El hígado separa la bilis de la sangre por la acción que ejerce. Los canales cístico, epático, pancreático, co- ledoquio, y demás canales excretorios-, que vienen - de las vias de la circulación, y tie- nen su abertura en el canal intestinal, con- ducen á él una porción de bilis y de hu- mores, que la sangre separa por ser de una na- turaleza heterogénea. El canal intestinal es susceptible en su par- te inferior ó las tripas de un movimiento que se llama peristáltico, para denotar que se efec- túa de arriba abajo. Con este movimien- to se expelen las materias fecales, y demás deposiciones que vienen de los canales ex- cretorios, sea que estas evacuaciones se ha- gan naturalmente, ó que hayan sido excitadas por un purgante. La parte del canal que se conoce con el 69 nombre de estómago, es no solo susceptible del movimiento peristáltico, sino también de otro movimiento contrario, como se ve en el vó- mito natural ó promovido. Sin embargo, no se puede calificar de antiperistáltica esta con- tracción del estómago; pues esta última de- nominación solo conviene á un estado de en- fermedad peligroso, en que el enfermo vomita hasta las materias fecales. Se conoce otro vómito que proviene de una obstrucción en el piloro, que no es menos pe- ligroso que el precedente, supuesto que cuan- do la obstrucción no hay comunicación en- tre el estómago y los intestinos, y la vida está en peligro. El canal intestinal puede también compa- rarse por su figura, organización y funciones, á un rio que recibe infinitos riachuelos, arro- yos y albañales. La libre corriente de es- te rio favorece la de los arroyos, y no pue- de ser interrumpida sin que obre de recha- zo sobre estos. Cuando el rio está super- abundantemente lleno, se inunda el terreno por donde corr?n todos estos mismos arroyos, que encuentran un obstáculo á su desagüe. La rec- ta razón, aquella que no está dominada por siste ñas, nos hace ver^ que lo que sucede en el cuerpo humano con el canal intestinal y los canales arteriales y venenosos, es la ima- gen sencilla y natural del rio, y de los ar- royos que en él desaguan. La ley de la circulación es la misma en toda la naturaleza. En toda enfermedad interna ¿no es, pues 70 palmario que la plenitud del canal intestinal refluye en los vasos sanguíneos y que causa en ellos toda la dificultad que experimentan por la obstrucción de aquellos canales excre- torios? ¿Es menos patente que si los socpr- ros del arte se dirigen directamente sobre «es- te canal, con medios análogos á su estado de plenitud humoral, las vias de la circulación se libertarán de las materias que perjudican á lai salud? ¿Quién negará que cuando el agua del rio corre, también corre la de los riachuelos? CAPITULO XI. PARALELO DE LA MEDICINA PALIATIVA CON LA CURATIVA. Medicina paliativa. JLJa medicina paliativa, como su mismo nom- bre lo expresa, se aplica á mitigar la violen. cía y refrenar la rapidez de las enfermeda- des* incurables. No puede estab'ecerse sino en el sistema general de Tos diluyentes, ab- sorventes, calmantes, ú otros á este tenor; ó sobre un régimen ó modo de vivir, tanto fi-; sico como niqral, arreglado en lo posible al estado del enfermo. Efe aplicable á aquellos males ya declarados sinrémedio^ sea por la edad avanzada del paciente, por ló inveterado del achaque, los vicios de su constitución humo- tal, ó los de su conformación; sea en fin por accidentes interiores que han sobrevenido, cu- 71 ya naturaleza sg opone al'método propiamen- te llamado curativo, cualquiera que fueren las causas ; que los han producido. El hombre no en todas las épocas de su vida puede ser curado de sus males, porque no es. eterno. Mas se hubieran curado por este mátod/* muchos délos que padecen do- lencias inveteradas, si se hubiese empleado des- de el principio de la alteración de su salud, en lugar de .los rememos nocivos é inefica- ces; y ni aun esto debe ser una razón para desesperar enteramente de la vida de tales enfermos. Aunque los humores de un enfer- mo estén viciados, no están siempre en esta- do de. putrefacción; pues la¡ degeneración de estas materias no obra con la misma pron- titud en todos, y vemos morir á muchos des- pués de una corta enfermedad, mientras que otros se conservan muchos años en un esta- do de languidez habitual.: Con arreglo á es- tos principios y consideraciones, el arte se di- vidirá en medicina paliativa, de que acabo de hablar, y en medicina curativa, en que parti- cularmente me ocupo, como que es el fin que me propongo en esta obra, y el de mi método. Nada prueba mejor que una enfermedad es incurable, que el verla resistir á todos los esfuerzos de tin plan verdaderamente curati- vo. Es menester no hacer probaturas ó ten- tativas, cuyo éxito puede ser desgraciado; por- que no faltan gentes que desentendiéndose de una buena intención, cond°nan hasta los prin- cipies de este método: tan grande es su ig- 72 norancia, á pesar de que han visto curar en- fermo* reputados portan incurables como otros que han muerto. La malignidad y el espí- ritu de partido están en continuo acecho, dis- puestos siempre á lanzar sus envenenadas fle- chas Mas si la prudencia del práctico toca en pusilanimidad, ¿cuántos enfermos, cuya cu- ración será dudosa, pero no imposible, pere- cerán víctimas de este apocamiento, ó de los temores pánicos que les hayan inspirado con- tra el método evacuante. Medicina curativa. ¿Será que el hombre viva expuesto sin con- suelo á todo el horror de las enfermedades que atacan su mísera existencia? ¿No habrá algún medio para conducirla hasta sú térmi- no sin tantas incomodidades y dolencias? Si se reconoce por la evidencia de las prue- bas que las enfermedades del cuerpo huma- no tienen una sola causa interna ó eficien- te, se reconocerá también que el arte de cu- rar debe conformarse con el principio de la naturaleza, y no con soñados sistemas; y de consiguiente reducirse al único plan que ella prescribe y que analizamos. Siendo la causa de las enfermedades la que queda reconocida y demostrada con hechos incontestables, la medicina curativa , á pesar de lo que digan sus difamadores, y de todos aquellos á quienes ciegan funestas preocupa- ciones, no tiene ni puede tener otros medios 73 que los purgantes , bajo las reglas que fijan su uso, y según la necesidad del caso. Purgar es una palabra, que tomada en to- da extensión , significa disolver , dividir, su- tilizar, enrarecer, expeler, limpiar, purificar y hacer salir visiblemente las materias que in- comodan. Pero purgar un enfermo hasta su curación radical, sea en una enferme- dad grave ó leve, en una antigua ó invete- rada, ó reciente, es una práctica tan nueva para muchos, como desconocido el principio en que se funda nuestro método; mas sin em- bargo, es la mas útil de todas. Sin ella el arte es insuficiente, pues deja á la naturale- za el cuidado de curarse á sí misma, como se observa diariamente. El método que le sir- ve de base y que regla su procedimiento so- corre directamente á la naturaleza en sus ne- cesidades , y proscribe la sangría, las san- guijuelas, la dieta y los baños, y demás, co. mo otras tantas prácticas peligrosas que cau- san un daño considerable á la conservación de la vida. Hay muy pocos casos en que este méto- do no cure en ocho ó diez dias las enfer- medades recientes. ¡Cuántas víctimas que mueren en menos de cinco dias de enferme- dad se hubieran podido salvar! ¿qué son en- fermedades incurables? ninguna tiene este ca- rácter en su origen, pues seguramente en todos tiempos se han padecido las mismas de que hoy triunfa completamente nuestro método. Entre las causas ocasionales de la antigüedad óin- 74 durabilidad de las enfermedades, deben con- tarse como principales la negligencia del en- fermo en acudir al remedio en tiempo opor- tuno, ó la insuficiencia, cuando no el daño de los medios que se han empleado desde sus principios. ¡Cuántas personas indolentes ó poco instruidas en lo que concierne á la conservación de la salud, reclaman los socor- ros del arte, cuando sus cuerpos contienen ya la indestructible causa de la muerte! ¡Cuán- tos enfermos vemosi cuyas dolencias se hacen mortales durante eu curso , por no emplear medios enérgicos ó suficientes para expeler la causa que las produce! ¡Cuántos desacier- tos sumamente perjudiciales se cometen tpdos los dias, empezando las curaciones con inútiles paliativos! ¿Cuánto tiempo se pierde, según las reglas que comunmente se siguen, solo pa- ra determinar la clase á que pertenece la en- fermedad? ¿Quién no lia sido testigo, ó ha ordo hablar de esas miserables alteraciones, sobre el nombre que se le debe dar? ¡Cuán- tos no hemos visto morir víctimas del tiem- po perdido en estas discusiones! Estas desgracias desaparecerán si se adop- ta nuestro método , que prescribe y da los medios de atacar la causa de la enfermedad, luego que esta se manifiesta; entendiendo aquí por eníerrnedadjodo estado de incomodidad lo mismo que la total ó particular interrup- ción de las funciones naturales; cuyo ejerci- e.o debe ser libre, natural, y conforme en to- do á nuestra Descripción de la salud. 75 CAPITULO X. Razones y casos prácticos en favor de la medi- cina curativa. ivídidos ha tenido á todos los médicos de antes y después de Hipócrates el uso de los evacuantes. La purgación tuvo ya mu- chos partidarios, pero el número de sus an- tagonistas fué muy superior. Habiéndose ido aumentando los médicos, fué preciso compli- car y embrollar la medicina para que todos tuvieran ocupación; pue9 mientras mas abs- trusa ú obscura sea, tantos mus médicos se necesitan. Hoy vemos cinco donde hace trein- ta años no habia mas. que uno. ¿Habia en- tonces menos enfermos que en nuestros dias? ¿'Morían los hombres mas jóvenes ó mas vie- jos? Estas cuestiones no están resueltas. Los modernos (hablo de los del siglo XIX;) ful- minarían Ja execración contra el atrevido que se declarase en favor de la purga, adminis- trada y reiterada en proporción de la nece- sidad. Los que se esfuerzan en hacer una pintu- ra espantosa de los efectos de los purgantes ¿qué se proponen/ Fácil es adivinarlo. En vez de observar la naturaleza, perpetúan erra- dos sistemas, sean cuales fueren sus malas conr secuencias; el uso, las preocupaciones recibi- das, y la ceguedad general, continuarán jus- tificándolos como hasta aquí. D 76 No cumpliría, sin embargo, á los ojos de la humanidad, si no hiciera cuanto depende de mí para publicar todo lo que me sugiere el sentimiento de la verdad , y la certidumbre que me dan infinitos sucesos de una prác- tica constante y sostenida. Aun diré mas: te- mería tener complicidad en el mal que se ha- ce, y la conciencia me atormentana con sus remordimientos. La purgación y los purgantes tienen sin du- da que luchar vigorosamente para triunfar de las preocupaciones. El error ejerce tal im- perio sobre los entendimientos, que hay mu- chos enfermos que ven no solo con indiferen- cia, sino con gusto, salir Ja sangre de sus ve- nas: ¡tan persuadidos están de que esta pér- dida les es necesaria y útil, y aun hay mu- chos que creen que nunca se les saca bas- tante! Tales hombres, lejos de tomar las pre* cauciones necesarias para contener los pro- gresos de la corrupción que los destruye, ace- leran y aumentan sus estragos. ¿De dónde proviene tanta ceguedad? No es por cier- to fácil explicarlo; porque el intolerable he- dor que despiden de ordinario los cadáveres, cuyas consecuencias son tan justamente temi- das, es una prueba incontestable de que la corrupción no se ha evacuado, quedando en- tera en el cuerpo del difunto, al que acom- paña hasta su última morada Y al meditar sobre este error, no podría sernos permitido decir , que parece que las terribles parcas, mirando como insuficiente la 77 causa de las enfermedades para malar á los homores, l< s sugieren la idea de recurrir á esie medio para conseguir su intento? ¡Qué desg ariados son los que participan ie seme- jant ■ error! ¿No seria una inhumanidad de- jar de instruirlas sobre lo que tanto importa á la conservación de sus días? Casos prácticos. La verdad tarda mucho á prevalecer con- tra el er^or: la inexperiencia y la mordaci- dad apuran, aunque en vano , todos los medios de una sátira maligna para obscurecerla. ¡Mi- serables! pien-an que la purgación gasta el cuerpo,-y que la corrupción le conserva. ¡Cuan mezquina es la comparación del caldero que se gasta á fuerza de limpiarle! Piensan que el orín conserva los metales que ataca. El mismo raciocinio debemos hacer para evitar la corrosión y efectos destructores del metal, que para librarnos de la putrefacción que ma- ta á los hombres por el duño que causa en sus visceras la falta de limpiarlas, como el orín corroe los metales cuando no se cuida de limpiarlos lu go que aparece. ¿Qué dirían estos discursista?. y disputadores, si se les mos- trase un número considerable de enfermos, pur- gados durante veinte y treinta dias consecu- tivos* sin interrupción? Si entre estos se les hiciese ver uno que purgado durante cuaren- ta dias también sin descanso, y después de haber hecho en este periodo cuatrocientas de- posiciones sin haber arrojado una sola lom- briz, empezó» á arrojarlas en gran cantidad, y de un tamaño extraordinario; y aun continuó arrojándolas durante las purgas que so le ad- ministraron sucesivamente, ¿se atreverían aun á sostener que un enfermo está bastante pur- gado con tres ó cuatro tomas, y que no hay casos en que se deban continuar hasta la per- fecta curación? Los enemigos del principio en que se funda este método , dirán acaso que este enfermo estaría dotado de entrañas mas robustas, y que estos son fenómenos que se exceptúan de las reglas generales de la natpraleza : ¿qué dirían si se les presentase otro cuya enfermedad , reputada por incura- ble, presentaba una complicación tan desespe- rada¿ que la epilepsia era entre sus caracte- res- el que daba menos cuidado ; y, que se purgó durante sesenta dias sin interrupción, porque él mismo conoció que mientras mas repetía las purgas mejor se hallaba? No con- tenió con esto, para obten r su curación per- fecta se purgó después doble número de ve- ces; si bien entonces lo verificó en diferen- tes intervalos, con arreglo á nuestro régimen. El caldero, pues, no se ha gastado por lim- piarle, y ha tenido muchos imitadores con el mismo éxito, y el número se aumenta todos los dias. ¿Qué dirán éstos enemigos, 'poco delicados en la elección de las armas para ofenderá un mcíodo que combaten sin conocerle, y sin mas razón que sus multiplicadas curas hu- 79 inillan su amor propio y perjudican á sus in- tereses? ¿qué responderán, repito, á este nue- vo caso práctico? Un hombre acometido de una disenteria, con- tra la cual se emplearon los medios ordina- rios, vino de resultas á quedarse padeciendo una tenaz y violenta cólica, y recarrió á mi método. Apenas la primera dosis de purgante del artículo segundo, que calmó bastante la có- lica,, terminó su acción, cuando etdoior re- pitió con nueva vehemencia. Entonces se le prescribió el método según el artículo tefce-: ró, El enfermo evacuaba materias tan ardien- tes, que temia el momento de la deposición por tener el ano escoriado con la acrimonia de aquellas. La cólica no dejaba de repe- tir sus ataques en cuanto la dosis purgati- va acababa sus efectos. El enfermo, que mien- tras la purga estaba en lo mas fuerte de su acción, padecía muy poco, y á veces nada, preguntó el motivo, y se le respondió: Los efectos de los purgantes sobre ¡a causa de los dolores en general, son los mismos que sobre la cólica: como tienen la virtud de ex- peler la serosidad humoral, única causa del dolor ó enfermedad , cada una de la dosis saca de su sitio y íemuve esta especie de humor, atrayéndole; y cuando la dosis no es suficiente para evacuarle del todo, es menes- ter que el: purgante se repita con la conve- niente rapidez,1 porque el humor volverá á su sitió, luego que cese la acción que le remo- 80 vía y desalojaba; y en ónces no es extraño que el dolor se reproduzca con mas fuerza que antes, por la novedad y revolución mis- ma causada por el remedio que ha puesto el humor en movimiento. El enfermo se aprovechó de esta explica- ción: era un hombre de ingenio natural, de juicio recto y de carácter decidido y resuel- to. Asi sucesivamente la violencia de los do- lores fué la regla qie consultó en el uso del purgante; y luego que aquellos se hacían irre- sistibles, tomaba una dosis que bebia en la mis- ma botella sin medida fija. Si la cólica le dejaba tranquilo algún tiempo, tomaba un cal- do: si no le daba tiempo para la digestión, sin mas espero tomaba otra dosis de pur- gante. Sin embargo, las materias que arro- jaba continuaban siendo ardientes; la cólica no cedía, aunque las evacuaciones eran frecuen- tes, y la situación del enfermo era de cuidado. A pesar de haber arrojado mucho, se le apli- coron dos parches de cantáridas á las piernas, para atraer el humor y descargar algo los in- testinos, cuyo estado después de tantas eva- cuaciones no podía desatenderse. Las can- táridas, aunque muy cargadas y de una dimen- sión que cogia toda la parte posterior de la pierna, desde la coi va hasta el sarcajo, no surtieron el efecto tan pronto; pero al fin atra- jeron una cantidad considerable de un líquido ó humor corrosivo. Acumulóse á las cantá- ridas la purga, con actividad; mas luego que la cólica calmó, se redujo aquella á una so- 81 la dosis cada veinte y cuatro horas, y se qui- taron los vegigatorios por inútiles. Este plan duró lo menos ocho dias sin de- jar de purgarse el enfermo; y luego que la có- lica desapareció, las llagas de las piernas se cicatrizaron, el apetito volvió y se sostuvo, todas las funciones naturales se restablecieron como por encanto y en toda su fuerza, y á los tres dias de convalescencia, este desgra- ciado, jardinero de oficio, volvió á su traba- jo .... Si hubiera dado oido alas hablillas de esos hombres que se contentan con de- cir en tales casos: ¿quiere vd. matarse?;hu- biera muerto indudablemente. Otro caso semejante acaba de suceder con una muger de Hudan, atacada de una con- vulsión en el canal intestinal, en dirección de abajo arriba, y con dolores insoportables. Los accesos se repetían á menudo en el es- pacio de veinte y cuatro horas: el dolor ce- saba luego que la enferma tomaba una do- sis de purgante, y llegó á repetir hasta tres y cuatro por dia, habiéndosele administrado cien tomas para libertarla de esta cruel en- fermedad. Otro enfermo de genio precipitado, á quien se le habia prescrito un cierto plan de cu- ración, para un afecto reumático que le in- comodaba algunos años, tomó en cuarenta y ocho horas una botella de purgante que con- tenia como doce tomas, que tenia mandado debia emplear de quince á diez y ocho dias. Repitió las dosis á muy cortos intervalos, aun- 83 que las evacuaciones fueron abundantes du- rante dos dias y dos noches, y de toda es- to no resultó sino una poátracion que des- apareció al otro dia, y el enfermo cuso ente- ramente. Sobre-purgación. La sobre-purgacion ó recargo de purga , des- preciada por infinitos prácticos, y por los en- fermos á quienes hacen adoptar sus ideas, ha dado motivo á temores tan ilusorios como per- judiciales. No es posible purgarse demasia- do mientras se padece, y la enfermedad que no se ha destruido por un número de tomas de purgante, cede al duplo ó cuadruplo de es- tas dosis, como la experiencia lo ha manifes- tado. El exceso seria dar á los enfermos do- sis evidentemente fuertes; esto es, que produ- jesen muchas mas evacuaciones de las que podrían soportar en el término de veinte y cuatro horas. Siguiendo exactamente las re- glas establecidas en este método, se evita to- do desorden; pero si saliéndose de ellas le hu« biese, el mal no pasará dé sentirse el enfer- mo fatigado por el sacudimiento de la masa de los humores , menos siempre de lo que vendría á estarlo por la acción de estas ma- terias viciadas y ardientes: y siendo aquel mal fácilmente remediable, los enfermos se resta- blecen pronto, como acabamos de probar con el ejemplo, antecedente. f? , ' Yótyfnén enorme dé los humores. Por^ jíri/ cálculo fisiológico, casi las cuatro quintas partes dell cuerpo humano sé com- ponen 4e fluíaos! Tomando, pues, por térmi- no de comparación mi hombre de peáó de ciento veinte y cinco libras, resultan cien fi- bras de peso en Huidos. Sobre este peso se supone^ veinte y cinco libras, tanto de san- gre como der líquidos ,que de ella proceden, y quel sirven á dar sustancia y fuego, y á Con- servar la armonía de las diferentes' parteCí- llasy órganos de que se compone nuestro cuer- Eo. Descontadas, pues, estás veinte y cinco li- ras de ciento, quedan setenta y cinco li- bras de humores: la otra quinta parte forma las partes sólidas,.que son los huesos, las ter- nillas, las membranas, 1a carné y el cutis. La mayor parte de Ls hombres se adrrii- ran de la gran cantidad de humores y de lo poco, que pesan los sólidos; porque no reflexio- nan que esta rpasa que les parece enorme, no es mas que una reunión de tubos ajusta- dos los unos á los otros, y que contienen un fluido; así picándose con" lá punta mas sutil en cualquiera parte de la superficie, saldrá bas- tante sangre para tener la prueba aun por es- crito- Calcúlese .ahora, sabido el vóíúñlen de las humores que entran en la composición del cuerpo humano» ¡a insuficiencia dejas pureas de los. modernos, sobre todo, cuapdo la totali- dad, de estas, materias está corrompida. 84 ¿Por qué, pues se temerá reiterar , las pur- gas hasta la perfecta curación, fundándose en las necesidades de la naturaleza, que deben estar en proporción con la enorme masa'de los humores, causa de las enfermedades, Cuan- do por otra parte millares de experiencias han probado hasta la evidencia que las curas aun mas. inesperadas í han sido el resultado de este método? Permítasenos hacer una comparación: pongamos en una balanza á un lado las ventajas de la purga, y coloquemos en el otro las que quieren que resulten de la sangría. ¿No se ha repetido la sangría has- ta veinte veces consecutivas? Eñ infinitos ca- sos, en una enfermedad grave inflamatoria, por ejemplo, la verdadera pleuresía, sin repugnan- cia se mandan cuatro, cinco o mas sangrías en poco tiempo; y en nuestros días há ha- bj,vto ocasión en que se,han aplicado de una vez la enorme cantidad de cien sanguijue- las: :¿cómo ño será atentatoria esta práctica á la vida déí enfermo; y casi siempre'segui- da^ de la muerte? Cuando la sangre no fue- se el solo motor de la vida, su volumen, com- parado sobre todo con el dé los humores, no es inagotable, ni sé aumenta sino con mucha lentitud,, aun supuesto un buen apetito, dé que carecen los enfermos. ¿Por qué no se prefie- re en todos estos Casos usar de cuatrVv ó cinco purgas administradas con actividad^ Mu- chos enfermos que perecen por las sáhgrias, serían curados por este triedro protector ' ijé'fe existencia, seguro garanta del pronW rdátábre- 85 cimiento de la salud, como lo prueban infi- nitos ejemplos. Para juzgar sanamente de la di- ferencia de estos .dos métodos, bastaría de- poner aquella r prevención y espíritu de par- tido que no nos deja conocer la verdad. El arte de curar no consiste en pompo- sos discursos ni en análisis profundos. Re- quiere mas bien un justo discernimiento en el que le ejerce, y una aptitud análoga á las ne- cesidades de la naturaleza. Los sistemas se destruyen entre sí con la rapidez misma con que se suceden, porque no están fundados sino sobre conjeturas, y su falso brillo no impone respeto ni á las en- fermedades ni á la muerte. Éí hombre re- flexivo no se deja seducir por las apariencias; apartándose siempre de los extremos para evi- tar el precipicio. Debilidad de los enfermos, alegada equivocada^ mente como razón para no purgarse. La causa de la debilidad ¿no es la misma que ,1a déla; enfermedad? La muerte es la consecuencia y el. efecto de la diminución de fuerzas de los enfermos, asi como el resul- tado, de la lesión producida por la misma causa en las diferentes partes dé que se com- pone el cuerpo humano. La salida de la pu- trefacción que destruye los cuerpos, no de- bilita los enfermos una vez expelida de sus entrañas, siendo su expulsión él único medio para libertar las fuerzas y la. vida de la aC- cion de es^a misma corrupción. 86 La 'debilidad cjiié puede experimentar un enfermo al principio dé la Curación dÑ rígida por este método ó durante el uso del purgante, es efécío del vacío que resulta/ y qué de pronto produce en las visceras y va- sos una laxitud que aproxima sus"paredes; has- ta que estas partes,'libres por la evacuación, vuelven á tomar su tono natural. €Jori esta causa de debilidad, se reúne él calor' mas ó menos ardiente de la serosidad agitada y pues- ta en movimiento por la purga; pero laeva- cuacion pronta de estas materias, Contribuye poderosamente al restablecimiento de las^ fuer- zas, supuesto que fas liberta de la acción de la materia que las aniquila. Lo que suce- de cuando la purga empieza á obrar, difiere poco de lo que experimenta un hidrópico de resultas de la operación de la paracentesis. La relajación de las partes, acostumbradas ppr largo tiempo á estar tirantes y separadas las unas de las otras „ hace que el enfermo pa- rezca muy débil, y tanto que á veces es pre- ciso suspender la evacuación del agua pa- ra dar tiempo á que las partes orgánicas vuel- van á tomar un poco de tono. Lo mismo sucede en hUestro régimen: hay tiempos fijos para suspender las evacuaciqtttes ó él uso de ¡ps evacuantes. Así como lá evacuación del agua del cuer- po de un hidrópico á quien se ha hecho la operación de la paracentesis, no es la causa de la debilidad que experimenta; tfel mismo modo la evacuación de las materias daña- 87 das, corrompidas ó podridas, no puede con- siderarse tampoco como Causa de la debili- dad que, se siente durante la purgación. En este caso hay flojedad, pero no verdadera de- bilidad, pues qué no hay pérdida de sustancia. Los antagonistas de esta opinión ¿sé atre- verán a sostener que no debilitan á sus er> fernios con las sanguijuelas, la sangría y la dieta , rehusándoles alimento aun cuando la naturaleza lé pide , por los refrescos tan enemigos del calor natural , por los baños y por todos los debilitantes que ordina- riamente se emplean?.... ¡Qué contradic- ción y qué error! Negar que lá evacuación de la masa de los humores es indispensable cuando están en estado de putrefacción, es la mayor ceguedadi y no la hay menor ep oponerse á lá expulsión áe los que pueden estar adulterados ó corrompidos. Suponer que este método pueda traer malas consecuencias, es querer desmentir una feliz experiencia, y decir que los purgantes son mortíferos en las enfermedades. ligeras 6 a«udas, inveteradas ó no inveteradas, es desconocer lá causa d; las enfermedades y la de la muerte, cerrando los ojos á lo que . directamente puede curarlas. Purgación insuficiente. Si no se administra á un enfermo sino al gnna dosis de purgante, cuando es necesario hacerle tomar, mayor número, no se logrará e] ün que se desea, que es la curación. Si .. . «8. estas dosis, por ejemplo, no se repiten sino al tercero dia, ó de dos en dos dias, cuan- do la urgencia del caso exigiría que sé le administrasen hasta dos tomaá de porgante en las veinte y cuatro horas; se aumentará la violencia de los dolores, y se irritará la cau- sa de la enfermedad, haciéndola mortal si an- tes contenia alguna nialignidad. Muchos enfermos suponen haber hecho bas- tante, cuando, segun.su opinión, de los que los asisten, ó la suya propia, han tomado'cier- to número de dosis de purgante. Temen el exceso , y el miedo; no dejándoles ya racioci- nar , entorpece el plan curativo, precisamen- te en el tiempo én que seria necesario ac- tivarle para restablecer las funciones natura- les en su libre ejercicio, proteger las vitales é impedir la muerte; cediendo á funestas su- gestiones, olvidan ó desconocen la causu de Jas enfermedades, según existe en la natura- leza. Si el enfermo que una vez empezó por este método le abandona por desconfianza, el facultativo que le asiste no hace en verdad un hallazgo muy feliz para adquirir reputa- ción. Pero por mucho que pierda, á mucho mas se aventura aquel que puede llegar á ser víctima de su propia volubilidad. Purgantes que la práctica acredita como preferibles. Ni con el emético en polvo, ni con los pur- gantes ciasos ú opacos, se descariará la eco- 89 norma animal de las materias corrompidas que existen en las entrañas, y mucho menos de la serosidad' acre ó corrosiva que produce to- dos los ,males, y desordenéis que resultah.de las enfermedades: es preciso emplear los pur- gantes..atenuantes, y los resinosos é hidfiagp- gos por las'vjás inferiores. Los eméticos pro- vocan la contracción del estómago ó el vo- mito, y deben moderarse ppr un vehículo.pur-1 gante, á fin de que la plenitud se evacúe, por lá vía mas conferente á láconstitución del enfermo , y para evitar los esfuerzos que dia> riamente se notan en el uso del el eticó. No proclamamos un nuevo descubrimiento en' farmacia ; «stos medios son conocidos y es- tán descuidados > ó por mejor decir ignqra.- dós, porque se desconoce la causa de las enfer- medades. Abandonando enteramente lápráe- tica benéfica de los antiguos, que conocían me- jor que los rapdernos la, necesidad de la jjpur- ga, se ocuparon mucho'en los purgantes, y á ellos es á quienes debemos el descubrimiento y la indicación de diferentes especies de reme- dios, aun. de aquellos á que se atribuye mas virtud. ¡Con cuan justa razón han mereci- do el reconocimiento de. los que han sabido apreciarlos! Hubo un tiempo en que se de- dicaron a distinguir las diferentes especies dé humores para.oponer á cada uño el purgan- te mas propio; dándole ret nombre del humor cuya evacuación se proponían. Llamaron melánágogo al purgante contra la melancolía: flemagogo al que tenia por ob- §0 jeto limpiar |a pituita ó la flema. El cola* gógo era elprirganté de ia bilis, y le llama- ban el hidrágógó al purgante propio para eva- cuar" las aguas. En fia, para háfcérfó tddb dé! un golpe, cuando los progresos de lá cien- cia llegaron á cierto punto de perfección, compusieron un panqnimagogo, esto 6ú'y un purgante para todas las especies de, hambres. ^Esta última composición parecía y fué lá mas propia para el fin que sé propusieron, pues que atacaba la superabundancia de humores en general. En lo, sucesivo, viendo esta su- perabundancia en la masa dé las materias éomo era nías natural suponerla, se ofreció la necesidad de atacar todas las partes hu- iñóráles qué ocasionan la plenitud para eva- cuarla,')' su método sobre este ponto es me- j~Or que el de jos modernos. "Reconocían en la superabundancia de los humores una su- perfluidad que estos últimos atribuyen por el contrario á la sangre. ¡Cuan grande y per- judicial es este error!. Sin embargo, no se puede decir que los pri- meros conocieron la [causa de las enfermeda- des;, aun |Ue ño se pueoV negar que hah he- cho servicios importantes á la humanidad do- liente. E!n aquel tiempo los hombres llega- ban a'víejos, lo* ñiños bien formados se ha- cían hombresi fuerte^ y robustos; y la salud' era, p-r decirlo así, el tesoro de todos. La nbmen- datura de las ehférméíládes no era tan oMlátpdt ni tan pomposa cotno en nuestros dias; pero en desagravio se consultaba mas con la recta razón. 91 Los purgantes de los antiguos han sido in- eficaces para curar ciertas enfermedades, por- que no conocieron la existencia de esta se- rosidad humoral, y no sabían servirse tfé supan- quimágogo para la evacuación de ésta fluxión* y de aquí es que los ingenios empezaron po- co á poco á crear diferentes sistemas, q«e á fuerza dé multiplicarse obscurecieron la ver- dad, ó' mas bien la sepultaron en un abismo de confusiones. Sobye él descrédito de los galenistas y la. purgación. En! todas fas énocaS los prácticos que han ádoptarjo él uso frecuente de los purgantes, han hecho curas que parecen milagrosas; pé\- ro los enemigos de está medicina no gustan dé prodigios, y la detestan. El facultativo:qué en una enfermedad, cualquiera qué fílese( SU duración, administrase mas de seis purgas, pO¿ dría prepararse para verse desacreditado, y á oirse los baldones mas odiosos. Diez años áto- tes aun se hubieran encontrado algunos prác- ticos dispuestos á administrar esté número de purgas; pero en nuestros días la proscripción de los purgantes es absoluta. Sanguijuelas y mas sanguijuelas, y aunque el enfermo esté rebozando en corrupción. ¡Qué no dirá,» dé mjt La sola idea de un pártante los pone én convulsión, se agitan en contorsiones es- pantosas; votan, maldicen, gritan y amenazan: son cómo los marineros de Cristóbal Colon, 92 que no querían creer la existencia de un nue- vo. mundo, Ñoiobstante se ven precisado- á callar, porque, .¿qué fuerza han de ..tener, sus inútiles, gritos contra curaciones numerosas y noAoriás?; ^contra el testimonio de, hombres que diqep en alta voz, á cuantos^quieren. escu- charlos: ,,Yo estaha enf-rmq, muy enfermo, á las 'i puertas de la muerte; y hoy: gozo de bueña salud,-gracias al descubrimiento de la. causa de las enfermedades, y gracias, á, los purgantes dirigidos contra ella." Una de las causas de la insuficiencia.de los purgantes de los antiguos y de los modernos, provenia también mucho de que la mayor par- te ;de estas composiciones no eran;.materias desleídas y liquidadas, sino polvos, pildoras ^r,: y estas preparaciones no., podían producir el efecto del líquido que yo administro.^ Se pue- de: no obstante en algunos casos .admitir qI uso de aquellos purgantes; pero no'se debe confiar mucho en ellos: por lo general es me- jor usarlos ó alternativa ó simultáneamente oon los purgantes líquidos, qué emplearlos solos. De los humores flemosos» En nuestros dias ha querido un medico imi- tar á los antiguos por medio de un purgante dirigido, particularmente contra la .flema. Ha dado á luz una obra en la que explica su sis- tema; pero su método se funda en u(n falso principio, pues tan natural ,pa, al cuerpo hu- manOr flema, como sangre y otros humores. 03 Todo ctrerpo es flemoso y humoral, tanto en estado dé salud cómo eri el dé enfermedad: los humores, como ya lo hemos repetido, no son por su esencia la causa de las enferme- dades; és menester para que las produzcan ó causen una muerte - prematura, que estén vi- ciadas ó corrompidas;1 y de esta condición, sin la cual no habria nunca superabundancia, no se trata mas en dicha obra sobre las fle- mas, qué en los otros autores que han hecho uso de los purgantes. En ninguna de ellas se explica la formación dé esta viscosidadr ni se dice tampoco de donde proviene esta su» perabundancia , cuya evacuación se intenta provocar; La flema se forma por el calor natural del cuerpo, que recociendo una cierta 'parte de los alimentos, produce este humor, cuya justa proporción constituye la salud. La su- perabundancia de flema no puede existir si- no en una persona enferma cuyos humores "estén corrompidos, y que en consecuencia ha- yan producido un calor extraño, es decir, la serosidad humoral que hemos analizado. Es- te cáltír extraño puede recocer mayor can- tidad de humores que el calor natural, y for- mar mas cantidad de flemas en el tubo in- testinal. Resulta también de la acción que este calor extraño ha ejercido en la flema y en lá Circulación, que la sangre adquiere cier- ta viscosidad que se presenta muchas veces en la orina, llevando alguna vfz consigo pori- cion de ella. Siendo pues cierto que la su» J>4 perabundancla de flema proviene de su cor- rupción, cpmo.de la Regeneración de los de- mas, humores,, ¿de,qué utilidad puede ser con- tra la;.enfermedad que de aquí nace, el pre- tendido antiflemoso? El panquimagogo de los antiguos es sm duda preferible, pues que en cierto modo puede atacar la masa entera de. los humoiCs^ . :■> . Modo de obrar de los purgantes. Pocos llegan ¿entender el, modo con que los purgante», producen la evacuación de los humores^. Se. lía, dicho que obraban por in- digestión, y que de esta resultaba una eva- cuación, sea cual-fuere su naturaleza; pero esto, es un > error. Para conocer bien ¿ de qué modo obran los purgantes, es preciso haber- los «Sado mucho, ó haber sido testigo-di; las infinita» curaciones que han hecho en enfer- mos de; todas especies y calidades. Los purgantes sacados del reino vegeta], co- mo los de nuestro método, son comparables á las producciones del mismo reino; que sir- ven de alimento al hombre, con la dife/en- oia qué nosustentanperque.no i>e»t;n ía par- te nutritiva, y que evacúapipor ser esta su virtud; están, sujetos 4 la ¡digestión , y pasan del estómago á los intestinos; se distribuyen en toda la economía annmal, filtrándose en ¡par- te por las•.. venas lácteas,' como el aceite de los ; alimentos: d in ; acción al c;¡ nal intestinal ,y aceleran su movimiento poeistálticorpor cu* 95 yo* medio evacúan la corrupción: comunican á la circulación el impulso que estimúlalas excreciones: obran sobre los fluidos, excitan- do también su excreción por la via de la ori- na; y esto ea lo que se llama la orina tur- bia, como se observa durante la purgación ó' flujo de vientre, y siempre que los humo- res se evacúan por. esta via: obran sobre la expectoración y la traspiración, facilitándola y poniendo en ejercicio todos los emunctorios; en fin, los purgantes obran sobre todos los órganos excretorios de la economía animal, que de resultas de su acción se limpia y pu- rifica. Si hubiera alguno que pusiera en duda los efectos de los purgantes, ó no admitiese su infiltración en las vias de la circulación, ¿no bastaría para desengañarle la narración del siguiente hechoí Un relojero de Etampes fué acometido de una enfermedad aguda que le cau- só la muerte. El enfermo conocía su situa- ción , y quiso hacer el último esfuerzo; era un acto de humanidad auxiliarle en su pro- pósito, empezando por ver si la naturaleza ofrecía aun algunos recursos; mas todo fué en vanó, porque el enfermo carecía de la sen- sibilidad que necesitan los purgantes para obrar; y así habiendo tomado muchas dosis en un solo dia, no logró ni una sola evacuación. Pe- ro ¿qué sucedió? que trasudó una buena par- te riel evacuante que habia tomado; su piel y su camisa se pusieron como en caso de Uh sudor extraordínarmmente copioso, y por 96 todos estos caracteres se Conoció el purgantes Los enfermos no pueden libertarse de jas materias viciadas que; su cuerpo contiene, sin purgaciones. sostenidas. y continuadas ,,: ni el hombre puede sustentarse sin una sucesión de comidas proporcionadas á sus necesidades; y así como:todas las partes del cuerpo huma- no se sustentan de los productos de los ali- mentos, del mismo modo pueden ser limpia- das y purificadas por el uso bien administra- do de los purgantes suficientemente repetidos. Los purgantes mirados como nocivos por ar- dientes. Habrá algunos que animados de un espí- ritu de contradicción inculparán á los purgan- tes de este método, las incomodidades y ac- cidentes que el enfermo experimenta duran- te su acción , considerándola como dañosa. En este número se encontrarán todos los que no han administrado nunca sino dos purgas seguidas, porque en ésta materia sus conoci- mientos son muy limitados, y otros no con tanto candor afectarán dudas y peligros en un principio confirmado por curas notorias, cuyo régimen Curativo han observado ellos mismos. Si el enfermo presta oídos á la voz de la inexperiencia y de los hombres de que aca- bamos de hablar, no dejará de oir ..que los purgantes' enardecen, acalman, corroen y otros dislates El calor excesivo ;que experimenta el enfermo, no es otra cosa smo el efecto de la serosidad, sumamente, acre, puesta en m movimiento por los mismos evacuantes; pe- ro si estos s¡é repiten, como lo exige la evacua- ción de la causa de todas1 las enfermedades; sutilizan lá fluxión , libran1 la naturaleza del calor ardiente, de la sequedad, dé la sed ve- hemente, de la inflamación, de la consunción y de todos los accidentes qué pueden asal- tar al enfermo. En fin, los purgantes produ- ciendo los efectos que se acaban de explicar, son los únicos medios de refrescar verdade- ramente, por mas que' digan todos los que, por falta de la conveniente experiencia, no han conocido todavía que para refrescar es menester destruir el principio del calor ex- traño, que en este caso proviene menos del movimiento de los fluidos que de la pre- sencia dé un cuerpo ardiente, y por lo mis- mo de los mas dañosos. Los purgante»'ex- pelen está materia ardiente como el mis- mo fuego; mientras que los refrigerantes, que cuando mas pueden embotarla, dejan en pié la causa del mal, y á la naturaleza sola el trabajo de descargarse del peso que la agovia. La purga ho siempre puede usarse sin que se experimenten algunos dolores cólicos mo- mentáneos ti: otra incomodidad en la caja del cuerpo. Muchas personas atribuyen siniestra- mente estos cólicos ó incomodidades al pur- gante de que hacen uso. No es difícil disi- par sus preocupaciones, yl hacerles conocer la verdad sobre éste importante asunto. * La Serosidad calurosa ó ardiente; és un fluido es- parcido en la masa de los' hujnorés£.lospur> 9$ gantes atraen este fluido de los puntc# mas distante* aí canal intestinal, es decir, que éferan de la circunferencia al centro del cuerpo, en donde reúnen aquej fluido para expelerle por las vías ordinarias, y ng^abia con la idea de verme libre del-,dolo;. ¡V!ana'es- peranza! Pasaron larg¡s horas sin expflrijrnerh tar evacuación alguna. Tomé-una i segunda 109 dosis para ayudar á la primera, y no tenien- do m jor éxito repetí la tercera y otras mas. Es de advertir que las tomas unas veces eran del purgante y otras del vomi-purgativo, con la intención de evacuar por una y otra vía; pero iiiís esfuerzos fueron inútiles. Usé tam- bién de lavativas sumamente purgantes- sin lo- grar evacuación, y mi mal se aumentaba. Ya empezaba á delirar, cuando el bu>n Pélgas, que se hallaba en mi compañía dijo: ,¿Yo no le dejaré á vd. morir: estamos identificados por la amistad , y me interesa sobremanera sU conservación." Indiquéle que acaso me Con- vendrían las cantáridas; y me las aplicó des- de luego. Estas atrageron á las piernas una gran por- ción de la serosidad qué por su mucha acri- monia había encogido los intestinos, queda- ron libres, y se promovió la evacuación Con una abundancia proporcionada al número dé o<%ho ó diez dosis tomadas unas sobre otras. Qué crisis! ¡Cuantos" por defecto de aquella comprensión ó luces, de que por desgracia ca- recen aún no pocos, eran contrarios y no apro- baban mi método de curación, se vieron obli- gados á ceder á la evidencia! salió de mi cuer- po tanta podredumbre, y su fetidez era tan- ta, que fué precio abrir todas las ventanas; y á vista del suceso'confesaron todos que las verdades mas importantes de la med ciña, es- taban para muchos cubiertas con un velo -im- penetrable,-por no conocer el prinCipio; que sirve dé ba6a á este método.- . ; » 110 Habiendo recuperado mi cuerpo su ordina- ria sensibilidad, repetí la purga hasta renovar la masa de los humores, conforme á lo pre- venido en el artículo cuarto del régimen cu- rativo, habiendo en toda la curación tomado como unas ciento y cincuenta dosis en el es- pacio de seis meses. Por el conocimiento que tengo de mi mala constitución, me he visto en lo sucesivo obligado á tomar precaucio- nes, convenientes, haciendo frecuente uso de Ja purga , para evitar las recaídas que ame- naza en semejanies casos. Arreglándome á este método y á fuerza de cuidado, consigo conservar mi endeble exis- tencia, y disfrutar una salud que ha supeía? do- mucho á mis esperanzas; y á condición de continuarle, ci buen Pelgas me pronosti- có que podía llegar á sesenta años: y enten- día la materia, pues no se equivocó en su pro- pio pronóstico. Nací con una constitución de las que mas rigorosamente merecen el nom- bre de viciadas, pues las de mi padre y ma- dre eran tan malas, que murieron el uno á la edad de cuarenta y dos años, y el otro á la de cuarenta y ocho; después de haber pasado los diez, de que yo ms acuerdo^ en crueles dolencias. Algunos de mis herm mos menores no pudieron vivir por efecto de la progresión de la edad, y sobre todo del es* taao enfermizo de los autores de su vida. De- licado por organtzacion, pase la infancia en continuas molestias, y con.la eif rnied-id pe- dicular , á pesar de -los meesaiiieis qviidadus 111 que mi tierna madre me prodigó hasta h ado- lescencia. Esta edad no rae fué mas pro- picia: frecuentes flujos de sangre por las na- rices, dolores'de muelas, calenturas que solían durar diez meses, y otras muchas enferme- dades, en que por desgracia anduvo lista la lanceta: he aquí la historia no exagerada de mi salud en lo mejor de mis dias. Al entrar en la pubertad presenté algunas señales de vigor, y esto dio margen para que mis compañeros me llamasen: Engaña la-muer- te, y me aplicasen otros apodos que indica- ban mi situación. Pero antes de los veinte y cinco anos ya padecía dolores reumáticos que atacaban todas las partes de mi cuerpo, y que asaltándome cuando menos pensaba, no me permitían moverme. Esta fué la cau- sa, el origen y los progresos dé la enferme- dad que dio ocasión á que yo empezase á adquirir ideas sobre los principios del difunto Pelgas, que son los de la medicina curati- va, de aquella que mas se acerca á la na- turaleza, y que está en exacta armonía con sus necesidades. Cuando empecé á regirme por esta doctri- na, me dije á mí mismo: „Pues yo he abier- to los ojos á la luz que me han presentado, debo creer que un gran número de enfer- mos vejados por la incómoda situación en que se hallan, pensarán también en su con- servación, y seguirán mi ejemplo." La opinión de un médico enfermizo , como yo he sido, siempre, debe ser de algún peso en la balan- 112 za de los sistemas. ¿No podrá contribuir en algo; para confirmar la de aq lellos que están conformes con la suya, y convencerá los que tienen otra diferente? Rasgando el velo del error, cualquiera podrá ver lo que yo he vis- to; mas no por una experiencia como la mía, pues que nadie la ha padecido »anto.. Mi esposa que he tenido la desgracia de perder prematuramente, no debió á la natu- raleza mejor constitución: nació contrahecha y vomitando atrabilis; pero su padre á favor del método curativo, triunfó de repetidos ata- ques morbosos, y auxiliado de la naturaleza, hizo desaparecer el vicio de su complexión; pero nunca le prometió mas vida que hasta la edad de cuarenta años: sin embargo, siguien- do con constancia este método ha vivido has- ta los cincuenta, término muy corto para qui n la llorará toda su vida. Cuando se supo la resolución de nuestro casamiento , todas sus amigas le pronosticaron una próxima viudez, y sin embargo ¡yo la he sobrevivido!.... El buen Pelgas fué acometido de asma y de hidropesía á la edad de cuarenta años, y triunfó de estos dos enemigos, haciendo con- sigo lo que aconsejaba á los otros. Jamas se separó de los principios que habia estableci- do sobre su descubrimiento de la causa de las enfermedades: así prolongó su vida hasta la edad de setenta y dos años, y . luchó cineo contra el estado de decrepitud, siguendo >as reglas que prescribia á sus enferm «s Se de- be advertir que la naturaleza le habia priva- US do de un desahogo sumamente necesario, pues nunCa pudo espectorar, esto es, ni gargaj ar, ni vomitar, ni aun sonarse las narices por mas tentativas qué hizo á este efecto; y así fué que la imposibilidad de descargar el pe- cho no le permitió prolongar sus dias por mas tiempo. Estaba escrito en el libro del destino, es- to es, la Providencia lo tenia así decretado, que yo perdiese á mi suegro y á mi espo- sa, sin poder proporcionarles ningún alivio en el momento de la separación eterna de este mundo, ni siquiera ofrecerles algún consuelo. Cuando murió el padre, estaba separado, y cuando la hija cayó enferma y perdió la vi- da, estaba ausente de mi casa: perdóneseme haber hecho esta digresión en obsequio del amor conyugal. Mi hija, esposa hoy del señor Cottin, bo- ticario de París, calle del Sena, arrabal de San Germán, también se ha resentido de la endeble salud de sus padres. Nació con una supuración fija en un ojo, amenazada de su- focación, con dolores cólicos, y en un esta- do que no daba esperanza de vida, y á los diez y seis meses fué asaltada de viruelas, acompañadas de una calentura pútrida que le amenazaba con la muerte. En lo sucesi- vo ha padecido con frecuencia males de ojos, inflamatorios y de otras especies, y catara- tas y convulsiones que la producían vahídos, seguidos de estremecimiento en toda la ca- beza. Padeció tumores ó infartaciones en las 114 glándulas, una fluxión escorbútica en la boca, en las encías y en los labios; en fin, expe- rimentó un conjunto de enfermedades que se sucedían rápidamente las unas á las otras, ó mas bien era un estado permanente de en- fermedad, que sin mi firme resolución de com- batirlas hasta exterminarlas, habrían sin duda acabado con la enferma. Empleé los medios de mi método con tan- ta actividad como perseverancia , según mi propia convicción, las luces de mi práctica, y todo lo que el amor paternal me inspira- ba. Convencido de que todo enfermo pere- ce por la acción de la enfermedad de que es acometido, y seguro de qu >. no puede ni mo- rir ni experimentar el menor daño por la ac- ción de un evacuante análogo á la causa del mal, tuve la dicha de triunfar. La enferma empezó á purgarse el dia si- guiente de haber nacido, y si digo cuantas veces repetí el uso del purgante, temo que no se me crea bajo mi palabra; sin embar- go no dudaré afirmar que hasta la edad de cerca de diez años, la niña vino á estarse purgando como una cuarta parte del tiempo que habia vivido; en términos que se le die- ron cerca de mil tomas, ya del vomi purga- tivo, ya del purgante solo. Su constitución se mejoró en lo sucesivo de tal modo, que de diez á doce años ya no fué necesario pur- garla sino como una sexta parte; desde doce hasta catorce, siguiendo la misma proporción, tina décima ; y en lo sucesivo fué disminu- 115 yendo hasta la edad de cerca de diez y sie- te años, en que empezó á gozar de buena salud. Debo advertir que la insensibilidad del cuer- po de la enferma me determinó á aumentar el número dé las purgas; pues la dosis que hu- biera producido en otra persona de la misma edad ocho ó diez evacuaciones, no la hacia experimentar á veces mas que dos , y estas poco abundantes, de lo que provenia su len- titud en limpiarse. La naturaleza no la ayu- daba por su estado de decadencia, y sin un socorro tan eficaz la enferma hubiera pere- cido. Las dosis que se le administraron fueron mas abundantes ó mas fuertes que las que convienen por lo común á los ni- ños de su edad, pues estos en general son fáciles de mover. Las dosis que se le die- ron hubieran sido suficientes para purgar abun- dantemente hombres fuertes y robustos, y sin embargo no producian en ella sino poco,ó ningún efecto. Se engañaría el que creyese.que las dosis deben ser proporcionales únicamente á la edad y la fuerza del enfermo; es evidente que $ieben siempre atemperarse, en cuaalo á su actividad, ala sensibilidad interior del cuerpo, si'han de producir el número de evacuaciones, que. ejri- ge la curación perfecta del enfermo, insen- sible muchas veces á la acción d¿ un purgante poco activo. 9 116* CAPITULO XI. Ignorancia de los medios de curar. iX asiendo algunos reconocido la verdad deí principio en que se funda nuestro método, se han negado á mirarle como un descubrimiento, ale- gando por imposible que los profesores, y par- ticularmente los célebres anatómicos, no ha- yan visto la causa de las enfermedades como existe, y según nosotros la explicamos. Tam- bién pretenden que el método ordinario no difiere sino en el modo de evacuar esta causa: hay, dicen, facultativos que la atribuyen á la sangre, y por esto hacen evacuar este fluido, con el objeto de expelerla; otros esperan con- seguirlo por la transpiración ó los sudores, y proceden según esta opinión; otros por las ori- nas , por medio de los diuréticos y aperiti-» vos; muchos fundan su esperanza en los em- plastos vegigatorios, cáusticos, ventosas, seda* les y otros medios externos. Esta conducta tan varia entre los prácti- cos, esta contradicción de los autores que les sirven de guia, ¿no es la prueba evidente de que el descubrimiento de la causa de las en- fermedades se le debe al" cirujano Pelgas, y al autor de este método que la ha desenvuel- to y puesto en claro en casos positivos/ \ á vista de ello, ¿no parece que los prácticos ordinarios están diciendo á voces que aban- donan á la naturaleza el cuidado de curarse' ÍI7 a si misma? Esta confesión tácita de su par- te, ¿no prueba evidentemente que ignoran el medio mas seguro, y al mismo tiempo el mas expedito, para atacar con el mejor éxito la causa de las enfermedades y de la muerte pre- matura? Nos parece, pues, que así como se^ ria acreedor á alguna gratitud el que halla- se para conducir á un país ya conocido un ca- mino mas seguro y corto que el que existia an- tes; asi también no se puede negar á este mé- todo el mérito de indicar el pais y el verda- dero camino que puede conducirnos mas di- rectamente; y los medios con que lo realiza son la claridad y la experiencia, consultada en hechos que están al alcance y á la vis- ta de todos. Felices curaciones en uno y otro hemisferio , que llegarán tarde ó tem- prano á la noticia de todas las personas que aun las ignoran, prueban suficientemente que los métodos anteriores no eran análogos a las necesidades de la naturaleza, habiendo recaí- do particularmente en enfermedades declara- das por incurables. Demuestran también con evidencia, que los facultativos que hasta en- tonces habian asistido á los enfermos, no sa- bían bien el camino mas corto, esto es, no habian conocido la causa de las enfermeda- des ni los efectos de la purga. En efecto, ¿cómo se conducen los hombres en general? hacen lo que en semejantes ca- sos han hecho sus predecesores _ Y ¿qué hay que admirar que se extravíen tomando por guia á quien no sabe el canino? Quien co- 118 noce ía causa de las enfermedades y su-prin- ¿ipioj halla donde está el malj no camina á tientas, ni lo prueba todo á tientas, como se acostumbra; sino que desde el principio, y sin andar por rodeos, emplea los medios únicos que verdaderamente curan. Hacerlo así se- ria mas laudable, y probaria mas buenu fe, que no suscitar discusiones sobre la Tealidad de un descubrimiento. ¿Qué es lo'que de- sea un enfermo que llama á un médico? La salud. Y por qué no complacerle adoptan- do un método acreditado por tan numerosos é inesperados triunfos? El cirujano Pelgas no pudo tratar de su asunto sin acusar de -insuficientes muchos re- medios que se usan dé ordinario en la curación de las enfermedades. Firme en los conocimien- tos que su práctica y experiencia re habian dado, creyó débia publicar la inutilidad de los me- dios adoptados por la1 rutina. Hizo mas: dis- tinguió entre estos los que son inútiles ó inefica- ces , de los que positivamente dañan ó per- judican á la salud y- á la vida de los enfer- mos. ■ Pero al publicar estos conocimientos nuevos en el arte, ó que habian sido olvi- dados ó poco apreciados, no honró por eso menos la memoria de los grandes hombres, á quienes la medicina debe tantas cosas úti- les. Me glorío de haber adoptado sus prin- cipios y extendido su método; y á su ejem- ploy seré siempre ol primero en respetar el ilustrado celó, 'sagacidad y calidades eminen- tes de que están adórnadbs muchos facultati- 119 vos contemporáneos míos. Esta declaración me.inspiran mi corazón, el amor de la¡ ven- dad y la ingenuidad de mi carácter^ Pero ¡qué de obstáculos hay que vencer! ¡qué de,preocupaciones que destruir! ¡cuántos per- judicados en intereses, cuyo sacrificio es sensi- ble! Todo, método que echa por tierra el apa- rato pomposo de vanos sistemas, debe eon- tar con hallar, durante largo tiempo infinitos impugnadores. Si el mió no está ya mas ex- tendido, y ¡no es por consecuencia mas útil á los enfermos, es porque la ignorancia y la malignidad le oponen tantos estorbos,> como pudieran las mismas, enfermedades por invete- radas é , incurables, Desde el principio tuve que combatir los esfuerzos reunidos dé un pro» digioso número de personase de opinión con-* traria, Hasta mis aciertos,,si bien me han valido muchos amigos y prosélitos, tambieh me han suscitado en. todos los puntos del globo enemigos : crueles; cuyo amor propio, humilla- do ó vencido, no quiere rendirse. Los mas débiles emplean una ar«>a digna de su cobar- día* y á falta de razón recurren á medios bajos que la delicadeza resiste, y que ni aun mi plu- ma sabría descubrir sin un esfuerzo violento. ¡Cuántas injusticias se cometerán todavía con» tra la medicina curativa, mientras que los prin* cipios en que se funda no sean generalmen- te conocidos! ¡Qué de males no atormentarán á la especie1 humana, mientras que las prácti- cas observadas existan! Cuando con franque- za se habla de la posibilidad de hacer pron- 120 tas curaciones, ¡cuántas personas disputan, por- que les cuesta trabajo acostumbrarse á este lenguage tan inusitado y opuesto á las preo- cupaciones recib dasl Se resisten á Confesar que siguiendo este método se puedan preca- ver ó evitar graves enfermedades; ni el pue- blo concibe como en pocos dias se pueda lo- grar la curación de algunas, que según cons- tantemente había visto, exigen meses y años entero*, y aun al cabo de tanto tiempo sue- le no conseguirse sino una ligera mejoría.' Si- guiendo este método se obtiene una pronta curación, improbable acaso empleando los me- dios ordinarios, el error empieza al instante á hacer dudoso el mérito, la impostura alega que estas enfermedades destruidas tan pronto, no er:m graves, sino ligeras indisposiciones; y la infame envidia se esfuerza en persuadirlo, di- ciendo que la prueba es que pocas tomas de purgante han sido suficientes para conseguir- lo, No dudaré responder á tales antagonis- tas, que si ha sucedido así, y así sucederá siem- pre, es porque la purga prescrita por este mé- todo se d'rige coi tra la causa, contra la ver- dadera causa de todas las enfermedades. La verdad no triunfará, si los hombres testigos d^ los hechos, y de consiguiente convencidos, faltan por pusilanimidad a los deberes que aqueja impone; y si él temor de disgustar á algunos les hace callar, como sucede fre- cuenten ente, en vez de publicar los hecho» que -conocen, como exige el bien de sus se* melantes. 121 Es tan común la preocupación, que Ja ca- pacidad del facultativo se mide ordinariamen- te por la duración de la enfermedad; y cuan- do esta ha durado mucho, y el enfermo ha estado en gran peligro, entonces se cree que el médico ha triunfado de los mayores obs- táculos; y no es otro las mas veces el fun- damento de las grandes reputaciones. Trein- ta ó cuarenta visitas, á dos y á tres por dia, dan mucho realce é importancia; y ni ven ni qujeren ver que si la enfermedad se ha pro- longado, es porque el plan curativo no la ha combatido en su causa luego que se ha ma- nifestado. Si preguntamos alas personas que se di- cen curadas, cómo se hallan en el dia, tal vez nos responderían que acosadas por los res- tos de su antigua enfermedad: su triunfo se ha reducido únicamente á haber conservado la vida que estuvieron en peligro de perder; pero en un estado imperfecto de salud, bien distante del que anteriormente gozaban: la cau- sa de que proviene su mal, es el no haber evacuado suficientemente sus humores. El orí- gen de su enfermedad existe aun en sus en- trañas, en términos que su pretendida ó im- perfecta curación, se redujo á la dispersión ó neutralización momentánea de las materias á que aquella debia el origen: que con sus de- rivaciones constituye la única causa de las enfermedades. ¿Y no prevalecerá esta verdad sobre el dictamen de aquellos hombres que aunque de buena fe, y á pesar de ios hechos 122 constantes y verídicos, continúan gobernándo- se por máximas y opiniones contrarias? Si de estas observaciones se agraviare algu- no , cosa que no espero, sírvame de justifi- cación la utilidad general, que es mi único móvil, y el objeto que me propongo. Es po- sible ser muy sabios en una ciencia, y no ser capaces deshacer en ella innovaciones útiles: se pueden tener muchos conocimientos y muy bellas calidades, sin poseer el tabnto de cu- rar. Los descubrimientos no se deben por lo común sino á la casualidad: nadie está obli- gado á inventar , y ninguno pierde su mé- rito porque no se le hayan presentado oca- siones favorables para aumentar los conoci- mientos adquiridos en la enseñanza. El presente método es la verdadera medicina popular. Así lo demuestra el uso general que se ha- ce de este r/gimen curativo por todas par- tes á donde ha llegado su noticia; y todo nos promete su mayor extensión, á pesar de las intrigas y gritería de sus infinitos antagonistas. Hay una clase de hombres, á quienes no les falta mas que el conocimiento del princi- pio sobre que se funda este método, para ser los médicos de sí mismos, y egta clase es la mas rfumerosa y n as útil de los estados. ¡Cuantos por haber admitido este régimen han experimentado los mas felices efectos! Soste- nidos por la razón han reconido la causa de 123 las enfermedades como existe en la naturale* za, y la memoria de este descubrimiento que- dará grabada eternamente en sus corazones. Convencidos de la certeza de la doctrina, se han desengañado de que do hay mas que un modo y un medio para evitar las ei+fermeda- dts graves, y para destruirlas cuando existen. Hay otra clase que probablemente qí aun se dignará leer esta obra, cuyo autor no se pro- puso tampoco elevarla á la altura de sus su- blimes ideas. Esta clase se compone de aque- llas personas enemigas de la sencillez, y qu& necesitan según la etiqieia y estilo estable- cido, médicos que los libren enteramente de la modestia'de ocuparse ni pensar en el, es- tado de sU salud. ¡Pretensión risible! Con al- gunas frases brillantes se deslumhra fácil mear- te á los que componen las clases elevadas, y las preocupaciones de la educación y de la sociedad acaban la obra. Una vez alucina- dos, ¿cómo persuadirles que cada uno puede ser su propio médico con la ayuda de un sen- cillo método, que hasta el mas simple puede comprender, como que no se necesita para ello mas que comparar el principio con hechos no- torios é indispensables? ¿Cómo concebir que los ignorantes' puedan curarse á sí mismos, mientras que algunos médicos sabios dejan"cor- rer al sepulcro á los enfermos en lo mas flo- rido de su edad? Esto para muchos no es inteligible. Funesta es la prevención que nos huce desconfiar y sospechar de todo lo que pa- rece sencillo y fácil, y no lo es menos el 124 empeño de soñar dificulta les donde no las hay: en la medicina una y otra son de grave per- yih'io para los enfermos. ¿No se podrá decir que en general los mé- dicos son muy reservados , cuando se trata de hablar con los enfermos de la causa de las enfermedades, ó de lo que les hace padecer los dolores que sufren? Como la urbanidad y refinada cortesía debe hallarse en los labios de los consoladores de la humanidad dolien- te, creerían estos faltar á las debidas atencio- nes, si tuvieran la osadía de decir á un en- fermo de distinción que su cuerpo contiene una masa corrompida que es indispensable evacuar, si quiere lograr su curación; y que de no ha- cerlo así su muerte es inevitable. ¡Un enfer- mo de alta categoría tener humores! Está ro- deados de gentes que unánimes le dicen que no, y el voto de estos es para él de mucho peso. Este lenguage que ofende al oido, y mu- cho mas al amor propio de los grandes se- ñores, no es el menor obstáculo para el triun- fo de la verdad ó para que sea generalmen- te conocida. Del mismo modo que es muy común ha- llar persona» que prefieren lo gustoso á lo bue- no, y lo agradable á lo útil, es también de temer que los paliativos se sostengan aun por largo tiempo, con preferencia á los remedios curativos; y habrá personas que quieran mas bien morir conforme á los usos recibidos, que prolongar su existencia por medias sencillos, naturales, y que en el fondo no tienen en su ¡25 favor otra autoridad que la del raciocinio com- probado con hechos palpables y evidentes. Ser enterrado, como suele decirse, con todos los honores de la guerra, es mas brillante que serlo obscuramente: y estos enfermos querrían mas bien morir que tomar cierto número de pociones purgantes que podrían curarlos en un corto espacio de tiempo. En todo quie- ren pompa y ostentación, y gustan mas de un régimen recetado con mucho aparato, y que parece anuncia combinaciones arduas, ciencia y meditaciones profundas, y que regla misteriosa- mente los alimentos, ejercicio y demás, que no del medio sencillo, que no se propone otro objeto que la pronta curación de la en- fermedad. Mas se acomoda á la circunspec- ción de nuestro carácter fiar á la naturaleza el cuidado de curarnos, que descomponer nues- tra gravedad, teniendo que ir y venir á ca- da instante á la silleta á evacuar la putridez que nos mata. Así es como tantas víctimas de la ignorancia y del interés sucumben pre- maturamente, ó pasan el resto de su vida afli- gidos con males que se podrían destruir fá- cilmente. Contentóme con calmarlos, y mien- tras se alucina la parte moral, variando las situaciones con paliativos, la enfermedad si- gue impávidamente su curso y hace rápidos progresos, y el enfermo al fin perece.... ¡Re» jlexionad, lectores! 126 MEDICINA CURATIVA parte segunda. DENOMINACIÓN Y CONOCIMIENTO DE LAS ENFERMEDADES. CAPITULÓ I. ■ Consideraciones generales. omo el genio inventor descubre cada dia nuevas enfermedades, se hace mas difiuil de- nominarlas todas. Hubiera resultado una exac- ta nosología, dando un nombre particular á ca- da uno de los modos con que una misma cau- sa ataca la salud y la vida del hombre. Pe- ro habiendo supuesto que existían enfermeda- des diferentes en su causa interna, se ha abier- to un vasto campo, por donde la imagina^ cion ha podido espaciarse con brillo sin re» conocer límites en su vuelo. Lo primero de que todos hablan es del pun- to, sitio ó residencia del dolor, y á nadie le ocurre el explicar la naturaleza de la cosa que allí se fija. El que haya comprendido la causa de las enfermedades, tiene sobre es- c 127 te punto conocimientos exactos; y isfttíe que los humores deteriorados, viciados, corrompi- dos ó podridos (todas palabras sinónimas), pro- ducen una serosidad que se mezcla con la sangre. La sangre circula por!todas las partes del cuerpo, y ninguna de ellas está libre de po- der ser -el sitio ó residencia donde se fije el mal, y donde la sangre deposita esta parte fluida de los humores, que no puede Uñirse con ella. Por una continuación de este siste- ma de ¡nomenclatura de enfermedades, ya de- masiado complicado, se hubieran podido estas multiplicar sin fin; pues se puede hacer del cuerpo humano un número incalculable de par- tes, mil y mil subdivisiones, y la materia hu- biera quedado todavía mas embrollada. ¿Qué importa para la curación del enfer- mo que la residencia del mal se declare en la primera ó segunda falange de un dedo? ¿Se curará mas pronto del dolor que padece en la cabaza, y que por esto se llama jaqueca, que de otro que pueda tener en otros dife- rentes miembros, y que se llamará tal vez reu- matismo, gota ó ciática? Para su curación ¿qué importa que la infartacion sea en una glándula parótida ó inguinaria? ¿de una glán- dula conglobada ó conglomerada? del hígado ó del bazo? ¿se curará mas fácilmente si son tercianas que si son cuartanas? Toda? las di- ferencias de las enfermedades de los métodos médicos, que no sirven ciertamente para cu- rar los enfermos. La experiencia repite dec 128 masiadas pruebas para que se pueda tener con. fianza alguna en este sistema, cuya teoría es tanto mas nociva, cuanto mas nos aleja del objeto principal; y compromete mas la salud y la vida de los enfermos, cuando los medios em- pleados, sin la menor relación con la causa material de las enfermedades, atacan al prin- cipio motor de la vida, por ejemplo las san- grías, sanguijuelas y dieta. Lo que importa para el restablecimiento de la salud, como para la prolongación de la existencia, es conocer la materia detenida, el origen de donde pro- viene y su malignidad; adoptando sin modi- ficación los medios seguros que ofrecemos pa- ra librar de ella al enfermo, sin atentar con- tra el principio de la vida. El orden de la naturaleza, respecto á los seres criados, su muerte y la reproducción or- ganizada de cada especie, es que la parte sa- na, causa motriz de la vida, y el agente cor- ruptor, causa de la muerte, estén siempre á la vista y tan de cerca, que con frecuencia y de un modo ostensible, los vemos luchar el uno contra el otro; si bien la victoria de la muerte resistida ó retardada por el motor de la vida, no es menos cierta, porque todos he- mos de morir. Pero el hombre tiene obligación de defen- der su existencia, y de evitar una muerte tem- prana; y en las diferentes producciones que pisa á cada paso, hallará todo lo que es ne- cesario para satisfacer este deseo de prolon- gar sus días. 129 Enfermedades esténicas y asténicas* ¿Escucharán acaso la voz de la naturale- za esos hombres que parece se empeñan en engañarse á sí mismos sobre la verdadera cau- sa de las enfermedades, y en oponerse á la propagación de la verdad? No: es menester señalarles causas que se conformen con sus ideas. Por ejemplo, no les repugnará oir de- cir: „Su enfermedad de vd. es esténica* ó lo que es lo mismo, proviene de demasiada ro- bustez: su enfermedad de vd. es asténica', ó lo que es igual, resulta de debilidad." En uno y otro caso este lenguage es consolador. En el primero aquel que muera de una enferme- dad esténica, debe esperar ser un muerto ro- busto , ó no es cierto que la muerte es la consecuencia de los progresos de la enferme- dad, ni resultas de la debilidad que causa á los enfermos; y en cuanto al segundo, aquel cuya enfermedad proviene, según se dice, de debilidad, puede esperar una revolución feliz, que en el momento de mas peligro mude su enfermedad en esténica.... Así pues espera* rán ambos enfermos el último momento de su vida, con tanta mas tranquilidad, cuanto es mas de moda el no pararla atención en que la debilidad de los enfermos se deriva de la causa material de sus dolores, causa que .por no evacuarla les quita al fin la vida, así co- mo los debilita por no haber sido expelida ai principio de la enfermedad. 130 Pero estos enfermos en vez de convencer- se , se irritarían verosímilmente contra aquel que se atreviese á demostrar la verdad. No creerían tampoco que la enfermedad asténi- ca no tiene otra causa que la hiasá de mis humores corrompidos, que seria preciso eva- cuar: ni admitirían que la esténica tiene por causa interna esos mismos humores vicia* dos ó corrompidos, que han producido una serosidad sumamente acre y ardiente , cuya fluxión puede producir los dolores mas vio- lentos, la calentura mas terrible, la inflama- ción mas caracterizada ■, la mas fuerte irrita- ción, y todos los demás estragos que los sa- bios atribuyen á un exceso de robustez que á ellos les plugo llamar esténica. No se pue- de lograr tan pronto la conversión de estos enfermos, s¡n embargo de que para dar cré- dito á las paradojas de tales autores, parece necesario tener como ellos un espíritu esté- nico y dispuesto á coger semejantes novedades. CAPITULO II. •ENFERMEDADES EN LAS VISCERAS Y ARCA DEL CUERPO. Enfermedades verminosas. JLías lombrices se forman en los humores que existen en el estómago ó intestinos, que ha- ciéndose oor su degeneración cenagosos, favo recen la concreción de estos insectos. Pién; 131 sese lo que se quiera de su origen y forma* cion, estas materias son siempre la causu de la existencia. de las lombrices, y de la en? fermedad quo las acompaña^ no son ellas las que la producen como sé, cree comunmente.' Se dan á las lombrices diferentes noinbres, como culebrillas, ascárides, cucurbitáceas, • te- nia ó solitaria &c, y las hay de diferentes figuras. Algunas veGes salen juntas y en pe- lotón; pero por lo común están separadas, y salen unas después de otras, y cuando suben por el canal puoden salir por la boca, y aun por las narices. Los que las arrojan por las vías superiores son los mas expuestos; porque esto es una prueba de que la naturaleza es- tá sumamente, cargaq'a; de corrupción y gu- sanos: males que puedan ocasionar la muer- te repentina, ó cortas enfermedades seguidas de una muerte inevitable. Hablase mucho de la lombriz solitaria, á la que se da este nombre verosímilmente por-- que se halla por lo común sola. Hay quien dice haberla visto de sesenta y aun de ochen- ta pies; es aplastada, y dentada de una y otra, extremidad. Este animal no ha salido aca- so nunca entero, y se expele ordinariamente á pedazos. Aquellos cuyas entrañas contienen lombri- ces, tienen por lo común un color empaña- do, la circunfereníía délos ojos negra, están pálidos, enfermizos, experimentan á menú lo dolores de cáboza, pe aiez, sopores, palpita-, eiones, congojas, rechinan los, dientes cuando 132 duermen^, con dolor como si los royesen, que se mitiga comiendo, y otras incomodidades. Los niños son los! mas propensos á las pequeñas y medianas lombrices; y Tas personas mayores kí son también, pero con particularidad á la so. litaría. ¡ Dejan, pues, mucho que desear los que por el uso de los vermífugos se contentan Con ha- cer evacuar las lombrices, tanto más que es- té medio és á veces peligroso; porque rom- piendo el vermífugo la masa que las contie- ne, y eñ la que se han formado, pueden es- parcirse én¡ los pliegues de los intestinos, rom- per sus membranas, y producir efectosmuy fatales. -' : • !:1 No es menester ser un pozo dé ciencia pa- ra conocer la causa,"de la formación de las lombrices: una comparación natural y senci- lla nos está indicando su origen.^ Tódó el mundo sabe que no se crian gusanos en un pedazo dé carne Fresca y bueña; y nadie ig- nora que se etligéfadráh en ella cuándo se cor rompe, infiriendo Lde aquí que Jai' lombrices no existen Cñ el1 cuerpo de un hombre, cu- yos humores no están adulterados. Aquellos, pue-s, que reconozcan que los humores vicia- dos que acornpañan siempre á las lombrices debilitan la salud, dañan al acrecentamiento, deterioran su coh^ifucion, y se oponen al des- arrollo de sus facultades ; no pueden menos de apresurarse á administrar'los purgantes de un modo proporcionado á lá necesidad, so- bre ;todo en los rrir)os, á quienes por este me- 13S dio se hace en la infancia el mas importan- te servicio; bien sea con respecto al desar- rollo de sus fuerzas, que tales evacuaciones favorecen, ó bien limitándose solo á conser- var la vida del que se halla acosado de es- ta enfermedad. El artículo primero del método curativo es el que se debe seguir en este caso; excep- to aquellos en que sea necesario acudir al artículo cuarto, considerando este mal como lo es casi siempre, efeotó de una corrupción crónica de los humores. El vomi-purgativo está indicado contra la plenitud de estómago, y en particular si el enfermo ha arrojado lombrices por esta via. El purgante expelé no tan solo las lombri- ces, sino también las materias que han ser- vido para su fornrociodj y las que contribu- yen á su conservación; y aun regeneraado la masa de los humores, tiene lá propiedad de evacuar todo lo que podría servir para una nueva cria de ellas. Este método ha hecho expeler infinitas veces la lombriz solitaria en diferentes paisas, como en París, Orleans, Ne- vera, Sari Q úntin, la Martinica, entre otras una de treinta pies. Convulsiones y ataques de nervios ., Las convulsiones ó movimientos convulsi- vos;, son las mas veces síntomas de la: ¡epilep- sia ó de otras enfermedades. Cuando rio son síntoma de una enfermedad determinaday de- 134 ben mirarse como un desorden ó perturba- ción en la filtración de los humores que se hallan adulterados ó corrompidos. Si conocieran mejor la causa de las enfer- medades, no propalarían tan sin discernimien- to, que las convulsiones á que los niños par- ticularmente están expuestos son ocasionadas por las lombr»ces. La parte del cuerpo don- de pueden existir estos insectos, está segura- mente muy remota del origen de los nervios para causar tales efectos :1a inspección ana- tómica lo ha probado siempre así, y muy ra- ra vez se han encontrado lombrices en el cuer- po de los enfermos muertos de convulsiones. Los niños de poca edad, los adultos y aun los viejos, están expuestos á las convulsiones y otros efectos nerviosos, y esta es una clase de enfermedad como las demás. La fluxión que emana de los humores corrompidos, sea que estas materias hayan formado lombrices ó no, es por su naturaleza y sitio que ocupa la so- la y verdadera causa de las convulsiones. Sean cuales fueren sus denominaciones y caracte- res, lo cierto es que se verifican siempre que la sangre reúne sobre el celebro aquella fluxión, y esta se derrama sobre los nervios, contra- yéndolos por su fuerte acrimonia. Si esta se- rosidad ha llegado al mayor grado de corrup- ción, puede interrumpir el curso de los es- píritus, y causar la muerte pronta y repenti- na, como en efecto ha sucedido á los que han sido víctimas de esta afección. ¿Cómo se pretende hacer creer á los «n- 135 fermos, que los nervios ocasionan los dolores que padecen? ¿No es esto negar que los ner- vios son partes carnosas? ¿Se dirá que un bra- zo ó una pierna afectados de un dolor son la causa del mismo dolor? Si se honra por mucho tiempo á los nervios con esta nueva atribución, serán sin cuento las desgracias que acarreará este error. La purga no conoce excepciones: cura los nervios como todas las demás partes del cuer- po, si no$e administra muy tarde. La aplicación del artículo segundo del régimen de este mé- todo, bastará si el mal no es inveterado; pe- ro si es crónico, es preciso seguir el del ar- tículo cuarto, indispensable en este caso. Es mas seguro y mas expedito empezar 1^ cu- ración por una dosis de vomi-purgativo por la mañana, y otra del purgante diez ó doce horas después ; porque esta enfermedad es muy semejante á las previstas en el artículo tercero. Esta explicación basta para aprender el mo- do de curar todas las enfermedades nervio- sas ó ataques de nervios propiamente tales. Cederán a las purgas reiteradas, si la en- fermedad no es muy inveterada ó antigua, ó si los enfermos no son muy viejos; y en ca- so de imposibilidad de curación, todo se ha- bría reducido á excitar la irritación nerviosa, y entonces se sabe ya que el mal no ad- mite sino un régimen paliativo. Pero si el en- fermo tiene fuerzas y da esperanzas , debe intentarse la curación radical, conduciendo* 136 se con arreglo al artículo cuarto del método curativo. Si durante la curación se presentare una conmoción nerviosa, que haga dudar de la uti- lidad de la continuación del método, se suspen- derán las purgas por algunos dias para con- tinuarlas en lo sucesivo; porque después de este descanso, se encuentra regularmente mas disposición para* evacuar los humores. No se olvide que estas enfermedades llegan á hacer- se incurables, por haber descuidado la evacua- ción de su causa material. Calenturas. ¡Sin.entrar en la definición y división de las di- versas especies de calentura, y de los diferentes nombres con que se distinguen, la calentura en general no puede dejar de considerarse como el esfuerzo de la sangre que combate para expeler del cuerpo del enfermo la corrupción de los humores, que estorba ó entorpece su libre circulación. Demuéstrase así cuando la naturaleza felizmente se descarta de la acri- monia que la acosaba y le impedia sus fun- cioaes. Es, pues, esencial no disminuir este fluido vivificante, sino dar salida á los humo- res estancados, y destruir insensiblemente las obstrucciones, que son la verdadera causa de lá> calentura; la cual, bien exista como enfer- mejdod principal, ó complicoda con otra, es siwttp'e el movimiento desarreglado de la san- gre; producido por la serosidad humoral, que 137 endureciendo las válvulas de los vasos, y com-¡ primiendo sus paredes, disminuye el curso de los fluidos, y acaba por obstruirle enteramen- te, causando frió, temblor y. dolores. Excep- túase de. esta nomenclatura aquel, estado fe- bril que se llama sintomático, porque es sín- toma de enfermedad orgánica , signo de una lesión cualquiera , y que no puede cesar si- no con el afecto principal. De un desorden nace muchas veces otro qué reemplaza: al pri- mero. Es natural en la sangre hacer esfuer- zos contra todo obstáculo que se opone á su circulación; y esto están cierto, que.cuando, su curso se ha visto interrumpido vuelve á se- guirle con mas celeridad, y circula entfSnces, con una rapidez y un ímpetu relativos al im- pulso que le da la serosidad mezclada con ella, y proporcional á su acrimonia y. .calor ardien- te, aumentado por el frotamiento de los gló-, bulos ó partículas que componen la masa de los fluidos. Así es como esta fluxión humo- ral causa un calor extraordinario por todo el cuerpo, una sed vehemente, dolores de cabe- za, de ríñones y otros. En fin, cesando en la calentura intermiten- te la fermentación, se restablece el movimien- to natural, los dolores se calmab, el calor ex, cesivo desaparece, la calentura se termina y los enfermos creen frecuentemente que aque- lla es la última accesión, á menos que no la siga una subintrante, como sucede en las ter- cianas y cuartanas dobles. Cuanto mas maligna es la fluxión humoral, 13$ tanto mas fuertes, largas y frecuentes son las accesiones, Si la sangre lleva ó reúne la .ve- rosidad én el celebro, puede causar el'deli- rio ó la calentura inflamatoria. Si los humores están ya en putrefacción, resulta la calentura pútrida, que se llama ta- bardillo, si aparecen sobre el cutis pintas mo- radas ó negras; en uno y otro caso el pe- ligro es inminente. Se llama calentura intermitente la. que de- ja intervalos entre sus accesiones; y la que no los deja, calentura continua. Cuando las ac- cesiones se rep ten todos los dias se llaman cotidianas: cuando dichas accesiones no se ve- rifican sino al tercer dia, se llama terciana; y si se repite con el intervalo de dos dias, se llama cuartana. Se llama terciana y cuar- tana doble cuando en un mi.-mo dia se pade- cen dos distintas accesiones. Las calenturas particulares y comunes en ciertos paires, se llaman endémicas y las hay epidémicas y contagiosas, como la fiebre ama- rilla, la escarlatina y otras, que aunque no las n. mbremos no dejan [ or esto de estar com- prendidas en el método común de que vamos á hablar, por mortales que sean. Los febrífugos en general, la quina por ejem- plo, mirada como un específico que tiene aun tamos partidarios, no obstante que se obser- van frecuentemente sus n.alos efectos, puede disolver los humores corrompidos; y si se quie- re, dar libre curso á su circulación, y aun dar tono á los órganos. Esta disolución seguida 139 á' veces de resolución , hace con frecuencia desaparecer la calentura,que es lo que se lla- ma cortarla. Mas la sangre que queda siem- pre cargada no solo dé aquellas materias si- no también del remedió, que es un cuerpo ex. traño y de consiguiente dañoso, viene á reu- nirlos y depositarlos en alguna cavidad: y he aquí la causa mas general de los afectos de pecho, de las obstrucciones en las visceras, de la hidropesía, y de todas las dé*mas en- fermedades de debilidad que ocasionan al en- fermo el marasmo y la consunción, para con- ducirle al sepulcro después de largos y pe- nosos dolores. Este acaecimiento es demasia- do común para que pueda poner en duda la causa que le ocasiona, y que nosotros damos á conocer. Toda calentura intermitente, cuya cura em- • piece á la primera ó segunda accesión, si el enfermo gozaba antes de buena salud, pue- de destruirse evacuándole según el artículo pri- mero del régimen curativo; con arreglo al se* gundo, si el enfermo ha sufrido ya cierto nú- mero de acci siones. Si el paciente no go- zaba antes de buena salud, el régimen debe ser el prescrito por el artículo cuarto, asimi- lándose á aquellos cuyas accesiones se han re- petido por espacio de cuarenta ó mas dias. El vomi-purgativo es por lo común nece- sario é indispensable en toda fiebre: así debe empezar casi siempre; y de pues de haber ad- ministrado algunas dosis del purgante, debe r# petirse si aun hay impedimento en las prime» 140 ras vias, ó dolores en alguna parte superior; si no, deberá hacerse la cura solo con el uso del purgante suficientemente repetido. Generalmente hablando, es indiferente que el vomi-purgativo se tome al principio ó du- rante la accesión. Por lo que hace al pur- gante, la observación ha demostrado que en la calentura intermitente vale mas tomarle algunas horas antes de la accesión, ó cuando esta de- clina. Con esta precaución se consigue que los efectos de aquel no se acumulen en los de la accesión en su mayor fuerza, y se evi- ta al enfermo este aumenío de incomodidad. Mas cuando la calentura es continua, no es posible evitar este inconveniente, y es preci- so administrar el remedio durante la accesión: esperar el fin de la calentura, seria exponer- se á que el enfermo fuese su víctima. Siempre que la fiebre en su principio, sea la que fuere su naturaleza, manifieste malig- nidad, como cuando hay inflamación, delirio y otras señales características de enfermedad gra- ve, ó que se padezca en el pais que el en- fermo habite, con señales de epidemia ó de contagio, es necesario arreglarse desde luego al artículo tercero del régimen curativo. Él uso del vomi-purgativo, alternando con el pur- gante, conviene en este caso entre tanto que el celebro quede descargado: después hasta la perfecta curación, se deberá usar del pur- gante solamente, con arreglo al artículo que fe haya creído aplicable al caso. Si se adoptasen los medi«s que acabamos 141 de indicar contra la fiebre en general, el hom- bre sensible no se vería tan frecuentemente contristado por el espectáculo de tantos mi- llares de desgraciados, víctimas de fiebres te- naces y obstinadas durante meses y anos en- teros, y que por la mayor parte acaban al fin con su mísera existencia. ¡Cuántos ma- les y dolores, y cuántas muertes prematuras se evitarían fácilmente! porque no hay por lo común enfermedad mas fácil de destruir, adop- tado este método, que la calentura cuando no es inveterada. Hidropesía. La hidropesía es un conjunto de humores serosos en alguna parte del cuerpo; á la cual los médicos dan diferentes nombres según la parte que aflige, y la causa de que á su mo- do de ver procede. Hay hidropesía general producida por la obstrucción de todas las vis- ceras y otras particulares, con la denomina- ción cada una que le corresponde. Esta enfermedad cuenta tantas víctimas co- mo personas ataca , declarándose frecuente- mente por la hinchazón periódica ó continua, y que se reduce á un derrame de agua, en cualquiera parte que se verifique. Es por lo común la resulta de una enfermedad primi- tiva que se ha curado según costumbre, esto es sin haber evacuado la causa. Tales son las calenturas cuando la accesión ha desapareci- do por el uso de algún febrífugo; la sarna ú otras erupciones, cuando se han curado su- 142 perficialmente; una úlcera cicatrizada, sin que su origen se halla extinguido ; últimamente, cualquiera otra enfermedad, cuya causa hu- moral no se haya destruido..^ La pérdida de sangre, sobre todo si ha sido abundante y fre- cuente, ya por la sangría, sanguijuelas ú otros' medios, ya por hemorragias, copiosos ó repe- tidos flujos de sangre por las narices, ó bien en las mugeres por el desarreglo de la mens- truación, de cualquier modo que se verifique, puede ser causa de la hidropesía; porque la diminución del volumen de la sangre, destru- ye la acción tónica de los vasos, y el vacío que de esto resulta, favorece la infiltración del fluido humoral que viene á ocupar el lugar de aquella, y causa así la enfermedad de que hablamos. Nadie puede concebir que se remedie es- ta dolencia sin evacuar las serosidades dete- nidas, y desobstruir las visceras que deben fil- trar: y los mayores antagonistas de los pur- gantes, convienen en que en esta ocasión son necesarios é indispensables. No obstante se emplean de ordinario con- tra la hidropesía las tisanas aperitivas, diu- réticas y sudoríficas, con la mira de hacer ori- nar extraordinariamente al enfermo (sin parar la consideración en qué bebe media azumbre de tisana, y solo orina un cuartillo); y cuan- do ha bebido una gran cantidad, y ha au- mentado considerablemente su volumen, se le hace la operación de la puntura: si al dia siguiente está aun mas hinchado , se vuel- 143 ve á repetir aquella, y harto sabido es ya el resultado y el término de situación tan deplo- rable. Se precavería casi siempre esta enferme- dad , empleando medios verdaderamente cu- rativos contra la causa que la produce, y en general se destruiría, si en vez de contiuar llenando el cuerpo de los enfermos de todas esas bebidas que se estanca, se usara de los purgantes para evacuar en abundancia tanto el agua que domina, como la masa entera de los humores encharcados. Hay muchos enfermos curables entre los que hasta aquí han confiado en tan frivolos me- dios. El éxito depende de la edad y del pro- greso de la enfermedad, como también de Ja energía en combatirla. El régimen que se deberá seguir en esté caso es el del artículo cuarto. Si la hidro- pesía está en el pecho ó en un punto de las primeras, vias, el vomi-purgativo deberá alter- nar frecuentemente con el purgante. Si hay plenitud momentánea en el estómago, el vo- mi purgativo no es necesario sino de cuando en cuando. Si la hidropesía está en el ba- jo vientre, los pies, las piernas, los muslos ú otras partes bajas, el purgante solo bastará; pero se deberá administrar en lo posible en grandes dosis;, á fin de lograr un gran núme- ro «le evacuaciones abundantes, como lo exi- ge esta clase de enfermedad, si se quiere des- truir su causa y curar el enfermo. 144 Enfermedad del pecho llamada pulmonía. Las enfermedades de pecho son todos lo6 afectos que se sienten én esta cavidad. La mayor parte de ellas son tan temibles, que se reputan por mortales. El error y la preocupa- ción son los mayores enemigos de las per- sonas que las padecen. Según la teoría es- tas enfermedades tienen diferentes nombres, mas su momenclatura en nada influye en la curación de los enfermos, pues todas se pue- den destruir del mismo modo siguiendo el pro- pio sistema, y acudiendo en tiempo útil. Los síntomas mas comunes ú ordinarios son los siguientes: plenitud de las primeras vias, opresión, ronquera, náuseas, vómitos, calor ar- diente en todo el cuerpo, sed vehemente ó frecuente y grande alteración; tos^ esputos de sangre, de materia; dolores de Cabeza, de hom- bros, en el espinazo, en el esternón, en ios costados, en la región lumbar; calofríos, al- gunas veces fiebre mas ó menos fuerte, que se hace en lo sucesivo lenta 6 ejecutiva: ex- trenimiento 6 flujo de vientre y demás. El enfermo en estas dolencias se ve obligado, es- tando en la cama, á tener la cabeza y el pe- cho mas ievantados de lo que acostumbra sobre la almohada. La necesidad de estar en esta posición anuncia que el pecho se llena. Cuando hay derramamiento de uno de los cos- tados del pecho, el enfermo no se puede recostar del lado que está opuesto al del derramamiento, é 145 causa del dolor que la pesadez de la mate^ ria depositada produce, sobré el mediastinos Si el derramamiento existe en los dos lados, el enfermo no puede acostarse de ninguno, y se ve obligado á estar de espaldas con la ca- beza y el pecho muy altos. Estas enfermedades son frecuentes, y los mé- todos- con que se tratan no son conducentes para remediarlas. Li parte fluida dé los'hu- mores corrompidos pasa con el tiempo á la¡ circulación, por no haber purgado el cuerpo de la. eausa de las enfermedades que pueden atacarle en toda edad y época de la vida, ?r entonces la sangre tiene que deponer aque- tas humores para conservar su movimiento. Esta materia con la parte flemosa recogida y pegada á las paredes de las V/séeras, y la que se estanca en las entrañas, forman la cau- sa de todos los síntomas y de tódós1 los ac- cidentes que siguen á las enfermedades del pechón Este derrame debe también sU orí- gen á la estructura hueca del pech6, porqué la circulación de los humores sigue en esto las leyes generales dé la naturaleza; ¿No se observa en el agua corriente, que arrasti an- do en su curso tierras movedizas, arenas ém¿ mundicias, las deposita en las partes huecas y en los recodos de las márgenes por donde pa- sa? Descargándose, pues, la sangre de la su- perabundancia de los fluidos en la cavidad del pecho, la enfermedad toma el nombre de es- ta parte sin perjuicio de las subdivisiones que- admita la diferencia del derrame ó fijaciondel 146 ¿depósito,, sobre una viscera ó membrana de- terminada. M s lo que nos importa es cu- raría, ¡ supuesto que se puede hacer, sin dete- nernos en denominaciones, y aun sin conocer todas las partes afectadas. El error y la preocupación son los mayo- res enemigos délos enfermos. ¿Qué,de vir- tudes no se atribuyen á los caldos de nabos, de poyo y de asadura de ternera.0 Se han co^n-r puesto voluminosos libros y escrito largas y bri- llantes disertaciones sobre laspropieda les de los polvos hidragogos, del jarabe de calabaza y de- nos, los espectorantes,; la leche de vaca, de burra, de cabra, los emplastos, los cáusticos, sin olv.idar los sedales. Pero ¿qué homore de razón no conoce que todos y cada uno de estos medios son físicamente insuficientes pa- ra obrar la expulsión-dé las materias corrom- pidas que la sangre ha depositado en el pe- cho, y, que no pasan de. meros paliativos? No tienen otra virtud que hacer que Jos enfer- mos vayan mas despacie» al sepulcro. , Las ma- terias corrompidas acaban á veces muy pron- to por pudnr las entraras, dañarlas, consu- mir las, membranas, encoger los vasos, y des- truir todo principio constitutivo de vida. Se ha dividido la pulmonía en diferentes gra- dos , pero sin ninguna utildad de los enfer- mos. Lo que únicamente puede producir buen efecto, ;sobre todo en el primer grado de la enfermedad, consiste en preferir á los palia- tivos los medios verdaderamente curativos; úni- Sü remedio qua existe; Las enfermedades del 147 pecho no inveteradas , están en el caso del método curativo del artículo segundo, excep- tó aquellas en que se exja la aplicación del artículo tercero; y si son crónicas ó conse- cuencia de una enfermedad precedente, cuya causa no se ha evacuado, pertenecen al arti- culo cuarto. Mas siendo recientes ó cróni- cas todas están en el caso de las enferme- dades de las primeras vias, de que se hablar rá en la tercera parte en el resumen. Dolor de costado. La pleura es la membrana que viste inte- riormente toda la cavidad del pecho. Pro- piamente hay dos pleuras, una derecha y otra izquierda, qué forman dos sacos sin ninguna comunicación entre sí, dentro de les cuales están situados los dos pulmones, cada uno en él suyo. Ala inflamación de la pleura se lla- ma pleuresía ó dolor de costado, que es otra de las enfermedades del pecho que hace mu- chos estragos, y que acabará generalmente con la mayor parte de los enfermos á quie- nes acometa, mientras que en la creencia de que la sangre pu ide causar la inflamación y dolores da costado, se continúe derramándo- la. La pleuresía se distingue en verdadera y falsa: llámase verdadera cuando la pleura es- tá inflamada, y hay tos, esputos de sangre, ca- lentura ardiente, dolor al contado; y falsa cuando la inflamación y los dolores existen solo en los músculos intercostales del pocho, y los síntomas 11 148 no son tan graves como en el primer caso. El méio ío ordinario en estas dosenitrnieda- des consiste en f-oiignas reiteradas o en la apii< a-ion de sanguijuelas para v.w.ar la efu- sión de sanare, como si en locos casos su extraeeion no fuera mor.o el enfermo registe al estrago que le ha .¡usado la efusión de su sangre, padece por largo liempo, y tal vez hasta el fin de sus dias. Mientras que no se persuadan los faculta- tivos que la causa de esta enfermedad es el calor ardiente de la serosidad, jamas la com- batirán con acierto. ¿Cuándo se convencerán d<" que una p irte de esta Jfuxion, derrama- da en los vasos, es 1.a causa de la calentu- ra sintomárioa que acompaña á esta enfeime- dad; v que el depósiio de oirá parte de la seio "-Iad en la urembrana llamada pleura, es el que produce e! dJor de costado? Mien- tras que no se penetren de que esta serosi- dad |u ; corroe la pleura, poniéndola en adhe- rencia con ei pulmón, es la que produce la rotura o i a gadura de los vasos sanguíneos, de donde provienen los esputos de sangre y los vómitos; nunca se explicará, y mucho mé- 149 nos se evitará la cau a de la. ulceración 6 la de la gangrena, ni la putrefacción de las vis- ceras que motiva inevitablemente la muerte del enfermo. Es pues indispensable procurar la eva- cuación' de las materas corrompidas , única causa de esta enfet medad La verdadera pleuresía exige obrar al prin- cipio según el método curativo del artículo tercero, y en lo sucesivo según el artículo se- gundo; y la falsa se cura la* mas veces observan- do este mismo artículo. El vomi-purg tivo, siem- pre que con arreglo al resumen de este método pueda tener un objeto, se debe administrar al- ternando con el purgante, como para todas las enfermedades de Jas primeras vias. Fluxión al pecho. Cuando á los síntomas de la falsa pleure- sía se agregan una fuerte opresión ó dificul- tad de respirar, y la tos con calentura ó sin ella, se puede dar á la enfermedad el nom- bre de fluxión al pechó.. La diferencia entre esta enfermedad y la otra, se reduce al di- ferente modo con que la sangre deposita los humores. Los mismos medios que se emplean en la pleuresía falsa son buenos para la cu- ración de esta enfermedad, cuyo régimen cu- rativo está determinado en el artículo segun- do; mas si por este no fuere suficiente, se de- berán administrar al enfermo el primer dia dos dosis. Se empieza por el vomi-purgativo, y se repite en caso de necesidad, y después se 160 sigue con el purgante hasta la perfecta cu- sacian. ! - Asma. i Elaspia se presenta caracterizado por.la difi- cultad de respirar, los paroxismos ó ataques du- wn áinop-monde lu abun¡danc a, espesor y ücnmoii a de la serosidad que la sangre ha de-. po-'>iido en los pulmones: endurece y contrae kís¡bnoi4quíoT-, io cual les impide tomar el aire Kecesarii. para ia i\spiraoK»n. Es como un fufeHe,; que-.vsta-.ndo- comprimido no , puede dar mus aire que del que ha aspirado. ; dS* llama asma húmeda, cuando el enfermo tiene una plenitud de pecho que le hace to- s-..-i y escupir mucho; si no , es asma seca. El asma, seaiv »Cy«ltí«, fueren $us caracteres, si es reciente es fácil de destruir; y solo es itrciarabte cuando és muy inveterada ó el en fdimo muy viejo. v r- La sangría, que se cree indispensable en las accesos convulsivos, produce solo una cal- ma ligera; pero aumenta la dificultad dé res- pirar, dando nías imperio a la serosidad so- bré b sangre*-, Por la misma razón le son contrarios lo* astringentes y narcótico». Los diluyentes, tas baños, lavativas y ©Aros, no ex- cedan de pphativos. . : _ ■ < ■ '. El asma reciente y continua se debe cu- rar con arreglo al artículo segundo con el vo- mi-purgativo y el purgante alternativamente, sm perjuicio ée seguir el articulo tercero en casa de una grave accesión, según lasobser- 151 vacioues designadas en la tercera parte Con respecto al vomi purgativo. El asma periódi- ca ó crónica, reclama la aplicación del artí- culo cuarto. Entre los enfermos que no pueden curarse, muchos logran alivio purgándose según el mismo artículo cuando se ven atacados. Romadizo, ronquera, tes. Romadizo: destemplanza de la cabeza qua ocasiona fluxión de la reuma , especialmente por las narices. Ronquera: mutación extra- ña del sonido natural de la voz, ocasionada de algún estorbo ó daño recibido en las par* tes que concurren á formarla, ó en los órga- nos de ella. Tos", esfuerzo q;;e hace el pe- cho con la respiración para arrojar lo que le molesta. Estos afectos resultan de una reu- nión de miteria^ mas ó menos acres conte- nidas en las primeras vías. La repentina mu- danza de calor á frió, ó el Trio sufrido duran- te mucho tiempo, puede ser su causa oca- sional, y darles los caracteres que se obser- van. Hay muchas personas propensas ares* friarse, sea del pecho, sea del celebro, y es- ta disposición procede siempre do plenitud humoral; y aun en ciertas personas la tras- piración insensible se corta á la menor va- riación de temperatura, y la plenitud de los vasos, cuusada por la repercusión que el frío ha producido, refluye en Ií:s cavidades. Es- tas personas necesitan purgarse con frecuen- cia y por mucho tiempo.- 152 Situándose la acrimonia de estas materias sobre los bronquios de los pulmones, exci- ta la tos; si se fija sobre la traqui-arteria pro- duce la ronquera que hace algunas veces per- der la voz, porque la fluxión carga sobre los nervios recurrentes que son los órganos de ella, quita ndoles el sonioo y la vibración que pro- ducen en estado de salud. Fluyendo la plenitud al celebro, causa el romadizo; el canal nasal se hace su emunc- torio; á veces ataca la división de las na- rices y la membrana pituitosa, y de aquí el romadizo que fluye, y los estornudos mas ó menos repetidos. Algunas veces es tan acre la materia que sale, qm produce una espe- cie de escoriación en las narices y sobre el labio superior. El calor de la serosidad re- cuece una parte de la flema que el pecho espectora por los esputos espesos ó viscosos. Cuando la evacuaeion de esta superabundan- cia se hace bien, y el pecho y catabro pue- den despejarse, este afecto desapaiece como vino; á menos que Ja causa ó las deposicio- nes humorales, que pm den favor cer su fre- cuente reproducción, se: n de un carácter mas serio. Ens man la observación y la expenen- cia, que para destruir e-uos males y la per- dida de la voz, es siempre útil evacuar los humores con el vomi-pmg tos humores en su degeneración mudan de natu- 154 raleza, y son eméticos cuando ocasionan vómi- tos continuos; entonces contraen el estómago y le dan un movimiento repulsivo. Se opo- nen por lo común los unti-eméticos; pero aun admitiendo que estos neutralicen aquel mo- vimiento, la naturaleza no queda por esto nié- nos cargada de estas materias, y el enfermo se ve acometido luego de otra incomodidad ó dolencia. Las materias viciadas adquieren en el estómago una acrimonia que conviene eva- cuar, para que no sea la causa de otros ma- les, extendiéndose por toda la economía ani- mal. La existencia de este principio no es dudosa en las personas que vomitan el au- mento descompuesto, ó que no pueden sopor- tar el vino ó su bebida acostumbrada , aun mezclada con agua, ó que habiendo bebido leche la vomitan cuajada. En este caso la leche no es útil á las personas que la toman por alimento ó gusto, sea en estado de salud ó de enfermedad. No queda ya, pues, otro recurso que eva- cuar con el vomi-purgativo y con el purgan- te alternativamente, hasta obtt ner alivio; y des- pués con solo el purgante hasta la perfecta cura- ción, eligiendo el artículo del método curativo que convenga al estado reciente ó inveterado del mal. Flema ó pecho cargado. Hablamos de aquella plenitud humoral que tienen muchas personas, y que ellas mismas designan con esto nombre. Esla incomodidad 155 se experimenta ordinariamente al despertar una expectoración penosa , y rara vez es¡e achaqie deja de tener consecuencias senas y aua funestas, que se evitarían evacuando la plenitud de humores degenerados, usan- do ai efecto dei artículo de este método que sea aplicable según la antigüedad ú obstina- ción del mal; sobre todo empleando el vomi- purgativo, y después el purgante. Vómicas. Llámase vómica una especie de vegiga 6 bolsa membranosa, llena de materias, que se suele formar en el pulmón ú otra viscera, es- to es, un absceso en el pulmón. Cuando es- ta está llena, se rompe, y el enfermo vomita: este afecto en siempre resultado de h dege- neración crónica de los humores. El vomi- purgativo y el purgante se deben administrar alternativamente según el artículo cuarto del método curativo; y 11 curación es segura en este caso, como en todos aquellos en que la causa que prodúcela enfermedad del cuerpo humano pue- de ser evacuada. Empiema. Esta enfermedad es un depósito purulento en el pecho, que sobreviene por consecuen- cia de la pulmonía , vómica ú otra supura- ción, resultando siempre de una afección que se hizo crónica por no haóerse evacuado los humores corrompidos; y que untes de carac- 156 terizarse, atormentó por mucho tiempo al en- fermo. El afecto cesará, si la causa, atacada en tiempo oportuno, cede; pero el buen éxito es in- cierto. El vomi-purgativo y el purgante al- ternativamente, según están indicados en el ar- tículo cuarto del método curativo, son los que deben aplicarse á este caso; si bien al prin- cipio podrá hacerse uso del artículo tercero. Palpitación. La palpitación es un movimiento extraor- dinario é irregular de las principales vias de la circulación: participa del afecto nervioso, y debe considerarse como tal, á menos que no haya lesión ó aneurisma en el corazón. La serosidad esparcida sobre este órgano , ena- guazando su ventrículo ó tejido , desarregla su ordinaria y regular contracción. Las san- grías son dañosas, debilitando el resorte de los vasos. Se destruye este afecto como to- dos los nerviosos, de que en nada absolutamente difiere, cuando no es ni muy antiguo ni inve- terado, purificando la sangre por la purga su- ficientemente repetida, y según el artículo cuar- to, si no basta el segundo. El vomi purgati- vo no es necesario sino cuando la plenitud de estómago es muy manifiesta. Síncope, desmayo. Síncope ó pérdida de todas las funciones animales, es un desfallecimiento repentino y 157 considerable, abatimiento súbito de fuerzas, por el cual los que le padecen, quedan trios y pálidos. Distingüese de la apoplejía y otras enfermedades soporosas en que se intercepta la respiración y el ¡>:;lso hasta reputarse por muertos. Le suele preceder debilidad y vahídos. Es- tos accidentes, a los que muchas personas es<án propensas , son siempre un testimonio de la salud quebrantada del que los padece, y las mas veces un afecto crónico, complicado mas ó menos con los síntomas característicos de otra enferm dad cuya causa es la mi-ma. Pur- gándose según el artículo cuarto del meto.lo cu ativo, lograrán estos enfermos evacuar la fluxión que interrumpe la circulación de la sangre, y les hace perder el conocimiento por la presión que ejerce sobre ella, logrando así restablecer completamente su salud. Hipo. Hipo ó inspiración súbita con ruido, es un movimiento convulsivo del diali :¡ oivi. que pro- duce una respi ación interrumpida y violen- ta, y causa algún ruido. Exiién ¡es" sobre el esófago y hacia el estómago, y es produci- da por la irritación.é inflamación dd diafrag- ma y estóm -go. Puede proven*;, como su- cede con frecuencia , de la acción ó de la deglución, en cuyo caso cesa inmed aiamente, pues siendo pasagero des- narece bebiendo» ó con una sorpresa ó disuaccion que ocupe la / 158 mente; mas las personas que son propensas á padecerle, deben tratar de mejorar su salud, pues rara vez dejan de experimentar otras in- comodidades. En este caso y en el hipo pe- riódico, se puede contar con el triunfo, ata- cándoles con evacuaciones reiteradas hasta la perfecta curación, según el artículo cuarto, si t) segundo no es bastante. Cuando el hipo es sintomático de una enfermedad grave, no puede cesar sino con ella. Indigestión. La indigestión procede de la mala cocción de los alimentos, ocasionada por la debilidad de las fibras del estómago, ó por su excesi- va tensión. El estómago sobrecargado de ali- mentos, ó debilitado por otros achaques ó en- fermedades, no puede digerir los que recibe de nuevo. El vómito procurado de pronto con el agua caliente, ó de otro modo, alivia como es natural, pero es preciso desarraigar el fornes. La indigestión en las personas que no han salido de los alimentos ordinarios, tie- ne siempre por causa alguna porción de fle- mas ú otros humores corrompidos, que pega- dos á las paredes del estómago impiden que los jugos digestivos se mezclen con los alimen- tos para hacer la digestión. Las personas pro- pensas á esta indisposición, están seguramen- te enfermas, y deben ocuparse seriamente en recobrar su salud, arreglándose al artículo cuar- to del método curativo, hasta el total resta- 159 blecitniento de las funciones del estómago. Por otra parte, sea cual fuere la cuasa de la in- digestión, lo que la caracteriza es la detención en el estómago de una materia indigesta y da- ñosa. Cuanto mas molesta ó amenaza, me- nos se debe andar en contemplaciones; y para evitar toda mala resulta, es mejor provocar la salida que andarse con ninguna de las be- bidas diluyentes que comunmente se usan. Se empezará por una dosis de vomi-purgativo, y continuará con las purgas necesarias, hasta el total restablecimiento cíe esta parte importan- tísima de las funciones naturales. Ahilos de estómago. Muchas personas experimentan ahilos de es- tómago, ó desfallecimiento, que les hace creer que tienen necesidad de alimentarse; pero es- ta idea se desvanece cuando observan que des- pués de haber comido lo que basta para sus» tentarse, se reproduce la misma sensación. Es- te efecto se calma frecuentemente tomando al- gunos alimentos, porque estos embotan la par- te áoeida ó corrosiva de la serosidad, asi co- mo de las materias corrompidas que el estó- mago contiene, y que ejercen una acción da- ñosa sobre esta viscera. He curado muchos individuos atacados de esta enfermedad; algu- nos se veim obligados á dejar cerca de su cama un pedazo de pan y un vaso ds bebi- da para servirse de ello cuando los desper- taba por la noche la misma necesidad de ali- 160 mentarse; y una vez curados, ya no les fué precisa dicha precaución. Este achaque es indudablemente resulta de la depravación ca- si siempre crónica de los humores; es una en- fermedad que cederá al método evacuan- te del artículo segundo ó cuarto del régi- men-curativo, si se emplea como en cualquiera ©tro caso, antes que el mal se hr.ga incurable. Hambre canina. Hambre canina es un deseo insaciable de comer. Los que la padecen comen con vo- racidad muchos alimentos, que arrojan por vó- mito, ó los deponen sin digerirlos. Este afec- to puede preceder al anterior, y ser también su consecuencia. Proviene de la misma cau- sa, y su acción es mas veces periódica que continua ; y en este como en aquel, la fluxión que obra sobre el estómago puede dirigirse á las venas iáctens, y desorganizarlas de modo que filtren sin término. Hay en este caso mas derrames y pérdidas que en el de la mejor salud, y el enfermo come extraordinariamen- te; porque hay enfermedades que excitan un apetito desordenado, así como otras no de- jan comer lo suficiente. Este afecto pertene- ce á la clase de las enfermedades crónicas, lo que debe tenerse presente para dirigir la curación, la cual ha de procurarse evacuando las materias <¡ue desarreglan esta parte de las funciones naturale-; pues expelidas aquellas se restablecerá esta infaliblemente. El buen éxi- 161 to dependerá de atacar la causa en tiempo oportuno , y de que no sea muy inveterada cuando se emplee este remedio. Hemorragia. La hemorragia ó flujo de sangre sucede por la rotura ó erosión de algún vaso, ú de las túnicas de muchos á la vez, cuya rotura ó erosión es causada por la serosidad que cir- cula con la sangre, y que en este caso es muy corrosiva. Este terrible mal debe ser siem- pre considerado como una enfermedad anti- gua aun en su principio; porque es siempre el resultado de una depravación crónica de humores. Si no fuera así, la fluxión no se- ria tan maligna, y no seria tan voluminosa como debe ser en un gran flujo de sangre. Para destruir esta enfermedad y salvar la vi- da del enfermo, es menester apartar de la cir- culación la serosidad que ocasiona este flu- jo de la sangre haciéndola salir con las ma- terias que la han formado. Como este caso es siempre de los mas peligrosos, es menes- ter obrar con energía. Sea que la hemorra- gia se declare por las narices, por la boca ó demás vias, la vida del enfermo está siem- pre en gran riesgo, particularmente si el flu- jo de sangre es copioso; pe.ro jamas se de- be aumentar la pérdida de este fluí), ni por !a sangría ni con las sanguijuelas. Si la san- gre fuera un ser animado, diría á los que la derraman con tanta profusión: „No es á mí 162 á qui^n se debe tratar de destruir, puesto que evacuándome acortáis !a vida que queréis con- servar. Es menester por el contrario liber- tarme de la serosidad que impide mi movi- miento, compri'ee mis vasos, y con su acri- monia ha roto sus túnicas, y ocasionado mi salida. La causa de la enfermedad es la quo se debe expeler, ella es la que perjudica; la curación debe dirigirse á conservarme. \;\ la vida del enfermo na recibido un golpe mor- tal con ía pérdida que la hemorragia le ha ocasionado, con la del calor natural, y la di- sipación de los espíritus que emanan de mí, que produce el peligro que se aumenta por un plvn insensato." Los astringentes no son mejores que los otros medios que se practican, pu^s no pueden con- tener la sangre sino compr miendo los vasos y encerrando en el ¡os Uvfluxión. Cuando no se ha liberindo á la naturaleza de lo que la incomoda, ¿se podrá lograr la curación de las enfermedades que !;: molestar.? cuando los en- fermos asistidos con estos medios, vagos por lo menos, no mueren en el ataque mismo de la hemorragia, los vemos en lo sucesivo caer en síncope ó en consunción, en hidropesía, afec- tos de pecho, o experimentan una multitud de achaques, consecuencia natural de su es- tado valetudinario; y abrumados con toda es- pecie de enfermedades, no les quedi otra pers- pectiva que el fi i próximo de su existencia. Admitamos no obstante el as> de estos dé- biles medios mientras que puedan conoiliarse 163 con nuestro método curativo; pero ataquemos a' mismo tie upo la causa interna de la en- fermedad,prora )vienjo Jas evacuaciones según el artículo tercero de nuestro método. S¡ el flujo de sangre se dedada por las vias supe- riores, es menester purgar con los dos eva- cuantes alternativamente; pero á medida que el peligro desaparece, empieza el uso del ar- tículo uarto. Cuando ya no sea necesa io el vomi-purgativo, solo se empleará el purgante; y en el caso que la hemorragia sea por el orificio, y las mugeres por las partes sexua- les, el vomi-purgativ > no deberá usarse sino Cuando haya plenitud de estómago, dándose y repitiéndose solo-el purgante. Debrán ad- ministrarse en los !os casos en glandes do- sis para que produzcan muchas y abun lan- ces evacuaciones, á fin de sacar de la circu- lación la serosidad que causa el mal. Una cantárida ó dos en las piernas, sí. una no parece suficiente, es siempre indispensa- ble, pues aun suponiéndolas inúiles para mu- chos enfermo^ á quienes sola la purga curaría sin este auxilio, en iguales circunstancia- n> se debe omitir para mayor segundad n.ng na precaución, pues hay enfermos que do todas necesitan. Cólica y dolor cólico. Cólica: es la enfermedad quo consiste en un dolor agu lo, quo se siente en el intesti- no, y ocasio ia violentos vómitos y cur os. Cé- lico , ó dolor cólico '. es la enfermedad i¿ue se 12 164 padece én el intestino llamado colon, con dolo» res agudos, y estreñimiento de vientre. Se les da este nombre, porque se ha creído que el intesti- no colon es comunmente el mis atacado. Se han aplicado á esta cólica diferentes epítetos, co- mo los de cólica flatulenta, ventosa, biliosa, histérica, nerviosa y otros. Los dolores que produce se extienden a veces hasta el estó- mago. Las cólicas tienen todas las mismas cau- sas; pero atacan diferentemente las entrañas. Las bebidas espiritosas, las fricciones secas en la parte anterior del cuerpo, los paños ca- lientes sobre el vientre.; y la teriaca sobre el estómago, prolongan esta enfermedad y la ha- cen incurable. El mismo efecto prometen las bebidas de agua de harina de avena, de agua caliente ó panada, los baños, sangrías, lavati- vas y calmantes en general. Se han visto en iguales casos facultativos que han hecho to- mar á sus enfermos hasta una libra de mer- curio y balas d fusil, exponiéndolos á las mas funestas consecuencias. Ninguno de estos me- dios puede ser curativo, pues no tienen nin- guna relación con la causa humoral. Las cólicas no pueden destruirse sino por la evacuación de las materias que las producen: con su volumen y la convulsión de los in- testinos, ó con la serosidad , corroyendo 1 s entrañas y causándolos dolores, la curación será siempre !a misma. Si el dolor está en el estóma- go, es menester usar del vomi purgativo alternan* do con el purgante hasta que desaparezca. St es una cólica verdadera, el dolor se sen» 165 tira en los intestinos, y el purginfe Je cura» El vomi-purgativo no tiene en este caso lu- gar si no hay plenitud en el estómago. Si la cólica es continua ó periódica y crónica, su régimen está prescrito en el artículo cuar- to. Si esta enfermedad es violenta, como su- cede con frecuencia, se excitarán las evacua- ciones según el artículo tercero. Este mal, com_- batido en su principio, se curará por el ar- tículo primero. La cólica llamada de los pintores, está com- prendida en el mismo método curativo. Cólico de miserere. El cólico vólvulo, llamado miserere por su funesto aspecto, consiste en anudarse el in- testino colon, y obliga á arrojar el excremen- to por la boca. Los síntomas de esta enfer? medad son espantosos, tienen por causa, la se- rosidad que entra ordinariamente ardiente ó corrosiva, hace que se enrosque el intestino ilion suprime todas las deposiciones de las vias in- feriores, excita horribles vómitos, crispaturas, desmayos y calentura violenta, padeciendo el enfermo dolores intensos con gran peligro dé su vida. Deberán aplicarse las cantáridas en las dos piernas, y con ellas la evacuación mas activa, como está prescrita en el artículo ter- cero del régimen curativo; el vomi-purgativo y el purgante se administran alternativamen- te, el primero hasta que ya no tenga obje- to, y el segundo hasta la curación radical. I6G Diarrea, lientera, cursos. Sí estos afectos ó alguno de ello* provie* ne del uso de ciertos alimentos exfiaños á la naturaleza ó costumbre, sera preciso qu^ se abandonen, ó por lo menos que se disminu- ya su uso. Rara vez deja de estar complica- da la causa hu noral, ó agravada por ella, y en cualquiera de los tres casos no son menos ra- ras aquellas en que las purgas dejáñ dé ser necesarias para expeler el principio de dege- neración que se ha fijado en las entrañas. Habíanlo de la cau-a del vómito, dijimos que los humores adquieren á veces la propie- dad de los eméticos. Anadinos que toman también la de los purgantes, y su estado de corrupción convierte en evacuantes. La diarrea p óviene de las materias depravadas, que ace- lerando el movimiento peristáltico del conduc- to intestinal, causan evacuaciones extraordina- rias, y mas ó menos repetidas. La lis ntera difiere de la diarrea, en que los alimentos se evacúan sin que hayan experimentado la me- nor variación. El canal intestinal y el estó- mago se hallan en este caso embarazados con materias flemosas, capaces de paralizar toda acción digestiva ó cocción; y los alimentos dia- rios no pued n menos de contribuir á soste- ner este estado de desorganización y de en- fermedad, que acabatá poi ser fatal, si no se tiene cuidado de expeler sin pérdida de tiem- po esta masa de humores. 167 El uso de los astringentes aquí toma orí» g n di' un sistema erróneo, que concentra la causa del desarreglo del vientre , con mu- cho pehg'O de peores resultas. Las perso- na* que no conocen la causa de las -enfer- medades, creen fácilmente que es inútil em- plear la purga cuando, según ellos dicen, el enfermo evacúa demasiado. Sin embargo, es muy eierto que cuanto mas se purga, mas ?e disminuye el flujo de vientre. Me acuerdo d un hombre que fué asaltado de un flujo de vientre tan violento, que en el espacio de vein- te y cuatro horas hizo sesenta deposiciones. Hacia mucho tiempo que tenia esta enferme- dad; el paciente no se alimentaba, y con so- brada razón se le consideraba como desaucia- do. Apliquéle mi método, se le administró una pequeña dosis del purgante, y sus evacuacio- nes se disminuyeron dos terceras partes de lo acostumbrado; Ja dosis del dia siguiente obró el mismo efecto, y sucesivamente se mino- raron las evacuaciones de tal mo lo , que fué pr ciso para ootener el número de las que cnmo indispensables determina mi méto- do, aumentar la acción y volumen de las do- sis. Entonces el pobre enfermo algo aliviado, recuperó el apetito, y se curó. La evacuación de las enfermedades de que hablamos, deb rá practicarse según el artícu» lo segundo del régimen curativo, por medio de algún bemos continuar la purga, disminuyendo poco á poco la dosis. Disenteria. Son los síntomas de la disenteria evacua- ciones humorales, acompañadas de calentura, de dolores de tripas, de deposiciones sangui- nolentas, á veces de sangre pura, y se defi- ne flujo de vientre con pujos y alguna mez- cla de sangre. La serosidad es la que pro- voca las evacuaciones del canal intestinal, y la que por su grande acrimonia rompe y des- garra los vasos sanguíneos. La expulsión de esta materia deberá verifi- carse siguiendo el régimen del artículo ter- cero hasta que cese el peligro, y entonces se empezará á observar el artículo segundo. En este mal el uso del vomi-purgativo es útil, y no hay tal vez un solo caso en que no sea indispensable. 169 Cuando se habita un pais en que hay mu- chas personas acometidas de esta enfermedad, es menester mucho cuidado, como en las en- fermedades epidémicas ; observarse mucho y consultar el capítulo en que se señalan los caracteres de una buena salud; y si se anun- cia la enfermedad, no hay que diferir el pur- garse con energía. Es mal sistema que- rer calmar el humor disentérico, oponiéndo- le astringentes que le concentran en las en- trañas. La disenteria produce ordinariamente daños tan espantosos y terribles por este error. Se observa algunas veces, y en particular en Jas enfermedades crónicas, que las evacuaciones son sanguinolentas ó con sangre, y los que no conocen la causa de las enfermedades, se in- quietan. Que se tranquilicen conociendo en este efecto la naturaleza acre ó corrosiva de sus humores, que corroe los vasos ; conven- ciéndose de que en este caso, como en la di- senteria, es menester expeler prontamente se- mejantes materias. Tenesmo, pujos. Los pujos son una enfermedad muy penosa, que consiste en la gana continua de hacer cámara, con gran dificultad de lograrlo, lo cual causa muy graves dolores. Piocede de algunas porciones de humor acre dentro del intestino recto, que maltrata y hiere el es- finter. Y se llama tenesmo el achaque que 170 proviene de una infla nación edematosa de ex- «•lenientos endurecidos y pecados en eí m- te-tiuo recto, que inútilmente se estuerza la na'ur leza á expelerlos. Vulgarmente sé lla- ma pujo de sanare. La serosid id acre reu- nida en la extiemidad del conducto intesti- nal, pone esta parte en aecion casi continua, excitando frecuemes ganas de ir á la sille- ta, con dolor y sin que resulte por decirlo a-í nmguna ¡ vacuacioñ. Este afecto puede so- brevet.ir como síntoma de cualquiera enfer- medad, ó proced-r de una causa particular que le sea propia. El purgante reitéiado has- t rá para curar esta dolencia, que descui Ja- da tomaría un carácter mas seno. Obstrucciones, estreñimiento. Esta indisposición proviene del calor de los humores; y la fluxión r unida sebre el ca- nal intestinal hacia su parte superior le en- durece y hace imposible la expulsión de las deposiciones ordinarias. Este mi ino calor produce el efecto de secar las materias ex- crementicias, y recogerlas y conver irlas en una masa dun, y de aq mí proviene la cons- tipación ó supresión de uña parte tan im- portante de las funciones naturales que de- ben ejercerse, como expondremos describien- do los caracteres que anuncian una buena sa- lud; y si no hay enfermedad ó indisposición, Do se dilatará el evacuar la cansa de las obs- trucciones, ni permitirle que Se fij-, porque m las consQcuencias pudieran ser fatales; adqui- riendo las eXcr cíones retenidas m grado íie corrupción capaz dé todo. Las observacio- nes prácticas nos demuestran que Ja mitad de las enfermedades crónicas de las muge- res, particularmente jóvenes, dimanan de obs- trucciones; y son obra de ellas sus colores encendidos y amoratados en las megillas, sus fiecuentes dolores dé cabeza, de estómago, las flores blancas, tantas veces seguidas de otros males* ¡Cuan funesta es la preocupa- ción de los que pretenden persuadirnos que las obstrucciones son una señal de vigor y de sa- lud! ¿No conciben estas víctimas del error, que la salud que creen gozar no es sino su si- mulacro, y que su aparente robustez se debe al sitio que este humor ardiente ha tomado, y que si esta fluxión se fija en otro punto po- drá declararse uua enfermedad siempre peli- grosa? Mirando con in liferencia este mal, sé echan á dormir junto á un volcan, cuya erup- ción casi inevitable es siempre temible. Reconozcan los que están atacados de és- ta enfermedad, que las fu rzas que se les atribu- yen, son el efecto de la tensión de la fibra, y de la irritación del sistema nervioso^ por la acción de lá causa que se acaba de ex- plicar. Desengáñense, y crean que las obs- trucciones producen el mismo efecto que una violencia exterior, que nos cerrase la Salida que la naturaleza ha d^tinado paa que el cuerpo se desahogue. La comparaeion «s •exacta. 172 La purgación reiterada según el artículo segundo, si las obstrucciones no son invete- radas, y según el cuarto si son crónicas, res- tablece esta importante función de la naturaleza. Flatos, timpanitis. Al aire detenido en alguna parte del cuer- po que causa incomodidad, llamamos flato. La plenitud humoral, interceptando el libre curso del aire aspirado, le impide enrarecer- se, y salir por el movimiento de la respira- ción, en cantidad igual á la que entró por la aspiración. Los flatos ó la ventosidad no ueden dejar de reproducirse, mientras que los umores no se evacúen suficientemente; y el hacerlo así es preferible al uso de los remedios carminativos, supuesto que la plenitud no pue- de existir sin cierta corrupción en estas ma- terias, y que el modo de preservarse de sus efectos ulteriores, es expelerlas antes que ten- gan mas malignidad, y de aquí el cólico ven- toso. Ademas, por lo regular el flato no va solo, y se complica con otras dolencias que dan á la purga un doble objeto. La nece- sidad de purgarse es bastante clara, cuando la ventosidad tiene un olor que no deja du- da de la existencia de un germen ó foco de corrupción en las entrañas. La timpanitis, especie de hidropesía en el bajo vientre, causada per el aire, por el cual s^ pone la piel del vientre tan tensa, que to- dándole suena como tambor ; cederá como E 173 el flato á reiteradas evacuaciones. Debe se- guirse el artículo segundo pa a los casos re- cientes, y el cuarto si estos afectos son crónicos. Almorranas. Llámase varice una vena dilatada é hin- chada con la sangre. Almorranas son unos tu morcillos varicosos que se forman por la di- latación de las venas hemorroidales en la cir- cunferencia exterior del ano, é interiormente en la parte inferior del intestino recto. Las almorranas deben su origen á una porción de agua, que después de haber producido hincha- zón ó infartacion, acaba por dilatar los vasos sanguíneos; y como algunos de estos que es- tán próximos al ano se llaman hemorroida- les , por esto la varice se llama Jiemorroi- da ó almorrana, sea interna ó externa, sea que fluya ó no. La serosidad, que situándose en este sitio ha producido la almorrana ú obstrucción hemorroidal, es casi siempre muy acre; y cuando lo es bastante para rasgar los vasos, hay pérdida de sangre que no eg muy pura, porque está impregnada de esta misma fluxión, y algunas veces de materias purulentas. Por lo común se oponen á esta dolencia mas algunos tópicos emolientes é ineficaces; sin em- bargo es una enfermedad curable como las otras, y no es por cierto menos importante dt-struir las almorranas que cualquiera otro achaque, supuesto que proviene de la mis- 174 ma causa, y que la muoanza de esta serosi- dad del sitio Ion Je se n.dla, pidiera causar en otro donde se fijase uní nueva enferme- dtd ó grave a ci lente. Poco ha feítado pa- ra que se asegu-e q ie es menester tener al- morranas para estar buen ». ¡Qué extraño mo- do di racioc¡nar sobru 1» caua de las en- fermedades! ¿Y po- qué? porque por el ori- fico fl ya una parte de e ta serosidad, ¿po* drémos creernos seguios teniendo tanto qae temer del origen de esta ftuxvm que puede mudar de lugar, y situándose -obre al ¿una \ál- bula de los vasos, detener súbitamente la cir- culación?.... R fl xión >rnos puus, y sin ha- lagar por mus tiempo al error, cedamos á la ciencia de los hechos bien observados. Contra las almorranas de poco tiempo, se debe usar de la purga con arreglo á lo pres- crito en el artículo segundo; y si es acha- que antiguo y crónico, según el artículo cuarto» Nfrítis verdadera. El dolor n frítico ó la inflamación de los ríñones, merece micho cuidad -; pero quien conozca bien su causa y medios de des- truirla, evitará seguramente los efectos de ~s- ta enfermedad, Como el cálculo ó la forma- ción de la piedra: y el que siguiendo nues- tros principios se ocupa en precaver estos ma» íes, ¿no tendrá d recho al reconocimiento de ios preservados de tan grave é incómoda do- lencia? v . "» E] doWnefrítico, proviene como los demás, de la serosidad que la sangre ha depositado sobre las mem-ranas nerviosas, adherentes á las paredes de una gran cavidad que hay en la parte baja del abdomen, fermada por la reu- nión de muchos huesos, y destina !a á soste- ner la vegiga y los órganos internos de la generación. Llámase algunas v; ees esta do- lencia cólico nefrít;co, que pudo ser periódi- co ames que la serosidad que le produce se fijase défimtivanv nte sobre esta parte. Es do- lor vivo y agudo , como lo son todos, siem- pre que la fluxión es muy maligna, y según es mas ó menos corrosiva. Si en lugar de sangrar, aplicar sanguijue- las refrescar a los enfermos, y todos»' «tos tó- picos insuficientes comunmente empleados, se usase de la purga según el artículo segundo del método curativo, y en caso necesario del tercero, se curaría esta enfermedad combati- da con tiempo, corno todas las demás cuyas causas son igualmente internas, El vomi-purgativo no es útil sino contra la píen tud de estómago. El purgante es el que debe emplearse hasta la perfecta curación, y segnn el artículo cuarto si el mal es invete- rado. Nefritis aparente. Esta enfermedad se reduce á un dolor fre- cuentemente reumático, originado por \afluxi según el articulo cuartq del método curativo, hasta tanto que su salud se mejo- re en tér niños que pueda decirse que sin 1 achaque de que se trata, estaria perfectam in- te bueno. No hice mucho tuve ocasión de co aprobar las ventajas dp mi método. El pi- de de in¡ amado yerno, el señor Cottin, pa- d-cia m ichos años ia enfermedad de la piedra, y tratando de extraerla, se preparó antes con arreglo á ¡o que dejo indicado; con lo cual hecjia la operación, logró en primer lugar no tener ..cajpntura, y en segundo la llaga no su- p irócasi nada, cicatrizándose prontamente. Di- cho señor que tenia entonces sesenta años, goza hoy de una salud tan perfecta, que se- gún dice él mismo , nunca la ha di-frutado mejor, recobrando unas fuerzas y vigor poco comunes en los hombres 4e su ed A, aun aque- llo; que no han esta lo nunca enfermos. Aho> ra b.en, preguntamos á los hombes im lár- dales, ¿á qué debe este enfer.no, jas venia- jas que goza, sino á la purificación de este fluido, por el usj de la purga suficientemen- te reiterada? Si la llaga que resulta no camina á su cu- ración, como deba suceder en las que ademas de. s-i? leves y recientes recaen en quien goza, de robustez; si h ty inflamación; si supura mu- i?9 eho donante largo tiempo; si amenaza degéf- nerar en úlcera; si la salud di enfermo se altera; si las funciones naturales se desarre* glan; y últimamente; si su estado no es el que está descrito en,el capítulo en que, se fijan los caracteres de- una buena salud; se debe- rá volver á la purgación según el artículo cuar* to, y aun después que se cicatrice la llaga, deberá el enfermo cuidar de tomar de tiem- po en tiempo la purga, á fin de impedirla re- producción de esta enfermedad* y solo srg i. n- do exactamente* las reglas que acabamos dé> prescribirle, podrá estar á cubierto de nuevos ataques. Como Ja purga obra sobre las vías de¡Ja orina,' ejerce una acción tan podero- sa, que infinitas veces na hecho arrojar pie- drecitas, y me atrevo á 'asegurar que haria salir las piedras grandes, á^nó impedírselo la- estrechez del pasage que se opone á>ello, par*' ticularmetiÉe en el-hombre. • ■■"- --*■■ j -.:. ■ .■'' ";: .,'.; • ■ '•■'■ O' ,f;v !'■; .-•! y. /;m .,.,;; ;...,,., ?f,n,r ]gCwriatüjuiImhj ;.;;> ,:>.,óiihj . - a¡ :..; Tifio i,;:..id.d. Qh •■ • ,'JO :'.■) La retención de orina ,! Hamadá incuria, proviene de la fluxión' reunida- sobre etf; cue- llo de la vegiga y sobre sul es'fmei»* fluxión quecontrayénfilos por su acrimonia, sus mem- branas no pueden ai fin dilatarle para dar paso á la .orina-. •-»"¡- Los medios que se emplean en tal caso sori la '.introducción- de la algalia, á fin de dila- tar el canal de la urétéia ,y la entrada-d¡ la veg'éaí la tienta hueca, para extraer la orí- 13 180 na recogida, y que asi estancada es una ma- teria, ¡dañosa^; cuya permanencia pm de origi- nar los mayores perjuicios. ¡Y qué! ¿todavía no se ha conocido que estos medios no son ni aun paliativos, supuesto que la tienta y la algalia son cuerpos extiaños que obran á viva fuerza contra una causa que le.s resiste?: .Estos medios son tunto mas peligrosos, que de la vio- lencia que se hace al esfínter y al cuello de la ve- giga para abrirlos, resulta una destrucción to- tal de su elasticidad: y de aquí que la enferme- dad se haga incurable, y la necesidad de acudir á la punturarcuyas resultas son casi siempre se- guidas de consecuencias y accidentes funestos. Esta enfermedad, caracterizada por la to- tal supresión de, orina , exige que la purga se practique según el artículo tercero del mé- todo curativo, á fin de mudar la fluxión que se ha situado sobre las vías expulsivas de esta parte excremental de los fluidos. Para ayu- dar á la purga, se deberán aplicar las can- táridas, que podrán algunas veces ser útiles en cuyo caso se deberán poner en las pier- das con pn ferencia á toda otra parte del cuer- po. Restablecido el curso de Ja orina, se se, guiráel método prescrito en el articuló cuar-í to hasta la perfecta curación. Suponiendo que én este caso urgente; fuese preciso recurrir á lo que nosotros llamamos últimos recursos„es- to es, á la introducción de las tientas ó.abjá-' lias, no por esto deberá dejarse la purga según el mismo artículo para quitar la causa de la su- presión, y con la esperanza de curar al enfermo. 181 --,'. ~,-1;,r\'^ of!'-: > hj 11'"' flríiií--! £>}?>•} *;;,p ■ •,■;> ■••■;de Derrame de la¡ orina. \ .;;>.; _;y :.;i fe h;í ..-. ;!f¡.);i;.iio <\ü . r^rm id . '.< La incpntihenciaiióídeframe inv «luntauio de la orina, * en qué; no se apuedef:^rettene«i)lai nq existe sin la presencia de \afluxión', sobre él cuello de la vegigdj q *e éontrayóndole.de den- tro á fuera,. letiene:si*íhpré) abierto, éimpr- de quejise cieTre.- Este: vicio ¡puede ceder <á la aplicación destosí, purgantes, usactosnsegun sea, reciente ó antiguo, como hemos-.-explica- do en el régimen curatívov ique le es aplica- ble. Esta enfermedad puede sobrevenir á la iscuria,' y hacerse- incurable por el estado! de inercia-y.-paralisis de las partes orgánicas-de las ¡viás urinariasi ¡e/.;! e ;. .;..•■<•> «( M'o •bcüV í,;i.a V. . ' .Irmtifl *0 or r;;mo-Gí-ii :•;-.»:-i'ih n-3 Disuria p BsiangürríüLi" vn eynoi') "■ '•;:-.: PC": . li'> ■" . :''.!;.!.-íiliP *i*í¡-« iim P.>>¡;«) Di«<íiíi(i,:.ó, ardor dé "oráta^es una .'dificul- tad de loririar,' que no impídela cálida ;dei;la orina; EstariguHria,' es • una ! enfépmpdadn s'rtlo quéeocupa. ¡Elídé- seo ó vlaegana de orin-tr' es continuo en Aa ev-tangurria, y la orina sale á gota* y con d«ai- lor. En la disuria corre la ofrna con difi- cultad; pero caando la'vegiga se descarga, lagaña dé orinar cesa por algún tiempoi Esto es bastante para réeoníirjér' la existencia "de la serosidad sumamente aér& por ■ aaí(iía¡edi, 182 que está reunida en el cuello y esfinter de la vegiga, y qutfde.aijw* se. eortjeudfevsobre el canal de la urétera. La orina contiene en sí misma úh principio .aereeimpregnado de partes sa- linas! oonitrusasj.yia capaces de; agravamda en* fermedad;. •.'< >'. .! ob »i :;:-■•-: ; i me oí . •r:->Est ■ '■■ -:■.■)•!:;::: r: ■• \DÍabéteS. I ! i: . i:i B ■;ifií>73-ld ■-. y.uLHl bu : r í:!fe''f . ií o'¡ LUájtoasd o diabetes^.' una . excesiva.. evacuación de orina^: esto: ¡es, niueho más considerable que la cantidad de líquidos .que se toman; Esta orina no es natural, y presenta varia- ciones írregnhwQ^;. \)La diabétesves en ciertos casos una crisis saludable, y en otros muchos ó ctói siemf>re,fea;*siá:evatuación,en\las- Vias urinarias; lo .'^ué lar diarrea y. laulieotefia son íConl>réüpfictdí!fll ;eanaf, mtestitiab. «sin es* un vicio.producido por ¡la. corrupción; dé loshul- ¿mures; < ¡Nuestros.'sabios han -diseítafloe mucho IséJ re¡ :ui):po4fipi«3azucai.adQ, que ¿dicen, han hallatio .eq a muchas de. estas clases, de orñnaa A ítodoa-.es: dadoj formac conjeturase y Csista- -más;, pero Jo¡ que [importa es preconocer: la ÍGtu/.vÉE,,y curar las enfejrneisf rio aliroéntarlá .ilpaginácioi) con v¿anas c i^Xa< purga se-gmvej artículo, cuarto del méi- •todo!'!Curaitivo,jpuede irest»bleceri la* salud d* : tas -que no dejan, de haberla; perdidoUpormas }83 que su orín"a ofrezca cosas curiosas ó suscep- tibles de . sabia-t análisis. Hay ejemplares que así lo aoredita». | hc !«.;• . .,».. ;-.,- ....; ■ ■: ,,- ,..;•, ..;...■ . Hern,ÍQ,: .-- ,.;■.,,i , .,- -,, ífl ■;. ■. i le .'■bilí.-"-» ' •> ■ie-ii¡o ;.'; . ;.':■ •>> ;) (l M } ..La. hernia, es un. sflC©) que por la prolon- gación del perii.ioneo.se.-.forma en el onmhgo ó las, ingles, entré los músculos del abd;óine% ó donde satén, tos vasos 4'laCPS» y contiene una porción de i intestino, óiredafto». aire ó agua^ Las .quebraduras ó hermas; contra la, creen-; *omtíUd«*; * l^flui^». y í>or;§so>exitrt 184 ten las hernias y"iqs: demás desórdenes en loa solidos. En véí> estado de saiud que supone, sanidad de los fluidos, los jugos nutritivos ali- mentan y fortalecen tedas las partecillas que componen cualquiera cuerpo; y cuando al con- trario los humores están corrompidos, • cuan- do ía sangre está cargada de ellos, como tam, bien de Ta fluxión que producen, las-carnes los tegumentos, ras partes continentes en fin lio son alimentadas sino por un fluido debi- litante y emoliente; el equilibrio entre ellas y his- partes contenidas se destrnye , la fuerza q-ie retiene no es suficiente, y la hernia se declara. Si én este caso el enfermo ha he- cho algún movimiento extraordinario, ó si ha padecido por lá acción de alguna causa ex- terna, la hernia se atribuye á esta exclusiva- mente, sin reparar que este mismo enfermo ha hecho otros esfuerzos mas violentos, sin tales resultas, ni saber por consiguiente que la acción de la causa externa ó acciden- tal no hubiera tenido ninguna mala conse- cuemia, sin la reunión de la causa humoral. Luegb que la hernia se declare, sea total ó sólo imperfecta, se deberá reducir y con- tener por los medios usados; y si! se difieien estas precauciones, se; hace la curación du- dosa, sobre todo én las personas de edad Si él paciente está por sus humores ó su sadud en un estado dé antigua corrupción, difícilmen- te curará. Una vez reducida la hernia y bien sujeta, se tratará de evacuar los humore^ se. gun el articulo cuarto del método curativo, 185 solo con el purgante si este bastare; y si fue- re indispensable emplear él vomi-purgativo, se deberá administrar en pequeñas dosis para que obre con suavidad. En las bernias están com- prendidas las relajaciones de la matriz y des- censo de la vagina. El pesario, el suspenso- río, lo mismo que el braguero, son paliativos que deben ser auxiliados por la purga; pues el descenso del ano ó del intestino recto, no procede de otra causa que de la corrupción de los humores. Estos tres vicios son como las hernias, efecto déla relajación de los li- gamientos, procedente de la misma causa, y en general son difíciles de curar; sin embar- go hay algunas excepciones. Ictericia. La ictericia nace de la bilis ó cólera, que espesándose en el hígado, le obstruye los va- sos, y no pudiendo filtrar la sangre, la cir- cula por todas las partes del cuerpo, que se vuelven amarillas. Esta enfermedad cede evacuando la bilis que llena las cavidades é inunda la circulación. La purga es sin duda preferible á todos los brevages que se administran, y que no pue- den expelería del cuerpo. Se debe usar con- tra ella el artículo segundo del método cu- rativo, y en caso de necesidad el cuarto: el vo oi-purgativo es absolutamente indispensa- bl , como se ha dicho para las enfermeda- des de las primeras vías. 186 Robustez. Confúndese este estado con una plenitud hu- moral.; La robustez es una cosa natural y no hace padecer; pero la plenitud al contrario, incomoda y suele acabar por, la cacoquimia, que es un vicio que consiste en la abundan- cia de maios humores. Contra estos dos males es preciso usar de la purga cuando fuere necesario para evitar sus incomodidades, debiéndose seguir el artí- culo cuarto del ¡niélodo curativo; pues esie efecto siempre resulta de la corrupción de los humores, que deberán renovarse cuanto lo per* mita la constitución del individuo. Plétora. La plétora ó plenitud de sangre se maní- fiesta por pulso lleno,, venas hinchadas, piel encendida y hemorragias. El estado pletórico se atribuye siempre á una superabundancia de sangre; pero tsto es un error en el que se ha incurrido como eo otros muchos de su especie, porque se ha ig- norado la existencia de la serosidad humo- ral, que redunda en los vasos; ya es tiem- po de conocer que la evacuación: de la se- rosidad es el único med;o que hay para.curar esta dolencia. Se del era verificar cen el pur- gante, según el artículo cuarto del método curativo. 18T Conjunción, marasmo. La atrofia, el marasmo, la consunción y la tisis son otras» tantas denominaciones de un estado de flaqueza que previene siempre.) de la corrupción crónica de los humores á que han podido agregarse los dañosos efectos de la dieta, de las evacuaciones de sangre, de los b ños y de las preparaciones mercuriales, de la quina . y demás. Los humores corrompí» dos con su calor ardiente, consumen, arrui» nan y extenúan el individuo, haciéndole pa- decer las incomodidades que sufre en esta situación. Cuando no hay motivo de rece- lar daño alguno interior, y cuando el enfer- mo no es de mucha edad, se puede eSpe* rar aun una mudanza favorable, purgándole según el artículo cuarto del método curativo, y dándole alimentos capaces de foritficarle. Se han visto infinitos enfermos en este esta- do recobrar una perfecta salud. CAPITULO III. ENFERMEDADES DE LA CABEZA. M 1a cabeza es la parte mas principal del cuerpo por contener el celebro y muchas par- tes orgánicas destinadas á desempeñar dife- rentes funciones vitales y animales, y por refe- rirse á eHaitodas las afecciones morales. La cabeza tiene también sus males físicos, cuy* 188 causa es la fluxión humoral que refluye hacia la cabeza por las arterias carótidas, que igual- mente transmiten la sustancia. Cefalalgia. •Cefalalgia es un dolor de cabeza que ocupa todo el cráneo. Cuando la serosidad se de- posita en el cráneo, produce un dolor muy auu lo, al que se ha dado el nombre de ce- falalgia que ocasiona calentura, y algunas ve- ees una postración general. El método de su curación será el del artículo tercero, si la evidencia del dolor lo requiere, si no, el del artículo segundo. El Vomi-purgativo y el purgante son necesarios alternativamente al principio de la curación; pero á su fin el pur- gante solo bastará: Jaqueca. Cuando la fluxión ocupa solo una parte de la cabeza, se llama jaqueca, cuyo dolor ei por lo común periódico, como también cróni co en muchos enfermos; y no difiere de los lia» mados reumáticos, sino por el nombre y si- tio que ocupa. Si es reciente, se destruirá por el artículo segundo del método curativo; si es crónico se observará el irtículo cuarto; y en los dos casos el vomi-purgativo y el purgante son necesarios alternativamente, por lo menos al principio déla curación, que se concluirá como se practica comunmente con so- k* el purgante. 189 Locura. La locura ó privación del juicio y uso de la razón, es un desconcierto en los órganos del cele oro. Si es hereditaria ó por mala con- formación del celebro, es incurable; mas pue- de Curarse si es accidental ó proviene de pa- siones desordenadas, pesares capaces de de- tener los espíritus en la cabeza, ó de inter- ceptar ó invertir su cursa, de que resulta el de- lirio y lalocura. La locura es un movimiento desarreglado de los espíritus animales, así como la calen? tura lo es de Ja sanare, y como las mas enferme- dades; proviene de la corrupción de los hu- mores encerrados en las cavidades. La se- rosidad que emana de estas materias, y que en esta fnfermedad es siempre sumamente acre, se mezcla con los espíritus, lo mismo que con la sangre cuando ocasiona la calen- tura, altera su curso, á la manera que para producir la calentura, descompone el moví- niento natural de la sangre. Obra sobre el celebro y los órganos de la circulación de los espíritus, así como endurece las válvulas, las membranas y las paredes de los vasos san- guíneos para producir su infartacion. A se- mejanza de la calentura, tiene también la lo- cura sus accesiones, sus intermitencias, su con- tinuación, sus periodos; y es caracterizada se- gún la malignidad serosa que la ha ocasionado. Infinitas situaciones participan de la ena- 190 gpnacion mental, que unas veces preceden y otras siguen a la locura: el vértigo, la hi- pocondría, el frenesí, la manía y los extra- víos de, la razón. Estos males tienen \e\ mis- mo orígm que la locura, y según se modi¿ fica la causa común toman diversos carác- ter s Empegando la cura en. el momento que aparez destruirán como cualquie a otra enferme- dad por la evacuación de la eausa material» obtenida en el vomi-purgativo alternado con el purgante desde el principio de lacilracion; y hasta que el md comience á ceder..'. En general es mas seguro empezar por, el. artí- culo tercero que.por el segundo, sobre! H>do para eurar la verdadera locura, debiendo en Jo sucesivo seguirse el artículo cuarta porr que estos desórdenes resultan siempre. 4,e la corruperon crónica de los. hwmores.¡. Lascan? táridas producirán un buen efecto en este caspj para llamar la fluxión que, ataca el celebro. ;j El que ha perdido la ra«on,: BO.és ,fáejj de curar: muchas veces es; precisó éwpl ar la fuerza y la violencia-¡ para contenn-' greji'jy-íel Usó* continuado: de los baños, no son-lesimenos nocivos é» estas enfermedades, pués>b|ffsi:hacen incurables ó muy renitentes. en los-onferm-fis á:qwenesí se quisiere aplicar nuestPot^inlétodó; porque estos¡ remedios detie- »ftn wpuriiisiblemente te se osidad sobré los ór- ganos de la circulación de los espíritus, so- bre e|> celebró y sus membranas, desorgani- zánd'oters < á ^veces para siempre.'' Si se cree que '& sangría puede calmar las accesiones de- locura^ és por un efecto semejante al qué pue* de producir! ra1 efusión' dé sangre en"todo» k>s¡ caso* én'que se< practica5, y porqáe se eva- cúa idoi*'ella una pordhtí de 'la setosidadf pefo éKteimédio déstriictéír;dé la'yida,noalcan-- za á expeler las materias; que lia producida \*< serosidad,* ni á: agotar' en "su origen esta ftuxibnidiés'orféíhizadóra.1- ■■'■ ■ ¡■::'i !•> rt) o. «„ , fe c¡ ;;n i --;. ;;■; fe ^¡;,p h : ^pOplégíá.^ : -; ■ '-■ ' «■!«ii-: La apoplejía se define la acomu1aV*ion & den arriendé'sangre ó linfa eh éfcélebro, que privap al ¡ paciente :dé' .sentido- y movimiento. Piérde«eel cmocirmento y los movimiento* voluntarios:' divídese' en serosa y en srmghú nea'ó ataqué de sangre. La primera se re- conbcb porr;hümoral,-la 'segunda se atribuye,; seg.tfi dicen , á la sangre. E¿ ün eVror so- portar-que la sangre entorpece su propio raiv vimierrtofe ¿La regla de la circulación né* es m siempre ría misma é mvariable? ¿El agua: del no res, concentrados, y. así dir vidirlos:y debilitarlos. Perlesía* A la revolución ó relajación de los ner- vios en que pierden su vigor y se impide su mo- vimiento y sensación, llamamos perlesía. Esta afección pítele ser general ó particular, y estai última llamada hemiplégía, sucede algunas ve-: ees á: la apoplegia, y entonces es difícil de curan Esta enfermedad es siempre una de-, pravaejon crónica de los humores, en la que la edad avanzada del enfermo es un obstá- culo acaso insuperable para su restablecimien- to. Para lograr la cuiaci«>n t ó á lo me- nos la¡ esperanza de conseguirla,,es menester; activar la evacuación, empeB m-io el .régimen; del artículo tercero, y después con el cuar- to. El voini-purgativ'0 e^úfiL, sobre tpdo.cuan-, do eL accidente ha. atacado al¿uua de las par?; tes superiores del cuerpo* : Epilepsia. Defínese la epilepsia* llamada tamb:en mal caduco y de corazón, una enfermedad Ique consiste én una convulsión de todo el cuer- po ó de algunas de sus partes; y un.ieeo-; gimiento ó atracción de jos nervios, con le- 195 sion de los sentidos internos y externos, y que causa varios efectos extraordinarios, co- mo es morderse la Jengua, echar espumarajos y otros. Mucho se ha discutido sobre esta enferme- dad: las causas accidentales ó los efectos mo- rales han sido los primeros que se han con- siderado. Los sistemas mas dañosos se han puesto en práctica y publicado; pero en ningu- na de las disertaciones científicas que se han escrito sobre esta materia se ha dicho jamas una palabra sobre la causa humoral, que mere- ce la primera atención. Los casos prácticos da. rán su justo valor al efecto de esas impresiones que se llaman causas, y de que es susceptible en el hombre la parte moral. Dos hombres ataca- dos de esta enfermedad, y que han sido cu- rados por mi método curativo, nos dan ma- teria para esta exposición que no carece de interés. El primero era un joven, y con esto es- tá dicho lo sensible que debió serle la muerte de una señorita de su edad á quien amaba, que murió de epilepsia. Diéronle la noticia sin prepararle, y esta sorpresa y el sentimiento que la sucedió, hicieron que á poco se sin- tiese también asaltado de epilepsia, que re- pitió sucesivamente por espacio de muchos me- ses, al cabo de los cuales, convencido de la in- utilidad de los medios ordinarios que habia em- pleado, recurrió á mi método, y curó. Debo citarle como un modelo de intrepidez y resolu- ción, tan necesarios aj que emprenda cura.se de una enfermedad grave é inveterada. 14 196 El segundo era un hombre de edad ma- dura, á quien asuntos de comercio conduje- ron á una casa para ajustar una compra. Fué á enseñarle los géneros una criada que pa- decía de epilepsia; y estando los dos solos le dio el accidente de improviso, y el buen hombre hizo cuanto pudo para socorrerla. Pe- ro le cau-ó tal impresión el estado de esta desgraciada, que en aquella semana se vio asal- tado del mismo mal, que se caracterizó por ataques repetidos. Un amigo suyo que ha- bia debido á mi método el restablecimiento de la salud tn una enfermedad grave y crónica, le convenció de la urgente nesesidad en que se hallaba de abandonarlos remedios deque se ha- bia servido tanto tiempo infructuosamente, y preferir los de la medicina curativa, antes que se inveterase. Accedió el enfermo, y como no habia usado de los métodos paliativos y per- judiciales se curó en poco tiempo; sin pasar como el primero por el sentimiento de verse desaucia- do; ni tener nesesidad de aquel esfuerzo heroico, distintivo de los impávidos que toman por divi- sa vencer la enfeimedad ó morir combatiéndola. ¿Cuál sera el resultado de los remedios que no tienen ninguna relación con la causa de las enfermedades? serán inútiles si no son noci- vos, y para que tuviesen relaeim con ella sena preciso tenerla conocida. ¿Qué puede el arte contra todas esas soñadas cansas? Vál- ganos contra sem-jantes ilusiones el racioci- nio y la verdad demostrada por la experiencia. Cuando la serosidad ,subc al celebro^ se 197 fija sobre la dura-mater, puede causar los ata- ques de la epilepsia, ó lo que se llama mal caduco ó gota coral. Entonces la fluxión emana de la atrabíhs, ó por lo menos de ma- terias muy corrompidas ; la sangre la hace su- bir al eelebro por las arterias carótidas, y la reúne gota á gota en una bolsa membrano- sa llamada Kisto, que se halla encima de la du- ra-mater. Se forman pues en el cuerpo hu- mano, y en sus diferentes partes, membra- nas mas ó menos densas ó sólidas que pue- den contener un cuerpo voluminoso, como una cantidad de agua en la hidropesía ankistal. Uno de nuestros enfermos expelió durante la. curación una membrana de tres á cinco pul- gadas; tenia mas densidad que la película que envuelve la circunferencia interna de un huevo. Algunos dias antes sintió en el vientre un movimiento, y oyó un ruido á manera de e.-- estalhdo, y bastante fuerte; pues fué oido de la persona que le asistía. Creemos que este rui- do provino de la rotura de la membrana. ¿No es posible que en lo sucesivo se hubiera forma- do un kisto, y de consiguiente un tumor ankis- tal en el cuerpo de este enfermo, suponiendo que hubiera sobrevivido á la gravedad de la dolencia que le hizo adoptar mi método'? Este misino enfermo me aseguró haber expelido in- sectos que le parecieron semejantes á las chin- ches, y entre ellos algunos vivos. Luego que este kisto, que no puede con- tener mas que cierta cantidad, se llena, el movimiento de las arterias y la acción de la * 198 merrbrana nerviosa, irritada por la acrimo- nia de la materia, le fuerzan á vaciarse; y se derrama esta fluxión sobre los meninges, la médula espinal y los nervios que contrae con su corrocion. Esta serosidad, en estado de parasismo ó de accesión, desordena el cur- so de los espíritus, haciendo que el enfermo pierda el conocimiento y caiga accidentado; sus nervios están tan irritados y comunican la acción á los músculos; el paciente tuerce la vista y mueve sus miembros con la ma- yor violencia, arroja espuma por la boca, y aprie- ta tanto los dientes que algunas veces se corta la lengua por < 1 movimiento convulsivo de las quijadas. La fluxión cae del celebro al es- tómago: á veces se oye bajar, y casi siempre el enfermo hace como que traga, y al ver- Je se diria que bebe agua en gran cantidad. Como su volumen pesa sobre esta viscera y sobre las arterias principales que comprime, disminuye el movimiento de los fluidos, y por esto el enfermo acaba por dormirse. Cu¿m- do despierta no se acuerda de lo que ha suce- dido, ni sabe lo qee dice ni lo que hace. En algunos efectos los ataques son mas lar- gos; unos dan un grito al caer: otros cono- cen el principio del ataque y se acuestan; mu- chos se acuerdan de todo, y oyen; y otros no oyen ni conservan idea de nada. La du- ración del nteque e.» proporcionada á la ma- lignidad de la finxien, al grado de la corrup- ción que la b» fiemado, y ¡o anticuo de la enfermedad. Si se sufren vanos ataques en 199 un día, no es buena señal; sin embargo he- mos visto algunos que han salido. Esta enfer- medad debe curarse por el artículo cuarto del método curativo, aunque sea reciente; sien- do siempre resultas de la corrupción cróni- ca de los humores. El vomi-puigativo, por el cual debe empezarse la curación, se re- petirá una vez entre cuatro ó cinco del pur- gante; y en muchos casos, y cuando obra bien por las vias inferiores, deberán alternar mu- cho tiempo ambos. Esta enfermedad, que es una de las mas tenaces, no se deberá tener por radicalmente destruida en razón de que sus ataques no se reiteren según costumbre, ó que cesen del todo. El enfermo procu- rará precaverse reiterando de tiempo en tiempo las purgas, aun cuando se sienta del todo sano. Movimientos convulsivos, temblores. Derramándose la fluxión sobre los nervios ó las membranas nerviosas, produce temblo- res, movimientos involuntarios , periódicos ó continuados en todas Jas partes del cueipo, según la distribución de esta materia y su ac- ción sobre el órgano del sentimiento, ó sobre los diferentes miembros, y también la cabeza. Estos afectos resultando de la corrupción crónica de los humores, su curación no po- drá esperarse sino de la evacuación de las materias que los forman, lo que se deberá verificar siguiendo el artículo cuarto del mé- todo curativo. Lo q~e se ha dicho de las 200 enfermedades nerviosas y de las convulsiones, como también de la epilepsia, es exactamen- te aplicable á esta especie de males , con la mera diferencia en la cantidad. Males de los oidos. La serosidad introducida en los oidos, y por sus diferentesórganos, puede producir ruido, silbidos y zumbidos, y últimamente la sordera. Estos diferentes vicios del oido y la sor- dera no con pleta, cuando el nervio acústi- co no se halla enteramente paralizado, se des- truyen como la supuración cuando existe en estas partes con el uso de los dos evacuan- tes, tomados alternativamente en el principio de la curación, según el artículo segundo si el vicio es reciente, y según el cuarto si es crónieo ; pero si hay dolor agudo según el artículo tercero. Males de los ojos. La congeslion de serosidad sobre el órga- no de la vista, produce las diferentes enfer- medades de los ojos,, como la inflamación, las lianas, la sarcoma, la destilacien al lagrimal, la oftalmía ó inflamación húmeda y seca, las manchas que oscurecen la córnea, la catara- ta ó la opacidad de la membrana cristalina, y demás accidentes que sobrevienen, y lo?, que pueden privar de la vista. Todos estos males y la gota serena , que 201 es la pérdida de la vista sin defecto visible en el ojo, exigen por su violencia y la de- licadeza de la parte afectada, el método pres- crito en el artículo tercero del régimen cu- rativo, administrado con actividad. En este caso son necesarias dos dosis del vomi-purga- tivo, interpoladas con una del purgante; cu- yo régimen de evacuaciones no puede suspen- derse sin peligro de hacer incurables estas enfermedades. La sangría y las sanguijuelas no son mas saludables, y avocan la materia sobre la par- te afectada. Los tópicos y las opera-iones comunes son inútiles sin la aplicación de los medios capaces de evacuar la causa material que produce el dolor ó el accidente. Es pues indispensable purgar al enfermo con arreglo á mi método, consultando sus artículos y usan- do del que corresponde á la necesidad se- gún la situación del paciente. Si se aplican las cantáridas, indicadas á ve- ces en esta especie de males, no por esto ha de descuidarse la purga ni el vomi pur- gativo, interrumpiéndolos por poco tiempo. Males de la boca. La serosidad puede ocasionar en la boca con su corrosión las aftas y la ulceración en las encías, así como produce el carácter ó los síntomas del escorbuto, y causa la turgencia de la lengua; el desprendimiento de la epi- glotis á que vulgarmente llaman caerse la cam- 202 panilla; las varias hinchazones que se obser- van y demás. Todos estos afectos de la boca de la3 par- tes que la componen, se curan con la purga repetida según el artículo segundo del meto- d«> curativo para los casos recientes, y según el cuarto para los crónicos ó que provengan de un vicio de corrupción muy antiguo. El uso del vomi-purgativo es muy conveniente, Dolor de muelas. Una gota de serosidad ó de agua ardien- te que la sangre deposita sobre la membra- na llamada periostio, produce el dolor de mue- las. El alveolo y la raíz de la muela, es- tán envueltos en el interior de esta membra- na, cuya sensibilidad y la corrupción que la serosidad ejerce en ella, hacen que la vehe- mencia de los dolores sea á veces insopor- table. La causa del dolor de muelas es la misma que en todas las dolencias; y por lo común este mal anuncia una enfermedad mas grave. Evacuando el humor que atormenta esta parte, se logrará su alivio, y se precave- rán otros accidentes mas peligrosos por su de- cúbito. Los dientes ni las muelas no duelen por- que casi son insensibles; y cuando la fluxión se reúne en su parte esponjosa, los carcome, los pudre, y los hace caer á pedazos sin que se experimente el menor delor. Si la Jíuxwn ge derrama tn la megilla, se 203 hincha esta y el dolor no es entonces tan vio- lento , cesando algunas veces porque la flu- xión ha mudado de sitio. Los diversos tópicos alivian si hacen mu- dar de sitio la fluxión ó si la amortiguan. Tan grande delirio es arrancarse una mue- la sana porque duele, como lo seria cortar- se un brazo ó una pierna porque haya sobreve- nido en ella un dolor. Todos tenemos ne- cesidad de los dientes para triturar los alimen- tos, su falta deja la pronunciación torpe y vi- ciosa, y nos desfigura privando á la boca de su mejor adorno. La pérdida de los dientes no destruye el origen de la fluxión: la san- gre continúa depositándola en los puntos que ellos ocupaban y en los dientes inmediatos; y á vece? la fluxión se derrama sobre toda la quijada, de modo que no se puede distin- guir cual de los dientes es el que está dañado. La violencia del dolor debe decidir cual de los artículos de nuestro método será con- ducente para evacuar los humores, adoptán- dose el que parezca mejor para conseguir mas pronto alivio. Se distinguirá para hacer esta elección la persona que sufre mucho tiempo el dolor de muelas de la que le padece re- cientemente. Para la segunda está indicado el artículo segundo; para la primera el cuar- to. El artículo tercero se deberá adoptar cuan- do el enfermo no logre alivio, habiendo em- pleado los otros. El vomi-purgativo también es necesario, y se repetirá mas á menudo, si el purgante no alivió con la prontitud deseada. 204 Solo los dientes dañados son los que se de- berán arrancar; bien que teniendo cuidado de purgarse de tiempo en tiempo , se conser- van algunos dientes cariados muchos años sin que las caries hayan cundido, y estos dien- tes sirven como los sanos. Pólipo. Puede padecerse el pólipo en diferentes par- tes del cuerpo; y es una excrecencia carno- sa y fofa, que se cria en las membranas mu- cosas, y mas comunmente en la pituitaria da las ventanas de las nances, y cortada y no extirpada de raiz se reproduce como el pul- po. Varia en su carácter según la malignidad del humor. Así, pues, la operación del pó- lipo es su remedio, aunque insuficiente si el origen de la materia que le ha formado no se destruye, porque se reproducirá otro, ó bien la llaga de la operación no se curará. Se purgará al enfermo según el artículo cuarto, algunas femanas antes de la opera. cion; no debiendo efectuarse mientras que el paciente esté arreglado en sus funciones na- turales Luego que se haga la operación, el enfermo continuará la purga según el mismo artículo, hasta la cicatrización de la llaga ó total restablecimiento de su salud. También tomará algunas veces el vomi-purgativo, es de- cir, cuando Jas indicaciones anuncien la ne- cesidad. 205 Rostro barroso. La serosidad esparcida por los vasos de la cara, privando á la sangre de la libertad ne- cesaria para su circulación, es la causa de la rubicundez, que acompañada de granos y pu- pas, caracteriza el rostro que llamamos bar- roso. El vomi-purgativo es útil algunas ve- ces, y el purgante se deberá emplear según el artículo cuarto del método curativo, en aten- ción á que esta enfermedad resulta siempre de una corrupción crónica de los humores. Esquinencia ó angina. La fluxión detenida en la garganta puede con su calor ardiente inflamar la faringe, la laringe, el esófago, la traquiartcria y todas sus partes adherentes, y de este modo se carac- teriza la angina ó esquinencia, ó la inflama- ción de las glándulas de la garganta. Es en- fermedad de las mas peligrosas, porque opri- me la respiración y la deglusion, y pide pron- to socorro Las sangrías no la curan, y tra- tada por los medios comunes, puede seguir- se la gangrena según sea la corrupción vi- ciada de los humores. Si ha tenido tiempo para tomar un carácter serio, se curará por el artículo tercero de mi método hasta que mude de aspecto. Continuará después la cu- ración por el artículo segundo, que basiará si no es grave, ó ha cedido. En todos los ca- 206 sos se deberá empezar por el vomi-purgati- vo,* y repetirle hasta desembarazar enteramen- te la garganta; y prosiguiendo después el pur- gante solo, si el sitio primitivo que ocúpala enfermedad está del todo libre. CAPITULO IV. ENFERMEDADES DE LAS EXTREMIDADES. Dolores reumáticos. \^/uando padecemos una sensación dolorosa sm calentura, inapetencia ni desarreglo de las funciones naturales, la designamos con el nom- bre genérico de dolores. Estos afectos son muy comunes y generales, y hay climas y lu- gares que los ocasionan mas que otros; pe- ro en ninguna parte difieren en su causa efi- ciente ó interna. Se diferencian los dolores por su carácter: son periódicos, ó fijos ó errantes, y se les distingue con nombres de convención. El carácter del dolor vago consiste en que muda con frecuencia de sitio; quiero decir, que la serosidad no hace mas que tocar ligeramente las partes. Ya carga en una pierna, ya en un muslo, en una espaldilla, un brazo, en el pescue- zo, y sucesivamente en todas las partes carno- sas: y este dolor se denomina reumatismo. El dolor periódico es el que se renueva en épocas indeterminadas , y que cuando repite acomete indistintamente, ya á la parte en que se manifestó, ya á otra. m 207 El dolor permanente dimana de que la ma- teria que produjo el ligero, errante ó periódi- co, no se evacuó en tiempo oportuno. Por los efectos progresivos de la corrupción de los humores, se aumenta la serosidad, y los prin- cipios acres ó corrosivos de la fluxión, de mo- do que la sangre se ve forzada á depositarlos. Los facultativos que no admiten esta causa general de las enfermedades, consultados so- bre estas dolencias, creen cumplir con sus en- fermos respondiéndoles que no hay nada que hacer; respuesta que les sugiere el estado ex- terior de la parte dolorida, que no manifies- ta ni hinchazón, ni tumor, ni inflamación. Esta falta de experiencia compromete ta salud de los enfermos, sin aliviarlos de sus molestias. Presumen haber salido de la dificultad dicien- do que es frialdad, voz que ó nada signifi- ca, ó que expresa solamente la causa oca- sional. ¡Qué serie de «rrores por no cono- cer la causa verdadera de los dolores y de las enfermedades en general! ¡A falta de bue- nas razones se venden palabras! No hay co- sa mas común que oir decir que las varia- ciones del tiempo producen los dolores, re- mitiendo á los pobres enfermos al verano y al buen tiempo, que las mas veces ninguna influencia tiene en sus males. Hácanse las ob- servaciones mas prolijas sobre la calidad y can- tidad de los alimentos, y se calculan los cuar- tos de luna para alminar á los crédulos y dóciles enfermos. To las so i causas, exe p- to Ja verdadera en que el doliente está muy 208 lejos de pensar; confundiendo las causas oca- sionales con la suficiente y la única verdade- ra. Nadie ignora las variaciones que hay en el tubo ó canon del barómetro en las mudan- zas de lluvia ó buen tiempo; estas diferentes mutaciones son una semejanza de lo que su- cede á las personas que atribuyen sus dolo- res ú las influencias atmosféricas. Si sus cuer- pos no contuviesen las materias que causan sus males, no padecerían nada con ocasión de la mudanza de tiempo: la prueba es clara. Las variaciones estacionales como todo lo que tie- ne relación con las costumbres y el modo de vivir de cada uno si pudieran citarse como causa eficiente, quedaría físicamente demos- trado que todos sufrirían los efectos de la mis- ma causa, cuyo inevitable influjo experimen- tan; pero la experiencia prueba todos los dias lo contrario: luego hay en los cuerpos que pa- decen materias susceptibles de variación, de dilatación ó de condensación; y he aquí la ver- dadera causa eficiente sujeta á la acción ó á la influencia de las ocasionales. La razón na- tural indica que es preciso evacuar la prime- ra, y no dar á la segunda sino la parte que le pertenece. Luego que se forma la materia que pue- de producir el dolor, es este por ló común errante ó perió -ico, y es raro que empieeen fijándose. Si se evacuase desde luego la cau- sa a su primera manitesiaeion , se evitarían grandes male& en lo venidero. Si se pusie- ra en practica la evacuación de la cau¿a de 209 los dolores desde su primer ataque, bastaría para libertarse de ellos hacer uso del artícu- lo segundo del método curativo, y aun eJ ar- tículo primero alcanzaría por lo común. Si el dolor es muy violento, se aliviará y cura- rá mas pronto" siguiendo el artículo tercer ; pero si se trata de dolores crónicos, se de- be hacer uso del artículo cuarto. Si el do- lor es en un brazo, en una mano, en los de- dos ú otras partes dependientes de la circuns- cripción de las primeras vias, puede ser ne- cesario el vomi-purgativo, y á veces es in- dispensable en el principio de la curación, si bien combinado con el purgante. Sabernos por una antigua práctica que to- do dolor que muda frecuentemente de sitio, no es peligroso, esté donde estuviere. Mu- da de sitio, porque la materia que le produ- ce es ambulante, y no es peligroso, porque no hace mas, por decirlo así, que pasar. Es- te dolor es por lo común fácil de curar; por- que hallándose la materia que le produce en movimiento, se evacúa sin trabajo; pero el que no varia, y que por esto se llama dolor fi- jo, puede .ser peligroso, y lo es en especial si la parte afecta es muy delicada; porque la permanencia de la serosidad puede dañarla y destruirla. Este mismo dolor puede ser ni «y difícil de curar, en atención á que la fluxión ai aglomerada por la sangre, no volverá á entraren la circulación sin mucho trabajo, y así es mas difícil desalojarla que si el dolor fuera errante. ?10 En el intervalo de tiempo en que el dolor cesa, la serosidad, su única causa, entra en las vias generales de la circulación , y se mez- cla con la masa de los fluidos, hasta que pa- rándose de nuevo en otra parte se separa de eüos; y de aquí la cesación de los dolores pe- riódicos, sin que por esto desaparezca la cau- sa eficiente. La misma práctica nos demues- tra, que si durante la acción de los purgan- tes el dolor desaparece ó es menos agudo, es porque su causa se ha evacuado en todo ó en parte, ó á lo menos ha mudado de asien- to. Cuando los evacuantes hacen cesar los do- lores en el momento mismo en que operan, es poique desalojan la causa y la atraen, lo cual es señal de curación, que puede creer- se próxima; pues que la causa anuncia pres- tarse también á la expulsión. Si el dolor se renueva cuando el purgante ha dejado de obrar, es señal de que la fluxión no dominada por el purgante, carga, según costumbre, á la parte afecta. Esta observación enseña que se de- ben continuar las evacuaciones, esto es, rei- terar la purga las veces que fuese menester para expeler la causa del dolor; y esto es ge- neral para todas las enfermedades en cuya cu» ración haya de seguirse este método. Si acaece lo contrario, y si el dolor se ha- ce mas agudo ó la enfermedad mas grave du- rante la acción del purgante ó después, ha- bremos de confesar que este ha puerto en mo- vimiento la causa, cosa muy natural, pues de- be evacuarla. En este caso se deberá conti- nuar con perseverancia la purga, sin suspen- 211 derla mientras sea posible ; y si se suspende, continuarla después de algunos dias de des- canso para destruir y expeler esta causa de los dolores. Todas las enfermedades son dolores de al- guna de las especies que acabamos de refe- rir, y cuya causa material es siempre la mis- ma, sea que se experimenten en las extremi- dades ó en las cavidades, pues todo lo que es padecer es dolor, y en toda enfermedad se padece. El origen del mal, prescindiendo de su ca- rácter, sea dolor, tumor, úlcera, ó, un depo- sitólo está donde se experimentadla dolen- cia; lo'que atormenta no es mas que iioa ema- nación de aquel origen. Según este principio Jas reglas de nuestro idioma deberían permi- tir que pudiera decirse: Los seres animadas mue- ven por dentro y na par fuera, y ninguno está enfermo ni muere por el exterior, supues- to que la causa de las enfermedades es siem- pre interna. Es pues siempre inútil obrar solo exterioi mente. Atiéndase mucho á que los tópicos no pro- duzcan un mal efecto propagando el humor tanto que no se pueda curar en lo sucesivo. Las cataplasmas emolientes por loícomún ablan- dan demasiado, provocan la extensión de »a materia, y pueden ocasionar la mortificación de la parte afecta. Los paños ó cabezales mojados en un líquido indicado por el carác- ter ó índole del tumor tiene menos inconve- nientes; pero los purgantes aon.lop «oíos me- 212 dios que existen contra las enfermedades in- ternas y los dolores. Ciática. El dolor de ciática es un dolor fijo, y ca- si siempre precedido de los dolores periódi- cos ó errantes. Proviene de la fluxión que circula en los vasos, y que la sangre deposi- ta en fin en los músculos, de una de las ex- tremidades inferiores. Este dolor se extiende comunmente desde la cadera hasta la punta del pié, donde se hace mas insoportable, y llámase ciática por atacar el hueso cía de la cadera. Las sangrías, las sanguijuelas y los baños ordinarios ó espiritosos, como también los tópicos, conducen á hacer esta enferme- dad incurable. Si la ciática es muy aguda, requiere la pur- ga según el artículo segundo; y si es cróni- ca, ó si precede á otros dolores, se curará se- gún el artículo cuarto. El vomi-purgativo no se usará sino cuando haya plenitud de esto* mago. Calambres. Obrando la serosidad sobre los músculos ó membranas, contrae estas partes produciendo pasmo ó encogimiento de nervios ó cuerdas que hace sentir grandes dolores, ó lo que es lo mismo, los calambres. No son peligrosos mientras solo se experimentan en las extre- midades; pero pueden ocasionar graves ac* ei3 cidentes, cuando obran sobre las vias princi- pales de la circulación, pues la sangre pue- de detenerse. Es raro que el calambre rió sea seguido de dolor, pues suele ser su pre». cursor, procediendo los dos de la misma cau- sa. El calambre es un efecto pasagero y de poca duración: cuando existe no se puede re- mediar; iio hay entonces otro medio que el de agitarse ó darse cierto movimiento para hacerle pasar. Las personas que son propensas á él de- berán purgarse pródigamente según el artícu- lo cuarto del método curativo, y no deben asus- tarse si sienten algunos ataques durante la cu- ración. El vomi purgativo no suele será pro- pósito. Gota. Esta enfermedad, que causa hinchazón y do- lores agndos en las articulaciones de los ex- tremos del cuerpo impidiendo el movimiento, según la respetable opinión de los antiguos, debe su nombre á una gota de fluido que re- conocieron ser su causa intrínseca.^ La gota pasa por incurable, y seria menos de temer si se concibiera su causa cerno exis- te, y si para curarla se adoptasen los medios que la experiencia ofrece con innumerables ejemplos. La serosidad, que en este caso es muy ardiente, entra en la circulación, en don- de halla una porción de flema qUe cuece y convierte en una especie de papilla. La san- gre lleva estas materias á las extremidades su- 214 periores ó inferiores, y las deposita en las arti- culaciones. La fluxión recuece con su calor es- ta materia, y la reduce á una especie de yeso mojado que sirve para formar nodo; y esta flu- xión sola es Ja que causa el dolor y la inflama- ción. Este dolor empieza por ser de poca dura- ción, y los ataques no se repiten sino á épocas re- motas, á veces de un año, diez y ocho meses, y aun de muchos años, y así va degenerando en pe- riódico. Inveterándose la enfermedad, depra- vándose cada vez mas las materias, y de con- siguiente aumentándose su malignidad, los ata- ques son mas largos, mas frecuentes y mas agudos, en términos que con el tiempo los enfermos quedan baldados ó atormentados con dolores que terminan con su vida. Mientras que el arte de curar se reduzca á conjeturas, y no tenga basa estable, ha- brá gotosos; y esta enfermedad se creerá in- curable mientras no se empleen mas que tó- picos insignificantes. No es poco conseguir con ellos el alivio: convengo; pero si los hom- bres quisieran abrir los ojos, y salir del error y la preocupación, el número de los goto- sos se disminuiría infaliblemente. Por supues- to que entonces se sabrían curar los dolores eu general, y cuando son reumáticos, periódicos, errantes y ligeros; pues estos mismos dolores son los que acaban tomando el carácter de la gola. Los ingenios festivos se han divertido ea este asueto que ha servido de materia á su alegre dicacidad. Quien ha dicho que el que 215 tuviese él talento de curar la gota, seria mas rícoque Creso; quien para juzgar del mé- rito de los pretendidos curanderos; respeéfd á la gota, no hay mas que ver el triste es- tado de su fortuna. ¿Por qué no ha de ha- ber remedio contra la gota habiéndole para las demás enfermedades? Todas éstas vacie- dades, agenas del fondo de la cuestión, no harán que deje de ser cierto qué siguiendo mi método se han curado ó aliviado urr sift número de gotosos, que saben mejor cúié «a- die' apreciar el servicioqué se les ha hechoí La Causa de la gota se eVacúa,' y• losgbí. tosos se fcuran con el usó del purgante tó* mado desde el primer ataque, ségun él artí- culo segundo del método-curativo, ó seguñ el tercerój si la violencia del dolor' ló ex\ger, 8i la corrupclori de los humores es antigua, si él paciente ha exoeriuientado ya muchos ata- ques, ó si los accesos por su duración se han hecho crónicos, se seguirá él artículo cuarto del mismo método. Se tomará el vomi-pur*- gativo cuantas veces se crea útH para eva- cuar la plenitud de estómago, sea qué el do- lor resida en esta parte ó eñ las extremida- des Superiores. Las personas que se sientan atacadas cV la gola, ó cjue la padezcan ya, podrán evi- tar las recaídas con el frecuente uso déla pur- ga en los intervalos de un ataqué á otro. Es- te es el remedio mas eficaz contra la gota particularmente en una 'CdÁd media , y atfn suponiendo'que se repite ai ataque; comeépé- 216 cialidad si el paciene no tiene miedo de pur- garse, y lo hace,con frecuencia, suspendién- dolo solamente á cortos intervalos. : CAPITULO V. e ¡ ENFERMEDADES DE LAS MUGERES. e i ... - i > ■; Pubertad de las doncellas. V^üando las ninas enferman en la época de la pubertad, se atribuye la causa de su ma- la .salud al atraso que suelen experimentar en su menstruación. ¿No seria mas exacto de- cir que este desarreglo nace de que es- tán, malas? ¿La , experiencia diaria demues- tra que. las niñas, que gozan de buena sa- lud en esta edad , tienen sus menstruos sin dolores y casi sin sentirlo. Este error pro- viene, como otros muchos, de lo poco que se discurre sobre la cáus.u de las enfermedad jdes. Se emple.m varios hemenagogos de que se componen, diferentes bebidas todas inúti- les. Soló desembarazando á las jóvenes de la masa de la bilis,y demás humores que pro« ducen la opilación, se podrá facilitar la circula- ción y restablecer las funciones naturales. Con est» las enfermas quedarían pieservadas de !us accidentes que las amenazan , mas por des- cuidarse las vemos caer en la languidez, y perecer víctimas de una muerte que con ra- zón podemos llamar prematura. Importa cu- rar ,por este estilo á las niñas de cualquie- 217 ra edad, que si adquieren una salud endeble" ó enfermiza á la época en que la naturaleza se pronuncia, podrán sobrevenir graves acci- dentes, y también la muerte. Son muy per- judiciales esos cuentos de viejas en que se les dice que á la aparición del menstruo las cura- rá de todo la naturaleza; y no son menos insensatos los discursos de los que pretenden que si la muchacha continúa enferma, después que tiene sus reglas, al cabo se curará conr el casamiento , infiriendo de aq ú que se debe' casar. Solo falta para colmo de la ignoran- cia quien diga que si la aparición de las re- glas y el casamiento no mejoran su situación^ necesita ser madre para curarse. ¡Cuántas víc- timas no son la triste consecuencia de tama- ños absurdos! Jamas debieran casarse las jóvenes sino en buena salud, p*ues á su falta se adjudica con razón la degeneración, demasiado evidente por desgracia, de la especie humana. Pero los padres y madres que deben con celo sufrir la inexperiencia de sus hijos, ¿han hecho acaso, harán siquiera, aunque les ins- truyamos sobre el particular, una parte tan solo de loque está á su cargo en esta cri- sis peligrosa? ¡Ah! no nos atrevemos á de- clararnos. Si una joven está enferma á la edad de sus menstruos, no se hará nubil mientras no se cure. En este caso se deberá practicar la evacuación de los humores que se oponen, según el artículo cuarto del método curativo, »1« basta qup la enferma goce de una saldd com- pleta. En eae e¿iado, la emisión del flu- jo menstrual se efectuará cuando menos se psensa, y continuará sin interrupción mientras li ya buena salud, ó hasta que una causa na- tural se oponga. Mudanza de edad* La mudanza de edad no es la eausa de las enfermedades que las mugeres padecen, desde cuarenta ha;ta cincuenta años. Sabi- do es que en esta época termina la carrera de muchas personas , sin excepción de uno ni otro sexo* y lo que es natural no causa enfermedad: no nos separemos nunca de es* te principio. Las mudanzas que experimen- ta la naturaleza en la muger, no tienen re- lacion alguna con la causa * de las enfer- medades ni con la muerte, puesto que la una y la otra son originadas por la corrup- ción , y que la cesación de los menst uos es cosa natural, y nada tiene que ver con esto. La natura'eza se puede considerar aquí >n tres estados diferentes. En el primero, y mién4 tras la niña crece la sustancia individual pre- para la abundancia del fluido necesario pa- ra poneila en el eslado nubil. En el segun- do, cuando y i se halla en este estado, y mientras permanece en él la naturaleza der- rama periódicamente lo superfluo del fluida con que ha dotado á la muger para que con- tribuya á la obra de la reproducción. En el 219 tercero, cuando esta abundancia ó superflui- dad ha llegado á su término cesa la em;sion periódica; mas no por esta mudanza la na- turaleza cae en decrepitud ni se deseca. No ha hecho mas que perder la aptitud de la segunda época. Solo ti llegar á la edad de vejez, lo mismo en un sexo que en otro; s debilita el fluido vital hasta extinguirse. Debemos observar aquí que la muerte oca- sionada por la corrupción innata, que se opo- ne á la existencia eterna, es rara; porque la corrupción secundaria y auxiliar, á que áoá hombres están tan expuestos, abrevia la du- ración de todos ios que no tienen la dicha de libertarse de ella, ó dé saber evitarla. *" Cuando una muger, ya en la edad con- veniented, eja de tener sus menstruos, no ex- perimenta una-supresión. La experiencia de- muestra que la muger que goza de buena sa* lud, cuando ios menstruos desaparecen no su- fre la menor alteración en su salud por es- ta mudanza. Es pues neee-ario conocer en qué consiste la verdadera causa de los ac- cidentes que se obseivan, y explicar con cla- ridad las causas ocasionales, para que no se confunda la verdadera causa con el efecto, y para tomar en td< s casos precauciones mas eficaces que las comunes. En el flujo menstrual la sangre sale pu- ra ó cargada de humores según el estado de salud ó de enfermedad de la muger. La qué ha sido enfermiza o que ha padecido continua ó penodicüiiitLte antes de la épo- 2tl ea de la mudanza de edad, está expuesta á caer enferma luego que cesen sus menstruos, porque el flujo menstrual es para ella una purgación periódica, y su sangre se purifica todos los meses de una porción de la sero- sidad. Cesando este flujo sucede á los hume- res lo mismo que á un arroyo, cuyo cur- so se detiene sin que se seque su manantial; es decir, que los humores de esta muger se encierran en sus cavidades como en cualquie- ra otro enfermo; y entonces es cuando no teniendo esta evacuación natural, necesita ayu- darse y suplirla con purgas reiteradas. La que se halle en esta coyuntura se valdrá del purgante que dicta el artículo cuarto del mé- todo curativo hasta que recobre una perfec- ta salud, y,hasta que los humores que acom- pañaban el flujo menstrual hayan tomado las solas vias de excreción que les quedan. Si las mugeres conocieran las ventajas de la purga, administrada á tiempo oportuno en Jas diferentes circunstancias en que se hallan durante su juventud, ¡de cuántos accidentes se preservarían en lo sucesivo! Nada mas co- mún que ver á las jóvenes acudir á los ba- ños, la sangría y las sanguijuelas, debiendo evacuar esta corrupción que tanto les hace sufrir de todos modos, que se aumenta to- dos los dias y las expone á mil accidentes; en particular á esa evacuación tan común y tan conocida hoy con el nombre de fio es blancas. ¡Hermoso nombre, que exoresa una cosa bien fea! Mejor merecerían el nombre 221 de flujo amarillo, verde ó mixto como es con efecto. De esto proviene la pérdida de sus colores naturales que todos los cosméticos ima- ginables no pueden restablecer, y de aquí en muchas ese aspecto, de vejez anticipada. Si contra todos estos achaques se purgaran en tiempo conservarían la salud, y se precave- rían de los malos que llaman mudanza de edad; los derrames, pérdidas, ea|or» s ardientes, ¡in- flamaciones, las acrimonias, los depósitos glan- dulosos, las úlceras que.de ellos resultan, l*t consunción, y también de la muerte, en una edad que les ofrece esperanza de vida, Acjer mas que la muger sana y robusta, aunque no sea. hermosa, tiene un atractivo que la ha- ce preferible á la que está continuamente en un estado de incomodidad ó de dolencia. Retención de la regla. También se pretende que son muchas las causas de la retención de la regia; que no se debe confundir con la mudanza de.edad; pero en el. efecto es una sola y la misma que produce las enfermedades; y el único me- dio para restablecerla es el itismo que se de- be emplear pora curarlas todas. Solamente se atiende á las causas mondes, por cuya influencia la regla puede haberse suprimido; no se habla sino de las situaciones incómo- das, de las desazones que las mugeres h/in padecido en .el momento de su regla. Si quie- ren curarse es menester que sin parar tan 2$2 éxclu^ivam^rile Ti consideración én estos i». cidentes, que con todo no deben despreciar- se,- se ocupen con preferencia de lo- humo- res viciados, y dé la fluxión que de ellos di- mana. Estas- dos candan el ob-tácu!o ver- dfidéro á la evacnaci >n natural de las mu- geies. y 'a que producé todos los males qué son su consecuencia cüsj inevitable. Llámase supresión la repentina cesación de este flujo periódico.' En este estado morboso la paciente experimenta dolores de c ibeza, y en diferentes partes del cuerpo, calentu- ra, inapetencias, hastíos, pénmíilíos y demás. La purga del artículo segundo di este mé* todo favorecerá la reproducción de la1 regll, y si hay dolor agudo ó algún órgano afec- tado, ó movido dé temor, se deberá seguir el artículo tercero; si el vicio es crónico, se observará el articulo cuarto en cuanto lo exija la necesidad para restablecer la salud; pues en este caso, como se há dicho acer- ba de las doncellas, la regla no sé reprodu- ce sino restab!ec¡endo la salud, lo qus su- cede algunas veces cuando menos se pien- sa siguiendo este método. Rs¿la inmoderada, derrames. La muger que padece reglas inmoderadas ó extraordinarias por la cantidad ó por su duración, no goza dé una buena srdud; y este desarreglo proviene comunmente de una en- fermedad anterior. Es una especie de he- 223 morragia producida por una masa de agug mezclada con la sangre, y es menester pur> garla hasta que se haya agotado este origen. La irregularidad del flujo procede de la mis- ma causa, y exige los mismos medios. Algunas mugeres en lugar de tener la mens- truación encarnada, la tienen blanca, y á ve- ces de varios colores, y éstas se hallan en el mismo caso que las que tienen las flores blancas de que hemos hablado anteriormen- te. Algunas cuando se acerca el tiempo de su regla, padecen fuertes dolores en toda la extensión de la cintura, lomos y demás. Tor das estas dolencias anuncian mal estado de los humores y la salud deteriorada. Una abundancia de agua como la que aca- bamos de decir, causa la plenitud de los va- sos llenos de la excreción del flujo menstrual, dando lugar á la menstruación inmoderadas y esta materia acre causa el dolor que pre- cede á la regla. La plenitud de bilis y de flema corrompida y concentrada en las en- trañas ó en las cavidades, produce estas eva- cuaciones, acres algunas veces, y de diferen- tes colores. Se ha dado á esta evacuación el nombre de gonorrea benigna, y se ha di- cho que puede adquirir todo el carácter de la gonorrea maligna. Creo hacer á las mugeres un servicio impor- tante, explicándoles estas evacuaciones humo- rales que tanto las molestan. La naturaleza concediendo á la muger el fluido superfluo de su menstruación, le pro- 224 porcionó medio para expelerle. Cuando la mu- ger está enferma, tiene las cavidades llenas de humores corrompidos, que quitándole la sa- lud amenazan su vida. En la muger la na- turaleza se sirve del flujo menstrual, como de un arroyo para expeler lo superfluo de estas materias, y de aquí los derrames que pade- cen las mugeres. Las que se hallan en es- te estado tienen casi todas el estómago des- arreglado y dolorido, y todas son propensas á este accidente. Por falta de instrucción in- culpan sus dolores de estómago á esta eva- cuación, ó á la materia que fluye, cuando de- berían atribuirlos al cúmulo de corrupción ó de serosidad de que esta viscera, ó las de- mas partes del cuerpo están llenas, como que esta serosidad es un verdadero origen, asi co- mo la causa de todos los males. ¿Por qué las mugeres que están en este estado experimen- tan esta clase de accidentes? Por haber en otro tiempo descuidado su salud, y no haber- se purgado según pedia la necesidad, cuan- do sus humores no habian adquirido este grado de corrupción. Si el afecto es crónico, se deberá obser- var el artículo cuarto del método curativo, y si es reciente bastará el segundo. Se usará del vomi-purgativo si se halla indicado. En el caso de derrames abundantes se conside- rará á la enferma como atacada de una he- morragia. 225 Mugeres embarazadas. No se debe jamas mirar el embarazo co- mo la causa de las incomodidades que las mugeres embarazadas experimentan; pues lo que es natural no causa enfermedad. Una mager en cinta no pierde su salud, sino por la misma causa que otra que no se halla en cinta. La corrupción no exceptúa á nadie, y solo cuando se declara en los humores de la muger embarazada, es cuando esta padece. Si se purgara una muger embarazada cuan- do tiene necesidad, esto es, luego que su sa- lud decae, se lograría restablecerla impidien- do que sus humores se corrompiesen entera- mente, y se preservaría al feto de la corrupción, evitando de consiguiente el mal parto* Ex- ceptuaremos de esto á aquellas cuya enferme- dad es crónica ó grave. En este caso se- ria prudente no empezar su curación hasta después del parto; tanto mas que si empren- dida antes sobreviniese mal parto ú otro ac- cidente, la inexperiencia no dejaría de cul- par á los medios curativos. Se asigna á veces el mal parto á circunstancias ó causas que no tienen la menor relación. Empleando opor- tunamente estos medios, se curarán á un tiem- po la madre y su hijo; si no se cura la ma- dre, el niño enfermará y tal vez morirá. El embarazo puede ocasionar el estado de enfermedad, pero no curarle; la serosida'l y los humores corrompidos son la causa de cuau- 2?6 to padece la muger emb >"az ida. Esta pue- de enfermo- por la cesación del menstruo, corno aquella c!e quien la naturaleza se des- pide por la t üd: y lo que se ha dicho de esta puede aplicarse á la embarazada. El niño no puede estar bueno en el vientre de su ma- dre, ni formarse bien ni tener una buena cons- tituí ion, si su madre está enferma; pues la crialura se forma de sus fluidos, y estos los vicia la corrupción. La muger embarazada obra con ventaja su- ya y de su hijo en no dejarse sangrar ni apli- car sanguijuelas$*y aun baria mejor, si abdican- do un funesto error usase de la purga y del vo- mi-purgativo en corta dosis, cuando fuese pre- ci-o para lograr una buena salud. Por me- dio de este régimen, que limpia las entrañas y purifica la sangre, estas mugeres evitarán malos partos, y también infinitos accidentes á veces peligrosos; y darían á luz criaturas fuertes y robustas, como formadas de elemen- tos puros y sanos. Por obstinarse en desco- nocer la causa de las enfermedades é igno- rar los beneficios de la purgación, vemos na- cer criaturas endebles, como producto de los humores de las madres que los han engen- drado, y que por lo común perecen en la aurora de su vida, porque nacen enfermas, como lo estaban ya en el vientre de aque- llas. Queda hecha una relación sucinta de la salud de mi hija única, hoy Mad. Cottin, y este artículo me ofrece la ocasión de vol- *er á citarla. Durante su embarazo se pur- 22* gó como muchas lo han adoptado en diferen:- tes intervalos, y después de haber sido su par- to tan feliz como se podia desear, la cnaT tura, favorecida por el régimen de la madre, dio todas las señales de una constitución fuer- te y vigorosa. ¿Y se desaprobará acaso qué un padre hable con preferencia de los obje- tos de su amor, sobre todo cuando sus ob- servaciones se dirigen á la conservación de los otros niños, esperanza de la sociedad'? Partos difíciles. Los partos difíciles tienen la misma causa que las enfermedades, y así conviene tam- bién emplear el socorro de Jos purgantes para evadir sus malas consecuencias; sobre todo cuando los dolores se prolongan demasiado, y se halla en peligro la vida de la enferma. Si se conociera la utilidad de este método y se emplease con oportunidad, no habría tan- tos partosdifictlesy contraía naturaleza,y tam- bién se conservaría por su medio la vida de niu* chas madres y criaturas que corren el mayof riesgo en este lance. Es un error muy per- judicial derramar la sangré de una mugér qué se halla en un parto difícil; creyendo ayu- darla1, se le quita la fuerza dé que entonces tanto necesita para salir del mal paso. Siempre que una muger, viniendo la cria- tura como ordinariamente se presenta (si no se acudirá á la operación obstetricia), no pare bien, es porque está enferma; de consiguien- 228 te, sus cavidades contienen humores malsa- nos, y la serosidad estancada en los vasos vecinos al sitio del embarazo, y en las par- tes que expelen la criatura, ad»>nde la fluxión se aboca por los dolores del parto, impide su curso natural. Para que la criatura nazca felizmente, sin que padezca la madre, seria mejor en lugar de sangrarla purgarla de las materias que pro- ducen plenitud, hinchazón y obstrucción, co- mo también de la serosidad acre ó ardien- te que encoge ó endurece las membranas suscep- tibles de dilatación. Como estoy bien persua- dido de que la naturaleza ha provisto á to- do se me hace difícil convenir en supuestos es- torbos al tránsito de la criatura que se ale- gan ordinariamente; los que en tales casos, como en los demás, no adoptan mi opinión ó la resisten, es porque no han conocido la causa de las enfermedades , ni penetrádose de las ventajps de la purgación. Si se desespera de las fuerzas de la na- turaleza, será preciso obrar según el artícu- lo tercero del método curativo: se empeza- rá pues por una toma de vomi-purgativo, y si en el término de siete á ocho horas no se verifica el parto, y la paciente sigue en peligro, se le administrará una toma del pur- gante; y si el parto no se logra por los efec- tos de esta dosis, será preciso administrarle otra, diez horas después ó antes. Suponemos que todas e^tas dosis han producido un nú- mero'competente de evacuaciones, pues de 229 lo contrario se repetirán con mas frecuencia, en atención á su poco efecto. No hay ejemplo de que paito alguno haya resistido á tres to- mas; p ro si llegase á detenerse, se repe- tirá el purgante hegun el artículo tercero. Después del parto, si la parida continúa bien, no hay que pensar sino en alimentarla y forti- ficarla; pero si experimentase dolores ii sopor- tables, y su vida estuviese en peligro, sin dila- ción se le dará la purga; pues es un error creer que la muger recién parida está en un es- tado en que no se la debe purgar. Si contir núa enferma, es porque su cuerpo no se ha pur- gado suficientemente; y en lugar de dejarla morir,-y esperar que sus loquios la curarán, siendo tal vez insuficientes, se preferirá la pur- ga Jiasta la perfecta curación. Leche estravasada. Los tumores é infartaciones dolorosas que se forman en los pechos de las mugeres que crian ó han criado, y los que sobrevienen después del parto, no son ocasionados por la leche, ni su causa es la leche estravasada. Reco- nózcase la causa de las enfermedades; racio- cínese con mas acierto sobre las funciones del cuerpo humano, y no se confundirá la leche, que es un licor benéfico emanado de la sangre y tan puro como ella, con una po- dre corrosiva que consume ó quema la car- ne, que produce dolores y reventa el cutis, como se observa cuando el tumor supura. .Si 239 la leche fuera un cáustico, seria un vene- no, y el niño que hubiera mamado solamen- te unas cuantas gotas, caería en convulsión y moriría al momento. Tampoco produce la leche, que se dice es- travasada, los dolores periodos, continuos, per- manentes ó vagos que la muger puede pa- decer. La leche no es mala sino cuando la muger está enferma, lo que denota que sus humores están corrompidos, y que una par- te de ellos se ha mezclado con la sangre y la leche, y es la que causa los dolores y demás consecuencias que pueden sobrevenir. Si la corrupción hace progresos, la enferme- dad se agrava, y el niño que mama esta le- che experimenta luego la suerte de su ma- dre. Distingamos pues los fluidos puros, de la corrupción que con ellos se mezcla y los envenena. La leche en las mugeres, al mo- do que la sangre en todos los individuos, es- tá expuesta á ser interrumpida en su movi- miento, en sus secreciones y en su curso na- tural. La porción de leche que aparece al- gunas veces entre las materias Corrompidas, está corrompida también; y no es la leché la que obra en este caso, como no es la san- gre la que obra cuando una apostema arro- ja la materia mezclada con este fluido cor- rompido, cuajado ó pútrido. Para destruir todos los efectos que ge atri- buyen á la l^che, deben emplearse los mis- mos medios que para los otros que sé mi- ran como procedentes de causas humorales; 231 debiéndose curar como los dolores, tumores y depósitos de que hemos hecho mención en esta obra. De la purga en las mugeres que crian. Cuando una muger que está criando se pur- ga por alguna indisposición ligera, será pru- dente que mientras la medicina obra tus efec- tos haga mamar al niño de los dos pechos, á lo menos una vez al dia; sin esta precau- ción podrá retirársele la leche. Cuando la que cria y el niño están indispuestos, purgándo- se ella para restablecer su salud, cura á su niño; y si le da de mamar muchas veces mien- tras la purga obra, el niño se purgará tam- bién, y se curará de su incomodidad. Si la que cria cayese gravemente enferma, le acon- sejamos deje de criar, tanto por la seguridad de la vida y la salud de la criatura, cuan- to para facilitar su propio restablecimiento. Cuando se trata de secar la leche, conven- drá purgarse á lo menos una vez, sin de- jar por eso de aplicar sobre los pechos los tópicos de costumbre: es el mejor medio.de evitar toda infartacion y apostema. Ademas, la muger que se halla en este caso, debe- rá purgarse mas ó menos según el estado de bu salud. 282 De la purga durante la menstruación. Una muger atacada d una enfermedad gra- ve, y que amenaza quitarle la vida en dos ó tres dias, ó antes tal vez, como en el ca- so de una epidemia: ¿se la dejará morir sin socorro por |ue está en la menstruación? ¿No podrá suceder que tenga un dolor agudo, que esté en peligro inminente, ó de la pérdida de un órgano cualquiera, por ejemplo, la vista? Y en tales casos ¿se deberá aguardar para medicinarla á que cese el menstruo qu pue- de durar mas de una semana? ¿La enfeime- dad en tanto tiemoo no puede" fiacer estra- gos irr parables? Puerto que la purga resta- blece la regla, no puede ser nociva en es- te caso; pues aunque la primera toma del pur- gante la suprimiese, las siguientes la renova- rían. No oostante, cuando se presenta ui a enf rmedad crónica ó una indisposición lige- ra en que no haya urgencia, se pr- curará con- ciliar el plan curativo con las épocas de la regla, ó se suspendírá m'éntras aquella du- re. Esta excepción se funda en que consi- dero el merisíruo como una purgación natu- ra I, y su pres'ncia como un estado de inco« modi 'ad que s^ aumentaría con la purga ar- tifi--ial, -in que de esto pudiesen resultar enton- ces á la enferma ventajas notables. 233 CAPITULO VI. ENFERMEDADES DX LOS NIÑOS Y ADOLESCENTES. Crisis ó evacuaciones naturales. JLia duración déla vida suele ser el resul- tado de crisis ó evacuaciones saludables, que la naturaleza ofrecía felizmente. Se ven in- finitos ejemplos de esto en los países en que la medicina no es conocida, y entre nosotros en Ja cJase muy pobre, ó en aquellos que no se cuidan de llamar al médico. Los cur- sos ó flujos de vientre, y de diferentes erup- ciones, son crisis á que estamos expuestos en la primera edad; y son útilísimas, siempre que se terminan bien. Ellas son las que salvan y defienden contra sus dolencias á infinitos niños, y aun á personas adultas, que abando- n n, por decirlo así, su vida á la casualidad. La naturaleza en muchos es sin duda el pri- mer médico; pero si por sus evacuaciones se basta muchas veces á sí misma, también su- ' cumbe en otras, que no son las menos, por no ser suficientes, y nunca rehu«a los socor- ros que son propios para la purificación del fluido motor de la vida, á cuyo fin se diri- ge constantemente su acción. Si no se la de- jase el cuidado de curarse á sí propia, si el arte mas seguro en su régimen la ayudase, 234 facilitándole evacuar la corrupción, se salva- ría la vida de muchos que la pierden; se cu- rarían no pocos de sus dolencias, y última- mente se destruirían esas enfermedades y acha- ques crónicos de t«»da especie, siempre difí- ciles de curar cuando se les ha dejado tiem- po para inveterarse. La purgación empleada con esta mira es siempre oportuna; y por des- cuido ó por insuficiente mueren prematura- mente tantos que aun podían esperar mas vida. La purga, atendiendo al principio ó causa de las enfermedades internas, se puede ad- mmfetrar desde el dia en que nace el hom- bre, hasta el último término de la vida maa dilatada;. Si. reflexionamos que en todas las edades se c me, conoceremos fácilmente que pera propinar e^te remedio á todos, basta pro- porcionar y adoptar las dosis, purgativas á las diferentes épocas de la vida, como se prac- tica con los alimentos. Las dolencias mas frecuentes que padecen los niños en su infancia son el cólico y los dolores de tripas, y. esto es muchas veces, lo que á los pobrecitos les hace llorar, dando á las madres ó á las nodrizas tan malos ra- to-. Si estas quieren escuchar los consejos de la experiencia, y reiterar la purgación siem* pe que el llanto de sus niños anuncie la exis- ttnc-a del dolor, pueden estar seguras de que obtendrán su propio sosiego, y darán á sus riiñ* s el inapreciable don de la salud, evacuán- dolos de la- materias .que les roen Jas entra- ñas con el artículo primero. 235 A lá experiencia que yo tenia en éste pun- to por lo observado con mi hija, se ha agre- gado la de mi nieto. Luego que anunciaba la mas pequeña incomodidad, le administra- ba una porción purgante que repetía siem- pre que el dolor se renovaba. Con este cui- dado no dio una mala noche á su madre, de- jando á todos en la tranquilidad de que él mismo gozaba. Puedo asegurar que en los dos primeros años de su vida se purgó de sesenta á ochenta veces, unas con el vomi- purgativo y otras con el purgante, en dosis proporcionadas á su edad. Se pone ordinariamente la confianza en los duleificantes y calmantes; pero aun suponien- do que neutralicen la acción de la materia corrosiva, no la expelen ni desalojan; y es de temer que en lo sucesivo produzca un mal grave. Este peligro se evita con la evacua- ción, la cual merece la preferencia sobre los sistemas absorventes. Dentición. Siendo la dentic'on la acción y afecto de endentecer, no es una enfermedad en los ni- n >s, aunque sufran en la boca inflamación y dolor. Si los humores de estos niños no es- tuviesen corrompidos ni fuesen tan acres, les saldrían los dientes sin ponerse malos, y sin advertirlo aun ellos mismos La serosidad es- tá pronta á dirigirse á cualquiera punto esti- mulado por una acción; y aquí atraída á la 236 boca y las encías, causa el dolor de la den- tición. En ninguna edad pueden los dienies ser causa de dolor ni de enfermedad, porque lo que es natural, no hace nunca padecer. E\ácuese lo que es contra naturaleza, es- to es, la corrupción que produce todo dolor interno, corrupción que hace morir mas de la mitad de los niños, y trae también la muer- te prematura de un gran númeio de aduhos; y se verá la feliz diferencia de este método, comparado en sus resultados con los síntomas opuestos: y también en esto podrá srrvir de ejemplo y de garante el buen éxito de mi mé- todo en uno de los objetos de mi ternura, en mi nieto. Leche mala. La purga bien administrada con frecuencia durante la primera edad según el artículo cuar- to del método curativo, muda casi siempre la viciada constitucñ n que los niños reciben de sus madres ó nodrizas enfermas; mas pa- ra poner en práctica este medio, y gozar de los beneficios que promete, seria preciso que los padres rompiesen el velo de la preocupa- ción, y cediesen de su obstinación por la sa- lud de sus hijos. Hay otro error que por tan generalizado tira á confundirse con la verdad. Se oye de- cir todos los días que la leche de una mu- ger embarazada, solo porque ha concebido, daña á la criatura que cria. ¿En q<é se han fundado para propalar de que la concepción 237 corrompe la leche, hasta el punto de perver- tirla y hacerla perjudicial? El régimen de la naturaleza es constante y uniforme: si la con- cepción corrompiera la leche de una muger embarazada cuando está criando, sucedería !o minino en lodos los animales, cuya leche usa- mos en la mayor parte de nuestros alimen- tos, y de la que no dejamos de hacer uso sino cuando el animal deja de tenerla. ¿Qué i.ombre podién os c¡ar á los partidarios de es- ta opinión? Esta es otra equivocación sobre la verdadera causa del ob¡eto en que se ocu- pan. Lo que hemos dicho de la muger en- ferma á la época de su mudanza de edad, di muestra la falsedad de la aserción, siendo una misma causa la que obra en dos dife- rentes situaciones. Glándulas llamadas de crecer. La infartacion de ciertas glándulas no es necesaria para el crecimiento de los niños ni es una consecuencia suya. Las glándulas no pueden entumecerse ó in- fartarse sino por la presencia d; la fluxión, que la sangre sobrecargada deposita en es- tas partes, cuya estructura cóncava sirve de depósito á esta materia; resubando el afecto caracterizado con la infartacion de las glán- dulas. La misma materia, mudando de sitio, puede ocasionar otra enfermedad en lo suce- sivo. Padres y madres, examinad á menudo por el tacto si las glándulas del cuello de 238 vuestros 'hijos están infartadas: en el caso que lo estuvieren es preciso hacer uso de la pur- gación cuantas veces sea necesario; y según el artículo cuarto del método curativo, para evacuar la superabundancia de humores y de tanta malignidad. Por este medio no se te- man ya las consecuencias funestas que vemos todos los dias, como son los lamparones y los tumores frios. De los niños que se orinan en la cama. Sin razón se reprende y castiga á los mu- chachos ya algo crecidos que se orinan en la cama, y que por la edad debian ser.aseados; pues no es descuido ó pereza, sino un efec- to de hidropesía. Tienen una porción de agua esparcida en la capacidad del abdomen: cuan- do están acostados sube esta agua, se sitúa sobre las arterias principales, y retardando su movimiento hace que se queden como sepul« tados en un sueño profundo, y semejante á un grande abatimiento: los ríñones, las uré- teres y el cuello de la vegiga, inundados de esta agua, pierden su fuerza natural, y el mu- chacho no siente la expulsión del excremento de estos fluidos. Los que con los anos y los esfuerzos de la naturaleza triunfan de esta en- fermedad, es raro que no conserven un ger- men capaz de hacerles experimentar en lo su- cesivo toda especie de incomodidades y do- I ncias. Así pues para curarlos radicalmen- te, no hay sino purgarlos según el artículo 239 cuarto del método curativo, hasta estar cier- tos de su curación. Flujo de sangre por las narices. De esta afección tengo la experiencia en lo que he observado en mí mismo. El flujo de sangre por las narices, á que fui propen- so durante mi niñez, cuando desapareció fué reemplazado por dolores periódicos que se hi- cieron Continuos, y me redujeron á la tris- te situación que antes he referido. Mis ma- los humores, mudando de sitio, fueron de peor calidad con el tiempo; lo que no hubiera su- cedido si me hubiesen purgado suficientemen- te, para detener eí flujo de sangre por las narices. Se hace poco caso del flujo de sangre por las narices, que es un afecto común á los niños y á los adultos, mas suele tener conse- cuencias muy funestas; hablase de este acci- dente para decir que el muchacho esta enar- decido; pretendiendo que es efecto del ardor de la juventud, de la viveza de la sangre, del vigor del ejercicio ó de la .aplicación y demás. Si las funciones del cuerpo humano y la causa de las enfermedades se conocerían me- jor, ó si la experiencia tuviese mes secuaces, se pensaría de otrr> modo, y se obraría se- gún esta situación lo exige. El flujo de san- gre ñor las narices no difiere de la hemor- ragia, sino en la naturaleza de la causa que 240 la ocasiona; y puede suceder qn° con el tiem- po esta causa, aunque humoral, tome la ma- lií. nidad de la hemo ragia, á la que por lo c inun precede este flujo según cada día se. observa. L-¡ fluxión aglomerada por la san- are en los vasos del canal de la nariz, ó en los que están próximos á la membrana pitui- tosa, produce una hichazon, y un infarto rom- pe ó dilata las películas, y fluye teñida de la sangre que atrae consigo. Esta incomo- didad es periódica, y se reproduce A inter- valos. Si la serosidad es tan ardiente que rom- pe las películas, y si corre la sangre pura, entonces es una hemorragia, y puede ser pe- riódica. Al flujo de sanare por las narices prece- de á veces el dolor y pesadez de cabeza. Estas molestias cesan momentáneamente des- cargándose los vasos obstruidos; pero rara vez desaparecen sin que la persona experimente poco después otra enfermedad, según el gra- do de corrupción de los humores, y la ma- lignidad de la fluxión; y esta serosidad para producir un nuevo mal, no hace sino mudar de. sitio. Para impedir la frecuencia del flujo de san- gre por las narices, y evitar los accidentes que pueden sobrevenir, y que pueden ser muy gravas, es preciso tomar la purga, hasta res- tablecer completamente la salud. Como es- te afecto proviene siempre de una corrupción crónica de los h> mores, debe administrarse se- gún el artículo cuarto del método curativo. 24! Vicio pedicular. Llámase pedicular la enfermedad en que el enfermo se plaga de piojos, sea en la ca- beza ó en otra parte del cuerpo; son siem- pre originados por una corrupción interna, cuando no provienen de una causa exterior. Los piojos pueden provenir del descuido en peinarse y tener la cabeza limpia; se engen- dran no mudándose á menudo de ropa; y es muy fácil de comprender como la corrupción estancada en el cutis puede fomentar su exis- tencia. Pero cuando una persona que no omi- te medio alguno para conservar su cuerpo limpio, no puede sin embargo libertarse do los piojos, es menester reconocer, que la cau- sa interior que los ocasiona son los humores viciados, y esta es en afecto la enfermedad pedicular. Este mal á que son propensos los niños, los adultos y aun los viejos, se destruye co- mo los demás, por la evacuación de los hu- mores viciados, practicada según el artículo cuarto del método curativo. Si esta verdad fuese generalmente recono- cida, ¿Je cuántos males se librarían los niños? Sin la materia que produce los piojos, se les preservaría de enfermedades muy graves y peligrosas. ¡Y cuan recibidos no están en es- ta materia los cuentos de viejas! Muchas ma- dres creen que los piojos dan la salud á sus hijos, porque observan que cuando los piojos 242 desaparecen los niños están enfermos, y de peor salud que cuando los tenian. Si el ar- te de curar se apoyase sobre el verdadero prin- cipio que la naturaleza le prescribe, los facul- tativos entonces poseerían un talento cierto y útil, en lugar de una ciencia meramente conjetural; tendrían certidumbre en vez de du- das; y el público, que siempre es el eco de bus aserciones, repetiría verdades en lugar de vanas conjeturas. El que enferma cuando el vicio pedicular ha cesado, es porque el hu- mor que se habia dirigido al culis, y que ocasionuba los piojos, retirándose de allí, ha cargado sobre otra parte del cuerpo en don- de estas materias producen una enfermedad de otro género. Tina. Todos conocen con el nombre de tina una erupción cutánea de un humor corrosivo y acre, que. va royendo y haciendo agugérillos como la polilla en el cutis de la cabeza, donde se cria costra. A vista del método ordinario de curar la tina, no es extraño que esta enfer- medad se haya clasificado en el número de las incurables; teniendo de particular el tal método, que atormenta al enfermo sin hacer nada en favor de su curación. ¿Qué cosa peor Bdecuada al origen de las enfermedades, que ese emplasto á manera de solideo con que se arranca la podredumbre que produce la tina? Esta ddorosa operación no puede impe- dir que la sangre continúe depositando las mis- 243 • mas materias en taquelja circunferencia, y dé esto nadie puede dudarj pues se ve muchas' ve©es que' reiterada lá operación, el mal con-s tinua,. y es claro que todo lo qué por ella- puede conseguirse es hacerle mudar de sitio, no 'desalojarle; quedando el paciente con el mal, pqes qué- su constitución no ha sido'de- purada del vicio que le producé.. fe»a Torios Ms tópicos emólietates 'y disolventes pueden emplearse siri peligro y muehás ve- ces con provecho; >pero 4a deslmocion de es-^ ta" enfermedad no puedes' sermbra sino de la-> total evacuación de sur-eausa material; ef en- fermo pues ese deberá purgad según el ai tí- „ culo cuarto del método curativo: por ;lo co-3 mun es necesario el vomiupurimti'vo al temía - do con tres*ó!cuatro tomas, desipuijgapte. "■■ ■, >». .ebon i •-! •'■ Virúelasu ¡t .- ¿t1 ■ • fe .-..¡J i o i.! -e»q < ,<- •• . :- v; r ■ ¡, . n':il .Deben, considerarse > las virbolals como una^ crisis mas propia de la infancia? ique de las^ demás edades de la vida; sin embhrgo. en cual--1 quiera estamps > expuestos oá --padecí rías, aun;' bajo la-forma misma de ejwipeion. < Esta en- fermedad; aguda es bien conocida, y á veces morral, acunpanada: de granos1 cnnthsftos. 45, y 1 qué puede¡ precáv^rse po» medio de la ino-q culaoion: »La causade 1 esta enfermedad con-:o sistte en una mucosidad que filtrada en la cir- >$ cu la cion; y reunida con unai porción de fie-u ma, se ha' convertid» en pus pok- el calor de ; la serosidad. Estas materias;¡causan los calo» 17 244 fríos, la calentura, el letargo,, el desfallecimien- to, y los dolores, porqué interrumpen y des- arreglan la circulación de la sangre: y estos son los síntomas del primer periodo de la en- fermedad. ! La sangre que en todas las circunstancias de la vida propende naturalmente á depurar- se, ataca dichas materias y las. lleva, hacia las extremidades de'los vasos capilares para expelerlas por medio de la erupción, la cual ■e verifica cubriéndose sucesivamente la piel de pústulas ó granos purulentos en mas ó menos número: con esto calma la calentura, y á muy poco desaparece enteramente: este es el segundo periodo. Unos doce dias después de las pústulas se secan y pulverizan, y este es el tercer pe- riodo. Las viruelas son mortíferas, ó por la ma- lignidad de su contagio, ó por la mala na- turaleza de los humores del enfermo. Si no gozaba d buena salud antes de ser ataca- do de esta enfermedad, ó si sus humores es- taban corrompidos de algún tiempo antes, es- tará mucho mas expuesto que el que estuvie» re sano; y mas aun si el contagio fuere ma- ligno. Si la malignidad ofrece el carácter de pintas y putrefacción, puede impedir que la crisis llegue :á su término; entonces estas ma- terias que así resisten a los esfuerzos de la naturaleza pueden causar una muerte pronta, garigrenando la viscera ó deteniendo la cir- culación de la sangre por la compresión que 245 la serosidad ejerce, pues en estos casos es sobremanera ardiente. Para impedir que esta enfermedad sea mor- tal, y para evitar todo accidente, hay una precaución fácil de tomar: cuando se advier- te que este contagio existe en el pueblo en que uno se halla, es un aviso estar alerta y no confundir sus síntomas con los de una leve indisposición; bien que no será fácil equivo- carse si las señales del primer periodo son como las que hemos descrito. En caso de duda, y para la mayor seguridad, luego que se sienta la salud alterada, sin perder tiem- po se provocarán repetidas evacuaciones con el vomi-purgativo y el purgane; como si se quisiera destruir la causa de una calentura ordinaria ó de cualquiera otro afecto, reglán- dose por el artículo segundo del régimen Cu- rativo, y aun por el tercero, hasta tanto que la violencia del mal haya cedido: con lo cual, aunque la enfermedad de que uno haya sido atacado nó sea las viruelas, siempre se logra- rá el intento, y la salud se restablecerá. Cuando la calentura c« ntinúa, y la situa- ción del enfermo pone en cuidado, á fin de evitar cualquier intarto ó depósito interior se, deberán continuar las evacuaciones, aunque la erupción virulenta se haya verificado. Por este método se facilita la crisis: y sea que las materias estén algo corrompidas, sea qué se hallen enteramente viciadas, la vida del en- fermo estará á cubierto de 'todo peligro; y en todo caso de dolor ó temor de cualquier ac- * 20 eidepte, se repetirá la purga mientras se van secando las pústulas. j£s igualmente cierto qiue evacuando asi la,serosidad corriosiva, que socava el cáüs y causa fuerte,picazón, la erup- cion, no dejíará yes^WS en, él, y el enfermo curado ari: no; experimentará en lo sucesivo, las incomodidades que en muchos observamos. L -■ ■-. ! i> . i . I (» > - ■-! f l • I '.fe.. . .o.,fM»j . Inoculación, vasuna., ;¡>fe.,e i ■ <»b -. i .q ! ' . 0 Descubrióse y sé practicó en Qtroliempo la inoculación , de. las, viruelas; mas este sis- tema, tuvo la suerte* de piros muchos, y aun ajiles debia haber desaparecido, puos la razón le-desaprobó-sipmpre. Le ha sucedido la va- cuna* que goza hoyN el mayor/crédito y reú- ne todos los v<»tos: el objeto de la inoculación ft{a, comunicar las. viruelas, creyendo por esté medio hacer esta,-enfenmedad, niervos peligro- sa (¡vana¡ esperanza! -{frla^,.,ilusión!); pero ef de la vacuna es el.de extinguirla totalmente. La,! vacunación es; la operación, y la vacu- na la materia que.se,, introduce ¡en,el cuerpo poroso de) cúris. .Esta materia se haljó pri- njitivarnenie en la Jeta de una; vaca inglesa ót escocesa:, y hqbjfndíyie adoptadlo él descu-> brimiento, el niño,vacunado dio vacuqa para los Tdemás,,¡y de este modo se transmite esta materia como se tr^n^mitia este virus varióli- co en el tienapq.de0la, inoculación. Se ciée positivamente que la vacuna exringuita las vi- ruelas de tal ¿nodo, que no se verá esta en- fermedad mientras,que se practique. No pre- 247 tendo excitar dudas; pero ¿se podrá creer que ia causa material de las viruelas dejasá de existir? Para esto era preciso estar conven- cido de que ya no existía la causa que pro- duce dicha enfermedad, y por consecuencia que not hubiese ningún enfermo; puesto que ia causa de las vi.uelas es la misma que va anexa á la existencia de tod<>s los;spres, y produce todas las enfermedades* Estas son las conceden' las que n<»8 pare- cen derivarse de este principio. Siendo las viruelas por su carácter «na crisis, y tenien- do la misma causa y el'mismo objeto que la crisis en general, debe reconocerse que los enfermos que se creen corados de las Virue- las por medio de> la vacuna, no ganarían mu- cho en este descubrimiento si el arte no vi- niese á auxiliarla. Es indispensable que así Ids enfermos vacunados como •■ los que no lo han sido, pueden perder iguaf me ufe lsl > vida, ¡sea por defecto, sea por la insuficiencia: de estas crisis esencialmente benéficas; y protectoras de U humanidad. La observación demuestra que les debemos la vida en muchos casos, en que la malignidad de la corrupción de los humo- res es tal, que la naturaleza no puede hacer la crisis ó provocar la evacuación. Si los padres deben á la vacuna el que sus hijos no sean atacados de las viruelas que taf vez les privarían de ellos, razón es aprecien en mu- cho este sistema preservador; pero si estos mis- mos niñis después de haber experimentado las diferentes erupciones al cutis, ó bien poá al- 24S gun tumor, calentura efímera de otro mo- do enferman, y la muerte los arrebata de la ternura paternal, sea por inflamación, gangre- na, corrupción de las entrañas, ó cualquiera otra lesión; es bien claro que este acci lente debe su origen á la imposibilidad en que se ha hallado la naturaleza de evacuar las ma- terias pútridas que han ocasionado estos es- tragos. Y si después de haber en tiempo opor- tuno invocado el arte en favor de sus hijos, este buen padre los pierde, sin embargo de haber tomado todas estas sabias precauciones para conservarlos, ¿no es evidente que su muer- te proviene de no haber evacuado estas mate- rias? Es constante que el arte hasta ahora no ha ayudado á la. naturaleza con una purga análoga á sus necesidades, y relativa á los humores viciados que causan todas las enfer- medad-s, y que reducida la naturaleza á la imposibilidad de expelerlas, estas materias cor- rompidas son las que causan la muerte, que justamente se puede llamar prematura, por- q ie sucede en una época en que la cesación de la vida no es la consecuencia de su re- gular duración. Sarampión. Enfermedad propia de los niños, que em- pieza con unas calenturas ardentísimas, pin- tándose todo el cuerpo de unos granos arra- cimados, menudos y rojos. El sarampión es otra crisis; pero no se ca- 240 racteriza sino con erupciones y pústulas acuo- sas. Es indispensable sin duda evacuar la fluxión que- las produce con la masa de los humores que la originan, y debe emplearse el mismo régimen que/ contra las viruelas; teniendo en consideración la benignidad ó malignidad de la erupción, ó el carácter que presenta el es- tado general del enfermo, tanto para salvar su vida, ¡como para evitar las resultas que el sarampión trae consigo cuando el enfermo no se ha purgado bastante. Tos violenta y tenaz en los niños. Los niños están mas expuestos á resfriar- se que las personas mayores. Por su inexpe- riencia ó descuido de los encargados de vi- gilarlos, se exponen á las repentinas mutacio- nes del calor al frió en sus juegos ó ejerci- cios, y esta es la primera causa ocasional de tal enfermedad. Esta obstrucción de las pri- meras vias por la plenitud humoral, merece una atención particular; preservando á estos niños de la causa que les ocasiona la tos, la ronquera, el vómito y demás síntomas que resultan. La acrimonia de sus humores dis- puestos á corromperse, produce la fluxión que no tarda á tomar una dirección vanada con intervalos y repeticiones periódicas, de que re- sultan ataques violentos y algunas veces con- vulsivos, según que la materia ha adquirido cierta malignidad; sobre todo si las membra- nas del pecho y los órganos de la respira- «aso cion se hablan, afectados. Tal es el carácter i,dé la t«»s violanta y ten«2*>^>n's'b.m - Esta .eíifermsfcdad quita la vida al enfermo después de b8¿eriW>hec'ho padeepr .mucho tiem- po. Admii ístianles calmantes y mas calman- tes q"e si miignn da ¡o->, uó etvacuani te cau- sa; | or eso con8e|van siempre ep ,lo sucesi- vo un prmc.pim de depiaVaóion e» sua hu- mores, qm-Jea prodcce tarde ó temprano afec- tos de toda espióse, y aun tal vez-les causa la muerte. . i.i,t.,fe ;-;^th-í en ■ Si i tos ataques pqr su vio- lencia llegan á dar cuidado, se pyoCedérá se- gún; el artículo tercero..¡- Sea; cual Juére! el artículo que se ,$igak in© se deberás dlvidar reí yomi-purgativo\ qué: está¡ in<4jcado «n este ca- so, alternativamnnte (Con él purgante, y aun mas á menudo; e*IÁ¡és, dos vomitivos alter- nados coi* un puígaflteu.jii u;q ni.i >r.'3¡r «mu ■,iiiií¡i.''i) fc'.l yup V(y.\\«i r¡l fe. ?¡nú(\ ^i;p - o) Angtinü en^Mlaringei i.rnpi ¡ r;i -fe- If»'.- ?.ti¡¿ th i'fK >f¡ fíA .Ufíll *: TI El que considere los;¡ métodos curati- vos qu*« b sta aquí; sh> han: i empleado contra esta enfermedadpeculiar a los mños, y sobre que «cha disertado tanto, verá que ha sido un escollo en que se.iha estrellado el talen- to y la ciencia de los facultativos. Estoy acorde con los que. han sentado que; esta en- 251 fermedad dimana de la formación,dé «na es- pecie de membrana en la traquiarteria, acom- pañada de una materia purulenta? pero no he visto j*mas que la causa que producees- ítííS dOs cuerpos extraños se haya, explicado, ni $ei nos naya enseñado el modo de impe- dir su foimacion. El plan que se reducetá sangrías, vegigaiorios y espectorantes,, ¿esaoá- logo á la causa dje esta enfermedad? Laj eausa de esta especie de angina;:es la misma; queja cié las demás enfermedades del cuerpo huí ano, y los medios no. riueoen ser otros, que.los que¡ la naturaleza indica, y los ,-que la experiencia justifica todos los días, fie demosírado mas de una vez que la corrup- ción inhéronle á los humores, les da diversa naturaleza, y también be hecho ver lo que puede en t.>do género de males la serosidad, tan desconocida como el or.ígen que la ¡pro- duce. He explicado, la formación del pus, la de las flemas, Ja de la materia del nodo, la de las arenas y la piedra por la acción de esta misma serosidad, causa eficiente de to- 'da: condensación y concreción que se hace en el cuerpo humano; y no dudaré decir que ha meuabrana de la angina, como la del kisto, de que hemos hablado, es efecto de la se- rosidad humoial que obra sobre una porción de flemas estancadas en las primeras vias mu- ;Cho, antes de la-manifestación del mal. De Ja masa de pus reunida por la fluoñon, y com- puesta de aquellas dos clases de humores, se -forma la membrana; y el único agente es lp 252 serosidad, que con el calor que la caracteri- za cuece una porción de estas materias has- ta darles- una consistencia membranosa. Su- cede aquí lo que con muchos líquidos, en los que; por los efectos, hay un agente ó prin- cipio que coagula y condensa, formando así telas y aun membranas, como en el vino, el vinagre, la cerveza y la sidra. Conocida la causa de las enfermedades, y renunciando el empeño de curar sin purgar, lo cual es imposible, se prevendría la causa ocasional é inmediata de que proviene esta especie de angina. Los niños están propen- sos á plenitudes, y como no saben gargajear, carecen del recurso de la expectoración. Es pees una necedad dejar á la naturaleza el cui- dado de descargarse, pues este abandono pue- de ser seguido del afecto anginoso, así como otras veces le precede. Los progresos del mal, y las consecuencias del principio que le pro- duce, se manifiestan en ios signos que anun- cian una salud alterada; y entonces es cuan- do es necesaria la previsión. Se debe pues purgar sin miedo hasta el total restablecimiento del enfermo, que á ve- ces podrá conseguirse solo con la aplicación del artículo primero del método curativo. Su- jetándose á un régimen contrario, sobrevienen Ja calentura y los dolores, el mal se agrava, la respiración empieza á ser dificultosa, y la voz se altera de un modo extraordinario. En- tonces se siente no haberse precavido en tiem- po la enfermedad; y no queda otro recurso 253 que nurgarse sin perder tiempo, con arreglo al * t -i¡li» eercero, con el vomi-purgativo re- petido por lo menos dos veces sucesivamen- te, y el. purga te en tercer lugar hasta qu« no haya peligro, y entonces se proseguirá el segundo o el cumto. Si la materia purulen- ta no ha estado largo tiempo estancada en términos de haber dañado las visceras, ni la membrana ha adquirido u ¡a consistencia muy compacta 6 indestructible, sanará el enfermo. Repugnancia de los niños á los medicamentos. La misma repugnancia se observa en los niños que en otras personas. Es fácil de ob- servar que el órgano del gusto no obra sino interviniendo el del olfato, y para neutralizar este último, basta comprimir las narices, res- pirando solo por la boca. También se pue- de tomar antes de la dosis un poco de ja- rabe aromático. Los niños son propensos á frecuentes enfermedades y achaques en que debe ponerse mucho cuidado; siendo eviden- te por las observaciones hechas, que dé mil niños que nacen al mismo tiempo, al cabo de diez años no quedan sino quinientos. ¡Qué motivos para reflexionar! Padres y madres, «ed los méJicos de vuestros hijos, y luego que el mal se anuncie, purgadlos. Si tardáis en hacerlo, la enfermedad hará progresos, y se- rá mayor la precisión de aumentar la dosis del remedio. Penetraos bien de este princi- pio, y ademas de las incomodidades que les T254 quitáis;, los dispensaréis la molestia de to- mar mayor número de purgas y de vomitivos; y. aun i podría suceder que llegando á per- éew todo ascendiente sobre vuestros hijos , acabareis por verlos perecer victimas dé su aversión.- Yxd» logré hacer tomar á mi hija tanto nú- nieno.de purgas, luchando con su repugnan»- cía y resistencia. La! primera vez que esta empezó, fué á la edad de cuatro años ¡y me- dio; mas yo sin detenerme en contemplacio- nes,, me apoderé de ella, y habiéndote abier- to la boea á la fuerza le hice tomar la me- dicina, pero la arrojó. Repetí la misma ope- ración, y acudió á una treta, que fué la de retenerla en un lado de la boca, para per? suadirme que la había tragado, y arrojarla después: volvimos á la carga, y repitió-la mis- ma astucia. Entonces, habiéndole intimado la firme resolución de no ceder, con la en- tereza que correspondíanse le administróla cuarta dosis, y la tomó con docilidad y re- signación. A las amenazas y al castigo su- cedieron las recompensas, y desde, entonces ya no vaciló nunca en tomarlas; de modo que nos bastaba dejarle; por la noche, al la- do de su lecho la toma para el dia siguien- te; y cuando nos levantábamos ya lai ha- bía tomado. Este triunfo no se limitó á un corto número de dosis, pues desde su infanl cia hasta su adolescencia tomó un número tan prodigioso, que parecia increíble. Los hechos valen mas que esos discursos vagos 2$* que no tienen por base |a experiencia* Qbran«í do; como ©osotros Jos; padres y madres, .j^^ infestarán á susbajos un amor verdadero..; Sjs*j 10 ¿á cuantas persona^, sena preciso.,.ob^gffíj del» «misino - modo?,.¿Cuantas, a quienes nO les¡ hace fuerza su iconHdrva^ion? Y ^cuántos-dé-; gradan, afsí la calidad,de hombres! .,{> r.'?£r\o ¿.„ O tíUT^ ' :. :lí: ■•-> . IV •' '.»b'oiq -ü'b.'i- *o o, CAPITULO VIL -v, : ¡ BiUB* .:; ob oiqnm ¡9 "itfínofmdfi s!de-?:-«tq .§W*BMfJW»*©ES DEL CUTIS, j.-f. ;'jtV JLjas enfermed>4esV del \CÚtis provienen de que la sangre arroja por los poros una por- cjkft de iüf, BVWíOrefii oeírrqmpklds que feg¡r- culan-cogí -#Jla* y e^ta je^aejuación sale .con! la transpiración, pues .se.¡efecíí^a ¡pw íasínis»*: ñas vías* Pero siendo ¡el,' cutis> una.e$pep.ié; le ceiba,.mtty cerrad ?s no puede, sudar,por ,us; po,tos, pino Ja'pamemas; sutil de lá& ma-» terias .filadas; y asi.«s^*jue la transjrifadion; Ól el sudor!,.; provocados por los su4wfíficq^ que se rempilean, en muchos .casos», son-.isufiv cientesupara -d,isipM.!todoneli humor¡q^*cir- cula con lá. sangre, y causa los. ¡males; con- tra .que .se -dirigen. J&stog preiendido$¡reme-T dios», ademas ¡dé su :insuficiencia pajra curar», causan ¡accidentes: terribles, cuaddo.flthaefl aí; cútisa unas materias, que no pueden evacuarse fior* esía vía, y son mas que insuficient^sípa- ra expeler lis material crasas que .existen en JWirentrañaSi.y que .producen, la )*eros*- dad.,j Esta fluxión,. itopeji#,?aí¿enteariorí por- 256 ra sangre, mas bien y mas comunmente sé esparce sobre las diferentes glándulas que que- dan así infartadas, que se evacúa por la trans- piración. El cutis tiene sus enfermedades co- mé las demás partes del cuerpo; pero supues- to que todo proviene del interior, tanto el origen de las enfermedades como el princi- pio de la vida, es menester para destruir esta causa proceder interiormente, como es indis- pensable para alimentar el principio de la vida sustentarle también interiormente. Sudor ordinario. Siendo el sudor' la serosidad que sale del Cuerpo por los poros *»n forma de gotas, le sostiene uña plenitud^ de fluido ardiente, se- gún él estado de los poros del temperamen- to, le promueve 'el* ejercicio y el movimien- to, r-y le1 provocan en- caso de enfermedad los medios internos ó; externos, como mucha ro- pa^ sobre una cama bien calentada. El ali- vio que se experimenta es cuando mas un alivio momentáneo que debilita, sin atacar el origen de la enfermedad; y por el contrario, transmite una parte del mal á la sangre, y dé esta materia á la debilidad de que acabamos de hablar. La provocación del sudor es un medio ■ puramente externo, y por lo menos insuficiente, y se adopta por rutina. Mas si puede ser peligroso forzar el sudor, no por eso se crea que será útil impedir ú oponer- se á la transpiración. Evitar los extremos es 257 el consejo de la prudencia, y dejar obrar á la naturaleza por las vias excretorias. Sudor continuo. Las materias acuosas contenidas en las ca- vidades, no parando de acudir al cutis sa- len á la periferia en forma de un sudor abun- dante y continuo. A veces esta transpira- ción tiene un olor que manifiesta evidente- mente la corrupción del origen que la pro- duce: y sea cual fuere su carácter, es siem- pre de naturaleza maligna y temible;, sí es- ta materia deja de acudir al cutis, y se con- centra en alguna cavidad, resulta la hidro- pesía ú otra enfermedad. Siendo siempre es- te sudor efecto de la corrupción crónica de los humores , necesita del régimen prescrito en el artículo cuarto del método curativo» in- sistiendo hasta evacuar su origen, y que el enfermo recobre la salud. ;, Sarna. La sarna que es la enfermedad mas con- tagiosa del cutis, proviene de la efervescen- cia del humor, y arroja una multitud de gra- nos que causan gran picazón. Se puede comu- nicar por-el contacto de la persona ó„-|.or el de la ropa que.ha usado. Si ha dicho que en la materia de la sarna se hallan unos animalejos muy pequeños; no negaré al mi- croscopio el mérito de abultar los objetos, 258 ni examinaré él fundamewtiw dé esta opinión; pero no dudo que esta enfermedad. Causa- da por contacto, es efecto de la corrupción de los humores fluidos; corrupción que se insinúa por los poros del cutis, y que con mucha rapiden se extiende á la masa entfe- raide los humores. !- < : : , ,¡ >!»» - -Se ailican diferentes pomadas ú otros tóV picas,» que cada uiro-campone á su volane tad) ó según sus conocimientos: estos absorv ventos cutáneos entran, también en el Jateoí sistema de querer caran jphr fuera -enferme- dades cuya' causa es interior;, y las ssinffrias, y-das bebida*! diluyentes ó aperitivas, . sou.los mediflaínwnfos ó las- principales bases; de¿ ré- gimen -interior. Este .bvcxfo de curar noi;es boé»n« sino para producir! mas adelanto, una enlermedad' graveí <¡jde *provi°ne de lon reconoce en todas las enfermedades si- no uua causa única. Parí auxiliar la curación de la sarna, se- rá bueno us ir de uní fricción diaria con una pomada antipsórica ó desecante, y sin olor si puede ser. Empeines. Los empeines, que poniendo áspero y en- carnado el cutis causan picazón , se mani- fiestan bajo de diferentes formas, según que. son de diversa especie. Los hay farináceos, en que la serosidad por el calor que ha lle- gado á adquirir, quema la epidermis, la de- seca y la reduee á polvo: otros se llaman vivos y otros corrosivos ó mordicantes, loa cuales tienen por causa la acción de la se- rosidad, sumamente corrosiva, que se con- centra en la sustancia de la piel, que en algu- nas persona * no son contagiosos: los que lo son se comunican com» la sarna por el con- tacto. El mismo régimen, tanto interior co- mo exterior, cura tamben radicalmente el empeine seco. Aquellos en que hay inflama- ción y supuración piden otro régimen, y* pa- ra favorecer la supuración, ya para calmar la influnicion, ya también en fin para Ob- tener ia defecación del cutis. Sea cuil fuere el carácter del vicio em- peinoso, exig^ los mismos medios que las de- más enfermedades, puesto que su causa es 18 260 la misma. Regirá como en todas las enfer- medades crónicas el artículo cuarto del méto- do curativo. Manchas en el cutis. Las manchas en el cutis anuncian una cor- rupción de los humores, y son siempre pre- cursoras, cuando no signos característicos, de enfermedad, siendo raro que no vayan acom- pañadas de alguna indisposición. El mejor cosmético es la purga, que deberá repetirse hasta' que se agota el manantial de los flui- dos corrompidos, de que está sobrecargada la linfa, y que la sangre lleva al eút¡-¡. Pur- gándose según el artículo cuarto del méto- do curativo, el bello sexo ganará de dos mo- dos: la muger hermosa se conservará, la que no lo fuere agradará mas con sus colores na- turales que con el arrebol del tocador, y todas lograrán el restablecimiento de su salud, y la conservación de su existencia. La misma pomada antipsórica que se ha aconsejado para las otras afecciones cutáneas, también en general puede usarse contra esta. Erisipela. La inflamación de la sangre que se des- cubre por el color encendido, y por algunos granos en el cutis, es la erisipela; la cual, como las demás enfermedades tiene su cau- sa en la plenitud humoral, que la sangre 261 trae del centro á la circunferencia para des- cargar los vasos. E* necesario echar mano de la purga luego que la erisipela aparece, por lo menos se- gún el artículo segundo, aunque el tercero está muchas veces indicado, y no puede da- ñar al principio de la curación. El vomi- purgativo es siempre conveniente cuando se observa plenitud en las primeras vias. Nun- ca se tomarán bastantes precauciones para evacuar la causa de la erisipela , y evitar sus fatales consecuencias, como la gangre- na ó la muerte, que acontece á veces por haber preferido á los medios curativos ¡a san- gría, las sanguijuelas, los diferentes apositos, los calmantes y demás paliativos y métodos inútiles. CAPITULO VIII. TUMORES, DEPÓSITOS Y ULCERAS. JL ooos los tumores humorales, los depósi- tos, bub mes, granos, diviesos, carbunclo, apos- tema y demás que se forman de materias espesas y corrompidas, y todos los depósi- tos producidos por materias serosas, sea cual fuere su especie y carácter, terminan por una úlcera; ya se supuren, ó por efecto de la opera- ción. Su nomenclatura es muy prolija; pe- ro como nosotros no consideramos estos afec- tos sino por 9u origen y curación, no nos de- tendremos en superfluos pormenores. La causa que produce estos efectos ex 262 térWes, és 1a misma que ocnsíona en el in- terior depósitos, .tumores é infartos de dife- rentes especies, sea en el piloro, hí :;id >, ha. lo, ó en las demás vi era-, sin n«as dife- rencia qii'1 la dirección. Dirigente los unos á la cir»-unferencin, y ¡os otros al centre. Estábase un tiempo en la firme persua- sión de que el pus se fo maba de la san- gre; ó lo que es igual, que la sanirr»-1 de las personas que teman tumores, depósitos, abs- cesos ó úlceras, se convertía en pus Tan absurda opinión ha sido por fin abandona- da, y esto nos da derecho, á esperar que to- dos esos errores, no menos perjudiciales á los enfermos que á la medicina, desaparecerán también á su tiempo. Pero el método que se sigue aun en esta clase de enfermedad, es una prueba convincente de lo poco que se conocen la causa y origen que las pro- duce y sostiene. Con cualquier carácter y denominación que se presenten, provienen siempre dé la corrup- ción de los humores, como las demás en- fermedades. Algunos se forman de materias purulentas, que son una porción de flema que se filtra con la sangre en los vasos, y que se recuece en ello* por el calor de esta s, escrofuloso, cancero- so, venéreo é hulrofóbico, todos los produc- tos de la depravación ó putrefacción de los humores á que la especie humana esta su- jeta en e-.te valle de miserias, de la que se vale la divina Providencia para ejecutar sus designios, y á la que deben su origen cuan- tas enfermedades y males nos acosan. Des- cribiendo la causa general de todas las en- ferme la les del cuerpo humano, que se deri- v--m de 11 corrupción de los humores, hemos dato á conocer ba¡o el nombre de serosi- dad ó fluxión una materia perniciosa y mor- tífer.i, que es la sola causa eficiente de todo lo que es dolor ó mal: y en cierto estado de malignidad, la de las enfermedades con- tagiosas, pestd nciales, agudas, epidémicas, y de todos los accidentes graves, que á pesar de tas mas sublimes doctrinas y de las teo- rías mas luminosas, y al parecer mejor fun- dadas, matan á ¡os enfermos cuando menos se piensa: leonas indudablemente falsas, pues 275 Sos hacen víctimas de innumerables enferme- dades, como la epilepsia en los unos, la lo- cura en los otros, y en el mayor número dolores, úlceras y toda especie de afectos, sean fijos ó periódicos. He indicado igualmente y con franqueza, remedios ciertos en sus efec- tos acreditados por la experiencia, y que se fundan sobre hechos notorios y constantes. Se sabe por practica y por observación que no hay sustancia de especie alguna que los humores no puedan producir, por la cor- rupción que he hecho ver que adquieren en los diferentes artículos que en esta obra han servido de materia á mis observaciones. Y ¿cuánto no podría aun añadir? Cuanto mas corrompidos están los humores, tanto mas ca- paces son de producir cosas nuevas y raras que llamamos fenómenos. Los curiosos que cultivan las ciencias se apoderan de ellos con diligencia; pero preocupados con la novedad y en general amantes de todo lo que es su perficial, descuidan lo mas importante, y sus observaciones vienen á ser absolutamente in- útiles para la curación de los enfermos. Los que juzguen imparcialmente convendrán con- migo en que esta es la verdad. Sea cual fuere el género ó especie de en- fermedad , todas necesitan una cura radical sin que queden restos ni temor de una re- caída; y esto es lo que están lejos de lo- grar cuantos prescriben métodos fundados en principios superficiales. Y con efecto, ¿qué puede haber sino superficialidad, mientras se 276 ignore la causa de las enfermedades? ¿Qué cosa mas vana que esas co-n siciones far- macéuticas, fruto de análisis químico-:, mas bien objeto de curiosidad para los sabios, que útiles para los enfermos? Se ha establecido por principio que las enfermedades debían cu- rarse con cosas contrarias á ellas. Por abre- viar no citaremos sino uno de los casos en que se aplica este principio. Si el enfermo tiene un calor excesivo ó ardiente que pro- duce una grande inflamación, se debe, según dicen, refrescarle mucho, enfriarle y aun he- larle si es posible. Este principio es ente- ramente falso; pues este calor excesivo es una materia, y son los humores mas ó me- nos corrompidos los que la producen: la se- rosidad misma es el calor; y en vano se to- marían todos los refrigerantes del mundo, que no harán que salga del cuerpo el humor que le consume, le abrasa y le destruye, robán- dole el calor natural, y privándole así de la vi da. Si se tratase de un calor procedente de la circulación acelerada de los fluidos, ó del roce de los glóbulos de que se componen, como sucede después de un grande ejerci- cio, ó cuando se respira un aire cálido, ó se ha hecho un uso excesivo de alimentos sa- linos y acrimoniacos, podría este principio te- ner una justa aplicación; pero es un abu- so confundir causas tan diferentes entre sí y en sus efectos. Ni este error ni sus funes- tas consecuencias existirían, si la causa de las enfermedades no se ignorase, ó por lo 2Í7 mén >s no fuese en general tan poco conocida. Para curar es menester preferir siempre los meJios q 19 h mism.t naturaleza indica. Se debe tratar de evacuar los humores que no producen virus ni serosidad virulenta, sino por- que están, y según que están masó menos cor- rompidos, se debeu preferir estos medios á io- dos los demás, supuesto que la corrupción que se burla de todas las combinaciones rJé: la química, no.se contiene en sus progresos» sino cuando la parte sana o¡ nienos corrupti- ble se libra de ella por medio de la purga. Los purgantes de que hemos hablado ate- nú tu todos los géneros de serosidad, y li- bran de ella á los enfermos, cuando estos acuden en tiempo que los humores y la fluxión no han adquirido aun un carácter de tena-, cidad que se oponga á la evacuación; pero hay algunos tan inveterados y tan profunda- mente arraigados, que resisten con una te- nacidad difícil de vencer. En este caso la cura se dilata, sin que por esto se pierda la esperanza de una curación cierta: una prác- tica continuada y acreditada por innumerables aciertos, no deja la msnor duda de ello. Vuelvo á decir que no se puede curar si- no separando la parte corrompida de la que no lo está, y expeliéndola á fuerza de pur- gas; no haciéndolo así, una y otra tendrán igual suerte, y el enfermo perderá la vida prematuramente. Lo misnio sucederá siem- pre que se acuda tarde á este matólo, y no estará por demás el recomendar á los enfer- # 278 fnóg que le sigan en las enfermedades vi- rulentas, antiguas ó generalnenté reputadas por incurables, ó que han resistido á otros métodos; y que desconfien aun cuando se crean curados, nó sea que conservándose algún resto del antiguo germen, se reproduzca el mal en lo sucesivo. Se precaverán purgán- dose de cuando en cuando, aunque no sien- tan indisposición alguna; pues aun suponien- do que no lo necesiten, el hacerlo así no puede causarles el menor perjuicio. 27» MEDICINA CURATIVA. parte tercera. MÉTODO PRACTICO DE LA PURGACIÓN. , CAPITULO 1. resumen sobre la causa y conocimiento de las enfermedades. JL%/esumire cuanto he dicho en esta obra, ya con respecto á la causa de las enferme- dades, ya relativamente al conocimiento de ellas, para que sea mas segura y fácil la aplicación de mi método curativo, esto es, de la purgación: insistiendo con eficacia, an- tes de prescribir la administración y el ré- gimen, en convencer á los que tengan libre el uso de la razón, de la necesidad de eva- cuar esta causa de las enfermedades, que es el modo seguro de destruirlas todas, segua aquel sabio axioma: 280 Donde no hay causa no hay efecto. Considerando bajo un solo punto de vis- ta la división que vamos á hacer del cuer- po humano en dos partes, y el grado de incomodidad que caracteriza la enfermedad que se trata de curar, se podrá fijar segu- ramente el régimen, orden y graduación de los medios evacuantes, que se deberán ad- ministrar para libnr á los enfermos de las materias que los afligen de diferente modo y con cierta violencia. Para conocer que este método es tan se- guro en su principio como fácil en su eje- cución, no se necesita sino reconocer la causa de las enfermedades tal como puede formar- se en todos los seres vivientes, y como se la ve desarrollarse en el cuerpo humano: en fin, convenir en que sea cual fuere el género ó especie de enfermedad, el enfermo es el que padece, y su vida la que está en peligro. Teniendo pues todas las enfermedades, tan- to' aquellas de que hemos hablado, como las otras de que no se ha hecho mención, el mismo origen, y procediendo de la misma causa: resulta que tedas ellas se reducen de hecho á la única y sola enfermedad que pue- de padecer el cuerpo humano, puesto que to- df,s sus males no son otra cosa sino una si- tuación opuesta al estado de ¡-alud. Así pues, para curarle con seguridad en todos los ca- sos posibles, y hacer desaparecer los efec- 281 tos, es menester evacuar la causa y extin» guir el origen, atemperándose siempre á los rectTsos que ofrece la naturaleza del paciento. División del cuerpo humano y de los evacuantes. Para hacer mas fácil el régimen, y mas segura la cura de todo enfermo, es menes- ter ocuparse en su verdadero rnal, no te- ner presente sino la causa que le produce, no ver sino los humores corrompidos que le ocasionan, y perseguirlos enérgicamente en su principio hasta un alivio conocido; y des- pués, haciendo algunas suspensiones en el régimen, reiterarle hasta la total curación: sean cuales fueren las dificultades y obstá- culos que se presenten, no hay que perder de vista el fin; evacuaciones suficientemen- te repetidas son indispensables para lograr- le. Para poner al alcance de todo hombre de mediana inteligencia la curación de cual- quier enfermo que ofrezca recursos, dividi- mos el cuerpo humano en dos partes: en primeras vias y vias infenores, y los eva- cuantes en vomi-purgativo y en purgante. Es- ta división es indispensable para atacar con buen éxito la causa del dolor ó de la en- fermedad , sea que exista en la parte supe*- rior ó primeras vias, ó que se fije en las artes inferiores ó segundas. Voy á descri- ir unas y otras. Las primeras vias ó partes superiores del cuerpo humano, empiezan desde la bat>e del l 282 -estómago, porque este ventrículo es suscep* tibie de evacuar por el vómito: y subiendo, comprenden todo el pecho, elj cuello, la gar- ganta, la cabeza, el rostro, la boca, los dien- tes, las narices, los ojos, los oidos, las glán- dulas del cuello, las de los sobacos, exten- diéndose á los brazos y las manos hasta las puntas de los dedos. Las segundas vias ó partes inferiores se com- ponen de consiguiente de todas las que no están comprendidas en la enumeración de las primeras, esto es, desde la parte inferior del estómago, bajando hasta las puntas de los pies. El vomi-purgativo debe su denominación á la propiedad que tiene de purgar por las dos vias. Tiene una eficacia conocida con- tra los efectos de las partes superiores; des- embaraza el estómago, y facilita el paso al purgante, que puede hallar un obstáculo en la plenitud de este ventrículo; descarga el pecho y las visceras contenidas en su ca- vidad; atrae á sí la serosidad de cualquiera punto de las primeras vias en donde se ha- lla fijado; divide la fluxión reunida, la mue- ve y la hace mudar de sitio; y si por sí solo no expele totalmente la materia que la compone, hace su evacuación mas fácil, y favorece así la acción del purgante de que en seguida se ha de hacer uso , como vamos á decir en los cuatro artículos del método curativo. A nuestros sabios antagonistas no les pa- rece bien el nombre de vemi-purgative que 283 damos á lo que ellos llaman emefo-catáríi- co, y encuentran chabacana huestia uenoud- nacion. Pero como no hemos escrito ¡ara ellos, sino para 11 mayor utilidad del público, seguimos creycn-.'o que la denominación de vomi-purgativo, es la sola cuya verdadera sig- nificación entienden y alcanz n mejor los en- fermos, y esto es lo que nos hemos propuesto. El purgante evacúa solo por abajo, y de- be ser tal cual le hemos indicado, para que pueda hacer salir del cuerpo la totalidad de la masa de los humores corrompidos, que son la causa de las enfermedades. Es del género drástico sin duda, ó de los que obran con mucha prontitud; pero no es violento, como le ha calificado contra toda verdad el odio á la purgación. La lavativa no puede menos de ser admi- tida en un método que se fúñela en la eva- cuación humoral por la coincidencia de sus efectos. Entre los medios que están al al- cance de las personas no inteligentes, la la- vativa Jes uno de los que producen mas bien, y que menos males pueden causar. No se puede decir lo mismo de otra medicina que anda igualmente en manos del pueblo; de las nocivas sanguijuelas, con que tantos se asesinan pensando aliviarse, Sin embargo, aun es posible abusar de la lavativa, que es úti- lísima contra las obstrucciones y resecación del intestino. Si se usa de ellas todos los dias sin causa ni motivo, como ¡o hacen mu- chos, no dejando oLiui a la naiumleza en 284 sus deposiciones diarias, no se sabrá cuan- do está en es ado de ejercer libremente sus funcione?. Fuera de esta consideiación, po- dría . ecírse cue la lavativa nunca hace mal. Es ineficaz para curar, pero a'ivia como los demás paliativos: hace perder un tiem- po precioso, porque n.entra- se eniretieie-n con lavativas, la enfermedad ó l.i indisposi- ción h«ee progresos, por no haber acudido desde luego á los medios verdaderamente cura- tivos. Se conoce bien esta verdad, cuando estos medios se aplican demasiado tarde pa- ra salvar la vida del enfermo y curarle. Si la lavativa alivia por el estreñimiento, no pue- de destruir su causa, y es un paliativo que debe ser seguido y favorecido por la pur- gación, único medio capaz de curar. No obs- tante, puede emplearse útilmente en muchos casos, por ejemplo, la víspera ó algunos dias antes de empezar la curación según este mé- todo, el que padece de obstrucciones, aquel cuyo sistema nervioso está afectado, el acha- coso y débil por enfermedad ó por los años, y cualquiera otro valetudinario, atormentado por la plenitud de humores antiguos y vicia- dos, harán bim en darse algunas lavativas para limpiarse;es una preparación excelente parala puigacion, á veces indispensable, y que ja- mas puede perjudicar al régimen. Estos mis- mos tnfrmos podrán, y muchas veces de- berán servirse de ellas en los dias de des- canso de la purgación. Hay muchas personas entre las que no tie- 2-5 nen bastante instrucción, ó que ro se for- man una idei exac'a oe lo -'mc .:.; ki pur- gación adaptada á la causa fe l s enferme- dades , que no extrañan que se deje c! eva- cuar netural ó libr inente dun1 cíe algunos y arin muchos dias despus cíe la ¡".u.-gscion. Esta felsa opinión que los din>e, me indu- ce á pensar que miran en este caso la la- vativa como su único recurro. El e ror en que están puede tener malas consecuencias, pues- to que conduciendo á la constipación, cons- pira á hacer nula la f; ncion ñas necesaria entre las naturales después de la de comer. Deben pues, saber que la naturaleza no des- empeña bien todas sus funciones, *mo cuan- do ha desaparecido toda causa de enferme- dad , y que solo la constipación de vientre és un motivo suficiente para que repitan la purgación, después de haber seguido cualquie- ra de los artículos del régimen curativo, aun- que les parezca que están buenos; pues es- ta disposición del vientre bastaría para ha- cerlos recaer y perder todo el fruto de su primera cura. Una lavativa es á veces útil á muchos en el mismo dia de purga, particularmente cuan- do esta ha obrado bien, porque refrescando las entronas, 1 umedece y ablanda la ma- teria ardiente y acrimoniosa que queda mm por evacuar. También será útil en el cu- so que el vomi-purgativo ó el purgante ír.r- een en producir sus efectos rn¡ la via in- ferior mas de cinco ó see? hons. La no- 286 cesidad de las evacuaciones que es urgente en lus afecc.oues graves , puede exigir a veces lavativas purgantes. La composición de la lavativa puede va- riarse según lo requiera el caso. Se sabe que la decocción de la linaza, de la raiz de malva- visco, y otras sustancias emolientes adminis- tradas por medio de lavativas, producen muy buen resultado; principalmente si está bas- tante recargada. Nosotros hemos aconsejado con frecuencia estas lavativas á enfermos que no podian observar el régimerfVle nuestro mé- todo, hasta dos ó tres cada mañana, toman- do la segunda inmediatamente, después de haber depuesto la primera, y reteniéndolas todo el tiempo posible sin deponerlas. Es- tas lavativas, repetidas algunos días seguidos, ó por toda una semana, producen el efec- to de una ó mas purgas, con notable alivio de los enfermos, ya muy delicados ó de una edad muy avanzada para resistir eva- cuaciones de otra especie. En la lavativa purgante pueden aun añadir tres, cuatro ó cinco cucharadas de vomi-purgati\o, y me- nos del purgante, á la cantidad de agua ne- cesaria para llenar la geringa; ó bien en lu- gar de estos e\acuantes poner en infusión me- dia onza de sen ó mas, ó disolver como una onza de cañafistola. Hay también quien ha mezclado en esta misma agua una onza ó me- dia de jalapa en polvo, y ha tenido igual- mente un resultado feliz. 287 Aplicación de tos medios curitioos acomoda' da á las dos divisiones precedentes. Supuesta la división que acaba de hacer- se del cuerpo humano, y de los evacuan- tes, es preciso conducirse del moejof siguien- te, según la diferente residencia ae la en» fermedad. Si esta existe, ó si el dolor se experimen- ta en el interior, y en alguna de las partes comprendidas en la circunscripción de las pri- meras vias, ó si hay plenitud de estómago bien manifestada, se empezará la curación por una toma del vomi-purgativo; y conformán- dose después con el artículo que entre los cua- tro se juzgue aplicable al enfermo, se le ad- ministrará el purgante. Estos dos evacuan- tes son necesarios alternativamente, por lo menos, en los primeros dias de la curación, mientras que están afectadas las primeras vias. El lector no se dará por ofendido de que le advirtamos que alternativamente, quiere de- cir, un dia un purgante y otro dia el otro, si se sigue el régimen del artículo primero, segundo y cuarto; pero si se observa el ar- tículo tercero, el uno después del otro, guardan- do los intervalos que deben mediar entre los purgantes, según se indica '-n el mismo artículo. Si la enfermedad ó dolor de las prime- ras vias, combatidos según el artículo terce- ro, porque dan señal s de violencia ó de pe ligro, no cedieren á la primera toma de vo- 288 mi-purgativo, aunque e.^te no hnya prod tci- do niiigu.ia evacuación por ht vía mfenor, «s mene-te; emplear dos dosis de este evacuante por cada una del purgante. Si la afección de Jas primeras vias, por me- nos peligrosa ó violenta que la precedente, no exige t sioo el régimtri según el arriero segundo, no habiéndose desahogado bien aque- II- i con una sol-i dó is del vomi-purgativo, deberán administrarse dos tomas de este por cada una de purgante, pira acabar de lim- piar las primeras vias. Sin embargo, si fue- se u;gente desembarazar las vias inferiores, como en un caso da inflamación, de gran calentura, ó de fuertes dolores en las estre- micbo'es ú otras partes del cuerpo; es pre- ferible el uso de! uurgaute, después de una s ia toma de! vomi-purgativo, para desocupar I- vasos y fu i uta r la curación. Así, no se d- be olvidar que por las vias inferiores se hacen ta.s deposiciones mas abundantes y sa- ludables; y que las primeras no son sino el receptáculo de las materias que provienen de la masa entera contenida en todo el cuerpo. Si po el contrario, las primeras vias no estuviesen atacadas, y no hubiere tal pleni- tud de estómago, que pueda sospecharse que el enfermo vomite el purgante, con este so- lo deberá curarse. Podrá suceder también que una enferme- dad de las que se cree que pueden curar- se sin el vomi-purgativo, exija alguna vez el uso de este evacuante. Los casos mas comunes 289 en oue esta observación es aplicable, son cuan- do la? materias pegadas á la ptrte superior del estómago, removidas por las que han si- do evacuadas y las sostenían, se desprenden y oponen al paso del purgante, provocando el vómito en vez de evacuarse con él. Es- ta observación será también aplicable al ca- so en que la fluxión desalojada del sitio que ocupaba, venga ñor casualidad á reunirse en las primera» vias ó parte que dependa de ellas, y cause un dolor mas ó menos vio- lento. Estos casos exigen que se observe lo que hemos prescrito para los afretes d<* las primeras vias, esto es, que se deberá empezar por una toma del vomi-purgativo, y conti- nuar después con el purgante, mientras no se indique nueva necesidad de volver al pri- mero. Es de advertir que muchos se podrán cu- rar de enfermedades ó dolores de la-* pri- meras vias sin usar del vomi-ourgativo, bas- tando á veces solo el purgante, sobre to Jo, si se combate la enfermedad en su pr n; cipio. Hay también casos en que sin embargo de estar indicada la neceri Jad del vomi-ourga- tivo, será prudente diferir su uso: cuando el paciente es una persona débil, delicada ó de mucha edad, ó que los humores están en un estado de corrupción muy crónica, en que es de temer que el vomi-purgativo ocasio- ne1 una conmoción muv violenta por la abun- dancia y malignidad de sus humores. Se de- 290 berá preferir la evacuación por las segundas vias en pequeñas dosis, á fin de disminuir poco á poco los masas de estas materias. Cuan- do se haya logrado esto, se podrá usar del vomi-purgativo, si continúa indicada su ne- cesidad. Para quitar toda duda, y siendo de de- sear que todas las enfermedades se pudie- ran curar sin provocar el vómito, por haber per- sonas que le temen mucho, aunque sin mo- tivo, se podrá emprender la curación de to- da enfermedad sin usarle, siempre que la ne- cesidad no lo exija imperiosamente; pues á toda hora se estará á tiempo de emplearle, una vez reconocida la imposibilidad de pa- sar por otro camino, cuando el estómago por muy cargado resista el purgante, y que es- te produzca muy poco ó ningún efecto por las vias inferiores. Se empleará en la cu- ración de las enfermedades, que resultan de una depravación crónica de los humores: por- que en estos casos se debe atacar seriamen- te en su origen, y su residencia es siem- pre el estómago. Hay personas á quienes no solo los vómitos, sino los vomitivos incomo- d< n y empeoran , y no les queda otro ar- bitrio sino servirse solo de los purgantes; por- que siendo lo esencial evacuar la causa que produce las enfermedades, importa poco el género de evacuante, aunque sea distinto de los propuestos en este método, siendo de un método igual y que se consiga la curación. •^' hay casos en que se pueda usar del 201 purgante, 6¡n que le haya. precedido el vo- mi-ourgativo, no hay ninguno en que se de- ba usar de este, sin que aquel se adminis- tre después, y lo mas tarde al dia siguien- te de la toma del vomi-purgativo; puesto que este no se administra sino para facilitar el paso y los efectos del purgante. Esta es una táctica muy contraria á la de los facultativos del dia, que á veces dan á sus enfermos una'do- sis de emético, y sin masóles dejan en el cuerpo la ponzoña que los mata; siendo así que hubieran podido evitar sus funestos efec- tos con haber continuado evacuándolos. No podrá suspenderse el régimen que vamos á prescribir luego, sino después de una toma de purgante; á menos qoe el vomi-purgali- vo no haya producido muchas (evacuaciones por las vias inferiores, reemplazando de es- te modo el purgante. m • • Pintura ó descripción de la perfecta- salitdi'. Antes de prescribir el régimen curativo que deberá observar todo enfermo, ó que debe- rá emplearse para curar toda enfermedad, as útil hacer Una descripción de la. buena-sa- lud, que sirva para que los enfermos com- paren y vean el punto de donde .parteo, y el fin que deberán proponerse. Los,, medi- camentos son sin duda necesarios hasta sa- nar; pero una vez conseguido un estado de salud como el que vamos á describir , de- be cesar su uso, quedando ya sin objeto. 292 La buena salud consiste en la ausencia de todo dolor, in jo.nodi-lad ó afecto en cualquie- ra parte del cuerpo que sea, en e| ejercicio li- bre y regular de todas y cada una de las funciones naturales, sin exceptuar ninguna; y los signos que la caracterizan son: Bu n apetito á las horas regulares. Digestión fácil. Evacuaciones libres sin estreñimiento ni fin- jo de vientre, por lo menos una vez cada veinte y cuatro horas, sin que experimente ca- lor ni escozor en el ano. Libre evacuación de la orina, sin acrimonia ó escozor, y sin que deporite ningún sedimen- to encarnado ó encendido, que es un sínto- ma de indisposición presente ó próxsimi. Sueño tranquilo, sin inquietud, ni muy lar- go ni muy corto; según la edad, y sin ensue- ños incómodos. Ningún sabor á bilis, ni otro mal gusto en la boca, ni eructos agrios ni desagradables, procedentes de las cavidades; la lengua lim- pia; el aliento sin ningún mal olor. Ninguna acrimonia, picazón, manchas ni gra- nos en el cutis. Nida de almorranas; ni calor ardiente en ninguna parte del cuerpo. No tener sed extraordinaria, sin haber he- cho un ejercicio ó trabajo violento, u otra cau- sa conocida. Uniformidad de color en la tez del rostro, §in ninguna de aquellas variaciones que la bue- a salud no conoce. 293 En las mugeres ninguna de esas evacuacio. nes conocidas ba;o el nombre de flores bían- cas; como tampoco interrupción en &us mens- truos, ni incomo idad al ten ríos. Aquel que quiera conservar su salud, pre- caverse de las enfermedades á que todos los hombres están propensos, y por una conse- cuencia natural prolongar su ecsistencia; de- berá consultar á menudo la precedente des- cripción, y que no tema recurrir á la purga- ción en todos los casos en que el estado de su salud no sea cual le acabo de describir; y si por la edad, lo inveterado de los acha- ques ú otras causas no pudiese obtenerle en- teramente conforme, deberá tratar de acer- carse lo mas posible. Cada cual debe observarse á sí mismo con frecuencia; y sobre todo no descuidarse, si re - nan enfermedades contagiosas, epidémicas ó endémicas, ó si se halla en el casodetemr la influencia de las causas corruptoras de los humores. La precaución en estás circunstan- cias, supone talento; mas no el entregarse 6. temores quiméricos ni melancólicos. * 294 CAPI'IULO I!. RÉGIMEN CURATIVO. ARTICULO PRIMERO. Enfermedades recientes y leves. ' «i-^l o hay mas que un paso de la salud á la enfermedad, y muy corto muchas veces. La enfermedad no puede empezar sino de- bilitando la salud, y adquiere intensidad y fuer- za, cuando ya la tiene debilitada hí.sta cierto punto. En este articulo están comprendidos todos aquellos que gozando de una salud, ca- racterizada por todos los signos contenidos en la descripción que hemos hecho, la j, erdiesen de repente, ó experimentasen en ella una al- teración sensible. Seria abusar de las pala- bras y de las cosas, si se llamara reciente- mente enfermo el valetudinario ó nacido con una mala constitución. Con frecuencia se en- cuentran personas que tienen por enfermedad recienie, lo que en realidad es una recaída, 6 una continuaeion de su enfermedad primi- tiva, ñor no haberse curado radicalmente en su principio. Todos estos enfermos están en el ca«o del artículo cuarto 'Cuando la salud no es conforme á la des* 295 cripcion hecha, los hu ñores están corrompi- dos, por lo menos superficialmente. El do- lor no empieza en el momento que estas ma- terias se adulteran, porque todas las causas necesitan un cierto tiempo para formarse y producir sus efectos; pero toda incomodidad prueba que los humores están alterados. Una sola toma de purgante produce en oca- siones efectos maravillosos; pero rara vez bas- tará. En general es preciso repetir á razón de una toma cada veinte y cuatro horas, po- co mas o'mé/ios, durante dos ó tes días se- guidos hasta la perfecta curación; no olvidan; do atender á la parte ó sitio en que se ha fi,ado el mal, por si es necesario apelar al vomi-purgativo. Empleado el artículo primero, luego qué las indicaciones de perfecta sanidad se obser- ven alteradas, se córtala enfermedad destru- yendo la causa reciente, y se evitan así gra- ves accidentes. De este modo el arte y la previsión unidos, evitan y precaven frecuen- temente las' mas penosas enfermedades. En er caso de que lo prescrito en el ar- tículo primero no bastare, se observará el segundo. ARTICULO SEGUNDO. Enfermedades recientes y graves. La enfermedad es mas intensa que en el caso del artículo primero, si los humores se 296 corrompen de repente mas allá de su super- fieie. Si estas materias tienen un grado de putrefacción, sea porque las causas corrupto- ras hayan ejercido mayor influencia que la que deten ina el uso di 1 artículo primero, sea por- que se haya descuidado en evacuar los hu- mores cuando se estaba en el caso de este mismo artículo; entonces los dolores son mas fuertes y pueden ser mucho mas peligrosos, y la enfermedad en fin se hace grave, tanto por la malignidad de la corrupción, cuanto por lo sensible de las parles que se hallan atacadas por inflamación, dolor violento, obs- trucción, depósito, calentura, inapetencia ú otra cau*a. Ehtón es es indispensable tomar mayor número de dosis que en el caso precedente. Sm embargo, es constante qué las tnferme- da ¡es recientes, que están clasificadas en es- te artículo segundo, se destruyen generalmen- te en ocho ó di< z días do régimen; ventaja que los métodos opuestos a este no le dis- putarán ciertamente con felicidad, pero es de rigor que los enfermos, Jia--ta lograr un alivio notable, tomen todos los dias, ó cada veinte y cuatro horas, ina dosis de evacuante, sea del vomi-purgativo, sea del purgante, según la residencia de la enfermedad; hasta que los dolores se moderen, la sed ^e mitigue, la ca- lentura haya cedido ó desaparecido, y que so- bre todo hayan recobrado el apetito, ó á lo menos el gusto de los alimentos, y el sueño; bases principales de la salud. El buen éxi- to será aun mas seguro, si en el caso de ca- 297 lenlura ardiente, de un violento dolor en la cabeza ú otra parte, se hace uso el primer día del artículo tercero. Conseguido el alivio de que acabamos de hablar, los enfermos pueden suspender la pur- gación por uno ó dos dias, según su situa- ción. La reiterarán después, durante muchos días, hasta que se hallen mejores, y que reco- brado y satisfecho su apetito, vayan poco á poco recuperando sus fuerzas repitiendo final- mente la purgación, hasta hallarse perfecta- mente curados. ARTICULO TERCERO. Enfermedades gravísimas. A ciertos casos y grados de enfermedades no alcanza el artículo segundo, v causaría gra- ves accidentes, y aun pronta muerte, si los enfermos no repitieran las dosis tan inmedia- tas como vamos á decir en este. La corrupción de los humores no se ve- rifica ron la misma prontitud; las mas veces to- ma incremento con tal rapidez, que causa la muerte en pocos dias, y aun en pocos mo- nientos. Consultando pues esta observación, es menester que el néiodo curativo, ó la eva- cuación de la corrupción, sea proporcionado á la violencia del mal ó del peligro, y que la nccion del remedio sea mas eficaz en sus efectos, que la corrupción activa y maligna en sus terribles estragos. 298 En las enfermedades agudas, inflamatorias, apopléticas, epidémicas, endémicas, contagio- sas, pestilenciales y mortales en el mas alto grado, siempre que el dolor llega á ser inso- portable; que un órgano sensible está ame- nazado de destrucción pronta por la malig- nidad del humor que lo ataca, en las enfer* medades crónicas, cuando una recaída ó una crisis ponen la vida del enfermo en peligro, ó las penalidades de su situación han llega- do á hacerse intolerables; en todos estos ca- sos las dosis se repetirán de quince en quin- ce horas, de doce en doce, y aun con me- nos intervalos, si' tan ejecutiva fuese la vio- lencia del mal, ó si alguna de estas dosis, ó vomitadas, ó por demasiado débiles, no han obrado abundantemente. Si la enfermedad exi- ge repetir ó aproximar así Jas dosis, no hay que descuidarse: íes menester que la porción del purgativo sea considerable, y de un gra- do de energía capaz de producir abundantes y numerosas evacuaciones; porque en los ca- sos de apuro y de dolores insoportables, pa- ra moderarlos y alejar el peligro, es precU so provocar una serie no interrumpida de ellas. Caso de que una ; dosis tarde en producir sus efectos mas de quince turas,'si el peligro au- menta ó no disminuye, será bueno repetir#otra, á fin de activar la evacuación, demasiado len- ta entonces para producir la mejoría que el enfermo necesita. Si el ataque es tan vio- lento que se calcule que no dará tiempo al remedio, es preciso apelar i todos los recur- 299 sos de la naturaleza; y juntamente con el pur- gante se deberá administrar una laat.va la- xante ó purgativa, y aun repetirla si fuese ne- cesario. Suelen ser buenos los pediluvios de agua con mostaza, teniendo tambi n lugar la aplicación de las cantáridas en el momento del ataque y de la toma del evacuante; y pue- de ser también muy útil el promover una trans- piración abundante. Pasado el peligro, el en- fermo vuelve de nuevo al artículo segundo ó al cuarto, ri habia empezado con estos an- tes de verse forzado á usar del tercero. Véa- se mas adelante el párrafo sobre el régimen que debe observar el enfermo para conci- liar Ja purgación con el u¿o de los alimen- tos necesarios. ARTICULO CUARTO. Enfermedades crónicas. Está probado por una práctica de mas de sesenta, años, uniendo ia de mi predecesor Pel- gas á Ja mia, que si esté método, cuyo prin- cipio me enseñó, estuviera generalmente adop- tado y observado según los tres artículos pre- cedentes, las enfermedades crónicas, en lu*¿ar de ser tan comunes, serian muy raras. Los jóvenes, particularmente á quienes la natura- leza concede mas recursos, se verían exen- tos de eilas; siendo así que sen los mas ex- puestos, ó porque las crisis naturales no han producido bien sus efectos, ó porque los fa- 300 ccltativriB, como sucede frecuentemente, no han safedo favorecer su i.tcior. Bajo ia denominación de enfermedades cróni- c; s están comprendidas todas las dolencia , dolores, obsttucciones, depósitos, uh.-eías, acha- q"es, y generalmente todos los afectos ó in- eomotfiuad-.s que parecen haberse apoderado total ó paicialmcnte del paciente-, constitu- yéndole en un estado habitual de mala salud, y cuya duración exctde de cuarenta días. Estas enfermedades serian muy raras si se observasen todas las condiciones en que aca- bo de apoyar la probabilidad de ev tarlas, y cualquiera podrá convencerse de esta verdad por su propia reflexión; porque si un indivi- duo existe mucho tiempo enfermo, es eviden- temente poique los humores que causan ó sos- tienen esta situación, no son ni hsn sido nun- ca de una malignidad mortífera, y semejan- te á la qne se presenta tn las enfermedades c, ¡dánicas ú otras no menos gravea, y que cau- san la muerte en pocos dias. i.ü tales casos puede suceder que por mucha deligencia que se ponga, la corrupción mas acliva, que efi- caz y pronto el remedio, cause lesión en las visceras, y detenga la circulación, resultando la muerte p >r no haber tenido tiempo para expeler la causa. Pero en las enfeimedades verdaderamente crónicas no sucede asi: la cor- rupción de las materias que son su causa, no era en el principio tan n aligna, que no se hubiera podido evacuar del modo que se ha dicho en los tres artículos preceucntes; y Ja 301 prueba es, que los enfermos no sucumben á los esfuerzos del mal, y aun prolongan su exis- tencia á veces durante muchos años en un es- tado de plenitud y doler mas ó menos agudo. Para destruir las enfermedad, s crónicas, aun las reputadas como incurables ó morta- les, los enfermos, atendida la residencia del mal para saber si hay ó no lugar al uso del vomi-purgativo, por lo común necesario de- berán seguir la curación del moco que va- mos á explicar. El artículo segundo mas ó menos continuado, es el que se deberá seguir al principio de la curación de estas enferme- dades, supuesto que los enf rmos deben to- mar las dosis durante muchos días antes ríe suspenderlas ó de descansar. No se debe te- mer la frecuencia de la purgicion, y los en- fermos no podrán conseguir su cuiacion sin reiterar las evacuaciones según la necesidad. Los enfermos que por b vio encía de sus dolencias, y para obtener algún alivio, se vean precisados á repetir las dosis con toda la ce- leridad de que la práctica les presenta ejem- plos; y los que sin l;mto pa<'eeer quierm ob- servar la misma activHa.t, abreviarán el ré- gimen curativo, y conseguí? án m«¡s pronto su cu- ración. Cu;¡nto mayores sean los intervalos en tomar los repudios, tanto mas se dilatará < I alivio, será mas p; n< so el régimen, y acaso dudosa la cu ación; cuyo inconveniente se evi- ta tomando las dós's con la menor interrup- ción posible. Pupde hacerse esta comparación: sesenta dosis evacuantes, por ejemplo, toma- 802 das en el espacio de cuatro meses, quizá no produciiian en resultado febz; al paso que so as cuarenta empleadas en ia mitad del tiem- po, hubieran podido terminar la curación. Es- ta actividad que recomiendo, hace también mas seguro el éxito, porque sin ella la corrupción podría entre tanto ■ di.ñar alguna entraña, y ocasionar la muerte. Si á un enfermo que sigue el artículo cuar- to le sucedieren accidentes de los que el ar- tículo tercero ha previsto, entonces no debe- rá diferir el reperir las dosis, como se dice en este artículo; sin perjuicio de volver, pa- sados aquellos, á continuar el mismo articulo cuarto en los términos que antes, hasta la cu- ración perfecta, esto es, hasta que esté en un estado de- sanidad conforme á la descripción que hemos dado, ó que al menos se aproxi- me lo mas posible; pues hay individuos en- tre los que padecen enfermedades crónicas, á quienes no les es dado el llegar á aquel punto; pero que sin embargo*, favorecidos por otra parte por la naturaleza, pueden llegar á una edad muy avanzada. Si la purgación, tal como el enfermo la ha empezado y seguido en un principio, no produce una mudanza ventajosa en la natu- raleza de sus humores, ni en su estado de sanidad en un espac o de tiempo regular, es menester activarla piolongándola sin descanso, ó descansando solo durante muy pocos dias. Las dosis evacuantes deberán repetirse mu- chas veces, y tomarse seguidas, de manera S03 que puedan triunfar de la corrupción restan» te que vicia los buenos humores. Es menes- ter agotar su origen para favorecer así la re- generación de la masa humoral, pues sin es- to ni puede haber curación radical y completa. Lo menos que los enfermos clasificados en este artículo deben tomar, es cuatro ó cinco dosis evacuantes por semana, de mod » que dos de ellas á lo menos, se sigan consecuti- vamente, ya que no puedan tomarlas sin in- terrupción, que seria lo m^jor. Deberán con- tinuar así muchas semam s, si es posible, has- ta tanto que se ahven, y sobre todo hasta tanto que recobren el apetito y el sueño, si los habian p rdido. Eniónces suspenderán la evacuación por ocho d¡as poco mas ó menos según mi situación. Pero si el alivio conse- guido empeza-e á disminuir, en cuanto lo no- ten, deberán tratar de promover nuevas eva- cuaciones, tomando las dosis como al princi- pio, hasta que se consiga nuevo alivio. Enton- ces cesarán, como hemos dicho, por mas tiem- po, aun debiendo ser los intervalos mas largos, á medida que su situación mejorada se vaya acercando al estado de sanidad perfecta, cu- ya descripción queda hecha. La diferencia que hay entre la enfermedad reciente y la crónica, es que contra la pri- mera es menester repetir los evacuantes sin descanso ni int-rrupcion, por decirlo así, has- la la perfecta curación, como se ha dicho > n los artículos primero, secundo y tercero; y contra la segunda se deberá observar esto so- 304 lo al príncipio de la curación, para disminuir el volumen de la corrupción, y mitigar la do- lencia, suspendiéndose y volviéndose á conti- nuar alterna1 ivamente, como hemos dicho. La suspensión algunas veces podrá ser de una semana, un mes entero, y mas aun, consultan- do en ello la naturaleza del paciente, con sus disposiciones mas ó menos favorables, para que la regeneración de los humores pueda efec- tuarse del modo que vamos á explicar. Duran'e el descanso de la purgación, el en- fermo con su alimento diario, recupera humo- res que reemnlazan á los corrompidos que ha evacuado. Pero mientras no expela la tota- lidad de los malos, estos vician á los nuevos. Por e-to se deben repetir los evacuantes, sus- penderlo*, repetirlos y volver á cesar cuantas veces fuese necesario, para renovar enteramen- te la masa de humores, en que conri-te la cu- ración. Podrá tardarse en conseguir este re- sultado, si la totalidad de estas materias está vicaria con la corrupción; sobre todo, si la enfermedad es antigua, ó si proviene de un virus comunicado, siendo como es tan conside- rable en la organización del cuerpo humano la parte humoral. No obstante, el buen éxito se logrará siempre que el enfermo continúe mucho tiempo del modo que hemos dicho en este artículo. Para que el enfermo se cure, no deberá meiiar en su cuerpo nada de los humores viciados que existían durante su enfermedad 305 6 la época en que emprendió su curación. Es indispensable renovar totalmente esi.n ma- terias; es decir, sustituir con hum mes sanos los corrompidos y evacuados. Esta renova- ción que se reduce á reemplazar los segundos con los primeros, ó los viciados con lo-i sa- nos, no se termina hasta que, en la consti- tución humoral del individuo se ha extinguí* do todo germen corruptor. Hay enfermedades crónicas tan invetera- das, tan tenaces, tan dinfeiles de destruir, y tui propensas á reproducirse, que á ve es es preciso rn i eho* años para obtener su cu- ración ra lical, y de consiguiente un mismo, deberá suspender la purgación durante mas tiempo, pues que eí- (*) Emunctorio, órgano que sirve para descargar lo» humores superítaos. 21 308 , pefiménta mas atuVio, y que tiene apetito, y i asi alimentándose mas, va, aumentando la ma- sa de. humores que reemplazan á los anti- guos produciendo la regeneración de que he- mos hablado. ÜJtimamente, el tonelero pa- ra conseguir su intento continúa el mismo mé- todo, hasta que reconoce qne la barrica es- tá limpia, y que se puede; evacuar en ella otro líquido sin peligro de que se eche á perder. Hagalomismo el enfermo, hasta tan- to, que esté cierto de que su cuerpo no con- tiene mas germen corruptor que pueda da- ñar los nuevos humores, y causar una recaí- da^ Cuanto, mas tiempo haya contenido la barrica materias, corrempidas, mas tiene que trabajar el tonelero para limpiarla; lo mismo sucede con los enfermos, los cuales, como aquel, no deberán temer el exceso de limpieza. Un gran número de dosis tomadas sin necesidad Conocida, no podrán dañar al enfermo, y una solé de menos, podrá serle perjudicial; por- que conservaría en sus fluidos una parte del germen corruptor; sobre lo cual nunca es- tá de sobra' la deseo-fianza, mayormente en las enfermedades virulentas, contagiosas y en todas'las inveteradas. Ehresultado de este mértodo és tan infalible, como el del tonele- ro. Para que una y otra operación: se frus- trasen, para que el enfermo no se curase, es preciso quesos entrañas, Como, las due- las del. tonel, estuviesen-dañadas ó podridas por la. demasiada, permanencia de las mate- rias corruptas. * i,; ^ 309 Cuando por lo inveterado del mal ó la mal lignidad de los humores que le producen, el vaso se resiente por mucho tiempo de lo que ha contenido, también á veces las entrañas y las visceras, dispuestas á recibir la corrup- ción, como también á comunicarla, obran á su vez sobre los nuevos humores y los vi- cian; pero purgándose el enfermo suficiente- mente siempre que note variación en su sa- lud ordinaria, ó que no esté tan bueno co- mo acostumbra, prolongará seguramente su existencia, cual acreditan los ejemplos que se ven cada dia. Obstáculos en la curación de los enfermos. El objeto de la Medicina curativa es la curación radical, y se logrará felizmente, siem- pre que no se encuentre algún impedimen- to de los que vamos á señalar. La enfer- medad degenerada ya en causa de la muer- te, es ciertamente un obstáculo insuperable; porque ningún socorro humano puede salvar la vida á nadie, si tiene dañada una visce- ra ú otra cualquiera parte orgánica: resul- tado que podrá provenir mas bien de la pu- trefacción de los humores, que de la ac- ción de una causa externa; manifestando en el primer caso qut la curación no se em- prendió con todo empeño. La vejez, agente natural é invencible de ra cesación de la vida, como observamos en el mismo capítu- lo, también es un obstáculo no pequeño á 310 lír;:pr^on»ac#dn' del los dias del enfermo, y á lU destrucción de sus enfermedades, en una edad en que la naturaleza no tiene ya el vigor necesario) para ayudar á los socorros de¡) af te. Puede también haber imposibilidad de cu- rar al enfermo, cuando la porción de los hu- mores qu* causan una enfermedad en algu- na- parte del cuerp), se ha fijado ya de mo- do que está, inmoble y no puede expelerse, qomo sucede al que padece dolores ya muy inveterados; y lo mismo, acaece cuando el humor está muy unido á la .parte afectada que forman ya un solo cuerpo. Así no se po- da restablecer la vista, si el nervio óptico está inuíiíizado ó destruido: ni el oido, si el nufevip acuático se halla en el mismo esta- do: no se destruirá' un afecto nervioso, si es muy antiguo ó inveterado: ni un anchilosis, sii Iwy yaE una unión perfecta entre los dos huesos; y lo mismo siempre que la causa no pueda separarse dele efecto que ha prodm i- do,: estoi es, dd la parte que ha atacado ó deatruiojO} ipue»; en este caso puede en cier> tó> infido djecirse que el efecto carece de cau- sa*, .JEn. vista de estas consideraciones, pue- do inferirse que la Medicina curativa no tie- ne lugar,' hablando con propiedad, cuando se reclama tan tarde. Sin embargo, todo hombre penetrado de las verdudüa que yo, no dudará un momen- tQi cu, acudiár.á la purgación en cualquier ca- si* de feteferintadadl grave ó desesperada, á fin 311 áé expeler de su cuerpo fas materias que re- conoce capaces de quitar la vida; y lo mia- mo obrará contra las que pueden mantener* le en un estado de enfermedad duradera. Si perece ó no se libra de las dolencias, será porque la naturaleza no ofrece yai recuirsus^ sin embargo de haber empleado ios misinos medios que le. hubieran salvado eu cireuvis* tancias que aquella hubiese podido ayudarle.b Cuando el cuerpo de un enfermo siente la acción de los evacuantes, sin necesidad; de emplear los grados superiores del purgan*. te, ó de tomarle en muy grandes dosis,! hay una esperanza muy fundada de curación, ¡ó al menos de un grande alivio, aun en los casos dé menos esperanzas. t Reflexiones previas y comunes úlo¿ cuatrif artículos. Puede suceder que al enfermo que si£oé el régimen del artículo primero, segundo y cuarto, le sobrevengan accidentes, ó tado de incomodidad, de Ja naturaleza de los que se. han prevenido én él artíodlo-te»- cero; pero en estos casos nunca debe baci- lar en tomar las dosis, conao ya'.seíha'wdH vertido, hasta tanto que por él ulivio obtenido, pueda volver á. la marcha trazadar porues* tos mismos artículos» , » y$\ Mas ¡átates de emprender la curación ate un enfermo atacado de una enfermedad crór nica, mas ó menos inveterada, «0» reputada 812 coma incurable ó mortal , convendrá infor- marse de la época en que aquella empezó; si en su infancia el enfermo ha gozado de buena salud ó no; qué es lo que ha experi- mentado desde su primer ataque; si la na- turaleza le será propicia, como también si bu temperamento ofrece recursos; si sus fun- ciones naturales están medianamente arregla- das ; si ha abusado de las sangrías, sangui- juelas y baños, y si ha observado una di' ta prolongada, ó usado de remedios con mer- curio en fuertes dosis, ó por mucho tiempo reiteradas. Deberá asimismo tenerse en con- sideración su edad; y en fin, se dfberá exa- minar si por el estrago causado con ios mé- todos y medios, que como perjudiciales van desaprobados, ó por presentarse signos de im- posibilidad de curación, seria mas prudente abandonarle á la medicina paliativa, que apli- carle sin fruto los medios indicados en mí mé- todo. En tales casos es mejor dejar obrar á la naturaleza, que emprender una curación, de que los antagonistas de este se servirían como de un argumento contra él, valiéndo- se de la inutilidad de su aplicación. Si hay alguna esperanza de curación ó un alivio notable, e-I facultativo debe asegurar- se de que el enfermo perseverará con cons- tancia en tomar todas las dosis de evacuan- tes que fueren necesarias, y que está en la firme y decidida resolución de sufrir todos sus efectos; pues podrá suceder que expe- rimente algunos que no acierte á explicar; y '313 la impresión Mqué le higan," sea nc*il' fuere, no deóerá impedir ni retener el curso de sus* evacuaciones, UP *' Es difícil lograr la curación dé un enfer*- nioíque ha perdido la esperanzaré sanar?, 6 que no está animado de ün deieó •Vehé» mente de librarse1 del mal que le aqueja! si qdémas és cobarde ó de poca resolución; si no está bien decidido,; ó no «iené> basfim> tes luces para'penetrarse de"' la Verdad-¡^S ha vislumbrado; ó si; semejante'¡á estas^fo^bi ritos de la fortuna, tiene-te debilidad'de1 cnSífe que con la plata ó el oro se puedo1 Icóltip^áí la salud, como se compra- una hacienda, Un objeto raro, ó cualquiera otra cosa; de!igran valor; semejante ^enfermó, repito,; tiene !mála cura. oJfe*o chos han observado,'y de que se hace '-itteft* clon én todas las partes de é^ta obra,'y sé diceá sí propio: „0 sucumbiré, ai la ftátüi raleza edreetí' de recursos, ó triunfaré con éií remedio si see ayuda á" sí-misma:" entonces será, edando1 convencido de que no hay pal ra'> él ¡Salud 'si abandona sU resolución, com*- batirá con valor la causa dé lá enfermedad', sostenido pot la esperanza de vencerla. * í; feHáy enfermos que ño sienten el alivio pro* ducido por este régimen evacuante, hasta desi pues >dé haber' cesado la purgación, ó érí los intervalos dé suspensión; sin érnba go, el eort¿> suelo que en estas épocas- experimentan, !e* 314 eJI: resultado feliz de la evacuación y. de (a libelad can quo-.se tejercen las f»ncioués por. el vacio que deja la expulsión de los huno- res. Hay Otri^s cuya incomodidad se aumen- ta el dia en que hacen gsodéli remedio- , Esto «s efecto de-Ja impulsión. da4a ,á,„la causa ¡eficiente ¡del mal,'y no.de losputfgaii'Vioss pues estos que, han . f urado á tantos mi les de per- donas, no pueden> por sü naturaleza ser per- judiciales ,á ¡otras; y porque, respecto de ab gunas, Jos .humores puede© ¡presentar .grant §es. pbstáce. el ma),, sin vMtlent»r Ig ,i#\umfom, R;l¡iij serosidad humoral, de- mando -nbundantq y.urdiente, que encontrán- dose ien; descubierto porfe la evacu.aoiou de jas materias groseras quo no; ha podido,¡seguir, ■jf;que eofol viéndola embotaban su ¡accicrn, está, abona mas fuertemente.¡exasperada. En estas cjreqn4am?i¡as; son .recomendables las bebidas eivolientési ;la ¡apücacionf de apósitqs también ^rooli^htes- al, vientre pr abdomen, y Jas la- vativas ollu'la_ misma especie; siq descuidar- se diftrmmitfcner el cuerpo lajeante, paja que c«asemle¡,Ui»a,ús»e » -n Én todos los casos ¡en que > se encuentren •ílificultadés que se opongan á la marcha ge- aenal y >.unifQrme;i(i«l¿:Tégi.men purgante, se «/eeesttao¡grande perspicia para dar en el pun- to esencial, pues hay peligro dé engañarse. ■Sentimos que nuestro método no tenga mas partidarios .entre los prácticos;, pero no te- nemos la culpa de que no se quiera reco- nooer su principio, sin embargo de haberle de* mostrado, tantas veces* ni estudiar, su prác- tica para poder proporcionar socorros efica- ces á los enfermos. Nos es también muy sen» 316 sible que hayan cometido grandes faltas mu- chos'facultativos, por tomar en sentido con- trario las indicaciones que les han presenta- do las enfermedades. ¡Cuántos enfermos, aun entre aquellos cu- ya enfermedad es reciente, engañados y alu- cinados por sus antiguaá preocupaciones, re- - husarán á la Medicina curativa la preferen- cia que con tan justo título merece, corno la sola capaz de preservarlos de largas in- comodidades ó que degeneren en afecciones crónicas, mirándola como imposible' 6 imprac- ticable! No pudiendo juzgar por sí mismos, se- rán víctimas de pérfidas sugestiones. Si con- sultasen con la experiencia, viendo los acier- tos que acreditan este método, el error ras- garía Su velo, y la envidia rompería las ace- radas flechas que dismra sin cesar contra la Medicina curativa, fruto del* experiencia ad- quirida, y á qui^n sirven de esculo las cu- ras felices que con^antemente se multiplican. Otros mohos después de haber empren- dido la curación por este método, le abando- narán' de repente, sin considerar la inconse- cuencia que cometen. Comenzando á pro- bar una sed ardiente, un calor excesivo por todo el cuerpo, una calentura violenta, do- lores agudos, accidentes todos posibles y di- manados de una pusilanimidad perjudicial, lle- garán á suspender el régimen; cuando en es- te cao generalmente se necesita activarlo mas. Verán que la orina está excesivamente en- cendida, calorosa é inflamada, y turbia por 317 las materias que puede atraer consigo, y de que está cargada, y aunque la naturaleza da- ñina de sus humores se manifiesta por el fuer- te escorzor que harán sentir al pisar por el ano, y que prueben su acción mordicante en las entrañas y por toda la economía animal; sin embargo de todas estas demostraciones, negarán aun la causa de los peligros que los amenazan, y la indispensable necesidad de expelerla. Creemos también que habrá algu- nos que olvidados del principio fundamental demuestro método, ó desconociéndole, pere- cerán, no obstante los muchos consejos que les damos para que escapen del peligro. He aprendido á no fiarme de la fragilidad humana, habiendo encontrado un gran núme- ro de hombres, al menos inconsiderados, en mi práctica que me han dado á conocer el ejercicio de mi facultad. Hay algunos que después de un alivio notable, después de su curación, hasta inesperada, se hubieran abierto sus venas para firmar con su propia sangre cual- quiera certificaeicn ó testimonio que hubiera >p querido pedirles: tan asombrados y agradecidos se hallaban de una mudanza que estaban muy lejos de esperar ¡Y con todo, estos mismos, me han hecho ver en lo sucesivo que la inconstan- cia y la ingratitud son el patrimonio de una gran parte de la especie humana! Podrán muy bien despreciar ahora mis queja*; pero no será lo mismo cuando atacados de nuevo por una en- fermedad, cuyo germen no ha sido totalmente destruido, sientan sus violentas incomodidades, 318 • Los enfermos que sigan los verdaderos prin- cipios, evitarán por los medios que van in- dicados, las penalidades y dolores á que es- tán expuestos, y la muerte prematura que es su inevitable consecuencia. Reglas que deben seguirse en el uso de los evacuantes. La mañana es en general el momento mas á propósito, y por todos títulos preferible pa- ra tomar las medicinas. Pero hay enfermos y achacosos que no pueden por muchas ra- zones acomodarse á ello, y esta imposibili- dad no les permite evitar graves males que después les ocasionan la muerte; mas con re- lación á estos, mi método ofrece recursos y ventajas muy importantes, y diariamente con- firmados por la experiencia. Voy á presen- tar algunas razones para probar que esta fa- cilidad se halla en el orden de las cosas, y que esta especie de condescendencia no es hija de una imaginación sistemática. Luego que la digestión está hecha, se po- drán administrar los evacuantes, porque va- le tanto como estiren ayunas, y este es un prin- cipio fundamental. Temiendo pues cuidado de la hora en que se ha comido la última vez, se Viene á estar en ayunas, dando el debido in- tervalo, en cualquiera hora del dia y de la noche; y seria un error creer que no po- demos considerarnos en este estado sino so- ler al despertar por la mañana. Así pues, para 319 tomar una dosis del purgante, el espacio de seis horas, después de la última vez que se ha comido con moderación ó sobriedad, es suficiente; y si respecto de algunas perso- nas no fuere asi, será porque la comida no haya sido proporcionada á sus fuerzas diges- tivas. El vomi-purgativo exige dos horas mas que el purgante, cuya diferencia consiste en que este evacuante, que debe producir el vó- mito en menos de dos horas, no aguarda que la digestión esté acabada; en vez de que se puede terminar en caso necesario, mientras que el purgativo tarda en producir su efec- to por las vias inferiores. Bajo de estas condiciones que la digestión exige, los evacuantes podrán tomarse á to- da hora, sea de dia ó de noche; y un en- fermo á quien el mal no retiene en su ca« sa, y que tiene ocupaciones á horas señala* das, podrá conciliar el ejercicio de ellas con su régimen curativo, tomando las dosis á la hoia conveniente, para que sus efectos se ter- minen al tiempo que sus ocupaciones le lla- men. Estas dosis podrán tomarse igualmen- te por la noche; y entonces el enfermo se acuesta un momento después de haberlas to- mado, cuidando de tener la cabeza y el pe- cho mas elevados de lo que comunmente se acostumbra. Esta es la posición en que de- berán conservarse para no vomitar las dóris, todas las personas precisadas á hacer cama. No obstante, si lo tomado es de vomi-pur- gativo, deberá permanecer despierto hasta que 320 este deje de obrar por las primeras vias, pues cuando no obra ya sino como purgante, se asimila á este, y se puede dormir sin in- quietud, como si lo tomado hubiera sido ti purgante. Estos evacuantes despiertan para producir sus efectos. Tomados en las ho- ras del sueño suelen ser las evacuaciones me- nos numerosas que estando despierto; pero por lo común, son mas abundantes, lo cual proviene de que los primeros estímulos ó ga- nas de evacuar, sin ser bastante fuertes pa- ra despertar, acumulan las materia-, y las eva- cuaciones son mas copiosas. Si por administrarse el remedio durante la noche, el sueño ó el reposo del enfermo, por demasiado interrumpido, exigiese descanso pa- ra que pase una buena noche, se le admi- nistrará la medicina de cuarenta y O' ho en cua- renta y ocho horas; pero ha\ pocas enfermeda- des que admitan esta curación tan lenta. De consiguiente, si la enf rim dad exige mas pion- tas evacuaciones para el alivio del enfermo, no deberá haber sino el intervalo de trein- ta y seis horas entre cada dosis, ha=ta tan- to que su situación mejore. Según lo que acabamos de decir, la per- sona que tuviere ocupaciones, por ejemplo, desde la mañana hasta el medio dia, debe- rá comer á la hora necesaria para que la digestión esté hecha á dicha hora, en que de- berá tomar la dosis, y así de cualquier otra que le convenga adoptar, cuidando siempre deque la digestión esté terminada. 321 Si un individuo se.pone de repente malo, se le deberán administrar los evacuantes, to- do lo mas pronto posible, conformándose con lo dicho acerca de la digestión. No obstan- te, si inmediatamente después de la comi- da sobreviniese cualquier accidente, tal que diese que temer f nestas consecuencias, no h«y que reparar en digestiones: hágasele des- de luego evacuar el alimento convertido en cuerpo extraño y perjudicial, administrándo- le inmediatamente una dosis de vomi-pur- gativo, que dispondrá las segundas vias á la purgación, la que deberá seguirse conforme al artículo que le convenga, de los cuatro que componen el régimen curativo. Uso de los evacuantes en sus diferentes grados de actividad. Los evacuantes en general, tanto los emé- ticos como los purgativos, sean de la clase que fueren, aunque todos participan de la mis- ma naturaleza, no pueden tener intrínsecamen- te el mismo grado de actividad, por la di- ferencia de edades y sen-ibilidad de los en- fermos: de consiguiente, la variedad ó la dife- rencia del volumen de las dosis, no bastará para acomodar ó aplicar una misma compo- sición á todos los individuos; y por esta ra- zón he creído necesario dar al purgante di- ferentes grados de actividad. Para conocer- los, he puesto en los rótulos de las botellas. 322 rayitas ó lineas horizontales, cuyo número in- dica su grado, y semejantes á las que pre- ceden al párrafo en que mas abajo hablo dé cada uno de ellos. El vomi-purgativo se puede reducir á un solo y único grado de acción, porqué mez« Ciando la dosis de este evacuante con el té, como diremos mas adelante, viene á hacér- sele tan débil como se quiere. No se puede hacer otro tanto con el purgante sm descom- ponerle; lo cual parece que no tiene incon- veniente en cuanto á sus afectos: por lo que hace á su deglucionyel aumento dei volumen de la dosis, solamente puede hacerle! mas ma- lo de tomar. Siendo del primer grado del purgante el mas benigno, conviene á los niños desde seis & siete años ó de menor edad, hasta la de un año. Conviene también á las personas cu- yo sistema nervioso es muy sensible, á las dé mucha edad ó debilitadas por la larga du- ración de sus enfermedades, cuya cura es du- dosa; ó cuando no se trata sino de aliviar un tanto al paciente; y generalmente es aplica»' ble á toda persona fácil a alterarse ó ¡con- moverse. Siendo el segundo grado mas activo que el primero, es bueno para casi todos los en- fermos de uno y otro sexo, y aun para los¡ niños de siete años. Por este grado se debe- rá empezar siempre la 'juracion de los adul- tos y de todas las personas mayores, simper- juicio de emplear en lo sucesivo di tercer. gra¡- 323 do. El segundo deberá reemplazar al prime* ro en todos los casos en que este, adminis- trado gradualmente hasta cuatro cucharadas, no produzca el número de evacuaciones que se d rá mas adelante ; bien entendido que no hay inconveniente en que se aumente el número de cucharadas si lo exige la necesidadé El tercer grado no se deberá administrar sino á los enfermos muy difíciles de mover, á los que no experimenten muchas evacuacio- nes con el segundo , á pesar que su dosis haya sido aumentada sucesivamente hasta cua- tro cucharadas ó mas; reservándose el pres- cribirles este tercer grado en mas de cuatro cucharadas, si esta dosis fuere insuficiente pa* ra producir las evacuaciones exigidas. En el caso en que el tercer grado, reite- rado muchas veces con el mismo suceso, se muestre poco activo llevado á la dosis de cua- tro cucharadas, se hace indispensable el cuar- to grado en la misma dosis, sin perjuicio de aumentarla en caso necesario. Se podrán mezclar estos cuatro grados pa- ra formar otros intermedios. Por ejemplo, sin aumentar la dosis del primero, segundo y ter- eer grado á mas de cuatro cucharadas, se podrá aumentar su actividad, mezclando las del primer grado con las del segundo, las de este con las del tercero, y este con el cuar- to por partes iguales También se podrá echar en esla mezcla mas de un grado que de otro, para dar mas ó mÉnos fuerza: de suerte que si se echa una cucharada del segundo grado 22 324 en el primero, el primero será mas fuerte; sí por el contrario, en la dosis del s< gundo se echase una cucharada del primero, el segun- do será mas suave: y lo mismo sucederá con el tercero y cuarto, que son superiores en fuer- za y actividad. Pero es de rigor, y los órganos que sirven á la purgación lo exigen, que el uso sucesi- vo de los cuatro grados se reduzca en vo- lumen ó dosis cuando sea posible, ó cuatro cucharadas; de modo que el grado superior al primero no se deberá tomar en esta dosis sino cuando el inmediato inferior se debiera subir á la de cinco cucharadas. Estos mis- mos órganos no permiten que se use de un grado activo en lugar de otro inferior, sino cuando la necesi 'ad lo exija, como se ha di- cho, aunque la dosis del mas activo se tome en menos cantidad que la del menos fuerte; porque requiere sobre todo la seguida ó el fin de la curación, que la«J dosis sean de un volumen y cantidad conveniente, para que pue- dan extenderse por todas las cavidades del cuerpo. Respecto de los niños, se les deberá administrar en lo posible en dos cucharadas, para que les sea mas fácil tomarle; pero á veces no se puede. RECETAS DE LOS EVACUANTES. Estos serán tanto mas eficaces cuanto me- jores sean los simples de que se componen, por lo cual nos parece oportuno manifestar 325 las calidades que respectivamente deben tener. La Escamonea de Alepo ó de San Juan de Arret en cuyas inmediaciones se hace gran cosecha, es un jugo resinoso de color cení- ciento-negruzco, de sabor acre y nauseabun- do, y de olor incómodo. Se debe elegir el que sea mas puro, ligero, quebradizo, tierno al romperle, transparente, de color de ceni- za. La escamonea de Esmirna es de co- lor mas pardo, mas compacta y mas pesa- da, en volumen igual á la de \lepo, y tiene menos virtud. El Turbit no debe ser añejo, ni las cor- tezas de la raiz carcomidas: la virtud de estas es mas eficaz que la del corazón. El color de la corteza es pardo por lo exterior, y mas cb'ro por dentro, y su gusto causa náuseas. No debe confundirse esta clase con el Tur- bit bastardo ó la Tapsía (que comunmente venden los drogueros), planta que crece en las orillas del mar, en las provincias me- ridionales, y cuya figura es muy semejante al verdadero Turbit; aunque es mas ligero, mas blanco, y mucho mas acre y amargo. Y se conocerá mejor en que la raiz. de la Tap- sía está mondada, y la del verdadero Turbit tiene bastante corteza. El -Sen de Palta, se llama así por el tri- buto que el Gran Señor impuso á esta plan- ta: es conocido por sus hojas pequeñas, es- trechas, y sus extremos á manera de punta de lanza, y de un color amarillento. El Sen de Trípoli, el de Italia y el de España, se 826 distinguen del de Palta por sus hojas mas Írrandes, ovaladas, menos puntiagudas, y el co- or mas verde: sus virtudes son muy inferiores. vomi-purgativo. Vino blanco de buena calidad, cuatro libras (*). Sen de Palta ú oriental, cuatro onzas. Póngase en infusión fria durante tres dias, teniendo cuidado de menearle de cuando en cuando, colándole y exprimiéndole de mane- ra, que en cuanto sea posible, quede la can- tidad de vino empleada. A cada libra de vino así preparada, agre- gúese: Tartrite antimonial de potasa, ó emético, una drácma, y cuélese. PURGANTE. PRIMER GRADO. Escamonea de Alepo, on-"'] za y media............I Haiz de Turbit, seis drac- >Todo en polvo. mas...................i Jalapa, seis onzas........J Aguardiente de veinte grados, doce libras (**). Mézclese, y póngase en infusión en el ba- ño-María durante doce horas, á una tempe- ► Libra de diez y seii onzas. ** JE1 agu&rdwnte no debe ser anisad». S27 ratura de veinte grados; pásese por el tamit, y añádase el jarabe preparado como sigue: Sen de Palta, seis onzas. Agua hirviendo, veinte y cuatro onzas. Póngase en infusión durante cinco horas: cuélese, exprimiéndole bien, y añádanse des- pués tres libras de azúcar moreno, haciendo según arte un jarabe tal, que cocido y aña- dido á la tintura, no la enturbie. SEGUNDO GRADO. Escamonea de Alepo, dos^ Todo en polvo. onzas................I Raiz de Turbit, una on za.............. Jalapa, ocho onzas., Aguardiente de veinte grados, doce libras. Hágase lo mismo que se ha dicho para el primer grado, añadiendo á esta tintura él si- guiente jarabe: Sen de Palta, ocho onzas. Agua hirviendo, dos libras. Póngase en infusión como se ha dicho, y añádanse dos libras y media de azúcar mo- reno, haciendo el jarabe como va indicado. 328 TERCER GRADO. J^scamonea de Alepo, tres"*, onzas................I . Raiz de Turbit, onza y me >Todo en polvo. dia..................I Jalapa, doce onzas.......J Aguardiente de veinte y un grados, doce libras. Lo mismo que se ha dicho para la infusión, y añádase el siguiente jarabe: Sen de Palta, doce onzas. Agua hirviendo, tres libras. Póngase en infusión como se ha dicho, y añádanse dos libras de azúcar moreno. Jíágase un jarabe como los precedentes. CUARTO GRADO. Escamonea de Alepo, cua tro o Raiz de Turbit, dos on- >Todo en polvo. :!• Zf s Jalapa, una libra........J Aguardiente de veinte y dos grados, doce libras. Póngase en infusión como se ha dicho, cué- lese, v añádase ei jarabe siguiente: Sen de Palta, una libra. 829 Agua hirviendo, tres libras y media. Póngase en infusión, cuélese, y añádase libra y media de azúcar moreno, haciendo el jarabe con el cuidado que te ha encargado. COMPOSICIÓN. Para mas fácil inteligencia de todos, y que cada uno pueda hacerse los evacuantes en caso de necesidad, se da con mas extensión la esplicacion siguiente. VOMI-PURGATIVO. Pesadas las cantidades de vino blanco y Sen de Palta ú oriental, se pondrán en una olla en infusión por tres dias, meneándola fre- cuentemente con un cucharon: se esprimirá después en un lienzo fuerte, de 'al modo que salga en cuanto sea posible la misma canti- dad de vino que se empleó: en la inteligen- cia de que vuelto á pesar el producto, solo podrá disimularse la merma de dos onzas; porque si fuere mayor, es menester suplir la fal'a con mas vino Hecho esto, por cada li- bra de vino así preparado, se echará en la infusión una dracma (que es la octava paite de una onza) de tartrite antimoniaco de po- tasa, ó como se llama vulgarmente, emético: se deja en infusión diez ó doce horas, me- neándola algunas veces, y luego se pasa por un tamiz bien cerrado ó tupido, que no deje pa- 330 sar las materias sólidas, con lo que se concluye la operación. E* preferible el vino seco al du¡- re; aunque puede mezclársele una tercera par- te de ebte, y sale mas agradable al paladar. PURGANTE. Molidas, reducidas á polvo y pasadas por un cedazo, se pesan con escrupulosidad las cantidades de Escamonea, Turbit y Jalapa correspondientes al grado que se mtente ha- cer; se infun len en el botellón, donde se tie- ne prevenido el aguardiente, y se menea b'en para que se mezclen. En este estado se co- loca el botellón bien tapado en el baño-M< ría; esto es, dentro de una cazuela llena de agua algo mas que tibia, ó de un calor de vein- te grados, cuidando de que la redoma asien- te sobre unas anillas de madera. En este ba- ño deberá permanecer por el espacio de do- ce horas meneándole dos ó tres veces en es- te intermedio. Se conocerá que el calor del agua excede de los veinte grados, cuai do ha- ce impresión fue i te en el dedo: en este caso se poneri neniar una gran fatiga procedente de los repetidos vómitos. DOSIS DEL PURGANTE. Las personas mayores de ambos setos em- pezarán el uso del purgante por la dosis de dos cucharadas llenas de segúrelo grado. Las personas débiles ó ancianas no debe- rán empezar sino por una dosis mas ligera, como una cucharada ó cucharada y media de segundo ó primer grado. Los adolescentes empezarán por una cu- charada mas ó méno> ligera de segundo grado. Los niños de uno ó dos años, y mis chi- cos, por la tercera parte ds una cucharada poco mas ó menos, de primer grado. A es- ta pequeña dosis se puede añadir un poco de jarabe del que se ha hablado ya. Los de dos ó cuatro años por media cu- charada de primer grado puro. Los de cuatro á seis años, por dos terceras partes de una cucharada de primer grado puro. No hay enfermo entre las oersonas ma- yores y que e«tán en la fío- de la edad, oue deje de experimentar por cada dosis á lo ma- nos doce evacuaciones; es decir, que no eva- cué doce veces durante el efecto de esta mis- ma dosis. Hay otras que experimentan di; z y ocho hasta veinte, y por consecuencia se 338 alivian mas pronto. No menor efecto debe- rá proporcionalmente producir la medicina en los ancianos ó valetudinarios y cacoquimios, cu- yas evacuaciones por lo común no pueden pasar de ocho á nueve. En los niños de tierna edad estas evacuaciones deberán ser de cuatro á cin- co, y en J09 de dos á seis años, de seis á ocho. Sin embargo, debe advertirse que si el enfermo, sea de la edad que fuere, evacúa tantas Veces como las personas mayores y robustas, no se deberá extrañar ni disminuir las dosis si le resulta alivio; pero si no, se deberá disminuir. Siendo el objeto de este método provocar la evacuación de los humores viciados, no tan- to deberá calcularse por el número de cursos, como por la abundancia de las materias ex- pelidas. Esta observación se extiende á todo» los casos y á todos los enfermos de cualquie- ra sexo y edad. Una azumbre de humores ó de corrupción evacuados, valen ciertamente mas que doce ó quince evacuaciones insigni- ficantes por su escaso volumen. OBSERVACIONES COMUNES A LOS POS EVACUANTES. La acción del purgante y aun del vomi- purgativo es á veces tardía; mas casi siem- pre en el curso de la curación, que en el principio, y mas en unas personas que en otras. En unos los evacuantes producen efec- to al cabo de una hora, y aun en menos, y en otros no empiezan á obrar hasta pa- sadas tres, cuatro y aun cinco horas. Hay algu- nos en quienes son tardías las evacuaciones 330 por abajo, y aun después rTe haler repetí* do muchas veces la dosis correspondiente del vomi-purgativo. En unos el remedio produ- ce todo su efecto con rapidez en seis ú ocho horas, y en otros obra lerdamente y nece- sita quince y aun mas. Esta diferencia en la acción de los evacuantes proviene de la di- ferencia respectiva de la sensibilidad de los enfermos, ó de la diferente índole de los hu- mores que contienen. Hay también otras ano- malías v variedades. Algunos adquieren sen- sibilidad, y la deben á la evacuación de la materia que s° la habia quitado; otros pier- den la que tenían, porque un fluido perju- dicial endurece las membranas orgánicas des- tinadas á las funciones de la depuración; pe- ro á todos se aplica el mi»mo plan de cu- ración, que no se podrá variar ni suspender sino del modo que va dicho en los cuatro ar- tículos del régimen curativo. El enfermo que se esté curando, si por otra parte su enfermedad se lo permite, podrá ocu- par su tiempo en hacer algo mientras el re- medio está obrando; pero bajo la rigorosa condición de que su trabajo no sea de nin- gún modo penoso, ni física ni moralmente, y que no se ocupe sino por gusto ó distrac- ción. No habrá necesidad de hacer cama, si no hubiese otro motivo para ello; ni de cer- rarse en casa, si por hacer buen tiempo na- da hay que temer del estado de la atmósfe- ra ni de la intemperie de !a estación Una prudente libertad y un ejercicio moderado con* 340 vienen ñ todos, son indispensables en machos, y por lo común facilitan los efectos de los medicamentos; pero nadie debe contentarse con menos evacuaciones que las que hemos dicho, y el que así no lo haga, se hará un perjuicio notable: sin cometer ningún exceso, se verá precisado á repetir las dosis, prolon- gará su curación y sus incomodidades, retar- tardará su restablecimiento, y en muchos ca- s >s no se evitarán graves accidentes, pudien- do tal vez aumentar su mal; porque el re- medio entonces pone sus humores en movi- miento sin expelerlos. Del mismo modo, no se deberá continuar con las dosis cuando es excesiva su actividad. Así pues, las personas mayores que no hayan obtenido de la dosis que han tomado el número indicado de eva- cuaciones, y los que hayan experimentado ma- yor número, y por consecuencia excesiva in- comodidad, deberán aumentar ó disminuir se- gún la necesidad la dosis siguiente, á saber: del purgante una cucharada ó á lo menos me- dia; y del vomi-purgativo media cucharada so- lamente, aumentando ó disminuyendo de es- te modo las dosis siguientes, hasta lograr el número de evacuaciones que hemos dicho. En los niños se aumentarán ó disminuirán las do- sis siguientes como la necesidad lo exija, sea por terceras partes ó por mitad de su primi- tiva cantidad, según lo dictare la prudencia y los efectos que las anteriores hayan pro- ducido. Durante cualquiera enfermedad y partictt- 341 lamiente las crónicas, ya en el principio, ya en el discurso de ella, podrá suceder que los evacuantes cesen de obrar. Esto provie- ne de que la plenitud del canal intestinal no puede ser siempre la misma, ó que el cu r- So ha perdido algún tanto de su sensibilidad. o obstante, por eso no deberá dejarse de aumentar la dosis ó el grado de purgante ne- cesario, hasta obtener por abajo poco mas ó menos el número de evacuaciones que queda dicho. No haciéndolo así, la circulación no se verá desembarazada de los humores que la retardan ó estorban, porque los purgantes, por falta de bastante acción ó de dosis suficiente, no podrán filtrarse en los vasos ni al través del tegido de la parte carnosa; y los enfermos no se curan sino destruyendo la causa de las en- fermedades. Claro es que durante la suspensión de las evacuaciones prevenida en el régimen curati- vo, el canal intestinal adquiere una nueva plenitud. Por esta razón cuando se emprenda de nuevo una serie de purgas, la primera do- sis deberá ser menor que la última tomada en la anterior; y aun algunas veces es indispensa- ble usar del purgante en un grado menos ac- tivo del que antes se tomaba. Esta precaución es indispensable cuando se ve que se restable- ce la sensibilidad interna, destruida la malig- nidad de los humores, sin perjuicio no obs- tante de dar á las dosis siguientes la activi- dad necesaria para conseguir el número de evacuaciones indicado, y que es menester tra- 312 tar de obtener á costa de cualquier esfuerzo. Ninguna dósi-s sea d» I vomi-purgativo, sea del puníanle, podrá consideraras como dema- siado fuerte, sea cual fuere la porción que se ad-i'inistre, cuando no pro uzean mas número de evacuaciones qm' las que se han fijad'». Si el enfermo experimentase, mientras la purga obra sus efectos ó cuando su acción ha ter- minado, cualquiera novedad, sea dolor s mas intensos ó frecuentes, sea una desazón hasta entonces no sentida, y aun cualquier acciden- te grave; puede estar bien persuadido de que la mala índole de sus humores puestos en mo- vimiento, es la única causa de ello; y que el medicamento que ha obrado tantas curas, no puede dañar ni una sola vez á nadie, siendo convenientemente administrado. Estos casos obligan muchas veces á continuar la curación según el artículo tercero, hasta tanto que el enfermo se alivie: y debe advertirse que aca- so nunca se h n repetido estas incomodida- des segunda vez en el mismo enfermo que ha perseverado y continuado en su curación. En e^te punto la ignorancia en que están infini- tas personas produce males incalculables. Tra- t°n pues de instruirse, y no de hollar la ver- dad, pereciendo víctimas de sofisticas asercio- nes ó de inconsideradas preotupaciones. Con- súltense las cuatro partes de este método y la gaceta de los enfermos, y se tendrán noticias abundantes relati as á este objeto. Suponiendo que una dosis haya sido sobra- do activa por demasiada fuerza del grado ó 843 exceso de la porción tomada, la causa de la enfermedad no deberá por esto dejar de eva- cuarse. Disminuyanse pues enhorabuena ias siguientes dosis si fu^se necesario como se ha dicho; pero continúan o siempre el régimen de cu i ación prescrito, so pena de exponerse á graves y malas con ecuen< ias. Si por c| contrario la dóris no tiene la actividad con- veniente para expeler la plenitud humoral que existe en el momento que se experimenta el accidente, el enfermo estará mas incomodado que si esta dó^is hubiera sido demasu-do fuer- te. Observado esto, en lo sucesivo se debe- rá administrar otra que sea mas activa ó en mayor cantidad. DEL PURGANTE EN PÍLDORAS. Es en general poco conveniente para las personas endebles, estenuadas y nerviosas; sin embargo, no será arriesgado hacer una prue- ba, tomándole en corta dosis. Tampoco es á propósito en el principio dé la curación de una enfermedad, sea reciente ó inveterada; y caso de usarse en el discurso de la enfermedad, debe ser alternativamente c< n el líquido, esto es, un dia el uno, y al siguien- te el otro. Sin embargo, hemos observado que en mu- chas personas, en quienes el purgante líquido, aun el del cuarto grado, tomado en grandes dosis no habia producido las evacuaciones que se necesitaban, han suplido ventajosamente lae pildoras en muy corta dosis. 344 Para tomar las pildoras con facilidad, se las rebosa con una cucharada de sopa, con lo cual se facilita la deglución, é impide que se per- ciba el gusto de ellas. Tomadas las pildoras, puede beberse una tacita de té ó de caldo no muy graso, para precipitarlas y ayudar á su disolución. El uso de la bebida durante los efectos de la pildora, podrá ser mayor que el que se prescribe pa- ra cuando se toma el purgante líquido. La dosis del purgante en pildoras deberá graduarse lo mismo que la de cualquier otro purgante. Las personas mayores, fuertes y ro- bustas, pueden comenzar por dos pildoras: las demás solo por una; los jóvenes y los niños por media, y aun menos. La dosis que no haya obrado bastante ef c- to segun la regla establecida para el purgante líquido, se aumentará proporcionalmente con una pildora, media ó un cuarto, &c. Por lo demás deberá observarse lo que se ha prevenido para el purgante líquido; pues las pildoras se componen de la misma sustan- cia, y el régimen es el mismo. CALOR DB LOS HUMORES DURANTE LA PURGA- CIÓN. T do efecto tiene una causa: permítaseme repetirlo una y muchas veces, con el fin de lla- mar la atención á una verdad útil, no bien ap-eciada en medicina, al menos en su aplica- ción á las enfermedades. Así como los humo- 345 res corrompiéndose adquieren por su índole maligna el calor ardiente ó corrosivo, y el olor fétido que se les advierte en todos los periodos de la enfermedad; del mismo modo y según se van adulterando, toman un color particular por el diferente grado de su degeneración. La bi- lis es la parte colorante de los humores, y es también un humor. Su color natural en estado de salud es de un amarillo claro, consideran- do aquí los humores en masa, y á su evacua- ción se observan los colores siguientes. En el primer grado de corrupción tienen un amarillo obscuro, que tira á verde. En el segundo grado son de un verde obscuro. En el tercer grado tienen un color verdi- negro. En el cuarto grado aun son mas obscuros. Y en el quinto grado son enteramente ne- gros. El color de la bilis azul se observa rara vez, y puede como los demás mirarse como un efecto de la corrupción. Muchos de mis enfermos le han visto salir de sus cuerpos, y yo mismo le he vomitado. Se parece mucho á la infusión de añil que las lavanderas hacen para azular la ropa. Los enfermos que le han vomitado han sufrido para ello ataques muy violentos; y yo sé por experiencia cuanto pa- decí en la enfermedad en que me sucedió, lo cual prueba que es de naturaleza muy malig- na. Hasta entonces dudé de la existencia de este color que puede pertenecer al cuarto gra- do de conupcion. 346 Los do<» primeros colores no son señales de pei g o, mas los últimos son muy temibles por el color de la putefraccion contagiosa ó pes- tilen'e. Por lo común estos colores salen m. z- t-lados del cuerpo del enfermo que los evacúa; pero muchas v ees los <¡e los últimos grados son muy visibles en deposiciones particulares. Cuando las materias fecales presentan en su coloi estos últimos grados, cuando exhu¡an una fe'idez irresistible, y aun mas, cuando los sín- tomas de la enfermedad son grave-, no hay que suspender el uso de los evacuantes porque e*fá indicada la necesidad de promover las evacuaciones, siguiendo rigorosan ente el ar- tículo tercero del régimen curativo. La vista de esta especie de humores es un motivo de consuelo para los enfermos, y de- be animarlos á activar las evacuaciones, con arreglo á dicho artículo tercero; porque solo después de haberlos expelido es cuando no de- ben temerse. En todo caso y cualquiera que sea el artículo aplicado, la prudencia acon- seja no suspender las evacuaciones, mientras que las materias no se acercan bastante a su estado natural, para no exponerse á recaídas. Este es el termómetro que se debe consultar, y es infalibh ; pues por las materias que se ar- rojan, se ha de juzgar de las q:¡e restan que expeleí; y puede decirse, usando de una com- paración bien exacta, que las primeras son co- mo la muestra del paño. Respecto á las exhalaciones de los cuerpos de los enfermos ¡cuantos de Ion asistentes de 347 muchos de los mios se han vi^e forzados á abrir con precipitación peerías y ventana-, te- mí ndo ser sofocado- por la fet^d z de las emanaciones d> las materia-, evacuada-! ¡ -llan- to trabajo no ha c slario desinficionar ei cuar- to de estos enfermos! Algunos de ellos ai leer esto verán que no exagí ro. Cuando yo creía conocer toda la fuerza y todos los grados de la putrefacción, vi en un enfermo tn el año de 1821 lo que no podia imaginarme, y que me parece en esta linea lo mas asombroso. Evacuó materias tan corrompidas, que comu- nicaron su corrupción á las viandas de. un fon- dista vecino suyo. Aun hicieron mas: corrom- pieron e¡ agía «le su tinaja, y habiendo pues- to la oüa sm advertirlo con dicha agua, resul- tó un caldo negro; y no se vio en su superfi- cie, como sucede comunmente, ni una sola pinta de grasa. ¿Cuál fué pues, la causa? ¿có- mo este enfermo pudo sobrevivir? A la verdad, su constitución daba pocas esperanzas de cu- ración; y cualquiera otro de menos rosolucion n > se habría determinado á someterse á mi método. Lo que no es menos extraño que la corrupción del agua de la tinaja, es qué se haya curado, conteniendo su cuerpo semejante putrefacción. Sirva de aviso a los sabios diser« tadores, y á todos aquello-- qie ignoran ó no quieren conocer que la úu ca causa de las en- fermedades, no es otra sino los humores mas ó menos corrompidos, que necesita evacuar el que quiera curarse ó conservar su existencia amenazada, 848 ¿Se creerá que un hombre que tiene el títu- lo de médico, ha dicho en una casa á la que fué llamado, que yo por una astucia y por me- dio de drogas colorantes, hacia que los enfer- mos que se le citaban, evacuasen las materias fecales del color que asombraba á tantas gen- tes? ¿Se creerá que aun añadió, hablando de los olores fétidos, que mis evacuantes eran los que corrompían los alimentos? Pues todas es- tas necedades dijo el buen doctor delante de infinitas personas que con la boca abierta le es- cucharon, creyéndole bajo su palabra. No obs- tante, entre los circunstantes hubo uno que si bien tuvo la paciencia de escucharle hasta ei fin, no dejó de decirle cuando acabó: „Se- ñor doctor, yo he tomado el remedio de la Me- dicina Curativa después de haber agotado to- dos los recursos del arte que profesan mu- chos hombres que como vd. poseen en grado eminente el don de la palabra. Evacué en el principio de la curación materias de todos los < olores y mas ó menos fétidas; y mi situación me impedía tomar alimento alguno, de modo que los evacuantes de que vd, habla no po- diafl corromperlos. Después de haber arro- jado la parte mas corrompida de mis humo- res, los evacué del color amarillo de la bilis y de un o!or natural. Suspendí las evacuado- n s p na nutrirme, porque habia recobrado el apet-to; y para terminar mi curación, me vol- ví á ¡,u gar con los mismos evacuantes, y nun- « i c-oeií en lo sucesivo materias como las pji ..wiaá. Lu,0o estas causaban mi enferme- 349 dad, puesto que desde que purgué de ellas mi cuerpo, gozó de buena salud. Le hago á vd. es- ta declaración, para que no me cuente en ¡ 1 número de los engañados, y para que sepa el juicio que he formado de sus discursos." Si este médico hablaba de buena fe, carecía de la ex- periencia necesaria: júzguenlo los lectores. USO DE LOS LÍQUIDOS CON EL VOMI-FURG \T¡VO. No hay necesidad de beber al instante que se ha empezado á vomitar; pero suponiendo que el vomitivo produzca esfuetzos penosos, y que el enfermo esté muy fatigado, entonces de- berá beber á cada cuarto de hora ó mas á me- nudo una taza de té, hecho con agua y muy ligero, ó en defecto de este, agua pura; uno y otros tibios, y azucarados si se quiere. El té se debe siempre preferir, porque es un preci- pitante que ayuda á las evacuaciones inferio- res ; y descargadas estas se alivian las pri- meras. Pero no siendo necesaria la bebida del té sino para debilitar la acción vomitiva de la do- sis, y ayudarla á operar por las vias inferio- res, no se beberá tanto que haga la acción muy lenta; porque no siendo muy activa no se debe calmar. Mas si se siente la alteración durante los vómitos, debe beberse té de cuando en cuando, y también puede tomarse para en- juagar la boca, y quitarse el mal gusto. Des- pués que la dosis ha cesado de obrar por la parte superior, si continúa la sed durante las evacuaciones por bajo, se puedi beber lo qu¿ 350 baste para humedecerse; pero de modo qua ha) a perdido la frialdad, como se ha dicho del purganie. Si alguno por error ó equivocación tomase una dóds d< vomi-purgativo excesivamente fuer- te, y íe c;;us.ise calambres ó vómitos desme- didos, se contendrán sus efectos por medio de caldos cargados de grasa ó gordo; ó en de- f cto de estos «on algunas cucharadas de manteca de vaca liquidada, tomadas á cortos intervalos hasta corngir el exceso de irrita- ción. Esta eqi ¡vocación no pu¡ de ser una cau- sa hgítima de la suspensión del tratamiento que d» be seguir al otro día, como si nada hu- biera sucedido. Convendrá decir aquí para que todos lo se- pan, que ningún emético y ninguna prepara- ción del antimonio son ni pueden ser veneno por su naturaleza, porque no tienen carácter de causticidad. No pueden dañar sino por el exceso en la dosis; acción que es común á muchas sustancias, particularmente las espi- rituosas. USO DE LAS BEBIDAS CON EL PURGANTE. El purgante no necesita de bebida alguna que le ayude, ni se debe usar de ninguna án- les que haya producido muchas evacuaciones, por no exponerse al vómito sobrecargando así el estómago; y aun este caso basta menos de un cuartillo, qu« se deberá tomar en muchas veces, y solo para humedecer cuando el en- 351 fermo experimente sed, alteración ó sequedad en la boca. El líquido administrado podrá ser ó té muy ligero, ó caldo de yerbas, ó sue- ro, agua eon azucar, agua panada, ó tintura con un poco de vino, ú otros líquidos de que el enier.no tenga costumbre, con tal que todo sea tibio durante 1 i operación de la dosis. Por lo común cuando la dosis purgante ha dejado de obrar, los enfermos tienen sed, y de ben tenerla, y entonces pueden beber á discre- ción, observando lo q le vamos á decir en el título siguiente. To la purga que deja mucha sed después de sus efectos, indica con esto la ne- cesidad de tomar por lo menos otra al d»a si- guiente, supuesto que esta excesiva alteración proviene del calor ardiente de los humores,, causa de la enfermedad. RÉGIMEN EN CUANTO AL ALIMENTO Y BEBIDA, El régimen que según mi método d -berá se- guir el enfermo puesto en cura, es muy sim- ple, y su sencillez perfectamente combinada y conforme con la naturaleza. Si el enfermo que se purga tomase alimentos antes que su estómago estuviese dispuesto á re- cibirlos, podría vomitarlos no pudiendo aun so- portarlos sus viscera*; mas luego que la toma, sea del vomi-purgativo, sea d< 1 purgante, ha pro- ducido como las d ¡s terceras partes de evacua- ciones que debe producir, según el número que hemos indicado, cuando ha obrado con pron- titud; si pasadas cinco ó sti¿ horas no se expé- 352 rimentan eructos que renueven su gusto y olof, y aun mas que todo, si el enfermo siente que el estómago pide alimento, podrá tomar un caldo del puchero. Si lo exigiere su estado, en lugar del caldo podrá tomar una sopa de lo que mas le agradare; pero pudiendo esperar, seria mejor que tomase primero el caldo, y dejase después pisar algún tiempo entre este y la sopa. Como una hora después del caldo y la sopa, y aun en seguida de esta, si el enfer- mo «e siente bien dispuesto, podrá tomar el alimento que quiera, siendo de aquellos que co- munmente usa. Si tuviere apetito, podrá sa- tisfacer'e usando de todo con discreción y pru- dencia, y haciendo mas bien muchas comidas, que no comiendo mucho de una vez; pero es indispensable que el alimento sea sano. Son preferibles entre estos los de buena nutrición á los que tienen pocas partes nutritivas, corno las legumbres, frutas ensaladas y las comidas de vigilia en general. No obstante, no impedi- mos al enfermo su uso, si los apetece con preferencia ó no tiene otros. Las fruías cocidas y crudas son apetecida* muchas veces por los enfermos; y con tal que estén bien maduras no son perjudiciales, como lo serian las ensaladas el dia mismo ó la víspera de la purgación. Loa alimentos agrios, demasiado salados ó picantes, los que son ardientes, irritantes é indigestos, le están prohibidos: en suma, este método no p:rie sino el puchero, y le exige de necesidad. El mo moderado del buen vino, el tinto con preferencia al blanco, no puede hacer daño, á 358 wénosr ocupa-se de sus asuntos, podrá hacer'o, y p<>drá sa'ir de casa tomando las precauciones necesarias contra los extremos de la temneratur i, y debiendo ser en todo prud'n'e y circunspecto. Después de la comida podrá á ver-s hacer alguna evacua- ción, consecuencia todavía «lela dosis tomada, y del tono que los alimentos han dado á sus órganos. Si no le gustan los alimentos sól'dos, ó está inapetente como suelde en todas las enferme- dades graves, sobr^ todo ;d principio de la cu- ración, luego que la p ;rga haya producido un número de evacuaciones, qu? el estómngo dé á conocer que aquella ''e ha filtrado ya en las vias inferiores, el enfermo deberá tomar para sostenerse un caldo dd puchero bien sustan- cioso, sin miedo de que le perjudique aunque tome bátante; pues ademas de fortalecer, dul- cifica la acrimonia de los humores que aun no se han evacuado: ademas podrá tomar sopas ó chocolate, aunque las primeras son prefe- ribles En el caso de que vuelva los alimentos só- lido« ó líquidos quizá* por haberlos tomado de- masiado pronto, deben reiterarlos d< -pues con la ecperpiza de que se le -entarán. Si el enfer- ir>tf tuviese una sed ardiente, lo que es muy crine- nn ca'do ligero ó el agna panada es preferible á todas las tisanas debilitantes. 355 REGÍMEN DE ALIMEVTOS, APLICADO AL ARTICU- LO CUARTO. El enfermo en quien la medicina produce prontamente sus efectos en el espacio de seis á ocho horas, por ejemplo, y que por conse- cuencia puede hacer dos buenas comidas al dia, está por lo común mas en estado de rei- terar las dosis muchos dias sin interrupción. No gozan de esta ventaja aquellos en quie- nes obra lentamente. Algunos necesitan do- ble tiempo, y es muy poco el que les queda para alimentarse; por consiguiente no pueden tomar otra dosis al dia inmediato. Los prime- ros se curan mas pronto, por ser en ellos mas acelerada la curación; los segundos van con mas lentitud, precisados á tomar la dosis mas de tarde en tarde, y dejar pasar treinta ho- ras y aun mas de una dosis á otra, sin que por eso tengan menos necesidad de alimentarse que los que son de mas movilidad y mas fá- ciles en evacuar. Es necesario antes de todo atender á esta principal función, primera ba- se de la existencia. Sin embargo, no se de- berá confundir la falta de apetito que provie- ne del movimiento de los humores, y del has- tío que estas materias corrompidas ocasionan, con la inapetencia que puede resultar de la larga duración de la enfermedad. En el primer caso el apetito se recobrará expeliendo pron- tamente la causa que le ha destruido; pero en el segundo no se restablecerá sino con el 24 356 tiempo necesario para el restablecimiento de la sal d. RÉGIMEN DE ALn igualdad; detiénense en las dife- rentes partes del cuerpo, y producen diver- sas enfermedades. Este es todo el mecanis- mo de la salud y de la enfermedad. Tiene salud el que respira un buen aire, el que co- me y bebe lo que necesita, cuando toma con moderación el movimiento y el reposo, el sue- ño y la vigilia; cuando los esrementos no son muy secos ni muy fluidos; en fin, cuan- do las pasiones del alma guardan un orden conforme á la razón. Entónees pues, no ha- llándose la sangre precipitada ni retardada en su curso, ejerce sus funciones y todo pre- senta un aspecto saludable; mas luego que es perturbada por alguna de aquellas causas, es- to es, que respiramos un aire mal sano ó que nos esponemos á su intemperie; si nos en- tregamos á una agitación inmoderada, ó á una perenne inacción; si tomamos un sueño muy corto ó muy prolongado; en fin, si nos dejamos d íminar de alguna pasión del alma, como tristeza, alegría, cólera, envidia, zelos, entonces la sangre se perturba en sus filtra- ciones por exceso de lentitud ó de celeridad, los humores no filtrados se quedan con ella, la incomodan, la impiden, la alteran y la es- torban en su acción.... y de aquí nacen la calentura, las erupciones, los depósitos, y en suma, de aquí toman su origen todas las en- 374 fermedades, haciéndose el decúbito de los hu- mares á la cabeza, ó al pecho, ó al estóma- go, ríñones, brazos &.c, según la dif> rente debilidad de las partes que ceden á su cor- riente. De suerte que el mal comienza siem- pre por un desorden en los humores: y la de- bilidad accidental del oigan >, de la parte en q le el h imor se detiene ó caiga, determina la especie. La sangre pues, no tiene ninguna par- te en el oríg?n de las enfermedades. Su cau- sa remota es el abuso de una de las seis cau- sas no naturales de que hemos hablado, su causa próxima inmediata es la alteración de los humores ocasionada por aquel abuso. Es- ta es la explicación sencilla y natural del orí- gen de las enfermedades. Ha logrado el mé- rito de demostración en la experiencia. De- ben pues mirarse los humores y no la san- gre como la verdadera causa de todas las dolencias. PROPOSICIÓN SEGUNDA. No procediendo las enfermedades de la san- gre ni de los espíritus, sino délos matos fer- mentos ó levaduras, debe conservarse la san- gre y dar salida á los humores degenerados y corrompidos. JtlJsta proposición parece que no necesita prueba. El arte de curar se dirige con pre- 375 ferencia á quitar la causa de las enferme* dades. El que intentara su curación, dejando que subsistiese la causa del mal, pretende- ría hacer milagros; y el que creyendo aíacar- la, atormentase una parte inocente, agrava- ría las dolencias del hombre en lugar de ali- viarlas. No siendo pues la sangre la causa de las enfermedades no se la debü debili- tar por copiosas y frecuentes sangrías; pues los humores siempre quedan en la misma pro- porción y luego vuelven á tomar *u acción morbosa. La sangre es el principio de la vi- da y de las fuerzas del hombre, que se van perdiendo según se disminuye la sangre, has- ta la total extinción, cuando falta toda. ¿Pa- ra qué pues disminuirla? Antes bien para ven- cer este flujo de humoies que causa la en- fermedad, la naturaleza nos ofrece la sangre como el principal instrumento de la victoria. Véase con qué ardor combate el obstáculo que la detiene; el calor, ia tensión, la mis- ma inflamación de la parte enferma, mues- tran los continuos esfuerzos de la sangre pa- ra restablecer el equilibrio que se ha perdi- do. Ayúdese pues su operación saludable con remedios que ataquen directamente el humor obstruido; y librando á la sangre de este ene- migo de la salud, se lograra bien pronto el consuelo y la gloria de haberla restableci- do. Sin sangrar-e los chinos, viven una vida tan larga como nosotros. Conviene pues con- servar precisamente la sangre durante la en- fermedad, porque de su acción debe espe- 376 rarse el restablecimiento de la salud, com- batiendo con los remedios oportunos el hu- mor viciado que es el verdadero principio del mal. La máquina de nuestro cuerpo es la obra de una inteligencia superior. Los médicos pue- den y aun deben ser sus espectadores, ad- miradores y ministros; pero jamas sus pertur- badores y sus tirano". Por con-iguiente se re- ducen sus funciones á apartar lo que se opo- ne á la operación de la naturaleza, y el me- dio no son las evacuaciones de sangre, las cua- les, como prueba la experiencia, siempre de- bilitan, y así no pueden aliviarla en sus do- lencias. ¿Cuáles son pues , los remedios que se de- ben emplear para destruir los humores de donde proceden todas las enfermedades? PROPOSICIÓN TERCERA. Les purgantes son los que pueden dar sali- da ú estos hvmoies tstaiicot.es, y destruir las obstrucciones y serosidades que ocasionan to- das las dolencias. M-Jsta proposición encierra dos aserciones. La primera, que es preciso acudir á los pur- gantes; la segunda, que es preciso componer unos purgantes que sean conducentes para el efecto que se de^ea. La primera aserción es un principio de me- 377 dicma, siendo constante que los humores nó filtrados son la causa general de tudas las enfermedades. En todas las que se llaman de humores, el remedio directo que se les opo- ne, son los purgantes; y los otros de que se usan, como sangrías, lavativas, tisanas, &c, son unos meros preámbulos que se estiman necesarios para favorecer el efecto de la pur- gación, mas sin esperar de su virtud la re- solución del humor que se trata de comba- • tir. El remedio propiamente destructor de los humores son los purgantes; su propiedad na- tural es atacar las obstrucciones, diso'v Has, dar salida á las malas levaduras, y restable- cer la natural circulación de la sangre y de los espíritus. Hemos probado en la primera proposición que siempre proceden de los hu- mores todas las enfermedades, aun aquellas que se acostumbraba imputar á la sangre; luego para obrar su curación es necesario re- currir a los purgantes* El objeto de los purgantes en general es provocar por las vias superiores é inferiores, evacuaciones mas ó menos abundantes, y deter- minar así la expulsión de las diversas materias que embarazan los órganos gástricos y todas las partes que constituyen el organismo. Los fastos de la medicina reconocen pocos medios farmacéuticos tan recomendables; y los anti- guos habian contraído tal amor á los méto- dos evacuantes, que en cierto modo adopta- ron un remedio para cada humor que super- abundaba; y su teoría médica parecía no des* 378 cansar absolutamente sobre otra base que la da los específicos purgantes. Posteriormente, un admitir esta distinción imaginaria de los purgantes que los antiguos creían adecuados para obrar sobre tal ó tal sistema de la eco- nomía animal, ó á evacuar ciertos humores propios para destruir la salud, so reconoció generalmente que habia pocas enfermedades en que no fuesen favorables. Su utilidad se funda evidentemente en la importancia délas evacuaciones intestinales, para el expedito ejer- cicio de las funciones de la vida; de donde viene sin duda que los animales se purgan por una especie de instinto cuando se v á cier as constituciones endémicas, y á su eficacia mara- villosa han debido la salud muchísimos ni- ños atacados de un furioso catarro. Tal predilección ha merecido el tártaro emético, que es casi el único vomitivo de que se hace uso en el día, lo que también depende de la facilidad con que le pueden to- mar aquellos a quienes causa repugnancia el sabor de ciertos medicamentos. Escamonea. Desde la antigüedad se ha apreciado mucho este purgante. La buena escamonea debe ser de un color claro, y cuan- do se rompa, su substancia interior debe des- menuzarse fácilmente y ten^r un viso brillante. Su superficie humed ci la debe volver-e de color de leche; y pulverizada, sus polvos de- ben ser de un blanco tirando á pardo: hay dos clases de escamonea, la de Alepo y la de Esmirna, y regularmente se prefiere la pri- mera. Los droguistas saben que se falsifica la escamonea no solo con el jugo de otros vegetales menos activos, sino también con el de substancias absolutamente inertes que neu- tralizan su acción. La ra:z de escamonea con- tiene un principio resinoso y otro gomoso. Se asegura que es ambientemente purgan- te, aun cuando se haüe sin el jugo lechoso. Ya Hipócrates la ordenaba en cocimiento. Co- mo excita con violencia la contractilidad mes- cular del canal intestina!, recomiendan los au- 386 tores su uso en la curación de las diferentes hidropesías. Por fin, ¿quién ignora los elogios con que se han ensalzarlo los polvos cornalinos o polvos de! Conde de Warvich, designados igualmente con el nombre de polvos de tribus, que en sus- tancia son la escamonea sulfurada con el an- antimoni) diaforético y tartrato acídulo de po- tasa? Su grande eficacia justifica el elogio con que han hablado de ellos los médicos de mas alta reputación. Turbit vegetal. Es la raiz del convolvulus twpethum de Lineo, que crece en América, y de la cual solo se usa la parte exterior. Es amarga y nauseabunria, y tiene un principio resinoso distribuido con desigualdad. Es un purgante fuerte, pero no puede regu- larse fácilm'mte su acción; y así aunque su ex- tracto resinoso se ha usado como purgante drás- tico en las mismas circunstancias y dosis que la jalapa, esta no obstante le disputa la antelación. Jalapa. Esta raiz ha tomado su nombre de Jalapa, ciudad de nueva España, de donde se nos trajo en 1710. La raíz de jalapa, muy fá- cil d^ conocer y describir, ha sido dibujarla con toda perfección por el hábil pintor Rodoute. En las droguerías se halla comunmente en tro- zos á manera de rodajas. La buena y verdade- ra jalapa debe ser muy gruesa, pesada, par- duzca y con vc-t«<¡ negras, al paso que la de mtda calidad es blanquizca y muv ligera. La jalapa es un purgante muy apreciable en la ma- teria medica; tanto poique sriendo de buena ca- 387 lidad es muy enérgico, cuanto porque es de po« co costo. Se ha recomendado para la hidrope- sía y otras muchas enfermedades. Los polvos llamados de Alihau I que tuvieron tanta cele- bridad, no eran otra cosa sino jalapa mezcla- da con ramno. La utilidad de este medica- mento se ha extendido en varias combinaciones. Mezclada con el meicurio dulce es buena pa- ra las obstrucciones de las visceras, y también con la quina ha probado muy bien en las ca- lenturas intermitentes rebeldes. Por esta sencilla exposición se manifiesta claramente que todas las enfermedades, dima- nando de los humores, pueden curarse á bene- ficio de los medicamentos que los expelen, y que entre estos logran la preeminencia los que con tanto acierto y sabiduría ha sabido com- binar Mr. Le Roy. En efecto, hay pocos me- dios farmacéuticos mas recomendados que es- tos en los fastos de la medicina, y han II gado á atribuírseles tantas virtudes por el testimonio de la experiencia^ que se puede decir, que el arte decurar se reduce todo al arte de purgar. En to- das las enfermedades por lo menos pueden ser útiles ; y su utilidad se funda generalmente en la importancia de las evacuaciones intestina- les, para el entero y libre ejercicio de las fun- ciones de la vida, de donde sin duda dimana el que los animales se purguen por una espe- cie de instinto. Semejantes evacuaciones son de tan absoluta necesidad, que suprimidas por largo tiempo acarrean las mas fatales conse- cuencias. 26 388 La universalidad de estas consecuencias con- siste evidentemente en la grande influencia que ejerce el tubo intestinal sobre las demás visceras. No se crea pues que esta es una doctrina nueva; está fundada en el testimonio de los niaesí.ros del arte de curar, y expuesta con tan- ta gallardía en nuedros dias por el célebre au- tor de los Nuevos Elementos de Terapéutica y Materia Médica Mr. J. L. Alibert. Todo esto verdaderamente lo sabian ya los buenos r^é-ricos que han estudiado su profesión por principios sólidos, y que la ejercen con dignidad y sin preocupación; pero se les presen- taban á cada paso estorbos y dificultades que solo Mr. Le Roy ha sabido vencer con tanto denuedo. En los evacuantes de que se ha va- lido, vemos un tino igual al que le ha dirigi- do en su convinacion y graduación con que lo ha sabido precaver todo, y para todas las circunstancias en que puedan presentarse las enfermedades todas, que reducidas á una cau- sa común, han de ceder y rendirse al único re< medio victorioso de Mr. Le Roy. Gloria eter- na pues al sabio autor de la Medicina Curati- va, que ha ofrecido á la humanidad doliente, como fruto de sus meditaciones, este precio- so Código de salud y de vida. Hecha la defensa del método evacuante, é insistiendo siempre en el deseo de hacer triun- far la verdad y fijar los hechos, digamos algo de su propagador. El cirujano Le Roy es un hom- bre de una probidad indisputable, de costumbres austeras é irreprensibles, y de una beneficencia 3S9 Conocida. Dotado de un carácter firme, y con» vencido de que defiende una verdad, ha sobre- llevado con la resignación de un sabio las ve- jaciones de todas ciases que le han suscitado sus émulos; y espera con la serenidad de una conciencia que nada tiene de que acusarse, las nuevas pruebas que acaso le están aun re- servadas. Mr. Le Roy no ha fundado sus progresos en intrigas, ni ha propalado su medicamen- to con un aparato de términos abstractos para su corto número de lectores, sino ha pre- sentado un método al alcance de todo^; y las prodigiosas curaciones que ha ido hacien- do por todas partes, son su mejor defensa. En pocos dias se ha visto acreditada la Me- dicina Curativa por testigos desinteresados, testigos de todos los países y condiciones, que no han podido confabularse ni ser solicita* dos; y en fin testigos oculares que hablan por su propia experiencia, y por consiguien- te testigos ilustrados. Como han clamado tanto algunos adver- sarios, justo es que añadamos cuatro pala- bras acerca de las obgeciones con que la han combatido. Han llegado á decir algunos que este me- dicamento era un cáustico, y que así se de- mostraba por la violencia con que obra. Mas por el examen que hemos hecho antes de las sustancias que le componen , se muestra la fal- sedad de esta obgecion; debiendo atribuirse á la tenacidad de las materias corrompías t 390 que se oponen á su acción, los movimien- tos que produce. Los que mas *e precian de inteligentes en la materia suelen decir con tono enfático, que aunque la Medicina Curativa no produjese niigun mal efecto y aun fuese propia para algunas enfermedades, ¿puede decirse que es un remedio universal para todos los males y todos los temperamentos? ¿y así este título pomposo de remedio universal no debe ha- cerle pasar por remetió de un charlatán? Esta reconvención parece que se presenta con un aspecto mas científico. En verdad, dice el ilustre Tissot: Cualquiera que anun- cie un remedio universal, es un impostor; este remedio es imposible y contradictorio. ¿Se pue- de esperar la curación de una hidropesía que dimana de la laxitud de las fibras y de la disolución de la sangre con los remedios que se emplean para curar una enfermedad in- flamatoria, en la cual las fibras están rígi- das y la sanare muy espesa? Esta es la obgecion presentada con toda su fuerza contra la posibilidad de una me- dicina universal, v ofreee dos fundamentos con mas apariencia que solidez. El prime- ro es la diversidad de los temperamentos, y el segundo la diversidad ó la oposición re- cíproca de las enfermedades. Ni el uno ni el otro excluyen la posibilidad de una medi- cina universal. Examinémoslos. 1. ° La diversidad de los temperamentos no la excluye. Per grande que se suponga 391 en dos personas, la una en extremo robusta y la o»ra excesivamente delicada, siempre se- rá verdadero decir que en el fondo la cons- titución de ambas es la misma, y las dife- rencias solo son accidentales. Compréndase bien esta observación. El hombre mas ro- busto nada tiene en su constitución que la diferencie esencialmente del hombre débil y delicado. En la formación del uno y del otro, la naturaleza ha seguido el mismo plan, y l»s ha dotado de las mismas facultades. Las fenciones animales se verifican en la misma forma, y los alimentos que sostienen sus fuer- zas se trasforman en sustancia propia por las mismas operaciones. En una palabra, to- dos los hombres se asemejan en su organiza- ción interior, así como en las partes exte- riores que percibimos con nuestros sentidos. De esta semejanza en los órganos y en las funciones animales nace la analogía de un mismo alimento para todos los temperamen- tos. La diferencia consiste en los diversos grados de fuerza ó de debilidad en los ór- ganos de la nutrición. En el uno siendo mas débiles sus operaciones, se hacen mas len- tas, y la nutrición menos abundante; y este es el temperamento delicado. En el otro son mas fuertes, sus operaciones mas pron- tas, y la nutrición mas abundante; y este es el temperamento robusto. Sucede que caen enfermos los dos, ¿será necesario emplear para curarlos remedios diferentes? Supongamos que se han relajado las fibras del estómago, y 392 que el vientre se ha hecho perezoso, resuí- tando de aquí indigestiones, &c. &c; enton- ces el rédmen será el mismo en ambos en- fermo-, dirigiéndose el remedio á restituir el tono á las fibras relajadas, y solo la dosis deberá ser mas fuerte para la persona ro- busta, y menos en Va delicada. Los reme- dio!» interiores son en el orden de la natu- raleza unos agentes necesarios, que en igua- les circunstancias deben producir exactamen- te los mismos efectos. Así conservando la proporción de las dosis para adaptarla á los temperamentos, el mismo remedio puede cu- rar á muchas personas de una misma en- fermedad ; lo cual se ve palmariamente en las enfermedades externas. Querer diversifi- car los remedios según la variedad de idio- sincracias ó temperamentos individuales, se- ria entrar en un laberinto interminable. La diversidad pues de ¡os temperamentos no ex- cluye la posibilidad de una medicina univer- sal, ari como no excluye la posibilidad de in alimento universa!. 2. ° La diversidad ó la oposición recí- proca de las enfermedades tampoco es un obstáculo invencible á la posibilidad de una medicma universal. Aun suponiendo cansas diferent s en las enfermedades, no puede in- ferirse de aquí que no se curaría con el mis. mo reme I o una hidropesía que una enferme- dad inflamatoria. ¿No se ve que un mi«mo remedio suele producir efectos contrarios? La confección de jacinto, por ejemplo, que es- 393 está asignada contra la diarrea, á veces pro- duce evacuación s; y el jarabe d.^ achico- rias que se destina para purgar, fortifica el estómago y excita el apetito. ¿Hay mas dis- tinción entre la curación de una h-d-opesía y una enfermedad inflamatoria, que entre pro- ducir las evacuaciones y suprimirlas? Lo que indujo en este error al señor Tis- sot, fue mirar como opu jstos y contradictorios los efectos que no lo son en realida -; de- biendo atender que si hay una oposición real entre una hidropesía y una enfermedad in- flamatoria , no la hay en efecto en la cu- ración de estas dos enfermedades por el mismo remedio. Estas dos curaciones, para estar en verdadera oposición, debieran ser como dos extremos- que se combaten y contradicen, y no como dos extremidades que vienen á reu- nirse en un mismo punto. La curación de una hidropesía es el restablecimiento de las fibras relajadas y de la sangre muy disuelta, á su tono y consistencia natural; y la cura- ción de una enfermedad inflamatoria consiste en restablecer las fibras mas rígidas, y la sangre muy espesa á su flexibilidad y flui- dez natural. ¿Cómo se han de oponer pues unos efectos que consisten en un mismo res- tablecimiento de equilibrio perdido? Habrá oposición si se quiere en las enfermedades; pero no en su curación, debiendo convenir el señor Tissot que puede conseguirse por el mismo remedio. Y aun entre estas mismas enfermedades 394 no existe una diferencia esencial, no pudien- do llamarse opuestas dos cosas que -e ha- llan en una misma líne?, y que solo difie- ren tn sus grados. No hay pues oposición entre estas enfermedades, porque la una no consiste sino en el exceso, y la otra en el defecto, esto es, en el mas ó en el menos de una misma causa. ¿R pugna acaso que un remedio cuya virtud conserva el justo me- dio entre el exceso y la falta de calor, prc- duzca en la sangre del hidrópico el calor, que le falta, y disminuya en el pictórico el que le sobia? A la luz de estos principios tim sencillos queda desvanecida la dificultad do Tissot, y refutada la objeción que parecía tan especiosa. Reunámos'os para mayor claridad bajo un solo punto de vista. 1 ° Habiendo para todos los temperamen- tos un alimento universal, propio y suficien- te, ¿por qué no ha de haber también una me- dicina universal, análoga y eficaz para todos los temperamentos? yo no encuentro la di- ferencia. 2. ° Entre las enfermedades comparadas entre sí no existe oposición verdadera, y solo difieren las unas de las otras en el mas ó en el menos, hallándose en la misma línea. ¿Por qué una sola medicina no ha de cu- rar todas las enfermedades? 3. ° Aun cuando hubiera enfermedades que realmente se opusieran unas á otras, no por tso se opondrían sus curaciones, que so- lo tienden á reunir en un solo punto los oiga- 395 nos desconcertados, y ponerlos en el justo m« dio que constituye el equilibrio de la salud. 4. ° Esta es la razón mas convincente, porque se funda en la experiencia. De to- das las enfermedades posibles, las que pare- cen mas opuestas son la hidropesía y una afección inflamatoria, y se han visto curadas las dos por un mismo remedio; luego todas las demás pueden ceder á la eficacia de una medicina universal, como existe en efecto en el sistema que sostenemos. ¡Qué triunfo para Mr. Le Roy, que sus mismos adversarios suministren su apología! Convengamos con el mismo autor del Aviso al Pueblo, que generalmente hablando, todas las enfermedades tienen sus tiempos limita- dos para nacer, d sarrollarse, e-taren su fuar- za y disminuir. Imaginarse que un remedio es inUti!, porque no destruye la enfermedad á gusto de nue.-tra impaciencia, es lo mis- mo que querer romper un relox, porque su saeta necesita doce horas para recorrer to- do el horario. Convengamos que siendo unas personas mas fáciles que otras, esto es, te- niendo mayor sensibilidad, es necesario pro- porcionar ias dosis á los temperamentos, y que aunque las enfermedades parezcan indi- vidualmente las mismas, hay diferencias ocul- tas que deben necesariamente variar su cu- ración en la graduación de la dosis y fuer- za del mismo medicamento. Todo esto es- tá precavido en la administración del reme- dio de la purgación. 398 CONCLUSIÓN. Si nuestros lectores recapacitan lo que he- mos dicho hasta atiora acerca de ios principios en que se funda el sistema de Mr. Le Roy, ya sobre el origen de ias enfennedades, como soore la eficacia de los evacuantes para lo- grar su curación; si observan la inconsecuen- cia de ios enemigos que le ha susdiado la envidia, y la debilidad de las objeciones que se acumulan contra ia solidez de su doc- trina y contra las pruebas de hecho que de- ponen en su favor; y en fin, si comparan y reflexionan las razones que la bondad de su causa me han suministrado en su defen- sa, y el peso decisivo de una experiencia de tantos años, ¿podran resistirse á la impre- sión que Íes ha de producir esta apoíogía? ¿podrán negar su voto a un sistema que de- muestra la razón y acredita la experiencia? ¿A un remedio que la razón y el reconocimien- to proclaman con entusiasmo? ¿A un autor, cuya aplicación y talento han co.iducido hasta el verdadero origen de todas las enferme- dades , y al conocimiento de un específico propio para curarlas todas? La confianza en este remedio y la estima- ción á su autor serán, según esperamos, el fru- to necesario de esta apología en nuestros lecto- res imparciales. Como el interés de la veidad habla en favor de Mr. Le Roy, no tememos pre- sumir que reunirá los votos de todos los que !a aman. 397 Mi p^uma, guiada da una Compasión y celo por los enfermos, y de justicia p^r los se- ñores Pelgas y Le Roy, que creo deber res- petar (orno tan beneméritos, ha trasladado en esta apología los sentimientos de su corazón. No me lisongeo complacer á todos; pero me felicito de haber excitad» la atención gene- ral de todos aquellos que se interesan en la suerte de los enfermos , y de persuadirles el uso del remedio, de que me hago una gloria de ser el apologista. El éxito feliz de tantas experiencias me hace es-erar que al- guna pluma mas elocuente que la mia, tra- bajará sobre una materia tan interesante, con- fundiendo á los enemigos del remedio uni- versal. Si tengo el consuelo cíe ver que la Medicina Curativa es apiadada en su jus- to valor, el público persuadido, y aliviados los enfermos y aun curados, quedarán sa- tisfechos mis deseos, que no debe tener otros. El amigo de los enfermos. ÍNDICE DE LAS MATERIAS QUE CONTIENE BSTA OBRA. Prevención á los lectores.............. m. Prólogo del autor..................... v. PARTE PRIMERA. PRINCIPIOS FUNDAMENTALES. Cap. i. De la causa de las enfermeda- des...................... I Cap. u. De la muerte prematura...... 9 Cap. ixi. De la corrupción de los humo- res ..................• • • -•■ '« Cap. iv. Causas ocasión tita de las enflr- medudes................. 14 Enfermedades internas....... 14 Enfermedades externas....... 16 Cap. v. Errores sobre la causa de las en- fermedades............... 20 Cap. vi. Métodos ordinarios.......... 28 Los sistemas................ 28 La sangría................- 29 Las sanguijuelas............ 3*2 Derrame de sangre en caso de heridas...............,.. 34 El mercurio y la quina ....... 38 199 ¡Baños..................... 39 Baño calente............... 39 Baños fri>s................. 41 Baños sulfúreos............. 4*2 Conclusión de los baños....... 43 Aguas minerales............. 43 Específicos................. 44 Absorventes y calmantes ....... 4Ü Dieta ..................... 49 Electricidad, mesmerismo y gal- vanismo .........-....... 49 Tópicos y desecantes........ 53 Cap. vil De los temperamentos......... 6l Origen de los temperamentos... 61 División de ios temperamentos.. 6"¿ Cap. vih. Breve examen de las funciones del cuerpo humano......... 64 Funciones naturales.......... b5 Paso del quilo á la sangre..... til) Circulación de la sangre...... 67 Vias excretorias ............. 68 Cap. ix. Paralelo de la medicina paliati- va con la curativa.......... TO Medicina paliativa........... 70 Medicina curativa........... 7!¿ Cap. X. Razones y casos prácticos en fa- vor de la Medicina Curativa. 75 Casos prácticos.............. 77 Sobre—purgación............ 8<í V 'lumen enorme de los humores. 83 Debilidad de los enfermos, ale gada equivocadamente como razón para no purgarse..... 85 400 Purgación insuficiente........ 87 Purgantes que ta práctica acre- dita co-io preferibles........ 88 Sobre el descrédito de los gale- nistas y la purgación....... 91 De los humores flemosos....... 92 Modo de obrar de los purgantes. 94 Los purgantes mirados como no- civo • por ardientes....... 90 Repugnancia y aversión á los eva- cuantes.................. 101 Oposición de los humores á la ac- ción de los evacuantes...... 104 Cap. xi. Ignorancia de los medios de cu- rar ...................... 116 El presente método es la verda- dera medicina popular...... 12*2 PARTE SEGUNDA. DENOMINACIÓN Y CONOCIMIENTO DE LAS ENFER- MEDADES. Cap. i. Consideraciones generales..... 126 Enfermedades esténicas y asténi- cas...................... 129 Cap. ii. Enfermedades en las visceras y arca del cuerpo........... 130 Enfermedades verminosas..... 130 Convulsiones y ataques de ner- vios ..................... 133 Calenturas................. 136 Hidropesía................. 141 401 Enfermedad del pecho llamada pulmonía................. ! 44 Dolor de costado............ 147 Fluxión al pecho............ 149 Asma...................... 150 Romadizo, ronquera, tos....... 151 C'ttarro.................... 153 Vómito, acedía............... 153 Flema ó pecho cargado....... 154 Vómicas................... 155 Empiema.................. 155 Palpitación ................ 156 Síncope, desmayo............ 156 Hipo...................... 157 Indigestión................. 158 Ahilos de estómago.......... 159 Hambre canina............. i 60 Hemorragia................ 161 Cólica y dolor cólico......... 163 Cólico de miserere........... 165 Diarrea, lientera, cursos...... Iñd Disenteria.................. lüS Tenesmo, pujos.............. 169 Obstrucciones, extreñimiento ... 170 Flatos, timpanitis............ i 72 Almorranas................ 173 Nefritis verdadera........... 174 Nefritis aparente............ 175 Arenas, piedra.............. 176 Lcuria..................... 179 Perrame de la o'^na........ 181 Disuria y e*t mgu r la......... 1?S l Diabetes................... 182 403 Hern'a.................... 183 Ictericia................... 185 Robustez................... 18*3 Plétora.................... 180 Consunción, marasmo......... 1 "7 Cap. ni. Enfermedades de la cabeza.... 187 Cefalalgia................. 188 Jaqueca.................... 18o L>cura..........»......... 189 Apoplegía.................. 191 Letargo.................... 193 Perlesía................... 191 Epilepsia................... 194 Movimientos convulsivos, temido- res...................... 199 Males de los oidos............ 200 Males de los ojos............ 200 Males de la boca ....'........201 Dolor de muelas............. 202 Pólipo ....................204 Rostro barroso..............205 Esquinencia ó angina........ 205 CaP. IV. Enfermedades de las extremida- des...................... 206 Dolores reumáticos...........206 Ciática....................212 Calambres.................212 Gota......................213 Cap. v. Enfermedades de las mugeres.. 2l6 Pubertad de las doncellas.....216 Mudanza de edad............216 Reí »cion de la regla.........221 Regla inmoderada, derrames... 22*2 403 Mugeres embarazadas ........ 22á Partos dijíciles.............. i¿27 • Leche extravasada........... "2¿9 De la purga en las mugeres que crian.................... 231 De la purgadurante la menstrua- ción .................... 23¿ Cap. vi. Enfermedades ''de los niños y adolescentes............... 2 3 Crisis ó evacuaciones natura- les ......................2 3 Dentición .................. 235 Leche mala.................. 226 Glándulas llamadas de crecer.. 237 De los niños que se orinan en la cama....................238 Flujo de sangre por las narices. 239 Vicio pedicular.............. 241 Tina......................242 Viruelas................... 243 Inoculación, vacuna.. ,....... 246 Sarampión................. 24S Tos violenta y tenaz en los ni- ños.....................249 Angina en la laringe. ........ 250 Repugnancia de los niños á los medicamentos ............. 253 Cap. vu. Enfermedades del cutis........ 255 Sudor ordinario.............256 Sudor continuo.............. 257 Sarna..................... 257 Empeines.................. 259 Manchas en el cutis........., 260 27 404 Erisipela.................. 2o9 Cap. vni. Tumores, depósitos, y úlceras . . 2 >1 Humores fríos.............. 266 Panuuizo.................. "o 1 Llagas degenerarla-en úlceras. 268 Gangrena, amputación....... 270 Cap. IX. Enfermedades epidémicas..... 272 Del virus en general ......... ¿74 lv: PARTE TERCERA MÉTODO PRACTICO DA LA PURGACIÓN Cap. i. Resumen sobre la causa y cono- cimiento de las enferm-dudes. 279 Donde no hay causa no hay efec- to............------.... 280 División,del cuerpo humano, y de los evacuantes............. 281 g> Aplicación de h>s mtdi >s curati- vos acomodada á las dos di- \'i.< visiones precedentes........ 287 .Pintura- ó descripción de 'a per- r»v.g # #, fecta salud............... 291 Cap. n. Régimen curativo............ 294 Aut. 1* Enfermedades recivntex y leves.. 294 Art. 2 o Enfermedades recientes y gra '....ves................:....o295 Art. 3 " Enferm'dad, s gravísimas..... 297 AaT. 4 ' Enfermedades cró> iros.......299 Obstáculos en la craeion de los f ■ enfermos................. 309 i, ., Reflexiones previas y comunesá 4'>5 A)? c'iat'o árlenlos........ Sil liedlas que de'en r.eguir.e en el use, de los cracriantcs....... 318 ■ U-r.í de los ccaciuir.tes en sus di- fere-i-s grados de o.ctividad. 321 .Ilccttas de los evacuantes.....-24 T o/ni-purgativo............ ¿26 Purgante.—Primer grado.... 3 J6 Segundo grado............. ¿J27 Tercer grado............... 328 Cuart■) grade.............. 328 Composición.-Vomi-purgativo.. 329 y Purgante,.....-............ 3*l0 Jarabe.................... 3¿1 Dosis de los evacuantes.......331 J)ósts del vomi—purgativo.....3 >3 Dosis del purgante.......... 337 Observaciones comunes á los dos ■ evacuantes............... 338 Del purgante enpíld -ras.....3 ¿3 Calor de. los humares durante ix purgación:............... 344 Uso de los lí juidos con el vceni- . . purgativo................ 349 Uso de las bebidas con tipur- gan'e..........'...'.•..... 350 Régimen en .'cuanto al ah¡nenio w y bebida •.....i........... 351 R •gimen de alimentos, api cado al artículo cuarto.......... 355 Régimen de alimert'os aplicado al artíci lo tercero.......... 356 Regías generuhs pura ci cuida- 406 do y asistencia de los enfer- mos ..................... 356 M.L VENÉREO.............. 358 Demostkaümn APOLOGÉTICA de la Medicina Curativa de Mr. Le.Roy.............. 368 pRorosicioN 1." Las enfermedades no proceden de la sangre, sino siempre de los humores que se oponen á su circulación natu- ral____.................. 3*1 Proposición 2. ffl No procediendo las en- fermedades de la sangre ni de los espíritus, sino de los ma- los fermentos ó levaduras, de- be conservarse la sangre y dar salida 6 los humores degene- rados y corrompidos........ 374 Proposición 3.ra Los purgantes son los que pueden dar salida á es- tos humores estancados, y des- truir las obstrucciones y sero- sidades que ocasionan todas las dolencias..............376 Proposición 4. s Entre los purgantes, el remedio de Le Roy merece la preferencia, porque produce los efectos que se desean sin riesgo y con facilidad ...... 382 Conclusión................. 396 FIN. •;>*- •• .A. %■.. .f *S sarer- ¡r^SS*. ■1