Wc 880 V297e 1881 ti ■*' NV_^í #V ^■^' WC 880 V297e 1881 35410460R NLM DS171T5M G \ NATIONAL LIBRARY OF MEDICINE ARMY MEDICAL LIBRARY FOUNDED 1636 WASHINGTON, D.C. NLM051719540 DUE TWO WEEKS FROM LAST DATE L4UK !0 N55 GPO 16—71341-1 LA TIASIS DE LOS POR MAKCEX,XHO S. VAIft&AS CON UN PROLOGO DE ASHIAHO PA3SZ BOGOTÁ IMPKENTA DE GAITAN 1 S81 WC VBf/e Mí/ F> JR, Ó Tj O Gh O . Con motivo de un medicamento para curar la elefan- tiasis de los griegos-azote de Colombia, -medicamento que hasta ahora no ha producido los efectos radicales que se esperaban, nos dirigimos á varios profesores de medicina pidiéndoles su opinión tn este asunto y supli- camos especialmente al señor doctor Marcelino Vargas que explicara por la prenda sus teorías y métodos res- pecto de aquella terrible enfermedad. Uno de los verdaderos sabios y filántropos de Co- lombia, el señor doctor Juan de Dios Tavera Barriga, atendió nuestra súplica y expuso sus opiniones sobre la elefantiasis y el chaulmugra en tres importnntes car- tas con que nos honró en El Deber ; y el señor doctor Vargas tuvo á bien escribir las que hoy damos á la es- tampa, con la convicción de que el público las verá con profundo interés y de que serán útiles á nuestro país. Profesores y escritores notables examinarán el va- lor científico de estas páginas y decidirán si las teorías que ellas contienen pueden ser aceptadas por la cien- cia médioa y ayudar á la solución de un problema que ha preocupado al espíritu humano desde la más remo- ta antigüedad. Audacia, y muy grande, seria que emitiéramos opi- niones dogmáticas en est;i materia que ha puesto en conflictos á tantos sabios y que produce al espíritu 3T0 3 77 IV PROLOGO. vértigos semejantes á los que siente el cuerpo á orillas de un abismo. Hace diez años que estudiamos el pavo- roso problema, que interrogamos al Esíinje y sólo he- mos encontrado incertidumbres y tinieblas. Hemos leido muchas obras de médicos ilustres, que presentan teorías más ó menos razonables sobre la enfermedad de que se trata; y hasta ahora, nada, absolutamente nada, hemos visto que resuelva la cuestión, es decir, que indique con argumentos científicos incontroverti- bles, con hechos claros como la luz, qué es efectivamente dicha enfermedad y un método para curarla ó, por lo menos, para contener sus estragos. Tampoco nos parece probada la eficacia de los di- versos específicos que se han recomendado, y se reco- miendan todavía, para curar la elefantiasis griega, aun- que es evidente que en Europa, Asia y América ha ha- bido, y hay, casos repetidos de curaciones, ó de reposición notable, debidos á remedios de muy diversa naturale- za. Sombras! por todas partes fombras ! Por lo mis- mo, nos abstenemos de afirmar que son absolutamente exactas, evidentes, irrefutables, las nociones conteni- das en este libro y de un resultado infalible el método que recomienda su autor. Parécenos que él ofrece buen acopio de razones en defensa de su sistema y ejem- plos elocuentes de los resultados que ha obtenido; pero nosotros aguardamos el juicio de los hombres de cien- cia y el fallo definitivo del tiempo. Nuestra tarea hoy es más humilde: limítase á rela- tar la historia de estas páginas, sin adornos retóricos, pues - como lo prueba la esperiencia - los hechos son á veces más elocuentes que una arenga de Mirabeau, y la realidad más terriblemente trágica que todas las novelas y dramas de la moderna escuela romántica. PEOLOGO. V Hace diez y seis años que un joven terminaba en Bo- gotá sus estudios de medicina. Contaba con pocos recur- sos, pero tenia felices dotes como escritor y poeta. Era el ídolo y la esperanza de su familia. Podia repetir los bellísimos versos del cisne antioqueño: Coronada de flores i cantando La alegre juventud viene a la vida : No halla una zarza su flotante manto, Ni su planta ligera halla una espina. El joven de que hablamos era condiscípulo y amigo de otros que más tarde han figurado en la política ó en las letras : Luciano Rivera, el donoso escritor de costumbres ; Locarno Martínez, que se suicidó en el Istmo ; Julio Antonio Corredor y Jorge Enrique Delga- do, médicos también, que han sido Representantes al Congreso y aun han llevado-¡ Dios los perdone! - cha- rreteras de Coronel en nuestras absurdas revolucio- nes. Todos ellos publicaban El Pensamiento, una de esas hojas literarias que viven dos ó tres meses y mue- ren siempre de anemia. Allí el joven médico dedicó á los amigos citados una novelita, " La Choza del Mon- te," de no escaso mérito, pero que no tuvo fin, como suele suceder, por____la muerte del periódico. Todo, pues, sonreía al principiante novelista, cuan- do en hora para siempre nefanda, en una de esas horas que maldecía el sublime Job, la Fatalidad llamó á sus puertas y fué atacado por el horrible mal que describe esta obra.... Entonces comenzó para el joven esa vida de sole- dad y de torturas que sólo Dante podría pintar bien con los sombríos colores del Averno..... Pero el héroe de nuestra historia, gracias á sus co- nocimientos, emprendió contra el monstruo una lucha desesperada, una lucha de todos los instantes, silencio- VI PROLOGO. sa, tenaz, que duró por algunos años ; y, al fin, cuando menos lo esperaba, logró la victoria! Hace seis años que tuvo lugar ese milagro. La en- fermedad dejó huellas, pero el ingenio y la ciencia la contuvieron, la paralizaron, completa, definitivamente. El mismo sistema curativo ha producido en varios casos buenos efectos, y ahora podrán aplicarlo otros profesores, pues el joven enfermo de 1866, el autor de estas cartas, con un desinterés no común y una filan- tropía ejemplar, nos lo comunica con todos los detalles necesarios, para que lo publiquemos en beneficio de la humanidad doliente. Aquí no se encontrarán vanas especulaciones: aquí no veréis empirismo ni charlatanismo. Estas páginas son hijas de la experiencia y del dolor. Las ha escrito un médico, perseguido por nuestras súplicas, que logra- ron vencer su modestia. Hicímosle presente que su si- lencio era un mal, que hablando podría hacer el bien y sólo entonces volvió á tomar la pluma, que maneja con facilidad y elegancia. El autor huye del ruido y de la publicidad. Es tipo del caballero cristiano y del buen médico de aldea. Nadie sale de su habitación sin consejos y socorros. Es el ángel consolador de todos los pobres, que ocurren donde él diariamente. Es ado- rado en los pueblos de Junin, Gacheta, Gachalá y Uba- lá. Lleva la vida sencilla de un filósofo, la vida que envidiaban y cantaban Horacio y Fray Luis de León: " Hombres hay (dice Samuel Smiles en su preciosa obra El Carácter) en presencia de los cuales nos pare- ce respirar una especie de ambiente espiritual, que nos refresca y nos vivifica, como hi aspirásemos el aura de las montañas, ó como si nos regalásemos con un rayo de sol." A esta raza angélica pertenece Mar. celino S. Vargas, como también son del mismo tipo los doctores Bayon y.Ancísar. Muchas veces, hablaado PROLOGO. VII con ellos, hemos sentido lo que Smiles pinta poéticamen- te y nos hemos regalado con un baño de sol. Así nació este libro: así es su autor. Cuando vea el boceto que precede, su exquisita modestia sufrirá pro- bablemente. Por la sorpresa y tal vez la pena que esto le cause, ofrecérnosle desde ahora respetuosas excusas. El autor presenta una teoría distinta de las de Pa- rra y Tavera-Parra sostiene que la elefantiasis de loa griegos es una astenia general y constitucional produ- cida por perturbaciones en la acción refleja.-La lepra, dice Tavera, es la parálisis del sistema dermoides: consiste en la estrechez ó diminución del diámetro de los agujeros raquidianos, producida por la intoxicación fosfórica. - La lepra, dice ahora Vargas, es una conges- tión exagerada de la piel y de las mucosas accesibles al aire exterior, que dilatando los vasos capilares hasta más allá del límite fisiológico, da lugar á una hipere- mia permanente con todos sus efectos lógicos. Hé aquí tres teorías diferentes, además de tantas otras sostenidas por médicos de Europa, Asia y Amé- rica y especialmente de los países escandinavos, donde es endémica esta enfermedad. Seria muy conveniente que las corporaciones científicas de Europa y de los Estados Unidos examinaran dichas teorías y conocie- ran las obras de Parra, Vargas y Tavera. * No dudamos que el Gobierno haga imprimir la úl- tima, como una medida de conveaiencia pública; * No desconocemos que la obra de Parra tiene graví- simos defectos ; y entre los principales, el de afirmar, sin prue- bas, y contra el voto casi unánime de los médicos, que la elefantiasis de los griegos es contagiosa; como también el de sostener que es curable dicha enfermedad en cualquier período, sin presentar un método curativo científicamente. También son cargadas de color y supérfluas en una obra de esa clase las pin- turas que hace Parra dejándose llevar de su imaginación me- ridional. VIII PROLOGO. El servicio que prestan á la ciencia, á nuestro país, á la humanidad entera, trabajos de esta clase, es in- menso, es inestimable. Los honores y los destinos deberían reservarse para los sabios modestos que traba- jan constantemente en sus laboratorios y bibliotecas por el progreso de las ciencias, por la salud de los hom- bres, por la gloria de su Patria, Nos es doloroso, pero necesario, terminar este Pró- logo con algo personal. Insoportable es el egotismo ; pero en esta vez, no hay remedio. El lector comprenderá los motivos que nos obligan á escribir las líneas si- guientes y nos concederá su perdón. Manifiestan asombro algunos porque nosotros, en vez de callar como muertos, según era de esperarse por ciertas circunstancias, nos ocupemos frecuentemente en tratar puntos relacionados con la enfermedad á que está consagrado este libro-La razón es sencilla y esperamos que la tengan en cuenta los que se dignan leer nuestros escritos. Hemos resuelto poner de lado nuestra perso- nalidad y pensar únicamente en la situación horrible en que se hallan millares de hermanos nuestros en la América del Sur. Nuestro fantásticos gobiernos miran con indiferencia culpable ciertas cuestiones que son de vida ó muerte para nuestra raza. Despilfárranse millo- nes en guerras inicuas, en ejércitos ridículos, en obras absurdas ; y no se organiza una Comisión científica per- manente para estudiar las enfermedades que azotan estos países. Estando bajo la influencia de climas por lo general enervantes y acostumbrados á recibir maná del cielo y de la tierra, vivimos en una indolencia que sorprende á los habitantes de otras zonas. El rio de nuestra vida corre lenta, perezosamente; todo lo espe- PROLOGO. IX ramos de la Providencia y del Gobierno; y mientras tanto, propáganse las enfermedades, aumentase el nú- mero de víctimas, piérdese la esperanza. Pero hay un agente maravilloso de luz y propagan- da que penetra por todas partes y hace remover esas aguas estancadas: el periodismo ! Por más fatalistas que sean los gobernantes y más indolentes los individuos, el diario los hace despertar y mover, á semejanza de ranas sacudidas por la electricidad. Les ofrece cuadros y hechos que retumban como la trompeta del último dia. Tenemos fé en la prensa: hemos visto en 'Europa sus milagros : hemos visto á unos pocos periódicos reu- nir millones en tres dias para alivio de calamidades públicas. Confiamos en que repitiendo mil veces el gri- to " / mirad el abismo! " haga el periódico abrir los ojos á gobiernos y pueblos y evite tremendas catástrofes. Ahora bien : una de las enfermedades más crueles que han perseguido á la especie humana, tiende á hacerse endémica en nuestro país: propágase por herencia y por causas climatéricas -jamas por contagio - de un modo aterrador. Todos los que viajan por Colombia han po- dido hacer esta observación. Últimamente el distingui- do geólogo Manó ha recorrido el Sur del Cauca y ha trazado un cuadro que espanta.* En otros países ha- * He aquilas palabras de Manó: " En medio de tantos tesoros vegetales y minerales como ha derramado la Providencia en la tierra objeto de mi estudio, lo que es aún más admirable, y hasta diré inconcebible, es ver a una cortísima población presa de horrible escasez, vivir una vi- da por completo miserable i primitiva. Y lo que redobla el inte- rés y la simpatía en favor de esa desgraciada porción de la especie humana, es su moralidad, su honradez profunda....... Excepto en derredor de algunos centros relativamente mas considerables y menos pobres queá su debido tiempo mencioné, no he visto sino muy pocos rastros de agricultura en alguna que otra parte. En cambio, aldeitas ó pequeños grupos de casas he recorrí- X PROLOGO. bria comisiones en todos los Estados estudiando sin cesar las causas de este azote y combatiéndolo cuerpo á cuerpo científicamente. Los sabios y filántropos co- mo" Parra y Tavera habrían recibido del Gobierno todos los auxilios suficientes para proseguir sus estudios, como Francia ha auxiliado los trabajos de laboratorio á que se deben los maravillosos descubrimientos de Pasteur. Se calcula que éste ha hecho economizar ya mil millones de pesos á la agricultura francesa con sus investigaciones sobre los fermentos: calcúlese la eco- nomía que haría Colombia si en vez de veinte mil ó diez mil personas atacadas por una enfermedad, se li- mitara el número á mil ó quinientas. Hasta desde el punto de vista económico nuestro proverbial abando- no es pernicioso para la riqueza pública.* Nosotros, pues, que hemos visitado el Infierno y co- do, una por una, sin encontrar una sola habitación que no ence rrara uno ó nws desgraciados individuos, blancos i de color, heridos por la horrible enfermedad llamada lepra ó elefancía (///) La anomalía que á mi vista se ofreció en ese trayecto, consi- guió impresionarme tanto, que momentos hubo en que llegué á figurarme que en lugar de atravesar pueblos de una joven Re- pública americana, transitaba yo por caducas y arruinadas al- deas en otros tiempos heridas por la mano de Dios en el Orien- te del Mundo Antiguo." Manó pensaba decir lo que era preciso hacer para salvar esa población, pero agrega que tales cuestiones no son de la com- petencia de un simple naturalista, que "estadistas tiene Colom- bia á quienes cumple buscar el remedio á esos males y dar solu- ción satisfactoria á esos tan tremendos problemas;" pero agrá deceriamos al ilustrado viajero qne emitiera su opinión, pues si esperamos á lo que digan y hagan los estadistas, esperaremos hasta el dia del Juicio. * * Ved los resultados obtenidos por los trabajos de Mr. Pasteur sobre los gérmenes de las enfermedades contagiosas! Cuántas existencias se han salvado, cuántos sufrimientos se han evitado por el descubrimiento de los gusanos parásitos debido í las esperiencias de Virchow y otros!—Cáelos Darwih. PROLOGO. XI nocemos sus horrores, pensamos que las miserias del presente serán una friolera ante el espectáculo lasti- moso que presentará este desgraciado pueblo en el porvenir. Recuérdese que á principios del sia;lo, según Mutis, empezaba á pintar (es la palabra que emplea) la elefantiasis en la provincia del Socorro. Si hoy se levantara un censo de los enfermos que hay en esa sola provincia, se erizarían los cabellos de todos los Gober- nadores y saltarían de sus bancos los Diputados de to- das las Lejislaturas. Como los susodichos Gobernadores y Diputados, con raras excepciones, se están mano sobre mano durmiendo como canónigos con toda la calma de un musulmán, hemos resuelto consagrar los pocos dias que tengamos de vida á los parias de Colom- bia. Dios, que ve nuestras intenciones, bendecirá nues- tra obra! Si uno, uno siquiera, de los reprobos, se levanta, como Lázaro, del sepulcro, merced á las investigacio- nes y estudios que originen estos clamores, el llanto de alegría que derrame al verse redimido será precio- sa recompensa, caerá como rocío del cielo sobre nues- tro corazón; " que hai en el fondo de nosotros (y de todos los humanos) una como fuente de las hadas, clara, verde, profunda, en la cual se refleja el Infini- to,*" y siempre las fibras de nuestra alma han pal- pitado con más fuerza por el dolor ageno que por el propio dolor. Vista Hermosa, en La Union, Agosto de 1881. QÚ/ie'ano ÉlcUx. * Renán. ADVERTENCIA. El año de 1874 presentaba yo un memorial á la Junta general de Beneficencia por medio del cual so- licitaba que se me dieran en dicha ciudad diez enfermos de elefantiasis de los griegos para poner en práctica en ellos el tratamiento que á mí me habia salvado de tan espantosa enfermedad así como habia salvado á otros pocos elefanciacos después. Yo me comprometía á re- cetarlos y á suministrar los medicamentos gratuita- mente, á fin de que las rentas del Lazareto no hicieran otro gasto que el de conducción de aquellos desgracia- dos desde Agua de Dios, una vez que á la Junta no habría de faltarle local donde colocarlos. Se me contes- tó exigiéndome una cosa imposible para mí: que bus- cara casa donde poner los enfermos y la Junta pagaría el arrendamiento. ¿ Quién habia de darme casa para colocar elefanciacos ? El asunto quedó, pues, terminado aquí. Yo acababa de salir providencialmente de un es- pantoso abismo ; acababa de escaparme de un infier- no sobre cuyas puertas se hallaban escritas las mismas palabras que sobre las del Dante. ADVERTENCIA. XIII Durante diez años vi aparecer mi enfermedad y seguir su curso lento pero siempre progresivo. Reduci- da al estado de manchas hasta el año de 1869, último de mis estudios en la Escuela de Medicina, se presen- tó de lépente una extraordinaria exacerbación de todos los síntomas. Las manos se hinchan y se ponen tan sensibles que casi no puedo hacer uso de ellas; lo mismo la cara y los otros puntos ocupados por las manchas; los párpados se edematizan enormemente, no puedo dormir con los ojos bien cerrados ni abrirlos bien durante la vigilia. Las orejas, la frente, las meji- llas estaban rojas é hinchadas y á este hinchamiento sucedieron muy pronto los tubérculos y la ulceración de las fosas nasales____Yo estaba perdido! Cuando ésto tenia lugar vivia en Tocaima acompañando á mis hermanos de infortunio, lo que, dicho sea con franqueza, aumentaba mi desesperación, porque en el aspecto de otros enfermos en el últi- mo período del mal veia pintado mi porvenir. Para mi aquella población era más triste que un cementerio y mi morada más lúgubre que una tumba: estaba enterrado y enterrado vivo ! Sentía toda la an- gustia del que se halla en tal estado. Mis maestros me olvidaron. Mis condiscípulos, mis amigos íntimos, me abandonaron. Estaba pobre, ente- ramente pobre____y no podia ejercer mi profesión. I Quién habia de exponerse al contagio ? Recuerdo que estuve en campaña las noches que precedieron al destierro-violento de los enfermos de Tocaima. Después me fui para Neiva, donde me arro- jaron de la casa en que me hospedé. Al fin, buscando un clima menos fuerte y una vida más tranquila llegué á Cáqueza donde, si bien hallé con dificultad alojamiento, fui después tratado con el mayor cariño y las mejores consideraciones. Allí en- XIV ADVERTENCIA. contré una joven abnegada que unió su suerte á la mia y tuvo á bien ser mi esposa. No olvidaré á Cáqueza, como no olvido á ese ángel que ya voló al cielo. Cuando fui á aquella población ya estaba mejor, á favor de baños generales de decocción de hojas de nogal. Mi reposición progresó allí con más rapidez y al fin fué completa en el año de 73, cuando vine á Gache- ta donde, á favor de medicación astringente, de los ba- ños generales fríos y largos, del uso del extracto de be- lladona y los hipofosfitos, todo síntoma desapareció para siempre. Aplicado un tratamiento semejante á María Caye- tana Beltran, á María Santos Acosta y á otra mujer cuyo nombre no recuerdo ahora, y empleado por mi suegro, el doctor Anastacio Espinel, en otras personas, se alcanzó el mismo feliz éxito. En estos hechos me fundaba para solicitar lo que solicité de la Junta general de Beneficencia. Si ella no quiso ó no pudo hacer lo que yo le pedia es cosa que no me corresponde examinar. Es cierto que me ofre- ció el destino de médico del Lazareto; pero no me da- ba sino cuarenta pesos de sueldo por mes y yonopodia atender con eso á los gastos de familia. Seáme permitido consignar aquí un nombre que se ha^la ligado á la historia de mi vida. Es el de un ve- nerable sacerdote á quien debo mi educación porque la costeó; á quien debo mi curación porque no me abandonó en los dias de infortunio; á quien se debe la presente publicación porque me ha animado á escri- bir en mis horas de desaliento y desconfianza. Este sa- cerdote humilde, caritativo, abnegado, de extensos co- nocimientos, con quien han sido tan injustos los supe- riores de >su gerarquía en estos últimos tiempos, ADVERTENCIA. XV despreciándolo y posponiéndolo en las épocas en que debe premiarse el mérito, el saber, la virtud y las ca- nas, es el señor doctor Miguel Flórez, para con quien es mi gratitud imperecedera. No abrigo la pretensión de haber escrito una obra científica. Cualquiera puede hacerla mejor. Pero sí creo que algo bueno se hallará en estas Cartas. Ese al- go bueno se le debe á Dios que me ha conducido por esta vía. A El y á mi adorada Patria se lo dedico como testimonio de mi amor y de mi gratitud. Junin, Agosto 3 de 1881. Qj¿aice/ut<> (2^ 'Wa'taa*. CARTA PRIMERA. Junin, Marzo 3 de 1881. Señor A.d.riano Páez —" Vista Iferm»sa." Mi muy querido amigo: Ha llegado á mis manos el número 2,840 del Diario de Cundinamarca en el cual he ' visto, con positivo interés, el artículo que usted dedica á los señores doctores Manuel Plata Azuero, Bernardino Medina, Juan de Dios Tavera B. y á mí, bajo el mote que lleva esta carta, excitándonos á que estudie- mos la cuestión aceite de chaulmugra como medio curativo de la elefantiasis de los griegos. Al colocar usted mi nombre al lado del de aquellos señores, doblemente respetables por su honorabilidad y su saber, me ha discernido una honra grande á la vez que ha ofrecido un estimulo para que yo consagre mis escasas fuerzas al estudio de esta gran cuestión que llama usted, con mucha jus- ticia, de vida ó muerte; y, apesar del temor que me inspira la idea de escribir para que el publico lea, no vacilo en aten- der á su excitación. Basta que usted la haga para que yo deje á un lado ese temor. 2 LA ELEFANTIASIS No tengo los periódicos á que el señor Márquez se refiere y, por lo mismo, no me es dado emitir opinión alguna acerca del grado de respetabilidad de que gocen; tampoco tengo acei- te de chaulmugra, ni lo conozco, por lo cual no aventuro pa- recer acerca de su eficacia en la curación de la elefantiasis griega. Pero tal vez podría presumir algo en esa cuestión, si conociera sus propiedades químicas y su acción fisiológica ; y esa presunción seria favorable si poseyera dicha sustancia las propiedades físicas y la acción fisiológica que tienen y ejercen otras muchas que obran favorablemente en el tratamiento de la enfermedad de que hablamos. Sobre este punto tengo el derecho de exijir que se me crea porque á ello me autorizan doce años de práctica especial y varios hechos de curación, que no hago, valer aquí sino para que se lea esta carta con todo el interés que el asunto exije y se discutan las cuestiones que de aquí van á surjir. Yo no creo en específicos ; mucho menos creo que la ele- fantiasis de los griegos los necesite para ser curada. Creo que esta enfermedad necesita un tratamiento más ó menos compli- cado, según los casos, que obrando en consonancia con la ver- dadera naturaleza del mal, libre de él á los que lo padezcan curándolos de una manera radical. El dia que conozcamos esa verdadera naturaleza de la lepra griega, podremos formular de una manera segura su tratamiento y la curaremos, no lo du- de usted. Es mui posible que entonces el aceite de chaulmu- gra ocupe el puesto qua rigorosamente le corresponda en el arsenal terapéutico destinado á ese tratamiento. \ Qué es la elefantiasis de los griegos ? ¿ Cuál es su natura- leza ? l Cuáles son sus causas % \ Cuáles sus consecuencias ? Co- nocido todo esto i cuál es el tratamiento que le conviene ? Ta- 'les son las cuestiones que sucesivamente voy á examinar en esta serie de cartas. En el lugar respectivo trataré del asunto orí- DE LOS GRIEGOS. 3 gen parasitario y la doctrina del contagio, tan controvertida en nuestro pais y tan hábil como falsamente defendida. Permítame usted que antes de entrar en lo íntimo de esta cuestión exponga, en brevísimas palabras, lo que es congestión en general y los efectos que ella produce cuando se manifiesta de una manera permanente ó se establece el hábito de hipere- mia, porque esto será muy útil en el estudio en que voy á ocu- parme y esplicará muchas cosas que hasta ahora son un miste- rio en este " monstruo de cien cabezas y de setenta siglos." La congestión no es otra cosa que la acumulación, en ma- yor ó menor cantidad y más ó menos prolongada, de la sangre en un órgano ó en una parte de -él.' Hay congestión fisiológica como la que se observa en un acceso de cólera ó de vergüenza, lo que se llama en este ultimo caso, ruborizarse; y hay la con- gestión patológica que es la que se observa como principio de todas las flegmasías y en algunos otros casos. En toda congestión patológica el desarrollo de los vasos ca. pilares es excesivo por el demasiado aflujo de sangre hacia ellos. El calibre de ellos se agranda de una manera, prodigiosa, sus paredes se dilatan y se adelgazan, lo que da Jugará que se de- jen atravesar por una cantidad del plasmaáe la sangre mayor que la que los atravesaba en el estado normal. Al mismo tiempo aparecen nuevos capilares; una circulación más abundante se establece en la parte y la sensibilidad y la temperatura aumen- tan en ella. Cuando la congestión es pasajera los fenómenos que acabo de anunciar se disipan pronto y todo vuelve al estado normal; pero cuando la hiperemia es permanente ó tiene una larga duración, otros fenómenos vienen á agregarse á aquellos y á au- mentar las dimensiones del cuadro sintomatológico. La parte aumenta en volumen y es el sitio de una tumefacción y de una tensión que suele ser doloro&a. La infiltración del tejido celu- 4 LA ELEFANTIASIS lar le da al principio cierta ' blandura que cede á la presión del dedo para aparecer ¿le nuevo. Más tarde esta infiltración se convierte en depósito fibrino-albuminoso que, coagulado, no cede ya á esa presión. Los tejidos, sitio de la hiperemia, se alteran poco á poco, cambian de estructura, las funciones del órgano se pervierten, no se ejercen con toda libertad ó son abolidas del todo. A grandes pinceladas este es el cuadro que nos ofrece la congestión considerada de una manera general; pero los deta- lles de ese cuadro varían según el órgano afectado, las funcio- nes de que está encargado y la extensión de la hiperemia. La mayor parte de lo que llamamos inflamaciones crónicas no son, en mi sentir, verdaderas inflamaciones, porque en ellas faltan algunos de los elementos que las caracterizan. Son tínicamente estados congestivos que suceden auna flegma- sía aguda y de la cual no queda sino la hiperemia con sus efec- tos naturales; ó estados congestivos que, no siendo la conse- cuencia de una flegmasía aguda, han aparecido desde el prin- cipio como congestiones y á la larga han desarrollado sus natu- rales consecuencias. Procuraré demostrarlo. La inflamación es un estado patológico caracterizado por el aflujo de sangre hacia una parte ó un órgano, por el aumen- to de volumen de esa parte ú órgano y por la secreción de un producto patológico. No hay inflamación sin secreción mórbi- da, ni puede haber secreción mórbida sin inflamación. La secreción de un líquido, coagulable ó no, que no existe en la economía en el estado fisiológico es una secreción mórbi- da. El pus, la materia tuberculosa propiamente dicha, la ma- teria caseiforme son productos de una secreción mórbida; pero la sangre al natural que se escapa por la abertura de un vaso dividido ; la que se extravasa, al natural también, por cual- DE LOS GRIEGOS. 5 quiera causa; los elementos de la sangre,albúmina, fibrina&.* que, escapándose al través de las paredes de los capilares de- masiado dilatados, se acumulan formando depósitos líquidos en las cavidades, ó se insinúan en la trama de los tejidos, ó se coagulan en la superficie ó el interior de los órganos, nada de esto constituye secreción mórbida y en ninguno de estos casos existe inflamación, porque no puede haberla sin esa condición indispensable. i Qué es la elefantiasis de los griegos ? La elefantiasis de los griegos es una congestión exajerada de la piel y de las mu- cosas accesibles al aire exterior que, dilatando los vasos capi- lares hasta más allá del límite fisiológico, da lugar á una hi- peremia permanente con todos sus efectos lógicos. Yo doy esta definición de la elefantiasis griega porque es la que manifiesta cuáles son los fenómenos primitivos del mal y está de acuerdo con la verdadera naturaleza de él. Pero esta definición rechaza la del malogrado sabio doctor Ricardo de la Parra, quien atribuía la enfermedad á una perturbación de la acción refleja y el consiguiente daño de todas las funciones nutritivas. No niego que la acción refleja esté perturbada en la ele- fantiasis ; pero no se me'podrá negar que también está pertur- bada en casi todas las demás enfermedades y no puede servir como un punto de partida para esplicar una sola afección, ni menos como fundamento de una definición. Una inflamación cualquiera, una hipertrofia, una neurosis pueden explicarse por una perturbación de la acción refleja ; pero esta explica. cion nada puede decir respecto de la verdadera naturaleza de una enfermedad. Ademas, el daño de todas las funciones nutritivas acarrea rria naturalmente la muerte instantánea 6, por lo menos, muy próxima del individuo que lo padeciera, lo que no sucede en 6 LA ELEFANTIASIS los que sufren de elefantiasis de los griegos. Todo el mundo sabe que un elefanciaco vive largo tiempo apesar de su enfer- medad ; y se sabe también que la mayor parte de los enfer- mos mueren por una enfermedad intercurrente cualquiera que nada tiene que ver con la enfermedad de que me ocupo. Si primitivamente la causa de la elefantiasis fuera la per- turbación de la acción refleja y si, ademas, esa perturbación dañara desde luego la nutrición no digo de todos pero de una parte de los tejidos solamente, de la piel y las mucosas, por egemplo, observaríamos desde el momento todos los fenómenos que es natural suponer en ese caso. Abolida la sensibilidad habría en el enfermo desde el principio parálisis completa del sentimiento; la sensibilidad al tacto, á la presión, á la tem- peratura habría desaparecido ya, al mismo tiempo que el gus- to, el olfato y la sensibilidad de la conjuntiva. Pero nada de esto se observa al principio, como lo vamos á ver al trazar la marcha de la enfermedad y el cuadro de sus síntomas. La definición que la mayor parte de los autores han dado de la elefantiasis adolece del defecto de fundarse en los sínto- mas y no en la naturaleza del mal, precisamente porque no se conoce esa naturaleza. Decir que la lepra griega es una en- fermedad caracterizada por manchas de tal color, por tubércu- los, parálisis, ulceraciones &.* es tanto como decir que la he- morragia cerebral es una enfermedad caracterizada por el re- blandecimiento del cerebro; es enunciar demasiado vagamen- te una cosa para no decir nada, y esto no es definir. Muchos son los nombres con que se ha designado esta afec- ción, precisamente porque se desconoce su verdadero asiento, su lejítima naturaleza: Leontiásis, Lepra leonina, Lepra de la Edad Media, Lacería, Mal rojo de Cayena, Enfermedad de Crimea, Mal de San Lázaro, Lepra tuberculosa de Ali- bert,- Spedalshhed, Elefantiasis de los griegos. El radexyeg de DE LOS GRIEGOS. 7 Noruega, el sibbens de Escocia, el sceherlievo de las provin- cias ilirias, la lepra de los Kabyles, según Rollet, no son sino manifestaciones profundas de la sífilis y no la elefantiasis, como lo han creído algunos. En estas cartas adopto el nombre de elefantiasis de los griegos por ser el aceptado más general- mente y porque no me creo autorizado para inventar otro. Suspendo por-ahora para no cansarlo, ofreciéndole que en mi próxima carta seguiré ocupándome en el asunto. Deseo á usted salud y me repito su amigo sincero y deseo. so servidor, MARCELINO S. VARGAS. CARTA SEGUNDA. Junta» Marzo 10 de 1881. Mi muy querido amigo: Dije á usted en mi anterior que' la elefantiasis de los grie- gos és primitivamente una congestión de la piel y de las mu- cosas accesibles al aire esterior; pero tengo que agregar que esta congestión no se limita, en la mayor parte de los casos, al solo tejido dérmico y mucoso y se extiende á tejidos más profundos; y que en varios puntos invade las membranas que protegen la medula, sobre todo la pia-mater, no en toda su ex- tensión sino por porciones limitadas. Puede presentarse, pues, uno de tres casos : 1.° La conges- tión solo invade la piel y las mucosas accesibles al aire exte- rior (elefantiasis puramente tuberculosa.) 2.° La congestión ataca solamente las meninges (elefantiasis puramente anesté- sica.) 3.° La hiperemia patológica se sitúa á la vez en la piel y las mucosas y en las meninges (forma mixta.) LA ELEFANTIASIS DE LOS GRIEGOS. 9 Veamos lo que sucede en el primer caso. Un individuo robusto y en el pleno goce de su salud, des- pués de un ejercicio fuerte y prolongado se espone á la acción de una corriente de aire frió, así acalorado. Por el momento este hombre no experimenta nada; pero pocas horas después siente un ligero dolor de cabeza y una sensación de calor in- comodo en la cara y en algunos puntos de los sometidos al cambio brusco de temperatura. No existe dolor en la región cervical ni en otro punto de la columna vertebral. No hay fiebre. La sensibilidades por el momento normal. Pero se ob. serva que el color de algunas regiones de la cara: los pómulos, la frente, las orejas, la nariz, es más vivo que antes. En los dias siguientes la sensibilidad de las partes ocupadas por esas manchas, que aparecen también en otros puntos de la piel, au- menta ; hay lo que llamamos hiperestesia, y el contacto más ligero hace á veces gritar al enfermo. Después de algunos dias el color de las manchas cambia: yá no son de color rosado sino de un rojo subido que pasa lue- go al azuloso ó cianósico; la hiperestesia ha cedido el lugar á cierto embotamiento de la sensibilidad. La piel se pone gruesa en los puntos atacados por la congestión, la traspiración se su- prime en ellos y aparece la descamación. Los autores describen las manchas iniciales de la enfer- medad como de color leonado en el blanco y más negras que la piel en el negro, sin duda porque no han observado el mal en los primeros dias de su aparición ; este color no se mani- fiesta sino algún tiempo después, y se debe probablemente á una supersecresion de pigmento acumulado allí, como se ob- serva en todas las enfermedades en que la piel ha sufrido otras cong'estiones que han durado algún tiempo. A causa también de no haber observado desde el principio esas man- 10 LA ELEFANTIASIS chas es que no han descrito como constante la hiperestesia ini- cial que las acompaña. El mal puede permanecer en este estado por muchos dias, y aun por algunos años, sin hacer notables progresos. La si- tuación general del enfermo es buena y todos los órganos, con excepción de la piel, en los puntos ocupados por las manchas, ejercen sus funciones con la mayor regularidad. Es de notar que la forma de la elefantiasis que estoy des- cribiendo, y que es la puramente tuberculosa, no ofrece anes- tesia cutánea sino tínicamente al nivel de las manchas, y que las partes no invadidas por esas manchas gozan de toda la in- tegridad de su sensibilidad y de todas sus facultades secreto- rias. Esto explica la absoluta ausencia de lesión en los centros y en los cordones nerviosos. Más adelante daré la explicación de los fenómenos que ofrece la enfermedad en esta forma; para eso acabaré de des- cribirla. Después de algunos dias, de algunos meses, más frecuente- mente de algunos años, los puntos ocupados por las manchas se elevan sobre el nivel de la piel sana y aparecen en ellas una ó más prominencias de dimensiones que varían entre las de una lenteja y un huevo de paloma y aun más. Estas pro- minencias van aumentando en altura hasta llegar al límite de extensibüidad de la piel ya engrosada, época en la cual ya no aumentan en altura ó se ulceran en su centro á consecuencia de la presión que ejerce el depósito que las forma y de la mor- tificación que esa presión produce. Las regiones más ricas en capilares son las que presentan esos tubérculos en mayor número y de más grandes dimensio- nes, tales son la frente, las orejas, las mejillas, la nariz, la barba. Es también en éstas regiones donde la piel así tuber- culosa ofrece ese color rojo encendido ó azuloso y da á la cara DE LOS GRIEGOS. 11 del enfermo, anchamente dilatada, el aspecto del león. En las regiones donde los capilares son menos numerosos, ó bien las manchas no pasan del engrosamiento de la piel, ó los tubér- culos que allí aparecen son planos, poco voluminosos y de un color más pálido (tubérculos piriformes, comparadas por Du- chassaing á gotas de sebo.) Las membranas mucosas accesibles al aire esterior ofrecen, en esta forma de la enfermedad, fenómenos idénticos aunque á veces más rápidos en su marcha por ser más delicadas y fi- nas que la piel. Así es que en ellas vemos que suceden en un tiempo más corto el engrosamiento á la hiperemia, los tubér- culos al engrosamiento y luego la ulceración que aparece muy pronto, sobre tbdo en las fosas nasales. La voz en los últimos tiempos de la enfermedad, se vuelve ronca, nasal, se apaga, por decirlo así. Esto se debe á que el calibre de la laringe ha disminuido por el aumento de espe- sor de la mucosa que la reviste y por el de la que cubre las cuerdas bucales. En este estado la sangre ha sufrido yá alteraciones en su composición. El análisis ha demostrado que existe en ella una verdadera discrasía; su composición es anormal. El suero está en pequeña cantidad con relación á la albúmina y la fibrina, de las cuales hai exceso. Nosotros veremos dentro de unos ins- tantes á qué se debe el exceso de esos elementos. Por ahora nos daremos cuenta de la razón de los síntomas de la enfer- medad. Lo primero que se observa en la elefantiasis de los griegos son las manchas. Ellas se deben indudablemente á un flujo excesivo de sangre hacia los capilares de la parte, el cual dis- 12 LA ELEFANTIASIS tendiéndolos hasta más allá del límite fisiológico los inhabili- ta para contraerse sobre el líquido que por ellos circula y da lugar no al estancamiento completo de la sangre sino á una notable lentitud de la circulación en los puntos en que esas dilataciones tienen lugar. Las paredes de los capilares dema- siado distendidas se adelgazan ; las mallas de los tejidos que forman esas paredes se separan y dan paso á una cantidad del suero de la sangre mayor que la que se necesita para la nutri- ción normal de los tejidos. Al través de esas paredes pasa, pues, una cantidad no acostumbrada de albúmina, de sustan- cia fibrinógena y de paraglobulina las cuales vienen á dar nacimiento á la fibrina fuera de los vasos ; y, como la red lin- fática no es suficiente para apoderarse de tan gran cantidad de tales elementos, éstos se depositan allí, donde por el reposo y el calor propio del cuerpo se coagulan. Pero si la red linfá- tica no arrastra todo el líquido extravasado, sí absorve una gran cantidad, y la albúmina y la fibrina son arrastradas en abun- dancia al torrente circulatorio para constituir el exceso que de ello» se observa en la sangre de los elefanciacos ; así como la abundante extravasion del suero al través de las paredes de los capilares constituye la disminución de él en aquel líquido. Esta acumulación lenta y progresiva de albúmina y de fi- brina entre las mallas de los tejidos que forman el dermis es lo que produce al principio el engrosamiento de la piel; y el exceso de esta acumulación es lo que á la larga forma esas elevaciones que impropiamente han llamado tubérculos y que no lo son, porque no están constituidos por lo que se ha con. venido en llamar materia tuberculosa. Si, en un enfermo, se hace una incisión en un punto ocu. pado por una mancha de no muy antigua formación, la san. gre se escapa en más abundancia que en un punto sano, igual. mente cortado ; de tal modo que muchas veces cuesta trabajo DE LOS GRIEGOS. 13 detener la hemorragia. Suprimida ésta, mientras la cicatriza. cion tiene lugar, se escapa de la herida una cantidad de lin- fa mayor que en el estado normal, y tanta que las compresas y los vendajes que sobre la herida se coloquen quedan cora- pletamente empapados en poco tiempo. Las arterias, las ve- nas, los nervios, los vasos linfáticos subcutáneos encerrados entre aquel abundante líquido extravasado acaban por ser aprisionados en ese coágulo y sus paredes se adhieren á él. Las venas aumentan en calibre y vienen á ser, hasta cierto punto, inhábiles para ejercer sus funciones; las válvulas no alcanzan á interceptar la luz del vaso y no pueden oponerse al reflujo de la sangre, y esto viene á ser nuevo motivo de congestión hacia los capilares. La ausencia de la sensibilidad cutánea al nivel de las manchas ó de los tubérculos se debe en primer lugar á la ca- pa albumino-fibrinosa que se interpone entre los ajentes ex- teriores y las extremidades terminales de los nervios sensiti- vos, y en segundo lugar á la presión ejercida por esa capa so- bre las pequeñas ramificaciones nerviosas. La hiperestesia inicial se debe al aumento de nutrición por la congestión. Cuando esa capa de albúmina y de fibrina es muy delgada aún y la presión ejercida por la parte de estos elementos que se ha insinuado en los intersticios de los tejidos no es todavía considerable, eólo se observa el hormigueo y cierto embota- miento de la sensibilidad como el que se observaría si sobre la piel se colocara una tela fina interponiéndola entre la su- perficie cutánea y los agentes exteriores. Más tarde aquella ca- pa es más gruesa y la sensibilidad más obtusa; y á medida que esa capa crece en grosor y se solidifica, el sentido táctil dismi- nuye más hasta que al fin desaparece, ó, mejor dicho, queda completamente velado. El hormigueo cesa pero quedan las pi- cadas, rápidas, fugaces, repetidas, semejantes en su aparición 14 LA ELEFANTIASIS y duración a los relámpagos de una tempestad. Este fenómeno cambia por tiempo más ó menos largo, pero reaparece, especial. mente cuando se cometen excesos. Los nervios sensitivos no han muerto, pues : duermen solamente. La sensibilidad existe pero no puede manifestarse porque el obstáculo está allí también. El olfato sufre ataques no menos notables. La membrana pituitaria, sitio también de depósitos fibrino-albuminosos, ofrece los mismos fenómenos. Los olores, al principio, no se perciben bien ; más tarde ya no se perciben enteramente. En razón de la delicadeza y la finura de dicha membrana la ulce- ración aparece muy pronto y, como consecuencia, la secreción de un múcus sanguinolento y fétido. El sentido del gusto también sufre pero no en toda la ex- tensión de la mucosa encargada de él. El ataque se extiende so- lamente á la parte que ha podido sufrir la influencia del cam- bio brusco de temperatura; así es que la que reviste la lengua desde el nivel del velo del paladar hasta la punta de ella ; la que cubre su cara inferior; la mucosa que tapiza la superficie interna de las mejillas y de los labios; las encías y el paladar hasta su velo no se enferman ó se enferman muy rara vez; mientras que desde el velo del paladar para abajo : la base de la lengua, la laringe y sus accesorios, la traquea, los bronquios presentan el mismo engrosamiento de la mucosa y los tubér- culos con sus naturales consecuencias: pérdida del gusto ha- cia la base de la lengua, sequedad de la garganta, apagamien- to de la voz, dispnea &.a La vista sufre, como es natural. La conjuntiva es atacada tanibien por esta hiperemia patológica, y desde muy temprano se puede notar el encarnizamiento del ojo; pero la visión no disminuye hasta en los últimos tiempos de la enfermedad, y eso no siempre. Cuando la hiperemia es considerable hay/o- tofobia; pero la sensibilidad de la conjuntiva al tacto, si á DE LOS GRIEGOS. 15 veces disminuye, nunca se pierde enteramente. El reblande- cimiento de la córnea es muy raro. En tanto que no haya complicación extraña á la enferme- dad el oido se conserva inalterable y la audición se verifica perfectamente bien hasta el último dia. Hasta ahora no me he ocupado sino en el estudio de los sínto- mas locales y de su relación con la verdadera naturaleza del mal en su forma puramente tuberculosa. Tócame examinar el estado general del enfermo y la relación de ese estado con di- cha naturaleza de la elefantiasis. Pero ya va muy larga esta carta y suspendo aquí para continuar en la próxima. Por ahora me despido de usted deseándole salud y bie- nestar. Soy su amigo sincero y deseoso servidor. . MARCELINO S. VARCIAS. CARTA TERCERA. Junin, Marzo 19 de 1881. Mi muy querido amigo: En mi carta anterior hice una reseña rápida de los sínto- mas locales que se observan en la elefantiasis de los griegos de forma tuberculosa y esplique la razón de esos síntomas, es decir, la relación que existe entre ellos y la verdadera natu- raleza- del mal. Unas pocas palabras más bastarán para ter- minar mi explicación. " Se sabe que el pulmón no es el asiento de los fenómenos de combustión. Hoy admiten los fisiologistas que la combus- tión respiratoria tiene lugar en la sangre y, sobre todo, en los tejidos. Los glóbulos que absorven el oxíjeno en los pulmones lo llevan á lo lejos en la economía. En todo el trayecto del sistema arterial conserva la sangre su apariencia encarnada. Es seguro que la sangre arterial no es el asiento activo de los fenómenos de combustión, y una prueba de ello es que la sangre arterial es menos caliente que la sangre ve- nosa. Es, pues, en el sistema capilar y, sobre todo, al través del espesor de las paredes de los vasos capilares, en la intimi- dad misma de los tejidos, que tienen lugar las combustiones respiratorias. LA ELEFANTIASIS DE LOS GRIEGOS. 17 La oxihemoglobina cede el exceso de oxíjeno que ha ab- sorbido y lo trasporta sobre materias oxidables que deben ser eliminadas de la economía y se convierte así en hemoglobina reducida. Esta curiosa materia cristalina que forma la parte esencial de los glóbulos de la sangre es, pues, también el vt- hículo del oxígeno. (Ad. Wurtz.) Se concibe fácilmente qué fenómenos han de verificarse en los puntos en que los capilares están excesivamente dilatados. Si esta excesiva dilatación tuviera lugar sin que las paredes de esos vasos se adelgazaran, la combustión seria mas activa y más rápida, y la trasformacion de las materias complejas en productos intermediarios se haria algo mas bruscamente ó algo menos gradualmente. Pero aquella dilatación se verifica á expensas del espesor de las paredes de'los capilares y el adel- gazamiento de esas paredes las hace aptas para dejarse atravesar por el suero de la sangre, y ese suero deposita allí la albúmina y forma la fibrina, la coagulación de las cuales forma cuerpos que interpuestos entre los capilares y los tejidos naturales constituyen un obstáculo para que la combustión se verifique como en el estado normal. Por la sobreactividad de la con- bustion al principio de la enfermedad es que se observa el aumento de calor en las partes afectadas. Por la disminución de ella hay después tendencias al enfriamiento en esas partes. Pero hay mas aún. Como órgano respiratorio la piel desem- peña cierto papel en el cambio de gases que se verifica entre la sangre y el aire exterior. Es pequeño, sjn,duda, este cambio, pero él se verifica en ej estado sano y no por ser pequeño deja de tener influencia en la economía la falta de él. Scharling ha hecho experiencias á éste respecto y ha obtenido como resultado el conocimiento de que la piel funciona como el pulmón, aun- que con una intensidad cien veces menor, poco más ó menos. * 2 18 LA ELEFANTIASIS En el aire confinado en el cual se han hecho estos experi. mentos, la cantidad de oxigeno ha disminuido ligeramente y el ácido carbónico ha aumentado en la misma proporción. La ausencia de esta respiración cutánea es la que hace que el elefanciaco experimente cierta dispnea á poco ejercicio cor. poral que haga ó cuando se somete á temperaturas elevadas. A ella se debe aquella tendencia al reposo, aquella inclinación al sueño, aquella pereza física y moral que le obliga á no hacer nada ni por su propia salud. He dicho que los tubérculos están constituidos por fibrina y albúmina que depositadas en el tejido dérmico se han coa. guiado allí. Esto me obliga á decir algo acerca de las condi- ciones que aquellos cuerpos necesitan para coagularse. " La fibrina no existe formada en la sangre; pero en este líquido existen los elementos que deben constituirla y los ma- teriales con la concurrencia de los cuales ha de formar?e: la paraglobulina 6 materia fibrino-plástica y el fibrinógeno. El plasma, el suero de la sangre, la mayor parte de los líqui- dos y de los tejidos del organismo contienen paraglobulina. Este principio es soluble en el agua, no coagulable espontá- neamente y se precipita de sus soluciones acuosas diluidas por una corriente de ácido carbónico. Es notable este principio por la singular propiedad que tiene de determinar en algunos instantes la coagulación de ciertos líquidos del organismo que no son espontáneamente coagulables, (líquido del hidrocle líquido peritoncal, pericardial, de la pleura &.') Por esto se le ha dado el nombre de materia fibrino-plástica. " Pero la paraglobulina no determina la coagulación de todas las soluciones albuminosas; no provoca ese fenómeno sino en un número restringido de líquidos orgánicos y princi. DE LOS GRIEGOS. 19 pálmente en el plasma sanguíneo. La separación de la fibrina exije el concurso de otro producto, que se ha logrado aislar y que ha recibido el nombre defbrinógeno. " A Hoppe Seyler se debe la experiencia siguiente que de- muestra con evidencia la recíproca influencia de esos dos cuer. pos en la producción de la fibrina. Este químico diluye uno de ellos en el agua, precipita la solución acuosa del segundo por la adición de sal marítima en polvo, después filtra y agrega el contenido del filtro al primer líquido. Obtiene así una so. lucion bajo la influencia del agua salada diluida; pero el lí- quido límpido se coagula al cabo de algún tiempo como lo haría el mismo plasma. " El plasma privado de paraglobulina no se coagula á menos que se le agregue la paraglobulina quitada; privado de fibri. nógeno no se coagula aun después de la adición de paraglo- bulina.*" En cuanto á la albúmina de la sangre ó serina bástenos saber que una temperatura de 73° la coagula; pero que la presencia de sales alcalinas hace descender ese límite y puede así coagularse á una temperatura menor. Con el alcohol puede verificarse esa coagulación aun en frió. Está demostrado que la sangre contiene sales alcalinas en cantidades considerables y es seguro que la albúmina que ha salido con el suero de la sangre en su extravasación puede coagularse á la temperatura del cuerpo humano vivo. Ahora, si consideramos que todo cuerpo extraño, aunque sea un fragmento de tejido vivo, introducido en la sangre de- termina su coagulación, tendremos que la del plasma extra. vasado puede verificarse por la presencia de los tejidos vivos con los cuales viene á ponerse en contacto. Así lo ha demos. trado M. León Frederico en la Universidad de Lieja. Este *P. Schutzcmberger. Armand Gautier. 20 LA ELEFANTIASIS ilustre profesor, para confirmar la verdad de este hecho, toma la vena yugular de un caballo, inmediatamente después de muerto y de haberla ligado previamente; luego la divide en cuatro segmentos por medio de otras tres ligaduras. En dos de esos segmentos introduce finísimos estiletes de vidrio bien agudos y estirados á la lámpara y deja los otros dos segmentos intactos ; luego abre sucesivamente los cuatro y muestra que, mientras que la sangre de los segmentos que han permanecido intactos queda líquida, en la de los otros se ha formado un coágulo al rededor de los estiletes. En el animal vivo se obser- va lo mismo con todo cuerpo extraño aunque éste sea un tejido vivo: huesos, tendones &.* La temperatura mas propia para la formación de la fibrina es la del animal al cual pertenece la sangre que suministra los elementos que la forman. Los detalles que preceden son bastantes para convencernos de que lo que llamamos tubérculos y los engrosamientos de la piel en la elefantiasis de los griegos no son sino depósitos de albúmina y de fibrina coagulados después allí. Cuando se somete el cuerpo humano vivo á una baja tem- peratura ó auna atmósfera saturada de humedad, la traspiración disminuye ó se hace imposible, según el caso. Entonces aumenta la secreción urinaria. Recíprocamente : una atmós- fera caliente y seca disminuye la orina y aumenta el sudor. Esto sucede porque la economía tiende siempre á deshacerse de aquello que le sobra' ó le es extraño. Suprímase brusca- mente el sudor de los pies y se tendrá un accidente, muchas DE LOS GRIEGOS. 21 veces serio en otra parte de esa economía. Suspéndase de una manera intempestiva una vieja secreción mórbida y se tendrá como consecuencia una enfermedad grave, regularmente un derrame seroso, una hidropesía. En la elefantiasis de los griegos se suprime el sudor, la traspiración sensible y la insensible, en los puntos ocupados por los manchas ó las tubérculos, y esta supresión tiene natu- ralmente su resonancia en otras partes: en la piel, donde nuevas manchas congestivas aparecen; y en otros órganos en los cuales se forman también focos hiperémicos consecutivos, puntos de partida de infartos aíbumino-fibrinosos y de tubér- culos. Las pleuras, el intestino, el hígado, la vesícula biliaria, el bazo, la superficie externa de la vejiga, el tejido del útero y de los ríñones nos ofrece tales alteraciones consecutivas. Nótese bien que las alteraciones de las nefritis albuminosa son muy frecuentes en la elefantiasis tuberculosa. Es notable que el exceso de albúmina y de fibrina en la sangre del elefanciaco tenga sus épocas de disminución y que las épocas de ésta disminución coincidan con la aparición de nuevos tubérculos en los puntos congestionados. La econo- mía tiende á desembarazarse de esas sustancias que le sobran y son como cuerpos extraños en ella. A cada esfuerzo que hace para arrojarlos hay aparición de nuevos tubérculos é infartos, aumento de los yá formados y disminución en la sangre de la albúmina y fibrina. Luego vuelve á cargarse de estos elemen. tos para dar lugar á un nuevo esfuerzo de eliminación. Con frecuencia van acompañados estos esfuerzos de calofríos fugaces que aparecen de una manera inopinada, á los cuales sigue una fiebre pasajera que solo dura algunas horas y suele terminar con sudor á veces profuso, de las partes sanas de la piel. A veces falta el calofrío y la fiebre sobreviene cuando el enfermo menos lo piensa; otras ocasiones solo tiene lugar eí 22 LA ELEFANTIASIS sudor. Estos accidentes suelen repetirse por dos, tres, ocho dias; luego se restablece la calma para ser de nuevo alterada hacia la época de una nueva evolución tuberculosa. Ellos son tanto mas intensos cuanto mas ha avanzado la enfermedad y mas extensos sean los daños que hay en la piel. Al principio se limitan á esas alternativas de calor que bajo la apariencia de oleadas suben repentinamente á la cara ó se presentan en otras partes haciendo experimentar la sensación de quemadu- rao de un cuerpo caliente aplicado á la piel. Estos calofríos y estas fiebres constituyen los síntomas generales que se observan en todo el curso de la enfermedad y la acompañan hasta los últimos dias del enfermo en los cua- les toman el carácter de una fiebre héctica por la extrema debilidad á que llega y los multiplicados puntos de supuración que se forman. Antes de terminar esta carta volvamos por un momento á los síntomas locales y veamos cómo acaban los tubérculos. Los tubérculos ya formados permanecen por algún tiempo estacionarios. A su nivel la piel es lustrosa, lo que se debe mas bien á la tensión estrema que ella sufre que á secreción de materia sebácea alguna. Son duros al tacto, resistentes, insensibles. Al cabo de un tiempo más ó menos largo la piel del vértice ó de los lados enrojece, luego se abre y el depósito albumino-fibrinoso se reblandece. De aquí resulta una ulcera. cion que produce nó pus de buena calidad sino una sanie sanguinolenta. Al cabo de algunos dias esta supuración cal- ma y la superficie de la ulceración es cubierta por una eos- tra delgada que nada tiene de cicatriz. A una nueva re- crudescencia la supuración excava de nuevo la úlcera y la extiende mas en superficie y en profundidad. Frecuentemente este trabajo supurativo tiene por efecto la eliminación com- DE LOS GRIEGOS. 23 pleta del tubérculo y solo queda la cicatriz que ya es firme y está al nivel de la piel sana. Yo no creo que el cambio de carácter que se observa en el individuo enfermo de elefantiasis constituya un síntoma característico de la enfermedad, pues se observa en casi todas las enfermedades crónicas y depende de la conciencia que el paciente tiene de la gravedad de su mal y de la poca espe- ranza que concibe acerca de su curación. De aquí ese mal humor y ese profundo disgusto que tiene el enfermo de que se le hable y se le trate especialmente por personas extrañas. La satiriasis, de que tanto mérito se hace, no la he obser- vado en ningún enfermo y puedo asegurar que no existe como síntoma de la elefantiasis. Si de parte del enfenno hay una inclinación más marcada á satisfacer las exigencias del instinto sexual se debe á la ausencia de otra clase de placeres y á la soledad á que casi siempre se ve reducido. Es mas bien fre- cuente que ese instinto disminuya. La disminución de la memoria es cosa que no merece especial mención por no ser un fenómeno peculiar á la enfer- medad. Este es un síntoma que acompaña á otras enfermeda- des crónicas y no requiere que fijemos la atención en él. La caida de los pelos solo se observa en los puntos ocupa. dos por la congestión. I Qué pasa en el tubérculo que se abre y supura ? ¿ por qué se presenta esa supuración ? Estas son cuestiones en las cuales nos ocuparemos cuando tratemos de los parásitos que en el ele- fanciaco se han observado. En cuanto á la curiosa particularidad de existir en los tubérculos de algunos enfermos, y en las costras que en ellos se forman, millares de acarus amontonados allí, diré sola. mente que eso se debe á la impunidad con que pueden vivir 24 LA ELEFANTIASIS esos insectos en puntos que, privados de sensibilidad, no advierten su presencia al enfermo, pudiendo por lo tanto, multiplicarse hasta el infinito. Exactamente lo mismo sucede , con las niguas que se insinúan en las partes insensibles donde llegan á su mayor desarrollo sin que el enfermo caiga en cuenta de ello, hasta que inflamándose los puntos ocupados por ellas hacen fijar en ellos la atención. En mi próxima carta me ocuparé de la forma puramente anestésica de la elefantiasis de los griegos. Soy su amigo sincero y deseoso servidor, MARCELINO S. VARGAS. CARTA CUARTA. Junin, Marzo 27 de 1881. Querido amigo: He demostrado en mis cartas anteriores: 1.° Que la forma tuberculosa de la elefantiasis es una congestión de la piel; 2.° Que esta congestión llevada hasta más allá del lí- mite fisiológico de distensión de los capilares produce la hipe- remia permanente, porque los inhabilita para contraerse sobre el líquido que por ellos circula; 3.° Que esta dilatación adelgaza las paredes de los capilares y separándolas mallas de su tejido las hace aptas para dejarse atravesar por una canti- dad mayor del plasma de la sangre que la que se necesita para la reparación de los tejidos; 4.° Que este exceso de los elemen. tos de la sangre depositado en los intersticios del tejido dér. mico, hallándose en condiciones favorables, después de pro- ducir el edema de las partes se coagula y forma los engrasa- mientos de la piel y luego los tubérculos ; 5.° Que una gran parte de este exceso de los elementos de la sangre es arras- trado por los vasos linfáticos al torrente circulatorio y forma el exceso de albúmina y de fibrina que en ella se observan; 6.° Que la economía tiende siempre á desembarazarse de ese exceso y que los esfuerzos que hace para eso determinan nue- 26 LA ELEFANTIASIS vas congestiones en la piel y en otros órganos, donde se for- man nuevas manchas, nuevos infartos y nuevos tubérculos; 7.° Que la piel no puede ejercer sus funciones en los puntos afectadas y que esto es una causa más para que aquellas alte- raciones se presenten. En esta carta vamos á exponer la forma anestésica de la elefantiasis de los griegos y su naturaleza real. La médula espinal se halla inmediatamente envuelta por una membrana fibrosa en extremo resistente que la protege y la sostiene. La superficie externa de esta membrana se halla cubierta por una notable red vascular que la cubre en toda su extensión. Parte de esta red vascular se halla contenida en el espesor de esa membrana que no es otra que la pia-ma- ter. Al través de esa membrana pasan los vasos que van á la médula y que vienen de ella, de tal modo que viene á formar para cada vaso un anillo rígido é inextensible. La pia-mater está exactamente aplicada contra la médula espinal, se amol- da sobre ella y ejerce sobre ese órgano cierto grado de com- presión. A esta compresión y á la inextensibilidad de la pia-mater raquidiana se debe la rareza de los derrames san- guíneos en el espesor de la médula y los funestos efectos de esos derrames cuando tienen lugar. Sobre la pia-mater se halla colocada la hoja visceral de la aracnoides; y entre las dos existe una cantidad de serosidad destinada á lubrificar la superficie de la pia-mater. Hay, pues, entre la superficie ex. terna y la hoja visceral de la aracnoides un espacio lleno de serosidad. Estos pequeños datos anatómicos nos son indispensables DE LOS GRIEGOS. 27 para explicar el mecanismo y la naturaleza de la forma anesté- sica de la elefantiasis de los griegos. Debe tenerse presente, ademas, que de los cordones poste- riores de la médula, emanan las raíces posteriores de los ner- vios raquidianos y que estas raíces posteriores están afectas al sentimiento así como las anteriores lo están al movimiento. La elefantiasis de los griegos de forma puramente anes- tésica es la congestión de los vasos sanguíneos de la pia-mater que produce como consecuencia la compresión lenta y gradua- da de la médula espinal. Aquí, cpmo en la forma tuberculosa, examinemos los sin- tomas, analicémoslos y démosnos cuenta de lo que pasa en el canal vertebral para llegar á una conclusión irrefutable. Apelemos á un ejemplo para explicarnos mejor. Una persona de las que acostumbran siempre andar cal. zadas con el pié bien abrigado se ve precisada, por cualquier causa, á andar con el pié desnudo por una pradera cubierta de rocío durante algunas horas. En el curso del día, aquel hombre no experimenta malestar alguno; pero llega la noche y, después de acostarse, siente en la nuca un dolor gravativo que lo molesta bastante. Pasa la noche y el dolor se disipa en parce; solo queda una sensación de peso hacia la región cer. vical, en la cual el enfermo no fija la atención porque -no le impide entregarse a sus ocupaciones Con frecuencia esta sen. sacion desaparece y solo se presenta á consecuencia de algún exceso. Así trascurre algún tiempo; el individuo se considera perfectamente sano ; pero nota al cabo de cierto período más 28 LA ELEFANTIASIS ó menos largo, que en ciertos puntos la piel se ha puesto más sensible que de ordinario y que el más ligero frotamiento es en exceso doloroso. Esta hiperestesia dura tres, ocho, diez dias ó más y deja en su lugar una disminución de la sensibili- dad ; pero basta una excitación general cualquiera para que la hiperestesia reaparezca en los mismos puntos, dure algunos dias y dé lugar de nuevo á la anestesia que cada vez es más profunda y ataca una modalidad más de la sensibilidad ; así es que primero se pierde la sensibilidad al dolor, luego la sensibilidad al contacto y por último la sensibilidad á la pre- sión. Esta última no se pierde del todo sino en los puntos en que no hay debajo de la piel músculos, pues, donde los hay, estos sienten la presión. Lo que es digno de notar es que en estas alternativas de hiperestesia y anestesia el término medio no existe y la sensibilidad normal no aparece ; á la hiperes- tesia sucede inmediatamente la anestesia sin que en la tran- sición de la una á la otra se observe la sensibilidad natural 6 fisiológica. - Hay mas : esta hiperestesia que se observa en esta enfermedad es más bien una exageración de la sensibi- lidad al dolor que un aumento de la facultad del tacto. Si se aplica el dedo o se frota muy suavemente la parte afectada el enfermo no siente, ó siente muy obtusamente ese contacto ó ese frotamiento; pero si se pasa de la presión ó el frotamien- to suave á ejercerlo gradualmente con más intensidad, se pasará bruscamente de la insensibilidad al dolor atroz sin que en ese intermedio haya lugar á experimentar ese contacto ó fro- tamiento como en el estado de salud. Con mucha frecuencia el enfermo siente prurito en las partes afectadas. Si lleva la mano á ellas para satisfacer la necesidad que ese prurito ins. pira no la satisfará si se frota muy ligeramente porque la in- sensibilidad se opondrá á ello, ni la satisfará si se frota con algo de fuerza porque el dolor será muy vivo y apesar de este DE LOS GRIEGOS. 29 dolor el prurito seguirá como antes. Hiperestesia al dolor coexistiendo con la anestesia al contacto y á la presión. Exa- geración de una de las modalidades de la sensibilidad coinci- diendo con la disminución ó la ausencia de las otras mo- dalidades. Cada vez que aquellos accesos de hiperestesia pasan se observa que la sensibilidad es menor; y llega un tiempo en que esos accesos se disipan del todo y entonces las modalida- des todas de la sensibilidad han desaparecido para dar lugar á la más completa anestesia. Toca usted una de las partes anestesiadas y el enfermo no siente el contacto; aplica usted un cuerpo muy frío 6 muy caliente á ella y no tiene el senti- miento de temperatura ; pincha los tegumentos con un alfiler ó les aplica un cuerpo incandescente y no experimenta dolor alguno. Picadas rápidas y fugaces como las que hemos observado en la forma tuberculosa tienen lugar en esta forma pero en puntos más multiplicados. El enfermo las experimenta con mucha frecuencia en los pies, sobre todo en los dedos y muy especialmente en el dedo gordo. También son constantes en los dedos de las manos y en general en todos aquellos puntos en que la sensibilidad ha sido alterada. Hay un punto en que esas punzadas son profundas y semejantes al dolor producido por un clavo sumergido allí á intervalos : es en la unión de los dos tercios inferiores con el tercio superior del muslo y en la región interna de él. No es la vena safena la que sufre estos dolores, como lo dice el doctor de la Parra; es el nervio safeno interno el sitio de esas picadas. * Someta usted al enfermo á una completa oscuridad, coló- quelo-á cierta distancia de una mesa donde ha puesto algún objeto, un libro poco voluminoso, por ejemplo. El enfermo se acercará con seguridad á la mesa y adquiere la conciencia 30 LA ELEFANTIASIS de que la mesa esta á su alcance yá, porque el sentido mus. cular se lo indica, mas no porque el tacto se lo revele; pero busca en vano el objeto que hay sobre ella y aunque lo toque mil veces no lo halla, á menos que él sea bastante pesado para que oponga alguna resistencia, en el cual caso el sentido muscular la hallará. En este estado la vista viene a reem- plazar el tacto. Con todos estos síntomas que se observan de parte de la sensibilidad coinciden otros síntomas no menos importantes de que son sitio los músculos de la vida de relación. Desde muy temprano el enfermo experimenta calambres en diver. sos músculos, especialmente en las pantorrillas, sobre todo por la noche, en extremo dolorosos. Al mismo tiempo se observa cierto estremecimiento fibrilar, en los músculos de la mano particularmente, y más notable cuando esos músculos entran en contracción. Esta contracción se verifica ademas, y cuan- do no es brusca ó repentina, por pequeñas sacudidas. Este estremecimiento fibrilar es el principio de la atrofia de los músculos de las extremidades y se presenta mucho des- pués de haber principiado las lesiones de la sensibilidad que he enumerado. Aquí no es la atrofia por parálisis lo que se observa; es la parálisis por atrofia. Mientras que en otros casos, en la congestión cerebral, por ejemplo, la parálisis antecede á la atrofia, en la forma anestésica de la elefantiasis viene prime- ro la atrofia y en seguida la parálisis por destrucción de 1 desconocido antes, adquirió las pro. porciones de una gran calamidad, de una peste, como se de- cía entonces. Esto tuvo lugar entre el año de 1494 y el año de 1496. Simón de Hamburgo precisa la fecha en que apareció, que seria en el mes de febrero de 1405, época en la que los franoeses conducidos por Carlos VIII ocupabas el reino de Ña- póles. ¿Era el mal venéreo? Eeo nadie lo duda bey "(Valleix). DE LOS GRIEGOS. 79 "Bajo el nombre de enfermedad de Brunn, Tomás Jourdan describía en 1578 una epidemia de sífilis que habia estallado á consecuencia de la aplicación de ventosas escarificadas he- chas en muchas personas. "En 1800, el doctor Cambrery publicaba una historia de la enfermedad dicha de Scherlievo ó de Fiume. Sus síntomas eran erupciones, anginas específicas, ulceraciones del velo del pala- dar, dolores osteócopos y úlceras serpiginosas. Esta enferme- dad que habia atacado muchos millares de personas existia ha- cia mucho tiempo. De la misma naturaleza era la enfermedad llamada Faealdina. Sifilítica es también el Sibbens de Escocia, ó Siwen á Yaws descrito por Gilchrist i por Benjamín Bell. El radezyge (mal inmundo) que el doctor de la Parra dice ser elefantiasis, no es sino una enfermedad sifilítica según el doctor Boeck á quien debemos creer mas bien porque la conoce y la ha descrito. " Principió en 1710 á consecuencia de la permanencia de un buque ruso en en Stavanger (Noruega). Se propagó rápidamente por el coito, por el contacto de los niños de pecho con las nodrizas y recíprocamente, y dio lugar á información en eclesiásticas y administrativas. En 1771 reconoció su naturaleza sifilítica una comisión compuesta de médicos de Copenhague, entre los cuales estaban los doctores Deegen, Steffens* Tychsen. En Estonia y en el Jutland ha reinado epidémicamente la misma enfermedad. Bajo el título de mal habyle 6 sífilis de Djurjura los doctores Vincent, Deleairy Dega han purblicado memorias en que lanaturaleasa sifilítica de la afección queda demostrada. El mal de la bahía de San Pablo (Canadá) llamado en 1770 mal inglés, que en 1775 atacó 5,80© personas fué comparado por Swediaur al mal venéreo del siglo XV. Una epidemia semejante fué ©b. servada en las islas Malocas en 1718. 80 LA ELEFANTIASIS ' " Bajo el nombre de pian y aws ó frambuesas se han descrito erupciones, fungosidades observadas en los negros de África, sea en su país de origen sea en las colonias, que tienen grandes analogías con la sífilis y parece haber existido en la raza negra desde una época muy remota; Sydenham y Astruc aseguran que era muy anterior á la aparición de la sífilis en Europa. Así, pues, la sífilis ha podido llevar diferen- tes nombres y aun afectar formas variadas según los lugares y las razas ; y si ha podido ser desconocida en los tiempos modernos, con mayor razón se explica cómo en la Edad media y en la antigüedad ha sido con frecuencia confundida con otras enfermedades é incompletamente descrita." (Valleix). Es seguro que los hebreos no estarían antiguamente muy adelantados en la ciencia del diagnóstico y que la palabra tsaráth la emplearan para designar diferentes enfermedades de la piel, en aquellos tiempos solo curables por milagro. Los árabes que mejor que cualesquiera otros han recibido en su mayor pureza y más directamente las tradiciones del pueblo escogido daban el nombre de lepra (que es la traducción de esa palabra) á todas las enfermedades de la piel en sus formas más repugnantes ; y aún todavía los españoles que aprendieron de los árabes y los hispano-americanos que aprendieron de los españoles llaman lepra á varias y distintas afecciones de la piel y á toda erupción ó ulceración crónica cualquiera que sea su naturaleza ¿qué mucho que en los siglos de ignorancia se confundieran todas las enfermedades de la piel bajo la común denominación de lepra y que considerándolas todas de la mis. ma naturaleza fueran reputadas como elefantiasis, sobre todo en Europa, donde no conocían esta última enfermedad ? Los traductores latinos han dado como equivalente de la palabra tsaráth la palabra lepra también. Lepra viene del DE LOS GRIEGOS. 81 griego lepros que significa escamoso. De aquí resulta que en los tiempos antiguos toda eufermedad escamosa de la piel era reputada como la elefantiasis y que, ademas de algunas ma- nifestaciones sifilíticas de la piel, la lepra vulgar y todas las formas de la psariasis, la pitiriasis alba la pitiriasis rubra y la pitiriasis nigra eran consideradas como tales. Pero hay mas: no solamente se ha aplicado el nombre de lepra á las manifestaciones sifilíticas de la piel y á las otras enfermedades escamosas de ella, sino que se han llamado así otros males enteramente distintos. Puedo citar como ejemplo el vitíligo llamado en otro tiempo morfea blanca y lepra blanca. Y el vitíligo nada tiene que ver con la elefantiasis de los griegos ni por su forma, ni por su naturaleza, ni por sus con- secuencias, aunque no haya faltado para considerarla como tal ni aun el caldo de víbora como medio curativo. Si enfermedades tan distintas han sido confundidas todas bajo el nombre de lepra cuánto mas lo habrán sido el Botón de Alepo y el Botón de Biskra que dan al enfermo un aspecto tan parecido al de un elefanciaco tuberculoso ? Encuentra usted, en efecto, en una persona que padece de botón de alepo tubérculos que van aumentando lentamente en volumen y á los cuales les llega al fin su período de supuración y de ulceración y luego su indeleble cicatriz. En el de Biskra hallará también tubérculos desde el volumen de una lenteja hasta el de un grande garbanzo á los cuales les sobreviene su rubicundez y su descamación y luego las ulceraciones de bordes cortados á pico con su materia sero-purulenta de olor sui ge- neris; y si á esto agrega usted la circunstancia de que esos tubérculos ocupan las extremidades de los miembros y la cara, fácilmente concebirá que han podido confundirse con la ele- fantiásis cuando no se diagnosticaba bien. 82 LA ELEFANTIASIS Traduzco de un autor, M. Valleix, lo siguiente acerca del lupus. " La enfermedad principia ordinariamente por la aparición de un punto rojo oscuro que hace salida sobre el nivel de la piel, duro y poco extenso en superficie : es lo que se ha designado bajo el nombre de tubérculos. Los tubércu- los tienen un volumen variable. Ordinariamente son poco desarrollados al principio y permanecen tales durante mucho tiempo. En algunos casos, al contrario, su volumen es consi- derable desde el principio; en casi todos aumenta considera- blemente al cabo de cierto tiempo......... Son más ó menos numerosos (los tubérculos) y más ó menos cercanos unos de otros, de tal suerte que al principio no hay frecuentemente sino un pequeño número, mientras que en ciertas variedades se multiplican é invaden una grande superficie. En todos los casos su número aumenta con el tiempo........." M. Cazenave describe así una variedad de lupus : " En algunos casos bien raros, dice, la enfermedad parece no afectar- sino las capas mas superficiales del dermis. Se observa enton- ces, sobre todo en la cara, y en particular en las mejillas. No se desarrollan tubérculos, ni se forman costras ; pero la piel toma un tinte rojo, la superficie enferma está ocupada por las esfoliaciones epidérmicas; la piel se adelgaza gradualmente, está lisa, luciente, roja......la rubicundez desaparece bajo la presión del dedo ; el enfermo no experimenta ningún dolor..." Lo mas ordinario es que los tubérculos se desarrollen, que permanezcan estacionarios durante largo tiempo y acaben por ofrecer una ulceración irregular. El asiento del lupus que destruye en superficie es la cara y sobre todo la nariz; pero suele ocupar á la vez otros puntos d#l cuerpo en una grande superficie. Cazenave describe el lupus con hipertrofia de la manera DE LOS GRIEGOS. 83 siguiente : " Esta variedad presenta fenómenos enteramente notables : principia ordinariamente en la cara, que es su asien- to casi exclusivo, por tubérculos poco salientes, blandos, indo- lentes, de ordinario muy numerosos ; éstos ocupan superficies bastante extensas, una gran parte de la mejilla, por ejemplo, algunas veces toda la cara; no se ulceran en su vértice. Poco á poco la base de esos tubérculos se ensancha, la piel y el tejido celular subyacente se vuelven el sitio de un infarto indolente y las superficies enfermas hinchadas, ofrecen una especie de abojotamiento enteramente notable. Al cabo de cierto tiempo la cara está llena de puntos rojos que no son otra cosa que los tubérculos que, á consecuencia de la tume- facción de las partes subyacentes, se encuentran al nivel de la piel." No falta en esta variedad ni la tumefacción de las partes afectadas, ni el ectropion, ni la epífora, ni la obliteración de las narices, ni el aspecto que ofrece la cara del elefanciaco. Esto ha debido reputarse en la Edad Media como verda- dera lepra. De todo lo que antecede concluyo: 1.° Que los casos que se citan como de contagio, - casos ais- lados i raros enteramente -no prueban tal contagio, porque han tenido lugar en climas en que es ya ó puede ser endémica la elefantiasis de los griegos por ser favorables á la producción de la enfermedad. 2.° Que la elefantiasis de los griegos ha sido confundida en los siglos pasados con otras enfermedades, contagiosas ó no, y que esta confusión ha dado lugar á la creencia en el con- tagio. 3.° Que la epidemia que te dice hubo á consecuencia de las Cruzadas no fué sino una mezcla heterogénea de varias 84 LA ELEFANTIASIS DE LOS GRIEGOS. enfermedades reputadas como elefantiasis de los griegos, en- tre las cuales estaba la sífilis, que no pudo ser estudiada y descrita racional y metódicamente sino á fines del siglo XV, y 4.° Que la elefantiasis de los griegos no es contagiosa. Soy su amigo sincero y deseoso servidor, MARCELINO S. VARGAS. Nota.—Los datos históricos sobre la sífilis Iob he tomado de M. Valleix. CARTA UNDÉCIMA. C J± T_T S .A. S . Junin, mayo 23 de 1881. Mi muy querido amigo : Herencia.—Yo divido las enfermedades hereditarias en dos clases, á saber: 1.° Enfermedades francamente heredita- rias, es decir, aquellas en que el producto de padres enfermos nace ya con la enfermedad. 2.° Enfermedades indirectamente hereditarias, es decir, aquellas en que el producto de padres enfermos nace alentado pero predispuesto á contraer la enfer- medad bajo la influencia de otras causas. Entre las enfermedades de la primera categoría compren- do todas las enfermedades contagiosas. Así, una mujer que está con la viruela ó la sífilis y da á luz durante la enferme- dad producirá un hijo varioloso ó sifilítico, según el caso. En la segunda categoría coloco todas las enfermedades constitucionales crónicas. Así, el hijo de padres cancerosos, escrofulosos &.a nace alentado pero con la predisposición para contraer el cáncer ó la escrófula bajo la influencia de cual- quiera causa y muchas veces expontaneamente. 86 LA ELEFANTIASIS En otros términos : los que padecen enfermedades causa- das por la presencia en la sangre da microbos infecciosos o virus dan productos primitivamente enfermos, mientras que los que sufren afecciones que no tienen aquella naturaleza, pero caracterizadas por un vicio constitucional, no trasmiten á sus hijos sino la predisposición. i Se hereda la elefantiasis de los griegos % en otros térmi- nos : el hijo de padres elefanciacos nace con la enfermedad \ No: no solamente no nace con síntoma alguno de la enfermedad sino que desde que nace hasta la época en que en él aparece (suponiendo que aparezca) trascurren diez, veinte, treinta y más años. Luego no es la enfermedad la hereditaria sino la predisposición, la cual permanece latente en el individuo hasta que una causa cualquiera hace qne aparezca la enferme- dad en él. Muchas veces el hijo de padres elefanciacos crece, vive largos años y muere ya viejo sin que en sus dias haya vis- to aparecer uno solo de los síntomas de la enfermedad; pero ella aparece en los hijos de éste, porque les ha legado la pre- disposición que habia adquirido y el mal se ha presentado á favor de una causa cualquiera. Todo el mundo es testigo de estos hechos que nadie se atreverá á poner en duda. Ahora yo quiero dirigir una pregunta a los señores que creen en el origen ó la naturaleza bacteridiana de la enfermedad. El hijo de una mujer elefanciaca, al nacer, tiene la misma sangre de la madre, puesto que durante la gestación la nutri- ción del feto se verifica á espensas de la sangre de la madre. Si nace con la misma sangre, con ésta deben circular las mis- mas bacterias ya desarrolladas; si nace con tales bacterias debe nacer con los síntomas de la enfermedad confirmada. Pero no DE LOS GRIEGOS. 87 sucede así y el niño nace sano, y no padece la enfermedad hasta después de ocho, veinte, treinta años, o no la padece nunca. ¿ Qué se han hecho esas bacterias ? Dónde las guarda por tanto tiempo esa economía, hija de otra economía tan pía- gada de bacterias, según los que sostienen que la enfermedad es de naturaleza parasitaria l Si la elefantiasis de los griegos es contagiosa ¿ por qué el hijo de una mujer enferma no nace con la enfermedad como se nace con la sífilis o con la viruela o las señales de ella i No se hereda, pues, la enfermedad, como se hereda la sífi- lis, la viruela i todas las afecciones evidentemente contagiosas. Lo que se hereda, lo que el hijo de padres elefanciacos trae al nacer es la predisposición o la aptitud orgánica para con- traer la enfermedad, como sucede también con la plétora, la gota, el cáncer, la hipertrofia del corazón, las hernias, el sor- di-mutismo, el idiotismo, la epilepsia, el histerismo, i otras enfermedades no contagiosas. La herencia, pues, no es una causa determinante de la elefantiasis sino una causa predisponente, en cuanto los padres enfermos no trasmiten la enfermedad ya declarada, sino la aptitud para contraerla bajo la influencia de otra causa cual- quiera y muy rara vez espontáneamente. Edad—Los niños hasta la edad de diez años están menos sujetos a contraer la enfermedad. De diez años para adelante la aptitud va siendo más grave hasta la edad de cincuenta años, época desde la cual el individuo ya no la contrae. £¡ex0—El hombre está mas predispuesto que la mujer a ser atacado de la elefantiasis y esto se explica fácilmente ; en razón de la clase de egercicios a que ambos se entregan. Por lo general las ocupaciones de la mujer son sedentarias i no la oblio-an a salir de la casa i someterse a causas determinantes 88 LA ELEFANTIASIS tales como las que obran sobre el hombre que, entregado a trabajos rudos en los cuales el ejercicio muscular activa la circulación, lo exponen, por un cambio brusco de temperatura, a la congestión desmedida de la piel i a la supresión repentina del sudor. Profesiones—Las profesiones que más predisponen a con- traer la enfermedad son aquellas que exijen una gran fatiga y se ejercen a la intemperie, y aquellas en que se somete el cuerpo a una temperatura elevada sin las precauciones necesa- rias para evitar un cambio brusco del calor al frió. Es de ob- servar que la costumbre modifica y aun anula la acción de estas causas, así como una constitución vigorosa. Así, un peón jornalero trabaja todo el día sin que la lluvia o las nevadas produzcan en él la enfermedad ; mientras que una persona delicada no podria someterse a las mismas condiciones sin que se enfermara. Constitución—Aunque todas las constituciones están suje- tas á adquirir la elefantiasis la que, en mi sentir, predispone al individuo y constituye una aptitud especial, es la constitu- ción linfática. De todos los enfermos que yo he conocido la mayor parte son linfáticos. Relativamente á las costumbres tenemos como causas pre- disponentes el abuso del licor y de los placeres venéreos y todo aquello que tienda á debilitar la economía y á asimilar- la á la constitución linfática haciéndola más susceptible de de- jarse impresionar por las causas determinantes de que voy á tratar. Clima?—Pero la principal causa predisponente reside en la acción de ciertos climas. Los climas calidos y húmedos, los cálidos sometidos a vientos frios bruscos son los más propicios para el desarrollo de la enfermedad. Es verdad que en Norue- DE LOS GRIEGOS. 89 ga y en Islandia se observan muchos elefanciacos ; pero allí no es el clima la causa del mal sino la clase de alimentación que favorece su desarrollo. Los individuos que en aquellos países se enferman son en general pobres pescadores cuya es- clusiva alimentación es el pescado. Hay, pues, en ellos dos causas: la alimentación insuficiente y el uso del pescado como único alimento. Tenemos, pues, que la ictiofagia desempeña cierto papel en la producción de la elefantiasis de los griegos ; y una prueba muy clara de ello es que "el espedalskhed ha desapa- recido casi de las islas Feroé en menos de cuarenta años desde que los habitantes han abandonado casi del todo la pesca y el uso de la carne de ballena para entregarse á la agricultura y á una alimentación más variada y más sustancial." (Valleix). Se ha acusado á otra clase de alimentos de favorecer la producción de la elefantiasis, pero no hay hechos bien averi- guados que prueben tal aserción. Se ha dicho que el uso excesivo del maíz y de la carne de cerdo la producen, pero ésto está desmentido por los hechos. El Estado de Antioquia es tal vez, de todos los de la Union colombiana, el que más maíz y carne de cerdo consume y es el en que la enfermedad es mas rara. Como causa de la predisposición para contraer la elefantia- sis yo debo citar los matrimonios entre consanguíneos de constitución linfática, que producen seres más linfáticos, de una aptitud más grande para contraerla, ó más susceptibles an- te las causas determinantes del mal. i Tengo necesidad de decir que los excesos que conducen la economía á un estado de debilitamiento extremo engendran la misma susceptibilidad \ Causas determinantes—Para que las causas determinan- 90 LA ELEFANTIASIS tes ú ocasionales obren en un individuo produciendo la elefantiasis de los griegos es necesario que esté bajo la in- fluencia de una ó de algunas de las causas predisponentes. En una persona de color moreno, de constitución robusta y sana, de atléticas formas cuya alimentación es variada y su- culenta ; que no se entrega á los excesos debilitantes y que vive en una comarca fria i seca ó en una caliente y seca la causa ocasional obrará produciendo otro estado mórbido más bien que la elefantiasis. La principal causa determinante de la enfermedad de que voy tratando es la transición repentina de una temperatura elevada á una baja y el consiguiente paso brusco de la excita- ción suprema á la suprema sedación de la circulación capilar cutánea y mucosa de las vias respiratorias ; el tránsito rápido de la más alta presión sanguínea en los capilares á la parada circulatoria de ellos; la conversión inopinada del organismo capilar en atonía y en inercia! Esta es la elefantiasis de los griegos! Ella es la inmersión del cuerpo acalorado en un estanque de agua fria; la salida sudando de un baile y en seguida la mojada por un aguacero, que fué lo que á mí me pasó ; la im- presión de un viento húmedo y frió en la cara de una persona que trabaja a la puerta de un horno caliente. Esto y todo lo que se le parezca es lo que produce al "Rey de los espantos! Por eso todas las comarcas templadas ó cálidas, dominadas por los vientos fríos de las alturas ó por el aire húmedo de las selvas, son favorables para la aparición y desarrollo de la ele- fantiasis ; y si escogemos como ejemplo de ello a Colombia, ve- remos que la enfermedad es endémica en todos los climas cá- lidos y templados sujetos á cambios repentinos de temperatu- ra ó dominados por vientos impetuosos, fríos ó húmedos. DE LOS GRIEGOS. 91 A un enfriamiento brusco debe atribuirse también la ele- fantiasis en algunas mujeres en quienes se ha presentado des- pués del parto, y no al parto ó al estado puerperal mismo, el cual no obra aquí sino como causa predisponente. Yo debo ad. vertir aquí que nada es tan fácil como contraer la enferme- dad por una imprudencia cometida en tal estado, y que mu- chas mujeres de las que yo conozco enfermas deben á esto su desgracia. Es muy raro que la supresión del flujo menstrual produzca por sí solo la elefantiasis. Lo que yo creo es que cuando dicho flujo se ha suspendido por un enfriamiento brusco es este el que puede causar la elefantiasis y no la amenorrea. Las pasiones violentas y bruscas pueden producir la ele- fantiasis. Así un acceso de cólera ó de terror puede dar lugar < á una de las dos formas de la enfermedad, ó la forma mixta porque pueden congestionar la piel ó los vasos de la pia-mater ó todos á la vez de una manera exagerada. Tales son las causas que produce la elefantiasis de los grie- gos. Por lo demás ellas confirman de una manera que no deja duda la naturaleza puramente congestiva de la enfermedad y contribuyen a negar perentoriamente que sea de origen ó na turaleza parasitaria. Soy su muy sincero y deseoso servidor, MARCELINO S. VARGAS. CARTA DUODÉCIMA. Junin, mayo de 1881. Mi muy querido amigo: Para que el tratamiento de una enfermedad sea racional y científico es necesario que se dirija a la naturaleza íntima de esa enfermedad. Para que podamos curar la elefantiasis de los griegos es necesario que conozcamos su verdadera naturaleza. Y esa na- turaleza no es otra que la que hemos indicado. Todas las veces que hemos obrado en consonancia con ella hemos obtenido buenos resultados. No de otro modo rae curé yo y he curado á otros enfermos. Es indispensable que salgamos del terreno del ciego empi- rismo, que casi siempre perjudica, y que demos a los medica- mentos específicos su verdadero valor, si no queremos vernos desarmados cuando ellos escollen. Instituyamos un tratamien- to, específico si se quiere, pero que atienda á todas las indica- ciones que el mal ofrezca y obre sobre la naturaleza de él. LA ELEFANTIASIS DE LOS GRIEGOS. 93 Sabemos que el aceite áechanlmugra és bueno; pero ¿ sa- bemos por qué 1 pues esto es lo que hay que averiguar para que, en los casos en que sea ineficaz - que no serán pocos - po- damos apelar á otra cosa que lo reemplace con ventaja. Lo mismo digo del tratamiento del doctor Le Clerc, que para mí es muy racional, pero que puede escollar y dejarnos desarma. dos en algunos casos. i Qué medicación debe adoptarse contra la elefantiasis de los griegos! La MEDICACIÓN ASTRINGENTE y LA MEDICACIÓN IRRITANTE SÜSTITÜTIVA. Eso es lo que yo he empleado con buen éxito y eso es lo que los que han curado el Mal han empleado, sin caer en cuenta de la razón de su procedimiento. Bueno será que nos detengamos algunos instantes en exa- minar lo que una y otra medicación son, pues bien lo merece la importancia del asunto. Todo el que haya estudiado Terapéutica sabe que la medi- cación tónica astringente aplicada tópicamente produce, según el modo como se emplee, dos acciones enteramente distintas y aun opuestas. Cuando se somete la piel o las mucosas á la acción de una sustancia astringente disuelta los pequeños vasos y los capila- res se contraen más ó menos, y esta contracción puede llegar hasta el punto en que arrojados todos los líquidos de la parte á los vasos gruesos, se suspenden las exhaluciones, se produce enfriamiento y palidez y una especie de fruncimiento de la 94 LA ELEFANTIASIS parte. Quizás no haya una persona que no haya notado algu- nos de estos fenómenos sumergiendo las manos en un líquido que contenga algún ácido en disolución, caldo de naranja ó de limones, por ejemplo. Si la aplicación astringente no es continuada, cuando ha cesado ella, la sangre y los otros líquidos vienen á circular de nuevo en la parte con más abundancia: hay lo que se llama reacción y se desarrollan fenómenos contrarios á los del prin- cipio de la aplicación del tópico. Habrá más rubicundez, más calor, más sensibilidad, más espesor y firmeza en el tejido. Pero si el tópico astringente es continuado ó se renueva prontamente antes que vuelva á aparecer la vascularidad, los fenómenos primitivos se sostendrán y llegará un momento en que los tejidos quedaran curtidos, si en dicha aplicación ha habido excesos de sustancia astringente y abuso en la duración de la aplicación. Así, pues, usted puede obtener con la medicación astrin- gente, aplicada tópicamente, una acción estimulante, si no la prolonga por mucho tiempo ó no la repite inmediatamente; ó una acción momificante ó tónica en la acepción rigurosa de la palabra. " La administración interior de los tónicos astringentes produce los géneros de efectos fisiológicos que corresponden á otros tantes efectos terapéuticos, Obran 1.° por sus efectos tónicos y astrictivos; 2.° por sus propiedades de coagular ' la sangre, y 3.° por su virtud antipútrida. " (Trousseau.) Los tónicos astringentes ingeridos producen en la membra- na mucosa del estómago la misma contracción fibrilar y vascu- lar que hemos indicado al hablar de su aplicación tópica, y son absorbidas por él difícilmente ; pero 6on absorbidos y van por el intermediario de la sangre á producir sus efectos tóni- DE LOS GRIEGOS. 95 eos y astrictivos sobre los capilares de toda la economía. A éstos deben sus efectos terapéuticos en los flujos mucosos - len- correa, catarro vesical &.*- y en ciertas enfermedades de la piel caracterizadas por la atonía del sistema capilar ó por la disminución de las propiedades plásticas de la sangre-púrpu- ra, hemorragias, congestiones, &.* Es á su acción astrictiva y tónica que se deben los efectos sedantes sobre la gran circulación, la disminución de la fuerza y la frecuencia de las contracciones del corazón y la disminu- ción del calor. En pocas palabras, estas son las propiedades de la medica- ción tónica astringente. Veremos más adelante qué utilidad práctica nos puede proporcionar en el tratamiento de la ele- fantiasis de los griegos. Examinemos, en pocas palabras tam- bién, lo que se llama Medicación irritante sustitutiva. Entiendo por medicación irritante sustitutiva aquella por medio de la cual se reemplaza una irritación patológica por una irritación medicamentosa. La inyección de nitrato de plata que se aplica para hacer abortar una blenorragia cura porque produce en el canal de la uretra una inflamación de fácil y espontánea curación, que, sustituyéndose a la primera la hace desaparecer. Del mismo modo obran ciertos colirios en las oftalmías, las lavativas con tintura de yodo ó de nitrato de plata eñ la di- sentería &." La medicación irritante sustitutiva es, pues, la doctrina de Hanneman aplicada á las irritaciones. Similia simílibus. Por lo demás ella debe ser proporcionada ala intensidad y duración de la afección y sostenerse en las afecciones cróni- 96 LA ELEFANTIASIS cas con tenacidad, sin pasar no obstante de cierto límite en cuanto á la energía de la aplicación. Bastan estas palabras para hacer comprender lo que tal medicación es. Vamos ahora á estudiar la aplicación de una y otra á la elefantiasis de los griegos. En el tratamiento de la elefantiasis pueden presentarse los siguientes casos : 1.° La enfermedad se halla apenas en su principio, es decir, eolo existen en el individuo que la padece manchas en la superficie cutánea con hiperestesia ó con aneste- sia ; 2.° La enfermedad ha pasado de este estado y han apareci- do ya los tubérculos y los engrosamientos de la piel y las mu- cosas ; 3.° Los tubérculos se han ulcerado tanto en la piel como en la mucosa de las vías respiratorias y han aparecido los fenómenos generales en la economía; 4.° La enfermedad es de forma puramente anestésica, y 5.° Es la forma mixta la que se presenta. Cuando la enfermedad se halla en su primer período lo que el médico debe procurar es restablecer la contractilidad de los capilares obrando directamente sobre ellos con las apli- caciones tópicas astringentes y dando á la vez esas mismas preparaciones al interior. Yo he usado con buen éxito las si- siguientes fórmulas. Tanino...........................2 gramos. Agua pura........................250 id. M. Para tomar una cucharada dos veces al dia en dos onzas de agua de azúcar. DE LOS GRIEGOS. 9? Solución normal de percloruro de fierro á 30.° Beaumé..................4 gramos. Agua pura.....................250 id. M. Para tomar una cucharada dos veces al dia. Solución astringente: Solución normal de percloruro de fierro á 40.°.................................8 gramos Agua pura.....................125 id. M. Para barnizar los puntos ocupados por las manchas, dos ó tres veces al dia, procurando que la operación se prolon- gue por cinco á diez minutos para evitar la reacción. Los ácidos minerales, especialmente el ácido hidroclórico pueden usarse al interior bajo forma de limonada y al exterior en lociones, con ventaja. Las lociones sobre las manchas hechas con tintura de yodo son también muy útiles. Suele persistir la anestesia después de la desaparición de las manchas. En este caso deben practicarse algunas fricciones dos ó tres veces por dia sobre las partes insensibles con esencia de trementina ó agua tibia y mostaza. Cuando los tubérculos han aparecido hay que tratar de fa- vorecer la absorción de los elementos que los componen hacien- do sobre ellos fricciones prolongadas con preparaciones apro- piadas, y de tal modo que, á la vez que obren por las sustan- cias que las compongan, se ejerza sobre los tubérculos y las manchas cierto amasamiento (massage) muy favorable para tal absorción. 7 68 LA ELEFANTIASIS Yo hago uso de la pomada resolutiva de Biett procurando ¿ue las fricciones con ella sean largas, multiplicadas y se ha- gan con fuerza. Estas son indispensables condiciones. Con esto, las preparaciones astringentes al interior y los baños ge- nerales frios y largos desaparecieron mis tubérculos. En otros enfermos he hecho desaparecer los tubérculos y las manchas con la loción siguiente hecha tres ó cuatro ve- ces al dia y practicada por largo rato (5 minutos por lo menos.) Solución normal de percloruro de fierro á3.° Beaumé................30 gramos. Tintura de yodo cáustica. Mézclese. Al mismo tiempo administro al interior las preparaciones astringentes, sea la solución normal del percloruro de fierro, sea el tanino, sean los ácidos minerales, especialmente el ácido hidroclórico. En un caso en que el uso de los astringentes no fué eficaz administré el bromuro de potasio á dosis elevada, combinado con la loción anterior. El éxito fué rápido y feliz. Se sabe la acción que ejerce el bromuro de potasio sobre los capilares y esto basta para explicar ese buen éxito. En otro caso administré el bromuro de potasio; pero ha- biendo aumentado la anestesia en la piel del enfermo, éste se resistió á seguir haciendo uso de él y en seguida se hizo recetar por un empírico quien le aconsejó, después de esfuerzos infruc- tuosos, que se hiciera picar de una culebra taya. Asi lo hizo y murió al dia siguiente. Para las ulceraciones de las fosas nasales he empleado con buen éxito las inyecciones astringentes, las de nitrato de plata, las de sublimado corrosivo y las de clorato de potasa, procuran. do limpiar antes dichas fosas con agua tibia para que las 6olu- DE LOS GRIEGOS. 99 ciones obren directamente sobre las ulceraciones, y que el medicamento permanezca el mayor tiempo posible dentro de ellas. Los tubérculos y engrosamiento de la membrana mucosa de la laringe y sus accesorios, que producen la sequedad de la garganta y la afonía, deben ser tratados por medio de las in. yeccioues de líquidos astringentes, especialmente con disolucio- nes de alumbre, i, lo que es mil Veces mejor, con las de nitra- to de plata, tal como se practica en la laringitis crónica sim- ple, por medio de una jeringa semejante á la de Anel. El ni- trato de plata en estas cauterizaciones es inofensivo y no pro- duce casi dolor, por lo cual lo prefiero á cualquiera otra sus- tancia. Empleo la fórmula siguiente : Nitrato de plata,.................4 gramos Agua muy pura.................20 id. M. En los casos rebeldes puédese, sin inconveniente, ele- var la dosis de nitrato de plata á 8 gramos por 20 de agua. Cuando los tubérculos ó las manchas se han ulcerado, ade. mas del tratamiento anterior hay que establecer el que con- viene para promover la cicatrización de tales ulceraciones. Estas deben mantenerse en un estado de aseo perma- nente, limpiándolas con agua de quina-ó decocion de hojas de nogal y teniendo cuidado especial de evitar las aplicacio- nes emolientes que producen efectos contraproducentes y fa. vorecen el desarrollo de bacterias. Después de cada baño debo enjugarse la superficie con cuidado y luego aplicar sobre ella la siguiente pomada ú otra lemejante : 100 LA ELEFANTIASIS T .Trementina de Burdeos......30 gramos Manteca de cerdo.................100 id. * Cebo de carnero....................30 id. - Se funde todo a un calor moderado, se pasa por un lienzo y cuando está fria la mezcla se agrega: Acido fénico........................2 gramos. Se mezcla bien y se conserva en un pote cerrado. Aplicada la pomada sobre la úlcera se coloca encima una plancha de algodón ó de hilas y se cubre todo con un vendaje. Una pomada con estracto de nogal o con solución normal de percloruro de fierro á 40.° será también muy útil. El médico prudente y hábil puede cambiar hasta el infi- nito las fórmulas, seguro de que hallará buen éxito si ellas tienden, por las sustancias astringentes que encierren 6 por sus efectos locales irritantes, á devolverle su tonicidad á los capilares y por allí á regularizar en ellos la circulación. En la forma anestésica de la enfermedad deben adminis- trarse al interior las astringentes, y, ademas, el estracto de belladona en pildoras de á un centigramo cada una, comenzan- do por una diaria y aumentándolas paulatinamente hasta seis, ocho ó diez distribuidas en las distintas horas del dia. Al mismo tiempo deben ejercer, sobre las partes paraliza- das é insensibles, enérgicas fricciones con esencia de tremen- tina, con agua tibia y mostaza ó con cualquiera otra sustancia irritante, y colocarse en la nuca bayetas mojadas con las mis- -sus sustancias. DE LOS GRIEGOS. 101 Nada se opone á que se adopte un tratamiento mixto para la forma mixta de la enfermedad. El extracto de la belladona, al contrario, es muy favorable en la forma tuberculosa. Los hechos de curación que en todas partes se han verifica- do se han debido á la administración de sustancias astringen- tes y al empleo de la medicación irritante tópicamente aplica- da. Veamos -. El aceite de chaulmugra contiene cuatro ácidos : el ácido ginocárdico, el ácido palmítico, el ácido hipogeico y el ácido cocínico. Es, pues, un aceite cuádruplemente astringente. La hidrocotila asiática es una planta que tiene propieda- des astringentes, según el señor Antonio J. Márquez. El anacardium occidentale tiene propiedades astringentes y propiedades cáusticas. La a\mendra del fruto es blanca, oleaginosa, dulce, de sabor agradable y se come asada. El re- ceptáculo carnoso es muy astringente. La sustancia cáustica sa halla bajo el primer envoltorio coriáceo del fruto, deposi- tada en alveolos que están llenos de ella. El hydrartis es una planta excesivamente irritante. El ácido fénico es un poderoso astringente, conveniente- mente diluido, concentrado es cáustico, como los ácidos mine- rales. El bálsamo de gurjun es irritante ó estimulante. La pomada de Helmerich obra como irritante sustitutivo y nada mas en la elefantiasis de los griegos. Medicación astringente intus et extra y medicación irri- 102 LA ELEFANTIASIS taute sustitutiva. He aquí el verdadero tratamiento científic» de la elefantiasis de los griegos. Hé aquí resuelto el gra problema! Antes do terminar yo suplico que no se confunda la ele. fantiásis de los griegos con la Lepra vulgar que es una de las formas do la psoriasis y que no se carguen en la cuenta del número de curaciones de aqueHa, las curaciones de ésta. Evi- temos todo error llamando lepra á dicha forma de la psoriasis y eliminando de la sinonimia de la elefantiasis de los griegos, esa palabra, ó digamos siquiera Lepra griega cuando tratemos de esta última afección. Termino aquí mi comisión. Sé que no la habré desempe- fiado bien, pero que algo bueno se sacará de estas doce cartas y que ese algo no se rae debe á mí sino á la Sabia y Divina Providencia que me obligó á seguir por este camino permitién- dome que me enfermara del mal nefando y que luego me curara, para que así me fijara con interés en lo que, de otra manera, no habría puesto la vista. Reciba, querido amigo mió, el fraternal abrazo con que lo estrecha su sincero amigo y deseoso servidor, MARCELINO S. VARGAS. •¡Ñrsí WC 880 V297e 1881 35410460R NLfl DS171TSM D NATIONAL LIBRARY OF MEDICINE %!■*< ?*^ v ,\ •v ¿W NLM051719540