.v ■ 1 i *jrara p ■ * 1 ■ BIBLIOTECA ESCOGIIU DE »Q Director........ D. MATÍAS NIETO SERRANO. D. GABRIEL USERA. |D. FRANCISCO MÉNDEZ ALVARO. Redactores...../D- SERAPIO ESCOLAR Y MORALES. ID. FRANCISCO ALONSO. 'd. ANTONIO CODORNIÜ. D. ELIAS POLÍN. TRATADO COMPLETO DE PATOLOGÍA V TERAPÉUTICA GÜJVERAX. 1T ESPECIAL, QUJ5 CONTIE3IE 1.» UNA PATOLOGÍA Y TERAPÉUTICA GENERAL. 2.<> UNA PATOLOGÍA ESTERNA. 3.° UNA PATOLOGÍA INTERNA. 4.» UN DICCIONARIO DE TERAPÉUTICA. POR LOS REDACTORES DE LA BIBLIOTECA ESCOJIDA DE MEDICINA Y ClRUJIA , SIRVIÉNDOLES DE BASE LAS OBRAS DE ANDRAL , BERARD , BOISSEAU, BOYER, ChELIUS, ChOMEL, DüBOIS, J. Y P. FRANK, MONNERET, FLEURY, PlNEL, ROSTAN, SzERLEKI, VELPEAD, ViDAL DE CASIS , ETC. MADRID: IMPRENTA DE LA VIUDA DE JORDÁN E HIJOS, 1848. TRATADO COMPLETO » * DE PATOLOGÍA interna, CACADO ZZ US OSEAS DE MONNERET Y FLEURY, ANDRAL, J. P. FRANK, JOSÉ FRANK, PlNEL, CHOMEL, BOISSEAU, BOILLAUD, GENDRIN, HUFELAND, ROCHE Y SANSÓN, VALLEIX, BEQUIN, PIORRY, Y OTROS MUCHOS AUTORES; COMO TAMBIÉN ©1 L®S [p[iyiM©OIPALI§ ®[]©©[]@[MMQ@§ ®I MEM Y DE LAS COLECCIONES PERIÓDICAS, por los iUoactores ^f la biblioteca í>e ilUbicina. >5^2G£=*- TOMO VII. ---«sS>S©©ignar la en- fermedad conocida con este último nombre, porque aquella espresa la naturaleza de la afección, mientras que la segunda solo indica su síntoma mas general, es decir, el dolor.» »La mayor parle de los autores , especial- mente Bicháty Chaussier, fundan la definición de la neuralgia en el sitio y carácter del dolor que la acompaña. Piorry dice, que la neural- gia está constituida por «un dolor especial que le distingue de cualquier otro, pudiendo com- pararse perfectamente al que se esperimenla cuando se da un tropezón con el codo.» Valleix la define de muy distinto modo que se había hecho hasla su tiempo, y dice, que «consiste en un dolor mas ó menos violento, situado en el Irayeclo de un nervio, diseminado en puntos circunscritos, verdaderos focos dolorosos, de donde parlen coa intervalos variables punzadas ú otros dolores análogos, y en los cuales es mas ó menos dolorosa la presión, ejercida con- venientemente» (Valleix, Traite des neuralgies, p. 2; París, 18H). Pero esta definición es in- completa y poco sólida; pues no siempre pue- den apreciarse los puntos dolorosos circunscri- tos; y en general se admile que la presión ejer- cida convenientemente calma á veces el dolor en lugar de exasperarlo: ademas, semejante definición no puede aplicarse sino á las neu- ralgias superficiales. »Tal vez se me preguntará, dice Valleix, qae ya previo la objeción , por qué no inclu- yo eii las neuralgias esos dolores de las visce- ras, en que están las funcione» mas ó menos alteradas sin lesión orgánica visible , y que se .couocenconel nombre genérico de visceralgias 6 neuralgias viscerales.» A esla objeción, muy legítima y natural en efecto, responde Valleix: l.° que ocupando el dolor en las visceralgias una eslension de una viscera considerable en lodos sentidos, no puede compararse al silío de lus dolores neurálgicos; 2." (jue estas afeccio- nes viscerales consisten mas bien en desórde- nes de las funciones del órgano enfermo , que en el dolor de los nervios que se distribuyen por él; mientras que en la neuralgia el dolor del nervio es el punto capilal, y las lesiones funcionales de los órganos por donde se distri- buye no son mas que fenómenos accesorios; y 3.° que la diferencia de asiento modilica con- siderablemente el modo de ser, curso y trata- miento, de estas dos especies de dolores (loco cilato, p. 3, 4). »Pero estos argumentos son erróneos ó de ningún valor. Efectivamente, en la gastralgia por ejemplo, ¿no predominan muchas veces los dolores epigástricos sobre los desórdenes fun- cionales? y en la neuralgia ciática ¿es tan solo una lesión funcional accesoria la imposibilidad absoluta de mover el miembro? Es imposible que Valleix ignore los numerosos puntos de contado que existen, en cuanto al curso y tra- lamienlo, entre las neuralgias superficiales y las profundas ó viscerales. Es cierto que los sínto- mas de una enfermedad que puede ocupar mu- chos sitios diferentes varían según el órgano afecto; mas ¿puede esta circunstancia servir de base á una separación completa ? »Qué sucedería, ha dicho uno de nosotros, si, no teniendo en cuenta la causa próxima y la naturaleza de las enfermedades, se establecieran tantas individualidades morbosas como sitios puede ocupar una misma afección ; siseirans- formasen las-variedades sintomáticas relativas al asiento del mal, esplicadas perfectamente por la ahalomia y la fisiología , en caracteres distintivos fundamentales^ ven una palabra, si se considerasen como afecciones diferentes todas las formas y variedades que puede presentar una misma dolencia? Si se establecieran en pa- tología divisiones fundadas en tales considera- ciones, se destruiría toda idea de patogenia , é iríamos á parar al caos de la nosología metódi- ca» (L. Fleury, Reflexions ct observations pour servir au diagnostic des neuralgies viscerales, en Journal de médecine , núm. de abril, 1843). «Existen , dice Bichal, cólicos esencialmen- te nerviosos, independientes de toda afección local del sislema seroso, mucoso y muscular de los intestinos, que residen maniíieslamenleen los nervios de los ganglios semi-lunares, y son verdaderas neuralgias (Anat. géner., II* pá- gina 229). En efecto, es imposible no admitir neurosis dolorosos de ciertas visceras , es decir, neuralgias viscerales. como lo han demostradp, perfectamente Jolly [Mémoire sur les neuralgies du sustente nerveux ganglionaire en Nouvelle bv- blio'thequc mediente, l. II, p. 289; París, 1828) y otros muchos autores (v. el arí. uastiulgja). Las consideraciones hechas por Valleix no son DE LAS *FXR ALGIAS EX GENERAL. 7 exaclas mas que para cierta clase de neurosis, pues dejan de serlo cuando se las aplica á las neurosis de la sensación , es decir, á las neuro- sis dolorosas ó neuralgias. Asi es, que la buli- mia es una neurosis del estómago; pero la gas- tralgia es la neuralgia gástrica» (v. el arl. neu- rosis). «Hemos dicho que el dolor es el carácter esencial de la neuralgia; pero es imposible fun- dar en sus caracteres una buena definición; porque solo podria decirse con Marlinet (loco citato, p. 8), que elcarácler do este dolor es el ser variable. Nosotros consideraremos la neu- ralgia bajo un ponió de vista mas general y cxaclo, diciendo que es una neurosis de la sen- sación ó una neurosis doloroso, es decir, una enfermedad apirética, intermitente ó remitente, irregular 6 periódica, fija ó que cambia de sitio evn mucha facilidad, «tinado en cualquier pun- to del sistema nervioso cerebro-espinal ó gan- gliónico , caracterizada principalmente por un dolor muy v'vco, que sigue el trayecto de los ra- mos nerviosos superficiales, ó que se siente en las visceras profundas, acompañado de trastornos funcionales que carian según el órgano enfermo, sin que puedan esplicarse por lesión alguna apreciable del tejido nervioso. »La descripción que vamos á hacer justifica los diversos términos de esta -definición. «División.—Se han dividido las neuralgias en idiopáticas, sintomáticas, metastálicas, sim- páticas, intermitentes, periódicas, remitentes y atípicas. Pero tales divisiones solo deben men- cionarse al hablar del estudio de las causas y del curso de esla enfermedad. »Para describir con método las neuralgias, es preciso considerarlas en las dos grandes divi- siones del sistema nervioso, y establecer por la tanto las dos clases siguientes: »A. Neuralgias de la vida de relación. »B. — de la vida de nutrición. «Conviene en seguida estudiar en cada una de estas clases la neuralgia en los diversos pun- tos que puede ocupar, adoptando el orden ana- tómico. De este modo trazaremos el cuadro si- guiente. Neuralgias de la vida de relación. Neuralgia de este ramo; — lagrimal; 2.° Neuralgia facial. 3*° Neuralgia cér-1 occipital; vico-occipital.. . 4.° Neuralgia cér vico-braquial . . . 5,° Neuralgia dor so-intercostal. . . . 25! SL 5* > Ramo oftálmico. Ramo maxilar su- perior..... 'Ramo maxilar in- ferior ..... frontal esterna ó supra-orbita- ria; — frontal interna; — nasal esterna. Neuralgia dentaria pos- terior; — sub-orbitaria. Neuralgia lingual; — temporal; — auricular ante- rior; — bucal; — menloniajia. | masloidca; circunfleja; jsupra-escapular; /cubital; músculo-cutánea: radial; mediana. dorsal; intercostaj; lumbar; 6..° Neuralgialum- abdominal; bo-abdominal . . . . jileo-escrolal ó vaginal; (espermálica. 7.° Neuralgia crural. Í ciática; Paterna; plantar interna. 9.° Neuralgia cutánea ó dermalgia. Neuralgias de la vida de nutrición. \.« Neuralgia de la faringe; 2.° — del esófago; 3.° — de la laringe; 4.° — del pulmón; h.° — del corazón; 6.o — del diafragma; 7.° — del estómago; 8.° — de los interinos; 9.° — del ano; 10.° — del hígado; 11.° — del bazo; 12.° — de los ríñones; 43.° — de la vejiga; 14.a — del útero. »En los párrafos que siguen estudiaremos sucesivamente estas dos clases de neuralgias bajo el punto de vista de la patología general y déla especial. A. Neuralgias de la vida de relación. «Alteraciones anatómicas.—Son muy di- versas las alteraciones que se atribuyen á la neuralgia. Cotugno describe una infiltración serosa ó un edema del neurilema; Siebold ha encontrado el nervio atrofiado y rojizo; Cirilo, grueso y endurecido; Bichat (loe. cit , p. 179) y Chaussier han observado la dilatación varico- sa de los vasos que se distribuyen por él; Mar- linet (loe. cit.) menciona todas" las alteraciones que caracterizan la neuritis; Van de Keeze (loe. cit.) habla de lesiones muy distintas, y Chaussier [Tableau synoptique de la neuralgie) hace una buenadescripion anatómica del neu- roma al tratar de la neuralgia. «Solo diremos con respecto á estas diversas lesiones, que siempre que hava una alteración cualquiera del neurilema ó el tejido nervioso, 8 DE LIS NEURALGIAS Et GENERtf.. no es una neuralgia laque existe, pues esta so- lo debe admitítirse cuando el examen anatómi- co no da masque resultados completamente ne- gativos; pudiéndose cuando mas considerar la atrofia del nervio sin alteración de su estructu- ra, como efecto de una lesión funcional muy antigua. «Aunque la neuralgia, diceOllivier (Dic. de méd., t. XXI, p. 17), resulte muchas veces de una irritación que no deja vestigio alguno apreciable en el nervio enfermo, la observación nos inclina á deducir, que hay un número bas- tante considerable de neuralgias, que pueden referirse á la flegmasía de los cordones ner- viosos.» «Confesamos que no comprendemos esta proposición; pues si la irritación no deja ves- tigio alguno apreciable, cómo se demuestra que ha existido? ¿Estamos todavía en el caso de seguir los pasos de la doctrina fisiológica, has- ta el punto de atribuir á una supuesta irrita- ción lesiones funcionales, que no dejan tras de sí ninguna especie de lesión anatómica? Por otra parle, porque la inflamación de un ner- vio vaya acompañada de dolores intermiten- tes, se la deberá transformar en una neu- ralgia? pues qué ¿no se observan dolores inter- mitentes en la mayor parte de las flegmasías? «La falta completa de toda alteración ana- tómica del nervioafectadoes, repelimos, el ca- rácter esencial de la neuralgia, como lo han comprobado Desault,Cooper, Rousset, Andral, Piorry, Dubois (de Atniens) y otros muchos observadores. «Deben colocarse, dice con razón Valleix íloc. cit., p. 688), en el número de las teorías que no están basadas en la observación , todas lasque colocan las neuralgias en las inflama- ciones, las irritaciones, la hipertrofia y la atrofia del órgano. Hállase demostrado, que es- ta enfermedad tan dolorosa consiste en una alteración de las funciones, cuya causa orgáni- ca ignoramos absolutamente.» «Síntomas.—Pródromos.—La neuralgia in- vade algunas veces gradualmente, precediendo al dolor sensaciones de diversa naturaleza: el enfermo esperímenla al principio en el punto que ha de afectarse, un prurito incómodo r una sensación de temblor, de comezón, de hormi- gueo, de tensión y calor; ó por el contrario de frió, de entorpecimiento, y de escozor, análogo al que acompaña á la erisipela óá una quema- dura de primer grado: en algunos casos, que son mas raros, están los pródromos constitui- dos por desórdenes generales, como fiebre, es- calofrió? seguidos de calor y sudor, náuseas, vómitos, desazón general, ansiedad epigástrica y diarrea (Jacob, Dissertalion sur la neuralgie considerée en general et dans se¿ différenteses- péees, tesis de París de 1829, núm. 190, pági- na 10.—Cjussays De la neural. connderée en general; tesis de París 1812, núm. 160S El fe- nómeno que constituye el carácter principal de la neuralgia, es decir, el dolor, aparece las mas veces repentinamente con toda su intensidad. »E1 dolor debe estudiarse con cuidado en todas sus particularidades, que describiremos por separado. , , ... ^Caracteres y formas.-E\ dolor neurálgi- co es continuo con exacerbaciones, y puede ser espontáneo ó provocado. 1.° » Dolor espontáneo continuo.—Es mas in- cómodo y penoso que violento, siendo á veces tan ligero, que no se quejan de él los enfermos, sino cuando se insiste en preguntarles sobre es- te punto; y se le compara á la sensación que produce una tensión considerable, unaconlu- sion 6 una presión fuerte. ¿Puede faltar el do- lor continuo, y ser á veces la neuralgia com- pletamente intermitente? Valleix no na obser- vado jamás la falla completa del dolor en el intervalo de los accesos , y cree que no se ha- llan en los autores suficientes datos para for- mar sobre este punto una opinión sólida. En efecto, se necesitan nuevas investigaciones; pero debemos decir, que al examinar las nu- merosas observaciones de neuralgia trifacial que p*>see la ciencia, hemos encontrado una in- termitencia completa en casi todos los casos en que eran poco violentos los accesos y estaban separados por intervalos algo considerables. » Dolores espontáneos intermitentes .—Pun- zadas, accesos.—Las punzadas son dolores lan- cinantes muy vivos y pasageros, fulgura dolo* ris, análogos á los que produce la eleclro-pnn- tura (Jobert, Etudes sur le systeme nerveux, l. II, p. 646; París, 1838), que se renuevan con intervalos variables durante un tiempo mas ó menos largo, eonsliluyendo accesos (véase Curso). «Ora no se percibe mas que una sola pun- zada , sin que se reproduzca hasta pasados mu- chos minutos ó un cuarto de bora ; ora se su- ceder» con una rapidez eslremada, separadas apenas entre sí por algunos segundos. La na- turaleza de los accesos varia según las circuns- tancias, »La violencia de las punzadas es muy di- versa; se aumenta ó disminuye con la antigüe- dad del mal y según que este propende á agra- varse ó á curarse; es mas intensa en unas neuralgias que en otras, bajo cuyo aspecto de- be colocarse en primera línea la "trifacial y en segunda la ciática. El dolor lancinante puede adquirir una intensidad estremada; hace mu- chas veces gritar y desesperarse á Fos enfermos, produce convulsiones, y es susceplible de oca- sionará la larga ese conjunto de trastornos ge- nerales muv graves, á que Broussais da el nombre de fiebre héctica de dolor (v. Curso). Las punzadas aparecen de preferencia durante el dia en la neuralgia trifacial, tal vez porque las provocan los movimientos de la masticación ú otras circunstancias; y son mas frecuentes durante la noche en la fémoro-poplítea, en la que el dolor suele exasperarse con el ealor de la cama. Resulta de un cuadro formado por Va- ■ lleix con 347 observaciones de temperatura, DE LAS NEURALGIAS EN GENERAL. 9 sucediendo también lo mismo al parecer con la humedad del tiempo y la abundancia de nie- ves (Valleix , obra cit", p. 682). » Dolor provocado por la presión.—Admítese generalmente que el dolor neurálgico se au- menta por una presión suave, mientras que disminuye ó cesa del todo cuando esla es enér- gica. Algunos autores dicen, que cuando se comprime sobre el nervio ciático, se aumenta casi siempre el dolor, y que se alivia en el tri- facial (James, Rech. theor. etprat. sur les ne- vralgies et leur traitements, en la Gaz. méd., 184Ó , p. 710). Valleix combate estas asercio- nes, y dice que la presión aumenta siempre el doíor en todas las neuralgias, sea cualquie- ra el modo como se haga (obra cit., p. 667). «Después de los violentos paroxismos de la neu- ralgia trifacial, dice este médico, la calma es mucho mas profunda y el dolor que ocasiona la presión generalmente mas ligero, de donde proviene sin duda el error» (obra cit,, p. 671). Seria importante establecer definitivamente es- te punto, pero fallan hechos precisos y posi- tivos para hacerlo. Por nuestra parle recorda- mos muy bien haber visto enfermos que com- primían" fuertemente durante el acceso el ner- vio ciático ó el trifacial, con lo que obtenían al- gún alivio. Pero Valleix se atiene solo á las ob- servaciones escritas y publicadas , y no deja de tener razón, pues la ciencia no debe admitir mas que documentos de esta especie: en el ca- so actual se necesitan pruebas tanto mas sóli- das, cuanto que habiendo analizado Valleix 13i observaciones de neuralgias trifaciales (39) y ciáticas (97), ha visto indicado el aumento del dolor por la presión en 39 casos, pasándo- se en silencio el efecto de la misma en Ips 95 restantes (obra cit., p. 667). «Ora no hace la presión sino aumentar mas ó menos el dolor continuo; ora determina pun- zadas semejantes á las que aparecen espontá- neamente. A veces una presión ligera ocasiona los paroxismos mas violentos, y otras una muy enérgica solo determina un dolor poco intenso. El dolor producido por la presión está en razón directa de la intensidad del mal: se aumenta durante los accesos y se disminuye en los intervalos. »La presión no provoca el dolor en todos los.punlosdel nervio, y muchas veces se limita á partes muy circunscritas; por lo que con- viene hacer una esploracion muy minuciosa, y recorrer lodo el trayecto del nervio y de sus ramificaciones, ejerciendo la presión con la es- tremidaddelosdedosaplicados perpendicular- mente (Valleix, obra cit). «Sucede en cierlos casos, que habiendo de- terminado la presión un dolor muy vivo en un punto circunscrito, si se practica de nuevo pa- sado algún tiempo en el mismo punto, no oca- siona ya el mismo resultado; pero basta enton- ces repetir el esperimenlo al cabo de algunos instantes, para que el dolor aparezca con la misma intensidad que la primera vez. En oca- TOMO VIL siones se provoca un dolor mas vivo pellizcan-' do la piel y levantándola en forma de: pliegue,' que por medio de la presión , aunque ¡sea muy enérgica (Bassereau, Essai sur la nevralgie des nerfs intercostaux, etc., les. de París, 1840, p. 43). »Dolor provocado por los movimientos del enfermo.—Eslos exasperan comunmente el do- lor y provocan accesos. Este efecto es produci- do en la neuralgia trifacial por la acción de mascar, de deglutir y de sonarse; en la inter- costal , por la tos, la risa y los movimientos de flexión y estension del tronco; en la ciática, por la progresión, ele: Sin embargo, los mo- vimientos violentes de la parte enferma produ- cen á veces cierto alivio. »2.° Sitio y dirección del dolor.—Bassereau ha demostrado, que en la neuralgia intercostal el dolor ocupa principalmente ciertos puntos limitados; y después Valleix ha hecho de esta circunstancia el carácter esencial del dolor neurálgico. «Cuando se pregunta á un enfermo afecta- lado de neuralgia cuáles son los puntos invadi- dos por el dolor, ora designa todo el trayecto de un nervio, como se ve frecuentemente en la ciática, ora indica muchos puntos distintos del cordón nervioso, de lo que ofrece numerosos ejemplos la neuralgia intercostal. Pero aun en el primer caso, continuando el interrogatorio, nos aseguramos de que el enfermo solo haque- rido hablar del dolor lancinante é intermitente; ' pues si se le pregunta por el sitio del dolor en el intervalo de las punzadas, responde desig- nándonos puntos limitados. En la neuralgia trifacial lo refiere á la ceja, al vértice de la na- riz, alas sienes, etc.; en la ciáticaá la nalga, á la rodilla, el pie, etc., y en la braquial, al hombro, al codo, á los dedos, etc.» (Valleix, obra cit., p. 654). »E1 dolor continuo espontáneo solo ocupa, según este médico, puntos circunscritos de 1 j2 á 1 dedo de diámetro, y muphas veces cesa tan repentinamente á la distancia de 2 á 3 lí- neas, que mientras en un punto hay un dolor délos mas vivos, falla completamente en el in- mediato. Estos puntos pueden reconocerse y li-1 milarse exactamente por medio de la presión, porque esta solo produce dolor al nivel de los mismos. «El sitio que ocupa el dolor continuo pue- de ademas determinarse de antemano, pues re- side :1.° en el punto de emergencia del tronco nervioso; 2.° en los parages en que el fila- mento nervioso atraviesa los músculos para acercarse á la piel, por donde se distribuye; 3.° en las parles en que los ramos terminales del nervio vienen á finalizar en los tegumentos;' y h.° en los puntos en que está muy superficial el tronco nervioso. «Se han descrito muchas neuralgias limita- das á un solo ramo nervioso, á una división secundaria del nervio principal; pero Valleix piensa, que los casos de este género son muy 2 10 DE I 4S NECRALGtiS V.y GIWFnU.. raros, «pues cnando se continúa el examen lo- | do lo posible, dice este médico, se consigue casi siempre encontrar el dolor en el mismo Ironco nervioso, 6 en el plexo de donde nacen las ramas afectas.... La neuralgia ocupa las mas veces un número mavor ó menor de las divi- siones superficiales del nervio; y cuando los autores designan la enfermedad con el nombre de una de las divisiones secundarias, es preci- so entender que esta rama se hallaba princi- palmente afectada, pero no eselusivamenté.» «Las punzadas espontáneas 6 provocadas tienen siempre su origen en uno ó muchos de los puntos doloridos de que acabamos de ha- blar; y ora se manifiestan á un mismo tiempo en vanos de estos centros ó focos, dejando li- bres los intervalos; ora parlen de uno de ellos para manifestarse en otros, pareciendo no afec- tarse los puntos intermedios; y ora en lin, to- man origen de un foco, y se propagan siguien- do el trayecto del nervio y de sus ramos. «Cuando las punzadas siguen esta última dirección , se difunden comunmente del centro á la circunferencia , es decir , del tronco hacia los ramos; pero algunas veces se propagan en sentido opuesto, y entonces se dice que la neu- ralgia es ascendente. Bailly refiere un caso de neuralgia fémoro-poplítea de este género, y Piorry ha reunido muchos ejemplos análogos (Mem'oire sur la nature et le traitement de plu- sieurs nevroses et sur fanalogie qui existe entre elles et les nevralgies) : por último , la presión ocasiona á veces una doble irradiación en sen- tido contrario (Bassereau , tés. cit., p. 45). Los enfermos indican en ciertos casos la dirección y trayecto de las punzadas con una precisión lal, que marcan con sus dedos exaclamen le la distribución anatómica de los nervios enfermos. «Valleix presenta relativamente á estas d¡- versascircunslancias, los dos cuadrossiguienles: «Entre 59 casos de neuralgia trifacial, dor- so-inlercoslal y fémoro-poplítea, habia: 9 en que, las punzadas pasaban de un punto á otro sin que se sintieran en el trayecto dd nervio; 39, en que se percibían en la dirección de este; 16, en que estaban fijas y diseminadas. «Entre 109 casos de neuralgia de varias es- pecies , 62 veces seguían las punzadas la dirección del nervio, 16 estaban fijas y diseminadas, 6 seguían un trayecto opuesto á la dirección del nervio [neuralgia ascendente); 11 se sentían, ora en un punto ora en otro; 5 afectaban una doble dirección en sentido contrario: 6 no han podido determinarse , y 3 no existieron punzadas. «Acabamos de esponer detenidamente las ideas emitidas por Valleix (obra citada , pági- na 631-673), y reconocemos que deben tomar- se en consideración, puesto que estriban en da- I tos clínieos; pero creemos que osle autor gene- raliza demasiado su opinión, al menos en el es- tado actual de la ciencia. Los puntos circuns- critos y focos dolorosos son muy manifiestos en la neuralgia intercostal; pero aún en esta, no todos los autores los consideran del mismo mo- do ; y ademas hav muchas neuralgias en que no se*han podido comprobar tales focos, lo que es muy importante tener en cuenta. El mismo Valleix reconoce por olra parle, que la neu- ralgia afecta á veces ciertos ramos nerviosos aislados,especialmente los nervios maxilar in- ferior, cubital é ileo-escrotal. «Son necesarias nuevas observaciones, para establecer positivamente los caracteres y el silio del dolor neurálgico, y esperamos á que se re- cojan para decidirnos en esta parte. «Desórdenes funcionales de la parte enfer* ma.—La piel está á veces caliente, roja y tu- mefacta, existiendo una fiebre local, febr'is topU ca, como la llama Van-Swieten; las venas están dilatadas y salientes, y las arterias laten con fuerza (J. Frank, Bellingeri). Mas apenas pue- de concebirse , como ya hemos dicho en otro lugar (véase fiebre en general), una fiebre lo- cal sin que estén interesadas las contracciones del corazón: la piel no presenta comunmente modificación alguna, y aunque Thouret y Bai- lly aseguran, que se halla en ciertos casos dis- minuida la temperatura, necesita comprobarse semejante aserción. En la neuralgia trifacial presenta á veces el lado afectó una hipertrofia muy notable: pero por" lo común se demacra y atrofia la parle enferma, cuando ha durado al- gún tiempo la enfermedad y son muy intensos los dolores, como sucede con frecuencia en la neuralgia ciática. «La molilidad suele hallarse pervertida en la neuralgia trifacial, y mas rara vez en las de- mas neuralgias: los músculos de la parle enfer- ma están agitados por movimientos involunta- rios, espasmos ó convulsiones; cuando la neural- gia ocupa un miembro, nnas veces se contrae, presentando una rigidez como tetánica, y otras se halla por el contrario medio paralizado. »Las funciones están frecuentemente abo- lidas ó pervertidas: en la ciática puede ser im- posible la progresión ; el dolor que ocupa las paredes torácicas en la intercostal, hace la res- piración corta, laboriosa, difícil y dolorosa , y en la neuralgia de la cara se aumenla en cier- tos casos la secreción de las lágrimas, de la sa- liva y del moco nasal. » Desórdenes funcionales genérale*.—Algu- nas veces se han observado convulsiones gene- rales (Coussays, loe. cit., p. 15), y accesos his- teriformes y'epileptiformes (Jobert, loe. cit., . 653), que en mas de un caso pueden alri- uirse á la violencia del dolor. »La circulación se conserva normal ■ sin embargo, cuando el dolor es muy agudo, el pulso se presenta á veces frecuente é irregular, podiendo existir mientras dura el acceso, uno verdadero de fiebre, caracterizado por escalo- DE LAS NEURALGIAS EN GENERAL. 11 frios y sudor (Rennes, Arch. gen. de mc'd., 2.* serie* l. XI, p. 1*6). «El dolor puede hacer que la respiración sea lenta ó acelerada ; que sobrevengan vómitos, diarrea, ó por el contrarío estreñimiento: la orina es espesa y poco abundante en el inter- valo de los accesos, pálida y acuosa durante el ataque; y en las mujeres se halla frecuentemen- te alterada la menstruación. -Muchas veces se observan desórdenes ner- viosos mas ó menos graves: cuando es antigua la enfermedad y los accesos violentos y frecuen- tes, esperimenlan en ocasiones los enfermos una sensación de frió en los pies y manos. Sienten dolores simpáticos y como reumáticos en los músculos; se vuelven inquietos, melancólicos é irascibles; se afectan de hipocondría y de mo- nomanía suicida; hay muchos que atenían con- tra sus días; se hallan atormentados por un in- somnio doloroso; se debilita la memoria y el juicio, se altera la nutrición, y se observan lo- dos los fenómenos del marasmo y de la fiebre héclica. «ClRSO, DURACIÓN Y TERMINACIÓN DE LAS NEU- RALGIAS.— Conviene estudiar aisladamente los accesos, los ataques , y la enfermedad conside- rada en su totalidad. n Accesos.—Estos pueden considerarse como el carácter esencial de las neuralgias. «Entre 210 observaciones analizadas por Valleix (loe. cit., p. 673); 154 veces, existieron paroxismos; 1 faltaron completamente , y 55 no pudieron comprobarse por falta de datos. «Los accesos varían mucho en sus caracte- res: por lo común sobrevienen de pronto con toda su intensidad: aunque aveces sin embar- go no llega esta á su máximun sino gradual- mente; en algunos casos cesan de repente, y en otros declinan por grados ; pero el período de declinación es siempre mas rápido que el de aumento. Su duración es muy variable: en los primeros tiempos del mal es muy corta (o á 10 minutos); aumenta á medida que este se pro- longa, y puede llegar á ser de media llora, una y aun mas. «El número de los accesos no solo varia en las diversas neuralgias, y según los individuos afectados de una misma neuralgia, sino tam- bién en un mismo enfermo de un ataque áolro: en general es tanto mas considerable cuanto mas antigua la afección : el máximum parece corresponderá la neuralgia trifacial, observán- dose , ora únicamente 3,466 accesos en las veinticuatro horas, ora 15, 20, 30 y hasta 100 en el mismo tiempo. Los autores refieren mu- chas observaciones en que se verificaron en un dia 25 y 30 accesos que duraron cada uno me- dia hora. D/ifa//tws.—Estos se hallan constituidos por mayor ó menor número de accesos, y su dura- ción varia por lo tanto según este número: pue- den prolongarse por espuoio de veinticuatro horas 6 aun de muchos dias, y terminan de pronto por un último acceso. En algunos casos raros se verifica la terminación por un fenó- meno crítico, como una secreción abundante de lágrimas, de sudor, de orina ó saliva, un vó- mito abundante, la aparición de las reglas, etc. «Los enfermos esperimenlan comunmente un dolor continuo, mas ó menos agudo, en el in- tervalo de los accesos; pero cesan completa- mente lodos los fenómenos morbosos poco tiem- po después del último ataque. Sin embargo, cuando la afección es intensa y antigua, lienen los pacientes desórdenes continuos, aunque consisten mas bien en lesiones funcionales me- diatas, que en síntomas neurálgicos propiamen- te dichos. «Importa mucho estudiar él modo como se reproducen los ataques, pues en ciertos casos nos suministra preciosas indicaciones terapéu- ticas. «Muchas veces se manifiestan los ataques bajo la influencia de causas ocasionales ester- nas (v. Etiología); en cuyo caso p' Qden evitar ó determinar, por decirlo'asi, su reproducción, tanto el médico como el enfermo; pero comun- mente reaparecen de un modo espontáneo, sin causa'algunaapreciable, manifestándose enton- ces con intervalos irregulares, que ora son cor- tos, ora largos (neuralgias atipicas), ó bien por él contrario con perfecta regularidad [neural- gias periódicas). «Entre 199 casos de toda clase de neural- gias, se han observado 20 que tenían una pe- riodicidad bien marcada, constituida por ata- ques, que se reproducían lodos los dias á la mis- ma hora, con igual intensidad, y duraban casi un mismo tiempo, disipándose luego completa- mente (Valleix, loe. cit., p. 679). «Se han visto á veces neuralgias periódicas, que sucedían á fiebres intermitentes conser- vando el tipo de estas. Mazade cita varios casos de neuralgias supra-orbitarias y ciáticas, ter- cianas (Revue medícale, lbít-1 , p. 215j. «La vuelta periódica de los ataques se veri- fica especialmente en la neuralgia trifacial; pues se la ha observado 10 veces entre 42 casos de esta afección, y solamente 9 en 157 de otras especies de neuralgias (Valleix, obr. cil. ^pá- gina 686). No nos detendremos aqui en las con- sideraciones que se refieren á este punto impor- tante, pues nos ocuparemos de ellas en otro lugar (v. Neuralgia de la cara). «Curso.—Rara vez aparecen de pronto las neuralgias con toda su intensidad: entre 71 ca- sos en que ha podido fijarse la invasión , fue esta repentina 9 veces; 24 gradual pero rápi- da, y 38 gradual y lenta. «Asi es, dice Valleix, que en las seis sétimas parles de los casotí, la neuralgia se desarrolla gradualmente, pero de una manera mas ó menos rápida» (loe. cil., p.' 681). La prueba, añade este autor , de que la invasión no es comunmente repentina, no solo se encuentra en la intensidad gradualmen- te progresiva de los síntomas, sino también en 12 el orden con que son invadidos los diversos puntos que ocupa el mal; pues efectivamente no aparece el dolor en lodos á la vez, sino que en el mayor número de casos se esliende poco á poco¿ »EI curso y duración nada tienen de fijo; pues ora resiste la enfermedad á lodo tratamien- to, dura muchos años, se prolonga toda la vida v sigue un curso progresivo con bastante regu- laridad ocupando siempre un mismo sitio; ora desaparece espontáneamente en algunos dias; ora se presenta con intervalos.regulares ó ir- regulares, yue unas veces son muy cortos y otras muy largos. Puede decirse, sin embargo, que en general dura mucho menos cuando la neuralgia es periódica, por la influencia que en este caso tiene la terapéutica. • «Los cambios de sitio que suelen observarse en las neuralgias, constituyen un punto impor- tante en el estudio del curso de tales afecciones (Neuralgiasanormales). Rennes (loe. cil., pá- gina 338) y Forstmann han visto una neural- gia facial que alternaba con una ciática; se ha observado una que pasaba de una mejilla á la Oti'á:(Pujol, Essaisur la maladie déla face; Pa- rís , 1777 , p. 79); una plantar que alternaba cób una sub-orbilaria (Chaussier), y una facial con una gastralgia (Grisolle; v. Valleix, loe. cit., p. 703). Feron ha visto un enfermo, en quién la neuralgia revestía sucesivamente las formas cubital, hislerálgica, gaslrálgica, ente- rálgica y cardiálgica (Observalión d'une neu- ralgie anormále en el Journal camplemenf. des sciences medicales, t. VI, p. 274). Uno de nos- otros ha referido la observación de una joven, en la que aparecían alternativamente las neu- ralgias ciática, gastrálgica, cardiaca y trifacial, sin que el mal desapareciese de un modo defi- nitivo, hasta haber ocupado sucesivamente cin- co ó seis puntos diversos (L. Fleury, obr. cit., obs. 2). «Las neuralgias no terminan por la muer- te» dice Valleix (loe. cit., p. 683); pero esta proposición es demasiado absoluta, pues se nan visto neuralgias faciales, crurales y ciáti- cas (Jobert, loe. cit.), que han producido lesio- nes funcionales, desórdenes tan graves en la nutrición, y dolores tan violentos y prolonga- dos, que han hecho sucumbir á los enfermos en la demacración, el marasmo, la fiebre héc- tica, la lenta nerviosa, etc. Huxham y Bellin- geri han observado un caso, en que la neuralgia sub-orbitaria causó la muerte en veinticua- tro horas; y otros enfermos han sucumbido porque los atroces dolores que provoca el mas ligero movimiento de las mandíbulas en las neu- ralgias faciales imposibilita á veces la prehen- sión , la masticación y aun.la separación nece- saria de los bordes dentarios, para permitir la introducción de las sustancias líquidas. «Las neuralgias se prolongan muchas veces toda la vida de los enfermos, y resisten á todo tratamiento. «Entre 182 neuralgias de toda especie, se DE LAS NEURALGIAS EN GENERAL. ;rilicó la curación en 139 casos (69 hombres v 70 mujeres); en 20 se oblujo un alivio nota- ble (11 hombres y 9 mujeres), y en 23 persis- tió la enfermedad (17 hombres y 6 mujeres). «Queriendo averiguar Valleix si la edad, el sexo, la violencia del mal y su antigüedad, ejercen alguna influencia apreciable en la cu- ración, ha obtenido los siguientes resultados. «Los enfermos curados lenian de 10 á 7ó años de edad, es decir, la de 39 por término medio. «Los que se aliviaron de 30 á 71; 47 por término medio. «Los que no se curaron de 25 á 70; 47 y un tercio por término medio. »La dificultad de la curación está, pues, en razón directa del número de años. «La curación y el alivio se obtuvieron en ambos sexos en proporciones casi iguales; pe- ro ya hemos vislo que entre los 23 enfermos no curados había 17 hombres y solo 6 mujeres. «En cuanto á la violencia del mal, entre 137 curaciones, eran muy violentos los dolores en 68 casos, en 42 agudos y en 27 ligeros. «Entre 22 enfermos que se aliviaron eran los dolores muy violentos en 7, en 13 vivos y en 2 ligeros. «Por loque hace á la antigüedad de la afec- ción , entre 102 enfermos curados, 42 veces con- taba, de 3 dias á un mes, otras 42 de uno á 6 meses, 10 de 6 meses á un año, y 8 tenia mas de un año. «Entre 12 que se aliviaron , en 6 tenia de 3 dias aun mes, en 3 de uno á 6 meses, en uno de 6 meses á un año, y en 2 mas de un año. «Entre 15 no curados, en 4 era de 3 diasá un mes, en 7 de uno á 6 meses, y en h de mas de un año (Valleix, loe. cil., p. 683-687). «Asi, pues, es lanío mas probable la cu- ración , cuanto mas reciente y menos intenso el mal. Cuando este llega á durar un año, es ra- ro que se cure, mas no imposible, pues han desaparecido neuralgias de 10,12, 15 y aun 20 años de antigüedad. La curación es debida muchas veces ala terapéutica; pero también suele verificarse espontáneamente, ya antes de lodo tratamiento, ya después de haberse resis- tido la enfermedad por un tiempo muy consi- derable á las medicaciones mas racionales y enérgicas. «La curación espontánea se verifica, unas ve- ces sin que pueda atribuirse á una causa apre- ciable, y otras á consecuencia de un fenómeno crítico (sudor , hemorragia , flujo de orina, lá- grimas, diarrea), 6 del desarrollo de otra cual- quier afección (reumatismo, gola, erupción cu- tánea vesicular ó pustulosa, ele). «Convalecencia, recidivas.—En las neural- gias casi nunca hay convalecencia, pues los enfermos recobran completamente su salud lue- go que pasa el último ataque. Las recidivas son mas frecuentes que en ninguna otra afección- pero es preciso no confundirlas con la vuelta de DE LAS NEURALGIAS EN GENERAL. 13 los alaques; y ya veremos mas adelante que esta distinción no es siempre fácil en la forma atípica, cuando son lai;gos los intervalos de los ataques, y aparece de nuevo la enfermedad en el sitio que antes ocupaba. «Complicaciones.—En un mismo individuo pueden existir simultáneamente dos neural- gias: Andre y Fouquel han observado dos fa- ciales ; Bichaf ha visto dos ciáticas, y Colugno una fémoro-poplítea y otra cúbifo-digilaL «También puede existir una neuralgia con diversas afecciones, como el reumatismo, la gola, el cáncer de la matriz, etc.; pero éstas no son mas que coincidencias, cuando no son causas (v." Causas). «Diagnóstico.—El sitio, la dirección , la dis- tribución anatómica de los dolores y su forma paroxística; la falla de fiebre y de síntomas in- flamatorios locales; la presencia de los centros ó focos doloridos que dejamos descritos; y las circunstancias que provocan la vuelta de los ataques, son otros tantos signos que apenas per- miten desconocer las neuralgias; sin embargo, diremos algo sobreesté punto, considerando su diagnóstico de un modo general, sin ocupar- nos del que corresponde á cada una en parti- cular. » Afecciones cerebrales.—Martinet (Rev. me'd., 1.1, p. 86; 1824) refiere dos observaciones de neuralgias sucesivas de un lado del cuerpo, que simulaban una enfermedad del cerebro; pero en los casos de este género basta un poco de atención para evitar el error. ^Neuritis. —Es la que ro^as fácilmente se confunde con la neuralgia; pero el dolor en ella es mas fijo; no presenta exacerbaciones ni ac- cesos tan marcados, y se aumenta mas con la presión; la parte enferma está rubicunda y ten- sa; hay fiebre, y el miembro afecto propende á paralizarse; la afección sigue un curso pro- gresivo con regularidad, y nunca es intermi- tente, ni mucho menos periódica. Solo, pues, el acceso neurálgico es el que podría confundir- se con la neuritis; pero como no tiene jamás mucha duración, no es posible que el error se prolongara largo tiempo (J. Frank, edición de VEncyclopedie me'dicale,l. III, p. 282). Sin em- bargo, es preciso reconocer con Valleix, que los síntomas son casi iguales en ambas afeccio- nes; que las diferencias solo están constituidas por grados, y que se necesitan nuevas obser- vaciones para aclarar este punto (v. Martinet, Mém. sur Cinflammation des nerfs en la Revue medícale, núm. de junio, 1824; Vidar (de Cas- sis) JTraitédepathologie externe, t. 1, p. 460). El^njunto de los síntomas, dice Piorry , en nada distingue la neuralgia de la neuritis, solo se diferencian en que la una dura poco y la otra persiste. »Neuroma.—Mientras este no produzca un tumor apreciable, es casi imposible establecer el diagnóstico diferencial (Vidal de Cassis , lo- co cil., p. 443); pero no tarda en presentarse la degeneración del nervio bajo la forma de lu- morcilos, aislados ó dispuestos á manera de ro" sario (Andral, Anatomie pathologique, t. IIj p. 888), cuyo volumen varia desde el de un grano de mijo hasta el de una naranja, ó aun el de un melón pequeño (Descot, Dissertation sur les affections locales des nerfs; tés. de París, 1825). » Reumatismo muscular. — En este el dolor ocupa siempre una superficie mas eslensa; no se halla diseminado en puntos aislados; lo pro- vocan ios movimientos, sobre lodo cuando exi- gen una contracción fuerte de los músculos en- fermos; en cuyo caso es incomparablemente mas violento que el dolor espontáneo; y por úl- timo, es vago, y no sigue el trayecto de los ra- mos nerviosos (Valleix, loe. cit., p. 701). «Una vez averiguado que los nervios de la parle afecta no son asiento de ninguna alte- ración , y que por lo tanto existe una neural- gia, debe indagarse si esta es idiopálica, sin- tomática de una alteración general (sífilis), ó simpática de una lesión situada en un órgano mas ó menos distante; pues ya se deja Conocer de cuanta importancia debe ser semejante es- tudio para el tratamiento. «El pronóstico de las neuralgias no es gra- ve en general, sino por el tiempo que duran; y lo es tanto menos, cuanto mas joven es el en- fermo y la afección menos violenta , mas re- ciente y regular. Fácil es formular todas las consideraciones que se refieren al pronóstico, examinando lo que hemos dicho con respecto al curso , duración y terminación de las neural- gias. «Causas.—A. Predisponentes. 1.° Edad.— Se ha dicho que las neuralgias se presentan principalmente en la edad adulta y en la vejez. Pujol asegura que los niños están exentos de ellas; sin embargo, Gunlher ha visto una neu- ralgia facial en un niño de nueve años, y Cous- says neuralgias fémoro-poplíleas en individuos de siete á ocho, y una lumbar en uno de cinco (loe. cit., p. 160): 296 hechos reunidos por Va- lleix (obra cil., p. 689) dan los resultados si- guientes: 2 enfermos tenían de 1 á 10 años. 22 — — 10 á 20 68 — — 20 á 30 67 — — 30 á 40 64 — — 40 á 50 47 — — 50 á 60 21 — — 60 á 70 5 _ _ 70 á 80 «De esle cuadro resulta, que la influencia de la edad no varia de 20 á 50 años, y es mas notable en esle período de la vida que en otro alguno. «Estudiando la influencia que tiene la edad con relación á los sexos, se obtiene el resultado de que hasta los treinta años las mujeres pade- cen las neuralgias con mas frecuencia que los hombres, y que pasada esta edad, el número de 14 DE LAS NEfUALGlAS FN GENERA!. estos es superior ó al manos igual al do aque- llas; sin embargo, algunos autores dicen que las neuralgias atacan á las mujeres mas espe- cialmente después de la edad crítica. Verleuil opina que las neuralgias esternas son mas co- munes en los hombres , y las internas en las mujeres. «2.* Sexo.—Entre 469 casos de toda espe- cie de neuralgias, había 218 individuos del se- xo masculino y "251 del femenino; pero la pro- porción varia según el sitio del mal; siendo respecto de los hombres algo mas de las tres sétimas pariesen la neuralgia trifacial, la mi- tad en las cérvico-occípital y braquial, algo menos de un quinto en la intercostal y lumho- abdominal, y un poco mas de seis décimas par- les en la crural y ciática (Valleix). »3.° Temperamento.—Valleix ha obtenido el siguiente resultado: de 49 observaciones, en 29 casos el temperamanlo era nervioso, en 11 bilioso ó bilioso-sanguíneo, en 5 linfático y en 4 sanguíneo. »4.° Constitución.—Solo 67 casos han su- ministrado dalos suficientes : en 48 era robus- la, en lo mediana, y en 4 mala (Valleix). »5.° Habitación. — Esta se ha notado que era seca, caliente y bien clara, en 35 casos , y húmeda , mal ventilada y de poca luz en 25. *6.° Alimentación.—Era regular, sustan- ciosa y abundante 33 veces entre 44 observa- ciones, 10 veces irregular y á menudo insufi- ciente, y 1 de mala naturaleza. «El estudio de las profesiones, de las enfer- medades anteriores y demás condiciones indivi- duales , no ha suministrado resultado alguno de importancia; sin embargo, los autores colocan entre las causas de las neuralgias la falta de ejercicio y los oficios de marinero, pescador, cochero, etc. »7.° Estacione» y clima.—125 observacio- nes demuestran, que mas de las dos terceras partes de las neuralgias aparecen en los seis meses mas trios del año. «Esta clase de enfer- medad, diceBoudin (Geographie medícale), se observa al parecer en todas las longitudes y la- titudes geográficas , desde el ecuador hasta los países mas septentrionales del globo. Tiene la notable particularidad, de que las neuralgias ganglionares se desarrollan mas especialmente en las regiones de los trópicos, y las del sistema cerebro-espinal en las polares; mientras que los paises templados del globo ofrecen casi en la misma proporción ambas especies.del neural- gias. » »B. Causas determinantes.—Aquí adopta- remos la misma división que hemos hecho al es- tudiar la etiología de las neurosis. »1,° Neuralqias idiopáticas.—La causa oca- sional de las neuralgias de esta especie es las m ¡s veces completamente inapreciable: en algu- nos casos parecen desarrollarse bajo lainfluencia de un enfriamiento repentino, de la esposicion á l.t humedad, á una corneóle de aire, de una ali- mentación insuficiente ó esdusivaiii'jnle vege- tal , ó por el contrario demasiado pscilnnlc, y de las emociones morales vivas. Entre ()i casos reunidos por Valleix Ja neuralgia fue idiopáti- ca 63 veces; de eslas no llegó á conocerse la causa en 46 casos , y en 17 consistió en un en- friamiento mas ó menos prolongado. » í.° Neuralgia sintomática.—En esta clase se colocan las neuralgias que sobrevienen des- pués de una contusión (Lisfranc, Arch. gen. de méd., t. X , p. 3I7 , 1826), de una herida, de un movimiento brusco de la parle enferma y de la presencia de un cuerpo estraño (Jeffreys, Arch. gen. de méd. , t. II, p. 293 , 1.» sérfe). Feron (loe. cil., p. 274) habla de una neural- gia cubila!, que resulló de una mordedura he- cha por un niño al nivel de la segunda falange del dedo pequeño del lado izquierdo. Pero es preciso proceder con mucha reserva al aceptar los hechos de esle género; pues las mas veces no es una neuralgia la que exisle, sino una in- flamación , contusión , distensión del nervio, ó cualquier otra alteración determinada. «Del mismo modo que hemos hecho en las neurosis , solo consideramos como neuralgias sintomáticas las que se refieren á una lesión ge- neral, como por ejemplo, á una alteración déla sangre. No de otro modo se observan á veces do- lores neurálgicos en la clorosis, las caquexias saturnina, mercurial, cancerosa y escorbútica (Coussays, les. cit.) (v. Neurosis). «La sífilis constitucional se menciona tam- bién entre las causas de neuralgia, y hace poco que se ha referido un hecho que parece con- cluyenle (Gazette des hópitaux, n.° 7 de se- tiembre 1844). Sin embargo, es preciso no atri- buirá una neuralgia los dolores producidos por una periostitis , un exóslosis, etc. ¡¡Neuralgias simpáticas.—Se han multipli- cado singularmente las neuralgias de esta es- cie: los autores refieren numerosos ejemplos en que las han producido el embarazo, la supre- sión de una hemorragia , de un flujo habitual, de un exulorio, de una úlcera, del sudor de los pies, de los lóquios , de las flores blancas , de una blenorragia; la desaparición de una erup- ción cutánea, del reumatismo y de la gola; una saburra gástrica (Sandras, Hamel), los vermes intestinales (Sauvages), y una afección visceral cualquiera. Pero también aquí conviene exa- minar severamente los hechos, pues los dolores que resultan de la compresión que ejerce sobre un nervio el útero en estado de plenitud, ó un tumor, de ningún modo constituyen una neu- ralgia; y ademas puede existir únicamente una simple coincidencia, donde se quiere descubrir una relación de causa á efecto. «Tratamiento.—En este párrafosolo haremos algunas breves consideraciones, puesto que es- tableceremos detenidamente la terapéutica que conviene ácada especie de neuralgias, al hacer la historia de ellas, y que el tratamiento gene- ral lo hemos espuesló al tratar de las Netrosis. -El primer cuidado del médico debe ser averiguar, si la neuralgia esidiopáiica, unto- aa las neiralgias en general. 15 mática ó simpática. Es evidenle que cuando la enfermedad corresponde á una de estas dos úl- timas clases, lo que debe combatirse es lacau.- sa patológica; pues modificando la composición de la sangre (clorosis, escorbuto , etc.), espe- liendo los entozoarios, restableciendo el sudor de tos pies, el reumatismo, la gota, la hemor- ragia, el flujo ó la erupción, que se han su- primido, ó empleando^! tratamiento anti-ve- néreo (Reveille-Parise, Bull. de therap., 1. XIII, p. 112 , etc.), es como se llegara á conseguir que cesen los dolores neurálgicos. Sandras, que considera la saburra gástrica como una causa frecuente de neuralgia, refiere hechos bastante numerosos, en que desaparecieron todos los síntomas con la administración de un emético (Bull. de therap., t. VIII, p. 65). Una neural- gia suborbitaria, que siguió á la desaparición de un impétigo de la cara, se curó restable- ciendo la erupción conjas fricciones de poma- da estibiada (Falret, Journ. complem. cíes se. méd., t. X , p. 282). «A veces, dice Halliday, hablando de la prosopalgia, vemos desaparecer la enfermedad al mismo tiempo que una ligera inflamación crónica de cualquier viscera, que apenas parecía merecer nos ocupásemos de ella» (Halliday, Considerations pratiques sur les ne- vralgies de la face; p. 454 , París , 1832). Esta proposición puede aplicarse á todas las neural- gias. Es preciso siempre tener muy en cuenla el estado general del individuo y las condicio- nes que le rodean. «Cuando la enfermedad, di- ce Marlinet, parece depender déla profesión que ejerce el individuo , de las localidades en que reside, de ciertas costumbres que le son comunes, de su género de vida y de las influen- cias atmosféricas á que se halla" sngeto, es pre- ciso colocarlo en condiciones opuestas, y aun aconsejarle que cambie de clima pasando á otro mas favorable, cuando la neuralgia es muy do- lorosa , rebelde, y propende á invadir muchos nervios» (Du trailement des nevralgies en la Re- vue méd., t. II, p. 53, 1834). «Si el individuo es fuerle y plelórico, y la enfermedad va acompañada de fiebre, deberán usarse las sangrías generales ó locales, la dieta y un régimen vegetal ó lácteo; asi como una alimentación fortificanle, los Iónicos y los fer- ruginosos, cuando es débil y caquéctico. »EI tratamiento higiénico es de mucha im- portancia en la terapéutica de las neuralgias, y nunca será escesivo el cuidado que se ponga en esle punto (v. Neurosis). «Importa mucho tener en cuenla el curso de la enfermedad : si los accesos neurálgicos aparecen periódicamente, debe administrarse sin detención el sulfato de quinina. Gillespie (Arch. gen. de méd., t. VI, p. 413, 1834), Ma- . zade (loe. cit.), y otros muchos observadores, refieren ejemplos de curaciones obtenidas por esta medicación. Sin embargo, de 18 casos que exigían al parecer el sulfato de quinina , solo se curaron 6 y en'f se obtuvo un alivio conside-* rabie, siendo imposibledescubrir diferencias no- tables en cuanto á los caracteres de la enfer- medad entre los casos de curación y aquellos en que fue inútil el medicamento (Valleix, obr. cit., p. 680,705). «El sulfalo de quinina se debe administrar desde luego á alias dosis, como si se tratase de una fiebre perniciosa (Piorry , Memoire sur les nevralgies; Reveille-Parise ¡, Bull. de therap., 1. XIII, p. 101). »En los ca?os en que esle medicamento ha sido ineficaz, se ha obtenido á veces la curación con las preparaciones arsenicales (Selle, Nesse, Hill, Lalaurie, Journ. complem. des se. med., t. XII, p. 327), el sub-carbonato de hierro (Du- pan-que, en la Nouvelle hiblioih. medícale, to- mo HI, p. 16,18¿tí), y la salicina (Seure, Jour- nal des conn. médico-chirurg., l. II, p. 41). «Cuando la neuralgia es idiopátka, ó es preciso combatirla prescindiendo de su causa, puede recurrirse á muchos medios internos y estemos, que vamos á indicar. »Tratamiento interno. — En todas las neu- ralgias, sobre lodo en las que afectan el tipo in- termitente y en la prosopalgia, asegura Boudin haber obtenido muchas veces los mas prontos resultados con los arstnicales (R. ácido arse- nioso , 2 granos ; agua destilada, 2 cuartillos: para tomar 3 onzas, repelidas de dos á cinco y aun diez veces). «Casi lodos los narcóticos se recomiendan en las neuralgias; sin embargo, Valleix noha»po- dido comprobar una sola curación bien evidenle con el uso de estos medicamentos. El opio se usa poco , y algunas veces ha parecido agravar la enfermedad. No obstante, el acetato de morfina (1/8 á 1/4 de grano por toma, tres veces al dia) ha sido útil en ciertos casos, y Levret dice ha- ber administrado con ventaja el opio á altas do- sis hasta producir el narcotismo (Acad. de med., sesión del 1.° de junio de 1841). La belladona, el beUño, el datura estramonium, que Wendes- ladl (Bull. de ther., t. XII , p. 239) considera como el remedio específico de las neuralgias (estrado de semillas de estramonio 1/2 grano en jarabe de malvavisco, dos horas antes del acceso ; Vaidy. Journ. ccmpl. des se. méd., to- mo Vil, p. 181 ; Beglie, Nouvellebiblioth. méd., t. 111, p. 271), el estrado de narciso (Pourche. Efemérides de Montpcllier, n.° de octubre de 1826), el de acónito (Tuallier, Revue méd., n.° de enero de 1834), y la cicuta, han produ- cido resultados variables. Estas diversas sus- tancias se prescriben á la dosis de 1/8 á 1/4 de grano por toma muchas veces al dia hasta que cese el dolor. «También se han preconizado los anti-es- pasmódicos, y los que se emplean mas comun- mente son : la valeriana , el éter, el almizcle, el castóreo, el zinc, la asafétida y el subnilrato de bismuto. Grimaud ha publicado muchos ca- sos de curaciones, obtenidas con unas pildoras compuestas de alcanfor, beleño negro v guava- co (Nouv. journ. deméd., t. 111, p. 320,1818). «Marlinet recomienda mucho la trementina 16 DE I AS NEURALGIAS EN GENERAL. (Mem. sur Vemploi de Vhuile de tercbenthine dans la scialique et quelques autres nevralgies des membres; París, 4823), y Rayer la ha usa- do con ventaja. «También cuenlan partidarios el kermes mi- neral, el tártaro estibiado, la ipecacuana, el aloes, el ruibarbo y el aceite de crotontiglio (Lher- minier, Newbigging, Arch. gen. dcmtd., t. X, p. 350). El doctor Odier , de Ginebra, hace cubrir todo el cuerpo de franela; coloca al enfermo entre dos mantas, y lo deja en este estado por espacio de tres dias , administrándole diaforé- ticos activos. «No esforzaremos mas esta enumeración, en la que pudiéramos incluir casi toda la materia médica. Solo dos conclusiones pueden deducir- se de cuantos esfuerzos han hecho los prácti- cos: que la neuralgia es una afección muy re- fractaria á la terapéutica, y que no se ha" en- contrado hasla ahora una medicación que tenga una eficacia real y bien justificada. »2.° Tratamiento esterno.—Los medios es- temos tienen una acción mucho mas cierta y poderosa que los internos. ^Tópicos.—Se aconseja aplicar en la parte enferma cataplasmas de belladona y de datura stramonium, el hielo, ó por el contrario un pe- dazo de tafetán encerado cubierto con lana ca- liente , y hacer en el trayecto del nervio enfer- mo lociones con una disolución acuosa de bella- dona (Todd, Arch. gen. de méd., t. VIH, pági- na 272, 4825; Henry, Lond. med. journ., n.° de junio 1827; Leclerc, Arch. gen. de méd., t. XVÍH,p. 602,1828), con la tintura de datura stramonium (Kírckhoff, Arch. gen. de méd., to- mo XIV, p. 370, 1*27 ; Jobert, loe. cit.), el cianuro de potasio (1 á 5 granos para 4 onza de agua : Lombard , Arch. gen. de méd., to- mo XXVI, p. 425, 1831 ; Blouquier , Bull. de therap., t. VI, p. 283), y con el agua cohobada de laurel real (Bloglia, Arch. gen. de méd., to- mo 111, p. 414, 1833: agua cohobada 3 drac- mas; zumo de limón 3 onzas: una loción cada dos horas . Algunos autores prefieren las fric- ciones hechas con un cepillo ó un pedazo de fra- nela, impregnados en el aceite de crotontiglio: (Joret, Considerations therapeutiques sur l'huile de crotontiglium, tés. de París, n.° 177, p. 17,* 1833), en el estracto de belladona (Audiberl, Arch. gen. de méd., t. XVII, p. 602,1828), en la esencia de trementina (Rayer, Gazette des hópit., n.° del 23 de febrero de 4830), en el cianuro de potasa (2 á 4 granos por onza de manteca: Lombard, loe. cit.), en fas pomadas de tártaro estibiado y de veratrina (manteca 1 onza; veratrina 10 granos: FlorenlCunier, Bu- lUtin de therap., t. XIV , p. 8; t. XV, p. 329), en el bálsamo de Fioraventi y en la pomada de óxido blanco de plomo (cerato 1 onza; óxido de plomo c. s. para saturar el cerato : Ouvrard, Bull. de therap., 1. VII, p. 37, 277; Millet, ibid., p. 164: Caussade, el mismo periódico, to- mo Xll, p. 93). «La medicación endérmica es ciertamente el medio mas eficaz que puede emplearse. Después de descubrir una pequeña parle del dermis por rifrdio de un vejigatorio, de la pomada de Gon- dret, etc., se aplica el hidrocloralo de morfina (1A á 1/2 grano), el polvo (1 á 3 granos), ó la Untura (5 á 10 golas) del datura stramonium ó de belladona (Trousseau, Bull. de therap., t. I , p. 88). Todos los prácticos han obtenido buenos efectos de esta medicación, pero es pre- ciso,como aconseja.lobert (loe.cil., p.657,659), seguir al dolor en los puntos que ocupa sucesi- vamente. «Algunos hechos recientes propenden á pro- bar,que la i/iocu/flcionsub-epidérmica, practica- da del mismo modo que se hace con la vacuna, es mas eficaz que el método endérmico. El doc- tor Lafargue ha obtenido muchas curaciones inoculando de esle modo el sulfalo de morfina (Bull. de therap., 1. Xll, p. 130), ó la veratri- na (Acad. de med., sesión del 11 de octubre de 1843); y el doctor Jacques ha curado por la inoculación del sulfato de morfina una neural- ¡a, que se habia resistido mucho tiempo á to- as las medicaciones, especialmente al método endérmico (Journ. de méd., t. I, p. 86). • «Muchas veces han producido buen efecto los vejigatorios volantes, aplicados á los princi- pales puntos doloridos. No es indiferente, dice Piorry (Mémoire sur les nevralgies et leur trai- tement), la forma que debe tener el emplasto epispálico, pues conviene que sea estrecho, muy largo, y que se dirija según el trayecto del ner- vio. En 52 casos en que formó este-medio la base del tratamiento, se obtuvo la curación 39 veces, 7 hubo un alivio notable , y solo 6 fue nulo su efecto. Valleix ha conseguido siempre con los vejigatorios curar pronto y radicalmen- te el mal, ó aliviarlo mucho (Valíeix, obr. cit., p. 705, 706). Richerand calmó una neuralgia plantar, poniendo rubefaclas las parles doloro- sas con la aproximación de carbones encendi- dos. Nosotros hemos hecho no pocas veces des- aparecer los dolores por medio de-un sinapis- mo aplicado al punto enfermo. «La cauterización trascurrente, que se ha practicado con un éxito notable por Joberl (loe. cit., p. 636), es un medio poderoso y muchas veces heroico, cuya eficacia hemos visto en ca- sos muy graves én que había sido inútil toda clase de terapéutica; y la preferimos al moxa, empleado ya por los árabes, y en nuestros dias por Bourdier, Larrey, ele. «La electricidad, que produjo buen efecto en manos de Reil, Wildberg, Haiglon , Bailly, [Arch. gen. de méd., t. IX, p. 70, 1825), v de otros muchos prácticos (Ídem 2.a serie, t. VI), fue luego ineficaz en las de varios otros médi- cos ; pero las observaciones modernas no per- miten ya dudar de la utilidad de semejante me- dicación. Magendie ha empleado muchas veces el galvanismo con un éxito completo, y hemos vistocuraciones notables, obtenidas por esle me- dio en la práctica de Andral (James, mem. cit.). DE LAS NEURALGIAS EN GENERAL. 17 «Thqurel obtuvo buenos efectos de la apli- cación á la parte enferma de una chapa de ace- ro imantada; pero la observación no ha podido comprobar la eficacia de esle medio. El doctor Bruck (Gaz. méd., 1835, p. 826), asegura sin embargo, haber curado una neuralgia del ple- xo solar, con un pedazo de hierro imantado hasta una fuerza atractiva de tres libras, apli- cado á la región epigástrica. «La acupuntura, preconizada por Poullain (Nouv. bibl., t. II, p. 324) y Cloquel, está ge- neralmente abandonada en la actualidad. «Por último , la incisión y escisión del ner- vio enfermo , son los medios eslremos que se han usado en las neuralgias trifacial, cúbito- digilal (Scarpa), ciática (Malagodi, Arch. gen. de méd. , l. VI, p. 114, 1834), y crural; pero muchas veces se reproducen los dolores al cabo de algún tiempo, ó aun casi inmediatamente después de la operación, antes que haya podi- do reunirse el nervio dividido (Scarpa, Arch. gen. de méd., t. lV,,p. 136, 1834). «Naturaleza y clasificación en los cua- dros nosológicos.—Las neuralgias son unas neurosis de las sensaciones de la vida de rela- ción (neuralgias cerebro espinales) ó de la de nutrición (visceralgias y neuralgias del siste- ma nervioso de asociación), no constituyendo por lo lanío mas que uno.de los géneros de la clase de las neurosis. Al ocuparnos de estas he- mos discutido varias cuestiones sobre la natura- leza de las neuralgias (v. Neurosis en general). «Historia y bibliografía.—Aunque algu- nas neuralgias (facial, ciática) fueron conoci- das y descritas por los antiguos, su historia ge- neral no dala mas allá de Chaussier (Tablean synoptique des neuralgies), y hasta Valleix no se han estudiado de un modo completo. Coussays publicó en 1812 un trabajo (De la nevralgie con- siderée en general, tés. de París, 1812, núme- ro 160), que se ha copiado muchas veces. En 1818 apareció la tesis de Martinet (Essai sur les nevralgies; tés. de París , 1818, núme- ro 70) que está muy lejos de merecer la repu- tación que se le ha dado, por la confusión pa- togénica que en ella se observa. La de Deseot (Disc. sur les affections locales des nervs., tés. de París, 1825), añale poco á la historia de las neuralgias, pudiéndose decir lo mismo de la de Jacob (Diss. sur la nevralgie considerée en ge- neral , les. de París, 1829, n.° 190), que fue copiada en 1831 por Chaslanier ( Üiss. sur la nevralgie considerée en general. tés. de París. 1831, n." 462. «En 1833 publicó Piorry una memoria, que contiene observaciones y consideraciones im- portantes (Mem. sur les nevralgies et leur traile- ment en la Clinique medie, de la Pitié; París, 1833); hallándose en la misma línea que la Me- moria moderna de James (ilech. theor. et prat. sur les nevralgies, en la Gaz. méd., 1840, pá- gina 170). «Joberl (Etudes sur le systeme nerveux; Pa- rís, 1838) ha ilustrado el estudio sinlomálico v TOMO VIL terapéutico de las neuralgias con algunos ma- teriales que deben consultarse. «Valleix (Traite des nevralgies;?ar\s, 1841), es el primero que ha hecho una historia com- pleta y lo mas satisfactoria posible, de las neu- ralgias consideradas en general. Empieza ana- lizando la mayor parle de las observaciones sobre las neuralgias que posee la ciencia, tra- bajo sumamente penoso, y luego liaza su des- cripción; de cuyo valor ha podido juzgarse por las numerosas citas que de él hemos lomado. No aprobamos , sin embargo, que se haya de- tenido tan poco en el tratamiento de las neu- ralgias consideradas en general, y que haya se- parado de su cuadro las visceralgias. »B. Neuralgias de la vidade nutrición ¡neu- ralgias viscerales ó visceralgias. «La historia general de estas aun se halla por hacer, y hasta ahora no contiene la ciencia elemento alguno acerca del particular, lo que se prueba fácilmente, reflexionando que toda- vía en 1831 tuvo precisión Jolly de entretener- se á probar la existencia de estas afecciones. «Pregúntase, dice este autor, si existen neu- ralgias del sistema ganglionario , es decir, ac- tos morbosos constituidos por la exageración de la sensibilidad del aparato nervioso gangliona- rio. Nosotros contestaremos que la observa- ción anatómica , los esperimentos fisiológicos, y los hechos morbosos mejor justificados, prue- ban del modo mas positivo, que el trisplánico ejerce en unión con los nervios cerebro-espi- nales , la influencia necesaria para el desempe- ño de los fenómenos vitales, y que ambos, aun- que distintos en sus funciones, tienen entre sí una analogía notable de estructura ó de pro- piedades anatómicas, como también una corre- lación evidente de fenómenos fisiológicos y pa- tológicos.... Los nervios de la vida orgánica sienten y padecen á su modo, y aunque los do- lores que se esperimenlan en los órganos donde se distribuyen tales nervios, tengan un carác- ler particular, aunque ciertos dolores cardia- cos, pulmonales, uterinos, intestinales, hepá- ticos, ele, no se parezcan en nada á los de las parles esternas; no por eso dejan de ser verda- deras neuralgias,que reconocen las mismas cau- sas, siguen un curso idéntico y cedená los mis- mos medios terapéuticos» (Dict. de méd. et de chir. pratiques, t. XII, p. 41-43). Jolly debería añadir, y que están caracterizadas por lamisma falla de toda alteración apreciable del tejido nervioso. • «Síntomas.—«El dolor, dice este médico, no es tan franco ni dislaceranle como en las neu- ralgias de la vida de relación; es mas obtuso, y las mas veces se présenla por la mañana, y pa- rece exigir ademas para su desarrollo, circuns- tancias patológicas especiales» (Sur les nevral- gies du systeme nerveux ganglionaire en la Nou- velle bibtioth. méd., t. II, p. 310, 1828). «Pero eslas proposiciones son demasiado ab- solutas; pues los dolores son atroces en ciertas visceralgias: Schmidtmann, dice, que el dolor de 3 18 DE LAS NEURALGIAS EN GENERAL. la gastralgia puede ser bástanle viólenlo para i producir el delirio y las convulsiones ( Summa observationum medicarum ex praxi clínica tri- ginta annorum depromptarum , t. 111, ch. 9, |). 30; Berlín , 1819-1830). Uno de nosotros ha referido la observación de un enfermo atacado de gaslro-enleralgia, cuyos dolores eran atro- ces, intolerables y determinaban convulsiones generales. «Esle enfermo, dolado de grande energía moral y de mucho ánimo, daba gritos horribles, se revolcaba en el suelo, desgarraba sus vestidos con las manos ó los dientes, sien- do tales sus padecimientos, (pie le hicieron pen- sar muchas veces en el suicidio.» En otra oca- sión hemos observado en una joven una neu- ralgia del corazón , acompañada de un dolor, cuya violencia era mayor que en la pericarditis mas aguda (L. Fleury, Re flexión s et observa- tions pour servir au diagnostic des nevralgies viscerales, en el Journ. de méd., n.° de abril, de 1843). «El dolor se reproduce por accesos, los que, ora sobrevienen sin causa alguna determinante apreciable, ora por efecto de una emoción mo- ral- viva, de un modificador higiénico (alimen- tación en la gastralgia), ó fisiológico (edilo en la histeralgia). «Solo rara vez, y cuando la enfermedad es intensa y muy antigua, esperimenlan los en- fermos un dolor continuo, ó mas bien una exal- tación permanente de la sensibilidad (gastral- gia, histeralgia); pues casi siempre es comple- ta la intermitencia de los dolores; lo que se es- plica perfectamente por la fisiología, pues es sabido , que, á no existir un estado patológico, participa poco el sistema nervioso ganglionar de los fenómenos de la sensibilidad. «Hasta ahora no se han comprobado puntos doloridos circunscritos en las visceralgias: el dolor se percibe en lodo el órgano , y se halla esparcido en él uniformemente. La presión sue- le exasperarlo durante los accesos; pero tam- bién es evidenle que «le disminuye muchas ve- ces, y jamás le provoca. «Los dolores se exasperan ó provocan con frecuencia por el ejercicio de ciertas funciones, romo el de la digestión en la gastralgia , el de la respiración en la neuralgia cardiaca, ele. » Desórdenes funcionales de ta parte enfer- ma.—Los desórdenes patológicos de esle orden son siempre graves, y ocupan un lugar impor- tante en el estudio de las visceralgias. Las fun- ciones del órgano afecto se hallan'constante- mente pervertidas; pero es imposible hacer una descripción general bajo esle aspecto , porque los trastornos funcionales varian lanío como el sitio de la enfermedad. Así es, que en la gas- tralgia hay vómitos, y las digestiones son labo- riosas y dolorosas; en la cardialgía, los latidos del corazón son tumultuosos, irregulares v vio- lentos; en la enteralgia hay diarrea, ó ai con- trario estreñimiento; en la histeralgia son las reglas irregulares , están disminuidas ó aboli- das; en la neuralgia de la laringe se observan diversas alteraciones de la voz, ele. Eslos des" órdenes funcionales pueden ser ligeros ó muy intensos. » Desórdenes funcionales generales.—«Se ma- nifiestin especialmente, dice Jolly, en las neu- ralgias ganglionares fenómenos de reacción, dando lugar al apáralo febril que constituye las fiebres inlcrmilenles en general, y fácilmente se concibe la razón, reflexionando que el siste- ma circulatorio está casi esclusivamentc bajo la dependencia del aparato nervioso ganglio- nar.» Pero esta proposición no es completa- mente exacta, pue* las visceralgias muchas ve- ces no producen ningún trastorno general. Hay enfermos que no tienen fiebre ni enflaquecen en muchos años, y la misma gastralgia no siem- pre es una escepcion de esta regla. Sin embar- go , en algunos casos , cuando los dolores son muy agudos (histeralgia), y los fenómenos inler- milenles de la digestión intensos, y se renue- van con frecuencia (gastralgia, heputalgia), se observa una pequeña fiebre continua con exa- cerbaciones por las lardes, ó una lenta nervio- sa, que conduce á veces á los enfermos á un ma- rasmo considerable. «Los padecimientos del sistema nervioso ganglionar reaccionan siempre mas ó menos sobre el sistema cerebro-espinal, y los enfer- mos se vuelven irascibles , inquietos é hipocon- driacos. Todo lo que hemos dicho al hablar de la gastralgia (véase Enfermedades del estóma- go) puede aplicarse á las demás neuralgias vis- cerales. «Curso, duración y terminación.—El curso de las visceralgias es generalmente irregular; pues después de adquirir una violencia muy considerable, desaparecen á veces de pronto, para presentarse en seguida en un grado va- riable; es muy raro que los accesos se repro- duzcan periódicamente : ora están separados por intervalos muy cortos, ora , por el contra- rio , se manifiestan lan solo una , dos ó Ires ver ees al año (L. Fleury, mem. cit., obs. 1). Su duración es variable , pero generalmente lar- ga. La enfermedad cambia muchas veces de si- lio, y ocupa sucesivamente diferentes órganos (estómago, corazón, hígado, útero, etc.); sien- do mas raro que alterne con las neuralgias de la vida de relación (L. Fleury, obra citada, ob- servación 2). «Las neuralgias por sí solas jamás produ- cen la muerte; mas ¿no podrán cuando son muy antiguas desarrollar una alteración orgá- nica en la viscera enferma ? Difícil es responder á esta pregunta de un modo positivo. Cuando una afección orgánica sucede á desórdenes fun- cionales puramente nerviosos, ¿son estos la causa de aquella, ó solamente los primeros sín- tomas de una lesión de estructura que todavía no ba podido apreciarse? (v. Gastiulgia). «Diagnóstico, pronóstico. — Diversas cir- cunstancias hacen muy difícil en general el diagnóslico de las neuralgias viscerales. «El dolor es vago y difuso á causa del modo como DE LAS NEURALGIAS EN GENERAL. Í9 se distribuyen los nervios en los órganos; su asiento no puede determinarse con precisión, y no tiene una dirección fija ni caracteres bien marcados.» «Por otra parle, participando el órgano mas ó menos del padecimiento de los uersios, y ejerciendo estos una influencia directa en las funciones de aquel, se manifiestan sínto- mas graves y desórdenes funcionales, que pue- den hacernos suponer alteraciones orgánicas que no existen. «Es fácil sobre lodo el error, cuando tene- mos que decidirnos en un primer examen, co- mo sucede, RPr ejemplo, en una consulta. En esle caso es preciso tener en cuenta lodos los pormenores por insignificantes que parezcan, y someter el enfermo á un largo y minucioso interrogatorior'algunas veces se llega entonces á deducrr el diagnóstico de la comparación de circunstancias y de hechos, que al principio no parecían tener parle alguna en el mal, ni conexión entre sí. • »No hay duda de que, observando el curso de la enfermedad, se llega por lo común á des- cubrir algunos caracteres que son propios de ¡ todas las neuralgias, é indican la naturaleza de la afección. La intermitencia de los dolores y desórdenes funcionales ; las circunstancias que determinan la desaparición y vuelta de los sín- tomas ; la influencia, asi decierlos agentes hi- giénicos, como de las afecciones morales , y los medios terapéuticos que nos vemos obligados á ensayar, nos conducen al cabo de un'tiempo mas ó menos largo al verdadero diagnóstico; pero hasta que se consigue establecerlo ¡cuán- to no sufre el enfermo, y cuánta no es la per- plegidad del práctico! (L. Fleury, mem. cil). «Al pronto es imposible en ciertos casos re- conocer, si es una visceralgia ó una afección orgánica la que existe, y en general hay mas propensión á decidirse por esta que por la pri- mera. Los prácticos poco esperimentados é ins- truidos cometen muchas veces esle error, per- sisten en él, forman un pronóstico funesto , y j obcecándose en una terapéutica ineficaz ó nula, i se prolonga la neuralgia , pierden los enfermos i Ja paciencia, y-se valen de charlatanes, los que á veces consiguen una curación que se creia imposible con un tratamiento empírico é infun- dado. A resultados de esla especie deben la homeopatía, el magnetismo, el método de Le- roy, el sistema de Benech, y tantas otras mons- truosidades médicas, la inmerecida confianza que les conceden algunas personas. «Las visceralgias pueden generaimenle co- nocerse por el método de esclusion : sj después de haber comprobado la falta de síntomas ge- nerales, y empleado los medios conocidos de esploracion (palpación y percusión para la gas- tralgia y la hepatalgia; percusiony ausculta- ción para la cardialgía; palpación, percusión, tacto, y aplicación del especulum para la histe- ralgia , etc.), no se obtienen mas que resulla- dos negativos, puede decirse con casi com- , píela seguridad que existe una visceralgia. j »Sin embargo, es preciso no olvidar que i las alteraciones orgánicas van precedidas á ve- ces mas ó menos tiempo de alteraciones, que no 1 pueden referirse á lesión alguna apreciable (véase Terminación"). Asi es que,anles que se ; manifieste el cáncer del estómago ó del ulero, : sobrevienen fenómenos gaslrálglcos ó hislerál- gicos, y palpitaciones nerviosas antes de la hi- pertrofia del corazón , ele. Debe, pues, el prác- | tico examinar con frecuencia al enfermo, para ; modificar su diagnóstico á medida que se pre- senten fenómenos nuevos. «En resumen , se halla espueslo el médico á lomar una visceralgia por una lesión orgáni- ca y vice-versa. Para librarse de estos dos es- collos igualmente peligrosos , necesita recurrir á un examen detenido y continuo, y á cuantos medios de esploracion nos suministra la ciencia moderna. «El pronóstico de las visceralgias no es gra- ve, sino con relación á lo mucho que probable- raenle duran. «Causas.—Atacan con preferencia á las mu- jeres, á los niños y á las personas nerviosas, débiles, estenuadas por trabajos escesivos, por una alimentación insuficiente, y á las que se hallan en la convalecencia, sobre lodo de las fiebres graves. Las visceralgias pueden ser idio- pátieas, sintomáticas ó simpáticas. «1.° Visceralgias idiopáticas. — Muchas ve- ces sobrevienen sin causa conocida; pero co- munmente dependen de modificaciones apre- ciabas, cuya naturaleza varia con el órgano afecto. Asi es que el abuso de la dieta, del ré- gimen vegetal y lácteo, v ciertas condiciones atmosféricas producen la gastralgia; las emo- ciones morales vivas, el abuso del té, del ca- fé , y los escesos venéreos , la neuralgia cardia- ca, y el coito escesivo y la masturbación, la histeralgia, etc. »2.° Visceralgias sintomáticas.—Los vómi- tos nerviosos y rebeldes, que tan á menudo se observan, en la convalecencia de la fiebre tifoi- dea , ofrecen un notable ejemplo de esla especie de viscerajgias: también deben enumerarse los vómitos nerviosos sintomáticos de las alteracio- nes generales específicas, que constituyen la intoxicación saturnina , el sarampión , las vi- ruelas, el muermo, la fiebre intermitente, etc.; las palpitaciones nerviosas que se observan en la clorosis, ele. »3.° Visceralgias simpáticas.—La gastralgia acompaña con frecuencia á las afecciones del útero; la hepatalgia es producida muchas ve- ces por las enfermedades del estómago, de los intestinos, etc. «Tratamiento. — Es el mismo qiffe el de las neuralgias de la vida de relación; en ambas se emplean medios idénticos; de modo que solo podriamos repetir aqui lo que anteriormente queda dicho (v. Neuralgias de la vida de re- lación) . «Naturaleza t clasificación. — Las visee- 20 DE LV* ÜF.UnAl.GU* EN GENERAL. ralgias son neurosis del sonlimienlo de la vida de nutrición, y ya en otro luiíar hemos esta- blecido su naturaleza (v. Nluuosis en <,i:\r.RAt). «Hemos espueslo en esle capítulo algunos earactéres diferenciales , que separan las \is- eeralgias de las neuralgias de la vida de rela- ción, y las consideraciones especiales que se re- fieren al diagnóstico de las primeras; conside- raciones que son de mucha importancia para el práctico, y que nadie, sin embargo, había mencionado. Llamamos, pues, la atención de los observadores sobre unas enfermedades que ofrecen tanto interés, y que hasta ahora ape- nas se hallan indicadasen las obras de patolo- gía, ni han sido objeto de ningún escrito de consideración» (Mon. y Fl., conipendium. etc., t.VI,p.172ysig.). CAPITULO II. De las neuralgias en particular. A. Neuralgias de la vida de relación. ARTICULO I. Neuralgia de la rara. «Preferimos con Halliday (Considerations pratiques sur les neuralgies de la face, París, 1832 , p. 3) esla denominación á la de neural- gia facial propuesta por Chaussier, porque esla parece aplicarse de una manera particular, y hasta cierto punióesclusiva, á la neuralgia del nervio facial. «Sinonimia. — Gesticulación doloroso, de An- dró; Enfermedad de la cara, de Pujol; Dolor fa- ciei, de Folhergill; Prosopalgia nervosa, de Keil Ploucquet; Neuralgia faeiei, de Good; Antal- gia doloroso , de Young; Prosopalyia, de Swe- iliaur; Dolor faciei typico charactere , de Sie- bold; Dolor periolicus, de Alonro; Trismus do'orificus, trismus maxillaris, de Sauvages; Febris tópica, de Van-Swielen; Ophtalmodynia periódica, de Plenck; Neuralgia facial, de Chaussier, y Neuralgia de la cara, de Halliday. ^Definición. — La neuralgia de la*cara es una enfermedad, caracterizada por un dolor muy vivo, irregular, intermitente y á veces periódico, que sigue la dirección de una ó mu- chas de las ramificaciones nerviosas que se dis- tribuyen por la cara, sin que haya síntomas de reacción general ni de flegmasía local. «División. — La neuralgia de la cara puede afectar aisladamente cualquiera de los ramos nerviosos que se distribuyen por ella, presen- tando asi caracteres particulares relativos al si- lio que ocupa; pero eslos caracteres únicamen- te se encuentran en la manifestación sintomá- tica de la enfermedad , de la cual haremos una descripción general, estableciendo únicamente las divisiones en la sintomalologia. ¿Puede exis- tir la neuralgia de la cara en el nervio facial? Mas adelante espondremos nuestra opinión acer- ce de este punto. Por de pronto nos limitare- mos en este artículo á describir la neuralgia del nervio trifacial, y en el inmediato haremos algunas consideraciones sobre lo que mí ha lla- mado neuralgia facial. «Dividiremos la neuralgia trifacial en Ires géneros, correspondientes á la disposición ana- tómica del quinto par, y d( subiremos una neuralgia oftálmica, una neuralgia maxilar su- perior , v otra maxilar inferior , comprendien- do en cada género muchas especies. Lsla divi- sión, fundada en la anatomía, es preferible á la de Chaussier, que establecida sobie algunos hechos, no ahiaza los que se han presentado después á la obsi-rvacion. Había distribuido es- te autor las neuralgias en frontal, suborbita- ria y maxilar. Tampoco creemos*que deba di- vidirse la neuralgia de la cara, como hace Bc- llingeri (Annal. universali di medicina , abril, 1834), según su naturaleza, en neuralgia in- flamatoria , irritativa y nerviosa, subdividien- do la primera en Ires variedades, que son la sanguínea , la flogística , y la reumática. «Ai ti raciones anatómicas.—Como en loda* las afecciones de la naturaleza de la que nos ocupa , nada nos enseña la anatomía patológi- ca acerca de las alteraciones que pueden cons- tituir la neuralgia de la cara. Fundándose al- gunos autores mas bien en inducciones que en la observación, han creído que los cordones nemosos que habían sido asiento de la enfer- medad estaban rojos, hinchados é infiltrados; pero las minuciosas disecciones de Abernelhi, de Bíchal y de Blackell han demostrado cuan poco fundadas eran semejantes aserciones: «To- do eslo se habrá dicho tal vez de buena fé; pero es completamente falso, pues hasta ahora nada se ha encontrado en tales nervios» (Halliday, loe. cit., p. 119). En algunos casos á la ver- dad se han hallado en el cráneo, en las inme- diaciones del tronco del quinto par , altera- ciones que habían producido la atrofia , la com- presión , el reblandecimiento y la inflamación de este cordón nervioso; y Fribaut y Mare- chal han visto el origen del trigémino com- prendido en una masa lardácea, que comprimía la protuberancia anular. Tyrrel ha encontrado dos tumores fungosos de la dura madre, que comprimían los nervios maxilares superior é inferior. Monlault ha visto el Ironco del trigé- mino infiltrado, aplanado y comprimido por un tumor del volumen de una nuez, situado en la base del cráneo. Pero como observa con razón Berard (Dict. de méd., Neuralgia de la cara), estas lesiones no constituyen los carac- teres anatómicos de la neuralgia , asi como un tubérculo del cerebro no forma lampoco el ca- rácter anatómico de la epilepsia, aunque pue- da determinar accesos epilépticos. «Diremos, sin embargo, que la contusión, la picadura ó dislace*raeion , de un ramo ner- vioso de la cara, ha sido algunas veces causa inmediata del dolor neurálgico. «Sintomatologia.—Neuralgia de la cara en general. — La neuralgia de la cara está esen- cialmente caracterizada por un dolor inlermi- NEURALGIA DE LA CARA. 21 lenle: cuando este ha llegado á manifestarse . una vez, se reproduce, después de haber dura- j do mas ó menos tiempo , con intervalos por lo común muy corlos. El tiempo que dura cada vez constituye un acceso; cesando el dolor lue- go que se han manifestado cierto número de estos, y no volviendo á presentarse sino des- pués de un espacio de tiempo muy variable: la reunión de los accesos constituye un ataque. Los ataques dislan mas entre sí que los acce- sos Para trazar una descripción completa de la enfermedad, estudiaremos por separado. A. La invasión del mal. B. Los síntomas de los acce- sos. C. Su curso y duración. I). Su termina- ción. E. Sus intervalos y reproducción. F. El curso, la duración y terminación de los ata- ques. G. .Sus intervalos y reproducción. 11. El curso y la duración de la enfermedad. 1. Su* terminaciones. «A. Invasión de la neuralgia de la cara.— La enfermedad empieza comunmente de un mo- do repentino, con la rapidez de la chispa eléc- trica , durante el sueño, ó por eleclo de una emoción moral viva, sin que se anuncie su in- vasión por ningún pródromo. En algunos casos, bastante raros , esperimentan los enfermos du- ranle un tiempo variable, antes que aparezca la neuralgia, cefalalgias rebeldes, odontalgias y dolores erráticos en la cabeza ó en diversas partes del cuerpo. Pujol ha observado una neu- ralgia de la cara que sucedió á un absceso de la megílla, \ se han visto casos en que esla enfermedad lia reemplazado á la neuralgia fé- moro-poplítea. El primer acceso no tiene los caracteres que presentan los que le suceden, ni los iguala nunca en intensidad: ora consiste tan solo en punzadas vivas y pasageras, ora en un dolor sordo continuo, y que se va aumen- tando hasta hacerse intermitente. La enferme- dad empieza algunas veces por una hinchazón muy dolorosa de la megilla, y hasta que esta se disipa, no aparece la neuralgia cen los carac- teres que le son propios (Boyer, Traite des mu- adies chirurg., t. VI, p. 334). »B. Síntomas dé los accesos.—Se manifies- ta un dolor vivo.en un punto mas ó menos li- mitado de la cara, que sigue en todos los casos con mayor ó menor exactitud , la dirección de los ramos nerviosos qus se distribuyen en la parle enferma : esle dolor se circunscribe casi constantemente á uno de los lados de la cara; es raro que se présenle en ambos á la vez , y ¡o es igualmente que cambie de silio, sea de un modo espontáneo ó después de hecha la sección. del nervio. El lado derecho se halla atacado con mas frecuencia que el izquierdo. Rcnnes dice sin embargo haber observado muchos ejem- >los de neuralgia frontal doble , y otros en que a enfermedad pasaba de un lado'á otro. «El dolor es susceptible de presentar lodos los caracteres que se asignan á esla sensación;1 pudiendoserdislaceranle, lancinante, queman- te, pulsativo, perforante , etc.: á unos les pa- rece que se les abre la cabeza, y á olios que les clavan una cuña por medio de golpes isócro- nos con los latidos de las arterias : los sufri- mientos que determina el dolor prosopálgico son muy atroces, y ningún olio se le puede comparar bajo esle aspecto. Ora se manifiesta de repente con su mayor intensidad ; ora solo llega á esle punió por grados en un espacio de liempo variable, unas veces casi inmediata- mente despuesde su aparición, y otras hacia la mitad del acceso. Llegado ya á" lodo su incre- mento , sume á los enfermos en un estado que es imposible describir: unos se revuelcan por el suelo, se golpean la cabeza, muerden las al- mohadas, hacen contorsiones horribles y lan- zan gritos lastimeros; otros se quedan-inmóvi- les, sin voz ni movimiento, con el cuerpo con- traído sobre sí mismo, y los miembros en la po- sición en que los cogió el acceso-, sin atreverse á pronunciar una sola palabra ni ejecutar el mas ligero movimiento; y algunos ponen fin, por medio del suicidio, á unos padecimientos que les parecen intolerables. El dolor se exaspera co- munmente por la presión cuando esla es lige- ra: Leydig ha visto, sin embargo, un enfermo que se aliviaba cuando so le hacían con el dedo fricciones suaves en las parles enfermas. Pero cuando se ejerce una presión enérgica en el tronco nervioso, que es el asiento de la neu- ralgia, se calma comunmente el dolor, ó des- aparece enteramente. «La cara está rubicunda y animada, ó bien pálida y lívida; sus músculos se hallan á veces contraídos, en términos de producir la distor- sión de la nariz, de la boca , y formar gestos horrorosos; las cejas están retraídas, los pár- pados muy comprimidos, la comisura de los la- bios dirigida hacia la oreja, y la mandíbula in- ferior deprimida ó muy apretada conlra la su- perior. En cierlos casos se observan verdaderas convulsiones; y nosotros hemos visto un enfer- mo, en quien se habían hecho permanentes los movimientos convulsivos , siendo tan solo me- nos frecuentes y pronunciados en los intervalos que separan los accesos. Háse observado una vez , que las convulsiones ocupaban el lado de la cara opuesto á la neuralgia. Los movimien- tos convulsivos no suelen manifestarse sino cuando el mal tiene ya cierta antigüedad. Al principio , y durante un tiempo mas ó menos largo, la parle enferma conserva su aspecto natural, ó presenta únicamente un poco de hin- chazón ó de rubicundez. «El dolor puede propagarse al cuello , y en cierlos casos abandona también su asiento pri- mitivo, y se presenta en los hombros, los bra- zos , antebrazos y aun en la matriz, sobrevi- niendo entonces accesos histéricos ó epilepli- formes con intervalos mas ó menos largos (Jo- berl de Lamballe, Eludes sur le systeme ner- veux; Parb, 1838, t. II, p. 653). «Durante los accesos es la respiración len- ta y está como suspendida , la circulación no se halla comunmente alterada, y el pulso es lam- pión á veces mas lenlo. »2i NF.IRAIGIA DE LA CARA. «No se observa vestigio alguno de fiebre, dice Halliday, y el pulso conserva en medio de la intensidad del dolor su ritmo natural» loe. cit., p. 108). No obstante, Hennes ha visto so- brevenir muchas veces , á poco vivo que fuera el dolor, un verdadero estado febril, que em- pezaba por e>calofrios y terminaba por sudores ligeros (Ojservations et reflexión* sur trcnte- deux cas de nevralgie frontale; en Arch. gen. de méd., -2.a serie, t. XI . p. 156). J. Frank y Bellingeri han observado, que las arterias in- mediatas á la parle enferma estaban mas ten- sas, resistentes y latían con mas fuerza; y Van- Swielen (Comment. in Aphor. Boerh., §. 757), asegura también, q-ue se aumenta el número de las pulsaciones arteriales; pero apenas pue- de concebirse esla fiebre local independiente de la influencia de las contracciones del corazón. «Cuando la enfermedad ha durado mucho tiempo, se hipertrofia algunas veces el lado aféelo de la cara, y en oíros casos se la ha vis- to por el contrario atrofiarse, limitándose la demacración á un lado, mientras que el otro conserva su nutrición natural; lo cual da á la fisonomía una espresion rara y particular , que basta por sí sola para revelar una prosopalgia. «Los síntomas que acabamos de referir de una manera general, se modifican y presentan caracteres especiales, según que la neuralgia afecta tal ó cual ramo nervioso; por lo que pa- saremos á estudiarlos en sus diferentes tipos, siguiendo la división anatómica que dejamos establecida al principio de esle articulo. » A. Neuralgia detramo oftálmico.—I ."Neu- ralgia de este mismo tronco.-¡-Lá neuralgia of- tálmica se siente sobre lodo en el fondo de la órbita: les parece á los enfermos que les arr ranean ó comprimen el ojo, cuyo órgano , ora se présenla ahuilado y prominente, ara hundi- do y dirigido hacia fuera ó adentro; está habi- lualmenle lloroso, sobreviniendo tn cierlos ca- sos una abundante secreción de lágrimas acres y quemantes, y por ultimóse inyecta. La visión se halla comunmente alterada durante los ac- cesos; se debilita cuando se prolonga la enfer- medad , y aun puede perderse enteramente. Berard atribuye una parle de estos síntomas á- la afección de los nervios ciliares , que en gran parle provienen del quinto par. El dolor, cuyo foco reside siempre en la órbita, se propaga á veces á la ceja, á la nariz y á las enrías. ;>2.° Neuralgia lagrimal.—Halliday consi- dera la siguiente observación de Masius (Ilufe- land's journal bd. XXV. p. 25) como un ejem- plo de neuralgia limitada al nervio lagrimal; nosotros ignoramos que haya en la ciencia un caso análogo. Esperimenló un hombre después de comer una comezón én la parte superior del ojo derecho, que al cabo de algunos minutos se convirtió en un violento dolor, el cual desde entonces apareció por accesos, con lodo los ca- racteres de. una neuralgia. Esle dolor empeza- ba en la órbita, propagándose por la sien y la megilla hasla el mentón; el ojo salía fuera de la órbila easi hasla el nivel del pómulo, y no lardó en sobrevenir un cclropion completo. «No dudamos se juzgará con nosotros, que este hecho no contiene bástanles pormenores para que pueda deducirse el asiento preciso del mal. «3.° neuralgia frontal, frontal esterna 6 suborbitaria. — La neuralgiadel nervio fronlo- palpehral es una de las mas frecucnles: el do- lor empieza por lo común al nivel del agujero supra-orbitario, y desde-aquí se estiende si- guiendo el trayecto de las ramificaciones ner-r viosas á la frente, la ceja, los párpados y á lodo el lade correspondiente de la cara. Los párpados están cerrados, el ojo rubicundo y lloroso; percibiéndose á veces un dolor sordo en el seno frontal del lado enfermo ; la mucosa olfatoria se halla seca. Esla neuralgia es laque ocasiona con mas frecuencia movimientos con- vulsivos de los músculos de la cara. En muchos enfermos que padecen neuralgias supra-orbi- larias están mas erizados los cabellos del lado afecto, son mas duros, espesos, y crecen con mas rapidez que los del opuesto, y en otros por el contrario, se van cayendo poco á poco. »4.° Neuralgia frontal interna.—Halliday considera como un ejemplo de neuralgia fron- tal interna una observación de Barbarin (Diss. sur la neuralgie facíale; París, 1817, núm. 15), en la cual existía el dolor al nivel del seno fron- tal izquierdo, en el ángulo nasal de esle mis- mo lado, y en el fondo de la órbila : ej ojo es- taba rubicundo , hinchado y lloroso, y la nariz, seca en lo mas fuerle del acceso, suministraba al principio y fin del mismo una escrecion abun- dante de moco espeso y amarillento. «También es difícil afirmar, si no perlene- ceria esla neuralgia á la rama frontal esterna ó á la oftálmica. »o.° Neuralgia nasal esterna.—Meglin (Re- cherches sur la neuralgie facíale; Slrasbourg, 1816) refiérela historia de un hombre, que es- perimentaba un dolor terrible, que empezando en la parle media de la ceja del lado derecho, descendía oblicuamente al ojo y á la parle me- dia de -la nariz, en donde se fijaba: esle dolor, dice Berard, podía ser una neuralgia nasales- lerna. »B. Neuralgia del ramo maxilar superior.— 1,° Neuralgia dentaria posterior. — En esla se siente el dolor al nivel de las últimas muelas superiores , y se propaga á lo interior de la bo- ca y á la megilla: el lado correspondiente de la cara eslá hinchado, y frecuenlemenle agitado de movimientos convulsivos, sobre lodo de los músculos bucinador y maselero; á veces exísle una contracción letaniforme de la mandíbula inferior, observándose siempre un tialismo mas ó menos abundante. Duval (Obscrv. sur quel- ques affections de la face, considerées dans leur rapport avec rorgane dentaire; París, 1814) refiere muchos ejemplos de esla variedad. »2.° Neuralgia suborbitaria.—FA dolor se percibe al nivel del agujero suborbilario por NUERALGIA DE LA CARA. 23 debajo del párpado inferior , ocupando la me- gilla, la sien , la mitad correspondiente de la nariz y del labio superior, una parte de la fren- te, y estendiéndose á veces al seno maxilar, los dientes , la oreja, el paladar, la campanilla, la base de la lengua y la faringe (Monlfalcon. Dict. ofmed., t. XXXV, p. 523). El autor que aca- bamos de citar describe como fenómenos lo- cales secundarios de esla neuralgia , el aumen- to del moco nasal, la caries , la rolura de los dientes, la parálisis ó el temblor convulsivo de los músculos de la cara, y las contracciones involuntarias de las megillas y de los labios. Algunas veces se siente el dolor en la parle posterior del ojo, obligando, por decirlo así, á este órgano á internarse mas en la órbila , y produciendo una secreción abundante de lá- grimas (Halliday, loe. cil., p. 47); en otros ca- sos se esliende á la coronilla, al occipucio y al cuello. Cualquiera que sea la eslension que ocu- pe el dolor, su punto de parlida y asiento prin- cipal son siempre las parles en que se distri- buye el nervio suborbilario. «La palabra es en ciertos casos difícil, y la masticación y los movimientos de la mandíbula imposibles. «La neuralgia suborbitaria produce algu- nas veces fenómenos muy raros. Léese en Ley- dig (Doloris faciei dissecto infra-orbitali ñervo profligan historia; Heidelberg, 1808), que «el dolor se difundía con la velocidad del rayo por los párpados y el globo del ojo, por lodo el lado derecho de la" nariz , y la parle correspondien- te del labio superior; los músculos de todos es- tos puntos estaban agitados de movimientos convulsivos, retrayendo hacia arriba el ala de la nariz y el ángulo de la boca del lado dere- cho; al mismo tiempo que estaban contraídos los labios, y la boca formaba prominencia ha- cia esle mismo lado. Estos movimientos clóni- cos musculares no cesaban hasla que desapa- recía el dolor, y después de correr cuatro lá- grimas, y de salir por la ventana derecha de la nariz una materia mucosa, viscosa y blanque- cina. Observábase ademas el singular fenóme- no de que , durante los mas violentos dolores, agitaba el enfermo con vivacidad la punta de su lengua entre los labios contraídos , cuyos movimientos le aliviaban algún lanío.» »C. Neuralgia del ramo maxilar inferior. 1.° Neuralgia lingual.—Brewer (Biblioth. yer- man, t. V, p. 55), refiere la historia de un vie- jo, en quien ocupaba el dolor la parle mas an- cha de la lengua en el lado izquierdo , deter- minando contorsiones penosas, que no tenían ninguna apariencia de espasmo. Un hecho aná- logo se halla inserto en el segundo cuaderno de las Memorab. clin, de Reil (Halliday, loe. cil., p.72). »2.° Neuralgia auricular anterior.—El do- lor ocupa la sien, y sigue la dirección de los ra- mos de la arteria temporal. »3.° Neuralgia bucal.—El dolor reside en el temporal y el bucinador, y se irradia si- guiendo las ramificaciones del sétimo par; cir- cunstancia que importa tener en cuenta como luego veremos. »4.° Neuralgia menloniana.— Es la mas frecuente de las neuralgias del ramo maxilar inferior. El dolor se manifiesta al nivel del agu- jero mentoniano, y se esliende á los labios, al- véolos, dientes, á las sienes, y por debajo del mentón ; sube por el conduelo maxilar; se de- lienealgunas veces precisamente en la línea que va desde la sínfisis al tabique de las fosas na- sales; pero se propaga á toda la megilla, al hueso malar y á la parle esterna y anterior de la oreja: los músculos superciliares y orbicula- res se contraen con fuerza; las comisuras de los labios, relraidas hacia atrás y arriba, dan á la boca el aspecto de la risa sardónica, y la man- díbula, ora está inmóvil, ora desviada por las contracciones irregulares de los músculos (Mont- lalcon , loe. cit., p. 528), Halliday habla , con referencia á André, de un enfermo que no po- día mascar, y hacia los gestos mas horrorosos al liempo de la deglución , viéndose precisado á tener continuamente apoyado el mentón sobre un punto sólido. «Descritas ya por separado las diversas for- mas de neuralgias de la cara establecidas por los autores, debemos prevenir al lector, que es muy raro observar los tipos con un carácter tan preciso; pues casi nunca se circunscribe la en- fermedad con lanía exactitud á los límites ana- tómicos de uu solo ramo nervioso, ocupando en la mayoría de los casos lodo un lado de la cara. Las neuralgias frontal, dentaria'posle- rioi-j suborbilaria y menloniana, son las que se presentan con caracteres mas marcados , y las que mas se limitan á los puntos que les hemos asignado. »C. Curso y duración de los accesos.—El curso de los accesos es variable: ora se mani- fiestan los síntomas desde el principio con su mayor intensidad, siguiendo de esle modo has- la el fin; ora se aumentan progresivamente du- rante una parte del acceso, conservan luego al- gún tiempo su mayor violencia, y últimamente disminuyen por grados, siendo en general mas rápido ¿1 período de declinación que el de au- mento; y ora en fin, presentan durante un solo acceso remitencias mas ó menos regulares (Ren- nes, loe. cil., p. 160). «La duración de los accesos varia singular*- menle: al principio de la enfermedad es apenas de algunos segundos hasta uno ó dos minutos; se hace mas considerable á medida que la afec- ción se prolonga y agrava; pudiendo ser enton- ces de un cuarlo de hora , de media y aun de una hora, pero casi nunca mas larga (Halliday, Berard). Léese, sin embargo, en la memoria de Rennes, que «la duración de los accesos no te- nia nada de fijo , pero no pasaban de veinticua- tro horas» (loe. cit., p. 161). Esle médico qui- so hablar sin duda del ataque neurálgico, es de- cir, de la reunión de accesos que se manifics- lan en el espacio de uno ó dos dias, para no 24 .NF.IRW(.IV DE LA CARA. volverse á reproducir sino al cabo de un liem- po mas ó menos largo. La duración de los ac- cesos en general eslá en razón inversa de su violencia. »l). Terminación de los accesos.—Unas ve- fes terminan los accesos de repente, y otras van disminuyendo poco a poco los síntomas. »E. Intervalos y reproducción de los acce- sos.—Los accesos se reproducen con intervalos muy variados: pues ora se observan tres ó cua- tro en el espacio de una hora ó de un dia; ora se suceden con una rapidez eslremada, habién- dose conlado hasla ciento en el espacio de \ein- licualro horas. Su número aumenta á medida que la enfermedad se hace mas antigua y gra\e. .Al principio no existe á veces mas que un acceso, que constituye entonces por sí solo un ataque. »Cuando"los accesos eslan separados por un espacio de tiempo algo considerable , y no son muy violentos, todos los síntomas desaparecen en los intervalos, y el enfermo no siente ya ningún dolor ; pero "en el caso contrario se ob- serva mas bien una remitencia que una inter- mitencia; pues el dolor se calma pero no cesa, y presenta exacerbaciones, que por lo demás en nada se diferencian de los accesos propiamente dichos. »F. Curso, duración y terminación de los ataques.—El curso de los alaques es con torta diferencia el mismo que el de los accesos: ora son de una intensidad igual lodos los ataques, asi los primeros como los últimos; ora pueden distinguirse lies períodos: el primero de au- mento', en el que los accesos se hacen cada \ez mas violentos; el segundo de estado, en el que lienen todos la misma intensidad , y el tercero de declinación, en el que van disminuyendo. «La duración de los ataques varia necesa- riamente según el número de accesos que los componen, pudiendo ser de una hora, de un os y ataques son mas frecuentes y muy viólenlos, se altérala salud general, y sobrevienen desórdenes per- manentes en el desempeño de las funciones: la digestión, la circulación y las funciones cere- brales se trastornan , y eí enfermo cae poco á poco en un aniquilamiento próximo al maras- mo, sin que por eso sean continuos los dolores neurálgicos aun en circunstancias de esla na- turaleza. «Aun en los casos, dice Halliday, en que por su larga duración , y por la continua repetición de los tormentos que la caracterizan, ha deteriorado la neuralgia facial la constitu- ción del paciente y arruinado su salud, si bien es cierto que esle no encuentra la calma y la satisfacción que anles sucedían á la cesación de los paroxismos; siempre hay intervalos, en los que si sufre no es precisamente por la neural- gia; intervalos que considera como de alivio y reposo» (loe. cil., p. 110). «Los ataques se reproducen dedos maneras muy distintas, que importa mucho lener en cuenta, y sobre las cuales hasla se ha fundado una división nosográfica. «Ora se reproducen los alaques con inter- valos regulares, y su aparición, sustraída á la influencia de toda causa esterna , se halla úni- camente sometida á las leyes dcl'liempo; ora se manifiestan irregularmente, y son produci- dos por una multitud de circunstancias que mas adelante referiremos. En el primer caso la en- fermedad es,periódica, y en el segundo se lla- ma a fínica. Estas dos formas ejercen muy di- ferente influencia en la duración y la gravedad del mal: en la primera la enfermedad espera siempre su hora para invadir, aun en medio de circunstancias que parecen propias para pro- vocarla , y se prolonga . según lo tiene de cos- tumbre , á despecho de los medios que se ponen en práctica para abreviarla; y en el segundo, por el contrario, amenaza al "enfermo á todas horas con una invasión siempre brusca é ines- perada , bastando para producirla un golpe, un movimiento ó la impresión del aire, del calor ó del frió. En el primer caso, los accesos son co- munmente mas raros y largos, y en el segundo son mucho mas frecuentes y casfsiempre de una duración menor. Una neuralgia periódica con regularidad cede las mas veces al tratamiento basado en la consideración de esle carácter: las neuralgias alípicas pocas veces se curan (Halli- day, Ice. cil., p. 111). «La forma intermitente periódica raras ve- ces existe desde el principio de la enfermedad, y Bellingeri asegura que jamás se observa: sin embargo, el doctor Rennes (loe. cit., p. 162) la ha visto en muchos casos aparecer desde luego con el tipo cuotidiano, lerciano ó lerciano do- ble. Es verdad que eslos hechos fueron obser- vados durante una epidemia de neuralgia fron- tal , que parecía depender de la existencia de liebres inlermilenles larvadas. NECRALGIA DE LA CARA. 23 «Los ataques periódicos ó alípicos pueden manifestarse á todas las horas del dia y de la noche; y aunque asegura Bellingeri que siem- pre se presenlan anlesdel medio dia (Mémoire sur la neuralgie de la face en Arch. gen. de méd., segunda serie , t. IV, p. 162); el doctor Rennes los ha visto aparecer por la tarde y en el dis- curso de la noche (loe. cit., p. 16*2), y noso- tros hemos asistido á un enfermo en quien se presentaban los ataques constantemente por la noche. «Los ataques alípicos, producidos muchas veces por la acción de causas esternas, se ma- nifiestan coinunmenle, lo mismo que la enfer- medad , de un modo repentino, y sin que vayan precedidos de ningún fenómeno particular. Los ataques periódicos por el contrario, se anun- cian frecuentemente por algunos fenómenos que varian eslraordinariamente: esperimenlan los enfermos comezón , sensación de frió, pesadez, espasmos, una especie de palpitación muscular en la parte enlerma; se imaginan sentir como un bamboleo ú oscilación en el cerebro, y per- cibir un olor desagradable. En el enfermo de quien hemos hablado masarriba, los alaques se manifiestaban siempre después de un sueño pe- noso. En ciertos casos se anuncian los dolores por manchas rubicundas en la piel (Joberl de Lamballe, loe. cit., p. 653). «II. Curso y duración de la enfermedad.— Lo que hemos dicho del curso de los ataques, es aplicable igualmente al de la misma enfer- medad: ora , y es lo mas común, aumenla la neuralgia de intensidad lenta y progresivamen- te , hasla que llega á cierto grado, perma- neciendo entonces estacionaria , ó bien decli- nando con una rapidez mayor que la que ofre- ciera su incremento; ora es el curso mucho mas agudo; y ora en fin , se observan remisiones y exacerbaciones irregulares; pudiendo ser por último, periódico ó alípico. »La duración es por lo común muy larga, sobre lodo en la forma atípica, siendo mas cor- ta en la periódica á causa de la eficacia que ejerce en este caso una terapéutica racional: la neuralgia de la cara abandonada á sí misma ppede prolongarse por diez, quince, y aun vein- te años. «I. Terminaciones.—Es muy raro que la neuralgia facial se cure espontáneamente: «Las neuralgias antiguas que se han resistido á todo tratamiento, dice Bellingeri, cesan por sí solas, ') se calman mucho, después de haber durado 'iez 6 doce años.» Sauvages, Thouret y Del- »ech , han visto neuralgias que habiéndose re- sistido al tratamiento mas indicado, se disipa- ron espontáneamente y no volvieron á repro- ducirse, después de abandonadas á sí mismas. 'ero estas terminaciones felices deben única- mente Considerarse como escepciones; pues en la mayoría de los casos persiste el mal hasta que muere el enfermo, lo cual se verifica, ora i causa de las complicaciones que suelen so- irevenir , ora por un verdadero agotamiento TOMO Vil. nervioso, y ora en fin, por un suicidio, de cuyo hecho posee la ciencia algunos ejemplos. Be- llingeri ha visto una neuralgia suborbilaria que produjo la muerte al cabo de veinte años. Cuan- do mas puede esperarse la curación, emplean- do combinados lodos los recursos que poseen la medicina y la cirugía. Cuando la enfermedad es muy violenta, ocupa los nervios dentario posterior ó menloniano , v liene ya una dura- ción larga , es mas temible que termine de un modo funesto, por las alteraciones que sobre- vienen en la nutrición; pues se ha visto mu- chas veces á los enfermos sucumbir en el ma- rasmo y la emaciación mas pronunciada , por haber tenido que condenarse á una abstinencia completa, á causa de los alroces dolores que provocaba el mas ligero movimiento de la man- díbula, y que habían imposibilitado la prehen- sion y la masticación de los alimentos, y hasla impedían á las mandíbulas separarse lo nece- sario para la introducción de los líquidos. «CONVALI-CEKCIA , RECAÍDAS, RECIDIVAS.--A menos que la enfermedad no haya determinado por su violencia y larga duración, alteraciones mas ó menos graves en la economía, no se afec- ta la salud general de los individuos, y se res- tablecen completamente , sin que haya conva- lecencia, en el momento en que los paroxismos cesan de reproducirse; pero en el caso contra- rio , aniquilada la economía por el dolor y las perturbaciones funcionales, necesita cierto tiem- po para volver á su estado natural; aunque la convalecencia es sin embargo corta, puesto que no hay que combatir los desórdenes que suelen siempre dejar las alteraciones orgánicas. «A pesar de que no exisla una convalecen- cia propiamente dicha, deben los enfermos que acaban de curarse de una neuralgia de la cara, tener mucho cuidado de sustraerse á la hume- dad, al frió, á las repentinas variaciones de fa temperatura, y á todas las causas que puedan determinar recaídas ó recidivas, las cuales son demasiado frecuentes á pesar de tales precau- ciones. «En los treinta y dos casos de neuralgia fron- tal, cuyo resumen presento , dice Rennes (loe. cit.; p. 164), no he observado mas que una sola recidiva;» pero no puede sacarse de esle dalo una deducción general, pues este médico no observó sus enfermos mas que durante un año, y la enfermedad casi nunca vuelve á aparecer sino al cabo de un tiempo mucho mas largo. Bellingeri ha visto frecuentes recidivas , y solo se verificaban en el mayor número de casos al cabo de muchos años (dos á diez). «Conviene distinguir cuidadosamente las re- cidivas déla aparición de nuevos ataques; lo cual no es siempre fácil en la forma atípica, cuando los ataques están separados por largos intervalos, y reaparece la enfermedad en el mis- mo punto que antes ocupaba. Bellingeri ha ob- servado dos recidivas, que ocuparon el nervio primitivamente afectado, pero del lado opuesto. «Muchas veces se ha visto á la neuralgia al- 4 26 NEIRU.GU DE I.AC\RA. temar con otra enfermedad que suspendía su i cursi, hasta que era á su vez reemplazada por i la afección dolorosa de la cara. Audre refiere I la observación de un enfermo , en quien una erupción vesicular de este órgano suspendía repetidas veces el dolor neurálgico. Una heri- da de la cabeza y un absceso en un hombro han producido también un efecto semejante (Boyer, loe. cit., p. 338). Retines ha visto una neural- gia facial que alternaba con una ciática. «Diagnóstico.—El curso intermitente de la enfermedad, por lo que loca á los accesos y á los alaques, la atrocidad de los dolores, que si- guen el trayecto de los nervios que se distri- buyen por la cara, y la resistencia que opone casi siempre la enfermedad á la terapéutica mas racional, son oíros tantos signos que hacen bastante difíciles los errores de diagnóstico; pe- ro no obsUnle, formaremos un paralelo entre la neuralgia de la cara y las afecciones con que se puede confundir mas particularmente. y>Reumitismo de la cara.—Los dolores reu- máticos rara vez presentan intermisiones de muehis dias, y m míos de semanas enteras: nun- ca son periódicos, y s¿ aun 'alan siempre por la presión; al pis > que si bien una presión li- gera exacerba asimismo el dolor neurálgico, cuando es un y enérgica y se practica sobre el tronco nervioso le suele disminuir. Los dolo- res r^uniticos van acompañados de liebre; se amne.itan par la noche y con el calor de la ca- ma, lo cual no se observa en la prosopalgia ; y por último dan lugar á una rubicundez y un calor mas considerables, carecen de un centro de intensidad, y no siguen exacli n^nle la di- rección conocí la de tal ó cuil ramo nervioso. »Fhtvion de las migiHas.—-Los dolores son radios vivos y continuos, y la enfermedad ter- mina pronto por resolución ó supuración. ^Jaqueca. — La neuralgia fronlal presenta alguna analogía con la jaqueca, pues hay in- termitencia atípica ó periódica, dolor circuns- crito á un solo lado de la cabeza, etc.; pero en la jaqueca el d >lor es menos agudo , mas cir- cunscrito, se percibe en el cráneo, la frente, la Geja, no pasa nunca de la órbita; va acompa- ñado muchas veces de vómito; jamás determi- na movimientos convulsivos, y no sigue la di- rección de los nervios. »Odontalgia —.Las neuralgias suborbilaría y dentaria posterior &3 han confundido muchas veces con la odontalgia: Duval y otros muchos autores refieren numerosos ejemplos de esta clase de errores. Se ha visto á algunos médicos ordenar la avulsión sucesiva de muchos dien- tes cariados, sin conseguir por esto qne se ali- viasen los padecimientos de sus enfermos; otros han estraido dientes sinos creyeido que esta- ban cariados en su raiz, y aun se ha cauteri- zado el ilvéolo para destruir una afección que no existía. «Convenimos con Berard en aue es imposi- ble la equivocación «cuando no hay dientes en la mandíbula donde se siente el dolor»; pero creemos que cuando falla esta circunstancia pe- rentoria, no es lan fácil como él piensa la ais- lincion ; pues el dolor odonlálgico es muchas veces intermitente, sino periódico, y si existen uno o muchos dientes cariados . hay ocasiones en que solo después de eslraerlos, es cuando puede reconocerse la verdadera naturaleza dol mal. »No debe confundirse la neuralgia de la ca- ra con el infarto mucoso del seno maxilar, el clavo histérico y el dolor artrítico de cabeza. Algunos autores establecen el diagnóstico dife- rencial de estas enfermedades ; mas por lo que loca á nosotros diremos con Berard , que no tenemos ánimo para copiar lo que se ha escrito sobre esta materia. «PRO.vósnco.—El pronóstico de la neuralgia de la cara es siempre grave , por lo menos en cuanto á. la duración de la enfermedad, pues ya hemos visto que puede prolongarse muchos años sin que comprometa la vida del paciente. Aquí es donde conviene tener en cuenta la forma de la neuralgia; pues si los ataques son periódi- cos, se puede esperar la curación y aun casi anunciarla con certeza; pero no sucede lo mis- mo cuando son irregulares. «Complicaciones.—Es muy notable que los individuos alucados de una neuralgia de la ca- ra gocen comunmente por. lo (Lema» de buena salud. Las complicaciones son muy raras, v nos- otros no conocemos ninguna que se pueda atri- buir especialmente á la prosopalgia. Joberl ha observado en las mujeres algunos accesos his- téricos ó epilepliformes. «Variedades.—.Creyendo algunos autores po- der atribuir tal ó cual naturaleza á la neural- gia de la cara, establecen como oirás tantas es- pecies distintas, las neuralgias traumáticas, in< flxmatorias, reumáti:as, metaslálicas , gástri- cas, artrilioas, carcinomaiosas, cancerosas, si- filíticas , etc. Ya veremos al ocuparnos de las causas y naturaleza de la prosopalgia, cuan po- co fundadas son estas distinciones,-limitándo- nos á decir aquí, que no podría en lodos estos casos trazarse una descripción sintomática que correspondiese á cada una de ellas. «Causas. — Carecemos de dalos suficientes para establecer la frecuencia absoluta ó relati- va de la neuralgia de la cara. Entre 1449 en- fermos recibidos en la clínica de consulta de Tubingne, solamente 8 oslaban afectados de es- la enfermedad : Bellingeri la ha observado 40 veces entre 5612 enfermos. «Por un cálculo no exaoto. pero verosímil, dice el doctor Chapon- niere (Essai sur le siege et les cauces des nevral- gies de la face; tesis de París. 1832. p. 16), se puede suponer que entre 290 enfermos hay una que padece neuralgia de la cara. Se ha dioho que esla afección es mas frecuenteien la actua- lidad que antes de ahora; pero es probable que esta mayor frecuencia solo sea aparente , pues á medida que se la conoce mejor , se recogen los ejemplos con mas cuida lo , y por eso pare- ce que se multiplica. NEURALGIA DE LA CAUA. «Procuremosapreciar las circunstancias que presiden al parecer mediata ó dilectamente al desarrollo de la prosopalgia. «A. Causas predisponentes.—\.° Heredita- rias.—El doctor Llsaesser (Hufeland's Journal, bd. L1X, si. II, p. 38] ha visto upa familia , en la que habia sucumbido el padre de una afec- ción neurálgica, de la mano, y tres hijos esta- ban atacados de una prosopalgia. El doclor Re- verdil (Düs. sur la nevrulyie facíale, París, 1817) ha observado dos hermanos, de los que uno padecía una neuralgia suboi hilaría, y el otro una ciática nerviosa, habiendo tenido su padre la primera de pstas dos neuralgias. Tam- bién ha visto un joven atacado de una neural- gia maxilar, cuya madre habia eslado igual- mente afectada de este mal. Otros hechos se- mejantes se encuentran en los anales de la cien- cia ; pero no son bastante numerosos para que pueda sacarse de ellos una deducción general. »2.° Temperamento.—Lo único que puede afirmarse relativamente á los temperamentos es, que todos se hallan espueslos; lo mismo los tem- peramentos nerviosos, histéricos, hipocondria- cos, melancólicos, comoquiere Pujol, y los fuer- tes, pletóricos, biliosos, sanguíneos, y atlélícos, según Bellingeri ; que los leueo-llegmálicos, linfáticos , de cabellos rubios y músculos poco desarrollados , á pesar de la opinión deLeulh- ner. Decir cual de ellos está mas espueslo, es lo que nadie debe aventurarse á hacer, hasta que lo demuestren hechos mas precisos.» (Cha- ponniere, loe. cit., p. 20). Rennes asegura (loe. cil., p. 158). que los temperamentos sanguíneo y nervioso, eran los que predominaban en los 32 enfermos atacados de neuralgia frontal que fueron observados por él. 3.° Edad.—Folhergill habia anunciado, que la neuralgia de la cara podía manifestarse en todas las épocas de la vida después de los cua- renta años, pero que jamás se la observaba antes de esta edad ( Ofa painful affection of the face ; en A complete collection of the medi- cal and philosophical works of G. Fothergill, Lond., 1782, p. 428). Pero observaciones ulte- riores han demostrado que esta aserción es de- masiado absoluta, aunque se halle en parle con- firmada por Bellingeri, pues todos los enfermos tratados por esle médico pasaban de los cua- renta años, esceptuando lan solo dos hermanos, que lenian únicamente el uno veinticinco y el olro treinta (loe. cit., p. 89). De 32 enfermos observados por el doctor Rennes, 25 lenian de veinte á treinta y cinco años; 6 eran mayores de esta edad, y el olro tenia doce años (loe. cil., p. 152). Entre 200 observaciones, Massius encontró 6 enfermos de nueve á treinta años de edad; 180 de treinta á sesenta , y 6 de se- senta á ochenta. Chaponniere ha obtenido la tabla siguiente: «Entre 65 mujeres habia : 1 de 1 á 10 años. 8 de 10 á 20 16 de 20 á 30 11 de 30 á 40 13 de 40 á 50 8 de 50 á 60 6 de 60 á 70 2 de 70 á 80 «Entre 44 hombres habia: 1 de i á 10 4 de 10á20 10de20á30 12 de 30 á 40 11 de 40 á 50 9 de 50 á 60 5 de 60 á 70 2 de 70 á 80 «Resulta, pues, añade este médico, que las mujeres eslan mas espueslas á padecer las neu- ralgias de la cara de los veinte á los treinta ! años, y los hombres de los treinta á los cuaren- ta» (loe cil., p. 19). Esla deducción no nos pa- ¡ rece suficientemente justificada ; y nosotros ' preferimos limitamos á decir, que la neuralgia ! de la cara , muy rara en la infancia y en la ve- ! jez, se manifiesta sobre lodo entre los veinte y ; sesenta años , puesto que de 319 enfermos 271 I se hallaban comprendidosentreestasdosedades. ! »4.° Sexo. — Pujol, Folhergill, Gunlher, ¡ Siebold, Hartmann, Meglin v Reverdil han ob- ' servado que la neuralgia de la cara era mucho | mas frecuente en las mujeres que en los hon>- bres. «De cada tres casos que be recogido, dice el doctor Rennes, dos pertenecían al sexo fe- menino (loe. cit., p. 158). Thuret,Frank y Bellingeri han notado por el contrarío, que ¿1* número de hombres era mayor que el de muje- res. Chaponniere ha observado, quede 253 in-r dividuos 135 pertenecían al sexo femenino y 120 al masculino; de lo cual, dice este autor, creo poder deducir la conclusión de que ambos sexos eslan igualmente predispuestos (loo. cit., p. 17). »ó.° Costumbres higiénicas. — Hartmann y Reverdil creen que la neuralgia de la cara ata- ca con mas frecuencia á los pobres que á las personas bien acomodadas, y Frank emile la opinión contraria. El mayor número de los en- fermos observados por Rennes eran solteros: el doctor Reverdit opina que la profesión de coci- nero espone mas que las oirás á contraer esla enfermedad; aserción que apoya también Ren- nes; pero las habitaciones bajas, húmedas y mal ventiladas ejercen una influencia evidenle, y mejor demostrada que la de las circunstan- cias que acabamos de enumerar. »6.0' (¿limas.—A. Meglin advertía como co* sa muy notable, que la neuralgia dé la cara no se habia observado jamás en Italia; pero no po- dría en la actualidad apoyarse en esle hecho para asentar que esla afección no se desarrolla en los paises calientes, aunque , sin embargo, parece ser en ellos menos frecuente. Examinan- do Chaponniere las observaciones recogidas en varios paises, ha encontrado que la Francia présenla el mayor número, viniendo después la Inglaterra, la Alemania v la Italia. 58 NEl-RALGU DE LA CARA. »7.° Estaciones. — Bellingeri y la mayor parle de los aulorescreen, queel oloñoy la pri- mavera, v sobre lodo esla última estación , fa- vorecen eí desarrollo de la neuralgia de la cara: el doclor Rennes la ha observado mas á menu- do en invierno; pero es de notar que el de 1835 presentó numerosas vicisitudes atmosféricas. »8.° Constituciones médicas.—Bellingeri afir- ma que las constituciones catarrales y reumáti- cas favoreeen la producción de la neuralgia que nos ocupa. El doctor Rennes ha visto una epi- demia de coqueluche, que coincidió por espa- cio de cinco meses con la prosopalgia. Los doc- tores Gillespie (The Americam journal ofmedi- ca/se.; mayo , 1834), Chapman (lbidem; agos- to, 1834),'v Trousseau (¡íull. de terapeutique, t. I, p. 88) la han observado durante varias epidemias de fiebres intermitentes. »B. Cansas determinantes.—].° Estado mo- ral.—Meglin ha visto una neuralgia de la cara producida por un violento acceso de cólera; Bellingeri y Weinhold (ffufeland's journal, bü. XXXV, pb. 4, p. 3) por un temor conside- rable , y Frank y Hulchinson por grandes dis- gustos. »2.° Violencias esteriores. — Las lesiones traumáticas producen muy frecuentemente la prosopalgia. «Sin embargo, como esla no se ha presentado en general sino algunos meses, y aun mas de un año, después de los accidentes á que se la ha atribuido , deben mirarse con al- guna desconfianza las numerosas observaciones de esta clase referidas por los autores. Se citan entre este número las contusiones, las corladu- ras , las dislaceraciones y las picaduras hechas en cualquier puntodelacaraódel cráneo: han sobrevenido neuralgias á consecuencia de un lanzazo recibido en la frenle (Barbarin , Diss. sur la nevralgie facíale; París , 1817), de una fractura de la elevación frontal derecha , de una cornada recibida en la mandíbula inferior (siete años después del accidente), y de una contusión del nervio suborbilario (Bellingeri). Aug. Berard fue atacado de una prosopalgia al- gún tiempo después de haberse dejado introdu- cir una aguja en el nervio suborbitario, para que le galvanizaran este filamento nervioso. Langenbeck la ha visto manifestarse después de la eslraccion de un diente. Algunas veces la han producido cuerpos estrañosen una cavidad natural ó en el espesor de los tejidos, como un guisante en el oido (Reveille-Parise, Bull. de therap., tomo XIII, página 102), y un peda- zo de porcelana clavado en la megilla (Jef- frevs, The lond. med. and phis. journal; mar- zo/1823) »3.° Estado de salud.—La coincidencia de la neuralgia de la cara con otras diversas en- fermedades ha dado lugar á.que se establez- can muchas veces relaciones de causa á efecto, que están lejos -de parecemos demostradas: enumeraremos rápidamente las afecciones que, según varios autores, han producido la proso- palgia. «Varios autores antiguos, enlrc los que se hallan Fabrieio de llilden , Tulpius , Langius y Lanzoni, dicen que la presencia de gusanos en- cerrados en los senos frontal ó maxilar ha de- terminado 'violentos dolores , que después se ha querido atribuirá la neuralgia; las des- cripciones que hacen estos autores son dema- siado incompletas, para que pueda fundarse so- bre ellas un diagnóstico acertado; y las obser- vaciones mas modernas de S.iuvages. de Heys- ham y de Palmer apenas eslableren de una manera mas cierta la acción de los cuerpos es- Iraños animados. Las caries dentaria y maxilar (Leuthner, Dedolore faciei Fothergilii commrn- tatio medico-chirurgica; Wirceburgi, 1810), los tumores desarrollados en el seno de esle nombre (Thouret, Pullino , Repertorio medico- chirurg. del Piemonle , agosto, 1835), los e\os- losis de la mandíbula y los raigones, tienen una influencia mejor comprobada, y en algu- nos casos parece que manifiestamente han de- terminado el desarrollo de neuralgias de la ca- ra. Porche Harlenkeil, Vaidy y Revi-ille- Parise (loe. cil.) las han visto suceder á corizas vio- lentos: se cita también la aplicación reiterada de los cosméticos irritantes, afeites, etc. «Los tubérculos, el cáncer del cerebro , el hidrocéfalo (Thouret), los tumores de la dura madre y las diversas afecciones de los huesos de la cabeza, se consideran igualmente como causas de la neuralgia facial, lo cual se halla también apoyado por las observaciones de Fri- bault yMarechal, Tyrrell y Monlaull (v. Alte- raciones anatómicas). «Considerando Franck que el nervio intercos- tal concurre á formar el plexo celiaco, cree que la prosopalgia puede depender de algunos vi- cios abdominales. «Si la neuralgia, dice, se presenta mas á menudo en el lado derecho, no será porque proceda frecuentemente de afec- ciones del hígado?» No trataríamos de refutar una opinión lan poco motivada, si no hubie- ra sido reproducida en estos úllimos tiempos. Hamel (De la nevralgie facíale, París 1803) in- dicó que la prosopalgia debia muchas veces atribuirse á un estado saburroso de las prime- ras vías, y Sandras (Bull. de therap., t. VIH, p. 65) ha "referido muchos hechos para confir- mar esla opinión. Rennes la ha visto sucederá una gastralgia; Swediaur enumera entre las causas de la neuralgia la presencia de lom- brices en el tubo digestivo; y el doclor Bla- ckell dice, que un enfermo se curó de una pro- sopalgia muy rebelde después de haber arro- jado tres tenias pequeños, pero enteros. En una afección de naturaleza neurálgica no es per- mitido desechar de una manera absoluta la influencia de las causas llamadas simpáticas, y nosotros no rechazaremos sin restricciones la interpretación que se ha dado á los hechos que acabamos de referir, esperando para decidir- nos datos mas ciertos y numerosos. También permaneceremos dudosos por lo que loca á la influencia que puedan lener la mayor parle de NEURALGIA DE LA CARA. 29 las causas patológicas que aun debemos enu- merar. «André, F. Hoffmann, Masíus y Fallot, di- cen haber vislo manifestarse neuralgias de la cara después de la desaparición repentina, es- pontánea ó provocada, de diversas afecciones cutáneas (barros, sarna, enfermedades pustu- losas), y disiparse cuando estas enfermedades volvían á reproducirse; Bellingeri, Schenck y Blacketl creen que la prosopalgia puede ser ocasionada por una enfermedad de las vias urinarias (carúnculas, estrecheces de la uretra, enfermedades de la próstata); pero diremos con Chaponniere que «no basta haber encon- trado reunidas dos enfermedades para creer que la una sea necesariamente efecto de la olra.» «Blackell y Cerioli han observado tres ve- ces una neuralgia de la cara en una mujer que padecía un escirro de la matriz; pero son muy pocos los casos de esla naturaleza que existen en la ciencia. En qué habrá podido fundarse Folhergill para atribuir á la neuralgia de la cara una naturaleza cancerosa?Muy pronto lo veremos. «Masíus, Valon (Chaponniere, loe. cit., p. 41) y Reveille-Parise (loe. cil.) han creído que en "algunos casos debía atribuirse la neu- ralgia de la cara al virus venéreo; pero es di- fícil conceder algún valor á los hechos en que se apoyan estos autores. «Roeber, Leidenfrost y Queusel han ob- servado la prosopalgia en individuos que pa- decían ó habían padecido la gota, alternando entre sí estas dos enfermedades. Entre el con- siderable número de observaciones recogidas por el doclor Chaponniere solo en tres casos ha parecido comprobarse la influencia del vicio goloso. «Muchas de las mujeres que padecían neu- ralgia frontal, observadas por el doclor Rennes, tenían una menstruación demasiado escasa ó por el contrario muy abundante, y algunas es- taban cloróticas (loe. cit.). Reveille-Parise ha vislo una neuralgia de la cara en una mujer que se aplicaba compresas frias en el vientre, para que fuera menos abundante su flujo menstrual, y Grapengiesser cita un hecho aná- logo. Degner (Acta phisico médica acad. casar 1724, vol. I, p. 347), Frank y Bellingeri la han observado á consecuencia de trastornos ó su- presión de flujos hemorroidales; Andre después de la supresión de una fístula, de la que fluía mucha serosidad, y Thilenius después de la de una blenorragia. »Por último se menciona á priori «como causas que se concibe pueden existir» la supre- sión del sudor de los pies, de las flores blan- cas, la masturbación, los trabajos mentales escesivos y el uso mal dirigido ó demasiado prolongado del mercurio, que según Reverdil, no causa menos neuralgias en los militares, que las heridas y las vicisitudes atmosféricas á que se hallan espueslos, ele. »4.° Impresiones atmosféricas.—Las rápidas alternativas de temperatura, la acción prolon- gada de la humedad y la impresión del frió es- tando sudando, son causas determinantes de la neuralgia de la cara, mucho mejor estableci- das que las que acabamos de referir; pues de- muestran su influencia numerosas observacio- nes, de las cuales mencionaremos algunas. Un cirujano que tenia lacara cubierta de sudor se detuvo un inslanle para enjugarla; esto su- cedía en el mes de enero, y como negaba mu- cho, esperimenló de repente un frió lan gran- de , que le pareció que se le aplicaba yelo: aquella misma tarde se manifestaron los dolo- res neurálgicos (Thouret) Una señora fué ataca- da por haber espuesto su cara estando sudando á una corriente de aire (Masius). Estando una mujer cubierta de sudor entró en una bodega húmeda y fría y el mismo dia se declaró la en- fermedad (Schaeffer), y áolra le sucedió lo mis- mo por haber descansado en un paraje húme- do y fresco (Perroud). Dos sacerdotes, que ha- bitaron sucesivamente una misma casaespues- la á los vientos de oeste. fueron acometidos de una neuralgia suborbitaria, uno de ellos en el lado izquierdo y el otro en el derecho. Un senador que se paseó en coche el primero de enero de 1814, dia frió y húmedo, llevando abierto el cristal de la portecilla derecha , sin- tió el aire fresco en la cara, v fué invadido de una neuralgia suborbitaria cíe este mismo lado que duró veinte años. Olra señora fué atacada de una neuralgia suborbitaria izquierda, por haber estado á una ventana que daña á la mar en el momento en que corría un viento frió y húmedo (Bellingeri, loe. cit., p. 91). No que- remos añadir mas citas de esla clase aunque pudiéramos multiplicarlas hasta lo infinito. »3.° Miasmas.— Gillepsie (The American Journ. of med. se, mayo 1834; y Chapman (el mismo periódico, agosto 1834) creen que las neuralgias de la cara se manifiestan muchas veces bajo la influencia de las emanaciones miasmáticas y de los efluvios pantanosos, que producen las fiebres intermitentes; y Mac Cu- lloch llega hasta decir que no reconocen jamás olra causa. Es imposible decidirse con alguna certidumbre sobreestá opinión. Chapman ase- gura que la prosopalgia ó gesticulación dolo- rosa se manifiesta especialmente en los parages en que se padecen fiebres intermitentes y sobre todo en las épocas en que estas reinan: «La opinión de que las neuralgias faciales intermi- tentes ó remitentes son verdaderas fiebres lar- vadas puede apoyarse en numerosas conside- raciones, dice el doclor Rennes; pues cuando reinaron las neuralgias que vo observé, las fiebres intermitentes, que son de ordinario muy comunes en el distrito de Bergerac á pesar de la buena posición topográfica del pais y de la fal- la de aguas estancadas, se presentaron con mucha menos frecuencia que los años anterio- res, siendo, por decirlo así, reemplazadas por las neuralgias; y del mismo modo que antes de 1835 veíamos sobrevenir casi constanlemen- 30 NEl RALGI.V I1U LA CARA. te algunos accesos de fiebre inlermilenle en el curso ó declinación de las enfermedades agudas graves, asi también vimos aquel año, que la neuralgia frontal sucedía acierto número de afecciones de una gravedad mas ó menos con- siderable» (loe. cit., p. 162,163). «Repetiremos con Hiidebrandl: «In nevro- pathologia mulla sunl probahilia, obscura Ion- ge mulla, nil auleiu incerliludine cerlius.» »C. Causas determinantes de los ataquts.— Después de haber enumerado lascausas que de un modo mas ó menos manifiesto parecen pre- sidir al desarrollo de la neuralgia de la cara, digamos algunas palabras de has que en cierlos casos determinan la aparición de los alaques intermileules que constituyen la enfermedad. Debe hacerse aquí una distinción de que ante- riormente hemos hablado ya, y es, que en la neuralgia periódica, casi nunca se manifiestan los ataques bajo la influencia de causas ester- nas, ni aun de aquellas que en el caso contra- rio producen con mayor seguridad los dolores, presentándose únicamente cuando ha llegado la época de su reaparición ; y que en la neuralgia atípica, ora se verifican los ataques espontánea- mente sin que sea posible atribuir su aparición á esta ó á la olra causa; y ora por el con lia rio, como sucede especialmente cuando es ya grave y antigua la afección, los ataques son determi- nados por circunstancias bien conocidas , pero cuyo modo de acción se nos oculta á veces com- {defámente. Los mas ligeros movimientos, como 09 que resultan de la masticación , de las ac- ciones de respirar, hablar, toser y estornudar, pueden provocar los dolores. Leydig ha vislo un enfermo, en quien se manifestaban viólenlos ataques siempre que se sonaba, cuando locaba con su lengua algún diente, las encías ó la par- te anterior del paladar. En otros casos el con- tacto mas ligero de la nariz, de la oreja ó del cuello, del lado enfermo, ocasiona los alaques. Un enfermo no podia rastrarse sin ser invadí- do al momento de dolores horribles. Los olores fuertes, el vapor de los alimentos calientes, la menor agilaoion del aire, la que produce la música, un ruido inesperado, una contrarie- dad, las actitudes penosas y el decúbito late- ral, pueden ser otras lanías causas determinan- tes de la renovación de los paroxismos neu- rálgicos. «Tratamiento.—Como todas las enfermedad- des cuya naturaleza nos es desconocida, y que oponen á los recursos del arle una resistencia: á veces invencible , la neuralgia de la cara se ha combalido porcuna multitud de remedios, de, cuya fastidiosa enumeración prescindiremos en este lugar, limitándonos, lo mismo que hemos hecho en la epilepsia , á referir lan solo aque* líos medicamentos por cuyo medio han conse- guido obtener resultados bien evidentes aulo~ res recomendables. Para indicarlos con orden,. los dividiremos en dos clases principales, según i que pertenezcan á la terapéutica racional ó á la* empírica. El orden que vamos á seguir es en parle el adoptado por Halliday en el notable opúsculo que lanías veces hemos cilado en esle artículo. «A. Terapéutica racional.—a. Indicaciones que suministra la considérete ion del estado gene- ral de los individuos.—«Las enfermedades, di- ce Halliday, reciben casi siempre de un modo mas ó menos manifiesto, el sello del eslado ge- neral de los individuos que las padecen , y e9 preciso las mas veces destruir completamente esla influencia, antes de proponerse curar el mal por el uso de los medios propios para com- batirle directamente: las neuralgias se hallan incluidas en esla ley general. La prosopalgia que padece un hombre robusto y pictórico, es sin duda una afección de la misma naturaleza que la de una persona caquéctica y demacra- da ; pero no porque sean de igual naturaleza, deben tratarse estos dos casos del mismo modo, pues reclaman, por lo menos como medios pre- liminares, muy diferentes recursos» (loe. cit., p. 1¿9). Hemos repelido eslas prudentes obser- vaciones, porque eslan demasiado olvidadas por los médicos sistemáticos, que han procura- do y procuran lodavia reducir la terapéutica á una sola fórmula, basada en una patogenia hi- potética. «Así, pues, cuando se manifieste la neural- gia de la cara en un individuo cuyo pulso sea lleno, grande y desarrollado, propenso á pade- cer aturdimientos y enfermedades llegmásicas, será siempre útil empezar el tratamiento por una ó muchas evacuaciones sanguíneas, y con- tinuar la medicación antiflogística hasta que sea claramente ineficaz. Cuando, por el contrario, ataca la neuralgia á una persona nerviosa, ir- ritable y debilitada, no deben emplearse unos medios que solo servirían para aumentar la es- cilabilidad general, y agravar el mal; en lal caso se prescribirá únicamente un régimen ali- menticio sustancioso , un ejercicio moderado, y algunas veces los tónicos. «b. Indicaciones que suministra el tipo de la enfermedad.—«La consideración del tipo que liene la enfermedad, dice Berard, domina á to- das las demás, siendo casi indiferente saber la causa de la prosopalgia, cuando sus accesos tie- nen una periodicidad bien marcada.» En cuan- to se haya comprobado el lipo , debe adminis- trarse el sulfato de quinina por el método ordi- nario, sin atender á otras indicaciones por ra- cionales que parezcan, porque no hay nada mas urgente y racional, que recurrir á"una medi- cación, cuyo resultado, casi seguro al principio déla enfermedad, podria llegar á frustrarse por una funesta vacilación. Muchas veces es nece- sario emplear el sulfato de quinina á dosis muy considerables , y la esperiencia ha demostrado que es preferible elevarlas rápidamente á pro- ceder de un modo lento y graduado. Deberá continuarse mucho liempo'el uso de esle medi- camento, aunque ya no se observe el mas lige- ro ataque, para prevenir las recidivas que son demasiado frecuentes. Cuando'no se ha conse- NEURALGIA DE LA CARA. 31 guido ningún resultado favorable de la admi- nistración del sulfato de quinina, es preciso re- currir á sus sucedáneos, entre los cuales se re- comienda particularmente el subcarbonalo de hierro y el arsénico. «Efsubcarbonalo de hierro le han emplea- do mucho los médicos ingleses, quienes refieren gran número de curaciones obtenidas por esle medicamento. Hulchinson (Cases of neoralgia spasmodica commonly termed tic douloureuxsuc- cesfully treated; Londres, 1812), lo usa en to- dos los casos en que no existen síntomas infla- matorios bien caracterizados, y lo prescribe á la dosis de cuarenta gramos á una dracma, in- corporado á la miel, tres veces al día; Willcke (Hufeland's Journ., 1828, p. 1) prescribe con buen éxito la siguiente fórmula: De subcarbo- nato de hierro 1 escrúpulo; cauela, 5 granos; tres veces al dia. El subcarbonalo de hierro ha sido ineficaz en manos de Nesse Hill, de Ma- síus y otros médicos. «El arsénico parece que la primera vez fue usado por Selle. Nesse Hill curó una neu- ralgia que se habia resistido por espacio de veinte años á los demás tralamíenlos, dando la disolución arsenical, al principio á la dosis de tres gotas, y luego sucesivamente hasla doce. El doctor Lalaurie obtuvo un éxito análogo con unas pildoras compuestas del modo siguiente; de jaboa blanco, 1 dracma; óxido blanco de ar- sénico, 1 grano; háganse diez y seis pildoras; para lomar una por la mañana (Halliday, loe. cit., p. 139). No siempre ha tenido el arsénico igual eficacia, y es necesario proceder con la mayor prudencia en su administración, «Con la salicina, administrada á la dosis de una dracma diaria, llegó á conseguir el doctor Seure la curación de una neuralgia periódica, que se habia resistido á la quina (Journ. des connaiss. médico-chirurg., t. U, p. 41), »c. Indicaciones que suministra la conside- ración de las causas de la enfermedad.—No nos detendremos en las consideraciones higiénicas que se refieren al tratamiento de la prosopal- gia ; pues es evidente que, cuando el clima, la habitación, la profesión ó el género de vida pa- rezcan haber favorecido el desarrollo del mal, es preciso ante lodo cambiar las condiciones hi- giénicas en que se encuentra el paciente: «el olvido de esta precaución , relativamente por ejemplo al lugar que habita el enfermo, dice Halliday, puede comprometer el efecto de cual- quier tratamiento.» No es menos importante remover cuidadosamente todas las circunstan- cias que pueden determinar la renovación de los ataques; pues sabido es, que en las afeccio- nes intermitentes la gravedad del mal está en razón directa del número de paroxismos que se ban verificado. «Cuando la neuralgia de la cara se ha ma- nifestado á consecuencia de la supresión de una hemorragia, de una supuración,.de un flujo, habituales , ó de la curación repentina de una enfermedad cutánea, debe el médico tratar de restablecer el fenómeno morboso primitivo, pro- vocando el flujo sanguíneo por medio de san- guijuelas aplicadas en las inmediaciones de la parte por donde se verifica la hemorragia; la supuración á beneficio de un vejigatorio ó. de un sedal; la blenorrea, leucorrea , etc., apli- cando sobre la membrana mucosa sustancias irritantes ó cáusticas (Inyecciones, candeli- llas, etc.), y por último la enfermedad cutánea con los baños de vapor, los rubefacientes ó las fricciones con la pomada estibiada. Andre, Weslendorf, Falloty otros muchos autores, re- fieren ejemplos de curaciones, que se obtuvieron llenando estas indicaciones. «Ya hemos visto que la neuralgia de la cara podía á veces ser producida por la presencia de un cuerpo estraño, en cuyo caso conviene siem- pre eslraer los que sean accesibles á los medios quirúrgicos, con lo cual han obtenido la cura- ción de neuralgias muy antiguas Jeflreys y Re- veille-Parise. Las enfermedades de los senos y de los huesos maxilares (Velpeau , Leulhner) deben fijar también la atención del médieo. «Con sentimiento refiero, dice Berard, los ejem- plos de neuralgias curadas por la avulsión de los dienles; porque es demasiado común ver individuos en quienes se han estraido. casi lo- dos, sin que variara en nada elcwrsode la en- fermedad.» Conviene mucho en efecto no ¡mis- tar la conduela de algunos médicos, que enga- ñados por el momentáneo alivio que sigue al- gunas veces á la estraccion de un dienle , han hecho arrancar ocho ó diez á sus enfermos, sin procurarles por eso un alivio duradero (Halli»- day , loe. cit., p. 4 y sig.). Mas por otra partó también es preciso no olvidar, que la presencia de un diente cariado puede por sí sola ser cau- sa de una neuralgia de la cara , y su eslraccion el único medio de que cesen los dolores; de lo cual citan algunas observaciones incontestables Thouret, Pullino y Piorry, «Aunque no hayamos admitido la natura- leza venérea de la "prosopalgia, diremos, sin embargo, que cuando esta afección coincide con síntomas venéreos, y se presenta en un in- dividuo que ha padecido muchas veces la sífilis sin haberse sometido á un tratamiento metódi- co, no debe descuidarse el específico, después de haber empleado los medios comunes: Ma- sius, Vaton, y sobre lodo Reveille-Parise (2?uM. de therap., t. XIII, p. 112), refieren algunas observaciones, suficientes para que deba inten- tarse esta medicación en los casos de dicha na- turaleza. «Nada diremos de otras causas patológicas 3ue hemos indicado como susceptibles de pro- ucir la neuralgia de la cara, pues su influen- cia es demasiado hipotética. aPudiera creerse, dice Berard , en razón de la especialidad de la causa , que las neuralgias traumáticas debían presentar alguna indicación particular; pero sin embargo no sucede asi, pues unas ofrecen el carácter periódico y ceden á la quina, y otras son irregulares y en nada se diferencian de las 32 NEURALGIA DE LA CARA. neuralgias alípicas porcausa inlerna» (loe cit., p. 584). »d. Indicaciones que suministran los sínto- mas y las complicaciones de la enfermedad.— Muchas veces es preciso establecer un trata- miento arreglado al carácter sintomático de la enfermedad, con independencia de toda cir- cunstancia etiológica y de toda opinión patogé- nica. Cuando la prosopalgia va acompañada de una reacción general é intensa , y de una con- gestión local en las parles donde tiene su asien- to, conviene emplear las emisiones sanguíneas, los baños libios, los antiflogísticos y los purgan- tes ligeros; por cuyos medios ha conseguido Bellingeri curar veintiocho neuralgias agudas. Igual resultado ha obtenido Sandras (Bull. de therap., 1. VIH, p. 65) con los vomitivos y pur- gantes, en prosopalgiasque iban acompañadas de síntomas de una saburra gástrica. «Jamás debe dejarse de combatir por los medios apropiados cualquiera afección que pue- da estar padeciendo el individuo afectado de neuralgia, por ligera que sea, y por indepen- diente que se la suponga de la enfermedad prin- cipal; pues á veces vemos con sorpresa desa- parecer una neuralgia que causaba dolores atroces, al mismo tiempo que-una inflamación crónica de cualquiera olra viscera, que apenas fiarecia merecer nos ocupásemos de ella» (Ha- liday , loe. cit., p. 154). »e. Indicaciones que suministra la consi- deración de la naturaleza de la enfermedad — Cuando la neuralgia de la cara no presenta ninguna de las indicaciones que acabamos de enumerar, ó cuando han sido inútiles los me- dios que hemos referido hasla aquí, no resla fra en una terapéutica racional, sino emplear as sustancias que ejercen su acción sobre el sistema nervioso , y que por esla razón deben incluirse en el tratamiento de las neuralgias: solo mencionaremos aquellas que han produ- cido resultados favorables bien comprobados. »1.° Opio.—Esle medicamento no tiene en el tratamiento de la neuralgia facial, por una escepcion bastante difícil de concebir , la efica- cia de otros narcóticos; pues á veces en nada influye para modificar el mal, y hasla suele agravarlo. «No obstante, si bien se reflexiona, dice Halliday, nos inclinaremos á suponer, que si se han quejado mas los prácticos de la inefi- cacia del opio que de la de otros narcóticos, es porque le han empleado con mucho mayor fre- cuencia contra una enfermedad , á la que no alcanzan en el mayor número de casos los re- cursos de la medicina.» «Las sales de morfina, usadas por el método endérmico, han producido curaciones bastante numerosas. Varias observaciones interesantes referidas por Cerioli (Annali unicersali di méd., mayo, 1829), Blouquier (Bull. de therap., to- mo IV, p. 252\ Trousseau 'el mismo per., t. I, p. 88), y Mondiere (Observations therapeutiques sur diverses nevralgies en Arch. gen. de méd., febrero, 1835, las hacen recomendables á los prácticos. Deberá descubrirse el dermis en los parages donde se sienla el dolor, y conviene seguir el trayecto de esle en los diu'rsos pun- tos que puede invadir sucesivamente, siendo casi siempre necesarias muchas aplicaciones. «Para que sea úlil, dice Joberl, el mélodo en- dérmico , es preciso no emplearlo solamente en un punió de la cara ó del cráneo, sino en lodos los sitios donde parece atrincherarse el dolor, después de haber sido desalojado de su asiento primitivo; debiendo tener el médico en el tra- tamiento de esla afección una perseverancia igual á su resistencia y tenacidad» (Jobert, lo- co cítalo, p. 657—659). »2.° Beleño.—El beleño constituyela parte activa de las pildoras de Meglin , que se han empleado muchas veces con buen éxito. Se em- pieza administrando tres ó cuatro al dia , y se aumenta progresivamente su número, el cual ha llegado en algunos casos hasla cuarenta; pero entonces sobrevienen accidentes que nos obligan á suspenderlas. Lobel ha prescrito con ventaja el beleño negro; el doclor Grímaud lo asocia al guayaco y al alcanfor, y Dance ha obtenido conél en muchos casos resultados fa- vorables. »3.° Estramonio.—Read , Marcet, Velsen (Hufeland's journ., 1823, bd. I), Swan , Wen- desladt (Bull. de therap., t. XII, p. 239), Gery (el mismo per., t. XIV, p. 51), Folt (Beitrage, Meklenburgischer Aerzte, 1832, bd. l,hefl. 2), y especialmente Kirkhoff (Arch. gen. de méd., primera serie, t. XIV, p 373), atribuyen una eficacia muy considerable al datura stramo- nium. Esle medicamento se ha empleado de muchos modos. Swan administra interiormente el estrado á la dosis de medio á cuatro granos tres veces al dia; Folt prefería la tintura á la dosis de ocho á quince gulas de Ires en lies ho- ras, continuando su administración por espacio de seis semanas; Kirkhoff prescribía fricciones en las partes doloridas con la tintura, de diez á quince veces al dia, y Joberl emplea el datu- ra stramonium en esta misma forma por el mé- todo endérmico. Denudando el dermis por me- dio de veinte cantáridas, y rodándolo cada vez con 20 gotas de tintura , consiguió este médico la curación de una neuralgia muy intensa (lo- co cítalo, p. ()58). »4.° Belladona.—La belladona se ha admi- nistrado interiormente (de estrado de bellado- na, 3 granos; aguadest. de laurel real, 2drac- mas: de diez á veinticuatro golas al dia) por Herber, Stark, Schlegel y Slruenhagen, quienes aseguran haber curado por esle medio algunas neuralgias muy rebeldes. El doctor Leclerq (Arch. gen de méd., primera serie, t. XVII, p. 113) lo usa al esterioren lociones (deestrac- to de belladona , una dracma; agua de lechu- ga, una onza: diez á veinte lociones al dia). El doctor Deleau, menor, leyó á la Academia de ciencias (sesión del 13 de mayo de 1833) una memoria, en la que dice haber curado todas las neuralgias de la cara que se le habían pre- NL'ERALGIA DE LA. CARA. 33 sentado por medio de cataplasmas hechas con ■ pulpa de raiz de belladona. »5.° Asafétida.—El asafélida, según Halli- day , debe emplearse en los casos en que la pro- sopalgia depende de alguna afección histérica, óá lo menos existe con ella: John y Wildberg asocian esle medicamento á la valeriana y al opio. «Las medicaciones derjvativa y perturba- dora se han usado también en el tratamiento de esla neuralgia; los vejigatorios no son útiles generalmente; y los moxas, por cuyo medio dice Lar rey haber obtenido muchas curaciones, no lienen tampoco una eficacia mejor demos- trada. «Lacauterización trascurrenle, dice Joberl, es un remedio heroico, cuando la neuralgia fa- cial se halla limitada á un nervio; pero es im- polenle si ocupa una superficie considerable, aunque sin embargo tiene la ventaja de que los enfermos se alivian constantemente mien- tras dura la supuración (loe. cil., p. 336). Uno de nosotros ha visto á Joberl obtener, y ha ob- tenido muchas veces por sí mismo,.lapunición de neuralgias muy intensas, pasando ligera- mente un hierro candente sobre el trayecto del dolor. Este medio, mas doloroso en la aparien- cia que. en la realidad, solo deja algunas cica- trices casi imperceptibles. »B. Terapéutica empírica.-^-Acabamos de indicar los diferentes medios racionales que se han opuestoá la prosopalgia, y los autoresque han oblenido de ellos mayor número de resul- tados ventajosos. Pudiéramos formar una lista mucho mas larga, si quisiéramos ahora exami- nar lodos los casos en que han sido ineficaces, obligando al médico á recurrir á los medios, cuyo uso se funda únicamente en la considera- ción de los efectos que han producido, sin que pueda esplicarse su modo de obrar. Los reme- dios empíricos no son muy numerosos, y va- mos á referir los que mas se han preconizado. «1.° Acido hidrociánico. — Breitenbucher calmó primero, y acabó por curar, una proso- palgia por medio del ácido hidrociánico. José Frank suspendía constantemente los accesos neurálgicos administrando 25 golas de agua destilada de laurel real, y Broglia (Annali univers. de med., julio, 1832), consiguió que desapareciese una neuralgia de la cara, apli- cando en los puntos doloridos un poco de algo- don empapado en la mezcla siguiente: de agua i-ohohada de laurel real, 3 dracmas; agua de rosas, i onzas: renuévense las aplicaciones cada dos horas. »2.u Hidroclorato de potasa.—J. Frank consiguió curar una neuralgia que se habia re- sistido á todos los medios, prescribiendo esle medicamento á la dosis de 3 granos tres ó cua- tro veces al dia. «3/ Cicuta.— La cíenla , que Folhergill y Scllfl miran como el remedio mas escelente de la prosopalgia , ha sido completamente ineficaz tu manos de Schlegel, licil, Keup, ele. Sin TOMO VIL embargo, Pujol, Jackson y algunos oíros le atribuyen buenos resultados. » 4.° Coccionnella septem puncta te.—Sauter y J. Frank refieren, para probar la eficacia de esle medicamento, algunas observaciones bas- tante notables que conviene repetir. Se dan 20 golas de tintura por mañana y tarde, y adema» olías 20 á 30 al principio délos accesos. »5.° Mercurio. — Han alabado las prepa- raciones mercuriales, aun con independen- cia de loda causa venérea, Weisse, Lenlin y Haase, y la han proscrito Hartenkeil, Haigh- ton , ele. «En medio de eslas disidencias, dice Halliday, la mayoría de los hechos nos autori- za á esperar batíanle á menudo buenos efec- tos de esle medicamento» (loe. cit., p. 159). Wedtkmd ha curado un enfermo por medio de lociones hechas con una disolución de subli- mado corrosivo. »6.° Trementina — Raver (Lancctte franc, 23 de febrero , 1830) consiguió aliviar á un en- fermo, que eslaba padeciendo hacia doce años una neuralgia de la cara , por medio de la tre- mentina; pero se vio obligado á suspender el uso de esle medicamento á causa de los acci- dentes gástricos que sobrevinieron (aceite esen- cial de trementina, de media á dos dracmas en un julepe . »7.° Café.—Su lee en la disertación de Bar- barin que el café curó una vez á un enfermo atacado de ur.a neuralgia muy dolorosa; pero que fué completamente ineficaz en una recidiva que se verificó al cabo de cuatro años. »8.° Cianuro de potasa. — Lombard leyó á la Academia de medicina (sesión del 19 de ju- lio de 1831) una memoria, en laque asegura haber curado muchas prosopalgiaspor mediodel cianuro en forma de lociones ó fricciones (uno á cualro granos de cianuro de potasa por onza de agua ó de manteca). Blouquier ha espcriinen- lado también este medicamento, y ha obtenido igualmente buenos efectos (Bull. de therap., lo- mo VI, p. 289). »9.° Sub-proto-carbonato de ploma. — Ou- vrard (Bull. de therap., 1. Vil, p 93) y Caussa- de (el mismo per., t. XI, p. 93) han curado dos prosopalgías, cubriendo las partes enfermas con una capa de media línea de espesor, hecha con la pomada siguiente: de sub-prolo-carbonalo. de plomo porfirizado, c. s. para saturar una onza de ceralo. «10.° Veratrina.—El doctor Cunier ha he-r cho practicar con buen éxilo algunas fricciones con 4 ó 10 golas de awile de veratrina (Bull. de terap., 1. XV, p. 329). » 11.° Ligadura de los miembros.—Cazena* ve obtuvo la curación de una neuralgia rebel- de, haciendo la ligadura de los miembros en el momento de los accesos; y esplica esle resulta,, do por la acción particular que ejerce la liga-. dura sobre la intermitencia (De la liguture des membres pour combattre les nevralgies et de son,t action sur Vintermittence, en Bull. de thsrap.^ t. III. p. 3á\ 5 34 NEURALGIA »12.* Galvanismo.—El doclor Harris (The American journ. of med. scienc, agosto, 181 Vj curó cinco neuralgias entre ocho casis por me- dio del aparato galvánico de Mansión). Lsle consiste en aplicar un vejigatorio pequeño á la parle posterior y superior del cuello, y otro en las inmediaciones de la rodilla: se coloca en se- guida sobre la primera herida un pedazo de es- ponja húmeda, y encima una chapa de piala, á la que se fija unhilo conductor, que se eslien- de desde esle punto, descendiendo á lo largo de la columna vertebral basta la corva, en donde se le fija á una chapa de zinc, que cubre la par- le denudada con el intermedio de un pedazo de pergamino. Este aparato se deja asi colocado por espacio de 12 á 24 horas, al cabo de cuyo tiempo se pasa á curar las heridas, y se levan- tan las capas de óxido que se han formado. «13. Electro-puncturq. — Reíl, Wildberg y llaighlon dicen haber obtenido buenos efectos de la electricidad, que Pujol alaba también, sin que pueda citar un solo hecho en su apoyo: no- sotros la hemos vislo emplear muchas veces, sin que se haya conseguido resultado alguno favo- rable. «14. Acupuntura.—Nos limitaremos á men- cionar esle método, «que si ha brillado cual ninguno, y adquirido una boga eslraordina- ria, ha sido para caer bien pronto en un olvi- do profundo. La introducción de las agujas cal- ina algunas veces los dolores; pero vuelven á presentarse casi siempre con nueva intensidad)' (Jobert, loe. cil., p.656). »C. Tratamiento quirúrgico. — Cuando la prosopalgia se ha resistido á todos los medios racionales y empíricos conocidos, y los dolo- res, lejos de disminuir con el tiempo, adquie- ren cada vez una violencia mayor, se ha pro- puesto interrumpir la continuidad del nervio recorrido por el dolor. Mareschal fué el primero, que á mediados del último siglo empleó esta operación , la cual ha tenido después una aco- gida muy diversa entre los cirujanos. Indepen- dientemente de los accidentes á que esponen las operaciones que se practican en la cara , pue- den hacerse objeciones muy graves á las de que vamos hablando: 1.° no hay siempre segu- ridad de poder descubrir y dividir las tenuísi- mas ramificaciones nerviosas que se distribu- yen por la cara; y muchas veces los cirujanos se han encontrado perplejos respecto de esle punto (Boyer, loe. cil., p. 352); 2.» cualquiera que sea el procedimiento operatorio que se ha- ya empleado, se ha vislo muchas veces ala neu- ralgia persistir ó recidivar al cabo de un tiem- po mas ó menos largo; 3.° aun en el caso de te- ner la operación un éxito completo, susliluyeá la neuralgia una parálisis mas ó menos estensa de la cara, que no deja de ofrecer inconvenien- les aun cuando quedase limitada á la sensibili- dad; i.° por último , la operación únicamente puede hacerse en algunos casos excepcionales, en los que se crea que la enfermedad depende desuna lesión local. circunscrita 0. uní', j.uion DE LA CARA. del nervio, como por ejemplo en las neuralgias traumáticas; pues seria evidentemente ineficaz cuando la afección fuera producido por un tu- mor de la dura madre , una alteración orgáni- ca del cerebro ó de cualquiera olía parle pro- funda. Y ¿cómo juzgar a privri de la oportuni- dad de la operad n", cuando la eliolegia de la enfermedad es casi sicn.pie tan oscura? «En el oslado adual de la ciencia, es muy difícil, si no imposible, determinar rigurosa- mente las circunstancias que pueden inducir al cirujano á emplear el tratamiento quirúrgi- co de la prosopalgia. Segun Halliday, solo de- be practicarse la operación cuando se limita la neuralgia á un ramo nervioso, bien aislado, por lo menos en el punto mas lejano donde se le pueda alcanzar; de manera que no es apli- cable masque á los ramos frontaleslerno, sub- orbilarioy inenloniano. No basla reconocer que el mal liene su asiento en un ramo nervioso, para creerse autorizado á practicar la sección, sinb que es preciso cerciorarse de que ningún olro nervio mas distante del lugar donde ha de hacerse la división tiene parte alguna en la neuralgia: «Parécennos irracionales y bárba- ras, añade este juicioso autor, las incisiones que se han practicado en la parte anterior de la región orbicular, y en las mejillas, á veces muy profundas y en iodas direcciones , hechas á la buena ventura, sin averiguar de una ma- nera precisa la residencia del mal, y si era ó no posible corlarlo de raiz. No calificamos nos- otros de operación atrevida, como han hecho diversos periódicos, sino de estravaganle, Ja que practicó un cirujano americano, y que consiste en dividir el nervio maxilar inferior antes de entrar en el conduelo de este nombre» (loe. cit., p. 168). Joberl es también entera- mente de esla opinión: «Cuando la neuralgia, dice este autor, se esliende á una parle de la cara , es en vano fatigar al enfermo con opera- ciones, que deben ser tan numerosas como inú- tiles; pues á medida que se desaloja el dolor de un punto, vuelve á aparecer en otro, v ca- minando asi de los ramos á los filamentos ner- viosos, se présenla cada vez con mas violencia, burlándose de los esfuerzos del cirujano y de la acción del bisturí» (loe. cil., p. 656). Berard opina por el contrario, que puede intentarse la operación, aun cuando se esliendan los dolo- res á otros ramos que los del nervio que nos propongamos corlar, y que gran número de los casos en que ha sido ineficaz, deben atribuirse, menos al mélodo de tratamiento, que ú los ciru- janos que han practicado operaciones incom- pletas. Segun este autor, puede esperarse que la escisión del nervio produzca la curación, cuando comprimiéndolo con fuerza cese el do- lor neurálgico (arl. cit.). «Por nuestra parle opinamos que la ope- ración considerada en sí misma es muy grave, y su resultado harto dudoso, para que deje de mirarse como un medio CLlrcmo,qno solo se de- berá emplear, cnando por hallaw rcui'-das lo- NEURALGIA DE LA CARA. ^ das las circunstancias que hemos indicado, haya alguna probabilid¿id de un éxito favo- rable. «Tres procedimientos operatorios se han propuesto para interrumpir la continuidad del nervio: la incisión simpla, la cauterización y a escisión. * «La incisión practicada por Mareschal tie- ne muchos inconvenientes, pues espone á no dar con el nervio, ó á dividirlo solo incompleta- mente; y casi siempre se reproduce la enferme- dad, resiableciéndose la continuidad del cordón nervioso á espensas de una sustancia inlerme dia, cuya naturaleza no ¡nlenlauns discutir aqui.Pafa evitar estas recidivas se ha propues- to colocar porespacio de algún tiempo un cuer- po estraño entre los labios de la división. Ley- dig y llaighlon han oblenido de este modo al- gunas curaciones, pero no es esto suficiente pa- ra preferir un procedimiento, cuya infidelidad se na observado lanías veces. «La cauterización la ha empleado André. Esle método, dice Boycr, liene el inconvenien- te de producir mucha deformidad; pero ofrece algunas probabilidades favorables, pues no solamente destruye lodo el grosor del nervio en cierta parle de su longitud, sino que ataca igualmente en una eslension bástanle conside- rable lodos los filamentos nerviosos que nacen deél, y quepudiendo participar de la afección, serian "susceptibles de sostener el dolor, como el tronco que les da origen, después de hecha la resección de esle ramo. Los motivos en que fun- da Boyersu preferencia no tienen ningún va- lor positivo; porque es mucho mas fácil des- truir una parle del nervio por medio de la es- cisión que por la cauterización, y no puede mirarse con indiferencia el inconveniente de dejar en la cara una cicatriz deforme é inde- leble. La cauterización se hace con la potasa cáustica, y podría lambien practicarse con el hierro candente. «Palella ha combinado la incisión y la cau- terización , para lo cual propone dividir el ner- vio con una hoja corlante de hierro, enrojecida hasta el blanco. Bellingeri ha vislo buenos re- sultados de esle procedimiento; pero semejan- te práctica no ofrece ninguna ventaja que no tenga la escisión, y sí los inconvenientes de los dos métodos que reúne. «La escisión de una parle del nervio enfer- mo es el método que se emplea generalmente en la actualidad, y el que debe en efecto pre- ferirse. Por su medio ha obtenido Aug. Berard dos curaciones notables (Journal des connais- sances me dko-chirurg., I. III, p. 441); pero ha sido ineficaz en manos de Boyer, Roux y otros muchos cirujanos. «Remitimos al leclor á los Iralados especia- les por loque loca á la descripción del procedi- miento operatorio que debe seguir el cirujano, según quiera descubrir tal ó cual ramo del ner- vio trifacial. «A pesar de los pormenores en que nos he- mos detenido, no dejamos de conocer que no hemos espuesto el tratamiento de la prosopal- gia lan detalladamente como podría hacerse; pero se han llenado eslos vacíos en el artículo precedente consagrado á la historia de las neu- ralgias en general, y aquí solo hemos consig- nado lo que se aplica especialmente á la neu- ralgia de la cara para evitar repeticiones inú- tiles. «Naturaleza.— Folhergill consideraba la neuralgia de la cara como una afección de na- turaleza cancerosa : 1.° porque ataca en espe- cial á las mujeres y particularmente después que cesan los menstruos; 2.° porque los dolo- res de la prosopalgia tienen el mismo carácter que los dei cáncer; 3.° porque dos mujeres que padecían de neuralgia , lenian al mismo tiempo unos tumores pequeños y duros en los pechos, y 4 ° porque la cicuta ha curado al parecer al- gunas prosopalgias. Fácilmente puede apre- ciarse la poca solidez de estas razones, y por lo tanlo no nos detendremos en refular una opi- nión patogénica que nadie piensa defender en la actualidad. «Rademacher (HufelantVs journal, bd. II; p. 6I4) cree que la prosopalgia es de naturale- za reumática. Sin investigar ahora loque debe entenderse por esla palabra patogénicamente hablando, diremos que la neuralgia de la ca- ra difiere demasiado esencialmente del reuma- tismo, para que puedan reunirse eslasdos afec- ciones. «Gran número de autores se han esforzadoá probar que la prosopalgia era una inflamación. «Teniendo en consideración laleslura vascular del nervio, dice Hamel (loe. cil.), los fenómenos de la enfermedad, acompañada siempre dedo- lores mas ó menos agudos, y á veces de lati- dos y pulsación de las arterias, y la naturaleza de las causas que la producen,"puede presu- mirsecon verosimilitud que la afección del ner- vio consiste esencialmente en una alteración particular de los vasos que lo penetran, en una especie de inflamación crónica de su tejido, cu- ya existencia se concibe fácilmente aunque la disección no pueda demostrarla.» Steinbach (llufeland's journal, bd. XLH, si. IV, p. 77) cree igualmente que es la prosopalgia una fleg- masía crónica, que aumenta la potenciaconduc- trizdelos nervios destinados á recibir las sensa- ciones , y que hace se segregue mayor cantidad de fluido nervioso ó principio vital. Barry (Elcments of pathology and therapeutic) consi- dera demostrada la naturaleza inflamatoria de la neuralgia facial; 1.° por las alteraciones anatómicas que se encuentran en algunos ca- sos; 2.° por la eslension de la enfermedad á muchos nervios en un mismo enfermo, eslen- sion que no puede verificarse sino por el inter- medio de los vasos sanguíneos; 3.° por la dis- posición que tiene el dolor á aumentarse ó dis- minuirse por todo lo que aumenta ó disminu- ye también los movimientos del corazón, y 4.° por la analogía de los efectos curativos pro- NEURALGIA ducados en esta enfermedad por los mismos me- dios que se emplean en las afecciones que de- enden evidentemente de un aflujo considéra- le de sangre. Monfalcon (h>c. cil.) opina que «alguno que olro punto oscuro de la historia délas neuralgias, si es que realmente existe, no destruve el valor de lanías pruebas y la evidencia de tantos caracteres, que deben in- clinará los nosólogos á descartar las neural- gias de la clase equívoca de las neurosis para colocarlas en las flegmasías.» En 1825 Roche y Sansón no veían en la prosopalgia mas que una neuritis facial. «Fácil es destruir todas las pruebas y ca- racteres, que tan concluyenles le parecen á Monfalcon. En efeclo, ¿cómo concebir una flegmasía, que no se revela por ninguna altera- ción anatómica, que produce fenómenos sim- páticos intermilenles y se resiste á la medica- ción antiflogística y hasta se agrava con su in- fluencia? «¿Se podrán distinguir con Bellingeri proso- fialgias de diversa naturaleza? Diremos que a que sucede á la supresión de las reglas, de las hemorroides ó de una hemorragia habitual, es inflamatoria sanguínea; que la que resul- ta de una congestión sanguínea prolongada mucho tiempo, de una causa traumática ó reu- mática, de la supresión de la traspiración ó de la repercusión de una afección cutánea, es inflamatoria ¡logística; que la que depende de la acción del frío y de la humedad se convierte en inflamatoria reumática, después de haber sido inflamatoria flogíslica; que la que es pro- ducida por un cuerpo eslraño, un diente ca- riado, la presencia de gusanos, de tumores en los senos frontales ó maxilares, ó por la sífilis, es irritativa, y que es en fin nerviosa la que de- pende de afecciones morales ó de causas sim- páticas? Ningún hecho hay que justifique estas hipótesis, que solo sirven para hacer mas oscu- ra la nosografía sin utilidad ninguna para la práctica. »S¡ se nos pregunta, pues, cuál esla natu- raleza de la prosopalgia, nos limitaremos á contestar con Halliday,que la enfermedad que nos ocupa es una neuralgia. «Asiento.—Llegamos ya á una de las cues- tiones mas difíciles y controvertidas que se en- cuentran en la historia de la neuralgia de la cara: no pretendemos resolverla en vista de las opiniones contradictorias que dividen todavía la ciencia en la actualidad, y nos contentare- mos con presentar al lector los materiales de nn proceso,en el que los hombres mas eminen- tes no han podido conseguir que se acepte de- finitivamente su fallo. Por olra parle, no pode- mos entrar en todos los pormenores fisiológicos que se refieren á esta cuestión , limitándonos por lo tanto á reasumir los hechos que tienen una relación directa con la materia que nos ocupa, y en que se apoyan ambas partes para sostener* las aserciones contradictorias que va- mos á reproducir. E la cinv. «Los primeros autores que observaron la prosopalgia no vacilaron en colocar el asiento de esla afección en los nervios de la rara: y he aqtii el resumen de las principales razones en que funda Boyer esla opinión : I.° el dolor mas vivo ocupa y sigue casi siempre el Ira vedo de un nerv io considerable ,"y sus irradiaciones pa- recen propagarse imitando las divisiones y sub- divisiones del ramo afectado; 2.° la sección del nervio calina inmediatamente el dolor, el cual vuelve á presentarse después de la cicatriza- ción ; 3° si después de descubierto el nervio por aplicaciones sucesivas de cáusticos, como ha- cia André, se le loca ó se lira de la escara que lo cubre, se renueva al momento el dolor; y 4.° en fin , se produce esle mismo efeclo com- primiendo al través de la piel alguno de los principales ramos del nervio afectado (loe. cit., p. 3*2). La segunda razón no tiene valor algu- no, puesto que la sección de «n nervio calma lodo dolor en las parles en que se distribuye, cualquiera que sea su causa anatómica; y con- viene añadir á la última , que cuando la pre- sión es moderada aumenta el dolor, y según Valleix y oíros autores le aumenta siempre. Modificadas de esle modo las proposiciones de Boyer, son suficientes para fundar una aser- ción , que por otra parle nadie pone en duda. «¿Los nervios de la cara se afectan primitiva ó consecutivamente? ¿Pueden ser lodos sin dis- tinción asiento de la prosopalgia? Lenlin pre- gunta si el asiento primitivo y propio de la en- fermedad no será en la médula oblongada, de donde fácilmente podrá eslendersc hacia abajo á la médula, y hacia arriba al cerebro. Bellin- geri cree que el cerebelo puede ser en algunos casos el punto de partida de la neuralgia de la cara. El doctor Chapmam se espresa de la ma- nera siguiente: «La enfermedad tiene unas ve- ces su origen en uno de los centros nerviosos, propagándose por los cordones que de él pro- ceden hasla sus últimas ramificaciones; y otras sucede lo contrario , pues partiendo de la peri- feria se difunde hacia el centro. Cuando la pro- sopalgia proviene del cerebro, añade esle au- tor , va precedida de cefalalgia, de confusión en las ideas , de alteración en los sentidos y de tur- gencia de los vasos de la cabeza» (The Ameri- cana journ. of med. se, agosto, 1834). Bell ha- ce depender la prosopalgia de la influencia del gran simpático; y Chapmann (loe. cil.) asegura, que ningún nervio cerebral ni ganglional se ha- lla completamente exento de padecer esla afec- ción. No siendo estas aserciones mas que hipó- tesis , exhaustas de hechos y de pruebas anató- micas ó patológicas en que apoyarse, no nos de- tendremos en discutirlas. «Berard (arl. cit.) describe con el nombre de prosopalgia una neuralgia del ramo posterior del segundo par de nervios cervicales; pero es- ta afección , suponiendo que exisla, no consti- tuye en todos los casos una neuralgia de la ca- ra; hablaremos de ella mas adelante. «Redúcese, pues, la cuestión , como puede NECRALGIA DE LA CARA. 37 conocerse, á indagar si la prosopalgia puede lencr su asienlo en uno ú olro de los grandes nervios que se distribuyen por la cara, ó en oíros términos, si existen neuralgias trifaciales y faciales. «Asi que se conoció, dice Berard, que la Íirosopalgia era una afección de los nervios de a cara, se creyó que todos los nervios de esla región podian ser indiferentemente el asienlo del dolor.» Dolor acerbissimus , dice Frank al definir esta enfermedad, ex uno alterove ramo- rum facialium quinti aut septimi nervorum pa- risemanans. Mucho tiempo trascurrió, sin que se negase la existencia de una y olra de eslas variedades neurálgicas, sin que se Iralase de determinar su frecuencia relativa, compren- diéndolas ambas con la denominación de proso- palgia ; y apenas se procuraba establecer el asienlo analómico preciso de la neuralgia en las descripciones que se hacían de esta enfermedad. Pero desde que Mareschal propuso y ejecutó la sección del nervio enfermo, debieron necesa- riamente los cirujanos ocuparse en determinar cuál podia ser esle; para lo cual se fundaron en la consideración del trayecto que seguían los dolores, y se distinguieron neuralgias del quin- lo par y neuralgias del nervio .facial. La exis- tencia de eslas últimas fué admitida sin obje- ciones , y Roux ha practicado la división de la porción dura del sétimo par. «Mas los trabajos de Bell cambiaron de pron- to el estado de la cuestión : habiendo creído re- conocer este fisiólogo que el nervio facial, des- tinado únicamente á los movimientos de la cara, no gozaba de sensibilidad alguna, dedujo de aqui que no podia ser asienlo de una percep- ción dolorosa, ni por consiguiente padecer nun- ca neuralgia, y que esta enfermedad residía constantemente en uno de los ramos del trigé- mino. Eslas opiniones fueron adoptadas por unos, combatidas por oíros, y después de una polémica, sostenida en obras, memorias y dis- cusiones académicas, todavía se halla poco me- nos que indecisa la cuestión. Vamos á reprodu- cir la parle de esta polémica, que se refiere es- pecialmente á la materia que nos ocupa. «Dos clases de pruebas pueden invocarse para establecer ó negar la existencia de las neu- ralgias del nervio facial: empezaremos por la que tiene menos valor. «A. Pruebas patológicas. — 1.° Sintomáti- cas.—Ya hemos dicho que los dolores que ca- racterizan las neuralgias de la cara siguen la dirección conocida de los ramos nerviosos que se distribuyen por esta región , y que el trayec- to doloroso índica, de una manera bástanle pre- cisa por lo que toca al nervio trigémino, los ra- mos donde tiene su asienlo el mal. Del mismo modo se ha querido también establecer la exis- tencia de la neuralgia del sétimo par, y mu- chos autores han referido observaciones, en las que han demostrado que los dolores se sentían en las regiones parolidea, auricular y tempo- ral , siguiendo la dirección de los filamentos del nervio facial. No podemos nosotros referir con todos sus pormenores eslos hechos, que por lo demás solo ofrecen de particular la indicación del trayecto que sigue el dolor , y remitimos al lector que quiera enterarse de ellos mas profun- damente á la obra de Halliday (p. 80) y á la té- sis de Chaponniere (p. 9), en la cual los encon- trará consignados casi lodos. Se ha dicho que esla prueba no tiene ningún valor, puesto que los ramos del trigémino se unen al facial detrás de la mandíbula, y acompañan á las ramifica- ciones de esle que se distribuyen por las sienes y la cara. «No hay, pues, dice Berard (art. cil.), ninguna razón anatómica para suponer quesea mas bien uno que olro de eslos nervios el asien- tos del dolor, y la analogia nos inclina á creer que reside en el quinto par, puesto que es bien evidente que la prosopalgia de las demás partes de la cara tiene su asienlo en las divisiones de esle nervio de la sensación. Concluiré repitien- do, que un dolor que parla al parecer de la re- gión parolidea para eslenderse á las demás par- tes de la cara ó de las sienes, al mismo tiempo que seguirá el trayecto del facial, recorrerá igualmente el de algunos ramos del trigémino.» «Las parálisis parciales de la cara, produci- das por una lesión evidenle del sétimo par, van acompañadas á veces de dolores muy agudos, de una insensibilidad mas ó menos completa, y de la disminución del olfato y del gusto. Éstos fenómenos prueban, segun los partidarios de la neuralgia facial, que el nervio del,sétimo par corresponde igualmente á Jas sensaciones que al movimiento. Pero sus antagonistas respon- den á este argumento, que en los casos citados la afección que tenia su asiento en el facial, se ha propagado al trigémino por medio de las anastomosis de eslos dos nervios. »2.° Anatómicas. — Estaría demoslrada la existencia de las neuralgias faciales, si en los casos en que siguen los dolores la dirección de los ramos del sétimo par, pudiera comprobarse alguna alteración de este tronco nervioso; pero lo que hemos dicho al principio de este artícu- lo ha debido hacernos prever que no existen tales pruebas. En efeclo es así: solo Dupuylren ha encontrado una vez el nervio facial mas grueso que el del lado opuesto; pero este hecho es único en la ciencia. »B. Pruebas fisiológicas. —Numerosos son los trabajos que se han emprendido para deter- minar las funciones del sétimo par; y para pro- bar su insensibilidad, refiere C. Bell las prue- bas siguientes: «Habiendo tendido en el suelo un asno, al cual se le apretaron por algunos segundos las aberturas de la nariz para hacerle jadear y que dilatase este órgano con fuerza en cada inspi- ración, cortamos la porción dura del sétimo par correspondiente á un lado de la cabeza , y cesó inslanláneamente el movimiento de la nariz del mismo lado, mientras que la otra continuó di- latándose y contrayéndose. «Si se praclica ía sección del sétimo par, el 38 NElRALGIA DE I.A CARA. animal no demuestra sentir ningún dolor. Cuan- do se loca ligeramente este nervio, onlran in- mediatamente los músculos en convulsiones viólenlas, sin que el animal demuestre tampo- co sensibilidad alguna; pero si por el contrario se hace una puntura en el quintó par, difícil- mente se contraen los músculos , pero se obser- va el mas vivo sufrimiento. La sección del ner- vio facial en nada disminuve la sensibilidad de man, Halliday, Chanor.niero, Joberl, de. «El nervio trigémino, dice este último autor , pa- dece con mas frecuencia do1 prosopalgia que el facial, porque distribuyéndose principalmente por la piel y las membranas -mucosas, se halla mas espnesto á las impresiones atmosféricas; pero lodos los nervios de la cara sin cscepcion eslan sujetos á la neuralgia, y esperamos que no lardarán mucho en disiparse lo.las las dudas la cara; mientras que la del trigémino produce j respecto de este punto» (Inc. cit., p. 6-3 2 . Nos- la pérdida de la sensación, aun cuando se halle : oíros , pues, permamceremos indecisos hasta el sétimo par perfectamente intacto (Exposition que llegue tvle mon.enlo; pero cnlrelanlo copia- du sisteme naturel des nerfs du corpa humain, remos en el articulo inmediato la descripción Irad. de Gcnesl; París, 1825, p. 62 y sig.). I dé una neuralgia del nervio facial descubierta «Se han impugnado estas aserciones por 'últimamente, y que se ha creído compatible con muchos autores ; pero solo reproduciremos los la circunstancia de hallarse esle nervio esclusi- argnmentos del que las ha combalido con mas ¡ vamenle encargado del movimiento. precisión. I «Clasificvcionkn losci'ai»rosnosolóuicc$.— «El nervio trigémino y el facial, dice Jo- ¡ Sauvages (Nosoloyic methodigue) coloca la pro- bert , son ambos sensitivos y motores; y si es sopalgia entre las enfermedades convulsivas que puede establecerse una distinción funcio- nal entre ellos, ha de consistir en su distribu- ción y no en su naturaleza. Si el trigémino se distribuyera por los músculos superficiales de la cara, desempeñaría la misma función que el nervio facial. »C. Bell ha caido en un grave error, al ase- gurar que el nervio facial no soza de sensibili- zase IV, orden l.°, espasmos parciales tóni- cos), clasificación evidentemente viciosa, pues- to que solo en el menor número de casos oca- siona esla afección contracciones convulsivas de los músculos de la cara. Reuniendo Pinol [Nosogrnfia filosófica) esla enfermedad á las de- mas neuralgias, forma de ellas el tercer orden (Neurosis de la'locomoción y de la voz), de su dad; pues es indudable que posee esla facultad cuarta clase (Neurosts). En 1825, no viendo Ro en muy alto grado. Cuando se irrita esle órga no puesto al descubierto en un asno, la sensi- bilidad no es obtusa, como pretende el fisiólogo inglés, sino que al contrario es viva é intolera- ble» (loe. cil., p. 18*). «Entre C. Bell, que niega toda sensibilidad al sétimo par, y Goedechens que pretende que esle nervio es por el contrario, sensible por si mismo, exisle una opinión media, segun la cual el nervio facial es sensible , pero únicamente á causa de las anastomosis que tiene con el tri- gémino; de modo que para decidir lacueslion, sería preciso destruir previamente la influencia del quinto par. Pues bien, Backer, Magcndie y Luna , afirman que el nervio facial es comple- tamente insensible cuando se ha interrumpido la continuidad del qui.ito par en su origen. Be- rard adopta completamente la aserción de es- tos fisiólogos, pero la combalen Echrichl y Jo- bert: <>Es en vano, dice esle último autor, que se invoquen las anastomosis para esplicar la sensibilidad, y sin razón afirman Magendie, Lund y Backer, que esle nervio no goza de nin- guna sensibilidad despees de la sección del tri- gémino: yo he sido mas feliz que eslos obser- vadores; pues destruido el quinlo par he obser- vado que el sétimo, puesto al descubierto, apa- recía doloroso» (loe, cil., p. 229). «Qué partido podrá lomarse enlre opinio- nes tan diametralmente opuestas, sostenidas por autores tan recomendables? Por un lado C. Bell, Shaw , Magendie, Mayo, Chaussier , Hilden- bra^ndt, Berard, etc., niegan positivamente la existencia de las neuralgias faciales, y por otro a consideran muy demostrada Walon, Hart- che y Sansón (Nuevos elementos de patología), en la neuralgia de la cara mas que una fleg- masía, la incluyeron en el segundo orden (ir- ritaciones del sistema nervioso) de su primera clase. Pero en la actualidad, en que la influen- cia de la escuela fisiológica se ha reducido á sus justos límites, conviene adoptar la clasificación de Andral (Curso de patología interna), que in- cluye la prosopalgia en las lesiones funcionales de íos cordones nerviosos. «Historia y bibliografía.—Los antiguos no concedieron en sus cuadros rtosológicos un sitio distinto á la neuralgia de la cara ; y si obser- varon esla enfermedad, la confundieron, bajo el nombre de cefalea, con gran número de afeccio- nes muy diversas, siendo muy dudoso que cier- los pasages de las obras de Hipócrates en que se quieren encontrar los caracteres de la pro- sopalgia, se refieran á ella en realidad. Tales son , por ejemplo, las siguientes líneas del pa- dre de la medicina: « Phenicis affeclio ea qui- «dem eral dexlro oculo fulgelrai sibi praimica- »re videbantur, parvoque postea lemporis in- «lervallo dolor ad lempus dextrum inslabal «deinde per capul ad collum » (Epid., lib. V). Areleo (De caus. et sign. diuturn., lib. 1, ca- pítulo 2) ha hecho una descripción de cierta forma de cefalea, en la que falla poco, dice Ha- lliday, para dar una idea justa y completa de la prosopalgia. «Forman cephaleaíinfinilaí sunt. «Quibusdamenim perpeluusdolor.... Konnul- »lis per circuilus reverlilur, ut üs qui quoli- »diana intermiltente febricitante.. Dolor modo »esl in loto capite , modo in dextra majis, mo- ndo in sinistra, modo circa fronlem, aul sinci- NEURALGIA EE LA CARA. 39 «pul: hcccque codem die incerlo el erralice fie- »ri solent Quídam dexlralanlum parle dolent, «quídam loeva; qua lempus vel aurís , vel su- «percilium unum, vel oculus ad médium us- «que terminatur; vel qua nasus in aequas par- «tes dividil: ultra quem lerminum dolor non uprogrudilur, dimidium lanlum capilis occu- «pans.... llaud leve malum; quamvis inlermil- »til, quamvis exiguum esse prima specie v¡- «detur : mam si acule ¡nlcrdum impelum fa «ciat, faida a'quc alrocia delrimenta afferl; «nervi dislendunlur. facies oblorquelur ; oculi «vel conlenti instar cornu rigidi sunl; vel huc «atque illuc inlerius cont'elluntur, ac virligi- «nose agílanlur; in ipsisque dolor prolundus «usque ad intimas túnicas descendit.... Ñeque «ulla causa praecessil, perindc at si quis ligno «plagam intlixerit.» «Las obras de Galeno, Aecio, Pablo de Egi- na y las de los árabes, nada ofrecen que pueda aplicarse á la neuralgia de la cara, y es preciso llegar hasla el sijílo XVII, para encontrar do- cumentos de algún valor y precisión. En esla época se distinguió la prosopalgia de la odon- talgia y de la jaqueca, y se hizo de ella una individualidad morbosa particular. Muchas ob- servaciones bástanle eslensas se insertaron en las memorias de la academia de los curiosos de la naturaleza (Mi'scell. acad. natur. curios., dec. 1, an. II, dec. 1, an. III; Act. acad. nat. eur.,\. I, p. 3i7); pero André, cirujano de Versalles, fue el que verdaderamente en 17jG reconoció la naturaleza y asienlo de la enfer- medad, y publicó una descripción (Obscrvations pratiques sur les maladiesdel'urcthrc el surplu- sieurs faits convulsifs; París, 1756, en 12), que debe considerarse como la primera que haya dado á la neuralgia de la cara derecho de do- micilio en los cuadros nosológicos. Folhergill escribió poco tiempo después una memoria (Of a painful affection of the face; en Med. observ. and inquir., n.° 49), á la que se dio mas valor del que tenia en realidad, y tanto, que muchos autores llamaron desde entonces á la prosopal- gia, enfermedad de Folhergill. Ya hemos dicho que el médico inglés le atribuye una naturale- za cancerosa, que es imposible concederle. En 1782 insertó Thourel en las Memorias de la so- ciedad real de medicina (Ann. 1782-83, pági- na 20V) un escrito, donde se encuentran mu- chas observaciones bastante curiosas. Por últi- mo, en 1787 publicó Pujol la primera mono- grafía que se ha dado sobre la materia (Essai sur la maladie de la face nomméetk douloureux, París, 1787 en 12), reasumiendo en ella con tá- lenlo los hechos que se encontraban dispersos en los anales de la ciencia. «En 1800 sustituyó Chaussier el nombre de neuralgia facial al He gesticulación dolorosa, y fué el primero que describió cuidadosamente las diversas fórmaselo la afección relativas á su asiento ^Tublcuu synopliquc des nevralgies). Después de el se limitaron por mucho tiempo lo* nosógraf-.'Sá reproducir :>u descripción, que es la misma que se encuentra en la nosografía filosófica de Pinel. En 1818 publicó no obstante Bellingeri una monografia, que es aun en la actualidad una de las mejores que pueden con- sultarse. «Las investigaciones de Bell sóbrela estruc- tura y funciones de los nervios, dieron nuevo impulso á la historia de la prosopalgia. Hasta entonces se habían indicado de una manera bástanle satisfactoria los síntomas generales, las causas y la terapéutica de la enfermedad; pero no se habia tratado de determinar su asienlo anatómico. Entre los trabajos publica- dos con posterioridad á e>la época mencionare- mos especialmente los Siguientes: Considera- tions pratiques sur les nevralgies de la face, París 1832; encujo opúsculo ha reunido De- zeimeris bajo el seudonónimo de Halliday , casi lodos los hechos conocidos en la ciencia , for- mando de su reunión la mejor monografía que poseemos sóbrela prosopalgia; y-estudiando especialmente la terapéutica y bibliografía con un cuidado notable; y el Essai sur le siécje et les causes des nevralgies déla face , por Chapon- niere, tés. de Paris, 1«32, núm. 113; en don- de se halla espueslo todo lo que hemos dicho de las causas de la prosopalgia. «Gran número de memorias y observaciones se han insertado en los diferentes periódicos de medicina franceses y de olías naciones, y se han publicado sobre esla materia algunas lésis que conviene consultar, y de las cuales se ha- lla una indicación casi completa en la obra de Halliday, á donde remitimos al lector. Mencio* liaremos sin embargo los autores siguientes: Lenlin (Iluftland's journalbd. IX, si. I, pági- na 56), AValon (Journal de medecine, 1793, lomo XC1II), Breiling (Uufeland's journal, bd. XXV, si. IV), Klein (Siebold's Chiron, bd. 11, p, 157), Hamel (De la nevralgie facíale Ib. de París 1803), Meglin (Recherches et ob- scrvations sur la nevralgie facíale; Slrasbourg, 1816) y Masius (üecker's annalen bd. VI). Ya hemos hecho mención en el artículo anterior de la notable monografia de Valleix y de algunos otros autores (V. la Historia y biliografia de las neuralgias de la vida de relación). «El artículo Neuralgia de la gran Enciclo- pedia inglesa es muy incompleto; y el que se encuentra en el Diccionario da medicina eslá formado casi enteramente con el opúsculo de Halliday y la lésis de Chaponniere; pero se en- cuentra en él una profunda discusión sobre el asienlo anatómico de la prosopalgia y buenas consideraciones prácticas.» (Monneret y Flel- ry. Compendium, etc., 1.111. p. 596-617). articulo iv. Neuralgia facial. >;La ccscripcion de esta neuralgia se debe al Sr. Francois. «Les ív'.ores que antes deél se babian ocu« 40 pado de la neuralgia facial solo tuvieron en cuenta la neurosis doloroso de la cara; unos admitían la distinción de nervios sensitivos y motores, y otros la negaban: los primeros pre- tendían que la neuralgia de la cara , es decir, la neurosis ele las senmciones , solo podia ocu- par el quinto par, y los segundos que podia igualmente tener su asienlo en el sétimo. En esle estado se encontraba la cuestión, cuando dos ó tres hechos han venidoá demostrar, que puede padecer la cara una neurosis del movi- miento sin alteración alguna de la sensibilidad, que pertenece manifiestamente al sétimo par. A esta neurosis del movimiento esa la que se da el nombre de neuralgia facial, y con esle nombre la describiremos aqui, aunque no deja de ser vicioso, puesto que^sií aplica á una afec- ción que no va acompañada de dolor alguno; «pero la neurosis del movimiento, dice Fran- cois, es para el nervio facial loque la de la sen- sación para el trifacial: en ambos casos se halla exagerada la función, y sí los síntomas no son idénticos, es porque difieren entre sí las fun- ciones de estos nervios. Asi es que el facial, como motor, espresa su padecimiento por con- tracciones musculares; mientras que el trigé- mino, como sensitivo , lo manifiesta por el do- lor.» Resulla, pues, que el descubrimiento de una neurosis de los movimientos, situada en el nervio facial, sin que produzca ningún dolor, es una nueva prueba de las doctrinas de Bell. Empero no intentamos ahora entrar en la par- le fisiológica de esla cuestión , y solo considera- remos, bajo el punto de vista de la patología, los hechos que sirven de base á nuestra des- cripción , que tomamos del opúsculo de Fran- cois (Essay sur les convutsions idiopathiques de la face; Bruselas, 1843).; • Síntomas.—La enfermedad sobrevierte re- peulínamenle, y en algunos casos la precede la parálisis facial (Marshall-llall, Romberg). Una parteó la totalidad de los músculos de la cara en que se distribuye el sétimo par á su salida del agujero eslilo-masloideo , se hallan agita- dos de ligeras contracciones, que se convierten en verdaderas convulsiones al cabo de algún tiempo. «Estas son por lo común clónicas, intermi- tenles, mas ó menos violentas, rápidas y pasa- geras, ó bien continuas, durando de diez á do- ce segundos; se reproducen con intervalos va- riables, que orasen de diez á quince minutos ¡Francois), ó aun mas, ora no pasan de algu- nos segundos. Estas convulsiones pueden veri- ficarse por la noche durante el sueño, igual- mente que por el dia, ó bien al contrario sus- penderse en el discurso de aquella (Hairion). Algunas veces son manifiestamente mas nota- bles durante las vicisitudes atmosféricas y las estaciones húmedas (id.), habiéndose cal- mado á veces con el viento sud (Dieffenbach). Se las ha visto disminuir de energía cuando los enfermos abrian ó cerralan la boca con cierta Hiena; pero general mente se hacen mas per- . NEI'RALGlA FACIAL. ceplibles é intensas, siempre que cierran los ojos repentinamente y con fuerza, cuando es- tornudan, rien, mascan, etc. (Marshall-llall). Dieffenbach habla de un enfermo en quien so- brevenían al instante las convulsiones cuando quería cerrar un ojo. «Las convulsiones se perciben casi siempre simultáneamente en los músculos superficiales de la cara; de modo que aplicándola mano, puede verse y sentirse muy bien que entran en convulsión la parle superior de la frente, la ceja, el orbicular de los párpados, la parle mediado la mejilla, la raíz del ala de la nariz, la comisura de los labios, la sínfisisdel mentón y el músculo cutáneo, ele. (Francois, loe. cit., K. 6). En el hecho observado por Francois se aliaban exentos de convulsiones los músculos eslilo-hioideo, digáslrico, occipital, auricular, yel velo palatino, enjos que se distribuyen ra- mos del nervio facial; pero esto se esplica por la disposición anatómica de las parles. «Los ramos que se distribuyen por los músculos es- lilo-hioideo y digáslrico, en el velo del paladar y la lengua,* se introducen profundamente de- bajo de la mandíbula para llegar á su respecti- vo deslino, cuya dirección los sustrae proba- blemente á la acción de las causas que determi- nan el mal; y en cuanto ala falla de convulsión en los múscülosocc.ipjlal y auriculares, es pre- ciso recordar que son tan poco pronunciados en el hombre, que es difícil apreejar sus movi- mientos; los cuales hasta se han hecho imposi- bles en la mayor parle délas mujeres, por el hábito que tienen de comprimirse la cabeza para sostener el peinado» (Francois loe. cit.,p. 11). «Sin embargo, Romberg ha visto un caso en que los movimientos convulsivos ocupaban los músculos auriculares, y Francois refiere que un enfermo esperimehtó un acceso terminal, durante el cual se hicieron lan violentas y con- tinuas las convulsiones , que el individuo creyó que iban á desgarrarse sus labios; sintió al mismo tiempo fuertes sacudidas en la boca y una constricción extraordinaria en la garganta,. como si estuviera estrangulado, que le inspira- ron mucho lemor. «Es de creer, dice Frari—. cois, que en este.paroxismo los músculos del velo del paladar, el eslilo-hioideo, el vientre posterior del digáslrico, y en una palabra, lo- dos aquellos en que se distribuye el nervio fa- cial, participaron un momento de las contrac- ciones espasmódicas de los del mismo lado de la cara» (loe. cit., p. 79). «El espasmo convulsivo general es segun Romberg susceptible de descomponerse, y no invadir mas que las parles sometidas á la ac- ción de un solo ramo nervioso, como sucede en la neuralgia trifacial. «Es notable la deformidad de la cara duran- te las convulsiones: el lado enfermo atrae ha- cia sí el sano; el menlon, la boca y la nariz están desviados también hacia aquel, y la ceja enferma se halla mas alta que la sana.* «En los doi casos observados por Marshali- NEURALGIA facial. íí Hall, las convulsiones eran tónicas y perma- nentes, pero sobrevenían en diversos puntos movimientos convulsivos rápidos. «En el enfermo observado por Frangois se hallaba completamente intacta la sensibilidad y no exislia dolor alguno en ningún punto de la cara. En uno de los tres enfermos cuya historia refiere Marsall-Hall, el lado enfermo estaba al- go entorpecido y menos caliente que el sano; y en otro estaba hinchado el lado enfermo, su- mamente dolorido y la sensibilidad de la piel muy disminuida; de lo cual deduce Francois que estaban simultáneamente afectados el quin- to ysétimo par. No repeliremosaquí las consi- deraciones que se refieren á esle punto, pues las dejamos ya espueslas en otro lugar. « «La prehensión délos alimentos, la masti- cación y la palabra son mas ó menos difíciles durante las convulsiones, pero en los interva- los que las separan, se desempeñan perfecta- mente lodas las funciones. «Curso , duración y terminación.—El curso es por lo común regular; sin embargo, Hai- rion habla de un enfermo, en quien desaparecie- ron las convulsiones por un mes sin causa co- nocida, y se reprodujeron del mismo modo. La duración varia mucho; pero generalmente es larga como en todas las neurosis. De 4 casos ha durado 20 años en un uno, 5 en otro, 4 en el tercero y un mes en el cuarto: solo en uno de ellos se. curó el mal espontáneamente. «Diagnóstico, pronóstico.—Esta enferme- dad pudiera confundirse con uno de esos há- bitos viciosos que se observan á veces en los ni- ños y aun en los adultos; pero eslos se disipan ó se suspenden con el ejercicio, la distracción, y las emociones morales vivas; pueden conte- nerse con una voluntad fuerte y una atención sostenida; ceden, aparecen , aumentan, dismi- nuyen ó se suspenden sin causa perceptible , y Jos movimientos espasmódicos son parciales, irregulares y fugaces, no se desarrollan con tanta rapidez, ni tienen la uniformidad, esten- sion , persistencia ni intensidad de las contrac- ciones musculares de la neuralgia facial. Para asegurarse Francois de que el estado de un en- fermo que examinaba no era efeclo del hábito, de la imaginación, de la voluntad, ni de una ficción, le aproximó repentinamente á la cara un punzón enrojecido hasla el blanco, y aun- que fué muy grande el sobresalto del enfermo, nada se aumentaron ni disminuyeron las con- tracciones (loe. cit., p. 24). «En la meningitis simple, sobre todo en la tuberculosa y en algunos casos de encefalitis parcial, hay á veces convulsiones limitadas á la cara; pero bien pronto pierden este carácter y existen ademas oíros síntomas que hacen impo- sible el error. «Lajieuralgia trifacial va en cierlos casos acompañada de movimientos convulsivos de la cara(v. el art. anterior); pero la presencia, la violencia, el carácter y la dirección de los do- lores, indican la naturaleza y el asiento del mal. TOMO Vil. I «El pronóstico es grave en cuanto á la du- j ración de la enfermedad. I «Causas.—Entre 6 casos de neuralgia fa- cial habia 4 mujeres y 2 hombres; y tres veces que se tuvo en cuenta la edad, era de cincuen- ta, de cuarenta y de diez y siete años. Una vez se presentó sin causa algunaapreciable, y otras i á consecuencia ó durante el curso de un reu- | malismo muscular: la causa determinante ma- : nifiesla ha sido en dos casos la 'impresión del frió. «Asi pues nos inclinamos á creer, dice Francois, que la impresión del frió es suscep- tible de ocasionar toda la serie de enfermeda- des á que eslan sometidos los nervios facial y trigémino, es decir: 1.° Ja anestesia é hi- perestesia respecto de esle último que es sen- sitivo, y. 2.° la parálisis y las convulsio- nes clónicas ó tónicas respecto del facial que es motor; ó sea la suspensión ó la exageración funcionales de ambos nervios; resultando qne unas mismas causas producen unos mismos efectos con las diferencias debidas al respectivo deslino de estos cordones nerviosos. Tratamiento.—Romberg recomienda la di- solución del bórax y la compresión continua por medio de una pelota convenientemente aplicada. La enfermedad se resistió á lodas las medicaciones en la mujer observada por Fran- cois. «Ni los modificadores mas enérgicos del sistema nervioso como la morfina , la veratrina la estricnina, Jos estrados de tabaco , de estra- monio y de belladona,administrados inmediata- mente por el método endérmico, en unturas fricciones ó fomentos; ni los Iónicos, los amar- gos, los marciales, los purgantes, los anli-es- pasmódicos usados al interior en todas formas; la aplicación del frío y los vejigalorios á la me- jilla, ni la galvano-puntur'a, etc., pudieron moderar Jas contracciones musculares (Fran- cois, loe.cit., p. 25, 26). «Dieffenbach ha hecho la sección subcutá- nea de lodos los músculos déla cara, y las con- vulsiones fueron reemplazadas por un temblor muscular poco incómodo (Ueber die durchsch- neidung der Shenen und Muskeln; Ber- lín, 1841). «Naturaleza, clasificación, historia y bi- bliografía.—La afección que acabamos de des- cribir es una neurosis del movimiento de la vi- da de relación. «Encuéntrense segun Frangois en Areteo (De causis et natura morborum diuturn. lib. I cap. 7), en Celio Aureliano (de Morb. chron.' libro II, cap. 2), en Pablo de Egina, Actio' Avicena y Rhasis algunos pasages que se apli- can á las convulsiones idiopálícas de la cara. «Foresto (opera omnia, Francfort, 1619; de Morb. cereb., lib. X, obs. 125) y Mercurial (Medie, practic; Lugdun., 1623; de Affect. capit., cap. 21, p. 116) han hecho un cuadro del mal, mas completo que el de los árabes. «Un pasage de Haen (Ratio medendi, par- te IV, cap. 8) es segun Francois sumamente esplícilo. 6 í-2 NEURALGIA FACIAL. «Creemos que no es posible decidirse sobre el verdadero sentido de eslos pasages; pues cuando se escribieron no se sabia distinguir suficientemente unas de otras las afecciones del quinto y sétimo par, ni aun las enfermedades del cerebro y de sus membranas. »Marshall-Hall (On the diseases andderan- gements on the nervous sistem.; Londres, 1841), refiere tres observaciones de convulsiones idio- pálicas de la cara; pero las incluye en la histo- ria de la parálisis facial, fundándose en su doc- trina bien conocida, que consiste en considerar el espasmo como un efecto secundario de la cau- sa que produce primitivamente la parálisis (ob. cit., p. 282, 283). Romberg consagró en 1843 un capítulo á las convulsiones de la cara (Lehrbuch der nervenkrankheiten des Mens- chen, Berlín , 1843 , bd. I, ablh. II); pero á Francois esa quien pertenece el honor de haber llamado la atención de los observadores sobre esta curiosa enfermedad, y de haber estableci- do su verdadera naturaleza. De la memoria de esle médico (Essai sur les convulsions idiopa- thiques de la face; Bruselas, 1843), hemos to- mado los elementos para componer nuestro ar- tículo» (Mon. y Fl. , Compendium, t. VI, pági- na 188-191). ARTICULO III. Neuralgia céryico-occipital. «Losramos posteriores de los cualro prime- ros pares cervicales se dirigen hacia la piel, y envian numerosas ramificaciones, que anaslo- mosándose unas con otras, forman el plexocer- vicalposterior. La rama poslerior del segundo par da un ramo mas considerable que los otros, que atravesando el complexo mayor hacia la parte superior del cuello, se hace subcutáneo, abraza á la arteria occipital (nervio occipital mayor), se dirige de abajo arriba, y se esparce en mu- ehas ramas divergentes, que cubren la región occipital y se eslienden hasta la parietal. «Las ramas anteriores de los mismos pares cervicales forman el plexo cervical superficial, que da los principales ramos siguientes. «El ramo cervical superficial, que naciendo de la parle media del cuello detrás del borde eslerior del esterno masloideo, se distribuye en la parle anterior y superior del cuello, y en la inferior de la mejilla. «El auricular, que rodea el borde poslerior del músculo esterno-masloideo, y da filamen- tosa la cara, á la glándula parótida y á la par- le poslerior de la oreja. »3.° El mastoideo ó nervio occipital menor, que se dirige paralelamente al occipital mayor en las regiones occipital y parietal. »4.° Los ramos supra-claviculares, que se distribuyen en el triángulo supra-clavicular. «Eslos diversos ramos nerviosos presentan en resumen seis centros principales: dos de emergencia; uno por debajo del occipucio , un poco al lado esterno de las primeras vértebras cervicales, que corresponde al plexo cervical posterior (punió occipital), y olro un poco mas abajo de la parte medía del cuello, entre el bor- de anlerior del músculo trapecio, y el eslerior del eslerno-masloideo, que pertenece al plexo cervical anterior (centro cervical superficial); y cuatro de reunión y distribución : el primero, en la piel que cubre las partes inmediatas á las tres primeras vértebras cervicales, que corres- ponde al piexo cervical poslerior; el segundo en la parle superior v anlerior del cuello , que pertenece al cervical anlerior; el tercero por encima de la apólisis masloides (punto masloi- deo), y de la concha de la oreja (punto auricu- lar), que corresponde al plexo cervical anlerior; y el cuarto en fin, hacíala elevación parietal, que es común á uno y olro plexo (punto pa- rietal). «Estos pormenores anatómicos, cuidadosa- mente indicados por Valleix (Traitédes nevral- gies; p. 228 , 231 ; París, 1841), debe tenerlos presentes el médico, cuando se ocupe de una neuralgia cérvico-occipilal. «Síntomas.—Los enfermos esperimenlan dos clases de dolores que es preciso distinguir: con- tinuos y lancinantes. »E\"dolor continuo es sordo, gravativo, con- lusivo y se aumenta por la presión; se percibe en uno ó muchos puntos de los que acabamos de enumerar, con una intensión variable, prin- cipalmente en el occipital y masloideo, donde es mas constante y estenso. Los puntos doloridos son á veces muy pequeños, bastando la pulpa del dedo para cubrirlos en totalidad; pero en otros casos sucede lo contrario. «Esle dolor es en general lan poco intenso, 2ue los enfermos no se quejan de él sino cuan- o se fija su atención sobre este punió, siendo preciso hacer una presión enérgica y un exa- men muy preciso para descubrirlo. Los punios doloridos no pueden muchas veces circunscri- birse con exactitud y parece que faltan. «Uno de nosotros acaba de observar un en- fermo, en quien el dolor continuo ocupaba una estension bastante considerable de la región oci- cipilal, y disminuía sensiblemente con la pre- sión ó las fricciones: en el lóbulo de la oreja se presentaba muchas veces un dolor muy inten- so, que solo cesaba comprimiendo fuertemente la parle entre los dedos. «Los dolores lancinantes ó punzadas, se pre- sentan por accesos mas ó menos frecuentes, ir- regulares ó periódicos (Leydig, v. Halliday, Considerations pratiques sur les nevralgies de la face, p. 55; París, 1832); panen por lo común del punto occipital, y á veces del parietal ó mas- loideo, difundiéndose á la mitad correspondien- te del cráneo y cuello, al pabellón de la oreja, y en ciertos casos al hombro del mismo lado. En algunos enfermos han sido muy agudos los dolores del pabellón de la oreja, propagándose hasla lo profundo del órgano. ' »AI raismoliempo esperimentan loi enfer- NEURALGIA CERVICO-OCCIPITAL. 43 mos con bastante frecuencia punzadas en la mitad de la cara (frente, ceja, mejilla ele), ó en el brazo correspondiente al lado afecto; pero los dolores de esle género no corresponden á la neuralgia cérvico-occipilal, sino que proceden de haber sido invadidos por la afección algunos ramos del trifacial ó del plexo braquial (v. Com- plicaciones) . «Las punzadas son provocadas á veces por la masticación, la deglución, por los movimien- tos de la cabeza y del cuello , por la acción de sonarse, estornudar, etc. «El pulso está siempre normal, y los dolo- res constituyen comunmente toda la enferme- dad. Sin embargo, los músculos afectos se ha- llan á veces agitados de movimientos convulsi- vos, habiéndose observado también el lagrimeo y un flujo nasal ó salival mas ó menos abun- dante. «Esta neuralgia no ocupa comunmente mas que un solo lado, sobre lodo el izquierdo, á lo menos segun se deduce del corlo número de he- chos que posee la ciencia. En las 7 observacio- nes que hemos analizado, la enfermedad ocu- paba en 3 casos el lado izquierdo, y en uno el derecho; en 2 invadía ambos lados, y en 1 pa- saba alternativamente de uno á otro. «El curso, duración y terminación de la neu- ralgia cérvico-occipital en nada se diferencian de los de las demás neuralgias. «Complicaciones.—La neuralgia cérvico-oc- cipital va acompañada de la trifacial. Esla pue- de ser primitiva ó consecutiva; en cuyo úllimo caso resulta de la eslension del mal á los ramos del trigémino, y constituye una verdadera com- plicación. Cuando es primitiva, depende por el contrario la neuralgia cérvico-occipital, de ha- berse propagado la del quinto par á las ramas cervicales, debiendo considerarse la prosopalgia como causa de la neuralgia cérvico-occipital. La enfermedad se esliende á veces hasta los nervios intercostales y el plexo braquial, ob- servándose entonces simultáneamente las neu- ralgias intercostal y braquial, que son verda- deras complicaciones. «Diagnóstico. — Es imposible confundir la neuralgia que nos ocupa, cuando está aislada, con la trifacial, pues el trayecto de los dolores y el asienlo especial que ocupan los ceñiros do- loridos, evitan todo error. Cuando la neuralgia cérvico-occipilal se propaga á algunos ramos del trigémino , se necesita proceder con mas atención; pero se aclara fácilmente el diagnós- tico atendiendo al punto donde toman origen los dolores, y á su intensidad, que es mayor en los centros que dejamos indicados mas arriba. ¿Los que admiten la existencia de una neu- ralgia facial, es decir , de una neurosis de la sensación, ó neurosis dolorosa del sétimo par, reconocerán la existencia de la neuralgia cér- vico-occipital que nos ocupa, por los caracte- res propios de esta afección, por la falta de do- lores enja sien y* en las parles donde se distri- buyen los ramos principales del facial. «El reumatismo del cuello (lorlícolis), podría confundirse mas fácilmente con la neuralgia cérvico-occipilal; pero las punzadas no sobre- vienen por accesos; el dolor es continuo, vago, y eslá esparcido uniformemente en los mús- culos del cuello; cesa casi del todo cuando el enfermo eslá inmóvil; lo provocan los mo- vimientos del cuello; el dolor que produce la presión es menos vivo, mas eslenso y hace ver que no existen centros doloridos circunscritos, y en fin , la enfermedad se disipa espontánea- mente al cabo de algunos dias, ó cede á una aplicación de sanguijuelas. «Los mismos caracteres diferenciales pre- senta el reumatismo epicráneo,en cuanto al do- lor, curso y tratamiento; y ademas suele en- tonces observarse fiebre, exacerbaciones por las lardes, acompañadas de un ligero delirio y de vómitos, y la piel del cráneo eslá rubicun- da , caliente y lensa. «Causas.—La única causa que hasta ahora haya podido atribuirse á la neuralgia que nos ocupa, es la acción de la humedad y del frió. «Tratamiento.—En un caso han producido buen efecto las pildoras de Meglin , y en otro las fricciones mercuriales: en el enfermo obser- vado por Leydig eran ¡periódicos los accesos, y se obtuvo la curación con el sulfato de quini- na. Valleix ha curado dos casos aplicando dos vejigatorios volantes á la nuca; y nosotros aca- bamos de hacer lo mismo con una neuralgia cérvico-occipital muy antigua, valiéndonos del método endérmico (un vejigatorio á la nuca es- polvoreado con 3/5 de grano de hidrocloralo de morfina). «Historia y bibliografía. — Encuéntranse ejemplos evidentes de la neuralgia cérvico-oc- cipilal , en André (Obs. prat. sur les maladies de Vurethre, et surplusieurs faits convulsifs; ob- servación 5; París, 4756); Meglin (Rech.etobs. sur la nevralgie facíale, obs. 10; Estrasburgo, 1816), y Halliday (loe. cit., p. 55); pero se in- cluían en la neuralgia trifacial ó facial; siendo P. Berard el primero que en 1835 (Dict. de méd., i. XII, p. 564), introdujo la neuralgia cérvico-occipilal en el cuadro nosológico, aun- que se contentó con mencionarla. Valleix (Trai- te des nevralgies, p. 226, 275), es el único que después de él se ha ocupado de esta afección, describiéndola tan completamente como permi- te hacerlo el corlo número de hechos que se han recogido. ARTICULO IV. Neuralgia cérvico-braquiai. «Los ramos posteriores de los cuatro últimos pares cervicales y del primero dorsal, atravie- san los músculos y dan muchos filamentos á la piel de la parte poslerior é inferior del cuello (centro cervical inferior). «Los ramos anteriores de estos cinco pares concurren á la formación del plexo braquial, el 44 NEURALGIA CERVICO-RRAQU U.. cual eslá situado al principio profundamente, { haciéndose después mas superficial y accesible < al laeto en el fondo de la axila al ríivel de la ; articulación escápulo-humeral (centro axilar). «El plexo braquial produce , anles de dar origen á los ramos que lo terminan: I.° el ner- vio supra-escapular, que está situado superfi- cialmente al pasar por encima del borde cónca- vo de la espina del omóplato (centro post-cla- vicular), y 2.°el axilar ó circunflejo, que rodea j el cuello quirúrgico del húmero y da un ramo cutáneo, que atravesando el deltoides, se dis- tribuye por la piel que cubre la parle superior de esle músculo (centro deltuideo). «Enlre los ramos terminales de este plexo, y los que de ellos nacen , deben mencionarse: » I." El nervio mediano, en el que hay que considerar el punió donde atraviesa al prona- dor redondo, y los en qne da origen al ramo palmar cutáneo, y á los colaterales de los dedos. »2.° El cubital, que se halla situado super- ficialmente alrededor de la epilróclea (centro epilrócleo), y cuando pasa por delante de la.es- tremídad inferior del cubilo entre el hueso pi- siforme y el ganchoso, para distribuirse por la mano (centro cubilo -carpiano). »3.° El radial, que es accesible á la pre- sión en el punió en que se introduce en la sur- co-humeral (centro humeral), y un poco por en- cima de la apólisis estiloides, cuando se divide para dar ramos colaterales á los primeros de- dos (centro estiloideo). »4.° En fin, el músculo cutáneo, que es su- perficial en lodo su Irayeclo. «Síntomas.—El dolor, ya sea continuo ó ya lancinante, que acompaña á esta neuralgia, na- da tiene de particular en sus caracteres, y no podríamos hacer olra cosa que repetir lo que hemos dicho al hablar de las neuialgiasconsi- deradas en general: lo único que debemos des- cribir aquí es el sitio que ocupa y el Irayeclo que sigue, y para hacerlo de un modo conve- niente es pivciso considerar la afección , segun que se eslienda á lodo el aparato nervioso cér- vico-braquiai, ó solamente á alguna de sus parles. Valleix asegura, que todos los nervios procedentes del plexo braquial se hallan unidos entre si tan íntimamente , que la neuralgia no puede limitarse á uno de ellos; pero en las mis- mas observaciones de este médico y en los he- chos de otros aulores, encontramos la prueba de que no es exacta semejante aserción, ó que al menos es demasiado absoluta. «Neuralgia general. — Los dolores se sienten en la parle inferior y poslerior del cuello , en el hombro y en todo el brazo hasla la estremidad de los dedos. El dolor continuo se exaspera por el contacto ó la presión en todos los centros que dejamos indicados mas arriba. En un caso re- ferido por Valleix (Traite des nevralgies, obser- vación 221, p. 285) producia la presión un do- lor vivo en los ceñiros cervical, post-clavicu- lar, delloideo , axilar , epilrócleo . estiloideo' y humeral. En olro enfermo se observaban cen- tros doloridos: 1.° en la parle esterna de las apólisis espinosas de las últimas vértebras cer- vicales hasla la primera dorsal; 2.° por debajo de la eslremidad humeral de la clavícula , de- lante de su segunda corvadura; 3.° en la parte media y superior del deltoides; i.» por encima de la inserción inferior de esle músculo; 5.° en medio de la fosa infra-espínosa; 6." en lo mas profundo de la axila, cerca de la cabeza del hú- mero; 7.° hacia el lercio inferior y esterno del brazo; 8.° por delante de la epilróclea ; 9.° en la parle anterior de la apólisis estiloides del cu- bilo ; y 10.° delante de la parle inferior del ra- dio (Valleix, obra cil., obs. 22, p. 268). «Los centros doloridos son comunmente muy circunscritos, y no tienen mas que un dedo á uno y medio de diámetro : el centro axilar sue- le estar mas dolorido que los otros. «Las punzadas se dirigen por lo común des- de 1a parte superior del miembro hacia la infe- rior, siguiendo el Irayeclo de los nervios (neu- rosis descendente); pero á veces parlen de la axila y se dirigen al cuello (neuralgia ascen- dente); y oirás, en fin, existe un doble curso divergente, cuyo centro se halla en el fondo de la axila (Valleix , obra cit., obs. 22, p. 268). »Se siente en el miembro un entorpecimien- to general muy incómodo , y una sensación de frió considerable; los movimientos son muy do- lorosos y algunas veces imposibles, figurándose los enfermos que tienen el brazo paralizado: en oíros casos hay movimientos involuntarios y convulsiones. Cuando la neuralgia es muy in- tensa, es muy común la cefalalgia, y una ligera frecuencia de pulso durante el acceso. «La neuralgia se propaga á veces á los ner- vios intercostales, en cuyo caso se observan los desórdenes funcionales del corazón y los pulmo- nes que acompañan á la neuralgia intercostal, de lo que menciona Píorry un ejemplo muy no- table (Memoire sur les "nevralgies et sur leur traitement, obs. 6, en la Gaz. méd., p. 69-93, 1833). ^Neuralgia circunfleja.—Valleix refiere la ob- servación de un enfermo, en quien parlia el do- lor de la axila izquierda, y se irradiaba al mu- ñon del hombro y á la parte lateral é inferior correspondiente del cuello, sin que se sintiera en ningún otro punió del miembro. Los movi- mientos de la cabeza hacia el lado derecho pro- vocaban las punzadas, las que no se verifica- ban con los movimientos en sentido opueslo. «Neuralgia supra-escapular y músculo-cu- tánea esterna.—Marlinet habla de un enfermo, en quien, partiendo el dolor del ángulo inferior del omoplato, se eslendia por su cara poste- rior, subia á la cresta supra-espinosa, rodeaba elladoeslerno del brazo, se difundía por su ca- ra anterior, atravesaba por el centro de la arti- culación del codo , y descendía á lo largo del borde radial, á dos traveses de dedo por encima de la tuberosidad inferior del radio: cuando llegaba á este punto, coslealfa lacara¿orsal de la muñeca. para terminar en el pulgar y el ín- NEURALGIA CÉRVICO-RRAQUIAL. 4áT dice. Si se hacia la menor presión en el ángulo inferior del omoplato, se propagaba el dolor" inmediatamente hasla la flexura del codo si- guiendo el Irayeclo indicado; y lo mismo suce- día cuando se "comprimía ligeramente el nervio músculo-cutáneo estenio al nivel del pliegue del brazo ó en cualquiera punto de su eslension (Marlinet, Essai sur les nevralgies considerées en general, les. de París, obs. 7, p. 28, núme- ro 70 , 1818). » Neuralgia mediana. — El doclor Jeffreys refiere un ejemplo de neuralgia mediana ascen- dente, en que el dolor parlia de la eslremidad del pulgar, y seguía á lo largo de la eminencia de esle dedo y del borde interno del radio, hasla la flexura del" codo , siguiendo el trayecto de los ramos del nervio mediano (The London medical andphgsical journal, t. IL, 372, 1823). «Neuralgia cubital. — Esla es la mas fre- cuente de lodas, y de ella refiere Valleix dos ejemplos notables (obra cil., obs. 24, 25). En el uno lenian los dolores su origen en la parle interna de la flexura del codo; se estendian á lo largo del antebrazo, siguiendo exactamente el trayecto del nervio cubital, y se perdían en la mano. En el olro partían del fondo de la axila, y seguían con exactitud el Irayeclo de este mis mo nervio, ora terminándose al nivel de la mu- ñeca, y ora propagándose al dedo pequeño y anular. La presión daba á conocer tres centros doloridos muy circunscritos: el primero en el fondo de la axila, hacia Ja eslremidad superior del húmero; el segundo en la epilróclea , y el tercero hacia la apólisis estiloides del cubito. A. Scarpa. ha vislo un enfermo, en quien empe- zaba el dolor por un aura del antebrazo en la dirección del cubito , sintiéndose al nivel del hueso pisiforme, en la palma de la mano y en los dos últimos dedos (Revue medícale , tomo II, p.276, 183). nNeuralgia radial.—El doctor Dupac (Gaz. méd., p. 153, 1838) habla de una neuralgia ra- dial, en la que partiendo el dolor del hombro, se- guía el trayecto del nervio de aquel nombre , y se perdía en los tres últimos dedos. Oirás veces sigue una dirección opuesta , es decir , que lo- mando origen en los dedos subía con la rapidez del rayo por la cara dorsal de la mano y lado eslerno del antebrazo , propagándose al hombro después de haber costeado la parle superior del húmero (neuralgia ascendente). El miembro se hallaba agilado por contracciones involuntarias, y á los dos meses y medio enflaqueció notable- mente. «Cuuso.—La neuralgia cérvico-braquial re- viste muchas veces una forma periódica , bajo la cual la ha observado Piorry. El caso de Du- pac es muy notable bajo esle aspecto: una neu- ralgia radial, que al principio fué descendente y después ascendente, siguió al fin un curso irregular, haciéndose primero remitente , lue- go terciana doble remitente, y por último ter- ciana simple. Los paroxismos se presentaban en forma de accesos. y empezaban por un esca- lofrió de corta duración , seguido de un calor bástanle considerable, de cefalalgia, de inyec- ción de la cara y dureza del pulso. »La DURACIÓN, TERMINACIÓN, el DIAGNÓSTICO V el pronóstico nada ofrecen de particular, y es- cusamos repetir aquí los signos que pueden dis- tinguir la neuralgia,de la neuritis, del reuma- tismo muscular, ele. «Causas.—Las causas de la neuralgia cérvi- co-braquial son las mas veces inapreciables; pareciendo que el frió y la humedad ejercen en este caso la influencia que ya les dejamos asig- nada. Aunque se citan muchos ejemplos en que la han producido violencias eslerioies, golpes, caídas, quemaduras, contusiones, heridas, com- presiones , ele, es porque los autores la con- funden muchas veces con enfermedades distin- tas , siendo preciso decir con Valleix (loe. cit., p. 324), que las causas esternas pueden ocasio- nar asi una neuralgia como una neuritis, ó cualquier otra afección que simule á la primera. «Tratamiento. — Se han empleado con buen éxito en la neuralgia que nos .ocupa la tremen- tina (Marlinet), las pildoras de Meglin y las pre- paraciones marciales; pero los vejigatorios vo- lantes simples (Valleix, loe. cit., p. 331) ó es- polvoreados con una sal de morfina, constituyen ¡a medicación mas segura y eficaz. Cuando no bastan los demás medios, debe recurrirse al cauterio trascurren le (Joberl). «El sulfato de quinina (Piorry, Dupac) y los arsenicales (Boudin) son muy eficaces cuándo es periódico el mal. «El doclor Cayroli ha hecho la escisión del nervio cubital; pero á las quince horas se re- produjo el dolor« (Mon. y Fl., sil. cil.) ARTÍCULO V. Neuralgia dorso-intercostal. «Sinonimia.—Neuralgia torácica de Nicod; braquio-torácica y tóraco-braquial de Piorry; irritación espinal de Isaac Parrish y Griffin; congestión sanguínea de la médula de Ollivier; neuralgia intercostal, epigástrica y lumbar de algunos autores. «La descripción de los síntomas de la neu- ralgia dorso-intercostal exige conocer previa- mente ciertas particularidades anatómicas, que mencionaremos en pocas palabras. Los nervios espinales nacen de la médula por dos raices: una anterior, que tiene su origen en el manojo anlerior ó molor de aquel órgano , y otra poste- rior, que procede del manojo poslerior ó sensi- tivo. Estas dos raices convergen una fyácia la otra; se dirigen al agujero de conjunción , y se confunden en un ganglio, formado especialmen- te por la poslerior. El cordón cilindrico que en- tonces resulta da tres órdenes de ramos nervio- sos: 1." los espinales posteriores; 2.° los ante- riores, y 3.° los ganglionares. El ramo espinal poslerior da uno esterno-muscnlar, que se dis- tribuye por los músculos de los canales verle- fiC Nf.URALGIA DORSO INTERCOSTAL. brales, y otro interno 6 músculo culáneo, que atravesando el gran dorsal y el trapecio , se dis- tribuye por la piel del borde interno del omo- plato". «Los ramos anteriores de los nervios espi- nales, son continuación del tronco principal, y se dirigen á la parle inedia de los espacios in- tercostales, á una distancia igual del esternón y del raquis, en donde se dividen en un ramo intercostal y olro perforante ó cutáneo. El pri- mero de eslos continúa su Irayeclo hasta la es- lremidad esternal de la costilla, en donde da el ramo perforante anlerior, cuyos dos filamen- tos se distribuyen por el músculo pectoral ma- yor y la piel. El ramo perforante cutáneo su- ministra dos órdenes de filamentos nerviosos á los tegumentos de las parles anteriores y late- rales del pecho y del epigastrio. «Bassereau , de cuya íésis tomamos la ma- yor parle de la descripción que vamos á hacer de la neuralgia intercostal, advierte, que el primer nervio de los intercostales eslá unido al plexo-braquíal por el primer par dorsal; que el ramo perforante culáneo se distribuye por la piel de la parle poslerior del brazo; que las mamas y los tegumentos del tórax eslan abun- dantemente provistos de filamentos nerviosos que provienen de los intercostales, y en fin, que el ramo intercostal termina en las paredes del vientre, contando desde el octavo espacio, vel perforante culáneo asi del seslo como del séti- mo nervio intercostales, en la región epigástri- ca ^Bassereau, Essai sur la nevralgie des nerfs intercostaux, considerée comme symptomatique de quelque affection viscerale, tés. en 4.°; Pa- rís, 1840). «Síntomas.—El carácter esencial y palog- nomónico de la neuralgia dorso-intercostal, es el dolor que ocupa uno ó muchos ramos de los nervios espinales, y por lo tanto empezaremos por el estudio de esle síntoma. » Dolor neurálgico provocado.—La palpación es el mejor medio para descubrir el sitio pre- ciso del dolor, y para establecer el diagnóstico del mal, advirliendo que sin esta esploracion nos espondriamos á confundirlo con otras en- fermedades. Tres son los puntos que especial- mente suele ocupar: 1.° el centro vertebral^ pos- terior; 2.° el anterior esternal ó epigástrico; y 3.° el lateral. Para determinar bien los focos doloridos, se hace una presión mas ó menos fuer- te con dos dedos dirigidos á lo largo del canal vertebral, enfrente de los agujeros de conjun- ción. Cuando se ha llegado al punto de donde nace el nervio afecto, se queja el enfermo de un dplor agudo y hace un movimiento brusco para librarse de él: en seguida deberá dirigir- te el dedo sobre las parles circunyacentes, para limitar exactamente la eslension del dolor, y se cuentan los espacios intercostales; cuya esplo- racion se repite muchas veces, comprimiendo ano ó muchos de estos. Tampoco dejará de com- primirse la región epigástrica, el apéndice si- foides y la glándula mamaria, esplorando igual- mente el lado opueslo. También pueden bus- carse los ceñiros doloridos, pasando una es- ponja empapada en agua caliente sobre las re- giones que acabamos de indicar; pero los efec- tos que por esle medio se oblienen son mas va- riables, siendo preferible la palpación. «Valleix, á quien se debe una relación muy notable de la neuralgia que nos ocupa, estable- ce por medio de cuadros estadísticos, que el cen- tro vertebral existe con mas frecuencia que el esternal (25 : 19), y este mas que el lateral (19: 17). »EI dolor vertebral ó posterior ocupa los la- dos de las apólisis espinosas, en las inmediacio- nes del agujero de conjunción, y puede provo- carse comprimiendo fuertemente las apólisis es- pinosas ó el canal vertebral. El centro dolorido es muy limitado, y puede tener, segun Valleix, 16 líneas por término medio (p. 357). La es- lension de esle dolor es muy variable, como dice Bassereau , quien lo ha visto ocupar el es- pacio comprendido enlre la segunda apófisis es- pinosa por una parle, y lasélima ú octava por olra. Es raro que la sensibilidad morbosa de- je de propagarse fuera de la línea media del ra- quis en una eslension de 2 ó 3 pulgadas, y has- la el borde interno del omoplato (tés. cit., pá- gina 42 y 43): ocupa las ramas espinales pos- teriores a su salida de los agujeros de conjun- ción , y los puntos en que se manifiesta son la piel y las partes profundas. «El dolor esternal ó anterior , puede esci- tarse por la palpación, ó ser espontáneo como los demás, ocupando el espacio comprendido enlre el borde del esternón y el punto en que se articulan las costillas con su cartílago. El do- lor que produce la presión sobre el apéndice si- fóides y la región epigástrica, debe referirse al esternal ó anlerior. El ramo que se halla mas especialmente afectado en esla forma del dolor, es el perforante anterior. «El dolor intercostal ó centro lateral se ma- nifiesta sobre todo en uno ó muchos espacios intercostales, en una estension limitada por una línea vertical, que partiendo del fondo de la axi- la, termine en la espina ilíaca. Esle foco es cir- cunscrito lo mismo que el posterior, segun Va- lleix, es decir, que ocupa un intervalo de 1 á 3 dedos de eslension (obr. cit., p. 258). «Se ve por los hechos que refiere Basse- reau , que nada puede establecerse de fijo sobre los centros doloridos, y que el querer precisar con medidas exactas y matemáticas un fenó- meno lan variable como la modificación de la sensibilidad, es empeñarse en figurar una pre- cisión que no existe. «Una presión moderada, hecha sobre el espacio intercostal en el ¡Hiérva- lo de los cartílagos eslerno-coslales, bastaba dice Bassereau , para provocar en algunos en- fermos un dolor, que recorriendo todo el espa- cio, se propagaba hasla el dorso. En ciertos ca- sos se trasmitía el dolor hasla la espalda, sin que se percibiera su irradiación por el espacio, y otras veces se verificaba la irradiación dolo- NEURALGIA DORSO-INTERCOSTAL. 47 rosa por debajo de la axila ó del omoplato, sin llegar hasla la espalda. Cuando se comprimía la parte media del espacio intercostal, la irra- diación se manifestaba en el mayor número de casos desde el punió comprimido hacia la re- gión dorsal; pero en algunos cada presión de- terminaba una irradiación doble en sentido con- trario, una que se dirigía hacia el dorso, y olra á la parle anterior del esternón ó del epigas- trio (tés. cit., p. 45). «Diremos, pues, para no eslraviarnos en pormenores inútiles, y de ningún modo justifi- cados por la esperiencia , que nada es lan va- riable como la eslension del dolor nervioso; que debe sin duda reconocerse la existencia de tres ceñiros principales ocupados esclusiva ó simul- táneamente por esle dolor, que puede ser ver- tebral, intercostal ó esternal, teniendo al pare- cer cada uno de eslos su asienlo especial: el primero en las ramas espinales posteriores; el segundo en el ramo intercostal y su perforante anterior , y el tercero en el nervio perforante culáneo; pero segun que el dolor predomina en un punió, y se debilita en otro ó muchos de ellos, presentan su sitio é intensidad variacio- nes que no necesitamos describir minuciosa- mente. «La neuralgia puede afectar simultánea- mente ambos lados. Bassereau la ha visto 12 ve- ces en el izquierdo, 6 en el derecho y 19 en uno y olro lado. El izquierdo la padece con mas fre- cuencia que el derecho , y segun Nícod , la di- ferencia que hay entre ambos lados, es de 15 á 1 (Observat. de nevralgies en Nouv. journ. de méd., chir. et pharm.; pág. 247, en 8.°, 1818). Valleix ha vislo en 25 casos, recogidos por él, que la neuralgia ocupaba el lado izquierdo 17 veces, 7 el derecho, y 1 ambos lados. Bassereau dice , que los dolores se sienten en cinco ó seis espaciosinlercoslales,princ¡palmenleen el cuar- to, quinto y sesto. Seguí: Nicod, el sitio del do- lor está casi siempre fijo hacia la unión de la sétima, octava y novena costillas, con sus car- tílagos (mem. cit., p. 247). El cuadro que pre- senta Valleix demuestra que la neuralgia tie- ne una predilección marcada al quinto , seslo, sétimo, oclavo y noveno espacios intercostales. «El número de estos, ocupados por el dolor, varía de 1 á 8 (Valleix, p. 353). Valleix ha pu- blicado la interesante observación de una neu- ralgia, que solo ocupaba el primer espacio in- tercostal (p. 358). ^Naturaleza é intensidad del dolor.—El do- lor puede ser provocado, por la presión es- pontánea ó determinada por las inspiraciones, la tos, y aun por el movimiento, asi de los miembros superiores como del tronco. Común - mente lo propaga la presión á toda la eslension del nervio intercostal y sus ramos, en los cuales no lo percibía el enfermo anles de usar esle me- dio de esploracion. Cuando se comprime el es- pacio eslerno-coslal, sobreviene á veces el dolor onal, y los dolores anteriores y posteriores 10 manifiestan también en muchos individuos comprimiendo el espacio intercostal. El centro dolorido lateral ocupa el ramo perforante ó las inmediaciones del nervio intercostal. «El dolor espontáneo puede ser conlusivo ó lancinante, siendo el primero mas frecuente que el segundo. El dolor conlusivo aparece en los mismos punios en que es provocado, y los en- fermos esperimenlan una incomodidad penosa y un dolor sordo, interrumpido de vez en cuan- do por punzadas. «Los lancinantes espontáneos están lejos de ser constantes, y no hay razón para considerar- los como carácter esencial de la enfermedad, puesto que solo han existido 15 veces entre 23 casos referidos por Valleix (p. 361); 6 enfermos no esperimentaron dolores lancinantes de nin- guna especie. Eslos dolores, ora nacen del cen- tro dorsal, ora de la parle anterior, recorrien- do á veces los diversos trayectos que dejamos indicados, pero circunscribiéndose oirás á uno ó dos puntos. «Suelen provocar losdolores, continuo ó lan- cinante, las inspiraciones ó la los. Los que esta determina ocupan con mas frecuencia el centro dorsal que la región lateral, donde los movi- mientos de las estremidades superiores y del Ironco exasperan lambien los dolores, ó los pro- ducen por primera vez. »Hiperestesia cutánea.—Cuando la neural- gia está en su mayor grado, se desarrollan los dolores en los filamentos que el ramo intercos- tal anlerior envia á los tegumentos, en cuyo casóse escita un dolor vivo si se loca ó levanta ligeramente la piel. Bassereau habla de casos, en que la sensibilidad anormal era parcial y limitada, por ejemplo, á los punios por don- de se dislribuyen los nervios perforantes me- dios y anteriores. Esle médico ha vislo tres casos, en que toda la piel del lórax estaba sen- sible, á escepcion de un punto circunscrito por el ángulo del omoplato y el borde anterior del gran dorsal: lambien gozaba de mucha sensi- bilidad la que cubre al esternón. Cuando la neu- ralgia es ligera, no se halla aumentada la sen- sibilidad de los tegumentos, y el dolor, que es bástanle vago, y está circunscrito á un punto de los nervios , no se irradia tan lejos como en los demás casos. «El sitio de ciertos dolores indica bástanle exactamente los nervios que con especialidad se hallan afectados. La neuralgia délos tres pri- meros nervios intercostales produce dolores su- perficiales en la cara interna del brazo . en el hombro, y aun entorpecimiento en las estremi- dades superiores. Las del ramo perforante cu- láneo del segundo espacio intercostal va acom- pañada en cierlos casos de dolores, que ocupan la cara interna del brazo (Bassereau , tés. cit , p. 48). Puede hallarse aumentada la sensibili- dad en los miembros torácicos, al mismo tiem- po que en las paredes del pecho ; siendo fácil que entonces dependa de que se haya propa- gado la neuralgia al plexo braquial y sus divi- siones: asi se inclina á creerlo Bassereau. 48 NEURALGIA DORSO-INTERCOSTAL. «También debe recordarse, que el epigas- trio se pone muy dolorido, cuando la neuralgia aféela los nervios situados en el sesto espacio intercostal y en los siguientes. Se sienten do- lores en la glándula mamaria, cuando la neu- ralgia ocupa los nervios en que se apoya este órgano. »\¡cod advierte, que la neuralgia torácica se complica las mas veces con la epigástrica, con la intestinal ó la de las dependencias del útero (mem. cit., p. ¿48). Valleix demuestra en un cuadro que ha hecho sobre los dolores neu- rálgicos que acompañan al del lorax, que enlre 29 casos , se hallaba afectada la cabeza 9 ve- ces, los miembros inferiores 6, los superiores igual número, y el hipogastrio y los lomos 8 (obra cil.. p. 337). »Desórdenes de las demás funciones.—La respiración es habilualmenle difícil, y cuando sobrevienen punzadas, puede amenazar la so- focación. Los enfermos prefieren acostarse del lado enfermo. La mitad de los individuos afec- tados de neuralgia torácica esperimenlan mu- chas veces al dia palpitaciones, que duran de quinceá veinte minutos. Las personasen quie- nes se observa este síntoma son por lo común clorólicas, aunque lambien puede observarse en algunas de edad avanzada, exentas de la alte- ración de la sangre que constituye la clorosis. El pulso varia segun Valleix, entre 70 y 76 pulsaciones, y siempre que haya fiebre debe juzgarse que existe alguna olra enfermedad. Bassereau dice lambien, que la neuralgia de los nervios intercostales jamás va acompañada de una fiebre continua. Por lo demás, ya hemos dicho al hablar de la Neuralgia en general, que ni los dolores mas violentos son capaces de al- terar la circulación. Cuando hay fiebre, debe referirse á las enfermedades viscerales de que es frecuenlemenle la neuralgia intercostal un fenómeno simpático, como ya queda estable- cido. «Las funciones digestivas no esperimenlan trastorno alguno, á no ser que sean ya muy antiguos los dolores neurálgicos. Los desórde- nes de la menstruación son muy frecuentes, y hablaremos de ellos al Iralar de las causas del mal, con las que tienen relaciones íntimas. «Curso, duración y terminación.—Esla neu- ralgia no empieza como las otras, es decir, re- pentinamente y con mucha intensidad. Al prin- cipiosobrevienendoloresligeros, que afectan un número considerable de espacios intercostales, y solo gradualmente llega á adquirir toda su intensión. Es raro observar en ella un curso regularmente progresivo y uniforme, pues por el contrario ofrece una irregularidad muy con- siderable, observándose alternativas muy mar- cadas de aumento y disminución de los dolores, las que se esplican en muchos casos, segun Va- lleix, por los cambios de temperatura. Las nieves y los fríos exasperan el dolor (obra cit-, p. 388], igualmente que las fatigas corporales, los baños calientes y los paseos prolongados (Bassereau. obra cil., p. 52). La enfermedad termina por lo común de un modo gradual, disminuvendo poco á poco los dolores, hasla que cesan completamente. «Muv rara vez aféela la neuralgia el tipo intermitente; solo hay exacerbaciones irregu- lares, que no van precedidas de escalofríos ni sudores, hallándose constituido el paroxismo únicamente por el aumento del dolor. Bassereau habla de exacerbaciones, que aparecían con in- tervalos mas ó menos regulares y con un ver- dadero acceso febril que recorría sucesivamen- te sus esladios. Muy rara vez se hacen los do- lores mas viólenlos durante la noche. «La duración nada tiene de constante; pue- de el mal durar solo algunos dias; pero casi siempre se prolonga por muchos meses , y en algunos enfermos Ires ó cuatro años. «La neuralgia intercostal reaparece con fa- cilidad en las personas que ya la han padecido, presentándose de una á tres ó mas veces en el término de un año , y persistiendo en algunos individuos con una" rebeldía eslraordinaria; pero jamás termina por la mnerle , y cuando se la combate á tiempo y con método, es raro que no se cure. «Diagnóstico.—La neuralgia intercostal puede confundirse con las afecciones del pecho, de la médula y sus membranas. Conviene ante lodo recordar, que la neuralgia es una afección dolorosa, completamente local y apirélica , ca- racteres que la diferencian de una enfermedad aguda de la pleura ó del pulmón, y si quedase algunaduda,sedesvaneceria bien pronto por la auscultación y percusión. Lo mismo puede de- cirse de las afecciones del corazón y de sus cu- biertas. «La pleurodinia que depende de un reuma- tismo de las paredes torácicasi se distingue fá- cilmente de la neuralgia que nos ocupa, en que el dolor es mas eslenso en la primera, no sigue ningún trayecto marcado y rara vez se aumenta por la presión. «El reumatismo puede afectar los músculos trapecio y romboideo; en cuyo caso el dolor ocupa un número de puntos mayor, y las in- serciones que tienen eslos músculos en las apó- fisis espinosas y en el occipital. Ademas los menores movimientos de las fibras afectas pro- ducen dolores agudos, lo que no sucede en la neuralgia dorso-intercostal: y por otra parte el curso agudo y rápido de íos dolores neurál- gicos distinguiría fácilmente eslas dos afec- ciones. «En la angina de pecho el dolor ocupa el esternón, y principalmente la región precordial, de donde se propaga por el brazo izquierdo hasta el codo y aun á la eslremidad del dedo pequeño (v. Angina de pecho). Es casi inútil decir que los signos de la angina son demasia- do diferentes de los déla neuralgia, para que se los pueda confundir. Ademas como los casos de angina de pecho dependen comunmente de en- fermedades del corazón, se consigue establece NEURALGIA DORSO-INTERCOSTAL. 49 un diagnóstico preciso, auscultando esle ór- gano. «En las afecciones de la médala y de sus membranas existen modificaciones anormales de la molilidad y sensibilidad, que no permiten se cometa un error en el diagnóstico. La pará- lisis de los miembros pelvianos, del recto y de la vejiga, bastarían para establecerlo. «En cuanto á los dolores neurálgicos que se manifiestan en el epigastrio y en la parle supe- rior del abdomen,se reconocen fácilmente en que solo afectan la piel, y dependen evidentemen- te de las irradiaciones nerviosas intercostales. «Causas.—Bassereau establece del modo si- guíenle la proporción de hombres y mujeres atacados por esta enfermedad: mujeres, 31; hombres, 6; total, 37. Enlre 25 enfermos, cu- yas observaciones ha recogido Valleix, 20 eran del sexo femenino y 5 del masculino (obra cit., p. 393). Los 37 observados por el primer autor se hallan distribuidos en cuanto á la edaden el siguiente orden: anos. 10 tenían de 17 á 20 a — de 20 á 30 7 — de 30 á 40 3 — de 50 á 60 «El papel que en esle caso représenla la constitución es poco notable; sin embargo es mas común que ataque á las personas débiles y caquécticas y á los hombres afectados de cloro- anemia. Haremos á los prácticos una observa- ción importante, que ya hemos mencionado al hablar de las neuralgias en general, y es igual- mente aplicable á la que nos ocupa, á saber: que él estado cloro-anémico de la sangre es una de las causas mas activas para producir la hiperestesia; y que lodo cuanto propende á alterar de este modo la sangre, favorece el des- arrollo de las neuralgias. »Es innegable la funesta influencia que liene una temperatura baja y la estación rigu- rosa en el desarrollo del mal. También se atri- buye una gran parle en su producción á los golpes, las caídas, las contusiones, y en una palabra, á lodas las violencias esleriore6. Dí- cese que se le ha vislo sobrevenir á consecuen- cia del zona, de las pleuresías, y de irritacio- nes directas de la piel. «Bassereau no vacila en considerar las afec- ciones uterinas como la causa mas frecuente de esta neuralgia, apoyando su opinión en un anáfisis de 24 casos enlre 30, en los que se ob- servaron: 16 veces retraso de las reglas, 2 pér- didas uterinas, 12 flores blaneas abundantes, 20dolores hipogástricos, 7 un estado clorólico y fíalaques de histerismo (tés. cit.,p.24).Valleix por el contrario no considera los trastornos uterinos como causa ni síntoma de la neuralgia; dice que no pertenecen á la dorso-intercostal, sino a la lumbo-abdominal. Las razones en que funda este médico su opinión no dejan de lener valor. Los síntomas que entonces se observan, 3fí *47 segun él,dependen del centro doloroso ó neurál- gico , desarrollado en el cueTpo ó en el cuello del útero (obra cit., p. íOo). Por lo que hace á nosotros, sin decidirnos definitivamente en una cueslion que solo puede resolverse por nuevos hechos, advertiremos que es muy natural ad- mitir, que las afecciones del ulero que van tan á menudo acompañadas de trastornos nervio- sos, de neuralgias vagas, y de cloro-anemia, produzcan también neuralgias intercostales, siendo al menos la causa ocasional ó determi- nante de esla afeccionen algunos casos; pero estaría en oposición con los hechos nías vulga- res sostener una opinión esclusíva para todos los casos, y sin hablar de los hombres, en quie- nes no puede esplicarse de semejante modo- la producción de esla neuralgia, no cabe duda que es muchas veces independiente de toda le- sión apreciable de los órganos. «Tratamiento.—Conviene no perder de vista en el tralamienlo de esta neuralgia las divisio- nes que dejamos establecidas en nuestro artícu- lo de la neuralgia en general. Lo primero que debe hacerse es averiguar si la enfermedad es simple, esencial, ó si depende de una altera- ción general de la sangre (cloro-anemia 6Ímple ó consecutiva) ó de otra afección de cualquier viscera (neuralgia sintomática). Apenas necesi- tamos recordar, que la primera indicación que hay que satisfacer en el tratamiento de las neu- ralgias intercostales sintomáticas, es combatir la afección del útero, del pulmón , del corazón, ó la clorosis; y que después podemos ocuparnos de la neuralgia intercostal, tratándola con los medios que se usan en la simple, y de que va- mos á hablar. » Tratamiento local. — Se han empleado las sanguijuelas, mas ó menos repelidas, a los ceñ- iros doloridos empezando per el poslerior; pero el único efeclo que se ha observado en la mayor parle de los enfermos ha sido una corta dismi- nución del dolor, sin que jamás llegaran á pro- ducir una curación completa. Tampoco ofrecen mas ventajas las sangrías generales ni Jas ven- losas. »Se han preconizado mucho los vejigatorios. Valleix los ha vislo producir un éxilo completo en doce enfermos, que se curaron radicalmente, aunque la enfermedad habia durado muchos meses y adquirido una intensidad considerable (loe. cil., p. 424). El vejigatorio debe ser de grandes dimensiones, y se aplica sobre las apó- fisis espinosas y el centro dorsal. No pocas ve- ces es insuficiente uno solo'para disipar el do- lor, el que hasla se exaspera en algunos enfer- mos durante muchas horas, y aun des ó tres dias, necesitándose en ocasiones muchas veji- gatorios sucesivos para curar la neuralgia. En oíros casos solo se consigue un alivio pasagero, y con frecuencia es preciso seguir el dolor en lodos los puntos donde persiste, obteniéndose solo la curación después de haber empleado un número considerable de vejigatorios. Por últi- mo, en cierlas circunstancias se resiste la iieu- Zs Hij*^,^ SO NEURALGIA DORSO-INTEHCOSTAL. ralgia completamente á este medio, ó bien des- aparece de un lado del cuerpo para manifestar- se en el otro. Se ha propueslo aplicar un moxa en el centro dolorido; pero Valleix cita un caso en que no produjo alivio alguno este medio. •Colócanse también entre los agenles loca- les los baños de agua libia simple y los sulfuro- sos; pero no han sacado de ellos ninguna ven- taja los médicos que han tenido ocasión de ob- servar sus efectos. » Tratamiento interno.—Se conocen poco los resultados de las sales de morfina usadas por el método endérmico, y rara vez las han emplea- do Valleix y Bassereau. No diremos hasta qué punto pueda ser útil esle medio terapéutico; pero sí que es muy ventajoso en todos los casos fiara calmar los dolores. A los vejigatorios vo- antes que se aplican únicamente para que la sal narcótica pueda penetrar mas rápidamente en el torrente circulatorio , y ejercer una ac- ción sedante mas directa sobre el sistema ner- vioso , seria tal vez útil asociar otros que fue- ran anchos y permanentes, con el objeto de man- tener una irritación continua en la piel. «Los narcóticos, especialmente el opio, las sales de morfina , y los estrados de beleño y de belladona, son los medicamentos que se usan mas comunmente en el tratamiento de la neu- ralgia. Valleix jamás ha obtenido con ellos ven- taja alguna. Por sí solos de poco servirían; pe- ro asociados á los vejigatorios pueden producir muy buenos resultados. Las pildoras de Meglin determinan los mismos efectos que los narcóti- cos; pero solo deben emplearse cuando estos no hayan bastado. «Muchos prácticos hablan de resultados ob- tenidos con et sulfato de quinina, el que se ha- lla indicado siempre que se observen síntomas de exacerbación febril (escalofrió , calor y su- dor) ó simplemente del dolor. Para obtener efec- tos saludables del sulfato de quinina, debe ad- ministrarse á la dosis de 20 á 30 granos; de manera que el sistema nervioso esperimente esa perturbación, que uno de nosotros ha estudia- do cuidadosamente en una memoria que ha pu- blicado sobre este medicamento; pues solo euando el enfermo ha presenlado estos desór- denes durante muchos dias, es cuando cesa del todo la neuralgia y de un modo duradero. Re- comendamos á los prácticos esla medicación, que merece ensayarse al menos en los casos re- beldes. «Las preparaciones tónicas, especialmente los ferruginosos , son de una utilidad incontes- table , siempre que se baile deleriorada la cons- titución , ó que exista ese estado cloro-anémico que con tanta frecuencia produce las neural- gias. Las demás prescripciones son del dominio de la higiene, y las dos principales consisten en escitar la piel con vestidos de franela ó de lana, y en evitar los cambios atmosféricos. «Naturaleza.—La neuralgia intercostal es una neurosis que aféela principalmente la sen- sibilidad de los nervios intercostales, la cual se halla escilada y pervertida á la vez: es una neuroáii de la sensación de los órganos de la vida exterior. Nada tendríamos que añadir á esla corla definición de la neuralgia intercos- tal, si no se hubiera descrilo en eslos últimos tiempos como una enfermedad distinta la irri- tación espinal, que otros atribuyen con razón á la neuralgia que nos ocupa. Veamos ante todo los síntomas con que se manifiesta la irritación espinal ó de la médula: lodos los autores ingle- ses y alemanes, como Brown (1828), Darval vTeale (1829), Isaac Parrish (1832), Griffin ¡1834), Slilling (18i0), Ludwig y Turck (1843) reconocen sin escepcion, que exisle una sensi- bilidad anormal del cordón raquidiano, que se provoca con la presión ejercida sobre las apóli- sis espinosas ó las parles blandas que llenan los canales vertebrales; resultando síntomas bas- tante diferentes , segun que el dolor ocupa las regiones cervical, dorsal ó lumbar. Esle último autor, que ha estudiado muy recientemente los síntomas de la irritación espinal, esplica por ella lodos los fenómenos de las enfermedades mas diversas. En el tifus, el vértigo, los zum- bidos de oidos y la cefalalgia «son reflejados, dice , por la mitad superior de las vértebras cer- vicales.» Añade que la sequedad, el dolor pun- gitivo de la laringe, la ronquera y otros signos de anhelación, se aumentan comprimiendo la cuarta ó quinta vértebra cervical; que en el có- lera, la neumonía, etc., etc., los síntomas son reflejados por las dversas regiones de la médula, y que oirás veces «lo es la los por las vértebras cervicales inferiores y la primera dorsal con una violencia lan considerable, que obliga á re- nunciar al examen de las demás vértebras» (De Virritatian spinale, Irad. en el Journ.de méd., pág. 275, en 8.°; París, 1844). Escusado es conlinuar esponiendo unos síntomas lan va- gos , y que solo pueden referirse al aumento in- sólito de la sensibilidad de la mayor parte de los nervios en el curso de lodas las afecciones internas. ¿Es suficiente que provoque estos do- lores la presión hecha en distintos punios del raquis, para decir que la médula eslá irritada, y que es el verdadero punto donde toman orí- gen todos los síntomas nerviosos, tan variados é inconstantes, que se observan ? Estamos lejos de creerlo, y ningún médico habituado á observar podría soslener semejante opinión. La creación de la palabra irritación espinal para designar todos los padecimientos nerviosos sintomáticos de una lesión de los tejidos, no hace mas que sustituir la palabra simpatía con una denomi- nación mas viciosa, porque tiene la apariencia de ser mas positiva. En cuanto á la existencia de los dolores que dependen de la irritación es- pinal idiopática, cuando lienen una dirección marcada, pertenecen á las neuralgias intercos- tales que siguen el trayecto exacto de los ramos nerviosos, y producen todos los síntomas que hemos asignado á esta última enfermedad. «Historia y ribliograpia.—Chaussier atri- buye el descubrimiento de la neuralgia ínter- NEURALGIA LUMB0-ABDOMINAL. Sí costal á Siebold (Tábleau synoptique de la ne- vralgie; París, añoXIX); pero Nicod es el prime- ro que la ha descrito en una breve nota(06s«r- vations de nevralgies thoraciques, en el Nouv, journ. de méd. et de chir. prat., etc., t. 111, pág. 247, en 8.«; París, 1818); cuyo trabajo, aunque no es masque un simple bosquejo, con- tiene , sin embargo , las principales circunstan- cias de la enfermedad. Fouquier se ha ocupado muchas veces de esta materia en sus lecciones clínicas; pero no ha escrito nada sobre ella. A Bassereau es á quien pertenece el honor de haber dado la mejor descripción que poseemos todavía de la neuralgia dorso-intercostal, y es- cusaremos decir el contenido de su lésis, pues ya la hemos citado demasiadas veces (Essai sur la nevralgie des nerfs intercostaux, considerée comme simptomatique de quelques affections vis- cerales; les. en 4.°, París, 1840). Posterior- mente ha publicado Valleix muchos trabajos im- portantes sobre la misma materia, de los que nos bemos servido igualmente (De la nevralgie dors. ou interc. en Arch. gen. de méd., 1. VIII, y Traite des nevralgies ou affections douloureu- ses des nerfs, p. 333, en 8.°, París, 1841).» (Moir. y Fl., sil. cit.) ARTÍCULO VI. Neuralgia lumbo-abdominal. «Los ramos posteriores de los nervios lum- bares se hacen subcutáneos después de atrave- sar Jos músculos sacro-lumbar y dorsal largo (centros lumbares). «El plexo lumbar, formado por los ramos an- teriores, da filamentos músculo-cutáneos, entre los que deben mencionarse: «1.° Los ramos abdominales que se pierden en la parte inferior del músculo recio (centro hipogáslrico), y dan el nervio ileo-escrotal, que llega á la cresla ilíaca, siguiendo la cara ester- na del músculo cuadrado de los lomos (centro ilíaco), y termina igualmente en aquel músculo, »2.° El ramo inguinal interno, que da el cu- táneo anlerior, que se hace superficial al salir del arco femoral. »3.° El inguinal esterno, que da el escrotal, siluado superficialmente á su salida del conduc- to inguinal (centro inguinal), y al terminar en la piel del escroto en el hombre (centro escro- lal), y de los grandes labios en la mujer (centro labial). v «Síntojías.—Valleix refiere la observación de una joven, que percibía el dolor en todos los ramos que nacen de los pares lumbares, en los lomos, los vacios y los grandes labios. Por me- dio de la presión se encontraban loscualro ceñ- iros dolorosos siguientes: el primero, que lenia una eslension de 15 á 20 líneas, correspondía al lado esterno de las Ires primeras vértebras lumbares (centrolumbar); el segundo, quesolo lema 15 líneas trasversalmente y 5 de altura, á la parle media de la cresla ilíaca (centro ilía- co) ; el tercero, que empezaba á 20 líneas de la línea media hacia el lado izquierdo, propagán- dose lambien al derecho aunque en menor eslen- sion, y por abajo se eslendia nasla el orificio del conduelo inguinal (centro hipogáslrico), y el cuarto, que ocupaba los grandes labios (centro labial); bastando la mas ligera presión para ha- cer que gritase la enferma, y pasar suavemen- te el dedo por la piel, para exasperar el dolor (Valleix, obr. cil., obs. 44, p. 4o9). «En olro caso, que se refiere á un jóvert, partían las punzadas del medio de la cresla ilia- ca , y se propagaban por una parle al testículo y por la otra á los lomos. «Valleix ha observado lambien dos mujeres, en las que existían otros tres ceñiros doloridos ademas del inguinal, lumbar é hipogáslrico: uno en la parle esterna y superior del muslo, olro por encima de la rodilla, y el tercero en el cuello uterino. »Neuralgia lumbo-abdominal.—Las punza- das parlen de los lomos ó del abdomen y llegan hasta el centro mas distante, pasando por la cresla ilíaca; algunas veces las provocan ó exasperan los movimientos del tronco, y los es- fuerzos que se hacen para loser y defecar. Pue- den reconocerse Ires focos doloridos por medio de la presión, que son el lumbar, el ilíaco y el hipogáslrico (Valleix, obra citada, observacio- nes 36, 37 y 38). » Neuralgia tumbar.—Coüssays cita un ejem- plo de esla forma neurálgica. «El dolor ocupaba la parte del abdomen que se esliende desde la primera vértebra lumbar en el lado izquierdo, siguiendo el trayecto del ramo poslerior del primer par lumbar , hasla las inmediaciones de la cresla ilíaca, donde es- le ramo nervioso termina por muchos filamen- tos. Las irradiaciones de esle dolor se difun- dían por la parle esterna de la nalga, pero sin llegar al gran trocánter.... En lodos los acce- sos se observaban dolores dislacerantes, acom- pañados siempre de vómitos, y seguidos á ve- ces de diarrea, habiendo al mismo tiempo fie- bre y cefalalgia... El alaque duraba en algunos casos tres dias, y en oíros se prolongaba por ocho, durante cuyo tiempo sobrevenían muchos paroxismos, variables en frecuencia é intensi- dad. Eran por lo común desde el segundo dia mas soportables los dolores, y se disipaban los fenómenos generales. El enfermóse encontraba perfectamente bien después de pasado el ata- que» (Coüssays, De la nevralgie considerée en général't tés. de París, n.° 16, p. 35, observa- ción 1, 1812). »Neuralgia ileo-escrotal (irritable testis, tes- tículo doloroso de A. Cooper; neuralgia esper- mátiea).—Chaussier ha observado dos veces esla forma de neuralgia lumbo-abdótninál1: «Tiene su asienlo, dice esle autor, en el ramo del pri- mer par lumbar que se dirige oblicuamente á ía cresta ilíaca, acompaña al cordón de los va¿ sos espermátícos, y se distribuye por el esoTo*- lo: los dolores se eslienden desde la cresla'del NEURALGIA LUMBO-ABDOMINAL. íleon á las diversas ramificaciones del nervio, y van acompañados de constricción en el escroto y retracción de los testículos: la secreción de la orina no se halla alterada. «En los casos observados por A. Cooper (OEuvres chir. complet., trad. deChassaignac y Ríchelot, p. 440) era eslremado el dolor de los testículos. «Reveille-Parise ha publicado un ejemplo curioso de neuralgia espermática, en el que par- tiendoel dolor del testículo, seguia un curso as- cendente, é iba acompañado de espasmo gene- ral, de vómitos, y de una angustia eslremada: al principio era periódico, afectando el tipo ler- ciano, y al cabo de algún tiempo se hizo irre- gular y alípico, siendo por lo demás completa la intermitencia (Considerations therapeulhiques sur un cas de nevralgie du nerf spermatique, en el Bull. gen. de therapeutique, t. X , p. 270). Añadiremos que esla afección, que ciertamente presentó lodos los caracteres de las neuralgias, se resistió al tratamiento empleado, y desapa- reció después de la espulsion de un calculillo urinario de forma ovoidea; cuya última circuns- tancia hace tal vez algo dudosa la naturaleza neurálgica de los dolores que sentía el enfermo. «Valleix refiere un ejemplo de neuralgia lumbo-escrotal. El dolor partía de la región lumbar ó de la parle inedia de la cresla ilíaca, y se estendia, ora al testículo y al escroto , ora á la nalga y á la cadera, hasla por debajo del gran trocánter. ^Neuralgia ileo-vaginal.—El dolor de esla variedad ocupa un número mas ó menos consi- derable de ramos lumbares, y se siente princi- palmente en los grandes labios (punto labial), y en el orificio de la vagina. «Sitio.—En 13 observaciones de neuralgia lumbo-abdominal recogidas por Valleix , 8 ve- ces ocupaba el lado izquierdo, y 5 era doble, de cuyo último número fue en 3 casos mas in- tensa en el izquierdo que en el derecho. «El CURSO, DURACIÓN Y TERMINACIÓN, nada presentan de particular. «Diagnóstico.—En el lumbago ó reumatismo de los músculos sacro-lumbar y dorsal largo, el dolor se percibe siempre en ambos lados; se li- mila á la región lumbar; se exaspera mas con los movimientos del Ironco que con la presión; es mas continuo y no existen punzadas propia- mente dichas, ni remitencia completa : la pre- sión es uniformemente dolorosa, y no demues- tra centros doloridos circunscritos. «El diagnóstico diferencial del reumatismo de la pared anterior del abdomen estriba tam- bién en las mismas bases. «En la distensión ó rotura de las fibrillas musculares acaecida por un esfuerzo viólenlo, aparece el dolor de pronto, se limita á un solo punto, es débil ó nulo cuando no se mueve el enfermo, y se hace muy intenso al menor movi- miento del tronco. El conocimiento de la causa de la afección, basta por otra parte para hacer imposible todo error. »La neuralgia íleo-vaginal ó escrolal pue- de confundirse con una afección del útero, ó con una enfermedad de las vías urinarias (es- trecheces de la uretra, cálculos urinarios, etc.), siendo siempre difícil el diagnóstico, que solóse puede establecer por el método de esclusion, examinando atentamente los órganos genito- urinarios. «Las causas y terapéutica son las mismas ue las que corresponden á las demás especies e neuralgia. ARTICULO VII. Neuralgia crural. »Es la neuralgia fémoro-pretibial de Chaus- sier. «El nervio crural se hace superficial por debajo del arco de este nombre (centro ingui- nal), y da: 1." los ramos perforantes, que atra- viesan el músculo sartorio, la aponeurosis fe- moral (centros crurales) y se pierden alrededor de la rótula; 2.° el ramo cutáneo tibial (del nervio safeno interno) que se distribuye en la parte anlerior de la pierna (centro tibial); 3.° el rotuliano que se distribuye en la región del mismo nombre (centros rolulianos), y 4.° el posterior queda ramosa la parle anterior del maleólo interno (centros maleolares internos), á la piel de la parle interna de la planta del pie (centro plantar interno), del tarso y del metatarso (cenlro melalarsiano). «Síntomas.—La neuralgia crural va unida muchas veces á la fémoro-poplítea; pero como en muy pocos casos se la ha encontrado aisla- da , y todavía no se ha hecho su historia, no podemos presentar mas que una corla descrip- ción sinlomalológica. «Colugno la menciona sin describirla en su escrito sobre la ciática: «Altera vero species ii- «xum dolorem in inguine ostendit, qui per in- «leriorera femoris, ad su rae parlem propaga- tur.» Priorem (la neuralgia ciática), quod pos- «ticas insideal coxaet parles, lolaque fundetur »in ¡schiadici nervi affeclíone, ischiadem ner- mvosam poslicam appello. Alleram quod coxae «priora possideal, nervique cruralis passionis «generelur, nervosam ischiadem anticam no- «minabo» (de Ischiade nervosa , can. III n. 3* Viena, 1771). l ' v ' «Hé aquí como se espresa Chaussier. «Esla especie ocupa el nervio fémoro-prelibial (cru- ral); asi es que el dolor se propaga desde la in- gle, donde se encuentra el tronco del nervio, sóbrela cara rotuliana del muslo, v se estiende principalmente por el lado tibial de la pierna al maleólo interno, á la cara dorsal del píe, y sobre todo á las numerosas divisiones del ner- vio libio-cutáneo. Esta especie presenta los mis- mos caracteres que la neuralgia fémoro-poplí- tea, á laque se halla reunida algunas veces; sin embargo, es mas rara, menos dolorosa y cede mas fácilmente á los medios curativos» (Table sxj- NEURALGIA CRURAL. 83 noptiquede la nevralgie, §. 6). Pero , como ad- vierte con razón Valleix, las pocas.observacio- nes que posee la ciencia de ningún modo jus- tifican las últimas aserciones de esle autor, que ademas son tomadas de Colugno (loe. cil., pá- gina 117). «Marlinet ha observado en un hombre que trabajaba en una fábrica de albayalde, y que habia padecido muchas veces el cólico de plo- mo , un dolor que ocupaba ambos muslos, pre- sentando los caracteres de la neuralgia, y que cedió á la administración de la trementina. «Las punzadas empezaban en las ingles, se dirigían á lo largo del nervio crural, y ter- minaban en la parte inferior de la corva; eran violentas y casi continuas, aunque adquirían de vez en cnando mayor intensidad, sin que los paroxismos afectasen ninguna regularidad en su reaparición. El dolor se hallaba concen- trado á lo largo de la parle interna de los mus- los en una eslension muy pequeña y casi li- neal. Los movimientos de estos órganos eran muy difíciles y dolorosos, y la progresión casi imposible. _ «Valleix (Traite des nevralgies, u. 469, 47¿, obs. 45, 46) refiere dos ejemplos de neuralgia crural. En uno de los enfermos partían cons- tantemente las punzadas de la rodilla, y se di- rigían por una parte hacia la ingle siguiendo el lado interno del muslo, y por otra á la cara in- terna de la pierna hacia la pantornlla. Por medio de la presión se descubrían dos centros, situados, el primero en el ángulo superior in- terno de la rótula, v el segundo en su ángulo inferior. En el olro lá neuralgia era mucho mas eslensa; las punzadas empezaban en la ingle y se percibían casi inmediatamente en el pie, sin que se sintieran en el intervalo; pero la pre- sión demostraba muchos centros doloridos, si- tuados en la ingle (cenlro inguinal), en la par- le esterna superior v en la media del muslo (centros femorales), al lado interno y debajo de la rodilla (cenlro rotuliano interno), pordelan- te del maleólo interno (cenlro maleolar), y en fin , en la base de los primeros dedos del pie centro metalarsiano).» (Monneret y Fleuuy, sil. cil.). articulo vni. Neuralgia fémoro-poplílta. «Sinonimia, Ciática, dolor ischiaticus, is- fhiagra, malum ischiaticum , dolor coxendicus toxalqia, morbus coxavicus,ischias nervosa,Co- turno ; neuralgia poplítea , Chausier; ciática nerviosa: «Alteraciones anatómicas.—Nada tenemos que añadir á lo que digimos al tratar de las neuralgias en general. «Síntomas.—Ante lodo, como en los artí- culos anteriores, indicaremos la distribución de los ramos nerviosos correspondienles. «El plexo sarro comunica con el lumbar por el quinto par lumbar y un ramo del cuarto; las ramas posteriores de los nervios sacros seen- caminan á la superficie del cuerpo, atravesan- do á su salida por los agujeros sacros posterio- res el haz carnoso que cubre lá parle superior del ano y las inserciones posteriores del glúteo mayor. «Asi que, dice Valleix, en unalinea que desde la parte inferior del sacro subiese hacia la cresla ilíaca, pasando un poco por delante de la espina ilíaca poslerior superior, se encon- traría una serie de ramificaciones nerviosas, procedentes de las ramas posteriores délos ner- vios sacros. «Los nervios glúteos superior é inferior sa- len de la pelvis por la escotadura ciática, uno por encima y olro por debajo del músculo pira- midal, y se hacen superficiales en la parle media de unalinea que se dirigiese al gran Irocanler desde la espina ilíaca poslerior supe- rior. El glúteo superior se pierde en los mús- culos glúteos mediano y pequeño, y el inferior da: 1.° ramas ascendentes, que van á las in- serciones del músculo glúteo mayor hacia la cresla ilíaca; 2.° el ramo crural cuya distribu- ción es suficientemente conocida y que produce muchos filamentos cutáneos. «El nervio ciático, después de recorrer el muslo, se coloca en la corva entre el biceps y el semi-tendinoso, y á dos ó tres travesesde dedo por encima de la rodilla se divide en dos ra- mas: 1.° el nervio ciático poplíteo esterno ó pe- roneo; 2.° el nervio ciático poplíteo interno ó libial. La primera rama rodea el cuello del pe- roné y se divide en nervio músculo-cutáneo, queda numerosos ramos al dorso del pie, y nervio libial anlerior ó interóseo. La segunda rama se halla superficial en el lado interno del lendon de Aquiles y detrás del maleólo interno, donde se divide en nervios plantares interno y eslerno. «Deesta disposición anatómica resulta, que para el estudio de la neuralgia se pueden es- tablecer los siguienles puntos doloridos: 1.° un punto lumbar; 2.° olro sacro ilíaco, que reside algo por delante de la espina ilíaca poslerior superior; 3.° otro ilíaco colocado hacia la mi- tad de la cresla de los íleos; 4.° otro glúteo si- tuado en el vértice de la escotadura ciática; 5.° olro Irocanléreo; 6.° tres femorales, supe- rior, medio é inferior; 7.° otro poplíteo; 8.° olro rotuliano; 9.° olro peroneo libial; 10.° olro peroneo; 11.° olro maleolar, y 12.° otro dorsal del pie (Valleix, Traite des nevralgies, p. 491-497; París, 1841). »Dolor.—Es espontáneo ó provocado, y el primeroconlinuoó intermitente. »Dolor espontáneo continuo.—Es sordo, contusivo, muy incómodo; existe en toda la di- rección de las ramas nerviosas, pero es mas intenso en los puntos que quedan enumerados; varia de intensión; presenta exacerbaciones, y en general guarda relación con la violencia de las punzadas. »Dolor espontáneo intermitente, punzadas, 54 NEURALGIA FÉMORO-POPLÍTEA. pinchazos.—De un estado hecho por Valleix aon observaciones lomadas de varios autores, resulla, que de 89 casos solo se comprobaron las punzadas 30 veces; pero de 35 observaciones recogidas por el mismo y por Louis las ba en- contrado en 32. «Rara vez se manifiestan las punzadas des- de el principio (4 veces enlre 15); aparecen hacia la mitad de la enfermedad, y suelen per- sistir (8 entre 15), aunque el dolor continuo y el provocado se hayan hecho casi nulos. «Siempre parlen las punzadas de los pun- tos indicados, nunca de sus intervalos. Algunas veces se concentran en los sitios donde nacen; pero las mas se propagan mas ó menos á lo largo de los cordones nerviosos. «Las punzadas fijas empiezan por un dolor leve, que se aumenta rápidamente, y llegado á su mayor intensión, cesa de pronto. «No siempre se dirigen las punzadasen igual sentido: «ln coxa natum antea dolorosa, dice Colugno, sensim scepe vidi ad pedem descendis- se, vel in pede natum petivisse coxam» (De Is- chiade nervosa commcnlarius, Viena, p. 53; 1770). «Respecte de este punte ha obtenido Valler- del examen de 32 hechos las siguientes cifras Punzadas de arriba á abajo ó neu- ralgia descendente. . . 16 ----fijas y diseminadas. . . 11 ----ora ascendentes, ora des- cendentes; ...... 3 —— ascendentes y descen- dentes. ........ 2 «La eslension de las punzadas es variable; 4 veces de 36 ocupaban el espacio comprendido entre la espina ilíaca poslerior superior , y el rao trocánter, 5 desde la cadera hasla la ro- ¡11a, 2 solamente el borde posterior del pero- né y el maleólo esterno; y en los demás casos la totalidad de los nervios. «Así, pues, dice Valleix, en la mayoría de los casos afecta la neuralgia toda la eslension del nervio; pero puede también limitarse á un espacio muy pequeño , siendo de notar que no guarda constantemente proporción su eslension con su violencia. En 4 casos de neuralgia vio- lenta estaba circunscrito dos veces á la cadera y otras dos á un maléolo, y por el contrario, en muchas nepralgias poco graduadas se eslen- dia desde los lomos hasta los dedos (Valleix, loe. cil., p. 531). «Las punzadas y las exacerbaciones del do- lor continuo, se reproducen con intervalos mas órnenos largos, sin que á pesar de eso haya nunca intermitencia completa. Pueden verifi- carse machos accesos en un minuto, y su fre- cuencia y su intensión se hallan en relación con la violencia de la enfermedad , siendo siempre, segun Cotugno , mas numerosos y graves por la noche. Verdad es que Valleix no ba confir- mado la exactitud de esta aserción, porque en 17 enfermos de 35 , fueron los dolores casi lan fuertes de dia como de noche : á veces (15 en- lre 89), los provocad calor de la cania. «Ha observado Valleix en una suma de 91 ca- sos: dolores muy agudos 3a veces, medianos 43, y leves 7. Ollivíer d'Angers v¡6 un enfermo que padecía dolores lan atroces, que fue preciso lo- mar algunas precauciones para evilar se suici- dase (Dict. de méd., 1. XXVIII, p. 186). «No ocupa el dolor con igual frecuencia ó intensión los diferentes focos ó puntos que he- mos indicados. En una suma de 36 casos esta- ban doloridos : «El punto lumbar, 10 veces. «El punto sacro iliaco, 35 veces; por consi- guiente este dolor constituye un síntoma casi constante y de mucho precio para el diagnósti- co. Su latitud no pasa de 5 líneas, su longitud varía enlre 5 y 40. «El punto ilíaco, 8 veces: su eslension es de 5 á 30 líneas de ancho, y de 5 á 15 de alio. «El punto glúteo, 16 veces : tiene 5 á 30 lí- neas de ancho y 10 á 30 de alto. «El punto trocantéreo, 26 veces: es de 10 á 40 líneas de ancho y alio. «Los puntos femorales eslan por lo común mal circunscrilos. 30 veces ha existido el dolor en toda la longitud del muslo; pero 6 de ellas era mas agudo en los tres punios femorales: 4 veces existía únicamente en estos últimos. La altura de los punios femorales es de 30 á 45 lí- neas, y su anchura poco considerable. «líase presentado un dolor general en la ro- dilla, 17 veces de 36; pero era mucho mas agu- do hacia la parle esterna de la corva {puntopo- plíteo) , la cabeza del peroné (punto peroneo- tibial) y el borde esterno de la rótula (punto ro- tuliano): en 9 sugelos solo existia el dolor en es- los puntos. «En la pierna se ha comprobado 28 veces de 36 un dolor mas ó menos agudo, á lo largo del borde poslerior del peroné; siendo nueve de ellas mucho mas fuerte en la parle media del peroné , y en la interior un poco por encima del maleólo. Estos punios lenian de 10 á 40 lí- neas de alio y de 2 á 5 de ancho. »En la panlorrilla se ha presentado 15 ve- ces un dolor bien circunscrito al nivel del tabi- que fibroso que separa los músculos gemelos, ocupando una eslension de 10 á 45 líneas de diámetro. «A lo largo y un poco por fuera de la cres- la de la tibia, se ha manifestado el dolor cinco veces. «En el pie se ha presentado la afección 25 veces, siendo el dolor general 8 veces, pero 7 de ellas con predominio dsl punto maleolar: 17 veces se ha limitado el dolor á esle punto ó al dorso del pie y de los dedos (punto dorsal). Es- los diversos punios tienen upa altura de 10 á 40 líneas, y mucho menos anchura (Valleix, loe. cit., p, 504-517). «Tres veces ha comprobado Valleix en la lanía del pie un dolor difuso, que Marlinet a observado con frecuencia (Du trait. de la NEURALGIA FÉMORO-POPLÍTEA. SS sciatique et de quelq. nevralg. par Vhuile de té- rébenthine; París, 1829). «A veces va acompañado el dolor de una sensación de frió, de un escalofrió parcial, ó bien, por el contrario, de una sensación de ca- lor ardiente: algunos enfermos tienen comezón. En ocasiones se halla el miembro durante los paroxismos afectado de temblor, de calambres y de contracciones dolorosísimas (7 veces de 96); por lo común se verifican estos accidentes al salir el sugelo de un baño ó al meterse en la cama (Colugno , loe. cil., p. 4;—Valleix , loco cit., p. 532). Solo se manifiestan cuando la en- fermedad es muy intensa y ha llegado á su apogeo. » Dolor provocado.—En lodos los enfermos observados por Valleix ha existido dolor á la presión. Si los autores le han notado pocas ve- ces (4 de 60 Marlinet) debe atribuirse á que no fijaron su atención en los puntos doloridos neu- rálgicos. «Ora basta una ligera presión para deter- minar un dolor agudo; ora es preciso apoyar con fuerza sobre el punto neurálgico. Por lo de- más es muy variable la intensión del dolor. «En la mayoría de los casos ocupan los mis- mos puntos el dolor espontáneo y el provo- cado; pero no siempre sucede así. Hé aqui los resultados obtenidos por Valleix respecte de es- te particular. Dolor espontáneo y á la presión reu- nidos en unos mismos punios. . . 61 veces. Dolor á la presión sin dolor espon- táneo...............15 Dolor espontáneo y no á la presión. 13 «Los movimientos,, por suaves que sean, pro- vocan á veces dolores en uno ó muchos de les punios indicados, y principalmente en los de la cadera y de la nalga (19 veces de 36). En 4 ca- sos , dice Valleix , lenian los enfermos que per- manecer en cama con el miembro medio dobla- do; porque la menor tentativa para eslenderle ocasionaba agudísimos dolores (loe. cit., pági- na 521). «La progresión escila constantemente el do- lor, cuando esle se desarrolla por los movimien- tos en la cama; pero ademas puede no existir en la cama dolor ninguno, y sin embargo verse el enfermo en la imposibilidad de dar un paso por el dolor que al intentarlo esperimenla (29 veces de 36). «Es mas violento el dolor en el momento en que el miembro apoya en el suelo para sostener el peso del cuerpo; de donde resulla una clau- dicación mas ó menos notable. «En ocasiones provocan el dolor el decúbito sobre el lado enfermo (10 veces de 46) y la es- tación sentada. «Las grandes inspiraciones , la tos, la risa, el estornudo y los esfuerzos de defecación deter- minan á veces el dolor (6 veces de 36); circuns- tancia que, según Beau y Maissíal, debe atri- buirse á la presión que ejercen las visceras ab- dominales en los plexos nerviosos (Rech. sur le mecanisme des monvements respiratoires, en Arch. gen. de méd.,,1843, t. XIV, p. 284). »Estado del miembro enfermo. —Colugno ha insistido mucho en la semi-paralisis que puede acompañará la neuralgia ciática, y cu- yos signos son la atrofia, la debilidad del miem- bro, la claudicación (loe. cit.j pág. 7 y sig.). De las observaciones de Valleix resulta: I.° que la atrofia se manifiesta pocas veces (5 de 36); que no siempre se halla en relación directa con la intensión y la duración de la enfermedad; que debe atribuirse á la inacción del miembro a causa del dolor, y que con el ejercicio desa- parece en poco tiempo; 2.°que la semi-parali- sis es mucho mas rara que la atrofia; que tar- da en presentarse muchos meses y ann años, por intensa quesea la enfermedad, y que á veces persiste largo liempo después de disipa- do el dolor (Valleix, loe. cit., p. 537-539). «James asegura que la ciática suele ir acom- pañada de una semi-paralisis del sentimiento. «No parece sino que el aumente de la sensibi- lidad del nervio en los puntos en que existe la neuralgia se ha verificado á espensas de la sen- sibilidad general del miembro. Esta parálisis del sentimiento persiste á menudo después de haber desaparecido completamente el dolor» (Rech. theor. et prat. tur les nevralgies et leur traitement, en Gaz. méd., 1840, p. 711). «Rara vez acompañan á la neuralgia ciática trastornos funcionales (véase Neuralgias en ge- neral). Los síntomas que en cierlos casos ha ob- servado Valleix en los aparates de la circula- ción, de la respiración , de las digestiones y en las vias urinarias, eran siempre efeclo del tra- tamiento. «Curso, duración y terminación.—De 27 ca- sos recogidos por Valleix y Louis fué la inva- sión de la enfermedad repentina en uno, rápi- da en 11 , lenta y gradual en 15. En cuanlo al sitio del mal y á la propagación de los dolores, hé aqui el resultado de las observaciones de Valleix. «Entre 403 casos ha ocupado la enfermedad el lado izquierdo 46 veces, el derecho 43, y los dos 4 4; por manera que no es el predominio en favor del lado izquierdo lan marcado como pretenden la mayor Núm. de casos. Parage donde se presentó el dolor. parte de los autores. Puntos invadidos mas adelante. Cadera...... Cadera y muslo. . Muslo....... Muslo....... Pierna...... Muslo y pierna. . Cadera...... Corva . ..... Todos los puntos á la vez ..... Musloópierna,óuno y otro...... Pierna ....... Cadera y pierna. . Pierna....... Muslo y cadera. . . Cadera....... 14 5 3 1 3 3 2 4 36 •)<> NEl'RALGIA FEMORO-POPLÍTEA. con cuidado el diagnóstico diferencial de la neuralgia ciática, de los abscesos del psoas, del coxarlrocase (coxalgia), de los abscesos de la fascia lata y de los aneurismas de la arteria crural (Path.'med. edic. de la Encyclop. des scienc. med., 1.111, p. 302 y sig., París 1838). Ademas es preciso distinguir la ciática del reu- matismo articular y muscular, de la paraple- gia y de la neuritis (v. Valleix, loe. cil., pági- na 58Í-605). Por nuestra parte no necesitemos volver á ocuparnos aqui de los pormenores que hemos espueslo al tratar de las neuralgias en general; y solamente recordaremos, que la in- vasión, el curso de la enfermedad, la natura- leza y dirección de los dolores, la existencia de los puntos doloridos, la ausencia de fiebre y de trastornos funcionales, etc., hacen casi siem- pre muy fácil el diagnóstico. «Solo en casos complicados 6 escepcionales podrá verse el práctico perplejo durante algu- nos dias, para decidir si existe una ciática, ó bien un reumatismo ó una coxalgia incipiente (v. Valleix, loe. cit., p. 585, obs. 51, p. 591, obs. 52). Uno de nosotros ha observado hace poco una mujer con un absceso en el tabique recto vaginal, quesimuló durante dos dias una neuralgia ciálica limitada á la cadera. «Pronóstico.—«Si no se combale, dice J. Frank, la enfermedad en su principio, se hace en cierto modo crónica y á veces incura- ble.» Esla proposición es muy exacta; el pro- nóstico de la ciática nada tendría de desagra- dable, si no fuera por la larga duración del mal y por sus recidivas, que son lauto mas frecuen- tes, cuanto mas tardío el tratamiento: «casi te- das las ciáticas largas, rebeldes, dolorosas, acompañadas de conmociones en el miembro y de semiparalisis, han llegado á esle extremo al cabo de mucho liempo y por no habeVIas com- balido oportunamente al principio» (Valleix, loe. cit., p. 605). «Etiología. — Causas predisponentes.— Edad.—124 hechos reunidos por Valleix (loe. cit., p. 566), dan por resultado las siguientes cifras. De 17 á 20 anos. 4 20 á 80 22 30 á 40 30 40 á 50 35 50 á 60 26 60 á 70 6 mas de 70 1 «Resulla de esle cuadro que en un lolal 36 casos ha sido la neuralgia General desde luego......4 veces. Localizada en un solo punte. . 3 Descendente.......... 20 Ascendente.......... 6 Ascendente y descendente. . . 3 «De 33 casosbieu espuestos, aparece que en 21 se ha caracterizado la invasión por un dolor mas ó menos agudo, determinado por el movi- miento y la progresión; en 11 por punzadas y en uno por adormecimiento. «Después de haber llegado el mal mas ó me- nos rápidamente á su mayor intensidad, pre- senta exacerbaciones , accesos irregulares, cu- yas causas determinantes se ocultan á nuestras investigaciones. A menudo se manifiestan Jos accesos por la larde ó por la noche, y son tan- to mas frecuentes, cuanlo mas baja la tempera- tura. Estos hechos, dice Valleix, propenden á invalidar la opinión de Coluguo, y á demostrar que las exasperaciones nocturnas se deben , no al calor de la cama, sino al descenso de la tem- peratura eslerior. Él estado higromélrico de la atmósfera y las variaciones barométricas no tienen en esle caso influencia apreciable (Va- lleix , loe. cil., p. 549 y sig.) «Solo en 6 casos de 82 han presentado los paroxismos cierta regularidad, y tres veces han ido acompañados de un movimiento febril, que ha podido persuadir que exislia una fiebre pe- riódica. Sin embargo, siempre se verificó la cu- ración sin necesidad de echar mano del sulfate de quinina. «No puede establecerse regla alguna gene- ral en cuanlo á la duración de la enfermedad: en los 1o enfermos observados por Valleix ha variado entre 16 dias y 9 meses; en los 21 su- getos deLouis entre21 dias y 17 meses; en los enfermos cuyas observaciones, publicadas por diversos autores, ha reunido Valleix, enlre 8 dias y 6 años. Colugno habla de un enfermo cu- ya neuralgia databa de 30 años (véase Neural- gias en general). «La terminación nunca es funesta á no ocur- rir alguna complicación. De 107 enfermos ob- servados por diversos autores, 78 se curaron. 12 se aliviaron , 5 daban esperanzas de cura- ción cuando se publicó su histeria, y 12 no ha- bían esperimenlado mejoría alguna. Casi en la ^esta parte de los enfermos ocurren recidivas, cuyo número es variable: Valleix habla de un individuo que habia sufrido diez y ocho. «Complicaciones.—De los 15 sugelos obser- vados por Valleix, 13 sintieron dolores neurál- gicos en otras parles del cuerpo: 5 en la cabe- za, 6 en el pecho, y 2 en los lomos y el ab- domen. «En la ciática unilateral los dolores conco- mítenles se manifiestan siempre en el mismo lado; en la doble se presenten en el que mas violentamente padece é indiferentemente en cualquiera de ellos. »DuG\osnc:>.— J. Franck ha establecido »Sexo.—Enlre los mismos 124 enfermos se contaban 72 hombres y 52 mujeres; y entre 22 que sufrieron una ó muchas recidivas ha- bia 47 hombres. Eslos números justifican la proposición de J. Franck, quien declara que la neuralgia ciálica es mas frecuente en el sexo masculino. «Comparando la edad y el sexo ha deducido Valleix, qne desde una edad inferior á veinte años hasta la de treinta, es el número de ciáti- cas superior cu las mujeres (16 mujeres para neuralgia femoro-poplitea. S7 10 hombres); pero el mismo confiesa que las cifras que le sirven de base son insuficientes. «El estudio de la constitución, del tempera- mento , de la habitación , de la alimentación, de las estaciones, etc., ha dado resultados análo- gos á los que hemos espueslo al tratar de las neuralgias en general. Ahora reproduciremos los números obtenidos por Valleix. 1 Const. fuerte, ro- 4i Constitución.... 5g hechos. i3 2 [ — nerviosa..... 3 r Temp. nervioso.... i4 — sanguíneo.... 4 1 — bilioso, bi- Temperamento, 35 hechos. 1 lioso-san-\ guineo.... 1 — nerv. bilioso. 8 i sanguíneo. 5 4 í Hab. seca, abriga- Habitación...... 37 hechos. 1 da y clara.. j — húmeda, fria y i3 ( oscura...... H ( Alim. abundante y Alimentación.. . ai hechos. i sana.... ... 1 — escasa y ma- *9 [ la........... a i Mens. regular, no dolorosa.... 10 l — regular pero 1 dolorosa.... 3 Menstruación... a 4 hechos. 1 — irregular y escasa....... 1 — suprimida an-1 teriormente 4 I pero resta* i blecida..... 4 > — suprimida.... 3 79 hechos. 5 8 [Abril................. 5 5 5 3 7 8 ' Octubre...,........... 5 7 4 «Causas determinantes.—El frió y las vio- lencias esteriores son las únicas causas cuya acción se halla bien comprobada. En cuanlo á los modificadores indicados por J. Frank (loe. cit., p. 302), tales como la metástasis saram- Ííionosa, la supresión de las hemorroides, de os tequios, de la leche, y las enfermedades del TOMO VII. ulero, no hay razón alguna para admitir su influencia. «Tratamiento.—-El tratamiento de la ciá- tica no difiere en el fondo del de las demás neuralgias; y por consiguiente no repetiremos lo que queda dicho al Iralar de eslas enferme- dades en general, limitándonos á consignar aqui los pormenores que se aplican mas espe- cialmente á la neuralgia ciática. »En esta enfermedad es en la que se ha pre- conizado especialmente el aceite esencial de tre- mentina, y sin embargo, si se someten á un aná- lisis severo los hechos aducidos por Martinet (obra cit.), no se obtienen conclusiones lan fa- vorables como lasque ha formulado este obser- vador. Efectivamente, enlre 58 enfermos cuya histeria se ha recogido de un modo satisfactorio, 34 se han curado, 6 han esperimentado un alivio másemenos notable y 13 no han presen- lado ninguna modificación; 5 casos son dudo- sos. Pero estos resultados nada tienen de es- traordinario, sobre todo sí se considera: 1.° que en los casos de curación nunca pasaba la enfermedad de diez y ocho meses de fecha, datando en ocasiones de ocho y quince dias; 2.° que 6 veces se ha resistido la ciálica á la Iremen ti na, cediendo luego á la aplicación de vejigatorios, y3.°queno hapodidoMartinetcon- signar en igual proporción los hechos favorables y los adversos á la acción de la trementina (v. Raige-Delorme, sur Vemploi de Vhuile de terebenthine dans la sciatique en los Arch. gené- rales de méd., t. IV, p. 400; 1824; Valleix, obra cil., p. 632-637). »Sea como quiera la trementina ha sido ma- nifiestamente útil en muchos casos, y no debe descuidarse el uso de este medicamento. Hé aqui las principales fórmulas que se han pues- to en uso: R. de esencia de trementina 3 ürac- mas; yema de huevo, n.° 1; de jarabes de men- ta y de flor de naranjo, de cada cosa 1 onza: tres cucharadas diarias: R. de aceite de tre- mentina 2 dracmas; de miel rosada 4 onzas: dos á seis cucharadas diarias: R. de aceite de trementina 2 dracmas; de goma arábiga en polvo 1 1[2 onzas; de azúcar en polvo 4 drac- mas ; de jarabe de flor de naranjo 1 onza: para tomar en las veinticuatro horas en tres dosis en hostias: R. de aceite de trementina 1 dracma; de magnesia calcinada 2 1(2 escrúpulos; de aceite de menta S golas: háganse bolos del ta- maño de una avellana, para tomar tres en las veinticualro horas. «La trementina determina generalmente al- gunos trastornos funcionales: hé aquí el estado que respecto de este punto présenla Valleix. Calor ó peso en el estómago; ina- petencia; eructes desagradables; ardor en la garganta......15 veces. Vómitos, cólicos ó diarrea..... 8 Calor general........... 3 Caloren el miembro enfermo. . . 13. Sudores.............. 1Q 8 S8 NEURALGIA FEMORO-POPLITRi. Aumente en la orina....... 4 veces. Estranguria 6 disuria....... 2 «Cotogno y Reveille Parise (Mem. sur la sciatique, en Arch. gen. de méd., 1. IX., pági- na 471; 1825) preconizan especialmente los ve- jigatorios, aplicados al nivel de la cabeza del pe- roné, de la corva ó de la tibia. Hé aquí por lo demás como se esplica Colugno, hablando de un sugeto cuya enfermedad databa de cuatro meses. «Pastam vesicanlis communi melhodo pa- ralara in formam planam , sex longam trans- versos dígitos, qualuor lalam, extendí jussi- mus. Haec transversim capili tibulae applicata est, sic ut médium emplastri tolum fibulae capul oceuparet susque deque superessel sed máxime deorsum: hinc vero, et illinc extrema longitudinis emplastri, allerum ad poplilem ascenderet, allerum descenderé! ad tibiara» (loe. cit., p. 105). »Sin embargo, cuando lo exigían las cir- cunstancias, lambien sabia Colugno hacer apli- caciones vesicantesá la cadera, por encima del maleólo esterno y sobre el dorso del pie (loe. cit., p. 112). Poruña feliz casualidad, dice Valleix, su teoría le indicaba como sitios de preferencia para tales aplicaciones, los mismos en que existen mas constablemente los ceñiros doloridos en la parte inferior del miembro. «Colugno curaba el vejigatorio con mante- ca fresca; le sostenía por nueve ó diez dias (lóc. cit., p. 106) y le renovaba Ires ó cuatro veces hasla completar la curación (p. 108): al propio tiempo mantenía libre el vientre por medio de lavativas (p. 72 y Sig.). Con esta me- dicación dice haber conseguido resultados es- Iraordiiiarios. »La anatomía patológica ha echado por lierra la teoría de Colugno, que solo aplicaba los vejigatorios con el objeto de evacuar el hu- mor morboso, que segun él rodeaba el nervio enfermo; pero la observación ha confirmado la eficacia de su terapéutica. »De26 enfermos cuyo tratamiento ha estado basado en los vejigatorios (unaá cinco cantári- das) 22 se han curado completamente, y de los i restantes 2 solo Sufrieron uña aplicación. Era I la enfermedad muy violenta en 24 casos, y en muchos dalaba de cuatro, diez, quince meses, y aun de varios anos: 6 veces habia resistido á muchas medicaciones. La duración del trata- miento ha variado enlre siete y setenta dias (Valleix, loe. cit., p. 607-609). «Valleix ha reemplazado los vejigatorios sostenidos, con vejigatorios volantes, aplicados sucesivamente á los diversos puntos doloridos del miembro, y cree que debe concederse la pre- ferencia á esle último método. «Solo 5 veces enlre los 12ohechos reunidos por Valleix se ha usado la morfina por el mé- todo endérmico, y nunca ha procurado tina cu- ración completa (Valleix, loe. cit., p. 627); pero este autor no ha tenido en cuenta varios casos muy concluyen les citados por Mondiere (Arch. gen. de méd., lomo VI, pág. 193 y si- guientes; 1835), y por nuestra parte podemos añadir, que con mucha frecuencia hemos oble- nido de esla medicación resultados rápidos y completes. «Los moxas han sido útiles en ocasiones (Paillard, Nouvelle biblioth. méd.,L 11, 1828); pero nosotros les preferimos la cauterización transcurrente , con la cual hemos vislo á Joberl obtener la curación de ciáticas antiguas y re- beldes á lodas las demás medicaciones (Jobert, Eludes sur le systeme nerveux, p. 662 y si- guientes; París, 1838.—Valleix, obra cit., p. 120). «Earle ha preconizado la acupuntura (The med.-chir. review, número de julio 1827; Ar- chives gen. de méd., L XIV, p. 450; 1828) y Jorel las fricciones con el aceite de crotón (Té- sis de París , p. 17, n.° 177; 1833). «James cila muchas y notables observa- ciones de curaciones, obtenidas en las salas de Recamier y Andral por medio de la electrici- dad (James, mem. cit., p. 711 y sig.). «Historia y rihliografia.— Hipócrates, Fernelio y Riclano, conocieron sin duda alguna la neuralgia ciática, pero apenas la indicaron, y á Colugno esa quien pertenece el honor de haber hecho la primer descripción de esta en- fermedad. Su escrito (De ischiade nervosa com- mentarius; Viena, 1770) contiene una buena descripción de los síntomas; hallándose en él bien establecido el diagnóstico, y una terapéu- tica que todavía obtiene la preferencia. De sentir es que consagre muchos capítulos á di- sertaciones hipotéticas y erróneas sobre la na- turaleza de la enfermedad. «Chaussier (Table synoptique de la nevral- gie; París, año XI) nada ha añadido á las ob- servaciones de Colugno. «Las lésis de los señores Roussel (Disert. sur la sciatique nerveuse, lésis de París, 1804) Tourníllac-Beringier (Disert. sur la nevralgie femoro-poplilée ou sciatique, lésis de París, 1814) y Peyrade (Diss. sur la nevralgie femoro- poplitée, lésis de París, 1817) contienen hechos y pormenores interesantes. «Débese hacer una mención especial de los escritos de Arloing (Observ. sur l efficacité de la methode de Cotugno dans le traitement des nevralgies des membres abdoninaux, en Journ. génér. de méd., 1. LXXXXVIII, p. 293; 1827) y Marlinet (Du traitement de la sciatique et de quelques nevralgies par fhuile de terebenthine; París 1829). «El trabajo de Valleix (Traite des nevral- gies, p. 480-647; París, 1841) es una mono- grafia completa, que ha llenado indudablemen- te una de las lagunas de la ciencia, y de la que hemos lomado muchos materiales para la redacción de este artículo» (Monneret y Fleury, Compendium, t. Vil, p. 484-490). NEURALGIA CUTÁNEA Ó DERMALGIA. S9 ARTÍCELO IX. Neuralgia cutánea ó dermalgia. «Jolly ha eslablecido neuralgias de las es- tremidades nerviosas, y describe con esle nom- bre las del tejido muscular, fibroso, huesoso, seroso, mucoso, y las neuralgias cutáneas. La existencia de las'primeras especies estriba solo en una hipótesis qbe no eslá justificada por ningún hecho, y veremos que la de la dermal- gia apenas se halla mejor demostrada. «Este autor considera como neuralgias cu- táneas los dolores que preceden y siguen es- Eecialmenle á la erupción del zona, como lam- ien á ciertas erisipelas ambulantes, y los que suceden á las heridas antiguas y á las opera- ciones graves (Dic. de méd. et de chir. prati- ques, l XII, p. 41). Pero en lodos los casos de esle género existen alteraciones de la piel ó de los nervios, que esplican mejor el dolor que la suposición de una neuralgia. «Piorry (Mem. sur le nature et le traitement de plusieurs nevroses, obs. I) , cita la observa- ción siguiente como un ejemplo de neuralgia cutánea. «Hacia mas dedos años que un hom- bre esperimenlaba en el hipocondrio izquierdo y en toda la palma de la mano, una sensación de hormigueo, de entorpecimiento , y algunas veces punzadas insoportables; cuyo dolor era completamente superficial y limitado á la piel. Se aumentaba con la mas ligera presión, y ha cía incómodo el menor contacto; los movimien- tos de los músculos subyacentes se verificaban con facilidad y sin ningún dolor; el tejido ce- lular subcutáneo correspondiente á la parte en- ferma estaba bástenle flojo , para permitir que esla cambiase de lugar, obedeciendo á las trac- ciones practicadas en la piel de las inmediacio- nes; pero aunque se hiciese que el dermis do- lorido perdiera sus relaciones con las parles subyacentes, continuaba existiendo el dolor en la porción de los tegumentos retraída , sin que se percibiera en los puntos que anteriormente cubría. Este dolor, enteramente semejante al de las neuralgias, no se eslendia á oíros para- ges, y presentaba paroxismos frecuentes, en que era mucho mas intenso. La piel estaba sana en apariencia, sin que ofreciera ningún cambio de color que pudiera distinguirla de la inmediata, y su grosor, temperatura, ele, en nada diferian de los de los demás puntos de la superficie del cuerpo.» «Los enfermos esperimenlan en la superfi- cie del cuerpo dolores vivos en cierlos casos de intoxicación saturnina, que Tanquerel ha loca- lizado en la piel, refiriéndolos por consiguiente á una dermalgia (Traitedesmaladiesdeplomb., t. I, p. 510; París 1833). «El clavo histérico, dice Beau (Note sur les dermalgiesen Arch. gen. de méd.,\. XII, pá- gina 121 ; 1841), es las mas veces una der- malgia muy circunscrita, y no se crea que las neuralgias de la piel producidas por el histeris- mo sean siempre lan poco estensas. He obser- vado tres veces una dermalgia histérica, que afectaba casi toda la piel, presentándose de vez en cuando después de los ataques propiamente dichos.» »En la sífilis constitucional hay á veces do- lores vivos, lancinantes é intermitentes en la cubierta culánea, que no pueden referirseá nin- guna alteración apreciable. »Beau (loe. cil.) piensa que deben referirse á las dermalgias los agudos dolores que se fi- jan en ciertos casos en los miembros inferiores cuando existe una mielitis; pero escusamos es- poner los motivos que nos obligan á desechar esla opinión. »Por último , usando este autor probable- mente de la palabra dermalgia como sinónima de dolor cutáneo , describe una afección que llama indiferentemente dermalgia , dermalgia reumática y reumatismo de la piel. Este última denominación es la que nosotros adoptaremos, y por consiguiente nos ocuparemos en olro lu- gar del Irabajo de Beau (véase Reumatismo).» (Monn. y Fl., Compendium, ele, t. VI, p. 203). B. Neuralgias de la vida de nutrición. «Entre las neuralgias del aparato cerebro- espinal (neuralgias de la vida de relación), y las del ganglionar (neuralgias déla vida de nu- trición: entcralgia hepatalyia, esplenalgia., ne- fralgia, etc.), establece Jolly una clase inter- media, consagrada al aparate nervioso de aso- ciación, es decir, á los nervios vagos y diafrag- máticos (Dict. de méd. et de chir. prat, , to- mo XII, p. 44). «Esle médico considera como neuralgias neumogástricas el asma esencial, la coqueluche, las disneas, las toses nerviosas, ciertas jaquecas, vómitos y fenómenos histéricos (Mém. sur les ne- vralgies du systeme nerveux de la vie interieure en lá Nouvelle biblioth. méd., 1828, t. 11, pá- gina 149). Es evidente que en eslos casos no se Irala de neuralgias, sino de neurosis,propia- mente dichas, y remitimosal lectora los artí- culos en que describimos las afecciones que aca- bamos de nombrar (v. Asma, Ct ^UbLiciiE, Dis- nea, Tos, Vómito, Jaqueca, Histerismo). Asi, pues, solo haremos algunas reflexiones sobre algunas de las siguientes. »l.° Neuralgia de la faringe (Faringal- gia).—La neuralgia del gloso faríngeo pertene- cería á la clase consagrada por Jolly á las neu- ralgias del aparate nervioso de asociación. Ver- leuil (Remarques sur les nevralgies, tés. de Pa- rís, 1835, n.° 182) es el que la ba eslablecido; pero eslan lejos de serconcluyenles las dos ob- servaciones que refiere este autor (loe. cit., p. 43). No haremos mas que copiarlas, pues la corla descripción que hace esle médico, bas- te para demostrar la necesidad de ulteriores in- vestigaciones «En la faringalgia hay las mas veces infla- 60 NEURALGIAS DE Li VIDA DE NUTRICIÓN. macion, pero es ligera y superficial; el dolor no es continuo ni se aumenta con la presión; lodos los agentes que se emplean para combatir las enfermedades de garganta son inútiles; los en- fermos no esperimenlan ningún dolor mientras degluten ó hablan ; pero después de cualquier ejercicio algo sostenido del órgano se disminuye la secreción mucosa y se aumente el dolor, ha- ciéndose vivo, lancinante y agudo. Hay olro sín- toma muy incómodo y al parecer constante, y es la necesidad de escupir con frecuencia: los es- putes son espesos y opacos: los enfermos esperi- menlan algunas veces espasmos violentos y so- focación. Los sufrimientos y el estado inflama- torio desaparecen por un tiempo mas ó menos considerable, para manifestarse de nuevo y du- rar algunos días. Esta especie de accesos son mas ó menos largos é intensos. Todas las sus- tancias estimulantes, como los ácidos, especial- mente el vinagre, la pimienta, etc., exasperan los síntomas. La neuralgia de la faringe se des- arrolla con mucha lentitud , y solo en las per- sonas sujetas á los males de garganta , y no siempre existe sola, pues á veces va acompa- ñada de dolores neurálgicos en diversas parles del cuerpo, principalmente en la cabeza. Ño son tan marcados los fenómenos de dia como de no- che; durante esta última suele secarse la farin- ge; el paso del aire se hace muy penoso, y los enfermos se despiertan sobresaltados. Esta neu- ralgia es mas común en las mujeres que en los hombres. Los baños de rio, las afusiones frías, las sales de morfina administradas al interior ó por el método endérmico, valiéndonos de ve- jigatorios que se colocan á los lados del cuello. son los medios con que debe combatirse la fa- ringalgia.» »2.° De las neuralgias del esófago y de la laringe hemos tratado al hablar de las enferme- dades de eslos órganos, asi como de la del pul- món al describir el asma, la disnea, angina de pecho, etc. »3.° Neuralgia del corazón (cardialgía).— «Es bastante común , dice Laennec (Traite de Vauscultation medíate, t. III, p. 348: París, 1831), encontrar personas que esperimentan, constantemente ó por intervalos, dolores análo- gos á los reumáticos y neurálgicos, cuyo asien- to refieren al corazón , teniéndolos infundada- mente los enfermos, y aun á veces los médicos, por signos de una afección orgánica. Estos do- lores no se propagan en ciertos casos á otros puntos; pero bastante á menudo ocupan alter- nativa ó simultáneamente los pulmones y el es- tómago en una eslension mayor ó menor. Algu- nas veces existen al mismo tiempo en el plexo cervical superficial, y siguen todo el trayecto de los ramos que esle suministra á las paredes torácicas anteriores; y con mas frecuencia to- davía, cuando llegan á adquirir su mayor in- tensidad en el corazón , se sienten igualmente en los nervios del plexo braquial, sobre lodo en el cubital, cu vo trayecto siguen hasta el codo, v aun á veces hasla la eslremidad de los dedos; en cuyo último caso se confunde la enfermedad con la angina de pecho.» «Bouillaud acepta las ideas de Laennec en cuanlo á las anginas de pecho; pero no cree que los dolores puedan tener su asiento en el mismo corazón , órgano que en el oslado fisioló- gico no goza al parecer de ninguna sensibilidad animal. «No pretendo, añade Bouillaud, que no puedan los mismos nervios del corazón par- ticipar de la lesión de los respiradores, y solo creo que esta lesión se revela entonces por des- órdenes en los movimientos del corazón , acom- pañados deesa desazón indefinible que suele precederá los desmayos ó lipotimias (Bouillaud, Traite clinique des maladies du ernur, l. II, pá- gina 492; París, 1835). »Uno de nosotros ha publicado una obser- vación , que parece establecer de un modo evi- dente la existencia de la cardialgía, es decir, de la neurosis dolorosa del corazón. »LTna joven propensa á dolores neurálgicos (gastralgia, prosopalgia) sintió de pronto en la región precordial un dolor bastante vivo, que se aumentaba con los movimientos respiratorios y los latidos del corazón, los que se hicieron precipitados, tumultuosos é irregulares. Al ca- bo de algún liempo adquirió el dolor una inten- sidad estraordinaria, y sobrevino un acceso de sofocación , que hizo temer una muerle pronta; pero lodos los accidentes desaparecieron des- pués de un ataque hisleriforme (L. Fleury, Re- flexions el observations pour servir au diagnostic des neuralgies en el Journal de méd., obs. 2, núm. de abril, 1843). »En las clorólicas se observan á veces dolo- res cárdicos, que solo pueden atribuirse á una neuralgia del corazón. «Es imposible basar en hechos la historia de la cardialgía, y no reproduciremos el cuadro trazado por Pigeaux (Traitepratique des mala- dies du cceur, p. 748; París, 1839), porque es evidentemente una descripción fundada en una analogía supuesta. »4.° Neuralgia del diafragma (hipo alo- pático). — «Las neuralgias diafragmálícas son intermitentes, y se manifiesten por dolores mas ó menos vivos, acompañados de constricción en el epigastrio y en el dorso, y de un hipo mas ó menos violento , que muchas veces coexiste con eructos, vómitos, y con lodos los fenóme- nos que denotan un eslado espasmódico del dia- fragma.» »Para justificar esla definición refiere Jolly (Nouvelle biblioth. méd., 1. II, p. 152, 1828) algunas observaciones, que en nada modifican la descripción que en su lugar hemos hecho del hipo idiopático (v. Hipo). »5.° Las neuralgias del estómago y de los intestinos las describimos enlre las enfermeda- des del aparato digestivo. »6.° Neuralgia del ano. — «El espasmo del ano , considerado por Boyer como esencial \ dependiente de las eontraccibnesdolorosasdel esfínter, no es en nueslro concepto, dice Jobert, NEURALGIA CUTÁNEA Ó HERMALGIA. 61 otra cosa, que un síntoma cuya causa debe buscarse, no en la fibra muscular, sino en el nervio que se distribuye por ella ; y asi, aun- que esla convulsión del esfínter dependa las mas veces de la fisura del ano, conviene saber que no siempre es necesaria tal fisura, y que á ve- ces puede determinar la convulsión la neural- gia de los nervios que se distribuyen en el es- linter» (Etude sur le systeme nerveux, t. II, pá- gina 667). «Campaignac (Considerations sur les nevral- gies des organes genito-urinaires et deanusen el Journal hebiomadaire, núm. del 28 de fe- brero de 1829) refiere la observación de una mujer, cuyo eslinler del ano era asiento de do- lores agudos é intermitentes, que se percibían igualmente hacia los grandes y pequeños la- bios, propagándose hasta el orificio de la vagi- na, sin que aquel músculo estuviese duro ni estrechado. «Rouxdice que la neuralgia anal coincide á veces con la fisura del ano, y refiere, que ha- biéndose hecho en un caso de esla especie la in- cisión del esfínter, se aumentaron los dolores neurálgicos, é invadieron los muslos y las pa- redes abdominales. «Piorry (Mém. sur la nature et le traitement de plusieurs nevrouses, etc., obs. o) considera como un ejemplo de neuralgia anal la observa- ción siguiente: «Un hombre habitualmente es- treñido , y que solia escretar materias fecales muy duras, lenia inmediatamente por encima de los esfínteres del ano un tubérculo hemor- roidal , del grosor de un cañamón, que no pro- ducía comunmente mas que una comezón , que se renovaba cuando el estreñimiento era mayor de lo acostumbrado. Mas cuando para defecar lenia que hacer esfuerzos muy considerables, y sobre todo bastante prolongados para irritar las parles que rodean el ano, se presentaba un do- lor muy vivo , que el enfermo percibia distin- tamente subir al fondo del abdomen; sobreve- nían desmayos, náuseas, y algunas veces vó- mitos ; la cara se ponia uálida, las facciones re- traídas, y la piel se cubría de un sudor frío. Estes accidentes se disipaban completamente en algunos minutos.» «Tales son los elementos que posee la cien - cía sobre la historia de la neuralgia anal, por donde se ve cuan preciso es hacer ulteriores observaciones. »7.° Últimamente hablamos de las neural- gias del hígado , del bazo, de los ríñones, de la vejiga y del útero al tratar de cada uno de es- tos órganos.» (Monneret y Fleury, Compen- dium, sil. cit.) CAPITULO III. De la neuritis. «Sinonimia. — Inflamación de los nervios, neuritis, nevritis, neurilitis, nervilemitis. «Definición y diyision.—La histeria de esla | enfermedad es lodavia muy incompleta; por lo cual, y por corresponder su estudio especial- mente á la patología esterna, diremos de ella pocas palabras. «Generalmente se admite que la inflama- ción nunca invade el tejido nervioso, sino so- lamente el neurilema. «3iemo forte unquam, diceBoerhaave, vidit inflammalionem in ñervo, baec vero si conlingat, in sola túnica vaginale haíret» Marlinet (Mém. sur Vinflammation des nerfs en la. Revue medícale, t. II, p. 330; 1824), adopta la misma opinión. Sin embargo, Cru- veilhier ha estendido algún tanlo el dominio anatómico de esta enfermedad, y los hechos jus- tifican completamente su diclámen. Dice que la inflamación reside en el neurilema y en el teji- do celular adiposo que abunda bastante en el es- pesor de los cordones nerviosos (Cruveilhier, Anat. pathol. , ent. 'So, 1. 2). «Duges (Mém. sur la nevrite puerperale en la Revue medícale, t. III, p. 157; 1824) dis- tingue cinco especies de neuritis; 1.° simple; 2.° edematosa; 3.° flemonosa; 4.° edemato-fle- monosa; 5.° gangrenosa. Luego veremos lo que debe pensarse de la neuritis flemonosa ó puru- lenta; en cuanto á la gangrenosa no hay dato alguno que demuestre su existencia; y es im- posible tener en cuenta el escrito de Dugés, que solo estriba en hechos incompletos, mal apre- ciados, y por punto general totalmente estra- ños á la neuritis. «Gendrin (Hist. anat. des inflamations, t. II, París, 1826) ha dividido la neuritis en aguda y crónica; pero lodavia no ha demostrado la observación la existencia de esla última forma de inflamación nerviosa. «Alteraciones anatómicas. — El neurilema presenta una inyección tanto mas compacta, cuanto mas se acerca al cenlro de la flegmasía. Sin embargo, aun en los sitios en que es mayor la inyección, so distingue una red vascular, que rodea lambien los filamentos que forman el cenlro del cordón nervioso, y que examinada con el lente, aparece constar de una multitud de capilares, que unen transversalmenle los ca- pilares principales que corren hacia atrás ó ha- cia adelante á lo largo del nervio. No es posi- ble inyeclararlificialmente esloscapilares trans- versales. El mismo tejido celular intersticial de los cordones nerviosos está muy inyectado é infiltrado de serosidad (Gendrin, loe. cil., pá- gina 142). Se comprueba mejor esla alteración macerando el nervio con una ligera disolución alcalina, que destruye la pulpa y deja intactos el neurilema y la inyección. «A veces se presenta la inyección en forma de chapas de varias formas (Van de Keeze, Rech. anat. et observ. sur les nev., en Journ. univ des sciences méd., t. XXV, p. 67; 1822>. »En un caso referido por ste último autor, estaba el neurilema muy adheienU: en im.tiio* parages, y desprendiendo algunos trozos de él, presentaban engrosamientos notables y granu- laciones blanquecinas, miliares y agrupadas. 62 DE LA NEURITIS. «En un grado mas avanzado de la inflama- ción , eslá el nervio de un color rojo uniforme, moreno ó violado, como equimosado (Van de Keeze); parece que hay sangre eslravasada é infiltrada en el neuriiema; el cordón nervioso adquiere á veces un volumen doble ó triple del normal (Martinet, loe. cil.); présenla una tes- tura casi homogénea , con tejido esponjoso rojo como si fuera un cordón de tejido celular infla- mado, limitándose la inyección vascular á los puntos en que se continúa la flegmasía con las partes sanas; en cuyos sitios parece el nervio como disecado , y se hallan separados sus fila- mentos por unaserosidad bastante abundante ó por sangre fluida y casi pura (Marlinet, loe, cit., p. 341-343). También se advierle que han desaparecido las vesículas adiposas del tejido celular que rodea el nervio , ó que penelra en su sustancia (Gendrin, loe. cit., p. \k\). «Algunas veces eslá reblandecido el nervio; se deja dividir con la uña, y se desgarra con facilidad transversal y longitudinalmente (Van de Keeze, loe. cil.) En un caso referido por Van de Keeze, estaba la sustancia nerviosa configu- rada en forma de rosario, con las cuentas du- ras, resistentes y libro-celulosas, separadas por una pulpa blanquizca, delicuescente, de un co- lor gris rojizo sucio. «Martinet ha viste pus infiltrado éntrelos filamentos del nervio ciálico, y en el tejido ce- lular adyacente. «Parécenos, dice Gendrin (loe. cit., p. 148), que esle grado de la inllamacion no sucede á la inflamación violenta del nervio, porque en este caso eslá lan infiltrado el tejido del órgano, que casi es homogéneo, y seria di- fícil, que sufriendo una infiltración purulenta quedasen íntegros los filamentos nerviosos. Creemos, pues, que lal infiltración se verifica cuando la flegmasía es moderada y no ha pa- sado del neurilema, y nos confirma en esla opi- nión la circunstancia de que en los casos de su- puración se ha encontrado siempre menos ru- bicundez é infiltración sanguínea, que en las in- flamaciones agudas violentas que invaden lodas las partes integrantes de un cordón nervioso.» «No se puede producir artificialmente en los animales supuraciones de los nervios; lo único que se consigue es que supure el tejido celular que los rodea, y si se intenta producir una inflamación mas viólenla por medio de un cuerpo eslraño, ele, se destruye sí por ulcera- ción el cordón nervioso , pero no se obtiene la infiltración purulenta interübrilar (Gendrin, loe. cit., p. 150). «Síntomas.—La neuritis produce un dolor continuo, que nace por decirlo así poco á poco, se aumenta por grados, se exaspera por la pre- sión , y sigue el Irayeclo del nervio (Vidal de Casis; Tratado de Patología esterna). Es una sensación de desgarradura, de entorpecimien- to ó de punzadas; se parece mucho al que pro- duce la compresión de una rama nerviosa, y produce un adormecimiento que á veces se con- vierte en parálisis. Es mas ó menos violente, y se asemeja al que acompaña á la inflamación del lejido fibroso; nunca cesa repentinamente, y si presenta paroxismos, no llegan estos á su máximum de pronto, sino por grados. Sin em- bargo, no siempre son lan marcados los carac- teres del dolor neurítico: en ocasiones es sorda y con punzadas intermitentes, muy análogas á los que acompañan á las neuralgias. «Siempreeslan modificadas las funciones de la parle donde se distribuye el nervio inflama- do. Durante el período de irritación st« observa una exageración de la movilidad, convulsiones clónicas parciales, y el doctor Frere ha referi- do un caso de télanos determinado por una in- flamación del nervio músculo-culáneo (Revue medícale, n.° de mayo, 1839). A eslos fenóme- nos morbosos sucede" muy luego una disminu- ción de la molilidad y de la sensibilidad, que puede convertirse en parálisis completa. «Cuando ha au raen lado el nervio de volu- men , se marca esleriormente bajo la forma de un cordón rojo, mas ó menos voluminoso, cu- ya dirección conocida puede seguirse fácilmen- te con el dedo, ó con la viste (Martinet, loe, cit., obs. 1,2, 3). «Acompaña constantemente á la neurilís una fiebre mas ó menos viva. «Curso , duración y terminación.—El cur- so de la neuritis es regularmente progresivo; su duración varia de algunos dias á muchos meses. En lodos los casos en que se ha verifi- cado la muerte, ha sido por alguna complica- ción (Marlinet, loe. cil.). «Diagnóstico.—Háse tratado de distinguir la neuritis de la neuralgia, por los caracteres del dolor (Martinet, loe. cil.); «pero, dice An- dral (Precis a"anal. pathol., 1. II, p. 856; Pa- rís, 1829), me parece que si se confiase dema- siado en estos caracteres distintivos, seria fácil equivocarse lomando una neuritis por una neu- ralgia y viceversa.» Por el contrario, fá pre- sencia ele un cordón rojo que se marca por de- bajo de la piel, la fiebre , las convulsiones y la parálisis consecutiva ,^on signos que no per- miten admitir la existencia de una neuralgia. «Causas.—Las déla neurilís son poco co- nocidas, y á veces inapreciables. En algún caso ha parecido desarrollarse la enfermedad! por la impresión del frió, de la humedad y de- mas causas que determinan las flegmasías reu- máticas (neuritis idiopática); en otros la han ocasionado los golpes, las caídas, las contusio- nes, las picaduras , la flebotomía, etc., (neuri- tis traumática): en el referido por el doclor Frere se inflamó el nervio músculo-culáneo á consecuencia de la aplicación de un cauterio. «Tratamiento.—Hállase reducido á la me- dicación antiflogística. Mientras persiste el do- lor deben usarse con perseverancia los baños locales y generales, los tópicos emolientes . las emisiones sanguíneas generales, y especial- mente las locales. Cuando se hace el dolor me- nos agudo, y parece que la inflamación quiere pasar al estado crónico, conviene recurrir á los DE LA NEURITIS. 63 derivativos, y sobretodo, como dice Ollivier (d'Angers), á" los vejigatorios aplicados sobre el Irayeclo del nervio afecto, y sostenidos mu- cho líempo» Mon. y Fl., Compendium, l. VI, página 206 y sig.)T GÉNERO QUINTO. LESIONES DE LA INERVACIÓN ORGÁNICA. CAPITULO I. Lesiones por falta de inervación. ARTÍCULO I. De la astenia. «La palabra astenia se deriva de « privativo y de trS\uos fuerza: debilidad, flaqueza,dismi- nución de fuerzas. Se entiende hoy por esta pa- labra la disminución de la acción orgánica de uno ó muchos tejidos, que escede los límites compatibles con el libre ejercicio de sus fun- ciones. «Historia: Opiniones sobre la astenia.—No ha tenido siempre la palabra astenia la misma significación. Hipócrates, segun Lillre, indica por astenia «un eslado de la economia en que el individuo no está lodavia enfermo, pero se halla muy próximo á estarlo , y en el cual es muy susceptible de ser afectado por las causas IllOfblilCas: EyyÚTacTCt tív xtrSiirwvSts iiTTtv ¿ «thvít, el asténico está en la condición mas cercana á la enfermedad» (Astenia , Dict. de méd.) Lillre observa con razón, que la palabra astenia entendida de esle modo se acerca mu- cho á lo que Brown llama oportunidad ó diáte- sis , que es el estado intermedio entre la salud y la enfermedad (Elements de méd., Irad. por Fouquier, p. 43). «La teoría de Themison de Laodicea, gefe de los metodistas, encierra, según algunos au- tores , las principales proposiciones de la doc- trina de Brown; siendo este autor, segun ellos, el verdadero fundador del eslenismo. El slric- lura y el laxum eran dos modos de ser del or- ganismo, que correspondían al esceso de fuerza y á la debilidad de las escuelas modernas; si nos limitamos, dice Moscali, á considerar los fundamentos generales del sistema de Brown, se encuentra realmente mucha semejanza con la antigua doctrina de Themison y de los meto- distas. El striclum y laxum en los sólidos, de que Themison hacia derivar casi lodas las en- fermedades, corresponden bastante bien al es- tado de eslenia y astenia de estos mismos sóli- dos (Preface de Moscali, en Elements de méd. de Broten, irad. por Fouquier, p. 4 1). Brous- sais pretende que no es este el manantial del sistema de Brown, y que Themison no calcula- , ba la suma de fuerzas vitales; que sus ideas i groseras y superficiales nunca llegaron hasta i la abstracción de los vilalislas modernos, y que no veia mas que los poros y las aberturas que présenla el cuerpo esleriormenle (Examen des doctrines, 1.1, pág. 412). Se ha querido en- contrar lambien el origen de esla célebre teoría en el ducembirat y el arqueo de Van Helmont; en la irritabilidad de Haller, que recuerda el striclum y el laxum de Themison; en los escri- tos de F. lloffmann, que hacia consistir la vida en el movimiento , y las enfermedades en los vi- cios de este movimiento , susceptible de ser de- masiado fuerte ó demasiado débil, constituyen- do en el primer caso el espasmo (diátesis esté- nica) y en el segundo la atonía (diátesis asténi- ca). Sea lo que quiera de esla cuestión de doc- trinas, que no nos loca discutir aqui, lo cíerlo es que solo en el sistema del médico escocés tie- ne la palabra astenia un sentido preciso. Vamos, pues, á decir en algunas palabras las bases so- bre que estriba. «El cuerpo del hombre es susceptible de afectarse por lodo cuanlo le rodea; de esle mo- do se desempeñan sus funciones, y cesa la vida infaliblemente desde el momento en que dejan de hacerse sentir dichas influencias. Se da el nombre de potencias escitantes á lodas las cosas que son capaces de afectar el cuerpo viviente, tales como el calor, los alimentos, la sangre, los humores y el aire. La escilabilidad es la pro- piedad por la cual obran eslas potencias esci- lanles, y Ja escítacion es el efeclo de la impre- sión de las potencias escilanles sobre la escita- bilidad. Para que los estimulantes puedan sos- tener la salud y la vida, es preciso que haya una proporción conveniente enlre la escilabilidad y las potencias escilanles. «La escitacion es siem- pre proporcional á la fuerza del estímulo ; sí es moderada da por resultado la salud; si es de- masiado fuerte, produce las enfermedades que dependen de un esceso de vida , y si sucede lo contrario , causa los males que consisten en la debilidad. Como la escitacion es la causa de las enfermedades lo mismo que lo es de la salud, se podrá cambiar el eslado morboso en sano, disminuyendo la escitacion en las afecciones por esceso de estímulo , y aumentándole en las enfermedades por debilidad: eslas dos intencio- nes se llaman indicaciones curativas» (Elements de médecine, p. 10). De aqui ha venido el céle- bre axioma Medicina e$t additio et substractio. Cuanlo mas débil es el estímulo, tanto mas se aumenta la escilabilidad , pues que esla no se gaste; y al contrario, cuanlo mayor es la fuerza con que obra el estímulo, lanío mas se agota la escilabilidad. Estas dos proposiciones funda- mentales de Brown han servido para crear dos especies de astenia , una llamada debilidad ó as- tenia indirecta que resulla de la estincion de la escitabilidad por el estímulo, la cual proviene siempre de un esceso de este (op. cit., p. 16); y otra denominada debilidad ó astenia directa, que procede de la privación ó la disminución de los estimulantes,- la cual produce una acumu- lación de escilabilidad , puesto que no se pone 64 DE LA ASTENIA. en acción esla propiedad de los tejidos. Cuando falta un estímulo y deja acumularse á propor- ción la escilabilidad, puede generalmente ser compensado por cualquiera olro. La privación de un estimulo produce tanto mas pronto la de- bilidad directa, cuanto mayor sea el abuso de los estimulantes; y en fin , cuando eslos se au- menten con esceso, dan lugar á las enfermeda- des esténicas. De aqui viene esa división que se hace de las enfermedades en esténicas y asténi- cas , caracterizadas las primeras por la" riqueza y viólenla escitacion del sistema sanguíneo, y las segundas por la disminución de la suma ge- neral de fuerzas. «La astenia, dice Brown, es aquel eslado del cuerpo viviente, en que todas las funciones están mas ó menos debilitadas, y muchas ve- ces alteradas, hallándose casi siempre alguna de ellas mas afectada que las demás (ob. cit., IV parí., p. 357). Enlre las enfermedades as- ténicas coloca este autor el enflaquecimiento, la demencia asténica, la erupción psórica, la raquitis, la epistaxis, las hemorroides, la di- senteria, la hipocondría, la hidropesía, la epi- lepsia, la parálisis, la apoplegia, etc. Esla enu- meración de algunas de las enfermedades que considera Brown como asténicas, demuestra que este médico se guiaba sobre lodo por el eslado de debilidad aparente de los aparates de la locomoción y de la inervación, para declarar que una enfermedad era asténica. Observa sin embargo en la definición que da de este eslado, que puede una función estar mas alterada que las demás: el enflaquecimiento, dice, por ejemplo, «es una astenia poco evidente en la generalidad de las funciones, pero que se ma- nifiesta por la debilidad de las que correspon- den á la digestión, y de cuyas resultas no se puede engordar aunque se tome bastante ali- mento (ob. cit., p. 360).» Lo mismo sucede lambien en la hidropesía, la cual es una aste- nia, que en el mayor número de casos ataca en su principio á una parle mas especialmente que á otra. Estas cites que podríamos multi- plicar, prueban que aunque daba Brown el nombre de astenia á la forma de las enferme- dades que se hallan particularmente caracte- rizadas por una debilidad general, se veía precisado á reconocer, que esla lesión tenia su punto de partida en el padecimiento de algu- nos órganos ó aparates. Entendida de esle modo la astenia, lendria un sentido mas vero- símil , puesto que espresaría el estado de debi- lidad aparente que sigue ala afección de un órgano. Pero Brown no poseía una idea lan exacla de la astenia, pues creia , como ha no- lado Broussais, que la escitacion se halla au- mentada ó disminuida en lodos los tejidos á la vez, y que las enfermedades que en tal estado se declaran deben participar de la forma de incitación que existe, y ser por lo tanlo esténi- cas ó asténicas (Exam. des doctr., t. II, pági- na 349, 3/ ed.). Tampoco concebía aquel au- tor, que pudiera exislir sobreescitacion en el sistema sanguíneo (enfermedad esténica) al mismo tiempo que el sistema muscular estu- viese afectado de astenia; y en una palabra, no llegó á comprender las siguientes verdades que Bichat y Broussais han espueslo con teda claridad, á saber: que no poseen á la vez lo- dos los tejidos un mismo grado de escitacion; que pueden unos funcionar con mas energía, mientras que estén oíros debilitados; que con- tinuamente se está viendoá un estímulo enér- gico producir la debilidad, y que en esle caso es precisamente cuando las fuerzas generales se hallan mas abalidas: examinando entonces el estado del sistema muscular, se lendria una idea muy falsa de las fuerzas del enfermo. No insistiremos mas en estas proposiciones que de- ben ventilarse en el discurso de este artículo. «Las ideas médicas de Brown aparecen mas ó menos disimuladas con otros nombres, como el principio vital de Barthez, el contra-esti- mulísmo de los italianos y las propiedades vi- tales de Bichat. Broussais fué sobre todos el que asignó á las palabras estenia y astenia su verdadera significación, determinando su va- lor con el criterio y buen juicio que le caracte- rizaban. «Definición.—Antes de trazar las divisio- nes que nos proponemos adoptar en esle artí- culo, es necesario que nos detengamos en el sentido que se ha dado á la palabra astenia. Liltre dice, «que no siempre debe llamarse as- ténico el eslado en que se encuentren una ó muchas funciones atacadas de una debilidad mas ó menos profunda; pues ni la que sucede á la anemia, á las hemorragias abundantes, y á las secrecionesescesivas, ni laque acompaña al tifus, al escorbuto, y á la púrpura, merecen semejante denominación , porque son consecu- tivas á alteraciones materiales de los sólidos ó de los líquidos. Esto seria confundir el efeclo con ia causa, el sínloma con la lesión; y es preciso limitar rigurosamente la significación de la palabra astenia, reservándola para espre- sar la disminución de las acciones orgánicas sin lesión apreciable, anterior ó coexistenle, de los sólidos ó de los líquidos (arl. cit., Dict. dé méd.). La astenia, segun esta definición, debe considerarse como un estado morboso, que cons- liluye por sí solo toda la enfermedad. Dicen algunos autores, «que la astenia, contenida en ciertos límites, es como la irritación, compati- ble con la salud; pero que cuando pasa mas allá de eslos límites, los cuales no se pueden determinar con exactitud, perturba la fun- ción de la parte que ocupa y se hace patológi- ca» (Nouv. elem.de pathol., por Boche y San- son , t. 11, p. 466). Entendida de este modo la palabra astenia, tiene las mayores conexiones con lo que Hipócrates llamaba astenia y Brovn oportunidad. Puede admitirse, que como de- muestra la fisiología, cuando es menoría can- tidad de fluidos que se distribuyen por los te- jidos de la economía, ó bien cuando se dismi- nuye la irritabilidad de eslos tejidos, no pue- DÉ LA ASTENIA. 65 den ya las funciones desempeñarse regular- mente, ni con la misma intensidad que en el es- tado normal. Pero no es posible reconocer esla astenia á no ser que se manifiesten síntomas atológicos, y nos revelen la modificación que a sobrevenido en la circulación capilar y en la nutrición de los órganos. Aunque hay un momento en que la ¡rrilacion fisiológica "pasa por una especie de medio á convertirse en abirrilacion ó astenia, esle tránsito apenas es apreciable. Asi es que cuando hablan los au- tores de la astenia, describen enfermedades que se hallan ya bien caracterizadas, teles co- mo la clorosis, la amenorrea, el síncope, la atrofia, etc.; en cuyos casos es imposible ne- gar que la astenia, es incompatible con la salud. «División.—Es preciso distinguir tres cir- cunstancias importantes en las debilidades: 1.° la astenia es general, en cuyo caso todos los tejidos y órganos de la economía están afectados de una debilidad, que depende de la disminu- ción de los fenómenos vitales de que antes go- zaban : esla astenia general puede ser primitiva ó consecutiva, es decir, manifestarse desde lue- go como enfermedad sin lesión alguna antece- dente , ó bien suceder á una afección mas ó me- nos circunscrita, cuyo resultado es determinar la debilidad general en lodos los sólidos; 2.° pue- de no atacar mas que á un aparate ó á una par- le limitada del cuerpo, y entonces se llama par- cial; la cual tiene su origen en alguna enferme- dad fácil de percibir. Esta astenia parcial y consecutiva forma la gran clase de las debilida- des que se manifiestan en todos los órganos de la economía; 3.° en fin , la astenia puede cons- liluir el síntoma mas esencial y mas importante de las enfermedades. Pinel fué el primero que consagró bajo el nombre de adinamía esta de- bilidad , que aparece durante el curso de las fiebres malignas, y que no debe considerarse sino como la espresion del afto grado de pade- cimiento de teda la economía. Seria introducir una funesta confusión dar el nombre de astenia á la debilidad sintomática que sucede á las afec- ciones del bajo vientre; la palabra adinamía es la que debe reservarse para representar el gra- ve estado que acompaña á las gastro-enleritis tifoideas y de otras especies, aunque no es cs- clusivamenle propio de las afecciones del tubo digestivo; pues suele presentarse también la adinamía como síntoma de las enfermedades del cerebro, del pulmón y de las reabsorciones pu- rulentas. No trataremos aqui de ningún modo de la astenia sintomática, y nos limitaremos á describir mas particularmente la astenia pri- mitiva y la consecutiva. A. Astenia general. «Admitiendo con Litlre que la astenia sea una disminución de la acción orgánica sin le- sión alguna apreciable, antecedente ó coexis- tenté, de los sólidos ó de los líquidos (arl. cit., I TOMO VIL p. 247), se crea una entidad puramente qui- mérica, á no probar que existe una astenia pri- mitiva. Conviene, pues, tratar ante todo de re- solver la siguiente cuestión, que fue propuesta por la sociedad de medicina de Burdeos. ¿Exis- te un estado asténico primitivo? En la afirma- tiva señalar sus caracteres y estudiarlo en los diversos órganos. «Causas.—Recorriendo las causas de la as- tenia , la vemos afectar todo el sólido viviente en una multitud de circunstancias, que nos de- muestran bastante bien el modo de desarrollo de esta enfermedad general, permitiéndonos decidir si puede ó no presentarse independien- temente de otra lesión. La debilidad mas sim- ple y mas exenta de toda complicación, escier- tamente la que sobreviene por detecte de aire atmosférico, ya por falla de oxígeno, ó ya por la presencia de gases no respirables. En esle caso son negativos los elementos necesarios pa- rad sostenimienlo de la vida, y puede decirse que la astenia es primitiva, en el sentido de que no resulla de la alteración de un órgano; y sin embargo, aun podria pretenderse que la abolición de la función respiratoria ha ocasio- nado de repente una modificación en las pro- piedades químicas de la sangre; desorden mate- rial que esplica suficientemente la astenia; en cuyo caso no es en rigor primitiva ni esencial, ueste que depende de una alteración aprecía- le. Las demás causas nos presentan también el mismo modo de acción : las mucosidades bronquiales y traqueales, la compresión del pulmón por una cantidad considerable de sero- sidad derramada en las pleuras, son causas de anhemalosis que deben producir una debilidad general (Piorry, De lanhematosie (asfixia), Traite de méd.prat., 5 ent.,. setiembre, 1835, p. 3). La compresión del cordón umbilical du- rante el parto puede también impedir la circu- lación de la sangre, y ocasionar en el feto una debilidad mortal. «La sustracción del calórico, cuya acción estimulante es necesaria á lodos los tejidos, puede acarrear un estado asténico muy pro- nunciado. La impresión del frió en los hombres robustos va al principio seguida de una reac- ción muy viva, que aumenta la vitalidad de to- dos los órganos; pero si se prolonga demasiado ó es muy intensa, causa una debilidad mortal. Se han observado muchos ejemplos de esta de- bilidad en la campaña de Rusia; los soldados que sucumbían á esta astenia no presentaban muchas veces lesión alguna apreciable; algu- nos estaban afectados de flegmasías viscerales mas ó menos graves; pero la debilidad era de ordinario un fenómeno primitivo. »El aire frió y húmedo es una causa muy fre- cuente de debilidad , sobre lodo en la época de la vida en que necesitan los órganos para de- sempeñar sus funciones hallarse rodeados sin cesar de lodos los modificadores que imprimen á los tejidos esa irritación normal, antes ó des- pués de la cual sobrevienen enfermedades. El 9 66 DE LA ASTF.MA. aire que respiran los niñ>s. no solamente debe ser puro, sino que también ba de contener po- ca humedad y estar bañado por el Huido lumí- nico: si la atmósfera que rouea la superficie de su cuerpo no présenla todas eslas condiciones, su constitución se debilita de una manera len- te; y esta circunstancia es en las grandes po- blaciones una causa de deterioro, harto mas poderosa que todas las enfermedades y vicios que atacan á la humanidad. Esla es una aste- nia primitiva, cuya existencia no puede negar- se, y que prepara en los niños una modifica- ción de los sólidos y de los líquidos, que da un carácter particular á las afecciones que pa- decen. «La ausencia de la luz solar debe conside- rarse como una causa de la debilitación de los fenómenos vitales. Edwards, en los ingeniosos esperimentos que ha hecho con el fin de cono- cer cual es el modo de acción de la luz, ha vis- to que sumergiendo renacuajos en el fondo del agua , y no dejándoles recibir la influencia de los rayos solares, continuaban eslos animales aumentando de volumen ; su nutrición parecía efectuarse especialmente á espensas de los flui- dos linfáticos; pero no esperimenlaban la me- tamorfosis que debia hacerlos pasar del estado de renacuajo al de rana. Estos esperimentos nos demuestran, que los tejidos, aun carecien- do de luz, pueden recibir lodavia una cantidad considerable de fluidos para su nutrición, pero que esla no se verifica ni regulariza como en el eslado normal. ¿No se deberán á la astenia que debilita cierlos tejidos, las desviaciones, las gibosidades, y las deformidades de toda es- pecie, que se observan en los niños que viven en parages bajos y húmedos, privados de luz solar y en medio de lodas las circunstancias de- bilitantes? Permitido es suponerlo; pero no se puede todavía asentar esta proposición, sino como una simple congelura. »Los alimentos poco nulrilivosó mal sa- nos suministran á lodos los órganos materia- les pobres é incapaces de estimularlos en un grado conveniente, dando lugar á una depre- sión de fuerzas cada vez mas graduada. Lo mismo puede decirse de las afecciones morales vivas, tales como los pesares, la alegría, y las pasiones, que pueden agolar directamente las fuerzas nerviosas, sin necesidad de que inter- vengan en tales astenias congestiones ó derra- mes de diferente naturaleza. Sucede también la astenia á lodas las sustracciones ó pérdidas de sangre, independientes de enfermedades de naturaleza irritante, cuando le falla al cerebro súbitamente la sangre. Los grandes esfuerzos musculares, las fatigas escesivas y las marchas prolongadas, pueden también aniquilar la fuer- za nerviosa. «Todas las debilidades que acabamos de es- tudiar , son independientes de la irritación , y oo siempre es visible la lesión que las produ- ce. Hay también otras que son efeclo de las flegmasías, de las neurosis, de las hemorra- gias, etc.; pero sin detenernos ahora en ellas, pasemos á examinar las astenias generales y primitivas. Si se diese el nombre de astenia á una disminución de la acción orgánica, sin le- sión alguna apreciable, antecedente ó coexis- lenle de los sólidos ó de los líquidos, como quie- re Lillre, nunca existiría tal eslado, y seria pre- ciso borrar este nombre de las obras de pato- logia, porque nada espresaria. En efecto, aca- bamos de ver por el estudio de las causas, que si se manifiesta la debilidad general sin hallar- se interesado ningún órgano; sin embargo, los aparates no funcionan va como en el estado normal; y la perturbación de las funciones anuncia siempre una alteración previa de los sólidos ó de los líquidos. No quedará la menor duda sobre esle púnlo, si nos detenemos á exa- minar el modo de desarrollo de la astenia ge- neral. En efeclo, la sustracción mas ó menos completa , del oxígeno y de la luz el aire hú- medo y frió, la oscuridad, la mala alimentación y todas las causas que acarrean una debilidad general, modifican siempre á 11 larga ó rápi- damente los sólidos ó los líquidos. Es ordina- riamente bastante fácil comprobar el punto de partida de la debilidad: ora depende de haber- se alterado la sangre á causa de una hemalosis imperfecta ; ora de que no recibe del tubo di- gestivo materiales propios para la nutrición. De lodos modos, la falta de estímulo y la sus- tracción de los escilanles naturales, son Jas causas directas de la debilidad. Pues bien, es imposible que varien en su fuerza los modifi- cadores que obran sobre la economía , sin que se manifieste una modificación correspondien- te en los tejidos. Esla verdad fisiológica se ha- lla hoy sólidamente establecida. No puede ad- mitirse por lo tanto, que la astenia sea inde- , pendiente de una alteración orgánica, ni que pueda ser primitiva. La astenia mas general, que se esliende á lodos los tejidos del cuerpo, lo que no es raro, es siempre consecutiva des- de el instante en que el agente modificador no obra escilando en los órganos la forma de irri- tación que constituye la salud. De aquí resul- ta primero un simple trastorno funcional, li- mitado al aparato ó al tejido que están pritlr dos de la influencia de los estimulantes; y alca- bo de un tiempo mas ó menos largo, segun la importancia del órgano, como eslan mal ela- borados los líquidos que deben servir para la nutrición, no determinan ya en los tejidos sino una escitacion muy débil: entonces es sola- mente euando los órganos demuestran su pa- decimiento, y cuando comienza á alterarse su leslura; pero hacia ya mucho tiempo que no funcionaban de una manera fisiológica. Nos ve- mos, pues, precisados á reconocer, que la as- tenia es siempre consecutiva á una alteración funcional, seguida bien pronto de un desorden material apreciable. «Ademas de las causas que dirigen su ac- ción sobre los aparatos de la respiración -y de la digestión, hay otras que obran por medio de DE LA ASTENIA. 67 los líquidos sobre el sistema nervioso : el opio, el ácido hidrociánico y la digital, producen una sedación directa en lodos los tejidos, y apagan su irritabilidad: el mismo efecto determinan los contra-estimulantes de los médicos italia- nos. Brown decia que en esle caso habia debi- lidad directa, porque provenía de la disminu- ción ó privación de los estimulantes, y de la acumulación de la escilabilidad. Hoy sabemos que esla debilidad depende de que ño se halla bastante escilada la irritabilidad del órgano so- bre el cual ha obrado el modificador , y por consiguiente disminuye ó cesa la función. «Las debilidades generales que acabamos de examinar, no son debidas de ningún modo á una enfermedad anterior, y en esle sentido solamente es como pueden llamarse primitivas. Otras debilidades hay, mas numerosas que las primeras, que reconocen por causa la irrita- ción , y que por lo lanío son consecutivas. En esle caso se hallan las que provienen de las in- flamaciones agudas ó crónicas del tubo digesti- vo, la gastritis, la gastro-enterilis y la colitis, que impidiendo la digestión , privan á la san- gre de los materiales necesarios para la nutri- ción. Otras veces es una angina , una flegma- sía de la laringe ó de la tráquea , una neumo- nía , una flegmasía ó un tumor situado en el Irayeclo de las vías aéreas, la circunstancia que dificulta la oxigenación de la sangre y la he- malosis. Muchas veces no puede atribuirse á enfermedades del pulmón ó de los intestinos la causa de la astenia consecutiva general; sino 3ue es preciso buscarla en el corazón, que ha- ándose espasmodizado por una neurosis , por un síncope, por la cólera, inflamado en sus ori- ficios, comprimido por el producto de una pe- ricarditis, ó bien retenido por adherencias, no enviaya al cerebro una estimulación suficien- te (Broussais, Cours de pathol. et de ther. gen., t. V, p. 416). Puede observarse también la as- tenia general después de la congestión y los derrames sanguíneos ó serosos que se forman en el cerebro, y que suspenden ó debilitan la circulación nerviosa. «La escitacion cerebral, la actividad muy considerable de la inervación, la enervación muscular é intelectual son también causas de debilidades generales. Las personas que se dejan llevar de violentes ímpetus coléricos caen en una estenuacion, y á veces en una astenia demasiado alarmante, si no se llegara á cono- cer su causa. Las meditaciones abstractas con- centran en las fibras nerviosas y en los capila- res sanguíneos del cerebro todos los movimien- tos orgánicos, que deberían difundirse por los demás órganos: en este caso vive el cerebro á espensas de las demás visceras; y asi vemos en ocasiones á las personas estudiosas olvidar sus primeras necesidades entregándose á la me- ditación. Muchas veces es tal la escitacion ce- rebral , que las demás partes del cuerpo se ha- llan sumergidas en un eslado de inercia y orno de inmovilidad y de éxtasis. Las pasio- nes tristes se llaman deprimentes y sedantes, porque cuando dominan, la inervación que tan considerable se hace en el cerebro, disminuye en los demás órganos, cuyas funciones langui- decen y se apagan: el modo de acción de eslas causas es fácil de comprender. «Algunas veces proviene la astenia general de una secreción irrilativa, que evacúa una cantidad demasiado considerable de fluidos: se la observa en las personas esténuadas por las supuraciones escesivas , por la secreción dema- siado abundante de moco, de saliva , por he- morragias y por los escesos venéreos; en cuyo último caso hay, ademas de la pérdida del licor espermálico, una falla del fluido nervioso: de este modo es como sobreviene la anafrodisia prolongada que sucede al abuso de la venus. »Las causas de la astenia pueden reférase como acaba de verse: 1.° á la sustracción ó disminución de acción de los escitanles natura- les, y 2.° á la irritación: en este último caso, la asienia es un efecto sinlomálico de la enfer- medad de algún órgano importante, y por lo tanlo consecutiva á una alteración de los sóli- dos ó de los líquidos. »La cuestión de saber si existe una astenia primitiva ha ocupado mucho al mundo médi- co. Braschet en una memoria que ha publica- do sobre este punto, establece por numerosas observaciones y por esperimentos hechos en animales, que la astenia debe considerarse co- mo un fenómeno, un síntoma, y que no puede ser olra cosa. «No se la puede tener por un es- tado primitivo, dice esle aulor, puesto que re- sulta constantemente de una afección de cual- quiera de los dos sistemas nerviosos ó de ambos á la vez, de alguna otra lesión orgánica, ó de un vicio de los humores tanto en su canti- dad como en su calidad» (Mem. sur Vaslhénie, por Bracbet, 1829, p. 203). Las primeras ob- servaciones que han servido áBrachet para re- solver este problema, el mas difícil y al mismo tiempo el mas capital de toda la medicina, tie- nen por objeto las enfermedades del cerebro, tales como la apoplegia, la congeslion y el hi- drocéfalo. De ellas ha concluido, que lodas las causas patológicas ó mecánicas que obren sobre el encéfalo de modo que suspendan ó debiliten sus funciones, producen la astenia ó la aboli- ción de las funciones de relación (loe. cit., pá- gina 27). La astenia puede limitarse á las fun- ciones que eslan subordinadas al cerebro, sin que las orgánicas ó ganglionarias esperimenten ninguna alteración: en este caso la circulación continúa lo mismo que antes, y la digestión, la nutrición y las secreciones, se ejecutan con la misma energía (loe. cit., p. 28). »Segun el médico de Lyon , los diferentes aparatos que constituyen el cuerpo deben su vida á la influencia de los sistemas nerviosos cerebral y gangliónico, y la sangre mantiene la composición de las partes: estos son los Ires manantiales de la salud y de la enfermedad, y de ellos deben provenir todas las causas de la [ 6H DE LA , astenia. Ya hemos visto que Brachet coloca en las afecciones del cerebro la causa de la astenia, la cual puede lambien encontrarse en un órgano distante, cuya reacción se convierte en causa de la astenia, como sucede en los dolores, en las in- raallaciones y en ciertas degeneraciones orgáni- cas. Últimamente, puede consistir la causa en una alteración de la sangre, por disminución de su cantidad, por un defecto de la hematosis, ó por la introducción de principios mas ó menos deletéreos. »E1 sistema nervioso gangliónico puede también afectarse de astenia como el cerebro: la causa de esta debilidad es directa, simpática ó humoral, segun que resida en el mismo sis- tema gangliónico, en un órgano diferente, en la sangre ó en los humores. Los hechos que Brachet ha citado en apoyo de la astenia del sisfema nervioso gangliónico son poco conclu- yentes. Esle médico tiene una predilección de- masiado esclusiva por el trisplánico, y en ver- dad no puede negarse que esle nervio se halla, como todos los demás, espueslo á padecer la astenia; pero es necesario esperar á que obser- vaciones mas precisas nos hayan enseñado á conocer los síntomas que la pertenecen. «La astenia puede hacerse sentir en lodos los órganos á la vez, en cuyo caso es general, y los dos sistemas» nerviosos están igualmente afectados. «Como todos los órganos reciben nervios cerebrales y gangliónicos, y todas las funciones se ejecuten por su ministerio y bajo su influencia, la astenia comienza siempre por estos sistemas» (loe. cit., p. 202). Es difícil comprender loque Brachet quiere decir cuan- do pretende que la astenia empieza siempre por uno ú otro sistema nervioso. ¿Creerá tal vez que la astenia puede ser primitiva en los aparatos de inervación? Tal proposición seria contraria á las conclusiones sacadas al final de su memoria, donde el autor declara que no existe el estado asténico, y que no debe conside- rarse sino como un fenómeno ó síntoma , y na- da mas (loe. cit., pág. 203). ¿Cuál podria ser pues esa astenia, esa afección primera de uno de los sistemas nerviosos ó de ambos á la vez? Sí se admitiera que la debilidad puede atacar la fibra nerviosa, sin haber precedido una mo- dificación en la economía, podria reconocerse la existencia de una astenia primitiva; pero nosotros no creemos que sucedan las cosas de este modo. En algunas circunstancias, que no son muy raras, se manifiesta una profunda de- bilidad, sin que llegue á descubrirse en todos los casos el órgano que padece. En las fiebres graves se encuentra la astenia muy pronuncia- da, antes que aparezca síntoma alguno que nos indique el tejido ó aparate donde tiene su asiento la lesión. Si se somete un hombre por algún tiempo á la influencia de un foco activo de infección, respirando por ejemplo el aire de una cárcel ó de un hospital en que se hallen acumuladas muchas personas sanas ó enfer- mas, sentirá bien pronto los funestos efectos kSTEMA. de osla influencia perniciosa, y caerá en una debilidad alarmante, aun antes que se declaren los síntomas de la enfermedad que ha contraí- do ; y muchas veces la debilidad general será el único accidente que esperimente. Podrá de- cirse en esle caso que hay una astenia primi- tiva? Cierlo es que el sistema nervioso ha reci- bido la acción de! principio deletéreo, que cualquiera que sea su esencia, ha penetrado primero por las vías de la absorción cutánea, pulmonal ó digestiva , pasando luego á la san- gre, que una vez infectada, no imprime ya al cerebro y á sus dependencias la escitacion ne- cesaria para mantener la salud, modificando asi de un modo poco favorable la economía en- tera. Pero no es una astenia primitiva laque se desarrolla en las personas que han vivido eo medio de una atmósfera infectada; porque siendo la causa de la debilidad el envenena- miento miasmático de la sangre, es una alte- ración humoral evidente la que dá lugar á la aparición de la astenia. Ya hemos indicado las causas principales que modifican la naturaleza de este líquido: otras veces disminuye la san- gre de cantidad , ya por un defecto de la he- matosis ó de la elaboración digestiva, ó ya por razón de una hemorragia ó de depleciones san- guíneas muy repelidas, que suslraen á los te- jidos la sangre destinada para su nutrición: la anemia no es otra cosa que una debilidad cau- sada por esla disminución de la cantidad de los principios constitutivos de la sangre. »Los autores de los Nuevos elementos de pa- tología (l. II, p. 470), parecen hallarse dis- Euestes á admilir una astenia primitiva. «Es asíanle común el enflaquecimiento sin foco de irritación que lo produzca; constituye el es- lado habilual de gran número de individuos, y se leohserva con tal estremo en algunos sugetos, que sin poderse considerar como una verdade- ra enfermedad, da lugar á una salud poco ro- busta. Los individuos en quienes se observa son escesivamente sensibles al frió, y sufren por el contrario muy bien los mas fuertes ca- lores; en lo cual se diferencian de los de tem- peramento nervioso, con los que tienen por olra parte muchos puntes de contacto, etc. También se observan algunas personas, cuya sensibilidad es de las mas obtusas, sin que se hallen alterados su cerebro y su médula espi- nal. En estos individuos son lentes los movi- mientos , la inteligencia torpe, el carácter apático, poco manifiestos en general los fenó- menos inflamatorios, se ponen difícilmente en juego las simpatías, y suelen destruirse sorda- mente los órganos,sin provocar fenómenos mor- bosos proporcionados al grado de su desorga- nización. Últimamente, hay individuos en quienes naturalmente y sin lesión de ningún órgano , se observa un estado habitual de ane- mia : estos son pálidos, sus carnes están flojas, , , se infiltran fácilmente, sus venas subcutáneas ¡ s | apenas se perciben y son muy pequeñas, etc. . . Estos tres estados asténicos pueden ponerse en i i DE LA ASTENIA. 69 contraposición de la obesidad, déla exaltación nerviosa y déla plétora sanguínea» (Nouv. elem. de pathol., por Roche y Sansón, p. 470). No creemos nosotros que puedan encontrarse en estas tres disposiciones individuales ejemplos de la astenia general primitiva. Es raro que el enflaquecimiento y la palidez de todos los te- jidos no dependan de alguna desorganización crónica latente, que la autopsia revela con el tiempo. «La astenia llamada primitiva podria de- pender de una debilidad funcional de todo el sistema nervioso; la inervación menos activa esplícaria entonces la disminución de los mo- vimientos intersticiales del tejido, y la debili- dad general. Mas , aun suponiendo que exisla realmente tal astenia , preciso es confesar que casi siempre es producida por el ejercicio de- masiado prolongado de un órgano. Asi es que el colapso que sucede á los trabajos escesivos de espíritu , la anafrodisia que sigue á los es- cesos venéreos, y la inercia muscular que se manifiesta después de marchas largas, tienen su origen en una sobreescitacíon del sistema nervioso. «Nosinclinamos á creer, dice Roche, que la astenia de lodos los tejidos reconoce por causa una disminución parcial del influjo ner- vioso , y que los estimulantes no obran sino es- citando el aflujo de esle fluido. Últimamente, viene también en apoyo de eslas ideas la cir- cunstancia de que el aparato productor de esle fluido recobra especialmente su energía por medio del reposo; mientras que los tejidos en que suponemos disminuida la cantidad del mis- mo fluido, no recobran el tono que han per- dido sino por los escilanles, lo cual ofrece la mas perfecta analogía con los principales fenó- menos eléctricos. Parece en efecto, que asi su- cede en el mayor número de casos, y si en al- gunas circunstancias no parece tan probable se- mejante teoría, débese notar que es precisamen- te en las enfermedades cuya naturaleza asténica no está bien demostrada, tales como la anemia.» «SÍNTOMAS Y CARACTERES DE LA ASTENIA.— Para que los órganos y los tejidos elementales que entran en su composición, desempeñen sus funciones de una manera conveniente, es pre- ciso , que la acción orgánica que resulla de la impresión de los modificadores sobre la fibra viviente, no pase de ciertos límites; ó en otros términos, es necesario que el estímulo no se eleve hasta el punto de la irritación, ó sea me- nor que el que existe en el estado normal; en cuyo último caso resulta la ab-irrítacion ó de- bilidad. Los fenómenos generales que caracte- rizan la astenia, son : la palidez y disminución de temperatura de los tejidos debilitados, la disminución de la masa de la sangre, de la contractilidad orgánica, de la contracción mus- cular y de la sensibilidad. Parece que afluye menos sangre y menor cantidad de fluido ner- vioso á los aparatos afectados de astenia. To- dos los movimientos moleculares, intersticiales y microscópicos, á los que se ha dado el nom- bre de química viviente, se amortiguan, lo cual se halla justificado por la poca intensidad de los fenómenos de absorción, de exhalación y de secreción. Bien pronto se altera la nutrición, y se ven aparecer las astenias nutritivas ó airo- nas, que se limitan á uno ó muchos órganos, ó bien son generales como el enflaquecimiento. »Los caracteres que acabamos de estable- cer constituyen los síntomas de la astenia, y han servido de base para una división de las diversas especies de esla. Roche distingue : 1.° una. astenia sanguínea, en la que se halla dis- minuida la cantidad de sangre, y cuyo estado es el opuesto á la inflamación y á la hemorra- gia; 2.° una astenia nerviosa, que es el estado opuesto á las neurosis; 3.° una astenia nutriti- va ó atrofia, que es un fenómeno morboso con- trario á la irritación nutritiva ó hipertrofia; y 4.° en fin, la astenia secretoria, en la cual se ha agolado ó disminuido la fuente de los líquidos segregados. Boísseau divide las enfermedades de esla especie en astenias de nutrición y aste- nias defunción. Este modo de considerarlas nos conduce á tratar de las astenias locales. B. Astenia local. «En vez de ser la astenia general, como la que acabamos de dar á conocer puede única- mente invadir un aparate ó un orden de fun- ciones; el sistema nervioso ó el sanguíneo, por ejemplo, como ya dejamos dicho. Brachet, en la memoria que hemos citado mas arriba, quie- re que la astenia local empiece siempre por los sistemas nervioso cerebral ó gangliónico. Las mas veces se limita á uno de estos dos siste- mas , y entonces se circunscribe al orden de funciones que están presididas por el sistema afeclado. «Si este es el cerebral, la astenia no ataca mas que á las funciones cerebrales, y puede llamarse astenia cerebral: si es el gan- gliónico , se hallan únicamente debilitadas las funciones que están bajo su influencia, consti- tuyendo una astenia ganglionar. «Puede invadir la astenia todas las funcio- nes cerebrales, intelectuales, morales, sensiti- vas , locomotrices, y constituir una astenia ce- rebral general; y puede limitarse á un orden de funciones, tales como á las intelectuales en los idiotas, á las locomotrices en los derrames y en las perturbaciones de los sentidos, y consti- tuir asi una astenia cerebral parcial. Esta aste- nia parcial, ó bien ocupa todo un orden de fun- ciones, como todas las facultades intelectuales, los órganos locomotores, etc., y recibe enton- ces el nombre de astenia parcial general; ó bien se limita á una ó á un corte número de facul- tades intelectuales, ó auno ó muchos músculos, y en este caso toma el nombre de astenia par- cial local. «La astenia ganglionar puede ser general, y debilitar á la vez todas las funciones depen- dientes del sistema nervioso gangliónico; ó bien limitarse á un orden de funciones como á la ' nutrición ó á la exhalación, siendo de este mo- 70 DB LA do parcial, 6 finalmente, circunscribirse á un órgano ó á una región mas ó menos estensa, y constituir una astenia ganglionar parcial local. «Cada una de estas modificaciones de la as- tenia cerebral ó ganglionar puede combinarse de varios modos, v dar lugar á un número de grados igual al de fas diferentes combinaciones que pueden existir» (Mémoire sur l'astenie, pá- gina 201 á302). »Astenia ganglionar. — Es muchas veces demasiado difícil seguir á Brachet en todas las subdivisiones que establece; pero la principal de todas, la que debe detenernos un Ínstenle, es la distinción de la astenia en cerebral y gan- glionar , segun que reside mas especialmente en uno ú olro de estos sistemas. La XVI obser- vación , referida por Brachet, ofrece según esle autor, un ejemplo de astenia ganglionar. La enfermedad estaba caracterizada por la lenti- tud y debilidad de todas las funciones, las cua- les se ejecutaban libremente, y la debilidad general era independiente de toda especie de alteración de un órgano, pues las investiga- ciones mas minuciosas no pudieron dar á co- nocer ninguna. Hé aquí como sobreviene la as- tenia general que reconoce por causa la astenia ganglionar: necesitando el cerebro recibir una oleada suficiente de sangre, no lanío para su nutrición , como para mantenerse en el grado de escitacion que le es necesaria , se debilitan notablemente sus funciones, desde que el cora- zón deja de enviarle la cantidad de sangre que le dirigía en el eslado normal. Pues bien, esto es lo que sucede cuando el sistema gangliónico afectado de astenia, no puede ya estimular al corazón, ni escitar sus contracciones con bas- tante energía; porque privado entonces el en- céfalo de una parle de su escitacion, pierde cada vez mas vigor, y cae en un estado de apa- tía ó de astenia; su influencia sobre la loco- moción, la palabra, la respiración, ele, va dis- minuyendo proporcionalmente, y de aquí la debilidad de los órganos respectivos. No duda Brachet que «muy á menudo esas languideces y debilidades , que sobrevienen sin causa co- nocida y sin lesión aparente , proceden de la reacción del sistema gangliónico, primero so- bre los órganos cuyas funciones se hallan bajo su dependencia, y consecutivamente sobre las que están subordinadas al sistema cerebral» (loe. cit., p. 169). «Las causas mas comunes de la astenia gan- glionar son todas las circunstancias capaces de aniquilar la economía por un trabajo inmode- rado ó prolongado, y ademas todas las que he- mos dado á conocer al tratar de la astenia ge- neral , tales como el habitar en parages húme- dos, oscuros, el respirar un aire impuro, la falta de limpieza , la alimentación insuficiente ó de mala calidad, ele. «Roche cree, que los órganos de la vida ve- getativa no son susceptibles de una parálisis completa, y que su astenia no puede esceder de cierto grado, sin que cese inmediatamente la 9TF.XIA. vida. Para esto se funda en que si el pulmón, el corazón , el estómago ó los ríñones estuviesen atacados de parálisis, la muerte seria lan pron- la, que no daría lugar para reconocer tal esta- do. Lsta opinión de Roche no afecta de ningún modo la dqptrina de Brachet, pues en efecto, puede muy bien suceder que la astenia de los órganos contenidos en las cavidades espláni- cas no llegue al grado de parálisis, bastando la debilidad de las acciones orgánicas para pro- ducir la alteración de sus funciones. No se con- cibe por qué los aparatos de la vida orgánica, que se hallan en una armonía lan estrecha con el sistema cerebro-espinal, y en los cuales son lan frecuentes las congestiones inflamatorias, no habían de poder padecer astenia cuando se presentan disminuidos los fenómenos de la vida. Sin embargo , es preciso confesar que hasla ahora, mas bien se ha sospechado que demostra- do la existencia de eslas astenias: sus síntomas se escapan completamente á nuestra investiga- ción, ó mas bien se confunden con otros, que di- manan del padecimiento de los órganos inme- diatos. No tratamos ahora mas que de las aste- nias locales sin lesión alguna apreciable, y no de las debilidades que suceden á la inflama- ción , y que son tan comunes después del pe- ríodo agudo de las enfermedades de las visce- ras : la única astenia primitiva seria la que es- tuviese exenta de toda lesión , y dependiese de un eslado particular del sistema gangliónico. Ya nos hemos esplicado respecto de eslo al tra- tar de las debilidades en general, y únicamente añadiremos, que laastenia primitiva del sistema gangliónico nos parece lan difícil de admitir como la astenia primitiva general. nAstenia cerebral.—Tudas las causas pato- lógicas que suspenden ó debilitan las funciones del encéfalo, tales como las hemorragias , el re- blandecimiento y las simples congestiones san- guíneas, producen la astenia, sin ejercer sobre las funciones ganglionares ninguna influencia directa, á escepcion de aquellas que son en cierto modo mistes, necesitando el concurso de ambos sistemas nerviosos (Brachet, loe. cit., p. 45 y sig.). Las astenias cerebrales, de las que refiere Brachet algunos ejemplos, son ¡diopáti- cas, es decir, que el sistema nervioso es á la vez el asienlo de la lesión que causa la astenia y de la astenia misma (Brachet). La reacción del sistema cerebral sobre el gangliónico pro- duce un modo especial de debilidad en la cir- culación y en las secreciones, funciones de- pendientes del sistema nervioso gangliónico. La debilidad de los fenómenos vitales en este caso, como en todos los demás, es solo simpática,.y se refiere á la lesión del sistema nervioso cere- bro-espinal. Brachel cita un ejemplo de astenia de una de las secciones cerebrales sin lesión de las restantes (obs. XV, loe. cit., p. 152), en el que fue atacado de astenia durante muchos años el sistema muscular únicamente; pero el pade- cimiento de los nervios cerebrales acabó por re- 1 hacerse sobre los gangliónicos, y no lardó en DE LA ASTENIA. 71 aparecer la debilidad en las funciones someti- das á la influencia de estos nervios; de modo que aunque limitada al principio al sistema muscular, se eslendió después á todas las fun- ciones orgánicas. Esla solidaridad enlre el gran simpático y el eje encéfalo-raquidiano puede muy bien , en los primeros tiempos de las en- fermedades , ocultarse á nuestra ipvesligacion, y aun no existir; pero es bástente rVoquenose presente al cabo de un tiempo masó menos largo. »La debilidad del sistema nervioso cerebral se conoce por la lentitud ó la dificultad con que se ejecutan las funciones que dependen del en- céfalo, tales como la inteligencia, la voluntad, las sensaciones, la palabra, la locomoción, que eslan notablemente alteradas: á eslas pertur- baciones se agregan otras, que anuncian tapar- le activa que loma bien pronto el sistema gan- gliónico en el desarrollo de la enfermedad. At- iéranse entonces las exhalaciones, la nutrición, las secreciones y la circulación, que se encuen- tran bajo la influencia inmediata del gran sim- pático , y la astenia se hace general, en lugar de limitarse al cerebro, á la médula ó á los nervios que nacen de eslos órganos. No nos de- tendremos mas en lo relativo á la astenia cere- bral y gangliónica, porque seria hacer la histo- ria de lodas las afecciones viscerales, de que son generalmente sintomáticas. y> Astenias locales.—Todos los tejidos pue- den ser asiento de una astenia que se limite al órgano ó aparato, en cuya composición entren como elementos: asi es que se encuentran aste- nias sanguíneas, nerviosas, nutritivas y secre- torias en lodas las visceras, donde han recibi- do nombres particulares. Las astenias sanguí- neas han sido descritas por algunos aulofes ba- jo el nombre de anemia ,,de clorosis y de ame- norrea; las nerviosas, divididas en astenias del sentimienlo , del movimiento y de la inteligen- cia, son la hemaralopia, la amaurosis, la sor- dera y la anafrodisia, que se refieren á las fun- ciones de la sensibilidad. La afonia, la astenia del estómago, de la vejiga, del recto y del úte- ro se han colocado enlre las astenias del movi- miento: el colapso cerebral, la demencia y el idiotismo entre las de la inteligencia. Las aste- nias del movimienlo, de la sensibilidad y de la inteligencia, son la congelación , el síncope y la asfixia. Las astenias nutritivas comprenden la atrofia, q ue puede atacar á todos los órganos, como los músculos, el tejido celular, el cere- bro , el corazón , los testículos, etc.: la agala- xia y la aspermacia son también astenias secre- torias (Nouv. elem. de pathol., por Roche y Sansón, t. II, p. 466 y sig.). No nos detendre- mos á examinar cada una de estas astenias en particular, porque su histeria estará mejor colocada enlre las enfermedades propias de ca- da órgano ú aparato. Solamente y como por in- cidencia vamos á trazar los caracteres genera- les de las astenias parciales, y ádar á conocer sas causas y modo de desarrollo. »Causas de las astenias parciales.—Eslos estados morbosos dependen constanlemente de una lesión, que ocupa la viscera debilitada ó un órgano mas lejano, pero que eslá íntimamente relacionado con ella: para formarse una idea clara de tales estados, dice Broussais, es pre- ciso examinarlos primero en los órganos esle- riores, donde pueden ser primitivos ó secun- darios, y verlos después en los interiores (Cours. de pathol., t. V, p. 410): nosotros se- guiremos este orden. »La anatomía patológica nos demuestra la desaparición casi completa de la fibrina de los músculos á consecuencia de dolores reumáticos ó de una quietud prolongada, sustituyéndo- la un tejido adiposo ó gelatinoso. Cuando los miembros han sido asiento de una supuración prolongada ó de una irritación reumática, no es raro verlos atrofiarse: esla astenia nutritiva sobreviene lambien en los casos en que los va- sos y los nervios que se distribuyen en una parte, se hallan obliterados ó comprimidos por algún tumor. No es la astenia la primera que se manifiesta en eslas diversas circunslancias; la irritación toma la iniciativa y deja á su vez la debilidad y el defecto de nutrición, escep- luando los casos de obliteración de los vasos, de contusión ó de conmoción de un nervio principal. «Las astenias parciales de los fenómenos vitales pueden ser secundarias al eslerior, por efeclo de flegmasías, de sub-inflaraaciones y sus productos en los centros nerviosos, de don- de resultan la inmovilidad de los miembros y de los músculos propios de los sentidos; ó pol- la influencia de otra viscera inflamada ó sub- inflamadaque los mantiene inmóviles, para que los respiradores superiores é inferiores en- cuentren un punto fijo en su inmovidad.» (Broussais). »Las inflamaciones agudas ó sobre-agudas son causas muy frecuentes de la astenia de las visceras: cuando se establece una inflamación crónica en las circunvoluciones cerebrales y altera la sustancia que sirve para el pensa- miento, para los instintos y sentimientos, co- mo deja ya de obrar esta sustancia, se atrofia (Broussais); fenómeno que á veces se verifica con bástenle lentitud , para que los huesos que constituyen la bóveda del cráneo se depriman y se apliquen sobre la masa nerviosa. Pero suce- de también en otros casos, que formándose la atrofia con mucha rapidez , no tiene tiempo de verificarse la depresión del tejido huesoso, y el vacio que entonces resulta en la cavidad del cráneo se llena de serosidad. Del mismo modo se establece la astenia en los demás órganos: inflamada una viscera, su vitalidad y su nu- trición son al principio mas activas; después pásala flegmasíaá sub-inflamacion, y enton- ces se depositan en fos tejidos esas sustancias heterogéneas, que se concretan, dificúltenla circulación y la inervación locales, impiden el movimiento intersticial, y no tardan en produ- cir la atrofia. No de otro modo son remplaza- ti DE LA ASTENIA. dos el parenquima pulmonal ó las granulacio- nes del hígado por una suslancia adiposa, al- buminosa, ó por quistes. «Hay olra serie de causas, mucho menos numerosas, de astenia, que son consecutivasá la enfermedad del órgano que es actualmente asiento de esla debilidad. Cuando se forma un derrame en un hemisferio del cerebro, al cabo de un tiempo mas ó menos largo se verifica la reabsorción; pero no pudiendorestablecerse la nutrición normal, las funciones cerebrales se de- bilitan: de esle modo sobrevienen muchas ve- ces el idiotismo y la imbecilidad en los epilép- ticos. Hasla es suficiente, que la condensa- ción de la sustancia nerviosa se estienda á toda la periferia del cerebro, para que resulte una demencia ó una parálisis general. «Algunas veces es la afección de un órgano inmediato la que determina la astenia. Cuando se desorganiza un pulmón y se reduce mucho de volumen, se estrecha el tórax del lado cor- respondiente , los músculos se atrofian y los huesos se hacen friables: lo mismo puede su- ceder en la pleuresía y en las demás afecciones, en que el dolor obliga á las partes á permane- cer en quietud. «Una inflamación viva puede causar la as- tenia de un órgano adyacente: el recto y la ve- jiga, por ejemplo, se afectan muchas veces de inercia en las inflamaciones de la matriz, so- breviniendo entonces el estreñimiento y la re- tención de orina: el primero resulla en gran número de casos de la flegmasía del estómago ó de tes intestinos delgados. «Últimamente, la debilidad de una viscera puede depender de todas las causas que apar- ten los fluidos sanguíneos ó linfáticos de sus vias naturales, y los impidan repararse de una manera conveniente: cuando se manifiestan vómitos, una hemorragia ó bien una diarrea, se debilitan los órganos, sobre todo si es consi- derable la pérdida de fluidos. Hay algunos apa- rates que padecen siempre mas que otros; los ríñones y los demás órganos de depuración no pueden eliminar los líquidos escrementicíos. En el cólera uno de los fenómenos mas notables es la falta de orina. «Reasumiendo el modo de acción de Iascau- sas de la astenia, se ve que deben siempre bus- carse: 1.°en el órgano mismo que es asienlo de la astenia; y 2.° en oíros mas ó menos próximos, cuya integridad sea necesaria para el libre ejer- cicio de las demás funciones. Es preciso, pues, enelesludiode las astenias y en su tratamiento, tener sobre todo en cuenta su modo de desarro- llo y elevarse á su verdadero origen. Si esto parece difícil en algunos casos, es porque se descuidan las leyes de la sana patologia, que nos enseñan á ver en un órgano debilitado algo mas que esta misma debilidad, y á formarnos en la imaginación la serie de fenómenos orgá- nicos que ha debido ofrecer el tejido enfermo, antes de llegar al estado de astenia en que se encuentra al examinarlo. «¿Puede la astenia de un órgano ocasionar la de otros tejidos? Roche está por la nega- tiva. »La astenia del cerebro del idiota en nada perturba el ejercicio de las demás funciones: se concibe muy bien que una parle irritada ejer- za en otras dislantes numerosas influencias; pues si en el4estado natural obraba ya en cier- tos órganos, necesariamente'debe influir mas en ellos, estando aumentada su acción orgáni- ca. Pero al contrario, cuando esta se debilita, debe también disminuirse en la misma propor- ción la influencia simpática que ejerce, hasta el punto de aislarse, por decirlo asi, del resto de la economía, si llega á paralizarse comple- tamente» (t. II, p. 473). Begin fue el primero que emitió esla opinión (Principes gen. de phy siol. pathol., p. 146); pero otros médicos, y en particular Boisseau , han sostenido una doc- trina contraria. Las razones alegadas por Ro- che y Begin no nos parecen exentes de obje- ciones. En efeclo, si es verdad que un órgano cuya acción fisiológica no es ya lan intensa co- mo en el eslado normal, no puede influir de una manera directa sobre los demás tejidos, no se sigue de aquí que estos mismos tejidos per- manezcan insensibles á la disminución ó á la cesación completa de su función. En la econo- mía todo se enlaza y se encadena: si la vitali- dad se apaga en una parle, las demás no lar- dan en resentirse, desde el momento en quede- jan de recibir la modificación simpática de que antes disfrutaban. Esle defecto de influencia que acompaña á la astenia, produce cambios notables en la intensidad con que se ejecutan las funciones: ora sobreviene una astenia con- secutiva en un órgano, que se halla estrecha- mente unido por relaciones mediatas ó inme- diatas con el que se halla debilitado; ora por el contrario, se manifiesta consecutivamente á esta astenia un verdadero estado eslénico en los tejidos que tienen íntimas relaciones con los ór- ganos alectos, y que son sus suplentes natura- les. Vemos, pues, que si no es posible decir que un órgano debilitado ejerza simpatías, se puede, sirviéndose de un lenguage mas correc- to, admitir que la suslraccion de eslas simpa- tías, enviadas por los órganos cuando están en su estado fisiológico, es un origen muy fre- cueule de la debilidad de los fenómenos vitales. Por lo demás no se crea que existe esta astenia simpática siempre que un órgano se debilita. En la astenia sucede lo mismo que en la irri- tación : no porque esta se desarrolle en un ór- gano, se irradia necesariamente á las demás partes del cuerpo: muchas veces queda limita- da y circunscrita al tejido que invadió pri- mero. «Tratamiento.—No es nuestra intención enumerar todos los medicamentos que se han propuesto para curar las enfermedades asténi- cas, ni hablar déla medicación estimulante; sino tan solo limitarnos á las principales indi- caciones terapéuticas que deben satisfacerse. DE LA ASTENIA. 73 «Antes de establecer ningún tratamiento en la astenia, conviene indagar su causa. Si to- dos los tejidos carecen de ía vitalidad necesa- ria para el desempeño de sus funciones , y si, la debilidad es general, es algunas veces dificil saber el punte de partida de la enfermedad: lal sucede en la clorosis y en cierlas formas de anemia , cuyo verdadero origen no se ha po- dido conocer todavía. La alteración general de los líquidos, sea primitiva ó consecutiva, de- be entonces inducir al médico á emplear una medicación estimulante, que ejerza su acción sobre todo el sólido viviente. Pero ya hemos visto que en el mayor número de casos depen- día la astenia general de la lesión de una vis- cera, ora tuviera esta lesión su asiento en los órganos que sirven para la digestión, ora en los que están encargados de distribuir á toda la economía los fluidos destinados para la nu- trición; y que á veces estaba la debilidad bajo la dependencia esclusiva de la inervación ce- rebral 6 raquidiana, constituyendo la verda- dera astenia idiopálica, que es laque hemos tenido presente para colocar este artículo enlre los destinados á las afecciones en que está dis- minuida la inervación orgánica. «Estas dos astenias, tan diferentes en su ori- gen , inducen algunas modificaciones en la te- rapéutica. La primera, cuyo asienlo no es siem- pre fácil determinar, al menos de una manera precisa, debe tratarse por todos los estimu- lantes directos é indirectos que la materia mé- dica pone á nuestra disposición. La segunda exige que se cure la lesión orgánica local, cau- sa primera de la astenia general. Solo después de haber satisfecho esta indicación curativa, es cuando podrán estimularse los tejidos, con la administración de las sustancias cuyo efeclo es- pecial es restablecer el tono en la fibra vivien- te debilitada. Nada mejor podemos hacer para dar una idea precisa de la conducta que debe seguir el médico, que citar el siguiente pasage de Broussais, que reasume completamente la terapéutica de las astenias: «Mientras haya in- flamación, sub-inflamacion ó neurosis, el tra- tamiento de la inflamación, de la sub-inflama- cion y de la neurosis, debe siempre asociar- se al de la astenia; pudiendo esta exigir el uso de los.tónicos, á pesar de que existan aque- llas. Por ejemplo, se estimula esleriormenle para combatir una debilidad causada por una concentración ó congestión visceral, desinfar- lando al propio liempo las visceras, y prescri- biendo los emolientes al interior: asi se hace en la neumonía, en la gastritis, en la encefali- tis, en la mielitis, en la pericarditis, en la co- litis, etc. Se estimula en una neurosis, tal co- mo el éxtasis, la catalepsia, el histerismo, ele, cuando vemos que los movimientos víteles se suspenden 6 se hacen mas lentos que de ordi- nario. Se estimula con precaución á un con- valeciente, y la esperanza de buen éxito está en razón inversa de los desórdenes interiores. Se estimula en las debilidades esternas á causa TOMO VIL de una irritación local, un obstáculo, una con- moción , etc. Se estimula en las atrofias, y se procura al mismo tiempo restablecer directa- mente la nutrición con el uso de los tópicos y de los baños nutritivos, de sangre, de leche y de gelatina. Se estimulan los intestinos entor- pecidos por una gastro-duodenitis , ó el hígado entorpecido lambien por la misma causa; pero aquí es difícil la escitacion, sobre todo en el se- gundo caso; porque se puede muy bien obrar directamente sobre los intestinos por la via in- ferior á beneficio de lavativas , calmando al propio tiempo y produciendo una modificación contraria sobre el órgano simpatizante; pero ne> se puede obrar directamente sobre el hígado (Cours. de therap., t. V , p. 427).» (Monn, y Fl., Compendium, 1.1, p. 420-439). ARTÍCULO II. De la parálisis. «La palabra parálisis se deriva de xxpixKvuv, resolvere; cuyo nombre trae su origen de^vnv, solvere, debilitare, relajar, resolver, y de *<*(«, que colocado antes del verbo significa imper- fecta ó incompletamente; es decir, resolución incompleta, menos intensa que la que se obser- va algunas veces: la palabra parálisis viene tam- bién dñTtoifoc-kvafu, solutio, resolutio nervorum, relajación, flacidez mas ó menos completa de los músculos. «Sinonimia.—H*fx\vFenómenos que sobrevienen en las partes paralizadas.— Temperatura.— En las partes que se hallan privadas desde mucho tiempo antes de movimiento, se observan trastornos funcionales ú orgánicos que merecen toda la atención del médico. Se han ocupado mucho los prácticos de apreciar la temperatura de los miembros paralizados; y ya en tiempo de Boer- haave gozaban de mucho crédito los esperi- mentos termométricos, restaurados en nuestros dias, y que les servían para conocer la tempe- ratura de las partes paralizadas. Sin decir Boerhaave positivamente si esla se hallaba nor- mal ó disminuida, admile al parecer que pue- den observarse eslos dos cambios, pues consi- dera de un pronóstico funeste la disminución de temperatura: «Sí vero calor in parle affec- ta per thermoscopium vix alius posset deprehen- di quam in sana esl bonum signura» (Prcelec- tiones, loe. cil., p. 569). J. Frank dice, que el calor animal de la parle enferma es unas ve- ces menor y otras mayor que en el estado sa- no, en cuyo último casóse halla aumentada la circulación arterial, y hay turgencia de las venas (loe. cit., t. III, p. 387). El doclor Ear- le ha hecho numerosas investigaciones termo- métricas en los miembros paralizados, y ha visto en general que lenian algunos grados me- nos de temperatura que en el estado sano (Méd. chirurg. transad., vol. Vil). Abercrombie ad- vierte, que aunque se halla uno en el caso de creer por analogía que debe haber disminución del calor, eslá lejos de suceder siempre asi; y solo cree, que al parecer han perdido las partes esa notable propiedad que posee la economía de conservar una temperatura propia, pues se Íionen mas fácilmente en equilibrio con la de a atmósfera (Traite des maladies de Vencepha- le). Esla opinión fue emitida por Boerhaave, quien observó que los miembros se calientan aproximándolos al fuego, y se enfrian cuando se los aparta, lo mismo que sucede con una piedra (loe. cit., p. 569). El doctor Todd cree que no puede establecerse cosa alguna fija so- bre este punte (arl. parálisis , the cyolop. of pract. méd., l. III, p. 244). Hemos hecho mu- chos esperimentos termométricos en los para- líticos , y hemos encontrado demasiadas varia- ciones, para que podamos decidirnos sobre esla materia. El miembro enfermo está muchas ve- ces en los paralíticos frió como el mármol; pero conviene tener en cuenta, que debe ser mny fá- cil la pérdida del calórico en una estremidad que no puede sustraerse al enfriamiento, y que suele '\t ; ¡r ■ á veces descubierta; que es'tam- bien ., ;» .líicil colocar el termómetro en un lugar .4-:: piado para observar, v en fin , que algo puede influir el enflaquecimiento del miembro. Únicamente podemos decir, que he- mos encontrado con mas frecuencia disminuida la temperatura que en su estado normal, y es- la es la opinión que se halla adoptada gene- ralmente. »La circulación de los miembros suele ha- llarse alterada. Boerhaave dice, que está debi- litada y entorpecida como la del fluido nervio- so (Comm. in aphor., loe. cit., p. 369); que es mas lánguida , y que en algunos casos se pone débil el pulso. También se na dicho que puede faltar la pulsación arterial en el brazo parali- tico (Stover apud J. Frank, loe. cit., p. 387); pero son necesarias nuevas observaciones para poner esle hecho fuera de duda; pues para que lal sucediera, seria preciso que hubiese diver- gencia entre el pulso del lado sano y el del enfermo, cosa que niegan formalmente muchos autores. »Alslon,en sus esperimentos sobre los efec- tos del opio, ha visto por medio del microsco- pio, que los glóbulos rojos de la sangre esta- ban disueltos y mezclados con un líquido rojo, homogéneo, en los vasos de las estremidades paralizadas; y Boerhaave, que refiere este he- cho , se inclina á creer que la sangre tiene ten- dencia á detenerse en dichos vasos (Comm. in aphor., loe. cit., p. 369). Pero tales esperi- mentos no son de importancia alguna , y solo los mencionamos para demostrar, cuanlo de- seo tenían los médicos del último siglo de des- cubrir la verdad, valiéndose para ello de mu- chos medios de esploracion, que después se des- cuidaron y últimamente se han vuelto á ensa- yar con nuevo ardor. «Uno de los efectos mas constantes de la pa- rálisis antigua es una atrofia mayor ó menor de los músculos, que se ponen flácidos y se adel- gazan hasta el punto de formar únicamente una membrana ó un cordón , que apenas pre- senta la estructura muscular ; la materia colo- rante es reabsorvida, y los músculos reempla- zados por gordura, que se segrega en cantidad muy considerable en el tejido celular. Los ner- vios se conservan á veces intactos; otras ad- quieren un color amarillento, y se infiltra su neurilema poniéndose mas grueso y duro. Bell y Cook dicen que eslos órganos se atrofian cons- tantemente. Todd no participa enteramente de esla opinión; hace notar que en ciertos casos no se ha observado ningún cambio apreciable en los nervios de miembros paralizados desde mucho tiempo antes, y cree que la atrofia es mas rápida y pronunciada cuando la lesión que produce la parálisis liene su asiento en la mé- dula (The cyclop., loe. cit., p. 244). Esla alte- ración es, si no constante, al menos muy común en las parálisis antiguas. «El tejido celular se infiltra muchas veces de serosidad, y ya hemos descrito estos ede- mas parciales debidos á una disminución del influjo nervioso y de la circulación venosa (v. anasarca). En muchos enfermos, como por ejemplo en los locos atacados de parálisis, se forman escaras, á veces muy estensas, en los ta- DE LA PARÁLISIS 77 Iones, los codos, sobre el trocánter, y en las demás partes que soportan el peso de los miem- bros ó del cuerpo; las que vienen á terminar la desgraciada existencia de los pacientes. «Para juzgar hasta qué punto se halla mo- dificada la nutrición en las partes paralizadas, pueden buscarse algunos dalos en la patología esterna. Cuando se fraclura un miembro para- lizado, ¿se verifica la consolidación con tanta facilidad como en uno sano , ó es por el con- trario mas lenta , ó completamente nula? Esla cuestión se halla agitada, pero no resuella, en un escrito recienlede Reynaud, de Toulon (Bul- letin de therap., 1844); y en las notas de Mal- gaigne áesla memoria (Journ. de chir., p. 311; 1844). En un caso citado por Travers, se veri- ficó la consolidación en el tiempo ordinario. Busk habla de un hecho semejante; pero por otra parle, Tusón ha vislo que la fractura no bacía ningún progreso hacia la consolidación en el miembro paralizado, y B. Philip ha po- dido asegurarse de que el trabajo de repara- ción no había empezado aun á las cinco sema- nas. Reynaud cree igualmente que son incon- testables los efectos de la parálisis en la reu- nión de los huesos fracturados. «Malgaigne opina, que eslá lejos de hallarse resuelta la cuestión, y dice seria de desear que fijase en ella algún cirujano la atención , examinando mas detenidamente los anales de la ciencia, y recogiendo mayor número de hechos; pues de este modo se obtendrían ciertamente conclu- siones menos dudosas que las que poseemos en la actualidad» (loe. cit., p. 312, estrado del Traite des fractures et des lujations , que toda- vía no se ha publicado. «Nada añadiremos á la descripción de los fenómenos locales de la parálisis, pues no po- dríamos hacer mas que emitir generalidades, que no tendrían ningún sentido ó que carece- rían de exaclitud. Decir, por ejemplo, que la parálisis invade instantáneamente ó va prece- dida de fenómenos precursores, y que es com- pleta desde luego ó gradual, acompañada ó no de conlraclura, de dolores, de pérdida de la sensibilidad, de delirio, de Irastornos en la res- piración , de estreñimiento, diarrea, etc., ele; seria hacer la historia particular de las enfer- medades del cerebro, de la médula y de los nervios. «Diagnóstico.—Dos puntes esenciales son los que deben ocuparnos: 1.°reconocer la pa- rálisis y distinguirla de los estados morbosos ó fisiológicos que pueden confundirse con ella, y 2.° establecer la lesión por los dalos semeío- ógicos que nos pueda suministrar. Esta última parle del diagnóstico pertenece al estudio de l(s tres grupos que dejamos indicados. «En el sueño mas profundo eslan los mús- cdos relajados, pero no paralizados, pues la fa- cutad de moverlos, es decir, la molilidad , no se lalla afectada, sino sustraída momentánea- raeile á la voluntad ó al imperio de los esci- tanhs; bastando que uno ú olro de estos agen- tes se ponga en acción para que se verifique al momento la contracción muscular: adprimum voluntatis nixum motus muscularis prcesto est, dice justamente el comentador de Boerhaave (Van-Swieten, loe. cit., p. 449). Es tal algu- nas veces la insensibilidad durante el sueño, que podria creerse que existia una parálisis. Porte demás, es dificil establecer en todos los casos una separación marcada enlre la verda- dera parálisis y ciertos estados morbosos que se parecen á ella. ¿Qué nombre daremos, por ejemplo, á la inmovilidad de una cataléptica, de un somnámbulo, cuyos músculos permane- cen relajados aunque se estimule fuertemen- te su piel; á la de un sugelo profundamente embriagado, á la de una persona en fin nar- cotizada por el opio, que recobrarán algunas horas después el libre ejercicio de sus miem- bros? «Puede tomarse por una parálisis un esta- do morboso completamente opuesto, como por ejemplo, la conlraclura de un miembro. Efec- tivamente, hay en eslos dos fenómenos inmo- vilidad del miembro é imposibilidad de mover- lo bajo la influencia de la voluntad ó de los escilanles habituales de la motílidad, y ademas desviación de las partes sanas hacia las que es- lan enfermas y convulsas; de modoquese pue- de considerar como paralizada una parte que esté por el contrario perfectamente sana. Sin embargo, se podrá evitar el error aplicando la mano sobre los músculos de un lado del cuerpo ó de un miembro; pues si están convulsos, se los encuentra duros, voluminosos y contrai- dos; y teniendo en cuenta los movimientos que desempeñan, se ve inmediatamente que el miembro toma la posición que deben darle los músculos cuando eslan contraídos; mientras que si se hallasen relajados, ternaria una di- rección completamente opuesta , debida á los músculos antagonistas. En los casos en que las potencias musculares obran en diversos senti- dos, es cuando podemos especialmente equi- vocarnos sobre la naturaleza del mal. Asi es que puede considerarse como una parálisis del eslerno-masloideo derecho el torlicolis produ- cido por la contractura del izquierdo; y en el mismo caso se hallan los músculos orbiculares de los párpados con respecte á los elevadores de los mismos, los de la lengua, de la cara, etc. En la contractura de esta (v. Neuralgia de la cara) se observan convulsiones en el lado afecto, llevando este hacia sí el opuesto, que se halla sano, :y podria suponerse paralizado. En la parálisis del elevador del párpado su- perior se podria lambien admitir una contrac- tura del orbicular, etc.; y lo mismo en otras artes que tienen músculos antagonistas. Pero asta hallarse prevenido del error, y conocer los usos particulares de cada músculo, para es- tablecer el diagnóstico. Diremos sin embargo, que los movimientos morbosos de las partes paralizadas no eslan muchas veces en armonía con sus funciones fisiológicas. Ya hamos dicho 78 DE LA PARÁLISIS. al hablar de la apoplejía, del reblandecimien- to cerebral y de la encefalitis (v. estas palabras), que en el mayor número de casos eslá la len- gua desviada hacia el misino lado que los mus culos paralizados, y que no siempre se sabe por qué la orina ó las materias fecales se hallan mas bien retenidas que espelidas al esle- rior, etc. «Puede estar un lado del cuerpo paralizado y el otro convulso, lo que haria mas dificil el diagnóstico. Se reconocería la enfermedad por la hinchazón , la dureza mayor de los múscu- los, y por los movimientos fibrilares que se per- cibirían en el lado convulso. La falta de lodo movimiento en el que se halla afectado de pa- rálisis es un signo importante, que se descu- bre cuando cesa la convulsión , que rara vez es permanente. «Un miembro cuyas articulaciones se ha- llan inmóviles á causa de una flegmasía aguda ó de una alteración crónica, no puede consi- derarse como paralizado, si se fija algo la atención en el estado de los órganos. También seria fácil distinguir de la parálisis el reuma- tismo articular y la gola. El reumatismo mus- cular produce dolores lan vivos, que se hace imposible todo movimiento de los músculos afectos, lo que podria hacernos creer que exis- tia una parálisis; pero en esta no es posible la contracción de los músculos, mientras que es permanente y muy dolorosa en el reumatismo. Un flemón ó el desarrollo de un absceso en medio de masas musculares ó en el tejido celu- lar que las rodea, pueden dificultar la con- tracción ; pero los fenómenos locales de seme- jantes tumores son característicos. En la gan- grena de un miembro, la inmovilidad, el en- friamiento, la insensibilidad de las parles, la debilidad de la circulación y el hormigueo, po- drían inducirnos á suponer la existencia de una parálisis, la cual presente poco mas ó me- nos los mismos síntomas; pero el color lívido ó negruzco de los tejidos, la caries, las causas propias de la gangrena y la conservación de la motilidad, que únicamente se ejerce con dolor, son otras tenias circunstancias que caracteri- zan suficientemente á esta última enfermedad. «También pueden tomarse ciertas parálisis parciales por afecciones del esqueleto. Una pa- rálisis del músculo serrato mayor fué conside- rada por Richerand como una lujación antigua (Marchesseaux, Observations de paralysie du muscle grand líentele en los Arch. gen. de méd., t. VII, p. 318). En la deformidad que entonces resulta sobresalen por encima de los hombros unas especies de alas de mariposa, segun la es- presion de Marchesseaux, como las que vemos en las estatuas de cierlos personages mitológi- cos (p. 317). Otros médicos han creído en el caso citado que habia una caries vertebral ó una desviación del raquis. Ya Gendrin en la traducción de Abercrombíe refirió hechos aná- logos,igualmenteque Velpeau (Anat. chirvrg., t. n, p. 303). «La aparición rápida del mal, . el examen atente del hombro, que no puede di- rigirse hacia atrás, la imposibilidad de que el muñón de esle ejecute los movimientos de ele- vación y abducción, la falta de tumor ó de prominencia anormal délas costillas ó del ho- moplato, la integridad perfecla del pecho y del raquis, y la desaparición completa del tu- mor cuando se hallan los músculos en inac- ción,» son los principales signos de la parálisis del serrato mayor. «Puede simularse la parálisis con tal per- fección, que muchas veces le es dificil al médi- co probar el fraude. Cuesta trabajo concebir á primera vista, que un enfermo á quien se pe- llizque fuertemente la piel, ó se someta á oíros tormentes, pueda disimular bastante sus sen- saciones, para hacernos creer que existe una parálisis: sin embargo sucede asi, y no es solo la de los músculos voluntarios la que se simu- la, sino también la del recto y la vejiga. Hay motivo para creer que esla enfermedad es fin- gida , cuando se sorprende á los enfermos en medio del sueño y se estrae una cantidad bas- tante considerable de orina por medio de una sonda: uno de nosotros, que ha ejercido algún tiempo su facultad en el ejército, ha observa- do muchos casos análogos, en los que siempre le ha sido útil este medio diagnóstico. En cuan- to á la parálisis de un miembro, se deberá te- ner por simulada, cuando se supone datar de mucho tiempo sin haber producido el enflaque- cimiento, la atrofia, la flacidez , y aun á veces el edema y el enfriamiento de las partes afectes. También se ha dicho, que suspendiendo en la eslremidad de un miembro un peso capaz de ocasionar en él una fuerte eslension, se senlia y veía, cuando cesaba esta, un movimiento muscular en los miembros cuya parálisis era simulada, mientras que no sucedía asi en los verdaderos paralíticos; pero semejante prueba no siempre es concluyeme. » Parálisis de la sensibilidad.—La sensibili- dad eslá muchas veces abolida en los miembros paralizados ó lan solo disminuida, conserván- dose en ciertos casos normal, aunque se há- llela motilidad completamente eslinguida»La anestesia ó parálisis de la sensibilidad puede ser general ó parcial, completa ó incompleta: describiremos los síntomas de estas diversas especies. «En la anestesia completa, no solo eslá abolida la sensibilidad de la piel, sino también la de las parles mas profundas, pudiéndose in- troducir una aguja sin que ocasione ningan dolor. F. Hoffmann habla de un joven, que es* taba paralizado de la sensibilidad desde el oír- bligo hasta las estremidades inferiores, en til grado, que solo por el olor conocía cuandose le quemaba la piel. Hay enfermos que no sien- ten el dolor producido por un flemón , ó por la fractura de uno ó muchos huesos de los miem- bros paralizados. Sabido es que la aplicación de sinapismos ó de cuerpos calientes suele de- terminar en los.paralíticos úlceras profumas y DE LA PARÁLISIS. 79 escaras, sin que los enfermos se quejen del me- nor dolor. En una palabra, no baste para pro- vocarlo pinchar, pellizcar fuertemente , ni que- mar la piel y las partes profundas, que son los medios que se emplean comunmente para ave- riguar si existe una parálisis de la sensibili- dad. Para convencernos de que se hallan pa- ralizadas las partes subcutáneas, es preciso introducir una aguja ó un alfiler á cierta pro- fundidad, con cuyo ausilio se distinguen los diferentes asientos de la parálisis. La electro- puntura y la eslension forzada de un miem- bro sirven también para reconocer la exis- tencia de anestesias lodavia poco pronun- ciadas. «La parálisis de la sensibilidad es á veces eneral, en cuyo caso va acompañada déla el movimiento. Pero es raro que esta insen- sibilidad general dure mucho, pues los enfer- mos no lardan en sucumbir. Defermon refiere la curiosa histeria de una parálisis general del movimiento y la sensibilidad, que tuvo una larga duración, y que recayó en un individuo nervioso, que acometido de repente de una amaurosis, y tratado por los medios que exi- ge esla enfermedad, se vio muy luego privado del uso de sus miembros, conservándose te- ladas las facultades intelectuales, y descu- briéndose tan solo que en la mejilla derecha había una pequeña porción de piel en la que existía la sensibilidad fisiológica, en términos que trazando sobre ella letras con un estilete, comprendía el enfermo lo que se le queria in- dicar (fíullet. des se. méd., enero, 1828). «Puede conservarse el movimiento de los miembros, hallándose solo abolida la sensibili- dad. Ya hemos dicho al describir las enferme- dades de la médula, que una lesión de los ma- nojos posteriores podia ocasionar únicamente la anestesia, sin alterar el movimiento de las es- tremidades (v. mielitis, enfermedades de la mé- dula). Van-Swieten refiere la observación de un soldado, cuyo miembro superior izquierdo estaba enteramente privado de sensibilidad, sin que por eso dejara de manejar su arma con cierta destreza. Igual insensibilidad exislia tam- bién en los dedos de la mano de un médico, de quien habla el mismo autor (loe. cit., p. 350). Vénse igualmente enfermos en quienes solo se halla afectado el movimiento, conservándose normal la sensibilidad. Van-Swieten habla de un individuo que estaba privado de movimien- to en uno de sus brazos, conservando íntegra la sensibilidad del mismo , mientras que en el opuesto sucedía lo contrario. La complete se- paración que lan á menudo se establece entre los desórdenes de la sensibilidad y los del mo- vimiento, es de mucha importancia para el diagnóstico local de las enfermedades del sis- tema nervioso. A la fisiología es á quien úni- camente pertenece estudiar con detenimiento los hechos que militan en favor del destino particular de ciertas porciones de dicho siste- ma ; nosotros solo diremos , que bajo el punto de viste de la historia general de la parálisis, la distinción de los nervios, segun que están mas especialmente destinados á la sensibilidad, al movimiento, á la espresion facial y á la res- piración , es fecunda en aplicaciones útiles á la semeiologia (v. Parálisis sintomáticas). «Las anestesias parciales ocupan á veces un solo miembro, toda la parte inferior del tronco y los miembros abdominales, un solo lado de la cara, y en algunos casos una ó dos pulgadas cuadradas de la piel del vientre ó de la del pecho, etc. (Parálisis saturninas, histé- ricas). «La parálisis de la sensibilidad se establece de un modo lento y gradual, ó repentino. En el primer caso suele ir precedida de una sensación de hormigueo, de punzadas y otros desórde- nes que anuncian la perversión de la sensibili- dad : ora no perciben los enfermos los objetes sino imperfectamente y como al través de una tela ó de un lienzo mojado , etc.; ora esperi- mentan en los miembros entorpecimiento, sen- sación de frió, ó la de un líquido de esla tem- peratura, ó bien caliente, que corriera sobre la piel. «Puede ocupar la anestesia los órganos de los sentidos f y para asegurarse de su existen- cia, conviene esplorar atentamente las diversas porciones del aparato sensitivo, y aplicarle los escilanles naturales ó artificiales. Cuando se trate de comprobar una amaurosis , se deberá esponer el ojo á una luz viva; si se quiere re- conocer la insensibilidad de la conjuntiva, se la loca con las barbas de una pluma, ó con un cuerpo duro; se coloca sal ó sulfate de quinina sobre la lengua, para demostrar la de esle ór- gano, y se introduce tabaco ó vapor amoniacal en las fosas nasales, para averiguar la del ol- fato. Pero no se crea que lan simple esploracion produzca siempre resultados positivos é incon- testables, pues si asi fuera, se verían cesar las disensiones que todavía reinan sobre ciertas anestesias. Se ha sostenido que en la parálisis del quinto par podia conservarse la sensibili- dad, mientras que otros autores han observado siempre la anestesia (v, parálisis de la cara). «La nutrición parece lambien alterarse en las parles afectadas de anestesia, pero en un grado menor que en las parálisis del movi- miento ; lo que propende á probar, que la in- movilidad del miembro y la quietud de las par- tes paralizadas, representen el principal papel en los cambios que se observan en las estre- midades privadas de movimiento. «Semeiologia.—La parálisis es un síntoma, que considerado de un modo absoluto, tiene siempre un gran valor, en cuanto anuncia una enfermedad del sistema nervioso central, ó de los cordones nerviosos. Cuando se observa una parálisis, cualquiera que sea su asiente , es de creer que exisla una enfermedad : 1.° del ce- rebro; 2.° de la médula; 3.° de los nervios; ó bien, 4.° un simple desorden funcional de los nervios del órgano, sin lesión apreciable del SO t>| I A PARALI<;i* sistema nervioso. Tal es poco mas ó menos el orden con que deben establecerse los dalos diag- nósticos que suministra la parálisis. «Otra consideración que debe ocupar desde luego al médico, es la de distinguir la parálisis de la sensibilidad, de la del movimiento. Esta última indica comunmente una lesión material del cerebro ó de la médula, sobre lodo cuando va unida á la anestesia; la cual sola y aislada no es muchas veces mas que un simple tras- torno funcional, y por lo tanlo menos grave que la del movimiento. Pero no hay nada abso- luto sobre este materia. «En seguida debe examinarse si la parálisis es general ó parcial. La primera es siempre sintomática de una afección limitada del cere- bro; y también lo es de una enfermedad de esle órgano, ó de la médula, cuando ocupa la mitad del cuerpo ó arabas estremidades inferiores. Si es mas circunscrita todavía, debe hacernos sos- pechar una lesión de un nervio, ó un simple desorden funcional. Cuando es cruzada, debe creerse que existe una lesión situada en una y otra mitad del sistema nervioso, en puntos di- ferentes y no similares. El pronóstico está fun- dado evidentemente en estas diversas circuns- tancias del diagnóstico. * «La parálisis completa y repentina nos in- dica una alteración orgánica bien constituida: cuando es incompleta y gradual, se refiere aun trabajo morboso que va á efectuarse: es, pues, la primera mas grave que la segunda. «Esto es cuanto podemos decir por punto general sobre los signos diagnósticos y pronós- ticos que pueden sacarse del estudio de la pa- rálisis, considerada independientemente de los demás signos que suelen acompañarla. En cuan- to á las indicaciones terapéuticas que suminis- tra la parálisis , no pueden formularse de un modo general, sino en los capítulos consagrados al estudio de los tres géneros que dejamos es- tablecidos. §. II. Parálisis idiopáticas. «Comprendemos con este nombre la dismi- nución ó abolición del movimiento, de la sen- sibilidad, ó de ambos á la vez, de una parle cualquiera del cuerpo, sin que haya en el sis- lema nervioso central ó periférico el menor vestigio de lesión alguna. El desorden funcio- nal constituye entonces toda la enfermedad, que es una verdadera neurosis. »La parálisis general idiopálica es escesi- vamenle rara, y deben aceptarse con reserva las observaciones que se han referido de ella; sin embargo, hé aquí algunos hechos que me- recen llamar la atención del médico. Se ha vis- lo á consecuencia de una fuerte conmoción ge- neral suspenderse momentáneamente la iner- vación, y abolirse en todas las partes del cuer- po la sensibilidad y el movimiento; pero en los caaos comunes no tarda este desorden en disi- parse al cabo de algunas horas, recobrando el enfermo la salud. «También debe considerarse como una pa- rálisis general idiopálica, la que sobreviene en los individuos que han sufrido la acción del ra- yo , sin haber sido tocados por el fluido eléc- trico ; pues el eslado de insensibilidad é inmo- vilidad en que quedan sumergidos , prueba el profundo desorden del sistema nervioso. «No hay duda que en este caso existe, dice Piorry, una lesión orgánica, una acción molecular, que ha obrado en los centros nerviosos, de donde resulta la suspensión de los fenómenos de la inervación; pero como esta lesión es inaprecia- ble á nuestros sentidos, nos vemos precisados á admitir, para evilar suposiciones arriesga- das , que en tales circunstancias no existe mas que una anencefalonervia» (esdecir, falladeac- cion nerviosa del encéfalo) (Traitedu diagnos- tic , t. III, p. 426). También se ha observado la parálisis general después de una emoción moral, como la que resulla á consecuencia de un susto rápido é intenso. Citaremos con reser- va los hechos siguientes, tomados de los auto- res. En una mujer de veinte años sobrevino algún tiempo después de haber hecho un es- fuerzo considerable para levantar un peso, una parálisis de los miembros inferiores , que se es- tendió luego á los superiores y á todo el cuer- po, escepluando la cabeza; aun podían sus de- dos hacer algunos movimienlos, y se hallaban íntegras todas las funciones internas; en cuyo estado vivió por espacio de veinte años, sucum- biendo á una fiebre tifoidea. En su autopsia no pudo encontrar Abercrombie lesión alguna sen- sible en el cerebro ni en la médula, á pesar del mucho cuidado con que examinó el cadáver [Traite des maladies de Vencephale). Davis y Gilbert citan también un hecho de parálisis general; pero era congénila y dependía evi- dentemente de un vicio de desarrollo de las membranas del cerebro y cerebelo, los cuales estaban sanos (Medical and surgical journal, año 1828,Todd, arl. parálisis, theCyclop. t. III, p. 246). Las parálisis de los individuos aniqui- lados por la masturbación, los escesos vené- reos, las pérdidas seminales , y la de las histé- ricas , embriagados y doradores (Lallemand), pueden considerarse como idiopálicas. Ya he- mos referido en nuestro artículo apoplegia al- gunos hechos de apoplegia nerviosa ó sin ma- teria , en los que no se ha encontrado ninguna lesión ; de modo que la parálisis que entonces existe, debe ser idiopática. De esla naturaleza era laque padecía el ilustre Cuvier; pues el examen mas átenlo del cerebro y de la médu- la , no pudo demostrar lesión alguna en estos órganos ni en sus dependencias (v. nuestro ar- tículo apoplegia, donde nos inclinamos á admi- tir con Moulin una neurosis cerebral, de la que seria sinloma la parálisis). »El número de las parálisis parciales idio- páticas es mucho mayor que el de las genera- les; su existencia es lambien mas segura y se DE LA PARÁLISIS. 81 halla demostrada por un número considerable de observaciones. Debemos colocar al frente de las parálisis parciales sin lesión apreciable de los centros-nerviosos, la parálisis saturnina, de la que hablaremos detenidamente en olro artí- culo (enfermedades producidas por el plomo). «Vénse en ella cierlos músculos afectados con esclusion de oíros: en los miembros torá- cicos, lo eslan los estensores, los abductores y adductores de la muñeca, los supinadores del antebrazo, el braquial poslerior, el deltoi- des, ele.; sucediendo lo mismo en los inferio- riores, donde se hallan paralizados los déla parle anlerior.de la pierna. En el tronco, lo están los intercostales, el gran dorsal, los pec- torales y los esterno-raastoideos. De aquí re- sultan cambios particulares en la actitud y si- tuación de los miembros, que no debemos des- cribir en este lugar. Lo único que por ahora conviene establecer del modo mas positivo es, que la anatomía patológica no ha podido reve- larnos lodavia la menor lesión del sistema ner- vioso central ni periférico (Tanquerel desplan- ches, Traite des maladies duplomb., t. II, pá- gina 73, en 8.°; París, 1339). «También se observa la anestesia parcial en la intoxicación saturnina, y ora se halla limi- tada á la superficie cutánea ó comprende lodo el espesor de un miembro, ora ocupa un órga- no de los sentidos (amaurosis saturnina). La anestesia cutánea está circunscrita á veces á la mitad de la mano óá una pequeña porción de piel abdominal ó pectoral; es muy ambulante; cambia de sitio y desaparece en ciertos casos, para volver á manifestarse después de muchos dias. «Continuamos colocando estas parálisis en- tre las idiopáticas, pues la causa que las pro- duce, aunque bien conocida, no nos demuestra ni el silio ni la naturaleza de la lesión. Lo mis- mo sucede con oirás parálisis de que vamos á hablar. «En la de los movimientos y de la sensibi- lidad de la cara, ignoramos algunas veces com- pletamente sus causas (v. parálisis de la cara), viéndonos precisados á admitir que hay tan solo una neurosis idiopálica. «El doctor Graves refiere numerosos ejem- fdos de parálisis idiopáticas en sus interesantes eccionessobre el sistema nervioso. «En muchos casos, dice este autor, me ha parecido, que re- conocía por causa la impresión del frió y de la humedad sobre los miembros inferiores, pro- longada largo tiempo. Las mas veces se la ob- serva en los jóvenes" que se dedican mucho á la caza y pesca , que se suelen mojar los pies al caminar por parages pantanosos y al pasar los vados: también la padecen los trabajadores que tienen que estar con los pies metidos en el a^ua por espacio de muchas horas seguidas (Éstr. de losaren, gen. de méd., t. XI, p. 213; 1836). Igualmente puede considerarse como una pará- lisis idiopálica la que sobrevino en la retina de un joven, que caminando encima de la cubier- TOMO VIL ta de una diligencia , estuvo espuesto muchas horas á un viento nordeste muy fuerte que le daba directamente en la cara (Graves, loe cit., p. 204j. En los paises ecuatoriales sucede al- gunas veces á los marineros y á las personas que se hallan precisadas á permanecer espues- las por loda una noche á la humedad glacial que existe en tales puntos, encontrarse parali- zadas de un miembro ó de un lado de la cara. También colocan algunos la beriberia entre las parálisis idiopáticas; pero los documentos que poseemos sobre esta enfermedad no son bas- tante seguros, para que podamos abrazar seme- jante opinión (v. beriberia). «Hay cierlas parálisis parciales, que.no pue den esplicarse por una lesión evidente de los nervios que se distribuyen por los músculos pa- ralizados, y que deben por lo tanto incluirse en la clase que estudiamos. Tal es, por ejemplo, la del nervio del serrato mayor, cuya observa- ción refiere Marchesseaux (Arch. gen. de méd., 1. VII, p. 313; 1840) , y que no fue debida á ninguna causa apreciable; pues aunque el doc- lor Todd la atribuye á una lesión de los ner- vios torácicos posteriores, no da prueba algu- na en apoyo de su opinión (The Cyclopedie, loe. cit.) «El doclor Darwal describe una especie de parálisis de los miembros superiores, que pade- cen los hombres habituados por su profesión á levantar cargas considerables. En algunos ca- sos, dice este aulor, no ocupa al principio la parálisis mas que los músculos que unen el hú- mero al homoplalo, especialmente el deltoides; no puede ya el brazo levantarse; pero el ante- brazo se dobla fácilmente sobre el brazo. De es- le modo continua alterada la motilidad en los músculos del hombro, y en algunos llega al fin á paralizarse todo el miembro. El médico in- glés considera esla afección como dependiente mas bien de una enfermedad de los nervios que se distribuyen por los músculos elevadores del hombro (Lond. med. Gaz., t. Vil, p. 201). Las parálisis idiopáticas que acabamos de mencio- nar , son verdaderas neurosis de la sensibili- dad ó del movimiento; pues el escalpelo ana- tómico no ha podido descubrir lodavia ninguna lesión , y toda la enfermedad se reduce al des- orden funcional. «Tratamiento.—La primera indicación que debe satisfacerse en el lratamiento«Je la pará- lisis idiopálica, es la de restituir á la fibra mus- cular la propiedad de que se halla momentá- neamente privada, es decir, la faoulladde con- traerse bajo la influencia de la voluntad y de los escítantes naturales. En el tratamiento de esla parálisis no hay que temer los funestos re- sultados de la escitacion , como en las que son sintomáticas de una enfermedad del cerebro ó de la médula. Para escitar la contracción del sislema muscular, se ha recurrido á una me- dicación estimulante, cuyos agentes deben ele- girse enlre los que tienen una acción especial sobre las fibras musculares, determinando su 11 82 DE LA PARÁLISIS. contracción. Los medicamentos que la compo- nen pueden aplicarse á lodas las partes parali- zadas, ó administrarse interiormente. Hablare- mos sucesivamente de cada uno de ellos. «A. Escitacion local.— Enlre los medios mas simples y menos activos deben mencionar- se: la aplicación de una piel de liebre 6 de cis- ne, de franela, ó de una tela encerada, alrededor de las parles paralizadas; las fricciones hechas con franela ó cepillos suaves; los baños de are- na ó de vapor simple, sulfuroso, aromático, amoniacal ó tremenlinado; el humo de tabaco, la flagelación , la percusión, el amasamiento y la titilación con una pluma de ganso. Pueden igualmente hacerse las fricciones con grasa car- gada de alcanfor, de trementina, amoniaco, fósforo, tintura de cantáridas ó de guayaco. Se procura determinar una irritación permanente en la piel por medio de vejigatorios volantes, ó bien gon el aceite de crotontiglio, la pomada eslibiada, el torbisco , etc. Se ha propuesto el raoxa, el cauterio Irascurrente y la aplicación de un hierro calentado en agua hirviendo: la revulsión que determinan eslos agentes es en efecto muy saludable, y suele muchas veces curar el mal. Una supuración profunda, esta- blecida por medio de cauterios ó de un sedal, no deja tampoco de ser útil en las parálisis an- tiguas. Los baños de mar, de aguas naturales sulfurosas ó de rio, seguidos de paseos en car- ruage cuando la parálisis lo permite, son de un gran recurso y suelen producir curaciones in- esperadas. Los chorros administrados con las aguas minerales de que acabamos de hablar, son igualmente muy eficaces. «Los agentes con que mas puede contarse, cuando no han bastado los precedentes, son la electricidad, la gálvano-puntura y la estricni- na usada por el método endérmico : en cuanto á la aplicación de placas ó barras imantadas, no tiene ni con mucho una influencia lan evi- dente. Las descargas eléctricas, sobre lodo la electro-puntura, de la que hemos observado efectos maravillosos en la parálisis producida por el plomo, son los agentes mas capaces de escilar la contracción muscular, cuando no exis- ten en los cordones nerviosos ó en los órganos de donde parte la inervación lesiones materia- les que se opongan á la curación. En la actua- lidad se emplea especialmente la electricidad dinámica combinada con la acupuntura; para lo cual nos servimos de una aguja muy delga- da de platino, que se introduce rápidamen- te en los órganos, y se pone en comunicación con las estremidades de los pares, procurando que al principio sean débiles las corrientes, pa- ra probar la susceptibilidad de cada enfermo. No podemos describir aquí los diversos proce- dimientos que se han usado para electrizar con máquinas de corriente continua ó interrumpida. En la tesis de oposición de Gabarret (Lois gené- rales ele l'electricité dinamique, p. 137, en 4.°; París, 1843) se hallará una escelente descrip- ción de toda la lerapéulica eléctrica^ En ella se refieren numerosos ejemplos de curaciones de parálisis parciales, sobre lodo de la sensibilidad anaurosis, sordera, parálisis facial), obtenidas por esle agente. Las propiedades escaladoras de la nuez vómica, ó mejor lodavia de la estric- nina, aplicadas sobre la piel privada de su epi- dermis por medio de un vejigatorio, están hoy demostradas por un considerable número de hechos, que autorizan á usarlas en las parálisis parciales idiopáticas. Se ha elogiado lambien en eslos últimos tiempos el cornezuelo de cen- teno como escilador muscular. En efeclo, son muy evidentes sus virtudes en la parálisis del útero, y lal vez en la de la vejiga : por nuestra parle le hemos administrado con un éxito com- pleto en dos casos de retención de orina por atonía de la túnica muscular de la vejiga. «En el tratamiento de las parálisis internas deben colocarse los agentes locales lo mas cer- ca posible del silio del mal, insistiendo parti- cularmente en la medicación interna. »B. Escitacion general.—Esla se consigue estimulando los ceñiros nerviosos y la inerva- ción divergente; pero antes de establecer este tratamiento, es preciso estar seguro del diag- nóstico, y de que no existe lesión alguna déla pulpa nerviosa. Cuando se haya adquirido esla certidumbre, puede prescribirse sin temor una medicación estimulante, al mismo tiempo que se usan los agentes escilanles al eslerior. Los medicamentos que se administran interior- mente son bastante diversos: ora se procura determinar una perturbación general por me- dio de los vomitivos administrados con cortes intervalos; ora se escita vivamente la mucosa gaslro-intestinal por medio de los purgantes salinos ó los calomelanos continuados mucho tiempo, ó bien por los drásticos enérgicos, como la jalapa, la escamonea, la gutagamba, la co- loquintida, etc. Estos medicamentos ejercen muchas veces una influencia saludable, porque disipan ciertas complicaciones gaslro-inleslina- les, y ademas porque la escitacion que produ- cen en la membrana interna del tubo digestivo obra simpáticamente y de un modo favorable en las partes paralizadas. Los escilanles difusi- vos, tales como el éter, el amoniaco, el al- mizcle y el alcanfor, han sido útiles en algunas circunstancias, estimulando la inervación de" bilitada. También se ba administrado con este objeto la tintura de cantáridas y la de fósforo; pero los accidentes que provoca este último con demasiada frecnencia nos autorizan para pros- cribirlo. La tintura de cantáridas puede usarse sin inconveniente: nosotros la hemos empleado en muchos casos, pero sin fruto. El polvo de la nuez vómica y la estricnina son medicamen- tos de cuya acción puede esperarse algo, y ob- servando sus efectos con alguna atención, no hay que temer accidente alguno. Cuando se manifiestan convulsiones en el miembro para- lizado, deberá continuarse con la misma dosis durante algunos dias, lomando luego muchas precauciones si nos decidimos á aumentarla. DE LA PARÁLISIS. 83 En cuanlo á los tónicos fijos, como la quina, los analépticos, y los vinos ricos en alcohol, ele, nos parecen hallarse especialmente indicados, cuando la economía se halla debilitada y el só- lido viviente necesita una estimulación gene- ral. En este caso puede la higiene venir en ausilio de la terapéutica; pues la insolación, los paseos en carruaje, losviages y las distrac- ciones morales poderosas, han disipado muchas veces parálisis que se habían resistido á los demás medios. No hay duda alguna que serian parálisis idiopáticas las que padecían los enler mos, que se han curado huyendo de un incendio que se eslendia hasla la habitación donde esta- ban acostados; pudiéndose decir lo mismo de la joven de quien habla Boerhaave, la cual es- taba afectada de una hemiplegia muy grave, y era esposa de un califa que la amaba con la mayor ternura. El médico que fué llamado pa- ra asistirla, dijo que podria curarla, pero que temía escitar la cólera del califa con el trata- miento que se proponía usar; y habiendo esle dado su consentimiento para que obrase con amplia libertad, creyó el profesor conveniente tocar los pies de la enferma, acción que se mira en Asia como deshonesta, y naciendo entonces la paciente un gran esfuerzo para separar las ma- nos del médico, se euro inmediatamente (Prce- lectiones acad., loe. cit., p. 567). §. III.—Parálisis simpáticas. «El desorden funcional del movimiento ó de la sensibilidad consiluye lambien en este caso toda la enfermedad, lo mismo que sucede en las parálisis de que hemos tratado en el artícu- lo anlerior; pero hay ademas una lesión vis- ceral evidente, ó una enfermedad determinada, de la que es la parálisis un efecto puramente simpático. «El doclor Graves, que ha fijado su atención en las parálisis que nos ocupan, critica á los patólogos que han querido, dice, buscar de- masiado esclusivamenle su causa en los cen- tros nerviosos y en una alteración orgánica del cerebro y de la médula raquidiana (Lond. medie, and surg. journ., núms. 58 v 59 en los Arch. gen. de méd., t. XI, p. 200; 1836). Este autor cree, que la lesión de un nervio ó de sus estremidades periféricas puede reflejarse en virtud de una acción retrógrada á otros ramos, y producir lambien parálisis en puntos básten- le distantes del lugar primitivamente afecto. Sea lo que quiera de esta esplicacion , vemos efectivamente desarrollarse ciertas parálisis á consecuencia de enfermedades viscerales. El médico inglés cite un caso de paraplegia que sucedióá una enteritis aguda, otro á una gas- Iro-duodenilis, y un tercero á estrecheces de la uretra (mem. cit., p. 207 y sig.); pero la rela- ción de estos hechos no nos ha convencido com- pletamente. «Ya hemos hablado de la parálisis que el doctor Stanley ha vislo complicarse con afec- ciones agudas de los ríñones, y que supone provocada por la irritación trasmitida á la mé- dula (v. Enfermedades de la médula); pero la abertura cadavérica no demostró ninguna le- sión apreciable en las partes á que se había creido deber atribuir la causa de la parálisis. En todos los casos de que acabamos de hablar, esplica el doctor Graves el desarrollo de la parálisis por la influencia que ejerce la afec- ción visceral sobre una porción limitada del sistema nervioso periférico; de donde resulla un desorden funcional de la médula raquidia- na, y consecutivamente la parálisis simpática de que se traía. «También se ha observado la parálisis en la disenteria (Zimmermann) y en las fiebres in- termitentes; pero no habría en estos casos al- guna lesión del sistema nervioso? Esto es lo que no dicen muy positivamente los autores que los refieren. Algunos médicos dignos de fé han tenido ocasión de ver, aunque rara vez, paraplegias en enfermos que padecían cáncer del estómago, gastritis crónicas y afecciones del útero, y en quienes el sistema nervioso no era asiento'de ninguna lesión. «Las neurosis van frecuentemence acompa- ñadas de parálisis. Muchas veces vemos, des- pués de un violento ataque de histerismo, pa- ralizarse un miembro durante algunas horas, ó conservar los enfermos una anestesia parcial, que desaparece repentinamente al cabo de un tiempo variable. En los hipocondriacos se ob- servan parálisis en algunoscasos; pero hay fun- damento para decir que por lo común son sin- tomáticas. »Tratamiento.-^-Como la parálisis simpáti- ca depende siempre de una enfermedad, es preciso ante lodo, combatir esta última con re- medios apropiados. La que es producida por afecciones del estómago , deberá tratarse con agentes terapéuticos totalmente distintos de-los que exigen las sostenidas por lesiones del útero y por el histerismo. Cuando se consigue que desaparezca la enfermedad primitiva, cede al- gunas veces la parálisis, y de todos modos solo con esta condición puede esperarse una cura- ción duradera. Si persiste la lesión de la iner- vación ,es preciso emplear un Iralamienlo lo- cal ó general, que no debe diferenciarse mucho del que corresponde á la parálisis idiopálica. §. IV.—Parálisis sintomáticas. «Pueden estudiarse dedos diferentes modo?: 1.° lomando por base única la parálisis en sí misma, ó 2.° fijándose en el asiento de la le- sión que la determina. Bajo el primer punte de vista se observa que segun es la parálisis gene- ral ó parcial, de la sensibilidad ó del movi- miento, completa ó incompleta, súbita ó gra- dual , indica el asiento y á veces la naturaleza de la lesión. Teniendo solo en cuenla la causa material que la produce, puede establecerse que es encefálica, espinal ó por enfermedad de 84 DR LA PARÁLISIS. un nervio segun que resida en una ú olra de eslas parles. Nosotros adoptaremos esle último orden, porque da mayor exactitud al diagnósti- co y nos permite descender de la causa al sín- toma. » I° Parálisis encefálica.—Parálisis gene- ral del movimiento.—Esta es general y ateca á la vez el movimiento y la sensibilidad: í."cuan- do existe una hemorragia de foco considerable en un hemisferio cerebral, y comprime ademas el otro; 2.° cuando la hemorragia es doble; 3.° cuando desorganiza la protuberancia anu- lar ó el bulbo raquidiano (véase Apoplegia); 4.° cuando se derrama la sangre en la gran cavidad aracnoidea (v. Hemorragias de las me- ninges); 5.° en ciertos reblandecimientos seni- les, súbitos y eslensos, y 6.° en el hidrocéfalo agudo, cuando se efectúa el derrame con pron- titud. Se observa también algunas veces la pa- rálisis general en el mas alto grado de conges- tión sanguínea. Pero entonces solo dura un tiempo muy corlo (v. Apoplegia). Suele igual- mente sobrevenir en el narcotismo por el opio y en la embriaguez, pero en tal caso es pa- sagera. » Anestesia general.—No conocemos un solo hecho incontestable de parálisis de la sensibili- dad, sola é independíenle de la del movimiento. En el éxtasis, en el somnambulismo y entes fenómenos llamados magnéticos, eslá momen- táneamente abolida la sensibilidad general; observándose lo mismo en algunas histéricas. Pero eslos hechos de anestesia se hallan toda- vía rodeados de incertidumbre, sugelos á mu- chos comentarios, y necesitan estudiarse de nuevo con la perspicacia de un médico verda- deramente digno de este nombre. y>Parálisis parcial del movimiento.—En la hemiplegia ó parálisis de un lado del cuerpo, eslan casi siempre abolidos á la vez el movi- miento y la sensibilidad; y semejante eslado es el signo" mas común de fas enfermedades del cerebro. Dícese que en general ocupa la hemi- plegia el lado izquierdo mas á menudo que el derecho. Caldani afirma que la frecuencia con que se la observa en el primero con respecto al segundo eslá en la proporción de 11:3; Bour- don , dice, que entre 63 hemiplégicos 36 esta- ban afectados del lado izquierdo y 27 del de- recho, yCabard, que enlre 45 parálisis habia 24 hemiplegias que ocupaban el primero de es- tos lados (estrado de la obra de J. Franck, loe. cit., p. 388); de esla opinión participa completamente J. Franck. No siempre se halla la parálisis ten marcada en el miembro supe- rior como en el inferior; el brazo eslá mas gra- vemente alectado en el mayor número de casos que la eslremidad pelviana, y rara vez se ob- serva lo contrario. «La parálisis parcial de la sensibilidad, ha- llándose intacta la molilídad, es un fenómeno bastante raro, aunque se citan sin embargo al- gunos ejemplos en que se ha observado. Ros- tan había en sus lecciones clínicas de un niño de siete años , que después de haber presenta- do todos los síntomas de la hemorragia cere- bral, conservó una parálisis de la sensibilidad, limitada á la milad del cuerpo. «El diagnóstico del sitiodc la lesión encefálica, deducido por el que ecupa la parálisis, es uno de los puntos mas importantes y diliciles de la historia de la enfermedad que nos ocupa; pero no necesitamos tratar detenidamente esta cuestión de semeiologia, pues va nos hemos ocupado de ella en el artículoApoplecia, donde dejamos es- lablecido, que la parálisis ocupa siempre el lado del cuerpo opuesto á la lesión encefálica, á es- cepcion de casos muy raros , de los que hemos citado algunos. Rostan , que ha-bia recogido uno de esla especie, reconoció después que se habia engañado, y que esle hecho se hallaba conforme con la ley generalmente establecida; persuadiéndose que los autores han cometido también errores análogos, y enlre ellos Andral en las dos observaciones que se hallan consigna- das en su clínica médica (Rostan , Legón clini- que, en la Gazette des hópitaux, n.u 85,julio, p. 338; 1844). «Mayor es todavía la incertidumbre que rei- na sobre la relación que existe enlre las afec- ciones de las diversas parles del cerebro y el sitio de la parálisis. No puede admitirse de un modo absoluto, que la lesión de los cuerpos es- triados prodúzcala parálisis de las estremidades inferiores; la que ocupa los tálamos ópticos, la de las superiores; y la de las astas de Ammon, ó del lóbulo anlerior del cerebro, la pérdida déla palabra; ni que la hemiplegia resulte siempre de la afección de los tálamos óplícos y de los cuerpos estriados. «La parálisis cruzada ó transversa anuncia de seguro una lesión cerebral doble, ya sea contemporánea, ya desarrollada sucesivamen- te en épocas distintas. No es raro observar en los viejos que han sido atacados de hemorragia cerebral, una parálisis del brazo á la que se' agrega después la de un miembro inferior. «Resulta de lo que acabamos de decir , que la parálisis, asi general como parcial, tiene un gran valor semeiológíco, é indica las mas veces una enfermedad del cerebro; que cuando es repentina, depende de una hemorragia ó de una congestión , y muy rara vez del reblande- cimiento senil; que si es gradual ó incompleta, sucediendo á la conlraclura, es el síntoma or- dinario de la encefalitis y del reblandecimien- to, cualquiera que sea su naturaleza, y que cuando alterna irregularmente con la conlrac- lura, suele ser ocasionada por la flegmasía consecutiva de la pulpa cerebral. «La parálisis de un miembro, como del su- perior por ejemplo, es un signo de afección en- cefálica ó de la médula, que se halla interesada en su bulbo ó en su porción cervical. La para- plegia , es decir, la parálisis de las estremida- des inferiores, es rara en las lesiones del encé- falo; sin embargo, en esa parálisis singular que padecen los enagenados, y que Calmeil ha des- DE LA PARÁLISIS. 85 tilo perfectamente, se halla disminuido ó abo- lido el movimiento en las estremidades pelvia- nas, mientras que las superiores conservan su motilidad intacta ó apen* alterada (v. Locura). Se han descrito parálisis intermitentes, es de- cir, que desaparecían por cierto tiempo para reproducirse de nuevo; pero la fiebre intermi- tente perniciosa comatosa es la única capaz de producirlas, pues las demás son falsas parálisis intermitentes. »2.e Parálisis espinal.—Esla rara vez es general; aunque se la observa sin embargo cuando una hemorragia ó un reblandecimien- to desorganizan la sustancia nerviosa del bul- bo-raquidiano ó la porción cervical de la mé- dula. E. Home, J. Franck y otros han visto paralizados los cuatro miembros por haberse derramado la sangre al eslerior de la dura madre, comprimiendo la médula desde la cuar- ta vértebra cervical hasla la segunda dorsal. Ya hemos dicho que una afección raquidiana si- tuada al nivel del abullamiento cervical, para- liza muchas veces el tronco, los cuatro miem- bros y los reservorios, asi de las heces como de la orina. Después de las fracturas de las vér- tebras y en la enfermedad de Pott, rara vez es general la parálisis; pues la lesión solo ocupa por lo común las parles inferiores de la médula. «Es mucho mas frecuente observar pará- lisis parciales en las afecciones espinales, y sus caracteres son : 1.° estar siempre situadas en el mismo lado y por debajo de la lesión , á no ser en los últimos tiempos; 2.° afectar Ja sensibi- lidad y la motilidad en el mayor número de ca- sos, porque la lesión se esliende las mas veces á los manojos anteriores y posteriores, y 3.° ha- llarse limitadas á la sensibilidad cuando eslan enfermos los manojos posteriores, y á la mo- tilidad si la afección ocupa los anteriores. La paraplegia es el síntoma mas constante de las afecciones espinales, ya sean primitivas ó ya consecutivas á una alteración de la sustancia huesosa de la columna vertebral. Se hallan pa- ralizados el recio y la vejiga, y disminuidas ó abolidas en un mismo grado la sensibilidad y la motilidad. La parálisis tiene lambien por carácter el desarrollarse casi simultáneamente en ambos miembros, y durar un tiempo muy largo. » Parálisis por enfermedad de los nervios.— En este párrafo comprendemos todas las pará- lisis parciales, dependientes de las afecciones de los nervios que se distribuyen por las diversas parles del cuerpo; las que solo pueden reco- nocerse por los dalos precisos que suministran la anatomía y la fisiología. Para saber si la pa- rálisis ocupa los músculos deltoides , pectoral mayor, recto anterior del muslo, etc., es in- dispensable conocer las funciones de estos* mus culos y los movimientos que ejercen. Indica- remos rápidamente las principales parálisis parciales, que pueden ocupar asi el tronco co- mo los miembros, y después espondremos sus causas. «La parálisis de los músculos de un lado de la cara produce la inmovilidad de este lado, e I cual se halla retraído hacia las partes sanas. De aquí proceden los gestos singulares y esa especie de risa sardónica que se observa enalgunos in- dividuos, que no pueden arrugar ni mover la frente ó la ceja (paral, de los músculos frontal y superciliar), cerrar el párpado (paral, del or- bicular), ó abrirlo (paral, del elevador), dila- tar las ventanas déla nariz, elevar el labio su- perior (paral, del músculo elevador), la comi- sura de los labios (paral, del canino y del z¡- gomático), cerrar la boca é impedir el flujo de la saliva y de las bebidas (orbicular de los la- bios), espeler el aire ó dirigir al cenlro de la boca los alimentos (paral, del bucinador), ó le- vantar la mandíbula inferior (paral, del tem- poral, maselero y lerigoideo interno). En la pa- rálisis facial la comisura de la boca eslá des- viada y retraída hacia el lado sano, y Ja punía de la lengua se dirige por lo común hacia el que eslá paralizado. «Cuando la parálisis afecta los músculos del cuello (complexo,esplenio, digáslrico, traque- lo-mastoideo), cae la cabeza sobre el pecho co- mo sucede durante el sueño , viéndose los en- fermos precisados á sostenerla, y á darle con sus manos ciertas posiciones. Si está paralizado el músculo esterno-mastoideo derecho, como solo obra el izquierdo, la cara se halla incli- nada hacia el lado paralizado. «La parálisis de los músculos torácicos pro- duce la inmovilidad de las costillas y una asfi- xia lenta ó rápida. Las estremidades superio- res pueden igualmente hallarse paralizadas. Los cirujanos han tenido ocasión de observar con bastante frecuencia la parálisis del deltoi- des, ocasionada por la compresión que la ca- beza del húmero dislocada ejerce sobre el ner- vio circunflejo; asi como también la del serrato mayor, por una lesión de los nervios torácicos posteriores. Siempre que exista una parálisis parcial limitada á uno ó muchos músculos, es preciso averiguar ante todo si depende de una enfermedad de los nervios que se distribuyen por ellos. Ya hemos dicho hablando de la neu- ritis , que la compresión y las enfermedades de los nervios, igualmente que de su neurilema, producen en los úllimos tiempos la parálisis de las partes por donde se distribuyen. «El doctor Graves ha visto con el doclor Brennan un hom- bre robusto, que habiéndose fatigado mucho durante el dia, se durmió después de la comi- da , apoyando la cabeza en los brazos cruzados sobre la mesa; en cuya postura fue tanta la compresión que sufrió uno de los nervios cu- bitales, que al dispertarse no podia mover el antebrazo, sin que bastase medio alguno para disipar esta parálisis» (mem. cit., en los Arch. gen. de méd., t. XI, p. 213; 1836). La dege- neración escirrosa de los ganglios subaxilares, ó el desarrollo de cualquiera olro tumor en el trayecto de un nervio, puede ocasionar tam- bién la parálisis (J. Frank, loe. cit., p. 402;. 86 DE LA PARÁLISIS. r.iianse casos en que ocupaba esta la eslremi- dad de los dedos y del pulgar, habiéndola pro- ducido la constricción demasiado fuerte que había ejercido un vendaje. El doctor Bright habla de una parálisis del antebrazo ocasiona- da por un callo vicioso; pero esla causa nos pa- rece dudosa. Se ha dicho lambien que la fleg- masía del nervio ciático podia terminar por la parálisis de la eslremidad inferior correspon- diente (Todd, art. cit.). «La parálisis de los movimientos ó de la sen- sibilidad de la cara puede depender, como ve- remos mas adelante, de diferentes lesiones des- arrolladas en el agujero eslilo-masloideo ó en sus inmediaciones, y en el Irayeclo del nervio trifacial, ó bien de una afeecioñ de esle nervio en su origen. «La parálisis de las visceras musculosas, la del esófago, estómago, laringe, vejiga y recto, puede resultar de una lesión encefálica. Sabido es que la pérdida de la palabra y la afonía, jon muchas veces síntoma de una hemorragia cere- bral; sucediendo lo mismo con la parálisis del recto y la vejiga. Después de las lesiones ence- fálicas, las que con mas frecuencia suelen pro- ducir estas parálisis son las afecciones de la médula espinal. La del diafragma depende de las mismas causas, y rara vez se la ve resultar de una lesión del nervio frénico. «Hay una parálisis que reside en los múscu- los afectados de alguna alteración. Tal es, por ejemplo, la que sigue á la rotura de una parle de sus fibras, al reumatismo y á la supuración flegmásica. La causa de la parálisis puede re- sidir en la misma piel, en cuyo caso solo afecta la sensibilidad. Las enfermedades del cuerpo papilar rara vez van acompañadas de anestesia (Annales des maladies de la peau et de la syphi- lis, 2 vol.; agosto, 1844); la cual es también uno de los accidentes mas constantes de la acrodinia {y. acrodima). «Nada podemos decir en general del pro- nóstico de la parálisis sintomática, y menos to- davía de su tratamiento. Solo recomendaremos al práctico, que no pase nunca á combatir una parálisis idiopálica , sin asegurarse positiva- mente del diagnóstico local, es decir, sin deter- minar antes el asienlo y naturaleza de la lesión. Fijándose en el diagnóstico le será fácil recono- cer, que las parálisis encefálica, espinal, y por enfermedades de los nervios, reclaman trata- mientos completamente distintes y apropiados á la naturaleza del mal. Cuando persiste la pará- lisis sintomálica, fese la deberá combatir con los escilanles locales capaces de despertar la moti- lidad? Durante mucho tiempo se ha respondido á esla cuestión por la afirmativa ; pero hoy que Ja anatomía patológica ha ilustrado tanto la historia de las enfermedades del sistema ner- vioso, no es ya permitido recurrir á semejan- te tratamiento, á no ser en casos muy raros, y cuando se ha adquirido la certidumbre de que han dejado de existir los desórdenes materiales; pues ya se dejan conocer los peligros que ten- dría una medicación estimulante en la paráli- sis sintomática de una hemorragia ó de un re- blandecimiento, que no se hubieran cicatriza- do completamente. J*un en el caso de haberse verificado esla cicatrización, pocas veces vuel- ven á presentarse en las parles el moví míenlo y la sensibilidad , pues no pueden restablecer- se las funciones donde un trabajo morboso y sus productos (quiste,cicatriz, induración,etc.), reemplazan al tejido del órgano. Cuando dis- minuyen la anestesia y la pérdida del movi- miento, y propende á verificarse la curación. se puede escitar la inervación central y peri- férica con algunas precauciones. Al médico toca distinguir con habilidad estes diversos casos', y formar las indicaciones terapéuticas que haya que satisfacer. «Historia y bibliografía.—Algunos auto- res modernos han tenido la pretensión de pro- bar , que la parálisis se habia considerado has- lo eslos últimos tiempos como una enfermedad independiente de teda lesión material de los ór- ganos. Pero basta abrir las obras de la escuela hipocrálica, de Celso y de Galeno, para con- vencerse de que atribuían muchas veces las pa- rálisis á las lesiones cerebrales (v. apoplegia, histor. y bibiiogr.), y que sus sucesores no han hecho mas que desarrollar este opinión , apo- yándola en los datos que les ha suministrado una observación mas severa é ilustrada. Boer- haave indica en sus escritos (Prcelectiones aca- démico? de paralysi;-r-Aphor., t. III, de Paraly- si), las principales condiciones morbosas que pueden engendrar las parálisis. A F. Holfmann se debe una mención muy exacta de las paráli- sis, que se presenten como síntoma de una he- morragia cerebral. No haremos mas que recor- dar los nombres de Valsalva, Brunero, Wep- fer, Morgagni, etc., cuyos inmortales trabajos de localizacion brillan con tanto esplendor en la histeria de las parálisis; pues no podríamos decir lo que se debe á estes ilustres autores, sin entrar en la histeria de la apoplegia, y de las enfermedades del cerebro (véase estas enfer- medades). Es de sentir que no se encuentre en los tratados recientes una descripción ge- neral de la parálisis. En muchos de ellos se la considera de un modo confuso como en- fermedad distinta; pero no se la ha estudiado como á tantos otros síntomas, que nos da á co- nocer la semeiologia en sus relaciones con las causas y los signos diagnóslicos y pronósticos; cuyo vacio hemos procurado llenar con los ma- teriales que hemos reunido para redactar nues- tro artículo» (Monnehet y Fleury, Compendium de médecine pratique , t. VI, p. 2&6-309). ARTICULO III. De !a parálisis de la cara. «Puede la cara estar completamente parali- zada á la vez que otras partes del cuerpo en gran número de enfermedades del encéfalo y DE LA PARÁLISIS DE LA CARA. 87 sus cubiertas; pero no debemos ocuparnos aqui de esla alteración, cuyo estudio pertenece á la historia de la parálisis considerada en general y á la descripción de cada una de las afecciones de los órganos encefálicos (v. Apoplegia; En- fermedades del cerebro, encefalitis > meningi- tis, etc.); y solo trataremos en esle artículo de la parálisis limitada á la cara, que resulla de una alteración local de los nervios que se dis- tribuyen por esta región. «Considerada de este modo la enfermedad que nos ocupa, puede estudiarse de una manera general, por lo que loca á sus causas próximas ó mediatas yá su tratamiento; pero deben es- tablecerse divisiones importantes relativamente á sus síntomas y asiento anatómico. Berard (Dic. de méd.) y otros muchos autores, fundan estas divisiones"en la leoria fisiológica de Bell, describiendo parálisis del movimiento y de las sensaciones, y otras en que eslan abolidas es- las dos facultades; pero esle orden no nos pa- rece bástenle riguroso, porque tiene el incon- veniente de suponer demostradas opiniones que se hallan todavía muy lejos de estarlo, y no comprende por olra parte todos los hechos que posee la ciencia en la actualidad. Observaciones numerosas prueban ademas, que es raro que la parálisis se halle limitada á una sola facul- tad ; pues muchas veces en las parálisis del mo- vimiento eslá disminuida ó abolida la sensibili- dad y recíprocamente; y aun no pocos autores sostienen que siempre sucede asi. Preferimos, pues, temar por base de la división el asiente anatómico de la enfermedad, y describiremos: 1.° la parálisis del sétimo par; 2.° la del quin- to; 3.° la que afecta estos dos troncos á la vez. Después diremos algunas palabras sobre: í.°la parálisis del nervio motor ocular común, y 5.° la del motor ocular esterno. Los síntomas son siempre bastante característicos para dar á conocer cada una de eslas formas de la pará- lisis facial, cualesquiera que sean las opiniones fisiológicas del observador y los fenómenos que aparezcan en oposición con ellas. «Alteraciones anatómicas.—Las alteracio- nes que se encuentran en los nervios de la cara afectados de parálisis son, ora primitivas, ora consecutivas: en el primer caso la enfermedad es idiopálica, y en el segundo sintomática, re- firiéndose á lesiones muy diversas, que indica- remos enlre las causas patológicas que pueden determinar la parálisis de la cara: aqui solo mencionaremos las alteraciones de los mismos cordones nerviosos. «Ora sean estes órganos los únicos que se ha- llen alterados, habiéndose conservado perfecta- mente sanas las partes circunyacentes, ora se haya manifestado al principio la alteración en estas partes, propagándose después á los nervios, las causas anatómicas mas frecuentes de la parálisis de la cara son: la inflamación, el reblandecimiento, la hinchazón , la atrofia, la compresión, las degeneraciones orgánicas, y por ultimo, la sección mas ó.menos completa" I Conviene tener presente, que el nervio facial se altera con frecuencia en su conduelo huesoso, sobre todo en el acueducto de Falopio (Serres, Anat. comparée du cerveau, l. I, p. 454), y que es frecuentemente muy dificil averiguar estas alteraciones al través del peñasco. «Boerhaave (Prcelect. ¿le morb. nerv., t. I, p. 61) dice que cuando se inflaman los nervios, se hallan comprimidos por el neurilema, de donde resulla la parálisis á causa de que esla vaina es inestensible. Montault (Diss. sur Vhe- miplegie facíale, tés. de París, 1831, n.° 300, p. 21-23) cree que esla esplicacion es la que debe adoptarse en la mayoría de los casos, siempre que la enfermedad no reconozca por causa una lesión orgánica ó traumática, y que entonces se halla alterado el nervio como'en la neuritis. Gama ha visto el nervio facial infla- mado y desorganizado en el conducto auditivo; Serres un reblandecimiento con atrofia de la porción ganglionar del trigémino; Friedrich, Brunninghausen y Muller (Huffeland's journ., bd. XIV, p. 92), un engrosamiehto de la vaina nerviosa; Berard (art. cit.) disecó un tumor encefaloideo, en el que habia desaparecido el nervio facial; y Bollu Desmorlicrs (Recherches sur quelques allerations locales du nerv. facial, les. de París, 1834, n.°365, p. 11> ha encon- trado este nervio sano en su origen, y presen- lando al nivel de su entrada en el conducto au- ditivo interno un tumor, que parecía desarro- llado á espensas de su tejido , del volumen de una avellana- pequeña y de una consistencia escirrosa, en cuyo interior no se percibía ves- tigio algunode filamentos nerviosos. Dupuylren ha visto transformado en cáncer el trigémino sobre el peñasco, igualmente que el nervio fa- cial (Breschet, Dic. de méd., art. Cáncer). La alrofia y la compresión son casi siempre pro- ducidas por alteraciones desarrolladas en las partes inmediatas á los ramos nerviosos. La sección es el resultado de una inflamación pri- mitiva ó consecutiva de los nervios , ó bien de una causa traumática. «Cuando la parálisis eslá limitada á los ra- mos nerviosos mas superficiales, es comun- mente idiopálica, y no puede comprobarse por el escalpelo en el tejido nervioso ninguna alte- ración apreciable. «Pasemos ahora á estudiar las formas de parálisis que dejamos establecidas. «A. Parálisis del nervio facial.—El nervio facial se afecta de parálisis con mucha mas fre- cuencia que los demás de la cara, lo cual debe atribuirse al Irayeclo que sigue; pues las par- tes que recorre son mas frecuentemente asiento de alteraciones , que se eslienden hasla la por- ción dura del sétimo par. «La invasión de la enfermedad varia se- gun la causa que la ha producido. Cuando la alteración del nenióles consecutiva y resulla de una caries del peñasco, de la presencia de un tumor desarrollado en las inmediaciones de este tronco nervioso,en una palabra, de una 88 DH LV PARÁLISIS DE LA CARA. compresión lenta y gradual á que se halle so- metido, no se nota al principio mas que un po- co de dificultad en los movimientos, sobre lodo en los de los párpados y labios (Pichonniere, De la paralysie partidle de la face; París 1830, p. 22); y la parálisis se establece poco á poco, siendo precedida de los síntomas que caracteri- zan la afección de que depende. La invasión es repentina y la parálisis instantánea, cuando es idiopálica la enfermedad, producida por la impresión del frió, por una causa traumática, la fractura de la apófisis petrosa, ó por una compresión repenlin i. «Si la parálisis del nervio faciales infla- matoria, procedente de una neuritis primitiva ó consecutiva, va á menudo precedida de un infarte llegmásico de la megilla (Boltu-Desmor- tíers, loe. cit., p. 21), de fiebre, de cefalalgia y de dolores mas ó menos agudos y lancinantes, que tienen su asienlo en las regiones parolidea, temporal y auricular. Uno de nosotros ha visto un caso en que acompañaron dolores muy vi- vos á la invasión de una parálisis facial, que se manifestó de repente y sin causa conocida al seslo dia de un sarampión regular. «La existencia de estos dolores ha dado orí- gen á discusiones muy animadas y á interpre- taciones muy diversas. Unos los refieren á las divisiones del nervio facial, deduciendo de aquí 3ue el sétimo par es sensible; y otros preten- en que tienen su asiento en los ramos del tri- gémino que acompañan á los de aquel ; pero estas opiniones contradictorias solo ofrecen al- guna importancia en la histeria de la neuralgia de la cara (v. Neuralgia de la cara). «De cualquier modo que haya empezado la parálisis, héaquí los síntomas que se observan en el caso de haberse hecho completa y eslen- siva á todos los ramos del sétimo par de ner- vios , en términos de constituir una hemiplegia facial. Seguiremos en su enumeración el orden anatómico á ejemplo de Berard. . «Los movimientos del pabellón de la oreja, que son naturalmente poco pronunciados en el nombre, quedan abolidos; la frente esta inmó- vil en la milad correspondiente al nervio en- fermo , y las arrugas transversales de que se hallaba antes habitual ó'accidentalmente sur- cada, no pueden ya.formarse en esta mitad . y se detienen en medio de la frente: Berard ha observado constantemente esta disposición. La ceja se présenla deprimida y no puede acercar- se á la del lado opuesto; el músculo orbicular de los párpados deja de contraerse, y la oclu- sión de estes velos prolectores del globo del ojo es imposible ó incompleta; el párpado inferior se invierte ligeramente, y el superior al con- trario se halla retraído por el músculo eleva- dor, cuya acción no está ya contrabalanceada por la de su antagonista. Esta separación per- manente de los párpados , produce muchos fe- nómenos; las lágrimas no lubrifican con igual- dad el globo del ojo, dejan de ser absorvidas por los puntos lagrimales, que no tienen una di- rección conveniente, y corren por la mejilla; el ojo se irrita é inflama ; la conjuntiva se ín- vecta; la córnea se pone á veces opaca; y du- rante el sueño ó cuando el enfermo quiere cer- rar los ojos, se dirige hacia arriba y adentro el a¡lobo ocular, de modo que no se ve mas que lo blanco de este órgano (Montault, tés. cit., pá- gina 15). Dícese que esla parálisis del músculo orbicular de los párpados es constante en la he- miplegia facial; sin embargo, Billard refiere un hecho en que el párpado superior había conservado lodos sus movimientos. Berard opi- na que en esle caso no eslarian destruidos los filamentos palpebrales del nervio facial; pero no puede aceptarse esta esplicacíon, porque Billard dice formalmente, que el sétimo par ha- bia sufrido á su salida del agujero estilo-mas- loideo, una pérdida de sustancia de una longi- tud igual á la anchura de la escotadura paro- tidea (Arch. gen. de méd., 1 .a serie, t. VI, pá- gina 347). Pichenniere cree que este hecho solo puede esplicarse admitiendo una anomalía en la distribución de los ramos del nervio facial. «La punta de la nariz se dirige hacia el la- do sano ; la piel se arruga en la mitad de esle órgano correspondiente al lado enfermo; la ven- lana de la nariz se halla deprimida, no se di- late durante los movimientos respiratorios, y á veces se deprime en términos de dificultarla respiración. Un marinero, cuya observación se halla inserta en el Journal des progrés (t. VI, p. 15), se veía obligado, cuando se acostaba del lado sano, á mantener abierta con los de- dos lu venlana de la nariz opuesta, á fin de po- der respirar con libertad. «La mejilla eslá flácida, colgante, y apli- cada contra los arcos dentarios, entre los cua- les se encuentra á veces pellizcada, dilatándo- se de un modo pasivo , por decirlo así, duran- te la espiración, ó cuando el enfermo quiere pronunciar una palabra con énfasis. Los ali- mentos se acumulan entre los arcos dentarios y la mejilla, siendo necesaria la intervención del dedo ó de la lengua para sacarlos, ó pa- ra sostener esla parte durante la masticación (Bollu-Desmorliers, les. cil., p. 25). El múscolo bucinador está siempre completamente para- lizado segun la opinión de cierlos autores; pero Jobert, cuyas opiniones relativamente á las funciones del sistema nervioso hemos dado ya á conocer (v. neuralgias de la cara) , cree por el contrario que nunca se halla privado ente- ramente de contracciones , á causa de un fila- mento bucal que le suministra el trigémino (Etu- des sur le si¡steme nerveux , t. II, p. 683). El músculo masetero conserva ordinariamente to- da su contractilidad; no obstante de que se ha visto algunas veces que era menor su energía (Botlu-^esmorlierá). «La boca presenta una desviación poco mar- cada en el estado de quielud, pero muy visi- ble en todos los actos que ponen en juego la acción de los músculos que se insertan á las co- misuras de los labios , escando la que corres- DE LA PARÁLISIS DB LA CARA. 89 ponde al lado sano retraída hacia arriba y afuera, y la otra deprimida y aproximada á la línea media: «Esla desviación con movimiento de vascula depende de que la conlraccion de los músculos bucinadores, zigomálicos y ele- vadores del labio superior, no se ejerce mas que en una milad de la cara» (Boltu-Desmor- liers, loe. cit., p. 24). La comisura enferma permanece muchas veces entreabierta, á causa de la parálisis de la milad correspondiente del orbicular de los labios, ó no se cierra sino im- perfecta me ule ; no puede retener el aire; se es- capa esle fluido, y es imposible la acción de so- plarósübar, á cuyacausadebe igualmenteatri- buirse la baba que arrojan continuamente algu- nos enfermos por la boca , y el flujo de saliva que se manifiesta en oíros cuando quieren ha- blar. «Es imposible, dice Berard, todo movimien- to voluntario ó involuntario de la mitad de los labios correspondiente al lado paralítico, sea cualquiera el acto en que baya de lomar parte la conlraccion de la boca.» C. Bell habia dicho al principio, que los labios paralizados en cuan- lo á la espresion , no lo estaban por lo locante á la masticación; pero los esperimentos de Ma- yo han demoslrado hasta la evidencia que no sucede asi. La parálisis de los labios dificulte ó imposibilita la pronunciación de las vocales, de las consonantes labiales, la espuicion y la masticación : algunos enfermos lienen que ha- cer esfuerzos estraordinarios para hablar. «Nunca se halla la lengua paralizada» dice Bollu-Desmortiers; sin embargo, Berard, Jo- berl y oíros muchos observadores, han no- tado la desviación de este órgano en el mismo sentido de la parálisis de la cara ; cuyo fenó- meno se esplica por el filamento que envía el nervio facial al músculo estilo-gloso. «Monlault vio en un caso paralizada la cam- panilla, y dirigida hacia el mismo lado que la cara (loe. cit., p. 15); esplicando este hecho por la comunicación que existe enlre la cuerda der" tambor y ei ramo lingual del trigémino. «La parte superior del músculo cutáneo está muchas veces paralizada. «Comunmente se hallan intactos los senti- dos en la parálisis del nervio facial; no obstan- te, en los hechos reunidos por Monlaull, se vé que en tres casos estaba el gusto, si no abolido, á lo menos pervertido en el lado de la lengua correspondiente á la parálisis, y que en oíros muchos se hallaba abolida ó perturbada la au- dición , existiendo con bastante frecuencia zum- bidos de oídos muy incómodos. No basta la co- municación entre "la cuerda del lambor y el quinto par, para esplicar estos hechos de un modo satisfactorio. Grisolles ha observado de- bilidad de la vista y del olfato (Presse medícale, 1837, n.° 32). «Bell y todos los que han adoptado sus opi- niones relativamente á las funciones que des- empeña el sétimo par, aseguran que en la pa- rálisis de este nervio se conserva la sensibilidad j en las partes afectadas: Berard confiesa no, TOMO VIL obstante . que existe á veces una sensación de estupor. En el caso referido por Grisolles, el enfermo atacado de una parálisis facial, á cau- sa de un tubérculo que ocupaba el conducto auditivo interno en la eslension de cuatro li- neas, presentaba una insensibilidad completa de la 'conjuntiva. Joberl ha encontrado que la sensibilidad se hallaba siempre, si no abolida, al menos disminuida (loe. cit., p. 684). Nos li- mitaremos tan solo á mencionar eslas opiniones contradictorias, porque se refieren á sislemas fi- siológicos que no podemos discutir aqui. «Monlaull ha visto algunas veces que el la- do de la cara paralizado presentaba un poco de tensión, hinchazón, edema y rubicundez. Cuando la enfermedad ha durado mucho tiem- po, acaban los músculos por atrofiarse. Kn un enfermo observado por Bell, «estaba la mejilla lan delgada, que cuando hablaba se moviaes- la parte de la cara como si no constara mas que de la piel; los músculos superciliar y occipilo- frontal se hallaban tan estenuados, que á pri- mera visla hubiera podido creerse que se ha- bían estraido por una operación, y que los hue- sos estaban cubiertos únicamente por la piel. No puede dudarse, dice el fisiólogo inglés, que la atrofia de los músculos procedía de su larga inactividad; puesto que el maselero y el temporal del mismo lado, que continuaban des- empeñando sus funciones, no habían perdido nada de su volumen , y lenian lan'.o vigor co- mo los del lado opuesto» (De la structure et des fonctions des nervs, liad, de Genesl; París, 1825, p. 91). «Los síntomas que acabamos de enumerar imprimen al conjunto de la cara, es decir, á la fisonomía, un carácter muy particular, y que varia segun que el enfermo se halle en quietud ó quiera ejecutar algún movimiento. «En el primer caso, la cara no es simétri- ca; la boca eslá oblicua; el lado paralizado carece de toda espresion, y contrasta, por su inmovilidad, con el opuesto. «He observado también , dice Berard, que no parecen ya co- locados en un mismo plano los dos lados de la cara; pues la mitad paralizada se adelanta un poco mas que la sana; la cual se presenta co- mo encogida, arrugada y escondida detrás de la otra, pareciendo tener menos eslension ver- tical que la milad enferma. En esla última las facciones eslan mas de manifieste y mas abierto el ojo , que parece también de un volumen mayor que el del lado contrario. De aqui procede que se encuentra á primera vista alguna dificultad en reconocer las personas que padecen una hemiplegia de la cara; porque la atención del observador se dirige naturalmente á la milad de esle órgano que se halla mas abultada, y cuyas dimensiones son mayores; la cual, desfigurada por la parálisis, ofrece al que la mira facciones que le son completamente desconocidas; de modo que para encontrar la espresion familiar del sugeto, es preciso bus- carla en la pequeña mitad del órgano que pa- ís 90 DE LA PARÁLISIS HE I.A CARA. rece ocultarse detrás de la olra» (art. cil.). No obstante, este eslado es generalmente poco ma- nifieste , y muchas veces no se le nula de pron- to ; pero se hace por el contrario muy pronun- ciado cuando habla ó rie el enfermo. «A prime- ra vista, cuando se examina á esle hombre^ dice C. Bell, hablando de uno de sus enfermos, no se percibe nada de particular en su fisonomía; pero al momento que habla ó que se sonríe, se retrae la boca hacia el lado izquierdo; si la ri- sa es mas fuerte , la distorsión es también ma- yor , y cuando estornuda, la diferencia que hay entre los dos lados es sumamente conside- rafile» (loe. cil., p. 84). «Muchas veces no conocen los enfermos por sí mismos la alteración de su fisonomía. «Igno- raba completamente todos eslos cambios, dice Bell, hablando igualmente de uno de sus en- fermos , y no conocía los gestes que al sonreír- se hacia su cara, siendo su padre el que se lo advirtió.» «Las funcioues generales no están comun- mente alteradas; no hay fiebre ni trastorno al- guno por parle del cerebro, á menos que, co- mo en el caso referido por C. Bell (loe. cit., pá- gina 85), haya sido ocasionada la parálisis por una parótida, una otitis , ele; pues entonces se observan algunos fenómenos, que varían se- gun la naturaleza de la afección primitiva. «Corso. — Duración. —Terminación. —La parálisis facial idiopálica empieza por lo co- mún de repente, como ya heuios dicho, y llega con rapidez á su mayor inlensidad, sin que decline jamás sino con lentitud; otras veces procede esta afección de tan varias lesiones del nervio facial, que no se le puede asignar un curso regular. «La duración varia mucho, y es relativa á la causa que ha producido el mal. Dura este toda la vida en los casos en que depende de una destrucción total ó parcial, de una atrofia ó de una degeneración del sétimo par de ner- vios, de un tumor que deba respetarse, etc. j La parálisis idiopálica puede durar desde quin- ce dias hasta seis meses y aun mas. Monlaull refiere la observación de un joven, que conser- vaba todavía alguna desviación déla boca al cabo de diez y ocho meses. «La parálisis idiopálica no compromete nunca la vida del enfermo, y termina feliz- mente al cabo de un tiempo mas ó menos lar- go. «En todos los enfermos que han sucumbi- do, dice Bollu-Desmortíers, se ha debido la muerte á una enfermedad coexistenle.» «Diagnóstico.—Como algunas veces va acompañada la parálisis de la cara de dolores mas ó menos agudos, y por otra parte suele la prosopalgia determinar en cierlos casos la distorsión de esle órgano, se han podido con- fundir estes dos enfermedades. Berard cite un ejemplo de semejante error, en el cual se acon- sejó! un joven atacado de una parálisis de la cara, la sección de la porción dura del sétimo par, para curar la neuralgia de este nervio de que se le creia afectado: ya se deja conocer que este era el medio de hacerla incurable. Para los que admiten la existencia de la neuralgia del facial, la intensidad é intermitencia de loa dolores distinguirán esta afección de la pará- lisis ; y ademas, en aquella el lado enfermo en vez de hallarse inmóvil, eslá agitado por mo- vimientos convulsivos, y las facciones apare- cen desviadas hacia el mismo: no se compren- de que havan podido desconocerse caracteres diferenciales tan marcados. Estos mismos sig- nos y el trayecto que siguen los dolores, no permiten confundir la neuralgia del trigémino con la hemiplegia facial. «En la parálisis del quinto par la pérdida déla sensibilidades completa, la mandíbula eslá péndula hacía el mismo lado á causa de la parálisis de todos sus músculos elevado- res ; mientras que el ala de la nariz , el orbi-, cular de los párpados, el superciliar y el fron- tal, conservan por el contrario sus movimien- tos. No se comprende de modo alguno el error de diagnóstico que cometió un cirujano, que consultado por una persona cuyas facciones habian perdido completamente su regulari- dad de resultas de una parálisis de la cara, creyó que para restablecer el equilibrio entre ambos lados del órgano , era preciso corlar en el sanólos nervios sub-orbilario, supra-orbita- rio y el maxilar inferior á su salida del aguje- ro menloniano (C. Bell, loe. cil., p. 106). «Suponiendo reconocida ya la parálisis del sétimo par, es necesario lodavia determinar su causa próxima; en lo cual pueden presentarse dificultades bástenle considerables. Cuando la enfermedad empieza repentinamente, puede creerse, y aun algunos prácticos sostienen que siempre sucede asi, que depende de una he- morragia cerebral. Sin embargo, no se com- prende que en todos los casos, por ejemplo, en que resulte la parálisis de la impresión de un aire frió en la mejilla, produzca esle fenóme- no constantemente un derrame circunscrito y siempre en la misma parte del lóbulo cerebral opuesto. En los casos en que la parálisis se ma- nifiesta de un modo gradual, puede creerse que es efeclo de un reblandecimiento del ce- rebro. «En una y olra circunstancia, si la paráli- sis de la cara va acompañada de la de los miem- bros y la lengua, de la pérdida de la memoria ó de una alteración cualquiera de las faculta- des intelectuales, no puede ponerse en duda la existencia de una lesión cerebral; pero en los casos, escesivamenle raros, en que se ha podido formar en un punte del encéfalo un derrame ó un reblandecimiento bastante limitados, para no producir masque la parálisis del nervio que nos ocupa, seria difícil distinguir los síntomas que corresponden á semejante lesión , de los que produce una alteración local del sétimo par de nervios (Berard , arl. cit.). Asi en esle | caso, como cuando no se manifiesta la parálisis 1 repentinamente bajo la influencia de una cau- DE LA PARÁLISIS DE LA CARA. 91 sa conocida, solo observando con atención el curso de la enfermedad y los síntomas que la acompañan, es como puede llegarse á formar un diagnóstico satisfactorio. «Pronóstico.—El pronóstico es generalmen- te favorable en la hemiplegia facial idiopálica, pues la mayor parte de los enfermos se curan al cabo de cierlo tiempo; pero cuando la pará- lisis es sintomática, su gravedad es relativa á la afección que la produce. «Complicaciones.—La parálisis facial puede complicarse con la neuralgia del trigémino, pueslo que una misma causa (impresión de un aire frió) es susceptible de determinar al pro- pio tiempo ambas afecciones. Boltu-Desmor- liers refiere dos ejemplos de esta complicación, 3ue es fácil de reconocer. No mencionaremos e modo alguno como complicaciones, las di- versas enfermedades que pueden ocasionar la hemiplegia de la cara. «Variedades.—El profesor Pablo Dubois ha observado y descrito en sus lecciones una he- miplegia facial, que sobreviene en los recien na- cidos á causa de la aplicación del fórceps. Lan- douzy describe cuidadosamente los caracteres de esla variedad de la parálisis del sélimo par en su tesis inaugural, de la quecopiamos lo que va á leerse; debiéndose observar, sin embargo, que este trabajo se apoya únicamente en cuatro casos. «Los síntomas de la hemiplegia facial se manifiestan inmediatamente después del naci- miento, en el instante en que da el niño sus primeros gritos; el ala de la nariz parece me- nos abierta y movible que la del lado sano; los párpados de la parle enferma eslan abiertos mientras que se hallan cerrados los del lado sano; y toda una mitad de la cara parece re- traída hacia laotra, cuya deformidad imprime á la fisonomía el aspecto mas eslraño. «Esta alteración de la cara, muy notable cuando el niño grita ó llora, desaparece casi completamente en el estado de quietud: «Asi que cesan los lloros y que vuelve la cara á lo- mar su calma completa, la difeiencia, que de- pendía especialmente de la falla de equilibrio entre los dos segmentes del orbicular de los la- bios, desaparece también enteramente; y si el ojo del lado sano se halla abierto, queda úni- camente una deformidad tan ligera, que es casi imposible reconocerla. Esta notable dife- rencia que hay enlre los fenómenos que pre- senta la enfermedad en el estado de reposo y en el de agitación de la cara, debe tenerse en cuenta, añade Landouzy, porque en el adulto es incomparablemente menor. «La campanilla y la lengua jamás eslan desviadas al parecer; y á pesar de la falta de oclusión de los párpados, no existe ni epífora ni inflamación de la conjuntiva ocular, «ya sea porque la rotación que imprimen al ojo los músculos oblicuos, lo ponga en partea cu- bierto de las influencias esleriores, ó ya mas bien, porque hallándose el niño sustraído en su cuna á los efectos de la luz, no tenga este órgano tenia necesidad de ser lubrificado por las lágrimas, ó protegido por los párpados.» «El curso de la enfermedad es mucho mas rápido, y los accidentes desaparecen espontá- neamente en el espacio de algunas horas á dos meses: el mismo dia del nacimiento ó algunos después, disminuyen insensiblemente los fenó- menos de la hemiplegia; al cabo de ocho ó diez dias poco mas ó menos se equilibran los mús- culos del lado paralizado con los que corres- ponden al opuesto en los movimientos poco es- tensos , y por úllimo se hace completa la cu- ración. «El diagnóstico resulta del atento examen de todos los fenómenos morbosos; pues «aun- que no conozco en la ciencia ningún ejemplo de hemiplegia de los recien nacidos producida por olra causa qne la que he señalado, dice Landouzy, se deja no obslanle conocer, que cualquiera otra análoga puede igualmente oca- sionarla. Ni aun pretendo que en todos los ca- sos de hemiplegia facial que sobrevienen in- mediatamente después del nacimiento en un niño estraido con el fórceps, deba atribuirse por necesidad la lesión funcional á la acción del instrumente. » Sin embargo, en la inmen- sa mayoría de los casos, aunque el fórceps no haya dejado ninguna señal en la cabeza del niño, puede afirmarse que esle instrumento ha comprimido el sélimo par y causado la pa- rálisis, cuando esta se manifiesta inmediata- mente después del parto, y ocupa únicamente los músculos en que se distribuye el nervio fa- cial, sin que baya lesión de la sensibilidad ni desviación de la lengua ó de la campanilla, estando íntegros todos los sentidos, y no exis- tiendo ninguna olra parálisis en lo restante del cuerpo. «El pronóstico es siempre favorable (Lan- douzy , Essai sur Vhemiplegie facíale chez les enfants nouveau nés; lésis de París, 1839). »No es completa la parálisis del sétimo par, cuando el tronco de este nervio ha permane- cido intacto, y la lesiun eslá limitada á algu- nos filamentos estemos; en cuyo caso se ob- servan, en lugar de una hemiplegia de la cara, parálisis parciales circunscritas á las partes en que se distribuyen los ramos interesados: eslas lesiones son comunmente producidas por causas traumáticas. A consecuencia de la es- lirpacion de un lumor de la mejilla, resul- tó que un cochero no pudo ya silbar á sus caballos; y una operación semejante, que se practicó un poco mas arriba, determinó la parálisis del músculo orbicular de los párpa- dos (C. Bell). No nos detendremos en descri- bir todas las variedades que pueden presen- lar las parálisis parciales con respecto al si- lio que ocupan ; pues el conocimiento anató- mico de la distribución del nervio facial basta para determinar el asiento de la enfermedad, teniendo en cuenta los músculos paralizados. »B. Parálisis del quinto par.—Síntomas.— 92 DE la parálisis dk la cara. La parálisis del trigémino, lo mismo que la del sélimo par, puede manifestarse de un modo repertlino ó graduado; en cuyo úllimo caso, si depende de una inflamación ó de una compre- sión lenta, va precedida de dolores muy agu- dos, que no cesan hasla que la alteración del nervjo se halla bástente adelantada, ó la com- presión es lan fuerte, que suspende las funcio- nes de este órgano. «Cuándo la lesión afecta el tronco del quin- te par en la cavidad del cráneo, ó interesa no solo la porción gangliónica, sino lambien has dos pequeñas raices blancas que pasan por de- bajo de esla y salen con el nervio maxilar in- ferior por el agujero oval del esfenóides, se observan algunos fenómenos morbosos relati- vos á la doble función del trigémino, que es como lodos saben un nervio de sensación y de movimiento. «El lado enfermo déla cara está privado de toda sensibilidad; pudiéndose pinchar la piel hasla que dé sangre, y tirar de los pelos que la cubren, sin que esperimenle el enfeimo ningún dolor: la misma alteración se observa también en las membranas mucosas; pues la conjuntiva , laque lapiza las fosas nasales, los labios y la boca, eslan completamente insen- sibles ;*y se los puede titilar y pinchar impu- nemente. En un enfermo observado por Serres (Arch. gen. de méd., 1 .* serie , t. V , p. 629), era tal la insensibilidad de la conjuntiva, que podia pasarse entre los párpados y el globo del ojo las barbas de una pluma, sin que lo sintie- se el enfermo; la nariz estaba igualmente in- sensible á la introducción de cuerpos eslraños, y la aplicación del sulfato de quinina en la mi- lad correspondiente de la lengua no ocasio- naba impresión alguna. C. Bell refiere, que habiendo dado un vasoá un enfermo, dijo lle- vándoselo á la boca, que estaba rolo; y que en olro era aun mas pronunciada la pérdida de la sensibilidad del contorno de la boca, pues no podja sostener un pincel ó una pipa en la co- misura correspondiente al lado enfermo de esle órgano. »Las membranas propenden á reblandecer- le , la córnea se pone opaca, y al fin se vacia el globo ocular (Joberl, loe. cit., p. 690). En el enfermo observado por Serres estaban las encías blandas, fungosas, negruzcas, despren- didas de los huesos, y se habia notado suce- sivamente inflamación del ojo, coartación de la pupila, opacidad de la córnea y pérdida de la vista; hallándose lambien afectado de una dureza muy considerable el oido del lado en- fermo. «Los músculos de la frente, de los párpa- dos, de la nariz y de los labios. conservan sos movimientos; mientras que los músculos buci- nador, temporal, masetero y terigoídeos, se hallan mas ó menos completamente paraliza- dos; la mandíbula está deprimida y desviada hacia el lado enfermo por la conlraccion de los músculos terigoídeos del lado sano, y durante su elevación permanecen blandos y flácidos los elevadores de la parle paralizada. »La espresion de la fisonomía del lado en- fermo eslá disminuida. «Muchos aulores han dicho que los sínto- mas de la parálisis del quinte par no son siem- pre los que acabamos de describir. Se ha pre- tendido que en esla afección podia por una parte conservarse la sensibilidad mas ó menos completamente, y estar por olra paralizados los músculos de los párpados, de los labios y de la mejilla. En un caso que refiere Dugésde parálisis parcial derecha, producida por una inflamación del trigémino, se habia conserva- do la sensibilidad: «No podria depender esla circunstancia, dice el autor, de la integridad del nervio facial, cuyo órgano , contra la opi- nión de C. Bell, fuera sensitivo y motor al propio tiempo?» (Révue medícale, abril 1825). Fundándose Gama en un hecho muy intere- sante, ha procurado demostrar que la lesión del trigémino puede dar lugar á los síntomas de la hemiplegia d.í la cara. En el caso á que se refiere este médico, la boca se hallaba des- viada, y la mejilla flácida y péndula. «Las dos observaciones que acabamos de mencionar, no son bastante concluyenles, para que puedan en su viste atribuirse á una lesión del trigémino síntomas que no están en rela- ción con las funciones bien conocidas de esle nervio. «Cuanto hemos dicho del curso, duración y terminaciones de la parálisis del sélimo par, puede aplicarse igualmente á la del quinte. «Diagnóstico.—Pronóstico.—La pérdida de la sensibilidad, las alteraciones de los órganos de los sentidos, la parálisis de los músculos elevadores de la mandíbula inferior, y la con- servación de los movimientos en los de la fren- te, párpados y labios, son signos que no per- miten desconocer la parálisis del trigémino. La investigación de la causa anatómica de la en- fermedad está basada en las consideraciones que dejamos establecidas mas arriba. El pro- nóstico tampoco presenta nada de especial. «Variedades.—Puede la parálisis limitarse á la porción ganglionar del trigémino , ó por el contrario , á sus ramos motores : en el pri- mer caso se observa la pérdida de la sensibili- dad y las alteraciones de los sentidos; pero los movimientos de la mandíbula permanecen ín- tegros: en el segundo, se hallan eslos por el contrario abolidos, mientras que no existen les demás síntomas. Por úllimo, puede circunscri- birse la parálisis á un solo ramo del trifacial, v se conciben fácilmente los fenómenos que de- ten corresponderá la lesión de cada uno de sus filamentos. »C. Parálisis simultánea del quinto y séti- mo par. — Cuando una lesión cualquiera ha comprometido á un mismo tiempo la integri- dad de los troncos de los pares quinte y sétimo de nervios cranianos, se obsérvala reunión de Ids síntomas que corresponden á la parálisis d<' DE LA PARÁLISIS DE LA CARA. 93 cada uno de estos órganos. Dugés (Revue me- dícale, abril, 1829), Mayo (Journ. de physio- logie experim., t. ILV, p. 356); Joberl y Caze- nave (Bull. de la Societé anatomique, n.°17), y Montault (Journ. de la Societé de méd. de Paris, l. CVU1, p 29), refieren algunos hechos de este género; y C. Bell menciona igualmen- te dos en su obra (loe. cit., p. 96), á la que pueden acudir los que quieran enterarse de mas pormenores, si bien eslos nada ofrecen de particular. »Por último, pueden encontrarse reunidas en un mismo individuo diferentes parálisis par- ciales del quinto y sélimo par; cuyos síntomas varían entonces segun los ramos nerviosos que se hallan interesados; pero eslá comprendida su descripción en el cuadro general que hemos trazado. »D. Parálisis del tercer par de nervios cra- nianos.—Joberl, en una de sus obras que ya hemos citado en este artículo, consagra un ar- tículo á la parálisis del nervio motor ocular co- mún , que en general se supone ser sintomá- tica, aunque existe muchas veces sin lesión analómica de los nervios. «Los síntomas que produce esta afección son muy simples y fáciles de concebir: los músculos {eletador del párpado superior, obli- cuo menor, recto interno, recto superior) en que se distribuye el tercer par, se hallan paraliza- dos. No siendo ya conlrareslada la acción del músculo orbicular de los párpados por la de su elevador, se deprime el párpado superior, cubriendo el ojo mas ó menos completamente, sin que le sea posible al enfermo levantarlo, á no ser con la mano; exento de antagonista el músculo recto esterno, tira del globo del ojo bacía su lado; la parálisis de los demás mús- culos de la órbila hace que esle órgano se halle inmóvil, y no permito al enfermo comunicarle ningún movimienlo. «El curso, la duración y las terminaciones de esla parálisis, nada presenten de particu- lar; el diagnóstico no ofrece ninguna dificul- tad, y el pronóstico varia según las causas que la han determinado. »E. Parálisis del nervio motor ocular ester- no.—Solo conocemos un caso de esta afección, el cual copiamos de Jobert. «Un individuo de cincuenta y cinco años de edad entró en el hospital de San Luis, des- pués de haber padecido por espacio de seis me- ses dolores de cabeza, que ocupaban lodo el la- do izquierdo de la misma, particularmente la región anterior, y se propagaban hasla el ojo, el cual se ocultaba delrás de la bóveda or- bitaria. La coartación de los párpados fue se- guida de lagrimeo, y algún tiempo antes de sordera del lado izquierdo. El enfermo esperi- mcnlaba una sensación de frío, al mismo tiem- po que en las parles enfermas sentía un hor- migueo continuo. A los quince dias de oclu- sión complete de los párpados, se volvieron á abrir, y se vio entonces desviado el globo del I ojo hasla el punto de ocultar las dos terceras partes de la córnea, sin que le fuera posible hacer ningún movimiento hacia el lado esterno; pudiéndose únicamente verificar los de depre- sión y elevación , pero en una estension muy corla» (Joberl, Essai sur le systeme nerveux, l. II, p. 697). «Causas.—Las causas que presiden al des- arrollo de la parálisis de la cara son siempre unas mismas, cualquiera que sea el sitio ana- tómico de la enfermedad; y por consiguiente las indicaremos de una manera general. No obstante, como la mayor parle de las observa- ciones que posee la ciencia se refieren á la pa- rálisis del nervio facial, prevenimos al lector que lo que vamos á decir sobre la etiologia , lo hemos lomado de las monografías consagradas al estudio de la afección paralítica del séti- mo par. «A. Cetusas predisponentes.—1,° Edad.— De 32 individuos cuya edad se ha observado, 5 tenían de siete á veinte años; 17 de veinte á cuarenta, y 10 de cu irenla á sesenta y cualro. Ya hemos visto que la parálisis facial podia ma- nifestarse desde la época del nacimiento bajo la influencia de una causa especial. »2.° Sexo.—Kluyskens habia nolado que los hombres estaban mas espueslos á padecerla que las mujeres. Montault observó en efeclo 33 hombres enlre cuarenta casos: es fácil esplicar esla influencia del sexo, y Joberl la atribuye al género de trabajos en que se ocupan con pre- ferencia los hombres. »B. Causas determinantes.—La parálisis de la cara se manifiesta muchas veces de un modo espontáneo, sin que sea posible atribuirla á nin- guna causa; y asi sucedió nueve veces entre cuarenta casos recogidos por Monlaull: pasa- remos sin embargo á estudiar las causas que en otras ocasiones parecen determinar su des- arrollo. «A. Causas higiénicas.—El frió es una de las causas ocasionales mas frecuentes de la pa- rálisis de la cara, y esla influencia la habia ya notado Franck. «Septem a?grorum meoruin. «dice, óptima sanitate fruebanlur, cum malu- «tinis horis lectura deserenles ex feneslris vel «parle illarum (vulgo wast ist das) prospecla- «bant, retracte vero mox ob auram frigidam «faciera allídenlem, capite, faciei paralysim «adstantibus in cubículo jam palefaciebant.» Monlaull fué atacado de una parálisis del séli- mo par, por haber viajado en un carruaje pú- blico en el que faltaba un cristal, de modo que durante lodo el camino habia llevado espueslo el lado derecho de la cara á la impresión de un viento de esle. Berard ha vislo individuos que la contrajeron por haber dormido en una habitación fria y mal cerrada, por acoslarse en una cama inmediata á una pared cuyo yeso no se habia secado todavía, y también por es- ponerse estando sudando á una corriente de aire norte bastante intensa. Befieren los auto- res otros muchos casos semejantes. 94 DE LA PARÁLISIS DE LV CARA. »B. Causas fisiológicas.—Las impresiones morales vivas, como el temor, la cólera y los pesares, pueden al parecer determinar una parálisis de la cara; pues se ban visto enfermos ciue han sido invadidos después de un acceso de cólera (Andral) y de contrariedades violen- tas (Botlu-Desmortiers). Bellingeri cita un caso, en que sobrevino la enfermedad á causa del terror producido por el aspecto de una mujer epiléptica; y Franck ha observado un hombre, que la contrajo al escuchar la noticia de que habia muerte su mujer. «Botlu-Desraorliers (loe. cil., p. 23) ha ob- servado dos veces, que la aparición de la en- fermedad coincidía con la supresión del flujo menstrual: «Una mujer, dice esleaulor, espe- rimenlaba los síntomas de esta parálisis lodos los meses al declinar la luna.» »C. Causas patológicas.—Los tumores si- tuados en el cráneo ó por fuera de esta cavidad y en la región parolidea comprimiendo las ra- mas nerviosas, los tubérculos del cerebro y del conducto auditivo (Grisolles), las alteraciones orgánicas, la olilis aguda ó crónica y la caries del peñasco (v. Otuis), determinan con fre- cuencia varías alteraciones y soluciones de continuidad en los nervios de ía cara. Las cau- sas traumáticas (contusiones, heridas por ins- trumentos cortantes ó punzantes, por armas de fuego (Joberl, Bell), fracturas de los huesos de la cabeza, etc.) producen muchas veces hemi- plegias ó parálisis parciales, que pueden asi- mismo resudar de las operaciones que se prac- tican en la cara (Bell). Ya hemos dicho que la parálisis facial de los recien nacidos es ocasio- nada por ¡a compresión que ejerce el fórceps sobre el nervio facial; se ha visto también suce- der la parálisis á la retropulsion de un herpes (Monlaull, loe. cit., p. 18), y s^ la atribuye igualmente á los vicios artrítico, reumálico, venéreo, etc.; pero la influencia de este último orden de causas es muy dudosa. «Hemos referido 69 observaciones, en las cuales están especificadas las causas de la pa- rálisis; y de ellas resulta la tabla siguiente, que no deja de ofrecer algún interés con respecto á la frecuencia relativa de los diversos agentes que producen la enfermedad que nos ocupa. 19 veces provino de suprimirse la transpira- ción á causa de la impresión del frió. 12 no pudo saberse la causa. 11 por la sección del nervio en una opera- ción ; caidas, tumores y heridas. 5 por abscesos del oido medio, y de las par- tes inmediatas al nervio. 4 por una contusión del lado enfermo. 4 por sífilis antecedente ó coexistenle. 4 por impresiones morales. 3 por retropulsion de un herpes. 2 por un tumor encefaloideo del cerebro. 2 por un reumatismo antecedente en oirás partes del cuerpo. 1 por supresión de las reglas. 1 por tumefacción de la mejilla á consecuen- cia de una estomatitis mercurial. 1 por falla de un coriza periódico. «Tratamiento.—El tratamiento de la pa- rálisis de la cara estriba esencialmente en el conocimiento de la causa que ha producido el mal. «Es evidente que la parálisis será incurable en los casos en que dependa de una alteración orgánica, de la sección complete de un ner- vio , etc. Cuando es sintomática, la lerapéulica debe dirigirse contra la afección primitiva; combatiendo el virus venéreo, restableciendo una hemorragia habitual, una enfermedad cu- tánea, ele, segun las circunstancias. General- mente hablando, cuando se ha eslablecido la parálisis de un modo lento y gradual, debe temerse que sean insuficientes los recursos del arte, sobretodo si los primeros remedios no producen ningún alivio: «Si transado mense «non liberatur paliens, erit pronoslicandum »quodnon poterilliberari» (Bhasis,De tortura faciei). «Cuando la parálisis aparece repentina- mente bajo la influencia del frió, de una im- presión moral, ó sin causa apreciable, pue- de esperarse una curación bastante rápida con los medios qne pasaremos á indicar. «En las circunstancias que acabamos de referir, es útil inlenlar al principio de la pa- rálisis algunas evacuaciones sanguíneas, gene- rales ó locales, y sobre lodo eslas últimas, fa- voreciendo su acción con derivativos al tubo intestinal ó á la piel. Si los antiflogísticos no producen ningún alivio al cabo de algunos dias (diez á quince), deberá renunciarse á ellos; re- curriendo entonces á las fricciones secas, aro- máticas, alcohólicas, hechas con el linimento amoniacal, el aceite de trementina, el de Ca- jeput , el alcanfor ó la pomada eslibiada; á ios vejigatorios, fonliculos ó un sedal, aplicados en el trayecto del nervio. Pigeaux curó una pará- lisis rebelde por medio de muchos moxas colo- cados sobre las ramificaciones del nervio facial. No obstante, Joberl desecha con razón el moxa, porque produce una pérdida de sustancia, ci- catrices deformes, dolores muy agudos, y por- que siempre puede reemplazarse con ventaja por el cauterio trascurrenle (loe. cit., p. 687). Este úllimo medio ba producido ctm frecuencia muy buenos efectos en manos del cirujano que acabamos de citar, y nosotros lo consideramos lambien como uno de los mejores que pueden oponerse á la parálisis idiopálica de la cara. «La estricnina, usada de un modo alternati- vo interior y esleriormenle por el método en- dérmico, ala dosis de 1/10 a 1/5 de grano, ha producido á veces buenos resultados (Lasselon* g\ie,Bullet. medie, de Bordeaux; Boltu-Des- morliers, tés. cil.). * «La electricidad galvánica, administrada di- rectamente sobre los órganos paralizados por medio de agujas conductoras que se implantan DÉ LA PARÁLISIS DE LA CARA. 95 en ellos, es un medio .poderoso, que se ha ala- bado mas de lo que merece, pero que sin embargo ha producido numerosas curaciones (Pichonniere, Montault, Bollu-Desmorliers, Berard) y no debe descuidarse. El doclor Cas- tara (Journ. des convaiss. medie-chirurg., di- ciembre 1835, p. 231) ha curado gran número de hemiplegias faciales, colocando el escitador que conduce el fluido positivo en la cara interna de los labios ó de las mejillas. La electricidad ejerce en general una influencia tanlo mas enérgica sobre la contractilidad, cuanto mas reciente es el mal; y sus buenos efectos se no- tan algunas veces desde la primera aplicación (Montault). El número de ensayos necesarios para conseguir la curación no puede determi- narse á priori; pero varia comunmente de quinceá treinta. Es preciso aumentar gradual- mente la acción eléctrica, que siempre debe ser proporcionada á la sensibilidad del enfermo y á la de la parle donde obra. «Pichonniere, Bottu-Desmortiers y Mon- tault han creído nolar, que el líquido ácido con que se carga la pila galvánica, ejercía una in- fluencia notable en el resultado del tratamiento, V que ciertos ácidos provocaban especialmente ía sensibilidad.y oíros la contractilidad, perte- neciendo el ácido nítrico á los primeros, y el sulfúrico á los segundos. Muy importante seria confirmar esla aserción, que no se halla sufi- cientemente establecida. Uno de los enfermos observados por Bollu-Desmorliers solo sen lia el.dolor en el polo negativo, cuando se somelia á. te gálvano-piinlura. »Én los recien nacidos el tratamiento debe ser en el mayor número de casos puramente higiénico, pues la enfermedad desaparece casi siempre espontáneamente al cabo de algunos dias. Deberá al niño acostarse en una cuna co- locada de modo que reciba difusamente la luz, cuidando de no echarle de lado, y de no po- nerle apretadas las prendas del vestido que cu- bren la cabeza y el cuello, y procurando evitar ó calmar sus gritos (Landouzv, tesis citada, pág. 27). «Cuando la parálisis del párpado superior se ha resistido á lodos los medios conocidos, debe satisfacerse una indicación especial; pues oponiéndose la caida de este órganoá la visión, puede ser útil en algunos casos mantenerlo elevado por medio de una pequeña cicatriz; la cual se obliene practicando con el bisturí, ó mejor con un cauterio enrojecido hastael blan- co, una pérdida de sustancia en su cara esterna; muchas veces hemos empleado con buen éxito este medio paliativo. Conviene sin embargo cuidar muenp de que la pérdida de sustancia no sea demasiado considerable, porque en este caso, elevándose escesivamenle el párpado, que- daría el ojo descubierto y llegaría á infla- marse. «Naturaleza y asiento.—La naturaleza de la parálisis idiopálica de la cara ha llamado bás- tente la atención de los autores. Considerante unos como reumática ó venérea, sin que haya nada que pueda justificar tal opinión ; y ya he- mos visto que otros médicos contemporáneos persisten todavía en pretender que siempre es apoplética. Montault opina, que cuando la en- fermedad no reconoce por causa una lesión or- gánica ó traumática, es de naturaleza inflama- toria; pero á la verdad no puede pasarse de ha- cer hipótesis mas ó menos probables sobre la patogenia de una afección, cuyaeliologia y ana- tomía patológica se hallan todavía rodeadas de tinieblas. «Los nervios de la cara son evidentemente el sitio de la enfermedad. Todos ellos están es- puestos; pero el facial la padece con mucho mas frecuencia que los demás. Carecemos de dalos satisfaclorios para establecer la frecuen- cia relativa de las variedades de asienlo de la parálisis de la cara. »Franck y Descot aseguran que la enferme- dad ocupa con preferencia el lado derecho. De treinta y ocho casos en que podían las causas obrar indiferentemente en ambos lados, Mon- taull la ha observado diez y nueve veces en el derecho y otras tentasen el izquierdo. «Se ha dicho qne la enfermedad era mas grave cuando estaba situada en el lado izquier- do. «Elquando hic morbusestin latere sinis- «tro est difficilior» dice Bhasis. Montault hace observar, que en el único caso en que ha visto prolongarse mucho tiempo la enfermedad (diez y ocho meses), ocupaba la parálisis el lado iz- quierdo. Por nuestra parte no podemos conce- der al lado de la cara considerado en sí mismo una influencia, que debe sin duda alguna re- ferirse á la causa que ha producido la pa- rálisis. «Clasificación en los cuadros nosológicos. Historia y bibliografía.—Las opiniones que hemos emitido en el discurso de esle artículo han debido ya hacer presentir, que colocamos con Andral la parálisis idiopálica de la cara en- lre las neurosis. «La parálisis de la cara fué ya observada desde la mas remota antigüedad; pero siem- pre se la creyó sintomática, confundiéndola bajo diversas denominaciones con oirás enfer- medades. Hasta nuestros tiempos no se la ha es- tudiado bajo el punto de viste que la hemos considerado nosotros. Es muy dificil determi- nar como quiere Montault, si ciertos pasages de Rhasis (Continens., libro 1, fol. X), A.Ibu- casis (Chirurg., parí. I, cap. VII), Galeno (Da locis affectis), y Areleo (De signis et causis etc., lib. II, cap. XII) pueden referirse á la paráli- sis idiopálica. Merece sin embargp citarse el siguiente pasage de Foresto: «Commpnia sunt «(signa) justa Rhas., oris dislortio, et quod «uuum oculum claudere non valeanl, el si pras- «cipiasul sufflent, ttalusab una parte exire vi- «delur: faciei pars aegra est Ínflala ob male- «riem replenlera... ex latere effluit saliva vel «sputum. Torsio labiorum, superciliorum et «unius oculi majorocclusio... signa tamem ali- 96 DE LA PARÁLISIS DE Lt CARA. »qliando sunt occulta in principio vel con- »traclionis vel resolutioniscum facie recta se- «cundum silum sanum : tune aegrotanli impe- «rabimus ut rideal, vel proferal lilteram O, il- »lico videbimus unam partera non posse move- »r¡ libere, imo trahi af> altera, vel ad alleram «diduci... quodadsignadistinguenliaallinet: si «sil ex paralysi, pars sana trahil ad se la?sam; »al si sil tortura oris in parledextra, dicendum »esse affectum musculum in sinistra... contra «in tortura oris ex convulsione partera lassaui «trahare ad se sanara.... Haec praecipue consi- «deranda sunt, cum máxime faciant ad cura- «tionem. Jam quoque signa specierum noton- «da. Si fueril á paralysi, oculus claudi non «potest, nec bucea aequaliter inflalur... el »adesl stupor aliqualis in parte resoluta et sa- «líva dililuit; laxa mollisqueasana Irahitur, sa- liva raagis íluil, os in parle laesa rainus cíau- «dilur, palpebra inferior oculi parlis mollili- »calae esl demersa. iElas, intemperies regio, «victus pruecedens, aer circumdans, magis ad »humidilalem tendunl» (Opera omnia , 1.1, li- bro X,p. 586). «Sea de esto lo que quiera, antes de las investigaciones contemporáneas sobre las fun- ciones del sistema nervioso, no se conocíala verdadera naturaleza déla parálisis idiopálica de la cara, ni se habían determinado las diver- sas parles analómicas donde puede tener su asienlo. »C. Bell (Exposition du systeme naturel des nerfs du corps humain, trad. de Genest; Pa- rís , 1825) es uno de los primeros autores que han suministrado dalos positivos á la histeria de la parálisis i liopática de la cara; y en su obra se encuentran muchas observaciones bas- tante curiosas, que ponen de manifiesto las di- ferencias sintomáticas que separan la parálisis del sélimo par de la del quinto. «En 1825 reunió Descol ( Dissertation sur les affections locales des nerfs; Faris 1825) á las observaciones de Bell algunos hechos pu- blicados en los diferentes periódicos franceses y estrangeros (Shaw, On partial paralysis; en Médico chirurg. transad., vol. XII, parí. 1.a; Serres, Arch. génér. de méd., 1." serie , t. V; Billard, el mismo periódico, t. VI), varios otros recogidos por él, y dio una descripción de la parálisis de la cara, mas completa que las pu- blicadas hasta entonces. «Pichonniere (De la paralysie partidle de la face; París, 1830) reunió en 1830 ocho ob- servaciones nuevas de parálisis de la cara , y sacó de ellas algunas deducciones. «En 1831 fue cuando apareció la primera monografia algo complete sobre esla materia, escrita por Montault (Dissert. sur Chemiplegie facíale, tés. de París, 1831; n.° 300). Bevisan- do este médico los anales de la ciencia, reúne sesenta observaciones de parálisis de la cara, tomando de ellas los elementos de una descrip- ción didáctica , que aunque carece de orden y método, encierra sin embargo dalos preciosos, y tiene ademas el mér'rto de haber fijado la atención de los patólogos sobre una enfermedad poco conocida hasla entonces: este autor se ocupa únicamente de la parálisis del séli- mo par. «Bollu-Desmorliers (Recherchessurquelques alteralions locales du nerf facial \ lésis de Pa- rís, 1834 , n.° 365), da una descripción de la parálisis del sélimo par, metódica y bástanle complete, añadiendo muchos casos nuevos á los que ya se conocían. «En'i 835 se propuso Berard demostrar, que la parálisis del sétimo par podia existir idio- pálicamente con independencia (te toda hemor- ragia cerebral, y ejerciendo solo su influencia en los movimientos de la cara , cuya insensi- bilidad se conservaba inlacla (Sur les fonctiont du nerf facial et la paralysie de la face; en Journ. des conn. méd. chirurg., t. II, p- 354). «Joberl (Etudes sur le systeme nerveux; Pa- rís , 1838) describe la enfermedad en los dife- rentes sitios anatómicos que puede ocupar, y fue el primero que refirió algunos- ejemplos de parálisis idiopálica del tercero y seslo par de nervios cranianos. Por úllimo, Landouzy (Essai sur í'/ieiMt- plcgie facíale chez les enfants nouveau nés. Té- sis de París 1839) acaba de dar á conocer una variedad de la hemiplegia facial, relativamen- te á su causa, que no se habia descrito lodavia. «Tales son las fuentes de donde hemos to- mado los elementos de nuestra descripción. No se hace mención de la parálisis de la cara en la obra de Naumann (llandbuch der med. kli- nick), en el diccionario de J. Copland, ni en la gran Enciclopedia inglesa. Berard le consagra en el Diccionario de medicina un articulo, en el que reproduce en gran parle la memoria que habia publicado en el Journal des connaissan- ees médico- chirurgicalcs.n (Mon. y Fl., Comp., etc., t. III, p. 617-627). CAPITULO II. Desórdenes de la Inervación orgúnics- ARTICULO I. De las convulsiones. «La voz convulsión , enfermedad convulsi- va, se deriva de convello , conveliere, convulsi, convulsum, estremecer, sacudir, agilar. «Sinonimia.—s.nxan^t de Hipócrates; o**- trptofi! nicújs de Galeno; nervorum dislensio de Celso; espasmus de Celio Aureliano; con- vulsio, morbus convuhtt us de Willis, Sauva- ges, Swediaur, Linneo, Vogel, Sagar, Macbride y Cuiten; hieranosis de Linneo y Vogel; *y*m pasia convulsio de Good ; convulsio clónica de Etmuller; eclampsia de Sauvages; spasmus de Linneo; ctonus convulsio de Young ; y cacoci' nesia de Sauvages. • Definición.—La palabra convulsión quiere DE LAS CONVULSIONES. 97 decir segun su sentido etimológico, agitación, estremecimiento, sacudida; y en su acepción mas general significa una perversión cualquie- ra de los movimientos. En viste de los varia- dos desórdenes que espresa, se ha creido con- veniente precisar el sentido que debe tener, para lo que se han propuesto diversas inter- pretaciones. Willis (Trac, de morbis convulsi- vis, cap. 1, p. 1 , Ginebra, 1695), dice que la mayor parte de los médicos que han trazado la historia de las enfermedades convulsivas, dis- tinguen el espasmo ó la convulsión de los mo- vimientos convulsivos, refiriendo ai primero la contracción permanente de los músculos que pone los miembros rígidos é inflexibles, y á tes segundos, los movimientos repentinos ó sacu- didas, que alternan con un estado de reposo y de relajación. Esle autor no aprueba semejan- te distinción , y se adhiere á la opinión de Cardan , que fué el primero que esludió estos casos con el nombre de tétanos, usando indis- tintamente de las palabras espasmo ó convul- siones, al describir las enfermedades convul- sivas con agitación. Cuiten (Elements de méd. prat., edic. Bosquillon , t. II, pág. 314; Pa- rís, 1787), vuelve á admitir la distinción cri- ticada por Willis, aplicando estrictamente la palabra espasmo á lo que se llama convulsiones tónicas , y la de convulsión á lo que se deno- mina espasmo clónico. Eslas denominaciones se han empleado lodavia después en diversos sentidos. Savari (Dict. de se, t. VI, p. 455), establece, que la perversión de los movimien- tos involuntarios ó pertenecientes á la contrac- tilidad orgánica, sean ó no apreciables, recibe mas particularmente el nombre de espasmo; mientras que el de convulsiones se reserva para significarla perversión de los movimientos que están bajo la dependencia de los músculos so- metidos al imperio de la voluntad; cuya dis- tinción parece mas importante que la prece- dente, y ha sido adoptada por Georget (Dict. de méd., 2.* edic., t. VIH, p. 567), Brachet (Traite prat. des conv., 2.a edic., p. 27) , y otros varios patólogos. «En el estado actual de la ciencia, y para no separar afecciones que reconocen iguales causas, producen alteraciones análogas, y ce- den á un mismo Iralamienlo, pueden definirse á nuestro parecer las convulsiones diciendo: que son unas contracciones enérgicas é invo- luntarias de los músculos de la vida de rela- ción, que ocupan la totalidad ó una región cir- cunscrita del cuerpo, y ponen rígidas y tensas las partes (convulsiones Iónicas); ó, lo que su- cede con mas frecuencia, una agitación tu- multuosa con sacudidas alternativas (convul- siones clónicas), que sobrevienen de repente, con intervalos mas ó menos largos, y que pa- recen ser independientes en general de teda lesión orgánica apreciable de los centros ner- viosos. No insistiremos aqui en las circunstan- cias , que á nuestro parecer, motivan esla de- finición , porque ya tendremos ocasión de es- TOMO VIL ponerlas con toda claridad en el discurso de esle artículo. «Divisiones.—Por lo mismo que la palabra convulsión comprende una multitud de enfer- medades diversas, es indispensable hacer en el estudio de este fenómeno divisiones riguro- sas. No hay tal vez enfermedad alguna, como dice Brachet (Traiteprat. des convulsions dans Venfance, 2.a edic., 1837, p. 28), que haya sufrido tantas variaciones en el modo de con- siderarse sus especies ó variedades, pues cada autor la clasifica á su modo. Galeno (lib. De differ. sympt. , cap. III, y De tremor, et pal- pit., cap. úll.) admite tres especies de enfer- medades convulsivas, refiriéndolas tan solo á las convulsiones tónicas, que estudia con los nombres de emprostótonos , opistótonos y téta- nos, segun que la contracción es general, ó que siendo mas fuerte en un sentido, inclina el cuerpo hacia delante ó hacia atrás. Esla divi- sión se halla adoptada por la mayor parte de los autores, que respetando ante todo la auto- ridad de los antiguos, se guardan bien de ha- cer la menor crítica en el análisis de sus obras. Segun Lázaro Biverio (Praxis medicce, t. I, pá- gina 28, lib. I, cap. IV; Lug. 1649) toda con- vulsión depende de un estado de plenitud, de vacuidad ó de irritación: la que proviene de esla última, no puede considerarse como ver- dadera , sino mas bien como un movimiento convulsivo que rara vez sobreviene por vacui- cidad. La verdadera convulsión es principal- mente debida á la plenitud. Pero es fácil co- nocer que semejante distinción carece de pre- cisión y claridad. Willis (loe. cit. , p. 5), admite dos especies de convulsiones; una debi- da á un principio espasmódico, y otra á cierta fuerza esplosiva de los espíritus.Tor lo demás, describe separadamente la epilepsia, las en- fermedades convulsivas de los niños y de los adultos, las que tienen su origen en las estre- midades nerviosas ó en los plexos , las que so- brevienen en las fiebres malignas ó anómalas, las que complican al escorbuto, y las que ca- racterizan el histerismo y la hipocondría, ter- minando por la historia de la tos y del asma. Pero esta clasificación nada tiene ciertamente de melódica, !y conserva la mayor y mas de- plorable confusión enlre circunstancias patoló- gicas que merecen distinguirse. Silvio Deleí boé (Opera med., lib. I, cap. LXI1) incíuve en cuatro párrafos principales las causas de las convulsiones: 1.° las lesiones de los nervios, á las que hace representar un gran papel con respecto á los espíritus animales; 2.» todas las sustancias acres, acidas ó salinas ; 3.° los hu- mores acres, bilis y pituita, y 4..° las diversas inflamaciones. Pero se ve que esta división es- triba en una teoría ridicula. F. Hoffmann (Med* rat. seyst., t. IV, part. III, p. 61) hace algu- gunas consideraciones generales sobre los mo- vimientos convulsivos, después de haber tra- tado de la epilepsia. Insiste (p. 60; Hal. Magd. « 1734) en la distinción de las convulsiones en 43 98 DE LAS C»>MTLSIONES. idiopálicas y sintomáticas, y sin hacer una cla- sificación regular y sistemática , atribuye su- cesivamente los accidentes convulsivos, á una alteración del alma , á un vicio de los humo- res^ un desorden d¿ las primeras vías , del duodeno, á la presencia de vermes, á lesiones del úteror de la vejiga, ó esleriores, y á la mordedura de ciertos animales venenosos; apo- yándose para molivar eslas especies, en la au- ¡ toridad de buenos observadores, y refiriendo ademas observaciones que le son propias, y que lodavia podrían aumentar el número de las variedades que menciona. «Solo desde el tiempo de Sauvages han he- cho los nosólogos algunos esfuerzos , para in- troducir un método regular en la clasificación de las enfermedades. El sabio profesor de la fa- cultad de Monlpellier habla de los espasmos en la clase cuarta de las enfermedades, y di- vide su estudio en cuatro órdenes, que son los siguientes: 1.° espasmos tónicos parciales, que comprenden la rigidez y la inmovilidad de un miembro ó de un órgano determinado; 2.° es- pasmos clónicos generales, que invaden la to- talidad del cuerpo ó se eslienden á muchas partes. En este vasto cuadro incluye Sauva- ges veintidós afecciones distintas, o mas bien veintidós formas morbosas particulares. Las convulsiones que forman parte del orden ter- cero de los espasmos clónicos parciales , per- tenecen , segun este autor , á diez y seis espe- cies diferentes, segun: 1.°que dependan de la debilidad, 2.° de la picadura de un nervio, 3.° que se compliquen con fiebre, 4.° que su- cedan á una contusión de la cabeza, 5.° que sean sintomáticas del hidrocéfalo , 6.° de cál- culos contenidos en los ríñones ó en los uréte- res, 7.° que procedan de las semillas del ra- phanus raphauistrum, 8.° del uso del corne- zuelo de centeno , 9.° que se desarrollen bajo la influencia del clima, 10.° que ocupen los músculos del abdomen ,11.° que sean genera- les ,12.° habituales, 13.° que resulten del ona- nismo , 14.° que ataquen á las mujeres embara- zadas , 15.° que interesen únicamente la mitad del cuerpo, y 16.° que aparezcan con períodos intermitentes. Inútil es molestarse mucho en criticar esta clasificación, ten confusa y poco metódica. La ciencia se halla en la actualidad liarte adelantada, para que pensemos en ad- mitir las divisiones de Sauvages. «Linneo (Synop. nosol. met., 1. I, p. 409; Edimb., 1795), describe con el nombre de mor- 6» motorii, todas las enfermedades caracteriza- das por un desorden involuntario de las fun- ciones del movimiento, y las divide en dos sec- ciones principales: 1.° morbi spastici, que cor- responden en parte á los espasmos tónicos de Sauvages, y 2.° morbi agitatorii, que se pare- cen á los espasmos clónicos; entre cuyas últi- mas afecciones describe las convulsiones pro- piamente dichas. f «Vogel (ut supra, p. 177) habla de los es- pasmos en la quinta clase de enfermedades, definiéndolos unas contracciones 6 agitaciones de las partes sólidas susceptibles de movimien- to. Sagar sigue en su sélima clase (ut supra, p. 299) el orden adoplado por Sauvages, co- locando las convulsiones enlre los espasmos clónicos parciales, lo mismo que esle médico. Macbride las incluye en su orden quinto de los espasmos (ut supra, p. 363), y admite cuatro especies distintas: 1.° convulsio ab inanilio- ne; 2.° convulsio traumática; 3.° convulsio ver~ miñosa , y 4.° convulsio pictórica. Las convul- siones mencionadas en el orden tercero de los espasmos de Cuiten (ut supra , t. 11, p. 210) constituyen el género quinto, y las disliugue (ut supra, p. 216) en idiopálicas y sintomá- ticas : la distribución que adopta este autor es mas completa y satisfactoria que la de sus pre- decesores, de quienes supo aprovecharse. Ro- sen funda también sus divisiones en los dife- rentes grupos de causas en su Tratado de en- fermedades de los niños; consistiendo la dis- tinción mas importante que hace, en separar las idiopálicas de las simpáticas. Amstrong y Underwood (Traite des mal. des enfants; Pa- rís, 1786, p. 125) insisten particularmente en admitir dos especies de convulsiones, unas sintomálicas y otras idiopáticas; y aunque con- vienen en que esla división no es tal vez muy filosófica, creen sin embargo, que por no ha- berla admitido antes sucumbían tantos niños atacados de convulsiones. «Baumes (Des convulsions dans Venfance; París, 1805) insistió particularmente en dis- tinguir las convulsiones en Iónicas y clónicas, y creó dos palabras nuevas para darse mejor á entender, designando las primeras con el nombre de tonismo , y las segundas con el de clonismo. Pinel apenas hace mas que mencio- nar las convulsiones (Nos. phil., l. 111, p. 176, 4.a edic, 1810), y solo describe las idiopálicas, Savary (Dic. des sciences méd. t. VI, p. 455) se esliende sobre la línea de demarcación que debe trazarse entre las afecciones convulsivas y las convulsiones, diciendo que las primeras son las que tienen por síntoma constante, por caráder esencial, movimientos convulsivos mas 6 menos marcados, como la epilepsia, el histerismo,el corea y la hidrofobia. Por lo demás, describe por separado las convulsiones esenciales, las de los niños, y las de las mujeres embarazadas 6 recien paridas, cuyo método ha sido adop- tado después por oíros patólogos. El doctor Masón Good (The study ofmed., vol. 1V , pági- na 345; Lond. 1825) define las convulsiones diciendo, que son una agitación muscular vio- lenta y momentánea, acompañada de rechi- namiento de dientes y de contracciones enér- gicas de las manos , describiendo seis varieda- des principales: 1.° las erráticas, que pasan ir- regnlarmenle de una parle á olra; 2.° las ge- nerales, que invaden simultáneamente todos los órganos musculares; 3.° las recurrentes, que sobrevienen por paroxismos con intervalos mas ó menos regulares; 4.* las lamentables, que se DE LAS CONVULSIONES. 99 complican con grites y gemidos, sin que el en- fermo se queje de ningún dolor; 5.° las puer- perales, que se presentan durante el embara- zo ó el parlo, complicadas con coma y respi- ración estertorosa, y 6.° las de los niños, que aparecen en los primeros años de la vida, pu- diendo ser ocasionadas por el dolor ó el temor, y que ponen azuladas algunas regiones de la cara. •Jolly (Dic. de méd. et de chir. prat., t. V, p. 774) admite la existencia de convulsiones in- ternas y esternas, convulsiones por contracción permanente y por conlraccion y relajación al- ternativas de la fibra muscular, siendo comu- nes á lodas las causas, síntomas, silio y trata- miento. Dice ademas que pueden depender: 1.a de la influencia directa del cerebro (menin- gitis, encefalitis); 2.° de la influencia indirecta de esle órgano, cuya estimulación resulla del padecimiento de visceras mas ó menos distantes (convulsiones producidas por los vermes, ele); 3.° de la influencia positiva de los centros ner- viosos, cuando eslá exagerada la acción del ce- rebro (epilepsia, rabia , leíanos), y 4.° en fin, de la influencia negativa de eslos cuando se ha- llan comprimidos ó debilitados (corea, temblor senil, etc.). Georget (Dic. de méd., segunda edición, t. VIII, p. 566) no trata mas que de las convulsiones del sistema muscular cerebral, y en lugar de aplicar solo esta palabra á la con- vulsión clónica, la usa para designar teda contracción involuntaria de los músculos; por lo demás no hace ninguna división en esta vas- ta materia. Adair Crawford (The cyclop. of pract. med., vol. I, p. 466; Lond., 1833) con- sidera las convulsiones bajo dos puntos de vis- ta principales, segun que son locales ó gene- rales; incluyendo en este cuadro muchas alte- raciones , como la risa sardónica, los saltos de tendones, etc., y deja á Lecock (ut supra, p. 477 y 481) el cuidado de tratar de las con- vulsiones de los niños, y de las que padecen las mujeres durante el puerperio. El doclor James Copland, que las haestudiadocuidadosa- mente, las divide (Adition of pract. med., vol. I, p. 414): 4.° en convulsiones locales ó parciales; 2.' en generales; 3.° de Jos recien nacidos y de los niños, y 4.° en convulsiones de las puérpe- ras. Este aulor ha discutido estensamente el valor de las divisiones propuestas por los auto- res, y cree que deben limitarse á las que aca- bamos de mencionar. El doclor Brachet de Lyon , que ha publicado en estos últimos tiem- pos la segunda edición de su Tratado práctico de las enfermedades de la infancia, obra que en 1824 obtuvo el premio propuesto por la tertu- lia médica de París, desecha todas las divisio- nes propuestas hasla su liempo, aunque en el curso de su trabajo, y particularmente al ha- blar del tratamiento, juzga conveniente dis- tinguir las convulsiones en sí mismas, délas que dependen de afecciones cerebrales, y de aquellas cuya causa existe fuera del encéfalo. «Hemos creído úlil hacer aqui esta larga histeria de las divisiones establecidas por los autores, para discutir mejor el orden que debe adoptarse en esla cuestión lan complexa y por lo mismo tan difícil, y á fin de que pueda el lector juzgar del método espositivo que vamos á elegir, y sustituirle otro que sea preferible, si meditando los autores antiguos, y sobre todo los hechos nuevos de su práctica, le parece que debe hacer algunas modificaciones. «En el eslado actual de la ciencia creemos indispensable admitir la división establecida por F. Hoffmann (loe. cit., p. 61), sóbrela que ha insistido Underwood (loe. cil., p. 125) con tanta razón, y que consiste en separar las con- vulsiones en idiopálicas y sintomálicas; pues podemos repetir con este último autor, que el no haber hecho tal distinción es la causa de que en los autores de medicina aparezca morir de convulsiones un número de niños mayor del que muere en realidad. Pero ademas de esta división , es preciso reconocer también la exis- tencia de convulsiones simpáticas, que sobre- vienen sin que causa alguna morbosa haya modificado los centros nerviosos, y que pare- cen resultar de la reacción de las visceras en- tre sí. Por último, nos parece también que de- ben admitirse convulsiones tónicas, que ocasio- nan la rigidez y tensión mas ó menos continua de las partes, y otras clónicas, marcadas por una. agitación tumultuosa con sacudidas alter- nativas; pues hay entre eslas diferentes formas una línea de demarcación, que se ha* con- servado desde la cuna del arte hasta nuestros dias, motivando la descripción en cuadros separados del télanos y del histerismo por ejemplo. Estes convulsiones tónicas y clónicas entran por lo demás en las Ires categorías prin- cipales que hemos admitido. Para nosotros, pues, existen: 1.° convulsiones idiopáticas; 2.° sintomáticas, y 3.° simpáticas, pudiendo ser todas tónicas ó clónicas; cuya última for- ma es mucho mas frecuente que la primera. . «Alteraciones anatómicas.—Habiendo di- cho al definir las convulsiones y las enferme- dades convulsivas, que parecen ser indepen- dientes las mas veces de toda lesión apreciable de los centros nerviosos, causará tal vez estra- ñeza vernos tratar aqui de las alteraciones ana- tómicas que las complican en el mayor número de casos. Pero si el lector quiere penetrarse de las circunstancias que mencionamos, conocerá que no estamos en contradicción con la defini- ción que hemos dado, y que lejos de mirar co- mo causas de los movimientos irregulares que se han observado durante la vida , las lesiones cadavéricas que se encuentran en los que mue- ren con accidentes convulsivos, admitimos que semejantes lesiones no son sino consecuencias de estos últimos. «En la mayor parte de los individuos que sucumben á convulsiones algo intensas, se en- cuentra una inyección bastante viva de los nu- merosos vasos que serpean en las mallas de la pía madre, una turgencia á veces notable de 100 DI LAS CONVULSIONES. los senos venosos de la dura madre, y una acu- mulación bastante considerable de serosidad en la gran cavidad aracnoidea y en las anfractuo- sidades venlriculares. La suslancia cerebral, sin haber disminuido de consistencia, se pre- senta inyectada y como salpicada de sangre, sobre lodo si se la comprime con alguna fuerza después de haberla dividido; los corles que en ella se hacen son lustrosos y húmedos. Las membranas que envuelven la médula espinal se hallan lambien bastante inyectadas, pero en general la inyección del cordón raquidiano no es tan notable como la de los centros nerviosos encefálicos. «También los pulmones se hallan algunas veces ingurgitados de sangre en su parte pos- terior , sin que su densidad ni su resistencia á la presión se hayan alterado notablemente: los centros circulatorios suelen igualmente pre- sentarse algo infartados de sangre. A qué de- beremos atribuir estas lesiones? deben conside- rarse como causas, ó como efectos? No vacila- mos en decidirnos afirmativamente por lo ú 1 ti— timo; porque la mayor parle de las convulsio- nes clónicas van compañadas de esfuerzos mas ó menos considerables, que se suceden con vio- lencia, durante los cuales sufre la sangre veno- sa un retraso mayor ó menor en su curso, y porque se complican también á veces con una rapidez notable de los movimientos del corazón, que envía incesantemente á las arterias nueva cantidad de líquido. Cuando sucede la calma á los accidentes convulsivos, se establece muy luego el equilibrio normal en el sistema circu- latorio , y el infarto sanguíneo, asi de los vasos del cerebro como de los centros nerviosos , se disipa con prontitud; pero si por el contrario sobreviene la muerte hallándose las convul- siones en su mayor grado de intensidad, la congestión venosa, que es una de sus conse- cuencias, persiste casi siempre de un modo evidenle. Se ha querido (Cazauvielh, Arch. gen. de méd., t. X, p. 5 y sig.) atribuir la pro- ducción de la epilepsia á una alteración com- plexa de la suslancia encefálica, que puede exis- tir en diversos grados bajo las formas de con- eslion, de induración y de reblandecimiento el cerebro (loe. cit., p. 10); pero los mismos autores que dan esla esplicacion , no vacilan en decir, en viste de los hechos que han recogido, que eslas alteraciones se combinan de diverso modo, segun que el individuo cuyo cadáver se examina haya sucumbido durante el acceso convulsivo ó" algún tiempo después de haber pasado esle; lo que equivale á confesar, que el acceso convulsivo produce ciertas alteraciones que deben considerarse como uno de sus efec- tos, que es lo mismo que acabamos de esta- blecer. «Es posible que en los individuos que han padecidoconvulsionesgraves,tónicasó clónicas, se observen otras alteraciones á mas de las que dejamos mencionadas. Hállanse á veces mas ó menos profundamente alterados el cerebro, la médula, nervios considerables y visceras de importancia para conservar la salud y la vi- da; cuyas lesiones pueden presidir directa o indirectamente al desarrollo de las convulsio- nes. Aunque esle hecho es indudable, conviene decir sin embargo, que es en ciertos casos muy dificil encontrar una correlación evidenle enlre la presencia de ciertas lesiones y la manifesta- ción de trastornos convulsivos determinados; porque las alteraciones viscerales pueden exis- tir sin convulsiones y vice versa. Suele decirse en este caso, que la modificación orgánica pre- side á una irritación especial de los órganos bajo cuya influencia se verifica el movimiento; pero es evidente que esla esplicacion estriba mas en las palabras que en los hechos. «Síntomas.—Sean las convulsiones idiopá- licas, sean simpáticas ó sintomáticas, siempre tienen caracteres idénticos, que seria inútil re- petir tratando por separado de cada una de ellas. Bajo el punto de vista sinlomalológico, conviene detenerse especialmente en estudiar las formas tónicas y clónicas, generales y par- ciales. «La forma tónica puede ser parcial ó gene- ral , conlinua ó intermitente, y regular ó irre- gular; de cuyos diversos casos encontramos en tes autores numerosas observaciones, pudien- do por lo tanto admitirlos en esla descripción. «El tétanos (v. esta palabra) que invade casi lodos los músculos, nos ofrece un ejem- plo muy marcado de convulsiones Iónicas ge- nerales. Todo el aparato muscular que se ha- lla sometido al imperio de la voluntad eslá entonces muy contraído; loma la cara un as- pecto particular , la mandíbula inferior eslá muy elevada, los dientes apretados unos con- tra otros, la cabeza conserva una misma posi- ción á causa de la rigidez del cuello, las pare- des carnosas del pecho se hallan duras y re- sistentes lo mismo que las del abdomen , y los miembros muy estendidos , resistiéndose á todo esfuerzo de flexión. Esla singular enfermedad reclama toda la atención del práctico, y por lo lanío la hemos consagrado un artículo es- pecial. «Al télanos deben lambien atribuirse algu- nas convulsiones Iónicas parciales, como t\ trismo, que determina la aproximación forzada de las mandíbulas; el opistólonos,.que ocasiona la flexión del Ironco hacia atrás por la contrac- ción de los músculos de la parte posterior del cuerpo; el emprostólonos, que produce un efec- to inverso debido al espasmo de los músculos de la parte anterior del tronco, y el pleurosló- tonos, que lo hace doblar hacia un lado, como sucede tal vez en la catalepsia (véase esta pa- labra). «Uno de nosotros ha descrilo en otro lugar (Journ. heb. des prog. des se. et inst. de méd., t. IV, p. 461, 257 y 289) una forma particular de convulsiones tónicas parciales, que Dance \(Arch. gén.demii., t. XXVI, p. 490, 205) I indicó primero que otro alguno; que ha sido DI LAS CONVULSIONES. 101 después estudiada por Tonnelle (Gaz. méd.,, t. III, n.° 4 , enero, 1832); que Constanl ha dado a conocer segun las lecciones de Guersent (Gaz. méd., t. III, n.° 8,. febrero, 1832), aña- diendo algunas observaciones nuevas (Gaz. des hopitaux, t. H, núms. 56 y 57, 1837), y obser- vada también cuidadosamente por Murdoch (Journ. heb., t. VIII, p. 417 y sig.). «A las veintisiete observaciones de esta en- fermedad publicadas hasta el dia, podemos añadir oirás dos nuevas; de modo que la des- cripción siguiente está fundada en veintinueve casos. Después de algunos fenómenos precurso- res, que solo se han notado en diez enfermos, reducidos, ora á un ligero movimiento febril, ora á un estado particular de fatiga y de que- brantamiento, y las mas veces á una sensa- ción de entorpecimiento, de hormigueo y de punzadas en los miembros amenazados de es- pasmos tónicos; y en ciertos casos repenti- namente, como sucedió en oíros seis en que fué instantánea la invasión, los enfermos se quejaban de dificultad en los movimientos, de rigidez en el antebrazo, la muñeca y los dedos, y también en las estremidades inferiores, pa- reciéndolesque una fuerza eslerior se oponía á los movimientos. Dolores vagos, frecuentemen- te muy agudos, siguen el trayecto de los prin- cipales nervios del brazo, irradiándose á veces en forma de punzadas y calambres, y ocupando asimismo otras la muñeca y las falanges. Los dedos se doblan poco á poco sobre la palma de la mano; los músculos ae la región interna del antebrazo sobresalen en forma de masas duras y prominentes; este se halla ligeramente dobla- do sobre el brazo, la muñeca está inclinada hacia delante, y los dedos en flexión por la articulación de las primeras falanges con los huesos del metacarpo, encontrándose asi apro- ximados á la mano, pero conservando las fa- langes enlre sí, por un movimiento hasta cier- to punto inverso, las relaciones que tienen en la eslension. Los dedos están separados unos de otros, y presentan una rigidez particular que les impide obedecer á los movimientos volúnte- nos; el pulgar participa también de esla re- tracción muscular, y se halla inclinado con asíante fuerza hacia el medio de la mano, en- contrándose unas veces con el indicador, y.fi- I'ándose otras en la cavidad palmar, la que se lalla sensiblemente aumentada por la aproxi- mación manifiesta de los huesos del carpo y metacarpo. «Los miembros pelvianos se hallan igual- mente afectados del mismo modo; pero los des- órdenes que sobrevienen en su motilidad suce- den siempre álos délas estremidades torácicas. Los músculos del cuello ofrecen al tacto una dureza insólita y sobresalen mucho por debajo de los tegumentos; la pierna aparece eslendida sobre el muslo, y los músculos gemelos muy contraidos, tirando hacia arriba del calcáneo por medio del tendón de Aquiles , que forma una prominencia notable, y por el contrario in- clinando hacia abajo la punta del pie; la cual se dirige muchas veces hacia adentro por un movimiento complexo : por lo demás los dedos se aproximan á la región plantar, la que pa- rece también mas cóncava que en el eslado or- dinario. «Cuando se quiere estender las parles qne se hallan en flexión como los dedos, ó bien do- blar la pierna, se provocan dolores muy agu- dos, y desde el momento en que cesan los es- fuerzos vuelven á tomar los músculos su posi- ción viciosa »Las convulsiones Iónicas que nos ocupan se limiten comunmente á los miembros supe- riores; á veces son mas notables en uno de los lados; otras, segun Dance, pueden' propagarse á los músculos de los labios, de la pared abdo- minal, de Jos canales vertebrales, y aun á los que elevan la mandíbula inferior. Los músculos contraídos se hallan en ocasiones agitados por un estremecimiento particular y palpitaciones fibrilares , observadas únicamente por Dance; suele encontrarse con frecuencia hacia la arti- culación de la muñeca ó alrededor de los ma- leólos una pastosidad como edematosa, acompa- ñada de una rubicundez difusa, que nosotros hemos mencionado, y de la que habla lambien Constant en sus observaciones. «En cierlos casos se han agregado convul- siones clónicas á esla forma singular de retrac- ción de los músculos, pero sin modificarla: ja- más han presentado los enfermos estrabismo, delirio ni coma. En doce casos entre veintidós se ha notado un movimiento febril masó menos intenso, caracterizado por la velocidad y des- arrollo del pulso y por el calor é inyección de los tegumentos. Esta fiebre se aumentaba por la tarde, y en la mayor parle de los enfermos presentaba el tipo remitente continuo. Los cua- tro individuos que son objeto de las observacio- nes de Dance, padecían estos espasmos tónicos con intervalos regulares, ofreciendo el uno el Upo cuotidiano, el otro el de terciana, y los dos restantes la forma simplemente remitente. Ade- mas iban acompañados de síntomas febriles iguales á los de una fiebre intermitente, es- ceptuando el estadio del frió, que era en gene- ral poco ó nada marcado: la cefalalgia estaba por lo común en relación con la intensidad de los accidentes febriles; habiendo existido solo una vez en el trayecto del raquis un dolor bas- tante vivo, que no pudo atribuirse á una fleg- masía de la médula, por haberse resuello pron- tamente la enfermedad con los antiespasmódi- cos y los baños. «Entre los veintinueve enfermos que deja- mos mencionados, ocho veces existieron vómi- tos; nueve, una diarrea mas ó menos copiosa, y cuatro , dolores de vientre. En nueve casos se observó ronquera de la voz, tos ó'disnea, en niños que estaban ademas afectados de neumo- nía ó de tubérculos pulmonales. Tales son los principales síntomas, que resaltan del análisis de las veintinueve observaciones de esla forma 102 DC LAS CONVOLSION«S. singular y poco conocida de convulsiones lóni-, cas parciales. «Las convulsiones clónicas son las que me- recen especialmente la atención del médico; ca- racterizan la epilepsia, el histerismo , el corea (v. estas palabras), y una multitud de desór- denes, que atacan á los niños , á las mujeres durante el embarazo ó el puerperio , y que so- brevienen en el curso de enfermedades mas ó menos graves, á consecuencia de congestiones cerebrales y de otras muchas modificaciones de la suslancia encefálica. «La forma clónica puede ser, lo mismo que la anterior, general ó parcial, continua ó in- termitente, y presentarse con períodos regula- res ó irregulares. »El histerismo puede presentarse como tipo de las convulsiones clónicas generales; pero no lo describiremos aquí, porque hemos de hacer- lo mas adelante. Solamente recordaremos , si- guiendo á Brachet, los principales fenómenos que se observan en las convulsiones de la in- fancia, que tienen mucha analogía con el his- terismo , distinguiéndose solo en algunos ca- racteres particulares. «El niño es acometido repentinamente de movimientos singularmente variados, dice esle autor (loe. cit., p. 33); el cuerpo se pone rígido en cualquier sentido, y se agita de mil modos. Los miembros se do- blan , se alargan y retuercen, sin poder hacer un movimiento preciso y regular, y muchas veces con un crujido penoso. Los dedos se se- paran y aproximan, se eslienden y compri- men entre sí; la cabeza se agite á uno y olro lado, ó por un movimiento de rotación ; los ojos ruedan en las órbitas, se ponen salientes y huraños, ó bien se ocultan debajo del párpado superior, sin que pueda verse mas que la es- clerótica; los músculos de la cara se contraen hacia los lados, produciendo esos gestos cono- cidos con el nombre de risa sardónica ó cínica; la lengua se halla temblorosa, la laringe opri- mida, y dificultadas asi la respiración como la voz; participando lambien de este trastorno los músculos del pecho y abdomen , cuyas cavida- des eslan agitadas y comprimidas. Muchas ve- ces se agregan á esta horrible escena padeci- mientos de los órganos internos : el corazón late con fuerza, sobrevienen náuseas y escre- ciou involuntaria de las materias fecales y de la orina. De estas contracciones múltiples é ir- regulares , resulta una multitud de gesticula- ciones, inflexiones, y posiciones del cuerpo, in- finitamente variadas, que á veces son eslra- vagantes y siempre desconsoladoras para el espectador. Para hacer un cuadro completo de todos los movimientos convulsivos, seria pre- ciso enumerar lodos los músculos del cuerpo, y recorrer los efectos de sos alternativas forza- das de contracción y relajación. »No es constante este conjunto de sínto- mas ; pues las mas veces ocupan lan solo las con tracciones una ó muchas partes del cuer- po; otras no se hallan convulsas todas las par- tes á la vez , sino que pasa el mal de un miembro á olro , agitándolos sucesivamente. Los órganos que mas fácilmente entran en con- vulsión, son los ojos y la cara por su gran movilidad ; tanlo que casi siempre participan del mal, v no recuerdo haberlos visto en caima durante ía agitación de los demás músculos. Vienen en seguida los miembros torácicos, que se afectan muy á menudo de convulsiones. Los abdominales son los que aparecen con menos frecuencia convulsos, aunque pueden estarlo solos ó con los demás.... «Las convulsiones se limitan frecuentemen- te á un solo lado del tronco, ó á las regiones supra ó infra-diafragmálicas , cuyas varieda- des no inducen cambio alguno en la enfer- medad. «Los músculos del pecho rara vez padecen convulsiones...: el abdomen se halla agitado en ciertos casos por movimientos ondulatorios muy marcados.» «A estas perturbaciones del movimiento se agregan otros fenómenos mas 6 menos impor- tantes, como la cefalalgia, la fotofobia, el deli- rio ó el coma, la pérdida del conocimiento, etc. El pulso adquiere á veces un desarrollo y ace- leración insólitos; la respiración se haee fre- cuente, suspirosa , dolorosa, verificándose con sacudidas, etc.; los enfermos dan con frecuen- cia gritos, á los que se atribuye un gran valor semeiológico en el hidrocéfalo agudo. La piel suele estar pálida mientras dura et acceso con- vulsivo , ó bien se pone ligeramente rubicun- da, violada, azulada ó cianosada, especialmen- te en la cara y en las estremidades. Su calor puede hallarse aumentado , disminuido ó re- partido con desigualdad; de modo que los te- gumentos de la frente tengan, por ejemplo, una temperatura elevada, mientras qne los pies y manos parezcan fríos. Muchas veces se halla seca al tacto, y cuando el acceso se prolonga y cae el enfermo en la postración, suele hume- decerse con un sudor mas ó menos abundante, que es en ciertos casos viscoso. Las venas eslan por lo común trasparentes, diáfanas y acuo- sas. En ciertos accesos convulsivos no se Iraga la saliva , y como esta se halla teñida de san- gre á causa de las desgarraduras que la apro- ximación de las mandíbulas ba ocasionado en la lengua, fluye entonces por la boca una es- puma sangninolenta, á la que se ha dado un f;ran valor diagnóstico. Otras veces se repiten os movimientos de deglución con mucha fre- cuencia, como si hubiera un cuerpo voluminoso á la entrada de la faringe. En algunos casos los accidentes convulsivos van acompañados en lodo su curso de repugnancia á las bebidas, y de una verdadera hidrofobia; á cuyos acci- dentes se agregan á veces borborigmos , que anuncian la agitación de los órganos abdomi- nales. Tales son algunos de los mas importan- tes trastornos que sobrevienen en el curso de las afecciones convulsivas. «Curso.—La exacta apreciación del curso DE LAS CONVCLSlONtS. 103 de las convulsiones ilustra mucho su estudio. Jolly (loe. cit., p. 481) presenta bajo esle as- pecio reflexiones que pueden ser útiles en la práctica. Segun este autor, las convulsiones continuas, que necesariamente son agudas, no pueden considerarse como idiopálicas , pues comunmente dependen de una flegmasía de la suslancia nerviosa, y son por lo lanío capaces de producir las consecuencias mas funestas; ta- les son el tétanos, la contractura, etc. Debe notarse que eslas convulsiones continuas son casi siempre tónicas. »Las convulsiones intermitentes parecen hallarse subordinadas á la acción periódica de las causas higiénicas, sin que dependan de una modificación profunda de los centros nerviosos, siendo por lo mismo menos graves, á no ser que se repitan con mucha frecuencia: á este forma se refieren las epilépticas, las histéricas, las hi- drofóbicas, las de los niños, etc. La reapari- ción de eslos fenómenos espasmódicos puede verificarse con intervalos irregulares, que es lo que comunmente sucede; pero puede lam- bien suceder lo contrario. Los antiguos descri- ben cuidadosamente esta forma singular, que Dance cree haber observado (loe. cit.), y que ha sido mencionada por Chomel (Traite des fie- bres, 1821 , p. 362) entre las fiebres intermi- tentes nerviosas y las intermitentes pernicio- sas (loe. cit., p. 394), segun que reviste el mal la apariencia epiléptica, lacalaléplica, la con- vulsiva, la tetánica ó la hidrofóbica; citando algunas observaciones muy interesantes, que se hallan en las obras de Lautler, Torli, Morlón, Casimiro Medicus, Dumas, ele. En las convul- siones intermitentes hay una circunstancia que debe notarse con cuidado, porque influve en el diagnóstico, pronóstico v tratamiento ¿el mal, cual es la existencia de la liebre, perturbación importante que acompaña casi siempre á los accidentes perniciosos. «Duración.—En esla hay dos cosas princi- pales que apreciar : 1.° el tiempo que dura el acceso, y 2.a el tiempo que dura la disposición á los accidentes convulsivos. En cuanto á la primera, las convulsiones deben figurar entre las afecciones esencialmente agudas; pues es raro que los espasmos Iónicos , que son por lo común mas largos que las convulsiones clóni- cas, persistan mas de algunos dias ó del pri- mero al segundo septenario. Los hechos de té- tanos crónico son poco numerosos, y es permi- tido dudar, si efectivamente existiría en mu- chas de las observaciones que se han referido á tal enfermedad. Sea de esto lo que quiera, se conviene generalmente en que por muy violen- las y prolongadas que sean las contracciones del télanos, van sin embargo acompañadas con intervalos irregulares de una especie de rela- jación general, lo que prueba que aun en esta afección no dura tanto el acceso como en ge- neral se supone. «Importa mucho notar la duración de la en- fermedad convulsiva. Ora son erráticas las convulsiones, y sobrevienen con largos inter- valos en individuos nerviosos é impresionables bajo la influencia de una escitacion particular, constituyendo el acceso convulsivo por sí solo lodo el mal, que solo dura algunos momentos; ora resulten de una predisposición desconoci- da , revistiendo una forma especial, epiléptica, histérica , calaléplica, ele; en cuyo caso el ac- ceso no es olra cosa que una fase de la enfer- medad , que puede reproducirse muchas veces en el curso de gran número de años, y que de- be clasificarse enlre las afecciones crónicas. El acceso convulsivo se présenla á veces como sín- toma de una modificación de los centros ner- viosos, revistiendo la forma aguda ó crónica segun la naturaleza de esla modificación: agu- da cuando hay plétora ó anemia cerebral, in- flamación de las meninges ó del encéfalo; y cró- nica, en los casos en que hay degeneración de las membranas , producciones tuberculosas, cancerosas, hidalídicas, etc. (v. enfermedades del cerebro). También puede suceder que los accidentes convulsivos dependan de una afec- ción visceral mas ó menos distante de los cen- tros nerviosos, como acontece lan á menudo en los niños; en cuyo caso se renuevan tanto ma- yor número de veces, cuanto mas larga es la duración del mal que los produce, y mas acti- vas las simpatías que escita. «Terminaciones.—Las terminaciones de las enfermedades convulsivas pueden ilustrar al médico sobre la naturaleza de las mismas. Las idiopáticas cesan por lo común espontánea- mente sin producir ningún movimiento crítico marcado, como ba tratado de demostrar Bra- chet (loe. cit., p. 58). En las convulsiones, di- ce esle autor, acontece lo mismo que en las en- fermedades nerviosas en general, y asi debia suceder, puesto que el sistema nervioso cere- bral , único que se halla enfermo, no preside á las funciones orgánicas ni á las secreciones. Brachet admite sin embargo, que las convul- siones pueden terminar por una hemorragia, de lo cual refiere una observación mencionada por Planque (Biblioth. méd., t. III, pág. 504 y 505); dice que la terminación por disnea ha sido tal vez menos frecuente, refiriendo los he- chos cilados por Klenius (Interpres clinic. in- fant. etpuerp. morbi., p. 160), Whyll(Matad. neroeuses, l. I, p. 268), y Jacques (Journ. gen. de méd., t. XXIX, p. 280), y reconoce con F. Hoffmann , que los vómitos pueden presentarse como crisis de una afección convulsiva. Mas abajo sanciona Brachet la siguiente opinión de Hipócrates (aph. 57, sec. IV ; aph. 26, sec. III: «Convulsione detento febris superveniens soí- »vit morbum. Febrem convulsioni supervenire «melius est quam convulsionem febri.» «Entre estos diferentes hechos hay tal vez algunos que merecen criticarse. En efecto, cuando se disipa una convulsión por una he- morragia copiosa , ¿no puede admitirse que aquella ha sobrevenido á consecuencia del es- fuerzo bemorrágico, no siendo entonces mas 101 DE LAS CONVULSIONES. que un síntoma? Si es la diarrea la que resuel- ve la enfermedad convulsiva, no hay motivo para creer que la deplecion del tubo intestinal es mas provechosa en este caso que la elimi- nación de algunos materiales viscosos y ver- dosos? Los vómitos, no son comunmente sin- tomáticos de lodas las alteraciones que esperi- raenta el sistema nervioso encefálico? La fiebre en fin , no es un accidente en cierto modo in- evitable, cuando un estado angustioso y violen- to ocasiona contracciones espasmódicas en una persona nerviosa y delicada, alterando pro- fundamente su economía? Es vislo, pues, que interpretando los hechos, puede dudarse de las crisis que algunos consideran como un modo de terminación bástenle común de las convul- siones idiopálicas. La epilepsia, el histerismo, la hidrofobia y la rabia, terminan de una ma- nera particular, como puede verse en la des- cripción de eslas afecciones. También hablare- mos en su lugar de la terminación del corea. «No siempre terminan de un modo favorable las convulsiones idiopálicas; pues cuando ios accesos son muy frecuentes y violentos, pue den hacer que sucumba el enfermo. La muerte sobreviene de dos modos segun Brachet (loe. cit., p. 62), empezando, ora por el encéfalo, cuyo órgano demasiado escitado deja de obrar sobre los demás, de modo que conseculivamente se detiene la respiración, no se verifica la hema- tosis y se completa la muerte; ora por los pul- mones, en cuyo caso la respiración, dificultada {>or las contracciones irregulares de los múscu- os que le eslan destinados, se ejecuta imperfec- tamente, los pulmones se infartan, solo los atraviesa en parte la sangre, y es inminente la sofocación; la cual sobreviene al cabo si no se hacen los movimientos mas regulares restable- ciendo la respiración y la circulación. Por úlli- mo , puede sobrevenir un síncope y prolongar- se bastante para no permitir que el enfermo vuelva á la vida. Todas estas diversas circuns- tancias se esplican suficienlemente por las al- teraciones que se encuentran en el cadáver y de las que ya hemos hablado. En las convulsio- nes tónicas, sobre todo en el tétanos, la causa principal déla muerte parece ser la asfixia, que precede á la congestión encefálica; sucediendo comunmente lo contrario en las clónicas, en donde la hiperemia cerebral y la fluxión serosa en las membranas del cerebro, son las que pre- siden por punto general á la cesación de la vida. «Las convulsiones sintomáticas terminan de distinto modo: las que revelan la existencia de una flegmasía de las meninges ó de la sus- tancia nerviosa encéfalo-raquidiana, marcan el período de espasmo ó de irritación, como dice muy bien Lallemand (Rech. anat. path. sur reneeph. et ses dtp., 1.1, p. 242). El curso del mal puede detenerse en esta época, ceder pro- f:resivamente las convulsiones y restablecerse a salud. Cuando la inflamación hace «nevos progresos, se prolonga ó produce mayores alte- raciones , desaparecen lambien las convulsio- nes ; pero el enfermo entonces cae en un estado de parálisis y de postración , que en este caso precede casi siempre á la terminación funesta. Ya hemos insistido bastante sobre esta cueslion al tratar de la meningo-cerebritis y escusamos entrar aqui en mas pormenores. Las convul- siones sintomáticas de una congestión cerebral, que han sido descritas por Andral (Clin, méd., t. V, p. 247; 1834), duran á lo mas algunas horas y desaparecen de pronto sin dejar vesti- gio alguno. Las que caracterizan un estado anémico de los centros nerviosos (Andral, loe. cit., p. 299) pueden ocasionar inmediatamente la muerte, ó ir seguidas de accidentes comato- sos. Resulla, pues, que la terminación de las convulsiones sintomáticas es bastante variable, y que muchas Veces puede ilustrarnos sobre la naturaleza del mal. «Las convulsiones simpáticas, cuyo estudio no parece hallarse bastante adelantado, termi- nan en general con cierta rapidez, cuando se modifica notablemente el padecimiento orgáni- co que las producía. No es raro observar en los niños y en las mujeres nerviosas, impresiona- bles, convulsiones que sobrevienen de repente á consecuencia de una indigestión , de una li- gera irritación gaslro-intestinal, del estreñi- miento prolongado, de la presencia de ascárides en el intestino, de las denticiones difíciles y del esfuerzo hemorrágico que precede á la eva- cuación menstrual, ele; en cuyos casos basta remover la causa, para que cese el efeclo sim- pático, y desaparezcan las convulsiones sin de- jar vestigio alguno. «Fenómenos consecutivos.—Brachet (loe. cit., p. 46) insiste muy particularmente en los efectos que pueden ocasionar las convulsiones. Dice que en las partes convulsas se sienten á veces dolores agudos, que resultan de la tiran- tez de las fibras musculares, la compresión de los filamentos nerviosos, el aumento de volu- men y el endurecimiento del tejido carnoso. También suelen sobrevenir equimosis, que á veces son muy estensos y otras limitados acier- tes parles del miembro afectado de convulsio- nes , debidos á una exhalación sanguínea acae- cida en el tejido de la piel ó á la dislaceracion de algunos capilares, y que nada tienen de pe- ligroso. En cierlos casos se han observado lu- jaciones ó fracturas, accidente que ha sido mencionado por los autores, especialmente por Lieulaud (Hist. anat. méd., 1. IJ, p. 351), pero que es bastante raro. Uno de nosotros ha tenido ocasión muchas veces de reducir una lujación del hombro, que sobrevenía en un jor- nalero que vivía inmediato al hospital de San Luis, cuantos veces era invadido por convul- siones epilépticas, que padecia con mucha fre- cuencia. Baumes (Traite des convulsions dant Cenfance, p. 352) coloca la asfixia entre los accidentes de las convulsiones. Brachet critica las opiniones de los que pretenden que estas pueden degenerar en epilepsia (Maisouneuve, DE LAS CONVULSIONES. 10 6 Traite" de Pepilepsie, p. 60, 68, 69, 91 y 97), mania (Esquirol, Dict. des se. méd., t. XVI, p. 195; Fovílle, Dict. de méd. et de chir. prat., 1.1, p. 521) idiotismo (Gardien y Tissol; Trai- te des nervs., t. IV, p. 214), parálisis (Journ. de med., 1787, t. LXXII, p. 107; Boerhaave, aph. 1060) etc.; y dice , que las enfermedades de que se trata pueden suceder á las convulsio- nes , pero que estas no son entonces mas que el primer fenómeno del mal que les sucede. Esla opinión, asentada tan absolutamente como pro- posición general, es susceptible de fundadas ob- jeciones. No puede decirse que la epilepsia sea constantemente el primer grado de la demen- cia; pero sí es indudable que esla sigue mu- chas veces á aquella. Pueae establecerse esta correlación con alguna apariencia de verdad, teniendo en cuenta las alteraciones que deter- mina el acceso epiléptico en los ceñiros ner- viosos. «Especies y variedades.—No nos detendre- mos aqui á estudiar las numerosas variedades que se observan en las enfermedades convulsi- vas, pues no queremos entraren la apreciación de especialidades fisiológicas; y por olra parte, las divisiones que ya dejamos indicadas nos dispensan de ocuparnos ahora en pormenores que serian superfluos. Tampoco insistiremos mas en las complicaciones que se observan en semejante caso. «Diagnostico.—Sucede bastante á menudo, que ya por eximirse de las armas, por escilar la conmiseración del público, ó por permanecer en un hospital, simulan algunos individuos contracluras ó convulsiones, y el médico es lla- mado para averiguar la verdad. Los médicos legales insisten bástente en los medios de des- cubrir este superchería. Orfila (Med. leg. t. I, p. 395; 1836) indica, siguiendoá Percy y Lau- rent, los procedimientos que deben adoptarse para aclarar este punto, y cree, que puede sospecharse la simulación en los casos de con- tractura, cuando los músculos del antebrazo se hallan contraidos y tensos y el miembro bien nutrido. Sometiendo entonces las parles á una fuerza que propenda á combatir la conlraccion, se apodera con el tiempo la fatiga de los mús- culos del paciente y ceae de pronto la contrac- tura. «Dislínguense fácilmente las convulsio- nes simuladas de las verdaderas, dice Orfila, loe. cit., p. 337), porque en las primeras no es- tan rígidos los músculos, y se hallan lejos de contraerse con la misma energía y prontitud que en las segundas, bastando para descubrir el fraude, obrar con fuerza sobre los músculos antagonistas.» «Hay olra cuestión de diagnóstico muy in- teresante bajo el punte de vista práctico, yá veces harte difícil de resolver, de la que no han Iralado generalmente los autores, y es la de establecer una distinción enlre las convulsio- nes idiopálicas, lassintomálicas ylassimpáticas. En efecto, ¿podremos juzgar de la gravedad de este accidente, ni aplicar un remedio apropiado TOMO VIL á su naturaleza, ignorando esta circunstancia principal? cierlamente que no. Espreciso, pues, estudiar con algún cuidado esle punto á pesar de la oscuridad de que se halla rodeado. «Las convulsiones idiopálicas sobrevienen en general de repente; atacan á personas que gozan en la apariencia de la salud mas comple- ta , y llegan en un momenlo á su mayor grado de intensidad, para desaparecer luego de pron- to, quedando el paciente sumergido en un abatimiento mas ó menos profundo, comun- mente de corta duración, y que se disipa al re- cobrarse la salud. En el intervalo de eslas con- vulsiones no se observa ningún desorden fun- cional importante; no hay fiebre, cefalalgia, desorden de las ideas y de los sentidos, modifi- cación del calor cutáneo, ni cambio notable de las funciones secretorias; la digestión se efec- túa regularmente, sucediendo lo mismo con la nutrición, sin que jamás sobrevenga enflaque- cimiento. En general suelen desarrollarse los ata- ques bajo la influencia de. un modificador esti- mulante de los centros nerviosos; se manifiestan espontáneamente con intervalos mas ó menos largos, y ceden, ora sin hacer remedio alguno, ora al uso de algunos anliespasmódicos, y lo que es mas frecuente, á los solos progresos de la edad; constituyendo propiamente hablando, mas bien un accidente que una enfermedad. «Las convulsiones sintomáticas de una mo- dificación mas ó menos profunda de los centros nerviosos van por lo común precedidas de al- gunos fenómenos, que anuncian su aparición próxima. Pueden considerarse como fenóme- nos precursores, una cefalalgia mas ó menos intensa, la exaltación de la sensibilidad, algún trastorno de la inteligencia, y muchas veces un poco de fiebre. Estos accidentes adquieren ma- yor intensidad durante las convulsiones; el do- lor de cabeza es violento; los ojos están brillan- tes y desviados; el enfermo se agita al menor ruido; la sensibilidad táctil se halla lan au- mentada, que el menor conlaclo nuevo aumen- ta los fenómenos espasmódicos; habla el pa- ciente sin cesar con incoherencia, y prorum- pe en alaridos; los latidos de las arterias ad- uieren mas desarrollo y resistencia; el calor e la piel es mayor sobre todo en la cabeza hacia la frente ; las secreciones y exhalaciones son raras; la lengua está roja y seca; la sed'es viva; sobrevienen vómitos por intervalos, y existe un estreñimiento pertinaz. Los espasmos musculares pierden lentamente su violencia, y las convulsiones, que suelen prolongarse doce ó veinticuatro horas , sin ninguna remisión sa- tisfactoria , se trasforma/i en una postración notable de los órganos de la inteligencia , sen- sibilidad y movimiento. Tal es al menos la fi- sonomía de los accidentes convulsivos que com- plican la meningitis, la encefalitis y todas las producciones accidentales que sostienen un pa- decimiento permanente en los centros nervio- sos. Hay convulsiones sintemálicas de la con- gestión o anemia del cerebro, que tienen un 106 DE LAS C.ONU1MON1S. curso mas rápido, y que no se complican con los desórdenes generales que acabamos de tra- zar, por lo que es mas dificil distinguirlas de las idiopáticas. Pero entonces la edad del indi- viduo, las circunstancias anteriores al acci- dente que acaba de esperiraentar el enfermo, y el eslado general en que se encuentra su sa- lud , pueden servir muy bien para ilustrar al médico. »Las convulsiones simpáticas dependen siempre de una perturbación oculta ó mani- fiesta de alguna función necesaria para la con- servación de la salud. Ora provienen de la ac- ción anormal de los órganos digestivos, de una indigestión , de una saburra gástrica ó de una irritación simple ó inflamatoria del lubo intes- tinal ; ora complican á una enfermedad del úte- ro, una neumonía, etc. En su curso tienen la mayor analogía con las idiopálicas; pero si se atiende cuidadosamente al modo como se des- empeñan tedas las funciones del individuo que las padece, es fácil reconocer su origen. «Importaría mucho, sin duda, establecer enlre todas las afecciones convulsivas conside- radas como enfermedades distintas, una línea de demarcación que pudiera guiar al práctico; pero esle examen diagnóslico pertenece á la his- teria especial de laepilepsia, del histerismo, etc. «Pronóstico.—Todos los médicos que han estudiado cuidadosamente las convulsiones, convienen en que el pronóstico de esle acciden- te morboso está subordinado á las causas que lo determinan , á los individuos que lo padecen y á las formas que afecta. Hé aquí lo que dice Jolly (loe. cil., p. 482) sobre este punto: « Las convulsiones son en general tanto menos peli- grosas , cuanlo mas fáciles de producirse, y por eso tienen menos gravedad, á igualdad de cir- cunstancias, en la mujer que en el hombre, en las jóvenes que en las que cuenten mas edad, y en los habitantes de las ciudades que en los del campo; cuya observación no se ocultó al ilustre Areleo cuando dijo : «Mulieres nervo- »rum dislensionibus magis opporlunse sunt «quain viri; sed et frecuentius eliam liberan- »tur» (lib. I). Todas las convulsiones que re- sallan de un esceso de susceptibilidad nervio- sa, como las provocadas por las cosquillas, la alegría, la cólera, el miedo, los olores ó sabo- res desagradables y las sensaciones venéreas, cesan .comunmente por sí mismas con la causa que las ha dado origen, sin que traigan el me- nor peligro. Pero no sucede lo mismo con las que dependen de un estado patológico , de una irritación de los centros nerviosos ó de una flegmasía de las meninges y de la suslancia ce- rebral ó raquidiana; pues enlohces casi siem- pre es funesto el pronóstico de las convulsio- nes , y subordinado siempre á la gravedad de la enfermedad de que proceden. Son del mas fatal agüero en las encefalitis de forma aláxica, en las fiebres tifoideas, gastro-cefalilis, ele. Las que sobrevienen durante el embarazo, en el acto del parlo y aun después de esle, son en general mas peligrosas que las que aparecen en oirás épocas. Son casi siempre funestas, cuan- do se manifiestan en el curso de las enferme- dades agudas. Las que provienen del trabajo- de la dentición , y de la presencia de vermes en los niños, tienen mucho menos gravedad, que las que se presentan como sintonía de una aracnoidilis ó de una gastro-enleí-ilis aguda. Son igualmente menos graves las que se ma- nifiestan al principio de las liebres eruptivas, que las que sobrevienen al final de eslas en- fermedades; y aun Sloll las consideraba en el primer caso de feliz agüero.» Para reasumir lo que precede, y espresarnos con mas precisión, diremos, que las convulsiones idiopáticas pa- sageras no deben llamar mucho la atención del médico , puesto que no comprometen la sa- lud del individuo que las padece; que las idio- páticas habituales, como el histerismo, la epi- lepsia , etc., tienen mas valor con respecto al pronóstico, aunque si esle es mas grave en la epilepsia, es á causa de la dificultad que hay en curarla, y de las complicaciones que suele acarrear con el tiempo; y que la gravedad de las simpáticas y sintomáticas es variable , se- gún que las enfermedades que las producen di- recta ó indirectamente, sean capaces de com- prometer de un modo mas ó menos funestóla salud ó la vida. Las simpáticas de una indi- gestión ó de una irritación ligera del tubo di- gestivo, no pueden considerarse lan graves, co- mo las que sobrevienen en los casos de enleri- lis, ó las que complican la afección tifoidea (Louis, Rech., etc., t. 11 , p. 178). Las sinto- máticas de una anemia ó de una ligera conges- tión de los centros nerviosos, no son por cierte' lan funeslas, como las que caracterizan la me- ningitis, la encefalitis y el hidrocéfalo agudo. Seria inútil insistir mas sobre esla materia, pues aqui no podemos salir de generalidades. «Causas.—Para comprender bien el modo de acción de las causas que producen las enferme- dades convulsivas, conviene parlir de un hecho fundamental, á saber; que el desorden de la motilidad anuncia de seguro una modificación patológica correspondíentedel sistema nervioso; que toda perturbación del movimiento muscu- lar , en una palabra , lodo acto convulsivo no es mas que un síntoma, que revela el padeci- miento de dicho sistema, pudiendo depender de dos órdenes de causas muy distintas: ó bien de un simple trastorno de la inervación sin que pueda descubrirse la menor lesión mate- rial, ó bien de desórdenes de los ceñiros ner- viosos, que dejan en el cadáver vestigios sufi- cientes para esplicar la agitación de los mús- culos; y que á veces, en fin, no debe buscarse en el sistema nervioso el origen de las convul- siones, sino en las visceras mas ó menos alte- radas, que han obrado simpáticamente sobre el cerebro. De aqui resultan las convulsiones idio- páticas ó esenciales, las sintomáticas y las sim- páticas. Nosotros examinaremos sucesivamente: 1 .o las causas orgánicas; 2.° las fisiológicas, y DÉ LAS CONVULSIONES. 107 3.° las patológicas, que tienen su asiente: A en un punto cualquiera del sistema nervioso; y B en un tejido ó en una viscera. Este es el mismo orden que adopta Jolly (art. cit.). Brachet las estudia segun que obran: 1.° directamente so- bre el cerebro; 2.° sobre las estremidades ter- minales de los nervios, y 3.° sobre el trayecto de eslos. »Causas orgánicas.—Hay individuos tjue ya desde su nacimiento ofrecen una disposición á contraer las enfermedades convulsivas. Se dice y repite en lodas las obras que los padres nerviosos, y las mujeres que han cometido toda especie de escesos durante el embarazo, ó esperimenlado durante él disgustos, padeci- mientos morales vivos, alaques de melanco- lía, ele., dan á luz hijos cuyas enfermedades revisten la forma convulsiva (Brachet, obra cit., p. 371). Igual predisposición se ha notado respecto de las neurosis intestinales. La tras- misión hereditaria es una causa cuya influen- cia no puede dudarse; pues hay familia en que todas las criaturas perecen sucesivamente de enfermedades convulsivas. Los niños eslan mas espuestos á padecerlas que los adultos, y las mujeres mas que los hombres. ¿Dependerá lal vez de los trastornos que acompañan lan á me- nudo á la menstruación, ó de su temperamen- to nervioso, educación y vida sedentaria, el que eslen mas sujetes á todas las neurosis y convulsiones? Permitido es suponer que con- curran simultáneamente lodas eslas circuns- tancias. Se ha dicho también, que el desarrollo considerable de la cabeza es una causa orgáni- ca de la enfermedad; pero esta aserción, emi- tida hace poco, debe aceptarse con mucha re- serva, pues sabido es en efecto, que los niños escrofulosos y tuberculosos suelen sucumbir al hidrocéfalo agudo, como lambien á conse- cuencia de meningitis tuberculosas; y que mu- chas veces en el hidrocéfalo crónico, el der- rame de cierta cantidad de serosidad aumenta algo el volumen de la cabeza desde el principio de la enfermedad, antes que se halle bastante caracterizada para poderla reconocer. nCausw fisiológicas.—Toda oscilación viva del cerebro es una causa frecuente de las con- vulsiones. El ejercicio inmoderado de las facul- tades intelectuales, las cavilacioues escesivas, los trabajos de cabeza y de memoria, especial- mente en los niños, las vigilias prolongadas, las emociones morales vivas, el temor (esla causa es muy evidenle en la epilepsia y el co- rea), la cólera, la indignación y los celos, la imitación (v. Corea, Epilepsia), el hábito de fingir alaques convulsivos, y las profundas me- ditaciones sobre objetos de religión y de piedad, son otras lanías causas fisiológicas que modifi- can mucho laeconomia y la disponen á las con- vulsiones. En oíros casos no es solo el ejercicio de las funciones cerebrales el que determina esla acción funesta, sino también las sensacio- nes demasiado vivas ó prolongadas mucho tiempo, como la impresión de una luz viva, un ruido imprevisto, y las moléculas asi odo- ríferas como saporíferas; aunque es preciso que haya una disposición especial, una idio- sincrasia, para esplicar los accesos convulsivos que sobrevienen en eslos casos. Hay personas que son acometidas de espasmos muy intensos, por el solo hecho de oir mascar una manzana ó una pera cruda; Barras (Traite des gastralgias, p. 290; 1829) habla de una señora, que los es- perimentaba cuando llegaba á sus oidos el rui- do que produce el roce del tafetán , y Lorry ha conocido á otra, que solo con mirar un alfiler era atacada de movimientos convulsivos. Seria nunca acabar si quisiéramos indicar los hechos relativos á estas idiosincrasias. «La denlicion, la primera aparición de las reglas , la pubertad en ambos sexos, el abuso del coito, la masturbación, la concepción, el embarazo, el parte, y en una palabra, todos los cambios fisiológicos considerables de la eco- nomía suelen marcarse con movimientos con- vulsivos. Diremossin embargo, que la influencia de estas causas en la producción délas convul- siones eslá lejos de hallarse bien establecida, y hé aquí algunas pruebas. Bouteille dice que la revolución de la pubertad tiene gran parte en el desarrollo del corea; Sydenham coloca por el contrario el máximum de frecuencia de los diez á los doce años en la mujer y á los ca- torce en el hombre, y otro observador opina que los jóvenes la padecen con mas frecuencia de los seis á los diez años, que de los diez á los quince (v. Corea). En cuanto á la epilepsia, no eslá demostrado que sea mas frecuente en la época de la menstruación, que en los años que la preceden. mCausas patológicas.—Estas pueden ocu- par el cerebro y sus dependencias ó las demás parles de la economía: en el primer caso se lla- man las convulsiones sintomáticas,y simpáticas en el segundo. Enlre las enfermedades cere- brales que ocasionan diversas especies de con^ vulsiones, solo indicaremos la encefalitis par- cial ó difusa, la apoplegia en cierta época de su curso, el reblandecimiento inflamatorio ó senil, las diversas especies de hiperemia cere- bral , y todos los productos de nueva formación que tienen su asiento en el cerebro, la médula y sus cubiertas membranosas ú óseas, etc. No entraremos en una estéril enumeración de las enfermedades en que se presentan como sínto- ma las convulsiones, pues semejante procedi- miento debe desecharse severamente de la cien- cía en la actualidad. Para dar una idea del modo como obran las causas morbosas que al- teran la inervación del cerebro, las reduce Jolly á cuatro: 1.°es directa la influencia del cerebro en la producción de las convulsiones, cuando estas resultan de una enfermedad del órgano ó de una sensación insólita exagerada, que destruye de pronto la coordinación de las acciones musculares; 2.° es indirecla ó simpá- tica, siempre que el verdadero origen de las convulsiones, y por consiguiente del estímulo 108 D8 LAS CONVCLSIONES. cerebral, provenga de alguna lesión de tejido, como heridas, dislaceraciones, la presencia de vermes ó una flegmasía del tubo digestivo; 3.° en ciertas enfermedades, como el leíanos, la rabia y la epilepsia , las convulsiones dependen al parecer ue la acción exagerada del cerebro, que imprime á la fuerza motriz la misma exa- geración de acción , en cuyo caso la influencia del cerebro se llama positiva; 4." esla es nega- tiva en las demás convulsiones, en que la moli- lidad es difícil, irregular é incierta, como su- cede en el corea, en el temblor senil y en los movimientos automáticos de los idiotas y de- mentes. Mucho trabajo cosaria establecer eslos cuatro modos de acciones cerebrales, que no comprenden á nuestro parecer todos los géne- ros de influencias que ejerce el órgano ence- fálico. Desde luego no eslá demostrado que la influencia del cerebro sea negativa en las en- fermedades citadas por el autor; pues lo que llama la atención en el corea, en el temblor mercurial, etc., es la irregularidad, la ataxia, y no la falla de contracción muscular. En las enfermedades en que se halla la sangre enve- nenada por un miasma deletéreo, hay cierta- mente mas que una simple disminución ó que una cesación de la irritabilidad muscular. En las hemorragias considerables puede sostenerse, que las convulsiones dependen de la falla de estímulo de la pulpa nerviosa, debida á la mu- cha pérdida de sangre que ha sufrido el su- gelo. El modo como obran todas eslas causas es muy oscuro, como generalmente sucede con to- do fío que concierne á la naturaleza íntima de las funciones cerebrales. «Tratamiento.—En el tratamiento de las convulsiones nunca deben perderse de vista las tres grandes divisiones que dejamos estableci- das, sopeña de cometer los errores mas graves. Sin embargo, todos los dias estamos viendo médicos que no tienen presente, que los mo- vimientos espasmódicos suelen proceder de una lesión orgánica muy apreciable. Comunmente se limitan á tratar esle síntoma que es fugaz y de poca importancia, ámenos que se le asigne su verdadero valor patológico. Lo primero pues que debe hacerse en todo movimiento convul- sivo , sea Iónico ó clónico, continuo ó intermi- tente, ele, es localizar el síntoma; con cuyo procedimiento se consigue casi siempre deter- minar sí la convulsión es sintomática, idiopáli- ca ó simpática. Sin embargo, confesamos que no siempre es posible conocer la naturaleza y asiento del mal; en un niño, por ejemplo, en quien sobrevengan convulsiones algún tiempo después de haber espelido lombrices, es muy sencillo declarar, como hacen muchos médicos, que existe una afección verminosa; pero la inutilidad del tratamiento, un estudio mas pro- fundo de los demás síntomas y la aparición de fenómenos mas notables, suelen venir muy luego á demostrar el error de diagnóstico. «No puede indicarse de un modo general el tratamiento de las convulsiones, pues obran- do así, nos espondriamosacometer grandes fal- las en el uso de los agentes terapéuticos, y ademas no haríamos olra cosa que trazar re- glascomunes, que á lodo se aplican y para nada son buenas. Cuál puede ser el éxito de una medicación hecha al acaso ó dirigida contra sín- tomas lan variables en su forma, intensidad y curso, como los movimientos convulsivos?EsIó- gico describir un tratamiento de las convul- siones en sí mismas? Brachet, que les niega con razón la cualidad de enfermedades, y no ve en ellas mas que un síntoma, cree sin embargo que deben esponerse los medios capaces de di- siparlas, combatiendo directamente la irrita- ción , sin tener en cuenla las circunstancias ac- cesorias que pueden producirla, y habla del uso de los calmantes y antiespasmódicos. Pero no creemos conveniente imitarlo, temerosos de seguir los pasos de las escuelas antiguas, y de aconsejar medicaciones, que sean á veces mas deplorables y dañosas que la falla de todo tra- tamiento. Indicaremos solamente la profilaxis de las convulsiones, las precauciones que de- ben lomarse durante los accesos, y en fin, algu- nos de esos remedios que nos vemos obligadosá mencionar por conformarnos con el uso. »La infancia es la edad en que mas frecuen- temente se observan convulsiones, y es por lo lanío preciso hacer que guarden una higiene severa en esta época de la vida los niños pre- dispuestos ápadecerlas, ya por su constitución y enfermedades anteriores, ó ya por la funesta herencia que les han trasmitido sus padres. La pureza y renovación del aire, una tempera- tura igual y suave, la insolación , la eslremada limpieza que permite á las exhalaciones, tan abundantes en la edad infantil, verificarse con facilidad, una alimentación suficientemente re- paradora, los paseos y un ejercicio moderado de las facultades intelectuales, ele, ele, son los medios mas apropiados para evilar el des- arrollo de las convulsiones. Seria preciso exa- minar toda la higiene, si hubiéramos de referir todas las circunstancias que los autores consi- deran como causas de la enfermedad que nos ocupa, pues no hay un solo modificador, que no se haya considerado como capaz de produ- cir las convulsiones: se enumeran las frutas agrias, los lacticinios, la lactancia artificial ó confiada á una nodriza estraña, los alimentos demasiado azoados, la falta de ejercicio, ele. El cambio de lugar, el cuidado de evilar todas las emociones morales vivas, las distracciones sostenidas, el uso de los baños tibios ó de mar y la natación, son también útiles, cuando se re- producen las convulsiones sin que parezcan de- pender de ninguna lesión coexislenle. Muchas veces nos conduce directamente al remedio el examen de la causa que ha provocado el mal. Los disgustos, los celos, los padecimientos amorosos, los trabajos intelectuales y losesce- sos venéreos, sostienen ó producen la enferme- dad , laque cesa en el momento que se remue- ven todas estas causas. Conviene, pues, ante DK LAS CONVULSIONES. 109 lodo enterarse cuidadosamente de las circuns- tancias conmemorativas mas leves, pues no haciéndolo, nos esponemosá encontrarnosmuy perplejos al indagar el origen de la enfermedaa y establecer su tratamiento. Las convulsiones que dependen de los escesos venéreos, de la masturbación, del uso momentáneo ó prolon- gado de las bebidas alcohólicas y del inoportu- no ó escesivo de las preparaciones opiadas, cesará con la causa que las ha producido. Hay mujeres en quienes se presentan los movimien- tos convulsivos en las épocas menstruales ó durante el embarazo. ¿Quién ha de creer que pueda aconsejarse un solo tratamiento cuando son tan diversas las causas? »Se ha dicho que el mejor medio de comba- tir el movimiento convulsivo son tas emisiones sanguíneas; pero ¿cuántas contraindicaciones no presentan estas, aconsejadas de un modo tan general? En el caso de decidirnos á poner sanguijuelas, sin saber el asiento y causa de la convulsión, es preciso colocarlas en la base del cráneo, detrás de las orejas; recurriendo al mismo tiempo á las aplicaciones de agua fria á la frente y sienes, y provocando una viva irritación cutánea por medio de sinapismos, baños de pies ó vejigatorios volantes. También podemos obrar sobre el tubo digestivo valién- donos de los purgantes, como los calomelanos, las lavativas irritantes, las sales alcalinas, ele. En seguida vienen las bebidas llamadas anlies- Íiasmódicas, preparadas con la lila, el naranjo, a valeriana, la menta, y lodas las sustancias que llevan diebo nombre, como el alcanfor, el almizcle, el castóreo, el éter, el óxido de zinc, el sulfato de quinina, la quina y los opiados. Pero es preciso usar con mucha reserva eslos medicamentos, sobre lodo los últimos, porque tienen tendencia á producir congestiones cere- brales. El colapso momentáneo que de eslas re- sulta , se ha considerado mas de una vez co- mo un alivio; pero bien pronto vuelven á pre- sentarse los accidentes convulsivos con mayor intensidad, como ha sucedido en algún caso que nosotros hemos presenciado. «Con los agentes terapéuticos que acabamos de mencionar, no se hace mas que combatir los fenómenos convulsivos, y cuando estos se cu- ran por tales medios, es porque dependían únicamente de un simple desorden de la iner- vación. Asi es como cesan en las mujeres esos movimientos espasmódicos lan raros, que no se sabe muchas veces á qué causa atribuirlos, y que se comprenden con la denominación com- plexa y poco médica de espasmo ó ataque de nervios. El histerismo y las neuralgias suelen ser su verdadera causa, y como los anliespas- módicos y los tónicos gozan de cierta eficacia en el tratamiento de eslas enfermedades , y se han lomado por convulsiones de olra naturale- za muchas que solo reconocían este origen, no debe eslrañarnos que parezcan haberse curado tan á menudo con semejantes remedios. Por lo demás, cuando no podemos averiguar la ' verdadera causa de la convulsión, como suce- de en los niños, aunque no tan frecuentemente como se dice, es preciso recurrir al tratamiento que acabamos de indicar; puesto que es el mas apropiado á la naturaleza misma del síntoma. Pero felizmente, el número de casos en que nos vemos obligados á emplear una medicina pu- ramente sinlomálica, se va haciendo cada vez mas raro por los incesantes progresos que hace el arle del diagnóstico. »EI tratamiento de los accesos convulsivos se funda en el conocimiento de la enfermedad, y no debe diferir esencialmente del que se dirige contra ella, aunque hay algunas indicaciones especiales que es úlil mencionar. Cuando la congestión cerebral es muy fuerte, cuando la sangre se infiltra en el tejido celular subcutá- neo, la cara se pone lívida y tumefacta, y la respiración es difícil, conviene sin esperar mas facilitar la circulación abriendo la vena. Ver- dad es que la congestión es consecutiva á las convulsiones; pero no por eso es menos urgente la indicación en esle caso, y por olra parte la evacuación alivia casi siempre la enfermedad de que es síntoma el ataque espasmódico. La deplecion sanguínea está indicada, cuando el acceso convulsivo se prolonga mucho tiempo y se presente algún signo de hiperemia cerebral, ó se teme una hemorragia encefálica. «Algunas veces pierden los enfermos el sen- timiento y el movimiento, y quedan en un es- lado que impone mucho. Entonces es preciso escitar la sensibilidad y el influjo del cerebro con los irritantes de toda especie, aplicados á la periferia cutánea, valiéndonos de los olores fuertes, como los que se desprenden del vina- gre, del amoníaco y sus compueslos, las aguas espirituosas, el humo procedente de la combus- tión de una pluma, de la cerda ó del azufre; de algunas cucharadas de una agua aromática escilanle introducida en la boca, como la de flores de naranjo y la de valeriana, de un eli- xir, etc., de la aplicación de revulsivos fuertes á las estremidades, como ventosas y sinapismos, de la vesicación con el agua hirviendo óaun con el martillo de Mayor, de fricciones hechas en los miembros con licores estimulantes ó la po- mada amoniacal, etc. También se han aconseja- do las lavativas y las inyecciones de humo de ta- baco: estos medios son peligrosos; pero no por eso deben proscribirse enteramente. Por úllimo, cuando todos ellos son inútiles, es necesario es- tablecer una respiración artificial insuflando aireen los pulmones. «Brown, de la Nueva Orleans, dice haber aliviado el mal y acelerado la curación de las convulsiones, comprimiendo gradualmente y con fuerza la región epigástrica; y añade que cuando se suspende este medio mecánico, vuel- ven á presentarse los movimientos convulsivos con nueva intensidad. La compresión produce un alivio notable en ciertas personas, sobre lo- do si el mal depende de una afección histérica. Puede decirse en general, que comprimiendo 110 DE LAS COMTLMONE*. fuertemente las parles convulsas, no se aumente , sensiblemente el dolor, y aun muchis veces se disminuye. «En estos últimos tiempos se ha preconiza- do la compresión de las corólidas, como un me- dio apropiado para que cesen las convulsiones, y aun como agente terapéutico. Ya Presten ha- bía ligado esle vaso en la epilepsia; Aulhen- rielh habia ensayado su compresión en las con- vulsiones; Blaud en la fiebre cerebral, y Lis- Ion, Earle, Livingston, Kelly y Parry, en oirás enfermedades (caria de Dezeimeris á la Aca- demia de ciencias, octubre 1837). Trousseau ha conseguido últimamente con esle medio disi- par una convulsión muy alarmante, que se ha- bía resistido á todos los demás puestos en uso. La persona á quien se refiere esta observación era un niño de ocho años, atacado de la enfer- medad que se llama eclampsia. Los movimien- tos espasmódicos habían durado dos horas, y cesaron en algunos segundos con la compresión hecha en la carótida izquierda: las convulsio- nes ocupaban el lado derecho. El médico que acabamos de citar juzga útil la compresión en las convulsiones congestivas, dependientes de un movimiento fluxionario hacia el cerebro (Journ. des conn. médico-chirurg., octuhre 1837, p. 183, 5° año). Sin salir fiadores de la eficacia y prontitud con que obró la compresión en esle caso, creemos que debe esperimenlarse este agente curativo, que no ofrece ningún in- conveniente. • Las afusiones frías, repelidas una ó mas veces, durando cada una de ellas algunos mi- nutes, deben usarse con precaución. Sin embar- go, son demasiado exagerados los temores que á algunos inspiran , pues dirigidas hábilmente, pueden suspender los accesos convulsivos, co- mo lo hemos vislo en dos individuos, cuyas con- vulsiones parecían referirse á pérdidas semina- les copiosas y á escesos del coilo. El médico y las personas que rodean á los enfermos en sus alaques no deben hacer mas que sostenerlos, dejando á los miembros y al cuerpo la libertad de moverse, y absteniéndose también de los estimulantes demasiado fuertes, á los que el pa- ciente es al principio insensible, pues algunas veces producen bronquitis , laringitis é irrita- ciones gástricas (v. Neurosis). «Historia y bibliografía.—Ya dejarnos es- Suestes las numerosas distinciones que inlro- ujeron en el estudio de las convulsiones los autores antiguos; y sin volver á tratar aqui de esla materia estéril, de que ya nos hemos ocu- pado al hablar de las divisiones, trataremos principalmente de demostrar el motivo de que no haya podido salir del caos en que estaba su- mergida la historia de las enfermedades con- vulsivas, hasla una época muy próxima á nos- otros. Los antiguos llamaron al principio espas- mo á lodo movimiento convulsivo; cuyo térmi- no genérico comprendió desde entonces las en- fermedades convulsivas, y aun varias otras que no lenian este carácter. Hipócrates describe la mayor parle de las enfermedades convulsivas, como el leíanos, la eclampsia, la epilepsia y las convulsiones de los niños (Aphor. 17,20, 22, 65, sec. V, aphor. 25, sec. VII; aphor. 57, sec. IV; aphor. 115, sec. VII; aphor. 39, sec. VI y passim); y á él se debe el célebre afo- rismo de: a repletione aut ab evacuatione fit convulsio (aphor. 39, sec. VI), que comentado é interprelado de muchos modos, ha servido á los autores para atribuir todas las convulsiones á una ú olra de estas dos causas. «También Galeno adopte eslas dos grandes causas de convulsiones, la repleción y la eva- cuación, á lasque agrega en algunos casos la irritación, provocada por un humor existente en el cerebro; y refiere todas las convulsiones á tres especies, segun que la contracción es ge- neral, ó solo anterior ó poslerior, resultando el tétanos, el emprostólonos ó el epistólonos (Method. medendi, lib. XII; De different. sympt. cap. III; y De tremor, etpalpit.). Lázaro Rive- rio (Medecince exercit., arl. Convul.), Zacuto Lusitano (lib. V, cap. VIII) y llaller no hacen mas que reproducir las opiniones de Galeno os- cureciéndolas algo mas. Sennerto (Instit. méd., lib. III, part. 3. sec. 1, cap. VIII y lib. I, pá- gina 2, cap. VIH) es sin cotílradiccion uíiode los autores antiguos cuyas ideas han sido mas juiciosas, aunque en su obra se encuentran crasos errores. «Willis y Delebee (Silvio) se han ocupado mucho de las enfermedades convulsivas; pero sus trabajos eslan redactados sobre bases muy diferentes, pues mientras el primero recurre á la acción de una materia espasmódica ó de cierta fuerza que llama esplosiva, y distingüelas causas segun que obran sobre el cerebro ó so- bre las estremidades de los cordones nerviosos (Pathol. cereb.; De morb. conv.); el segundo por el contrario fija toda su atención en la acri- tud y acidez de los humores, en la pituita y en las diversas especies de inflamación ; pero sus ¡deas son muy vagas sobre este úllimo pun- to, y no pueden servir de ningún modo para aclarar el verdadero origen de las convulsio- nes: también admite lesiones de los nervios (Opera medie, lib. I, cap. XL1I). «F. Hoffmann es, segun Willis, uno de aquellos cuyas obras sobre la materia acredi- tan mas notable penetración, pues aun care- ciendo de luces anátomo-palológicas, distingue las convulsiones idiopálicas de las simpáticas, y se esfuerza en hacerlas depender de una lesión orgánica, la que á su parecer ocupa la médu- la espinal y sus membranas. Sin hablar délas exactas descripciones que hace délas principales formas de las convulsiones, son lan escelenles las ¡deasque encierra su trabajo sóbrela etiolo- gía de las enfermedades convulsivas, quesería difícil encontrar hasta principios de este siglo una obra en que se hallasen mejor apreciadas [De convulsionibus disert. medie, Oper omnia, sup. III; Ginebra , 1753). Slall refiere la causa de las convulsiones á una escitacion vital, y es- • DE LAS CONVULSIONES. 111 pone con este molivo una hipótesis completa- mente errónea y muchas veces incomprensible. Pasamos en silencio una multitud de autores que se han ocupado de ciertas especies de con- vulsiones; pero debemos distinguir enlre los modernos mas especialmente las obras de Tissot [Traite des nerfs et de leurs maladies), Baumes [Traite des convulsions dans Venfance; París, 1805), Mongellaz (Mem. sur les malad. conv.; Biblioth. méd., 1828, l. II, p. 422), y Brachet Trait. prat. des convulsions dans Venfance, en 8.°, 1837)» (Monneret y Fleury, Compen- dian, ele, l. II, p. 489-504). articulo II. De los calambres. «La palabra calambre représenla toda con- lraccion tónica, involuntaria, dolorosa y pasa- gen, de uno ó mas músculos. Los que con mas frecuencia la padecen son los de la panlorrilla, del abdomen, plantas de los pies y dedos, los elevadores de Ja mandíbula superior y el es- terno masloideo. Tampoco se hallan exentos, segun algunos autores, los músculos de la vida vegetativa. Se ha dicho que el diafragma pa- dece calambres en los coléricos; lo que Boui- llaud no considera como demostrado (v. el ar- tículo colera). Se ha pretendido también, que los músculos de la vida vegelaliva se afeelan de calambres como los demás en las gastral- gias viólenlas, en la neuralgia uterina, en la enleralgia, en el cólico de plomo y en el íleo espasmódico. «El calambre consiste en una convulsión tónica, en que los músculos se contraen con energía , sin que influya en ellos la voluntad. Esla contracción va acompañada de un dolor agudo, y da muchas veces al músculo una du- reza considerable; pudiendo constituir por sí sola todo el mal, en cuyo caso es leve y ligero, como se ve en las personas irritables dispues- tas á las neurosis, y en las mujeres en la épo- ca menstrual ó al principiar el embarazo. Tam- bién puede manifestarse á consecuencia de un ejercicio muy prolongado del sistema nervioso y del aparato locomotor, después de una larga camínala, de escesos venéreos, de una emoción moral viva, ele »EI calambre es un fenómeno del que nada dicen los autores de tratados de semeiologia, y sobre el cual hay que hacer sin embargo cu- riosas investigaciones. Para suplir nosotros en cuanto nos sea posible el silencio que se ha guardado hasla ahora, empezaremos diciendo, ue no siempre es fácil establecer una línea de emarcaciou enlre los calambres y las diferen- tes formas de convulsiones tónicas. Si segui- mos escrupulosamente la definición que deja- mos establecida, llamando calambre á toda contracción involuntaria, pasagera y dolorosa de los músculos, escluimos las contracciones tónicas del tétanos , y las que acompañan á la meningitis raquidiana; pues en efecto, aunque arabas son dolorosas é involuntarias, duran mucho liempo y son casi continuas. Sin em- bargo , Ollivier dice que el dolor y la rigidez de los músculos espinales se encuentran muy á menudo reunidos en los casos de meningitis raquidiana, y ofrecen remisiones (Traite des matad, de la moelle epin., t. II, p. 288, en 8.°; París, 1837); pudiéndose tomar esta convul- sión tónica, al principio de la enfermedad, por un simple calambre. En el leíanos la convul- sión es tónica, dolorosa y continua; pero tiene remisiones muy notables, en lo cual se distin- gue del calambre, como también por su dura- ción. El lorlícolis es un calambre , pero mas continuo que el ordinario (Boche, Nuev. elem. de patol., t. H). Obsérvanse ciertas contrac- ciones ó rigideces musculares, que duran poco, y van acompañadas de dolor, bastante pareci- das á los calambres, en términos de haberse confundido con ellos, al principio de la encefa- litis parcial y de la mielitis de la región dorso- lumbar; y no siempre es fácil evilar este error. Advertiremos que en los calambres la eslen- sion forzada de los músculos, y la presión que se hace sobre ellos, lejos de provocar dolor, ali- vian á los enfermos, lo que no sucede comun- mente en los casos de conlraccion; la cual ade- mas no se disipa por las presiones, ó bien vuel- ve á presentarse al momento que se deja de obrar sobre los músculos convulsos. «El calambre es las mas veces un sínloma de enfermedades bien caracterizadas, que tie- nen su asienlo en los nervios y ceñiros nervio- sos, ó en oíros órganos mas distantes. Entre las enfermedades del cerebro que lo producen en ciertos casos, debemos mencionar la hipe- remia de este órgano, la apoplegia, el reblan- decimiento inflamatorio y el senil; en cuyas circunstancias se presenta el calambre de'un modo pasagero, y figura enlre los fenómenos precursores. «Las histéricas se quejan á veces de calam- bres muy dolorosos en los brazos y piernas algo antes del acceso ó inmediatamente después, cuando los alaques han sido violentes. »Lo mismo sucede después de los accesos de epilepsia, de la que es lambien el calambre un sínloma precursor. Algún tiempo antes que invada la rabia, sienten los enfermos en la parle herida dolores vagos y calambres, á los que no lardan en agregarse los síntomas que corresponden al segundo período del mal. La conlraccion tetánica y dolorosa que se observa en la meningitis raquidiana, y que casi siem- Ere ocupa la parte poslerior del tronco, no de- e considerarse como un calambre, pues difie- re de esle por su duración, como ya hemos dicho. «Cuando la irritación espinal, que es en sentir de Ollivier una congestión raquidiana, invádela región dorso-lumbar, suelen afec- tarse los miembros inferiores de calambres mas ó menos repelidos. Esle médico ( Traite des 112 DB LOS CALAMBRES. mal. de la moelle epin., l. II, p. 283, en 8.°; París, 1837) no habla de un modo especial del calambre, considerado como sínloma de la mie- litis aguda. Es preciso no confundir con esle sínloma el hormigueo y entorpecimiento incó- modo, que esperimenlan los individuos al prin- cipio de las enfermedades de la médula, pues es un fenómeno completamente distinto. Pre- séntese asimismo con bastante frecuencia al principio del mal de Poli ó caries vertebral. »Los calambres sobrevienen algunas veces en una época adelantada de la ascilis y de la anasarca , en las gastritis violentas producidas Íior sustancias venenosas corrosivas, y en elcó- era esporádico y epidémico, constituyendo uno de los síntomas mas dolorosos y constantes de esta última afección. Comunmente empezaban los enfermos á esperimenlarlos en el segundo período, á la época en que sobrevenían los vo- mites, y ocupaban los dedos gruesos de los pies, las pantorrillas, los brazos, y casi todas las parles del cuerpo. Bouillaud los ha obser- vado lambien en los músculos del abdomen y en los de la cara. En un enfermo sobrevino dos veces una lujación de la mandíbula, debida á los movimientos espasmódicos de los músculos depresores de este hueso ( Bouillaud , Traite pratique theor. et stat. du chol.-morb. de Pa- rís, p. 227; 1832). Los músculos que se halla- ban invadidos por calambres, formaban relieve debajo de la piel, y los rectos del abdomen pa- recían dos cuerdas rígidas y tensas. Esla con- lraccion espasmódica, ora era relativa á los es- fuerzos de evacuación, ora consliluia el único sínloma del cólera. »En una época adelantada del embarazo, cuando la cabeza del feto desciende á la esca- vacion pelviana, sienten las mujeres en la par- te poslerior de los muslos y piernas calambres muy dolorosos, producidos por la compresión que" aquella ejerce sobre los nervios sacros. «Rara vez ocupan ambos muslos á un mismo tiempo» (Gardien, Traited'accouch.,t. II,p.78, 18*24). Estos dolores no pueden disiparse del todo, y se alivian haciendo algunas fricciones en los miembros, ó procurando que las ligas eslen algo apretadas aun durante la noche. «Algunas clorólicas se hallan atormenta- das por calambres, que ocupan los miembros inferiores, y que aparecen comunmente en la forma del mal que va acompañada de acciden- tes nerviosos. También suelen observarse con frecuencia en los que padecen el cólico de plo- mo, fijándose en los músculos del abdomen, donde provocan una retracción considerable de las paredes de esle; retracción intermitente, que se verifica euando los dolores adquieren mayor intensión (art. col. de plomr., por Boui- llaud, Dict. de méd. et de chir.prat., p. 212). Los calambres afectan también los miembros torácicos y pelvianos, los antebrazos y parti- cularmente los músculos flexores (v. cólico de plomo). Los dolores agudos y lancinantes que esperimenlan en el muslo los "que padecen cóli- co de plomo, y que siguen el Irayeclo de los nervios ciáticos, se distinguen fácilmente ae ía convulsión dolorosa llamada calambre. «Las causas de esle síntoma son la com- presión , la contusión, la picadura de un ner- vio, v mas comunmente las neurosis raquidia- nas ó" cerebrales cuvo efecto es escitar momen- táneamente una inervación mas activa. Mas en este caso, ¿por qué el calambre ocupa solo ciertas parles del cuerpo? Esplícase este algu- nas veces por la fatiga muscular que se limi- ta á una parte; pero oirás es imposible teda esplicacion. El calambre es síntoma precursor ó aclual de las flegmasías de los centros ner- viosos, y especialmente de la médula, aunque ha sido bastante raro en las observaciones de mielitis que contiene la obra de Ollivier. En general debemos vigilar con atención á los que se quejan habitualmenle de calambres en las estremidades, pues son en efecto un signo pre- cursor de las lesiones del sistema nervioso; aunque se citen sin embargo individuos, que han esperimentado diariamente muchos ata- ques de calambres, sin que por eso sucumbie- ran á enfermedades de la médula , del cerebro ó de sus anejos» (Mon. y Fl., Compendium, to- mo II, p. 539-541). ARTICULO III. Del corea. «La palabra corea se deriva de x°p* '*> bai- le, y se llama asi esta enfermedad á causa de los movimientos desordenados que ejecutan los pacientes. Los alemanes la han llamado baile de San Vilo, porque los atacados de ella acos- tumbraban encomendarse á esle sanio, yendo en peregrinación á su capilla situada cerca de Ulm en Suabia. «Sinonimia. — 2m*.0Tvf6v , Galeno , Plinio, Sauvages, Sagar ; Yiti saltus, Platero (1614), Horstius(1628); chorea sancti Viti, Senerlo,Sy- denham; saltuosa membrorum dispositio, Bai- ro ; escelotirbe pituitoso, Preysinger ; chorea, Linneo|, Cullen, Vogel; hiearonosis, Macbride; ballismus, choreomania, Ploucquel; myotirtifl Chaussier; synclonus chorea, Good; clonus cho- rea, Young; ballismus chorea, ballismus, Sve- diaur; epilepsia saltatoria, chorea Kt'íide va- rios autores. «Definición,—Dase el nombre de corea á una enfermedad no febril, caracterizada por movimientos irregulares é involuntarios, par- ciales ógenerales, del sistema muscular, y prin- cipalmente de los miembros. Esta agitación, esta locura de los músculos , es el sínloma pa- tognomónico de la enfermedad. «División.—Bouteille en su Tratado delcér rea, que puede considerarse como la obra mas completa que existe acerca del particular, ad- mite Ires especies: 4.* esencial (chorea pfoto- pática), que eslá libre de complicación y no se refiere á ninguna otra enfermedad apreciable; DEL CORIA. 113 2.* corea secundario (chorea deutero-pathica), que complica ó sigue á olra enfermedad ; y 3.a corea falso (chorea pseudo-pathica), que tiene algo del corea propiamente dicho , p^ro difiere mucho de él. Estas dos últimas especies son'có- reas ilegítimos, que no deben ocupar el lugar que se les ha dado, y de los cuales diremos al- go al tratar de las complicaciones. También se ha dividido el corea en reciente ó anticuo, par- cial ó general, elc.!; circunstancias lodas que aunque dignas de conocerse, no creemos merez- can descripciones especiales. «Alteraciones anatómicas.—Si solo debieran ocuparnos las lesiones que evidentemente se refieren al corea, corlo seria este párrafo, por- que los mejores observadores solo han obteni- do hasla el dia resultados negativos. Sin em- bargo, como algunos han querido ver en cier- tas lesiones coexislenles ó que solo indirecta- mente estaban relacionadas con el corea, la causa de esla enfermedad, indicaremos rápi- damente los principales hechos, que acerca de esle punto contienen los anales de la ciencia. Son bástenles raros los casos en que ha permi- tido la muerte comprobar el eslado de los ór- ganos, y se hallan reunidos con esmero en el artículo corea de Blache [Dict. de méd., 2.a edi- ción , p. 552) y en la lésis de Dufosse (v. Col- lect. des th. de la Faculté de méd.; De la cho- ree, n.H36; París, 1836). «Han fijado particularmente su atención los observadores en el sistema nervioso céfalo- raquidiano. Soemmering ha encontrado falsas membranas en el cerebro; Frank productos membranosos alrededor de este órgano, y con- creciones calcáreas en la pia madre; Lelut, una vez, falsas membranas en los hemisferios ce- rebrales , en la cavidad de la aracnoides, y so- bre la boja interna de esla (Gaz. méd., 1836); y Guersanl una concreción en la sustancia ce- rebral (arl. corea de Blache, p. 553): léese un hecho análogo en el Jemrn. des progrés (l. I, 1830 , p. 242). Georget dice que se ha obser- vado el corea en niños cuyo cerebro contenia tubérculos (arl. Coree del Dict. de méd., 1.a ed., p. 195). »EI doctor Prichard ha enconIrado Ires ve- ces una cantidad considerable de serosidad en la cavidad raquidiana , y una inyección viva de los vasos de la médula (Arch. gen. de méd., t. X11I, p. 273); y Bazin chapas huesosas á es- pensas de la aracnoides de la superficie del ce- rebelo (tés. de París, 1834). Serres, que ha he- cho la autopsia de cuatro coréicos, ha visto en un caso un lutnor lardáceo, implantado sobre los tubérculos cuadrigéminos; en olro una ir- ritación viva de eslos cuerpos, acompañada de derrame sanguíneo en su base; y en los otros dos los mismos tubérculos cuadrigéminos, in- flamados en su totalidad. Aunque en eslos cua- tro casos fueron las lesiones de naturaleza di- ferente , siempre ocuparon un mismo silio, lo cual inclina á suponer que existe una relación baslante íntima enlre las lesiones de los lubér- TOMO VIL culos cnádrigéminos y el corea. Pero estos he- chos publicados por Serres, se hallan invali- dados por una masa imponente de casos con- tradictorios, y seria inútil detenernos mas tiem- po en ellos (Rev. méd., t. II, p. 518; 1827). »Ha revelado ademas la autopsia cadavéri- ca: t.° dos veces una hipertrofia muy notable de la sustancia cortical, asi en la masa ence- fálica como en la médula, con inyección de sus membranas (Monod , Bull. de la soc. anat., n.° 43 y Bec. méd., t. 1, 1833); 2.° una hi- pertrofia de la sustancia cortical (Hulin, Nouv. bibtiolh. méd., enero 1828, p. kíj; 4.° dos ve- ces un reblandecimiento parcial de la médula espinal (Gendrin, les. de París, 1835); 3.° una vez reblandecimiento completo de esle cordón (Courlois , les de París, 1831); 5'.° otras dos veces una disminución en la consistencia de esle órgano (en Rech sur quelq. points de Vhis- toire de la ch. chez les enfants, por Rufz, Arch. gen. de méd., t. IV, 1834., 2.a serie, p. 233); 6.° dos veces Un reblandecimiento marcado de la médula (la misma mera, de Rufz); 7.ain- yección de las membranas del cerebro y de la médula con reblandecimiento de la sustancia cerebral (Rceser, Arch. gen. de méd., t. XX, p. 431); 8.° un reblandecimiento dudoso del septo lucido (Deplangue, les. de París, 1826). «Rostan ha visto en una mujer de ctecuen- la años, que tenia desde su inlaneia un corea del lado izquierdo, una atrofia notable de los músculos de esla parte (Cours de méd. clin., 2.a edic, l. II, p. 73¿). «De lo que precede resulta, que las lesiones que se han encontrado, ora son reblandeci- mientos del cerebro, de la médula ó de ambos reunidos, ora una inflamación viva con inyec- ción , y en oíros casos falsas membranas, der- rames de serosidad y concreciones. Cada autor se ha creido autorizado para establecer rela- ciones de causa á efecto enlre lesiones de lan varia naturaleza y los síntomas de la enfer- medad. Hemos cilado sin comentarios las pre- cedentes observaciones; pero ninguna de ellas puede ser objeto de una crítica legítima; ora se reducen á complicaciones que oscurecen la enfermedad principal; ora no merecen confian- za por fundarse en descripciones incompletas. «A lodos los casos en que se ha visto algu- na alteración patológica, deben oponerse los mueho mas numerosos en que nada se ha po- dido descubrir. En cuatro casos referidos con muchos pormenores en la memoria de Rufz (Rech. sur quelq. points. de Vhist. de la chor., Arch. gen. de méd., t. IV, 1834), no se víó la menor lesión , aunque se examinaron los cen- tros con et mayor cuidado; y lo mismo sucedió en diez casos, reasumidos por Blache en su ar- tículo (Dict. de méd., 2.a edic, Corea, p. 552) y tomados de los autores siguientes: Rostan (Méd. el., t. II, p. 734, 2.a ed.), Ollivier d'An- gers (De la moélle epiniere et de ses matadies, p. 383), Dugés (Essai phys. et path. sur la Ha- ture de la fievre), Guerhard y Hache (art. cit. 114 DHL CORRA. de Rufz, p. 31). Dufossé ha presenciado cinco autopsias hechas en el hospilal de niños, en que no se observó lesión alguna que pudiera atribuirse al corea (tés. cil., 1836, p. 8). »La inspección de los cadáveres de muchos animales sacrificados en diferentes épocas del corea, nada ha enseñado acerca del asienlo de esta afección. Delafond , profesor de Alford, que la ha estudiado de un modo especial en los perros, no ha encontrado cosa alguna, ni en los ceñiros nerviosos, los nervios y sus divisiones, ni en las cubiertas de la médula: los líquidos aracnoideos y céfalo-raquidianos continuaban en su proporción normal, y poseían las mismas cualidades que en los animales sanos. Las ob- servaciones consignadas en la lésis de Franquet (De la choree chez Vhomme, París, 1837, p. 18), prueban que las diversas lesiones comprobadas por los autores, eran efectos de complicaciones y no pertenecían á la misma enfermedad. «Síntomas.—En la mayoría de los casos ofrecen al principio I03 sujetos una exaltación manifiesta de la sensibilidad; se incomodan é irritan por el menor motivo; en otros son los movimientos mas vivos, mas impetuosos, que de costumbre, y aun á veces tienen cierto ca- rácter eslraño que se atribuye á su vivacidad; y en otras ocasiones se observan gestos, que los padres creen voluntarios, procurando repri- mirlos con injustos castigos. Pero muy luego se presentan movimientos repentinos y convul- sivos, que no dejan duda alguna sobre la natu- raleza del mal. En vez de ser lento y gradual la invasión del cérea, puede verificarse de pronto, adquiriendo desde luego los síntomas notable intensión, como sueede después de un gran suslo. Sydenham dice que el mal empieza en ocasiones por una especie de cojera , ó mas bien debilidad de una pierna, que el enfermo arrastra á la manera que los locos (Sydenham, Opp. omnia, §. 554). Según Luis, empiezan en cierlos casos los movimientos coréicos por los brazos, estendiéndose muchos dias después á la pierna del mismo lado (arl. cit. de Blache, p. 550). » Trastornos de la motilidad.—Lo primero que llama la atención del médico son los movi- mientos insólitos de los miembros y de lodo el cuerpo, que constituyen el principal signo de laenfermedad, pudiendo ocupar lodos los mús- culos, asi de la vida de relación como de la or- gánica. Ora son generales, ora limitadosá una parte del cuerpo, como al rostro ó á un miembro solamente; sin embargo^Rufz nunca los ha vis- to limitados á los miembros inferiores (art. cit.,. p. 224). Ewart, Dehaen y Gardane han obser- vado que el corea es mas frecuente en el lado izquierdo que en el derecho. Rufz dice que en- tre veinticinco casos, en nueve era el corea general; en cinco ocupaba los dos miembros superiores; en otros cinco los miembros iz- quierdos , en uno los derechos, cuatro veces el brazo izquierdo, una el derecho, y en dos oca- siones todo el cuerpo, pero con la circunslan- cii de ser los movimientos mas notables en el lado izquierdo que en el derecho ¿Mem. cil. en Arch. gen. de méd., t. IV, 1834, p. 22i). Du- gés por el contrario ha vislo el corea nías á me- nudo en el lado derecho que en el izquierdo. De veinte enfermos observados por Dulossé, seis padecían un hemicórca izquierdo ó dere- cho, ocho un corea general con mayor agita- ción del lado izquierdo, Ires un corea general con mavor agitación del lado derecho, y últi- mamente dos, que eran muchachas, un corea de la cara y un brazo, en una el derecho y en olra el izquierdo. «Varia tanto la intensidad y la eslension de los movimientos del corea, que seria difícil dar una idea exacta de ellos. Frank ha descrito to- das las variedades que pueden ofrecer; pero nosotros no citaremos mas que las principales. Cuando se los examina en un miembro, se vé que resultan de la contracción involuntaria, y desigual de uno ó muchos músculos, de donde proceden movimientos comoá saltos, ya dema- siado enérgicos, ya demasiado débiles, que in- dican la imposibilidad en que se encuentra el sugeto de dirigirlos conforme á su deseo. No se crea sin embargo que se hallan enteramente sustraídos al imperio de la voluntad; antes al contrario, precisamente porque esla se hace obedecer un ínstenle, se advierte una mezcla de contracciones normales y morbosas, que dan á lodos los movimientos una escesiva irregula- ridad. Pero los movimientos involuntarios son los que caracterizan la enfermedad, Jos que persisten durante todo su curso, y los que ¿te- nemos especialmente estudiar. Con razón ha eslablecido Dufossé esla distinción en su lésis (ya citada, p. 14). Para dar una idea mas apro- ximada de los movimientos sintomáticos, los; divide en dos series, incluyendo en la primera los que dependen de la contracción morbosa de los músculos, y se reconocen por los siguientes caracteres: consisten en salios de variable in- tensión, que dejan entre sí tiempos de reposo de duración indeterminada; solo cesan cuando se comprime los músculos; son involuntarios y se hallan suspendidos ó al menos no son lan violentos, cuando duerme el enfermo. A la se- gunda serie refiere los que proceden de la com- binación de las contracciones musculares.de la primera clase con las sometidas á la acción de ¡a voluntad. «El trastorno de la contractilidad muscular presenta un carácter nolable, cuya indicación se debe á Dufossé, quien dice acerca de este punto: «Bastantes veces al principio, y casi constantemente cuando empieza á disminuir la intensión del desorden muscular , ofrece el rao- do que lienen los coréicos de apretar los dedos un carácter que no han indicado los autores: he observado con mucha frecuencia que la pre- sión que ejercen no es uniforme; no pueden continuarla algunos segundos, sin que en ella se distinga claramente una serie de esfuerzos desiguales. Pudiera servirnos este fenómeno, es- DHL COREA. 115 pecialmente cuando se presenta al principio de la afección, de signo diferencial para el diag- nóstico de ciertos coreas.» nCórea en los miembros.—Cuando son los brazos el asienlo de los movimenlos, se dirigen en todos sentidos. «Si aprovechando un mo- mento de reposo se manda á un coréico que abandone un brazo á la acción de la grave- dad , y si entonces se le sostiene, dándole una posición en que estén lodos los músculos en la mayor relajación posible, se observará cuando sobrevengan las contracciones morbosas, que eslas agitan el miembro haciendo, por ejemplo, que la mano vayaá chocar con la frente , con el dorso ó con lá cara poslerior del muslo (Du- fossé, tés. cil.).» Este cuadro espresa muy bien la singularidad de bis movimientos coréicos. «Efeclúanse en el brazo contracciones irre- gulares, que le hacen retorcerse sobre sí mis- mo por un movimiento forzado de pronacion ó de supinación , de abducion ó de adducion. Si quiere el enfermo coger un objeto, ó bien es- cede la mano del punto á donde iba dirigida, ó si llega á locarle, es siempre por un camino tortuoso. Si trata de llevarse un vaso á la boca, hace mil gestos antes de conseguirlo «des- viándole á uno y olro lado, hasta que por ca- sualidad tropieza con la boca, y entonces bebe de un solo trago el líquido contenido, como si quisiera escilar la risa de los espectadores» (Sydenham, cap. VIH). Aun á veces es tal la agitación, que se derrama el líquido antes de llegar á la boca. En ocasiones, después de ha- bérsele llevado á varios puntes de la cara, aca- ba por cogerle entre los dientes y bebe con el auxilio de este nuevo modo de prehensión: la eslraordinaria dificultad que esperimenlan pa- ra llevarse los alimentos á la boca, los obliga á reclamar la asistencia de olra persona que les dé de comer. •Cuando se ha eslendido el corea á los miembros inferiores , para dar el enfermo un paso «alrae un poco hacia sí el miembro afecte, y luego hace un esfuerzo para lanzar hacia delante el pie, cuya punta es la primera que se levante, ó bien no se desprende del suelo para ir rozando su superficie, hasta que se ha dirigido el talón hacia fuera y arriba: en esle movi- miento describe la pierna un semicírculo, co- jeando como si fuera mas larga que la otra. A veces después de haber dado el paciente algu- nos pasos en una misma dirección, dá con el miembro agitado una trancada de lado, ó mas bien una especie de resbalón , sin que por eso deje de continuar su marcha en la dirección que llevaba desde el principio (les. cit. de Du- fossé , p. 16). Sydenham compara este modo de andar al de los idiotas (fatuorum more). Cuan- do el corea es igual en ambos miembros, la vacilación y la incerlidumbre de cada paso dáá la marcha un carácter como de saltos, que la asemeja hasta cierlo punto al movimiento de esasfigurillasque se mueven lirando de un hilo (Rufz). I • Cuando ha adquirido el mal su mayor in- tensión, se hace imposible la progresión y se ven los enfermos precisados á permanecer en la cama, necesitándose en ocasiones sujetarlos en ella, no solo por medio de cubiertas sólidamen- te fijas, sino hasla de la camisola de fuerza. Entregados á una continua agitación, se suel- ten á veces de lodos los lazos que los detienen, y se echan á rodar por el suelo, tomando las posturas mas eslravaganles, y haciendo contor- siones que afligen al espectador, y reproducen groseramente las diversas evoluciones y varía- dos salios de los titiriteros. «Los músculos del pecho pueden , aunque en casos mas raros, hallarse también afecta- dos, resultando cierta molestia é irregularidad en los movimienlos respiratorios. »Corea en el rostro y en el cuello. —Difícil es imaginar una fisonomía mas movible, y al propio tiempo mas singular, que la de un coréi- co. Hállanse los ojos animados por un movi- miento continuo de rotación; las cejas, la piel de la frente y (ásalas de la nariz se contraen y relajan sucesivamente; están los labios cerra- dos ó entreabiertos; la lengua se escapa de la boca con cierta rapidez, y choca á veces con el paladar en términos de producir un ruido aná- logo al que hacen los cocheros para escilar á sus caballos (Dufossé) ó que imite el ladrido del perro ó los gritos de otros animales (Rufz, p. 226 y Blache ob. cit., p. 549). Son suma- mente grotescos y espantosos los rápidos mo- vimienlos que atraviesan el rostro, haciéndole espresaren brevísimos instantes lasmasdíver- sas y encontradas pasiones. A veces articulan los enfermos difícilmente las palabras. «En los casos de corea intenso han notado los autores palpitaciones y cardialgía. Puede también existir el mal en los músculos del cuello, ocasionando movimientos continuos de eslension, 'de flexión y de rotación, que agre- gados á las contracciones de los músculos de la cara, dan á la fisonomía una espresion entera- mente especial. »Los músculos de la vida orgánica partici- pan del corea de las demás partes del cuerpo: la deglución es difícil; la voz dura, ronca mas ó menos discordante. «La agitación coréica se hace mas intensa cuando se hallan los enfermos poseídos de al- guna pasión, como la cólera, la tristeza, el terror, ó cuando ven que se les examina con atención. La menor contrariedad , el liante , el temor redoblan la irregularidad de los movi- mienlos, que se calman y aun cesan durante el sueño. Admira ver que los coréicos no se quejan de la menor fatiga , á pesar de este lar- ga y perpetua serie de movimienlos que los agi- tan. En esta afección, como en las demás enfer- medades nerviosas, puede el sistema muscular hacer largas y violentes contracciones sin sen- tir un cansancio proporcionado. Si algunas ve- ces se quejan los pacientes de dolores en las articulaciones, débese considerar esle sínloma 116 DHL CURRA. como efeclo de la neurosis general y no de los movimienlos del sistema locomotor. «La sensibilidad moral de los sugelos espe- rimenta cambios sumamente notables «ora son de un carácter dulce y condescendiente, ora brusco y gruñón» (Bouleille, ob. cil., p. 110). «Es su humor muy variable; lloran, se enfa- dan y encolerizan por el menor motivo. Esla movilidad moral puede ser bastante pronuncia- da, para diferir muy poco de esos estados de in- quietud tan conocidos, que sienten las histé- ricas; lo cual constituye ordinariamente el úllimo límite, el máximum de su exacerba- ción.» .Dufossé, de quien tomamos esle pasage, ha observado semejante síntoma diez y ocho ve- ces en veinte casos. «A menudo se hallan modificadas la sensi- bilidad general y la inteligencia. Sinrazón pre- tende Rufz, que los córeteos no tienen cefalal- gia anterior ni poslerior, ni trastornos en el ejercicio/le los sentidos y de las facultades in- • telecluales (mem. cit., p. 227). Efectivamente, dice Dufossé, que de veinte coréicos ocho se que- jaron de una cefalalgia que nada tenia de fijo respecto de su sitio ó de su duración , y que en oíros seis se notaron palpitaciones que solo po- dían atribuirse al corea. Vio lambien. un sínlo- ma que merece la.alencion de los médicos, y que lendria cierta importancia, si se hubiera obser- vado masa menudo, á saber: un dolor bastan- te agudo, que se deiermiuaba en dos niñas com- primiendo las apófisis espinosas de las vérte- bras. En uno de estos casos, después de ha- berse manifestado el dolor en el raquis y en to- da la parte izquierda del cuerpo, vino á ocupar la sesla, sétima y octava vértebras dorsales, sin que influyeran en él los movimienlos de flexión y de eslension: al cabo de cierto liempo se trasladó el dolor á la región lumbar. En el otro caso se fijó desde luego en esla última re- gión (tés. cil. p. 18). ¿Debe considerarse esta raquialgia, cuya duración fué muy corla, co- mo una complicación, ó como un sínloma que existe en cierlo número de casps y que no se ha esplorado lodavia suficientemente? Solo la ob- servación podrá decidirlo. «Ha colocado Georget (art. Corea del Dict. de med., 1.a edic, p. 193) entre los síntomas de la afección coréica la debilitación de la inte- ligencia, la pérdida ó la disminución de la me- moria, y aun cierto grado de imbecilidad. Mu- chos médicos han podido otiservar cierta debi- lidad intelectual, que infundadamente ha ne- gado Rufz (mem. cil., p. 227). El pulso no pre- senta variación alguna en su ritmo ni en la fuerza de sus latidos. Las demás funciones se desempeñan con la mayor regularidad. »ClRSO T DURACIÓN DE LA ENFERMEDAD.— Hemos dicho que.el corea se declara repentina- mente ó de un modo lento: una vez caracteri- zado por el conjunto de síntomas qne acabamos de indicar, se le reseguir un cu:soagudoó crónico. Cuando es agudo, rara vez persiste fiempre en un mismo grado la agitecion; sinp ' que presente alternativas de disminución y de aumento , haciendo.se menos irregulares los mo- vimientos ruando se prepara una terminación favorable. La duración de la permanencia de los coréicos en el hospital, calculada por Rufz sobre 189 casos, ha sido por termino medio de 31 dias. Dulos^é alarga esle termino hasla í>7 dias, fundándose en un eslado deoncc observa- ciones, en que ha podido apreciarse con bastante exactitud la época de la invasión. Tan notable diferencia en los resultados dependerá induda- blemente de que no siempre se habrá tenido en cuenta el momento en que empezaron los pri- meros síntomas, y sobre todo de la diversa efi- cacia de los tratamientos respectivos. Por nues^ Ira parle creemos que el número obtenido por Rufz es enteramente inexacto; pues no se en- cuentran en los autores que han hecho cálculos análogos ejemplos de tan corla duración por término medio. El mismo Hamillon , aunque interesado en probar que su tratamiento cura mas pronto que los demás, fija la duración media en cuarenta y siete dias. Son, pues, ne- cesarias nuevas investigaciones para aclarar esle punto de la historia del corea. Puédese decir sin embargo, que dura por lo común de seis semanas á Ires meses. «En ocasiones pasa el mal al eslado crónico, después de haberse resistido á todos los trata- mientos; en cuyo caso son menos considerables los trastornos de la motilidad, limitándose aun solo lado del cuerpo, aunque á veces sin em- bargo son generales. Esle eslado crónico causa una debilidad de las facultades intelectuales y frecuenlemenle un idiotismo muy marcado. Los músculos en que reside el mal se atrofian ó pierden ¡>n consistencia (v. Alter. pat.). Los co- reas crónicos incurables suelen dalar de los pri- meros años de la vida y se complican también durante su curso con oirás afecciones. En algu- nos casos sigue el mal un curso intermitente. Bouleille refiere la histeria de un corea, que empezaba lodos los dias á las doce y terminaba á las seis de la tarde. Rufz ha visto un caso análogo. Pero puede dudarse si eslos coreas es- tarían exentes de toda complicación. «Terminación. — Puede el corea terminar por el paso del eslado agudo al crónico, lo cual es raro. Deja en pos de sí una susceptibilidad nerviosa pronunciada, gesticulaciones convul- sivas de la cara , de los ojos y de los párpados (Georget), y una gran disposición á las recaí- das. Dufossé le ha vislo reproducirse cinco ve- ces en una joven , y cuatro en oirás tres. Sy- denham declara que los que una vez le pade- cen , recaen al año siguiente; y esla tendencia á presentarse en unas mismas épocas, es pro- pia de gran número de enfermedades nerviosas. Los calores del eslío favorecen al parecer las recidivas. »C. Medicus referia, que era tan frecuente la periodicidad en la afección coréica, que cons- tituía el principal carácter del mal. Empero es mas que dudoso que esle médico, como Um- DEL COREA. 147 bien Brunnero, Paulini y Pilcarn, que han ob- servado la enfermedad bajo esla forma, hayan I tenido á la vista verdaderos coreas, y lo prue- ba todavía mas la circunstancia de que los combatían con buen éxito á beneficio de la qui- na. Bouleille no ha vislo en su larga práctica un solo ejemplo de corea periódico (ob. cit., I {>. 310).; y tampoco han sido mas afortunados ! os que después de él han escrilo acerca de este asunto. «El restablecimiento déla salud es la termi- nación mas común de los coreas recientes. La erupción de las reglas, un flujo intestinal, y lá nueva aparición de una evacuación, han termi- nado al parecer la enfermedad en algunas cir- cunstancias. Hánse visto casos, en que han su- cedido al corea la enagenacion mental, la epi- lepsia y el histerismo, y oíros en que han su- cumbido los pacientes con fiebre lenta y con- sunción (Georget, arl. cit., p. 191). Guersent y Rufz han observado casos, en que fue produ- cida la muerte por accidentes adinámicos y trastornos eslraordinarios de la motilidad. «Ullimamenle, puede el corea pasar al es- tado crónico y ser modificado en su curso por varias complicaciones, las cuales en sentir de Blache, no ejercen influencia alguna sobre la duración ni sobre la intensidad del mal (art. cit., p. 551). «Especies y variedades.—Las únicas espe- cies que deben admitirse, son el corea agudo y el crónico, el parcial y el general. Bouleille ha establecido tres especies de corea, uno esencial óidiopático, y olro secundario ó sinlomálico, 3ue subdívide en córe.i secundario propiamente icho, que complica ó sigue á olra enfermedad, y corea falso, que solo tiene la máscara de la afección verdadera (obr. cit., p. 74). Cierto que puede distinguirse el corea simple del com- plicado, y en esle sentido debe admitirse la idea de Bouleille; pero sin necesidad de hacer des- cripciones particulares. Pudiérase también ad- mitir un corea intermitente, si se hubiera ob- servado mas á menudo y estuviese probado que no exislia con él alguna otra afección. «Hecker ha escrilo una memoria muy inte- resante y llena de erudición sobre el corea epi- démico de la edad media. Esla forma es lan diferente de la i imple esporádica, que no pue- den considerarse como una sola enfermedad. Sin embargo, vamos á bosquejar sus princi- pales caracteres que tomaremos del escelente trabajo de Hecker (Mém. sur la chor. epid. du moyen age por el doclor J. F. C. Hecker, Irad. del alemán é ins. en los Arch. d'hig. et de méd. leg., 1. XII, 1834, p. 312-392). »El corea epidémico se declaró en Alema- nia y en los Paises Bajos á fines del siglo XIV, cuando acababan de cesar los terribles estragos de la peste negra. Solo necesitó algunos meses para estenderse desde Aix-la-Chapelle, que fue donde primero se manifestó, hasla los Pai- ses Bajos. « En Lieja . en Ulrecht, en Tangres, y en oirás muchas ciudades de la Bélgica, apa- recieron frenélicos danzantes, con coronasen la cabeza, y el vienlre rodeado de una sábana, á fin de que pudieran socorrerlos sin demora, en cuanlo sucedía la timpanitis al frenesí; en cuyo caso se les apretaba fácilmente el abdo- men, retorciendo la sábana por medio de un pa- lo que se pasaba debajo de ella. Sin embargo, muchos preferían que les diesen puñ. lazos y puntapiés, y nunca fallaban personas de buena Voluntad que ejecutasen esla operación» (pági- na 314). El corea epidémico no ofrecíalos sín- tomas del esporádico que nosotros conocemos. Consisliaen una agitación continua, que obli- gaba á los enfermos á bailar, á correr y tomar las poiluras mas eslravaganles, hasta que se caian al suelo eslenuados de fatiga. Dióse con mucha oportunidad á este frenético deseo, que se apoderó de muchos habitantes de Alemania, de los Paises Bajos, de Metz y de Estrasburgo, los nombres de coreomania y de danzomanía. Examinando con alguna atención el cuadro de los desórdenes que se manifestaban en estes convulsionarios de nuevo género , resulla evi- dentemente, que esla enfermedad, designada con el nombre de bailede San Vito, casi no tenia relación alguna con el corea moderno. Era un conjunte monstruoso de fenómenos nerviosos, causados por la superstición y la imitación, y con mas frecuencia todavía una enfermedad si- mulada, que sabían esplolar hábilmente los va- gamundos, los mendigos, y los mismos sacer- dotes. Asi es que Paracelso parece haber indi- cado el verdadero remedio con Ira esle mal, aconsejando que se encerrase á los pacientes en un aposente incómodo, y que se les adminis- trase diariamente cierto número de palos, has- la que se curasen, cosa que no lardaba en su- ceder. »Hecker ha comprendido en su descripción del corea afecciones que tienen con él cierta analogía, pero que no son seguramente el co- rea verdadero: el de la edad media se parece mucho al histerismo, sobre lodo si se advierte que á menudo eran las mujeres las únicas que le padecían, y que se observaban algunos sín- tomas frecuentes en esta enfermedad , como ía timpanitis, las alucinaciones y oíros trastornos que se acostumbra referir á íina escitacion de los órganos genitales. Por lo demás puede juz- garse de la eslension que ha dado Hecker ala palabra baile de San Vito, con solo saber que comprende en su descripción la historia del larantulismo y la convulsión de los Abisinios (mem. cit.). »Complicaciones.— Dícese que no ejercen influencia alguna en la duración ni en la in- tensidad del mal. Se han vislo casos, en que di- versos exantemas, las viruelas y flegmasías pnlmonaleSjhan recorrido sus períodos sin mo- dificar en manera alguna el corea. Guersent ha pretendido, que en tal caso las enfermeda- des inlercurrenles propenden á reveslir la for- ma adinámica, pero eslá lejos de hallarse pro- bada esta aserción. 118 del corea. «Los coreas que han descrito los autores coa los nombres de verminosos (Bouleille, ob. cit., p. 276 y 279), y de metastáticos, no son sino ejemplos de complicaciones. Mas adelante demostraremos, que la presencia de lombrices en los intestinos no puede considerarse como causa de la enfermedad. Stelh habla de un co- rea procedente de la gota , y Barlhez, que ad- mile su existencia, le da el nombre de baile de San Vito gotoso. ¿Será la gota una simple com- plicación ó bien una causa real del corea? «Diagnóstico.—Cuando se presenta con sus síntomas habituales, es difícil confundirle con oirás afecciones; las que mas se le parecen%son la gesticulación dolorosa de la cara, las con- vulsiones saturninas, el temblor mercurial, el que sobreviene á consecuencia de escesos ve- néreos ó del uso de los alcohólicos, y última- mente la beriberia. «Veamos en que difieren los movimientos coreiformes de los convulsivos que son propios de las enfermedades de los centros nerviosos. No siempre es fácil decidirse sobre el verdadero carácter de las afecciones convulsivas; sin em- bargo, podrá establecerse su naturaleza en vis- ta de las siguientes observaciones. Los movi- mientos coréicos son vivos, instantáneos, pare- cidos á los que produce una descarga eléctrica en los miembros de un animal. Las convulsio- nes tienen á la verdad la misma rapidez; pero se manifiesten mas bien por alaques, y no de un modo continuo como en el corea; en el cual se hallan igualmente agitados los eslensores y los flexores; mientras que en los primeros son mas á menudo los flexores el asiente de la con- tracción. El temblor convulsivo da á los miem- bros un impulso , cuya fuerza es proporciona- da al grado de flexión ó de eslension de que es susceptible el miembro; pero la contracción coréica es pronta y á salios, ora muy fuerte, ora débil y como insegura, de donde procede una serie de movimienlos desiguales que no siempre constituyen flexiones ó eslehsiones completas. La mejor comparación que puede hacerse de las vacilaciones coréicas es con los movimientos irregulares de esas figurillas que bailan tirando de un hilo. Últimamente, pre- sentan otro carácter, que consiste en la torpeza de los enfermos que no pueden coger los obje- tos: en el temblor convulsivo todavía es posi- ble la prehensión, y no se compone como en los coréicos, de una serie de contracciones de in^ tensión variable. «La ausencia de lodo desorden de la inteli- gencia, y sobre lodo de la sensibilidad, con- tribuirá á distinguir el baile de San Vito de todas las afecciones encefálicas: faltan en el corea el delirio, la fiebre y la rigidez muscular, que se observan de un modo casi constante en la inflamación del cerebro y de las meninges. En el histerismo los movimientos musculares, aunque prontos y á salios, no dan á los enfer- mos esa fisonomía gesticuladora, que es tan ca- racterística. En la epilepsia hay pérdida com- pleta del conoeimienlo y de la sensibilidad. »EI temblor mercurial 6 el saturnino, y el que acompaña al delirium Ircmens , se distin- guirán fácilmente, si se indaga la causa que los ha producido: ademas nos pondrán en camino los trastornos de la inteligencia. «Cuando las neuralgias de la cara afeclan muchos de los músculos que sirven para la es- presion , imiten á veces perfectamente el corea de las mismas regiones; pero es bastante raro que en esla úllima afección no se hallen tam- bién mas ó menos afectados lodos los músculos del resto del cuerpo. «Si el corea es antiguo ó determinado por la masturbación; si se limite á una parle del cuerpo, como un brazo, la cabeza ó una región de la cara ; si va acompañado de ciertas com- plicaciones , como el histerismo , la epilep- sia ó una debilidad incipiente de las facul- tades intelectuales, y últimamente si ha te- nido muchas recidivas, es grave el pronostica: en los casos contrarios se cura con bástanle facilidad. «Causas.—Elliolson cree que puede trasmi- tirse por herencia (Lanc. franc., 1. VIH, p. 72, 1833); pero son muy pocos los hechos que pa- recen probarla influencia de esta causa en el desarrollo de la enfermedad: Coste ha referido uno (Diss. inaug., 1837), y Young y Conslant (tés. cit. de Dufossé, p. 11) otros dos. «Los niños que le padecen son mas bien de una constitución débil y delicada , que robus- tos, al menos asi lo indican los dalos estadís- ticos de Dufossé, quien ha encontrado que de veinte coréicos, quince lenian los miembro* endebles, las cavidades esplánicas poco desar- rolladas y una susceptibilidad nerviosa muy evidenle; cualro eran linfáticos, y el quinto ofrecía todos los atributos del temperamento sanguíneo; siendo uno solo robusto: lodos te- nían el pelo rubio ó castaño, menos uno solo que era moreno (tés. cit., p. 11). »Edad.—Muchos patólogos creen que el baile de Sa.n Vito se manifiesta con mas fre- cuencia desde la segunda dentición hasla la pu- bertad. De esta opinión eran Sydenham, que coloca el máximum de frecuencia enlre los diex años y la pubertad (pas. cil.); Cuiten, que afir- ma que rara vez conlinua después de esla épo- ca (ob. cit., 2.' edic, p. 56), Beaumes y Pinel. Bouleille ha intentado especialmente demostrar, que la revolución de la pubertad tiene mucha parte en la producción del mal, pareciéndole muy digna ele fijar la atención la opinión qne admite una dependencia patológica, una espe- cie de filiación médica entre el corea esencial y dicho período de la vida (ob. cit., p. 91). Los estados hechos por Rufz prueban, que en efecto padecen masa menudo la enfermedad los niños de ambos sexos desde los diez años basta los quince; pero no se crea como suponen los auto- res antes citados, que tiene esla predisposición alguna relación con la pubertad; porque casi es tan frecuente el mal desde los seis años hasla los DEL COREA. 119 diez (mem. cit. de Rufz, p. 217). Ademas, aunque parece que tiene el corea bastante pre- dilección á la época de la vida que acabamos de indicar, no deja de presentarse en lodas las demás. Cierlo es que Barón no le vio nunca en los niños espósilos (art. corea de Blache, p. 544), y que no hablan de él los autores que han es- crilo sobre las enfermedades de la primera in- fancia, como Billard y Underwod; pero el doc- tor Prichard cita el caso de un niño que te pa- i decia desde su nacimiento; Conslanl de un jo- ven coréico en quien se habia declarado el mal á los cuatro meses (Bull. de therap., 1833, pá- gina 145), y Dufossé de una niña que le pade- ció de Ires años. Se le ha visto sobrevenir á la edad de veinte años (Journ. de méd. de Corvi- sart, t. V, p. 2*27), á la de cuarenta (Andral, Lecons orales, 1636), á la de sesenta (Coste, Tés. sur la choree, n.» 168, París , 1827), y á la de ochenta (Bouleille). «Sexos.—De 32,976 enfermos admitidos en el hospital de niños en diez años (1824 á 1833), 189 estaban afectados de corea, y de esle úlli- mo número 51 eran niños y 138 niñas (Rufz, mem. cit., p. 216). Entre 240 casos solo ha contado Dufossé 79 individuos del sexo mascu- lino. Si se quiere dar mas valora la relación numérica que espresa esta desproporción enlre los sexos, se pueden reunir eslos 240 casos á los 189 de que antes hemos hablado , y resul- tará que el número de coréicos del sexo mas- culino es al de los del sexo femenino como 1:2,4. •Entre las causas ocasionales del corea ocu- pan los sustos un lugar muy impórtente; sin embargo, no debe suponerse causa de la en- fermedad esa disposición á asustarse que sue- len ofrecer los niños, y que resulla, como dice Guersent, del eslado nervioso preexistente á la misma enfermedad. De setenta casos recogí- dos por Dufossé en diferentes autores, en vein- tisiete se ha atribuido á un susto el desarrollo de los accidentes morbosos, y de veinte coréi- cos observados por él, en siete fue la influen- cia de un terror intenso lan apreciable como en los ejemplos siguientes. Dos niños que es- taban sanos presenciaron unos fuegos artificia- les, y manifestaron repetidas veces mucho mie- do: ambos fueron invadidos de corea, uno re- pentinamente al otro dia, y otro de un modo gradual algún tiempo después. «¿Puede la imitación ocasionar la enferme- dad? En el dia, que se ha aislado conveniente- mente el baile de San Vilo de las demás afec- ciones nerviosas, puede responderse á esta pre- gunta, que los médicos del hospilal de niños nunca han visto desarrollarse el mal por imi- tación. «Dice Rufz que es nula la influencia de los trabajos intelectuales, porque los médicos en- cargados de vastes establecimientos donde se educan niños y niñas, muy rara vez han teni- do ocasión de observarla; pero sin negar no- sotros el hecho principal, nos parece aventu- rada la conclusión, porque bien sabido es en ' efeclo, que siendo coréicos los objeto de burla para sus compañeros, los retiran sus padres al instante de las casas de pensión, para propor- cionarles los cuidados necesarios. »Es muy raro el corea en los climas calien- tes. Nunca le han observado los prácticos que han ejercido largo tiempo en la Guadalupe, en las Antillas, y en los paises situados en la zona tórrida. Sin embargo, en Francia parece que la estación calurosa favorece el desarrollo del mal, puesto que precisamente en los meses de mas calor (junio y agosto), es cuando se han visto mas enfermos (Rufz, rnem. cit., p. 221). «Bouleille incluye enlre las causas del corea algunas afecciones del cerebro, tales como la apoplegia, el lelargo, la eclampsia, las caídas de cabeza, los vermes intestinales, las obstruc- ciones, las fiebres eruptivas, el sarampión, la erisipela, las viruelas, el reumatismo, y las metástasis (ob. cil., p. 196). Parécenos inútil detenernos á discutir hasla qué punto son rea- les estas causas. Deberemos hacer una escep- cion relativamente á las lombrices que pueden hallarse en los intestinos? Los que han hecho investigaciones sobre este punte de etiología, se han convencido de que las lombrices ninguna parle tienen en la producción de los acciden- tes. Al testimonio de Slalh , de Gaubio y de Bouleille, que admiten la acción de esla causa, se opone el de J. Frank, Blache, Guersent y Dufossé, que han administrado ios anlihelmin- licos sin obtener ventaja alguna, fuesen ó no seguidos de la espulsion de entozoarios. «Son asimismo causas del corea la supre- sión de la regla ó de un flujo habitual, la plé- tora, el eslado anémico que depende de pér- didas escesívas de sangre (Andral ha observado tres casos de esle género; Lecons orales, 1836), un golpe, una caída de cabeza, y el funesto vicio de la masturbación» «Tratamiento.—Tendríamos que enumerar todas las sustancias que componen la materia médica, si quisiéramos no omitir ninguno de los medicamentos usados en esta afección. Efectivamente, han recomendado los prácti- cos unos Iras otros los remedios mas opuestos por su acción , por su composición química y por sus propiedades terapéuticas, sin que á ninguno hayan fallado ejemplos de curación. Solo nos detendremos algún lanío en los me- dios que tienen una eficacia comprobada, li- mitándonos con respecte á los demás á una simple indicación , y procediendo á su estudio segun su importancia, y el grado de su acción curaliva. «Sydenham empezaba el tratamiento sacan- do á los enfermos unas ocho onzas de sangre, y no cree que debe pasar de cuatro el número de sangrías. En la actualidad se conviene ge- neralmente con Cuiten, en que si pueden ser necesarias las depleciones sanguíneas en los ca- sos de plétora, mas á menudo son perjudicia- les, y no pueden considerarse como un medio general de tratamiento. Bouleille, que nunca 120 DF.L COREA. pasaba de tres sangrías, las creia sedantes y anliespasmódicas (ob. cil., p. 119): Georget es d" la misma opinión (Dict. ele méd., -l.¿ ed., p. 193). La mayor parte de los médicos solo lian recurrido á las evacuaciones sanguíneas en casos muy raros, en que estaban formal- mente indicadas. Respecto de esta peligrosa medicación se puede consultar con fruto la me- moria de Conslanl (Sur Vemploi. des bains froids dans te traitement de la ehorét; Bull. de therap.,- junio, 183o). «Apoyándose Serres y Lisfranc en ideas teó- ricas relativas al presunto asiento de la enfer- medad (véase Naturaleza y clasificación), man- dan aplicar sanguijuelas á la base del cráneo, y á la parle posterior de la cabeza. De igual modo se conducen todos los médicos que colo- can el mal en el cerebelo*; agregando otros, como el doclor Pelz, á las aplicaciones de san- guijuelas á las sienes, los purgantes, los pe- diluvios sinapizados, y en la forma crónica la tintura de iodo (Nouv. bibl. méd., t. III, pági- na 127). «Fundándose también en ideas teóricas, prescriben:Chreslien, deMonlpelier, fricciones sobre el raquis con el linimento de Rosen (es- píritu de enebro , dos onzas; aceite de clavo y bálsamo de nuez moscada , de cada cosa me- dia dracma); Slambio, en Italia, y Byrne en América, fricciones con la pomada estibiada (de unaá dos dracmas por onzt), y últimamen- te Prichard y Richerand cauterios y vejigato- rios á lo largo de la espina dorsal; cuya tera- péutica dicen haberles producido los mejores resultados. »Baños.—Las numerosas curaciones ob- tenidas por medio de baños fríos, recomien- dan este agente terapéutico á la atención del médico. Dupuylren decía que el corea nunca resiste al baño frió por inmersión ó por sor- presa ; y aunque esla proposición es demasia- do absoluta, debe confesarse que suelen ser muy útiles los baños. Hé aquí cómo se proce- de á su administración. Toman al enfermo dos hombres vigorosos, uno por los brazos y olro por las piernas, y le sumergen totalmente ocho ó diez veces en agua á la temperatura de 12* á 18° sobre cero. A la salida del baño hade hacer ejercicio el enfermo, ó si la marcha es difícil, ó la temperatura atmosférica demasiado fría, se le colocará en una cama bien caliente, á fin de escilar la traspiración cutánea. Cuan- do pueden los enfermos tenerse de pie, se los coloca en un baño un poco alto, y se les man- da meter la cabeza en el agua y levantarse en seguida; pero nos parece muy preferible el primer procedimiento, porque obra por sor- presa. A las mujeres solo les administraba Du- puytren afusiones frias. A veces también se ha hecho uso de baños parciales, obteniendo la curación por este medio. Por lo demás, antes de acudir á los baños frios, es preciso exami- nar con cuidado el eslado de los órganos y la irritabilidad de los pulmones: la menstrua- ción , las estaciones rigurosas y ciertos enfer- medades, contraindican formalmente este me- dio. Los prácticos que mas han ensayado los baños fríes son Me.id, IVtit, Jadelot, Dupuy- lren , y después de ellos* el doclor Hospital, que ha obtenido con su ausilio escele ules efec- tos en casos desesperados, y el doclor Cons- lanl, que cita nuevos hechos en apoyo de este método de tratamiento (Mem. sur Vemploi des bains roids en Bull.de therap.; junio 1835). Este último dice, que en el hospital de niños se ha vislo que tienen algunos inconvenientes las inmersiones, y por lo lanío se prescriben solo baños fríos á la temperatura de 15° á 18° c, permaneciendo en«ellos una hora los pa- cientes. » Baños sulfurosos.—Baudelocquo fué el pri- mero que reemplazó los baños frios de agua pu- ra por los sulfurosos , y publicó en el Bulletin de therapeutique (1833, p. 204) el resultado de sus observaciones. De treinta enfermos se cu- raron veintiocho. Compónense eslos baños de cuatro onzas de sulfuro de polasa en ocho cu- bas de agua , y se administran todos los dias menos los jueves y domingos, debiendo durar cerca de una hora. Prescribelademas dicho pro- fesor la infusión de lila ó de hojas de naranjo y un buen alimento. Dufossé, que elogia este mo- do de tratamiento lan accesible para lodos los enfermos, solo cuenta nueve casos en que haya sido* ineficaz enlre cuarenta y ocho lomados de varios autores (tés. cit , p. 25). Con este mé- todo, la duración media del mal, calculada por Rufz sobre catorce observaciones de niños co- réicos, de los que se curaron trece, fué de vein- ticuatro dias; al paso que la duración media total, calculada sobre ciento ochenta y nueve casos, habia sido de treinta y un dias. Si son exactos estos cálculos, será preciso confesar que los baños sulfurosos, no solamente son mas eficaces que los demás remedios, sino que acor- ten singularmente la duración de la enferme- dad. Todos los prácticos, y particularmente Baffos, Guersent, Bouneau , Jadelot, Conslant, Rufz y Blache, han confirmado los favorables re- sultados obtenidos por Baudelocque. »Purgantes.—Sydenham administraba al- ternativamente las pociones catárticas', los opiados, los anliespasmódicosy los fortificantes (Methode complete por guerir las maladits §. MCLVH-MCL1X). Bouleille hacia también alternar la sangría y los purgantes, y solo con- sideraba la primera"«como un remedio frecuen- temente auxiliar, propio para preparar y secun- dar los efectos de los demás medios que deben componer el tratamiento , y cuya base la for- man los purgantes» (p. 123). «En Inglaterra ha prevalecido el método evacuante. Hamilton prescribe al principio pur- gantes suaves, tales como los calomelanos, 1 mas adelante la jalapa, la coloquíntida y el aloes; según él no dura el tratamiento mas de quince dias. Apenas hay práctico que no pue- ' da cilar en apoyo de este mélodo algunos ejem- DEL COREA. Jilos de curación en casos en que fueron inúti- es lodos los demás agentes de la terapéutica. Guersent y Blache han obtenido de él en oca- siones un partido muy ventajoso (art. Corea de Blache, p. 357). Andral dice que un solo pur- gante curó un corea que se habia resistido á las evacuaciones sanguíneas, y que databa ya de Ires meses (Bull ele ther., 1834, p. 279). A los jóvenes delicados é irritables deben darse purgantes que irriten poco, como aconsejan Frank y otros prácticos. «Bardsley, que ha ensayado casi todos los métodos preconizados, prefiere el uso combi- nado de los purgantes y de los anliespasmódi- cos. Después de haber determinado cierto nú- mero de evacuaciones alvinas , prescribe el al- mizcle y el alcanfor á la dosis de cuatro granos cada cinco horas, y por las tardes una lavati- va compuesta de cuatro onzas de mistura de asafélida y 20 á 30 gotas de láudano deSvden- ham. Comparando los resultados que ha obteni- do por este método con los de Hamillon, que so lo administra los purgantes, ha vislo que la duración media del tratamiento en esle últi- mo caso es de mes y medio, ál paso que so- lo llega á Ires semanas cuando se usan los pur- gantes y los antiespismódieos reunidos (Gazette méd., 1. II, p. 17; 1831). «Débese indicaren seguida de la precedente medicación la adoptada porBrachel, y que con- siste en propinar cuatro ó seis granos de tárta- ro estibiado unido al opio en una poción muy aromática, y al mismo liempo pildoras com- puestas de aloes, de gutagamba, de escamo- nea y de jalapa , de cada cosa Ires granos; con lo cual obtuvo en tres casos un éxito completo (Gazette méd., 1832, p. 67). Laennec ha usado también en esta enfermedad el lárlaro eslibiado á altas dosis (Arch gen., 1. IV, p. 512). « Tónicos.—Cullen habia observado que ce- día el coread los Iónicos como la quina y los fer- ruginosos (ob. cit., p. 59); pero Elliotson es el 3ue mas particularmente ha ensayado el primero e eslos remedios , prescribiéndole á dosis muy alias , como por ejemplo, onza y media en las veinticuatro horas. «No es necesario, dice, empezar por una dosis corla, sino que se pue- ie dar desde luego la cantidad que se juzgue conveniente, por ser muy ¡nocente su acción, con tal que eslé suelto el"vientre, en cuyo es- lado es menester conservarle mientras se" pres- criba el medicamento á dosis elevadas» (Gaz. méd., p. 72; 1733). Esta medicación ha teni- do constantemente buen éxito en unos cien sugelos á quienes la ha prescrito Elliotson. Baudelocque ha obtenido lambien de ella bue- nos efectos, aunque administrando dosis mas cortes (15 gr. á2drac). «Fuller y Chaplal, médico de Montpellier, han administrado otros tónicos, como por ejem- plo , la quina asociada á la cascarilla. •Con los antiespasmódicos se han obtenido muchos triunfos, habiendo sido los que mas se han emnleado: 1/ la valeriana, prescrita por TOMO VII. 121 Bayle y Jadelot, á la dosis de dos ó tres gra- nos diarios ; por Fouquier á la una dracma en las veinticuatro horas, v por Guersent á la de diez y ocho granos ó níuchas dracmas al dia en la pulpa de una frute ó en miel: 2.° el al- canfor á la dosis de cuatro á seis granos en una lavativa: 3.° la asafélida , que se administra desde un grano hasta un escrúpulo en emul- sión , ó en pildoras, ó de media á dos dracmas en una lavativa: 4.° el óxido de zinc y las pil- doras de Meglin , las cuales formaban con los baños frios el tratamiento de Dupuilren. «Las flores de zinc (óxido de zinc) no empe- zaron á usarse baste después de la disertación que publicó Gaubio hacia el año de1771.Dun- can , Martin , Granwals y Fouquel de Montpe- llier , obtuvieron buenos" resultados de su ad- ministración (en la ob. cit. de Bouleille, pá- gina 42). Últimamente ha usado Macleon con ventaja contra un corea rebelde el licor arse- nical , empezando por tres golas en una poción escilanle, y sin pasar de ocho. (Lond. med. gaz., diciembre , 1835). ^Narcóticos.—Slahl prescribió á una niña de cinco años , cuyo corea se habia resistido á los demás remedios, el estrado de belladona pre- parado con el jugo reciente de esla planta : Ja dosis fué de uno á dos granos en seis lomas, que se daban de cualro en cuatro horas. Murray administró con venlaja el estrado de datura estramonio á la dosis de cualro á doce granos, agregándole el uso de la quina. Guerin dá 15 golas diarias de ácido hidrociánico en cuatro onzas de vehículo , y aumente luego cinco gotas cada dia hasta llegar á la dosis de una dracma. «Rara vez son útiles los antihelmínticos; sin embargo, deben prescribirse sin titubear cuan- do existen lombrices en los intestinos, porque su presencia es siempre una complicación des- agradable. »Electricidad.—Dehaen se sirvió con mu- cho éxito de la electricidad , á la que prodigan también grandes elogios Folhergill v Baumes. Stoll, por el contrario, la desecha. Él procedi- miento de Dehaen consiste en sacar chispas de los sugelos, ó en hacerles esperimentar conmo- ciones graduales. Cada sesión duraba cerca de media hora, y las repetía por espacio de muchos meses, cuando el mal era rebelde, ün- derwod declara también que la electricidad le ha sido muy útil. En eslos últimos tiempos di- cen Sigaud Lafond y Audrieux haber obtenido de ella muy buenos resultados. «Pero el doctor Addison es el que ha ma- nejado este medio con mas perseverancia, con- cluyendo por proclamar los buenos efectos que le ha producido (De Vinf. de Velectrícete comme remede dans eert. mal. convuls. et spasmod. en el periódico VExperisnce , núm. 3, 15 de no- viembre de 1837). Servíase de la máquina eléc- trica común , estableciendo comunicación enlre su primer conductor y el cuerpo del paciente, que debia estar aislado sobre un taburete. «Co- locaba de arriba abajo en la dirección de la 16 125 DflL COREA. columna vertebral y á la distancia de una pul- gada de la piel, poco mas ó menos, una bola de cobre provista de un alambre ó de una ca- dena que tocase al suelo. Puesla en acción la máquina , se cargaba el cuerpo del paciente, y desde este pasaba la electricidad en forma ote chispas á la bola de cobre , y luego por el alambre al depósito común. De esle modo se obtenía una rápida sucesión de chispas , que en las citadas observaciones se hizo durar hasta que sobrevino una erupción que ofrecía teda la apariencia del liquen urlicatus. El liempo ne- cesario para producirse esla erupción varia- ba, segun los enfermos , de cinco á diez mi- nutos.» «Cuando se quería producir conmociones, se empleaba la botella de Leiden, cuya cara in- terna se ponia en comunicación con un conduc- tor. «Fijábase un eleclómelro de Lañe á una estremidad del conductor , en términos que su bola aislada quedase en contacto con la super- ficie eslerior de la botella , y se acercaba otra á la bola del eleclómelro. Las estremidades de estas dos cadenas lenian directores que facili- taban su aplicación. «Entonces secolocaba uno de los directores sobre la sínfisis del pubis, y el otro sobre el sacro, con lo cual no podia menos la corriente eléctrica de atravesar la pelvis para completar su círculo. Colocada la bola del electrómetro á cierta distancia (generalmente 4 líneas) del primer conductor , se ponia en movimiento la máquina y se cargaba la botella; y cuando se había acumulado la cantidad de electricidad suficiente para una descarga , se verificaba la conmoción. Con un electrómetro construido de este modo , depende la violencia de las conmo- ciones de la distancia á que se encuentre su bola del conductor déla máquina, y no de la capacidad de la botella; de manera que no hay mas que colocar la bola á mayor ó menor dis- tancia del conductor, para proporcionar la in- tensión de la descarga á la naturaleza del mal, ó á las fuerzas del enfermo.» «No todos los casos en que recurría Addi- son á la administración de la electricidad son igualmente propios para inspirar entera con- vicción. El primero es un ejemplo de corea com- plicado con histerismo , epilepsia y supresión del flujo menstrual ,-en el que siguió á la esti- mulación eléctrica una curación inesperada. Enlre los otros seis casos , hay algunos acom- pañados de fenómenos nerviosos de origen sos- pechoso. La segunda observación ofrece el co- rea y la epilepsia reunidos ; la tercera es un corea simple; la cuarta , una mezcla de este mal y de la parálisis llamada histérica ; y en las Ires últimas existían al propio tiempo epi- lepsia , histerismo, ú oíros accidentes, depen- dientes sin duda alguna de lesiones mal de- finidas. «Por eslas corlas observaciones se viene en conocipiienlo de que los resultados obtenidos por Addison > aunque incontestables , no prue- ban acaso lanío como pudiera creerse en favor de la electricidad , empleada contra los coreas simples y verdaderamente idiopálicos (véase el citado escrilo en VExperience , número 3 , no- viembre 183J). «Débese concluir de todas las aserciones emitidas relativamente á la acción de la elec- tricidad , que es útil la estimulación eléctrica, cuando los coréicos son débiles, jndolenles, fle- máticos y poco eseitablcs ; en cuyo caso los tó- nicos, Ibs ferruginosos, los baños frios y la electricidad producirán un cambio favorable, y no lardará en curarse la afección. Pero sí por el contrario se halla el coreico en un estado de eretismo nervioso muy pronunciado; si eslan agitados los miembros por continuas y rápidas contracciones, y si los estimulantes determinan una exasperación de los síntomas, debemos abstenernos de la electricidad. Cuanto decimos de este agente se aplica á la gálvano-punlura, que en manos de Meyraux ha sido provechosa en un caso desesperado. (Arch. gen. d* méi., lomo IX, pág. 73). »Los ejercicios gimnásticos, el paseo en pa- rages bien ventilados, y la natación en verano, son poderosos ausiliares del tratamiento far- macéutico. También se ha de tener cuidado de que usen alimentes de buena calidad, y aun escitantes , las criaturas cuya constitución está minada por la miseria. El vino aguado, los caldos ricos en osmazomo , las carnes asadas j las afusiones frias, imprimen á toda la econo- mía una modificación profunda , que basta por sí sola para proporcionar una curación dutt; dera sin el ausilio de ningún medicamento.•£ «Terminaremos recomendando á los prácticos que en el tratamiento de esta enfermedad nos» limiten á adoptar indiferentemenlecualquieradl los métodos que hemos indicado , sino que ave- rigüen ante todo cuál es el mas apropiado á cada caso parlicular. Se dice que la naturaleza del corea es totalmente desconocida, y que por lo tanto no se puede establecer un tratamiento racional. Asi es en efeclo ; mas no por eso deja de ser indispensable tener en cuenla el estado del sugeto y las causas que han determinado el mal. Incurriría en un craso error el que quisiese tratar un corea dependiente de uno supresión ó de una erupción dificil de la reglai del propio modo que un corea cuya aparición se refiriese á un estado anémico ó plelóríco, ó á la masturbación. Estas breves reflexiones son masque suficientes para dar á conocer que hay en el corea indicaciones terapéuticas como en cualquier olra enfermedad. »Naluraleza y clasificación en los cuadrot nosológicos. — Galeno considera el corea contó una afección paralítica ; Sydenham como un» enfermedad convulsiva que ateca preferente- mente á los niños (loe. cit.), asignándole por causa un humor que penetra en los nervios, los irrita y produce asi el movimiento convulsivo; de donde procedía laindícacíon, en su con- cepto fundamental, de evacuar dicho humor DSL CORIA. 123 por sangrías y purgantes , y fortificar en se- guida el sistema nervioso. »Paracelso tenia ideas muy curiosas sobre la naturaleza del corea , refiriendo su causa á la imaginación, á los deseos sensuales, y últi- mamente á la escitacion de la sangre por los espíritus vitales alterados. Para apreciar esla opinión, es preciso recordar que el corea de la edad media no tenia de común con el de nues- tra época otra cosa que su nombre, consistien- do , en la mayoría de los casos, en una aber- ración del entendimiento y de los sentidos (véa- se la parte histórica). «Platero, Horslius, Senerto, Tulpio y Bairo no veian en él mas que un deseo inmoderado y frenético de bailar; opinión que, si bien parece absurda en nuestros dias , no lo es tanto aten- diendo á lo que dejamos dicho sobre el corea epidémico de la edad media. •Senerto hace desempeñar cierto papel á una degeneración de los humores , comparable con la que sobreviene después de las mordedu- ras de ciertos animales venenosos, como la ta- rántula. No deja de haber alguna verdad en esta comparación. Por mas que se haya dicho, Senerto, aunque hombre muy ilustrado para su siglo, no dejó de adoptar la opinión que gene- ralmente dominaba en su liempo , á saber, que ¿d corea era obra de satanás (Senerto , Oper. oran., Lugd. 1666). «Cuiten le babia mirado primero como una especie de convulsión , y después hizo de él un i género particular, incluido enlre las afecciones \ espasmódicas de las funciones animales , y añ- il tes de la terrible enfermedad que se ha llamado riphania (Elem. de méd. prat., lom. III, 2.* el., pág. 55 y sig.) «Gaubio y Stoll atribuyen su causa primera á la saburra, al humor pituitoso de las prime- ras vias, y á la presencia de lombrices. Otros ; desechan esta esplicacion, y hacen provenir los desórdenes de la mala distribución del flui- do nervioso, ó por úllimo de la elaboración vi- ciosa y falla de proporción enlre los princi- pales elementos constitutivos de la sangre. «Unos la creen una especie de demencia, de donde han procedido los nombres de danzo- manía, de coreomanía, ele; y otros una simple convulsión; y en fin, no falta quien la haya mirado como una mezcla de convulsiones y de parálisis (Baumes). Inútil seria delenernos mas eu todas eslas divagaciones sobre la causa pri- mera y la naturaleza de la enfermedad. «Desgraciadamente si abandonamos estas hipótesis imaginadas por los médicos de los úl- i timos siglos, para buscar enlre los contempo- ráneos opiniones mas precisas , nos encontra- mos con la misma incertidumbre, con la propia inclinación á creaciones quiméricas. Tal autor atribuye la enfermedad á una afección de la médula , porque ha vislo una inyección en su tejido , ó serosidad derramada en el conducto raquidiano; tal otro se inclina á creer que la lesión productora del mal reside en los tubér- culos cuadrigéminos, porque los ha encontrado mas ó menos alterados; y olro, en fin, guiado por sus ideas teóricas sobre las funciones del cerebelo , se apoya en algunas observaciones, para referir á un padecimiento de esle órgano una buena parte en el desarrollo de la enfer- medad (véase Alter. patol.) Por nuestra parle creemos poder establecer, que cuanlo se sabe de positivo sobre la naturaleza del corea, viene á reducirse á las proposiciones siguientes: «Ninguna de las alteraciones patológicas encontradas en los cadáveres de los coréicos puede considerarse como causa de la enferme- dad. Los pocos hechos que existen en la cien- cia, desprovistos de toda complicación, solo su- ministran resultados negativos; respecto de lo cual apenas dejarán duda alguna las autopsias de animales coréicos sacrificados con este fin. «Si para descubrir la naturaleza del corea estudiamos el encadenamiento de los síntomas, vemos que el trastorno de los movimienlos mus- culares , la confracción insólita y no regulari- zada por la voluntad , sin disminución de la sensibilidad general, son fenómenos que se manifiestan en las neurosis del movimiento, co- mo por ejemplo, en el histerismo. Asi es que Pinel ha colocado en esla clase (Neurosis del movimiento) la enfermedad que nos ocupa, y en ella debe continuar hasla que ulteriores observaciones den motivo para proceder de otra manera , porque así no se prejuzga su natura- leza. Asignarle con Bouillaud por asiento el cerebelo , porque los esperimentos de Rolando y Flourens parecen demostrar que esle órga- no preside á la coordinación de los movimien- los , y porque el trastorno funcional propio de la enfermedad consiste en falta de aso- ciación, de coordinación de eslos movimientos, es seguramente una hipótesis muy ingeniosa, pero que no estriba en fundamentos sólidos. Con igual razón pudiera olro referir el mal á los haces anteriores de la médula , ó á todo el cordón raquidiano. Sepamos dudar hasta que de ella la observación y los progresos insepara- bles nos hayan revelado la naturaleza del corea. «Historia y bibliografía.—Eos primeros pa- dres de la medicina no conocieron el corea, pues no le mencionan Hipócrates, Areleo, Cel- so, Celio Aureliano ni Alejandro de Traites. Segun Sauvages , Galeno fué el primero que le describió con el nombre de scelotirbe; pero esta opinión del célebre nosógrafo parecerá muy dudosa á quien medite el pasage de Galeno en que se funda : «Scelolyrbe , quasi cruris tur- bara vel perlurbalionem dicas species est reso- lutionis quá erectos homo ambulare non po- lest, et lalus alias in reclum , quandoque si- nislrum in dextrum , nonnuraquam dextrum in sinislrum circumferl, inlerdumque pedera non allollil, sed tralul velul ii qui magnos di- vos ascendunt.» Esta úllima circunstancia se refiere bastante bien al corea , pues en efecto, hemos dicho que los enfermos suelen arrastrar los pies y cojear durante la progresión. 124 DEL COREA. Bouleille emite en su tratado del corea la opinión de que hasla fines del siglo XV ó prin- cipios del XVI no se reconoció esla enferme- dad distinguiéndola de las demás ( p. 3), y que F. Plaler, G. Horslius y Daniel Sennerl son los primeros que la han indicado claramente. »Las investigaciones posteriores de Hecker han probado, que la primera aparición del co- rea dala de la segunda mitad del siglo XIV. En Aix la Cliapelle, por julio de 1374 , á la sazón que eslaba declinando la peste negra, y que, segun las espresiones de Hecker , ape- nas se habían cerrado las lumbas de millones de victimas , fué cuando se víó aparecer la en- fermedad que se llamó baile de Sju Juana de San Guido, la cual se propagó m u y I liego á Lie- ja, Utrech, Tongres, Colonia, Melz, cuyas calles se cuenta que estaban llenas de danzantes; y últimamente á Estrasburgo, donde se manifestó en 1418. Los vagabundos que componían la mayor parle de esle tropel de convulsionarios, recorrían los diferentes paises entregándose á la crápula y á la rapiña , hasla que se decidió espulgarlos de las ciudades que infestaban con sus desordenes. Suponíase que esla enfermedad procedía de un origen sobrenatural , y se la combalia con exorcismos é implorando la in- tercesión de los sanios; pero á menudo se re- sistía á lodos los medios que suministraba la religión, y aun se vio con frecuencia á los pa- cientes convertir su l'urorconlra los sacerdotes, cuyas riquezas envidiaban. En todo esto lenian muy buena parte las malas pasiones, la mise- ria y el liberlinage. Sin embargo , preciso es confesar que el espectáculo de eslas bandas frenélieas, que se decían poseídas del demonio, debia ejercer una influencia fatal en el ánimo del populacho ignorante , y producir esas sin- gulares aberraciones nerviosas, que vemos apa- recer, cuando no puede el cerebro resistir tan funeslas conmociones. «Los habitantes de una parle de la Bélgica y de las provincias renanas , asustados de esta enfermedad, se trasladaban á pie ó en carruage á la capilla de San Vilo , en Zabern y en Ro- leslein , á fin de invocar su intercesión. Fué esle sanio un joven siciliano, que imperando Diocleciano (303 ) participó del martirio de Modestos y de Crescenlia: su historia, como la de tantos oíros, se halla rodeada de tinie- blas; pero se asegura que su cuerpo fué tras- ladado;, primero á San Dionisio, y después á Corvey en 836. Desde entonces se le veneró como á un poderoso protector, elevándole mu- chos altares. Empero hacia el siglo XIV ó XV creyeron algunos deber forjar una nueva le- yenda , y supusieron que San Vilo «anles de entregar el cuello al verdugo, habia rogado al Señor que preservase del corea á todos los que celebrasen el aniversario de su muerte, v que después de este suplicio se ovó una voz deícielo quedecia: le he escuchado, Vilo.» (Hecker, ob. cit.V Desde entonces siguió San Vilo en posesión de curar los coréicos, como San Martin de Tours los variolosos, San Antonio los enfer- mos atacados del fuego de esle nombre, y co- mo los revés de Francia decorar las escrófulas. «Plinio pretende que el escelolirbe habia rei- nado epidémicamente á orillas del Rhin , con- trayéndole los soldados de Germánico. Mezeray habla también de una epidemia, que se mani- festó en Holanda por los años de 1373. De lo- dos modos es dudosa la época en que tuvo su primer origen el corea. »Paracelso fue el primero que hizo estudios médicos sobre esta enfermedad , procurando sustraerla al imperio de los sanios y de los mi- lagros. «No queremos, dice , conceder que los santos den enfermedades, ni que deban eslas recibir nombres de los mismos, aunque muchos hacen de ellas una especie de teología, y mas bien las atribuyen á Dios que á la naturaleza, idea verdaderamente absurda.» Estas notables palabra* manifiestan que Paracelso , que aun en la actualidad no es bien comprendido, de- bía serlo mucho menos en la época en que es^ cribia. cuando casi generalmente se daba cré- dito á los encantos. Distinguió tres especies de baile de San Vito: la primera que procedía de la imaginación (vitista, chorea imaginativa, as- timaúva), y que era , segun él, la enfermedad primitiva; la segunda, que dependía de deseos sensuales con encadenamiento de la voluntad, (chorea lasciva); y últimamente, la tercera, procedente de lo que él llamaba causas corpo- rales (chorea naturalis , coacta). Miraba como causa corporal del corea una escitacion de la sangre por los espíritus vitales alterados; la cual ocasionaba en ciertas venas un cosquilleo interior, que provocaba la risa y obligaba á los enfermos á entregarse á una alegría loca y al baile. Las demás ideas que lenia sobre el mis- mo asunto no merecen detenernos; pero sí de- bemos hacer mención del tratamiento desús tres especies de corea. Aunque propone un medio ridículo, que consiste en quemar una fi- gurita de cera ó de resina que représenle Ja persona enferma , discurre con mucha exacti- tud sobre la parle que tomaba la imaginación en la producción de esla enfermedad. Contraía segunda especie de corea, procedente de la es- citacion de los sentidos , aconseja una medida que debia ser muy eficaz : quería que se en- cerrase á los enfermos en un silio incómodo hasla que recobrasen la razón; prescribiéndo- les entretanto duros castigos corporales (Hec- ker, mem. cit., p. 326-340). «Platero da al corea el nombre de VitisaU tus, v le considera como una especie de ma- nía (1614). Horslius (1628) , Senerlo y Bairo, médico de Carlos II duque de Saboya (Veni mr cum, 1560), han hablado de esla afección, pero de un modo muy inexacto. Ademas su descrip- ción se refiere especialmente á esa enfermedad coreiforme que se manifestó en la edad media. «Preciso es llegar á Sydenham, para encon- trar una historia precisa de los síntomas, y i-o- bre lodo del tratamiento de esta afección." En DEL COREA. 125 efecto, bajo estos dos puntos de viste , es esle autor mas completo que lodos sus predeceso- res. Su tratamiento, que consiste en el uso com- binado de ia saníria, de los purgantes y de los tónicos, se halla aun adoptado en nuestros dias. «Los médicos que observaban en Italia, Francia y España , no hacen mención alguna de esla enfermedad. «Rondelet, Varande, Raa- chin, profesores de Monlpellier y contemporá- neo de Platero, de Horslius y de Senerlo, pa- rece que ignoraban hasla su nombre; y Rive- rio, que en lo demás copia á Senerlo, no dice de ella una palabra. El ¡nismo silencio guar- daron Durelo, Holier y Baillou , que sostuvie- ron y aumentaron la reputación de la escuela de París, y en una época muy próxima á la nuestra era tan poco conocido el baile de San Vilo en la capitel de Francia, que Lieulaud creyó debía negarse su existencia» (en la obra cilada de Bouleille). «Cuiten le consagra un capítulo aparte, donde aprecia perfectamente las diversas cir- cunstancias de la enfermedad (Etem. de méd. prat., 1. III, edic. 1819). El Tratado del corea de Bouleille (en 8.°, París, 1810), es el mas complete que se ha publicado en Francia, pues reasume lodos los anteriores. Esla obra, que merece todos los elogios de que ha sido objeto, no es sin embargo lan melódica como pudiera desearse. Abandónase en ella el autor á digre- siones con frecuencia inútiles; descuida el estu- dio profundo de los síntomas, que no se hallan bastantemente esplanados, y por úllimo, in- troduce en su esposicion una confusión nociva, admitiendo coreas sintomáticos y coreas falsos. La etiología es incompleta y no se apoya en su- ficiente número de observaciones. «Los escritos modernos que se puede lam- bien consultar con mas provecho , son los artí- culos Corea del Tratado de partos de Gardien (t. IV, p. 269); el de Georget (Dict. de méd., 1.' ed.); el de Blache, que ha tenido á la viste todo lo publicado asi en Francia como en In- glaterra (Dict. de méd., 2a ed.), y la memoria de Rufz (Recherches sur quelques points de Vhis- toire ds la choree chez lesenfants, Arch. gen. de méd., 1. IV, 2.* serie, p. 215, año 1834). •Debemos asimismo incluir entre los escri- tos importantes acerca del particular, la di- sertación de Spangenberg, notable especial- mente por su erudición (De chorea sancti Viti, Goet. en 4.°, 1764); las de Coste (n.° 168, tesis de París, 1827), Dufossé (París, n.° 136,1836), Franquel (París, 12 de julio de 1837), y res- pecte del tratamiento eléctrico las Investigacio- nes de Addison sobre la influencia de la electri- cidad como remedio para ciertas enfermedades convulsivas y espasmódicas (periódico VExpe- rience, n.° 3, noviembre de 1837); donde se refieren con lodos sus pormenores siete obser- vaciones de corea complicado con otras enfer- medades» (Monneret y Fleury , Compendium, t. II, p. 286-299). ÍBTICULO IV. Del histerismo. «La palabra histerismo se deriva de vcnifxi malriz, porque se ha supuesto desde los tiem- pos mas antiguos que esle órgano era el asien- to de la enfermedad. «Sinonimia.—Suffocatio mulierum , suffo- catio de Plinio; affectio hysterica de Willis y Sydenham; melancholia nérvea de Lony; ma- lum hyslerico-hypochondriacum de Slah'l; hys- teria de Sauvages , Vogel, Sagar y Cullen; clo- nus hysteria de Young; syspasia histeria de Good ; hyperkinesia histeria de Swedíaur; atsh- ma uteri de Van Helmont ; ascensus uteri, strangulalio vulvce hysterica passio soffocaíio hypocondriaca de diversos autores, é histeris- mo de Louyer-Villermay, Falret, Georget, Bra- chet y F. Dubois. «Definición.—Desígnase con el nombre de histerismo, una afección nerviosa del senti- miento , del movimiento y de la inteligencia apirélica, que afecte de ordinario un curso cró- nico, y se presenta en forma de paroxismos. Les síntomas que se observan durante Jos ac- cesos, únicos que pueden servir para carac- terizar el mal, son : 1.« una sensación de cons- tricción y estrangulación en el cuello, prece- dida ó acompañada muchas veces de la de un cuerpo redondo que sube del hipogastrio ó de cualquiera otra región hacia las partes supe- riores (bolo histórico); 2.° convulsiones gene- rales de una irregularidad y violencia espe- rnadas; 3/ varias perturbaciones de la sensi- bilidad, seguidas bienpronto, 4.° de un colap- sus ó de una especie de síncope, conservándose ó suspendiéndose las facultades intelectuales. ' «El histerismo es una de esas afecciones que solo pueden caracterizarse por un conjun- to de sus fenómenos; pues siendo enteramente desconocido el asienlo del mal, es imposible formular una definición mas precisa que la que eslriba en los síntomas. Ya veremos que la forma paroxíslica de la enfermedad, su dura- ción comunmente larga, la apirexia, la sensa- ción de constricción y la del globo histérico desórdenes estremados de la sensibilidad, y en fin, las convulsiones, constituyen los mejores signos de esla afección. Añadiremos , sin em- bargo , que no siempre es posible distinguirla de algunas oirás neurosis, particularmente de la epilepsia. «Georget considera el histerismo como «una afección convulsiva apirélica, porte común de larga duración, compuesta principalmente de accesos ó de alaques, caracterizados por con- vulsiones generales y por una suspensión mu- chas veces incompleta de las funciones inle- lecluales» (art. Hisierismo, Dict. de méd., 2.a edic, p. 160). Cullen le asigna por caracteres cierlos ruidos que proceden del vientre, la sen- sación de un globo que agitándose en el abdo- men sube al estómago y la garganta, y deter- ISG DEL UISTKEISMO. mina la estrangulación, el sudor, las convul- siones , las orinas claras y copiosas v la mo- vilidad involuntaria de las" ideas (Genera mor- borum, p. 212, 218, en 4.<>; Edimb. 1771, y Etem.deméd.prat,l.Ul,V. 164 en 8.°; 1819). «Los autores que definen el histerismo aten- diendo á su supuesta naturaleza, no han sido lan felices como los que acabamos de citar. Hoffmann, por ejemplo, le define diciendo que es: «una afección espasmódica y convulsiva de lodo el sistema nervioso, que procede del úte- ro , en cuyos vasos se estancan y corrompen asi la linfa como la sangre , y que se esparce por todas las parles nerviosas de la economía, por el intermedio de los nervios de la pelvis, de los lomos y de la médula espinal » (Theses atholog., p. 51; Opera omnia , en.fól.; Gine- ra 1761). Inútil seria criticar semejante de- finición, no menos que oirás que podríamos co- piar de los autores. ^Divisiones. — Sydenham dio un funesto ejemplo comprendiendo con el título de afección histérica los accidentes mas diversos (De la afección histérica, §. 727); pues aunque es ver- dad que los sínlomas del histerismo presentan variaciones eslremadas, y que casi es imposi- ble comprender é indicar todas sus formas; no obstante, existe siempre cierto número de fe- nómenos, suficientes para caracterizar el mal, y distinguirlo de las afecciones que se le pa- recen. «Sauvages admite: 1.° un histerismo ejo- rólico dependiente de la menoslasia; 2.° e¡ que es provocado por perdidas de sangre ú otras causas debilrtanles; 3.° el que sucede á las llo- res blancas; k.° el producido por la obstruc- ción de las visceras ; 5 ° el estomático, soste- nido por un vicio del estómago; y 6.a el lividi- noso , que afecta á las mujeres obligadas á vi- vir en la continencia. Estas divisiones, que son en parle las adoptadas por Raulin (Traite des afectbns vaporeuses du sexe , en 12.° , Pa- rís , 1738) representan enfermedades muy di- versas, y es preciso desecharla si se quiere escribir sin confusión la histeria del histeris- mo. Haremos, pues, observar desde luego, que no deben confundirse con esta afección fenóme- nos nerviosos que pueden lener alguna analo- gía Con ella , pero que pertenecen á enferme- dades muy diferentes. Los histerismos cloróli- licos y por pérdidas de sangre no son mas que clorosis y anemias, en las que se presentan varios desórdenes nerviosos, conocidos muy bien en la actualidad , y que en efecto se parecen algo á los del histerismo. Las llores blancas, las afecciones viscerales y una enfermedad or- gánica ó una neurosis del estómago, pueden lambien producir síntomas nerviosos, y algu- nas veces histéricos; en cuyo último caso existe un histerismo sintomático' Por lo que hace al lividinoso, no es otra cosa mas que la ninfo- manía. «Resulta , pues, á nuestro parecer de este análisis, que conviene ante lodo distinguir jos fenómenos nerviosos do los síntomas histéricos, y que ademases necesario establecer que el his- terismo puede manifestarse á la vez que una en- fermedad cualquiera; pero con mas especialidad con las afecciones de la matriz y de los órganos del bajo vientre. Hay, pues, uno histerismo idiopntico y primitivo , y olro sintomático ó simpático de una enfermedad visceral. A eslas dos divisiones principales es preciso añadir una tercera , que comprende el histerismo compli- cado; tal es el epileptiforme, enfermedad com- plexa, en que se encuentran todos los signos qwe caracterizan el histerismo y la epilepsia, y que describiremos al hablar de las complica- ciones (véase esla palabra). Louyer Villermay, á quien se debe la primera variedad del his- terismo , admite olra segunda , á la que llama histericismo, «ia cual es una afección nerviosa, que se observa especialmente en las jóvenes de doce á quince años cuya constitución empieza á desarrollarse , y en quienes se prepara la erupción menstrual , sin haberse verificado to- davía.» (Traite de maladies nerveuses ou va- peurs , tom. 1, p. 74, en 8.°, París, 1816). En las dos observaciones que refiere esle autor no vemos mas que un ligero histerismo , que no exige una descripción particular. » Alteraciones cadavéricas.—Nada nos dice la anatomía patológica de las lesiones quedan origen al histerismo ; pues algunas autopsias que se han hecho no revelan ninguna especie de alteración en el sistema nervioso ni en los órganos génito-urinarios. Ya se deja conocer que solo hablamos aqui del histerismo idiopá- lico. Se han encontrado en algunos casos in- gurgitados considerablemente de sangre los se- nos venosos y los vasos de la pia madre ; pero esta lesión solo puede atribuirse á la dificultad de la circulación del cerebro producida por las convulsiones, pues se han observado especial- mente semejantes desórdenes en los casos en que han sido aquellas muy violentas y con« linuas. «Síntomas.—El conjunto de fenómenos his- téricos se compone : 1.° de los que constituyen los pródromos; 2.° de los del ataque , y 3.° de los que persisten después de este. Louyer- Villermay ha querido establecer tres estadios en el conjunte y sucesión de los síntomas his- téricos; pero se ha vislo obligado á convenir en que soo mas bien diversos grados de inten- sidad de los síntomas (loe. cit., p. 58). Aslruc y Pinel habían ya admitido antes que ella mis- ma división. Cullen dice «que solo varían los acce¿os por el número mayor ó menor de sín- lomas , por su intensidad y duración» (loe. cit., p. 136); cuyo parecer adoptamos con Georget. Procuraremos apreciar lodos los grados de esla difícil sinlomalologia. ^Pródromos.—Solo en casos raros y cuando una causa sábila , como el miedo, la sorpresa ó el temor, ha obrado sobre las enfermas , apa- recen los alaques de repente sin ser precedidos de sínlomas precursores. Algunas horas , y á • DEL HIS1 veces muchos dias antes del ataque , se quejan 1 las mujeres de una alteración general; -eslan impacientes é inquietes , son víctimas de las ideas mas tristes, no pueden entregarse á nin- gún trabajo continuo, lodo les fastidia, buscan la soledad, rien y lloran sin motivo yaon á pesar suyo , lo cual prueba que la inteligencia se halla'ya perturbada, y que no es libre su voluntad (Sidenham, Louyer-Villermay, Geor gel). Las enfermas esperimenlan dolores de ca- beza , vértigos, pesadez, calambres en los miembros, sensación de un frió glacial, algu- nos movimienlos convulsivos involuntarios, im- paciencia continua y necesidad de moverse y de cambiar de silio : el apetite está disminuido 6 pervertido , observándose varios sínlomas de la gaslro-enleralgia (apetito depravado , tu- mefacción epigástrica , secreción de gases, do- lores, vómitos, ele). Pasan la noche sin poder conciliar el sueño, ó en un eslado de agitación considerable. Muy luego se manifiestan boste- zos prolongados y frecuentes, suspiros , una sensación de ansiedad epigástrica , aisnea, pal- pitaciones, variaciones eslremadas de la calori- ficación, una opresión de pecho de las mas dolo- rosas, y por último la constricción déla gargan- ta y la subida del globo histórico que anuncian el acceso. Cuando los síntomas precursores lle- gan á este grado, producen lal angustia, que las enfermas prefieren los padecimientos del alaque j desean vivamente que se manifieste. Es raro que falle el acceso cuando se han desarrollado los fenómenos precedentes; sin embargo, al- gunas veces no se verifica á causa de una fuerte emoción moral ó del tratamiento preservativo. »2.° Alaques convulsivos , accesos, ataques histéricos, paroxismo histérico.—A. Globo his- térico. — Todos los autores convienen en decir que el acceso empieza comunmente por la sen- sación del globo histérico (Cullen , Louyer-Vi- llermay , ele ); cuyo nombre se ha adoptado, porque dicen las mujeres que sienten como un cuerpo redondo , una especie de bola, que ele- vándose del bajovientre ó de cualquier olro punte del abdomen , viene á fijarse en el cue- llo; Otras veces, en lugar de esta sensación, esperimentan únicamente las enfermas una im- presión sorda y oscura, una constricción ó una especie de movimiento oscilatorio, que se tras- mite desde el bajo vientre hasta el cuello. Estas sensaciones parlen por lo común de la región que ocupa la matriz , y á veces de uno de los vacíos ó del epigastrio. Louyer-Villermay di- ce , que el globo histérico sigue al parecer el Irayeclo del trisplánico , recorriéndolo por una especie de oscilación, subiendo y bajando un número determinado de veces (loe cil., p. 39). Georget le atribuye á la convulsión sucesiva de los músculos abdominales y torácicos, del dia- fragma y de la garganta (art. cil., p. 102), Cualquiera que sea el asiento preciso de las convulsiones , y ora afecten los planos carnosos de las visceras abdominales, de.losinleslinos, de la faringe , ora los que forman las paredes, erismo. ¥21 siempre terminan en la faringe ó en el aparato muscular laríngeo, que entra al fin en con- vulsión. En algunas enfermas no va precedida de la sensación del globo la constricción histé- rica de la faringe , estableciéndose ya desde el principio. En lodos los casos en que existe , les parece á las mujeres que se halla detenido en la faringe un pedazo de pan ó cualquier otro cuerpo eslraño; hacen esfuerzos para tragar, y la sensadRm persiste hasla que se disipa el espasmo. La deglución suele ser difícil ó aun imposible. «Algunas enfermas sienten en un punto li- mitado del cuerpo un dolor vivo, que se ha lla- mado clavo histérico, porque se parece al que produciría la acción de introducir un clavo en las carnes. Sydenham designa con este nombre un dolor, que podria muy bien no ser otra cosa que una neuralgia (loe. cit., p. 730). «Poco tiempo después de aparecer el globo histórico y la contracción espasmódica de los músculos faríngeos, lanza la mujer un grite agudo ó un sonido ronco é inarticulado , cae y pierde el conocimiento. Esle suele conservarse en el mayor número de casos, y ya diremos mas larde cuáles son las sensaciones que se es- perimenlan entonces durante el ataque. En otros finalmente precede á las convulsiones un eslado de aniquilamiento , una especie de sín- cope y debilidad gradual. La última forma y la primera son las mas frecuentes de todas. Al mismo tiempo entran en convulsión los múscú* los de las diversas parles del tronco : él pecho, la cara y el cuello se hinchan , poniéndose pá- lidos, ó muy rojos y lívidos , lo cual sucede por lo común en las personas robustas y pictóricas. El cuello adquiere aveces, á causa de esta cons- tricción , una tumefacción enorme; las venas, distendidas por la sangre , sobresalen conside- rablemente por debajo de la piel, y la cara puede hallarse tan lívida como en la epilepsia ; en muchas enfermas los movimienlos convulsivos que agitan los labios y las mandíbulas, hacen fluir una saliva mas ó menos abundante, como en esla úllima afección, cuyo fenómenoes mas raro sin embargo en el histerismo. La laringe se estrecha convulsivamente , y articula por intervalos algunos sonidos roncos, 6 un ruido confuso, sordo, provocado por el paso del aire, que esa veces lan difícil que puede temerse la sofocación. «Todos los miembros se hallan agitados por convulsiones sumamente irregulares, que sien- do al principio clónicas, se hacen después Ióni- cas, y producen varios fenómenos de que ha- blaremos mas larde, asi como de los demás síntomas. «La duración del ataque es variable: comun- mente es de muchas horas, prolongándose éi veces por seis y doce, y aun otras por siete y ocho dias. No persisten los síntomas con la misma intensidad, y aun hay remisiones com- pletes, en las que cesan los movimientos con- vulsivos, las enfermas se quejan, suspiran, á 128 DEL HISTERISMO. sollozan, p.*ro no recobran la palabra ni el uso. de los sentidos. Al cabo de cualro ó cinco mi nulos vuelven á man i leste rse las convulsiones, pero su ¡nleusidad y duración disminuyen gradualmente , ha>la que termina el paroxis mo. Georget habla ademas de una especie de paroxismo que dura muchos dias, observándo- se entonces intervalos mayores de reposo , en los que vuelven en sí las enfermas, hablan, beben y aun loman alimento. Un |fende ala- ! que se compone de otros pequeños, cuyo nú-1 mero puede variar de diez á sesenta. Georget dice, que en una enferma duró el primer ata- que ocho dias, y el segundo cuarenta y cinco, con intervalos de cuarenta á cincuenta minu- tos (loe. cil., p. 162). »Fin del ataque.—Las enfermas saben co- nocer muy bien el úllimo ataque , pues cesan de esperimenlar la desazón general, la inquie- tud y el eslado neuropalico, que son los sig- nos precursores del acceso. La conclusión del paroxismo histérico se anuncia por la disminu- ción gradual y la cesación de los movimienlos convulsivos, que son reemplazados por los vo- luntarios , por pandiculaciones, bostezos, es- tornudos, lloros, risas, y en fin, por la mayor y mas fácil ampliación del tórax. «Según Louyer-Villermay y otros autores, «es mas seguro que termine el acceso, cuando las parles genitales se lubrifican por un líqui- do particular; cuya secreción rara vez se acom- paña de una sensación voluptuosa análoga á la del coilo (loe. cil., p. 93). Galeno y Zacuto Lusitano hablan de accesos históricos, termi- nados por la emisión involuntaria y voluptuo- sa de licor espermático; pero seria preciso sa- ber si eslos y otros autores no han confundido en semejante caso la ninfomanía con el histe- rismo. Sea de esto lo que quiera, está lejos de hallarse demostrado que llegue realmente á efectuarse una secreción de la membrana va- ginal, pues Georget lo pone en duda (loe. cil., p. 175). Observaremos sin embargo, que es muy posible que la secreción, suspendida por el espasmo, se restablezca en esle órgano lo mismo que en los urinarios, y que por lo tanto la aserción de Villermay merece al menos un nuevo examen. Una escrecion abundante de orina, comunmente clara, se ha considerado también como signo precursor de la conclusión del acceso. n Diversos desórdenes funcionales, que se ve- rifican durante los ataques y en sus interva- los.—Preferimos este método, porque nos pare- ce enteramente conforme con el encadenamien- to natural d. como en la epilepsia. A pesar de los temores que puede inspirar la convulsión torácica, rara vez dejan de restablecerse las funciones respira- torias. «Los músculos de las paredes abdominales se contraen lambien como los demás; y ya he- mos dicho que la subida del globo histérico no era mas que la contracción de eslos órganos ó la de los planos musculares del tubo diges- tivo, al menos según ciertos autores. Los esfín- teres se afectan igualmente de conlraclura, y algunos dicen haber observado una constricción considerable en el conslrictor anal. »La convulsión del histerismo es eminen- temente clónica, lo mismo que en la epilepsia; pero no es lan marcado como en esla el perio- do tetánico , es decir, ese eslado caracterizado durante algunos segundos por la rigidez é in- movilidad de los músculos, y perfeclamenle descrito por Beau (Recherehes statistiques pour servir á la histoire de Vepilepsie et de Vhysterie; en los Arch. génér. de méd., tomo XI , julio, an. 1836). La violencia y la eslension de los movimienlos son el carácter dominante de la convulsión histérica, la que afecta especial- mente los flexores y estensores de los miem- bros. En algunas enfermas es Iónica la convul- sión, y Georget dice haber observado una es- pecie de rigidez calaléplica con respiración insensible (loe. cit., p. 162). Se han visto lam- bien opislótonos y pleuroslólonos. » Desórdenes de la contractilidad de los mús- culos de la vida orgánica.—Todos los autores hablan de palpitaciones y latidos del corazón como sínlomas muy comunes del histerismo: las palpitaciones no son mas que convulsiones clónicas de la suslancia carnosa de esle órga- no. Obsérvanse lambien espasmos de la larin- ge, y nos inclinamos á creer, que la constric- ción que esperimenlan las enfermas en los mús- culos de la faringe y del cuello, se esliende igualmente á los de aquella, y produce esos gritos eslravaganles, estrepitosos ó roncos, pa- recidos á los de las bestias salvajes. A esla con- tracción anormal de los músculos laríngeos es á la que debe atribuirse la modificación que sobreviene en el timbre de la voz antes del ataque, y que persiste después de él por mas ó menos tiempo. «Fórmanse en diferentes puntos del vientre varios tumores, cuyo asiento parece ser el tubo digestivo, que se dobla y repliega en diferentes sentidos bajo el imperio de las convulsiones clónicas de la membrana muscular. Las muje- res perciben antes del ataque los movimientos del conducto intestinal, que comparan á los que produciría un cuerpo que cambiase de lu- gar, ó un ser animado que se agitase en va- rios sentidos. Cuando se aplica la mano en el vientre de una enferma que padece un alaque de histerismo, no es raro sentir este movimien- to de los intestinos, y tumores que se forman, disipan y pasan de un punto á olro. La pre- TOMO VII. ■ sion ejercida sobre estes tumores movibles, provoca muchas veces el dolor y hace mas in- tenso el alaque. Es probable que la constric- ción incómoda que esperimenlan las mujeres en la región epigástrica , sea debida á la con- lraccion espasmódica de los diferentes planos carnosos del estómago ó del diafragma; á cuya región llevan instintivamente las manos, di^- ciendo cuando pueden esplicarse sobre la na- turaleza de sus males , que la constricción y el dolor vivo que sienten en esle punto, les ocasio- nan sufrimientos intolerables. Los vómitos que se verifican en el momento ó en el curso del acceso, reconocen lambien la misma causa. Los borborigmos y el gorgoteo que se perciben con 'a mano, y que hasta suelen oirse á cierta distancia, dependen de los movimienlos del tu- bo digestivo. »No se limitan las convulsiones á los itites-r tinos, sino que se propagan hasta el esófago y la faringe, ocasionando esa constricción espas-r módica que impide á los enfermos tragar los líquidos, y da lugar á la sensación eslrangu- laloria en que parece terminar muy á menudo el globo histérico. Esle no es segun varios au- tores, sino la convulsión clónica y sucesiva de los músculos del tubo intestinal, que partien- do de las porciones inferiores del mismo, re- corre toda su longitud, concluyendo en el esó- fago y la faringe. El diafragma no deja tam* poco de participar de la constricción é inmo- vilidad" del pecho, y contribuye igualmente á dificultar la respiración. Louyer-Villermay dice, que se observan asimismo contracciones muy incómodas en el útero. Sabida es lacreen*- cía que lenian los antiguos de que dislocándose la matriz, subia desde el hipogastrio á las par- tes superiores. Areteo de Capadocia admitía igualmente este movimiento de traslación; Ga- leno considera como errónea semejante doctn-!* na, y demuestra que el útero no puede dejar el lugar que ocupa (véase Naturaleza). Nosotros creemos, que los movimientos que se perciben en la región hipogáslrica, dependen las mas veces de la conlraccion de las porciones del in- testino colocadas en este punto , ó de la de las parles musculares que lo rodean. »2.° En el intervalo de los ataques, perma- nece mas ó menos afectada la contractilidad de los músculos de las vidas de relación y orgáni- ca, segup la violencia y duración que hayan tenido aquellos. Las enfermas se quejan de do- lores agudos, de laxitudes, de quebrantamien- to de miembros y de una debilidad tan consi- derable, que les impide andar: existe una espe- cie de aniquilamiento de la contractilidad , y no una verdadera parálisis, pues al cabo de un tiempo bastante corto vuelven los miembros á recobrar sus funciones. Algunas veces persiste después" de los accesos una parálisis que se ha llamado histérica. Willson , de Midalesex ha publicado sobre esla materia un escrilo que tie- ne muy poco valor; pues sus observaciones ca- recen de pormenores, y aun se puede afirmar t 17 130 DEL HISTERISMO. que la mayor parle de ellas no corresponden al histerismo (.Sote sur la paralysie hgsterique, est de las Transac. de la Soc. medie, chir. de Londres, t. XXI; en la Gazette medícale, nú- mero 3, enero, 1839). La parálisis histérica ofrece la particularidad de ser generalmente parcial, limitada á un miembro y aun á un dedo, de disiparse con rapidez y no gradual- mente como la sintomática de cualquiera lesión del sistema nervioso, y en fin, de suceder á las convulsiones. Copland dice , que se ha obser- vado la paraplegia en algunas enfermas, y que en un caso citado por Brodie, se lomó esla pa- rálisis histérica por una afección de la médula. «Obsérvase lambien la parálisis de los mús- culos de la voz , de los esfínteres, de la vejiga (Georget, loe. cit., p. 163), de la lengua y del esófago. Se ha visto persistir la afonía histéri- ca hasla después de curada la afección nervio- sa , simulando durante mucho tiempo una le- sión material de la laringe. «La conlraclura es un fenómeno mucho mas cora un que la parálisis: puede afectar el músculo eslerno-masloideo produciendo un lor- tícolís, los de la nuca, los de un miembro, los del vacio y de la cadera. En esle úllimo caso, laestremidad inferior présenla un acortamien- to, que puede hacernos suponer una enferme- dad del hueso coxal. Andral ha visto en una joven histérica, que el tronco formaba un án- gulo recto con el innominado, cuya conlraclura persistió muchos meses y se disipó después sin dejar olro accidente. La hidrofobia que se ha observado en algunas enfermas, parece depen- der del espasmo tónico de la faringe y del esó- fago. Algunas veces queda un estrabismo y un poco de. rigidez en los músculos que mueven la mandíbula. Es raro observar perversiones de la motilidad después de los ataques histéricos. Sin embargo, Georgel dice que puede sobre- venir el corea al concluirse el acceso. »B. Desórdenes de la sensibilidad.—1,° Du- rante el ataque.—Las que conservan su inte- ligencia mientras este se verifica , pueden es- plicar los fenómenos que han sentido; en cuyo caso dicen haber esperimentado dolores agu- dos, desgarraduras, angustia en la región epi- gástrica, en todo el vientre, en el corazón; y en la cabeza, diversos ruidos, silbidos, detonacio- nes y un dolor fijo (clavo histérico): ora recor- re su cuerpo un trio glacial, un calor vivo, una especie de vapor; ora consiste el mayor sufri- miento en las convulsiones que agiten las di- ferentes visceras abdominales y torácicas. La constricción del cuello y del pecho incomodan también mucho á las enfermas. «En las histéricas que conservan su inteli- gencia , permanece íntegro el oido ; de modo que oyen muy distintamente lodo cuanto se ha- bla á s*u alrededor ; por lo cual es preciso te- ner cuidado de no pronunciar delante de ellas palabra alguna que las pudiera agraviar , ó causarles alcun disgusto , procurando lambien prevenirlo á las personas que se hallen presen- tes. La viste rara vez se conserva , pues casi siempre los párpados se hallan raidos y cu- bren el globo ocular. Georgel habla de una enlerma que veía con uno de los ojos , cuyos párpados estaban separados convulsivamente, y que ademas podia hablar cuando los padeci- mientos no hacian demasiado vagas sus ideas (art. cil., p. 161). »w2.° Desórdenes de la sensibilidad en el in- tervalo de los alaques.—Los desórdenes de la sensibilidad llegan á un alio grado en el histe- rismo, pudiéndose decir que esta afección ofre- ce el cuadro mas variado y completo de cuan- tas perversiones es capazd sistema nervioso. Estudiaremos las modificaciones de la sensibi- lidad , segun que se halle aumentada, dismi- nuida ó pervertida. »I.° El eslado hiperestésico de lodos los ór- ganos es el que se manifiesta con mas frecuen- cia , y hé aqui sus principales sínlomas: cefa- lalgia frontal , occipital, sincipital, hemicrá- nea , dolores neurálgicos, ráfagas de fuego en diferentes punios de la cabeza, de la cara y muchas veces de los miembros (en cierlos ca- sos esle dolor no sigue el trayecto de los ner- vios , y parece residir en la piel); sensación, que existe lambien en el pecho, en el Irayeclo de los nervios intercostales, ó ten solo en los tegumentos y en la región epigástica , que goza de una sensibilidad estraordinaria , en térmi- nos que los enfermos no pueden muchas veces soportar la presión mas ligera de los vestidos! hay dolores vivos en la laringe , acompañados ó no de alteración de la voz. Los sentidos adquieren á veces lan estremada finura, qu« no es fácil concebirla sin haber observado al- gunas histéricas. Asi es que después de los ac- cesos oyen los sonidos mas distantes é imper- ceptibles para los oídos mas delicados; su olfato se impresiona por los olores mas débiles; el ojo no puede soportar la luz, y el tacto se halla lan desarrollado, que los cuerpos mas diminutos hieren la red nerviosa y papilar que constituya la superficie del dermis. Los fluidos imponde- rables , la luz , la electricidad y los cambios atmosféricos, los afectan muy vivamente. Esla hiperestesia es la que haceque las mujeres histéricas se presten tan bien á los esperimen- tos magnéticos, pues la exaltación de sus sen* lidos suministra al magnetizador que sabe es- plotarla, una serie de fenómenos eslraordina- riosque le son útiles, y con cuyo ausilio llega muchas veces á engañar á los hombres crédu- los ó poco acostumbrados á las ciencias de ob- servación. Una mujer histórica observada por nosotros fue acometida de un fuerte ataque, después del cual anunció á las personas que la rodeaban que su esposo , á quien hacia mucho tiempo que no habia visto, venia á visitarla; y en efeclo , algunos minutos después de esla adivinación se presentó su marido. Nos aseguró después positivamente , que lo habia recono- cido en sus pasos, en el momento en que en- traba por una puerta muy distante del parage DEL HISTERISMO. 131 donde ella habitaba. Si quisiéramos someter á un serio examen lodos los milagros del mag- netismo , fácilmente demostraríamos que la mayor parte se esplican por la hiperestesia que padecen las somnámbulas, sean ó no histéri- cas. Verdad es que hay olra serie de fenómenos, que solo existen en él cerebro de los que los imaginan y de los que creen en ellos; pero no nos alejemos de nuestro objeto. »La hiperestesia puede desarrollarse en las visceras en que no existe mas que la sensibili- dad llamada por Biclial orgánica , en cuyo caso sobrevienen sensaciones anormales , que ator- menten ntoe'hó á las desgraciadas 'histéricas. A veces se siente») en la regiort precordial do- lores agudos que tienen su asiento en fe! co- razón , en cuyo Caso suele haber al mismo tiempo palpitaciones, que pudieran hacernos temer el desarrollo de alguna enfermedad de esle órgano , si no se supiera que la exagera- ción de la sensibilidad puede por sí sola pro- ducir teles fenómenos. Las mujeres históricas se quejan de dolores continuos é intermitentes, de calambres , de ardor en el estómago, de có- licos á veces muy vivos , y de dolores vesica- les que les obligan á orinar frecuentemente (De Vischurie hysterique, doet. Laycock; en la Gazette méd. , núm. 5 , febrero 1838; journ. etrang.) Los ríñones, el hígado y el útero son también asiento de dolores intensos. «Los dolores que se manifiesten ert las his- téricas varían mucho por su asiento é intensi- dad. Copland los ha estudiado mas cuidadosa- mente que lodos los demás autores. 'Ora ocupa el dolor la región mamaria , aumentándose por la presión ó la inspiración , pudiendo simular ona pleuresía por su pertinacia y por lo mucho que atormente alas enfermas; ora se halla en la región epigástrica, donde se manifiesta repen- tinamente , durando desde algunos minutos á muchas horas, y aumentándose por la presión (art. Histeimsmo , Diction. ofpractical medicine, Íi. 276). En algunas enfermas se dirige á lo argo del colon descendente, y llega hasla la fosa iliaca izquierda. Brodie ha observado mu- chas veces una fuerte distensión gaseosa del tobo intestinal. Otras, él dolor se fija en el pubis, acompañándose de un desorden en la secreción urinaria y de cólicos que parecen de- Íiender de una congestión del útero. Estos do- ores pueden también manifestarse en el abdo- men y simular una peritonitis, ó bien en la vejiga, en la dirección de los uréteres, y oca- sionar una disuria pasagera. Obsérvanse asi- mismo en algunas enfermas dolores agudos en. las regiones dorsal y lumbar , que pueden ha- cernos suponer una caries de las vértebras, de lo que ha visto Brodie un ejemplo (Lectures illuslrative of certain local nervoas affections, Lond. 1837), y en ocasiones van acompañados de espasmos de los miembros que simulan el corea. También se ha visto á eslos dolores ma- nifestarse al nivel del sacro y del coxis, depen- diendo á menudo de una afección evidenle de la malriz. En algunos casos se irradian hasla el hígado, afectando formas muy variadas, que pueden imitar una lesión de este órgano. Pior- ry ha referido hace mucho liempo lodas estes irradiaciones neurálgicas que se observan en las diferentes visceras torácicas y abdominales. El histerismo , segun este médico , es una neural- ¡a uterina ascendente , como luego diremos v. Naturaleza); y se comprende muy bien que esla neuralgia vaya propagándose de una viscera á olra sucesiva ó simultáneamente. Es preciso reconocer que esle modo ingenioso de esplicar los dolores que tan á menudo se ob- servan en las histéricas , está de acuerdo con los hechos. «Andral refiere en sus Lecciones de patolo- gía general (curso de la Facultad, año de 1842) la existencia de dolores bastante vivos, situados á lo largo del raquis, pudiendo ocupar las re- giones cervical, dorsal y lumbar. Se les deter- mina comprimiendo las apófisis espinosas, y al mismo tiempo se manifiesta algún otro dolor en un punto variable segun donde se ejerza la presión. Si es en la región cervical, esperi- menta la enferma inmediatamente la sensación de un cuerpo eslraño detenido en la garganta, cuya sensación sigue á la presión de las vér- tebras en el mismo instante y con la velocidad del rayo , desapareciendo con la misma rapi- dez. Cuando se comprime la parte superior de la región dorsal, sienten las enfermas como si les introdujeran el esternón en el pecho; mani- festándose por el contrario el dolor dorsal cnan- do se comprime el esternón. Si se hace en la parle inferior de la región dorsal , el dolor aparece en el epigastrio. Hemos observado es- tos diversos fenómenos en una joven histé- rica de las salas de Andral. Hay casos en qoe el dolor ocupa solamente uno de. los puntos in- dicados , y otros en que es múltiple. «La violencia y continuidad de la escitacion nerviosa alteran al cabo la nutrición , y cuan- do la hiperestesia es estremada ó comprende casi todas las funciones, el esceso de los do- lores acarrea á veces un delirio nervioso é una anestesia peligrosa, cayendo entonces las en- fermas en una especie de entorpecimiento y de insensibilidad. «2 ° La anestesia general, de que acabamos de hablar, se presenta con mas frecuencia en el histerismo que en ninguna olra afección. La parcial puede ocupar una porción de la piel, ó bien un ojo: la amaurosis histérica es poco du- radera, y se disipa poco después que el acceso. »3.° Perversión. — Encuénlranseen las his- téricas perversiones y alucinaciones bastante frecuentes de los órganos de los sentidos. Ven objetos rojos , partículas que revolotean por el aire, y aun á veces también imágenes fantás- ticas , en cuyo úllimo caso hay concepción de- lirante. Oyen diversos ruidos, tales como zum- bidos y silbidos, y oíros mas estraños; respiran con delicia los olores fuertes ó muy félidos, co- mo el almizcle , el alcanfor, la asafélida y la 132 DEL HISTERISMO. fragancia de las flores mas odoríferas; esta per- versión del olfato, que persiste en el intervalo de los paroxismos, permite en orasiones reco- nocer las mujeres atacadas de histerismo, ó las que eslan predispuestas á padecerle. El guste se halla muchas veces depravado , buscando entonces las enfermas sustancias no alimenti- cias. Andral cita en sus lecciones la historia de una joven histérica, que apetecía comer papeles escritos. Otras desean las sustancias acidas, la creía , el carbón, etc. ( v. Bülimia y Gastro- bnteralgia). La piel es asienlo de varias sen- saciones : algunas se quejan de un frió glacial ó de un calor ardiente, aunque se conoce , sin embargo por el laclo, que conservan los tegu- mentos su temperalura ordinaria: otras sien- ten hormigueo y pinchazos, y no pueden sopor- tar el mas ligero contacto de un cuerpo áspero. »C. Desórdenes de la inteligencia— 1.° Du- rante el ataque.—Débese bajo esle aspecto ha- cer dos grupos de las enfermas , uno formado por las que conservan su conocimiento, y otro por las que lo pieeden. Las primeras , como ya hemos dicho, pierden la palabra; pero oyen muy bien lodo lo que se dice ó pasa á su der- rededor. Aniquiladas por los violentos dolores que esperimenlan , quedan lodavia algún tiem- pe después del alaque sumidas en un esta- do de lorpeza y aniquilamiento, que es pe- noso para el mayor número de las enfermas, pero que no por eso deja de ser agradable para algunas. «En las que no pierden el conoci- miento, dice Georget, las convulsiones son me- nos intensas , no constituyen , por decirlo asi, mas que esfuerzos propios del dolor, y las en- fermas las comparan á la especie de rigidez general que se opone instintivamente á toda sensación dolorosa, viva é instantánea» (loe. cit., p. 170). Las convulsiones son mas inten- sas , y se parecen mucho mas á las epilépticas, cuando se pierde el conocimiento; siendo en- tonces , segun Georget, cuando se cubre de espuma la boca de las pacientes. Entre veintidós enfermas que ha observado esle médico, en ocho no era completa la pérdida del conocimiento; once quedaban privadas de repente de toda sensación; en dos la abolición del sentimiento no sobrevino sino mucho tiempo después de los primeros ataques, ven la última solo algunos accesos eran los que iban acompañados de este fenómeno. Enlre las histéricas que perdían el conocimiento, siete presentaban espuma en la boca , seis una alteración profunda de la cara, tre3 hinchazón y tinte lívido , y una sola re- chinamiento de dientes. En algunas varían los ataques, siendo unas veces con pérdida del co- nocimiento , y otras sin ella. »2.° Desórdenes de la inteligencia en los in- tervalos de los ataques.—Cuando los accesos son intensos y frecuentes , ó duran mucho tiempo, qneda mas ó menos afeclada la inteligencia. Las mujeres se acuerdan vagamente de la cri- sis que han esperimentado ; pero es raro que la olviden enteramente como en la epilepsia; aunque sin embargo sucede asi, cuando el ala- que histórico es violenlo'y epitepliforme. Los trabajos de espíritu las fatigan mucho, sién- doles frecuentemer te imposible entregarse á ellos; quedan tristes y abatidas , y se apodera de su espíritu una melancolía profunda. A ve- ces deliran mas ó menos tiempo después del acceso , cuyo delirio , puramente nervioso y comparable al de los amputados y personas que han sufrido grandes padecimientos , acaba por disiparse , aunque también suele persistir en algunos casos constituyendo una verdadera ma- nía, ó terminar en la monomanía suicida. En otras ocasiones se debilita la memoria; pierde el juicio toda sú reclitud , y se observa un cam- bio complete en las costumbres de las personas, que se hacen pusilánimes, tímidas y capricho- sas , pareciéndose á los niños : algunas caen en la apatía y en un eslado de eslupidez que se parece mucho al que presentan los epilépticos. «También indicaremos otrocambio, que so- breviene en la moral de las históricas, y que reclama teda la atención del médico y del filó- sofo. Gustan mucho las enfermas de las obras literarias apasionadas y tristes; buscan cuanto les pueda escitar emociones que necesitan me- nos que otra alguna; les agradan las novelas, los espectáculos , la música y el baile; son muy accesibles á las pasiones tiernas, y no temen entrar en amislades peligrosas, que au- mentan muchas veces la intensidad de su mal; se inclinan mucho á los placeres del amor , y cometen en cierlos casos grandes escesos vené- reos. Cualquiera que sea la opinión que se for- me acerca del asienlo del histerismo , hágasela provenir del útero ó del cerebro, no puede me- nos de reconocerse que la continencia no es co- mún en las histéricas, lo que depende sin duda de la escitacion que padecen los órganos geni- tales , como las demás parles del sistema ner- vioso; siendo á nuestro parecer esla la causa que ha conducido á los autores á recomendar el casamiento como medio de curar el histeris- mo, fundándose en la inclinación que tienen las enfermas á los placeres venéreos. Pero no han reflexionado suficientemente , que si esta afec- ción ataca sobre todo á las jóvenes en quienes no se ha satisfecho lodavia el objeto de la na- turaleza , debe activar la inclinación natural de esla edad á causa de la escitacion que de- termina en todo el sistema nervioso. Creemos, pues, que es poco prudente obedecer á este impulso, y que el medico debe hacer por domi- nar, ó mas bien combatir, el eslado de neuros- tenia que le da origen, como los demás fenóme- nos de hiperestesia que ya hemos referido. E. nSíncope histérico, muerte aparente.— Louyer-Villermay considera como síntoma del tercer grado del tíisterismo el estado de síncope y muerte aparente que se apodera de algunas enfermas. Las funciones del pulmón y del co- razón parecen hallarse suspendidas, ó hablando roas exactamente , se desempeñan con lal len- titud , que no pueden sentirse los latidos del DEL HISTERISMO. 133 pulso ni los del corazón , al menos con la ma- no, ni percibir los movimientos del lorax. El calor desaparece, las enfermas se quedan frías, pálidas, sin movimiento , y como si fueran ca- dáveres. Los autores refieien numerosos ejem- plos de mujeres histéricas, que han permane- cido algún liempo en este especie de lelargo, y á quienes se trataba ya de enterrar. Los hechos principales de este género han sido referidos por Asclepiades,Plinio el naturalista, Ambrosio Pa- reo , llaulín y Lancisi en el Periódico de los sabios (v. la obra de Louyer-Villermay, p. 64). Todos saben la lúgubre aventura sucedida á Vesalio, que introdujo el escalpelo en el cuerpo de una mujer todavía viva , y áquien hizo pa- gar cara su imprudencia el abominable tribu- nal de la inquisición. No es este lugar á pro- pósito para describir los signos de la muerte verdadera, y solamente diremos, que en los casos de síncope histérico debe esperarse á que sobrevenga la putrefacción , ó someter el cadá- ver á las diversas pruebas que puedan disipar la duda. Por lo demás , el estado de muerte aparente , de que vamos hablando, es muy ra- ro , y no puede de ningún modo considerarse como el último grado del histerismo. «Jamas hemos vislo , dice Georget, esos síncopes es- Iraordinarios que simulan la muerte, y que duran muchos dias sin indicio alguno de las sensaciones, del movimiento , de la respiración y de la circulación : solo hemos observado al- gunas enfermas , que perdían completa ó casi completamente el conocimiento por algunos mi- nutos , persistiendo muchas veces la respira- ción y la acción cardiaca» (arl. cit., p. 171.) Louyer-Villermay refiere un caso de esta espe- cie muy curioso. Habiendo sido enérgicamente contrariada en su amor á un joven una mu- chacha de veintiún años , fué acometida des- pués de un violento ataque de histerismo, de un adormecimiento letárgico que duró siete dias. Había pérdida absoluta de las sensaciones, del movimiento, y trismo; la faringe, muy es- trechada , se oponia al paso de toda sustancia; la cara estaba animada , la vista fija , los pár- pados contraídos , la respiración era dificil, y el pulso regular: la enferma recobró poco á po- co la palabra , el sentimiento y el movimiento. El sueño es inquieto, muy ligero, y el me- nor ruido hace que se despierten sobresaltadas las enfermas , ó bien tienen pesadillas y ensue- ños espantosos. Por la mañana existe una so- ñolencia marcada , y se levantan las histéricas con el cuerpo quebrantado y con una desazón que persiste muchas veces lodo el dia. «Se ven, por último, algunas enfermas que caen , al concluirse el alaque, en un estado de sonambulismo completo, siendo entonces cuan- do aparecen los fenómenos correspondientes á ese estado morboso lan singular, con que es- pecula el magnetismo. El acceso termina á ve- ces por un delirio alegre ó por un éxtasis. Cier- tos histéricas caen en un estado comatoso, que debe inspirar grande inquietud. Whytt y Conolly han observado esla forma soporosa del histerismo. »F. Desórdenes de las demás funciones.— Obsérvanse en el tubo digestivo dolores agudos, de que ya hemos hablado , y que lienen al pa- recer su asienlo en el sistema nervioso gástri- co. Durante el paroxismo , y aun después , se llena el estómago de gases , que se propagan igualmente á los inlesíinos. La causa de esla secreción gaseosa insólita debe buscarse en la modificación patológica que sufren las sensacio- nes bajo la influencia de los desórdenes ner- viosos, de que se halla afectado el mismo tris- plánico. La perversión que produce eslos gases es completamente igual á la que se verifica en la gaslro-enleralgia simple ó sintomálicade la hi- pocondría (v. esla palabra). Difícilmente se concibe cómo ha podido sostener Magendie, que la hinchazón del estómago debia atribuirse al aire que traga involuntariamente la mujer cuando son fuertes los alaques (Annal. de la Societé medie, de emulat., año VIH). La pre- sencia de gases en el tubo digestivo produce una distensión muy incómoda para las enfer- mas, que á veces consiguen desembarazarse de ellos por las vías superiores ó inferiores. Segun muchos autores, es en cierlos casos bástente fuerte la constricción del ano para oponerse al Íiaso de los gases y á la administración de las avativas. «Tanta est ventri slriclura, dice Hoffmann , ut nec ullus llalus transmitti; nec propter ingentem resistentiam quicquam clys- malis admilli possil» (loe. cil., p. 51). «La tumefacción gaseosa de los intestinos en el intervalo de los accesos produce abolladuras, desigualdades, ó aun lumores, que podrían con- fundirse con afecciones orgánicas de las visce- ras, ó con el embarazo. Algunas mujeres se ven atormentadas después de los accesos por náuseas continuas y esfuerzos de vómito, y otras vomitan los alimentos , materias mucosas ó biliosas; el apetite es estravagante, y las di- gestiones lentas. Muchas padecen dispepsia; pero sin embargo, la mayor parte digieren muy bien : comunmente suelen estar estreñidas. En algunas se han observado movimienlos y pul- saciones arteriales en la región epigástrica y horror á los líquidos. (Casos curiosos de histe- rismo hidrofóbico , Bulletin de therapéutique, p. 373 , t. XVII). El histerismo va acompañado muchas veces de una disfagia estremada. (Gra- ves , Arch. gen. de med., p. 271, t. 11, 1833). «La respiración es laboriosa y difícil du- rante los accesos, y la inspiración ronca ó acom- pañada-de eslerior laríngeo, debido á la pre- sencia de mucosidades contenidas en este ór- gano. En otros casos la respiración es suspirosa, ora con hipo y muy acelerada, ora profunda y lente, no habiendo nada, en una palabra, tan variable como el desorden de esla función. Po- co después del acceso presenta la respiración en grados diferentes las mismas alteraciones, hallándose frecuentemente muy acelerada: he- mos contado muchas veces 64 respiraciones por 13i PEÍ. HISTERISMO. minute en una joven histérica de las salas de Andral. No hay ninguna olra enfermedad, á no ser alguna neurosis. en que pueda ser lan frecuente la respiración, sin que se halle muy próximamente amenazada la vida. Algunas en- fermas padecen una tos continua, fatigosa y seca, de la que hemos visto un ejemplo, y que puede lomarse por una afección tubercu- losa incipiente. En muchas históricas sobre- vienen accesos de sofocación con intervalos mas ó menos largos, con los nerivosa ó sin ella, manifestándose en ciertos casos una afonía que persiste con singular rebeldía. Copland dice, que cuando esla afonía va acompañada de los y disnea muy considerable, puede confundirse con un edema de la glotis, ó con una laringi- tis crónica. Conolly refiere, que se ha vislo al histerismo imílar un alaque de croup, y apa- recer como esle á media noche. En algunas en- fermas la sofocación inminente y la eslrangu- lacion se atribuyen á enfermedades agenas al histerismo. El hipo, los sollozos y la risa con- vulsiva acompañada de una voz estrepitosa y doliente, suelen observarse también al con- cluir los alaques, y aun persisten á veces mu- cho después. La terminación del acceso se anun- cia aveces por estornudos (Louyer-Villermay). Las enfermas se quejan por bastante tiempo de una sensación de constricción incómoda en la base del pecho hacia las inserciones del dia- fragma. Los movimientos inspiradores son pro- fundos y penosos, como si les cosíase á los pa- cientes mucho trabajo vencer el espasmo de los músculos que presiden á la respiración. «En medio de los numerosos é intensos des- órdenes que se desarrollan en el momento del paroxismo, es notable que la circulación par- ticipe muy poco del estado general. Los lati- dos del corazón son lentos, algo sordos y pro- fundos, habiendo en ciertas históricas un poco de irregularidad y aun de intermitencia. Ya hemos dicho que las palpitaciones eran muy comunes fuera del ataque ; siendo preciso con- siderarlas como una simple neurosis del cora- zón, capaz de ocasiónJr alteraciones mas pro- fundas , como diremos mas adelante. Cuando las palpitaciones van acompañadas de dolor, hay á la vez neurosis y neuralgia cardiacas. Sydenham habla del dolor de la región pre- cordial (Dissert. cit., §. 749). El pulso es ge- neralmente regular y no acelerado , pudiendo sin embargo ofrecer algunas irregularidades; pero su principal carácter es el de no ser fe- bril, es decir, frecuente como en las flegma- sías. Por lo que hace á los ruidos de soplo y músico de las arterias, si es que llegan á per- cibirse , es porque existe una compiicacion de cloro-anemia. Las pulsaciones del tronco celia- co y de oíros lroncos arteriales, son fenómenos nerviosos que reconocen por causa la neuros- leoia general. «Las mujeres históricas escrelan orinas diá- fanas y claras como el agua de las sierras, no solo durante el alaque, Vino también después de él; y no tiene razón Sydenham en decir que estes cualidades de la orina son un signo pa- tognomónico del histerismo y de la hipocon- dría; pues se las ha observado en muchas afec- ciones nerviosas y en individuos sanos que ha- bían sufrido una emoción moral: sin embargo, son un síntoma que no debe descuidarse. «La menstruación esa veces irregular, ó bien si aparece lodos los meses, es difícil, dura poco, y va acompañada de dolores de cabeza , desa- zón, de un cambio en el carácter, etc.: á veces es muy regular y tan abundante como de or- dinario. La concepción, la gestación y el parto, no se interrumpen de modo alguno en las mu- jeres histéricas. Muchas licúen un flujo blanco abundante» (Georgel, art. cit., p. 164). «Las mujeres histéricas, á pesar de sus su- frimientos , conservan toda su frescura y ro- bustez, sin que pueda decirse al verlas que se hallan enfermas; pero al cabo todas las fun- ciones se encuentran mas ó menos desordena- das, se altera la nutrición, la cara se pone pá- lida y triste, y sobreviene el enflaquecimiento. «Curso y duración dkl histerismo.— Esla afección empieza ordinariamente por los sínlo- mas que dejamos descritos, y que preceden al ataque; el cual, sin embargo, se manifiestaá veces inmediatamente después de la acción de una causa repentina. La repetición de los pa- roxismos no depende en muchos casos de nin- guna influencia eslerior, vel embarazo lósale* ja ó aun suspende: «Hysterícai tempore gravi- «dilatis quo impetum príncipii vitalis ulenis «altrahil, a spasmis et affedibus nervosis libe* «rae sunt» (Hoffmann, loe. cit). No obslanle, refiere esle autor dos ejemplos, que prueban que el embarazo no liberta siempre á las mu- jeres de los ataques histéricos (observ. III, loe. cil., p. 59). Una fractura del cráneo, un abs- ceso de los pechos, y una afección del cerebro seguida de parálisis, han suspendido momen- táneamente el histerismo (Hoffmann, loe. cit.). Las emociones morales y todo lo que puede modificar de una manera súbita, aun cuando sea levemente, el sistema nervioso, acerca mas los ataques , y lo mismo sucede con las épocas menstruales. Georgel observa que las flegma- sías agudas graves suspenden generalmente 103 paroxismos, y que sin embargo, otras afecciones igualmente agudas, no siempre tienen esle in- flujo, como por ejemplo , una neumonía ó una fiebre intermitente. Los autores refieren algu- nos casos de histerismos periódicos, que se han combatido ventajosamente con el sulfato de quinina (Bull. de therap., p. 101 , t. X). Pue- de muy bien admitirse que esla afección sea periódica, sin que haya por eso una pirexia intermitente que la complique. Las enfermeda* des que revisten con mas frecuencia la forma intermitente son las neurosis. «Louyer-Villermay y oíros muchos con él opinan , que el coito ejerce una influencia fa- vorable sobre los alaques, pudiendo hacer que I se retarden ó falten del lodo. Admitiendo Ga- DEL HISTERISMO. 135 leño, Zacuto Lusitano , Foresto , F. Hoffmann, ( y otros muchos que pudiéramos citar, que la retención del licor espermá'.ico, ó la continen- cia, para hablar mas (¡siolúgicdinente, es la que determina el histerismo, asi ellos como todos los demás que profesan la misma opinión, no vacilan en decir que el mejor medio de alejar los accesos, y aun de curar la afección , es el casamiento y la reunión de los sexos. «Qua de «causa eliam anliquiores medid permoli fue- »runl ut retenlum semen pro principe noslri »mali causa habuerint, omnemque medendi «scopum esdirexerinl, vel conjugíumcommen- «daverínl, vel relente in ulero semini variis «modis cxilum parare sluduerinl» (Hoffmann, p. 53). Algunos aulores no se han ruborizado de emplear vergonzosas maniobras para hacer que terminase el alaque histérico. Sauvages habla de una mujer en quien «cliloridis lílil- »lalio< á barbilonsore impúdico instituía paro- »xysmum solvebal.» Pomme , Tissot y Georget sostienen que el coito agrava el mal, y que si el casamiento curaba algunas veces, era mas bien por la satisfacción que recibía el corazón, que no por la de los sentidos. »La duración del histerismo es variable: algunas quedan completamente exentas del mal después de dos ó tres ataques; pero no esla mas común esla terminación. El histerismo producido por causas morales cesa ordinaria- mente con la desaparición de las mismas. Cuan- do no se cura de un modo espontáneo, ó por los recursos del arle, puede exasperarse ó dis- minuirse por los progresos de la edad; de modo que los accesos vayan progresivamente dismi- nuyendo de intensidad. Unas veces se suprimen de pronto por una influencia esterna ó por una enfermedad , y oirás se suspenden para vol- ver á manifestarse al cabo de un tiempo va- riable, como sucede en la mayor parle de las neurosis, siendo este úllimo lo mas común. Georgel dice que se observan después de eslas exacerbaciones y remisiones, «convulsiones fa- ciales permanentes, retracciones espasmódicas de algunos punios, accesos de sofocación, va- rias parálisis, las mas veces incompletas, de las sensaciones ó del movimiento, un eslado melan- cólico é hipocondriaco pronunciados, flegma- sías crónicas, vómitos nerviosos continuos, etc.; cuyos accidentes pueden desaparecer y re- producirse muchas veces en el curso de la enfermedad. «Terminación.—Es muy raro que el histe- rismo termine por la muerte; la cual, cuando llega á verificarse, resulte por lo común de la considerable dificultad de la respiración y de la escesiva congestión del cerebro, como se ha observado en un corlo número de casos. Esta afección termínalas mas veces en la salud com- pleta. Cuando se prolonga y es considerable su violencia, Ya hemos dicho que podia terminar en la calaíepsia t la demencia, la melancolía suicida x en un eslado de imbecilidad mas ó menos marcado , ele. También puede trasfor- marse en otra neurosis, como por ejemplo en la epilepsia, lo que felizmente es muy raro (Georgel), siendo mas frecuente que la suceda la hipocondria. ¿Puede terminar el acceso por un síncope, ó por un letargo mortal? Se ha di- cho que la muerte aparente , ó el síncope his- térico, podia considerarse como una termina- ción del histerismo; pero es preciso esperar nyevos hechos antes de admitirlo. En euanto á las crisis por erupciones, sudores, hemorra- gias y secreciones diversas, una diarrea, y ia emisión del licor espermático, creemos pru- dente considerarlas por lo menos como dudo- sas, sin quepore;0 las desechemos. Pueden sobrevenir afecciones orgánicas en las visceras á causa de la perturbación de las diversas par- tes del sistema nervioso; lo cual es si se quiere un modo de terminación, de que hablaremos mas adelante (v. Complicaciones). «Especies y variedades.—Hemos dicho, al trazarlas divisiones de nuestro artículo, que Louyer-Villermay admite dos; variedades de histerismo," una que llama histericismo y otra histerismo epileptiforme. Esta última variedad es la única que nos parece conveniente con- servar. »La histero-epilepsia que Senerto, Lanso- nius y Johnstou , han denominado impropia- mente epilepsia uterina, es una afección com- plexa, constituida por los síntomas de 'la epilep- sia y del histerismo: pero unas veces se hallan separados los alaques históricos y epilépticos, y otras se compone siempre cada acceso de es- tas dos clases de sínlomas en proporción varia- ble. Beau admite también Una tercera forma de histero-epilepsia, en que el vértigo epiléptico se manifiesta con alaques de histerismo puro (mera, cit., v. también nuestro artículo epilep- sia). La primera y tercera forma se reconocen fácilmente, pues sus sínlomas son los de la epi- lepsia ó del histerismo. La segunda ha sido precisamente admitida en vista de lo difícil que es saber si el acceso pertenece á una ú olra de las afecciones que hemos nombrado. En esla forma, la invasión del alaque es casi instantá- nea, las convulsiones violentes y mas tetánicas que clónicas; se pierde completamente el cono- cimiento; puede persistiría sensibilidad, po- nerse la cara hinchada y violada , y cubrirse la boca de espuma como en lá;epilepsia. Des- pués del ataque no se halla á los enfermos aba- tidos y quebrantados, como se observa en esla última afección cuando es simple, sirio afecta- dos de lodos los desórdenes dé la sensibilidad y la motilidad que ya hemos referido. Cierta- mente que seria perjudicial á la ciencia conser- var la denominación de hisiero-epilepsia para los casos en que puede establecerse exactamente el diagnóstico; pero es preciso reconocer lambien, que hay otros en que no pueden sostenerse Jas divisiones sistemáticas, y respecto de los cua- les es preciso proceder con reserva, dicic-mío que el mal participa de ambas neurosis. «No haremos mas que recordar aqui lo que 136 DEI. HlSTKRISMO. ya hemos dicho en olra parte, y es, que el his- terismo puede ser sintomático de una enfer- medad visceral, que obra entonces como causa determinante en una persona muy predispues- ta, ó que viene á complicarse con el primero. «Complicaciones. — Algunas son acciden- tales y siguen su curso con el histerismo, lo mismo que con cualquiera olra enfermedad; de cuyo número son las ftegmisias agudas del pulmón , de la pleura ó de cualquier olro ór- gano. Los tubérculos del pulmón se han consi- derado como complicaciones esenciales, es de- cir, dependientes del histerismo. No hay duda que puede favorecer su desarrollo el desorden nervioso que dificulta la respiración; pero ya se conoce que es avanzar demasiado querer que resulte hasta cierto punte la tisis pulmonar del histerismo. «Entre las complicaciones que se enlazan de una manera estrecha con esla afección , debe- mos colocar la melancolía , la hipocondría , la manía , las parálisis parciales ó generales , la monomanía suicida, la ninfomanía y la epi- lepsia. Eslas diversas neurosis apenas llegan á manifestarse , sino á consecuencia de alaques violentos y prolongados. Se refiere un caso muy curioso de histerismo , en que los accesos iban acompañados de un sudor de sangre por las megillas y el epigastrio (Arch. gen. de méd., p. 572, 1830). »Ed histerismo acarrea frecuentemente afec- ciones viscerales, cuyo asiento y naturaleza son bástente diversos. La cloro-anemia que se observa en derlas históricas es una complica- cacion , en cuyo desarrollo liene tal vez alguna parte el histerismo. La amenorrea y la disme- norrea eslan igualmente bajo la influencia in- mediata de los desórdenes nerviosos; sin em- bargo , seria tal vez conveniente esperar nue- vas observaciones para admitir definitivamente esta influencia. Puede suceder muy bien , que en algunas mujeres ocasione alaques de histe- rismo la supresión de la regla, y propenda lue- go á reproducirlos, hasla que se combata por los medios convenientes. Oirás afecciones viscera- les, como las enfermedades del eorazon , del estomago, del útero y de sus dependencias, re- conocen por causa predisponente al histerismo. Compréndese, en efecto , que la modificación firofunda que imprime necesariamente en lodos os órganos la perversión del sistema nervioso, debe producir al fin desórdenes que, siendo al principio funcionales , se convierten mas tarde en lesiones orgánicas. Bajo esla influencia va- ria la coordinación molecular de los tejidos; se altera su nutrición parcial, y entonces se ve una lesión orgánica donde por mucho tiempo no se habían observado mas que fenómenos diná- micos. Ya veremos al tratar de la hipocondría, que esla neurosis termina también en alteracio- nes orgánicas. »Diag> jsnco. — Las enfermedades con que mas fácilmente se confunde el histerismo son la epilepsia y la hipocondria. Ya hemos eslablecido detenidamente el diagnóstico | diferencial del hislerism.) y de la epilepsia (v. esla última en- fermedad), al que remilun;>sa¡ lector para evi- tar repeticiones ; pues allí quedan aclaradas las principales diferencias que pueden condu- cir al diagnóstico, y reasumidos los signos ca- paces de darnos á conocer el histerismo. Apa- rece esle en la pubertad y después de ella ; va precedido de signos precursores y de la sensa- ción de un globo , de constricción en la gar- ganta; sus convulsiones son espansivas , mas bien clónicas que tetánicas, igualmente marca- das en el lado izquierdo que en el derecho; no es tan profunda la pérdida de las sensaciones; la cara está menos alterada, y la boca no lan cubierta de espuma ; el abdomen se halla dis- tendido porgases; hay borborigmos ; los enfer- mos no caen en el coma ; existe mas bien es- citacion que abatimiento después del acceso, y menos atontamiento que en la epilepsia. Añadi- remos asimismo con Beau , que casi todos los alaques epilépticos invaden súbitamente ó con pródromos muy próximos; que las mas veces son simples ; que sobrevienen casi lo mismo de dia que de noche ; que son muchas veces con- génilos y aparecen en la primera infancia ( v. art. Epilepsia). Ya se deja inferir, que para es- tablecer un diagnóslico preciso es necesario estudiar, no solo los síntomas en particular, sino también el curso del mal; y aun asi hemos dicho que no se encuentran diferencias sensi- bles en la forma que se ha llamado histero-epi- lepsia. Siendo poco grave el pronóstico del histerismo, y la epilepsia por el contrario una afección incurable y masó menos prontamente mortal, concíbese que debe ser importante de- cidir si un ataque corresponde á una ú olra de estas dos enfermedades ; pues la respuesta del médico influye muchas veces en los mas ca- ros intereses de toda una familia. »Hipocondria.—J. Frank y Dubois describen cuidadosamente los caracteres que la distinguen del histerismo (Praxeos meelic. univ. pracep., trad. en la Encicl. des se. méd., t. III, p. 437; Histoire philosophique de Vhypochondñf et di Vhisterie , p. 290, en 8.°, París , 1838). Esle es casi esclusivo del sexo femenino, y alaca du- rante el período sexual; la hipocondria es co- mún á ambos sexos, y aparece especialmente de los treinta á los cincuenta años; la invasión del histerismo es súbita , y se verifica por ataques generalmente cortos, en cuyos intervalos des- aparecen los sínlomas casi del lodo , y la hipo- condria es una neurosis continua, que se mani- fiesta con lentitud , nunca por accesos, habiendo solo remisión poco marcada de los síntomas que persisten en todo tiempo. Los signos del histe- rismo consisten sobre todo en convulsiones y varios desórdenes de sensación ; en la hipocon- dría es muy raro que existan movimientos con- vulsivos , ó son lan ligeros que no pueden de ningún modo compararse con los del histeris- mo. La constricción faríngea y la sensación del globo histérico , solo pertenecen á este neuro- DEL HISTERISMO. 137 sis; y si hay alguna sensación análoga de opre- sión en los hipocondriacos que han hecho es- tudios sobre este punto , es un fenómeno ner- vioso imaginario, y no real como sucede en el histerismo. Esle empieza por sensaciones varia- das , cuyo asiento se halla en el bajo vientre, lo cual no se observa en los hipocondriacos, los cuales eslan siempre hablando de sus padeci- mientos , los exageran, inventan otros, se ocu- pan sin cesar de su salud y de los medios de curarse, buscando remedios y médicos. La his- térica sufre mucho , y solo se queja de males positivos. El hipocondriaco es egoísta , y sus ideas convergen hacia el instinto de su conser- vación, que no se halla, sin embargo, de modo alguno amenazada. En aquella hay melancolía, una viva escitacion nerviosa , una inclinación notable á las emociones agradables, que le pre- para nuevas penas. La muerte es la continua pesadilla de los hipocondriacos, y casi la de- sean gran número de mujeres histéricas. Las consecuencias de una y olra afección son muy diferentes: en los hipocondriacos sobrevienen varios desórdenes en las visceras del pecho y del bajo vientre, que son mucho mas raros en el histerismo. La primera afección llega muy difícilmente á curarse; la segunda nada liene de grave cuando no es muy antigua , y cesa terminando en una salud casi nunca comple- ta, pues generalmente persiste un eslado de neureslenia general. El tratamiento puede tam- bién servir para distinguirlas; el histerismo ce- de á los medicamentos que ejercen en el siste- ma nervioso una acción especial, mientras que siendo la hipocondria una enfermedad de la in- teligencia , solo puede curarse con un trata- miento moral. Añadiremos para terminar, que las históricas no toman sino muy difícilmente y con irregularidad los medicamentos que se les prescriben , mientras que el hipocondriaco es esclavo de las prescripciones de su médico. »Se ha lomado algunas veces el primer ata- que de histerismo por una afección aguda del cerebro, como una encefalitis ó un reblande- cimiento, por ejemplo. Sin embargo, las con- vulsiones, que tienen el carácter clónico en am- bos casos, no son casi nunca tan generales co- mo en el histerismo. Por otra parte, aun su- poniendo que no suministren algún dato los síntomas precursores del ataque, fácilmente se reconocerá la naturaleza de este, esperando á que concluya , pues no puede ser largo en esla afección. Es mas difícil el diagnóstico cuando el alaque es epilepliforme; y ya hemos indicado los signos que sirven en este caso para distin- guirlo (art. Epilepsia). «Algunos autores han confundido la ninfo- manía con el histerismo, aunque no tienen en- tre sí mucha semejanza; pues en la primera no hay convulsiones , á no ser en el momento del orgasmo venéreo, cualquiera que sea su causa, y aun entonces no tienen analogía ninguna con las convulsiones históricas. «Enlre los accidentes locales que provoca TOMO VII. el histerismo, y que podrian simular otra cual quíer enfermedad, citaremos la conlraclura es- pasmódica de los miembros. Georget dice habei vislo una retracción mediana del muslo , que fue tratada por uno de los mejores cirujanos de Paris como una lujación espontánea del fé- mur, aplicando doce moxasque no produjeron ningún alivio. Se verificó la curación por la eslension, y despies se reprodujo el mal, y fue combatido del mismo modo y con igual resul- tado. Hubo ocasión de abrir el cadáver de la enferma , y se enconlró completamente sana la articulación coxo-femoral. La conlraclura del esterno masloideo, ó de los músculos del cuello, podria inducirnos á error; sucediendo lo mis- mo con las parálisis pasageras de lodo un miem- bro, ó bien de los músculos de la laringe, de los párpados , etc. En los casos de esta especie es preciso tener en cuenla sobre todo los signos conmemorativos. El solo hecho del alaque his- tórico es bastante para ilustrar el diagnostico, ó al menos para ponernos sobre aviso. «En la calalepsia es tónico el espasmo , de modo que no es posible confundirla con el his- terismo. Estas dos neurosis eslan á veces re- unidas , y algunas enfermas se afecten de cala- lepsia al concluirse el alaque. »El histerismo puede simularse, especial- mente en su forma mas ligera. Todos los dias se observan mujeres, que se quejan de opresión en el pecho, de sofocación, de hinchazón de vien- tre y quebrantamiento de los miembros. Estos ligeros accesos vaporosos ó de histerismo pue- den imitarse fácilmente, sin que haya datos ca- paces de ilustrar al médico sobre su verdadera naturaleza, á no ser el conocimiento mas ó me- nos perfecto de los motivos que tienen las mu- jeres para simularlos. Los ataques de histeris- mo pueden imitarse con mas facilidad aun que los de la epilepsia. En esle caso las enfermas, á pesar de la violencia aparente y el desorden de los movimienlos convulsivos , cuidan mucho de no maltratarse , como sucede en los verda- deros accesos histéricos ; la tumefacción gaseo- sa de los intestinos y la tensión del epigastrio no podrian tampoco simularse. Hoffmann pro- cura lambien diferenciar el histerismo del sín- cope y de la hemorragia (loe. cit., p. 52); pero creemos inútil insistir sobre esle punto. «Prohóstico. — El histerismo , dice Hoff- mann , aunque terrible en apariencia, no ofre- ce ningún peligro , con lal que se le trate á liempo por un régimen conveniente, y no sea demasiado débil ó delicada la constitución de la enferma (loe. cit., p. 55). Esla proposición, aunque exacta, necesita alguna esplicacion. El histerismo reciente no es una enfermedad gra- ve , aunque sin embargo ocasiona varios pade- cimientos, que hacen mas penosa la existencia de las enfermas. Para establecer un pronóstico preciso , es necesario examinar si los paroxis- mos son violentos , si se repiten con frecuencia y dejan en pos de sí desórdenes en los órganos de las sensaciones y del movimiento. En este 48 138 nn. HISTERISMO. caso la enfermedad es grave, y lo es igualmente también cuando persisten las causas que la han provocado , y con especialidad cuando hay al- guna complicación. La naturaleza y el asiento de estas complicaciones pueden aclarar mucho el pronóstico: la epilepsia hace casi siempre mortal la afección histórica: lambien se au- mente su gravedad cuando ha sido ineficaz su Iralamienlo. «Causas.—Hoffmann admite eausas próxi- mas y causas materiales: las primeras se re- fieren á la naturaleza del histerismo , y las se- gundas son las únicas de que debemos ocupar- nos, pues pertenecen en realidad á la etiología (loe. cil., p. 52). Louyer-Villermay examina sucesivamente las causas físicas y las morales; pero nosotros seguiremos nuestro orden habi- tual, teniendo buen cuidado de indicar el modo como obra cada uno de los modificadores. »E1 histerismo es propio de la mujer, y aunque se ha dicho lo contrario, es porque se han confundido con él otros fenómenos ner- viosos algo semejantes. No basta que un indi- viduo esperimenle esos desórdenes nerviosos que se han llamado vapores, para creerlo afee- lado de histerismo , pues es preciso que pre- sente el conjunto de sínlomas característicos que dejamos eslablecido. Georgel dice, que es- ta enfermedad es casi esclusiva del sexo feme- nino , pero que también se la encuentra en el hombre (ob. cit., p. 162). Calificando este au- tor el mal de una neurosis del cerebro , le im- portaba no hacer esla concesión á la opinión general, que quiere que el histerismo perte- nezca esclusivamenle á la mujer. Trolter dice haber visto algunos marineros que padecían ataques, caracterizados, por la sensación del glo- bo histérico, las risas, los lloros sin motivo , y por las convulsiones, ele. (en Copland, loe. cil., p. 280). Serian necesarias observaciones mas precisas, para poner fuera de duda una opinión que cuenla hoy muy pocos partidarios. Conolly y Walson admiten el histerismo en el hombre (Conolly, art. hysteria, The cyclopedia of practical medicine, p. 557, t. II). «No se hacen histéricas las mujeres hasla que se desarrolla el sistema genital, y goza de la plenitud de sus funciones; siendo única- mente desde que se establece la primera mens- truación hasta la edad crítica, cuando se ob- serva el histerismo. A veces se presentan con- vulsiones históricas después de la edad crítica en mujeres afectadas de cáncer; pero entonces él histerismo, ó mas bien los fenómenos ner- viosos hisleríformes, dependen de la lesión or- gánica del útero. Georget presente en un es- tado la edad de veintidós enfermas; pero es demasiado corto este número para estudiar la influencia de las edades. Las solteronas que conservar; rigurosamente su virginidad, se ha- llan aun mas espueslas que las demás á pa- decer el histerismo, no lanío á causa de su continencia forzada, como por los disgustes de toda e-pecie que les causa la posición escep- cional que lienen en la sociedad. La pubertad es la époea en que con mas frecuencia se pré- senla el histerismo , á causa de la escitacion de los órganos genitales y de la actividad de que empiezan á gozar: también suele mani- festarse en la edad crítica (Louyer-Villermay, p. 42). Los antiguos, y entre otros Galeno, dicen que el histerismo puede atacar á las mu- jeres que han dejado de menslruar y de ser aplas para la concepción y para los placeres venéreos. «Conscnliunl praícipue, viduis quse «ulero purgari, parere, concubiluque gaudere «desierunl, hyslericam passioneni evenire les- «latur» (apud Hoffmann, loe. cit.). Pero es casi seguro que los antiguos confundían en teles casos con el histerismo alguna olra afección nerviosa. »A1 tratar de la hipocondria veremos que autores recomendables han sostenido, que el sexo hace de una misma afección un histeris- mo ó una hipocondria: «Si tersan admitiere- »lur quaedam dífferenlia, ea solummodo sexura «respicil, adeo ut passio hipochondriaca ad «nobiliorem, hysterica ad raolliorem reslrin- »galur.» Pero también demostraremos que se- mejante idea carece de fundamento , y que es- las dos afecciones son completamente distintas. «Según Georget «la mayor parte de las en- fermas lienen parientes epilépticos , hisléricos, enagenados , sordos , ciegos é hipocondriacos; y han presentado desde su mas tierna edad disposición á las afecciones convulsivas, un carácter melancólico, colérico, arrebatado, sus- ceptible é impaciente; y algunas han padecido ataques calalépticos, jaquecas, constricción de garganta y sofocaciones.» Esloes cuanto po- demos decir respecto de la predisposición con- génita, y de la trasmisión por herencia. »Laconstitución y el temperamento ejercen también una influencia considerable, que ha sido perfeclamenle apreciada por Galeno, Fo- resto y Hoffmann. Es de notar, dice este úlli- mo medico, que no lodas las edades ni tempe- ramentos se hallan igualmente dispuestos á contraer el histerismo. Enlre las mujeres que eslan mas espuestas á él, se encuentran las de una constitución sensible y delicada , que aun no lienen la menstruación; las doncellas nubi- les ó las lodavia impúberes ; las casadas que son pletóricas y de un temperamento en que abunda el tejido celular; las que no han tenido hijos y pasan una vida sedentaria, y las deli- cadas é impresionables. Segun Forestes, las mujeres de constitución varonil (mulieres viro- sa) , que se han privado mucho liempo de los placeres del amor, las doncellas , las que de- sean ardientemente elcoilo, lasque observan un régimen suculento y usan escitantes de te- da especie , contraen el histerismo mas fácil- mente que las demás. Areleo dice, que la cons- titución que predispone mas á padecerlo, esla de aquellas jóvenes que lienen un sistema ner- vioso muy sensible, poco resistente, y que son propensas á las afecciones del alma. Presenta en oposición con estas las mujeres ordinarias, robustas, dotadas de mucha fuerza de alma y entregadas á trabajos continuos, á las que con- sidera muy poco susceptibles de afectarse. Hoffmann considera lambien como una pre- disposición el temperamento bilioso y sanguí- neo, y lo mismo opina sin duda alguna Viller- may , al colocar el predominio del sistema he- pático entre las predisposiciones de la afección histórica. Esla influencia de los temperamen- tos es por lo menos dudosa en ciertos casos; pues se observa el histerismo en aldeanas de temperamento sanguíneo, y de constitución en- teramente opuesta á la de las mujeres que ha- bitan las grandes poblaciones. «Esta enfermedad puede ser provocada por la viste de un ataque histérico, aunque esla causa no es lan común como en la epilepsia; siendo preciso admitir en los casos de esla es- pecie, que existía una predisposición marcada, y que el presenciar los movimienlos convulsi- vos es una simple causa determinante. «El histerismo es mucho mas común en los paises cálidos, pues la higiene ha demostrado la influencia que eslos lienen en el desarrollo de la constitución nerviosa. La hipocondria es por el contrario mas rara en estos climas. Las estaciones calientes obran también del mismo modo. Es preciso tener en cuenta, al apreciar la acción de los climas, las influencias com- plejas que lienen las costumbres, la religión y las formas de gobierno. «El histerismo, dice con razón Dubois, recibe una influencia menos marcada y directa de tal ó cual forma de go- bierno, que la hipocondría; y por el contrario le favorece mucho el desorden doméstico; pues cuanlo mayor sea este último, mayor será tam- bién el número de las mujeres históricas» (ob. cil., p. 42, 43). «Se desarrolla el histerismo con un régi- men alimenticio habilualmenle compuesto de sustancias Iónicas y escilanles, de bebidas vi- nosas y alcohólicas, de café y té, de condi- mentos diversos', cuando al mismo tiempo se pasa una vida sedentaria y el ejercicio muscu- lar no consume una parte de los alimentos que se han tomado; pues tales influencias obran entonces como causas predisponentes. Los ali- mentos reputados por afrodisiacos, y que la mayor parte consisten en sustancias estimulan- tes, producen á veces accesos histéricos en las mujeres ya predispuestas, y deben colocarse enlre las causas determinantes. No se eslrañe ver figurar sucesivamente unas mismas causas enlre las llamadas predisponentes y las deter- minantes; pues la intensidad y eftiempo que dura la acción de los modificadores, bastan para darles una energía variable, y producir efectos igualmente diversos. »Las afecciones morales son enlre todas las causas , las que con mas frecuencia producen la enfermedad. De nueve casos referidos por Georget, y tomados de la obra de Louyer-Vi- llermay, pareció causado el histerismo dos ve- DEL HISTERISMO. 130 ees por el miedo, otras dos por la supresión de la regla, un número igual por el amor con- trariado, una por afecciones vivas del alma, otra por un enfriamiento, y la restante por ju- gar al columpio. En los demás casos, que for- man con los precedentes un tolal de veintidós, se ha notado que trece veces sucedió á sustos, habiendo enlre ellos seis casos de supresión de las reglas; siete á disgustos viólenlos, en los que se suprimió una vez la menstruación , y otra á una contrariedad viva. Debe conside- rarse como causa predisponente del histerismo todo cuanto pueda escitar vivamente el sistema nervioso , particularmente el de los órganos genitales. Enlre las causas del primer orden, se encuentran las emociones morales prolon- gadas, la música, los espectáculos que despier- tan sensaciones vivas, la tristeza, la lectura de novelas y de otros libros en donde aparecen con colores animados las sensaciones y, las pa- siones mas tiernas. Entre las que obran sobre la inervación general, debemos referir las que impresionan los órganos de los sentidos, los olores penetrantes de las flores, del almizcle, del castóreo, las diversas esencias y olores fé- lidos , la viste de un objeto que se ama , ó se detesta, la sorpresa y el sobresalto que produ- ce un ruido imprevisto. «Ya hemos dicho que las causas que lienen mas influencia en el desarrollo del histerismo ó de sus alaques, son las modificaciones que sobrevienen en la inervación genital. No todos los autores se hallan de acuerdo sobre este pun- to; pues mientras que unos creen con Sauva- ges, Louyer-Villermay, etc., que la escitacion venérea es útil para que desaparezca el mal, y que la continencia es su causa mas común"; otros por el contrario dicen, que dicha escila- cion está ya muy desarrollada, y liene dema- siada tendencia á manifestarse, para que no se trate di moderarla por lodos los medios po- sibles. Esta última opinión es la que á nuestro parecer puede admitirse; pues vemos en efec- lo, que se consideran como causas del histeris- mo todas las que obran primitiva ó simpática- mente sobre las funciones genitales, en cuyo caso se hallan la masturbación, los escesos ve- néreos, las pinturas lascivas, el placer que es- perimenta una mujer á la vista del hombre que ama, las miradas, el canto y la voz de un ser querido. «¿Quién ignora, dice Louyer-Vi- llermay, las emociones que provoca el contac- to de una mano , el arrobamiento que inspira muchas veces un beso dado con ternura?» Por un mecanismo análogo obran también las di- versas circunstancias de la vida, los paseos pú- blicos, los espectáculos, los bailes, los concier- tos, las reuniones numerosas, la vista de obje- tos relativos al lujo y á las artes, que son otros laníos manantiales fecundos, de ilusiones, y lanío mas peligrosos cuanlo mas seductores» (ob. cit., p. 45). Esle cuadro exacto por demás présenla efectivamente las principales causas del histerismo, y no se comprende cómo des- \i0 DEL HISTERISMO. p^es de esto Louy«:r-Viilermay, y los que si- guen su opinión, soslienen lodavia que el es- .i mulo de los órganos genitales es el mejor me- dio para curar el mal. Ya diremos luego los preceptos que de aquí deben deducirse para el tratamiento higiénico de esta afección. • Han indicado lambien los autores otras .ansas, como son: las inclinaciones secretas; el deseo de un enlace rolo ó imposible; el aban- dono después de un amor vivo; las separacio- ies demasiado largas y frecuentes, y los pesa- es domésticos que hieren el corazón y el amor propio de una mujer sensible (Louyer-Viller- may). Por último, los celos, los ultrajes hechos al pudor, una viudez prematura y la conti- nencia, se consideran como causas que produ- cen á menudo el histerismo. Los hechos invo- cados en favor de este doclrina merecen cier- tamente tomarse en consideración. Es evidente para todo el que conoce las leyes de la fisiolo- togia, que una joven robusta y de conslilucion nerviosa , que emplea una parle de su tiempo cebándose en ideas y pinturas voluptuosas ó sentimentales , debe llevar al fin su inervación genital á un grado estremado, que no podrá menos de tener por término una enfermedad, ó los placeres venéreos solitarios. Li satisfacción de los deseos puede ser en algunos casos favo- rable ; pero las mas de las veces no hará mas que aumentar la intensidad del histerismo. Se encuentran enlre las históricas mujeres ca- sadas y prostitutas, de donde se ha inferido que no es ía continencia la que provoca la enferme- dad , sino mas bien los goces repelidos con de- masiada frecuencia ; pero esla conclusión no es rigurosa , al menos respecto de las casadas, en las que no siempre sQn satisfechos los deseos venéreos. Obsérvase también el histerismo en ¡as viudas y religiosas. Cuando en eslas apare- ce espontáneamente, la, continencia tiene sin duda cierla parle en su desarrollo ; pero ade- mas intervienen lambien otras causas, tales como el ayuno, las oraciones, las meditaciones continuas* sobre objetos tristes y severos , la ociosidad y las penas morales de toda especie anejas á la reclusión. Es evidente , segun lo que acabamos de decir , que las emociones morales vivas y tristes, asi como las pasiones que esci- tan fuertemente el sistema nervioso , especial- úk ate la inervación genital , deben conside- -:i!se como la causa mas frecuente del his- terismo. •El desorden de las funciones del útero pue- de acarrear afecciones histéricas. «A esle orden i causas, dice Louyer-Villermay, se refieren i. Urdanza, la supresión, la retención , las anomalías y la cesación espontánea ó acciden- lal . laiáia'ó prematura de las reglas; las me- .lorragias esténicas ó atónicas, el trastorno , la a:ri > <üy e-lremada abundancia de los flujos leu- coré;cos , las blenorragias venéreas ó de cual- quier otra naturaleza, que pueden propagarse, aunque no es común, á la vejiga y el útero , y a-::-) ui^ib':: i I.: retención 'i Micór e^permáü"- co, que es , al parecer, muy abundante en al- gunas mugeres» (loe. cil , p. 3i). Tal es , en resumen , la opinión de la mayor parle de los autores sobre los Iraslornos "funcionales del útero , considerados como causa del histeris- mo. Pero cuando se examina atentamente el valor de los hechos en que se funda esla creen- cia , no pueden menos de quedar algunas du- das. Así es, que los desórdenes menstruales pueden ser muy bien causas determinantes de esta afección segun la opinión general; pero muchas veces dependen de un estado morboso de la matriz producido por el histerismo. Una supresión repentina de las reglas es una cau- sa determinante, que supone ya una notable predisposición. Los flujos sanguíneos y mu- oesos , ya blenorrágicos , ó ya de olra na- turaleza , que tanto se supone influir en la producción de esla enfermedad, son también rara vez causas determinantes; pues dependen por lo común de una afección del útero que complica al histerismo. Lo que acabamos de decir se aplica lambien exactamente al flujo lo- quíal. En cuanto á la retención del licor esper- málico de que habla Louyer-Villermay, es uno de los errores que se ven con disguste reprodu- cidos en una obra lan moderna como la de esle médico; pues semejante licor no es olra cosa que el moco segregado por la vagina. El em- barazo muy rara vez provoca las convulsiones históricas, las cuales entonces son por punto general una verdadera complicación. » Causas de los accesos.—Todo lo que impre- siona viva y súbitamente el sistema nervioso, puede ocasionar los ataques histéricos. Las con* trariedades, el miedo, el temor, los escesos venéreos, una noticia triste , un ruido inespe- rado , los olores fuertes, la esposicion á un ca- lor intenso ó un frió fuerte , un alimento pesado ó desagradable, una indigestión, la fatiga de una vigilia ó de una larga carre- ra , etc., ele., son otras lanías causas capaces de producirlos. Pudiéramos volver á repetir uno por uno los agentes que-hemos estudiado, pues todos ellos obran como causas -ocasionales de los accesos. «Tratamiento.— Tratamiento higiénico del histerismo.—Estriba completamente en el cono- cimiento profundo de las causas del mal. Todo el tratamiento preservativo se reasume en la siguiente frase : alejar las causas que puedan escilar la inervación del cerebro y los deseos venéreos. Para esto conviene sustraer á la vista de las enfermas cuanlo pueda obrar sobre sus sentidos; separarlas de los lugares donde es- tan espuestas á oír conversaciones galantes y á recibir los obsequios de los hombres que les agradan , evilar la música , los espectáculos J la lectura de libros que impresionen el .alma. «Si las jóvenes leen novelas á los diez años, dice Tissot, padecerán de vapores á los veinte.» Es preciso recordar que las mujeres predis- puestas al histerismo , ó que han padeció^» ya sus alaques, buscan continuamente las sensa- DEL UISTEMSMO. 141 cíones é ideas capaces de conservarles la dispo- i sicion que lienen á las delicias sensuales, que es uno de los caracteres de la enfermedad. Para prevenir el desarrollo de esla , guardémo- nos de dar á las jóvenes una educación, que no solo concurra á sostener , sino que también desarrolle del modo mas cierto la disposición moral que nos ocupa, impresionando demasiado su corazón v muy poco ó nada su inteligencia. Recuérdense sin cesar estas palabras de un escritor : que el grande asunto de las mujeres es el amar, y que se les enseña demasiado tem- prano á no saber olra cosa , exhortándolas á que solo estudien el arte de agradar; de don- de infieren que deben correr en pos de todas las sensaciones que pueden aumentar la pode- rosa seducción que ejercen sobre el hombre. Conviene no perder nunca de vista el objeto á que se halla destinado el bello sexo. Sin en- trar aqui en una cuestión filosófica pertene- ciente á la educación de las mujeres , y que solo podrán resolver con acierto los médicos y de ningún modo otros sugelos que desconozcan enteramente la constitución física del hombre, solo diremos que si la educación de la mujer debe acercarse á la del hombre, es sin duda en los casos en que la trasmisión hereditaria ó la constitución de los parientes ó de la joven, ha- cen temer el desarrollo del histerismo. En cir- cunstancias de esta especie conviene prescribir la equitación , la gimnasia , los paseos repeti- dos , los baños frios y el estudio de las ciencias naturales, de las matemáticas , de las lenguas vivas ó muertas , etc. Georgel establece perfec- tamente las reglas que deben servir al médico de guia. «Prescribir ejercicios musculares dia- rios , y llevados muchas veces hasla la fatiga, trabajos mecánicos, el estudio de las ciencias naturales y las ocupaciones continuas de es- píritu ; evilar lodo cuanto exalta la imagina- ción , escita las pasiones y llena la cabeza de ilusiones y quimeras; no permitir que se acueste la joven sino»xuando el sueño es inminente; procurar que se levante al momento de disper- tarse , para impedir los desvarios peligrosos de la imaginación , y evilar el onanismo; aconse- jar el uso habitual de alimentes no estimulan- tes y del agua casi pura , la abstinencia de bebidas escilanles, tales como el café, el lé y los licores espirituosos , y ordenar los baños ligeramente tibios en invierno , y frios en ve- rano : tales son los medios mas eficaces en los casos de esla especie» (art. cit., p. 482). «La retención del semen se consideraba por Galeno como la causa principal del histerismo; opinión que, adoptada por la mayor parle de los autores que han escrilo sobre esla enferme- dad , les indujo á prescribir los placeres del amor. Ya hemos dicho la práctica que se habia propuesto para terminar los accesos histéricos, y hemos rebatido la opinión de los que sostienen que el coito es el mejor remedio contra esla en- fermedad : añadiremos ahora, que hasla seria peligroso llegase á oidos de las enfermas seme- jante opinión. Nada debe omitirse para calmar el eslado neuroslénico general y la escitacion de tes órganos genitales. Para esto convie- ne redoblar los cuidados; prescribir baños de agua fria ó templada, repelidos con frecuencia, prolongándolos por muchas horas, y añadién- doles la administración de lavativas frias, é in- sistir en fin en los preceptos higiénicos que dejamos trazados. Todos los dias estamos oyen- do á los médicos recomendar el casamiento á los padres de las jóvenes históricas, consejo que dala ya desde una época muy remota. Galeno, 3ue atribuía el mal á la retención del semen y e los menstruos, «ob retenta menstrua vel po- «tius semen cohibitum» añade «perinde ip- »sumexcerni oportet, praesertim si naturaliter «multo semine exuberat mulier.» No debe el profesor hablar de matrimonio sino con mucha reserva , y cuando tenga certidumbre de que un amor contrariado y una fuerte inclinación son las causas del histerismo ; pues ya se deja conocer, que en semejantes circunstancias debe el casamiento producir la curación , haciendo cesar la viva emoción moral de que se hallaba afectada la enferma , y satisfaciendo los de- seos suscitados por la pasión. «El régimen alimenticio de las histéricas ha ocupado á gran número de médicos. En ge- neral prescriben una alimentación suave y de fácil digestión, compuesta de leches , legum- bres y carnes blancas. Pomme "es el que mas insiste en esla especie de sustancias, que son útiles en efeclo en la mayoría de los casos, pero que no pueden convenir cuando existe una gastralgia, loque no es del lodo raro. Añadiremos también, que la mayor parle de las mujeres tienen mucha disposición á comer poco, prefiriendo especialmente la leche y las sustancias vegetales, que no pueden nutrirlas suficientemente , y cayendo asi en una debili- dad, que aumenta la neurostenia é impide la acción favorable del tratamiento farmacéutico. Conviene, pues, que el médico procure no se cometan estos errores del régimen, y sobre to- do, que no consienta la abstinencia, á menos que haya indicaciones especiales. » Tratamiento de los accesos. —Cuando las enfermas no presentan todavía mas que los fe- nómenos precursores del ataque, como la tris- teza, la cefalalgia, la inquietud, los dolores vagos en los miembros , la disnea , las palpita- ciones , los lloros y la agitación , aun puede el médico , si ha llegado á tiempo , prevenir el acceso removiendo sus causas y procurando distraer á las pacientes con algún enlreteni- mienUvagradable , ó por medio del ejercicio. Pero si existen ya dolores en los miembros, y se teme la invasión del acceso, es preciso no esponer á la histérica á que sea atacada fuera del lugar que habita. Algunos médicos acon- sejan los revulsivos á las eslremidades inferio- res ; pero el dolor que escitan favorece mas bien que retarda la invasión del acceso. Se han indicado gran número de medios terapéuticos Mi para hacer abortar el mal. Los anligaos esta- ban convencidos de que convenia abreviar su duración por lodos los remedios posibles, para lo cual han propuesto una mullilud de medi- camentos y de práclicas diversas. Aelio quiere 3ue se aproximen á las narices sustancias féli- as, tales como el gálbano, á fin de que la ma- triz se aleje de los olores que le son desagrada- bles; y otros muchos autores, sin admitir la teoría de las dislocaciones del útero , aconse- jan que se haiía á las enfermas respirar olo- res penetrantes y félidos. Los que suelen em- plearse con mas frecuencia son el almizcle , el éter, el amoniaco y sus sales, el agua de Co- lonia , de melisa, él humo de las. plumas y el de asía de ciervo y cerda quemadas. Antigua- mente se colocaba en el orificio vulvar , é aun en la vagina , varios linimentos , olores suaves y sustancias que se suponía eran agradables al útero. Nosotros creemos, que si los remedios empleados en fricciones é inyecciones en la va- f;ina han terminado algunas veces, al parecer, os alaques, no ha sido en virtud de sus propie- dades químicas, sino mas bien por la causa que indica Galeno: «quibus adhibilis, parlim ob ipsorum calorem, partimeliam, quod inler curandum manibus Iraclarenlur parles mulie- bres, oborta litillalione cuín labore el volup- lale veluli percoilum, excrevit crassum pluri- mumque semen alque ila a. molestia libérala est mulier» (De loe. affect., lib. VI, cap. 5, p. 420, t. VIH, ed. de Kuhn, en 8.°, Lip. 1824.) Foresto hizo terminar un paroxismo friccionan- do la vulva con el aceite de lirio , de almizcle v de azafrán. Galeno y Avicena aconsejaban la titilación del cuello "del útero y aun del clí— loris; pero es inútil decir que semejantes ma- niobras deben proscribirse por lodos motivos. Senerto las desechaba , menos tal vez por es- tar convencido de su inutilidad, que porque eran contrarías á la moral: «Friclío isla á chrisliano medico suadenda non videlur.» En estes últimos tiempos se ha querido poner en aso el amasamiento para curar las afecciones espasmódicas del cuello de la vejiga. Los pol- vos estornutatorios, las embrocaciones aromá- ticas y narcóticas sobre el hipogastrio , ó en la región del estómago, no tienen tampoco mas eficacia que los demás remedios. También se ha propuesto aplicar en el epigastrio compre- sas empapadas en oxicralo (Riverjo), hacer in- yecciones de láudano en la vagina (Bíchalj, y propinar lavativas de asafélida y de agua de nieve. Ya hemos dicho que hasla se ha llegado á emplear maniobras vergonzosas, para escitar el flujo del moco vaginal y las sensaciones propias para terminar el acceso. El mejor me- dio es la aplicación de agua fria ó de hielo ma- chacado á la cabeza ; lavar frecuentemente la cara con agua fria ligeramente avinagrada, y cubrir las estremidades inferiores, que suelen estar muy frías, con paños calientes ú otros cuerpos capaces de llamar el calor. Cuando los accesos son intensos y muy largos, \\ disnea DEL B1STRKI9MO. estremada y la respiración cada vez mas difí- cil, no debe temerse hacer una sangría. Geor- get quiere que se la practique en el cuello , y dice que produce á veces efectos ¡nstanláneos. En los casos de esta especie es cuando las as- persiones de agua fria en la cara pueden ser de mas utilidad, irritando también al mismo tiempo la piel de los miembros con fricciones estimulantes y sinapismos; aunque en algunas enfermas el dolor que provocan eslos agentes terapéuticos sirve solo para reproducir los ac- cesos, ó para hacerlos mas intensos. No se crea, con la mayor parte de los autores antiguos, que la indicación primera y principal que de- be satisfacerse es la de volver á las histéricas el uso de la razón , .para lo cual presentaban un número considerable de remedios , siendo especialmente los árabes los que ofrecen mas deplorables ejemplos de este género. La con- ducta mas prudente, la que adoptan la mayor parte de los médicos, consiste en prevenir las congestiones demasiado fuertes que pueden formarse en los principales órganos, á beneficio de los medios comunes. Si los ataques históri- cos adquieren la forma sincopal, y la respira- ción y circulación se debilitan hasta el punto de hacernos temer una muerte próxima , pue- de recurrirse á los estimulantes deque hemos hablado , haciendo inspirar algunos vapores aromáticos y penetrantes , é irritando fuerte- mente la piel de los miembros por los diversos medios conocidos. Las afusiones frias se ha- llan también indicadas á nuestro parecer en este caso , como susceptibles que son de modi- ficar saludablemente la inervación , próxima á apagarse. Las hemos visto producir muy bue- nos efectos en una joven , cuyos accesos pro- longados inspiraban mucha inquietud. Las la- vativas frias , ó cargadas de principios esti- mulantes ó difusivos que contengan sustancias antiespasmódicas, son también muy útiles en los accesos histéricos intensos. *> «Los movimienlos convulsivos de que se halla agitado todo el cuerpo durante los ata- ques , exigen también cierlas precauciones. Se empieza por quilar ó aflojar los vestidos de las enfermas, y se las acuesta en una camaóen un colchón estendido en el suelo. Esta última po- sición es la mejor que se les puede dar, cuando no hay un número de personas suficiente para sujetarlas. Acostada ya la histérica , nos de- bemos limitar á seguir sus movimientos. «De- berá una persona apoyar su mano en el hom- bro, y coger con la olra la muñeca , haciendo lo mismo otro sugelo en el lado opuesto, y otros dos contendrán la pelvis y los muslos, tirando por ambos lados de las ropas que cu- bren eslas partes. Si la enferma es fuerte, son precisas todavía una ó dos personas mas para sujetar las piernas, y otra para la cabeza. Para que los movimienlos se bagan con la ma- yor facilidad posible, se deja en libertad los miembros y 'se les sigue, teniéndolos cogido*, é impidiendo solamente que las mi nos liren de DEL H1STEM6JI0. 143 los cabellos, se inlroduzcan en la boca ó cojan cualquier olra parle» (Georget., arl. cit., pá- gina 183). Cuando no puede encontrarse un número suficiente de personas para sujetar á la enferma, debe recurrirse á la camisola de fuer- za que se emplea en los hospitales consagrados al tratamiento del histerismo. No se olvidará recomendar el silencio alrededor de las en- fermas , y que no se pronuncie ninguna pala- bra que pueda ofenderlas ó darles algún senti- miento ^pues muchas conservan lodos sus sen- tidos. » Tratamiento farmacéutico.—La parle mas esencial del tratamiento del histerismo la cons- tituye el conjunto de reglas higiénicas que de- jamos espueslas, pues confesamos de buen grado, que los recursos de la higiene, los me- dios morales y una educación basada en los principios que hemos Irazado, son muchas ve- ces mas útiles que todos los medicamentos. Sin embargo, creemosque por sí solos serian insufi- cientes para obtener la curación. Georget, que considera el histerismo como una neurosis ce- rebral , opina de olro modo ; pero no pueden adoptar semejante opinión los que califican el mal de una neurosis de los órganos genitales. «No hay ninguna indicación especial que deba preceder á las demás; y así, una vez ave- riguado que el histerismo no se halla compli- cado con alguna afección visceral, se procura- rá combatirlo con los remedios que se hallan acreditados contra las afecciones nerviosas. Los anti-espasmódicos han ocupado en todos tiem- pos un lugar importante en el tratamiento del histerismo. Entre ellos citaremos el éler y su jarabe, el almizcle, el castóreo, la asafélida, el gálvano , el succino, su tintura y su jarabe, y la goma amoniaco. Héaquí algunas de las fór- mulas mas usadas : infusión de flores de tila, o onzas; jarabe de culantrillo , 2 onzas; agua de flores de naranjo, 3 dracmas; éler sulfúrico y vino de opio compuesto , 16 golas; alcohol ttesuccino y dé castóreo, logólas.—Tintura de vulneraria y corteza de naranja, áá. 1/2 on- za; castóreo , 2 dracmas; éter sulfúrico , 1/2 dracma : una cucharada de las de café durante los accesos.—Mirra y gálbano áá. dracma y media; castóreo , 12 granos ; bálsamo del Pe- rú, c. s. Háganse 12 pildoras, para temar 3 todas las tardes (Sydenham ). —Asafétida , 2 dracmas; castóreo y raiz de brionia, áá. una dracma ; simiente de ruda , 20 granos; aza- frán , 1/2 dracma ; láudano , 8 gotas. Se dará una dracma cada vez (Rivero).—Castóreo, una dracma; succino , 1/2 dracma; estrado de ruda, c. s. para 30 pildoras Se lomarán tres al dia. En los formularios se encontrará la composición de gran número de pildoras, pol- vos y pociones anti-histéricas. «Ademas de las sustancias que acabamos de enumerar, hay otras á quienes se atribuye alguna vírlud en el tratamiento del histeris- mo : tales son las gomas, el sagapeno , el opo- pónaco, el bedelio, la mirra, que se usan poco en la actualidad; el azafrán , la lila, la vale- riana, la malricaria, la manzanilla, la menta, la melisa , cuyas infusiones entran en la com- posición de la mayor parte de las pociones lla- madas anti-histéricas; las hojas de naranjo, la corteja del fruto de este árbol , el agua de cerezas negras, que se ha reemplazado por el agua de laurel real, los bálsamos del Perú y de Tolú, el ácido nítrico alcoholizado, y el sub- carbonalo de amoniaco. El modo mas común de introducir en la economía las sustancias fé- tidas ó muy odoríferas, es prescribiéndolas en lavativas: puede unirse el alcanfor á la asafé- lida , ó bien al láudano, ó á una infusión de manzanilla , de valeriana y de malricaria. Se ha alabado también el subnilralo de bismuto, el óxido de zinc , y el sulfato de cobre amo- niacal. «Los anli-espasmódicos no se usan ya con lanía frecuencia como antiguamente , porque se ha reconocido que eslan lejos de ejercer siempre una acción saludable sobre el sistema nervioso. Causan muy á munudo una escita- cion que aumenta los desórdenes nerviosos, siendo preciso entonces abandonarlos. El es- tómago no se acostumbra á ellos tampoco si- no muy difícilmente , y casi siempre tenemos que suspender su administración por interva- los , ó asociarles sustancias narcóticas. Hemos tenido ocasión de observar en gran número de enfermas los efectos de los anli-espasmódicos mas usados , y no hemos podido reconocer en ellos una eficacia evidente contra el histeris- mo; por lo cual no podemos menos de perma- necer perplejos sobre este punte. En los casos en que los anli-espasmódicos han producido buenos efeclos, se han administrado al mismo liempo los narcóticos, los ferruginosos y los tónicos, lo que hace muy dudosa la eficacia de la medicación anti-espasmódica. Sidenham acostumbraba á sangrar, purgar y prescribir en seguida los ferruginosos y los anti-histé- ricos. «Después de los medicamentos de que aca- bamos de hablar , los que gozan de mas voga son los narcóticos y los corroborantes. Ya he- mos hablado del agua destilada de laurel real, que deberá darse á la dosis de 20 golas á una dracma , para esplorar la susceptibilidad de la enferma. El estrado gomoso de opio , el láu- dano de Sidenham, la triaca de Venecia, el beleño , la lechuga virosa y el cocimiento de cabezas de adormideras, se han combinado de diversos modos con las demás sustancias, prin- cipalmente con los anli-espasmódicos y con los tónicos , administrándolos en lavativa ó en po- ción : convienen especialmente cuando se ma- nifiesten dolores agudos en el abdomen, y son muy fuertes las convulsiones. Creemos que no hay mejor remedio contra el histerismo, que las preparaciones opiadas unidas á los tónicos, y especialmente á Jos ferruginosos. Míentra§ duran los ataques violentos marcados por con- vulsiones desordenadas, es útil prescribir al- 144 DEL UimiilSMO. gunos narcóticos , ya en forma de lavativa , 6 ja en una poción que contenga opio ó agua destilada de laurel real , administrada á dosis corlas. Sin duda que no conviene dar grandes cantidades; pero también creemos que se ha temido demasiado el uso de los narcóticos en el Iratamiento del histerismo. «Las sustancias que componen las medica- ciones tónicas son, segun J. Frank, alas tin- turas estomáquicas de Whyll y de Hoffmann (eslractode ajenjos , de cardo santo y de gen- ciana, áá. una onza; cortezas de naranja ama- rilla y amarga, áá. 4 onzas: háganse digerir en vino de Hungría 2 libras; tintura de cor- teza de naranja rectificada, 2 onzas); el hierro y sus preparaciones, como el carbonato y la tintura marcial, la de Besluchet ( hidroclorato de hierro y ácido sulfúrico), la tintura de hierro acética etérea de Klaprolh , el vino ca- libeado de Fuller , y sobre todo las aguas ca- libeadas» (loe. cit. , p. 447). Es visto, pues, que las preparaciones ferruginosas se han ad- ministrado en casi todas las formas. La prefe- rida por Sydenham consistía en pildoras he- chas con las limaduras de hierro y el estrado de ajenjos (16 granos de hierro por dia). También elogiaba mucho la preparación si- guiente : conserva de ajenjo romano y corteza de naranja , áá. una onza ; angélica confitada, nuez moscada y triaca de Andrómaca , áá. 1/2 dracma ; genjíbre confitado, 2 dracmas ; ja- rabe de cortezas de naranja, c. s. Se toma dracma y media de este elecluario , y se mez- cla con 16 granos de limaduras de hierro, para hacer 20 bolos, que debe lomar el enfermo lo- dos los dias (loe. cit., p. 248). Citemos esla preparación de Sydenham, porque reúne, á nueslro parecer, todas las condiciones necesa- rias para los casos en que el histerismo esté complicado con clorosis , ó en que esla afec- ción , aunque enteramente simple , se haya desarrollado en una mujer debilitada ó de cons- titución nerviosa. Los ferruginosos, cualquiera que sea la preparación que se les dé , deben administrarse á dosis altas, aumentándolas progresivamente con rapidez (20 granos á una dracma por dia, y mas). Las aguas minerales, lomadas en las fuentes en baño ó en bebida, gozan de grande eficacia, sea á causa de los cambios ventajosos que produce el viage, el ejercicio y la remoción de las influencias mo- rales que han producido la enfermedad, ó bien por sus propiedades químicas. Las mas usadas son las ferruginosas y salinas. Son útiles por sus propiedades tónicas , y á veces disipan las gastralgias, que complican y sostienen el his- terismo. Los baños de mar "ó de rio gozan de una propiedad tónica , que ejerce en las histé- ricas el efecto mas saludable. «Entre los demás medicamentos tónicos em- pleados contra esla enfermedad, debemos men- cionar las flores y cortezas de granada macha- cadas , las rosas rojas, y especialmente la quina. Sydenham administraba el polvo de es- ta corteza por mañana y tarde á la dosis de 20 granos. Gardien quiere que se prescriba en un cocimiento fuerte á la dosis de dos lazas, á las que se añade una cucharadita de jarabe de éter ( Traite des acouchements, t. L, en 8.°; París , 1824). El vino, las bebidas fernienladas y amargas, han sido igualmente recomenda- das : el agua pura , que la mayor parle de las históricas prefieren á las demás bebidas, de ningún modo les conviene. «La medicación francamente tónica-produ- ce las mas veces los mejores efectos ; pues el predominio del sistema nervioso , y la activa inervación que se observa en estas enfermas, no disminuyen , ni menos cesan enteramente, hasla que se han forlipxado los diferentes sis- temas. El eslado de neurostenia general resulla muya menudo de la debilidad relativa délas demás funciones, yes importante restablecer el equilibrio con un tratamiento apropiado; cuyo efeclo se obtiene mas bien por medios hi- giénicos que por los tónicos. Por olra parte, el mayor número de las enfermas no quieren lomar los medicamentos que se les prescriben, y su movilidad de espíritu se opone á que obren los remedios farmacéuticos lan bien co- mo los higiénicos. Los narcóticos , prudente- mente combinados con la medicación tónica, son pues , á nuestro parecer , los que consti- tuyen el mejor tratamiento. «Pomme sustituyó á las medicaciones que habían sido propuestas antes de él, un trata- miento muy sencillo, que fue aprobado por gran número de médicos. En vez de emplear los remedios llamados anti-espasmódicos , que no hacían muchas veces mas que escilar á las enfermas , preconizó los diluenles, el suero clarificado, el agua de pollo, elcaldo de ternera y de ranas, la leche , las aguas minerales ací- dulas, las tisanas hechas con los frutos azucara- dos y mucilaginosos, los fomentos emolientes, las lavativas refrigerantes, losábanos templados y frios, y un régimen alimenticio compuesto de carnes frescas, poco fibrinosas, de féculas, etc. (Pomme , Traite des affections vaporeuset del deux sexes; Lyon , en 12.°, 1763). Esle trata- miento produce escelentes efectos, cuando las enfermas se hallan en un estado neuroslénico general, ó cuando su constitución nerviosa eslá muy escitada por un mal régimen ó por la in- tervención continua de las numerosas causas estimulantes que hemos examinado. También debe prescribirse, cuando las enfermas se han sometido á la medicación anti-espasmódica y escilante sin obtener ninguna ventaja , ó con agravación de todos los sínlomas. Concíbese muy bien , que un régimen atemperante debe ser el mejor anli-espasmódico para las muje- res históricas , que por su género de vida han caido en un eretismo nervioso , y esta es pro- bablemente la causa de que Pomme , que se ocupaba especialmente de estas enfermas , que eran muy comunes á fines del úllimo siglo, obtuviese tan á menudo resultados favorables, DEL HISTERISMO. US y de que su método de tratamiento fuese adop- tado por gran número de médicos. Conviene igualmente á las mujeres histéricas que abun- dan en las grandes poblaciones, pues el abuso de los escitantes de loda especie, y la estimu- lación continua de sus sentidos, exigen los se- dantes y el reposo. »Rara vez se encuentran enfermas en quie- nes sea precisa la sangría, medio que apenas eslá indicado, á no ser cuando la supresión de las reglas produce un estado de plétora pasa- gera, y en su consecuencia ataques histéricos, ó bien en las mujeres que comen mucho, viven en la ociosidad, y en aquellas que son natu- ralmente plelóricas, están sujetas á congestio- nes en diferentes órganos ó cuya menstruación es irregular ó demasiado escasa. Puede también ser útil la sangría hádala edad crítica, cuando se quiere disipar las congestiones que se veri- fican en esla época, ó prevenirlas, ó por último, cuando existen menorragias frecuentes. Es ra- ro que la sangría pueda considerarse como un verdadero anli-espasmódico , aunque.Syden- ham hace de ella uno de los principales agen- tes de su medicación. Este médico empezaba Eor sangrar á la enferma del brazo, la purga- a después por espacio de tres ó cuatro dias, y le administraba al fin los marciales; advir- liendo que no siempre han de preceder al uso de los ferruginosos la sangria y los purgantes, y que no deben estos emplearse en las personas débiles y aniquiladas por la antigüedad del mal (loe. cil., $. 762, 763). Nosotros diremos mas, repitiendo con la mayor parte de los mé- dicos de nuestra época, que la sangria no pue- de menos de tener graves inconvenientes en la mayoría de los casos. Conviene mucho no de- jarse engañar por una plétora falsa, que da á los tejidos una apariencia de fuerza que no existe en realidad. Higmoro sostiene, como Sy- denham, la eficacia de las emisiones sanguíneas. Pero Willis combate vicloriosamente las ideas de estos autores,' y prueba que la sangria es perjudicial, tonto en el curso de la afección, como durante los ataques. «Las aplicaciones de sanguijuelas á los ór- ganos genitales, á la vulva, á los muslos, á las ingles ó al ano, convienen para favorecer ó restablecer la menstruación , siendo á veces útil emplearlas, cuando los ataques parecen producidos ó exasperados por la demora que ha sufrido la erupción de las reglas. No debe olvidar e! médico antes de recurrir á esla me- dicación , que la amenorrea procede muchas veces de la clorosis ó de la neurostenia gene- ral, y que en uno y otro caso es preciso com- batir estos estados morbosos, si se auiere traer la menstruación á su primera regularidad. «Los baños de agua templada corresponden también á la medicación atemperante, y son útiles en el mayor número de casos para cal- mar la escílacion nerviosa. Para que produz- can algún alivio, es preciso que la temperatu- ra del agua no sea tan elevada como la del TOMO VII. cuerpo (37°cent.), y que duren por espacio de una ó dos horas. Cuando salen del baño las enfermas, se las enjuga con paños muy calien- tes , y se favorece por medio de vestidos apro- piados una reacción moderada. Los baños tibios son útiles especialmente á las mujeres secas é irritables. «Galeno, Avicena, Senerto y otros autores, sostienen que es necesario evacuar los humo- res, vapores, y demás líquidos de la economía, mas ó menos corrompidos por la retención del esperma y de las reglas. Como se ha renuncia- do enteramente y con razón al uso de los eva- cuantes en el tratamiento del histerismo, nada tenemos que decir sobre ellos. «Louyer-Villermay aconseja en los casos de peligro inminente, y cuando se teme una con- gestión del cerebro , aplicar á los muslos ó á las piernas los irritantes mas activos, linimen- tos escilantes, sinapismos, vejigatorios, vento- sas y aun á veces un moxa á la nuca. Las san- grías derivalivas, las tisanas laxantes y las la- vativas purgantes le parecen igualmente indica- das en las circunstancias de este género (loe. cit., p. 189). Nosotros creemos que la revul- sión puede ser también útil en los alaques fuer- tes de histerismo, y cuando se hallan entorpe- cidas la respiración y la circulación. Las lava- tivas con una alta dosis de asafélida (1/2 onza), y de tintura de casloreó (1 dracma), las de agua fria , y las fricciones en las estremidades inferiores, son medios que concurren á disipar los paroxismos: los opiados en este caso serian perjudiciales. «Se han empleado gran número de medi- camentos en fricciones ó en forma de emplas- to*. Sydenham quiere.que se frote el vientre, los hipocondrios y las axilas, mañana y tarde por espacio de treinta ó cuarenta dias, con un ungüento que se compone macerando en manr teca de puerco sin sal, una multitud de plan- tas aromáticas y amargas, tales como los agen- jos, la centaura menor, el marrubio blanco, los camedrios, los camepitios, el escordio, la cala- minta común, etc. (loe. cit., §. 766). Los em- plastos usados de mas antiguo se hacían con las gomo-resinas , asafélida , sagapeno, bede- lio y opopónaco, aplicándolos sobre el ombli- go y bajo vientre. Hacíase también entrar en su composición el aceite de beleño ¿ el'bálsa- mo del Perú , el espliego , la ruda, la mejo- rana, y á veces el láudano. También se inyec- taban en la vagina preparaciones anodinas hechas con láudano, como aconsejaba Bichat, ó.bien se hacían penetrar en ella los vapores de sustancias muy olorosas, como el almizcle, el benjuí y el estoraque. Pueden hacerse con ventaja en el vientre , y sobre todo en el epi- gastrio, fricciones con láudano puro ó con un aceite muy cargado de este narcótico: sin em- bargo , es á veces tan considerable la sensibi- lidad de estas partes, que las menores friccio- nes ; aumenten los ' movimientos convulsivos; siendo entonces mejor aplicar un e'^hrio pre- 49 146 BEL liufuftUMO. parado con sustancias narcóticas y balsámicas* Pero estes agentes terapéulicos gozan de una eficacia muy dudosa. Si se quisiera introducir rápidamente en la economía algún medicamen- to , y no pudiera conseguirse durante el paro- xismo á causa de la contracción de los mase- teros y de la disfagia, debería recurrírse á las lavativas; cuyo medio es el mas seguro y rá- fiido para que lleguen al torrente circulatorio os medicamentos destinados á moderar los ac- cesos , ó á terminarlos cuando han durado de- masiado tiempo. ^Tratamiento de las complicaciones.—Enlre las complicaciones que deben modificar la te- rapéutica , citaremos primero la epilepsia. Es preciso combatir la histero-epilepsia con el tra- tamiento propio de estas dos afecciones; em- pleando á la vez los anti-espasmódicos, la san- gria , los revulsivos cutáneos, el moxa y el sedal. Conviene no olvidar, que el tratamiento del histerismo exige el uso de las medicaciones ordinarias; solo que deben emplearse con tanto mayor actividad, cuanto que si se puede es- perar algún alivio en la epilepsia , es por los agentes terapéulicos que se dirigen contra el histerismo (véase Tratamiento de la epilepsia). Cuando no ha podido curarse de este modo la enfermedad compleja, deberácombalirse la mas grave , es decir la epilepsia, aplicando sangui- juelas alrededor de Ía cabeza, ventosas, vejiga- torios, moxas, ó bien un sedal. Después de ob- tenida la curación, deberán evitarse por mucho tiempo las relaciones sexuales recomendadas por Louyer-Villermay (loe. cit., p. 203). • La clorosis es una complicación que obliga á modificar el tratamiento. Conviene elegir de preferencia en este caso, para combatir el his- terismo , el régimen tónico y fortificante, y los ferruginosos asociados á los anliespasmódicos, como la valeriana, la canela, la asafétida y el almizcle. Al mismo tiempo se prescribe el vino quinado , las aguas minerales alcalinas y fer- ruginosas, los vinos de Málaga, de Madera y Burdeos, los baños de mar y de rio, la equi- tación, las fricciones estimulantes en la colum- na vertebral y en los miembros con las tintu- ras aromáticas de canela» limón , quina, agua de Colonia, etc., etc. ©Coexista ó no la clorosis con la amenorrea, importa mucho modificar el eslado general y restituir ala sangre su composición fisiológica, antes de intentar el restaoiecimiento de los menstruos. jCon este tratamiento continuado por algún tiempo, se consigue que disminuyan ó cesen los ataques histéricos. También es útil algunas veces asociar á los marciales y anti- espasmódicos las preparaciones opiadas ó lige- ramente sedantes (agua de laurel real, trida- ceo, lechuga, etc.). »En el histerismo complicado con hipo- condría , debe preferirse el tratamiento moral é higiénico á lodos los demás remedios. Los viages, el ejercicio, los baños de mar ó de aguas minerales, un régimen tónico y algunos mar- ciales, concurren á disipar estas dos afeccio- nes; pero la parle mas esencial del tratamiento consiste en remover las causas que han pro- ducido los disgustos y los demás desordene! nerviosos. Los consejos morales, la prudente dirección de las ideas de la enferma , y la sa- tisfacción de sus indinaciones cuando no hay ¡ncoQveniente, favorecen también la curación. Sin embargo, esla doble enfermedad exige una perseverancia y habilidad poco común por parte del médico, y muchas veces se resiste la afección, al tratamiento moral mejor dirigido. «La gastralgia se complica muy frecuente- mente con el histerismo, é importa niucho te- nerlo en consideración en el tratamiento. Los dolores agudos de estómago, los fenómenos dis- pépsicos , la tumefacción epigástrica, la fácil exhalación de gases en aquel órgano, la difi- cultad de las digestiones, ele, ele., son acci- dentes muy comunes del histerismo, sobretodo después de los accesos, y cuando estos son re- petidos y violentos; y aun se puede decir, que siempre existe alguna gaslro-enteralgia en la enfermedad que nos ocupa. Debe cuidarse mu- cho de no tomar el dolor epigástrico, la sed, la estravagancia del apetito, la timpanitis gastro- intestinal y el estreñimiento, por signos de in- flamación del tubo digestivo , como se ha he- cho por largo tiempo ; pues los antiflogísticos dirigidos contra esta supuesta flegmasía, no ha- rían mas que exasperar la neurosis gastro- intestinal. Los marciales y las sustancias amar- gas, asociados á los narcóticos ligeros, son los que convienen en casos de esla especie: el lác- lalo y el carbonate de hierro, unidos al tridá- ceo y al beleño, y usados en dosis moderadas; la quina , el subnilralo de bismuto, y loses- tractos de diente de león, de corteza de na- ranja amarga , ele., ele., son también útiles para combatir la neurosis gástrica y el histe- rismo. La medicación tónica es la que cuenta mejores resultados en estas .complicaciones. «Con bastante frecuencia se une á la afec- ción histérica una neuralgia frontal, facial ó de cualquier olro punto. En esle caso, es preciso agregar á la medicación que se haya elegido, los remedios propios para combatir los dolores nerviosos, como las pildoras de Meglin, los anti-espasmódicos, el almizcle, el castoreo; el asafélida, y sobre lodo las preparaciones de belladona, adminislradas interiormente ó por el método endérmico (v. Neuralgias o .*ia cata). »Tratamiento de algunos accidentes histé- ricos. — Pueden sobrevenir en el histerismo desórdenes bastante graves, para inspirar se- rias inquietudes al médico y exigir una medi- cación especial. La afonía, la disnea, la con- lraclura de un miembro, la parálisis del mo- vimiento y las sensaciones, la amaurosis y la iseuria, deben considerarse, no como compli- caciones, sino como efectos producidos por la violencia del mal. La mayor parle de los auto- res, y aun de los mas modernos, enlre los que se halla Dubois (de Amiens), nada dicen del DEL HISTERISMO. 147 tratamiento de estos epifenómenos. Louyer-Vi- llermay solo habla de la afonía. Haremos ob- servar , que en general no deben combatirse eslos accidentes por los medios comunes, no perdiendo de viste que dependen de lá neuro- sis uterina, á la que ha de subordinarse toda la terapéutica. Por lo demás suponemos que se ba eslablecido rigurosamente el diagnóstico, y que no depende el histerismo de ninguna lesión orgánica. »La afonía persiste á veces bástenle tiempo para hacernos lemer»alguna afección de la membrana mucosa, de naturaleza tuberculosa ó inflamatoria: cuando se adquiera la certi- dumbre de que reconoce únicamente por causa ona simple modificación nerviosa , deberá re- currirse al tratamiento anti-híslérico, y admi- nistrar á altas dosis las sustancias tenidas por anti-espasmódicás. La belladona, los narcóti- cos, los revulsivos poderosos, los baños por afusión, los de mar ó aguas minerales, las fricciones irritantes practicadas en la piel, y un régimen fortificante y Iónico , son los me- dios mas capaces de restituir la voz. Seria im- posible indicar lodas las modificaciones que pueden exigir los tratamientos indicados en se- mejantes circunstancias; pues una enferma atacada de afonía , provocada por la supresión de la regla , puede curarse con aplicaciones de sanguijuelas todos los meses ( Louyer-Viller- may) ; otras han sido tratadas con buen éxito por fricciones irritantes en el cuello , vejigato- rios ó moxas; otras por inspiraciones de vapo- res estimulantes; no pocas por las afusiones frias , y algunas, en fin , por la electro-pun- tura. En una palabra, nada mas variable que la terapéutica que puede usarse en esta enfer- medad. Compruébase esto mismo con las di- versas medicaciones que ha empleado un mé- dico inglés para combatir la parálisis histéri- ca. Recordaremos al lector lo que ya hemos dicho con respecto á la Memoria del doctor Wilt- son, y es, que están muy lejos de ser verdade- ramente histéricas todas las parálisis de que habla este médico. En un caso en que ocupaba la parálisis la eslremidad inferior izquierda, cesó á beneficio de la supuración producida por un moxa ; en olro desapareció con el uso del subcarbonalo de hierro y la acupuntura; en el tercero, se administraron con buen éxito los anli-espasmódicos , el ácido prúsico , el subcarbonalo de hierro y las afusiones ; en el cuarto flos baños calientes, las lociones frias, la acupuntura en la región lumbar , los drás- ticos y los irritantes cutáneos mas aclivos en el miembro paralizado ; en el quinto , las afu- siones y baños frios ; en el sesto , las lociones y chorros de agua fria sóbrela rodilla , y el ejercicio forzado del miembro ; y en el sétimo, las ventosas aplicadas á los ríñones , las lava- tivas de trementina (2 onzas), afusiones frías, el moxa y la acupuntura con agujas, que se dejaban á veces durante la noche (Note sur' la paralysis hysteriqut, por el doctor Wiltson, Gaz. méd. , n. 3, 1839; ext. des Transact. dt la Soc. méd. chir. de Lond., l. XXI). Esta enumeración da una idea baslanteexacla de los agentes terapéulicos á que puede' recurrir- se para combatir la parálisis histérica. Las afu- siones frias, la acupuntura, la electro-puntura y la estricnina , dirigidas hábilmente , pueden prestar los mayores servicios. «Las anestesias parciales de la piel son bastante frecuentes en el histerismo, y se com- balen del mismo modo que las parálisis del movimiento. Los vejigatorios, los irritantes cu- táneos , las afusiones frias y la acupuntura, secundadas con un tratamiento interno, suelen ser muy útiles. La iscoria y la amaurosis ce- den á los mismos agentes terapéuticos, que deberán aplicarse á las parles mas próximas á los órganos enfermos. Usanse también con buen éxito en la iscuria histérica los baños ti- bios , las afusiones frias, los fomentos narcóti- cos al hipogastrio, las inyecciones igualmente calmantes ó de agua fria"á la vagina, y las la- vativas de agua de nieve , frias, antiespasmó- dicas ú opiadas , ele. También se aconseja el amasamiento del cuello de la vejiga en las re- tenciones de orina dependientes del histerismo (Recamier, Revue medícale.) »Lá conlraclura se ha observado en los miembros inferiores y en los brazos , limitán- dose á veces á uno ómuebos músculos, como el esterno-masloideo(lorlicolis histérico), los maseteros , los palpebrales , los del antebra- zo , etc. El tratamiento aplicable á esta con- tracción espasmódica es el mismo indicado anteriormente: La parálisis de la sensación y del movimiento, y las convulsiones tónicas permanentes, ceden en cierlos casos con ra- pidez y cuando menos se esperaba; lo cual pue- de inspirar dudas harto legítimas sobre la efi- cacia positiva de las diversas medicaciones que se han empleado para combatirlas. Algunas veces se resisten á toda especie de tralamien-» te, siendo de temer que se desarrolle al fin una lesión orgánica en los tejidos en que no existía al principio mas que una modificación anormal de la inervación. >>Naturaleza del uistebismo.—Los autores mas antiguos han considerado la matriz co- mo el asiento de la afección histérica; opi- nión que sostienen casi todos los médicos de Jos tiempos remotos, igualmente que Riverio,Mi- chaelis, Eltmuller, Alberti, Diemerbroeck, Ve- salio , Morgagni, Henricus, Hoffmann , Freind Chambón, Pressavín, Astruc, Sauvages , Cu- llen; Pujol, Pinel y Louyer-Villermay. Los médicos que no admiten esta opinión con res- pecto al sitio, son: Lepois,Higmoro,Willis, Sy- denham, Dumoulin , Stahl , Boerhaave, Chey- ne, Whylt, Raulin , Pomme, Lorry, Tissot, Georget y Voisin (Dubois obr. cit., p. 338). Pueden reducirse á tres clases, los diferente» sistemas de que ha sido objeto el histerismo: I." los autores que hacen consistir la enferme- dad en una neurosis de la matriz; 2.° los qne 148 DEL HISTERISMO. la atribuyen á una modificación patológica de la inervación cerebral; y 3.° en fin , los que la consideran como una afección que liene su asiento en órganos distintos de los que acaba- mos de indicar. »1.° El útero $s el asiento del histerismo.— Pitágoras, Platón, Empedocles y oíros filósofos creían que el útero era una especie de ser ani- mado, que hacia sus incursiones desde el hi- pogastrio á los demás órganos, y particular- mente á la cabeza, al cuello, al vientre y al hígado. Esta vagancia del útero ha sido admi- tida por muchos autores, enlre ellos Hipócra- tes y Areleo de Capadocia. El útero, dice esle médico, es una viscera que por su naturaleza está siempre en movimiento, y se dirige con rapidez hacia las parles superiores. Galeno combate esta falsa doctrina, que parece fue es- tablecida especialmente por Platea; y se propu- so demostrar que no es capaz la matriz de cam- biar de silio, atribuyendo el mal á la retención del semen. Esta doctrina de Galeno fue la que tuvo mas partidarios en los siglos posteriores. Los ararles y los comentadores galenistas se fi- jaron en la idea de que la retención del semen es la causa de todos los accidentes histéricos: unos sostuvieron todavía que podia la matriz ponerse en movimiento , y otros, renunciando á esta teoría falsa y anticuada, trataron de es- plicar la producción del histerismo, por un va- por maligno procedente de los menstruos y del semen corrompidos, el cual se elevaba hacia las partes superiores del cuerpo (Fernelio, Sen- nerto, Tomás Burnet, Baillou, Chesneau, etc.). «Las diversas teorías mas que singulares, á que reeurrieron los médicos que acabamos de cilar , son demasiado falsas para que trate- mos de discutirlas, y ya hablaremos de ellas al hacer la esposicion biográfica del anal. Solo nos detendremos algo en las doctrinas que se ha- llan fundadas en conocimientos anatómicos y fisiológicos positivos. »La idea de que la continencia, y mas an- tiguamente la retención esperraática, es la cau- sa del histerismo, hizo que se mirase con lás- tima y aun con disgusto á las personas que lo padecían. Los apetitos venéreos y el vicio de la masturbación que se suponían existir en las histéricas, concurrieron á aumentar esla anti- patía , y tanto que en la edad media se las con- sideraba poseídas del demonio. Inútil seria vol- ver á hablar aquí de lo que hemos dicho sobre el flujo de mucosidades vaginales al concluir- se el acceso, pues aun admitiendo que vaya acompañado de placer, y que sea tan constan- te como se ha dicho, lo que eslá lejos de ha- llarse probado, no es posible sostener que la continencia sea la causa del histerismo; puesto que se le observa en mujeres que están lejos de abstenerse, como sucede á las embarazadas; y queademas no cesa por la unión sexual, sino aue antes al contrario, los escesos venéreos y la masturbación determinan con frecuencia sus ataques. »La opinión mas generalmente adoptada lo considera procedente de una modificación del sistema nervioso uterino, que obra simpá- ticamente sobre el sistema nervioso encéfalo-ra- quidiano. Hoífmann coloca el origen de lodos los sínlomas históricos en el útero, en sus mem- branas y vasos, particularmente en los que su- ministran el esperma. Dice que la causa de los fenómenos es la conlraccion espasmódica de lodas eslas partes, que eslendiéndose á los ner- vios de la pelvis, de lqg lomos, y de aquí á te- da la médula espinal, se propaga asi sucesiva- mente á la generalidad del cuerpo; y por esla convulsión espasmódica ascendente del sistema nervioso esplica los síntomas del mal (loe. cit., p. 51 y 53). Es preciso confesar que los auto- res mas modernos que consideran el histeris- mo como una neurosis, se han contentado con reproducir, aunque en otros términos, la op¡. nion de F. Hoffmann , que entrevio perfecta- mente la influencia que ejerce el gran simpá- tico sobre el sistema nervioso cerebro-espinal. «Aslruc, que coloca también el asienlo del histerismo en la malriz, atribuye el mal á Ja agitación demasiado enérgica de este órgano, á la tensión é hinchazón de sus vasos, á Ja ir- ritación provocada por los humores acres que fluyen de él, á la tumefacción de los ovarios, y al estímulo del humor espermático. «Cullen sostiene una doctrina compleja, pareciéndole evidente que el paroxismo empie- za por una afección espasmódica del tubo di- gestivo, de donde se comunica al cerebro y á una gran parte del sistema nervioso. Dice que la enfermedad procede al parecer del tubo ali- menticio, pero que los accesdl lienen sin em- bargo muy á menudo una conexión tal con el flujo menstruo y las enfermedades de los órga- nos genitales, que los médicos de lodos tiem- pos han tenido razón en considerar el histeris- mo como una afección del útero y de las demai partes del sistema genital (Elem. de méd.prat., p. 160). «Baumes lo considera como una neurosis apirélica, y lo hace consistir en una afección del sistema nervioso del útero, llamándolo neu- rosis métrica ó metronervia. Pujol atribuye las enfermedades histéricas de las mujeres a ana flegmasía lente de la malriz; pero esta doctri- na se halla en oposición manifiesta con los he- chos observados por los médicos, que no han encontrado en la mayoría de los casos ninguna lesión apreciable del útero. Pinel coloca el his- terismo entre las neurosis de los órganos ge- nitales. «Según Louyer-Villermay es una afección nerviosa, que tiene su asienlo en el útero, y que consiste en una lesión del sistema nervioso ó de las propiedades vítales de aquel órgano. Reasume muv bien las principales circunstan- cias de la enfermedad, que inducen á admitir únicamente un simple desorden nervioso, y son: 1.° que no existe ningún cambio perceptible en los órganos genitales; 2.° que el histerismo DEL HI8T8BI9M0 m puedepersislir mucho liempo, sin producir nin- guna alteración en los mismos; 3." que rara vez determina lesiones, y que cuando existen ocupan el útero y sus anejos; 4* que cuando eslas lesiones se desarrollan primitivamente, ó las complica el histerismo, ó bien es efecto de ellas, lo que rara vez sucede, y 5.° que eslas enfermedades pueden existir simultáneamente. »En estos últimos tiempos ha considerado Piorry al histerismo como una serie de fenó- menos neuropálicos que parten del útero y los ovarios. Dice que la enfermedad consiste en una neuralgia del útero, que se propaga en se- guida á diversos ramos nerviosos, por una es- pecie de oscilación ó movimiento vibratorio que se manifiesta en los nervios, limitándose al principio á los del aparato genital. Puede verificarse la propagación hacia el bazo, el hí- gado y el estómago por medio del gran sim- pático y del oclavo par; lo cual determina esos dolores violentos en el hueco del estómago, los vómitos y ansiedad epigástrica, etc., la disnea, la constricción v los dolores torácicos. La neu- ralgia trasmitida al neumo-gástrico produce la constricción espasmódica de la faringe y del cuello (globo histórico). También puede propa- garse la neuralgia á los nervios de la cabeza y á los que ocupan los espacios intercostales, ó al plexo-braquial izquierdo; de donde provie- nen las cefalalgias, el clavo histérico, las neu- ralgias intercostales y la toraco-braquial, que f s en el lenguaje de Piorry la angina de pe- cho. Cuando se esliende al nervio óptico, pro- gresa rápidamente hacia el cerebro, y sobre- vienen accesos epilépticos (histero-epilepsia); y si se propaga al eje cerebro-espinal, se ven manifestarse convulsiones, desórdenes de la sensibilidad, y en una palabra, lodos los sín- tomas del acceso histérico (en Traite du diag- nostic des uleropathies, y nota comunicada). Se- gun lo que precede, el histerismo no seria otra cosa que una neuralgia, las mas veces ascen- dente , susceptible de irradiarse en diversos sentidos hacia las visceras abdominales, ó de limitarse al sistema nervioso gangliónico, ó de estenderse al encéfalo-raquidiano después de haber completado su curso ascendente, produ- ciendo entonces un ataque complete de histe- rismo. Preciso es confesar, que este modo de interpretar los principales fenómenos de la afección es muy ingenioso, y que esplica de un modo exacto y completamente fisiológico los síntomas que se observan. Un hecho muy inte- resante , referido por Prus, demuestra que el histerismo recorrió sucesiva y alternativamen- te el oclavo par, el quinto, el ciático, ele. (Journ. gen. de méd., enero, 1829); y que des- pués de haber sido ascendente la neuralgia, si- guió un curso completamente opuesto. La na- turaleza de las causas que producen el histeris- mo, su duración , la violencia de los accesos, la intensidad de los padecimientos que deter- mina , y el trabamiento profiláctico y farma- céutico, son otras tenias circunstancias que militan en favor de la doctrina que acabamos de esponer. Los sínlomas del histerismo inva- den como los de la neuralgia con rapidez y vio- lencia, aparecen por accesos, suceden á las emociones morales, se hallan sostenidos por las mismas, y se curan con los narcóticos y los an- ti-espasmódicos. Gardien considera la angina de pecho como una forma de la afección histérica (Traite des accouchem., 1.1, p. 268, en 8.°; París, 1824). »En sentir de Dnbois, el punto de partida del histerismo se halla en el útero y en una simple irrilacion nerviosa de esta viscera, pro- vocada por todas las emociones morales vivas y repentinas que se concentran en el sistema uterino (obr. cit., p. 442). Hasla aquí la opi- nión de este médico es clara é inteligible, y reproduce lo que otros han escrilo sobre este punto; pero no lo es tanto lo que sigue: «En el eslado de enfermedad, y particularmente en el histerismo, la potencia vital sobreescilada en el foco uterino, es reflejada y trasmitida al eje cerebro-espinal; pone en juego los movimien- tos simpáticos é instintivos; obra simpática- mente sobre el origen del influjo nervioso, y da lugar á las convulsiones generales: el cere- bro no loma parte alguna en todos estos actos, pues las mas veces es casi nula su acción...... En los accesos de histerismo bien caracteriza- dos, parecen hallarse destruidas completamen- te todas las relaciones que tiene el cerebro con la médula oblongada y espinal.» Para destruir esla teoría completamente hipotética, y no me- nos oscura por otra parte que tedas aquellas en que intervienen las simpatías, basta recor- dar, que en cierto número de enfermas ataca- das positivamente de histerismo, se conserva bástenle bien la inteligencia para oir lodo lo que pasa á su alrededor y referirlo después de disipado el acceso. A esta teoría se opone ademas la de otros médicos, tales.como Willis, Lepois y Georget, que atribuyen por el contra- rio la enfermedad al sistema nervioso encéfalo- raquidiano. »2.° El histerismo tiene su asiento en el sis- tema nervioso.—Los que sostienen con mas de- cisión que es el cerebro el asienlo del histeris- mo , son Willis, Georget y Carlos Lepois. Este último dice muy claramente, que todos los sín- lomas histéricos parten primero de la cabeza, la cual no se afecta de un modo simpático. La causa de esta afección cerebral es, segun él, una serosidad espesa difundida por el cerebro. «Willis desenvuelve esta opinión con nota- ble tálenlo, y sostiene que la matriz no toma parle alguna en la enfermedad. Dice que las convulsiones dependen de la mala calidad de los espíritus animales y de su mezcla con par- tes heterogéneas. Empero, admite también que la afección histérica es causada secundaria- mente por los espasmos viscerales, lo cual dis- minuye algún lanío el valor de la proposición absoluta que establece al principio, de que el histerismo parte del cerebro. 150 pbi. histerismo. •Georget lo considera como una encefalia espasmódica ; y para demostrar que la neuro- sis del cerebro es la única causa de todos los fenómenos histéricos, empieza rebatiendo to- das las razones alegadas para sostener que re- side en el útero: las causas que obran sobre la malriz, no tienen en sentir de este médico el valor que se les ha atribuido. Segun él, la continencia y la escitacion de los órganos ge- nitales son causas dudosas ó secundarias, y los escilanles generales del sistema nervioso ejer- cen por el contrario mucha influencia en las personas predispuestas. Los sínlomas no cree de modo alguno que tengan su punto de parti- da en el útero; pues dice que las convulsiones, la pérdida de la sensibilidad y la inteligencia, solo pueden dimanar del cerebro. Preciso es confesar, or lo que hace á eslos síntomas; pero crece a dificultad cuando se Irala del globo histéri- co , pues lo atribuye á las contracciones de los músculos abdominales , lo cual es completa- mente falso. Tampoco le parece hallarse mas demostrada la convulsión de los órganos inte- riores. Siguiendo Georget su ¡dea sistemática, empieza la descripción de los alaques por los desórdenes nerviosos cerebrales , colocando en segunda y aun en tercera línea los fenómenos mas característicos del mal, como son el globo histérico , la disnea , la ansiedad epigástrica, los movimientos vermiculares que se sienten en el hipogastrio , etc.; y llega en fin ádecir, «que no hay lal vez en la economía un órgano cuyas alteraciones desarrollen menos simpatías, que el útero y los ovarios;» proposición ne- gada por la mayor parte de los autores , y que se opone ala frase de «inulier est quod est prop- ter ulerura.» La mayor objeción que puede ha- cerse á Georget es, que se halla en contradic- ción manifiesta con las observaciones de lodos los autores, que han vislo al histerismo afectar en su curso una forma muy distinta de la que tienen las enfermedades cerebrales, como la epilepsia, por ejemplo , que aunque puede complicar al histerismo , se diferencia mucho de él. Diremos en fin , que casi unánimemente se conviene en considerarlo como una afección particular del sexo femenino , lo cual destruye el sistema de Georget, obligando á deducir ne- cesariamente que el histerismo tiene alguna re- lación con el aparato genital de la mujer. •También se ha colocado el asiente de esla neurosis en otros puntos del sistema nervioso, considerándolo algunos como una afección de to- do él, y otros como un desórden'de alguna de sus parles" Sydenham dice , que lá afección histó- rica proviene «del desorden ó movimiento irre- gular de los espíritus animales, que se dirigen impetuosamente y en cantidad demasiado con- siderable á tal ó cual parle, causando espasmos ó dolores.... y que distribuyéndose desigual- mente por los órganos, perturban lodas las funciones.» Este autor confunde el histerismo con la hipocondria (v. Hipocondría). Tampoco ha sido Blackmore mas feliz en su teoría, que es igual á la de Sydenham (.1 Treatise of tht spleen, and vapours or hgpoehondriacal and hysierical affections; Lond., 1725.) Carlos Per- ryse fija lambien en esla distribución desigual de los espíritus animales, y con él otros mu- chos que pasamos en silencio. «Tissot atribuye el histerismo á una movi- lidad ó irritabilidad demasiado considerable del sistema nervioso , lo cual significa muy poco, y Pomme á un endurecimiento general del mismo sistema, lo que es completamente absurdo. Barbeyrac dice, que depende de un rincipío acre y bilioso contenido en el cere- ro , ó de una materia humoral mezclada con la sangre, Boerhaave considera el histerismo y la hipocondria como una sola enfermedad, y no admite por lo lanío que la malriz sea la causa de la afección que nos ocupa , sostenien- do que los nervios de las visceras del bajo vientre son el punto de partida de los movi- mientos desordenados que perturban el cere- bro y escitan las convulsiones Creyendo Brachet reconocer que todos los fenómenos histéricos dependen de la influencia del sistema nervioso cerebral, coloca esclusivamente su asiento en los nervios del cerebro, sin que esle órgano lome parte alguna , al menos en los casos mas comunes. Considera lodos los fenómenos del mal como procedentes de una acción pervertida ó aumentada del sistema nervioso, sobre el cual ha obrado la causa determinante ; pero como se ve muy apurado para espl¡car la especie de escitacion que produce el histerismo, admite una particular , á que da el nombre de escita- cion sui generis, bajo cuya influencia entran en acción los nervios cerebrales, resultando un eslado de neuropatía espasmódica , ó mas bien una neurospasmia cerebral; es decir, una afección espasmódica de dichos nervios (Rt- cherches sur la nature et le siége de Vhystem et de Vhypocondrie, p. 139 á 135 , en 8.°; Pa- rís , 1832). Es inútil decir que esla teoría ca- rece de claridad y de la competente denio»- tracion. «Girard se esfuerza en demostrar: 1.° qw el histerismo es una modificación viciosa dei organismo localizada en el cerebro; 2,° que consiste en una instabilidad rápida de la ener- gía de las facultades inervalrices de este órga- no; 3.° que sus causas constitutivas son un estímulo de los sentidos , y un ejercicio dema- siado violento de las facultades afectivas; 4.»que sus causas ocasionales son las mas veces una congestión uterina , producida en cierlos casos por un orgasmo del aparato uterino, que acom- paña á la necesidad de la fecundación, y pro- cedente por lo común de una falta de evacua- ción menstrual; y 5.° en firt, que puede.depen- der de una imperfección de ciertas funciones, lo que hizo decir á Broussais que el histerismo estaba sostenido á veces por una gastritis (Hen- r¡ Girard , Considerations phisioloyiques el pa- tologiques sur les affections nerveu'scs ditet hit- DEL HISTERISMO. 151 teriques, p. 30, en 8.°; París , 1841). Confesa- mos que no comprendemos lo que significa «la instabilidad rápida de la energía de las fun- ciones ¡nervalrices del cerebro» , á menos que el autor no haya querido decir simplemente con oíros muchos, que en el histerismo se halla perturbada la inervación cerebral. »No podemos participar de la opinión dé los que consideran la afección que nos ocupa como una enfermedad del cerebro; pues es evidenle, atendido el conjunto de sínlomas que presenta, que todos los accidentes parlen del sistema nervioso genital, cuya neurosis no lar- da en obrar simpáticamente : 1.° sobre el sis- tema nervioso gangliónico, de donde resulla un desarrollo de sensibilidad en las visceras que comunmente no la lienen ; y 2.° sobre el sistema nervioso encéfalo-raquidiano, de donde provienen los variados y numerosos fenóme- nos que se observan en los aparatos de la sen- sibilidad , movilidad é inteligencia ; debiéndo- se por lo tanto considerar el histerismo como una neurosis que no tarda en generalizarse. pero que se diferencia de la epilepsia en que el sistema nervioso gangliónico participa de la perturbación nerviosa general. »3.° El histerismo tiene su asiento en otros órganos distintos del sistema nervioso cerebral, espinal y gangliónico.—Higmoro creó una ma- la hipótesis diciendo, que las constricciones to- rácicas y faríngeas, los dolores abdominales, la disnea y las palpitaciones son provocadas fior la efervescencia de la sangre, que ¡ufarla os pulmones y las cavidades del corazón , y se enrarece en ellos. Como no seria de utilidad alguna detenernos en esta teoría, lo mismo que en las siguientes , nos contenlaremos con mencionarlas de un modo rápido. Slahl coloca el asienlo del histerismo en las obstrucciones de la vena porta; oíros en una asimilación imperfecta de la materia nutritiva , y en un desorden de las funciones digestivas; Lieutaud en un eslado vicioso de la matriz , de los ova- rios y de oíros órganos, y en muchas altera- ciones humorales; Blackmore , en una altera- ción general de los humores depositados por los nervios y vasos linfáticos; y algunos en fin, en lesiones "de la sangre. Pujol lo atribuye á la matriz , y dice claramente que no es á su pa- recer una enfermedad sin materia, una neu- rosis como se ha dicho , sino que depende de una flegmasía crónica ó de una irritación ute- rina , cuyos signos ha podido comprobar. Sos- tiene que las irritaciones del hígado, de la ma- triz y del cerebro , son el origen de todas las enfermedades nerviosas , y que la inflamación lenta y crónica es su causa primitiva. (Essay sur les inflammatíons chroniques). Este atrevi- do localizador, que precedió á Broussais, asen- tó muchas ideas que sirvieron después para establecer la doctrina fisiológica, y desenvolvió con un talento poco común Tas pruebas aduci- das en apoyo de su opinión. Broussais no hace mas que reproducir la doctrina de Pujol, al considerar las flegmasías viscerales como una causa del histerismo, especialmente las del útero y tubo digestivo. Algún tiempo después admitió la posibilidad de una simple irritación de la matriz, con inflamación ó sin ella (Traite de therapeutique, tora. V, p. 188, en 8.°; Pa- rís, 1835). Inútil es decir que las Ires única» hipótesis verdaderamente dignas de mencio- narse , son : 1.° la que hace depender la afec- ción de un desorden nervioso del sistema geni- tal , trasmitido á los nervios gangliónicos y al cerebro; 2.° la que lo atribuye á una afección primitiva del cerebro; y 3.* en fin, la que refiere todos los accidentes á una neurosis mas ó menos circunscrita del sistema nervioso, ya de los nervios gangliónicos , ó ya de los que nacen del cerebro y de la médula. En la ac- tualidad están los médicos de acuerdo en con- siderar el histerismo como una afección del sis- lema nervioso , solo que. le localizan en puntos bastante distintos de este sistema. «Clasificación. —De lo que precede se in- fiere, que esta enfermedad ha debido ocupar puestos muy diferentes en nosografía , y ha- llarse incluida entre las afecciones del útero, del pecho, de los grandes vasos , de los intesti- nos, etc. Los principales nosógrafosle han clasi- ficado con bastante exactitud, pero atendiendo mas bien á los síntomas que al sitio y naturaleza del mal. Linneo le coloca entre las enfermedades del movimiento (el. VII), y en el orden de las convulsiones espásticas (órd. I); Sauvages , en la clase de los espasmos (el. IV), entre los es- pasmos clónicos generales (órd. IV), al lado de la eclampsia ; Vogel, que lo confunde con la hipocondria, lo consider» como un espasmo (el. V); Cullen es el primero que lo compren- dió enlre las neurosis (el. II) con espasmo íórd. 111); Sagar en la clase de los espasmos (el. VIII), y Pinel enlre las neurosis del apa- rato! genital. «Historia t bibliografía.—El estudio del histerismo se encuentra á cada paso confun- dido con el de la hipocondria en gran número de obras antiguas, y ya veremos, al hablar de esta última enfermedad, las que contienen una descripción exacta de ambas afecciones. Mencionaremos sin embargo los escritos en que están reunidas las dos, pero refiriéndonos! especialmente al histerismo. «Esta afección se halla indicada por Hipó- erales en los tratados de Virginum morbis (§. 2), ae Natura muliebri (§. 2 el 3), áe Morbis mu- lierum (lib. II, $. 78 et 79 , edic. Van. der Lind.); en cuyas obras , que no pertenecen al padre de la medicina , se encuentra reproduci- da la opinión , admilida generalmente antes de su época, de que las dislocaciones de la ma- lriz son la causa del histerismo. Platón fue el inventor de esta teoría, y hé aqui cómo se es- presa segun Galeno : «Qua pars in mulieribus et uterus et vulva nominatur quum fit animal prolis generandae cupidum , si interapestive diuque infrucluosum fuerit, succensens aegre 152 DEL HISTERISMO. fert, erransque per totum eorpus , et spinlus meatom obslruens, respirare non sinens, in extremara anxietalem dejicit, atque mullipli- ees alios morbos excitat» (Op. Galen., de Lo- éis affeclis, t. VIH, lib VI, p. 423,ed. deKunh, en 8.», Lips., 1821). Por donde se ve, que Pla- tón en este punto como en otros muchos da rienda suelta á su imaginación , demuestra su ignorancia en esta materia, y establece una de esas fábulas que lanto prodigaba. Pitágoras y Empedodes soslienen igualmente esla doctrina, que era la que profesaban la mayor parle de los filósofos v médicos de la antigüedad. Demo- crilo asegura en una carta que escribe a Hi- pócrates, que la afección histérica da origen á infinidad de males, y menciona la malriz como causa de la enfermedad. También se habla del histerismo en oíros escritos de Hipócrates, co- mo en los Pronósticos (lib. 1, $. 119), en las Coacas ($. 349 y 544), y en las Epidemias (li- bro Vil, $. 34 , n.° 13). Eslá lejos de hallarse generalmente adoptada la opinión que atribu- ye á Hipócrates un conocimiento exacto de la neurosis uterina. «Galeno espone los principales síntomas del histerismo, y combate el error acreditado to- davía en su tiempo, de que la dislocación del útero era la causa del mal, refutando con ra- zones anatómicas perentorias, y tales como po- drian darse hoy, esta opinión admitida por los Olósofos y los médicos que le habían precedi- do. «Absurda igitur omnino est illorum ratio, »cum hoc, quod uterum esse animal affirmanl» (De Locis affeclis, lib. VI, t. VIII, p. 428, edic. de Kuhn). Atribuye á la continencia y reten- ción del licor espefcnálico los fenómenos his- tóricos , y le parece también que la menosta- sia tiene alguna parte en la producción del mal: «Ad hystericorum symptomatum genera- Dlionera excilandam relentum semen majorera, • menstruum vero rainorem vira oblineat, íaci- »le inlelligitur» (p. 424). Todo lo que ha es- crito Galeno sobre los efectos de la continencia merece la atención délos patólogos, y no es estraño que los autores de la edad media se contentasen con reproducir servilmente sus opi- niones sobre esle punto de patología. »Ardeo de Capadocia admite los movimien- tos del útero, comparándole á un árbol cuyas ramas flexibles son agitadas por los vientes; y describe el ataque histérico bastante exacta- mente, aunque no de un modo completo (de Causis et signis morborum, lib. II, cap. II; y de Curat. acut. morb., lib. II, cap. X). Adío nie- ga la dislocación de la matriz, y esplica muy fisiológicamente la propagación del espasmo por las simpatías ó consensus que unen todos los órganos entre sí. «Uteri strangulatioab ule- »ro quidem inferné oritur, yerumsupernai par- • tes, et principales praeserlim , per consensum «afficiuntur, nam ad cerebruin per ñervos «affectio transit, videturque uterus velulad • supernas partes ascendisse» ( Tetrablion, serm. IV, cap.LXVM). Apenas hemos adelan- tado mas en los tiempos modernos. Celso solo dice algo del histerismo en el artículo consa- grado á las enfermedades de la vulva (capítu- lo XX , p. 232, edic. Almeloveen; Boíl. 1750). Pablo de Egina, Avicena, y los arabistas Mer- curial y Foreste, nada añaden á lo que se sabia antes de ellos (Mercuarialis , De morbis mulie- bribus, prcelectiones, lib. IV, cap. XXII, en 4.°; VenecialGOl; Forestus, Observat. et curat. me dicin., ob. 25-34). «Fernelio consagra una descripción parti- cular al histerismo, y lo atribuye á un vapor, que naciendo del útero se propaga por las venas, las arterias y los conductos ocultos y secretos; cuyo vapor encarcelado es tan maligno, que altera profundamente todas las funciones de las partes que loca (Univer. medie, lib. VI, capí- tulo XV ; dt Morbis uteri, pág. 200, en 4.*; Francf. 1656). Esta opinión de un vapor ma- ligno procedente del útero, se halla reprodu- cida con numerosas variaciones por muchos autores, y se sostuvo largo tiempo, en compe- tencia con la que hacia consistir el histerismo en la retención del semen y de los menstruos, que alterados causaban los accidentes. Senerto sigue los mismos pasos que los antiguos; pre- tende que la matriz sube hasla el estómago, y dice haber senlido sus movimienlos con lama- no. El útero según esle autor, se ingurgita por la sangre y semen corrompidos; de donde re- sulla un vapor sulil, un espíritu que se eleva del hipogastrio, y produce todos los desórdenes histéricos (Sennerti op. de Suffocatione hystt- rica, t. II). «Beferiremos rápidamente los escritos que solo contienen hipótesis y discusiones ingenio- sas sobre las causas del histerismo, contentán- donos con nombrar á Hollerius, Duret, Baillou y Mercado, que no ban hecho mas que comen- tar las teorias antiguas, y darlas mas á co- nocer. »Cárlos Lepois, cuyo escrilo apareció anles que el de Senerto, tiene el mérito de colocar en el cerebro el asienlo del mal (Carol. Pisonis, Selectionum , observat. et consil. de precterv, haclenus morb., etc., Pont-a-Mous, en 4.° 1678): hasla esle autor , se habia considerado la matriz como el único origen del histerismo; pero en los escritos ulteriores al de Lepois se ve que esta creencia empezaba á perder su prestigio. Higmoro dice, que es provocada por una superabundancia de la sangre sutil y te- nue, que forma efervescencia en los vasos" pul- monales y cardiacos; de donde resulla un éx- tasis sanguíneo en el pulmón, y una dificultad eslremada en los movimientos del pecho, pro- cediendo de eslas congestiones los sínlomas lo- rácicos. Esla doctrina fue reproducida en dos obras del mismo autor (Exercitat. duce, prior de passione histérica, altera de affectíone hy- pocondriaca , 1660, en 12.°; De passione his- térica et affectíone hypoc. respons. ad Willi- sum; Lond., 1670, en 4.°). «Uno de los escritos mas atendibles en la DEL HISTERISMO. 153 historia del histerismo, es el de Willis. Este ilustre fundador de la patología del sistema ner- vioso procura demostrar, que la malriz no se halla afectada en la enfermedad que nos ocupa, y que es imposible atribuir las convulsiones á otro órgano que al cerebro. Acertado anduvo Willis al sostener este opinión, pues no hay duda que dehen intervenir el encéfalo y la mé- dula en la producción de los movimienlos con- vulsivos; mas¿porqué mezclaria con tan gran- des verdades esas discusiones estériles sobre la circulación y alteración de los espíritus ani- males, á que se atribuían en su tiempo los di- versos fenómenos de la inteligencia y de la inervación? (Pathologia cerebri et nervosi gene- ris in quo agitar de morbis convulsivis, 1667, en 12.°; Affectionum qum dicuntur hysterica et hypochondriacoe pathologia spasmodica, vin- dícala contra responsionem epistotarem Natha- naelis Hygmore; Lond., en 8.°, 1670). «Sydenham no ve mas que una sola enfer- medad nerviosa en la hipocondria y el histeris- mo , y desechando todas las teorías que hacen represenlarel principal pápela las alteraciones de ios humores, considera estas afecciones co- mo determinadas por la ataxia de los espíritus animales. La disertación de este médico encier- ra sin duda preciosas observaciones sobre las enfermedades nerviosas; pero en vano se bus- cará en ella una descripción melódiea de las que acabamos de nombrar; pues no se hallan los síntomas espuestos en su orden nalural, y ademas muchas veces corresponden á olías afecciones distintas del histerismo y la hipo- condria (en Op. om.). «Ernesto Stahl no hace tampoco de estas dos enfermedades mas que un solo estado morboso , causado por la congestión* de una sangre abundante y espesa, que no circula fá- cilmente por la vena porta, esforzándose en sa- lir por las parles superiores ó inferiores. La plenitud de los vasos meseráicos y esplénicos concurre según él á producir los accidentes (Tbeoria medica vera; Al., 1708, en 4.°). He- mos cilado la obra de Stahl, mas bien por la mucha nombradia de su autor, que por su im- portancia , pues en nada ha contribuido á que progrese la ciencia. Boerhaave estudia la hi- pocondria y el histerismo con el título de me- lancolía (de Cognoscend. hom. morb., §. 1089). Coloca el asienlo de esta enfermedad en el úte- ro, y su causa en los humores corrompidos que se acumulan en él; pero cree lambien, que los movimientos desordenados que perturban el cerebro y escitan las convulsiones , pueden tener su origen en los nervios del bajo vientre. «Hasla aquí no hemos encontrado una sola obra que pueda compararse con la disertación de F. Hoffmann sobre el histerismo (de Affectu spasmodico convulsivo ex uteri vitio sive malo histérico, en Oper. omn., t. III, p. 50, en fól.; Ginebra, 1761); la cual encierra casi todos los documentos que han servido después para des-? rribir los sínlomas. las causas y el tralamien- TOMO VII. lo de esta afección; y no vacilamos en decir, que es lodavia en la actualidad una de las mo- nografías mas completas que se han publicado sobre esla materia. No se contenía Hoffmann con describir separadamente el histerismo y la hipocondría, sino que fue el primero que es- tableció el diagnóstico diferencial entre ellas, y los signos que indica son en efeclo los que tienen mas valor. Hace también resaltar los síntomas que pueden distinguirlo de la epilep- sia , y las reglas terapéuticas que preconiza dejan poco que desear. »En la concienzuda bibliografía de B.Wbylt, puede leerse un análisis de las memorias que se deben á Viridet, Nicolás Robinson, Gregorio Cheyne, Ooslerdyk Schacht, Juan de Gorter, Ricardo Mead y á Carlos Perry (en Whytt, Les vapeurs et maladies nerveuses , hypochondria- quesou hysteriques, trad. por Lebéque de Pres- te, t. II, p. 479 y sig., en 8.°; París, 1767). »Aslruc escribió un buen capítulo sobre el histerismo (Traite des maladies des femmes, en 12.°; París, 1761); Cullen , que tenia de esla afección ideas mas exactas y precisas que la mayor parle desús contemporáneos, la dis- tingue de la hipocondria , é indica su verda- dero puesto nosográfico, colocándola enlre las neurosis (Elements de méd. prat., t. III, pági- na 154, en 8.°; París, 1819); Sauvages, Sa- gar, Pinel y otros nosógrafos, noéhacen mas que clasificar el histerismo, sin decir mucho de su historia ; y Pomme en su Tratado de las afecciones vaporosas de ambos sexos (en 12.°; Lyon, 1763), solo se distingue de los demás au- tores por indicar los diluyentes en el trata- miento, con cuya terapéutica obtuvo ventajas que le dieron uña gran reputación. La obra de Tissol abunda en observaciones interesantes sobre los sínlomas, curso y mélodo curativo del histerismo; pero como mezcla á cada paso la historia de esla afección con la de otros ac- cidentes nerviosos, es dificil sacar de ella un gran provecho (Traite des maladies nerveuses). Lo mismo puede decirse de la de R. Whytt, quien describe sin embargo muy completamen- te lodos los fenómenos históricos (Des vapeurs el maladies nerveuses, etc., 2 vol. en 12.°). «La obra de Louyer-Villermay se considera con razón como una de las que mas han con- tribuido ádar conocimientos exactos y precisos de la hipocondria y el histerismo. Su trabajo sobre esta última enfermedad se ha reprodu- cido, con modificaciones ó sin ellas, en mu- chas obras francesas y estrangeras, y por lar- go tiempo ha tenido fuerza de ley en patología (Traite des mal. nerveuses, des vapeurs, en 8.°, 1.1; París, 1816, y el arl. hysteme del Dict. des se. medie, t. XXIII, en 8.°; París, 1818); mereciendo aun hoy ser consultado por lodos los que escriban sobre las enfermedades ner- viosas. No obstante, se puede censurar á su autor, por haber sido demasiado ligero en ad- mitir algunos hechos cuya autenticidad es muy dudosa, y que pertenecen áépocas muy remo- 20 1*1 dkl nisnaiSMO. las; siendo lambien de sentir , que en la etio- logía del histerismo se encuentren no pocos lu- gares comunes sobre las influencias morales, y una enumeración estéril de causas cuya ac- ción no se halla demostrada. «Georget reproduce la doctrina antigua de Lepois, Villis v Barbeyrac , de que el desor- den funcional del cerebro es la causa del his- terismo (Recherches sur lee maladies nerveu- ses, et particulierement de Vhysterie et deVhy- pochondrie, t. II, en 8.°; París , 1821, y art. Hysterie del Dict. de méd., 1."y 2.* edic); cuya opinión , aunque sostenida con verdadero talento , no ha podido prevalecer , porque es manifiestamente opuesta al curso de los sínto- mas y á los hechos observados. Sin embargo, ha sido en parte adoptada por algunos autores modernos, y enlre otros por Gírard, quien re- fiere al cereoro el asienlo del histerismo (Con - sider. physiol. et pathol. sur les affect. nerv. dites hysteriques, en 8.°; París, 18Í1). Este opúsculo no encierra de nuevo mas que ideas teóricas y poco inteligibles sobre las funciones de la inervación. »Brachet dio á luz sus Investigaciones sobre la naturaleza y asiento del histerismo y de la hipocondria (en 8.*; París, 1832), en cumpli- miento del programa publicado por la Socie- dad de medicina de Burdeos sobre la enferme- dad que no% ocupa. Ya hemos discutido la opi- nión de esle médico por lo locante á la natura- leza de la afección. En su obra se encuentra un examen concienzudo de las diversas doctrinas debidas á los autores que han escrito sobre el histerismo ; pero en todas las páginas se detie- ne en discutir el mecanismo de las funciones, y la influencia de los nervios y del cerebro, pa- reciendo que soloescribe para hacer que triun- fe su opinión. »La Historia filosófica de la hipocondria y del histerismo de Dubois (de Amíens), que obtu- ro el premio concedido por la Sociedad Real de Burdeos (en 8.°; París, 1833), es una espo- sicion crítica muy completa de las mejores obras que se han publicado sobre esta mate- ria ; pero luego veremos (véase Hipocondría ) que se encuentran muy á menudo en esle libro digresiones intempestivas y demasiado largas, que entorpeciendo la descripción , entretienen al lector sin utilidad. La parle histórica , que está muy bien hecha, se halla espuesta sobre todo en los capítulos naturaleza y tratamiento (p. 333 y 455). Pudiéramos copiar ahora la lis- ta de las tesis francesas y de otros paises, que se han publicado sobre el histerismo ; pero co- mo no contienen mas que observaciones parti- culares , 6 ideas ya conocidas , las pasaremos en silencio, remitiéndonos á la bibliografía del artículo Histbrisxo del Diccionario de ciencias médicas , donde se hallan enumeradas» (Mon- *gRETy Flíory, Compendium, ele, i. V, pá- gin. 68-89). ARTICULO t. De la hipocondría. »La palabra hipocondria se deriva de *»/ bajo y x>*i(" nuestro artículo Locura). Por último , no hace lodavia mucho , cuando el diagnóstico carecía aun del grado de certidumbre que posee en la actualidad, que se lomaban por hipocondrías varias clorosis y afecciones orgánicas del cora- zón ó de las visceras abdominales. rtLa hipocondría es , en nuestro sentir, una aberración de las facultades intelectuales, una nturosis cerebral, que induce al individuo que la padece á ocuparse continuamente de sensaciones reales ó imaginarias que cree percibir en las diversas partes de su cuerpo, y á considerarlas como oirás tantas enfermedades graves, de las que nunca le curará, á su parecer , la medi- cina. En otros términos, la hipocondría es una meditación morbosa del hombre sobre su pro- pia salud, ó sirviéndonos de una espresion muy exacla lomada de J. Franck , una alucinación del enfermo sobre su salud. Es un delirio par- cial que tiene por objeto la salud del enfermo, quien se halla continuamente atormentado por el temor de sucumbir á afecciones que no exis- ten , y que supone le amenazan juzgándo- las incurables. Leuret da una idea muy preci- sa de este mal diciendo , que «es un eslado en que la atención se fija casi continuamente en una enfermedad real 6 imaginaria, acompa- ñado de tristeza y de temores infundados» (Fragments psychologiques sur la folie, p. 369, en 8.'; París, 1834). (1) »Las demás definiciones que se encuen- tran en las obras difieren notablemente de las que acabamos de indicar. Hé aqui cómo se espresa en esla materia Louyer-Villermay: «Es una afección eminentemente nerviosa, que pa- rece consistir en una irritación ó modo de ser particular del sistema nervioso , y principal- mente del que anima los órganos digestivos: los síntomas esenciales son numerosos: las mas veces hay alteración y lentitud de las digestio- nes , sin fiebre , ni vestigio de una lesión lo- cal; flaluosidades y borborigmos, exaltación de (i) Aunque en todo el discurso de esle articulo se esfuerzan Monneret y Fleury en demostrar que la hipo- condría ts esencialmente un trastorno de la inteligencia y nada mas, no hemos creído que debe colocarse esta enfermedad entre las que decididamente pueden refe- rirse al cerebro, sino tal lado del histerismo y de los de- más desórdenes de la inervación. Efectiva mente, los mis- mos autores no pueden menos de confesar , que esta se halla afectada en toda la economía ; y nosotros añadi- mos, que si el cerebro juzga mal, es porque se le tras- miten impresiones desfiguradas ó exageradas. En cuanto al temor de la muerte, si bien es indudable en la hipo- condría , no ofrece en manera alguna el carácter de una verdadera monomaftia, sino que se funda en esas mis- mas impresiones debidas al desorden de la inervación. Creemos, pues, nosotros que esta es la queipadece esen- cial y primitivamente en la hipocondría , swndo Un se. cúndanos los fenómenos cerebrales .graves, como los de- mas desórdenes que se fijan en las diversas visceras. Varios y muy graves autores han comparado y aun que» rido reunir la hipocondría y el histerismo , siendo bas- tante natural describir la una á continuación del «tro. (El T.) la sensibilidad general, y varios espasmos, palpitaciones é ilusione» de los sentidos, sobre lodo del oido y la viste; sucesión rápida de fenómenos morbosos, que simulan la mayor parle de las enfermedades; estado real, pero variable , de angustia y sufrimiento , con ter- rores pánicos ó inquietudes exageradas; volu- bilidad moral, y exageración continua, espe- cialmente en lodo lo que se refiere á la salud ó á la declaración de los accidentes de la enfer- medad» (Traite de maladies nerveuses ou va- peurs , et parliculierement de Vhysterie et de Vhypochondrie, lom. I, p. 223, en 8.°; Pa- rís, 1816). «Cullen , que tenia una idea muy exacta de la hipocondria , la distingue cuidadosamen- te de la gastralgia , y la hace depender de una afección del sensorio común (Elements. de med. prát., t. II, p. 422, en 8.°; París, 1819). La definición que da este médico se reduce á es- poner los prindpales síntomas de la hipocon- dria , y puede considerarse como una de las mejores. «Existe en ciertas personas , dice , un estado del alma, que se conoce por el concurso de las circunstancias siguientes: languidez, indiferencia ó falla de resolución ó actividad para toda especie de empresas; disposición á todo lo serio , á la tristeza y á la timidez , y miedo de que los sucesos venideros terminen desgraciadamente ó del modo mas funesto , lo cual hace que la mas ligera sospecha induzca á suponer males considerables. Estas personas ponen una atención particular en su salud ; el menor cambio de situación que esperimenten en su cuerpo , es suficiente para ocuparlas con seriedad, y toda sensación eslraordinaria, á veces la mas ligera,les hace temer un gran peligro y aun la muerte Sus .creencias y per- suasiones son por lo común muy obstinadas re- lativamente á estas sensaciones y temores» (obr. cit., t. II, p. 414). Los autores modernos no caracterizan tan bien la hipocondria, y aun di- remos que no son tan claros y precisos al des- cribirla, como Cullen. »La mayor parle de las definiciones de los médicos mas antiguos tienen la falla de basar- se en hipótesis creadas para esplicar la natu- raleza y el asienlo del mal. Senerto djee, que consiste en una acumulación de humores vicia- dos ó de mala calidad , sobre todo melancóli- cos ó atrabiliarios , y á veces también pituito- sos ó biliosos, que se forma en los ramos de la vena porte , de la arteria oeliaca y meseolé- irica, y en los hipocondrios, principalmente en ^l izquierdo , >enlT6¡el ^estómago, el baao, etc. (Inst.méd.; Vileb., en 8.°, 162M. Hoffmann la "define diciendo, qnre «es una afección espas^- anódioa y llatulerila de las primeras vias, sobre -lodo del estómago y de los intestinos, que oca- siona movimientos irregulares en eslas visce- ras , y altera todo el sistema nervioso y la ar- monía de las funciones (Demalo hypocondriaco, p ¿ 64 i en Oper. omn., t. Hl,en. f.,Gin. 1761). Esle-autor confunde la gastro-enteralgia con la 156 hipocondría, y crea una hipótesis sobre la cau- sa presunta del mal. »J. Franck ve en la hipocondria «una aluci- nación de un individuo sobre su propia salud, juzgándola mucho peor de lo que es en reali- dad, con una atención escrupulosa hacia el es- tado de su cuerpo, ansiedad y temor , perma- neciendo en lo demás sanas las facultades del alma, si se esceptúa este vicio de la imagina- ción.» Para dar una idea completa de la opi- nión del médico alemán , debemos añadir que considera la hipocondria como «una enferme- dad de todo el sistema nervioso , que se desar- rolla principalmente en los ganglios abdomina- les , en los plexos cardiacos y el cerebro , sin que pueda demostrarse por la autopsia , y en que se halla tan afectado el sentido uni- versal interno, que trasmite impresiones mor- bosas al sensorio común , y hace que el enfer- mo tenga nociones falsas de los cambios que se verifican en su economía, nociones acompa- ñadas de una sensación desagradable» ( Pra- xeos médicw universa prcecepta; trad. fr. en la Encycl. des se. méd., t. III, p. 413, en 8.°; París, 1838). » Podríamos todavía mencionar las diferen- tes definiciones de Galeno, Willis, Pisón, El- muller, Stahl, Boerhaave y otros; pero como la mayor parte de ellos se fundan únicamente en hipótesis, en que los humores, la sangre y los fenómenos mecánicos representan el prin- cipal papel , las creemos poco instructivas y las pasamos en silencio. Por lo demás , ya ha- blaremos de ellas al indicar las diversas teo- rías que se han emitido sobre las causas de esla afección. «Comparando las definiciones precedentes con las que dejamos establecidas al frente de este capítulo, se ve desde luego , que en nues- tro sentir la hipocondria es una afección ner- viosa primitiva del cerebro , ó en otros térmi- nos , una neurosis que se manifiesta por un delirio parcial, cuyos caracteres dejamos ya trazados, y luego describiremos mas detenida- mente. Recordaremos lan solo, que la alucina- ción recae sobre la salud del individuo, y le arrastra á las aberraciones mentales mas es- trañas sobre la naturaleza de sus sensaciones. Hemos borrado del número de los síntomas ca- racterísticos de la enfermedad los que pertene- cen á la gastro-enteralgia , que no es mas que un efecto del desorden de la inervación cere- bral , ó que solo aparece como complicación. Sobre este punte seguimos la opinión de Cullen (ob. cit., p. 422), de Flerayng, Leuret y Geor- get (arl. Locura en el Journ. compl. des se. méd., y el artículo Hipocondría del Dict. de méd., p. 135), cuyos dos últimos autores , lo mismo que Falret (de Vhypochond. et du suiá- de, p. 371, y Passim, en 8.°; París, 1822), sos- tienen que la hipocondria es una afección pri- mitiva del cerebro: procuraremos bacer que prevalezca esla doctrina, que es la que á nues- tro parecer cuadra mas naturalmente á los he- DE LA HIPOCONDRÍA. chos mejor observados de la enfermedad que nos ocupa. «Divisiones.—Háse multiplicado el nume- ro de las hipocondrías sin provecho alguno para la ciencia. Sauvages y Fracassini distin- guen numerosas especies. Mucho mas severo Cullen que oíros nosógrafos, solo reconoce una , que es la designada por Sauvages con el nombre de hipoconelria melancólica , á la que llama idiopática. Ya indicaremos las adopta- das por los autores al tralar de las especies y variedades (v. esla palabra). Convencidos con los médicos que hemos citado mas arriba, de que la hipocondria es una afección del cenlro nervioso , solo admitimos la llamada idiopáti- ca por Cullen , y á su estudio consagraremos lo que tenemos que decir. Sin embargo , nota- remos que puede la hipocondria manifestarse en un individuo predispuesto con motivo de una enfermedad de otro órgano. Los fenómenos gastrálgicos , que son las mas veces efeclo de la neurosis cerebral, pueden también consti- tuir una afección primitiva , en cuyo caso la hipocondría es una complicación de la gastral- gia, habiéndose necesitado una predisposición especial para que se manifestase. Esla gastral- gia puede llamarse "hipocondriaca, pues en efeclo , la neurosis gastrointestinales la en- fermedad primitiva, y la hipocondria el resul- tado simpático de la primera afección; ó en otros términos, hay entonces una hipocondria consecutiva ó sintomática. Mas para hacer di- manar con fundamento la hipocondria de la perversión de la sensibilidad de los órganos di- gestivos, es preciso que sean evidentes los sín- tomas de la gastralgia , y que hayan precedi- do manifiestamente á los de la neurosis que nos ocupa. »Pueden también estas hipocondrías sinto- máticas proceder de partes distintas de las pri- meras vias, pues se observan á veces sínlomas de esta enfermedad en individuos que padecen afecciones del hígado , del corazón, pulmón, útero, y varías neuralgias, en las mujeres em- barazadas , etc. Todas estas afecciones, como dice Barras, pueden irritar simpáticamente Jas demás parles del cuerpo , con especialidad el encéfalo , y hacer hipocondriacas á las perso- nas que las padecen» (Traite des gas tralpes. suplemento, p. 252-353, en 8.°; París, 1838). Pueden complicarse con la hipocondria lesio- nes viscerales, muy diversas por su naturaleza y asiente; pero como estes hipocondrias sinto- máticas son totalmente semejantes por sus sig- nos á la simple primitiva ó idiopática, dare- mos de ellas una descripción muy sucinta des- pués de haber examinado detenidamente la hipocondria simple. »Alteraciones cadavéricas.—Los hipocon- driacos arrastran muchos años una existencia penosa, y sucumben á enfermedades acciden- tales, ó á la profunda perturbación que espe- rimenta el sistema nervioso , y que acaba por producir desórdenes manifiestes. No deberá, DE LA HU pues, sorprendernos que los autores describan, , •orno pertenecientesá la hipocondria, lesiones cadavéricas que no le corresponden , y cuya enumeración seria harto fastidiosa; pues ten- dríamos que hacer un curso complete de ana- tomía patológica si hubiéramos de esponer los resultados de la autopsia de los hipocondriacos. El estómago, los intestinos, el hígado, el bazo, el peritoneo, el epiplon, los vasos de eslos ór- ganos, los ríñones, la vejiga y el útero, son las parles que han parecido afectadas con mas fre- cuencia. Inútil es añadir, que estos desórdenes resultan de las complicaciones á que sucum- ben los enfermos, ó que ba producido la neu- rosis; pues efectivamente sabido es en la-ac- tualidad , que un órgano cuya inervación eslá profundamente y por mucho tiempo modifica- da, acaba por alterarse; pudiéndose admitirque enferman á la larga el corazón y las diferentes visceras del vientre, cuando se halla alterada la inervación cerebral; cuya opinión eslá apo- yada en el testimonio de los mejores autores (Whytt, Les vapeurs et\maladies nerveuses,etc., Irad. por Lebegue de Preste, l.I, p. 536, en 12, París, 1767; Georget, art. cit., p. 133, Falret, obr. cit., p. 495; ele). »EI cerebro se ha esplorado poco, porque el asienlo de la hipocondría se ha colocado ge- neralmente en las visceras abdominales. Los únicos hechos referidos con algunos pormeno- res, se deben á Falret. En un caso que se halla en la obra de Morgagni (de Sedibus), se en- contró serosidad derramada en los ventrículos del cerebro; pero el enfermo habia tenido de- lirio en los últimos dias de su vida, y no se comprende qué importancia puede "atribuir Falret á un hecho de esla naturaleza. Viller- may refiere uno, en que se hallaba el cerebro un poco inyectado y contenía en los ventrícu- los dos onzas de serosidad (ob. cit., t. 1. pági- na 440). Falrel ha vislo en el cerebro de un hipocondriaco mas cantidad de sangre que en el estado normal, rezumando este liquido por las partes divididas. Es imposible deducir nada de semejantes hechos, que solo citamos para dejarlos consignados , y terminaremos dicien- do , que la hipocondría como las demás neuro- sis, no deja vestigio alguno en el cadáver. «Síntomas.—La dificultad que se esperi- menta al describir los sínlomas de esla afec- ción , depende de que repitiéndose simpática- mente las alteraciones de la inervación en to- das las partes de la economía, resulta un con- junto de fenómenos numerosos y variados, cuya sucesión y enlace no siempre es fácil compren- der. «No todos los sínlomas, dice Georget, se observan á un mismo tiempo, ni en un mismo individuo, no siendo tampoco ¡guales en los diversos períodos de la enfermedad, ni en to- dos los instantes de cada período» (art. cit., Dict. de méd. p. 130). Los autores que han es- tudiado esta enfermedad, los esponen de varias maneras: unos, que como Villermay colocan el asienlo de la enfermedad en los órganos diges- íocondma. 157 livos, refieren como sínlomas predominantes los desórdenes de este aparato; y otros insis- ten mas particularmente en los que proceden del sistema nervioso, porque en él es donde fi- jan el origen de la enfermedad. Creemos que en efecto esle úllimo es el verdadero punte de partida de todos los accidentes que esperimen- la el enfermo, y por su estudio empezaremos la descripción del mal á ejemplo de Falret. Al cabo de un tiempo muy corto, no hay casi parte alguna de la economía en que dejen de notarse fenómenos morbosos: «Signorum ma- xirausest numerus, dice Mangel; vix enim ulla pars corporis est quae vira hujus morbi effugit, prsecipue si morbus radicesalle egeril.» »La invasión de la enfermedad es en ge- neral lenta y gradual; y sin embargo se desar- rolla algunas veces con una rapidez considera- ble , sobre todo cuando resulta de una fuerte emoción moral (Villermay, t. I, p. 347). El enfermo esperimenta al principio vahídos, vér- tigos, ilusiones de óptica y zumbido de oidos; la inteligencia se halla lodavia sana , y los pa- cientes continúan en sus ocupaciones. «Los trastornos de los sentidos es lo que mas se nota al principio. Dificil es imaginar las innumerables variaciones que presenta esla especie de sínlomas, y las diversas formas que afectan en los enfermos; pues cada uno siente de un modo distinto las aberraciones de la sen- sibilidad; y si á esto se añade, que cada cual las espresa á su manera y siempre con exage- ración, fácilmente se comprenderá, que el cua- dro de los sínlomas no puede ser constante, variando segun las épocas del mal y los dife- rentes individuos. Procuraremos sin" embargo describir los que suelen presentar el mayor nú- mero de enfermos. » Alteraciones de los sentidos.—Estos en ge- neral se hallan pervertidos y escilados, y muy rara vez se encuentra debilitada su sensibili- dad. El ojo siente en ciertos casos un dolor vivo, continuo ó periódico; soporta difícilmente una luz viva; ve chispas ó cuerpos brillantes, y no puede fijarse en objetos de esle aspecto. Los individuos se quejan también de pulsacio- nes incómodas en el globo ocular, cuva sensa- ción, mal interpretada por su inteligencia deli- rante , les hace creer que sus ojos van á sufrir una grave alteración; pero estas pulsaciones dependen únicamente de la vibración aumen- tada de las arterias: en algunos casos llega realmente á debilitarse la vista. «También se altera el oido. Los hipocon- driacos oyen silbidos y zumbidos de esle órga- no, y muchos acaban por percibir difícilmen- te los sonidos; pero comunmente esta sordera no es mas que temporal. »EI olfato sufre pocas modificaciones: á ve- ces no puede soportar el enfermo los olores mas insignificantes. Dícese que muchos srugelos ha- llan placer en los olores mas desagradables; depravación que se observa mas particular- mente én el histerismo. El sentido del guste li»H DK 1 V 1lirOCO*l>RIA. osla con frecuencia pervertido, ó bien goza de una sensibilidad esquisita : algunos enfermos comen con placer sustancias cuyo sabor es de- testable para todo el mundo. »La cabeza sítele estar dolorida, queman- te, y dicen los enfermos sentir én ella bocanadas de caloró una especie de vacio; ora una sensa- ción de hervidero 6 pulsaciones distintas; ora un peso y entorpecimiento muy incómodo, ó un frió muy vivo. «En algunos se note una sen- sibilidad" admirable en los cabellos, ó mas bien en el tejido de donde nacen, y que comparan los pacientes á carne magullada.» (Villermay, p. 242). «El dolor de cabeza, dice Falret, es habitual en los hipocondriacos, y precede mu- chas veces con el insomnio á todos los demás síntomas.» Su asiento varia, siendo la cefalal- gia, ora fronlal, occipilal ó sincipital, ora ge- neral : los enfermos comparan este dolor al que produciría un casquete de plomo, ó una com- presión hecha en las parles laterales de la cabeza. »E1 sueño no se halla alterado desde el principio, ni se manifiesta insomnio, sino des- pués de haber sobrevenido las alteraciones ner- viosas y las de la inteligencia. Entonces los in- dividuos no encuentran ya en el sueño ésa tranquilidad que calma por un instante la es- citacion nerviosa; se agitan en la cama, aban- donándose á la tristeza y á las ¡deas mas lú- gubres. Algunos, apenas se quedan dormidos, se despierten con una pesadilla, con ensueños incómodos y espantosos, con latidos del cora- zón ú opresión , y otros son perseguidos hasla en su sueño por toda especie de sensaciones penosas, tales como silbidos y zumbidos muy incómodos, el ruido de fuertes detonaciones eléctricas, ó de descargas de armas de fuego, el sonido de una campana ó un gran estruendo. »La sensibilidad general presente igual- mente numerosas alteraciones. La cara conser- va mucho tiempo su frescura, y lodas las apa- riencias de la mejor salud, lo que hace creer que eslan sanos los sugetos. Pero luego enfla- quece, adquiere un color pálido ó amarillento, como suceue en las afecciones crónicas, presen- tándose descolorida ó animada, quemante ó fria, segun las impresiones que padecen los en- fermos. Debe estudiarse con mucho cuidado la fisonomía de los hipocondriacos. En general espresa la tristeza y la melancolía mas pro- fundas. Los músculos de la frente y de las ce- jas están agitados de conlracciones permanen- tes, que dan á la cara un carácter sombrío é inquieto; los ojos, fijos é inmóviles cuando el enfermo eslá solo, siguen con ansiedad los me- nores movimienlos de los circunslantes. Cuando el médico procura consolarlos, se les anima el rostro pintándose en él la esperanza; pero muy luego vuelve á adquirir la espresion triste y melancólica, desde el momento que se abando- nan á sí mismos y recobran sus pensamientos habituales. »Los hipocondriacos son muy sensibles á las influencias esleriores. El frió, el calor, el es- lado eléctrico de la atmósfera, la humedad) la sequedad, producen una impresión muy viva en su superficie cutánea. «Suelen quejarse de dolores en todas las artes del cuerpo desde las plantas de los pies asía la eslremidad de los cabellos. Basta por otra parte que piensen en un dolor, para que al momento lo sientan; y cuando personas es- Irañas á la ciencia les describen los fenómenos que produce cualquier enfermedad , al instan- te imaginan que eslan afectados de ella. Eslos trastornos de las sensaciones dependen de la aberración intelectual, y ya volveremos á ha- blar de ellos mas adelante. En la mayor parle de los enfermos se observan calores pasageros, erráticos y parciales en los miembros, que se cubren en seguida de un sudor frió y viscoso; y estas alternativas de calor y frió van ó no acompañadas de dolores locales ó genera- les, parecidos á los reumáticos, sifilíticos ó es- corbúticos. Algunos esperimenlan en los miem- bros hormigueo y un ardor ó frescura seme- jantes á los que produciría un líquido caliente ó frió, introducido debajo de la piel; otros sien- ten entorpecimiento, una debilidad que imita la parálisis, movimientos convulsivos irregu- lares y pasageros que ocupan los miembros su- periores ó inferiores, calambres y latidos arte- riales. En otros casos esperimenlan movimien- tos muy eslraordinarios. Villermay habla de individuos que notaban una sensación de ple- nitud en el dorso, ó un entorpecimiento que cambiaba de silio cuando los enfermos muda- ban de posición. Uno de ellos a comparaba esle fenómeno á la acción de trasegar un líqui- do de un vaso á olro, pareciéndole que pasaba esle líquido de izquierda á derecha y vke versa* (loe. cit , p. 343). «Por lo que hace á las facultades locomo- trices, no participan de la perturbación deque se halla afectada en esla enfermedad la econo- mía entera. Hánse nolado sin embargo, algu- nos movimientos convulsivos, calambres y una debilidad pasagera ; pero eslos síntomas son mucho mas raros que las alteraciones de la sensibilidad, y ademas solo aparecen en una época avanzada del mal. Entonces suelen que- jarse muchos enfermos de suma debilidad, de laxitudes, y de eslraordinarío cansancio; algo- nos andan con dificultad, y su progresión es vacilante é incierto. «Perturbaciones déla inteligencia.—Lou- yer-Villermay no menciona el desorden moral sino en el tercer grado de la afección, es decir, mucho tiempo después de haberse manifestado las alteraciones de-la vida nutritiva: sin em- bargo, reconoce que se manifiesto mas pronto, cuando la hipocondria es ocasionada por afec- ciones penosas del alma ó por meditaciones de- masiado sostenidas (loe. cit., p. 347). Nosotros creemos, contra la opinión precedente , que la aberración del espíritu y los desórdenes de la sensibilidad, se desarrollan antes que todos los DE LA HIPOCONDRÍA. 151» demás. Para demostrar Falret la verdad de esla aserción , ha analizado doce observacio- nes eslraidas de la obra de Villermay, las que prueban claramente que los sínlomas ce- rebrales son los primeros que aparecen , los únicos que son constantes y que presentan al- gún carácter de gravedad (ob. cit., p. 437-488). La esposicion de los sínlomas siguientes acaba- rá de convencer al lector de que la hipocondría es una verdadera aberración déla inteligencia, »EI sínloma que nos parece mas notable, y que debe colocarse al frente de los demás, es la tendencia que lienen los hipocondriacos á ocu- parse de su salud y de lodas las sensaciones que esperimentan , "atribuyéndoles un carác- ter de gravedad que se hallan muy lejos de te- ner. aDe todas las facultades intelectuales, di- ce Villermay, la imaginación es la que está constantemente mas comprometida y siempre de una manera simpática ; pero no se crea que por hallarse afectada la imaginación de eslos enfermos , sean imaginarios la afección ó su- frí mientes de que se quejan ; pues sus males son efectivos, aunque exageran sus efectos, sus peligros, y añaden muchas veces á un sín- loma morboso verdadero un temor exagerado ó quimérico. Alberti desecha la opinión de los médicos que creen hay algo de imaginario en esla enfermedad , y nosotros somos del mismo parecer» (loe. cit., p. 254). Bajo este concep- to conviene establecer distinciones importan- tes, que sin embargo no han hecho los auto- res. Ya en olro artículo (v. Locura) hemos estudiado las alucinaciones , é insistido mucho en las diferencias que hay enlre la ilusión y la alucinación , siendo necesario que las recuer- de el lector para comprender lo que varaos á decir. «Todos los sentidos pueden padecer aluci naciones hipocondriacas. Un enfermo oye muy distintamente hacia la parte posterior ó el vér- tice de su cabeza una voz que le habla (L. Vi- llermay, ob. cit., p. 349); ólro cree que su piel está escamosa como la de una carpa, y un tercero no quiere moverse porque ve a su alre- dedor un precipicio, ó padece alguna olra alu- cinación del sentido de la vista. Ya hemos ha- blado de las que pertenecen al oido, diciendo que los hipocondriacos se figuran oir ruido de campanas, canto de pájaros y voces de hom- bres : iguales alucinaciones sufren el olfato y el guste. Algunos enfermos aseguran que su ce- rebro está lleno de agua, vacío, duro y petro- so. Nadie dudará que eslos son signos no du- dosos de un delirio parcial y de una aberración evidente de la inteligencia. »L* alucinación es un fenómeno cerebral, que se efectúa con independencia de los sentidos, y que «onsiste en una sensación esterna que cree esperioienlar el enfermo, aunque no obre en realidad sobre losfórga&es ningún agente este- rtor (v.«larMeuloLocüBA). Los hipocondriacos padecen estas alucinaciones en su mas alto gra- do. Unos se imaginan tener un cálculo en la vejiga, un feto en el útero, eslar afectados de la rabia ; otros afirman que les fallan ciertas visceras, que son impotentes y padecen una enfermedad venérea; quién siente continua- mente un olor desagradable , y quién esperi- menta un tacto doble (Frank, loe. cit., p. 109). «Conviene distinguir bien la alucinación de la ilusión ; lo cual es impórtenle en patología, y mucho mas en el estudio de la hipocondria. La alucinación procede de una concepción ce- rebral delirante, siendo el cerebro el que pro- duce el error, sin necesitar el concurso de los sentidos; mientras que este es necesario en las ilusiones. Se padecen alucinaciones de la vista, aunque eslen completamente atrofiados los ner- vios ópticos, y las ilusiones de este mismo ór- gano solo se verifican cuando están abiertos los ojos (art. Locura). En los hipocondriacos las ilusiones son mucho mas frecuentes que las alu- cinaciones , siendo el número y asiento de las primeras lan variado , que raya en lo imposi- ble hacer de ellas un cuadro complete , é indi- caremos únicamente las que se observan con mas frecuencia. Como ya hemos indicado , el hipocondriaco es juguete continuo de sus nu- merosas ilusiones , ocupándose continuamente en estudiar sus menores sensaciones y en se- guir lodas sus fases. Es lanío lo que se compla- ce en esta ocupación, que al despertarse pro- cura recordar las diversas impresiones que ha esperímentedo la víspera, y si no llega á con- seguirlo, muy luego descubre otras su espíritu desazonado y movible. El que no haya hecho en si mismo la minuciosa investigación á que suele entregarse el hipocondriaco , difícilmente imaginaria la inmensa variedad de sensaciones y fenómenos , que esta incesante observación puede hacer descubrir al que Irale de analizar sus menores impresiones. Tal hipocondriaco, por ejemplo , que ha hablado con una persona que padece del estomago, ó que ha leído en los libros de medicina los síntomas propios de las enfermedades de esta viscera, se persuade al momento de que tiene en ella una inflamación ó un cáncer; y las ilsi ones á que se somete ciegamente confirman mas y mas su opinión. En efeclo, lodas las mañanas examina su len- gua, la que le parece eslar blanca y sucia; siente peso en el epigastrio, que se forman algunos gases en el tubo digestivo, y que las evacuaciones ventrales son mas raras que de ordinario; no dudando ya que la afección gás- trica ba producido alteraciones profundas. En vano trataremos de probarle que los escremen- los son perfectamente naturales y que no hay motivo alguno que pueda inducirnos á creer ue está afecte el estomago, pues procurará emostrarnos lo contrario; y hallándose des- graciadamente transformadas por su cerebro enfermo las sensaciones verdaderas en ilusiones teiieslas, muy luego encontrará en ellas la con- firmación de sus fatales ideas. Un poco de in- comodidad epigástrica será para él «n dolor lancinante; la distensión gaseosa del estómago, ICO nr. ti mtvw.ONnim. un lumor formado por el cáncer, y si las jun- ciones gastrointestinales llegan realmente á al- terarse por la perniciosa influencia de la neu- rosis cerebral, interpretará todos tes síntomas en favor de la enfermedad creada por su delirio. «Veamos ahora otras ilusiones de los senti- dos, no "menos comunes que las precedentes. Movido un enfermo por la lectura ó solo por su imaginación, á fijarse mas especialmente en los latidos del corazón y de las arterias, y ab- sorto dias y meses en este estraño estudio, lle- va continuamente la mano á eslos órganos ; le parecen sus latidos sumamente violentos, y cree que anuncian el desarrollo de un aneuris- ma. Si siente pulsaciones en el epigastrio, su- pone que padece un aneurisma de la arteria celiaca , é imagina que la carótida eslá afecta- da porque ha oido sus pulsaciones ó visto su diaslole en el espejo , donde está mirándose continuamente. Con solo distraer á este pobre loco haciéndole viajar, apoderándonos por al- gunos dias de su inteligencia delirante, se con- sigue disipar como el humo estas enfermedades del sistema vascular que atormentaban su vi- da. J. J. Rousseau se imaginó, á fuerza de leer libros de medicina y de anatomía, que tenia un pólipo en el corazón ; y bajo el imperio de esta idea se tornaron en oirás tantas ilusiones las sensaciones verdaderas que esperimentaba; de modo que sus dudas se convirlieron en cer- tidumbre, pareciéndole imposible desconocer esla grave afección. Con ánimo de curarla salió paraMonlpellier á consultar con Fizes; pero en- contró en el camino á madama Larnage, que le hizo olvidar su pólipo, no volviéndolo á sen- tir hasta que llegó á aquel punto. Por entonces. relajado Rousseau por la vida sensual que pa- saba con madama VVarens, se habia vuelto hi- pocondriaco ; mas tarde se hizo melancólico, y esla monomanía le condujo, como lodo el mun- do sabe, al suicidio (OEuvres completes de J. J. Rousseau, por Musset-Palhay , edic. de Du- ponl; Confessions , Precis de la vie de J. J. Rousseau , p. 590 y sig., en 8.°; París, 1824). «Dubois de Amiens da el nombre de mono- manía neumo-cardiaca al conjunto de fenóme- nos que presentan los enfermos, que todo lo refieren á los sistemas circulatorio y respira- torio (Histoire philosophique de Vhypochondrie et deVhysterie, p. 17o, en 8.°; París, 1833); es en efecto una verdadera monomanía , pues se ocupan de continuo los pacientes en esplorar los latidos del corazón ó los movimienlos respi- ratorios ; y á fuerza de observar la manera co- mo se efectúan estos actos, creen hallar difí- cil su respiración. La inervación cerebral por otra parte acaba por influir en esta función, la cual se altera en realidad ; manifiéstase disnea en estos enfermos, que temen respirar, y no tardan en venir fenómenos morbosos á reem- plazar lo que no era en su principio mas que una simple ilusión. Se creen lisíeos, se percu- ten el pecho, examinan atentamente sus espu- tos , y la menor cantidad de moco teñido por algunas esleías sanguíneas ó por materia ne- gra, la tienen por un signo cierto de tisis. La dificultad imaginaria de su respiración y los catarros que han padecido , so convierten en oirás tantas pruebas irrecusables que invocan en apoyo de su opinión. »Importa comprender bien el encadena- miento de los fenómenos para no esponerse á equivocar la verdadera causa de los accidentes que referimos. Hé aqui cómo se presenten en la mayoría de los casos : al principio se halla ín- tegra la función del órgano en que la inleli- gencia trastornada quiere por fuerza encontrar una afección, y en su estado normal las sen- saciones latentes ó manifiestas que suministra el órgano que se supone eslar enfermo. Estas sensaciones se convierten para el paciente en otras tantas ilusiones; trasformacion debida al trastorno primitivo del sensorio común. Por ultimo , la influencia prolongada del Iras- torno de la inervación central altera las fun- ciones del órgano que se habia conservado sa- no hasta entonces, y sobrevienen fenómenos morbosos , que pueden consistir primitiva- mente en una simple lesión de las funciones, pero que mas tarde son debidos á una It'sion material que no puede desconocerse. Preciso era esponer una vez para siempre esta sucesión de accidentes, que se observan también en le- dos los demás aparatos de que nos falla hablar. «Después del estómago, el tubo digestivo, el corazón, el pulmón y las arterias , los órganos que suelen también" atraer la atención de loa hipocondriacos son los genilo-urinarios y el ce- rebro. Unos se quejan de un dolor vago en to- da la cabeza, una especie de vacío que podria llamarse embriaguez hipocondriaca (L. Viller- may, ob. cil., 1. I, p. 352); otros de un peso habitual, y de los diferentes ruidos de que he- mos hablado mas arriba. La mayor parle de eslos desgraciados convierten sus alucinaciones é ilusiones en sínlomas de enfermedades, cre- yéndose amenazados de un ataque de apople- gia, temiendo volverse locos; pierden la me- moria, la vista, el oido, etc. (monomanía en- cefálica, Dubois, ob. cil.) Algunos creen ver un depósito rojizo en sus orinas , las conservan cuidadosamente, las examinan lodo el dia , se las enseñan al médico , y le aseguran que ofre- cen signos del mal de piedra , y otros están se- guros de tener un cálculo en la vejiga, porque forman sedimento sus orinas , las escretan i cada instante, y sienten peso en el periné , es- cozor en la eslremidad del miembro, ele. Si se les sonda y nada se encuentra en su vejiga, no por eso dejan de creerse afectados de cál- culo , hasta que otra idea tan loca como la pri* mera venga á reemplazarla. J. Frank refiere, que preguntando un médicoá un enfermo quién era el que le juzgaba calculoso , respondió con indignación : yo mismo; y nadie pudo hacerle abandonar esta opinión (loe. cit., p. 109). i Tiene un hipocondriaco algunas poluciones ' nocturnas, depositando su orina un mocoblan* DE LA HIPOCONDRÍA. 161 quecino; y al instante ve en estos fenómenos, harto comunes, signos indudables de la enfer- medad que se designa con el nombre de pérdi- das seminales, sin que se le pueda disuadir de esta fatal idea. Oíros eslan convencidos de que son impotentes, cuyo pensamiento los acosa sin cesar, dominándolos hasta el punto, que los ór- ganos genitales se afectan momentáneamente de atenía. Si se consigue distraer al enfermo de este funesta idea por un tratamiento apropia- do, recobra sus facultades generadoras, que mu- chas veces no le han abandonado un solo ins-. tanle. Los individuos que padecen esta especie de hipocondría, atentan en ocasiones contra su vida; como le sucedió á un hombre cuyos tes- tículos se habían quedado en el abdomen , lo que le indujo á creerse impotente (Falret, artí- culo Hypochondrie , Dict. de méd. et de chir. prat., p. 26). «Otra variedad muy común de la hipocon- dria, es la que induce á los enfermos á juzgar- se afectados de enfermedades sifilíticas, que- jándose unas veces de una simple purgación, y otras de afecciones mas graves. Louyer-Viller- may habla de una señora hipocondriaca, que tomó por síntomas sifilíticos los restos del hi- raen y las carúnculas mirliformes (ob. cil., lo- mo I, p. 361). Olra, dominada igualmente por la misma ilusión , alribuia á la sífilis unos do- lores de cabeza y ciertas escoriaciones de la lengua, que habia provocado una operación re- ciente practicada en la dentadura, habiéndole costado mucho trabajo á Villermay el conven- cerla del origen de los accidentes (loe. cil., pá- gina 362). Eslos hipocondriacos sifilífobos creen muchas veces que su pretendida enfermedad es congénila ó procedente de una afección que han padecido quince ó veinte años antes; y no les fallan razones en que apoyar su opinión, pues todos los dolores de los miembros ó de ca- beza son para ellos osteocopos; las manchas de Ja piel, cobrizas; la caida de sus cabellos una alopecia venérea, etc. Hay otros que se imagi- nan afectados de sarna y herpes, aunque no tengan el menor vestigio de eslas lesiones. «Oíros hay que habiendo sido mordidos por un perro, se imaginan tener todos los síntomas de la rabia en las mas ligeras sensaciones que esperimentan; examinan sin cesar la herida, y aunque eslé perfectamente cicatrizada, les pa- rece mas roja é inyectada; sienten en ella es- cozor y comezón , y no dudan que va á abrir- se. Creen tener infartadas las glándulas axila- res, sensibles los vasos linfáticos del brazo, y aun puede suceder qne se manifieste la hidro- fobia. J. Frank dice, que en el'otoño de 1815, murió de hidrofobia en su clínica un hidalgo que habia sido mordido por un lobo rabioso y añade: «Un su pariente hipocondriaco, que le habia asistido en su enfermedad, empezó al instante á cobrar horror al agua, diciendo que nada habia que esperar, que padecía el mismo mal. Se le administró una dosis alta de opio, y un sueño de muchas horas calmó su imagina- TOMO VII. cion» (loe. cit., p. 109). Dubois de Amiens" menciona también esla variedad de la hipo- condría, á la que llama monomanía hidrofóbica; pero no tiene razón en decir «que ni aun se la encuentra mencionada en las opiniones emiti- das por los autores sobre la historia de las afec- ciones hipocondriacas;) (loe. cit., p. 332). Du- bois refiere otros hechos curiosos tomados de diversas obras, que demuestran que el temor exagerado puede determinar en las personas mordidas por perros no rabiosos la mayor parte de los síntomas de la rabia (p: 233 y si- guientes). «Obsérvanse hipocondriacos que eslan per- suadidos de que les es imposible todo movimien- to, por la profunda debilidad que se imaginan tener. Dubois habla de una hipocondria en la aue «la memoria del pais natal imprime á to- as las ideas del enfermo y al curso mismo de la afección física, un sello especial muy nota- ble» (monomanía nostálgica, ob. cit., p. 236). Esta forma es rara, y aun puede considerarse mas bien como una complicación. Seria nunca acabar si quisiéramos referir todas las creacio- nes quiméricas á que dan lugar las alucina- ciones é ilusiones hipocondriacas. «Desnaturalizando asi los enfermos sus sen- saciones, fijan el asiento de su enfermedad en todos los órganos, y si el estómago, el corazón, ó el pulmón son los que eligen con preferencia, es en razón de ser mas fácil el estudio de los fenómenos que les pertenecen. Efectivamente, pueden los enfermos esplorarlos alimentos, las materias fecales, las orinas, observar su diges- tión , tocar su estómago y vientre, contar los latidos del pulso y medir la eslension de los del corazón. Por lo demás, ya hemos dicho que varia mucho el órgano en que el hipocondria- co establece su enfermedad de predilección, en lo cual influyen circunstancias muy diferentes. Cuando daba Corvisart sus brillantes lecciones, gran número de estudiantes de medicina se creyeron afeclados de enfermedades del cora- zón , y mas adelante eligieron los hipocoadria- cos la gastritis y la tisis pulmonal. En ePTro- tado de las gastralgias de Barras se ve cuan- tos hipocondriacos ha tratado este apreciable autor, que creían padecer una gastritis. La doctrina médica que entonces reinaba, esplica esta preferencia de las enfermedades imagina- rias. Los cursantes en medicina , precisados á leer continuamenle las obras que tratan de las enfermedades y á oir las animadas descripcio- nes que hacen de ellas los profesores, eslan es- pueslos á hacerse hipocondriacos al principio desús esludios; pero después, ilustrándose su razón y consolidándose mas su juicio, dese- chan todos los temores quiméricos que turba- ban su reposo. Por lo que hace á las demás per- sonas, las circunslancias que deciden de la na- turaleza y asiente de la enfermedad de que se quejan , son las conversaciones que tienen con otros individuos que les cuenten sus males ó que padecen la misma afección , la lectura d,a 21 161 DE LA HIPOCONDRÍA. las obras de medicina, ó en fin, las palabras imprudentes ó interesadas de los médicos. Por lo demás la movilidad de su espíritu no les per- mite lijarse mucho tiempo en una misma idea: algunas veces dura muy poco su monomanía, quejándose sucesivamente del corazón, del pul- món y del cerebro; hasta que en ocasiones re- corren asi unas en pos de oirás todas las en- fermedades conocidas. «Acabamos de ver que uno de los caracte- res mas notables de la hipocondria, es la elec- ción que hacen los pacientes de una enferme- dad casi siempre mortal; y la circunstancia de que una vez fijas en un punto sus alucinacio- nes é ilusiones, se concentran todas sus facul- tades en esta afección , y desde entonces todo converge hacia ella. Pero olro carácter lam- bien no menos marcado de esta monomanía es, que los mismos enfermos que suponen una en- fermedad que no existe, temen mucho los su- frimientos y la muerte, y procuran curarse por todos los medios posibles, leyendo libros de me- dicina para buscar algún remedio. El deseo que tienen de ponerse buenos los induce á consultar al médico á cada instante; depositen en él una confianza sin límites; lo escuchan y observan con escrupulosa atención; se someten ciegamente por algún tiempo á todas sus pres- cripciones aunque sean dolorosas; las obser- van "rigurosamente, y exigen que se indique todo con la mas minuciosa exactilud, las ho- ras á que deben tomar los remedios, su modo de preparación , el género y la cantidad de los alimentos y de las bebidas. Consideran como un crimen en las personas que los asisten cualquier olvido de la mas pequeña parte de la prescripción. Pero comunmente no dura mucho este respeto al médico; pues si no se curan bas- tante pronto ó no se alivian con la medicación que se les dispone, dejan el que lenian y bus- can otro. En realidad no suelen tener confian- za alguna en su facultativo, y siguen los con- sejos de las viejas, de los magnetizadores, y de |*da especie de charlatanes, con tanto es- mero como los de los hombres ilustres que han adquirido reputación en su arte. Sin embargo, el hipocondriaco llama por lo común al médico que se ha consagrado al estudio de tal ó cual enfermedad: cuando cree estar enfermo de ve- néreo , busca al que se ocupe de una manera especial del tratamiento de la sífilis; y segun recaiga su monomanía en enfermedades de la piel, de pecho, del corazón, ele, irá llamando de puerta en puerta, creyendo siempre encon- trar el remedio que debe terminar sus pade- cimientos. De este modo se ven enfermos que toman el parecer de todos los médicos de una gran ciudad, y hacen después viages por di- versos paises de Europa , buscando continua- mente el que ha de curarlos. «Los hipocondriacos se conocen también en su lenguaje. Pintan con los colores mas vivos los sufrimientos que padecen , llevando las es- presiones con que describen su enfermedad el sello de la exageración 6 de una falsedad evi- denle. «Mi cuerpo es un horno ardiendo, escri- bía un hipocondriaco á Louyer-Villermay; mis nervios carbones abrasados, y mi sangre aceite hirviendo» (loe. cit., p. 356). La narración que hacen de sus males prueba muchas veces una aberración intelectual indudable : unos asegu- ran que su cabeza eslá vacía , y oíros que tie- nen la piel cubierta de escamas. Se ha dicho que la enfermedad y los sufrimientos de que se 3uejan los hipocondriacos no eran imaginarios; e cuya opinión participan Alberli y Louyer- Villermay. Mas á nuestro parecer no es fun- dada, porque en efeclo las alucinaciones é ilusiones que padecen los locos dependen de la concepción delirante , son imaginarias; es de- cir, que no lienen su razón de existencia en el mundo eslerior , ni por lo lanío en las sensa- ciones: lo mismo sucede con las ilusiones y alu- cinaciones de esa olra especie de locos llama- dos .hipocondriacos. ¿Quién podrá sostenerla opinión contraria , cuando muchos de eslos en- fermos forjan afecciones sin tener ni uno solo de sus sínlomas ? »Los individuos afectados de hipocondria lienen tendencia á ocuparse de medicina , leen las obras de esta ciencia, y gustan conversar con los profesores de ella ó" con personas que no la conocen. Buscan sugelos que quieran es- cucharlos la larga descripción que hacen con- tinuamente de los males que han padecido ó padecen. Cuando hablan con un médico, le refieren cuanlo les ha pasado desde que nacie- ron , no omiten la circunstancia mas insignifi- cante, y hasta escudriñan edades remotas para buscar en su familia el origen de sus enferme- dades. El que no les escucha con eslremada paciencia, pierde su confianza, y nunca per- donan al que les hace entender que son hipo- condriacos. No hay razón en efeclo para consi- derar como enfermos imaginarios, es decir, co- mo personas que no eslan malas , á eslos indi- viduos ; porque su afección es por desgracia demasiado real, y aunque consiste en una aber- ración de las facultades intelectuales, no por eso deja de ser una enfermedad muy seria, que reclama, como la locura ó cualquier olra afec- ción bien caracterizada , un tralamiento higié- nico y farmacéulico. »Las funciones cerebrales de los hipocon- driacos se alteran en un grado muy alte. Al- gunos conservan mucho tiempo teda la inte- gridad y fuerza de su inteligencia, pudiéndose dedicar con la misma actividad y acierto á sus ocupaciones; habituales; pero cuando fijan la atención en su ktlud, dejan de tener sus juicios su rectitud natural. Otros caen desde el prin- cipio en un colapso cerebral, que no les permite continuar la menor ocupación sin que sientan dolores y aturdimientos que les obligan águjs- penderla inmediatamente ; pero este an¡Síntomas procedentes de los órganos de la 164 DE LA HIPOCONDRIA. digestión.—Después de los fenómenos morales que son los primeros que aparecen, aunque en diferentes grados, no lardan en observarse las alteraciones de las funciones digestivas. Es in- útil reproducir aqui las razones que hemos te- nido para empezar la sintomalologia por las perturbaciones de la inteligencia y de la sensi- bilidad. Solo recordaremos que Falret, Georgel y mas recientemente Dubois (de Amiens), han demostrado que las alteraciones funcionales de las visceras del abdomen eran solo secundarias, simpálicas y poco constantes. Mucho antes que estos autores, se habia esforzado Cullen en pro- bar que los fenómenos de dispepsia pueden combinarse con los que provienen del sistema nervioso , pero que en rigor no pertenecen á la enfermedad. •Las alteraciones de las funciones digesti- vas deque vamos á' hablar, resultan de una simple neurosis de los órganos que las desem- peñan. Eslas perturbaciones son tan poco mar- cadas al principio, que algunos autores, entre otros Dubois , las colocan en el segundo perío- do de la enfermedad (ob. cit., p. 157). Louyer- Villermay por el contrario , las incluye enlre los síntomas del primer grado. «El trastorno de las funciones digestivas, cuya lesión es en ge- neral lenta al principio y acompañada de^desa- zon , marca el primer grado de la hipocondria; y entre un número considerable de personas atacadas de esta neurosis que hemos podido observar en el espacio de veinte años , apenas hemos vislo tres ó cuatro individuos que no hayan presentado este desorden primitivo del estómago y de los intestinos, ó de los demás órganos que contribuyen á la digestión» (loe. cit., p. 331). Falret y Georget dicen por el con- trario, que los primeros síntomas que se pre- sentan son los que corresponden á la per- turbación de la inteligencia. Por lo que hace á nosotros, creemos, después de haber leído con atención los hechos referidos por los autores, que esta es la opinión que debe adoptarse, ob- servando sin embargo, que los síntomas gas- trálgicos tienen muchas veces desde el princi- pio una intensidad notable, porque el enfermo, dominado ya por la aberración de sus faculta- des intelectuales , fija toda su atención en la manera como se verifican las digestiones. «Creemos con Dubois , que si los síntomas gástricos han parecido predominantes á gran número de autores, «es porque la serie de ór- ganos que llama primero en cierto modo la atención y el examen de un hombre predispues- to á la hipocondria, es sin contradicción la del aparato digestivo... y muy luego se hace la digestión , con todos sus accesorios , el objeto de la principal atención de los hipocondriacos» (ob. cit., p. 164). Llevan una cuenta exacta de la cantidad y naturaleza de los alimentos que loman ; siguen con ansiedad los diversos efec- tos que estos producen ; observan cómo se di- gieren , y ya se deja inferir que la concentra- ción viciosa de la inervación cerebral en un ór- gano cuyas funciones no están vigiladas de tal modo en el eslado normal , debe al fin produ- cir desórdenes mas 6 menos numerosos. Parece hasta cierto punto que los enfermos solo pien- san en su estomago ; escede la sensibilidad de esta viscera de su eslado normal ; se pervierte al mismo tiempo , y se manifiestan entonces la mayor parle de los fenómenos de la gastralgia. »La digestión , que al principio es lenta v dificil (dispepsia), se acompaña muy luego d"e una sensación de incomodidad y tensión epi- gástricas , que se esliende también á los hipo- condrios y á las partes laterales del tórax. Se desarrolla en el estómago y en los intestinos una secreción gaseosa, que produce eructes áci- dos, borborigmos , calambres y una hinchazón del vientre que incomoda mucho al enfermo. El apetito es generalmente bueno y normal al principio , aunque á veces sin embargo se dis- minuye ; mas adelante se hace irregular y se pervierte , observándose entonces los fenóme- nos conocidos con los nombres de pica, malacis Y bulimia (Louyer-Villermay). La lengua en al- gunos enfermos se cubre de una capa mas 6 menos densa ; la boca está pastosa , desabrida ó amarga , llenándose desaliva ó de mucosida- des tenaces ó acidas; la sed es comunmente nula , y en ciertos casos sobrevienen vómitos de materias mucosas , dulces ó acidas, y rara vez de sustancias alimenticias. Louyer-Viller- may dice , que el aliento es variable , siendo puro sin alteración en unos, agrio y fétido en otros. El estreñimiento es un sínloma muy fre- cuento en esla enfermedad ; las materias feca- les son duras, parduscas>y pálidas, cuando dis- minuye ó se suprime la secreción biliaria. Esle médico cita ejemplos de hipocondriacos en quie- nes fue muy prolongado el estreñimiento, ha- biendo durado en uno por espacio deudos me- ses (p. 335). Habla también de diarrea , que alternaba con el estreñimiento en varios enfer- mos ; pero entonces existía indudablementeal- gima complicación. Los hipocondriacos fijan comunmente su atención en la naturaleza y cantidad de las materias que escretan ; y casi se les puede reconocer por lo mucho que insis- ten en que el médico esplore con el mayor cui- dado las evacuaciones alvinas. Las ventosida- des y los borborigmos son también para estos enfermos un objeto continuo de queja. Algunas veces es muy considerable la cantidad de ga- ses que contiene su tubo digestivo, 'y cuando llegan á abrirse paso por cualquiera de las vias naturales, esperimenlan los pacientes un alivio considerable; así es , que no cesan de repetir que estos gases son la causa de su enfermedad, y reclaman con instancias remedios para espe- lerlos, afirmando que se curarán infaliblemen- te si llegan á conseguirlo (v. Gastralgia). » Todos los síntomas que acabamos de des- cribir pertenecen manifiestamente á una gas- tro-enleralgia ; es decir, á una neurosis sim- páticade la que existe en el mismo cerebro. A esto añadiremos, que puede suceder, pero do . BE ÍA HIPOCONDRÍA. íes eon lanta frecuencia como se ha dicho , que el desorden nervioso del tubo digestivo detefniine una alteración mas ó menos marcada en la tes- tera de este órgano. Así es como pueden espli- carse las alteraciones que dicen los autores ha- ber encontrado en los intestinos de algunos hi- pocondriacos ; pues se sabe hoy que una sim- ple perturbación funcional es susceptible de modificar patológicamente la estructura de las partes que constituyen nuestros órganos, cuan- do se prolonga mucho tiempo. La hipocondria es precisamente una de estas afecciones, en que los trastornos nerviosos son muy intensos, persistiendo con eslremada rebeldía. »La orina es á veces sumamente diáfana , y se escreta en abundancia , lo mismo que suce- de en las neurosis, como por ejemplo en el histerismo (Sidenham, Hoffmann , Cheyne). En oíros casos es espesa , sedimentosa , con ó sin película, irisada en su superficie. La diabetes que suele observarse en algunos enfermos, es mas bien una complicación que un sínloma de la enfermedad. Las orinas se escrelan á veces con dolor y dificultad : cuando semejantes fe- nómenos no son puramente nerviosos ni depen- den de una lesión vesical, es preciso conside- rarlo como complicaciones producidas por el trastorno de la inervación. ^Síntomas que suministran las funciones circulatorias y respiratorias. — El corazón es uno de los órganos cuyas funciones eslan con mas frecuencia alteradas, y tiene ademas el fatal privilegio de llamar la atención de los hi- pocondriacos , que se ocupan sin cesar en me- dir la fuerza y eslension de sus latidos, no tar- dando mucho en sentir palpitaciones frecuentes que les impiden acostarse del lado izquierdo, é interrumpen su sueño. Fácil es calcular cuán- tos desórdenes pueden manifestarse ademas en la circulación central, cuando asustados los enfermos de sus palpitaciones , é imaginándose que tienen un aneurisma, un pólipo , etc., pa- san los dias enteros en observarse. Estas pal- pitaciones, puramente nerviosas, cesan con el ejercicio , una buena alimentación y distrac- ciones capaces de cambiar la serie de ideas á que se halla entregado el enfermo continua- mente. A veces suelen observarse irregularida- des , intermitencias ó síncopes (Louyer-Vi- llermay). »EI trastorno de la circulación arterial no es menos considerable , pues sienten los indi- viduos latidos fuertes y enérgicos, que compa- ran á martillazos, en gran número ae arterias, particularmente en el tronco celiaco, las caró- tidas y la aorta torácica; latidos acompañados de fenómenos muy incómodos La región epi- gástrica , distendida por los gases, se eleva mu- cho con las pulsaciones de las arterias del tron- co celiaco y déla aorta ventral. Estas pulsa- ciones , que se han tomado á veces equivocada- mente por aneurismas, se presentan también en el histerismo y en las afecciones acompaña- das de síntomas nerviosos. Los hipocondriacos i se hallan especialmente molestados por ruidos ¡ de toda especie, producidos por la vibración es- pasmódica de las arterias cerebrales, y que consisten , ora en un silbido muy fino, en la- tidos fuertes, ora en un murmullo, en un zum- bido grave y sordo , en detonaciones, etc. Los individuos oyen especialmente estes diversos ruidos, cuando estando acostados y observando lodo loque pasa en su sistema circulatorio, caen en una escitacion nerviosa que exagera y per- vierte los menores fenómenos. »La neurosis del corazón se manifiesta tam- bién por lipotimias, y por la suspensión ó ir- regularidad de los latidos del corazón y de las arterias ; de donde resultan las intermitencias y el desorden que se observan en la circula- ción central y arterial, y que se reproducen y desaparecen bajo la influencia de las emociones variadas que acosan al hipocondriaco. En al- gunos individuos están suspendidas las pulsa- ciones de la artería radial en uno ó en ambos lados. «He vislo, dice Louyer-Villermay , enlre oíros ejemplos, una señora hipocondriaca, en cuya arleria radial no se encontraba á veces ningún latido en tres ó cualro horas , volvién- dose á sentir el pulso al cabo de este tiempo, pero siempre de un modo muy débil» (p. 340). El pulso en esta enfermedad es muy variable, lo cual constituye precisameute el mejor de sus caracteres. Ora es regular, medianamente fuer- te, y al cabo de algunas horas, irregular, duro y pequeño; ora intermitente, fuerte y dilatado, y ora, en fin, se hace débil el diaslole y no pa- rece pertenecer al individuo que se esploraba pocos minutos antes. Estas singulares variacio- nes se esplican por el eslado físico y moral en que se encuentran los hipocondriacos. «También la respiración , aunque se altera mas rara vez que la función precedente , pue- de participar de los desórdenes que se observan en otros aparatos. En muchos individuos hay dolores vagos en el pecho, ó puntos doloridos en la espalda y en el trayecto de los nervios intercostales , opresión y disnea , sobre todo al manifestarse el paroxismo. El enfermo de quien habla Louyer-Villermay , no podia andar á un paso regular sin detenerse para hacer inspira- ciones mas completas. La respiración es fre- cuente é irregular por intervalos, carácter que se présenla muchas veces cuando interrogando el médico al enfermo, le refiere este con an- siedad y exageración sus padecimientos. Sue- le esla función recobrar su tipo normal si el individuo deja de pensar en sus dolencias. Louyer-Villermay menciona la tos enlre los síntomas de la hipocondria. Los esputos son pu- ramente mucosos é insignificantes , aunque á los enfermos les parecen signos de tisis, de ca- tarro ó de asma. Todos los fenómenos de este especie que corresponden á las vias respirato- rias , proceden de la neurosis que padecen es- tes órganos simpáticamente. Si á veces se en- cuentran en los enfermos alteraciones propias de la litis pulmonal, no por eso debe deducir- 166 DE LA HIPOCONDRÍA. se, á nuestro parecer , que la neurosis de los pulmones pueda ocasionar por sí sola una afec- ción de esla naturaleza ; pues para ello ha de necesitarse una predisposición bien marcada. »En los hipocondriacos suelen observarse frecuentes anomalías de la calorificación : sien- ten bocanadas de calor que les suben á la ca- ra , alternativas de calor, frió y sudor; sus estremidades tienen tendencia á enfriarse , so- bre lodo en el instante en que se concentran las fuerzas hacia el sistema nervioso central, y la piel, ora eslá seca y quemante, ora fresca y cubierta de una humedad natural. »La nutrición se conserva mucho tiempo normal. La cara puede espresar la inquietud y la tristeza ; pero no por eso deja de presentar el color y robustez de la salud mas completa. Tampoco se observa enflaquecimiento alguno en las demás partes del cuerpo , á menos que el enfermo, por efeclo de sus ideas sobre la na- turaleza del mal, no haya guardado una dieta rigurosa que haya producido grandes desórde- nes en la nutrición general. Es preciso, pues, no negarse , como hacen algunos , á creer en la enfermedad de los hipocondriacos, porque su color y su robustez ordinaria contrasten con sus continuas quejas y lamentes. Por lo demás la nutrición, como las demás funciones sus- traidas en parle á la inervación cerebral , se altera al cabo bajo la influencia de la neurosis, que propende sin cesar á generalizarse. Los enfermos que mas deliran caen en una especie de consunción nerviosa, y mueren aniquilados por una verdadera fiebre de este carácter; pero estes casos son raros. «Mercurial asegura, que los hipocondriacos se entregan con vehemencia á los placeres del amor, cuya opinión adopta Frank (loe. cit., p. 110), pero no eslá generalmente admitida por los autores que han escrito de la afección hipocondriaca. La menstruación ofrece las mis- mas irregularidades que las demás funciones (Falret, toe. cil., p. 343). En algunas muje- res se trastorna y suprime , y en otras se hace mas abundante. La leucorrea apenas se mani- fieste mas que en los casos en que las funciones gástricas ó genitales se hallan muy alteradas. J. Frank habla de poluciones nocturnas (loe. cit., p. 110). »Se ha dado mucha importancia al estudio de las hemorroides, que dicen ser bastante fre- cuentes en esta enfermedad , atribuyendo á la supresión ó disminución del flujo sanguíneo que se efectúa por eslos tumores el desarrollo del mal. Mas adelante Irataremos de esla cuestión; bástenos decir por ahora, que las hemorroides, 3ue lanto llaman la atención de los hipocon- riácos, son producidas por el estreñimiento pertinaz que suelen padecer los enfermos, ó por otras causas puramente accidentales. dCurso.—No debe olvidar el lector que la hipocondria es una neurosis cerebral que pro- pende continuamente á producir neurosis en ios demás órganos, cuyas afecciones siendo co- mo son puramente simpáticas y consecutivas á la primera , presentarán , como todas las en- fermedades de su clase, variaciones considera- bles en su intensidad y en su modo de apari- ción : ora será poco marcado el desorden de las funciones cerebrales, manifestándose en cambio muy pronto las neurosis gástrica , car- diaca , pulmonal, etc.; ora predominarán los actos irracionales y las palabras insensatas. Así seesplican las numerosas contradicciones que se encuentran en los autores, que unos empie- zan el estudio de los síntomas por los que pro- ceden del estómago, y otros por los fenó- menos que ocasiona el cerebro. Ya hemos di- cho que estos son casi siempre los primeros que se manifiestan, al referir detenidamente los sínlomas que vamos ahora á reasumir en bre- ves palabras. «Villermay divide los fenómenos de la en- fermedad en tres épocas. En la primera coloca los accidentes nerviosos que produce la gastro- enleralgia , y algunos fenómenos que dependen de la circulación ; en la segunda figuran los sínlomas de la neurosis pulmonal , del sistema vascular sanguíneo ( palpitaciones , latidos ar- teriales , etc.), y las modificaciones que em- piezan á esperi'mentar la sensibilidad general ó parcial y la motilidad ; lodos los cuales son, en sentir de este médico, oíros tantos fenómenos simpáticos de la afección primitiva , que re- fiere al tubo digestivo. En la tercera , se ob- servan lodos los desórdenes del sistema ner- vioso , por los que hemos empezado nuestra descripción, como las perturbaciones de la in- teligencia , de la sensibilidad y motilidad.Vi- llermay , como él mismo confiesa, ha procura- do describir el mal por la sucesión progre- siva de los síntomas , mas bien que por su i.i- tensidad relativa (loe. cit., p. 331). Ya hemos probado que su esposicion no eslá en armonía con la observación escrupulosa de los hechos, La mayor parte de los autores se contentan coo copiar la división de Villermay : otros no si- guen ningún orden , reinando en sus obras mucha confusión. «Sirviéndose Falret de las observaciones consignadas en el libro de Villermay , ba de- mostrado que el orden con que se suceden los síntomas en tal enfermodad es precisamente opuesto al que adoptó esle médico ; que el en- céfalo es el que primilivamente se afecta, y que los demás fenómenos son simpálicos, manifes- tándose lan solo consecutivamente á los prime- ros (ob. cit., p. 410 , y arl. cit. del Dic. dt méd. et de chir. prat., p. 251). Falret tiene el mérito incontestable de haber sido el primero que difundió alguna luz en la sinlomatologia confusa de los autores, y ordenó de una mane- ra melódica y perfectamente natural todos lo- sínlomas de la hipocondria. Georget considera igualmente al cerebro como el punto de partida de la enfermedad ; pero no indica bastante la sucesión de los fenómenos en su artículo con- sagrado al estudio de la afección que nos ocu- DB LA HIPOCONDRÍA. 167 pa (Dict. de méd., primera y segunda edición). »Dubois, quesosliene igualmente la opinión de Falret y Georget, y se conforma con la des- cripción que hacen estos, distingue también tres períodos en la hipocondria: el primero comprende las perturbaciones de la inteligencia y los desórdenes incipientes de las demás vis- ceras; el segundo está caracterizado por las neurosis d? diversos órganos, especialmente del tubo digestivo , del corazón y del aparate respiratorio ; y en el tercero coloca las altera- ciones que pueden sobrevenir en las diferentes visceras á consecuencia de los fenómenos ner- viosos que sufren. Es una ley reconocida en pa- tología , que cuando un órgano ha padecido mucho tiempo una simple neurosis, puede acabar por alterarse en su estructura; en una palabra, que después de haber sido la lesión puramente funcional, se hace á veces material; pero la inflamación del estómago, la hipertro- fia del corazón y la tisis del pulmón , no deben considerarse como el úllimo período de la hi- pocondria , y creemos firmemente que pocos médicos admitirán con Dubois esta última fase del mal; pues semejantes alteraciones no son bástenle constantes , para que se las deba con- siderar bajo este punto de viste, y solo pueden constituir terminaciones posibles ó complica- ciones de la hipocondria. Por otra parle, como los individuos que padecen esla enfermedad Íiresentan alteraciones funcionales en casi lodas as visceras , sin que haya una parle del cuer- po que no se halle afectada de neurosis, es muy natural que sucumban con mas frecuencia que otros á enfermedades intercurrentes de al- guna viscera. «Sea lo que quiera de estes divisiones mas ó menos sistemáticas, reconocemos que la hi- pocondria sigue un curso cuyas fases es posi- ble determinar , y creemos que no debe decirse con Villermay que varía «segun los diferentes individuos, y en una misma persona, según las diversas épocas del año , el período de la vesania y su estado de moderación habitual ó de exacerbación ; muchas veces es diferente de un mes, de un dia y de un Ínstenle á otro, exasperándose frecuenlemenle en las mujeres con m aparición de las reglas, y sobre lodo en la época crítica y aun después de ella» (loe. cit., p. 368). Por lo demás , hé aqui en resu- men el curso que sigue comunmente la hipo- condría y el encadenamiento de sus síntomas: perturbación mental; abriga el enfermo temo- res continuos sobre su salud, estudia y analiza sus menores padecimientos, y busca sin cesar remedios y personas que deban curarlo. Los tres caracteres mejores de la vesania que es- tudiamos son , los terrores pánicos que inspi- ra al hipocondriaco su salud , la exageración de los síntomas , y su solicitud en investigar el tratamiento que debe disiparlos. Vienen en se- guida, en grados lodavia poco intensos, las ilu- siones, mas rara vez las alucinaciones de uno ó muchos órganos de los sentidos, la dispepsia, los dolores vagos* en los hipocondrios, la exha- lación de gases en el tubo digestivo , el estreñi- miento, y en una palabra,"los accidentes de una gaslro-enleralgia poco intensa: alguna» palpitaciones pasageras al principio, latidos arteriales, disnea, y una los nerviosa acompa- ñan también á la neurosis gástrica, ensanchan- do en cierto modo el círculo de las neurosis simpáticas. »En una segunda época de la enfermedad, que mas bien está marcada por la intensidad progresiva de los sínlomas que por la aparición de nuevos accidentes, se ve á la aberración in- telectual manifestarse por una serie de ideas y de acciones que reveían una verdadera mo- nomanía. La neurosis cerebral llegada á este punto, va acompañada de varias perturbacio- nes de la sensibilidad , y á veces de la motili- dad; disgustos, tristeza, que obliga á los in- dividuos á buscar la soledad , susceptibilidad eslremada, delirio mas marcado que nunca, que recae sobre lodo lo que se refiere á la salud del enfermo , á la naturaleza y asiento de su afección , y á los diversos medios de curarla; exaltación , y especialmente perversión de la sensibilidad general y parcial (dolores de ca- beza , hemicránea , neuralgia frontal, aturdi- miento , vérligos, ruidos diversos en los oidos, alucinaciones é ilusiones numerosas y comple- tas, insomnio ó sueño interrumpido por ensue- ños), calambres, entorpecimiento en los miem- bros, sensación de debilidad, y rara vez pará- lisis pasageras; aumento de la neurosis gas- tro-inleslinal (dolor, tensión epigástrica, dis- tensión gaseosa, dificultad estremada de las di- gestiones, meteorismo de todo el vientre, emi- sión de gases por las vías naturales, dolores en los hipocondrios, estreñimiento , orinas claras y abundantes , que ofrecen lambien otras cua- lidades, etc.), é intensidad mayor de la neu- rosis , que se declara simpáticamente en el sis- lema circulatorio ( palpitaciones , latidos del corazón irregulares é intermitentes, que elevan el tórax, síncopes, vibración muy fuerte de las arterias de grueso calibre, que simulan aneu- rismas , iguales variaciones en el rilmo y fuer- za del pulso). La alteración de las funciones respiratorias es igualmente mayor: los enfer- mos se quejan de disnea, ya de una manera continua, ó ya solamente en la época del pa- roxismo. «Hay en fin un último período, caracteriza- do por la alteración profunda de todas las fun- ciones de la economía. Entonces se verifica ya la nutrición muy imperfectamente , cae el en- fermo en el marasmo, se le vuelve el color mo- reno y lívido , los hipocondrios se infartan, se ponen tumefactos, doloridos, y toda la piel amarilla. En este caso se encuentra afectado el hígado de algunas de las lesiones en cuyo desarrollo puede influir la hipocondria, pero que seguramente no le es dado determinar por sí sola , como lo ha observado muy bien Lou- yer-Villermay. «La tumefacción y sensibilidad 168 DB LA niPOCONBRIA. exaltada del hipocondrio izquierdo indica una, afección simpática del bazo ; el color del enfer- mo se pone lívido , sucio, y á veces negruzco. En este caso no suele ser ya simple la hipocon- dría , pues existe una complicación grave, que se manifestará tarde ó temprano» (loe. cit., p. 365). Los autores han observado también infartos semejantes en el epigastrio , é indican su verdadero origen. aLa sola permanencia da una irritación nerviosa ó espasmódica en una viscera impórtenle , dice Louyer-Villermay, es la mas constante y poderosa de lodas las cau- sas délas afecciones orgánicas» (p. 366). Re- petiremos , pues , que el enflaquecimiento , el estado febril continuo, que debe distinguirse de la frecuencia del pulso , la ictericia, los vómi- tos , la diarrea, la tos y la espectoracion puri- forme que se observan en algunos desgraciados hipocondriacos, cuyos padecimientos son ya antiguos, se refieren á varias alteraciones que examinaremos mas tarde. En una palabra , la hipocondria es de todas las neurosis la que de- be ofrecer y ofrece en efeclo variaciones mas numerosas , á causa de que se hace senlir en un número mayor de sistemas, que simpatizan de una manera muy diversa segun los indivi- duos y oirás mil circunstancias que tantas mo- dificaciones imprimen á las enfermedades, par- ticularmente á las neurosis. «No se crea, di- ee J. Frank, que la hipocondria se presente siempre con un mismo aspecto, pues ofrece caracteres completamente distintos, segun la constitución de los enfermos» (loe. cit., p. 115). Convenimos en que no seria juste adoptar esla opinión sin restricción alguna; pero seria igual- mente contrario á la observación asignar á la hipocondria un curso siempre idéntico. Tal es el parecer de Georget sobre esta cuestión. »La hipocondria es una neurosis que en general dura mucho; sin embargo , algunas veces es corla y efímera; pero este caso es el mas raro, pues por lo común atraviesa las di- ferentes fases que acabamos de trazar. Se des- arrolla insensiDlemente , adquiere después una intensidad considerable , y# disminuye al cabo de un tiempo muy largo; aunque alguna que otra vez lo hace de una manera pronta: es una afección continua, pero remitente ó paroxística. Las exacerbaciones nada tienen de fijo , pues su reaparición é intensidad eslan subordinadas á infinidad de causas, como son los errores del régimen , nuevas desazones, la lectura de libros de medicina, una palabra imprudente pronunciada delante del enfermo , las emocio- nes morales, ó cualquier molivo frivolo. Algu- nas veces hay- verdaderos accesos, separados por intermisiones completas mas ó menos lar- gas; de suerte, que puede considerarse co- mo curado un hipocondriaco, que vuelve á ser atacado por su mal algunos meses después. La hipocondria intermitente no es rara, dice Geor- get ; el vulgo le da el nombre de vapores, y las mujeres que los padecen se ponen por algunos dias tristes sin molivo, pierden sus fuerzas, etc. (ob. cit., p- 131). El autor confunde aqui evi- dentemente con la hipocondria accidentes his- téricos , que nada tienen que ver con ella. Olra especie de exacerbación , no menos va- riable que la precedente, es la que se verifica durante el dia ó por la noche. La época en que es menor la desazón es por la mañana. Algu- nos enfermos se encuentran peor después de la comida, y otros por el contrario, al empezar Ja digestión! Los accidentes se aumentan comun- mente de un modo mas notable en la época menstrual. «Terminaciones.—Siendo la hipocondria una enfermedad muy larga, suele ser dificil seguir su curso y observar en un mismo individuo el principio y la terminación del mal. Algunas veces recobran los enfermos la salud, ora es- pontáneamente, ora por efeclo de un tratamien- to bien dirigido. Georget dice , que cuando la afección ha durado bastantes años, y se ha re- novado muchas veces , es raro que la curación sea completa. «Aun cuando los hipocondriacos recobren la salud, conservan casi siempre un eslado nervioso que los hace muy impresiona- bles , y los espone á padecer accesos á poco que se aparten de su régimen habitual, que se es- cedan en el estudio , ó que experimenten emo- ciones algo fuertes» (Dic. de méd., 2.* edic, p. 131). La solución favorable de la hipocon- dria es , segun Villermay , un modo de termi- nar muy frecuente , verificándose entonces la curación de una manera progresiva, aunque en algunos casos raros se efectúa con pronti- tud (p. 397). »Se ha dichoque la hipocondria termina á veces espontáneamente y sin crisis, y que oirás sobrevienen fenómenos críticos que la hacen desaparecer. La primera parte de esta propo- sición es incontestable ; pero la segunda es mas dudosa. Los hechos que refiere Louyer-Viller- may en favor de este modo de terminar, do pueden de ningún modo decidir la cuestión, porque se resienten de las falsas creencias en que ha abundado por lanto tiempo la antigua doctrina de las crisis. No podemos detenernos á analizar las observaciones citadas por Lou- yer-Villermay (p 101); pero estamos seguros que cualquiera que las lea con cuidado no po- drá concederles mucha confianza. Nada sabe- mos todavía sobre este punto; sin embargo, creemos que el organismo puede concurrir con el arte á resolver la hipocondria. «Las enfermedades que terminan mas co- munmente esta afección, son las del cerebro, del estómago , los intestinos, corazón, pulmón, y en una palabra , las de los órganos que ban padecido mucho tiempo la neurosis, de cuya opinión son Villermay, Georget, Falret, Du- bois y otros , fundándose en los hechos consig- nados en obras ya antiguas, ó que no eslan i la altura del diagnóstico moderno. Confesamos que no tenemos sobre esle punto dalos muy po* sitívos, é invitamos á los que no quieran par- ticipar de nuestro parecer, á que examinen DE LA HIPOCONDRÍA. 169 las pruebas que se han invocado en favor de la opinión contraria. Sin embargo, para que no se interprete de una manera demasiado abso- luta lo que acabamos de decir , declaramos desde luego que bajo el punto de vista fisioló- gico no tenemos inconveniente en admitir que puede unórganoallerarse en su estructura des- pués de haberlo estado profundamente en sus funciones ; y reconocemos también que esla ley de fisiología patológica e¿ frecuentemente apli- cable á los desórdenes que acarrea la hipocon- dria , y que las alteraciones del cerebro , la hi- pertrofia del corazón , las congestiones del hí- gado y del bazo , pueden ser efeclo de la neu- rosis que ha perturbado la función de los ór- ganos por mucho tiempo. Pero debemos decla- rar igualmente, que no eslá bien demostrado, al menos por los hechos que posee actualmente la ciencia, que eslas enfermedades orgánicas no exjjslieran ya en eslado latente y hubiesen re- cibido nuevo impulso por los desórdenes ner- viosos de las diferentes visceras. Supongamos, por ejemplo, la existencia de tubérculos pul- monales miliares y lodavia poco numerosos en un individuo que se vuelva mas tarde hipo- condríaco : la perturbación nerviosa que se ir- radia á todas las funciones y altérala nutrición, la hematosis, las secreciones, etc., ¿podrá exis- tir mucho tiempo sin que adquiera un comple- to desarrollo el trabajo morboso y latente aun del pulmón ? Se forma un cáncer en el estóma- go de una persona hipocondriaca ; ¿quién se atreverá á afirmar en este caso que semejante lesión es el término déla neurosis gástrica? Por lo que hace á nosotros, nos cuesta algún tra- bajo admitir esla sola influencia , y creemos que es necesario intervenga por lo menos una predisposición marcada , y muchas veces una lesión preexistente. Aunque por medio de he- chos fundados en un diagnóslico riguroso se llegase á demostrar , que ni la trasmisión he- reditaria , ni la diátesis , ni la preexistencia de la afección orgánica podían esplicar el desar- rollo de las lesiones que acaban con los hipo- condriacos , todavía era preciso probar tam- bién que estas enfermedades no eran complica- ciones, y se presentaban con mas frecuencia en la hipocondria que en cualquier/dra afección. En efecto , de que un loco sucumba á Ja lisis, á un cáncer del estómago , á una gastritis , á una hipertrofia del hígado , ó á una hidrope- sía, no ha de deducirse que estas enfermedades son terminación de la locura. Dubois, que se niega lambien á considerar estas alteraciones como terminaciones de la hipocondria , solo ve en ellas efectos naturales del curso déla misma enfermedad. Esta espresion nos parece muyes- traña aplicada á la lisis pulmonal, á los aneu- rismas del corazón y á las degeneraciones de los tejidos (ob. cil., p." 305). Por lo demás , si se quiere decir con la palabra terminación de la hipocondria , que el mal cesa porque muere el enfermo de una de las lesiones inlercurrentes que acabamos de indicar, se espresa una ver- TOMO Vil. dad que no tratamos por cierto de rebatir. Por nuestra parle, no vemos en ellas mas que com- plicaciones desarrolladas bajo la influencia de lodas las causas que producen las enfermeda- des, y de los trastornos de la inervación. Tal es también el parecer de Falret , quien sola- mente añade, que «la predisposición á estas complicaciones depende frecuentemente de la influencia que el cerebro enfermo ejerce sobre los demás órganos» (ob. cit., p. 496). »Las flegmasías son bastante raras en la hipocondria (Georget, loe. cil., p. 133): si so- brevienen gastritis crónicas y diarreas muco- sas , se esplican naturalmente por los errores en el régimen que cometen sin cesar los hipo- condriacos; pues ora se someten á una dieta se- vera ó á una alimentación insuficiente; ora se nutren de una manera suculenta y con sustan- cias muy tónicas , por temor de no debilitarse, y ora se purgan con sustancias drásticas ó con dosis repetidas de otras mas suaves: en una palabra , todo lo que hacen contribuye á pro- vocar enfermedades intestinales. »Se ha considerado la locura como una ter- minación de la hipocondria. «Algunos enfer- mos , dice Georget, pierden la razón y se vuel- ven locos.» Creemos con este autor y con los demás que han abrazado su opinión, que la hi- pocondria , que es una verdadera monomanía, puede terminar en las diferentes formas de la enagenacion mental. No se han indicado toda- vía exactamente las que son mas comunes : ¿lo serán acaso las monomanías suicida y melan- cólica (lipemanía) ? La monomanía suicida es siempre una enfermedad nueva que reemplaza á la hipocondria ó la complica ; pero no per- tenece de seguro á esta última , pues no podria citarse tal vez un solo ejemplo bien compro- bado de hipocondria que haya terminado por la muerte. Los enfermos que padecen esta afec- ción la temen demasiado para alentar contra su vida , pues su mayor mal es ereer que su enfermedad es peligrosa. J. J. Rousseau era hi- pocondriaco en sus primeros años, se volvió melancólico hacia el fin de su carrera, y asi se esplica la funesta determinación que le indujo á suicidarse. «Especies y variedades.— Se han llevado hasla el eslremo en el estudio de la hipocondria. Sydenham dice, «que se presenta con infinidad de formas diversas , imitando casi lodas las en- fermedades que afligen á la humanidad» (Dis- sert. sur Vaffection hysterique , §. 727, Irad. de Jaull): muchos autores participan también de esta opinión. Fracassini admite tres especies de hipocondría , que llama biliosa, sanguínea y pituitosa , segun los síntomas de que se acom- paña (¡Saturce morbi hypochondriaci investiga- do; Leips., 1758). Cullen , mas acertado que sus predecesores, solo describe una especie de hipocondria idiopática (Elem. de méd. prat., loe. cit., p. 415), haciendo notar que esta afec- ción está muchas veces combinada con la gas- tro-enteralgia. Louyer-Villermay distingue no de u hipocondría. grados y variedades, y ya hemos dado á cono- cer las divisiones que establece sobre la prime- ra base , y que sirven para caracterizar los di- ferentes períodos del mal. Por lo que hace á las especies, distingue una hipocondria bu- limica , es decir , con apetito insaciable; y otra ncuropática, es decir, con predominio de la sensibilidad general. Como este médico toma por base de su división la sinlomatogia, se ve precisado á establecer tantos grados como son los fenómenos accidentales que ocurren en el curso de la enfermedad (loe. cit., pág. 370 y siguientes). oGeorget considera como una primera va- riedad la hipocondria reciente , que se disipa con facilidad luego que desaparece la causa que la ha provocado; la segunda comprende la forma caracterizada por la estension y mul- tiplicidad de los fenómenos morbosos; la terce- ra está formada por la hipocondria en que se observan paroxismos marcados; y la cuarta, que podria llamarse melancólica , es laque in- duce al suicidio (ob. cit., p. 131). Esla última variedad no es una especie de la hipocondria, sino una enfermedad nueva que se llama mo- nomanía suicida. «Dubois coloca todas las especies de hipo- condria segun su orden de frecuencia en las seis variedades siguientes: 1.° monomanía hi- pocondriaca; 2.° neumo-cardiaca ; 3.° ence- fálica; 4.° asténica; 5.° nostálgica ; y 6.° h¡- drofóbica (loe. cit., p. 228). La primera espe- cie es la hipocondria propiamente dicha, y lo- das las demás se refieren á los sínlomas predo- minantes. La hipocondria recibe estos nombres segun que los accidentes corresponden á los ór- ganos torácicos ó al encéfalo (dolores de cabe- za, silbidos, alucinaciones).; ó segun, en fin, que la debilidad imaginaria ó real, el deseo de volver á su pais, ó el temor de haber sido mor- dido por un perro rabioso, son los fenómenos mas marcados. Es evidente que las divisiones adoptadas por Dubois son arbitrarias, y que pudieran multiplicarse mucho mas , haciendo tantas especies como síntomas tiene el mal, y creando de este modo monomanías venéreas, cancerosas, calculosas y otras muchas, pues hay enfermos que están seguros de padecer la sífilis, el cáncer , etc. «Leuret divide la hipocondria en Ires géne- ros: 1.° hipocondria producida por una lesión física, 2.° por una debilidad notable de las fa- cultades intelectuales , y 3.° sin lesión alguna previa déla salud física ó de la inteligencia [Fraqments psychologiques sur la folie, pági- na 347, en 8.°, París, 1834). Broussais ha pro- puesto las divisiones siguientes. Primera espe- cie: males reales y primitivos en las visceras con imaginación delirante sobre la salud , sin otra lesión cerebral aun cuando las causas hayan obrado primero sobre el cerebro, y exagera- ción de estos males, dependientes sobre todo de una afección visceral del bajo vientre, no sien- do el delirio una verdadera locura, sino esta simple exageración; segunda especie: males pu- ramente imaginarios sin lesión alguna en las visceras, simple vesania; tercera especie: ma- les reales confundidos con los imaginarios, ó complicación de los dos eslados precedentes [Cours de pathol. et de therap. génér., t. V, p. 222; 1835). Estes divisiones,'perfectamente naturales y que habíamos admitido antes de conocerlas, representan las principales formas de la hipocondría: solamente diremos , que no va acertado Broussais al colocar en primera lí- nea la hipocondria que resulla de una lesión de las visceras, porque esla forma es la maj rara, mientras que la segunda, es decir, la sim- ple vesania, constituye la hipocondría propia- mente dicha. Recordaremos lodo lo que hemos dicho al trazar las divisiones de esle artículo, esto es, que hay una hipocondría idiopática, verdadera neurosis del cerebro, independiente de toda enfermedad visceral, y otra especie que hemos llamado sintomática, producida por en- fermedades reales de las visceras abdominales ó torácicas. Compréndese muy bien que una en- fermedad, evidente ú oculte, de pecho ó de vientre, puede dar origen á la neurosis hipo- condriaca obrando con intensidad sobre el sis- lema nervioso cerebral; pero debe creerse en semejante caso que existe una predisposición marcada, y que el mal no se manifieste simpá- ticamente, sino porque la lesión visceral obra como causa determinante: por lo demás se en- cuentran en la historia déla enagenacion men- tal hechos análogos. La locura, segun Esquirol y oíros autores, resulta muchas veces de una enfermedad bien caracterizada de las visceras esplánicas. Nada de particular tenemos que decir de la hipocondría simpática, sintomática, secundaria, sino que ha solido confundirse con la idiopálica, por ocultarse á la investigación de los prácticos la enfermedad de donde par- tían los accidentes. Sin embargo, importa mo- cho establecer bien el diagnóstico , pues de lo contrario nos esponemos á emplear un trata- miento perjudicial ó por lo menos inútil. Esta- raos convencidos de que gran número de hi- pocondrías que han terminado por lesiones viscerales, no eran sino sintomáticas ó compli- cadas , y que si el arte del diagnóslico hubiera tenido en la época en que se observaron tales hechos el grado de perfección que posee hoy, se hubiera reconocido que la lesión existia des- de el principio. Por lo demás, no sucede asi en lodos los casos , y escusamos volver á hablar sobre esle punte pues lo hemos examinado ya suficientemente. Las enfermedades que en ge- neral parecen obrar mas sobre el cerebro para favorecer el desarrollo de la hipocondria, son las crónicas, especialmente las del estómago, hígado, corazón, pulmones y útero. Las dege- neraciones crónicas de eslos órganos, el cán- cer gástrico y hepático, y las diversas especies de hipertrofia é induración del hígado, suelen ocasionar la hipocondria en los individuos muy predispuestos. DE LA HIPOCONDRÍA. 171 «Complicaciones. — La hipocondría puede complicarse con otra neurosis, con el histeris- mo y la monomanía triste (melancolía). No siempre es fácil descubrir eslas'complicaciones, de lasque se encuentran sin embargo bastantes ejemplos en los autores. Se conocerá que la hi- pocondria está complicada con el histerismo, en que se ven aparecer enlre los sínlomas or- dinarios de la primera afección que camina lentamente, la constricción espasmódica de la faringe ó de cualquier olra parte, el globo y clavo histéricos, los movimientos desordenados y convulsivos de los miembros, etc., y en una palabra , todos los fenómenos que constituyen el ataque histérico (v. la observación referida por Villermay, 1.1, p. 413). En los intervalos de los ataques, los enfermos padecen ligeros movimienlos convulsivos en los miembros, neu- ralgias, inquietud, una tristeza menos concen- trada que en la hipocondria, y muchas veces lloran sin molivo. »La hipocondria complicada con la lipema- nía determina en los individuos que la pade- cen una propensión continua á buscar la sole- dad, á huir de los hombres y á imaginarse sin cesar que les aaienaza alguna desgracia consi- derable; cuyos temores imaginarios, propios de la lipemanía (v. Locura) , van acompañados de otros temores que inspira á los enlermos el es- lado de su salud. »La hipocondria complicada con monoma- nía suicida se conoce en que el individuo ma- auina contra su vida , mientras que el verda- ero hipocondriaco, aunque haga algunas ten- tativas con tal objeto , es cuando eslá seguro de que no irán seguidos de ningún resultado funesto. El esplín de los ingleses, que es en nuestro'conceplo una monomanía suicida y no una hipocondria simple, pertenece lambien á esta complicación. »Las inflamaciones, sobre todo en su forma aguda , rara vez complican á la hipocondria; sin embargo , Louyer-Villermay refiere algu- nos ejemplos en que eslaba complicada con flegmasías crónicas del tubo digestivo (p. 429). Debe considerarse como complicaciones las al- teraciones orgánicas del estómago, del hígado, del bazo, y otras muchas enfermedades que infundadamente se han querido'tomar como una de las últimas fases de la hipocondria. Cree- mos con Villermay que eslos desórdenes son muy á menudo complicaciones accidentales. Nada sabemos sobreesté punte, que solo podrán aclarar los hechos basados en un diagnóslico riguroso. Hoffmann afirma, que los hipocon- driacos son rara vez atacados de fiebres conti- nuas, epidémicas ó contagiosas, de la pesie y de la mayor parte de las enfermedades rei- nantes (De Affectu hypochondriaco , tomo II, página 65, en folio, Ginebra, 1761), lo que no le impide creer que la hipocondria se tras- forma en otras afecciones como el reumatismo, la gota, la coxalgia, los cálculos, la caquexia, el escorbuto, la hematemesis, las obstrucciones viscerales y la fiebre héclica (loe. cit., p. 65). «Diagnóstico.—Siendo la hipocondria una afección que se manifiesta por desórdenes muy variados que lienen su asienlo en casi lodos los órganos, espone mas que cualquier olra en- fermedad á cometer errores en el diagnóstico. Entre los fenómenos que determina, unos se refieren al sistema nervioso encéfalo-raquidia- no, otros al tubo digestivo y algunos al cora- zón ó á los órganos respiratorios. Es preciso, pues, formar hasta cierto punto el diagnóslico de lodas eslas afecciones, para conocer que los accidentes que predominan en tal ó cual apa- rate no son sino efeclo de neurosis, procedentes ellas mismas de la que tiene su asienlo en e cerebro. «Afama.—La hipocondria se ha confundido frecuentemente con diversas formas de la ena- genacion mental, y en particular con la lipe- manía ó melancolía (v. Locura). El delirio par- cial de los hipocondriacos recae sobre enferme- dades imaginarias, para las que consultan á muchos médicos; los verdaderos melancólicos no se ocupan esclusivaraenle de su salud; y su tristeza recae por lo común en olro orden de ideas; por lo demás el examen de las funciones no dejaría duda alguna sobre la existencia de la lipemanía. En los melancólicos no existen las neurosis gastro-inteslinales y cardiacas, que al cabo de muy poco liempo se hacen tan marca- das. »La monomania suicida, que nos parece comprender el esplín ó enfermedad melancólica de los ingleses, se distingue de la hipocondria en que los individuos que padecen esla última, atenían muy rara vez conlra su vida, mientras que los suicidas monomaniacos padecen conti- nuamente alucinaciones que los incitan á ello (v. Locí ha). »EI histerismo es la afección que mas se pa- rece á la hipocondria; pero ya hemos trazado los caracteres diferenciales de estes dos enfer- medades cuando hablamos del primero (véa- se Histerismo , art. Diagnóstico), por cuya ra- zón nos referimos á lo dicho para evitar repe- ticiones. «Hemos dicho que en el curso de la hipo- condria se manifiesten fenómenos variados que lienen asientos muy diferentes. Alléranse las digestiones, la circulación y la respiración, y se ven entonces aparecer varios sínlomas que pueden ocasionar errores en el diagnóslico. Los autores enumeran estensamenle lodas estas en- fermedades; pero las únicas que pueden causar equivocaciones son las neurosis ¿astro-intesti- nales, pulmonales y cardiacas; y bastarán al- gunas palabras para desvanecer lodo género de duda sobre esta materia. Cuando se ven apa- recer en un hipocondriaco síntomas de una afección del corazón, del pulmón ó del lubo di- gestivo , es preciso examinar atentamente estes órganos, para determinar de la manera mas po- sitiva si tales alteraciones son puramente fun- cionales y no dependen de una lesión material 17¿ DE LA HIPOCONDRÍA. de la viscera. Para obtener una certidumbre completa sobre este punte , conviene percutir y auscultar los órganos csplánicos; asegurán- dose asi de que el dolor é hinchazón epigástri- ca, la dispepsia, la anorexia, la perversión del apetito y el estreñimiento, no dependen de una inflamación ni de enfermedad alguna del estó- mago. Ya hemos indicado eslensamenle en otra parle los caracteres que distinguen la gaslro- enteralgia de la flegmasía del tubo digestivo (v. Gastro-enteralgia), y ahora añadiremos, que hay una completa semejanza entre la neu- rosis primitiva del tubo intestinal y la gastro- enteralgia simpática de la hipocondria; de mo- do que para descubrir el verdadero origen de esta, se deben tener especialmente en conside- ración las perturbaciones de la inteligencia que forman el signo esencial de la enfermedad. »Es inútil hoy insistir en los síntomas que sirven para reconocer que las palpitaciones, los síncopes, el impulso fuerte , la irregularidad, la intermitencia y las variaciones eslremadas de los latidos del corazón y de las arterias, per- tenecen á una neurosis y no á una hipertrofia del primero de estos órganos, ó á alteraciones valvulares; pues la percusión, la auscultación y la medición, nos conducen fácilmente al diag- nóslico. »Lo mismo sucede en los casos en que los fenómenos morbosos hacen temer una afección de pecho, como tubérculos ó derrame en la ca- vidad de las pleuras. «Hablaremos ahora de los signos que pu- dieran darnos á conocer la verdadera natura- leza de los síntomas, que en la hipocondría si- mulan el cáncer, las inflamaciones gástricas, la hipertrofia, la cirrosis del hígado, el aneu- risma de la aorta pectoral, ventral, etc.? Si tal hiciéramos seria también preciso tratar del diag- nóstico diferencial de los cálculos vesicales y renales, de la apoplegia, de las afecciones de la médula y de todas las enfermedades que se crean los hipocondriacos, y cuyos síntomas se figura observar su imaginación delirante. El reumatismo, la gota, las neuralgias, los vermes intestinales y el escorbuto, pueden confundirse segun los autores con la hipocondria; pero ha- rte poco honor á los médicos quien los creyera capaces de cometer semejantes errores. »La clorosis ofrece algunos síntomas que han podido confundirse con la hipocondria en una época en que todavía era poco conocida. Tristeza, apatía, dolores neurálgicos en dife- rentes puntos del cuerpo, depravación del ape- tito, gustos eslravagantes, dispepsia, anorexia, formación de gases en el lubo digestivo, es- treñimiento, latidos del corazón, palpitaciones, y á veces síncopes; tales son los fenómenos co- munes á eslas dos afecciones. Las neurosis vis- cerales que existen en ellas, dan lugar á gran número de síntomas que les son comunes. La hi- pocondría es muy rara antes de los veinticinco años; la clorosis por el contrario se desarrolla especialmente de los quince á los veinticinco, y es mas propia de las mujeres. Los ruidos de soplo y músico que se oyen en las arterias, di- sipan teda incorlidumbre y hacen reconocerla clorosis , sirviendo también para establecer el diagnóslico, cuando la cloro-anemia se compli- ca con la hipocondría , lo que es raro que su» ceda segun Villermay (l. II, p. 575) »Un punto esencial del diagnóstico de la hi- pocondria es determinar si es idiopática ó sin- tomática de alguna lesión visceral. Debe el práctico recordar la división que dejamos es- tablecida al principiar este artículo, si quiere establecer una terapéutica racional y eficaz1 pues en efeclo , si observa todos los sínlo- mas de la hipocondria en un individuo afecta- do de cáncer gástrico , de hipertrofia ó de in- duración del hígado, y desconociendo estas le- siones trata de combatirlas con los medios que se usan contra las neurosis, es evidente que se agravarán las alteraciones que exigen un tra- tamiento distinto. «Pronóstico.—Cuando la enfermedad es re- ciente y se abandona á sí misma, dice Hoff- mann , es mas bien incómoda que peligrosa; pero si es ya antigua y se ha descu i dado ó com- batido con remedios contrarios, el pronósticoes grave (loe. cit., p. 70). Antes de decidirnos á establecer la gravedad de la afección, es nece- sario asegurarse de que no existe lesión algu- na visceral, porque eslas son casi siempre las que ocasionan una terminación funesta; por lo cual deberá indagarse atentamente la natura- leza y asiento de las alteraciones que se hayan formado durante el curso de la hipocondria. Ya hemos dicho que el desarrollo de eslas de- pende en gran número de enfermos de la al- teración nerviosa prolongada que determina la neurosis cerebral en las principales Visceras esplánicas. Infiérese, pues, que donde mas de- ben temerse eslas alteraciones, es en las hipo- condrías antiguas; y esto es lo que quiso decir Hoffmann cuando escribió: «Transit (hipocon- dría) in graviora symptomata, viscerum obs- «tructiones, scirrhos, cachexiam, hydropen, «heclicam, et per melastasin in asthma con- »vulsivum,maniamacmelancholiam immedica- «bilem, polypos lelhales, etc.» (loe. cit., p.70). También es preciso tener en cuenta las compli- caciones, pues muchas veces debe basarse el pronóstico en esta sola consideración. Es eviden- te que cuando existe una afección de pecho,del hígado ó una neurosis como el histerismo,» mas difícil obtener la curación que en los casos de hipocondríasimple. Terminaremosrepitiendo que el pronóstico debe fundarse especialmente en la antigüedad de la afección, pues como dijo muy bien Hoffmann, suelen desarrollarse en- tonces gran número de lesiones que amenazan I la vida del paciente: «Inveleratum malum «difficillimam admilít curalionem.» «Georget asegura que es dificíf curar la en- fermedad cuando es hereditaria. «En la hipo- condria reciente , producida por causas fácil» de remover, como los escesos del estudio, pue- DE LA HIPOCONDRÍA. 173 de recobrar el enfermo su salud de un modo pronto y duradero; pero cuando no puede des- truirse la influencia de las causas, es imposible disipar el mal, como sucederá en los casos en que dependa de disgustos inevitables, ó de pro- lesiones cuyo ejercicio sea indispensable para la existencia del enfermo. La hipocondria que no desaparece con la cesación de las causas, es di- ficil de curar; por el contrario, cuando no exis- te ó no se renueva sino en tanto que ejercen su acción los agentes que la han producido, es me- nos funesta» (Georget, art. cit., p. 140). »Caüsas. — El estudio de las causas de la afección nerviosa que nos ocupa debe hacerse con mucha severidad: los autores acumulan en sus obras lantas contradicciones é hipótesis, que preferimos pasarlas en silencio á entraren una larga y estéril discusión sobre esta materia. Y no se crea que adolecen únicamente de esta falla las obras antiguas, como las de Willis, Sydenham y Pomme; pues la tienen lambien algunas publicadas mas recientemente, como por ejemplo, las de Frank y Louyer-Villermay. Es preciso distinguir entre las causas de la hi- pocondría las que son predisponentes, y las de- terminantes que no pueden producir la enfer- medad sin el concurso de las primeras: las es- tudiaremos en el orden que hemos adoptado, pues permite hacer una esposicion fácil y na- tural de lodas las causas patogénicas; rogando al lector no olvide que nuestra misión , como dice Montaigne , «no es repetir tas aserciones de nuestros predecesores, por mas que resue- nen incesantemente en nuestros oidos,» sino-es- coger las que resisten á un análisis completo y razonado. » Trasmisión hereditaria.—Hoffmann admi- te esta influencia , por la cual dice se trasmite á los niños una debilidad de las partes nervio- sas , especialmente de las que pertenecen al aparato digestivo. Cítánse ejemplos de hipocon- dría trasmitida de padres á hijos, siendo á ve- ces la madre la que atormentada durante el embarazo, ó en otras épocas de su vida, por accidentes histéricos, ocasiona esta funeste pre- disposición á padecer el mal. »Temperamento.—Los temperamentos ner- viosos y sanguíneos, y el predoraíniodel sistema hepático, son en sentir de Louyer-Villermay, predisposiciones marcadas á lá hipocondria. Esta opinión puede aceptarse como verdadera; pero sin embargo, nótese que el predominio del sistema hepático que se hace manifiesto por el Unte bilioso y los vómitos de igual naturaleza, la sensibilidad del hipocondrio derecho, el es- treñimiento , etc. , anuncia, ora una lesión ya formada del órgano hepático, ora una altera- ción nerviosa del estómago, que es ya efecto de una neurosis simpática de la hipocondria. Pue- de en fin existir una enfermedad crónica del estómago ó del hígado, que desconocida por los antiguos , les hizo creer que dichos trastornos funcionales predisponían á la hipocondria. » Edad.—La. enfermedad que nos ocupa se manifieste rara vez antes de los veinte años y después de los sesenta. Louyer-Villermay cita varios hechos que propenden á probar que los niños de muy tierna edad pueden ser atacados de hipocondria; pero en las observaciones que refieren los autores faltan los síntomas mas ca- racterísticos de esla afección. «Parece, dice Dubois, que la hipocondria esl4 reservada á la madurez intelectual, y sobre tddo á esa época en que desengañado el hombre de las ilusiones de la vida , viene á reconcentrarse en sí mis- mo ; pues aunque se citan algunos ejemplos de lo contrario, el carácter moral de los indivi- duos no era entonces el de la juventud , sino escepcional ó transitorio» (ob. cit., p. 63). «Examinando las observaciones referidas por.Hoffmann, se ve que entre diezy seis casos uno solo se declaró hacia la edad de veinte años, y los quince restantes desde los treinta hasla las cuarenta y cinco. r>Sexo. — Es un hecho observado que los hombres padecen con mas frecuencia la hipo- condria que las mujeres; pero no habría ra- zón para asentar que la sola diferencia de los sexos establece la que hay entre la hipocondria y el histerismo, y que según obran las causas sobre un hombreó una muger, asi producirán la primera ó la segunda de estas enfermeda- des. Louyer-Villermay dice, que el sexo feme- nino está mas espuesto á la afección hipocon- driaca en la edad crítica, cuándo pierde los atributos de su sexo; pero se necesitan mas pruebas para admitir esta proposición. »Constitución.—Se ha dicho, apoyándose en ideas teóricas, que la debilidad congénila ó provocada por causas accidentales predisponía á la hipocondria ; pero esto se halla en oposi- ción manifiesta con lo que nos enseña la ob- servación ; pues en efecto , los hipocondriacos son frecuentemente personas cuya constitución fuerte y salud perfecta contrastan con los pa- decimientos de que se quejan sin cesar. y>Circumfusa.—Hoffmann cree que los pai- ses frios favorecen la producción de la hipocon- dria (loe. cit., pág. 68). Van-Swieten sostie- ne una opinión contraria. ¿Qué ganaría la etiología con reproducir aqui los diversos ar- gumentos invocados para combatir estas aser- ciones? Nada sabemos sobre este punto, lo mis- mo que sobre otros muchos ; y solo con hechos puede establecerse la influencia del frió en la producción del mal. Nada diremos de nuevo, añadiendo que el calor exaspera los accidentes en algunos individuos. Louyer-Villermay con- sidera los eslremos de temperatura como cau- sas capaces de preparar esla neurosis y deter- minar sus paroxismos (t. I, p. 238). # «Antiguamente se hacia representar cierto papel á la naturaleza de los alimentos en la producción de la hipocondria , y Hoffmann di- ce, que favorecen su desarrollo los de natura- leza acida , los indigestos , los flatolentos , las legumbres, las preparaciones lácteas fermenta- bles y el pan caliente. Hemos examinado lo que 174 DI LA HIPOCONDRÍA. han escrito los autores antiguos y modernos so- bre esla materia , y no hemos encontrado un solo hecho que demostrase de una manera evi- denle la funesta influencia de tal ó cual ali- mentación. Solamente diremos, que siendo muy frecuentes las neurosis gaslro-intestinales en los hipocondriacos, se concibe bien que lodos los eslravíos del régimen deben aumenlar los accidentes del tubo digestivo , y que unos so- portarán mal los tónicos y los escitantes, y oíros los emolientes. En lodos estes casos está ya constituida la hipocondría, solo que pre- dominan los sínlomas del aparato de la diges- tión. Otras veces se halla el mal completamen- te curado ; pero un esceso en la bebida , ó el uso de alimentos que no convienen al estoma- go, que conserva todavía por mucho tiempo su susceptibilidad nerviosa, bastan para reprodu- cir la hipocondría. »Las profesiones se consideran con razón como causas muy poderosas: ya hablaremos de esto mas larde al Iralar de los percepta. Se su- ponen lambien causas de la hipocondria la dis- minución y supresión de las escreciones, de los menstruos , y particularmente del flujo he- morroidal (Hoffmann). Las metástasis de la go- la , del reumatismo , las flores blancas y oirás muchas causas hipotéticas, figuran lambien enlre las de la hipocondria; pero ya es tiempo de reducir á su verdadero valor semejantes aserciones, de lasque nos hemos ocupado en muchos artículos de nuestra obra. »La vida sedentaria es una causa compleja, cuyos elementes importa separar ; pues sí favo- rece el desarrollo de la hipocondría , es obran- do de la manera siguiente: 1.° la inactividad del sistema muscular impide á los demás ór- ganos recibir la escilacion simpática necesaria para el desempeño de sus funciones , siendo particularmente el estomago el que se altera cuando el cuerpo guarda una quietud mas ó menos completa ; y 2.° las personas que ejer- cen profesiones sedentarias se hallan someti- das á influencias morales, cuyo modo de ac- ción examinaremos después, y que son casi siempre las que en tales casos determinan la afección hipocondriaca. La ociosidad, porejcm- plQ , es la negación mas ó menos absoluta del trabajo intelectual, acompañada muy á menu- do de la inacción del sistema muscular; y ya se deja conocer que esla causa debe ser muy poderosa é intervenir muchas veces en la pro- ducción de la hipocondria. ^Percepta.—Seria poco conforme á las re- glas de una buena observación atribuirlo lodo al sistema nervioso , prescindiendo de las cau- sas ose ya dejamos mencionadas. Sin embar- go , fácilmente se convencerá el lector de que no hay una sola cuya influencia se halle po- sitivamente demostrada por hechos auténticos; pero no sucede lo mismo con las que vamos á estudiar ahora. »A fin de no estraviarnos en el laberinto de las diversas y conlradictorias opiniones que nos veremos precisados á examinar, empezaremos estableciendo nuestro parecer. »4.° Se ha dicho que los trabajos mentales demasiado intensos eran una causa frecuente de la hipocondria; pero creemos que debe esla proceder mas bien de mala dirección de las fa- cultades intelectuales, de los estravios á qne están espuestos aun los hombres de mayor mé- rito , y de la ociosidad y de la torpeza intelec- tual en que caen gran "número de individuos, que después de haber tenido una vida muy ocupada, se entregan á una quietud mas órne- nos completa. El examen que vamos á hacer de esla proposición , nos permitirá discutir loque han escrilo los autores sobre la materia. Los que soslienen una opinión contraria á la nues- tra, reconocen sin embargo la exactitud de los hechos que acabamos de establecer. Lou- yer-Villermay dice «que el estudio de las ciencias exactas favorece mucho menos la in- vasión de las neurosis, que el cultivo de las be- llas artes y de los trabajos que exigen una exallacion mas ó menos continua de la imagi- nación» (1.1, p. 293). Dubois asienta «que allí donde los ánimos se hallan eminente- mente escilados por la ambición , por el deseo de dominar, de los honores y de las riquezas, son numerosos los hipocondriacos ; puesá una vida agitada suele suceder un reposo demasia- do absoluto , ora porque llegan los sugelos á sumirse en un lédio profundo no teniendo ya nada que desear, ora porque una desgracia imprevista los condena á la inacción» (ob. cil., pág. 41). «Empezaremos desde luego estableciendo, que de todas las causas determinantes de la hipocondria, no hay ninguna mas frecuente que el paso de una vida activa á la ociosidad. Esta afección se observa en una multitud de individuos que hacen una fortuna rápidayse elevan desdejas clases ínfimas de la sociedad á una posición brillante. Así es que esta enfer- medad es común en Inglaterra , Holanda y en lodos los paises de Europa en que el comercio permite adquirir en muy poco tiempo á los que á él se dedican riquezas considerables. También en Francia de catorce años á esla parte se «o ejemplos deísta naturaleza. Muchas son las causas que á nuestro parecer concurren á pro- ducir semejante resultado. Los que se hacen ricos son muchas veces personas cuya primera educación ha sido completamente descuidada,v cuya inteligencia no se ha desarrollado ni reci- bido una dirección conveniente , siguiéndosede aqui qne caen con mas frecuencia que los de- mas en un tedio profundo, cuando la quietud reemplaza á las ocupaciones continuas que ab- sorvian todo su tiempo. No se halla su enten- dimiento bastante cultivado para permitirle* aficionarse á los estudios literarios ó científi- cos ; nojpiensan en viages ni en las distraccio- nes que proporcionan las bellas arles ; porque se necesita haber recibido cierta educación pa- ra buscar tales placeres, y especialmente para Vñ LA HTTOCOirDWA. 175 saber gozarlos. Aunque el hombre ha cambiado de posición material, sirviéndonos de esla es- presion , no por eso ha variado su posición in- telectual : ayer se veia precisado á vigilar sus negocios y eslar siempre sobre ellos, sin tener apenas tiempo para dormir ; hoy, ya desocu- pado , no sabe qué hacerse , eslá siempre pen- sando en sí mismo , y como su inteligencia no conoce mas que un género de Irabajo que con- sumía lodos sus Ínstenles, solo piensa en su per- sona , y estando satisfechos lodos sus deseos, permitiéndole sus riquezas disfrutar délos pla- ceres que los hombres buscan contante avidez, reflexiona que le seria muy duro dejar una existencia lan feliz , y hé aqui por qué se in- quieta de las menores sensaciones que esperi- menta,pues le hacen temer el desarrollo de alguna enfermedad ; en una palabra, hé aqui al hombre convertido en hipocondriaco. La ig- norancia, la ociosidad y el egoísmo, son las tres fases que presenta antes de llegar a la afección que nos ocupa, pudiéndose decir que son tres enfermedades morales que conducen á otra úl- tima designada con el nombre de hipocondria. »Los médicos que ejercen su profesión en las grandes poblaciones, reconocerán en el cua- dro que acabamos de trazar.la hipocondria lan frecuente en ciertas clases de la sociedad; é in- vocamos su leslimonio , convencidos deque por poco observadores que sean , habrán notado lo mismo que nosotros. Por lo demás, como nues- tra opinión es hija de nuestra propia esperien- cia, y sobre todo de las benévolas comunica- ciones que debemos á varios médicos cuya po- sición les permite observar muchos hipocon- driacos , estemos seguros de no habernos apar- tado de la verdad. «Pueden también padecer la hipocondría personas que no carecen de inteligencia, pero que pasan de la actividad al reposo ; tales son ■ los militares antiguos que se retiran del servi- < ció , los empleados, los artistas, y en una pa- - labra , todos los hombres cuya profesión exige • cierta dosis intelectual, y que condenados de !■ pronto á la inacción, no saben, repelimos, em- í plear las fuerzas de su espíritu en un trabajo (pie reemplace al que acaban de dejar. No es esto decir que los militares retirados sean los ' únicos que padecen hipocondria, pues no se >. hallan exentos de ella los que eslan en el servi- , cío; y en efecto, se concibe muy bien que lo- I; dos aquellos que consumen el tiempo que les deja la paz en las plazas , á veces muy tristes, se hallan colocados en las condiciones mas fa- :• vorables para contraer esla enfermedad. En esle 5 caso es mas frecuente en los oficiales que en los soldados; pues estes últimos, aunque dolados ge- í neralmentede menos inteligencia, se ven obliga- dos por los deberes de su profesión á entregarse á ; un trabajo mas continuo. Hemos tenido ocasión ; de ver la hipocondria en algunos oficiales que servían ya hacia mucho tiempo, y no la he- mos observado una sola vez en los simples sol- dados. Es evidente que no queremos hablar de la nostalgia , que es olra especie de neurosis (v. Nostalgia). »Se ha dicho que los oficiales de marina padecían frecuenlemenle la neurosis que estu- diamos. El autor que emite esta opinión da es- celen les razones para apoyarla. «Durante las largas travesías , dice , en esos cruceros insí- pidos que no les ofrecen en qué ocuparse du- rante las apacibles noches del estío, el alma se abandona á varias quimeras , se entrega á ilusiones de amor propio y á desvarios ambicio- sos, que fermentan y crean fantasmas brillantes que se disipan al dispertarse , dejando en su lugar la triste realidad y la percepción aflictiva de la situación actual» (Influence de la navega- lion sur le moral et le physique de Vhomme en la ob. cil. de Dubois, p. 39). La ociosidad es, pues , la que engendra la hipocondria , así en el marino como en el soldado. »Los solteros , los sacerdotes, los indivi- duos de ambos sexos que pertenecen á las ór- denes religiosas , y los hombres que ejercen al* guna profesión en que son considerables el es- tado sedentario y la inactividad intelectual, como sucede á los tejedores y á los que se ocu- pan en las hilanderías , etc.', padecen la hipo- condría con mucha frecuencia. Pero se dirá que sí el reposo de los órganos de la inteligencia y la ociosidad predisponen á esla afección, los li- teratos, los filósofos, los músicos y los artistas, cuya inteligencia se halla tan cultivada y cons- tantemente en escitacion , no debían padecer de hipocondria con mas frecuencia que los de- mas ; y que por lo tanto no puede hacerse con- sistir la predisposición á contraería en la tran- quilidad de cuerpo y espirito de que hablamos. Empezaremos desde luego por observar, que el número de hipocondriacos que corresponden á las clases elevadas de la sociedad q ue acabamos de referir, seria mucho menos considerable que lo que se cree, reduciéndose lal vez á muy po- co, si seescluyesen los simplemente melancóli- cos , los nostálgicos y los atacados de monoma- manía, de gastro-enteralgia ó de una lesión visceral, cuyo diagnóstico era lodavia difícil ó imposible hace algunos años. Seguramente que si en lugar de admitir de ligero la existencia de una hipocondria , se hubiera eslablecido siem- pre exactamente el asiento y naturaleza de la afección que reaccionaba simpática ó primiti- vamente sobre el cerebro , no se hubieran en- contrado tantos hipocondriacos. Ziramerman, por ejemplo, estaba afectado de monomanía melancólica, y no de hipocondria; y tal era también la enfermedad de Pascal, á quien sin razón se ha querido tener por hipocondriaco. Se ha dicho igualmente que lo era J. J. Rous- seau ; mas como observa muy bien Dubois, existieron en la vida de esle filósofo dos perío- dos distintos; uno en que presentó todos los síntomas de la hipocondria, y otro en que tu- vo los de una melancolía profunda , que fue muy probablemente la que le condujo al suici- dio. La hipocondría se manifestó en Rousseau en 176 DE LA mPOCONDniA. su primera juventud, cuando vivia ociosamente y dominado por la tierna pasión que habia sa- ~—"*hicfo~ inspirarle la señora de Warens. Entonces fue cuando entregándose á la lectura de los li- bros de medicina y de anatomía , creyó tener entre otras enfermedades un pólipo del cora- zón; pero mas larde, asi que empezó á publicar las obras que han hecho inmortal su nombre, cuando su ingenio fortalecido por la desgracia llegó á tomar todo su vuelo, se curó de su hi- pocondría y se volvió desgraciadamente me- lancólico : "hé aquí como se espresa sobre este punto: «Al escribir estas líneas, achacoso, casi sexagenario y agoviado de dolores de toda es- pecie, tengo mas vigor y vida para sufrir, que tuve para gozar en la flor de mis dias en me- dio de la mayor felicidad.» No es este cierta- mente el lenguaje de un hipocondriaco. «También podríamos examinar si ha tenido razón Louyer-Villermay en colocar ciertos hom- bres ilustres entre los que han sido hipocon- driacos; pero esto nos separaría demasiado de nueslro objeto. Solo hemos querido probar, que se han cometido muchos errores en el diagnós- tico, y que la ociosidad ó mala dirección de las facultades mentales, es la que engendra la hi- pocondria mas bien que el trabajo escesivo de la inteligencia. Si hay mas vaporosos, dice Gretry, que también lo era él mismo, entre los músicos que en las demás clases de arlislas, es preciso atribuirlo á una multitud de circuns- tancias bien conocidas, y que nada tienen que ver con la parle inleleclual del arle. Por lo de- mas , seria preciso fijar el sentido de la palabra vapores, que es demasiado vaga, y establecer bien su diagnóstico, sin lo cual no puede oble nerse resultado alguno preciso en etiología. Re- cordaremos en apoyo de nuestro parecer , que los médicos y demás personas que cultivan las ciencias, rara vez padecen hipocondria; y que si se la observa en los artistas, los músicos, los poetas, y en todos aquellos cuya imaginación trabaja mas que el juicio , es porque la natu- raleza de sus ocupaciones pone también sus sentidos en activo ejercicio, y exige de su es- píritu una sensibilidad y una escitacion que no son necesarias en las ciencias. No podemos participar de la opinión que espresan las si- guientes palabras de Aristóteles, si se trata de aplicarlas á los hipocondriacos: «Cur homines »qui ingenio claruerunt, et in sludiis philoso- «phiae vel in república adminislranda , vel in «carmine fingendo, vel in artibus exercendis, »melancholicos omnes fuisse videamus?» «Diremos reasumiendo, que la ociosidad que sucede á las hondas meditaciones ó á un traba- jo puramente materilt, la ignorancia, las ideas falsas que resultan de una mala educación y la escitacion viva de una inteligencia mal dirigi- do ó entregada á especulaciones abstractas ó á la contemplación, nos parecen las causas pre- disponentes menos dudosas de la hipocondria. »Louyer-Yillermay consagra un largo ca- pítulo al estudio de las pasiones, y después de I enumerarlas lodas con poco orden y filosofía, las coloca enlre las causas de la afección que nos ocupa. Tal es la confusión que hemos en- contrado en la obra de esle médico, que nos veríamos perplejos para designar las pasiones que obran mas eficazmente para determinarla hipocondria. No son á nueslro parecer las pa- siones mas que causas ocasionales ó determi- nantes en individuos predispuestos, y bajo esle aspecto merecen toda la atención del médico; pues muchas veces se ve desarrollarse la en- fermedad después de la aparición súbita de una causa de este género. Baste que una emoción moral viva obre en una persona muy predis- puesta, para que se declare esla neurosis. I> disgustos, los celos, las penas del corazón, la ambición burlada, las contrariedades continuas, los escesos de estudio , las vigilias , los sustos, el sentimiento de dejar su país ó su familia,y en una palabra, todos los trastornos que esci- tan las pasiones, pueden provocar la hipocon- dría. La música, la lectura de novelas, el tra- to con personas tristes y melancólicas, los,esce- sos venéreos y la masturbación , son también causas ocasionales de esta neurosis, obrando fuertemente sobre el sistema nervioso. Se ha dicho que la lectura de las obras de medicina podia igualmente ocasionarla ; pero esta ocu- pación es mas bien un signo que una causa de la enfermedad. Otro lanío diremos de la ten- dencia que lienen los enfermos á buscar la so- ciedad de los hipocondriacos, de los médicos y de todos los que les hablan de sus padeci- mientos. «Creernos haber procedido con alguna crí- tica en el estudio de las causas morales é hi- giénicas que pueden producirla hipocondría; habiéndonos separado hasla tal punto de las opiniones generalmente adoptadas, que para establecer la nuestra hemos necesitado apoyar- nos en hechos. Esperamos lambien haber di- fundido alguna luz sobre la aglomeración con- fusa de causas que están indicadas sin discer- nimiento alguno en la mayor parte de las obras. »No tenemos valor para insistir en los mo- dificadores patológicos como los medicamentos drásticos, el a,buso de los licores, la adminis- tración del mercurio, de la quina, del opio,de los astringentes, del hielo (J. Frank, obr. cit. p. 111), y" lodas las enfermedades internas (proegressi morbi, Hoffmann), como las fiebres intermitentes, la disenteria, las afecciones cu- táneas descuidadas ó mal tratadas, la supre- sión ds las hemorroides, ele, etc.; pues el úni- co hecho razonable que resalte de lo que se ba escrito sobre esla materia , es , que lodas la* afecciones internas, especialmente las orgáni- cas que lienen un curso latente, pueden obrar como causas determinantes de la hipocondria en los individuos predispuestos. En efeclo, del mismo modo que el cerebro afectado de neuro- sis reacciona simpáticamente sobre las visce- ras, que se afecten á su vez de esta misma le* sion, no hay razón alguna para que estes ór* DE LA HIPOCONDRÍA. 177 ganos enfermos no obren igualmente sobre i aquel ya predispuesto, provocando asi la hipo- ! condria. Por lo demás osle es un hecho que j nadie niega, pues eslá comprobado por la ob- j servacion. «Tratamiento.—Difícil seria imaginar cosa alguna mas incoherente é ininteligible que lo que se ha escrilo sobre el tratamiento de la hi- pocondría. La mayor parle de los autores que se alienen especialmente á las indicaciones su- ministradas por la naturaleza presunta del mal, establecen una terapéutica que debe formal- mente proscribirse: otros colocan en una misma línea los remedios destinados á combatir las neurosis viscerales, y los que deben dirigirse mas particularmente contra la enfermedad del cerebro. Añadiremos que figuran en la tera- péutica de la hipocondría remedios que se ha- llan indicados en el histerismo, la melanco- lía , ele., y aun otros que no han producido evidentemente algún buen efecto, sino porque se han empleado, sin saberlo, contra enferme- dades viscerales que llegaron á curar. »Para establecer una lerapéulica conve- niente , es preciso saber ante todo, si la hipo- condria es idiopálica ó depende de una enfer- medad de otro órgano. En esle úllimo caso no se diferencia el tratamiento del que exige la misma enfermedad cuando es simple; debién- dose solo emplear los medios usados contra la hipocondria, si acaso persiste después de cura- da la afección primitiva. «En segundo lugar, aun después de tener la certidumbre de que no padecen los tejidos ninguna lesión que pueda considerarse como causa de la hipocondria, lodavia conviene in- dagar cuáles son los apáralos atacados conse- cutivamente de neurosis, para modificar el tra- tamiento segun la iutensidad y el silio de esla, pero combatiendo ante lodo la neurosis ce- rebral. » Tratamiento moral.—La hipocondria es una perturbación de la inteligencia, y por con- siguiente debe el práctico obrar desde luego sobre el órgano que la desempeña, dirigiendo el espíritu, segun la oportuna espresion de Cu- llen, que trazó con tanto acierte la terapéutica de esla neurosis. ¿" «El tratamiento moral que constituye, si no la totalidad del método curativo*; por lo menos la parle mas esencial, estriba en el uso sabia- mente combinado de la higiene, en cuyo senti- do debe entenderse el precepto de Montanus: «Fuge médicos et medicamina , el sanaberis.» En efeclo, no es lanta la influencia que lienen los remedios para curar la hipocondria, como la observancia rigurosa de las mejores reglas higiénicas. La terapéutica que vamos á dar á conocer exige mucha firmeza por parte del médico, y esa laudable perseverancia, que es la única que puede ayudarle á vencer las difi- cultades sin número que encuentra lan á me- nudo en el ejercicio de su ciencia. «La íntima persuasión qne domina gene- | TOMO VII. raímente á estas especies de enfermos, dice Cu- llen, no permite suponer imaginarias Sus sen- saciones, ni considerar como infundados sus te- mores, aunque el médico se halle persuadido de que es asi; por lo cual es preciso no recur- rir á chanzas ni al raciocinio con los hipocon- driacos (loe. cit. , p. 424). »Debe el médico tener muy presentes eslas reflexiones, que son muy justes, y procurar grangearse desde luego la confianza" de su en- fermo; pues si no llega á conseguirlo, por mas acertada que sea su terapéutica , no producirá resultado alguno. Es preciso que recuerde ade- mas, que el hipocondriaco está dispuesto á cam- biar de facultativo á cada instante, y á entre- garse en manos*de charlatanes ó de cualquiera que prometa curarlo. Repelimos, pues, que conviene ante todo que el médico ejerza un dominio absoluto sobre el espíritu del enfermo, para lo cual es necesario que lo escuche con atención y reconozca con él que sus padeci- mientos son reales y producidos por una en- fermedad sugeta al dominio del arte. Aqui se presenta una cuestión de mucha importancia y de que nadie ha tratado hasla ahora, que es la de saber, si se deberá convenir completamente con las ¡deas del enfermo, fingiendo creer que padece una enfermedad de estómago, de pecho, un cálculo vesical, ó cualquiera otra afección imaginada por su cerebro delirante; ó bien de- mostrarle desde luego que no liene razón en el asienlo y naturaleza de su presunta enferme- dad, probándoselo con argumentos irresistibles. No puede responderse de una manera absoluta á la cuestión planteada de esle modo: al prác- tico es únicamente á quien corresponde deci- dir loque se debe hacer, pues cada caso in- dividual exige que se modifiquen las reglas del tratamiento. Hé aquí, sin embargo, algunas ba- ses generales que pueden servirnos de guia. «En general es preciso concederá los hipo- condriacos que los accidentes de que se que- jan sin cesar, y que son bien reales, existen en efecto, y les deben causar sufrimientos pe- nosos; pero se les debe convencer de que si tie- nen su punto de partida en una afección visce- ral, esta es muy susceptible de curarse, con tal que observen el tratamiento que se les prescri- ba. Supongamos, por ejemplo, que un individuo se cree afectado de aneurisma del corazón : en lal caso , se empezará por concederle que este órgano se halla enfermo , pero no hipertrofia- do ; pues si no se llegase á curar la hipocon- dria, nuestro piadoso fraude haria desesperar al enfermo. Conviene, pues, suponer que la vis- cera indicada por él es el asiento de los fenó- menos morbosos, pero que no está afeclada de una lesión profunda. Una vez hecha ya esta concesión, se establecerá un tratamiento insig- nificante , pero aparentando darle mucha im- portancia. «Si alguna vez es lícito prescribir un remedio inocente, dice Cullen , para agra- dar al enfermo, parece ser en el Iratamiento de los hipocondriacos, que ocupándose solo de 178 DE LA UirOCONDRIA. los medios de aliviarse, están ávidos de medi- camentos , y que á pesar de haber visto lanías veces defraudadas sus esperanzas , loman lodo remedio nuevo que se les propone» (ob. cit, p. 423}. Nosotros creemos que tiene graves in- convenientes cambiar demasiado á menudo de remedios; porque se haria creer al enfermo que todos los dias pueden ensayarse otros im- punemente , y que no se ha formado un plan completamente sólido. Se dará mucha impor- tancia á que los medicamentos se tomen en ho- ras y dosis indicadas , á fin de inspirar al pa- ciente una deferencia mayor hacia los consejos del médico , y que por lo lanío confie mas en su próxima curación. La observancia de las re- glas higiénicas, que luego trazaremos, es el complemento indispensable de esle tratamiento, al que llamaremos para caracterizarlo mejor tratamiento moral por concesión. «Imposible seria observar la misma conduc- ta con los hipocondriacos que dicen padecer una enfermedad grave, de la que no ofrecen el menor sínloma, pues seria muy peligroso ave- nirse á las ideas que tienen sobre este punto. Se deberá procurar mas bien probarles que su afección se halla en otra parle del cuerpo, don- de se hayan observado algunos sínlomas fáciles de disipar. » Hay olra especie de tratamiento moral, que llamaremos tratamiento moral por intimidación, que solo debe ensayarse después del preceden- te , y cuando no hayamos conseguido dominar el espíritu del enfermo. Consiste en demostrar al hipocondriaco que su mal no tiene el asien- to ni es de la naturaleza que te asigna, pero que existe en olro órgano que deberá señalar- se, inspirándole en caso necesario alguna in- quietud sobre esta dolencia para que fije en ella toda su atención. Cuando esto se consiga y lle- no de confianza el enfermo por el descubri- miento que acaba de hacer el médico , se haya sometido á la terapéutica insignificante ó nula que tenga dispuesta, se ocupará el profesor en curar los fenómenos que habrá provocado y que lesera fácil disipar. Tenemos la íntima convic- ción de que un tratamiento dirigido de esle modo, ofrece las mayores ventajas en algunos enfermos, particularmente en aquellos que se creen afectados de un mal incurable, y que no quieren someterse á una terapéutica ordenada. «Otra modificación que puede hacerse tam- bién en el tratamiento moral, consiste en in- sistir enérgicamente en que no hay semejante enfermedad, valiéndose para esto de palabras severas, y haciendo confesar al enfermo que no tiene la afección de que se queja. Para em- plear este tratamiento, que podria llamarse por retractación , es preciso haber ganado la con- fianza del paciente, observándolo por muchos dias , y aparentando y fingiendo no descubrir sino después de un examen atente, que no exis- te afección alguna caracterizada. Concíbese cuánta sagacidad, elocuencia y constancia, ne- cesita tener el médico para vencer las numero- I sas dificultades que pueden presenlarsc. Cree- mos que eslas son las verdaderas bases en que debe estribar el verdadero mélodo curativo , y así como nos ha parecido que el tratamiento moral es el mas esencial para combatir la lo- cura , así también opinamos que debe tratar- se de la misma manera la aberración de la in- teligencia que domina á los demás síntomas de la hipocondria. Habremos hecho algún servi- cio á la terapéutica si conseguimos que se adopten eslas creencias. » Tratamiento higiénico.— «La curación de la hipocondria , dice con razón Cullen , consis- te particularmente en distraer la atención del enfermo , ó hacer que recaiga en objetos dis- tintos de los que la ocupan» (loe. cit., p. 4241 Los medios que pueden usarse para conseguir este resultado , se loman de la higiene, y se reasumen en la sola palabra distracción. Es preciso remover ante lodo las causas que han producido la hipocondria; evilar lodas las emociones morales penosas, las sensaciones vi- vas , las meditaciones profundas y la soledad. Los hipocondriacos son por lo común indóciles y conviene que tengan á su vista personas de un carácter constante y moderado. Si es venta- joso que los enfermos no fatiguen su inteligen- cia , es necesario lambien que se entreguen á sus ocupaciones habituales , pero con mas mo- deración que antes de su enfermedad, 6 que elijan un trabajo que les agrade y les absorva mucho tiempo: nosotros preferimos una ocupa- ción regular y obligatoria á todas las distrac- ciones imaginables. Sin embargo, cuando el enfermo no puede sujetarse á ella, deberá prescribirse el paseo á pie ó en coche, la equi- tación y los demás géneros de ejercicio. «Con- viene lambien aconsejar los viages, sobre todo por mar , la natación , la jardinería, las esci- siones botánicas, zoológicas y mineralógicas, los trabajos del campo, la caza, el juego de pe- lote , el del volante, de bolos, el juego de la sortija, la lucha, los ejercicios militares, ele. En invierno se puede recomendar la carrera en patines ó trineos, y el ejercicio de lasarles mecánicas que exigen movimienlos del cuerpo, como la del tornero, los juegos que producen el mismo resultado , tales como et de villar, la esgrima, el baile y el columpio , el cante , el uso de los instrumentos de música , todo lo que escite el curso de la sangre , las representacio- nes escénicas, los espectáculos , especialmente las comedias, las lecturas propias para distraer el espíritu y promover la risa, el juego mo- derado de ajedrez ó de naipes , y en todos los casos sociedad con personas joviales y ale- gres especialmente en la mesa» (J. Frank, loe. cit. , p. 177). Esla enumeración del mé- dico alemán encierra casi todos los medios de distracción, entre los que deben elegirse aque- llos que se adaptan mejor á los hábitos, carác- ter , posición social y fortuna del hipocondria- co. Seria demasiado fastidioso entrar en un exa- men detenido de todas las modificaciones qut DE LA HIPOCONDRÍA. 179 deben hacerse en la higiene aplicada á la hipo- condria. Al hombre dedicado á los estudios se- rios , se le aconsejará cultivar las bellas arles, y por el contrario, al músico y al poeta un es- ludio grave y profundo, para que varié el cur- so de sus ideas habituales. El soltero consegui- rá curarse eligiendo una compañera cuyos so- lícitos cuidados ejerzan sobre él la mas favora- ble influencia. Hay enfermos que no piensan en su afección cuando se hallan muy fatigados, cir- cunstancia que suele exasperarla en otros, ele. La soledad, la lectora de los libros de medicina y las conversaciones relativas á enfermedades ó á las ciencias médicas, deberán proscribirse severamente. «Todas las prescripciones higiénicas pue- den reasumirse en las siguientes palabras: im- primir á las ideas una dirección conveniente, ó diversa de la que actualmente tienen; mode- rar la actividad cerebral en unos, y escitarla en oíros; procurar que los enfermos eslen siem- pre distraídos , darles un alimento que no los fatigue; en una palabra, evitar ante lodo el re- poso del cuerpo y del espíritu , y por último, saber manejar al paciente con maña , y á ve- ces dominarle por el temor ó por la persuasión. «Generalmente se aconseja á los hipocon- driacos que habiten un lugar templado , seco, ventilado y situado á cierta elevación , donde la vista pueda descubrir espectáculos variados que distraigan al enfermo. Deberán proscribir- se los paises» frios , húmedos, nebulosos y os- curos en la mayor parte del año, como se hace también cuando existe melancolía. «Georgel, que es uno de los autores que mejor han estudiado el tratamiento de la hipo- condria, opina que la alimentación debe subor- dinarse al gusto de cada enfermo , variándola hasla que quede satisfecho. «Se puede prescri- bir sucesivamente , dice esle médico, por base del régimen alimenticio los vegetales, los lac-> ticinios y las carnes. La bebida que tomen pa-> ra comer , será el agua pura , la cerveza agua- da , ó bien el vino linio anejo, poco cargado de alcohol y mezclado con mucha agua» (loe. cil., p. 146). Loque debe evitarse especialmente es la abstinencia mas ó menos completa, á que se condenan ciertos enfermos por sus falsas ideas y por la creencia que lienen de que los alimen- tos pueden inflamar el estómago , ó por lo me- nos aumentar sus males. Muchas veces es pre- cisa toda la autoridad del médico para obligar- los á que coman : la dieta tiene el inconveniente de aumenlar la hiperestesia general y las neu- rosis viscerales de que son víctimas los hipo- condriacos. Por lo demás, como todo lo que tendríamos que decir sobre la elección y can- tidad de los alimentos no seria mas que una reproducción de las reillas que dejamos traza- das al decribir la gastro-enteralgia , á ella re- mitimos al leclor (véase este artículo en las En- fermedades del estómago). «Los vestidos deben preservar al cuerpo de las variaciones de lemperalura, sin producir un calor que seria perjudicial. Los de lana son preferibles á*lodos los demás, porque mantie- nen una temperatura igual é impiden el en- friamiento de las estremidades, que es bas- tante frecuente en una época avaüzada de la hipocondria. Hay muchos individuos que ima- ginándose amenazados de una afección reumá- tica, se cubren de vestidos muy calientes, y provocan un sudor que los debilita sin ninguna especie de utilidad. «Deberán vigilarse atentamente las funcio- nes generadoras y favorecer el flujo de las re- glas. No conviene que se abstengan los hipocon- driacos de los placeres del amor, á menos que los escesos venéreos hayan contribuido á desar- rollar su enfermedad. Lejos de eso, hasta seria perjudicial la continencia, y deben buscar los pacientes en el bello sexo una distracción á sus sufrimientos habituales. » Tratamiento farmacéutico. — No tenemos ánimo de hacer una lista de lodas las drogas anli-hipocondriacas que se empleaban en la antigüedad: los anli-espasmódicos, los Iónicos, los amargos, los escilanles y los opiados, han tenido una gran boga y debido contar numero- sos resultados favorables. En efeclo , no hace mucho aun que confundiéndose con la hipocon- dría varias afecciones nerviosas gastro-intesli- nales, cardiacas y pulmonalcs, los medicamen- tos que acabamos de indicar debían ser muy útiles para combatir eslas afecciones. Es pre- ciso distinguir cuidadosamente dos órdenes de medicamentos , unos destinados á curar la hi- pocondria , y otros que convienen mas espe- cialmenle en las neurosis simpáticas: empeza- remos por los primeros. * »Una vez establecido el tratamiento moral de la hipocondria , les queda poco que hacer á los agentes farmacéuticos; debiendo especial- menle procederse con mucha reserva en el uso de remedios activos. Georget dice, que en cier- tos casos , cuando la afección ha invadido rá- pidamente y con intensidad , es útil prescribir ias sangrías generales y locales , las aplicacio- nes frias á la cabeza, los baños libios , los pe- diluvios sinapizados, ias bebidas dulcificantes, la distracción , y una dieta mas ó menos abso- luta. Pero estes casos son muy raros , y co- munmente es preciso guardarse mucho de re- currir á las emisiones sanguíneas generales. El estado de plétora no siempre basta para indi- carlas, y podríamos ademas equivocarnos sobre su verdadera naturaleza , pues muchas veces es aparente. «Pomme elogia el tratamiento antiflogístico moderado, compuesto de los baños libios y frios, tos pediluvios, las bebidas y aguas minerales refrigerantes, las lavativas frias , el agua pura para bebida habitual, y los fomentes emolien- tes. Es preciso decir que este tratamiento in- fluye poco para curar la hipocondria , aunque no deja de ser ventajoso en los individuos so- breescitados. Efectivamente conviene destruir el estado hiperestésico general, pues impide I Sil DE LA nirOCONDMV. uc la medicación dirigida controla hipocon- ria produzca lodo el efecto desean). En los ca- sos de esta especie se prescribirán los baños de agua templada durante muchas horas, ó los frios tomados en el rio ó en casa; pues algunos enfermos se encuentran muy bien en ellos pa- sando asi gran parte del dia. Georgel dice tam- bién que se alivian mucho cierlos hipocondria- cos, y seles procura un sueño muy tranquilo, haciéndoles antes de acostarse afusiones frias en la cabeza, ó simples aplicaciones de com- presas empapadas en agua fria. Hemos conse- guido grandes ventajas de esla medicación en un enfermo en quien la usamos como parte esencial del tratamiento, no vacilando en con- siderarla como muy importante en el método curativo de la hipocondria , lo mismo que los baños fríos y las afusiones. Sin embargo, algu- nos enfermos no pueden soportarlas, porque les producen una agitación eslremada, insom- nio y debilidad. También gozan de mucha efi- cacia las aguas minerales de Spa, de Pyrmont, de Vichy, de Seltz, y los baños de mar. «Puede secundarse el uso de estos medios con U administración de algunos ligeros anti- espasmódicos, como las aguas de tila y de ho- jas de naranjo, el almizcle, la asafélida, la va- leriana, el agua destilada de laurel real, ele, ó con ligeros sedantes, como el jarabe de ador- mideras, de tridáceo y el agua de lechuga. Di- ce Georgel, que los "narcóticos no calman los dolores de cabeza y rara vez disipan el insom- nio, lo cual os posible que suceda en varios en- fermos. Es evidente que conviene tantear la susceptibilidad de cada uno , y saber especial- mente proporcionar las dosis á las circunstan- cias individuales. «Consideramos no solo como inútil, sino también como nociva, la aplicación de vejiga- torios, que no hacen mas que irritar á los en- fermos sin producir ninguna derivación salu- dable de la enfermedad. Los purgantes son úti- les para remediar el estreñimiento habitual de que se quejan continuamente los hipocon- driacos. «Existe una segunda clase de medicamen- tos de que hablan casi lodos los autores; pero no los mencionaremos, pues en último análisis se dirigen lan solo contra las neurosis que se desarrollará consecuencia de la hipocondria. Recorriendo las diversas obras, como por ejem- plo la de Louyer-Villermay, se encuentra en ellas una eslensa descripción de todos los reme- dios que gozan de alguna eficacia en las afec- ciones neurálgicas. En efecto, la quina, las preparaciones ferruginosas, los amargos, los astringentes, los drásticos, la digital y los di- fusivos . tales como el éler y las linluras aro- máticas, pueden muy bien curar la gaslro-en- leralgía ó la neurosis cardiaca y pulmonal que no lardan en padecer los hipocondriacos. Pero debemos por eso indicar el tratamiento de lo- dí<< eslas neurosis? Seguramente que no; pues ya lo hemos estudiado detenidamente al ocu- parnos de la gaslro-enleralgia (véase es- ta enfermedad y la neuralgia del corazem). »En cuanlo al tratamiento de tes paroxismos de la hipocondria, diremos que en ellos es en los que conviene sobre todo recurrir con mayor sagacidad á la medicación moral y á las dis- tracciones de lodo género. Nada añadiremos á lo que hemos dicho de las complicaciones; cuando existen deberá modificarse el tratamiento déla hipocondría, combinando las reglas quesesiguen en cada una de las enfermedades aisladamente. »Natckaleza y clasificación.—Entre los au- tores antiguos y modernos que han escrilo so- bre la hipocondría , muchos la consideran co- mo distinta del histerismo, y solo de ellos ha- blaremos. En medio de las opiniones bástanle diversas emitidas sobre el asiento de la hipo- condria, pueden distinguirse dos principales: una que lo coloca en las vias digestivas, y otra que lo atribuye á otros órganos. Copiamos de la obra depübois la lista de los autores que distinguen la hipocondria del histerismo, y son; Demócrilo, Hipócrates, Diocles de Carystea, Cel- so, Galeno, Areteo, Aelius, Pablo de Egina, litiasis, Avicena, Serapion y la mayor parte de los árabes; Fernelio, Senerto, Michaelis, Ri- verio, Elmuller, Zachias, Willis, Mondeville, Stahl, Juncker, Hoffmann, Pressavin,Sauva- ges, Chambón, Aslruc, Cullen, Bosquillon, Pinel, Louyer-Villermay, Georget, ele. Syden- ham , Boerhaave, Van Swieten, Rob-Whytt, Lorry, Tissot, consideran estas dos enferme- dades como idénticas. No referiremos aqui to- das las opiniones establecidas por los autores sobre la naturaleza de la hipocondria, pues completaremos esle trabajo en la sección déla historia y bibliografía. Solo discutiremos las principales, para dar una idea precisa de la na- turaleza del mal. »Entre los autores que colocan la causa de la hipocondría en las visceras abdominales, unos,como F.Hoffmann, consideran las afeccio- nes de estes órganos como la única causa de la enfermedad, y otros, como Willis, admiten la lesión de un órgano, del bazo por ejemplo, pero hacen intervenir los espíritus animales, los vapores malignos, ú otras influencias ejer- cidas por las visceras sobre el cerebro y el sis- tema nervioso. Esta influencia se ha considera* do de diversos modos por los aulores. «Avicena refiere al hígado y bazo los hu- mores morbosos que producen la enfermedad, y todos los arabistas sostienen esla opinión con corta diferencia; algunos fijan en el mesenterio y en los vasos del abdomen el asienlo del mal. Ya demostraremos al trazar la historia, que la mayor parte de los antiguos y modernos han confundido la hipocondria con las neurosis gas- tro-inleslinales. Fernelio considera como causas de la enfermedad las afecciones del bazo, híga- do, bilis y páncreas, y los que le atribuyen una opinión diferente, ó le han comprendido mal, ó no han leido su obra: «Affectio hypochondria- »ca ulriusque affecli visceris, maxímeque lienis DE LA HIPOCONDRÍA. 181 «sobóles est,» y admite dos formas de hipocon- dria, una benigna (mitior), producida por un humor melancólico que se acumula desmedi- damente en el bazo y parles circunyacentes, y olra (deterior et ferocior), engendrada por una bilis negra ó amarilla que se acumula en el bazo y en el páncreas, difundiéndose en segui- da por el mesenlerio (Universa medicina, pá- gina 14, lib. VI, cap. VIH, en 4.°; 1656). Se- nerto abraza lambien la opinión de Fernelio; pero no hay duda queeslos autores quieren de- signar la hipocondría sintomática de alguna le- sión, ó enfermedades completamente distintas, ó en fin, varios desórdenes que sobrevienen en los últimos períodos del mal. Algunos autores dicen, que la hipocondria tiene su asiento en la vena porta , y que la estancación de la san- gre en este vaso y sus divisiones es la que pro- duce lodos los síntomas que se observan. Inú- til es demostrar que esto es una mera hipótesis inventada por el espíritu sistemático, y que las afecciones del bazo y del sistema venoso abdo- minal nada influyen en la producción de la en- fermedad. «Boerhaave y su comentador Van Swielen la atribuyen á la acumulación del humor atra- biliario en los órganos del vientre: «Es produ- cida , dicen eslos autores, por un calor vivo que pone en movimiento una bilis amarilla y una sangre espesa y mas negra; siendo por lo co- mún los órganos de los hipocondrios los que afectados de un modo primitivo, obran simpá- ticamente sobre el cerebro y determinan el delirio. Cuando la materia atrabiliaria se fija en los órganos de que se Irata, la enfermedad se llama mal hipocondriaco, porque la alrabilís ocupa las regiones precordial é hipocondriaca, particularmente las que corresponden al híga- do, bazo, estómago y páncreas. Se ha designa- do con el nombre de hipocondriacos á los que padecen esla afección, á causa del asienlo de la ansiedad y del dolor que esperimenlan : po- dria llamarse hipocondria con materia la que va acompañada de alguna lesión visceral» (ele Cognosc. hom. morb., af. 10D8, p. 482, en 4.°, París, 1791). Es visto, pues, que Boerhaave hace provenir esta afección"de un humor atra- biliario, que se lija en el bazo, el estómago y el páncreas. Este hipótesis hace poco honor á Boer- haave, porque no eslá apoyada en un solo he- cho de observación. »Despues de haber rebatido Hoffmann las diferentes opiniones que se habían emitido an- tes de él, asigna á la enfermedad el mismo asienlo, fijando únicamente su atención, como lodos sus predecesores, en las alteraciones del aparato digestivo, y de ningún modo en las del cerebro. Creemos, dice esle médico, que reside en las membranas que componen el lubo ali- menticio, principalmente en su túnica nerviosa. Bajo este nombre designa el tejido celular que se encuentra entre los diversos planos membra- nosos que forman los intestinos; y esplica lodos los síntomas de la enfermedad por la lesión de esla túnica, cuyos movimienlos irregulares al- teran profundamente la digestión y la quilifi- cacíon (loe. cit., p. 66). La opinión de Hoff- mann , aunque mas precisa en apariencia que la de otros autores, debe desecharse, porque no se refiere mas que aun solo orden de fenóme- nos, es decir, á los que ocupan el aparato di- gestivo; y ademas ¿quién ha de admitir esta perversión del movimiento peristáltico, ni aun para esplicar los síntomas gastro-intestinales? «Higmoro hace depender la hipocondria de la constitución viciada y debilitada del estóma- go (Nalhanaelis Hygmor exercitationes duw. prior de passione hysterica, altera de affectíone hypochondriaca. Oxonii, 1668, en 12.°). Elmu- ller coloca su asienlo en la porción del colon que ocupa el hipocondrio izquierdo, el cual suele contener materias fecales y mucha canti- dad de gas (Disserlatio de malo hypochondria- co, 1676); y considera esta enfermedad como una especie de escorbuto. Mondeville cree debe atribuirse á una quiliíicacion imperfecta (Trea- tise of the hypocondriac and hysteric passions; Lond., 1711). «Juncker atribuye la afección hipocondria- ca á la lentitud y dificultad de la circulación de la sangre en la vena porta y en las visceras que comunican con esle vaso (Conspectus me- dicinal, p. 186). Cheine piensa que la hipo- condria depende, lo mismo que todas las enfer- medades nerviosas , de obstrucciones de las glándulas del estómago, los intestinos, el hí- gado, el bazo, el mesenlerio ó los demás ór- ganos del vientre ( The english malady or a treatise of nenous diseases of all hinds; Lon- dres, 1733). «Louyer-Villermay colocad principio de la enfermedad en las visceras abdominales, espe- cialmente en el estomago, y opina que está afectado su sistema nervioso ó sus propiedades vitales, sobre todo su sensibilidad orgánica (lo- co cilato, t. I, p. 328). Aunque este médico no pronuncia la palabra neurosis, es evidente que tal es en su concepto la naturaleza de la hipo- condria, y que hace derivar los demás sínlomas de la lesión nerviosa del tubo digestivo: «Ve- remos, dice aquel autor, en la serie de sínto- mas que se enunciarán , una afección simultá- nea y primordial de los órganos, tanto esencia- les como accesorios, que componen el aparato digestivo, á cuya alteración se agrega simpá- ticamente el desorden consecutivo de casi todos los demás de nuestra economia; en su conse- cuencia una exaltación de la sensibilidad ge- neral , y por último afección simpática de las facultades morales é intelectuales» (loe. cit., p. 328). «En sentir de Broussais y de los partidarios de su doctrina, la hipocondria no es otra cosa que una gastritis crónica que provoca una ir- ritación cerebral secundaria. En su Tratado de terapéutica y de patología general limita esta opinión, demasiado absoluta, y admite que puede existir la hipocondría sin lesión alguna 182 de n\ inroco.vDnM. gastrointestinal, siendo entonces una simple vesania (l. V, p. 222,en 8o; París, 1835). Como creemos que seria inútil insistir sobre es- ta materia , solamente recordaremos, que las diferencias que existen en los sínlomas, curso, pronóstico , y sobre todo en el tratamiento de la hipocondria , comparada con la flogosis del tubo digestivo , son teles que es imposible des- conocerlas. Los que quieran apreciar por sí mismos el valor de los argumentes que han ser- vido para destruir la doctrina de la irritación sobre este punto , no.tienen mas que leer el ar- tículo consagrado por Georgel á la hipocondria (Dict. de méd. , 2.a edic, p, 13o y 136). Ade- mas puede establecerse como prueba irrecusa- ble la falta de toda alteración de la membrana mucosa del tubo digestivo, á menos que la en- fermedad sea muy antigua y haya determinado secundariamente alguna lesión. «Diocles de Caristea y Galeno , cuyas ideas espondremos mas adelante, han observado muy bien los fenómenos cerebrales. Willis tiene es- pecialmente el mérito de haber sido uno de los primeros que establecieron que estos fenómenos son muy importantes , y que no deben hacerse dimanar todos los síntomas de la debilidad del estómago. Dice este médico , que los principa- les son espasmódicos, y mas bien dependen in- mediatamente de la irregularidad del curso de los espíritus animales y del fluido nervioso, que del mal estado do las visceras que sirven para la digestión (v. Historia). «Sydenham admite, lo mismo que Willis, la influencia de los espíritus animales en la producción de los fenómenos nerviosos , y dice que el desorden de estos espíritus es la causa de la hipocondria y del histerismo. En vano he- mos recorrido toda la diserlacion del médico inglés, pues nada hemos encontrado mas claro que esta hipótesis eslraña, repetida en muchos puntos de su obra : «Del desorden de los espí- ritus animales, dice, es de donde provienen las agitaciones del alma y las veleidades que se ven en las mujeres histéricas y en los hombres hipocondriacos, ele.;» y mas adelante: «De lo- do lo que hemos dicho me parece inferirse claramente, que la indicación principal que debemos satisfacer en el tratamiento del histe- rismo , consiste en fortificar la sangre, que es la fuente de los espíritus animales, ele.»... No fue Sydenham tan feliz en su teoría como Wi- llis , pues aunque esle.último admite también los espíritus animales , tiene el mérito de ha- ber hecho representar al sistema nervioso un gran papel en la producción de los fenómenos hipocondriacos. »La opinión de Cullen , fundada en una in- terpretación exacta de los síntomas de la enfer- medad , es con corla diferencia la que han re- producido Falret y Georget. Distingue cuidado- samente la dispepsia de la hipocondria, y con- sidera esla última afección caracterizada por un estado particular del espíritu, que va acom- pañado de fenómenos espasmódicos. Verdad es que este autor no puede menos de sacar á pía- za su teoría predilecto, v atribuye el estado ce- rebral «á la rigidez de los sólidos, al enlorpe. cimiento de la potencia nerviosa, y al equilibrio particular que se manifiesta en una edad avan- zada enlre los sistemas arterial y venoso, y que existe mas ó menos en todas las épocas de la vida en los temperamentos melancólicos)) (loe. cit., p. VI9). Pero estos ligeros defectos no impiden reconocer , que Cullen fue el primero que refirió la enfermedad que nos ocupa á una alteración mental. »La opinión de este úllimo médico es la que predomina en la actualidad. Georget se esfuer- za en demostrar : 1 .* que los fenómenos carac- terísticos de la hipocondria pertenecen á la ca- beza ; 2.° que los demás fenómenos no son cons- ternes ; 3.° que casi lodas las causas de la en- fermedad ejercen una influencia directa en las funciones cerebrales; y 4.° que los agentes mas eficaces son los medios morales. Por lo que ha- ce á la naturaleza de la enfermedad, le parece difícil de precisar; no opina que sea una fleg- masía , y aunque no eslá muy dispuestoá ser- virse de' las palabras neurosis ó afección ner- viosa para designarla, ellas son sin embargo las que representen mejor su pensamiento. Esle médico se inclina á creer «que el esceso de ir- ritabilidad de los nervios del estómago , unido al abuso que hacen casi lodos los enfermos de una multitud de remedios irritantes, basta pa- ra esplicar la frecuencia de las flegmasías y de- generaciones en los hipocondriacos» (De la physiologie du systeme nerveux et specialemtnt du cerveau, 2 vol. en 8.°; París, 1821; y art. del Dic. de méd., 1.a y 2.a edic). Falret ha apoyado esla opinión con algunas pruebas que no dejan de ser convincentes (De VHyp&chon- drie et du suicide; en 8.°; Paris, 1822). J.Frank procura igualmente establecer que la hipocon- dria es una neurosis: c», voz. wSinonimia.— Vocis amputatio, de Celio Au- rellano.—Aphonia de Baillou, Hoffmann, Sau- vages, Linneo , Vogel, Sagar y Cullen.—Dys- phonia de Goodwin.—Raucedo paralytica de Darwín, «Definición. — Baillou (Opera omn. med., t. III, p. 29; Ginebra, 1762), ha establecido muy bien, á nueslro parecer, el valor de la pa- labra afonía, que ha sido maí'inlerpretada por algunos autores; hé aquí como se esplica con este objeto: «Aliud est obmulescere aegrum, aliud voce defici atque deslitui. Hoc ením ma- tos est, etulrumquequidamconfundunt, etma- léquidem. Erroris forte occasio fuit, quodali- q_uando apud Hipocralem f»»é %*' "¿¿é Jdem sint.... Pueri non sunla?»?», ¿éfuvoi, sedart- e/i/ , quia vocem articulare nequeunl ulpoté voci servienlibus vinculis nonduní espeditis. Et mulli cc\x\n dicuntur, non quod sonura edant et vocem, sed quia articulare nequeunt... Ccelerum ne rerumeonfusiosequatur exverbis, placet eorum interprelalio qui (¿vaCSovs mulos vocanl utpoté sermonem proferre nequeunles; ¿ttívivs, non mulos, sed voce prívalos, et defec- tos, ut nihil plañe obaudialur, necarticulalum, nec alio modo sonans.» Esta definición está hoy casi generalmente adoptada, pudiéndose decir que la palabra afonía se emplea para designar la privación ó suspensión de la voz en un grado de intensidad variable, que sobrevie- ne con independencia de un estado de coma ó de síncope. »>ío debe la afonía confundirse con la mu- TOMO VIL sitecion ni con la mudez. En la musitación se mueven los labios y la lengua para articular las palabras, pero el sonido bucal no se verifica, ó si se produce es lan débil que no puede oirse; cuyo estado precede ordinariamente á la afo- nía. En la mudez se observa una incapacidad mas ó menos absoluta de formar los sonidos articulados; el timbre de la voz es normal, y únicamente sufre alguna modificación por los movimientos de la lengua, de los labios y de- mas partes de la boca. «División.—Roberlson (Thecyclop. of pract. med., i. I, p. 118; London, 1833) admite, según Cullen, las tres especies de afonía siguien- tes : 1.° afonía gutural, que resulta de la tume- facción de los órganos de la garganta ó de la glotis; 2.° afonía traqueal, producida por un tumor desarrollado en las inmediaciones de la tráquea y que la comprime, y 3.° afonía aló- nica, causada por parálisis de los nervios que se distribuyen por la garganta y la laringe. Ro- berlson cree que en ningún caso puede mirar- se la afonía como una enfermedad idiopálica, y establece que este accidente es siempre sinlo- málico de una afección del aparato respiratorio ó de cualquiera olro. Sauvages (Nos. met., Ve- necia 1772,1.1, p, 407) dividía laafonia en nue- ve especies que designaba del modo siguiente: 1.° afonia melancólica, que coincide con un es- tado de tristeza repentina que trae consigo un abatimiento pronunciado; 2.° afonía por anti- patía, que parece suceder al uso de cangrejos cocidos, y ceder por este mismo alimento en eslado de crudeza; 3.° afonia de la embriaguez, que algunas veces procede de la acción del be- leño ó del estramonio; 4.° afonia catarral, lla- mada por otro nombre eslincion de voz; 5.° afo- nia aneurismática, que resulta del hundimien- to de la tráquea por la compresión que ejerce sobre ella un lumor aneurismálico; 6.° afonia traumática, que es producida por la sección de los nervios recurrentes, etc.; 7.° afonia his- térica, que depende de una contracción espas- módica de la laringe; 8.° afonia paralítica, que coincide con la hemiplegia , y 9.° afonia pul— móníca, que es efecto de alteraciones mas ó menos profundas del pulmón ó del pericardio. Y al terminar añade esle autor, que «las de- mas dificultades de la voz, ora son fugaces co- mo en la epilepsia, ora sintomáticas como en la apoplegia, el caro y el síncope; ora en fin no se manifiestan sino como un fenómeno accesorio como sucede, por ejemplo, en la paraplegia.» »Esta reseña de las opiniones de Sauvages con respecto á la afonia probará sin duda que la división adoptada por este aulor no se halla exenta de inconvenientes. Efectivamente, des- cribe este aulor en capítulos separados las afo- nías nerviosas de los autores que hubiera po- dido reunir, y se esplica incompletamente so- bre la naturaleza de las afonías que sobrevie- nen como fenómeno de coincidencia en ciertas afecciones de las vias respiratorias. Losaulores que le siguieron, aunque sin incurrir en U* 186 DK LA mismas faltas, no fueron mas felices por punto general. »S¡n insistir mas en las diferentes divi- siones admitidas por los autores, establece- remos nosotros, que la afonia es la espresion sinlomálica de un eslado enfermo: 1.° de la membrana mucosa de las vias aéreas que cons- tituye la abertura de la glotis; 2.° del velo del pala"dar y de los órganos de la garganta; 3.° de los nervios sensitivos pertenecientes á la parte superior de las vias respiratorias; 4." de los conductos aéreos sub-laríngeos por efecto de una compresión de la traquearleria, ó de una alteración del diafragma , etc.... Eslas cuatro categorías comprenden perfectamente, á nues- tro parecer , lodas las circunstancias alegadas por los autores como causas de afonia. »La laringitis preside casi constantemente á la manifestación de la afonia, entendiendo con Cruveilhier (Dict. de méd. et de chir. prat., lo- mo I, p. 21) por laringilis, la inflamación de la membrana mucosa de la laringe y la del tejido celular sub-mucoso de este órgano ; de aqui resultan dos especies anatómicas bien dis- tintas, que son la laringilis mucosa y la larin- gitis sub-mucosa. A la primera de eslas dos variedades referiremos la laringilis catarral aguda, la crónica, la ulcerosa, la simple ó es- pecífica (venérea, crupal, etc.); y á la segunda la laringitis supra-glótica ó edema de la glolis de Bayle y otros autores , y la laringitis sub- glótica, que Cruveilhier (loe. cil., p. 41) con- sidera casi tan frecuente como la anterior, y que no obstante, no se habia incluido antes de él en los cuadros nosológicos. »En todos los padecimientos de la laringe se observa una alteración mas ó menos marca- da de la voz, que se hace ronca, tomada ó grave cuando la inflamación disminuye un poco las dimensiones de la glotis; aguda y aun apagada cuando el estrechamiento es mas considerable; seguida de un silvido muy corto pareciendo que la articulación de las palabras se forma ep las inspiraciones, de modo que la voz partici- pa un poco del carácter de la de los ventrílo- cuos aunque es mucho mas baja y débil, cuan- do se han formado en la laringe falsas mem- branas (Guersent, Dict. de méd., 2.a edic, to- mo IX, p. 321). «Con bastante frecuencia se manifiesta la afonia durante el curso de la tisis pulmonal. Segun Louis (Rech. sur lapath., 1821, p. 266), la ronquera es uno de los primeros síntomas que revelan la existencia de ulceraciones en la laringe, y la afonia se declara veinte dias, un mes ó dos y aun mas, antes de la muerte. En los enfermos observados por esle profesor, cual- quiera que fuese la variedad de la ulceración de la laringe, los síntomas eran de igual na- turaleza; pero ofrecían las mayores diferencias con respecto á su fuerza y duración : exislia la ronquera en las cualro quintas parles de los casos; y cuando la ulceración era superficial, solia ser la afonia poco pronunciada; pero cuan- \FONU. do este accidente se hacia notable y duraba uno ó muchos meses, ora indicio de profundas ulceraciones. Se ha observado la ronquera en algunos casos en que no habia inflamación ni ulceración de la membrana mucosa de la larin- ge; pero duraba poco, se presentaba en épocas variadas de la afección, y estaba exenta de dolor de garganta. Observaremos, para terminar esle punto, que segun Louis (loe. cil., p. 51), deben considerarse ias ulceraciones de la laringe, y especialmente las de la traquearleria y de la epiglolis, como lesiones propias de la lisis; pe- ro esla opinión no está generalmente adoptada. En efecto, Cruveilhier (loe. cit., p- 27) admite que puede existir la lisis traqueal por sí sola con independencia de toda afición pulmonal. Seria sin duda interesante disculir aqui eslas proposiciones contradictorias, para juzgar del valor pronóstico de la afonia; pero ya lo hemos hacho al tratar de la laringitis y de la afección tuberculosa del pulmón. So'o debemos repetir en esle lugar, que á nueslro entender no eslan los hechos conformes con la opinión emitida por Louis, y que por lo tanto juzgamosá la afonia susceptible de curarse, aun cuando haya persistido algunos meses, y no vemos en ella un fenómeno lan grave como pudiera suponer- se por la opinión de dicho aulor. Hemos oido en muchos casos á Rosten espresarse en eslos términos: «La lesión que pioduce la afonia es al- gunas veces poco profunda; sin embargo,aun- que no se agregue alteración alguna ala q,ue existe desde el principio, puede prolongarse mucho tiempo la pérdida de la voz. En estos casos se ve á los enfermos quedar privados de repente de la facultad de emitir los sonidos la- ríngeos, y recobrar de pronto esla facultad, sin que pueda positivamente esplicarse esta irre- gularidad en la manifestación de la afonia. Es probable que basten entonces para provocar los fenómenos de la afonia, una ligera fluxión san- guínea á la membrana mucosa de la laringe, un poco de tumefacción de las cuerdas vocales, ó la acumulación de una corta cantidad de mo- co.» Portal decía (Anat. méd., t. IV, p. 552): «Cuando la glolis está empapada de serosida- des ó mucosidades abundantes, como sucede en ciertos catarros, se hace ronca la voz, se debi- lite y se apaga; y se hace por el contrario muy aguda, cuando aquel órgano eslá privado de su humedad natural como sucede en las infla- maciones.» »Andral (Clin, méd., 1. IV, p. 201 , 1834) ha establecido del modo siguiente las relacio- nes que existen enlre ciertas alteraciones de la laringe y las modificaciones de la voz que les corresponden: «Una simple rubicundez con hin- chazón ligera de la membrana mucosa que la- piza las cuerdas vocales ó los ventrículos, bas- ta para cambiar notablemente el timbre de la voz. »La ulceración de la membrana mucosa de estas mismas parles, produce en la voz un cambio, que no suele ser mas considerable que DE LA ArONIA. 187 el que determina la simple tumefacción de la membrana. »En eslas dos circunstancias el cambio de la voz parece depender: 1.° de una acumula- ción insólita de moco ó de pus en los ventrí- culos ; 2.° de la modificación que necesaria- mente sufrirán en su lestura y por consiguien- te en su elasticidad los ligamentos tiro-arile- noideos, cuando dejan de eslar cubiertos por la membrana mucosa. «Las ulceraciones situadas en otros pun- tos de esta membrana, y. especialmente entre las estremidades anteriores y posleriores.de las cuerdas vocales, no producen en la voz nin- guna modificación notable. «Los tumores de diversas formas que ele- vándose del fondo de los ventrículos tes obs- truyen , hacen la voz ronca y como áspera ; y una tumefacción considerable de la mucosa de los ventrículos produce el mismo efeclo. »La destrucción mas ó menos completa de una de las cuerdas vocales, estando la olra sa- na , no produce muchas veces mas alteración en la voz que las lesiones precedentes; en otros casos por el contrario , basta por sí sola para determinar la afonia. «Es complete la afonia cuando los dos li- gamentos liroarilenoideos eslan simultánea- mente alterados. «La estincion de la voz llega á su mas alio grado, cuando los músculos aritenoideos han sufrido algunas de las alteraciones que acaba- mos de indicar.» . «Los sugelos afectados de sífilis constitu- cional son invadidos algunas veces de afo- nia. Esta complicación , segun Lagneau (7V. prat. des mal. syphil., lomo 11 r págna 327 y 328) reconoce casi siempre por causa inme- diato una inflamación sifilítica de la laringe, cuyos efectos varían segun que tenga su asienlo en la glotis ó en las regiones mas profundas de la cavidad del órgano. Es bastante común entonces que participen los cartílagos de la la- ringe de los progresos del mal, afectándose de una caries mas ó menos grave. El pronóstico es siempre poco lisongero, y el tratamiento debe dirigirse segun las indicaciones particulares que convenga satisfacer. »En las inflamaciones del lejidocelularsub- yacenle á la membrana mucosa de la laringe, sufre también la voz alteraciones particulares. Eslas modificaciones no presenten al parecer notables diferencias, sea que la alteración ocu- pe el tejido submucoso que rodea la abertura de la glolis, ó sea que se acerque mas á la tra- auearteria, á los bronquios, ele... En estos ¡versos casos la voz es al principio ronca, cu- yo carácter desaparece pronto por grados; des- pués se hace aguda, algunas veces interrum- pida de repente , sibilante y crupal; por cuyos caracteres se asegura que puede reconocerse una afonía dependiente de la laringilis sub- niucosa. »De las consideraciones que preceden pue- de deducirse , que las alteraciones leves ó pro- fundas de la membrana mucosa de la laringe ó del tejido celular submucoso .de este órgano, traen casi siempre consigo una modificación evidenle en los caracteres de la voz, y que mu- chas veces ocasionan una abolición complelade los sonidos laríngeos. Parece , pues , perfecta- mente demostrada la existencia de la primera especie de afonía admitida por nosotros. Para distinguir esta forma sinlomalológiea de las que podrian simularla , conviene añadir que á la afonia se agregan por lo común una sen- sación de incomodidad , estorbo y dolor en la laringe; un aumento de los sufrimientos por la presión lateral ejercida sobre el cartílago ti- roides; una los laríngea fatigosa y dolorosa, algunas veces espasmódica, estrepitosa y ron- ca ó enteramente oscura en cuanto al ruido que ocasiona; esputos mucosos, semi-lrasparentes, opacos y á veces puriformes; una dificultad mas ó menos nolable de la respiración , que se manifieste especialmente durante la inspira- ción ; y en fin , una deglución también mas ó menos dolorosa, independientemente de toda al- teración de la faringe y de los órganos de la garganta. »Esla afonia constituye una de las formas mas graves que tenemos que examinar, no solamente porque muchas veces se resiste largo tiempo á toda medicación : sino también por- que depende de afecciones pulmonales mas ó menos graves , siendo muy comunmente su es- presion sintomática. »Los medios antiflogísticos, los revulsivos á la piel y al lubo intestinal, las fumigaciones acuosas emolientes, y algunas veces ebtrata- miento especial adaptado á cada caso particu- lar, constituyen la base de las medicaciones que conviene oponer áesla clase de afonia. Cuando sea anligua, podrá usarse tal vez con buen éxito la caulerizacion de la laringe en su parte superior , segun el procedimiento indicado por Trousseau (Journ. univ. ethebd. de méd. et de chir. prat., p. 191 y sig. ; 1832). Para este se coge una ballena como de línea y media de diá- metro, y se calienta á la llama de una bujía, para que encorvándose como á una pulgada de su eslremidad, forme un ángulo de 80 gra- dos; á esla estremidad se ala fuertemente una espongita de forma esférica y de seis líneas de diámetro, que se empapa en una disolución saturada de nitrato de plata. Dispuesto asi esle instrumento, se le lleva detrás del istmo de las fauces, de modo que vaya á chocar con la pared posterior de la faringe por el ángulo de la ba- llena : esle choque provoca un movimiento de deglución que hace elevar la laringe, y se apro- vecha esla circunstancia para levantar la epi- glolis trayendo hacia adelante la esponja , Ja cual debe apoyarse sobre la base de la lengua, para que por esla presión se esprima en bas- tante abundancia el líquido que contiene, y va- ya á caer á la entrada de la laringe. «Esla operación no debe durar mas que 188 DE LA AFONÍA. unos 15 segundos; ordinariamente va acompa-1 nada de náuseas, vómitos, y de una tos muy pertinaz. Es raro que no la siga inmediatamen- te una notable mejoría en la producción de la voz ; pero algunas veces sin embargo es pre- ciso repetirla con frecuencia, para obtener la curación de la afonia. «También se saca utilidad en casos análo- gos , segun Rostan, del uso de los baños de va- por á una temperatura elevada, que atraen hacia la periferia cutánea una fluxión capaz de destruir el infarto de las cavidades laríngeas. En el artículo Laringitis hemos entrado en por- menores circunstanciados sobre esle objete. «Resulla de las observaciones publicadas por Bennali (Etudes phys. et puth. sur les organes de la voix humaine, p. 195 y sig.; 1839), que puede alterarse la voz, y aun abolirse frecuen- temente, por efeclo de una ligera flogosis situa- da en la membrana mucosa guluro-palalina. «Las principales circunstancias que se atri- buyen á esta afonia, y que constituyen sus ca- racteres, son: una rubicundez mas ó menos intensa de la membrana mucosa que lapiza la "bóveda palatina, acompañada algunas veces de hinchazón , de la presencia de aftas cuyo número y eslension varian , de rubicundez y tumefacción de la lengua, accidente que es bastante raro , y de infarto de las amígdalas. A eslos fenómenos se agregan : una dificultad nolable en los movimienlos de los músculos de la garganta; un sufrimiento bastante vivo que se aumenta con la deglución , la articulación de las palabras y los movimienlos de la voz; au- sencia de los , de dolor laríngeo por la presión lateral del cartílago tiroides y por los movi- mientos de bajar y elevar el cuerpo tiroideo; falta de todo fenómeno patológico en los bron- quios y pulmones y de reacción febril , y ejer- cicio natural de lodas las funciones. «Esta especie de afonia, que parece haber pasado largo tiempo desapercibida por gran número de observadores , se presenta sin em- bargo con alguna frecuencia; pero jamás de- termina accidentes mas graves que los que aca- bamos de mencionar; y parece atacar mas par- ticularmente á las personas que se entregan al canto y á la declamación. «Bennali combalia este accidente patológico por medio de un gargarismo compuesto con una libra de cocimiento de cebada , una drac- ma de sulfato de alumina disuelta en esle lí- quido , y una onza de jarabe de diacodion. Si la enfermedad se resistía largo tiempo, duplica- ba la dosis de sulfate de alumina para hacerla mas activa, y aun la elevaba basta una onza. Empleaba también las fricciones á la región anterior del cuello, hechas con doce granos de estrado de belladona disuclto en Ires onzas de espirito de vino alcanforado. Insuflaba asi- mismo algunas veces en las partes enfermas, siguiendo el método empleado por Brelonneau en la difteritis, cierta cantidad de alumbre per- fectamente pulverizado, y cauterizaba frecuen- temente con el nitrato de piala las amígdala» infartadas. Un régimen suave , alguna vez un poco tónico, ol paseo al aire libre y el ejercicio moderado de la voz , secundaban el tratamien- to que acabamos de indicar. «La prolongación de la campanilla puede lambien , segun Bennali (loe. cil., p. 18), oca- sionar modificaciones graves en la voz y aun la misma afonia, y sobre esle objeto se es- presaba el doctor italiano del siguiente modo: «Fállame ahora decir cómo he creído que po- dria remediarse la prolongación orgánica de la campanilla. Aunque no fuera mas que por la sensación desagradable que produce provocan- do una necesidad continua de tragar, seria por sí sola esla prolongación una incomodidad de las mas grandes; pero dificulta ademas la mo- dulación de los sonidos en el aclo de la pala- bra, sobre lodocuando se suceden muchas unas á oirás, como en la lectora , en la peroración oratoria y el canto , que son entonces imposi- bles. La irritación que causa la punta de la campanilla en la base de la lengua, la cali- dad de la saliva segregada , la dificultad de contraerse el palalo-eslafilino cuando la prolon- gación de la campanilla no es momentánea, si- no que depende de una disposición orgánica del músculo que la constituye , determinan se- quedad de la garganta, y muchas veces una al- teración lal del timbre de Ja voz, que si se persiste en querer hablar, terminan estos es- fuerzos por una afonia complete.» Bennati ideó remediar este eslado con la aplicación de cáus- ticos ; y para ejecutarla convenientemente in- ventó ún instrumente, al que dio el nombre de esta filo-piro foro , ó porta-cáustico doble', y que describe en su obra (p. 187 y sig.). Segun él, «la cauterización practicada con este apa- rato no causa , ni dolores , ni náuseas, ni es- pecie alguna de incomodidad; solamente deja después de su aplicación un guste amargo, que se disipa con prontitud por medio de un gar- garismo de agua de cebada que tenga en diso- lución algunas golas de tintura alcohólica de canela. »La escara cae# ordinariamente al segundo dia , y el cuarto ó'el quinto á mas lardar « reitera la aplicación del cáustico, cuyo uso de- be continuarse observando los mismos interva- los, hasla que haya adquirido la campanilla sin dimensiones naturales. «Terminada la cauterización , se ñola que lejos de disminuir la facultad contráctil del pa- lalo-eslafilino , se ha aumentado por el con- trario de un modo singular; lo cual se concibe perfectamente , reflexionando que el contado del cáustico ha debido hacer que el músculo que constituye la campanilla se habitúe á contraer- se. Esta es sin duda la razón por qué después de la cauterización gana la voz, especialmente en los oradores y cantores , bajo el aspecto de su timbre , adquiriendo al mismo tiempo mas sonoridad.... El medio que nos ocupa liene la ventaja sobre la escisión, de no dejar ni aspe- DE LA AFONÍA. 189 rezas, ni irritabilidad, y de no aumentar la predisposición al romadizo, puesto que en lu- gar de debilitar el órgano lo robustece mas.» «Nada tenemos que añadir á las considera- ciones que preceden : Bennali refiere en esle trabajo los resultados de su esperiencia parti- cular, y solamente con oirás observaciones prác- ticas se puede juzgar del valor de las propo- siciones emitidas por el médico italiano. »Puede sobrevenir la afonia, segun hemos dicho, sin que el aparate vocal sea asienlo de ninguna alteración apreciable; en cuyo caso parece provocada simpáticamente por el pade- cimiento de olro órgano. Ora eslan compro- metidos los centros nerviosos que. presiden á los fenómenos activos de la laringe, suspen- diéndose entonces la facultad de emilir los so- nidos; orase hallan alterados en su leslura los nervios que van á la laringe, quedando entonces abolida la voz, como lo comprueban los esperi- mentos fisiológicos hechos en animales vivos. «Puede suceder lambien que en virtud de un padecimiento mas ó menos distante que parla de los órganos del vientre, funcionen los •ceñiros nerviosos con menos actividad que en el estado fisiológico y se debilite la voz. Estos diferentes casos merecen á nueslro modo de ver llamar la atención del lector. »La parálisis de la laringe es muy rara co- mo espresion sintomática de la apoplegia. Ro- ■choux (Rech. sur Vapopl. 2.1 ed., 1833) solo ha tenido ocasión de encontrarla una vez: ha- cia un mes.que el enfermo habia perdido la voz. Duró esla pérdida teda la vida en olro sugeto cuya histeria ha referido Moulin (Traite de Vapopl. etdes hydroc, p. 74). Blache (Dict. de méd., 2.1 ed., t. 111. p. 432) reconoce tam- bién la influencia de las enfermedades de los centros nerviosos en la producción de la afo- nia. «En algunas enfermedades del cerebro, dice, se ve á veces sobrevenir esle accidente, sin que pueda conocerse con certeza la modi- ficación orgánica que esperimenla entonces di- cha viscera, puesto que la anatomía patológi- ca no la comprueba siempre de un modo satis- factorio: cuéntense enlre ellas la meningitis, la encefalitis, el hidrocéfalo agudo, la apople- gia, el histerismo , la melancolía, la epilepsia, la calalepsia, y en general todis las grandes alteraciones de la inervación.» También debe atribuirse sin duda á una modificación de los ceñiros nerviosos la afonia que resulta de la acción de ciertas preparaciones estupefacientes. «He visto, dice Sauvages (loe. cit., p. 408), resultar esta forma patológica de la introduc- ción en las vias gástricas de una pasta que con- tenia algunas hojas de beleño: un matrimonio que comió de esla preparación, fue inmediata- mente invadido de vértigos que acarrearon muy luego la pérdida de la voz. Otros sugelos qirc bebieron de un vino emponzoñado con las se- millas de estramonio,cayo ron en un eslado se- mejante de estupor; fueron atacados de un des- orden notable de las facultades de la inteligen- cia, y permanecieron muchas horas completa- mente afónicos.» »¿Cómo se esplicarán esas afonías que so- brevienen de repente á consecuencia de un pa- decimiento moral vivo, ó de un susto inten- so, ele? En el eslado aclual dé la ciencia no puede resolverse esta dificultad, lo que no im- pide sin embargo considerar como verídicos los hechos referidos por los aulores. Vanden- hout habla de una mujer, que habiendo sor- prendido á su marido en fragante delito de adulterio, perdió de repente la voz. Blache (loe. cil., p. 433) refiere el hecho siguiente; «Una joven á la que asistíamos Chomel y yo, quedó privada de la voz por muchos años a con- secuencia de un esceso de alegría, que sucedió inmediatamente á una viva inquietud. Esta afo- nia, que se había resistido á lodos los medios di- rigidos contra ella, desapareció cuando menos se esperaba después de una violenta emoción; habiéndose presentado y desaparecido después otras dos veces por la influencia de causas aná- logas.» Trae lambien el mismo aulor esla otra observación. «Guersent me ha referido el caso de una joven, que se hizo afónica en la conva- lecencia de una fiebre aguda, y que recobró la voz con bastante rapidez por el terror que le inspiró la idea de que se le iba á aplicar al cue- llo un ancho vejigatorio.» Por eslos diferentes hechos resulla evidentemente, que preside á diversas perturbaciones que pueden ocasionar la afonia, una ligera modificación de tos cen- tros nerviosos, modificación apreciable por sus efectos y desconocida en su esencia. «¿No deberán atribuirse lambien á influen- cias de igual naturaleza las afonías intermi- tentes que han mencionado los autores? La ana- logia nos parece en esle caso demasiado evi- dente/ para que dejemos de admitirla. Rennes v Ollivier han publicado en los Arch. génér. de méd. (t. XX , p. 231 y sig., 1829) dos nota- bles observaciones de esta afección intermi- tente. «Seria muy difícil establecer de una ma- nera general el pronóstico de las afonías ner- viosas que acabamos de mencionar. Lo cierto es que las procedentes de una alteración evi- dente de los centros nerviosos presentan una gravedad manifiesta y pueden persistir toda la vida; mientras que las que dependen de un tras- torno fugaz de la inervación, independíenle de teda lesión orgánica apreciable , son al parecer susceptibles de curarse , y no persisten mucho tiempo. «Por las mismas razones no debemos in- sistir mucho en los diversos medios que con- viene oponer á este accidente patológico; pues unas veces, como en la apoplegia, meningitis y encefalitis, convendrá recurrir al Iralamientb antiflogístico y revulsivo mas enérgico; y oirás como en los envenenamientos por los narcóti- cos, será necesario emplear ciertos escilanles de los ceñiros nerviosos, capaces de neutrali- zar la acción del principio venenoso, ó podrá 190 DE LA AFONÍA. ordenarse útilmente un vomitivo, para ace- lerar su espulsion si so halla todivia en el es- tomago. Por úllimo, á las afonías nerviosas en que hay un trastorno profundo de las facul- tades intelectuales, deberán oponerse los me- dios anliespasmódicos, los revulsivos á la piel, los purgantes, alguna vez las emisiones sanguí- neas, los viages, la distracción, etc. Es siempre muy necesario indagar la causa que determina la afonia; pues reconocido su origen, será mas fácil remediarla y obtener la curación de un accidente que puede traer desagradables con- secuencias. «Sauvages admite la existencia de una afo- nia traumática, que queremos mencionar aquí, y que resulla de la sección-de los nervios re- currentes. Hásela observado con mucha fre- cuencia durante los esperimentos fisiológicos practicados en animales vivos, y por efecto de las operaciones hechas con el objeto de eslraer ciertos tumores escrofulosos, cierlos broncoce- les y cánceres que ocupaban las regiones latera- les del cuello, en que fueron corlados aquellos nervios. La pérdida de la voz que sobreviene en esle caso , es una complicación grave que acar- rea casi siempre accidentes mortales en un cor- lo espacio de liempo. »Los padecimientos de los órganos del vien- tre determinan con bastante frecuencia modi- ficaciones notables en la voz; cuyo hecho ha llamado en lodos tiempos la atención de los prácticos. «Conocidas son en efeclo las notables sim- patías que existen en la mujer enlre el órgano principal de la generación y el de la voz, lanío en el estado de salud como en el de enferme- dad. A la aproximación de la regla, asi como durante su curso, y en el momento de cesar la fluxión uterina, ha habido muchas veces oca- sión de observar en diferentes mujeres cambios notables en la voz. El doctor Thiberl ha comu- nicado á Blache (loe. cil., p. 436) el hecho si- guiente: «Una joven se ponia completamente afónica algunos dias antes de la aparición de la regla, y volvía á recobrar su voz ires ó cuatro horas después de haber cesado el flujo de san- gre menstrual.» Toda modificación fisiológica ó patológica del eslado de la matriz influye en el órgano de la voz. Piorry refiere (Dict. des se. méd., t. LV1II, p. 307) el caso de una jo- ven dolada naturalmente de una hermosa voz, que esperimentó por efeclo de una larga enfer- medad una disminución sensible en el número denotas que podia ejecutar, y un cambio des- agradable en el timbre del sonido vocal: ha- biéndole aplicado Verdier un pesario para com- batir un prolapso uterino de que estaba afec- tada, recobró la voz toda su primitiva esten- sion y regularidad. Tanchou (Cons. sur Vinfl. des org. genit. et urin. sur la voix) ha evi- denciado la relación que acabamos de indicar, y establece que en el hombre existen las mis- mas simpatías enlre los órganos de la genera- ción y la laringe. Para probarlo refiere el caso de un enfermo, que padecía una inflamación urelro ve>ieal, y que fue acometido de una afo- nía completa que duró lanío como el flujo ble- norrá«*ico. Olro individuo , dice , luvo abolida la voz°durante un mes que tardó on curársele una orquitis consecutiva á la cauterización de la uretra. ... »La misma relación simpática existe enlre el tubo digestivo v los órganos que concurren á la producción de la voz. Sabido os cuan pro- funda era la alteración que sufria la voz en los sugelos que fueron atacados del cólora-morbo en la epidemia de 1832, de la cual se refiere que las palabras se formaban como soplando. Una modificación semejante se observa también en el curso de ciertos peritonitis graves y rá- pidas. Pero no sobreviene solo la afonia como síntoma délas enfermedades agudas del tubo digestivo ó de los órganos que lo rodean ; sino que á veces se complica, segun Bennali, con ciertos estados morbosos, mal definidos, de las vias alimenticias, lié aquí como se esplica el médico italiano. «Existe entre las funciones di- gestivas y la producción de la voz una sim- patía generalmente poco conocida, que nona sido apreciada convenientemente, á pesar de que se manifiesta en gran número de casos. Asi es que puede alterarse fácilmente la voz por el solo efeclo de una atonía de las primeras vias, verdad que me han confirmado muchos hechos curiosos y que puede comprobarse casi lodos los dias. Obsérvanse ademas otras varias simpatías.: un infarto cualquiera de las visce- ras abdominales, los desórdenes funcionales del sistema de la vena porta, el abuso de los pur- gantes ó de las lavativas , un sudor abundante sostenido mucho tiempo ó suprimido repenti- namente de cualquier modo, sea on la periferia cutánea ó en los pies; el uso de pomadas anli- herpéticas, antisifilíticas, anliescrofulosas,elc., son otras tantas causas que alterando el órga- no de la voz obligan al médico á modificar el tratamiento.» »Las diferentes influencias cuyos efectos aca- bamos de apreciar, modifican los órganos déla voz por simpalia, valiéndose constantemente del intermedio de los órganos de la inervación. Pero no obslanle, como la causa de eslas dife- rentes formas de afonia reside en los órganos del vientre, es preciso analizar su naturaleza, para juzgar del valor pronóstico del accidente que nos ocupa, y establecer los medios quecos venga oponerle. «Con respecto áesle punto nos es imposible fijar cosa alguna, debiendo por lo tanto limi- tarnos á establecer generalidades. Si las alte- raciones de los órganos de la generación son poco profundas, podrá contarse todavía con el restablecimiento de la voz; pero si han deter- minado pérdidas de suslancia considerables y cambios de gravedad en la organización de las parles, deberá pronosticarse que persistirán tenazmente los fenómenos de la afonia. •Cuanto hemos dicho con respecto á la DE LA AFONÍA. 191 afonia sintomática de un padecimiento de los órganos de la generación, pudiera repetirse respecto de la que sobreviene á consecuencia de fas enfermedades del tubo digestivo. «Imposible seria establecer aquí el trata- miento de esta notable complicación , ni hacer olra cosa que recordar el adagio lautas veces repetido: sublatd causd toilítur effectus. Solo observando la marcha de las afecciones del vientre, oponiéndose á sus progresos y favore- ciendo su resolución, podrá Hogar á disiparse la afonia. Cualquier medicación que en esle caso obrara directamente sobre los órganos ner- viosos, no produciría resultado alguno venta- joso, puesto que el tratamiento de este especie de afonia debe variar segun la naturaleza y el asienlo de la enfermedad de que dependa. «Sauvages (loe. cit., p. 408) ha mencionado. siguendo á Bonnel, una afonia que llama afonia pulmónica , y que depende segun él, de absce- sos del pulmón, de la presencia de vómicas, de un esteatoma contenido en la cavidad torácica, de una forma de lisis que designa con el nom- bre de escirrosa, de una intumescencia del limo que comprime la traquearleria, ó de un absce- so del pericardio. Esta variedad de afonia cons- tituye la cuarta forma admitida por nosotros. En este caso parece abolida la potencia espira- Iriz , á causa de una alteración directa de las partes contenidas en el pecho, y por lo lauto suele el mal ser mas grave que en las dos for- mas que la preceden inmediatamente. Esta afo- nia caracteriza los sufrimientos que acompa- ñan á los últimos momentos de la vida, y es las mas veces superior á los recursos del arte. «No podia ser de mucha utilidad referir aqui la historia de las obras que traten de la afonía, cuyo accidente no parece haber llamado de un modo especial la atención de los patólogos. Es- ceptuando algunas tesis que se han sostenido en los dos últimos siglos, y varios artículos de diccionario, bástenle incompletos, que tratan de esta materia, no se encuentran en los autores sino indicaciones esparcidas y poco precisas, que cuando mas pueden admitirse como ele- mentos de una descripción general, y no como capaces de formar un lodo regular y ordenado. Asi, pues, creemos deber omitirla historia y bibliografía de la forma patológica que nos ocu- pa, remitiendo al lector á las cites que se han necho en el curso de esle arlículo, y al tratar de la laringitis , de la afección tuberculosa del pulmón, etc., etc.» (Monneret y Fleury, Com- pendium de médecine pratique, temo I, pági- na 200-206). ARTICULO II. De la tartamudez. «Sinonimia. — Psellismus de Sauvages.— Loquelce vitium de Reil.—Dyslalie de Swed.— Tartamudea de Ilard, Yoisin, Dupuylren, ele. Psellismus, bambalia de Good. «Definición.--La tartamudez consiste en la dificultad mas ó menos considerable de la pa- labra, en la vacilación, la repetición convulsi- va, la suspensión penosa y aun el impedimen- to completo de la facultad de articular todas 6 algunas de las sílabas que entran en la compo- sición de un nombre. La tartamudez debe dis- tinguirse: 1.°del /latía brozosa, que resulla de la articulación defectuosa de la letra R, de la sus- titución de esta con una consonante, ó en fin, de su supresión: 2.° del ceceo,*que eslá caracte- rizado por la suslilucion de ciertas consonantes á'dras que deben formar parle de una pro- nunciación regular; 3.° del balbuceo, que hace que se pronuncien las palabras con vacilación, interrupción y poco distintamente, pero hacién- dolo en voz baja , con calma-y sin precipita- ción ni conlracciones convulsivas, como sucede en la tartamudez; y 4.° en fin del farfulleo, que consiste en una pronunciación tumultuosa y confusa de las palabras, con tal velocidad en el discurso, que hace que se corten y queden á medio articular. «Divisiones.—La tartamudez se manifiesta bajo una multitud de grados y formas, que ha- c* mucho tiempo han llamado la atención de tes patólogos. La historia de ésla enfermedad comprende numerosas divisiones, sobre cuyo valor no se eslá generalmente de acuerdo. «Sauvages (¡Vos. met.', 1. I, p. 408; Vene- cia, 1772), que comprende bajo el título co- mún de psellismus la tartamudez, el habla bro- zosa , el ceceo y el balbuceo, ba trazado en su erudita obra las divisiones siguientes. Admite: 1.° un psellismus ischnophonia; que es la tar- tamudez propiamente dicha; 2.° un psellismus rottacismus, que es la lengua brozosa; 3.° pse- llismus lamdacismus, que resulta de un vicio en la pronunciación de la letra L; 4.° un psellis- mus tranlolas, que es el ceceo; 5.° un psellismus balbuties, que es el balbuceo; 6.° un psellismus mogilalia, que depende de la dificultad que se manifieste en la pronunciación de las conso- nantes labiales; 7.° un psellismus metallicus, que ataca particularmente á los pintores, do- radores , etc.; 8.° un psellismus jotacismus, que causa mucha dificultad en la pronuncia- ción de las letras guturales; 9.° un psellismus nasitas, que es el gangueo; 10.° un psellismus Jagostomatum, que sobreviene en los individuos afectados de labio leporino; 11.° un psellismus á ránula, que depende de la obstrucción del conduelo de Warlnon. Asi comprende Sauva- ges bajo la denominación de psellismus todos los vicios de la palabra; pero este modo de pro- ceder no es admisible en el dia. «Voisin (Dubégayement,ses causes, ses dife- rents degrés, etc.; París, 1831, en 8.°) ha tra- zado una división análoga á la que nosotros presentamos, y que comprende tres grados que se pueden distinguir de la manera siguiente: en el 1.° el tartamudo habla casi sin fatiga ni dificultad, y apenas percibe los movimientos viciosos de la lengua y de los labios, que pro- 191 DE LA TARTAMUDEZ. ducen su vacilación; en el 2.°el habla es mas difícil, va acompañada de esfuerzos y de gestos, las sílabuS se repiten frecuente y convulsiva- mente, y de una manera fatigosa; y en el 3.° la tartamudez está en su mas alio grado de inten- sidad , oponiéndose á la emisión regular de la palabra mas corta, y condenando al enfermo á un mutismo casi completo. «Esta división no hace mas que dará cono- cer los diversos grados de la enfermedad, y es poco satisfactoria si se atiende á que no entra de manera alguna en el análisis del fenómeno, ni pone de relieve el mecanismo de su pro- ducción. «Serres de Alais (Mém. sur le begayement. Journ. des difform.,e[c, p. 11, 4829) conside- ra la tartamudez como una afección nerviosa, en la que admite dos modos bien distintos. El primero parece:consistir en un corea de los músculos modificadores de los sonidos, y el se- gundo en una rigidez tetánica de los músculos de la voz y de da respiración. En la primera forma pierde la voluntad su influencia sobre los rápidos movimientos de los labios y de la lengua, y en la segunda falta la respiración. »Malbouche,que el 3 de diciembre de 1827 presentó á la Academia de ciencias un nuevo método para la.curación de la tartamudez, re- conoce tres formas particulares de esta afec- ción. En la primera no se aplica la lengua, en los momentos de silencio, conlra la bóveda pa- latina ; permanece separada del paladar por un intervalo mas ó menos considerable; desciende al nivel de la mandíbula inferior, y su punta se coloca por detrás de los dientes incisivos in- feriores. En esta posición el individuo afecta- do no puede articular sino muy difícilmente y Íior una serie de esfuerzos mas ó menos prol- ongados, de donde proviene la falta de si- multaneidad entre la voluntad de hablar y la ejecución : esta es la tartamudez anterior. En la segunda forma está levantada la lengua sin ser traída hacia adelante; pero sus movimien- tos no coinciden con la producción del sonido; resultando de aquí un vicio de la palabra, cu- Íro principal carácter es la repetición de las sí- abas incompletamente pronunciadas: la len- gua cae incesantemente en el fondo de la bo- ca : tal es la tartamudez superior. En la ter- cera hay dificultad de mover la lengua hacia, airas. Las personas afectadas de esle género de tartamudez no encuentran dificultad en levan- tar la lengua y mantenerla en esta posición; pero los movimientos de retracción se ejecu- tan con trabajo, agregándose á este eslado una especie de engrosara ¡en lo y blandura de la len- gua: esla es la tartamudez posterior. Tales son las principales divisiones admitidas por Mal- bouche. Magendie, que ha hecho un análisis particular del trabajo de este observador, ha dado del siguiente modo la clasificación de la tartamudez establecida por el mismo (Dict. de méd.'et de chir. prat., t. IV, p. 72). Tartamudez con ¡\ .* Imposibilidad momentánea ' de articular. * " Duplicación precipitada de las sílabas. 3.° Suspensión de la palabra por el habite. í.° Farfulleo. ',').* Dificultad para las letras N por la parle anterior. 6.° Ceceo. 7." Dificultad para las letras por la parle superior. 8.° Dificultad para las letras por la parte posterior. 9.° Dificultad para las Iresar- liculaciones H, P, T. «Aunque los hechos espueslos por Malbou- che amplíen mucho nuestros conocimientos so- bre el mecanismo de la tartamudez, creemos sin embargo que debe modificarse su clasifi- cación ; la cual parece defectuosa, en atención á que por una parte establece su distinción de la tartamudez teniendo en cuenla los caracte- res del fenómeno (imposibilidad momentánea de articular, duplicación precipitada de Jas sí- labas, etc.), y por olra la apoya sobre el co- nocimiento de las modificaciones que la deter- minan. Para que una clasificación sea regular ¿no es importante que estribe en una base sim- ple? Sustrayéndose á esla ley' ¿no es muy fá- cil separar hechos análogos y cometer nume- rosas repeticiones? No adoptaremos nosotros esta conducta. »Colombat ( Du begayement, et de tout Ut autres vices de [aparóle, p. 133, París 1831) reconocía como Serres d'Alais (loe cit.) en esla enfermedad esencialmente nerviosa dos espe- cies bien distintas, que comprenden numero- sas variedades. Hé aquí como se espresa sobre esle objeto:' «Divido Ja tartamudez en dos cla- ses principales. La primera, á la cual doy el nombre de labio coréica, por la analogía que he creído tiene con el baile de San Vito ó corea, consiste en una sucesión mas ó menos rápida de movimienlos convulsivos de los labios, de la lengua, de la mandíbula inferior, ele,etc. Esta ofrece cuatro variedades que dislingo: 1.°en labio coréica con farfulleo....; 2.° en la- bio coréica deforme....; 3.° en labio coréica mu- da....; 4.°en labiocoréica lingual.... La segun- da especie, que llamo guturo -tetánica, eslá ca- racterizada por una especie de rigidez tetánica de todos los músculos de la respiración, con especialidad de los de la laringe y de la farin- ge....: la divido en cinco variedades , á saber: 1.a tartamudez gúluro-telánica muda; 2.a tar- tamudez gúluro-lelánica intermitente; 3.' tar- tamudez gúluro-telánica canina; 4.* tartamudez gúluro-lelánica con balbuceo; 5.1 en fin, tar- tamudez gúluro-lelánica opileptiforme.... Fal- te todavía, añade el autor, olro género de tar- tamudez, bástenle frecuente, que llamo mista, porque eslá caracterizada por la reunión de DE LA TARTAMUDEZ. 193 una ó muchas de las variedades que acabo de indicar.» «Colombat no titubea, como acaba de ver- se, en considerar la tartamudez como una afec- ción puramente nerviosa, hallándose así auto- rizado para clasificarla como se hace ordina- riamente con bs neurosis , es decir, segun el modo como se manifiesta el fenómeno. Mas ade- lante discutiremos nosotros el valor de esla opi- nión ; pero por de pronto nos vemos preci- sados á mencionar aquí la opinión de los auto- res que atribuyen en algunos casos la tartamu- dez á ciertas disposiciones físicas de la lengua y de la mayor parte de los órganos que con- tribuyen á la articulación de la voz. Los hechos que militen en favor de este modo de pensar, son demasiado numerosos para que dejen de tomarse en consideración. Así, pues, creemos que es preciso admilir en el esludio de la tar- tamudez , la importante división que separa esla afección: 1.° en tartamudez nerviosa, y 2.° tartamudez por causa orgánica. Como sub divi- sión de la tartamudez nerviosa, no tendríamos dificultad en admilir la división adoptada por Colombal. De todos modos, reconocemos con Rullicr (Dict. de méd., t. V, p. 149, 2.1 ed.), que este género de esludios debe necesaria- mente ofrecer mucha vaguedad. «Basta en efec- to, para justificar esla proposición , hacer ob- servar que siendo lodavia la producción nor- mal de la voz y de la palabra en sus infinitas modificaciones un problema de fisiología , en el que se ignora mas ó menos completamente la parle especial que loman los numerosos músculos, tente voluntarios como orgánicos, que forman el aparato complexo de aquellas funciones; para deducir con razón la conse- cuencia necesaria de que no menos oscuridad debe reinar acerca del modo preciso con que se verifica la acción insólita y desordenada de estos músculos en las personas tartamudas.» ^Tartamudez nerviosa.—SÍNTOMAS.—La tar- tamudez es una afección cuya existencia es siempre fácil comprobar. Basta"oir hablar algún tiempo á un individuo tartamudo, para notar que se corta con mas ó menos frecuencia, que se detiene en la pronunciación de las palabras y de las sílabas, y que algunas veces encuentra obstáculos insuperables para hablar, lo cual imprime en su fisonomía, en sus gestos, en sus costumbres, en su humor y en su carácter, un aspecto muy singular. »La tartamudez, que ordinariamente es con- tinua, y sometida solo á un aumento instantá- neo ó á una disminución pasagera, presenta al- gunas veces en su modo de aparición una in- termitencia bastante regular, que puede durar desde algunos dias hasta muchos meses. Este modo de aparición de la tartamudez puede in- fluir en el pronóstico y en el tratamiento. Háse visto también á consecuencia de un acceso vio- lento de cólera ó de una viva emoción moral, manifestarse esta afección en individuos que no la padecían, v desaparecer por un tiempo mas TOMO Vil. ó menos largo en tartamudos en quienes era bastante antigua. Parece demostrado que la su- jeción á un ritmo regular disipa momentánea- mente esle vicio de la palabra. Rullier (loe cil., p. 154) insiste on este hecho, diciendo que «al- gunas circunstancias capaces de fijar la aten- ción sobre un objeto accesorio al sentido del discurso, como el pronunciar las palabras con cierto aire, el espresarlas sujetándose al com- pás, y el recitarlas de memoria en el tono gra- ve y elevado que conviene á un orador, bastan lambien para suspenderla tartamudez. Se sa- be en efeclo, que las personas afectadas de este vicio, esceptuando algunos casos raros, cantan y declaman sin tartamudear. Nosotros sabemos por Dupuytren. que un abogado joven , escesi- vamenle "tartamudo, y que seguia rigurosa- mente los consejos de esle gran práctico, llegó á espresarse perfectamente y sin titubear, á fuerza de producirse en un tono semejante al del cante, muy análogo al recitado de nuestras óperas, y de someterse á cierlo compás que mar- caba al "principio, pero que después en los úl- timos tiempos le bastaba llevarlo con un ligero movimiento del pie.» »Esla perversión en el modo de manifestar el pensamiento, es susceptible de revestir for- mas muy variadas y distintas. Creemos conve- niente dar á nuestros lectores un análisis del trabajo que ha publicado Colombat, porque es- le médico ha procedido con una precisión ver- daderamente satisfactoria en el cuadro que ha trazado de la tartamudez, reasumiendo perfec- tamente lodo lo que se ha dicho respecto de esle vicio de la palabra. »Ya hemos dicho que Colombat divide la tartamudez en dos clases principales. La pri- mera tiene al parecer mucha analogía con el baile de San Vito ó el corea, ha recibido el nombre de labio-cor ¿ico, y consiste en una es- pecie de corea labial, y en la sucesión mas ó menos rápida de movimientos convulsivos eje- cutados por la lengua , la mandíbula infe- rior, etc. Esle género de tartamudez, que da origen á la repetición desagradable de las le- tras bbb, ttt, qqq, mmm, ofrece cualro variedades que luego describiremos. »La segunda especie, que Colombat llama gúturo-tetánica, está caracterizada por una es- pecie de rigidez tetánica de lodos los músculos de la respiración, especialmente de los de la laringe y de ;a faringe. Este género de tarta- mudez, que se hace sobre lodo notar en la pro- nunciación de las letras guturales c, g, k, q, y en la de los sonidos vocales, a, e, i, o, u, an,en, va siempre acompañada de esfuerzos penosos para articular, distinguiéndose espe- cialmente por algunos intervalos de silencio, por la inmovilidad de la lengua, por la opre- sión de la glolis, y por una especie de sofoca- ción momentánea, debida á la constricción de los músculos de la laringe y á la aproximación de los labios de la glotis. «Las personas afectadas de la tartamudez 95 1H DE LA TARTAMUDEE. labio-coréica, se hacen notables por su vivaci- dad, por su petulancia y por su impresionabi- lidad; hablan ordinariamente con mucha lige- reza, y al parecer sin necesidad de esfuerzos j para articular, aunque muchas veces se detie- I nen por las repeticiones b b b, q q q, 11 t, d d d, m m m. «Los que padecen la tartamudez gúluro te- tánica hablan con lentitud, no se apresuran de ningún modo en su conversación ; pero esperi- menlan gran dificultad en la articulación de las sílabas ásperas, hacen esfuerzos violentes que producen congestiones en los tegumentos del cuello y de la cara, sin que faciliten al parecer la emisión del pensamiento. »La tartamudez labio-coréica comprende, segun Colombat*, cuatro variedades distintas, que vamos á describir sucesivamente. «La tartamudez labio-coréica con farfulleo constituye la primera variedad. Las personas que eslan afectadas de esle vicio se hacen no- tables por su petulancia, por la vivacidad de su espíritu y por la prontitud con que quieren hablar ; no corlan las palabras con momentos de silencio aunque tartamudean en casi lodas las sílabas, agregándose á esla tartamudez el vicio de la palabra que se llama farfulleo, y que consiste en pronunciar confusamente los nom- bres con tanta rapidez, que se articulan á me- dias. Esla variedad es muy común ; constituye la forma mas frecuente de la tartamudez, y pre- senta el carácter desagradable de tener mucha tendencia á la recidiva. Su curación no es por lo común muy difícil; pero como se halla evi- dentemente bajo la influencia de una disposi- ción nerviosa muy pronunciada, vuelve á ma- nifestarse muy pronto, cuando descuidan los en- fermos el uso de las precauciones que deben adoptar. «La tartamudez labio-coréica deforme es la segunda variedad admitida por Colombat. Eslá caracterizada por gestos variados y por movi- mientos convulsivos de los músculos de la cara, de los párpados, de la frente, de las cejas, de la nariz, de los labios, etc.; sin esfuerzos en la garganta, y sobre todo sin contracción de los músculos del pecho, pero con las repeticio- nes g g g g, t 111, ui m m m. Esta varie- dad tiene algunos momentos de intermitencia mientras que la primera carece de ellos; es mas fácil de curar y menos espuesta á h¿s re- caídas. » La tartamudez labio-coréica muda ó tarta- mudez de las mujeres constituye la tercera va- riedad. Distingüese por los movimientos con- vulsivos de la lengua, de los labios y de la man- díbula inferior, los cuales se hacen sin ruido y sin que se oigan las repeticiones b b b b, p p P P j.g 8 g 6» que caracterizan la tartamudez propiamente dicha. La variedad que nos ocupa se observa con mas frecuencia en las mujeres, que mas deseosas que los borabres de no apa- recer ridiculas en la sociedad, cuidan mucho de no emitir las repeticiones desagradables que hemos indicado. La curación de esla larlamu" dez parece ser bástanle dificil. »La tartamudez labio coréica lingual forma la cuarta variedad, que está caracterizada es- pecialmente por la salida de la lengua fuera de la boca: este órgano traspasa de pronto la aber- tura limitada arriba y abajo por los arcos den' larios, y arroja la saliva á lo lejos. Parece la lengua agitada de movimientos semejantes á los que hace la de un perro cuando bebe. Esta va- riedad, que se note sobre todo en la articulación de las letras dentales y palatinas, es una de las mas raras y mas difíciles de curar. Muchas veces viene acompañada de un cambio en el volumen de la lengua que exige un tratamiento particular. «Tales son las cualro variedades labio-co- réicas que ha mencionado Colombat, y que me- recen á nueslro parecer la denominación que les ha dado, porque resulten evidentemente de una asociación de movimienlos voluntarios y de movimientos desordenados. Los primeros permiten al individuo afectado articular las pa- labras que quiere pronunciar, y los segundos perturban esle acto; de manera que esta forma de tartamudez representa perfectamente un des- orden en la coordinación normal de los movi- mientos de las parles que presiden á la articu- lación de las palabras. La forma labio coréica comprende los casos de tartamudez anterior y superior mencionados por Malbouche, y de tar- tamudez lingual ó.locuaz y de tartamudez la- bial ó deforme designados "por el doctor Deleau (Academie des sciences, sesión del 19 de diciem- bre, 1828). «La tartamudez gúluro-telánica se mani- fiesta bajo seis aspectos diferentes. Esúlil men- cionar las diversas variedades que présenla, á fin de Irazar una historia completa de esta en- fermedad. »La primera variedad que tenemos que des- cribir se ha designado con el nombre de tarta- mudez gúturo-tetánica muda. Las personas que la padecen están durante un tiempo variable en un eslado de mudez absoluta, sin poder profe- rir ninguna palabra. Sin embargo, no manifies- tan su apuro por gestes ni por ningún esfuerzo aparente. Muy luego pueden proferir algunas palabras; pero no dicen todo lo que su enten- dimiento les sugiere ni pronuncian sino algu- nos nombres que les es fácil articular, y para obtener este resultado necesitan haber hecho muchas inspiraciones corlas sucesivas, acom- pañadas de un ruido sordo ó de una especie de ronquido traqueal. Este género de tartamudez es muy raro. «La tartamudez gúluro-telánica intermi- tente, forma la segunda variedad. Esle fenóme- no no se manifiesta sino por intervalos mas ó menos largos; y adquiere á veces lal grado de intensidad , que durante algunos instantes no pueden las personas afectadas proferir una sola palabra, y se les oye únicamente un sonido po- co ruidoso, bastante sordo y como tembloroso» DE LA TARTAMUDEZ. 195 que tiene alguna analogía con el que resulta de la pronunciación de una serie de ee francesas mudas. Cuando los que padecen esla afección consiguen articular bien una ó dos palabras, pueden hablar algunas veces mucho tiempo sin titubear y sin que se les perciba semejante vi- cio. Esta especie, que es bastante frecuente, se cura con facilidad. "Colombat indica como tercera variedad de la tartamudez gúturo-tetánica, una que distin- gue con la calificación de coreiforme. Lo mismo que lodos los géneros de tarteraudez gúturo- telánica, eslá caracterizado el vicio de la pala- bra que nos ocupa, por una especie de rigidez de los órganos de la respiración y de la voz, y por algunos instantes de silencio: esta variedad se distingue sobre todo por la especie de corea y de movimienlos convulsivos que se notan en los músculos del cuello y de los miembros. Es- los movimientos desordenados, completamente semejantes á los que caracterizan el corea, no se manifiesten sino durante la articulación de las palabras, y desaparecen enteramente en los momentos de silencio. La curación de esta va- riedad se obtiene sin gran dificultad; pero su recidiva es muy común cuando cesa pronto el uso de los medios propios para combatirla. «La tartamudez gúturo-tetánica canina constituye la cuarta variedad admitida por Co- lombat. Esle vicio adquiere algunas veces una intensidad muy notable. En tal caso, para ar- ticular las sílabas que exigen algún esfuerzo, dejan oir los tartamudos las repeticiones des- agradables ao, ao, aooo, aooo, que imitan bas- tante bien al ladrido de ciertos perros de caza. Colombat ha tenido ocasión de presentar á Flou- rens y Dulong un joven de veintiún años, afec- tado de esla variedad de tartamudez, en tan al- to grado, que durante muchos minutos le era absolutamente imposible articular el mas sim- ple sonido. Algunos dias de tratamiento bas- taron para disipar esle desorden falal de los me- dios necesarios para emitir el pensamiento. «Colombat menciona como quinta variedad la tartamudez gúturo-tetánica epileptiforme, la cual se reconoce por los fenómenos siguientes: en el momento en que una persona atacada de este vicio, quiere pronunciar algunas sílabas, se declaran convulsiones sumamente fuertes, que invaden en particular los músculos del pecho, del abdomen , del cuello, de los miembros su- periores y aun los músculos cutáneos, y dan lu- gar á contorsiones, á espasmos clónicos y Ióni- cos, análogos á los que caracterizan los alaques de epilepsia. En esle caso se hinchan las venas del cuello; se inyectan los tegumentos de la cara, la cual toma un color azul lívido; los ojos se in- yecten lambien y parecen salir de las órbitas; la saliva, mezclada con una espuma blanqueci- na, sale muchas veces con abundancia fuera de la boca; la fisonomía está profundamente alte- rada, y el desventurado tartamudo después de lantos esfuerzos solo consigue la articulación de una ó dos sílabas. No se le oye mas que una especie de gruñido que imite bastante exacta- mente al de un cerdo cuando se le mata. Este género de tartamudez llega siempre á un grado eslremado; y sin embargo se obtiene la cura- ción con prontitud y facilidad. «Como sesla variedad ha dado Colombat la descripción de la tartamudez gúturo-tetánica con balbuceo, afección que casi siempre escede los recursos del arte, y que parece depender de una enfermedad orgánica de los centros nerviosos. »No estaría bien que limitásemos nosotros á eslas indicaciones la histeria que debemos pre- sentar de la tartamudez nerviosa. En las des- cripciones que preceden se encuentra un análi- sis de los casos simples elementales; pero m> baste este trabajo porque no puede comprender lodos los casos posibles de tartamudez. Apoyán- dose en consideraciones análogas ha juzgado ne- cesario Colombat estudiar una forma bastante frecuente de la tartamudez que llama mista. porque dice que está caracterizada por la reu- nión de una ó muchas de las variedades que pre- ceden. Eslas variedades no aparecen lan aisla- das que convenga usar para combatirlas medios curativos propios á cada una de ellas en parti- cular; lejos de eso, se presentan combinadas las mas veces, ofreciendo siempre á la observación del médico algunas particularidades que deben llamar mucho su atención. «La tartamudez gúturo-tetánica del doclor Colombat parece comprender la tartamudez posterior que forma la tercera especie admitida por Malbouche, y la tartamudez muda desig- nada por Deleau. En esta forma es probable 2ue haya muchas veces un defecto de coinci- encia enlre la producción del sonido bucal ó laríngeo y los movimientos de los órganos que presiden á la articulación de las palabras; que también haya con frecuencia pérdidas de res- piración como dice Magendie (Dict. de méd. et de chir. prat., t. IV, p, 72), es decir, consumo fuera de tiempo, del aire contenido en el pe- cho , y que durante la espiración debería pro- ducir el sonido de la voz; que oirás veces haya oclusión y opresión convulsiva de la abertura de la glolis, accidente que se opone también á la emisión de la voz; y que, aunque obrando en sentido inverso, dé lugar á un fenómeno análogo, el defecto de coincidencia entre el mo- vimiento de la producción de la voz y los que se ejecutan para la articulación de las palabras. Se concibe perfectamente que en esle caso, la tartamudez dé lugar á los fenómenos espasmó- dicos y á las convulsiones tetánicas que han motivado la calificación de tetánico que reserva Colombat á semejante eslado. Se comprende lambien que los esfuerzos sean las mas veces inútiles, que se interrumpa el habla por sus- pensiones prolongadas y que corle las palabras un hipo desagradable y fatigoso. La alteración que indicamos en este momento , difiere nota- blemente de la que preside á la tartamudez la- bio-coréica, lo cual es un hecho que no debe olvidarse en la práctica. 196 DE LA TARTAMUDEZ. «Mecanismo de la tartamudez. — Algunos autores se han dedicado al estudio del mecanis- mo déla tartamudez. \\ u llier (Dict. de med., t. Y, p. 136 y sig.. 2.» edic, 18.'16) se espresa sobre esle punto de la manera siguiente: «La mayor parle de los autores han invocado el es- lado de debilidad ó de falla de acción de los músculos que sirven para articular, y especial- mente de los de la lengua. Sauvages parece ha- ber seguido esta opinión cuando incluyó la tar- tamudez enlre las discinesias, é Itard, que tam- bién parece adoptarla, la cree ademas confir- mada por la analogía que existe, segun él, entre la verdadera tartamudez y el estado de vaci- lación de la lengua que se observa durante la embriaguez ó la disposición á la apoplegia, afecciones que disminuyen evidentemente las fuerzas musculares. Sin embargo, dificil pare- ce conciliar esla idea con la estremada facili- dad que lienen los tartamudos para ejecutar aparentemente lodos los movimientos posibles de su lengua y de sus labios. Eslo también ha- cerla cuadrar con el estado convulsivo ó es- pasmódico que presentan todos los órganos de la voz en la tartamudez ; carácter que separa completamente esla afección del balbuceo as- ténico , sintomático de la embriaguez ó de la congestión cerebral. Añadiremos en fin, por olra parle, que lo que se sabe acerca de la in- dudable influencia que ejerce la edad avanza- da, que á pesar de que debilite muy sensi- blemente la energía de la acción muscular, no deja sin embargo de producir curaciones es- pontáneas de la tartamudez, no permite dete- nerse mucho tiempo en la idea que estamos combatiendo. «Otros, de cuya opinión participamos lam- bien nosotros, consideran mas distante la cau- sa de la tartamudez y la colocan, no en los músculos vocales ni en los ifervios que los ani- man, sino mas bien en el mismo cerebro. Las razones que apoyan esta idea son, que en el es- tado fisiológico ordinario, los fenómenos de la voz y de la palabra están en una relación cons- tante con los diversos grados de escitacion ce- rebral, y corresponden siempre, por su preci- sión y su facilidad , á la energía de los senti- mientos y á la claridad de las ideas. Sabido os que el esceso ó erdefecto de escilacion cerebral lienen sobre nueslro lenguaje una influencia tan marcada, que ó salen nuestras palabras con ímpetu y facilidad como de un manantial fe- cundo, ó bien acreditan con su lentitud y difi- cultad cuánto trabajo cuestan á la inteligencia. Eslo supuesto, lo que hemos dicho anterior- mente de la influencia análoga y tan notable que tienen las diversas afecciones del alma, es- citantes ó sedantes del centro nervioso cerebral, como el temor, la timidez, la confianza, la có- lera , la impaciencia, etc., sobre los fenómenos déla tartamudez, prueba que estos provienen del mismo origen , y que deben porto tanto re- ferirse á alguna modificación de la acción ce- rebral. Pero en qué consiste tal modificación? Sin que pretendamos esplicarla, hé aquí la con- jetura que lal voz pueda aventurarse. En el tartamudo, la irradiación cerebral que sigue al pensamiento y so convierte en principio á pro- posite para poner en acción los músculos nece- sarios á la espíe-ion oral de las ideas, sale con tal ímpetu v se reproduce con tanta ligereza, que escode la medida de la movilidad posible de los agentes de la articulación. Hallándose entonces estos como sofocados por la acumula- ción de la causa escilante ordinaria de sus mo- vimientos, caen en un estado de movilidad es- pasmódica y de contracciones convulsivas, que caracteriza la tartamudez y que en su lugar hemos descrito. Segun esla congelura, la vaci- lación de la lengua no seria mas que una debi- lidad puramente relativa de los órganos déla articulación , procedente de la falte de relación enlre la exuberancia de los pensamientos y la posible velocidad coexistente de los movimien- los sucesivos y variados, capaces de espresar las ideas por medio de la palabra. Haremos ob- servar por lo demás, por lo que puede apoyar la hipótesis que presentemos, que la mayor parte de los tartamudos son notables por la vi- vacidad de su genio y la petulancia de su ca- rácter; que tartamudean mucho menos cuando su tranquilidad moral hace menos impetuosa la sucesión de sus pensamientos; queá medida que avanza la edad calma el ímpetu de su ima- ginación, se madura su juicio y cesan de tar- tamudear; que este vicio disminuye singular- mente, ó aun cesa del lodo, cuando el lar la- mudo sin necesidad de poner en prensa su en- tendimiento, acude simplemente á su memoria, siéndole esla fiel, y pronuncia de esle modo un discurso, canta una canción ó declama una composición en verso; que los cuidados conti- nuos y particulares que ponen los larlamudoí en ejercitar los agentes de la articulación dis- minuyen la tarlamudez, facilitando bástantela acción de eslos últimos, para nivelar su lige- reza con la irradiación cerebral; que si las pa- siones vehementes y esplosivas que se apode- ran de los tartamudos hacen desaparecer mo- mentáneamente esle vicio , consiste en que la conmoción viva y no acostumbrada que reciben lodos los músculos, y por consiguiente los de la lengua en particular, los pone en armonía de acción con las afecciones del alma; y que las mujeres en fin , que piensan con rapidez, pero que en cambio han recibido de la naturaleza una pronunciación lan fácil y tan delicada, que son capaces de la mayor volubilidad de pala- bras, no tartamudean, como es sabido, sino muy raTa vez. • »El doctor C. Bell (Philos. trans., parí. II, 1832, y Arch. gen. de méd., t. 1, 2.a serie, pá- gina 569) ha emitido una teoría análoga en la memoria que publicó sobre la voz humana. Este autor considera el hecho apartándose me- nos de los datos esperimenlales, por lo cual debe lambien haberse aproximado mas á la ver- dad. Trata de esplicar los fenómenos de la lar- DE LA TARTAMUDEZ. 197 tamudcz labio coréica y gúluro-lelánica, y para que se conozca mas á fondo su opinión, copia- remos lo que dice: «Si reflexionamos en el nú- mero de las partes que deben combinar su ac- ción para llegar á producir el sonido articula- do mas simple, noteremos desde luego la ne- cesidad de las relaciones nerviosas mas mul- tiplicadas y complexas, y no cstrañaremos ver que el menor desarreglo de las funciones del sistema nervioso dé lugar á una altera- ción mas ó menos marcada de la voz. La tar- tamudez depende evidentemente de un defecto en la potencia de coordinación de las diferen- tes acciones, y no de una alteración de un ór- gano en particular. El tartamudo no puede es- tablecer las conexiones necesarias enlre el mur- mullo de la glotis y la acción de la faringe, pero puede hablar en voz baja, es decir, que puede articular el sonido débil producido por la inspiración , mientras que al mismo tiempo no puede hacer vocal el aire espirado.... Hay ademas olra combinación indispensable de ac- ción que hace desesperar á una persona que tartamudea, y es l¿i de los músculos espirado- res con los de la garganta. Durante los vanos esfuerzos que hace para espresarse, arroja el aire de los pulmones; en términos que para producir un sonido cualquiera, lienen que en- trar en acción forzada los músculos espirado- res y comprimir el pecho completamente.» «Magendie niega su asenso á lascongeturas emitidas por Rullier. Dice que ha observado muchos tartamudos, y que si ha encontrado al- gunos cuya inteligencia parecía muy activa, ha vislo otros en quienes no faltaba á los mús- culos de la palabra el tiempo necesario para espresar las ideas, que por cierto nada tenían de abundantes y rápidas. «Ademas, añade Magendie (loe. cil., pá- gina 67), qué diremos de los que padecen esle vicio, y no lartamudean sino en los momentos de calma? y qué de los que solo lo hacen cuan- do leen? Qué pensaremos de los que eslan pró- ximos á un eslado de idiotismo , etc.? El de- fecto está en esle caso, como en otros muchos, en querer esplicar lo que es inesplicable. La larlamudez es evidentemente una modificación de la conlraccion de los músculos de Ja pala- bra; y puesto que en fisiología de ningún mo- do puede esplicarse esla misma conlraccion, cómo se ba de dar razón de sus diferentes gra- dos y alteraciones?» '«Nosotros creemos que se puede y se debe intentar hacer el análisis del mecanismo de la larlamudez, sin incurrir en la crítica de los fi- siólogos; pero no titubeamos en asegurar desde luego, que el que pretenda esplicar esta lesión por una sola y única causa , debe necesaria- mente cometer graves errores. «No nos repugna admilir, que en gran nú- mero de casos eslen los órganos de la palabra afectados de una especie de corea, siendo la larlamudez una consecuencia de este acciden- te. Blache (Dict. de méd., 1. Vil, pág. 549, 2.a ed., 1834) afirma, que cuando el corea in- vade los músculos de la lengua y de la laringe, existe una dificultad mas ó menos considera- ble en el ejercicio de la palabra : algunos en- fermos tartamudean ó balbucean, y los hay que no pueden articular un solo nombre. Nosotros creemos que este género de tartamudez es mas común de lo que se ha sospechado general- mente. «Pensamos asimismo con Rullier, que este vicio resulta algunas veces de falta de relación enlre la exuberancia de los pensamientos , la velocidad coexislenlede la irradiación cerebral que les corresponde, y la rapidez posible de los movimientos sucesivos y variados capaces de espresar las ideas por medio de la palabra. «Estableceremos también con Magendie, que en algunas ocasiones puede atacar la tarta- mudez á los individuos que tienen torpe la ima- ginación y poCo desarrollada la inteligencia, revelándose cierta dificultad en la concepción intelectual. «Esta afección puede atribuirse á la causa mencionada por el doclor C. Bell, á saber, la falta de coincidencia entre la producción del sonido vocal ó laríngeo , y los movimienlos de los órganos que presiden á la articulación de las palabras. «Últimamente es preciso admitir con gran número de patólogos, como indicaremos mas adelante, que la tartamudez puede ser resul- tado y síntoma de una alteración orgánica de los centros nerviosos y de una disposición vi- ciosa de los órganos de la palabra. En este úl- limo caso la tartamudez deja de ser nerviosa é idiopática, y no tiene otra importancia que la de un síntoma del eslado patológico en que se hallan los órganos que presiden al movi- miento necesario para la articulación de los sonidos, ó los que ejecutan eslos movimientos. Nos reservamos hablar de esla forma de tarta- mudez en un párrafo particular. «Causas.—Colombat (Mem. sur Id physiol. et la therap. du begayement., p. 54 , 1836) ha publicado un cuadro estadístico de las perso- nas tartamudas en Francia, en el cual indica el número de lodos los casos de tal afección que existen en esle país, segun las apuntaciones que ha sacado de las oficinas de los consejos de revisión para el reemplazo del ejército y de otros registros. Este trabajo debe ilustrarnos bajo el punto de viste etiológico de esla afec- ción , y asi copiaremos los resultados que en- cierra. Entre 33.000,000 de individuos en Fran- cia de ambos sexos y de todas edades, se cuen- tan 6,114 tartamudos, lo que da la proporción de uno por cada 5,397 personas. Este número se halla repartido de la manera siguiente : 1.° enlre 12.000,000 de individuos del sexo mas- culino, habia 4,800 tartamudos, lo que da uno por cada 2,500: 2.° enlre 11.000,000 de per- sonas del sexo femenino, 5,000 eran tartamu- das, lo que da una mujer por cada 2,000; 3." entre 10,000 niños menores de quince años, 198 DE LA TARTAMUDEZ. habia 764 tartamudos. Apoyándose en las ba- ses que acabamos de indicar, ha querido Co- lombat apreciar el número presumible de tar- tamudos que puede haber en las cualro partes del mundo, y ha obtenido los resultados si- guientes: en Europa, contando 180,000,000 de habitantes, 33,349 tartamudos; en Asia supo- niendo 550.000,000 de habítenles, 101,900 tartamudos; en África, calculando 150.000,000 de habitantes, 27,790 tartamudos; v en Amé- rica admitiendo 60.000,000 de habitantes, 11,110 tartamudos; loque daenlre 9í0.000,000 j de individvos, un total de 174,149 personas tartamudas. Colombat dice, que no ha com- prendido en eslos cálculos mas que los indivi- duos afectados de una tartamudez bástenle ma- nifiesta, y no los que solo padecían un vicio ' muy ligero: su cifra seria mucho mas alta si j los hubiera incluido todos. Es ademas de ad- | vertir que esta estadística debe"dar un número i menos alto de lo que es en realidad, por la im - posibilidad de conocer las personas tartamu- das que se han eximido del servicio militar por cualquiera otra causa diferente de esle vicio. «Esta reseña, cuya exactitud no pretende- mos garantizar, demuestra sin embargo la fre- cuencia de la tartamudez, y da á conocer que puede afectar á las mujeres; pero está lejos de comprender el análisis de lodas las circuns- tancias que parecen influir en la producción de la tartamudez. »Esta afección no ataca ordinariamente mas que á los adultos y adolescentes, estando pol- lo común exentas de ella la primera infancia y la vejez. El niño no tartamudea verdaderamen- te hasla la época en que se forma su lenguaje, convirtiéndose en un modo de espresion usual. La tartamudez se hace nolar ordinariamente á los cualro ó cinco años, y se va aumentando á medida que el niño avanza en edad. En la pu- bertad, en que se halla ocupada la imaginación por tantas ideas nuevas, y en cuya edad se es- perímentan necesidades que antes no existían, la larlamudez que se opone á la espresion se hace mucho mas manifiesta; la dificultad que se encuentra en el lenguaje, lo ridículo que se juzgad tartamudo, los numerosos obstáculos que halla en su educación, y las trabas que prevé en cualquier carrera que trate de se- guir , son otras lanías circunstancias, que se- gun Magendie (loe. cit., p. 64) contribuyen á aumenlar la tartamudez, y dan al entendimien- to del tartamudo una dirección particular. De todos modos, esta afección se mantiene estacio- naria durante cierto tiempo; disminuye mani- fiestamente en la edad adulta; se debilita cada vez mas, y desaparece absolutamente en la ve- jez. Interrogados los tartamudos sobre la causa de este cambio, lo atribuyen generalmente á ue siendo menos vivos y mucho mas modera- os que anteriormente, se apresuran menos que antes para espresar sus ideas, y á que han lle- gado á adquirir confianza y seguridad, y á per- der la timidez con la costumbre de vivir en so- ciedad. «Colombat, que ha fijado su atención en la influencia del sexo en la producción de la tar- tamudez, ha notado : 1.°que de veinte perso- nas afectadas de este vicio se encuentran diei y ocho ó diez y nueve hombres para una ó dos mujeres; 2." que es mas dificil de curarse en eslas últimas, porque son menos susceptibles de perseverancia y de atención; y 3.° en fin , que la tartamudez consiste en el las las mas veces en cierto silencio momentáneo, acompañado de algunos gestos y de movimienlos'convulsivos de la mandíbula y de los labios, y no en una verdadera tartamudez caracterizada por la re- petición de ciertas sílabas. Aslrie (Distert. inaugur., Montpellier, 1824) cite una familia en que el padre, la madre, los hermanos y her- manas eran todos sumamente tartamudos. Ma- gendie (loe. cit., p. 64) dice haber presenciado un hecho análogo, y ha conocido muchas mu- jeres tartamudas. Nosotros podríamos lambien multiplicar los hechos de esla naturaleza. «De estrañar es la rareza de la tartamudez en las mujeres, cuando se reflexiona en la in- fluencia que lienen las modificaciones de las funciones intelectuales, morales y afectivas, en la producción de este vicio. Rullier (loe. cit., p. 153) se espresa sobre esle objete de la ma- nera siguiente: «La timidez, la cortedad, el respeto, y el mas ligero estado de opresión que espécimen ten los tartamudos, los agrava de lal modo, que permanecen como mudos, ó no pue- den hablar sino con mucha dificultad. La con- fianza , la libertad y la franqueza que reinan en una conversación privada, les dan seguri- dad, borrando, por decirlo asi, esle vicio de su lenguage. Cuando están animados en una dis- cusión interesante que les ofrece un atractivo fuerte y sostenido, se curan momentáneamen- te, y se distinguen entonces por una facilidad en la locución que deja admirados á los oyen- tes. Una pasión vehemente como la indigna- ción y la cólera puede dar á sus discursos la espresion mas franca y mas enérgica. Sus ju- ramentos, llenos de fuerza, no dejan las mas veces notar vestigio alguno de la vacilación que tes es habitual. »Un hecho ha citado ltord, que hace ver hasta qué punto pueden modificar la tartamu- dez las mas ligeras afecciones del alma, y es el de un niño de once años, muy lartamudo'cuan- do hablaba en presencia de personas que lo miraban, y en el cual desaparecia la tartamu- dez cuando dejaba de ser visto', por ejemplo cuando hablaba en la oscuridad. Sin embargo se bahía intentado curarlo cuando tenia menos edad vendándole los ojos, pero en vano. No es tampoco raro, segun Hervez deChégoin, que los tartamudos cesen de serlo cuando se cubren el rostro con una careta. «Se ha vislo algunas veces manifestarse la tartamudez bajo la influencia de la imitación. Colombat (loe. cit., p. 123) ha reunido sobre DE LA TARTAMUDEZ. 199 este objeto muchas observaciones que no eslan exentas de interés. «Desornieaux cuenla que un hombre muy dislinguido en las letras se habia hecho tarta- mudo, porque viviendo cuando era lodavia jo- ven con uno de sus amigos afectado de esle vicio , tuvo el capricho de querer imitarlo. Al principio le costaba mucho remedarlo, pero mas larde lo imitaba sin querer, quedando asi completamente tartamudo, en términos de cos- larle mucho corregirse de esta viciosa costum- bre. Aslrie (loe. cit.) refiere un hecho análo- go. Colombal asistió á un oficial de sastre que se habia vuelto tartamudo por haber procu- rado imitar á las personas afectadas de tarta- mudez, con ánimo de eximirse del servicio de las armas. Bastáronle algunos meses de ejerci- cio para contraer involuntariamente los efectos de un vicio que solo quería simular; su estra- tagema luvo un éxilo feliz y quedó exento. A costa de muchos trabajos y cuidados le volvió Colombal cualro años después su habla re- gular. «Es un hecho adoptado bastante general- mente, que los tartamudos sienten de un modo notable la influencia de las circunstancias at- mosféricas; pues eslan mas ó menos agravados según que el tiempo es húmedo, seco, caliente ó trio. Algunos individuos afeclados de este vi- cio de la palabra juzgan de antemano, por la dificultad que esperimenlan en espresarse, que va á sobrevenir un cambio meteorológico mas ó menos notable. «He observado, dice Colom- í bal (loe. cit., p. 119), que durante el invierno y el eslió se aumenta Ja tartamudez; y que la ¡. primavera y el otoño son mas favorables, es- pecialmente siendo templadas y húmedas estas estaciones: el aire seco de las heladas y de los grandes calores obra en sentido inverso.» «Esta afección es lambien mas sensible por la mañana que por la tarde. «Se ha querido esplicar este hecho, y Voisin (Mem. sur le be- , gayement, p. 24), Aslrie y Colombat, han emi- tido con este fin diferentes teorias que creemos '•■ inútil mencionar aquí. «El último de estos autores ha observado muchas veces, que cuando los tartamudos aca- ban de hacer un ejercicio violento, y sobre to- do si al mismo liempo están muy calientes, se : halla lan aumentada la dificultad de hablar, ^ que les es algunas veces imposible decir una ¡>í! sola palabra, ni aun articular las sílabas que ** pronunciaban habilualmente sin vacilación. f «Se ha notado también que los escesos ve- *■■' néreos, ¿ masturbación y las vigilias prolon- f gadas, aumentan mucho la dificultad que lie- n" nen los tarlamudos de espresar sus pensa- * míenlos. ■ «Todas eslas causas ejercen una acción mas ':' ó menos directa y mas ó menos rápida. Eri el "* estudio eliológico de la larlamudez hay lodavia muchos vacíos que llenar. Asi es que se ¡gno- * ra la parte que pueden tener la constitución, >•'• los temperamentos, ciertas disposiciones here- ditarias, el estado de salud ó de enfermedad anlerior y el hábito de hablar ciertas lenguas, en la producción de esta afección. Sjbre esta materia hay que hacer lodavia muchas inves- tigaciones; y mientras no llegue á saberse mas acerca de eíla, ofrecerá su estudio muchos ca- sos de duda, y numerosas dificultades la direc- ción del tratamiento: tal es porte menos nues- lro modo de pensar. «Tratamiento. — Los autores antiguos no refieren hecho alguno que pueda servir para la histeria de la tartamudez, y parece que ge- neralmente han descuidado emprender la cu- ración de la enfermedad que nos ocupa. Plu- tarco (Les vies des hommes illustres grecs et ro- mains, translatces par Jacques Amyot., Pa- rís, 1600, t. II, p. 519) nos refiere el proce- dimiento que empleó Demóstenes y con el cual llegó á curarse déla larlamudez; y habiendo adquirido esta curación demasiada celebridad, no podemos menos de copiar lo que dice el re- ferido aulor sobre este objeto. «En cuanto á los defectos corporales que lenia de naturaleza, es- cribe Demetrio el Faleriense, haberle oido á él mismo, siendo ya viejo, que los remedió del modo siguiente: en primer lugar, tocante al vi- cio de su lengua, que era voluminosa y que no podia pronunciar lodas las sílabas distintamen- te, lo llegó á corregir introduciéndose en la boca unos guijarros de los que se encuentran á las orillas de los ríos, y pronunciando asi con la boca llena algunas oraciones que sabia de memoria; y en cuanto á su voz, que era del- gada y débil, la reforzó corriendo cuesta arri- ba por laderas muy derechas y pendientes , y pronunciando de vez en cuando con grande aliento arengas y versos que sabia lambien de memoria. Se dice que tenia en su casa un es- pejo grande, delante del cual se ponia de pie derecho, y se ejercitaba y enseñaba á pronun- ciar sus oraciones.» «Es estraño que el medio empleado por De- móstenes y descrito por Plutarco no haya sido generalmente adoptado entre los antiguos. En efeclo, reasumiendo el valor de los diversos procedimientos que sucesivamente han sido preconizados, se reconoce que en su mayor parle lienen mucha analogía con el medió usa- do por el orador ateniense. «Sea como quiera, los trabajos de Menjot, de Fick y de Bergen, que tratan especialmente de esla afección , no han dado ningún precep- to úlil para la profilaxis ni para el trata- miento. «Solo de algunos años á esta parte se ha visto á Ilard (Journ. univ. des scienc. méd., to- mo VII), Dupuytren (Lecons orales), Rullier (Dict. de méd., í .* y 2.a ed.), Voisin (Du bega- yement, de ses causes, etc., París, 1821, en 8.°), Aslrie (Diss. inaug., Monlp. 1824), la señora Leigh (.leud. des scienc, sesión de 11 de mar- zo, 1828), Malbouche (Acad. des scienc., 11 de marzo, 1828), Deleau (Acad. des scienc, sesión de 1.° de diciembre, 1828), Arnolt (Elem. de 500 DE LA TARTAVirDH. phil. nat., traducción de Richard, 1830^, Cor- mach (Obs. de Naples y Ann. de Milano, 1830), Serres d'Alaix (Memoire sur le begayement., Journ. des diff., Monlp., 1830), II rvezde Che- goin Journ. gen. de méd., mayo, 1830), y Co- lombal (Du begayement., etc.,'2.a edic, 1831, Mem., ele. , 1836), considerar á esla enferme- dad bajo un punto de vista práctico, é indicar diversos medios curativos, que se han empleado con mas ó menos éxito. «Reduciendo á principios generales los di- ferentes procedimientos inventados por los au- tores que acabamos de citar, señóla que la mayor parte han intentado la curación de la tartamudez procurando llenar las indicaciones siguientes: l.° empleando una especie'de traba ó de moderador lí-ico para los movimientos tu- multuosos ó difíciles de los órganos de la pa- labra ; 2.° arreglando los movimientos respira- torios de tal modo, que la producción de los so- nidos vocales se verifique al mismo tiempo que se hacen los esfuerzos para articular las pala- bras; 3.° sometiendo la emisión del pensamien- to á una especie de ritmo ó de compás, que es- tablezca una gran regularidad en iaesposicion de las ideas, y determine en órganos mas ó menos lejanos una modificación regular de las funciones nerviosas, que las ponga en armonía de acción con las contracciones musculares de los órganos de la palabra. «Debiendo estudiar sucesivamente los me- dios que se han propuesto para satisfacer eslas diversas indicaciones, los primeros que fijen nuestra atención serán los moderadores físicos de la palabra. No daremos mas pormenores so- bre el medio grosero que habia usado Demós- tenes, sin embargo de que pudo producir al- gunos cambios ventajosos; sino que nos limita- remos á describir los procedimientos modernos, que son generalmente mas susceptibles de apli- cación. »En 1817 recomendaba Ilard el uso de una horquilla mecánica de dos ramas, que levanta- ba la lengua y la empujaba hacia atrás. Que- ría lambien esle aulor que el tarlamudo se ejer- citase en hablar una lengua eslrangera, lo que obliga á un trabajo de memoria bastante asi- duo y precisa, al menos á los sugelos que no poseen muy bien los idiomas, á pronunciar sus discursos con alguna lentitud. «Voisin (loe. cit.) creyó que la introduc- ción de piedrecillas en la boca bastaría para producir el obstáculo físico que se quiere de- terminar; pero eslo seria resucitar un proce- dimiento imperfecto. «Queriendo madama Leigh, señora ameri- cana, demostrar su reconocimiento á una per- sona que le habia favorecido en un momento de apuro, imaginó combatir asiduamente la tartamudez de que estaba afectada la hija de su bienhechor. Para esto inventó un sistema de ejercicio de los órganos de la palabra, por me- dio del cual obtuvo la curación radical que se habia propuesto conseguir. La observación que hizo esla señora, y qne le sugirió su medio cu- rativo os, que en el momento en que titubea un I irlamudo , se coloca su lengua en el suelo de la boca en vez de aplicarse al paladar, como sucede de ordinario on los que hablan nalu- ralraenle. Juzgó, pues, que se remediaría la tartamudez recomendando al enfermo levantar la punta de la lengua y aplicarla al paladar, sustituyendo asi una actitud forzada á una si- tuación habitual, poro viciosa. Para conseguir este resultado, apelaba á la buena voluntad de las personas sujetas á su tratamiento. Asi es que, como dice Magendie (Dict. de mc'd. et dt chir. prat. , l. IV, p. 74), la duración del tra- tamiento por este método, depende mucho me- nos de la intensidad del mal, que del grado de energía y de la disposición moral del indivi- duo que se somete á él. La tartamudez desapa- rece en general cuando se siguen las indica- ciones dadas por madama Leigh; pero no se ha- ce la palabra, ni pura, ni fácil, y la pronun- ¡ ciacion queda imperfecto. «Malbouche, que fue mucho tiempo deposi- tario del procedimiento de madama Leigh, tra- tó de remediar las imperfecciones de que ado- lece. Este autor fija su atención especialmente en los labios, que por sus movimienlos regu- laros ó por su vacilación , obran sobre la pro- nunciación , y recomienda por regla general que estén retraídas las comisuras, de manera que la boca parezca ensanchada. Colocados de este modo los labios no deben ejecutor sino tres especies de movimienlos ostensibles: de airas adelante, de delante atrás, y de separación6 de abertura de la boca. Después que ha cesa- do la emisión del sonido , es preciso volver á colocar los labios retraídos hacia airas, deján- dolos en esla posición hasta otra nueva articu- lación ; conviene en fin, que esta posición sea la dominante entre las que deben lomar eslos órganos durante la palabra. En cuanto á la len- gua, en vez de recomendar solamente que se levante su punta como en el método ame- ricano, quiere Malbouche que se eleve la tota- lidad de esle órgano, aplicándole contra la bó- veda palatina en el mayor grado de retracción que sea posible. El procedimiento de este au- tor tiene el mismo inconveniente que el de ma- dama Leigh, en atención á que no puede conve- nir sino á las personas que tienen bástanle desarrollo intelectual y bastante voluntad, para ejecutar regularmente y con asiduidad los mo- vimienlos que se les ordenan. La traba que se opone en esle caso á la producción de la tarta- mudez es puramente voluntaria; y asi, como advierte Magendie (loe. cil., p. 79), los niños y esa clase de personas de la sociedad que es- tan acostumbradas á disertar y discutir sobre todo, sin que jamás lleguen á concluir nada, son incapaces de tal concentración, y ofrecen por este solo molivo grandes dificultades. »Colorabat (Mem., ele, p. 38 y sig.) seha visto obligado también como Malbouche, á re- currir á una especie de gimnástica, que obraá DE LA TARTAMUDEZ. 201 la vez sobre las vias aéreas y sobre los órganos que articulan las palabras. Para esto hace que se retire la lengua á la faringe, y que esté vuelta su punta todo lo posible hacia el velo del paladar, un poco por delante de la base de la campanilla; y al mismo tiempo manda sepa- rar Irasversalmente los labios, de modo que se aparten sus comisuras, corno se verifica en la acción de reir. La posición que este autor da á la lengua es tan ventajosa, que pone á los tartamudos que titubean sobre las letras gu- turales, dénteles y palatinas, en la imposibili- dad de tartamudear aunque quieran hacerlo. La tensión trasversal de los labios tiene por objeto hacer que desaparezca la especie de temblor convulsivo que existe, cuando para ar- ticular las letras labiales, forman los labios co- mo un esfínter curvilíneo. Colombat se ha visto algunas veces en la precisión de emplear di- versos medios mecánicos , ya para rechazar la lengua ó llenar cualquier otra indicación , ó ya para impedir los movimientos convulsivos de la mandíbula inferior. Estos aparatos, dice el autor que acabamos de citar, deben modifi- carse segun la especie particular que se quie- ra combatir, y segun la indicación especial que se necesite satisfacer; por lo cual no puede te- ner cabida su descripción en una reseña ge- neral de los procedimientos que suelen poner- se en uso. •Convendría, sin duda, discutir aquí el va- lor de los diferentes modos de oponer trabas á los movimientos tumultuosos ó desordenados de los órganos de la palabra, con lo cual lle- garíamos sin duda á establecer que estos medios no deben descuidarse en el mayor número de casos, reconociendo asimismo, que en la elec- ción que haya de hacerse de ellos, debe uno guiarse especialmente por infinidad de circuns- tancias que no pueden apreciarse sino estudian- do en particular cada clase de tartamudez. Mas para llegar á demostrar esta aserción, seria preciso enlrar en algunos pormenores que no podemos consignar aqui. Mas adelante men- cionaremos los consejos que da Colombat sobre el tratamiento que debe adoptarse en las dife- rentes formas de larlamudez que admite este profesor. »So han propuesto diferentes procedimien- tos, cuyo objeto es arreglar los movimientos de inspiración y espiración, de tal suerte que la producción de los sonidos vocales se verifique al mismo tiempo que los esfuerzos para arti- cular las palabras. Vamos á presentar un aná- lisis de los medios que se han empleado. «Arnolt ha propuesto en una obra traduci- da por Richard, cuyo Ululo es Elementos de fi- losofía natural, un nuevo método de tratamien- to que consiste en imilar «lo que se hace cuan- do se prolonga un sonido, como cuando uno se detiene al cantar, en la sílaba fiiiii de la pa- labra fiesta.» Se ha dicho contra esla costum- bre que da á la palabra una modificación mas desagradable. TOMO Vil. «El doclor Serres d'Alaix aconseja en el número 11 del Jour. des difformités otro mé- todo de tratamiento, que dice haber empleado dos veces con un éxito completo, y que consis- te: 1.° en pronuncfl^, cuando la tartamudez es ligera, de pronto y con fuerza todas las síla- bas, prolongando cuanto sea posible los mo- vimienlos destinados á la emisión y articula- ción de los sonidos; y 2.° en asociar, cuando este vicio es considerable, á los mismos esfuer- zos de la voz movimientos de los brazos , que el tartamudo debe empujar fuertemente hacia adelante en cada emisión del sonido ; fundán- dose en el hecho observado, de que si duran- te la producción de un sonido conlínuo se im- prime á los brazos movimienlos violentos, se refuerza el tono en el momento de la conmo- ción , y disminuye un instante después para temar nuevo brio por una nueva conmoción. «Corraack ha propuesto, en los Aúnales de Milán y en VObservateur de Naples, obligar al tartamudo antes de que hable, á ejecutar una profunda inspiración y repetir en seguida su- cesivamente todos los sonidos que entran en la composición de una palabra , uno á uno , du- rante el tiempo de la espiración. Esle método, perfeccionado después, constituye en la actua- lidad una de las bases del tratamiento de la tartamudez. «Malbouche (Dict. de méd. et de chir. prat.t art. cit., p. 77) no cree que la respiración por sí sola pueda producir la larlamudez, ni que sea necesario ocuparse de este elemente fun- damental de la palabra, el cual añade se regu- lariza por sí solo desde el momento que dismi- nuye la tartamudez. Respecte de esto dice Ma- gendie que es frecuente observar, que haciendo tomar aliento á los tartamudos aun los mas graduados , se consigue darles facilidad de es- presar algunas ideas; pero esto, añade el médi- co que acabamos de citar, es solamente un ar- tificio por el cual se cambia la dificultad, sin vencerla directamente. Nosotros confesamos que no comprendemos bien esta aserción restricti- va ; y nos parece que desde que se halla el tar- tamudo en la posibilidad de espresar algunas ideas, no es del todo indiferente el resultado obtenido, sino que antes al contrario se ha vencido una de las primeras dificultades. »Colombat (obr. cil., p. 152) es de este pa- recer, y establece que debe el tartamudo tener cuidado de no hablar sino después de la inspi- ración , y guardar en lo posible una grande cantidad de aire en el pecho , cuya capacidad debe aumentar el enfermo , inclinando hacia adelante la parte superior del tronco y los hom- bros hacia atrás. La inspiración, hecha oportuna- mente, tiene por objeto, no solo hacer que des- aparezca la constricción espasmódica de las cuerdas vocales abriendo la glotis, sino tam- bién distender el pecho por una cantidad con- siderable de aire; de modo que este fluido no salga sino durante una espiración lenta, que debe verificarse gradualmente y tan solo para 26 •¿02 DE LA TARTAMUDEZ. suministrar materia al sonido vocal. Creemos nosotros que es indispensable vigilar esta parte del tratamiento , especialmente en las formas gúturo-lelánicas de la larlamudez, las que pa- recen en efeclo provenir (tta falta de relación entre el momento del somuo vocal, y el mo- vimiento para la articulación de las palabras. «Colombal insiste particularmente en la cir- cunstancia, de que el punte fundamental del método curativo consiste en hacer hablar con ritmo. Es de notar, que hace mucho tiempo se recomendaba hablar como cantando, con el fin de obviar los inconvenientes de la larlamudez. Plutarco (loe. cil., p. 519) refiere que queján- dose Démostenos á Salyrus , escelente ador de comedia, de que sus discursos carecían de in- fluencia en el pueblo , le respondió el último: «No te inquietes , yo lo remediaré bien pronto, y te quitaré la causa, con tal que consientas en recitarme de memoria algunos versos de Eurí- pides ó de Sófocles.» Parece en efeclo que fue útil semejante ejercicio al famoso orador ate- niense. «Los romanos conocian perfectamente la influencia del ritmo en la palabra; sus orado- res, cuando hablaban con dificultad, se hacian acompañar de un instrumento de música en to- da la duración de su arenga, la que recitaban, siguiendo el movimiento adoptado y observado por el músico. Graco no hablaba nunca en pú- blico sin tener á su lado un esclavo que tocase la flauta. »Es un hecho generalmente admitido por todos los observadores, que desaparece la lar- lamudez en el tartamudo que habla cantando ó declamando. Voisin aconseja la declamación. Dnpuitren recomendaba á sus enfermos que hablaran y aprendieran á locar instrumentos de música. Un abogado joven, cuyo tratamiento dirigía esle célebre cirujano, se limito á hablar durante mucho tiempo en un tono análogo á los recitados de nuestras óperas; y llegó muy luego á producirse con mayor facilidad de lo que esperaba. Colombal considera al ritmo co- mo el regulador de todos nuestros movimien- los ; dice que es el primer origen de las leyes de la economía humana, y que debe constituir uno de los principales medios que se pongan en uso contra la tartamudez. Sin embargo, en sentir de! autor que acabamos de mencionar, el compás no obra sobre la tartamudez, sino cuando se ha llegado á articular las primeras sílabas que suelen revelar mas evidentemente el vicio de los tartamudos. Colombat ha que- rido indagar la causa de que la tartamudez desaparezca cuando habla una persona can- tando ó declamando á compás; y né aquí la es- plicacion que da de semejante hecho (Mem., etc., p. 3o): «Dos causas que son consecuencia una de otra, hacen desaparecer la tartamudez cuan- do se caula. La primera es, que viéndose obli- gados los tartamudos á someter su palabra á un ritmo músico y poético, los movimientos de 'os agentes de la fonación se verifican necesa- ' riamentc con mas precisión y regularidad; y la segunda, que debiendo tener constantemente la idea del compás, esla idea accesoria no so- lamente detiene la exuberancia relativa délas ideas principales que son objete de un discur- so, sino que lambien modifica la oscilación ce- rebral; de donde se sigue que la irradiación nerviosa se hace con mas orden y lentitud, y se encuentra asi en armonía de acción con las con- tracciones musculares de los órganos de la pala- bra.... La declamación en verso modifica lam- bien mucho la larlamudez ; pues entonces el tartamudo se ve obligado á sujetarse á cierto compás poético, y á identificarse con las per- sonascuyopapel quiere representar.... La aten- ción que entonces se ve precisado *á fijar con- tinuamente para trasportarse á la situación de sus héroes, se convierte para él en una idea accesoria, que unida á las ideas principales hace, repito, que el influjo nervioso que prece- de á la emisión de eslas últimas se encuentre modificado y amortiguado, y por consiguiente masen armonía de acción con las contracciones musculares de los órganos de la palabra. Debe el tartamudo hablar siempre á compás, que marcará con el pie, ó bien aproximando el de- do pulgar al índice después de cada sílaba, ó después de la segunda, tercera, cuarla y sesla. En la medida es en la que han de insistir mas los tartamudos, fijando en ella especialmente su atención; y conviene también que procuren hablar lentamente , y que dejen un intervalo igual enlre cada sílaba, conservando las infle- xiones naturales de la voz, para evilar la mo- notonía de un lenguaje acompasado y siempre en un mismo tono.» «Hervez de Chegoin (loe. cit., p. 11) con- cibe del siguiente modo la influencia del canto en la tartamudez: «Si esteno existe cuando canten los tartamudos, dice el autor que acaba- mos de citar, es: 1,° porque el compás da á ca- da instante á la lengua tiempo para descansar y colocarse como conviene para la sílaba si- guiente; 2.° porque las sílabas prolongadas que se encuentran muchas veces en el canto, ofre- cen la misma ventaja; 3.° porque los movi- mienlos de la mandíbula inferior hacen mas fácil la pronunciación de las sílabas breves; 4.° porque entra en la composición del canto la repetición de una misma sílaba (que es una verdadera tartamudez), la cual es tan fácil para los tartamudos, pues no exige en efecto nin- guna combinación nueva, ni de forma ni de movimienlos, ni por consiguiente transición; 5.° porque muchas sílabas que convendría pro- nunciar en el lenguaje ordinario, apenas se in- dican cuando se cante; 6.° porque la lengua, siempre en acción , permanece constantemente en una posición media ; y 6.° en fin, porque la prolongación del sonidoque se verifica en el cante, facilita la formación de la palabra. »No se sabria en la actualidad emprender la curación de la tartamudez nerviosa, sin re- currir aun ritmo que regularizase el lenguaje: DE LA TARTAMUDEZ. 203 los numerosos resultados que se han obtenido con el auxilio de esle método dicen mas que lodas las teorías y esplicaciones. «A los preceptos generales que acabamos de establecer, conviene añadir las reglas si- guientes, á cuya ejecución debe obligarse á la persona que se" haya puesto en cura. Durante cierto número de "dias rio debe el tartamudo hablar mas que en los momentos de ejercicio, y observando minuciosamente las instruccio- nes que preceden. Si encuentra en su discurso alguna palabra cuya articulación le sea muy dificil, es indispensable que por espacio de un tiempo mas ó menos largo la repila con cuida- do; de modo que en lo sucesivo pueda sobre- ponerse fácilmente al obstáculo que se presen- ta. Ha de continuar observando mucho tiempo con todo rigor las reglas á que ha eslado su- jeto durante el tratamiento. Colombal insiste con razón en estos útiles preceptos: «Se equi- vocaría un tartamudo, dice esle aulor, si se creyese curado, porque al cabo de algunos dias de ejercicio pudiera espresarse sin titubear; pues en esle caso no deja de ser tarlamudo, si- noque únicamente cesa de tartamudear por un período mas ó menos largo, lo cual es muy di- ferente. Debe, pues, continuar muchos meses poniendo en práctica los principios que dejo establecidos, necesitándose cierto tiempo para que se verifique la curación radical, y para que sin pensarlo se esprese el paciente con facili- dad , habiendo contraído el hábito de hablar segun mi método, que solo entonces aplicará en cierto modo raaquinalmenle. »No deben los tartamudos temer los malos efectos de la especie de monotonía que resulte desús sílabas acompasadas; sino convencerse de que su nuevo modo de hablar no será de larga duración , y que en todo caso seria mu- cho menos ridiculo, que los gestos y esfuerzos penosos que se ven obligados á hacer para ar- ticular ciertas palabras. «Ahora debemos, segun el aulor que aca- bamos de citar, referir los medios terapéulicos ue convienen mas particularmente á cada una e las variedades de larlamudez cuya descrip- ción hemos hecho anteriormente. «Género labio-coréico—1.a variedad. La- bio-coréica con farfulleo.—El compás del mismo modo que queda indicado en el método gene- ral; sincopar la primera sílaba de las frases y de las palabras difíciles. «2.a variedad. Labio-coréica deforme. — Ensanchar la boca Irasversalmente apartando para esto las comisuras de los labios; hacer una inspiración levantando la lengua; detenerse on la primera sílaba que sigue á la inspiración, y dejar un intervalo enlre esta sílaba y las demás. »3." variedad. Labio-coréica muda.—Tar- tamudez de las mujeres.—Hacer que hablen con las mandíbulas aproximadas por medio de una chapita de marfil colocada enlre los dientes mo- lares, que deberán apretarla oponiéndose á que se caiga; procurar que el pecho se llene de aire antes de hablar, y especialmente sincopar te- das las sílabas. »4.* variedad. Labio-coréica lingual.—Ha- cer que el pecho se llene de aire; emplear el rechazador de la lengua, ó simplemente un tro- zode box ó de marfil, sostenido debajo de la len- gua y colocado trasversalmenle en la boca de un lado á olro de los dientes molares: la brida lingual, que levanta la lengua, separa las co- misuras de los labios, y se opone á que el aire salga con demasiada facilidad de las fosas na- sales, es enlre lodos los instrumentos el que mejor llénala indicación. » Género gúturo-tetánico. — 1 .* variedad. Tartamudez gúturo-tetánica muda.—Impedir que el aire salga de las fosas nasales por los medios indicados en la cuarla variedad labio- coréica ; insistir sobre todo en la inspiración; aumentar la cavidad del pecho y dilatarla in- clinando su vértice hacia adelante y los hom- bros hacia atrás; cantar la primera sílaba que sigue á la inspiración. »2.a variedad. Gúturo-tetánica intermiten- te—Cuidar mucho de no hablar jamás sin te- ner el pecho lleno de aire y contraídos los mús- culos pectorales como cuando uno quiere en- sancharse ; emplear los medios que se han di- cho en la primera variedad; y detenerse un poco menos en la última sílaba. «3.a variedad. Gúturo-tetánica coreifor- me.—El compás, la inspiración; dirigir la pun- ta de la lengua vuelta hacia la campanilla; emplear el método general, que es eficaz cons- tantemente y que basta por sí solo, si no existe complicación. «4.a variedad. Gúturo-tetánica canina.— Inspirar antes de hablar; cantar todas las sí- labas de manera que el sonido de cada una de ellas varié y pase alternativamente de una á otra, como por ejemplo del do al re , lo mismo que sucede poco nías ó menos en una escala hecha con lenlilud. Para impedir que salga el aire todo de una vez en la primera sílaba, con- vendrá articularla rápidamente, y dejar un in- tervalo entre ella y las demás, que deberán li- garse y unirse unas á otras. «5.a variedad. Gúturo-tetánica epileptifor- me.—El método general, y sobre todo guardar compás. »6.* variedad. Con balbuceo.—Es muy di- ficil de curar y muchas veces imposible/por- que eslá complicada con una afección del ce- rebro: los que la padecen lienen la inteligencia poco desarrollada y son faltos de memoria. «Aquí termina lo que teníamos que decir sobre el tratamiento de la tartamudez nerviosa. Antes de concluir esla parte de nuestro articu- lo, queremos insinuar la causa que nos ha im- pelido á insistir lan largamente en los procedi- mientos adoptados por Colombat. Este práctico parece tener mucha esperiencía de la enfer- medad que acabamos de describir; ha podido oponerle medios poderosos, y hasla hoy ha le- Í04 DE LA TARTAMUDEZ. nido la suerte de obtener un número bastante considerable de curaciones. Es pues hacer un servicio á los prácticos iniciarlos en todos los pormenores indicados por Colombat. «Desde 1827 hasta el mes de julio de 1833, ha observado y tratado este médico trescientos cualro casos dé larlamudez; entre los cuales se han contado doscientas treinta y dos curaciones sin recidiva, treinta y dos con ella, quince des- pués de un segundo tratamienlo; veintiún ca- sos incurables, y treinta y uno que no pudie- ron curarse por falla de tiempo y de asiduidad. Itard y Rullier consideran su método de trata- miento como mas ventajoso que todos los de- más que hemos espueslo. »2. Tartamudez por causa orgánica.—Las modificaciones de los órganos pueden ocasionar trastornos en la articulación de las palabras, lo mismo que en cualquiera olro acto funcio- nal. Puede suceder que esla modificación obre solamente sobre los centros nerviosos, ó bien 3ue tenga su asiento en los órganos mismos e la palabra, particularmente en la lengua. «Se ha discutido largamente en estos últi- mos tiempos sobre la cuestión de saber, si exis- te ó no en los centros nerviosos un órgano que presida mas ó menos inmediatamente á la ar- ticulación de las palabras. Al Iralar de la apo- plegia hemos referido los hechos emilidos con esle fin por Foville y Bouillaud, é indicado la serie de consideraciones que han tenido en cuen- ta Rochoux, Cruveilhier y Se. Pinel, para re- batir esla deducción de fisiología patológica. En el estado aclual de la ciencia parece dificil re- ferir á lal ó cual lesión particular del encé- falo, las alteraciones funcionales que sobrevie- nen como espresion de un cambio en la tes- lura de esta viscera. Mas no por eso deja de estar averiguado, que las enfermedades de este órgano deben influir en la producción del vi- cio de la palabra que nos ocupa. Rostan (Trai- te de diag., 1.1, p. 534; 1826) se espresa co- mo sigue acerca de este punte: «La tartamu- dez sobreviene en las enfermedades del cere- bro. Es raro que esta larlamudez, que puede llamarse morbosa, sea efecto de una alteración idiopálica de los órganos de la palabra; pero se la observa en la congestión cerebral, en la hemorragia, en el reblandecimiento del cere- bro, en la aracnoiditis cuando llega á afectar- se la sustancia cerebral, en las enfermedades crónicas y locales del encéfalo, tales como los tumores cancerosos, tuberculosos , fungosos, huesosos, etc.» No podríamos insistir mas en la descripción de esta forma de tartamudez, sin anticipar consideraciones que naturalmen- te no corresponden á este lugar. «Teniendo en consideración la tumefacción de la cara, la dificultad de la respiración , y la fatiga, que acompañan á la acción de hablar en ciertos tarlamudos, se ha supuesto que puede depender la tartamudez de una afección torá- cica. Se ha preguntado si no podria el desorden de los movimientos de las costillas y del dia- fragma, y del ejercicio de los pulmones, pro- ducir esla alteración de la palabra. «Hervez de Chegoin que está en posición de analizar las causas de la larlamudez, ha respondido de la manera siguienle á esla su- posición aventurada: «Lasenfermedades de los órganos contenidos en el pecho y las lesiones de las paredes de esla cavidad pueden segura- mente alterar mucho la palabra; pero jamás producen la verdadera larlamudez. Si hay quien se incline á creer que puede por lo menos au- mentarse este vicio por la dificultad en la res- piración, yo establecería una opinión comple- tamente opuesta, fundándome en lo que he ob- servado en cierlos dolores neurálgicos muy violentes de los lomos y de la base del pecho, durante los cuales realmente tartamudeaba yo menos; y esplicaria esle hecho diciendo, que la respiración entonces breve y como á salios, hace que se corlen las palabras, obligando asi á la lengua á hacer movimienlos interrumpi- dos, que son los que disminuyen la tartamu- dez, puesto que la aumenta de un modo mani- fiesto la sucesión continua y rápida de dichos movimienlos. También he hecho muchas veces otra observación, y es, que estando á punió de tartamudear una sílaba que quería pronunciar por el mismo movimiento de espiración que la precedente, la formaba sin titubear, si dete- niéndome de pronto, hacia una nueva inspira- ción antes de continuar hablando; y eslo sim- plemente , porque la lengua relajada lambien durante el movimiento de inspiración, lenia tiempo de disponerse y colocarse cual convenia para la sílaba siguienle.» »La posición viciosa de los dientes, el vo- lumen de la lengua , su grosor, la relajación de sus ligamentos y la prolongación del frenillo, se han considerado sucesivameule como, otras tantas causas de la larlamudez. También se la ha alribuido á un vicio de conformación déla mandíbula inferior. Delius creyó que la afec- ción que nos ocupa dependía de la existencia de un paladar doble; otros la han mirado como efecto de una división de la campanilla, ó de una conformación particular del hueso hioides. Eslas diversas opiniones no han tenido igual acogida: algunas de ellas encuentran todavía defensores, y otras han caído enteramente en el olvido. «Sabido es que hace mucho tiempo que los autores de patología han indicado la influencia de la prolongación del frenillo lingual en la pro- ducción de la larlamudez. Guido de Chauliac oponía á esta enfermedad la sección del freni- llo; Boyer (Traite des mal. chir. , t. VI, pági- na 402,1822) consideraba la prolongación de este órgano como capaz de dificultar el ejerci- cio de la palabra, y en su consecuencia pro- ponía corlarlo Irasversalmente. Pelit (Dict. dei sc.\méd., t. XV, p. 496) habia hecho hacia mucho tiempo una observación análoga, y afir- maba que en algunos casos ocasionaba esle vi- cio la dificultad de articular ciertas palabras. DE LA TARTAMUDEZ. 205 Tal era el eslado de la ciencia sobre esta cues- tión, cuando en 1830 Hervez de Chegoin hizo de ella el objeto de una interesante memoria, de la cual vamos á trasladar aqui los principa- les resultados. «Para el médico que acabamos de citar la larlamudez depende de un defecto de propor- ción enlre la longitud de la lengua y la distan- cia que separa este órgano de las paredes de la boca. Eslas pueden tener las configuraciones mas variadas sin que por eso produzcan la tar- tamudez, siempre que la lengua pueda fácil- mente alcanzarlas en los puntos en que es ne- cesario su contacto para la formación de las sí- labas. Por el contrario, la lengua que presente las formas mas análogas á las de las personas que hablan sin dificultad, será causa de tarta- mudez, si le falta una sola línea de las dimen- siones que necesita para llegar sin esfuerzo á las partes que está destinada á tocar, ó si algún obstáculo que le sea inherente, se opone á que sus cambios de forma y posición se verifiquen tan rápidamente como se necesite para su modo de funcionar. «Hervez de Chegoin cree, que para que la lengua presente todas las condiciones conve- nientes, debe tener mayores dimensiones de las que le son estrictamente necesarias, y que des- cendiendo de esle punto empieza la tiihcullad, hasla que resulla la tartamudez. «Se repondrá, sin duda, que aquellos á quienes se ha cortado una parte de la lengua, continúan hablando sin volverse tartamudos, y que los individuos privados de esle órgano no adolecen tampoco de semejante vicio. A esta objeción responde Hervez, que en tales casos, ó bien la porción de lengua cortada era lan po- co considerable, que no se habían cambiado sus relaciones con la cara interna de la boca, ó bien quedaba tan poca parle de este órgano, que en ta| estado los individuos no pronunciaban ya como los otros, lo cual parece confirmar la teoría. «Para que exista la larlamudez es preciso que la lengua esté casi en las condiciones con- venientes para desempeñar sus funciones; cuan- do se aparta de ellas demasiado, ya no hay va- cilación, es decir, tentativas ó conatos para llegar al punte, ni esperanza de conseguirlo, sino imposibilidad completa: en esle casóla pronunciación varia sin que haya tartamudez; de modo que para librarse de esle vicio, es me- jor una lengua muy corla, que una á la que solo falten muy pocas líneas. «La mala conformación que determina la enfermedad que es objeto de este artículo, con- siste en el acortamiento real del tejido carnoso de la lengua, ó en la disposición viciosa del fre nillo , que fija este órgano á la pared inferior de la boca , encerrándole en límites demasiado estrechos. »E1 acorlamiento del lejiio carnoso de la lengua no puede apreciarse sino cuando es muv marcaao: sucede algunas veces que llega; aun grado tal, que la dificultad de la pronun- ciación se halla evidentemente relacionada con el defecto de longilud, y no debe quedar duda alguna sobre la conexión enlre la causa y el efeclo. Enlre el acorlamiento escesivo y la con- formación natural hay grados muy numerosos, que constituyen las diferencias de la tartamudez dependiente de esta causa. »E1 segundo obslá&ulo que se opone á los movimientos fáciles y regulares de la lengua, es la mala conformación del frenillo. Observan- do atentamente la lengua de un individuo afec- tado de tartamudez, se ve, ó bien que el freni- llo se prolonga demasiado hacia la punta, ó bien que es mas duro ó mas grueso, ó que el suelo de la boca es menos movible, ó que la lengua en fin es realmente mas corta, de modo que la inversión de su punta sobre su cara su- perior es menos completa y mas dificil que en el eslado normal. Por último, si se mide com- parativamente la longilud de la lengua, consi- derada lambien desde la conclusión del freni- llo hasta su punta, y la distancia que hay des- de este á los dientes anteriores, se notará fá- cilmente que no existe la misma proporción que en los casos regulares. No tratamos ahora de medidas absolutas, sino únicamente de me- didas relativas; ni tampoco de defectos que inutilicen la lengua enteramente para desempe- peñar sus funciones , sino de vicios de confor- mación que la precisen á ejecutarlas con cier- tos esfuerzos, pero sin oponerse aellas com- pletamente. «Hervez de Chegoin (loe. cit., p. 31) en la memoria que hemos analizado de un modo muy sucinto, espone como sigue el plan de trata- miento que ha adoptado definitivamente. «Examino primero con minucioso cuidado la conformación de la lengua, sea en su tejido carnoso, sea en los vínculos que la fijan á la cara inferior de la boca. Veo si la punta puede ejecutar con facilidad el movimiento de redo- blarse sobre su cara y cuanlo es lo que puede alargarse fuerade los "arcos dentarios. Este exa- men me sirve para formar mas ó menos espe- ranzas de buen éxito, y para reconocer la es- pecie de vicio de conformación que es preciso remediar. «Si juzgo que la causa de la tartamudez tie- ne su asienlo en el frenillo, practico su sec- ción....» «Aqui entra Hervez de Chegoin en la des- cripción de un procedimiento operatorio que le es propio, y que podrá tener cabida perfec- tamente en las obras que traten de las opera- ciones quirúrgicas «Cuando el acortamiento de la lengua de- pende del mismo tejido carnoso, nada hay en- tonces que corlar , sino mas bien que añadir si fuera posible. No tengo todavía esperiencia sobre este punto; pero el raciocinio fundado sobre lo que precederme ha movido á creer, ue un cuerpo estraño, tal como una lámina e plata por ejemplo, que forrase los arcos den- 206 DE LA TARTAMUDEZ. torios y los aproximase asi á la lengua que no puede alargarse, tendría un resudado ventajo- so para la pronunciación de algunas sílabas; y digo algunas, porque, hay otras que se for- man por los movimientos de la lengua hacia airas, los cuales se hallan lambien entorpecidos por su vicio de conformación. «En todos los casos es preciso, que después de la sección del frenillo, se dediquen los tar- tamudos largo tiempo y á menudo á pronun- ciar lenta y bien distintamente todas las síla- bas, fijándose en repetir lasque les son mas difíciles; en una palabra, deben empezar por articular separadamente cada sílaba. Mas como la dificultad no aparece sino cuando es preciso enlazarlas, á esla especie de unión es sobre lodo á la que deben alender , forzando para ello los movimientos de la lengua, á fin de que emplean- do mas fuerza de la necesaria, llegue este ór- gano á moverse convenientemente y sin ningún trabajo.» «En otra parle dice este aulor al asentar las principales conclusiones que saca de su tra- bajo : «La sección del frenillo ha precavido muy probablemente la tartamudez en muchos ni- ños , y la ha curado en algunos. En los casos simples y en la infancia es suficiente este me- dio para obtener la curación : en una edad mas avanzada, es preciso empezar también por esla ligera operación ; hacerla con algunas precau- ciones; oponerse á la reunión de las partes di- vididas , y acostumbrar en seguida la lengua tior repetidos ejercicios á los movimientos y á os cambios de forma necesarios para cada sí- laba. Cuando no tiene el tejido carnoso de la lengua las dimensiones necesarias, todavía es posible, aunque solo en parte, corregir por un medio artificial la tartamudez que depende de esle vicio de conformación. «Natlh/.lezv y CLASIFICACIÓN EN LOS CUADROS nosológicos. — Sauvages (Nos. met., loe. cit., p. 365) ha descrito la historia de la larlamu- dez entre las afecciones con debilidad, en el or- den tercero de las discinesias, como un eslado siderar la cuestión. «Cómo puede concillarse lal idea, dice esle autor, con la eslremada fa- cilidad con que ejecutan los tartamudos todos los movimienlos posibles aparentes de su len- gua y de sus labios? Cómo hacerla cuadrar Limbicn con el oslado convulsivo ó espasmódico que presenten en la larlamudez tocios los órga- nos de la voz, carácter que no permite compa- rarla con el balbuceo asténico , sínloma de la embriaguez ó de la congestión cerebral? Aña- diremos en fin, que como es sabido , la vejez debilita muy sensiblemente la energía de la ac- ción muscular , sin que por eso deje de produ- cir á veces la curación espontánea de la tar- tamudez. » «Gran número de patólogos han considera- do la larlamudez como la espresion de an es- tado particular de los centros nerviosos. Segun Rullier (loe. cit., p. 157) en el eslado fisioló- gico ordinario los fenómenos de la voz y de la palabra están en relación constante con los di- ferentes grados de escitacion cerebral, y cor- responden siempre por su precisión y su faci- lidad á la energía de los sentimientos y á la claridad de las ideas. El esceso y el defecto de escitacion cerebral tienen sobre nueslro lengua- ge una influencia tan marcada, que ó salen Jas palabras con ímpetu y facilidad como de un manantial fecundo, ó bien acreditan con su len- titud y dificultad cuanto trabajo cuestan á la inteligencia. Asi, pues, ha creido Rullier poder aventurar la congetura siguiente. En el tarta- mudo la irradiación cerebral que sigue al pen- samiento y se convierte en principio á propó- sito para poner en acción los músculos necesa- rios á la espresion oral de las ideas, sale con tal impetuosidad y se reproduce con tanta li- í gereza, que escedé el grado de movilidad posi- I ble de los agentes de la articulación. Halláo- j dose entonces eslos como sofocados por laacu- I mulacion de la causa escilante de sus mo- i vimienlos, caen en ese estado de movilidad espasmódica y de sacudidas convulsivas, que caracteriza la larlamudez. Segun esta conce- de impotencia del movimiento y del senlimien-1 lura, la vacilación de la lengua no sería mas lo que afecta los órganos sometidos al imperio de la voluntad. Esla opinión ha prevalecido mucho tiempo en la ciencia, y Sagar (Synop. nos. met., Edimb. 1799; t. 1, p. 313),'asi co- que una debilidad puramente relativa délos órganos de la articulación , procedente del de- fecto de relación enlre la exuberancia de los pensamientos, la ligereza coexislente de la ir- mo Cullen [Synop. nos. met., Edimb. 1795, I radiación cerebral que le corresponde, v la vi p. 333), la han apoyado sin titubear, ltard, que parece adoptarla, la cree confirmada por la analogía que supone existir enlre la ver- dadera tartamudez y el eslado de vacilación de la lengua que se observa durante la embria- guez, ó en la disposición á la apoplegia. «La tartamudez liene la mayor analogía con el temblor, pues como él es intermitente, variable y sometida á la influencia inmediata de las causas morales (Acad. de med., sesión del 14 de diciembre 1830), aproximándose mu- cho al que eslá sostenido por debilidad. «Rullier (loe. cit., p. 158) ha refutado per- fectamente á nueslro parecer este modo de con- veza posible de los movimienlos sucesivos y ta- ñados capaces de espresar las ideas por medio de la palabra. Deleau (Acad. des scienc, sesión del l.°de diciembre, 1828), que admite Ires formas de tartamudez, dice que entre ellas hay una que debe atribuirse á un vicio de pronun- ciación contraído en la infancia , pero sin es- presar cuál sea su naturaleza; otra que es pro- ' (lucida por una lesión orgánica, y que se ob- i serva en los apopléticos, en los paralíticos, en ¡ciertos idiotas, etc.; y últimamente olra cuya causa próxima es una voluntad poco firme, una I acción cerebral incompleta, ó bien un influjo ! nervioso insuficiente para dirigir cual conviene BE LA TARTAMUDE2. 267 los órganos que sirven para la producción de 1 la palabra. Dedúcese, pues, evidentemente que I la opinión de Deleau es contraria á la que sos- tiene Rullier. «Magendie (Dict. de méd. et de chir. prat., t. IV, p- 67) ha opuesto á la teoría del médico que acabamos de cilar, numerosos casos de lar- lamudez, observados eu individuoá'que podian lomarse lodo el tiempo necesario para la espre- sion de las ideas, que no eran nada abundantes ni rápidas. Piensa este aulor que es inútil bus- car la causa de la tartamudez, y añade que todas las espiraciones que se han dado con este fin son ilusorias. «Creemos que la primera parte de esta pro- posición no puede admitirse por ningún mé- dico que desee los progresos de la ciencia; pues aunque el estudio eliológico de las enfermeda- des se halle erizado de numerosas dificulta- des, no por eso ha de dejarse de empren- derlo. Cierto es que han de tomarse muchas precauciones, cuando se Irala de seguir una senda tan espinosa en laque es fácil perderse; pero no es esle molivo suficiente para abando- narla. No debería olvidar Magendie, que ele- vándose al conocimiento de las causas próxi- mas de las enfermedades, es como llegan á en- contrarse medios para combatirlas; aserción que no podrá poner en duda sin censurar sus propios escritos. Nosotros creemos con Magen- die, que las esplicaciones que se han dado de la tartamudez son generalmente ilusorias, y sin embargo nos parece demostrado que algunas se adaptan perfectamente á cierlos casos parti- culares, y que á los autores que las han emi- tido lo único que se les puede decir es, que han querido fundar indebidamente en algunos hechos bien observados la esplicacion de todos los casos posibles. La mayor parle de los médi- cos consideran la tartamudez como una afec- ción de naturaleza esencialmente nerviosa. Voisin, Aslrie y Colombat, han sostenido esta tesis con numerosos argumentos, que nos es im- posible reproducir en esle lugar. Insisten estos autores en la influencia del ritmo como medio . regularizador de la incitación y de la irradia- ción cerebral, y refieren algunas observaciones ' que propenderá probar, que inspirando con- fianza á los tartamudos, haciendo que hablen con el rostro cubierto por una mascarilla , y aconsejándoles que usen los alcohólicos cuya acción los anima en ocariones á sobreponerse á teda crítica, se los libra momentáneamente de su dolencia. Si las impresiones ligeras aumen- ■ ' lan la larlamudez, dicen aquellos autores, las ',; impresiones vivas, las pasiones vehementes, c los grandes movimienlos del alma, tales como p los que produce la cólera, el miedo, una inju- v ria «rave,un peligro inminente, etc., hacen ' desaparecer esla afección por algunos instan- ". les. Añaden, que las personas cuya inteligencia eslá poco desarrollada, como los niños hasla los ,', cualro ó cinco años y los viejos, no larlamu- \ deán sino muy raras veces, porque uqús y oíros en general se impresionan mas débilmen- te. Por úllimo , indican la influencia que tiene la imitación para producir la tartamudez. «Apreciando cuidadosamente estos diversos argumentos, se reconoce muy luego que se ha- llan lejos de conducirnos á unas mismas con- secuencias. Unos propenden á probar, que una acción cerebral muy enérgica determina una gran rapidez en la acción de pensar, y favore- ce el desarrollo de la tartamudez, llamando ha- cia los órganos^le la articulación de las pala- bras una sobrelrclividad de ejecución que no pueden soportar. Mas otros no permiten dudar que la larlamudez es muchas veces la espresion ue una pereza de la inteligencia, debiendo en- tonces atribuirse la vacilación del discurso á la lentitud del pensamiento. Por otra parte nos parece demostrado ademas, que los órganos de la palabra pueden eslar afectados de un tem- blor coréico, que causa olra nueva especie de tartamudez. Linneo tuvo probablemente en cuenta esta enfermedad , cuando colocó la tar- tamudez [Synop. nos. met., t. 1, p. 111; Edim- burgo, 1795) entre las agitaciones musculares. En fin, como última forma de la tartamudez nerviosa, no titubeamos en indicar ese vicio de la palabra que resulta de un defecto de coinci- dencia enlre el momento de la espiración , y por'consiguiente de la fonación , y el instante en que empiezan á funcionar los órganos de la palabra: las personas que padecen esta lesión no tartamudean cuando hablan en voz baja. «En resumen , nosotros reconocemos cua- lro formas de tartamudez nerviosa idiopática, que denominamos y clasificamos del modo si- guienle : 1.° tartamudez con exuberancia de las facultades intelectuales; 2.° tartamudez por dis- minución de la inteligencia; 3.° tartamudez co- niforme; y 4.° tartamudez por espiración an- ticipada. »Sin embargo, no somos nosotros de los que miran á la larlamudez como una afección siem- pre idiopálica. Ya hemos mencionado mas ar- riba laque resulte de una modificación orgáni- ca de los centros nerviosos, la que llama Ros- tan tartamudez morbosa , y cuya existencia no creemos pueda negarse. Aparece esta última especie como síntoma de una enfermedad que puede variar en cuanto á su asiento y natura- leza , y podria llamarse tartamudez por pa- rálisis. «Morgagni (De sed.et caus.morb., ep.XIV, §. 38) refiere la opinión de Santorini, quien miraba la tartamudez como procedente de dos agujeros insólitos escavados on el hueso maxi- lar; el hecho deDe!ius(iict. N. C. t. VIH, ob- servación 106), que encontró doble el velo del paladar eo un tartamudo , y la doctrina de Hahn (Commerc. litt , año 1736, hebd. 31, n. 1 , ad §. 25), que atribuía la larlamudez á • una mala conformación del hueso hioides. Ma- gendie (loe. cit., p. 65) ha rebalido eslas di- versas esplicaciones, y otras en que hemos in- sistido ya anteriormente , diciendo que « la 508 DE LA TARTAMUDEZ. inspección de los órganos vocales de un tarta- raudo, hecha con toda la atención imaginable, no demuestra las mas veces diferencia alguna apreciable de los mismos órganos en una per- sona sana. Ademas, cómo conciliar la existen- cía de causas físicas constantes con las innu- merables variaciones que presentan los fenóme- nos de la larlamudez?» Sentimos mucho que al escribir eslas líneas, no tuviera ya conocimien- to Magendie del interesante trabajo de Hervez de Chegoin sobre esta materia: entonces hu- biera podido discutir la cuestión mas concien- zudamente, y nos habría dejado un buen exa- men crítico. En el estado actual de la ciencia, nos parece que modificando un poco la escesi- va eslension que Hervez de Chegoin ha dado á su modo de pensar, debe reconocerse con esle distinguido observador que «el vicio local que produce la tartamudez consiste en un obstácu- lo á los movimienlos de la lengua, en los cua- les hay dificultad, pero no imposibilidad. Es- te obstáculo consisto. ó en el acortamiento de su tejido carnoso, ó en la disposición que pre- senta el frenillo, ó bien en un defecto de rela- ción entre la lengua y las paredes de la boca, que debe locar en cierlos puntos para la for- mación de muchas sílabas. Pueden articularse los sonidos teniendo inmóvil la lengua; pero entonces no se tartamudea , sino que se habla de una manera desagradable y apenas inteli- gible. Cuando dura mucho tiempo la larlamu- dez, toman los músculos de la lengua un hábi- to vicioso de conlraccion , que es un obstáculo para curarla; y aun puede suceder tal vez que adquieran en su forma cambios imperceptibles á la vista, pero reales: muy poco se necesite para producir la tartamudez ordinaria.» Esla variedad constituye la tartamudez por modifi- cación del estado de la lengua. »Si los hechos que acabamos de mencionar son verdaderos, debe colocarse la tartamudez en una obra de nosología enlre las neurosis, en cuanto á las cualro primeras formas que he- mos indicado. En cuanlo á las dos últimas, no constituyen masque una perversión sintomáti- ca, y no deben separarse de las alteraciones que las determinan. «Historia y bibliografía.—La histeria de la larlamudez no se halla espuesta por completo en ningún tratado de patología; solo como es- pecialidad ha fijado la atención , y baja este aspecto se ha sustraído á la crítica general. No volveremos á enumerar en este párrafo los tra- bajos que nos han servido de base para formar este artículo, pues á su tiempo hemos ido ci- tando cuidadosamente las fuentes en que he- mos bebido. Bueno seria examinarlas; pero ya lo hemos hecho al tratar de la naturaleza de la larlamudez. Por ahora nos bastará recor- § dar al lector, que enlre los trabajos mas im- portantes que se han publicado sobre esta materia, conviene consultar especialmente el capítulo que ha consagrado Sauvages en su Nosología metódica al estudio de la tartamudez; la obra de Colombal; el articulo de Magendie, que reasume cuidadosamente las opiniones de Malbouche; la memoria de Hervez de Chegoin, que acaso debiera haberse estudiado mas, y so- bre todo el artículo eslenso Tartamudez , que ha insertado Rullier en la segunda edición del Diccionario de medicina » (Monneret y Fleirt, Compendium1 ele médécine pratique , t. I, pági- nas 516-534). ORDEN SESTO. Enfermedades do lo» sistema* muscular y fibroso. ARTICULO PRIMERO. Del reumatismo. «Etimología.— La palabra reumatismo se deriva de />i«, flujo, y de reuma, fluxión. «Sinonimia.—Vw.uxrtíi*oi, fw/ia, Galeno, Dioscorides ; rheumatismus, Plinio, Sauvages, Linneo, Vogel, Boerhaave, Junker, Cullen, Sy- denham, Pinel; myositis, Sagar, Ploucquel; myitis , Crichton ; dolores rheumatici, Hoff- mann ; arthodinia , Cuiten ; cauma rheumatü- mus, Young; arthosia acuta et chronica, Good; arthritis rheumatica Swediaur; febris rheuma- tica de diferentes autores. «Definición y división.—Antiguamente se referia á la palabra reumatismo la idea de una fluxión humoral: «Est autem passio generali- ter acuta, dice Celio Aureliano, alque slriclura suffecla , adjuncto levi humoris fluore, quem rhuraatismum vocant» (en Boerhaavi Aphor., t. V, p. 599, en 4.°; París, 1773). Aunque los antiguos usaban la espresion reumatismo pan designar enfermedades muy diversas por su naturaleza y por su asiento, llamaban espe- cialmente de esle modo el reumatismo articu- lar, que se esforzaban por separar de la gola. Los autores modernos se han apartado poco de las doctrinas antiguas ; pero en estes últimos tiempos ha adquirido mas precisión el sentido de la palabra reumatismo. Muchos médicos re- fieren todavía la gota al reumatismo; mas por punto general s? conviene en no dar este últi- mo nombre sino á las afecciones dolorosas agu- das ó crónicas de las articulaciones, de los més- enlos, de los tejidos sero-fibrosos y de los órga- nos en cuya composición entran uno ó muchos de los tejidos que acabamos de nombrar (reu- matismos viscerales). Adviértase sin embargo, que aunque se conoce bien la naturaleza del reumatismo articular agudo, no sucede lo mis- mo con el reumatismo articular crónico y con el que afecta los músculos y las vi jeeras. «Háse dividido el reumatismosegun las par- tes que afecte mas especialmente en: 1.° reu- matismo articular; 2.° muscular; 3.» de los ór- ganos internos; división que adoptaremos tam- bién nosotros. DEL REUMATISMO. 200 J. 1.° fíeumaJismo articular. «Sinonimia.—Reumatismo simple, artritis reumática, reumatismo fibroso , arlro-reuma- tismo , sinovilis. «Definición.—El reumatismo articular es la flegmasía aguda ó crónica de la membrana rinovial de las articulaciones, independiente de toda violencia eslerior, y caracterizada por el dolor, la rubicundez y la tumefacción de los te- jidos que rodean Jas articulaciones, ó por uno solo de eslos fenómenos, como sucede en el reu- matismo crónico. «División.—El reumatismo articular es agu- do ó crónico. »I. It «-lunatismo articular agudo.—Muchos datos existen para la historia del reumatismo articular agudo, pero no lodos de igual impor- tancia. De los mas antiguos, que con harta frecuencia eslan plagados de hipótesis v de er- rores, solo nos serviremos cuando puedan ilus- trar algunos puntos de la histeria del reuma- tismo , y por el contrario , daremos eslenso lu- gar á las investigaciones modernas de que ha sido objeto esta afección. Por último , nos val- dremos lambien para redactar esle artículo, de las observaciones recogidas por uno de nosotros en las diferentes salas de hospitales que de cinco años á esla parle han eslado á su cargo. Estes observaciones, cuyo número asciende á ciento diez, le han permitido comprobar la exactitud de ciertas proposiciones, y desechar otras que no eslan todavía suficientemente es- tablecidas. Bien se nos alcanzan las dificuha- desque ofrece el esludío del reumatismo, y asi es que á menudo nos atrincheraremos en una prudente reserva, sin que por eso dejemos en mas de un caso de aventurar nueslro juicio sobre los trabajos que se han publicado desde hace algunos anos. «Alteraciones anatómicas.—Interesan la tú- nica serosa, los tejidos fibrosos y los cartila- ginosos. nAlteraciones que interesan la membrana sinovial , su producto de secreción y los tejidos fibroso y cartilaginoso.—Antes de indicar las esiones que tienen su asiento en la membrana 6¡novial, recordaremos que existen enlre los anatómicos grandes disidencias respecte de la estructura propia de este membrana. Rudol- phi, Valentín , Henle y Burggraeve , admiten que alrededor de los cartílagos cesa de pronto la sinovial, y produce solamente una laminilla lisa, que se prolonga por encima de las estre- midades articulares, y constituye un epitelium pavimenloso, parecido á esa capa inorgánica de la piel que se llama epidermis. Meckauer cree que las hojas mas superficiales de los car- tílagos constan de células tan aplastadas, que se parecen enteramente á las células del epi- telium. Richel y Gavarrel han comprobado evi- dentemente esla disposición á beneficio de un aumento de trescientos diámetros (Recherckes sur les tumeurs blanches en Annales de la chi- TOMO Vil. rurgie francaise, p. 16, mayo, 1844). De estes estudios anatómicos resulla un hecho de la ma- yor importancia, á saber, que una de las par- les de la serosa.es inorgánica y completamen- lamenle desprovista de vitalidad; al paso que la otra se halla constituida por un tejido celu- lar ricf» en vasos sanguíneos, y dolado de una sensibilidad muy esquisila. En esta última par- le de la serosa es donde se encuentran princi- palmente las alteraciones que determina la fleg- masía reumática. «Rouillaud, cuyos notables estudios sobre el reumatismo tendremos ocasión de citar muy á menudo, dice haber comprobado la rubicun- dez de la sinovial, sola ó con engrosamienlo. La rubicundez, cuyomaliz varia desde el tinte sonrosado hasla ef rojo oscuro y aun lívido, se halla dispuesta en chapas, en fajas, ó'ieparli- da uniformemente (Bouillaud, Traite clinique ilu rhumatisme arliculaire, p. 218, en 8.°, Pa- rís, 1840). Se ignora si el tejido subsinovial eslá inyectado ó rojo , y si la rubicundez es de- bida á arborizaciones vasculares ó á una inyec- ción mas fina y en cierto modo mas capilar. «Muy poco se sabe todavía acerca del pri- mer grado de la flegmasía reumática: como el período de congestión no determina la muerte, no ha habido ocasión de abrir los cadáveres hasla una época mas adelantada de la enfer- medad , después de disipada enteramente Ja congestión flegmásíca. ¿Produce la inflamación reumática la misma alteración que las flegma- sías determinadas artificialmente en los anima- les? No podemos responder á esla pregunta: sin embargo , nos parece úlil para el esludio ana- lómico-palológíco del reumatismo referir aquí el resultado de algunos esperimenlos hechos por Richel. Ha viste la sinovial muy inyectada en su tejido profundo y 'subseroso, aumentán- dose aun mas la inyección cuatro horas des- pués de abierta la articulación, pero siempre limitada á dicho tejido subseroso. Al cabo de veinticuatro horas la superficie serosa se cubre de una linfa plástica que se quita fácilmente, y debajo de la cual se présenla la rubicundez superficial, diseminada en forma de equimosis y de manchas violadas. A las euarenta y ocho horas se espesa la linfa plástica y tema un co- lor de heces de vino; la sinovial aparece gra- nulosa y continúa segregando pedazos de falsas membranas y de pus. En los últimos dias pier- de la sinovial su pulimento, y se cubre de gra- nulaciones formadas por una red vascular sub- serosa (mera, cit., p. 35). En resumen , bajo la influencia del movimiento flegmásico se in- yecta el tejido subseroso; la sinovial se enrojece á su vez sin que en ella se descubran vasos evidentes; se deslruye la hojilla formada por el epitelium, perdiendo su pulimento natural y haciéndose granulosa y como fungosa , y se- grega un líquido seroso, rojizo, el cual se hace luego viscoso y llega á constituir verdadero pus, \ aun á veces se forman falsas membranas (me- moria citada , p. 38). Es vito , pues, que la r l2l0 DEL REC MATISMO. flegmasía se conduce en la membrana serosa articular poco mas ó menos como en los demás tejidos. No nos atreveremos á decir que sean enteramente parecidos los fenójnenus morbosos que se observan en el reumatismo articular; sin embargo, advertiremos que Bouillaud y al- gunos olios autores, han encontrado en casos de reumatismo rubicundez, engrosamienlo y reblandecimiento de los tejidos. También ve- remos que las alteraciones que sufre el produc- to segregado son idénticas en la flegmasía reu- mática y en la producida artificialmente. «Uno de los efectos mas comunes del reu- matismo es alterar la cantidad y la calidad del líquido sinovial. Al aumento de la cantidad de este líquido se refieren la tumefacción de las articulaciones afectas, y la formación de colec- ciones bastante considerables en las coyuntu- ras grandes, como en el hombro, en la rodilla y en el codo. Es, pues , la hidrarlrosis una le- sión que puede pertenecer á la flegmasía reu- mática. Rara vez se halla después de la muer- te mas de una á dos onzas de líquido. Las bol- sas mucosas de los tendones contienen lambien á veces una cantidad anormal de sinovia mas ó menos alterada. nLas alteraciones de calidad del líquido si- novial acompañan constantemente á la flegma- sía reumática. De treinta y tres observaciones con necropsia que trae Bouillaud, era la ma- teria del derrame: en 21 casos pus verdadero, loable, trabado, homogéneo, llemonoso, á ve- ces-amarillento; en 1 caso pus seroso; en 6 sinovia purulenta y turbia; en 1 copos albu- minosos; en 1 líquido sero-albuminoso; en 1 sinovia espesa, amarillenta , turbia , algo pa- recida al líquido espermático; en 1 sinovia es- pesa, y en otro simple^erosidad. Solo una vez ha comprobado Bouillaud el desarrollo de una capa membraniforme en la sinovial de la rodi- lla derecha. En los esperimentos hechos por Richel ha sido frecuente esta exudación plás- tica. »La ulceración y la destrucción de la sino- vial no nos parecen pertenecer á la artritis reu- mática aguda. «Las cápsulas fibrosas y los ligamentos no participan de la inflamación ni presentan alte- ración alguna apreciable, ó porte menos los autores guardan silencio respecto de esle pun- to. Háse pretendido que los tejidos fibrosos, co- mo privados que están de vasos y de nervios, nunca eran asiento de inyecciones ni de las de- mas lesiones tan comunes en las flegmasías de otros tejidos. Sin discutir nosotros esta impor- tante cuestión de anatomía, diremos que los te- jidos fibrosos, los ligamentos, no menos que los cartílagos y los huesos, pueden afectarse con- secutivamente á la flegmasía sinovial; pero que solo se observan semejantes alteraciones bajo la forma crónica, y en casos bastante raros. «El reumatismo articular, dice Cruveilhier, es una flegmasía que ofrece todas las terminaciones posibles de la inflamación , y en particular la supuración y las degeneraciones de tejido co- nocidas con el nombre de tumores blancos» [Anat. path., 4.1 ent). Mas adelante nos ocu- paremos de estos efectos de la artritis (véase reumatismo crónico). En la forma aguda del reumatismo se puede decir que los tejidos que rodean la sinovial no participan de la acción morbosa que en ella se efectúa. »No podemos abandonar el estudio de las alteraciones anatómicas sin tratar de inquirir si la supuración de las articulaciones pertenece realmente á un simple reumatismo articular. Empezaremos por establecer que no todos los hechos referidos por los autores merecen igual confianza. Las tres observaciones de supura- ciones aniculares que ha recogido y publicado Malte, nos parecen referirse á afecciones de na- turaleza muy distinta del reumatismo (Letirt sur la term. du rhum. par suppurat., en VEx- perience, p. 49, n.* 82; 1829). Lo mismo acon- tece con muchos casos lomados por Bouillaud de varios autores y de diferentes colecciones, y que en su mayor parte pertenecen á la cate- goría de aquellos que se han observado en una época, en que no se conocía bien la histeria de las reabsorciones purulentas y de las afeccio- nes sépticas y virulentas que á menudo deter- minan derrames de pus (muermo, flebitis, fie- bre puerperal, etc.). ¿Es esto decir que el reu- matismo nunca determine la secreción de pus en las articulaciones afectadas? Lejos de noso- tros tal opinión; solo queremos establecer que esle caso es sumamente raro: por nuestra par- le no hemos visto un solo ejemplo en mas de cien reumatismos. Consultando los autores, con mucha dificultad, se consigue reunir algunas observaciones. Asi, pues , no podemos me- nos de creer que la flegmasía reumática es una de esas flogosis erilematosas y fugaces, que ge- neralmente ocasionan rubicundez, tumefacción é inyección superficial de las membranas; y muy rara vez secreción de pus. Las inventa- ciones necroscópicas vienen en apoyo de e*le aserto, sobre lodo si se hace abstracción de esos casos dudosos, en que la causa de la supuración es eslraña al reumatismo, ó por lo menos de un origen poco conocido. «No haremos mas que mencionar las alte- raciones coexislenles que residen en las visce- ras , y que dependen de la eslension de la fleg- masía reumática. El endocardio , el pericardio y la pleura son las tres membranas que mas comunmente presenten los vestigios de esla in- flamación , y en su lugar correspondiente he- mos trazado la historia de las curiosas lesiones á que da origen (véase endocarditis, pericardi- tis y pleuresía). Solo recordaremos, que cuando las provoca el desarrollo del reumatismo, ofre- cen los mismos caracteres que en las flegma- sías comunes. «Estos reumatismos internos, como los lla- ma Bouillaud con tanta exaclitud, no difieren de las flegmasías simples y no reumáticas; lo cual, por decirlo de paso, es un hecho que mi- DEL REUMATISMO. 211 lila lambien en favor de la identidad del reu- matismo y de las demás flegmasías membrano- sas. Efedivamente, si la flegmasía reumática difiriese de eslas úllimas, debería presentar una forma especial cuando ocupa la pleura ó el pericardio, lo cual no sucede. » Alteraciones de la sangre.—Después délas lesiones anatómicas de los sólidos, deben ocu- parnos las que esperimenta la sangre en el reu- matismo. Estraido este líquido de la vena por una mediana abertura, y colocado en condi- ciones que permitan á la coagulación verificar- se libremente, forma un coágulo sólido, peque- ño, retraído, cubierto de una membrana ama- rillento, resistente, dedos á cinco líneas de grueso, formada por la fibrina coagulada y reunida en la superficie de los glóbulos y de la materia colorante, que con la serosidad in- filtrada constituyen el coágulo sanguíneo: esle liene los bordes revueltos y se parece bastante á cierlos hongos. Esta forma particular del coá- gulo procede de la enérgica y espontánea re- tracción de la fibrina, que casi en totalidad se halla en la cara superior del coágulo, atrayen- do hacia sí toda su circunferencia. Es lal la firmeza del coágulo, que se le puede levantar y agitar con fuerza sin romperle. Eslá nadan- do en una serosidad diáfana, amarillenla, de color de ámbar ó verdoso, y muy abundante. También se encuentra la capa fibrinosa de que acabamos de hablar en la superficie de los coá- gulos obtenidos por las ventosas escarificadas (Bouillaud). «Los análisis hechos por Andral y Gavarret demuestran, que el reumatismo es una flegma- sía que eleva la fibrina á una cifra tan eleva- da como la inflamación de otro órgano muy di- ferente por su estructura y sus funciones, cual esel pulmonal. De cuarenta y Ires sangrías, lle- gó la fibrina al número 4, 6 veces; al número 5, 4 5 veces; al 6, 13 veces; al 7, 3 veces; al 8, 3 veces; al 9, 3 veces; y al 10, 2 veces. El au- mento de la cifra de fibrina se halla en razón de la intensión y de la eslension de los dolores, de la calentura, y del carácter agudo de la enfer- medad. El término medio oscila entre 7 y 8 (Re- cherches sur tes modifications de proportions de quelques principes du sajng., p. 16, en 8.°; Pa- rís, 1840). Estos resultados obten idos por el aná- lisis química son enteramente decisivos, v no dejan duda alguna acerca de la naturaleza ileg- másica del reumatismo, que en lo sucesivo no se podrá menos de colocar en primera línea en- tre las inflamaciones agudas. «Síntomas.—Los fenómenos morbosos que provoca el reumatismo, se desarrollan en un orden que mas adelante indicaremos (véase Curso); por ahora vamos á estudiarlos cada uno de por sí, empezando por los síntomas lo- cales, que se han llamado articulares ó artríti- cos, y que son : el dolor, la tumefacción, la ru- bicundez y el calor. A. El dolor reumático es un sínloma cons- tante y que anuncia con toda certeza la inva- sión de la enfermedad. Ofrece varios grados de intensión; ora , aunque rara vez, es mode- rado ó leve; ora es agudo, atroz, segun la es- presion de Sydenham. Se exaspera singular- mente cuando se toca ú oprime la articulación enferma. Los menores movimientos comunica- dos por una mano eslraña , ó por la conlrac- cion involuntaria de los músculos, arrancan gritos al paciente. . »EI dolor reumático hace tomar á las par- les afectas ciertas actitudes. Los miembros su- periores se apvximan al cuerpo; los antebra- zos, medio doblados, á los lados del pecho, y las manos á la parte anterior del tórax. Las mu- ñecas y los dedos se hallan en semi-flexion. A veces descansan sobre la cama los dos miem- bros superiores, á los lados del cuerpo y en una eslension complete. Cuando el reumatismo articular ocupa los miembros inferiores, se ha- llan eslos eslendidos y aproximados uno á otro, y los pies inclinados hacia dentro ó hacia fue- ra, en disposición de evitar la presión dolorosa de las cubiertos. La inmovilidad absoluta que guardan los sugetos, y la actitud especial de los miembros afectados, sirven para dar á co- nocer la enfermedad. «Según Bouillaud no debe atribuirse el do- lor reumático á la membrana sinovial infla- mada, sino á los nervios sensitivos que se dis tribuyen en los tejidos que rodean la articu- lación (Journal hebdomadaire de méd. , 25 de agoste de 1834). Verdad es que en los esperi- mentos hechos en animales se puede irritar, dislacerar la sinovial, los tejidos fibrosos, los ligamentos y los cartílagos, sin provocar dolor; pero cuando se abre una articulación y se la deja que empiece á inflamarse, se queja el animal cuando se trate de imprimir algún mo- vimiento al miembro. Una inyección irritante hecha en una articulación , provoca instantá- neamente un dolor agudo, viéndose al animal agitarse y manifestar grandes padecimientos. Asi, pues, bien resida el dolor en la túnica si- novial , ó bien en los nervios sensitivos de las parles inmediatas, lo cierto es que la flegmasía produce el efecto casi constante de determinar un aumente morboso de la sensibilidad en te- jidos que en el estado normal eslan privados de ella. »B. La tumefacción es un sínloma que apa- rece desde el principio del reumatismo al pro- pio tiempo que el dolor. Generalmente es mas pronunciada en las articulaciones pequeñas, como por ejemplo, en las de los dedos de la mano. Sin embargo , también es muy evidenle la tumefacción en las muñecas, los maleólos, la articulación eslerno-clavicular y las rodi- llas. Cuando la tume/accion reumática se pre- senta en los dedos del pie ó de la mano, se ba- ilan la piel y los tejidos subyacentes tersos, re- lucientes y rojos. «La tumefacción depende de dos causas: la congestión inflamatoria que se verifica entes tejidos que rodean la articulación afecte, y el 112 DI.I. RF.l MAT1SM0. derrame de sinovia en la cavidad articular. La turgencia inflamatoria de los tejidos es debida al aflujo de líquidos, y en particular de san- gre; hiperemia sanguínea que se manifiesto evidentemente por la rubicundez , y en ciertos casos por el desarrollo apreciable de las venas subcutáneas, y la pulsación de las ramas arte- riales mas superficiales (Bouillaud, p. 235). »La hidrartrosis esla causa principal del aumente de volumen de las coyunturas afectas, míe se desfiguran entonces de varios modos. En la rodilla se borran las depresiones latera- les , y loma la articulación una forma redon- deada", alejándose la rótula del cóndilo del fé- mur, sobre el cual se desliza en el estado na- tural. Cuando se la rechaza hacia airas se siente y oye un choque debido al repentino contacte dé la rótula con los cóndilos; teñóme - no que se percibe mejor cuando se acumula el líquido sinovial hacia las parles mas bajas, con una mano colocada por encima de la rótula, sobre el músculo redo anlerior del muslo; pues apoyando entonces sobre este hueso, se de- termina el choque de que acabamos de hablar. En la hidrartrosis es mas marcada la promi- nencia de la cápsula articular hacia las parles laterales y superiores de la rótula. Compri- miendo sobre este hueso y comunicándole al- gunos movimientos laterales, se produce en ocasiones ruidos de frote, de deslizamiento, y aun crujidos, que se han comparado á los rui- dos que se perciben en los sugelos afectados de pleuresía y de pericarditis (ruidos de frote y de cuero nuevo^. Acercando el oido al para- ge en que se verifican , se los oye á veces de un modo muy claro. En un caso referido por Bouillaud , se los oía á siete pulgadas de dis- tancia. También se los percibe en oirás articu- laciones, como la muñeca, el hombro y la fle- xura del pie; pero son mas claros y frecuen- tes en la rodilla. Eslos ruidos, como igualmente la sensación de frote, dependen indudablemen- te de la acción morbosa que se verifica en las superficies secretorias, de la calidad del líqui- do segregado, y segun algunos autores, de la tumefacción de la túnica serosa, lo cual nos parece menos probado. «Las demás articulaciones presenten defor- midades relativas á su disposición anatómica natural. Cuando no se hallan cubiertas de mús- culos gruesos, afectan por punte general una forma globulosa, como en los dedos de las ma- nos y los pies; en los tobillos la prominen- cia formada por los huesos disminuye á causa de la tumefacción de los tejidos inmediatos, ue propenden á nivelarse con las elevaciones seas. »La tumefacción articulares, juntamente con el dolor, la causa de ía inmovilidad de los miembros y de la actitud que les dan las per- sonas que padecen reumatismo. La medición permite apreciar el grado de tumefacción y los cambios que sobrevienen en el volumen de las •oyuoturas enfermas; pudiéndose de este mo- do seguir rigorosamente las diversas fases de la hidrartrosis. l.a fluctuación es olro signu cuya existencia os pm iso investigar en todos los casos, aunque generalmente no se te puede apreciar muy bien mas que en la rodilla, y a veces en la muñeca. »C. La rubicundez culánea, llamada im- propiamente por algunos autores roseóla reu- mática , aparece constantemente cuando la fleg- masía tiene mucha intensión. Hállase consti- tuida por un color sonrosado, bermejo, igual, y sin embargo mas pronunciado en un punto de la articulación que corresponde á su cenlro, y desde el cual va disminuyendo hacia la cir- cunferencia. Desaparece con una ligera presión y vuelve á presentarse en cuanlo «e deja de opri- mir. En lodas las coyunturas que no eslan cu- biertas por músculos muy gruesos se obsena esla rubicundez reumática, que es muy comuu en las manos, en los pies, en las muñecas, en las rodillas y en la articulación estenio-clavi- cular. Casi siempre acompaña á la tumefac- ción y al dolor. »D. El aumento de calor es segun Boui- llaud, un fenómeno efectivo, cuyos grados ha comprobado muchas veces por medio del ter- mómetro (ob. cit. , p. 237). Siente el enfermo en las articulaciones afectes un calor interior, á menudo muy incómodo. »Síntomas generales.—Para hacer con al- guna claridad la descripción de los fenómenos simpáticos ó de reacción , debemos estudiar separadamente el reumatismo simple y el com- plicado (véase Complicaciones). Segun cierlos autores no es raro el reumatismo únicamente articular. Pero sea como quiera . diremos con Bouillaud, «que suele ger muy dificil deslindar con exactitud la influencia de la reacción sim- pática del reumatismo articular sobre el siste- ma sanguíneo, ó sea de la reacción febril, y aislar perfectamente eslos fenómenos de reac- ción, de los que pertenecen á las afecciones di- redas del corazón que coinciden con el reu- matismo articular» (p. 243). «Háse dado el nombre de fiebre reumática ó artrítica , á la que depende de la existencia de la flegmasía articular. Algunos autores han usado esta espresion de¿ fiebre reumática, pan designar una especie de calentura esencial, qoe consideran como uno de los principales ele- mentos de la enfermedad , suponiendo que pre- cede al desarrollo de los dolores, y persiste después de haber desaparecido estos." En la ac- tualidad no se puede conservar semejante sen- tido á la palabra fiebre reumática: nociones mas exactas de analomia patológica, y una observación mas atenta, han^demostrado que el movimienlo febril se manifieste en tres condi- ciones patológicas diferentes: 1.° precede ai desarrollo de los sínlomas locales, y especial- mente del dolor f de la tumefacción ; 2/ los acompaña durante lodo el curso de la afección reumática; 3." persiste después de haberse di- sipado los fenómenos locales. Mas adelante nos DEL REUMATISMO. 213 ocuparemos de la causa que sostiene la fiebre sin los signos locales del reumatismo; por aho- ra nos limitaremos á establecer, que en los dos primeros casos depende de la flegmasía articu- lar, y en el tercero de una inflamación inter- na que generalmente reside en el endocardio ó en el pericardio. »La fiebre que se observa en el curso del reumatismo ofrece una intensión variable, y da lugar á los sínlomas que se han compren- dido bajo el nombre de calentura inflamatoria ó angioténica. El pulso late con fuerza 90, 100, ó 120 veces por minuto; la arteria está ancha, llena, desarrollada; á veces, cuando se decla- ran los sudores, se hace el pulso ondulante. Para apreciar el valor de las diversas medica- ciones que se han propuesto contra el reuma- tismo, no deja de ser importante indagar si la fiebre es proporcionada á los accidentes loca- les. Las observaciones de Legroux le han de- cidido á contestar que no, y que «en reuma- tismos generales, con dolores crueles y tume- facciones articulares, el pulso, ancho y lleno, no se eleva en ocasiones á mas de 100 á 120 pulsaciones por minuto» (Consielerations ge- nérales sur la medication quinique; Journal ge- neral de médécine. , p. 109; 1845). Uno de nosotros ha hecho numerosas observaciones sobre este punto al estudiar los efectos del sulfato de quinina (Monneret, Mémoire sur le traitement du rhumalisme articulaire par le sulfate de quinine, ele.'; Journ. de méd., p. 17, enero, 1844); habiéndose convencido de que la fiebre ofrecía grandes variaciones en el reu- matismo , no menos que en la neumonía, la pleuresía, y en lanías otras inflamaciones, que escitan la circulación en grados variables se- gun los sugelos y oirás circunstancias que no siempre es fácil apreciar. Cree que la intensión del dolor es un fenómeno demasiado variable para que pueda medir el movimiento febril. Tal sugelo cuya sensibilidad es obtusa apenas se queja de un dolor que hace prorumpir en grites á olro enfermo. Ademas, para apreciar ri- gurosamente la intensión de la fiebre, es preciso calcular siempre no solo el grado de frecuen- cia del pulso, sino también su fuerza, su dure za y el grado de temperatura de la piel; asi como por otra parte no solo se ha de tener en cuenla la sensibilidad, sino también la rubi- cundez y la tumefacción articulares. Reunien- do estos diversos elementos se obtiene el re- sultado de que por lo común en el reumatismo articular generalizado es la fiebre proporcio- nada al número de articulaciones afectas, y á la intensión de los sínlomas locales (no deci- mos solamente del dolor). Por lo demás, es- cusadoes decir que solo hablamos del reuma- tismo generalizado y simple; porque en efec- to, hay muchas causas que pueden determinar una fiebre cuya violencia no baste á esplicar el arlro-reumatismo. Ora soslienen la fiebre una endocarditis ó una pericardilis aguda ó crónica; ora se disipa la calentura, pero con- servan cierta intensión los síntomas locales, porque la enfermedad loma una forma crónica y empiezan á afectarse las diversas parles cons- tituyentes de la articulación (reumatismo mono- articular). El que en tales casos quisiera esta- blecer alguna relación enlre la fiebre y los sig- nos locales, se espondria á cometer graves er- rores; mas por el contrario, sabiendo reconocer estas diversas condiciones patológicas, la fiebre reumática sirve muy bien para medir los acci- dentes locales, puesto que es su resultado, di- gámoslo asi, necesario. »La temperatura de la piel es siempre muy elevada, habiéndola encontrado nosotros fre- cuentemente á 39.° y 40.° centígrados. Gene- ralmente cubre todo el cuerpo un abundante sudor, que se deposite en forma de gotas en el hoyo supra-esternal, encima y debajo de las clavículas y en el epigastrio. La piel suele es- lar blanca, reblandecida y como macerada en las palmas de las manos y en ias plantes de los pies. La cara eslá rubicunda ó pálida segun el tratamiento, pero casi siempre inundada de sudor. La piel presenta en la convalecencia un color pálido, ajado , blanquecino, que recuer- da el de la cloro-anemia ; cuando se levantan las cubiertas de la cama, se ve desprenderse de la ropa interior del enfermo, y de las di- versas partes de su cuerpo , un vapor bastante denso, que liene un olor desagradable y nau- seabundo, algunas veces ácido. Hácese sobre lodo mas abundante la traspiración durante el sueño, y cuando despierta el sugelo se encuen- tra en cierlo modo en un baño de vapor que agrava aun mas su desazón y la estraordina- ria fatiga que le causa la inmovilidad absoluta á que se ve reducido. Las sábanas y su ropa interior se hallan empapadas en sudor, y fre- cuentemente es necesario mudarle muchas ve- ces en las veinticuatro horas. «La piel presenta á menudo erupciones mi- liares , á veces bastante confluentes. Uno de nosotros las ha observado en un número bás- tenle considerable de sugelos, siendo los pun- ios en que mas generalmente las ha visto, la nuca, las partes laterales del cuello, las regio- nes supra-claviculares y las parles laterales y sub-posteriores del tronco. Estas miliares ro- jas son en ocasiones bastante confluentes y mezcladas con sudámina. Bouillaud ba obser- vado lambien manchas rojas análogas á las de la roseóla (p. 244), que nosotros hemos halla- do asimismo con frecuencia. Los sudámina solos, se manifiestan bastante á menudo, y po- co mas ó menos en los mismos parages y en iguales condiciones patológicas. El sudor es, segun Bouillaud, ora ácido y ora neutro (pá- gina 245): nosotros siempre le hemos visto ácido. «El sueño es nulo en la mayor parte de los reumáticos; ó bien es corto, interrumpido á cada instante por los dolores articulares. A veces consigue el enfermo dormirse; per» muy luego se dispierla con crueles padecimientos —14 m:i. r.r.i causados por los movimientos involuntarios que se efeclúan durante el sueño. »La cabeza está dolorida: algunas perso- nas sienten en ella una pesadez ó latidos incó- modos. Los ojos y toda la cara se hallan lu- mefaclos; la piel del rostro está lustrosa ó de un blanco mate. La respiración es regular, pero acelerada; la lengua eslá blanquecina, húme- da, sin rubicundez; la boca paslosa, insípida, rara vez amarga; el apelito es nulo; la sed muy viva; en ocasiones hay una angina simple 6 reumática que dificulta la deglución; el vien- tre se halla en todos sus puntos flexible é in- dolente; el estreñimiento es un síntoma casi constante, pasando frecuentemente los enfer- mos ocho á diez dias sin hacer ninguna depo- sición. La orina es de un color amarillo oscuro ó rojo de anacardo, poco abundante, acida, de una densidad notable, que por término medio ha valuado Becquerel en 1022, y deja un se- dimente salino (Semeiotique des uriñes, p. 377, en 8.°; París, 1841). Al enfriarse se enturbia muy pronto, y entonce» se hace jumenlosa; en ocasiones se escrela con dificultad y dolor. Las diversas alteraciones que présenla la orina de- penden de las pérdidas que continuamente se efectúan por la superficie cutánea. oCüllSO, DURACIÓN Y TEIIM1NACION DEL REUMA- TISMO agudo generalizado. —Debemos descri- bir aparte los sínlomas y el curso del reuma- tismo que afecte todas las articulaciones, ya simultáneamente , ya unas después de otras, pero en un corto espacio de tiempo. Dividire- mos los sínlomas que entonces presenta en cua- tro períodos (pródromos, aumento, eslado y de- clinación). »Fenómenos precursores. — En la mayor parle de los casos aparecen los síntomas ge- nerales al mismo tiempo que los signos artrí- ticos, y entonces no hay pródromos. Declárase un escalofrió ligero ó intenso, seguido muy luego de fiebre, de calor en la piel, de cefa- lalgia, de quebrantamiento, de desazón, de fal- la de apelito, y al mismo tiempo se ponen do- loridas una ó muchas articulaciones , no lar- dando en presentarse tumefactas y rojas. Se ha sostenido que la calentura reumática pre- cede muchos dias al desarrollo de los signos locales, y depende de un eslado general cuya determinación morbosa local no se ha man i fes- lado todavía, absolutamente del mismo modo que en los exantemas se manifiesta la fiebre muchos dias antes de la aparición de las erup- ciones cutáneas. «Puede suceder, dice con ra- zón Bouillaud, que en un individuo que vaya á padecer un reumatismo articular, preceda el movimiento febril á la aparición formal de los fenómenos artríticos; pero guardémonos de inferir de aqui, que la fiebre llamada reumá- tica es la causa de las inflamaciones articula- res en vez de ser su efeclo, y que acontece con esla calentura lo misnn que con la que prece- de á lis viruelas» (ob. cit., p 285). Inútil se- rii detenernos mucho en esta cueslíon, que en :m.wi¿mo. el dia lodos tienen por resuella. Los sintonías precursores y la calentura, asi en el reumatis- mo como en la neumonía, la pleuresía y lanías oirás afecciones agudas, se refieren á la acción morbosa que se efectúa en las articulaciones. Puede existir una época en que los signos de esta acción morbosa no sean todavía apre- ciables para el observador, como sucede en otras muchas enfermedades agudas perfecta- mente localizadas; pero este caso es mucho mas raro de lo que se ha dicho, y lo común es que los síntomas locales y lo- generales se des- arrollen simultáneamente. Hemos recogido un número de hechos bastante considerable , en que se marcó la invasión del arlro-reumalismo por un dolor muy pronunciado, acaecido du- rante el día ó á media noche. Creemos, pues, poder admilir con bástenle fundamento, que la invasión de la enfermedad se verifica de tres distintos modos : 1.° empiezan al propio tiem- po los síntomas locales y loé generales; 2.° los síntomas locales preceden á los demás; 3.° la fiebre y los demás fenómenos generales se ha- llan perfectamente establecidos, antes de que aparezcan los síntomas locales; cuyo úllimo caso ocurre rara vez. • Período de aumento.—Cuando se ponen doloridas y tumefacías una ó muchas articula- ciones , queda definitivamente constituido el reumatismo articular. Desde entonces va siem- pre en aumento la intensión de los síntomas locales y generales. La flegmasía articular, que ocupa al principio una ó dos coyunturas, como por ejemplo, las muñecas y los dedos, invade al siguienle dia otra articulación. como la ds la rodilla, la del pie, la del hombro, la del co< do, ó las de los dedos de los pies , y luego se presenta en oirás articulaciones, abandonando ias primeras , para volver de nuevo á ocupar- las los dias inmediatos. Es imposible decir de antemano cuáles serán las coyunturas afecta- das. Ora se fija la inflamación en una ó mu- chas articulaciones de un miembro superior; ora en un miembro inferior; ya se halla afee- lado un solo lado del cuerpo, ya los dos á la vez, que es el caso mas común. En una pala- bra , nada mas variable que el orden en que el reumatismo recorre las articulaciones. El pe- ríodo de aumento debe comprender todo el es- pacio de tiempo duranle el cual invade el reu- matismo nuevas articulaciones, siendo lambien preciso tener en cuenla la creciente intensión del movimiento febril y el aumento de la lem- peralura de la piel. Las cantidades de fibrina pueden asimismo sorvir para medir rigurosa- mente la duración del período de aumente: si en las sangrías que se practican sigue eleván- dose la cifra de la fibrina , no hay duda que el reumatismo continúa en su curso ascendente, aun cuando no invada ya nuevas articulacio- nes ni varié de asiento. De este modo se logra seguir con exactitud la marcha del reumatis- mo, y determinar rigorosamante sus diversos períodos. BEL REUMATISMO. SIS »En el periodo de estado no se crea que pre- senten los síntomas ese curso regular, y uni- forme que afectan en oirás enfermedades agu- das ; sin embargo , en el periodo que estudia- mos, es en el que tienen los sínlomas una mar- cha menos inconstante y menos caprichosa. Eftelivamenle, no se interesan ya nuevas co- yunturas; puede ponerse mas dolorida una ar- ticulación afectada ya; pueden manifestarse de nuevo síntomas locales que hubiesen desapa- recido, porque teles variaciones son peculiares de la flegmasía reumática en lodos sus perío- dos; pero al través de eslas irregularidades en la manifestación de los síntomas, se ve fácil- mente que la afección no progresa ya , y que en cierto modo eslan equilibrados lo's fenóme- dos morbosos. La fiebre es principalmente la que sirve para medir la duración del período que estudiamos. El pulso y la temperatura permanecen en un mismo grado; y este esta- do permanente del calor febril v del número de las pulsaciones arteriales, es eñ nuestro con- cepto una prueba convincente de que no hace el reumatismo nuevos progresos. Hemos hecho esla observación suficiente número de veces pa- ra aconsejará los prácticos que la tengan en cuenla á la cabecera de los enfermos. «Los síntomas artríticos ofrecen variaciones bastante notables, aunque generalmente son proporcionados al movimiento febril. Pueden presentarse dos casosi 1.° los síntomas articu- lares persisten en igual grado, y sin embargo es moderada la calentura ó disminuye notable- mente: en esle caso se puede esperar que se resuelva pronto la enfermedad; 2.° disminu- yen ó cesan los dolores articulares, y en ambos casos no guardan proporción con la calentura, que persiste con la misma violencia que du- rante el período de aumento, y aun á veces adquiere nueva intensión. En "una época no muy distante se decia para esplicar esta ano- malía en el curso de los síntomas, que la ca- lentura reumática era la que daba lugar á las determinaciones morbosas locales, ó en otros términos, á los síntomas articulares. Bouillaud ha demostrado con un considerable número de hechos, cuyo valor nadie pone en duda en la actualidad , que la causa de la calentuta reu- mática sin reumatismo se halla en el desarrollo simultáneo , en la coincidencia de la endocar- ditis ó de una pericarditis. Es lal la frecuencia de esla complicación, que lal vez hubiera sido mas natural, mas conforme á la observación, trazar su histeria al hablar; de las diferentes fases del reumatismo, pueito que se desarrolla en todas las épocas de la enfermedad; pero pre- ferimos consagrar un capítulo á parle á la des- cripción de esla coincidencia , que modifica á la vez los síntomas , el curso y la duración del reumatismo (véase Complicaciones). «Los dolores y demás fenómenos locales, ofrecen exacerbaciones muy marcadas por las tardes y las noches. No debe confundirse esle paroxismo cotidiano con la exasperación del reumatismo; cuya última denominación solo es aplicable á aquellos casos en que hallándose ya el mal en camino de resolverse, vuelven á agravarse los dolores y demás sínlomas locales y generales de la enfermedad. Hay recaída cuan- do habiendo cesado enteramente desde unos pccos dias antes los signos locales y generales, loma á presentarse el reumatismo. «Caracterizan el período de declinación la disminución de la calentura y el descenso del calor cutáneo , con mas seguridad todavía que la suspensión de los accidentes locales. Cuando se ve que la fiebre disminuye diariamente aun- que con lentitud, y que esta mejoría se sostie- ne con corlas variaciones, puede haber segu- ridad de que el enfermo enlre en convalecen- cia. Según las numerosas (observaciones que sobre este asunto ha recogido uno de nosotros, se cree con fundamento para, establecer , que el período de declinación dala del momento en que empieza á disminuir la frecuencia del pul- so , y á descender la temperatura cutánea, ó bien cuando esla vuelve á su tipo normal. Sin embargo, puede suceder que al estado agudo suceda el crónico; en cuyo caso persisten los síntomas Iccales, pero en un grado menor, y al misino tiempo también disminuye ó cesa el mo- vimiento febril, á menos que exista alguna complicación. Marca, pues, el paso á la forma crónica la desaparición de los síntomas ge- nerales. «Duración.—No están acordes los autores sobre la duración del reumatismo agudo ge- neralizado; lo cual depende por una parte de la diversidad de los tratamientos puestos en práctica, y por otra de que se han reunido ca- sos desemejantes, y se ha supuesto que empe- zaba y concluía la enfermedad en épocas dife- rentes. Chomel y Requin dicen que la duración media y común de la calentura reumálica es de unos veinte dias ó tres septenarios (Lecons de cliniquc medícale, página 243, en 8.°; Pa- rís, 1837). Roche establece que esla duración media es de cuarenta dias (artrtte, Dict. de méd. et de chir. prat.). Fundándose Bouillaud en mas de cien observaciones, ha obtenido el notable resultado de que bajo la influencia de las emisiones sanguíneas repetidas, el reuma- tismo agudo generalizado no pasa en general de uno á dos septenarios (ISouvelles recherches sur le rhumatisme articulaire, p. 71, y ob. cil., p. 296). «Por confesión de todos los autores que en diferentes épocas han tratado de la cuestión que nos ocupa, la duración del reumatismo ar- ticular agudo regularmente intenso, es por pun- te general muy larga, pudiendo evaluarse apro- ximadamente por término medio en cuarenta á cincuenta dias.» (Bouillaud, ob. cit., p. 288). El doctor Macleod dice, que de 79 enfermos de reumatismo, la duración de la afección aguda fué de diez días en 11 enfermos, de doce en 4, de dos semanas en 7, de tres semanas en 22, de cuatro semanas en 14, de cinco semanas en 3, de seis semanas en 9, de ocho semanas 21C en 6, de diez semanas en 1, y de diez y seis semanas en i (Tableau relalif á Vhistoire du rhum. , eslrad. en Gaz. méd., p. 70; 1838). Casi lodis los autores que han preconizado la eficacia de ciertas medicaciones en el trata- miento del reumatismo , afirman que ha dura- do uno ó dos septenarios, ni mas ni menos (véase Tratamibnto). »Para poder calcular con algún rigor el liempo que larda el arlro-reumalismo en re- correr los períodos desde su invasión á su ter- minación , es preciso ante lodo ponerse de acuerdo sobre la época á que se quiere que empiece. El escalofrío y la fiebre , ó bien el dolor y la tumefacción , y á menudo eslos dos DLI. KEt'MATISMO. como termino medio de la duración de la en- fermedad antes del tratamiento, la mayoría ele sus enfermos se curó, ó se mejoro notable mente, del'noveno al duodécimo dia de la en- fermedad» (Nouvelles recherehes sur le traite- ment du rhumatitme articulaire aigu par U sulfate de quinine á haute dose; J.urn. ele méd., p. 43 , 1843). Esle resultado seria de los mas favorables que jamás se hubieran obtenido. No acostumbramos poner en duda la exactitud de los hechos enunciados por otros, y creemos que Briquel habrá sido ten afortunado como dice; pero sí advertiremos, que no ha satisfecho las condiciones que antes hemos eslablecido, y cu- ya observancia nos parece indispensable para órdenes de síntomas, deben considerarse como | medir exactamente la duración del reumatismo muestras de la verdadera invasión: la conva lecencia , ó por mejor decir la conclusión del reumatismo, se halla caracterizada por la ce- sación de los dolores y de la calentura. Con solo que quede una coyuntura afecta, ya no puede considerarse como enteramente curado el reumatismo; y mucho menos cuando el mal so ha convertido en una artritis mono-arlicu- lar ó poli-articular crónica. Tampoco puede considerarse como curado un sugelo en quien persiste, la calentura. Si esta depende de una endocarditis ó de una afección orgánica recien- te del corazón, debe advertirse que se ha cu- rado el reumatismo, pero no la complicación: importa mucho entenderse sobre este punto, y poner á parle los casos de esle género. La afec- ción del corazón es una enfermedad que ha podido resalir al tratamiento empleado, pero que no debe obstar para que se mida la dura- ción del reumatismo según las reglas que de- jamos establecidas. Si hay una recaída separa- da del precedente alaque por siete á ocho dias, durante los cuales han desaparecido comple- tamente lodos los síntomas loca'es y generales, puede admitirse que estaba curado el reuma- tismo? No lodos los autores que han escrilo so- bre la duración de la flegmasía reumática, han tenido tan en cuenla como hubieran debido, las diversas condiciones patológicas que aca- bamos de indicar, y que sin embargo influyen mucho en la exactitud del cálculo de dicha duración. Añádase por úllimo, que deben exis- tir notables diferencias entre los diversos casos de reumatismo articular generalizado: en unos se afectan sucesiva ó simultáneamente todas las covunluras, en otros lan solo cualro ó seis. ' »Uno de nosotros ha averiguado la dura- ción del reumatismo en 17 casos en que habia usado la medicación quínica sola , resultando que esla duración fue por término medio de 17 dias. K>te resultado, satisfactorio en verdad, solo es aproximado, ya á causa de la diversi- dad de los casos, ya por la época avanzada á qu« habían llegado ya muchos de los enfermos (Monueret, mem. cil. , Journal de médécine, p. 19 , 1844). Los estados hechos por Briquel adolecen del mismo defecto; no son compara- bles Ijí casos. Cree, a.jue añadiendo seis dias y formar una buena estadística. «Legroux, que.ha administrado igualmente el sulfato de quinina, pero á dosis moderadas, ha vislo efecluarse la curación el tercer día en 3 enfermos, el cuarto en 6 , el seslo en 4, el octavo y el noveno en 4, el duodécimo y el decimoquinto en *i: termino medio seis dias cada uno. Sin embargo , como después de la curación se continuó el tratamiento uno ó dos dias, Legroux dice que la duración tolal de la enfermedad y del tratamiento fue de 17 dias y medio , y que eslaba asegurada la curación desde el seslo dia (mem. cil., Journ. de med., p. 110). «De 23 enfermos cuyas observaciones re- cogió Grandhomme, discfrralo de Briquel, 1 sa- lió a los ocho dias, 4 á los diez, 3 á los doce, 7 á los catorce , 4 á los quince, y 4 á los vein- tiuno (Consideralions sur le traitement du rhu- matisme articulaire aigu , par le sulfate út quinine a haute dose, pág. 36 ; lésis n.° 91, en 4.°; París, 1843). Mas adelante vemosque los enfermos de los meses de noviembre y di- ciembre, permanecieron mas liempo en el hos- pital: 3 salieron del sétimo al décimo dia; 11, del undécimo al vigésimo; 2, el vigésimo ses- lo, v 5 entre el trigésimo sesto v el sexagésimo (les. cil., p. 36). «No continuaremos este análisis de los di- ferentes trabajos en que se ha evaluado de un modo mas ó menos riguroso la duración del reumatismo. Solo recordaremos, que para apre- ciar con exactitud el liempo que tarda el reu- matismo en curarse sólidamente, se necesita: 1 .* no contar mas que con los casos de reuma- tismo articular generalizado y febril; 2.° agru- par separadamente los en que es simple el ar- lro-reumalismo; 3.° aquellos en que eslan alee- lados el endocardio vel pericardio , ó en que existe otra complicación; 4.° determinar con claridad la época en que ha invadido el nial. y en que ha principiado el Iralamionio; 5.' por último, especificar los rignos locales y ge- nerales cuya desaparición baya indicado la ter- minación del reumatismo. »EI artro-reumalismo generalizado puede terminar por la resolución completa de las flegmasías articulares, en cuyo casóse esta- DEL reumatismo. 217 blece francamente la convalecencia. Los dolo- res de las articulaciones persisten todavía en corlo grado después de haber desaparecido la tumefacción y la rubicundez; la misma calen- tura decae enteramente, y solo les quedaá los enfermos debilidad y una decoloración cutánea, que dependen por lo común de las copiosas emisiones sanguíneas que se han practicado: entonces es cuando se observan ruidos cloro- anémicos en las arterias mayores. El rostro está pálido y de un color algo amarillento, que es peculiar de la terminación del reumatismo, y que distingue muy bien á los convalecientes de esla afección. wPueden producir la curación algunas de esas secreciones saludables que los antiguos consideraban como críticas? Chomel, que ha es- tudiado con esmero esta cuestión , solo refiere hechos lomados de obras antiguas (Essaisur le rhumatisme, diss. inaug.; París, 1813, y Le- cons de clinique medícale, etc., p. 491). Eslos hechos no pueden en manera alguna servir pa- ra probar que el reumatismo termine por fe- nómenos críticos; no hemos encontrado ejemplo alguno de esta terminación en las obras mo- dernas. Sin embargo, estamos lejos de negar su existencia; si bien nos parece prudente es- perar á que se reúnan nuevos hechos. »A. Se ha hablado mucho de la termina- ción del reumatismo por retroceso ó delites- cencia con metástasis hacia una viscera. Sloll la ha indicado muy por menor en muchos pa- sages de su Medicina práctica, y especialmente en el que sigue: «El humor reumático abando- naba los miembros de pronto y cuando menos se esperaba, dirigiéndose al pecho y oca- sionando disnea y ortopnea, con una tos vio- lenta, opresión y esputos á veces sanguino- lentos» (trad. de Mahon, l. III, p. 103). Con- sidera los accidentes que sobrevienen bajo la influencia de esla metástasis, como provocados por el cambio de lugar del reumatismo. Esla metástasis admitida por Slorck, Tissol, Hoff- mann y Chomel, solo se ha conocido en su na- turaleza después de los escritos de Bouillaud, quien ha demostrado que el retroceso del reu- matismo no es masque una flegmasía de las membranas serosas del corazón ó de las demás visceras, que se desarrolla al propio liempo que la inflamación articular ó poco después. Tal es el verdadero sentido que debe darse á la pa- labra metástasis. Esta por consiguiente, no puede considerarse en la actualidad como una terminación del reumatismo, sino como una complicación , una especie de acompañamien- to , de eslension, de coincidencia , siempre grave. «No es exacto decir que el reumatismo ter- mine por una pericarditis, una lesión del co- razón, una pleuresía ó cualquier otra afección, porque se declaren los sínlomas de una de es- tas enfermedades en el curso ó el fin de la que ahora nos ocupa. Hay entonces una com- plicación que puede ocasionar l.i muerte á los TOMO Vil. pacientes, y que aunque íntimamente unida á la flegmasía reumática, se distingue de ella perfectamente (véase Complicaciones). »B. Después de haber existido en estado agudo el reumatismo generalizado, puede dar lugar á la flegmasía crónica de una ó muchas articulaciones. Reemplazan entonces á los sín- tomas del reumatismo febril todos los de una artritis crónica. La fiebre desaparece, pero persisten en una coyuntura los dolores y la tu- mefacción , y á poco que continúe este estado local, sobreviene un conjunto de sínlomas lo- cales y generales que luego describiremos (véa- se Reumatismo articular crónico), »C. Débese contar entre las terminaciones del reumalismo la supuración articular , que sin embargo es bastante rara. Efedivamente, uno de los caracteres de la artritis reumática es desalojarse fácilmente, 6 al menos recorrer sus períodos en la membrana sinovial de las articulaciones, sin escilar secreción purulenta. En algunos casos puede la flegmasía reumáti- ca, mas bien en razón del eslado general del su- gelo, que en virlud de las condiciones mor- bosas looales á queda lugar, determinar la formación de pus; pero estos casos, como he- mos dicho, son muy raros. La mayor parle de las observaciones de reumatismos supurados citadas por los autores, pertenecen á la cate- goría de los casos en que ha pasado el pus á la sangre por una causa local ó general (flebi- tis, puohemia), depositándose luego en las ar- ticulaciones, y acabando por inflamarlas. Ma- laperl ha publicado una observación de supu- ración articular que procedió evidentemente de la flegmasía reumática (Lettre sur la term. du rhum. arl. par suppur.; Gaz. méd., p. 172, 1839). Macleod trae igualmente otra que nos parece deber referirse á la flegmasía reumá- tica , aunque dice el aulor que en este caso fue la artritis y no el reumatismo la que provocó la supuración (Gaz. méd.; estrado de per. ingl., p. 326, 1837). A nuestro modo de ver es de- masiado sutil esla distinción. Cuando el reu- matismo pasa al eslado crónico, se hace mas frecuente la supuración articular. «Nunca termina por la muerte el reumatis- mo articular agudo generalizado simple. En lodos los casos en que se ha observado esta fu- neste terminación, ha dependido de una com- plicación, que residía en el corazón , los vasos, los pulmones ú otras visceras. Uno de nosotros ha visto sucumbir al fin de un reumatismo agudo, á un sugelo que habia caido en un es- tado cloro-anémico muy grave; eslado que aceleró al parecer el curso de una endocardi- tis , que fue en último análisis la causa de la muerte. »Recidivas.—El reumatismo tiene mas dis- posición á las recidivas que cualquier otra enfer- medad, pudiéndose predecir casi con seguri- dad, que el primer alaque de este mal irá se- guido de oíros muchos. Casi nunca se ve que un sugelo le padezca una sola vez en el curso 28 218 DEL REUMATISMO. de su vida. Varia mucho el intervalo que se- para los alaques, pues ora sobrevienen muchos en un año, ora uno solo cada cinco ódiczañus. y aun en épocas mas dislanles lodavia. liase dichoque era tente mas de temer la recidiva, cuanlo mayor número de alaques se habían ve- rificado , y menor era el intervalo que los se- paraba; pero no se puede establecer nada fijo respecto de esle punto. Como los autores que han escrito acerca de él han confundido la go- ta y el reumatismo, no es posible deducir con- secuencias exactas sobre las recidivas de esta ultima afección , ni determinar si los ataques sucesivos disminuyen de intensión. Uno de nos- otros ha notado, que son las recidivas mas fre- cuentes y mas próximas cuando se hace uso de la medicación qui nica, como si la rápida des- aparición de los- fenómenos artríticos favore- ciese también su reproducción. Por lo demás no se crea que la medicación antiflogística liberta á los enfermos de tal coniraliempo, porque Bouillaud dice haber observado gran número de casos de esle género (ob. cit., p. 287). La acción del frió parece ser la causa mas cons- tante de estas recidivas. Entre treinta y cuatro casos ha viste Chomel, que las dos terceras par- les se han verificado en otoño y en invierno, un corlo número en verano , y mucho menos todavia en primavera (tés. cit., p. 497). «Curso y duración del reumatismo poli-ar- ticular no generalizado.—Daremos este nombre al que solo afecta un corlo número de articu- laciones grandes ó pequeñas , y las mas veces va interesándolas unas después de dras. Dificil es establecer una línea rigurosa de demarca- ción enlre los grados mas intensos de este reu- matismo, y los que pertenecen á la forma me- nos grave del artro-reuraalismo agudo genera- lizado. Sin embargo, se puede decir que por punto general son tanto mas tenaces los fenó- menos artríticos, cuanto menos marcadas su movilidad y su peregrinación , y cuanlo mas tendencia tienen á permanecer en las articu- laciones primitivamente invadidas; pero lo que mas distingue el reumatismo poli -articular, es que son menos intensos la fiebre y los sínto- mas generales, y menos comunes fas inflama- ciones coincidentes de las serosas. En una pa- labra, siendo menor la diseminación de las flegmasías, y mas pequeño el grupo de las ar- ticulaciones afectas, ios síntomas, el curso y la terminación de este reumatismo ofrecen no- tables diferencias. Dance habia observado, que el reumatismo agudo es tanto mas doloroso, tenaz é inamovible , cuanlo menor número de articulaciones ocupa. «No parece sino que en esta enfermedad son solidarias las articulacio- nes enlre sí, y si una de ellas (cuando eslá bien eslablecido el reumatismo), consigue li- brarse , viene otra á padecer en igual grado; si los dolores primitivamente fijos en muchas articulaciones, llegan á confluir en una sola, reúne esla la suma de los padecimientos de las primeras, y si por el contrario, una inflama- ción monoarlícular se disemina cu muchos punios, parece repartirse entre ellos [Mémoi- re sur Vemploi du tartre stibié á liaute doseelant le rhumatisme articulaire aigu; Arch. gen. de méd., 1. XIX, p. 509). «El arlro-reumalismo no generalizado ter- mina comunmente por resolución , y pasa mas fácilmente que el olro al estado crónico. Su duración es mas larga, y su convalecencia á menudo mas penosa en razón de las frecuentes recaídas. »Curso i/ duración del reumatismo mono- articular ó artro-reumatismo parcial.—Se da esle nombre al que solo aféela una ó por lo menos un cortísimo número de articulaciones de los miembros y del resto del cuerpo (Boui- llaud, loe. cit-, p. 264). Es preciso distin- guir deteste forma de reumatismo la enferme- dad que describiremos con el nombre de g*tat y que muchos autores modernos han confun- dido indebidamente con ella (véase Gota). La única afección que á nueslro modo de verme- rece el nombfe de reumatismo parcial, es la tumefacción dolorosa y acompañada de rubi- cundez de una ó muchas coyunturas, en un su- gelo que haya padecido reumatismo poli-arti- cular ó muscular: ademas, es preciso que las articulaciones enfermas no presenten las de- formidades y concreciones propias de la gola. La fiebre suele ser nula; pero sin embargo, puede existir cuando la articulación afecta es considerable, como por ejemplo, la rodilla ó el hombro, y cuando son muy marcados el dolor, la tumefacción y la rubicundez. Por punto ge- neral son poco Intensos los síntomas de reac- ción , y casi nunca se observan las inflamacio- nes coincidentes de la hoja serosa del corazón. El reumatismo parcial tiene tendencia á dege- nerar en flegmasía crónica y en tumor blanco. Su asienlo mas ordinario es la rodilla (Boui- llaud, ob. cit., p. 511). Este reumatismo dura mas que el poli-articular, cediendo mas dó- cilmente a los diversos tratamientos cou que»t le combate. » Complicaciones .—Enda-pericarditis.—La endocarditis y la pericarditis son los afectos internos que mas constantemente acompaña* al reumatismo. Bouillaud ha demostrado esla proposición con hechos clínicos irrecusables. De 144 casos de reumatismo articular agudo, 74 tenían grande ó mediana intensión, y de este número en 64 existia la coincidencia de una endocarditis ó de una endo-pericarditis; coincidencia que solo se observó una vez en 40 casos leves. De eslos hechos ha concluido Boui- llaud : «1.° que en el reumatismo general agu- do, violento, generalizado, la coincidencia de una endocarditis, de una pericarditis ó de una endo-pericardililis es la regla, y la no coinci- dencia la escepcion» (ob. cil., pág. 144). En- tre 85 casos de reumatismo, solo ha encontrado Macleod 18 veces afectado el corazón (mem. cit., p. 76), ó sea en algo mas de 1/5. Olroi autores dicen que no se manifiesta la coinci- DEL REUMATISMO. 219 dencia mas que en 1/7 de los casos. Para deci- dir esla cuestión, seria preciso ante lodo en- tenderse sobre el senlido que debe darse á la palabra endocarditis. ¿Basta una simple modi- ficación en el timbre de los ruidos del cenlro circulatorio , para que se admita la existencia de esla complicación? ó es preciso que haya un ruido de soplo intenso? «Esta doble flegmasía se anuncia por sín- lomas que hemos descrito en otro lugar, y que seria importuno reproducir aquí (véase Endo- carditis y Pericarditis). Solo nos resta indi- car en qué época del reumatismo puede mani- festarse. «1.° La endocarditis y la pericarditis pueden coincidir primitivamente y desde el principio con el reumatismo articular, y mar- char juntas con él durante un tiempo variable: en la mayoría de los casos el reumatismo ar- ticular se disipa antes que el del corazón, y asi 6e esplica la persistencia ó la reaparición de la calentura reumática sin reumatismo» (Boui- llaud, ob. cit., p. 282). «2.° La endocarditis y la pericarditis son posteriores á la afección articular, y se pre- sentan durante su curso, pero sin que esta des- aparezca, y aun á veces aumentándose su in- tensión. Hace el corazón , por decirlo asi , el mismo papel que las articulaciones que son in- vadidas á una época mas ó menos lejana del principio de la enfermedad.» «3.° La endocarditis y la pericarditis se manifiesten después de haber empezado el reu- matismo articular agudo, y á medida que se desarrollan pierde este mucho de su intensión, pero sin que haya molivo para suponer que se ha verificado entonces una verdadera metás- tasis: mas bien parece que en tales circuns- tancias la endocarditis ó la pericarditis obran, digámoslo asi, á la manera de un vejigatorio.» «4.° Nunca he visto, dice Bouillaud, de- clararse de pronto la endocarditis y la peri- carditis á consecuencia de la desaparición re- pentina del reumatismo articular agudo bien caracterizado; ni tampoco he visto "desapare- cer completamente una pericarditis ó una en- docarditis reumáticas bien desarrolladas, por haberse reproducido una afección articular re- tropulsa. Últimamente, nunca se observa que se declare un reumatismo por haber desapa- recido una pericarditis ó una endocarditis; lo cual conslituiria una especie de metástasis in- versa ó de dentro afuera; metaslasis que de- bería verificarse si fuesen reales y efectivos los retrocesos reumáticos» (Bouillaud, ob. cit., pá- gina 328). »La pleuresía es también una complica- ción, pero no tan común como la pericarditis y la endocarditis. 'La neumonía se présenla asimismo en buen número de casos. «El reumatismo se complica á menudo con dolores reumáticos en las masas musculares de los miembros y del Ironco, y á veces de la fa- ringe ó las visceras interiores. Sloll habla de la disenteria, que llama reumatismo de los intes- tinos; complicación que apenas se ha observa- do después del médico de Viena. »La flegmasía de las meninges encefálicas y raquidianas daria lugar á síntomas entera- mente especiales, cuya verdadera naturaleza no seria difícil reconocer. Esla complicación es rara. Chomel la ha observado (Clin, méd.; ar- tículo de la Gaz. roed., p. 347, 1841). Boui- llaud ha vislo lambien algunos casos de enfer- medades de las membranas de la médula y de esle cordón nervioso, cuyo desarrollo habia co- existido con un reumatismo articular (loe. cit., p. 249). El mismo aulor ha encontrado algu- nos casos de flebitis en sugetos afectados de reu- matismo (p. 238); en quienes se presenten en- tonces los síntomas de una flegmasía alba do- lens. «Puede el reumatismo complicarse con neu- ralgias, y especialmente con la que afecte el nervio ciático. Uno de nosotros liene á la viste en la actualidad un ejemplo de esla compli- cación, que no deja de ser rara. Efedivamente, las neuralgias se manifiestan á menudo en los que padecen dolores musculares, pero no en el artro-reumatismo. Caslelnau refiere muchas observaciones de reumatismo complicado con afecciones del corazón, en una de las cuales estaba perforado el tabique ventricular. En olro enfermo se habia formado una hemorra- gia cerebral (Observ. et reflex. sur la goutte et lerhum., en Arch. gen. de méd., pág. 285, 1.111, 1843). «El reumatismo articular agudo se compli- ca á veces con un eslado pronunciado de cloro- anemia , como sucede en los casos en que un enfermo curado de un primer ataque de reu- matismo , vuelve á padecerle antes que se ha- yan disipado enteramente los fenómenos ané- micos y que se haya completado la convale- cencia. Entonces propende el reumatismo á localizarse, ó bien se eterniza pasando de una á otra articulación; los sínlomas artríticos son muy penosos para los enfermos, y se exaspe- ran por las lardes y las noches; el pulso es á veces undulante, redoblado; casi siempre ofre- ee la arteria una dureza, que contrasta con la corta cantidad de sangre contenida en el vaso, existiendo un ruido de soplo en los troncos ar- teriales. La piel está pálida, descolorida; abun- dantes sudores inundan lodo el rostro del pa- ciente y agravan su eslado de debilidad y de desazón. Esta complicación aumenta singular- mente la duración del reumatismo agudo, sin que impida las inflamaciones ni la coinciden- cia de la endocarditis ó de la pericarditis; da muchas creces á la sensibilidad general, y hace dificil y sobre lodo poco eficaz toda e'specie de medicación. Los graves accidentes produci- dos por el eslado cloro-anémico que sigue al uso de las sangrías á altas dosis, se han con- siderado por algunos médicos como una com- plicación suficiente lal vez para que debiera abandonarse este modo de Iralamiento. »Nos limitaremos á mencionar entre las 3!0 DEL REUMATISMO. complicaciones accidentales bástenle raras, la nefritis llamada reumática, que nada tiene de especial, por mas que se haya dicho, y el edema de los miembros, que nunca es un efeclo del reumatismo como se nabia creido antigua- mente, sino que se refiere á una enfermedad de las venas, de los ríñones, ó á una afección actual ó antigua del corazón. Pidoux (Journ. des connaissances médico-chir , tercer año) y Gri- solle han observado la coincidencia de la calen- tura reumática con la declinación de algunas escarlatinas (Grisolle, du Rhumatisme articul. aigu; Journ. hebd. de méd., p. 395,1.1; 1836). El doclor Murray la habia observado bajo la forma epidémica (Edimb. med. journ., tomo XXXIII). «Diagnostico.—Solo al principio y cuando se halla limitado el mal auna articulación, puede confundirse el arlro-reumalismo con una torcedura ó con una artritis traumática: la intensión del movimiento febril y de los demás sínlomas de reacción, el desarrollo de la enfer- medad bajo la influencia del frió ó sin causa conocida darían muy luego á conocer el reu- matismo articular. «Es preciso no dejarse alucinar por esas ar- tritis purulentas que se observan á menudo en la flebitis simple ó puerperal, en la calentura de este nombre, en el muermo agudo, en cier- tas viruelas malignas y en todos los casos en que se forma ó penetra pus en la sangre. En ocasiones solo acompaña á los dolores articu- lares una herida leve en la apariencia, un abs- ceso, la introducción de una sonda , una heri- da de cabeza , etc. Difícil es no sospechar la verdadera naturaleza de los dolores, eleván- dose á la causa que los produce , é indagando si existen ó no las enfermedades que acabamos de indicar. De lodos modos no tardarían en aclarar el diagnóstico la aparición de síntomas tifoideos, de subdelirío, de eslraordinaria se- quedad de la piel y de la lengua, y de diarrea. Puede una mujer recien parida presentar sín- lomas de reumatismo articular, en cuyo caso se verá perplejo el práctico en razón de las con- diciones particulares en que se encuenlra la pa- ciente. Pero también entonces llegará á distin- guir del reumatismo la supuración melaslálica de la rodilla, deslindando los síntomas locales y generales, y por otra parle le será fácil aca- bar de establecer el diagnóstico elevándose á la causa del mal. «Laendocarditis valvular,quetan frecuente- mente acompaña al artro-reuraalismo, da lugar á ruidos anormales que no pueden confundirse con los de la cloro-anemia. Con poca razón se ha pretendido que esta última afección podia simu- lar la endocarditis; puesloque la causa, el asien- to, y la naturaleza dedichos ruidos nada tiene de parecido en una y olra enfermedad (véase endocarditis). »Pronostico.—El reumatismo es por punto general una enfermedad poco peligrosa, cuya curación mas ó menos próxima pudiera asegu- rarse, si solo se tuviese en cuenla la inflama- ción articular; pero como espone á los enfer- mos, ya inmediatamente va en una época mas ó menos remola, á afecciones agudas y trónicas del corazón , debe el médico prudente guardar cierla reserva. Asi pues no sin razón consi- dera Chomel en el pronóstico del reumatismo: I.° lo que se refiere á esle en sí mismo; 2/ lo que concierne á sus complicaciones habitua- les (loe. cit., p. 304). «Estudiando el pronóslico bajo el primer punte de v isla, resulte primero, que el reuma- lismo tiene una duración demasiado variable para que se pueda decir al enfermo la época precisa en que se curará. En segundo lugar es preciso lomaren consideración las divisio- nes del reumatismo que hemos indicado (reu- matismo articular agudo generalizado, poli- articular y mono-articular). Si la calentura es intensa, ios signos artríticos violentes, y con- siderable el número de las articulaciones afec- tas, es el pronóslico mas grave, porque es ma- yor la duración del reumatismo, y porque se observan mas á menudo exacerbaciones en los sínlomas, y son lambien mas frecuentes las complicaciones. El reumatismo mono-arlicolar es grave por la circunstancia de que tiene ten- dencia á perpetuarse en la coyuntera que afec- ta y á pasar al eslado crónico. Últimamente es preciso no olvidar que el reumatismo es una de esas afecciones que se reproducen muchas veces durante la vida, y que en algunos enfer- mos se presenta con intervalos bastante cortos. «Las consideraciones pronóslicasquese de- ducen de las complicaciones del reumatismo son mucho mas importantes que las de que acabamos de hablar. Efectivamente, cuando se comprueban los sínlomas de una pericarditis, de una pleuresía ó de una pleuro-neumoni» agudas, debe temerse que eslas flegmasías de- terminen prontamente la muerte de los suge- los. Es lambien funesto el pronóslico cuando se presentan los signos de una endocarditis. Cierto es que esla no amenaza de una manera inmediata la vida de los pacientes; pero ocasio- na tan á menudo afecciones crónicas de las vál- vulas y de la sustancia carnosa del corazón, que su deben temer sus consecuencias aun en las personas de mejor constitución. Bouillaud se ba convencido por medio de minuciosos in- terrogatorios de que enlre trescientos sugelos afectados de lesiones crónicas y orgánicas del corazón, mas de la milad hacían datar su mal desde una época mas ó menos remota, en q»? habían esperimenlado alaques de reumatismo articular (loe. cil., p. 30ü). Esta terminación lejana, y en cierto modo indirecta del reuma- tismo, debe inducir al práctico á observar cui- dadosamente las funciones del corazón, hasta que se baile completamente restablecida la sa- lud del enfermo; y cuando no haya podido conseguir la entera resolución de la endocardi- tis que ba empezado á su vista, y cuyoaumen- to ba observado en el úllimo alaque de reuma- DEL REUMATISMO. 221 lismo, deberá reunir lodas sus fuerzas para < combatir enérgicamente el desarrollo de la ■ afección crónica del corazón. i «Etiologia.—Los autores modernos que han comprendido en una descripción común el reu- j malismo y la gola, han hecho muy difícil, por no decir imposible, el estudio de lascausasque favorecen el desarrollo de la primera de eslas afecciones. En el artículo inmediato nos ocupa- remos^ las causas de la gota; por ahora solo indicaremos las que loman alguna parteen la producción del reumatismo articular. »Herencia.—Entre las causas predisponentes generalmente admitidas debe contarse la he- rencia. Chomel dice que de 72 enfermos inter- rogados por él con objeto de averiguar el in- flujo de la herencia, 36 habian nacido de padres afectos de reumatismo, 24 de padres sanos y 12 noledieron nolicias exactas (Lee. oral.,\>. 126); pero en esle número figuran los afectes gotosos y los reumáticos,y por lo tanto semejan le cálculo no puede aplicarse á estos últimos por sí solos. Todo cuanlo se ha escrito sobre la herencia se refiere mas particularmente á la gola, cuya trasmisión por medio de lageneracion admitimos nosotros con todos los autores. Sin embargo, es- te influjo , aunque menos marcado respecto del reumalismo, es sin embargo una causa que pre- dispone á él. No se sabe si es el principio reu- mático ó una organización particular trasmitida de padres á hijos, la que engendra en estes úl- timos el reumalismo. Bouillaud cree que la verdadera causa de la predisposición es una constitución hereditaria; habiéndole parecido que eb temperamento sanguíneo, ó mejor aun linfático sanguíneo, una piel blanca, fina, del- gada y que transpire con facilidad favorecen el desarrollo del reumalismo. Entre los 72 ca- sos reunidos por Chomel, el temperamento san- guíneo era el que existía mas frecuentemente en los sugelos afectados de reumatismo articu- lar-(Lee. ora/., p. 143). Advierte con razón esle autor, que antes de atribuir cierla par- te de influjo al temperamento sanguíneo , se- ria conocer el grado de frecuencia de este entre los habitantes de las paises templados. «La edad es también una causa que predis- pone al reumatismo. La mayor parte de los autores convienen en que la enfermedad es mas común enlre los 15 y 30 años (Cullen, Elem. de méd. prat., t. 1, p. 434; 1819). En 85 casos de reumalismo ha vislo Macleod que el máximum de frecuencia recaía en el período de la vida que acabamos de indicar (mem. cit.). De 73•enfermos observados por Chomel, 35 tuvieron su primer ataque de 15 á 30 años; 22 de 30 á 45; 7 de 45 á 60; 7 después de los 60, 2 antes de los 15, uno á los 8 y olroá los 9 años (tés. cil., p. 460). Puédese pues estable- cer que enlre los 15 y 30 años es cuando se présenla mas á menudo el reumatismo por pri- mera ver, y mas espueslo se halla á recidivas. También ataca sugelos de 7, de 9 y de 10 años, y aun tal vez es menos raro antes de los 45 que después de los 60. Cuando se manifiesta en tan tierna edad, suele recaer en hijos de padres que también le han padecido. »Sexo.—Los hombres se hallan masespues- los á padecerle que las mujeres. Séneca, Are- leo y Boerhaave están acordes sobre este punto. Boerhaave indica la verdadera causa de esta iufluencia diciendo, que como los hombres es- tan dedicados á trabajos mas duros y espues- los á las fatigas de la guerra, á las intemperies del aire y á marchas penosas, deben contraer con mas facilidad la afección reumática (af. 1494 , loe. cit., t. V, p. 604). Infiérese pues, que las mujeres vendrán á eslar lan espueslas como el hombre, en cuanlo se coloquen en las mismas condiciones higiénicas que esle último. »Estaciones.—El doclor Lion ha contado en la enfermería de Manchesler 291 casos de reu- malismo enlre 3561 enfermos, esto es, poco mas de un 8 por 100. En 103 era crónica la afección y en 188 mas 6.menos aguda. El má- ximum de frecuencia relativamente á las esta- ciones fue en abril y mayo (10 y 12 por 100) y el mínimum en agosto y setiembre (43 por 100) (extr. de los per. ingl. en Arch. gen. de méd., t. XII, 3.a y nueva serie, 1841). »Nada diremos del influjo de los alimentos y bebidas, de los movimientos musculares, de ios escesos venéreos, y de otras causas, cuyo modo de obrar es poco conocido por lo tocante al reumalismo. »Causas ocasionales ó determinantes.—Frió. — Sidenham , cuyo tratado de la gota no ha po- dido servirnos porque su descripción se aplica á esla enfermedad y no al reumatismo, consa- gra sin embargo á esta última afección olro capítulo, donde asegura que procede general- mente de haber lomado frió de pronto estando el cuerpo acalorado por un ejercicio violento ó de cualquier olro modo (Médecine prat. Irad. de Jaull; Encyclop. des scienc. méd., cap. 6,p. 195,en 8.°; París, 1835). También Sloll alribuye áesla causa gran parle en el desar- rollo de la enfermedad (Médecine pratique Irad. de Mahon, 1.111, p. 241). Boerhaave dice que muchas veces va precedida de la supresión del sudor y de la refrigeración repentina de lodo el cuerpo (loe. cit., p. 601). Cruveilhier se estiende á decir, que pueden provocarse voluntariamente alaques de reumalismo por causas esleriores, por la supresión intempes- tiva de un vestido, por una corriente de aire, por la lluvia, etc. (Anat. pathol., t. 1, p. 7). Bouillaud es el aulor que mejor ha estudiado la influencia del frió en la producción del reu- malismo (ob. cit., p. 256). Preguntando con cuidado á los enfermos que entran en los hos- pitales, se encuentran muchos que aseguran haber eslado espueslos accidentalmente y por mas tiempo que de costumbre á la acción de un aire frió, seco ó húmedo: unos se han mo- jado por la lluvia conservando puestos sus ves- tidos calados de agua; oíros han permanecido «n una corriente de aire frió, á la sazón de 222 DEL REUMATISMO. hallarse sudando ó faligados por una larga car- rera, ele. De 52 enfermos cuyas observaciones refiere Bouillaud, 34 habían sufrido un enfria- miento; de 38 sugelos 25 ejercían profesiones que los esponian á frecuentes alternativas de calor y de trio (ob. cil., p. 263). Chomel y Re- quin no dan grande importancia á la acción patogénica del frió (ob. cit, p. 148). Sin em- bargo muy á menudo vemos entrar en los hos- pitales enfermos cuyo reumatismo no puede atribuirse á otra causa. Tales son muchos to- neleros, mozos de los puertos, descargadores de los barcos, lavanderas, ele, que se acuer- dan muy bien de haber senlido un frío inten- so algún liempo antes de presentárseles el dolor reumático. «Dicen los autores que la metástasis de una uretrilis suprimida de pronto puede determinar la artritis reumática. Al momento que desapa- rece el flujo mucoso empieza una articulación, como por ejemplo la de la rodilla ó de la ma- iieca, ó ponerse dolorida, roja y tumefacía. No creemos nosotros que esta artritis sea de la misma naturaleza que la reumálica, como lo prueban las observaciones siguientes: 1.° la artritis blenorrágica ocupa una sda articula- ción ; 2.° sigue sus fases regulares en el lugar en que se fija y no varia de sitio como el- artro-reumatísmo; 3.° termina mas á menudo que este úllimo por la supuración articular. «Cuanto acabamos de decir de la artritis blenorrágica se aplica igualmente á la artritis de las recien paridas. En virtud del eslado ge- neral en que se encuentran las enfermas es la flegmasía articular menos movible y termina frecuentemente por supuración. En ocasiones no es la artritis puerperal mas que un reuma- lismo ordinario simple, en cuyo caso se conduce como esle úllimo; pero masa menudo es un derrame purulento y metaslálico causado por la puohemia. «Apenas nos atrevemos á colocar éntrelas causas ocasionales la amenorrea, la irregula- ridad , la disminución del flujo menstrual, la suspensión de la secreción láctea,de los tequios, de las flores blancas, del flujo hemorroidal; la curación inoportuna deuna úlcera antigua, la omisión de una sangria habitual, la retro- pulsion de una epistaxis, de una hemolisis ó de cualquier otra hemorragia á beneficio de una medicación astringente usada fuera de sa- zón (Requin, Lee. oral., p. 150). Estas causas no deberían figurar en las obras, á menos que se probase clínicamente su acción patogénica. «Tratamiento profiláctico.—Cualesquiera que sean las ideas que se adopten sobre la na- turaleza del reumatismo articular, no se puede menos de reconocer la influencia del frió y de la humedad en el desarrollo y en las recidivas de esla afección. Declárase generalmente cuan- do ha eslado el cuerpo espueslo, en el momento de hallarse sudando, á un enfriamiento repen- tino y prolongado. De aqui el primer precepto de impedir el descenso de la temperatura cu- tánea por medio de ropas de lana puestas in- mediatamente sobro la piel. La franela, que impide las pérdidas de calórico, al propio tiempo que escita la sensibilidad, la exhalación y lodas las funciones del órgano culáneo , sa- tisface cumplidamente esta indicación. «Reveille Parise, que se ha ocupado con mas esmero que los demás autores en trazar las re- glas del tratamiento profiláctico, le reduceá los siguientes medios: i.' evilar las ocasiones de que la piel pierda su calor; 2." baños do- mésticos y aguas termales; 3." uso permanente de ciertos tejidos sobre la piel; 4.° uso mas ó menos frecuente de cierlos escilanles estemos; 5.° fricciones secas generales y parciales; 6.' arenación (Du traitament palliatif et proph . lactique du rhumatisme; Ballet, de therapeut., 1. IX, p. 269 ; 1835). Los baños calientes se- guidos de fricciones en todo el cuerpo son se- guramente el medio mas capaz de evilar el reumatismo, sobre lodo cuando se le puede agregar las diversas prácticas que se usan en los paises calientes. En una palabra, la pres- cripción higiénica que conviene satisfacer y que reasume lodo el tratamiento preventivo deíreu- malismo cualquiera que sea su asiento (no ha- blamos de la gota), consiste en escitar continua y moderadamente tedas las funcionesdelapiel, en desembarazarla con la mayor exactitud de las materias que se depositan continuamente en su superficie, y por último en librarla princi- palmente de los ataques del frió húmedo. «Tratamiento curativo. — Hánse dirigido sucesivamente contra el reumalismo articular un considerable número de medicaciones. Los buenos resultados que se han obtenido por mé* lodos frecuentemente muy opuestos se esplican por las singulares variaciones que ofrecen la duración é intensión de los sínlomas generales y locales del reumalismo; por manera que el terapéutico se inclina siempre á creer que la mejoría inesperada que observa depende de los remedios que acaba de administrar. No nos cansaremos de repetir, que ha de precederse con mucha reserva y reuniendo antes gran número de casos enteramente parecidos, para deducir conclusiones rigurosas sobre los efec- tos de los medicamentos que hasla el díase han propuesto. Los que vamos á describir de- tenidamente son: 1.° tratamiento por las emi- siones sanguíneas; 2." por el sulfato de quini- na solo ó combinado con las sangrías; 3.a por el tártaro estibiado; 4.° por el opio y los nar- cóticos; 5.° por la tintura de colcnico; 6.' por el nitrato de polasa; 7.° por algunos oíros medicamentos (sudoríficos, purgantes, digital, arsénico, mercuriales, etc.). «1.° Tratamiento por las emisiones sanguí* neas: A. á altas dosis.—Sidenham formula en los términos siguientes la medicación que em- pleaba: «lan luego como me llaman á ver on enfermo le mando sacar 10 onzas de sangre del brazo correspondiente al lado afecto... al I dia siguiente le estraigo igual cantidad de san- DEL REUMATISMO. 223 gre que la primera vez, y repito la misma ope- ración dejando uno ó dos días de intervalo se- gun las fuerzas del paciente; finalmente, de- jando olro intervalo de tres ó cualro dias á pro- porción de las fuerzas, la edad, el tempera- mento del enfermo y demás circunstancias, reitero la sangria por cuarta y comunmente última vez» (Du rhumatisme, cap. VI, loe. cit., p. 497). Por lo demás, Sidenham introdujo posteriormente en su método importantes mo- dificaciones: aunque las emisiones sanguíneas que practicaba eran muy moderadas y su nú- mero no pasaba de cualro á cinco, lodavia es- cribió mas adelante que la esperiencia le habia enseñado «que valia mas, después de sangrar dos ó cuando mas tres veces, reiterar frecuen- temente los purgantes hasla que desaparecie- sen lodos los síntomas, que usar la sangria por único remedio...» (Carta de Sidenham á Rober- to Brady, ob. cit., p. 166). Ademas de la san- gría prescribía el médico inglés los julepes sim- ples , las emulsiones, las bebidas refrescantes, ias cataplasmas, las lavativas y la dieta. »Stoll «siguió en ocasiones la práctica de Sidenham....; pero la larga duración del mal solia eludir esle tratamiento activo, resultan- do que mas pronto se deprimían las fuerzas que la enfermedad: estaban los enfermos muchas semanas sin poder moverse.» Habiendo, añade Sloll, esperimentado Sydenham en sí mismo la ineficacia de su método), se abstuvo de ha- cer repetir las sangrías , y resolvió ensayar oíros medios, ya para economizar la sangre de los enfermos, ya principalmente para obtener una curación mas pronta y mas segura (Méd. prat., trad. de Manon, l. I, p. 87). Es visto, pues, que Stoll era muy poco partidario de las emisiones sanguíneas. Van Swieten habla de un libro publicado en París en 1747 (ObservaU interese, sur la cure de la goutle et du rhum. praf., p. VI y p. 329), donde se hace mención de un médico de Monlpellier, que proponía co- mo método invariable de tratamiento sacar 20 libras de sangre en 40 veces, en 36 horas (Comm. in af., tomo V, pág. 624, en 4.°; Pa- rís, 4773). Sarcona siguió el primer método de Sydenham en el tratamiento de la fiebre reu- mática de Ñapóles (1764). Roche ha creído no deber separarse de él {arL Artritis, Dict.de méd. el de chir. prat.). «B. Emisiones sanguíneas repetidas y for- muladas.—Bouillaud, que hace de las emisiones sanguíneas generales y locales el elemento prin- cipal del tratamiento del reumatismo, ha crea- do sin dispula una nueva medicación, indi- cando las reglas según Jas cuales deben prac- ticarse las sangrías. La nueva fórmula que ba dado á conocer puede reasumirse del siguien- te modo: Primer dia; en la visita de la tarde se practica una sangria de 42 onzas; segundo dia, una sangria de 10á 42 onzas mañana y tarde, y en el intervalo una aplicación de san- guijuelas ó mejor de ventosas escarificadas al- rededor de las articulaciones mas afectas, co- mo lambien á la región precordial 6 el lorax, segun que existe una endo-pericardilis, una pleuresía ó una pleuro-neumonia. La sangria local debe ser de 8, 12 y aun 16 onzas. Tercer dia : en los casos graves se practica una cuar- ta sangria de 8 á 12 onzas, y una sangria lo- cal de la misma dosis en iguales puntos. En el caso de observarse mejoría se suspende la fór- mula. Cuarto dia: si no es franca la resolución se practica una quinta sangría de 8 onzas. Quinto, seslo y sélimo dias: «en los reuma- tismos articulares agudos, muy graves, con endocarditis ó endo-pericardilis, ó pleuresía, muy pronunciadas, no es todavía tiempo de suspender las emisiones sanguíneas. Entonces, en los tres dias á que nos referimos, se practi- can dos ó tres nuevas sangrías del brazo y olra sangria local, aplicando al propio liempo an- chos vejigatorios, ya sobre la región del cora- zón, ya sobre las articulaciones, ya por úlli- mo, en uno y olro sitio simultáneamente. En algunos casos de esta última categoría he te- nido, dice Bouillaud, que sacar hasta 10, 11 y 12 libras de sangre» (ob. cit., p. 351). Quiere Bouillaud que se modifique su fórmula segun la edad, la fuerza y la constitución de los su- gelos, según la intensión de la enfermedad y las complicaciones. En los casos de mediana intensión le han bastado para curar cinco san- grías generales de ocho á doce onzas (cualro á cinco libras de sangre en cuarenta y ocho ho- ras); en los casos graves seis ó siete sangrías locales ó generales de 9 á 12 onzas (seis á siete libras en tres ó cualro dias). Cierlas condicio- nes constituyen en sentir de Bouillaud contra- indicaciones formales á las emisiones sanguí- neas. Usa como medios auxiliares las cataplas- mas. , los vejigatorios, la compresión de las ar- ticulaciones, y el opio interiormente ó por el método endérmico. «Siguiendo este método ha visto por punto general declararse francamente la convalecen- cia el sélimo ú octavo día en la mayoría de los casos graves. Desde esta época se puede em- pezar á dar alimento á los enfermos. Los tres grandes resultados que segun Bouillaud se ob- tienen por esla medicación, son: 1.° reducir á cero la mortandad aun en los casos mas gra- ves, con tal que se acuda á tiempo: 2.° evilar el paso de la enfermedad al estado crónico; 3.° abreviar la duración del reumatismo arti- cular intenso, en términos que solo llega á uno ó dos septenarios en vez de seis á ocho por término medio (p. 355). «El tratara ¡en lo del reumatismo por las san- grías repelidas y formuladas da, aplicándole con discreción , escelen tes resultados. Siempre que un sugelo afectado de reumatismo présen- le las condiciones en que reconocen los prácti- cos Ja utilidad de la medicación antiflogística debe dirigirse esta segun las reglas trazadas por Bouillaud. No hay una vez que nos haya- mos conformado rigurosamente con ellas, sien- do los pacienles robustos y con lodas las con- 22i DEL REUMATISMO. • diciones en que aprovechan generalmente las sangrías, sin haber obtenido una rápida cura- ción. El único inconveniente que ofrecen es el de prolongar las convalecencias, á causa del es- lado cloro anémico en que caen los sugelos, y de dificullar por lo mismo el tratamiento que exigen las recaídas ó las recidivas que sobre- vienen poco liempo después del alaque ante- cedente. . »C. Emisiones sanguíneas moderadas.— Muchos prácticos siguen un método de trata- miento mas antiguo y usado con mas genera- lidad , que consiste en hacer tres, cualro y aun mas sangrías durante los quince ó veinte pri- meros dias del reumatismo, segun la inten- sión , duración y exacerbación de los síntomas locales, y especialmente de la calentura: al propio liempo se aplican sanguijuelas y vento- sas escarificadas á las articulaciones inflama- das, cubriéndolas con cataplasmas de harina de linaza, rociadas con láudano líquido de Si- denham. »En la medicación antiflogística figuran las aplicaciones locales de que acabamos de ha- blar^ el uso interior de algunas sustancias narcóticas, del opio, y jarabes sedantes en corla cantidad, de las sales alcalinas y de los laxantes para mantener libre el vientre. Las bebidas deben administrarse libias, y no frías como se ha recomendado, porque en esle úl- timo caso lendrian el inconveniente de conte- ner los sudores, y si no debe hacerse nada para escitarlos como querían los antiguos, tampoco conviene suspender el movimiento perspirato- rio que se efectúa en la piel. La naturaleza de las bebidas es casi indiferente, pudiendo usar- se muy bien el suero, los cocimientos de ce- badare grama, de malvavisco, de regaliz, de parietaria; la disolución acuosa de un jara- be ácido , de guindas, de grosella, de naran- ja, etc., ó una infusión preparada con eslas frutas. Generalmente se pone en estas tisanas cierta dosis de nitro, cuya utilidades muy dudosa. «Algunos enfermos no pueden soporlar los tópicos emolientes; en cuyo caso se pone sobre las articulaciones una franela empapada en un cocimiento emoliente y narcótico, cubrién- dola con hule. También puede enlonoes pres- tar algunos servicios un aceite cargado de láu- dano, de beleño ó de belladona. Las cataplas- mas de linaza deben colocarse directamente sobre las articulaciones, y renovarse á menu- do. Conviene dar á los miembros tal situación, que se hallen sustraídos á la presión de las ropas de la cama, y puedan conservar una in- movilidad absoluta: con este objeto se usan al- mohadillas y fanones parecidos á los que sirven para proteger los miembros fracturados. Se procurará que la cama eslé dura y lisa para que no haya necesidad de hacerla con dema- siada frecuencia. No se ba de escitar el sudor con ropas de demasiado abrigo. La temperatu- ra de la alcoba del enfermo debe ser de unos 15.° cenlíg., hasla que se complete la cu- ración. «2.° Tratamiento por la quina y el sulfato de quinina.— Morlón (Opera omnia , cap. IX, de Proteiformi febris continentis genio, t. I, p. 434) empleó la quina contra el reumatismo; Giannini, Folhergill, Haygarth , Sunders, Seu- damore v Johnson , creen que están bien de- mostradas las propiedades curativas de esle medicamento. Haygarlh especialmente ha pre- conizado en Inglaterra sus admirables virtu- des: «Si se esceplúa el mercurio en la sífilis y la misma quina en las calenturas intermiten- tes, pocos casos hay, dice este médico, en que un remedio produzca un alivio ten pronlo y lan completo restablecimiento en una enferme- dad lan formidable» (A clinical hislory of tht acule rheumatism.). Van Swielen dice, que cuando los enfermos están debilitados y ofre- cen exacerbaciones cotidianas de los dolores, se observa un notable alivio administrándoles en liempo oportuno una onza de quina en pol- vo (Cora, cil., 1.1, p. 625). »Briquel debe considerarse como el prime- ro que ha usado el sulfato de quinina á alias dosis en el tratamiento del reumatismo arti- cular ; puesto que no nos parecen fundadas Jas reclamaciones que han hecho con esle motivo los señores Casorali y Mascheroni (est. de los per. ¡tal., en Gaz. méd., p. 500; 1843). Des- de el mes de setiembre de 1842 lo administra- ba ya Briquel á gran número de los enfermos que iban á sus salas, tratándolos únicamente por esta medicación. En noviembre de 1843 dio cuenla de los resultados que habia obteni- do, en una memoria leida á la Academia de medicina , y posteriormente ha añadido nuevos hechos á los ya publicados (Nouvelles recher- ches sur le traitem. du rhum. artic. aigu par le sulf. de quin. a haute dose; Journ. de méi., p. 43, febrero de 1843). «Uno de nosotros ha estudiado también con cuidado los efectos del sulfato de quinina á al- tas dosis en 22 enfermos , y aunque ha adqui- rido el derecho de suponer exageradas las vir- tudes que se han atribuido al sulfato de quinina (Monneret, Mémoire sur le trait. du rhum. art., etc.; Journ. de méd., p. 17 y 43; 1844), sin embargo, creemos deber esponer sin comen- tarios los felices resultados que refieren los partidarios de esle médicamente. «Briquel, cuyas huellas han seguido lose ha usado tal medio de tratamiento enlre los curados por el usoesclusivo del sulfato de quinina. Si ahora indagamos basta qué pun- TOMO VIL 22.1 lo ha sido ventajosa esla medicación mista recla- mada por la complicación intercurrente, halla- remos en la memoria de Briquet que: de 16 ca- sos en que habia coexistencia de otra afección, 9 veces desaparecieron los fenómenos reumáti- cos del segundo al seslo dia, y las oirás 7 se pro- longaron algún liempo mas: una enferma afec- tada de neumonía y de endocarditis, no se cu- ró de sus dolores hasta el dia vigésimo segundo de tratamiento; otra que tenia, es verdad, el reumalismo hacia tres meses, salió nada mas que aliviada al cabo de un mes; en Ires vol- vieron á presentarse dolores intensos genera- les que solo duraron dos dias. «Los ruidos de frote del pericardio y del endocardio, no cesa- ron completamente en ninguno de los casos, y disminuyeron con lentitud en muchos» (Bri^ quet, mem. cil., p. 47). No somos tan injus- tos que queramos que el sulfato de quinina cure las endo-pericardilis, las neumonías y las pleuresías reumáticas; pero como eslas com- plicaciones ocurren con lanía frecuencia, sien- do ellas lasque sostienen la fiebre, y notándo- se que en teles casos persisten con tenacidad Jos dolores y demás síntomas locales, ó presentan mucha tendencia ó reproducirse, debemos con- cluir que la medicación quínica es insuficiente y aun inaplicable en gran número de sugetos. Ños ha parecido que los reumatismos articu- lares agudos, mas rebeldes á esla medicación, eran precisamente los que iban acompañados de fiebre alta ó de modificaciones en los rui- dos del corazón, que indicaban una coinciden- cia de endocarditis ó de pericarditis. Nada mas fácil de obtener que la disminución ó la des*- aparición de los dolores y aun de los sínlomas artríticos, poniendo al enfermo bajo el impe- rio de la intoxicación quínica y de la embria- guez particular que provoca; pero en cuanto se suspende la medicación , no tardan en ma- nifestarse de nuevo los accidentes locales y ge- nerales. «No tratemos de indagar aquí de qué mo- do obra el sulfato de quinina: si como contra- estimulante y por la acción sedante que ejerce en el sistema vascular, ó bien provocando Irás- tornos nerviosos, especialmente en la porción de este sistema destinada á la sensibilidad. Uno de nosotros ha discutido el valor de estas di- versas opiniones, en un escrilo en que se pro- puso estudiar las propiedades fisiológicas, cura- tivas y tóxicas, del sulfato de quinina (Monñe- ret, Journ. de méd., loe. cit.). «Después que publicó Briquel sus concien- zudos trabajos sobre la medicación quínica, muchos discípulos suyos han dado á luz nueves hechos en apoyo de su método de tratamiento (Grandhomme, Consid. sur le trait. du rhum. artic. aigu par le sulfate de quinine á haute dose, tés. núm. 91 ; Paris, mayo 1843— S. L. Grignon , Traite du rhum. artic. aigu , núme- ro 160; París, agosto, 1845). «Legroux ha ensayado las dosis elevadas de sal de quinina segun el método de Briquel, %9 MATISMO. !!6 DEL REUMATISMO. profiriendo por último la fórmula siguiente: prescribe el medicamento á la dosis de 20 á 30 granos el primer dia segun las fuerzas del su- gelo v la intensión del reumatismo, distribu- yéndola en seis ú ocho veces de dos en dos bo- fas. Da el medicamento en hostias , y manda para bebida la limonada sulfúrica con el objef lo de facilitar la disolución de la sal. El segun- do dia y siguientes sostiene ó eleva la primera dosis, pero sin pasar de 40 granos. En seguida la reduce á 35 granos, cuando se nnpiezan á disipar los dolores y la calentura (Rech. clin. sur le trait. du rhum. art. aigu par le sulfate de quinine a doses moyennss; Journ. de méd., p. 10, 38, 106; 1845). El médico que acabax mos de citar se felicita mucho del uso del sul- fato de quinina á dosis moderadas; pero en realidad se ha servido muchísimas vece6 de una medicación mista, puesto que ha recurri- do á las sangrías , á los purgantes y á los veji- gatorios (loe. cil., p. 13 : en algunos enfermos practicó por termino medio tres sangrias. Estra- ño parece que no crea el aulor que se puedan atribuir á pérdidas sanguíneas ten moderadas los buenos efectos del tratamienlo. ¿Qué con- testaría á los médicos que aseguran que el me- jor método para curar el reumalismo consiste precisamente en el uso de estas sangrias mo- deradas? Leyendo con atención la memoria de Legroux , nada encontramos en ella que no hayan dicho Briquel y otros médicos; ha com- probado como estos curaciones rápidas y com- pletes; pero por otra parte confiesa que son mas frecuentes las recidivas (mera. cil., pági- na 110), que es lo mismo que había ya obser- vado uno de nosotros en sus investigaciones so- bre la medicación quínica. «Hemos dicho al hablar de la duración del reumalismo articular agudo, que Legroux le habia apreciado en 7 dias 2/10 por término medio (p. 110). Este resultado es sin duda al- guna muy notable; pero también hemos mani- festado que era preciso tener en cuenla muchas circunstancias para calcular rigurosamente la duración del reumalismo, y tememos que al- gunas de ellas se hayan escapado á Legroux. «Generalmente convienen en la actualidad los partidarios de la quina en confesar, que el sulfato de quinina es ineficaz en el reumalismo mono-articular agudo y crónico, y en la artri- tis aguda con hidrartrosis considerable y der- rame puriforme de las recien paridas, hallán- dose ademas contraindicado cuando provoca vómitos ó diarrea, y cuando existe delirio ú otros desórdenes nerviosos. Parécenos que la coincidencia de una endo-pericardilis, de una pleuresía ó de ana neumonía, es una contrain- dicación formal al uso de la sal quínica. •Algunos médicos han recurrido en estos últimos tiempos á una medicación, cuyos agen- tes son por una parle sangrias generales mo- deradas, y por olra dosis medias de sulfato de quinina; y dicen haber obtenido escelenles re- sultados á beneficio de esle método, sobre el cual no se ha publicado lodavia ninguna me- moria especial. »3.° Tratamiento por el tártaro estibiado.— Laennec es en Francia el médico que roas ha elogiado los buenos efeclos del lárlaro emético en el tratamiento del reumalismo. Escudados con la autoridad de su nombre le han ensau- do gran número de médicos, consiguiendo re- sultados variables, como de tantos otros medi- camentos que sucesivamente se han aconseja- do. Uno de nosotros te ha administrado á la dosis de 12 á 20 granos á una serie de enfer- mos sin obtener efectes decisivos. Las obser- vaciones que ba hecho sobre la acción de esle medicamento, en nada difieren de las que ha publicado Dance en su concienzuda Memory sobre el uso dtl tártaro estibiado á altas dotú en el reumatismo articular agudo (Arch. gen. de méd., t. XIX, p. 486; t. XX, p. 1; 1829). Administraba el emético a la dosis de 6 á 8 gra- nos y hasla una dracma, en una infusión ligera de llores de tilo y de hojas de naranjo, conve- nientemente dulcificada. Habiendo observado con el mayor cuidado los efectes de esla me- dicación en 20 enfermos, llegó á concluir: «1.° que no siempre es practicable en Jos casos á que se la ha destinado especialmente; 2."que no siempre es inocente; 3.° que aun prescin- diendo de eslas circunstancias desventajosas, no es mas eficaz que los métodos comunes de tratamiento (mem. cil. , p. 48). Por nuestra parle creemos con Dance, que se puede ensayar el uso del emético en los casos en que han sido inútiles lodas las medicaciones, y en que es ne- cesario producir una revulsión y una pertur- bación enérgicas. No hay para qué escederse de la dosis de 6 á 8 granos de emético, y en lodos los casos es preciso eslar seguros de que se halla sano el tubo digestivo (Dance, mem. cit., t. XX, p. 32). Por nuestra parle añadi- remos que nunca hemos visto ceder á esle tra- tamiento , ni esperimentar mejoría alguna, Jas complicaciones de endocarditis y de peri- carditis. «4.* Tratamiento por el opio y los nartóti- eos.—Siendo el reumatismo articular una afec- ción que da lugar á sínlomas locales muy do- lorosos , se ha debido tratar de combatirle por sustancias narcóticas. Sydenham das proscribe enteramente, porque las cree propias para lijar el mal y disminuir los efectes de la sangria (Du rhumatisme, cap. VI; Eneyclop., p. 197). Eslas ideas puramente especulativas no han impedido á los médicos esperi mentar los nar- cóticos, aunque sin embargo han recurrido á ellos mas especialmente en el reumalismo do- loroso. Unos administran el opio puro á la do- sis de 2 á 4 granos en las veinticuatro horas; otros, como Corrigan, elevan la dosis hasla 10 y 12 granos. Para aumentar la dosis sirve de guia la persistencia de los dolores: segun el médico inglés se establece la tolerancia «in sín- tomas cerebrales. Al propio liempo se usan tó- picos en que entren la trementina, el alcanfor, DEL REUMATISMO. 52* ó el cocimiento de cabezas de adormideras. Este tratamiento ha probado bien en ocho ca- sos (eslracl. de los per. ingl.; Journ. des con. médieo-chirurgicales, página 167, número 4; abril, 1840). «Requin le ha ensayado úllimamgnte en un número de enfermos bástente considerable, dando como medicamento principal et estrado gomoso de opio en pildoras de á grano, una por la mañana y olra por la larde, y á lo mas 7 en todo el dia, sin observar ningún acciden- te grave. El término medio de la duración del tratamiento ha sido de 11 dias y medio, y el de la totalidad del mal desde su" invasión , 17 dias y medio Adviértase sin embargo, qfte ha practicado sangrias generales segun las indica- ciones (Bull. de VAcad. de méd.; ocl. 1843). »EI señor Lembert es el primero que ha en- sayado el método endérmico en el Iralamienlo del reumatismo articular (Essay sur le metho- de endermique, p. 70; París, 1828). Trous- seau y Bonnel han somelido 16 enfermos, casi todos de reumatismo articular agudo, á la me- dicación usada por Lembert, persiguiendo los dolores con aplicaciones repelidas de vejigato- rios hechos á beneficio de la pomada amonia- cal , para cubrir el dermis desnudo con el hi- droclorato de morfina. Después de largos y esmerados estudios clínicos han llegado á con- cluir, que en el reumatismo articular con ru- bicundez y tumefacción obran las sales de morfina casi exclusivamente por sus efectos lo- cales. Pero este mismo efeclo local es complica- do, componiéndose de la acción del vejigatorio y de la del narcótico. Creen que la acción re- vulsiva y la modificación general del sistema nervioso, tienen poca parte en la disminución de los dolores, debiéndose atribuir la curación del reumatismo á la modificación de la parle localmente tratada (Recherches sur Vemploi des prepar. du morphine dans le trait. du rhum. sinov. et gout.; Arch. gen. de méd., t. XXVII, p. 293, 1831, y l. XXV111, p. 28 y 157; 1832). Por lo demás no obtuvieron resultados muy ventajosos de semejante medicación. Los dolo- res articulares desaparecen pronto ; pero se trasladan á olro punto y vuelven á presentarse en los parages primitivamente afectos. Cree- mos, dicen, que son útiles especialmente las aplicaciones de morfina en los casos en que per- sisten tenazmente en una ó dos articulaciones dolores subagudos y crónicos, no acompañados de rubicundez. Las sales de morfina, admi- nistradas interiormente ó colocadas sobre el dermis desnudo, no son agentes terapéuticos qoe puedan constituir por sí solos una medi- cación anti-reumática. «Forget ha ensayado en un reducidísimo número de casos, ef agua destilada de laurel real, el cianuro de potasio, el estrado de opio, ele. (Pe quelques medie actifs admin. á dose tstraordin.; Bull. de therap., tomo XV, pág. 18). «Los polvos de Dower, osados con frecuen- cia en Inglaterra, producen á veces escelenles efectos, administrándolos á dosis graduadas y bastante elevadas para determinar una pertur- bación saludable. Sin embargo, eslan lejos de modificar siempre favorablemente la afección reumática; suelen fatigar mucho á los enfer- mos y no aliviar en manera alguna los do- lores. «También se han usado esleriormenle los narcóticos. Se hacen fomentes con los cocimien- tos concentrados de cabezas de adormidera, de beleño, de yerbamora, etc. Se rodea las arti- culaciones doloridas con franelas empapadas en láudano ó en una disolución de cianuro de potasio. Por punto general, eslos tópicos ali- vian poco á los pacienles. Si el dolor tuviese algo de neurálgico, seria útil la aplicación de una sal de morfina sobre el dermis desnudo, y lambien podria usarse la disolución de cianu- ro potásico (Journ. des conn. médíco-chirurgi- cales , p. 160; 18ÍI). »5.° Tratamiento por la tintura de colchi- co.— Las preparaciones farmacéuticas de que mas uso se ha hecho en el tratamiento del reu- malismo, son: el agua medicinal de Hudson, la tintura de semillas , y el vino de colchico de Balbers: se cree que la tintura es mas activa que la segunda preparación. Uno de nosotros ha ensayado la tintura del bulbo en 25 enfer- mos, y ha consignado el resultado de sus ob- servaciones en una memoria, de la que eslrac- taremos algunos pasages (Monneret, Mém. sur Vemploi de la tinture du bulbe de colchique, du nitrate de pMassefet des sáignées nonformulées, dans le rhum. articulaire; Arch. gen. de méd.; marzo, 1844). De los 25 enfermos 22 estaban afectados de reumalismo articular; «en 8 en- fermos, es decir, en algo mas de la tercera parle, coincidió con el tratamiento la dis- minución completa de los dolores; pero exami- nando mas de cerca eslas curaciones, vio el autor de la memoria, que todas pertenecían á alguna de las siguientes categorías, como tan- las oirás curaciones obtenidas á beneficio de los medicamentos que sucesivamente se han preconizado : ó bien exislia el reumalismo des- de muchos días antes; apenas era febril y ter- minaba en doce ó quince dias; ó bien era en<- teramenle crónico; y en ambos casos la enér- gica revulsión que producía la tintura de col- chico en los intestinos, bastaba para disipar ó suspender el mal. La mejoría se presentaba siempre al mismo liempo que la diarrea: en ningún caso ha corregido ó curado la tintura de colchioo el reumalismo por esas propie- dades especiales y ocultes que algunos prácti- cos le han concedido. En algunos casos, bas- tante raros, en que fue su acción rápida y sa- ludable, obró como un verdadero drástico. En cuanlo á las complicaciones que pueden existir por parte del corazón, apenas es necesario de- cir que ñolas modifica en manera alguna la tintura de colchico») (mem. cit.). Los electos que produce ote medicamento sobre el esté- ti* DEL EBCMATtSMO. mago y los intestinos, y que ha apueste eslen- samen'te el aulor de la rilada memoria, espli- can la saludable acción que ejerce en algunos casos de reumatismo. El doctor Brighl admi- nistra el vino de colchico , la magnesia y la sal de Epsom , hasla determinar muchas cámaras al dia; El doclor Tvvedie aconseja esla medica- ción , de la cual no difiere esencialmente la suya, reducida á dar 4 granos de polvos de raií cada sais horas, é inmediatamente des- pués algunas cucharadas de una poción pur- gante (per. ing. en Gaz. méd., p. 417). Mu- chos médicos ingleses que han administrado el colchico en casos de reumatismo y de gola in- diferentemente , dicen que posee escelenles propiedades: S. Everard Home, W. H. Wi- llians, C. T. Haden y Copland, aseguran ha- ber sacado de él mucho partido; Willians pre- fiere el uso de las semillas; y el doclor Haden ha publicado una obra sóbrelos buenos efectos de e»te medicamento (Practical observalions of the colchic automni; Lond., 1820) J. Cloque! ha prescrito la tintura de bulbo de colchico á algunos enfermos; pero no han sido sus ensa- yos bastante numerosos para que se pueda de- ducir de ellos conclusión alguna (Archiv, gen. de méd., 1. Xll; 1826). »6.° Tratamiento por el nitrato de pota- «a.-—Uno de nosotros ha sometido 8 enfermos al tratamiento por el nitrato de potasa á la do- sis de 2 á 8 dracmas. Hallábanse todos los pa- cientes afectados hacia poco tiempo de reuma- tismo intenso, y por consiguiente en las con- diciones mas favorables para una esperimen- lacion rigurosa; mas en ninguno de ellos tuvo al parecer inüuencia alguna este medicamento (Monneret, Arch. gen. de méd., loe. cit.). No se observó la menor mejoría, habiendo sido pre- ciso variar muy luego de plan para evitar el desarrollo de accidentes mas graves. »El nilro, usado al principio á altas dosis por Ricardo Brocklesby (1764), por Macbride (1772), y William Whytt (1774;, que le atri- buían propiedades curativas incontestables, lo ha sido en estos últimos tiempos por Gendrin, Aran (Journ. des con. médico-chirurg., t. VIH, p. 60; 1841), Sloeber (Gaz. méd. ,pág. 417; 1843), y Marlin Solón (Acad. de méd., octu- bre 1843, y Bull. de therap., t. XXV; agosto, setiembre y octubre, 1843). Aran que ha reco- gido sus observaciones en las salas de Gendrin y Martin Solón, ha venido á concluir, que ad- ministrando el nilro á la dosis de '.) dracmas por término medio en las veinticuatro horas á doce sugelos afectados de reumatismo articular agudo, se efectuó la curación el oclavo dia del tratamiento, y el decimocuarto de la invasión del mal. La eficacia de esla medicación iguala á la de los planes curativos que se tienen por mas afortunados (Mém. sur Vempl. du nitr. de pot. á haute dose dans le rhum. art.-aigu; per. cit., p. 150; 1841). Se empieza dando tres dracmas en dos cuartillos de tisana, y se eleva gradualmente la dosis basta 4 y 5 dracmas. «Marlin Solón ha deducido de sus observa- ciones las concluí mes siguientes: 1.° se tole- ra fácilmente el nilro á la dosis de 5 dracmas á '1 onzas; 2.° no ejerce acción lerapéulica im- pórtenle en el tratamiento del reumalismo ar- ticular crónico, de las artritis parciales api- rélicas, uel reumatismo muscular ó fibroso, crónico, y de las reumalalgias; 3." aplicado al tratamiento del reumatismo articular agudo, determina su solución en cualro ó seis dias y las mas veces en siete; obtiénese este resultado sin mas efecto visible que un descenso de la frecuencia del pulso, y una disminución del calor de la piel, y sin que al parecer le favo- rezca el aumento de las secreciones cutáneas, alvinas y urinarias; 4.° el nitro á alias dosis contiene casi siempre los progresos del reuma- lismo, ó si llegan á afectarse nuevas articula- ciones, va disminuyendo gradualmente la in- tensión de los dolores: es lan rápido este tra- tamiento que evita la endocarditis, acorta mucho las convalecencias, y dificulte las re- caídas; 5.° no deja de ser suficiente y de con servar su eficacia , porque el reumalismo se complique con una endocarditis leve; escuáli- do se dificulta la circulación y se agrega á la artritis olra flegmasía, deben concurrir al Im- laraiento las emisiones sanguíneas 6 los diver- sos medios apropiados á la nueva enfermedad (Bull. de therap. , loe. cit.). No reproducire- mos las objeciones que pudieran hacerse á esla medicación como á oirás muchas; pero sí repetiremos que uno de nosotros no ha obteni- do de ella ventaja alguna. Es lanío lo que re- pugnan á los enfermos las bebidas nitradas, que muchas veces tenemos que suspender su uso, y nunca podemos eslar seguros de que los sugelos admitidos en los hospitales han loma- do regularmente las cantidades de nilro que se les ban prescrilo. »7.8 Varias medicaciones.—Índica remos rá- pidamente los demás agentes terapéuticos que se han usado conlra la afección reumática. »A. Los purgantes solo sirven para disipar el estreñimiento pertinaz y escilar la secreción intestinal que se halla notablemente disminui- da en el reumalismo. Guerin empleaba el arro- pe de saúco; los médicos ingleses usan frecuen- temente los calomelanos. Sidenham no quena que se diesen purgantes al principio de la en- fermedad, sino después de dos ó lies sangrías; en cuyo caso prefería los tamarindos, los fo- lículos de sen, el ruibarbo y el maná, des- echando los drásticos como la escamonea y la jalapa. »B. Vomitivos.— Solo se hallan indicados en los casos en que.existe alguna complicación biliosa ó un infarto gástrico. »C. Cicuta.—Slork no podia menos de ad- milir las propiedades curativas del estrado de cicuta (Libel. secund. de cicut., p. 75). Dice haberle usado con éxito, como lambien el es- trado de acónito. Lombard ha ensayado en el reumatismo articular agudo el estrado aleo- DEL REUMATISMO. 529 hólico de acónito napelo preparado con el ma- yor esmero, empezando por medio grano dos ve- ces al dia y luego cada dos horas, hasta dar 6 á 8 granos diario».«Asegura que asi cesan muy pronto los dolores, la lumelaccion y los derra- mes articulares, y que esle médicamente se ha- lla dolado de propiedades específicas contra el reumalismo (Bull. de therap., 1.111, p. 53; Gaz. med., junio, 1834). El doctor Busseemplea la siguiente preparación: estrado de acónito 1 dracma; vino eslibiado 1 onza: de un escrúpulo á 1 dracma cada dos horas, propinándola desde el principio sin ningún olro tratamiento; y di- ce haber visto desaparecer los dolores sin nin- gún fenómeno apreciable, ó después de sudo- res abundantes ó de un flujo urinario copioso. Entonces debe suspenderse la administración del medicamento (Schmidt's Jahrbüch.; to- mo XXXVI11 ,* núm. 15; 184b). No haremos mas que mencionar la digital, la.-, fricciones mercuriales (Trousseau, Journ. des conn. mé- dico-chir., 1. I, p. 75), el arsénico y los sudo- ríficos. »D. Guayaco. — El doclor Ed. Seymour, que ha observado 172 casos de reumatismo, asegura que el medicamento que mas útil le ha parecido, es la raiz de guayaco adminis- trada después del uso de la sangría. De 110 ca- sos en que prescribió este tratamiento, o no hubo uno solo , ni aun de los mas graves , que resistiese mas de algunos dias.» Da la resina de guayaco reducida á polvo, con azúcar, agua destilada y canela. También se la puede tomar disuella en el amoniaco (Rapport sur la medica- tion la plus efficace dans le traitement du rhu- matisme articulaire , est. de los per. ing., en Gaz. méd., p. 744; 1838). «Peraire de Burdeos ha preconizado el mis- mo agente terapéutico usándole del siguienle modo: guayaco porfirizado, 1 dracma; hojas de naranjo 1|2 dracma; acetato de morfina, 1 grano: divídase en 16 papeles. Se da una toma cada hora en una infusión béquica (De Vemploi du gayac en pondré dans le rhum. aigu, etc.; Gaz. méd., p. 267; 1843). Los hechos que cita esle médico no tienen lal valor, que pueda juz- garse semejante medicación lan ventajosa como él supone. También se ba administrado el gua- yaco en cocimiento fuerte, mezclado ó no con amoniaco líquido ó con carbonato de amoniaco en una poción. «Hánse empleado asimismo oirás sustan- cias que se tienen por sudoríficas, como las infusiones de zarzaparilla y de sasafras, los es- trados de eslas plantas, y los baños calientes y de vapor, que solo pueden convenir en el reumatismo crónico. »E. Mercuriales.—En Inglaterra se admi- nistran frecuentemente los calomelanos contra el reumatismo, dándolos á dosis alterante, ó bien unidos á una sustancia purgante. Puéden- se ver en diferentes colecciones periódicas ob- servaciones de reumalismo, curado mientras se frotaba las articulaciones con altas dosis de un- güento mercurial (Journ. des conn. medie: o- chir., p. 75, núm. 3, 1833, y p. 144, núme- ro 5, 1834 ; núm. 9, p. 370 , 1836 ; y p. 122, 1841). «El bromo, el ioduro de potasio, los baños alcalinos y de vapor, se han usado especial- mente en él reumalismo crónico, y hablaremos de ellos mas adelante (v. Tratamiento del reu- matismo crónico). «No haremos mas que enumerar los medi- camentos que siguen : A. azufre; B. subcar- bonalo de hierro; C. alcanfor en fumigación (Dupasquier, Revue medícale.^ junio, 1826; y Journ. des con médico chir., p. 111, núm. 4, diciembre 1834); D. el aceite esencial de tre- mentina (3 dracmas de aceile etéreo mezclado con miel); E. Ja tintura y el estrado de alca- chofa (Copeman , estrado de los per. ingl. en Gaz. méd., p. 287; 1833); F. el cocimiento de ballota lanata (Brera , estrado de los per. ilal. en Journ. des conn. médico-chir., p. 121, nú- mero 3; 1835). «Según Varlez, se ha practicado con éxito la compresión en el tratamiento del reumatis- mo articular agudo (Arch. gen. de méd., to- mo XIV, p. 223; 1S27); pero son demasiado escasos los hechos referidos por este aulor, pa- ra probar la eficacia de semejante tratamiento. Parece que puede prestar algún servicio auxi- liando á las demás medicaciones, y sobre todo en el reumatismo crónico. «Floyer ha preconizado los buenos efectos del baño frió: empezaba por sacar sangre y purgar, y luego sumergía al enfermo en un baño frió, aprovechando el momento en que no presentase la piel calor ni sudor. La dura- ción del baño era de dos á tres minutes (Hist. de VAcad. roy. des se, p. 36; 1710). «Naturaleza del reumatismo.—Los médi- cos antiguos que escribieron sobre el reuma- lismo , distinguiendo esta enfermedad de la gota, le atribuían una causa humoral. Celio Aureliano, aunque sectario acérrimo del me- lodismo, no pudo menos de decir que el reu- matismo es una enfermedad aguda producida por el slrictum , agregándole sin embargo, un ligero aflujo de humores «adjuncto levi humo- ris Uuore». Alejandro de Traites hablaba el lenguage de su tiempo y de los médicos que le habían precedido, cuando decía que el reu- matismo difiere segun que es producido por el aflujo de un humor frió ó caliente, seco ó hú- medo. Hasla fines del último siglo casi no se admitió en la ciencia otra leoria relativamente al reumalismo y á la gola, que la que los re- fiere á una causa enteramente humoral. Creía- se que el humor fluia de la cabeza, fijándose en las articulaciones debilitadas por cualquier causa. Sidenham adopta completamente la doc- trina antigua, y al tratar de la gola ó del reu- matismo habla á cada paso de materia morbí- fica que conviene evacuar, impedir que se fije en algunos puntos, etc. «En ocasiones recorre diversas partes del cuerpo sin detenerse ni DEL REUMATISMO. producir tumores ó calentura, pudiendo de esle modo ocupar las partes internas y esternas, y atormentar á los pacienles durante mucho liem- po : tal es el reumatismo escorbútico» (ob. cit., cap. VI, p. 199; Encyclopedie des sciences me- dicales). «Boerhaave y Van Swíeten adoptan en to- das sus partes esta teoría humoral del reuma- lismo, al que clasifican enlre las enfermedades fior fluxión «esdecir, que lanzan á las parles a materia morbífica con gran dolor, y sin que haya en ellas de antemano ninguna lesión apre- ciable» (Com., t. V, edic. cit., p. 598). Cuando la materia catarral desciende de la cabeza há- | cia las estremidades inferiores, hay defluxion ó calarro. Van Swielen asimila enteramente el flujo catarral de las articulaciones al que se verifica en el coriza, la angina y el catarro pulmonal (loe. cil.). «Al Iralar Fed. Hoffmann de establecer las diferencias enlre la gota y el reumalismo, dice que en la primera la serosidad acre y salina i se insinúa enlre las articulaciones; al paso que j en el reumatismo esla materia serosa, salina y acre, se adhiere á las membranas de los mus- I culos y á las parles ligamentosas esleriores; de j modo qne la diferencia enlre ambas enferme- ¡ dades se halla especialmente en su asiento (Ope- \ ra omnia, t. |, p. 298, en fól.; Ginebra, 1771). j «Cullen fue el primer nosógrafo que dis- . tinguió el reumalismo de la gola, dividiéndole en agudo y crónico, y considerándole como una ! flegmasía producida por el frió estertor. Obra este sobre los vasos de las articulaciones esca- samente cubiertos de tejido celular, y determi- na en ellos una astricción. Entonces se desar- rolla el tono ó la diátesis inflamatoria, y pro- duce una aceleración de la circulación , y por úllimo dolor é inflamación: «Parece, pues, dice Cullen, que la causa del reumalismo agudo es exactamente análoga á la de las inflamaciones que dependen de la estraordinaria cantidad de sangre que recibe una parle durante el tiempo que está espuesta á la acción del frió. Paréce- me sin embargo, que en el reumalismo hay ademas una afección particular de las fibras musculares. Estas fibras ofrecen entonces cier- to grado de rigidez que las inhabilita un tan- to para el movimiento, sintiéndose dolor en ellas cuando se ponen en acción.» Vemos pues, que dejando á un lado la leoria del striclum, que con tanlo calor sostenía Cullen , sus ideas sobre la naturaleza del reumatismo apenas di- fieren de las que profesamos en la actualidad, y que han recibido la mas inequívoca confir- mación de la anatomía patológica (Elements de méd., t. I, p. 455, en 8."; París, 1819). Todo ' cuanlo ha escrito Cullen sobre la naturaleza del reumatismo y de la gota, y sobre las dife- rencias que separan estas dos enfermedades, podria muy bien figurar en las obras mas mo- dernas. «Stoll no cree qne la inflamación reumática sea u i.i verdulera inflamación, y hé aquí como esplica este diferencia. «La inflamación reuma tica es generalmente poco grave ; termina por resolución y no por crisis; no causa lan malos accidentes como la inflamación verdadera cuan- do se fija en las víseeras, y se prolonga mu- chas semanas. Aunque en ocasiones puede la inflamación reumática atacar una parte aisla» damenle, las mas veces se propaga á muchas (Méd. prat., Irad. de J. M.ihon , i. I , p. 84). Sloll sabia apreciar los principales caracteres de la flegmasía reumática, y la trataba por un conjunto de medios terapéuticos dignos del ma- yor elogio. Aunque puso en plante la medica- ción propuesta primero por Sidenham, renun- ció á ella mas adelanto como el mismo práctico inglés, y se fijó en un plan m¡3lo que le pro- curó muchas ventajas. «Pinel considera el reumalismo articular como una ¡nflamadon de los tejidos fibroso* (reum. fibr.). Gasc define la enfermedad del mismo modo , considerándola como un estado inflamatorio de las membranas fibrosas y de la espansion tendinosa, ele. (Mem. inserta en las Memoires de la societé medícale de emu/aííon, año 1803). «Réstanos ahora examinar sí el reumatismo es una inflamación simple ó especial. 'En la actualidad se hallan divididos los médicos en- lre eslas dos opiniones, y vamos á esponer los argumentos qne se han presentado en favor de cada una de ellas. »El reumatismo articulares una inflama- ción verdadera.— Los hechos que se pueden alegar en favor de esta opinión, son los siguien- tes: 1 ° las alteraciones halladas en el cadáver son de la misma naturaleza que las que perte- necen á lodas las inflamaciones (inyecciones, coloraciones rojas , exudaciones, alteraciones del liquido sinovial en cantidad y calidad). Si la supuración es mas rara que en las demás flegmasías, puede depender, como observa muy oportunamente Thirial, deque la irritación« poco adherenle en las membranas libro-sino- viales, y deque se hace superficial en razón de su diseminación , y de su asiento en tejidos densos y apretados, desprovistos de esa orga- nización célulo- vascular que es la condición fa- vorable á la supuración» (Mém. sur le nnlurt du rhum. art. aiqu; Journ. elesconn. meáito- chir., n.°4 , p. 250, 1836). En eterto, la tes- tura propia de los tejidos en que reside la in- famación, esplica la escasez de casos de supu- ración mucho mejor que pudiera hacerlo la naturaleza especial de la misma flegmasía. Por otra parte son bastante numerosos los ejemplo? de supuración articular; de manera que este argumento tiene poca fuerza. »2.° El análisis de la sangre prueha del modo mas decisivo que el reumalismo anicular es una inflamación,Jan verdadera como la neo- monia, la pleuresía, y las demás afecciones inflamatorias, parenquimalosas y membrano- sas. La tíbriía se eleva tanto en el reumalis- mo como en las demás flegmasías y sigue lo- DEL REU MATISMO. 231 das sus fases, aumentando y disminuyendo se- gun sus diversos grados. »3.B Cuando la flegmasía reumática pasa al eslado crónico , determina alteraciones que se consideran como idénticas á las de la artritis simple. Luego veremos que las artritis crónicas que suceden á arlro-reumatismos agudos, ofre cen todos los caracteres anatómicos del lumor blanco. En efeclo, ¿como podrian distinguirse unas alteraciones anatómicas de otras, si estas enfermedades son enteramente parecidas, de igual naturaleza, y en una palabra, inflama- ciones que solo se diferencian en su causa (ar- tritis traumática, escrofulosa, etc.)?Si el arlro- reumalismo no es la artritis espontánea ó mé- dica «que se nos describa esta última flegma- sía , dice con razón Thirial, porque no tendrán seguramente las membranas sinoviales un pri- vilegio especial que las libre de padecerla co- mo Jas demás serosas» (loe. cil., p. 232). »4.° La fácil propagación de la flegmasía reumática á otras membranas serosas, y espe- cialmente á las del corazón y á la pleura, es un hecho patológico que hace ver que la na- turaleza del reumalismo es idéntica á la de la flegmasía de las túnicas serosas. Cuando el reumatismo se fija en estas, determina iguales alteraciones que las flegmasías comunes. Pre- ciso es pues admilir, que aun cuando se des- arrolle la flogosis de las serosas bajo el imperio de la diátesis reumática, es de la misma na- turaleza que cuando sobreviene espontánea- mente en otras circunstancias patológicas. «Empero, aunque tratemos de probar que el reumalismo articular es una verdadera in- flamación , no podemos menos de conocer que ofrece caracteres particulares , que se atribui- rán si se quiere á la leslura de los tejidos ó á la naturaleza propia de la flegmasía, pero que ante lodo eslan subordinados á las leyes gene- rales de lodas las inflamaciones. Ciertas fleg- masías lienen el carácter de determinar rápi- damente la secreción de falsas membranas (dif- teritis), de pus (tejido celular, parenquimas), de permanecer superficiales y difusas (eritema, erisipela), de propender á la ulceración, al reblandecimiento, etc.; porqué, pues, no podrá el reumalismo tener algo de especial, sin dejar por eso de reunir todos los caracteres de las in- flamaciones ? sindicadas ya las diversas consideraciones que prueban que el reumalismo pertenece á la gran clase nosográfica de las flegmasías, vea- mos en qué consisten los caracteres particula- res de la inflamación reumática. »1.° Se disemina en gran número de ar- ticulaciones y aun propende á pasar á las mem- branas serosas de las cavidades esplánicas. A esla difusión se refiere la desaparición repen- tina de la flegmasía, abandonando las articu- laciones primitivamente afectes, y trasladán- dose á otras. Las variaciones de asiento del reumatismo, se han esplicado por una especie de revulsión, ejercida sóbrelas primeras infla- maciones por las que se desarrollan después en otros puntos; y también se han atribuido á la simpatía, á la continuidad y á la conti- güidad de los tejidos. Sea lo que quiera de es- tas esplicaciones, lo cierto es que el reumatis- mo se halla caracterizado por la diseminación y la movilidad de las flegmasías. »2.° La flegmasía artrítica se conduce, co- mo ha observado Thirial (mem. cit., p. 222), de un modo análogo á las flegmasías erisipe- latosas ó fluxiones. Sin embargo, ademas de la congestión superficial no larda en sobrevenir una lesión de secreción en las membranas afec- tes, y entonces la inflamación adquiere mas fijeza', no varia de silio, acaba de recorrer sus fases y termina por resolución 6 por el paso al eslado crónico. La supuración es rara, y en eslo se distingue esencialmente la flogosis reu- mática de la de las demás serosas. «3.° Los síntomas y el curso de la enfer- medad ofrecen notables variaciones, y no esos períodos fijos y distintos que presentan las de- mas flegmasías. No hablamos ahora de los ca- sos en que eslas variaciones proceden de una inflamación interna, sea del endocardio ó sea de otra viscera. »4.Q La frecuencia de las recidivas de la inflamación es lambien un carácter particular que no se encuentra en tan alio grado en las demás enfermedades. »5.° Se ha hablado de una causa especifica, de un principio reumático. Ante lodo es pre- ciso dejar á un lado la gola, respecte de la cual pudiera hacerse intervenir con alguna verosi- mililud un principio específico; pero en cuan- to al reumatismo es muy disputable esla con- dición patogénica. Bien puede admitirse la tras- misión por herencia de una disposición á con- traer el reumatismo, puesto que se apoya en un número de hechos bastante considerable: pero hay mucha distancia de esta predisposi- ción, que se observa respecte de otras muchas enfermedades, á la existencia de una diátesis innata y reumática. La acción evidente y bien establecida del frió sobre el desarrollo del reu- malismo es un hecho común á esta afección y á algunas oirás inflamaciones que nada tienen de especial, como la neumonía , la pleuresía y la angina. «En resumen, creemos que el reumalismo es una inflamación verdadera de las membranas sinoviales; inflamación que tiene todos los carac- teres comunes á las flegmasías ; pero ademas posee otros que pueden atribuirse á la testara, á las funciones, y á las simpatías de los tejidos en que residen. «Se ha considerado al reumatismo como una neurosis; pero en el dia nadie sostiene esla opinión respecte del reumatismo articular (véa- se Reumatismo muscular). Stahl suponía que era una forma hemorrágica. Cbomel le tiene por una enfermedad sui generis, y no por una inflamación propiamente dicha (obra citada, pá- gina 439). 53» DKL REUMATISMO. .«clasificación.—Sauvages colocó el reuma- i Iimiio entre las afecciones dolorosas (d. Vil, do- lores; ord. 1, vagi). Vogel le clasificó de la mis- ma manera (d. Vil, dolores). Ya hemos visto que Cuiten fue quien marcó su verdadero asien- lo en la nosografía , incluyéndole enlre las in- flamaciones (ord. 2); Pinel, Bichat y Gasc le consideran como una inflamación de los tejidos fibrosos. ¡j. 2.° Reumatismo articular crónico. • Definición.— Decir que el reumalismo ar- ticular crónico es la inflamación crónica y por causa interna de las articulaciones, es dar una definición que nada espresa. En efeclo , cómo se distinguirá esla artritis reumática de las que á cada paso tiene que tratar el cirujano pro- cedentes de causas esternas ó internas? ¿Per- tenecen, ó no, á la histeria del reumalismo las enfermedades articulares á que se ha dado el nombre de tumores blancos? Bouillaud contes- ta afirmativamente. «Las lesiones, dice este autor, que deja en pos de sí el reumatismo ar- ticular prolongado, son esencialmente las que se encuentran en las afecciones quirúrgicas, vulgarmente designadas con los nombres de tomares blancos y de anquilosis» (ob. cil., p. 224). Cruveilhier cree lambien que «el reu- malismo ofrece lodas las terminaciones posibles de la inflamación , y en particular la supura- ción y las degeneraciones de tejido conocidas con él nombre de tumores blancos» (Anat. path du corps humain, 4.* entrega). Las alte- raciones cadavéricas que asigna Chomel al reu- matismo crónico en las observaciones que cíla (Lecons orates, p. 312, 20, 21 y 22), son ente- ramente parecidas á las que se encuentran en cierlos lumores blancos , por mas que trate de distinguir estas últimas del reumatismo articu- lar crónico (loe. cit., p. ¿39); pues las dife- rencias que indica son insuficientes. Segun es- te autor, que confunde la gota con el reuma- lismo , ■ se encuentran en la forma crónica concreciones lofáceas alrededor de las articu- laciones. »Kn viste de tan diversas opiniones sosteni- das por concienzudos observadores, dificil es decir en qué consiste el arlro reumatismo cró- nico. Sin embargo, creemos aproximarnos todo lo posible á la verdad, considerándole como la forma crónica'de la flegmasía reumática, que después de haberse manifestado una ó muchas veces sin dejar huellas de su paso, se ha fija- do al fin en un punto á causa de la predispo- sición ó de condiciones morbosas particulares. Resulla entonces una ó muchas de esas graves alteraciones que se ha convenido en designar con H nombre de tumores blancos (induración, supuración, erosión de los cartílagos, ele). No hav razón alguna para que no procedan del reuhiiti's no crónico cierto número de tumores blancos, pne.-to que vemos provenir de causas muy variadas las Qegmasias agudas y crónicas de las demás membranas serosas. » Alteraciones cadavéricas.— La flegmasía crónica que primitivamente se fija en la mem- brana sinovial, produce luego otras lesiones en las partes constituyentes de la articulación. Vamos á hacer una reseña de ellas. «Chomel refiere un caso interesante de reu- matismo crónico, en el cual ofrecían ambas articulaciones escápulo-humerales una alie- ración profunda de la membrana sinovial y de los huesos. La membrana estaba levantada y desprendida del húmero, y ademas atravesada por agujeros desiguales perfectamente circuí». res y muy numerosos; en otros punios se hallaba enteramente destruida (obs. 20). No siempre se detiene la ulceración en esta membrana, sino que suele invadir los cartílagos completa ó parcialmente. «En la parte superior é inter- na de la cabeza del fémur habia, dice Chomel, una ulceración que ocupaba la membrana si- novial y el cartílago, pero sin haher destruido todo efgrueso de esle , de modo que no eslaba descubierto el hueso Elcarlílago se hallaba car- comido desigualmente , presentando un aspeó- lo rugoso en la porción alterada. Las partea inmediatas á la ulceración ofrecían un color rojo lívido, que se desvanecía por grados; la cavidad coliloidea se hallaba un poco roja, y presentaba por debajo del ligamento inter-ar- licular una úlcera mas profunda que la pri- mera, en la cual eslaba descubierto el hueso» (Lecons de clin. méd., p. 348). El doclor Ba- llot, de Gien, ha creído hacer una observación nueva , diciendo haber encontrado alleracionrs análogas en un sugeto muerto de reumalismo crónico (Rap. de M. Gerdy sur un rhum. in- flamn. aigu, ele , publicado en VExperienct, núm. 136, p. 8 y 137,p. 97; 1840). La ca- beza del fémur eslaba desprovista de su cartí- lago, y aun de su corteza huesosa, hallándose descubierto el tejido esponjoso. «Nada mas co- mún , dice Gerdy , que encontrar en la autop- sia de los tumores blancos, el cartílagodiarlro- dial perforado y cubierto en parte de fungo- sidades. Otras veces eslá el cartílago adelga- zado y como una hoja de pergamino, y I» superficie de la corteza huesosa articular » halla cariada, carcomida y acribillada de aber- turas, por las cuales comunica el tejido célnlo- vascular interior del hueso con el tejido sub- diarlrodial: en esle estado me ha sucedido en- contrar el cartílago flexible, desprendido y mo- vible sobre la cabeza del hueso, de la cualer» fácil desprenderle» (Informe citado, pág. 83. Richel ha encontrado también y descrito con muchos pormenores eslas alteraciones de la membrana sinovial y de los cartílagos Rtth. sur les tumeurs blanches; Annales ele la eh¡T. franc. et etrang., p. 176 y sig.; junio 1844). No podemos insistir mas en la naturaleza y causas de eslos desórdenes, porque seria abor- dar cuestiones que pertenecen á la cirujia, y | cuyos diversos elementos son demasiado nume- DEL REUMATISMO. 233 rosos para que pudieran indicarse en esle lu- gar. Sin embargo, recordaremos que algunos autores soslienen que los cartílagos diarlrodia- les nunca son asienlo de un Irabajo flegmásico, y que el reblandecimiento y la ulceración que en ellos se encuentran muy rara vez son pri- mitivos , sino procedentes de afecciones de la membrana sinovial ó de los huesos (Richel, mem. cil., p. 174). Otros afirman que pueden los cartílagos inflamarse, ulcerarse y destruir- se , como lodos los tejidos organizados y vivos. «Diremos, pues, para reusumir las altera- ciones que tienen su asiento en la membrana sinovial y los cartílagos, que consisten en ul- ceraciones , en perforaciones completas de la primera de eslas túnicas; en el desgaste, des- prendimiento y destrucción de los cartílagos, y últimamente, en la destrucción de la corteza delgada y articular de los huesos. «Hállanse á veces en lugar de los cartíla- gos pezoncillos carnosos que han vegetado so- bre la suslancia ósea. Segun Bouillaud, los li- gamentos ¡nler-óseos é inler-arliculares parti- cipan de las diversas lesiones de las sinoviales, y pueden eslar corroídos, reblandecidos, y aun á veces enteramente destruidos (ob. cit., p. 225). wAltéranse también las estremidades hue- sosas; se hipertrofian; se adelgaza y perfora su capa eslerior, ó se halla levantada por fun- gosidades subyacentes; en cuyo caso el trabajo morboso procede á menudo de dentro á fuera, es decir, desde el hueso hacia lo interior de la articulación, donde caen esquirlas, una es- pecie de polvo huesoso , y los cartílagos des- prendidos, adelgazados ó arrollados sobre sí mismos. Las caries, las necrosis, las secre- ciones del periostio, la ebumificacíon de las estremidades huesosas , son los desórdenes mas graves que traen en pos de sí los arlro- reumalismos crónicos muy antiguos. Thurnam ha observado y descrito una atrofia escénlri- ca del aparato huesoso, en un sugelo cuyas principales articulaciones estaban anquilosadas á consecuencia de un reumatismo crónico (est. de los per. ing., en Gazette medícale, p. 779; 1828). »Por úllimo, las superficies ulceradas con- traen adherencias; se sueldan los huesos entre sí, y se establecen de este modo anquilosis com- pletas, que constituyen la última fase de esas enfermedades llamadas tumores blancos, ouya causa primera es la inflamación. «Si se consi- dera por un lado, dice Richet, que las enfer- medades de la sinovial, que ocupan una bue- na parte del cuadro de las artropatias, no re- sultan de ninguna causa especial, sino que de£ penden como las afecciones de las demás serosas de inflamaciones agudas ó crónicas, y por olro 3ue los tumores blancos que tienen su punto e partida en los huesos, proceden casi siem- pre de osteítis, y rara vez de tubérculos, eán- eer ú otras degeneración*; habremos de ad- mitir naturalmente, que la inmensa mayoría TOMO VIL de los tumores blancos son en su origen de naturaleza esencialmente inflamatoria» (el mis- mo art., p. 185). Suscribimos á esla opinión en cuanlo concierne á la sinovilis reumática, porque en efecto, esla inflamación Clónica da por desgracia lugar á cierto número de tumo- res blancos. «El tejido celular que rodea las articula- ciones enfermas se halla hipertrofiado, indu- rado y algunas veces infiltrado de pus y de se- rosidad; lambien existo dentro de la articula- ción un líquido formado por sinovia, por pus, y en ocasiones por sangre. El estudio de eslos dosórdenes pertenece á la histeria de los tumo- res blancos. En cuanto á las concreciones cre- táceas , tofáceas, y á los diferentes depósitos salinos que se forman alrededor de las articu- laciones y en las vainas tendinosas, los descri- biremos al Iralar de la gola, que es en nueslro concepto una enfermedad enteramente distinta del reumatismo , asi agndo como crónico. «Síntomas.—Puede el arlro-reumalismo su- ceder á la forma aguda, cuando esta se resuel- ve incompletamente y se prolonga perdiendo mucha parte de su intensión, y durando un liempo indefinido; y también puede estable- cerse desde luego y de una manera primitiva. en ambos casos ofrece iguales sínlomas. Unas veces es mono otras poli-articular. Hagamos una rápida descripción de eslas diferentes formas. »Signos artríticos.—Cuando el reumatismo es poli-articular, siente el enfermo dolores vagos en muchas articulaciones; la rubicundez y el calor son nulos; segun Bouillaud, nunca falta la tumefacción en el verdadero reumatismo cró- nico (loe. cil*., p. 2o). Pero esla aserción es se- guramente demasiado absoluta. No existe hin- chazón en muchos sugelos afectes de reumatis- mo, que solo se quejan de esperimenlar dolor al liempo de mover las articulaciones afectes; to- davía pueden andar; entregarse á algunas ocu- paciones, y pasar diariamente á los hospitales á tomar los baños de vapor que se les prescriben para curarlos: á menudo reemplaza al dolor una sensación de frescura. Se aumentan los do- lores y la sensación de frió cuando no se hallan las articulaciones suficientemente protegidas por vestidos de lana , y disminuyen con el ca- lor (Collen , loe. cit., p. 442). La presión ejer- cida sobre las articulaciones enfermas deter- mina poco dolor; muchas veces no se nota en ellas mas que tirantez, es decir, que los liga- mentos y las diversas partes de la articulación eslan menos sueltos y flexibles que en el esta- do normal. «Tales son los síntomas del reumalismo ar- ticular crónico en el grado mas leve. Cuando es mas intenso, suele ser dificil establecer una línea de demarcación entre él y el reumalismo agudo (Cullen, loe. cil.). Los movimientos son difíciles y aun imposibles, los dolores fuertes Obsérvase lambien una tumefacción notable de la articulación , sobre todo cuando el rcuma- 30 131 DEI. nEEVATISMO. lismo se fija en una sola coyuntura. Entonces es cuando se notan lodos fos signos del tu- mor blanco, que no es nueslro intento descri- bir. Nos limitaremos á los principales sínlomas que hemos advertido en muchos sugelos en quienes el reumatismo mono-articular crónico tardó mucho liempo en pasar al eslado de tu- mor blanco. En la muñeca, y sobre lodo en la izquierda, es donde especialmente le hemos vis- to, y la misma observación ha hecho lambien el autor de on interesante escrito sobre el reu- matismo articular fijo en una sola articulación (Gaz. méd., p. 126; 1833); quien ha reuni- do 11 casos de este género, hallándose en 10 de ellos afectada la muñeca izquierda, y en uno solo la articulación húmero-cubilal del mismo Jado: entre los 10 casos habia 8 mujeres y 2 hombres. Uno de nosotros ha recogido 4 casos ai^logos que recayeron en mujeres, y en los que se hallaban igualmente interesados la mu- ñeca y el hombro. El doclor Smilh cita 11 ejem- plos de reumatismo crónico de la articulación temporo-maxilar. Ora es mas profunda la ca- vidad glenoídea, y ora eslá rellena por el car- tílago inler-arlicular; en algunos casos des- aparece este con los progresos del mal; el cón- dilo se desfigura lambien notablemente y se hi- pertrofia (Gaz. méd., p. 452; 1843). " «Los autores, ó describen incompletamente el reumatismo crónico, ó esplican bajo este nom- bre las concreciones tofáceasy los vicios de con- figuración producidos por lá gota. Cuando ya hace algún tiempo que padecen las articulacio- nes, y se les impriraen raovimienlos volunta- rios ó comunicados, se percibe una crepitación, un ruido de frote, debido al contacte de las es- Iremidadesarticulares, que se han puesto des- iguales, rugosas, ó al menos han perdido su natural pulimente. Muchas veces hemos com- probado estos sínlomas en la muñeca y la ro- dilla. Bouillaud dice que estos ruidos de frote van acompañados de un estremecimiento vi- bratorio, sordo, que se percibe aplicando la mano alrededor de la articulación (loe. cit., pá- gina 252). «Los movimientos espontáneos ó comuni- cados determinan dolores escesivamenle agu- dos, que hacen á los enfermos prorumpir en grites, y que también se perciben por la simple presión ejercida sobre el silio afecto. Al pro- pio tiempo existo una hinchazón, que en gran parle depende del derrame de líquido sinovial mas ó menos alterado, y en parle también de la tumefacción de los tejidos adyacentes, v de la infiltración serosa del celular. Esta es muy manifieste en la muñeca, estendiéndose al me- tacarpo y á los dedos. Cuando la afección resi- de en la articulación del antebrazo con la mano, puede no existir rubicundez en la piel, y sin embargo, se siente locando la muñeca que su temperatura está mas elevada que en el estado normal. También perciben los sugelos en la coyuntura afecta una sensación de calor in- terno. I.asarliculaciones en que mas generalmen- te reside el reumalismo crónico, son la muñe- ca, los maleólos internos y eslernos, la rodilla, el hombro, el pulgar y los dos primeros dedos de la mano: ya hemos dicho que tampoco está exente la articulación lémporo-maxilar. y>Sintomas generales. — Cuando el eslado crónico reemplaza definitivamente al agudo, cesa la calentura y se reduce la enfermedad á la lesión articular*, con tal que no sea grande el número de articulaciones afectes , ni el mal esté muy adelantado; porque cuando.exislen ya algunas de las alteraciones que anterior- mente hemos descrito (v. Anat.patol.), apa- rece el dolor y no larda en presentarse una ca- lentura continua con exacerbación cotidiana. Muchas veces resulla esla fiebre de la endo- carditis y demás enfermedades del corazón, que han tomado origen en el período agudo ó du- rante el desarrollo del artro-reumalismo cró- nico. Esle úllimo caso es bástenle raro, sobre todo en el reumatismo mono-arlicular. »EI curso del reumalismo crónico es muy distinto del de la flegmasía aguda. Los sínlo- mas artríticos, lejos ele ofrecer esa gran movi- lidad que tan común es en esla última forma de la inflamación, son por el contrario muy fijos, observándose solo bastante á menudo una exacerbación marcada por las tardes ó las no- ches. La duración del mal es generalmente larga, pudiendo llegar á cuatro ó cinco meses,' y aun pasar de este término. No pocos enfer- mos lardan largos años en curarse, y lodos es- tan muy espuestos á recidivas. «Cuando el reumatismo es leve, se alivian los enfermos con el calor de la cama y el re- poso absoluto. Por el contrario, se agravan mu- cho y se reproducen los dolores con el frió. Créese que los sugetos propensos al reumatia- mo se impresionan tanto con las vicisitudes atmosféricas, que podrian predecirlas como un barómetro. Aunque esta aserción sea bastan- te exagerada, debemos confesar que los dife- rentes grados de humedad y de frió obran muy luego sobre los tejidos doloridos de las articu- laciones. «Diagnóstico.—Imposible nos parece esta- blecer una distinción precisa enlre el reumatis- mo crónico y los tumores blancos que suceden al agudo, ó que bajo la influencia de las mis- mas causas que esle se desarrollan de una ma- nera crónica. La única distinción analomo-pa- lológíca que nos parece de algún valor, se de- duce del asienlo primitivo de la lesión: la mem- brana sinovial es el punto de partida de les tumores blancos, que de buen grado llamaria- lios reumáticos para indicar su causa; pero los que provienen de la osteítis deben colocar- se en olra categoría , siendo entonces la enfer- medad de la sinovial, de los cartílagos y de loa tendones, consecutiva á la afección del hueso. »La gola se conocerá fácilmente: 1.° en so asienlo especial en 1*6 articulaciones pequeñas de la mano, y especialmente del pie; 2.*eo DEL HEÜMATISMO. 235 las concreciones lofáceas y en el cambio sin- gular de la forma de los dedos; 3.° en que no da lugar á las alteraciones propias de los tu- mores blancos; 4.° en su curso por accesos ó paroxismos; 5.° en la ausencia casi constan- te de síntomas generales análogos á los del tu- mor blanco; 6.° y últimamente, en la natura- loza de las causas particulares que la pro- ducen. »La artralgia saturnina puede simular el reumalismo á causa de la falla de rubicundez y de movimienlo febril, y de la exacerbación de los dolores. La causa especial del dolor sa- turnino, la ausencia de alteraciones anatómi- cas en las articulaciones, y la eficacia del tra- tamiento usado en semejantes casos (purgantes, baños sulfurosos), bastarán para distinguir la afección saturnina. «Se diferenciarán los dolores reumáticos de los sifilíticos, por el asiente que ocupan en una y olra enfermedad: en la sífilis afectan mas es- pecialmente el cuerpo de los huesos; son mas frecuentes de noche que de dia, y no van acom- pañados de los sínlomas artríticos que hemos espueslo, ni de cambios de forma de las arti- culaciones, ai menos en tanto grado como en el reumalismo. La duración y el curso del mal, sus causas presumibles , y el tratamiento, ser- virán lambien para establecer el diagnóslico. «Pronóstico. — El reumalismo crónico es siempre una afección, que sin esponer por de pronto la vida de los enfermos, les hace peno- sa la existencia, ya por lo dificil que es librar- los completamente de la enfermedad articular, ya por la frecuencia de las recidivas. En el reumatismo mono-articular es mas grave el pronóstico, porque muchas veces degenera la enfermedad en tumor blanco. Últimamente, para establecer el pronóslico, es preciso tener en cuenla la coincidencia de las afecciones del corazón, la duración de la enfermedad , y los sínlomas generales y de consunción que pueden existir. «Tratamiento.—A. Tratamiento profilácti- co.—Como el reumatismo crónico está sugelo á recidivas, y deja en pos de sí, aun en los casos en que han tenido los enfermos la suerte de librarse enteramente de él, una escesiva sensi- bilidad á las influencias atmosféricas, importa prescribir con lodo rigor el (ratamienlo higié- nico que hemos trazado (v. Reumatismo agu- do). Sabido es que las ropas de lana y las pie- les, aplicadas sobre el tegumento esterno, son las únicas que pueden preservar del enfria- miento, debiendo conservarse toda la vida. A osle medio se agregarán lodos los demás estí- mulos de que hemos hablado, como propios para escilar las funciones perspiralorías de la piel. Los baños de aguas termales, de vapor, alcalinos, etc., son útiles para evitar que vuel- va-el reumalismo; pero como también sirven para curar la enfermedad, pertenece su estudio al tratamiento curativo. j »B. Tratamiento curativo.— 1.° Trata- ' miento esterno.—Consliloye la parte esencial del tratamiento del reumalismo crónico, y con- siste sobre lodo en el uso de agentes terapéuti- cos que irriten mucho la piel, ó que la escilen no lan enérgicamente, pero de un modo mas continuo. Entran en la primera categoría los rubefacientes, los vejigatorios, las moxas y la acupuntura, y en la segunda las fricciones, los baños, la arenación y la hidrosudopatia. «Es raro que haya necesidad de acudir á las emisiones sanguíneas generales y locales; sin embargo, pueden convenir estes últimas cuando son violentos los dolores, y cuando pa- sa la flegmasía del estado agudo al crónico. Los principales agentes terapéulicos en que conviene insistir para combatir el reumalismo crónico de corla y mediana intensión, son los vejigatorios y los baños simples ó medicinales. Cuando es buena la constitución del enfermo, y no se agrega á la afección articular ninguna condición morbosa general, se triunfa de ella generalmente, aunque por lo común tardando mucho liempo. » Vejigatorios y moxas.— Los vejigatorios deben aplicarse sobre la articulación enferma y tener grandes dimensiones, á menos que con- linúe en mayor ó menor grado, ó vuelva á pre- sentarse, la reacción febril. Se coloca primero vejigatorios volantes que se sucedan rápida- mente unos á otros, sin decidirse á dejarlos persistentes, hasla cerciorarse de que no se modifican los síntomas locales, haciéndose pre- ciso obtener una supuración duradera. En este caso es mejor usar las cauterizaciones trans- currenles con el hierro candente ó el moxa. El doclor James Bayle dice haber obtenido buenos resultados de la aplicación del moxa á cierta distancia. Quiere que se inflame el moxa por ambos lados, y que durante la combustión se le mantenga á pulgada y media de la piel, se- parándole ó acercándole segun la impresión que produzca el fuego, el cual no ha de escilar mas que un ligerísimo dolor (On the moxa; Lond., 1825; y en Arch. gen. de méd. t. XVI, p. 252; 1828). También tienen aplicación los cauterios con la potasa y el ácido nítrico, cuan- do sé quiere producir una supuración profun- da y continua sin dolor. Entrar en mas por- menores sobre los revulsivos y el modo de apli- carlos , seria invadir la historia de los tumores blancos. «Háse propuesto asimismo la acupuntura simple ó con el aumente de actividad que le presten la electricidad y el galvanismo (elec- tro y galvano-puntura)" Hacen mal los prácti- cos en descuidar esta medicación, que se ha preconizado mucho, y en efeclo puede ser úti- lísima en los reumatismos crónicos y apirélicos (Poma y Arnaud, Journ. de Vandermonde, to- mo LXXII y LXX11I; 1787). «Nos contentaremos con mencionar las fric- ciones secas hechas con cepillo ó lana, la apli- cación del calórico con un cauterio presentado á distancia; las fricciones con un agua espiri- 236 DEL REUMATISMO. tuosa y aromática, con los bálsamos de Opo- deldoc y de Fioravenli, y los aceites cargados de alcanfor ó de un principio narcótico, los emplastos compuestos de sustancias mas ó me- nos sedantes, y todos los tópicos que calman los dolores ó escilan la piel en mayor ó menor grado (emplasto de pez de Borgoña, de jabón; pomada amoniacal, estibiada, etc.). »Baños simples. — Deben administrarse á una temperatura de 36 á 40.° centígrados, y con cortos intervalos. Las fricciones, el amasa- miento, y las diferentes maniobras que se usan en los baños orientales y se practican en la actualidad en la mayor parte de los eslableci- raie.itos públicos de" París, aumentan mucho su eficacia , y no se concibe cómo no los reco- miendan los médicos mas á menudo á los en- fermos que lienen medios para costearlos. »8i' han elogiado los buenos efectos de los baños de agua común á 36.° centígrados, pro- longados dos ó tres horas. Briquel dice haber- los visto curar tres casos de artritis crónica (Bull. de therap., t. XV, p. 212). >>Baños compuestos.— Se los ha preparado con las sustancias mas diversas: emolientes, narcóticas, de naturaleza animal, etc. (haños de malvavisco , de linaza, de salvado, de ca- bezas de adormidera , de yerba mora, de be- leño, de cicuta, ele; de gelatina, de tripas, de orujo, de heces de vino, vapores de anima- les recien degollados, ele). »Baños de vapor acuoso. — Gozan de una reputación popular, no inmerecida general- uieule hablando. En efeclo, pocos tratamientos estenios producen mas curaciones, y cuando no haslan á disipar enteramente los dolores y la tumefacción articulares, alivian mucho á los enfermos y les permiten volver á sus ocu- paciones. Adviértase sin embargo, que solo tienen cierta eficacia los baños de vapor en la artritis crónica diseminada en muchas arti- culaciones, y en las que no existe mas que una tumefacción mediana de los tejidos peri-articu- lares, y dolores moderados que se manifiestan especialmente durante la estación vertical y Ja progresión. También son útiles estos baños cuando se agregan al reumatismo articular do- lores en los músculos y en los tejidos fibrosos y tendinosos. Pero no ejercen acción alguna en l"a artritis qpe degenera en tumor blanco, alieb- rándose profundamente los huesos y las super- Gcit s articulares. «Se puede activar mas el vapor de agua, cargándotele principios aromáticos á beneficio de'plantas secas (salvia, melisa, romero y casi lodas las de la familia de las labiadas), de la brea y de sustancias resinosas balsámicas. »Lo> chorros son también un grande auxilio en esta enfermedad. «Son útiles los baños de vapor sulfuroso, cuando el vapor de agua no determina sufi- ciente estímulo en los tegumentos esleriores. El baño de aire caliente se emplea rara vez; sin embargo, su acción es enérgica y provoca abun- dantísimos sudores. Se puede dirigir á las ar- ticulaciones enfermas vapores secos, mezcla- dos con el producto de la combustión de sus- tancias vegetales y minerales, colocadas en un apáralo conveniente. No es lan segura la ac- ción curativa de las fumigaciones aromáticas como la de los vapores acuosos y sulfurosos. «Los baños sulfurosos , sulfuro-gelatinosos, alcalinos y jabonosos, prestan grandes servicios en el reumatismo crónico; pero lodavia no se ha determinado bien los casos en que convienen con mas especialidad. Nos ha parecido que cuando la piel eslá habilualmenle seca, y la perspiracion disminuida y reducida ala trans- piración insensible, conviene asociar á los ba- ños alcalinos el vapor acuoso. «Por lo demás, conviene recordar que no se debe prescribir indiferentemente y á la ven- tura eslas diversas especies de baños, como suele suceder con sobrada frecuencia. El tri- vial precepto de hacer transpirar mucho en la artritis crónica no puede aplicarse á algunos enfermos irritables, que con los baños de va- por sienten una escitacion penosa y duradera; ni á los pletóricos, ni por úllimo á aquellos que lienen calentura, y cuya salud general está al- terada. » Aguas termales.—Los baños de aguas ter- males lomados en el manantial, convienen so- bre lodoá los enfermos que han padecido largo liempo y en diversas ocasiones dolores reu- máticos/No deben dejar pasar muchas tem- poradas sin volver á someterse á una medica- ción que suele surtirles muy buenos efectos, y que después de contribuir a retardar los ata- ques de reumalismo, acaba en ocasiones por curarlos radicalmente. «Muchas aguas termales sulfurosas y sali- nas lienen fama de ser muy provechosas en el reumatismo crónico. La escitacion producida en la piel por la temperatura, y mas especial- mente por los principios sulfurosos, es una de las principales causas á que drhe atribuírsela saludable acción de los baños. Buena prueba son de esta nolable escitacion las erupcionei que frecuentemente sobrevienen en la piel i consecuencia del uso de ciertas aguas: la ad- ministración interior de eslas contribuye á res- tablecer la salud. Ya se deja conocer que no puede darse regla alguna general para el use de las aguas termales; pues se hallan subordi- nadas á las innumerables circunstancias palo- lógicas que acompañan á la enfermedad délas articulaciones. Al práctico toca modificar en cada caso la prescripción de las aguas, que no pueden declararse útiles ó nocivas de un modo general y absoluto. »E. Baños mercuriales. — Trousseau , <|W habia usado al principio los baños de sublima- do corrosivo en el tratamiento del reumalisnio agudo, los ha reservado después para el cró- I níco, asegurando que no conoce medicación mas eficaz. Para los adultos manda disolver ' en el baño dos á ocho dracmas de sublimado, DEL REUMATISMO. 237 haciendo que teme el enfermo uno diario ó cada torcer dia, hasla que se inflamen un poco las encías (Treiité de tteerapeutique, t. II, p. 107, en-8.'; París. 1831). Wedeking y Recamier han preconizado el baño mercurial. Bonnardel, que ha estudiado mucho este tratamiento, acon- seja como Becamier el baño con media onza de sublimado, y le añade igual cantidad de clor- hidrato de amoniaco (Journ. des conn. médico- chirurg. , p. 50, núm. i; 1834). Bonnardel habla lambien de fumigaciones desulfuro rojo de mercurio á la dosis de 20 granos á dos drac- mas para cada una, haciéndolasdurar un cuar- to de hora. Deberá ensayarse la medicación hi- drargírica en los reumatismos en que hayan sido inútiles los demás tratamientos. Se puede auxiliar con algunas dosis de calomelanos la acción de los baños mercuriales. »La hidroterapia hará con el liempo gran- des servicios en el tratamiento del reumalismo crónico, con tal que dirija un profesor la me- dicación , y la aplique á enfermos que puedan sufrirla sin inconveniente. »F. La compresión, hecha melódicamente sobre articulaciones poco doloridas, y cuando los tejidos circunyacentes .eslan infiltrados, blandos y sin vitalidad, puede ser muy venta- josa favoreciendo la resolución que se procura obtener por un tratamiento interno. La com- presión obra sobre, la circulación capilar de los tejidos, imprimiéndole una actividad que ace- lera la resolución, y mantiene la articulación afecta en una inmovilidad que debe siempre prescribirse cualquiera que sea el tratamiento que se elija. »G. Las fricciones mercuriales han sido útiles en casos en que de nada habían servido los demás medios curativos (véase Reumatismo agudo). »8.° Tratamiento interno. — A. Sudorífi- cos.— La mayor parle de los médicos han pro- digado en el tratamiento de la artritis crónica los sudoríficos de lodas especies, á fin de favo- recer la producción de sudores, que se escilan con mas seguridad por baños de vapor. Los medicamentos mas usados son los cocimientos de zarzaparrilla, de sasafras, de guayaco, los principios estraclivos sacados de estes leños, el cocimiento de corteza de sanco , los polvos de Dower, y el arrope de saúco lan elogiado por Quarin. Ñingun hecho positivo prueba la efi- cacia de eslos sudoríficos; pues en los casos en que se ha creído que eran útiles, lomaban los enfermos al propio tiempo baños de vapor. »B. Purgantes.—Muchas veces es úlil es- tablecer una derivación hacia el conducto in- testinal, con lal que la integridad de esle apa- rato permita el uso de los purgantes. Pretié- rense los purgantes irritantes ó drásticos, que se dan con intervalos mas ó menos largos: tal es el modo de obrar de la tintura de colchico, de las pildoras de Larligue, y tal vez de otras muchas drogas, que se han preconizado suce- sivamente , y que deben su voga á la acción derivativa que ejercen sóbrelos intestinos, y no á propiedades ocultes y específicas. En los casos en que es la enfermedad menos invete- rada, y los síntomas artríticos poco intensos, basta prescribir purgantes suaves á dosis mo- deradas y de un modo continuo. Los calome- lanos satisfacen bastante bien esta indicación, y ejercen ademas una acción alterante saluda- ble; pero lienen el inconveniente de producir la salivación. »C. ISarcóticos.—El opio y el clorhidrato de morfina son útiles para calmar los^dolores, agudísimos aveces, que sienten los enfermos cuando la flegmasía afecta una sola articula- ción , y cuando existen exacerbaciones cotidia- nas é insomnio. A beneficio de la aplicación de una sal de moruna sobre la articulación afec- ta , por el método endérmico, se han desarrai- gado dolores que habían resistido á las demás medicaciones. Sin embargo, es raro que con solo esla aplicación se consiga curar el mal. »D. El sulfato de quinina, por confesión de los mismos médicos que mas han preconizado sus efectos, es impotente contra el reumalismo mono-articular crónico. Todavía ejerce algu- na acción conlra el reumatismo poli-articular crónico , consiguiendo en ocasiones suspender momentáneamente los dolores ; pero vuelven estos á presentarse por punto general en cuan- lo se deja de dar e¡ medicamento. Hemos te- nido muchas ocasiones de observar eslos efec- tos del sulfalo de quinina , el cual solo es útil en los casos en que se observan exacerbacio- nes cotidianas. Se han usado asimismo bas- tante á menudo en el reumatismo crónico las preparaciones de acónito y de colchico, cuyos efectos hemos indicado ya en olro lugar (véase Reumatismo agudo). »E. Mercuriales.—Se ha administrado para combatir el reumalismo antiguo, los calome- lanos á dosis continuas, asociados á veces con las fricciones ó baños mercuriales, con los pol- vos de Dower, con los sudoríficos, etc. »F. Bromo.—Fournel ha ensayado el bro- mo en cualro casos (Bull. de ther.,\. XIV, pá- gina 87 ; 1838), administrándole en pociones á la dosis de 2 á 60 gotas, y esleriormenle ba- jo la forma de mistura alcohólica, en friccio- nes sobre las articulaciones enfermas. «Los he- chos que présenlo, dice el aulor, son dema- siado escasos para que pueda sacarse de ellos conclusión alguna general relativamente al valor terapéutico del bromo, en las artritis cró- nicas ; pero al menos son suficientes para pro- vocar nuevos ensayos.» \„ »G. lodurode potasio.^ fíouyer de Manen- nes ha deducido de sus investigaciones, que el ioduro de potasio es un £e«nedio de compro- bada eficacia en el Iratamientodel reumalismo articular, de la periostitis crónica y aun á veces del reumatismo articular agudo, sobre lodo cuando se bausadoantesun tratamiento antiflo- gístico con poco ó ningún éxito.Prueba bien este medicamento, lanío en los casos simples, co- 538 DEL REUMATISMO. rao en los complicados con infección sifilítica. La dosis de ioduro de potasio puede elevarse desde el principio del tratamiento de 5 á 8 granos diarios y gradualmente hasta 1 y 1 1|2 dracmas, y aun mas, asociándole con uña cor- ta cantidad de una preparación opiada (De Vioeiurc de potassium dans le traitement du rhu- matisme articulaire en Gaz. méd.,p. 4S6.1842.) El doctor Aubrun ha ensayado igualmente el ioduro de potasio en cinco casos de reumatis- mo crónico de los miembros inferiores. En tres casos desaparecieron completamente los dolo- res á los quince ó veinticinco dias de trata- míenlo!¿En un caso de reumatismo del múscu- lo gran pectoral y en cualro agudos surtió buen efeclo la medicación: la dosis varió de 20 á 40 granos diarios. (Reflex. et obs. sur Vemploi de Viod. de potassc dans le trait. de Varthrite rhumat. aigue; Gaz. méd., p. 791; 1842). Hugues Bennel ha preconizado el aceite de hígado de bacalao (Traite surVhuile de foie demorue, consid. comme agent. therap., etc., Lond.,1841). §. III.—Del reumatismo muscular. 9 1 ,° Del reumatismo muscular en gene- ral.—Miositis; mio-reumatismo, miodinia, de- rivados de i*vt, músculo, y de oíwn, dolor). bDefinicion. Se da el nombre de reumatis- mo muscular á una enfermedad que afecta los músculos de los miembros y del tronco espe- cialmente, caracterizada por un dolor, fre- cuentemente muy agudo, fijo ó errático, que se aumenta por la conlraccion de los múscu- los , y aun muchas veces por la simple presión. »É1 reumalismo muscular es agudo ó cró- liíco como el artro-reumalismo; pero la prime- ra forma es mas común. No creemos necesario consagrar una descripción especial á cada uno de estos reumatismos. «Anatomía patológica.—Como el reumatis- mo agudo termina sierapre por resolución, son muy oscuras las nociones que poseemos sobre las alteraciones materiales que deja en pos de sí. Muchos autores consideran la supuración como una terminación de la enfermedad, y ci- tan en apoyo de su opinión cierto número de hechos. Pero la mayoría de estos no puede ser- vir para resolver la cuestión, por haberse reco- gido en una época en que se conocia poco, ó al menos muy imperfectamente, la histeria de la infección purulenta. Gase ha escrilo una no- table memoria sobre el reumatismo, en la que dice que á vece- sobrevienen colecciones pu- rulentas en losratiúsculos ( Existe-t-il deux varietés de rhumatisme extérieur, ele.1 Mem. de la soc. méd. dtemul., t. V.; 1803). Villermé refiere un caso de esle género, y añade: «Ra- rísima vez se observa la supuración, lan co- mún en los flemones', como terminación del reumalismo (Journal de médecine de Corvísart y Leroux, julio, 1813). El cuerpo de los mús- culos de la cara posterior de los miembros es- laba reducido á pulpa ó papilla, de un olor particular, y parecida por su consistencia y co- lor á las heces del vino: se aplastaban y des- hacían entre los dedos.» Bouillaud, que cita h- la observación, se inclina á creer que el pus se habia formado en la articulación de la ro- dilla, y que no existia reumalismo muscular (loe. cit., p. 77). Sin embargo Irae muchas observaciones, que propenden á probar que puede el reumalismo determinar la supuración de los tejidos inter-fibrilares y una especie de flemón reumático (toe. cit., p. 84 y passim.). No hay inconveniente en admitir que puede el reumatismo muscular terminar por supuración en cierto número de casos; pero es cuando la enfermedad se trasforma en flemón, ó se com- plica con esla última afección. Ferrus admite la existencia de esla supuración muscular. «Al- gunos, dice, colocan los límites de lo posible en el horizonte de su observación personal, de- clarando no admilir un hecho que no hayan vislo. Por nuestra parte no hacemos Un poca cuenla de las observaciones y de los observa- dores» (arl. Rhumatisme, Dict.de méd., p. 578, 2.* edic.) Chomel y Requin no creen que el reumalismo pueda producir semejante alte- ración (loe cit., p. 31). «En el reumalismo crónico «se atrofian. se adelgazan y algunas veces se retraen, los ha- ces musculares. De aqui esas deformidades ó conlracluras, que sobrevienen en los miembros de los enfermos que han padecido muchos años dolores reumáticos, y que entonces se llaman baldados ó tullidos. Veril'ícansc también en las areolas celulosas que rodean las fibras muscu- lares depósitos de una secreción gelatiniforme, amarillenta, diáfana, análoga á una gelatina de sustancia bastante consistente» (Ferros, art. cil., p. 578). La mayor parle de las alie- raciones que se refieren á la afección reumá- tica, solo recaen en el tejido celular inler-hbri- lar: tales son la atrofia, la supuración y el depósito de materia gelatiniforme. Podria pre- guntarse si no procederían semejantes lesiones de la inacción que se ven precisados á guardar los músculos. »A veces se observa en los músculos una coloración, que se ha comparado á la de la ma- dera de encina vieja, ó bien al contrario un tinte amarillento, ó de hoja seca, con ó sin re- blandecimiento de la fibra. «Pelrequin cite un caso de reumatismo mus- cular agudo que dio lugar á induraciones j á una fragilidad del tejido contráctil (Rhuma- tisme musculaire aigu, ele; Jour. des connaii. méd.-chir., núm. 1.°, p. 12; julio, 1836); pe- ro como estas alteraciones solo se observaron durante la vida, no se puede decir precisa- mente en qué consistían bajo el punto de vista de la anatomía patológica. »J. Guerin ha indicado una retracción muscular producida por el reumatismo, que puede determinar la anquilosis. La relraccion activa es la que depende de la conlraclura DEL REUMATISMO. 239 acaecida durante el período agudo; se llama pasiva cuando procede simplemente de la rigi- dez de los músculos por haber conservado mu- cho liempo una misma posición. Rara vez son simples las anquilosis musculares, pues casi siempre las acompañan anquilosis ligamento- sas (J. Guerin, Mémoire sur les difformités). »Puede el reumalismo muscular terminar por osificación? Los Sres. Teslelin y Carlos Danbressi citen un ejemplo casi único en la ciencia, de reumalismo muscular que al cabo de muchísimos años produjo la osificación de la mayor parle de los músculos del tronco y de los miembros (gran complexo, eslerno-mas- loideo, deltoides izquierdo en su tercio inter- no , parle de los pectorales mayor y menor, bí- ceps y tríceps del brazo y la mayoría de los músculos de las caderas, de las nalgas, de los muslos y de las piernas). Habiéndose analiza- do el tejido óseo hallado en el espesor del bí- ceps crural, se vio que su composición química era igual á la de los demás huesos: la misma dureza , la misma organización , idéntica tra- ma con una sustancia inorgánica en sus mallas, y últimamente igual modo de nutrición por medio de una membrana que rodeaba los hue- sos por lodos lados y en\iaba vasos á su super- ficie; solo que la proporción enlre las sustan- cias salinas y las orgánicas no era la que se observa en el adulto. (Gaz. méd.,n. 170; 1839). No creemos que pueda el reumatismo por sí solo producir semejante trabajo de osificación; fiorque si asi fuese, se le encontraría con mas recuencia. «Ademas de las alteraciones pertenecientes al sistema muscular se observan otras que in- teresan los ligamentos, las superficies articu- lares y los huesos, y que dependen del reuma- lismo articular crónico que suele acompañar al de los músculos: ya las hemos descrito en olro lugar (Reumat. crónico). En resumen , vemos que las lesiones del tejido muscular son poco numerosas, y que lejos de poderse considerar como causa del reumatismo, son sus efectos ó resultados de complicaciones enteramente age- nasá la enfermedad. «Síntomas.—Unos son locales y elros gene- rales. El signo característico es el dolor muscu- lar, que se manifieste con especialidad durante la contracción de los músculos, haciéndola ce- sar instantáneamente. De aqui imposibilidad de mover las diversas parles del sistema hue- soso en que se inserían los músculos afectos. A veces sin embargo puede todavía verificarse la contracción muscular; pero es molesta y do- lorosa para el enfermo, que procura poner en completo reposo las parles afectes. «Ademas de este dolor que se manifiesta durante el ejercicio de la función encomendada al aparate muscular, suele existir olro gene- ralmente sordo y continuo, que se aumente comprimiendo los haces carnosos afectados de reumatismo, ó á ciertas horas del dia y de la no- che. Dase el nombre de reumatismo neurálgico á la forma de esta enfermedad en que tienen los dolores cslraordinaria intensión, van acom- pañados de punzadas bástenle parecidas á las de la neuralgia, y se exasperan como esta en ciertas épocas del dia y de la nocbe, pero sin seguir Irayeclo alguno bien determinado y dis- tinto que "pueda referirse á ramos nerviosos. Algunas veces esperimenlan los pacientes una sensación de frió, y otras existe una especie de constricción , de desgarramiento ó de calor en loda la masa muscular. «La parte de tegumento que cubre el mús- culo dolorido ofrece una temperatura mas ele- vada. No hay en ella tumefacción ni rubicun- dez apreciable (Chomel y Requin, ob. cil. p. 20). «La movilidad es un carácter común á los reumatismos articular y muscular. Se traslada con facilidad de un músculo á olro situado en la inmediación ó muy distante del punto primi- tivamente afectado. Cuando es agudo, recorre asi sucesivamente muchas parles del aparate locomotor , y abandona á los dos ó Ires dias su primer asienlo. En el eslado crónico liene mas fijeza pareciéndose en este al reumatismo mono- arlicular; persiste tenazmente muchas sema- nas y en ocasionts muchos meses en unos mis- mos músculos, y acaba en cierto modo por ad- quirir en ellos derecho de domicilio. Tal se ob- serva por ejemplo en las regiones provistas de muchos y gruesos músculos, como los lomos, las caderas, los hombros y el cuello. «Los síntomas generales son poco numero- sos. En la forma aguda se manifiestan á veces escalofríos, calor general y calentura durante algunas horas, sin que coexista inflamación al- guna articular. Faltan completamente eslos síntomas en la forma crónica y poco dolorosa, y cuando se presentan estos mismos caracteres después de haber existido algún tiempo el mal en estado agudo. Ferrus dice, que cuando el reumalismo muscular ocupa unasuperficie bas- tante eslensa, ó si aun siendo mas limitado le acompaña un dolor muy violento, se nota al propio liempo un movimiento febril (art. cit., p.577) «Si los músculos doloridos concurren al desempeño de una función impórtenle, la difi- cultad que esta esperimenta puede acarrear trastornos en la nutrición general, pero no sin haber transcurrido antes bastante liempo, y aun eso pocas veces. «Curso: duración «del reumatismo muscu- . lar.—El reumatismo de los músculos afecta con mas frecuencia la forma crónica. Puede permanecer en este último eslado cualro ó cinco semanas, ó bien tener una duración efímera, como por ejemplo de algunos dias. Oirás veces persiste años enteros, y entonces produce al- gunas de las alteraciones anatómicas queque- dan indicadas. «Complicaciones.—Cullen indicó la frecuen- te coincidencia del reumalismo de los músculos 1 con el de las articulaciones. Creiaque «la afee- 540 DEL reumatismo. cion de las fibras contráctiles permite á los do- lores propagarse de una á olra covunlura» (Elem. de méd. prat., 1. I, p. 446, en 8."; Pa- ris, 1819). Stoll y Sidenham han notado tam- bién esta coincidencia, que ocurre sobre ludo en el reumalismo articular crónico, revistien- do entonces la misma forma la afección de los músculos. En ocasiones no existen á un mismo tiempo las dos enfermedades, sino que se su- ceden una á otra. Esla coincidencia se ha con- siderado como una prueba de que es igual la naturaleza de ambas afecciones. «La neuralgia es olra complicación aunque mas rara, habiéndose observado la del nervio ciático mas frecuentemente que las demás. También puede complicarse el reumalismo muscular con el visceral. En cuanlo á las afec- ciones del corazón y de su cubierta, dependen siempre de las artritis agudas 6 crónicas que han existido en épocas anteriores. «Causas.—Son las mismas del arlro-reu- malismo. Solo recordaremos que es mas evi- denle la influencia del frió en la producción del reumatismo muscular, que en la del artrí- tico. Basta muchas veces que un hombre fuer- te, bien constituido, y que nunca haya teni- do reumalismo articular, reciba la acción de un aire frió y húmedo, se moje ó se esponga á una corrienle de aire, para que contraigan la enfermedad que nos ocupa los músculos es- puestos al enfriamiento. Los mejores autores convienen en reconocer la incontestable in- fluencia de esla causa. «Los que ya han padecido uno ó mas ala- ques de artritis reumática eslan mas espues- los que los demás á contraer el reumatismo muscular. Los ataques anteriores se convierten al parecer en causas predisponentes, y la im- presión accidental del frió en tal ó cual parto del cuerpo, desempeña el papel de causa oca- sional ó determinante. «Naturaleza del reumatismo muscular.— Los reumatismos muscular y articular apenas lienen de común mas que el nombre. Efecti- vamente, difieren mucho entre sí estas dos en- fermedades: el reumatismo articular es una flegmasía aguda , violenta , caracterizada por el aumento de la fibrina, y por todos los sín- tomas que pertenecen á las inflamaciones mas marcadas. Las alteraciones articulares son igualmente características, tanlo en la forma aguda como en la crónica ; el curso, la dura- ción y las complicaciones tlegmásicas, que no son mas que una eslension del reumatismo, acreditan también el origen positivamente in- flamatorio del artro-reumatismo. «En el reumatismo muscular no se encuen- tran los síntomas locales y generales que son comunes á todas las flcjgmasias; no hay calor, rubicundez, tumefacción, calentura ni eleva- ción de la temperatura cutánea; no se ha ob- lervado masque un dolor continuo y exacer- bante con los caracteres de una neuralgia. La» alteraciones anatómicas son nulas. Tampoco se manifiestan complicaciones flegmásicas, ni se ven nunca esas inflamaciones de las visceras interiores,'que son un argumento masen fa- vor del origen flegmásico del reumatismo ar- ticular. «Son pues lan marcadas las diferencias que existen entre estos dos reumatismos, cuan- lo pudieran serlo entre dos eslados morbosos opuestos. Háse creído poderlas destruir dicien- do: 1.° que el reumalismo muscular se mani- fiesta en sugelos aclual ó anteriormente ataca- dos de arlro-reumalismo; 2.° v que la acción del frió produce una y olra enfermedad. Fácil es contestar á eslos argumentos, que no lienen valor alguno, y que se reasumen en uno solo. Efedivamente ,'el frío eslerior puede muy bien determinar un reumalismo muscular ó articu- lar, aunque estas enfermedades difieran mu- cho en su naturaleza. ¿No vemos que el mis- mo agente produce, ora una neumonía, ora una neuralgia , ora una congestión hemorrági- ca, ele? Enfermedades muy distintas proceden» á menudo de causas idénticas, y si el reuma- tismo muscular acompaña frecuentemente al articular, es porque obrando el frió sobre los músculos y los tejidos serosos, determina en eslos una flegmasía, y'en aquellos una neu- ralgia. «Hemos pronunciado la palabra neuralgia en el paralelo que acabamos de trazar enlre ambas especies ele reumatismo; y en efeclo, la afección reumática muscular tiene todos sus caracteres, como lo ha demostrado perfecta- mente Roche en el siguienle pasage que no po- demos menos de transcribir: «Las afeccicnes que han descrito los autores con el nombre dt reumalismo nervioso, tales como el lumbago, los dolores vagos que ocupan los miembros en su continuidad y la hemicránea, nos parecen de naturaleza realmente nerviosa, ó sea ver- daderas neuralgias. Así lo prueba la circuns- tancia de que nunca van acompañadas de tu- mefacción ni rubicundez, de que no provo- can reacción alguna simpática, de que lejos de aumentarse por la presión, disminuyen por lo común, y finalmente de ser intermitentes y vagas. En una palabra, lienen lodos los carac- teres de las neurosis, y no ofrecen ninguno dt los de las flegmasías. Es preciso, pues, ó no dar á estes afecciones el nombre de reumalis- mo , ó no aplicarle lambien á la artritis reu- mática. Mientras se confundan eslas enferme- dades, necesariamente ha de ser vaga y con- fusa la historia de unas y otras; pues solo es- tudiándolas aisladamente podrá disiparse la oscuridad de que aun se halla en parte rodea- do su diagnóstico. Lo mismo sucede con la in- flamación de los músculos» (Boche, Dict. dt méd. et de chir. prat. , t. 111, p. 458, arl. A«- THRITE ). «Hablando Gaudel del reumatismo de la* paredes torácicas, dice que le cree muscular y fibroso á la vez, y no de la naturaleza de las neuralgias: 1.° porque se desarrolla en los púa- del reumatismo. 211 tos en que hay fibras carnosas ó aponeuróli- cas; 2." porque las mns veces se propaga se- gún el trayecto de las fibras musculares y ten- dinosas; y 3.° últimamente, porque sigue di- direcciones que no corresponden á nervios conocidos (Rech. sur le rhum. desparois thor.; Gaz. im'd., p. 2¿9 , 1834). Pero eslas objecio- nes, lejos de destruir la opinión de los que ven en el reumalismo muscular una neuralgia de los ramillos nerviosos, la confirman mas y mas; porque sí el reumatismo no sigue un Irayeclo bien determinado, es precisamente en razón de que la atmósfera nerviosa formada por los ti la- mentos mas tenues de los nervios, se encuentra en lodas las partes de los músculos. «A lo dicho añadiremos, que el reumalismo muscular se disipa sin dejar huella alguna de su paso; que los casos de supuración pertene- cen á la inflamación del tejido celular ¡nter-fi- brilar; que la sensación de desgarradura, de punzadas, que existe en el reumatismo mus- cular, se halla lambien en el dolor intermiten- te de la neuralgia ; que hay ademas en eslas dos enfermedades un dolor continuo mas obtuso, acompañado de una sensación de constricción, de contusión ele; que eslasdos especies dedolo- res, que coexisten a menudo, hacen que cueste mucho trabajo distinguir la neuralgia del reu- matismo délos músculos, y que por úllimo, eslas dos afecciones se complican y suceden una á olra frecuenlísimamenle, y ceden muy bien á las sales de morfina aplicadas sobre el dermis desnudo, y al sulfato de quinina. Mili- ta lambien en favor del origen neurálgico del reumatismo muscular, lo que mas adelante di- remos de los reumatismos viscerales. Cruveil- hier es lambien de los que no titubean en con- siderar esta afección como una neuralgia', ad- virliendo que los dolores musculares tienen la mayor analogía con los que esciten las afec- ciones de la médula y de los ramos nerviosos. La única diferencia que existe enlre los dolo- res reumáticos y las neuralgias, es que estas siguen un trayecto bien determinado, porque las ramas de los nervios eslan mas aisladas y son mas voluminosas; al paso que en el reuma- lismo reside el dolor en las fibrillas nerviosas mas tenues que se irradian en los músculos. •Resulta, pues, que el reumalismo muscu- lar, que bien merece el nombre de miodinia (un, músculo, y tlw», dolor) que se ha pro- puesto darle, es propiamente hablando la neu- ralgia de los músculos, debiendo colocarse en las nosografías enlre las demás neuralgias, y lejos del reumatismo articular, con el que nó tiene de común mas que el nombre, puesto que se le debe incluir en la gran clase de las fleg- masías. •Asi como la flegmasía de las membranas serosas articulares puede invadir las serosas q^oc cubren las visceras interiores (endocardi- tis, pleuresía), asi lambien puede la miodinia residir en los músculos esleriores y en los vis- cerales. TOMO VII. «Tratamiento.—El tratamiento preservati- vo es exactamente el mismo del reumatismo articular. «El tratamiento curativo consiste especial- mente en el uso de los agentes terapéulicos que ya hemos estudiado (véase Reumatismo articu- hr crónico), restándonos solo decir cualro pa- labras sobre algunos de ellos. «Cuando el reumalismo es leve, baste apli- car sobre la región que ocupan los músculos doloridos, paños muy calientes ó cataplasmas emolientes rociadas con láudano ó con un acei- te narcótico. Con la administración simultánea de un baño muy caliente y de bebidas calien- tes aromáticas y sudoríficas al interior, se di- sipa fácilmente un reumatismo agudo poco in- tenso. Cuando resiste ó cuando ya es antiguo, se aplica cataplasmas sinapizadas ó sinapis- mos, dejándolos obrar enérgicamente; ó bien se enrojece la piel á beneficio de fricciones ir- ritantes, practicadas con una franela impreg- nada en trementina ó en amoniaco líquido. La medicación que mas aprovecha consiste en co- locar en el punto dolorido ventosas escarifica- das , repitiendo muchas veces esla aplicación, si no se consigue disipar el dolor con la pri- mera. Las cataplasmas emolientes y los baños calientes aumentan mucho la eficacia de este medio, que debe preferirse á las evacuaciones sanguíneas hechas por medio de sanguijuelas; las cuales se reservarán para aquellos casos en ue se nieguen obstinadamente los enfermos á ejarse poner ventosas. «A veces hay que usar los vejigatorios , la cauterización transcurrenle y aun el moxa, para combatir los dolores reumáticos rebeldes, que en tales casos acompañan casi siempre á la artritis crónica y son tan tenaces como ella. Sulralamiento local y general es idéntico. Los baños de vapor, las fumigaciones'sulfurosas, los chorros, y sobre todo las aguas termales, cuyos buenos efectos hemos indicado al bablar del reumalismo articular, y la hidroterapia, convienen igualmente en la afección reumálica de los músculos. «La acupuntura unida al galvanismo y á la electricidad , ba hecho incontestables servi- cios y aun efectuado curaciones desesperadas. «Las aplicaciones de vejigatorios volantes para usar las sales de morfina por el método endérmico, son muy útiles en el tratamiento de los reumatismos musculares acompañados de dolores neurálgicos muy intensos. Vemos á veces con sorpresa ceder en pocos dias á la me- dicación endérmica, dolores que habían resis- tido durante muchos meses y aun años. Del mismo modo deben combatirse los dolores reu- máticos qua se exasperan de noche 6 por las lardes, quitando el sueño á los pacienles. «Las preparaciones de quina, y sobre lodo de sulfato de quinina, convienen en el trata- miento de los reumatismos musculares que ofre- cen algunosde los caracteres de las neuralgias, y que se complican con eslas afecciones, ó van 31 ül DEL HEl'M.VriáMO. acompañados de dolores que se exacerban lo- dos lus dias con ó sin regularidad. «Considerando Milchell la enfermedad que estudiamos como una irritación espinal, pro- pone Iratarla como á esla última por aplicacio- nes de sanguijuelas y de vejigatorios á la co- lumna vertebral, de donde salgan probable- mente los troncos nerviosos que vayan á parar á los músculos afectados (e?lraclo de los perió- dicos americanos, en Gaz. méd., p. 356, 1831, y p. 120, 1834). «También se han propuesto las fricciones mercuriales (véase Reumatismo crónico) , las aplicaciones de cianuro de potasio en disolu- ción , y el uso interior del colchico, del acónito, del opio y de los calomelanos. »2.° Del reumatismo de los diferentes mús- culos del cuerpo.—Reumatismo de la cabeza; reumatismo epicraniano; gravedo.—Puede ocu- par el músculo occípito-fronlal, y entonces sien- ten dolor los sugelos cuando se ponen un som- brero, y aun en ocasiones al mover los mús- culos afectados. No existe alteración alguna apreciable de la piel del cráneo. Por lo común es la impresión del frió en la cabeza la causa de esle mal, que solo afecto á sugelos que han padecido ya oíros reumatismos. El tratamiento que aconsejan Chomel y Requin, consiste en aplicar sanguijuelas á las sienes y detrás de las orejas, y cuando no baste esle medio, afeitar la cabeza y poner en ella sanguijuelas y después un vejigatorio. Quieren que lejos de preservar del frió los tegumentos del cráneo, se los habitúe á recibir su influencia, y bastase los someta á la acción de afusiones frias (ob. cit., p. 43). «Puede el dolor ocupar los músculos de las sienes (reumatismo temporal), los masderos y los terigóideos. En este caso se hacen muy do- lorosos y auna veces imposibles los movimientos de la mandíbula; no puede verificarse la mas- ticación, y si el reumalismo pasa al eslado cró- nico, acaba por afectarse la misma articulación lémporo-maxilar. «Los autores hablan de reumatismos de los músculos de los párpados, del globo del ojo, y de la faringe. Requin cita una observación de reumatismo faríngeo. Anunciase esle por una disfagia intensa generalmente: la membrana mucosa de la faringe y del istmo de las fauces no presenta rubicundez alguna. »Reumatismo de los músculos del cuello ó torticolis (pescuezo torcido, tortum collum).-— Esle reumalismo es una afección muy común, que da lugar á un conjunto de síntomas loca- les , por cuyo medio es fácil reconocer la natu- raleza y el asiento de la enfermedad. Hállase la cabeza en su posición natural, ó bien muy in- clinada y vuelta hacia uno de los hombros, conservando siempre el enfermo una misma ac- lilud, pues cuando trata de variarla contra- yendo los músculos del cuello, esperimenla un agudísimo dolor. Los movimientos pasivos son menos dolorosos. Puestos los músculos en la relajación mas completo y bien sostenida la ca- beza , poco ó ninmm dolor osperinieulan i < ! pacientes ; sin en bargo, á la caída «le te tan" v de noche, cuando se despierten los Migrlu.<, sienten, aun sin hacer movimiento alguno, ui:,i \ sensación de constricción , de desgarradura, \ \ aun en ocasiones punzadas doloridísimas en I > músculos y en la parle posterior del cuePn. Muchas veces se manifiesto el dolor con un, ¡ violencia lal, qu; arranca gritos á los pacien- ¡ les; liene lodos los caracteres de un dolor neu rálgioo, pero no sigue trayecto alguno bien determinado. Cuando ofrece esla forma, suele exasperarse á ciertas horas d< I dia , ó repro- ducirse con cierla regularidad por las lanío ó las noches. No debe confundiré esta exacei- bacíon intermitente con el aumento de los do- lores producido por los movimientos involun- tarios que hace el enfermo durante el sueño. «Cuando el reumalismo reside en los mús- culos destinados á poner en flexión la cabeza, y á determinar su rotación, se inclina esla par- le considerablemente hacía el lado enfermo, porque los músculos opuestos y congéneres di I lado sano son los únicos que se contraen; los afectados se relajan á causa del dolor que pro- ducen á la menor conlraccion. Cuando eslan mas especialmente interesados los eslensore*, se manifiesta sobre lodo el dolor en el momen- to en que quiere el enfermo levantar la cabeza. En lodos los casos mueve el tronco en totali- dad para volverse á mirar Ios-objetos, y las ac- titudes que loma entonces son un escelente signo de la enfermedad. «Se puede confundir el reumalismo de los músculos del cuello con lodas las enfermedades que determinan la inclinación y la rotación dt; la cabeza á que da lugar el lortícolís. Una con- lraccion enérgica de los músculos del cuello, ó una violencia eslerior, que produzcan la rotu- ra de algunas fibrillas, ocasionan un torlírolis que nos parece lan distinto del reumatismo, co- mo lo es del reumatismo de la pierna la ro- lura dd tendón de Aquiles. Las afecciones fon que mas fácilmente puede confundirse el lor- lícolis, son las conlracluras musculares, pro- ducidas por una meningitis cerebro-espinal ó espinal solamente, ó bien por una mielitis en su principio. Hemos vislo Ires casos de esle géne- ro , y en uno de ellos padecía ademas el súfrelo reumatismo articular, lo cual hacia mas oscu- ro el diagnóslico. En la meningitis espinal, la contractura se limite mas particularmente á l<>* músculos de la parte posterior del cuello, la flexión de la cabeza es dolorosa y dificii, y aun á veces se inclina un poco hacia atrás. Por lo demás es raro que la conlraclura no descienda mas abajo eslendiéndose á la región dorsal. Si la conlraclura fuera reumálica, como se ha ob- servado en algunos casos, la forma crónica y la larga duración del mal ilustrarían el diag- nóstico. Si hubiese parálisis de los músculos del cuello, se podria comunicar á la cabeza cual- quier posición, sin producir dolor ni observar conlraclura en ningún punto. DEL ItEUMATlSMO. 2'M »La neuralgia de los ramos nerviosos que ?c distribuyen en los músculos del cuello, no produce el cambio de dirección que presente la cabeza en el lorlícolis. No haremos mas que (•numerar algunas otras afecciones, que no es posible confundir con el reumatismo délos mús- culos del cuello, si se indaga con algún cuida- do las causas que han producido el mal. Los infartos de las glándulas cervicales, las des- viaciones del raquis, las cicatrices viciosas, de- terminan un lorlícolis cuya naturaleza es fácil de averiguar. . »EI lorlícolis depende evidentemente déla acción directa del frió sobre el cuello. Se ma- nifiesta en el momento de despertarse las per- sonas á quienes durmiendo se les ha enfriado el cuello, ó bien cuando uno después de una marcha forzada ó de un ejercicio penoso, se quila la corbata, recibiendo asi el contacto de un aire mas ó menos fresco. Los hombres es- lan mas espueslos que las mujeres á contraer el lorlícolis; el cual ofrece acaso mas recidivas que el reumatismo de las demás parles del sis- tema muscular. «Son aplicables al lorlícolis las reglas que hemos trazado para el tratamiento de todos los reumatismos musculares. Las aplicaciones de sanguijuelas, ó mejor aun de ventosas escarifi- cadas, de cataplasmas emolientes muy calien- tes y rociadas con láudano de Sidenham, son muy útiles para calmar los dolores. También se consigue el mismo resultado por medio de cataplasmas sinapizadas ó sinapismos, que re- corran lodas las regiones del cuello; v los ba- ños muy calientes favorecen la resolución de la enfermedad. Cuando se recurre á esle medio, que debe venir siempre en auxilio de la medi- cación local, se echa lambien mano de bebidas emolientes y algo aromatizadas, á fin de escilar una diaforesis suave. «Cuando son muy agudos los dolores, se prescriben algunos «ranos de opio. En toles circunstancias se pudiera administrar el sulfa- te de quinina que disminuiría ó disiparía el dolor. Esta medicación, que hemos empleado con éxilo en lorlícolis dolororísimos , ofrece especialmente grandes ventajas cuando el dolor tiene cierto carácter neurálgico , y se exaspera á horas determinadas del dia, en cuvas cir- cunstancias hemos conseguido suspender in- mediatamente con la sal de quinina lorlícolis que habían durado muchos dias. No deja de convenir este tratamiento aunque el dolor in- termita con irregularidad. »Reumatismo articular de las paredes torá- cicas; pkurodinia.—Caracteriza este reumatis- mo un dolor de intensión variable, que resi- de en uno ó muchos puntos de las paredes pec- torales , y se aumente por los movimienlos res- piratorios. * Atiento.— El dolor reumático afecte por lo general un lado del pecho; Gaudd, á quien se debe una escelente descripción de la pleu- cree que es mucho mas frecuente en rodinia el lado izquierdo que en el derecho(Recherches sur le rhum. des parois thoraciques; Gazette medícale, p. 225; 1834). Ora ocupa el reuma- tismo una gran parle del músculo gran pecto- ral ó solamente sus inserciones en las costillas ó en la eslremidad esterna de la clavícula, etc., ora las digitaciones del serrato mayor; ó bien se fija por detrás en la región dorso-cervical ha- cia la inserción acromiai del trapecio y del del- toides, en las fibras del dorsal mayor, del Ira- pecio y de los músculos de la región escapular; en una palabra, no hay un solo músculo su- perficial ó profundo que no pueda hallarse in- teresado ; pero los que hemos indicado prime- ro son los que padecen masa menudo. Por úl- limo, puede el reumatismo pectoral eslenderse á los músculos del cuello y de la pared abdo- minal, á los oblicuos mayor y menor y á la aponeurosis del abdomen. «Los síntomas locales son el dolor y la di- ficultad para los movimientos musculares. El dolor varia respecto de su asienlo é intensión. Generalmente se manifiesta hacia la parte la- teral é inferior del pecho, cerca del pezón, ó en una eslension considerable de la región ma- maria. También se presenta la pleurotiinia por detrás en los parages que hemos indicado, cor- respondiendo exactamente á la disposición ana- tómica de ciertos músculos. «El dolor, ora es agudísimo y parecido al que determinan la pleuresía y la pieuro-neu- monia ; ora es vago y sordo, viéndose el en- fermo obligado á buscarle en cieno modo, para indicar su asiento. Siempre adquiere mayor intensión cuando hace el paciente inspiracio- nes profundas y forzadas, cuando lose ó ende- reza el Ironco. Asi es que liene cuidado de res- pirar suavemente y con precaución, para limi- tar en lo posible la conlraccion muscular, y líala de disminuir los movimientos del pecho apretándole con la mano ó lomando una posi- ción adecuada á su intento. Dícese que el de- cúbito sobre el lado dolorido es penoso para los enfermos y aumenta el dolor, haciéndose este mas fuerte y mas perceptible cuando se com- prime sobre la pared torácica; pero estos sín- lomas son muy variables. Gaudet cree que la presión puede servir muy bien para localizar el dolor, y medir exactamente su eslension (mem. cil., p. 227). La pared costal se dilata menos en el lado enfermo que en el sano; la respiración es corte, incompleta y entrecortada á cada paso por el dolor, cuando escede de cierto límite la ampliación del tórax; en cuyo caso exhala el enfermo un quejido, y suspen- de inmediatamente los movimientos respirato- rios. Hay ademas otros signos negativos que mas adelante daremos á conocer (véase DIAG- NÓSTICO). »AI liempo de desarrollarse el reumalismo esperimenlan algunos sugelos escalofríos, ca- lentura , agilacion , insomnio , cefalalgia, que- brantamiento, desazón general, presentándose poco después el dolor. Gaudd dice haberle \h- !U lo ocupar al principio toda la región anlerior del tórax, y producir una incomodidad dolo- rosa, que los enfermos comparaban á la que re- sultaría de un pelo ó de. una coraza colocados sobre el pecho. Oirás veces se esliende el dolar al intervalo de los omoplatos y ala columna vertebral, desde donde envía prolongaciones á los lados del lorax (mem. cit., p. 226). «Es raro que cuando se mmiüesla al prin- cipio movimiento febril, persisto después; por- que la pleurodinia simple no perturba la cir- culación. En ocasiones se observa una disposi- ción marcadísima á la traspiración. El reuma- tismo de las paredes torácicas suele abandonar su asienlo primitivo para pasar á olro, ó bien eslenderse á porciones del sistema muscular que aun no estaban interesadas. Cuando es leve se disipa con algunos dias de descanso ó á be- neficio de un tratamiento muy sencillo; pero porto general constituye una afección dolorosa y persistente, que obliga á los sugelos á recla- mar los ausilios de la medicina. Tiene el mal mucha tendencia á las recidivas, y es bastante común ver volver á los hospitales y á las con- sultas públicas enfermosa quienes se habia li- brado enteramente de su pleurodinia con ba- ños y ventosas escarificadas. Proceden las re- cidivas de la esposicion del cuerpo al frió, y sobre lodo de la fatiga muscular que suelen exigir las profesiones de los artesanos y gente del campo. »La pleurodinia reumítica se complica á veces con bronquitis catarral, y algunos au- tores han querido ver en esla bronquitis una especie de reumalismo de los bronquios. Cuan- do se complica de esto modo el reumatismo, hay calentura , quebrantamiento y sudores. Rara vez va el reumalismo muscular del lorax acompañado de pericarditis, de endocarditis, de pleurodinia ó de neumonía. Sin embargo,, es preciso observar atentamente á los sugelos en quienes persiste mucho liempo el dolor, presentándose dificultad de respirar. La aus- cultación y la percusión revelan en ocasiones la existencia de un derrame pleurílico, desarro- llado de un modo sordo é insidioso. Gaudet ha observado en un enfeimo una constricción la- ríngea é irradiaciones dolorosas en la continui- dad del brazo izquierdo; accidentes que refie- re á una afección de las fibras carnosas del corazón. » Diagnóstico.—La sonoridad normal del lorax, la limpieza del murmullo vesicular que solo eslá un poco debilitado, la ausencia de los, de especloracion y de calentura, son sig- nos negativos que no permiten confundirla pleurodinia con las afecciones del parenquima pulmonal y de la pleura. Háse dicho que el sonido pectoral era menos claro que en el es- lado sano (Gaudd, mera, cit., p. 247); pero esta aserción es inesacla. A no ser por la aus- cultación y la percusión, pudiera el médico verse muy perplejo para formar el dignóslico. La pericarditis puede simular una pleurodinia BEL HF.CMATISMO. á" causa del dolor local; pero la intensión de la liebre, Id existencia do ruidos anormales en la región del corazón , el sonido macizo, la dis- nea, ele, solo pertenecen á la pericarditis. También se puede confundir la neuralgia in- tercostal con la pleurodinia , y osle error se ha comelido muchas veces en la época en que no se conocía bien dicha neuralgia. Distingüese esla por un dolor lancinante, que sigue esacla- temvnlo el Irayeclo de un nervio intercostal y que se manifiesta por accesos, existiendo ade- mas olro continuo y que ocupa dos ó tres pun- tos aislados, correspondientes á los parages por donde entran y salen los ramos nerviosos que se distribuyen en los músculos y en la piel: la presión sobre el canal vertebral en el punto donde loma origen el nervio intercostal afecto determina un dolor agudo que sigue el Irayeclo del cordón nervioso. «La pleurodinia reumática es muy común en los adultos que por su profesión se esponen á lodas las intemperies del aire y á numerosas causas de cnlriamienlo: lambien es muy co- mún entre los artesanos que afluyen á los hos- pitales. La mayor parle de los enfermos que se presentan en estes establecimientos han pade- cido ya oíros alaques de igual naturaleza. «No conviene abandonar á sí misma la pleu- rodinia intensa, porque da lugar á pleuresías agudas ó crónicas. Los medios que deben usar- se son: las aplicaciones de ventosas ó de san- guijuelas, las cataplasmas emolientes, los ba- ños calientes y las bebidas diaforéticas. »Reumatismo de las paredes abdominales.— Los síntomas que determina y queGeneslha descrito con mucho esmero (Rech. sur qutlquii cas de rhum. des parois abdom. qui peuveni étre confondus avec la peritonite genérale; G'«:. méd. , p. 739, 759, 772; 1832), consisten esencialmente en un dolor, que se promueve sobre todo cuando el enfermo hace esfuerzos para volverse en la cama ó para senlarse; por cuya razón permanece echado de espaldasevi- lando con cuidado lodo movimiento. Ocupa el dolor la paite anterior del abdomen en su totalidad, y aun se estiende hacia los múscu- los que cubren las últimas costillas y la cara anterior del pecho. Se aumenta comprimiendo las paredes abdominales. Es continuo, dice Ge- nesl, y sin embargo ofrece de liempo en liem- po crueles paroxismos en forma de punzadas, pero no de cólicos. En una palabra, el mejor signo de esla enfermedad es un dolor espontá- neo, agudísimo, que se aumente por la presión, y sobre todo por los movimienlos que exige la conlraccion de los músculos abdominales. «La peritonitis es la única enfermedad con que se puede confundir esle reumalismo. Pero los vómitos, la calentura, la sed y los síntomas generales, que ten comunes son en la prime» de estas afecciones, fallan completamente en la segunda; el dolor abdominal causado por la presión es lambien menos agudo que en la pe- ritonitis. Genest cree que muchas veces se ba DEL REUMATISMO. 545 dado el nombre de peritonitis á reumatismos de las paredes abdoninales acaecidos desputs del parlo. Esle aulor considera el eslado puer- peral como una causa de reumatismo, y el sexo femenino como una especie de predisposición á padecerle. «Como el reumatismo de las paredes abdo- minales puede dar lugar auna peritonitis, y es de los mas rebeldes, conviene emplear desde el principio un tratamiento enérgico, siendo les principales agentes de la medicación que debe usarse las aplicaciones mas ó menos repelidas de ventosas ó de sanguijuelas y de cataplasmas laudanizadas, los baños y el opio. Los vejigato- rios ofrecen un último recurso del que pueden esperarse escelenles resultados. »Rcumatitmo de los músculos de la región dorso lumbar; lumbago.—Solo debe designarse con esle nombre el reumatismo que interesa los músculos de los canales lumbares, y no ha habido razón para referir al lumbago los dolo- res lumbares procedentes de la rotura de algu- nas fibrillas musculares ó de la violenta disten- sión de los ligamentos en sugelos que habían hecho esfuerzos considerables. Se dice que los dolores situados sobre las apófisis espinosas ó hacia la parle inedia del sacro pertenecen al reumatismo de los ligamentos y del periostio de las vértebras ; pero ya se deja conocer que esla distinción es con harta frecuencia ilusoria, y ademas solo estriba en una suposición que necesitaría apoyarse en ruevas observaciones. «Ibíllase caracterizado el lumbago por un dolor fuerte que ocupa las masas carnosas si- tuadas en los canales lumbares ó las de un lado solamente. Varia mucho la intensión de este dolor, siendo á veces lan agudo, que no puede el enfermo hacer el menor movimiento sin lan- zar un grito á causa de las violentas punzadas ó sensación de desgarradura que esperimenta en la región lumbar. En esle caso no puede el paciente conservar la posición vertical; per- manece en cama, y una vez acostado hasla le es imposible variarde situación, á menosque se le ayude ó se le levante en peso lodo el cuer- po. No puede orinar ni hacer de vientre sin que al punto aparezcan los dolores con eslremada violencia. Cuando el lumbago es menos inle..so ó después de pasado ya el período de agudeza, es el dolor sordo, conlusivo, y no impide al enfer- mo moverse. Sin embargo, su modo de andar ofrece un carácter particular; mueve todo el tronco de una vez, y cuando tiene que sentarse 6 bajarse, conserva en la mas completa inmo- vilidad teda la columna vertebral. En ocasio- nes solo se manifieste el dolor durante los mo- vimienlos de flexión ó de eslension del Ironco ó cuando haced sugelo algún esfuerzo. Opri- miendo las masas carnosas del dorso lumbar se suele aumenlar el dolor, aunque á veces no produce la presión efeclo alguno sensible. «El reumalismo de los ríñones puede ser ipirético; pero cuando tiene alguna intensión á acompaña un movimenlo febril muy marca- ' do, que sin embargo se disipa pronto : en esle caso existe calor en la piel, sudor, sed, ano- rexia, quebrantamiento, cefalalgia y una agi- tación que es mas pronunciada por las noches. Muchas veces principia el reumatismo como las afecciones agudas por escalofríos y calor febril, persistiendo esle aparato uno ó dos dias. Des- pués de haber durado algún liempo los dolores violentísimos que obligan al paciente á guar- dar un reposo absoluto, van disminuvendo de intensión, y propenden á hacerse crónicos, si no se consigue curarlos á beneficio de un Irata- míenlo conveniente. Relativamente á su dura- rion pudiera distinguirse el lumba*goen agudo y crónico , porque en efeclo vemos á este reu- malismo durar solo algunos dias ó eternizar- se durante muchos meses. Por otra parle es preciso advertir que eslá sujeto á frecuentes recidivas y que los sugelos que le han padecido una vez, esperimenlan nuevos alaques con in- tervalos de corla duración, bastando la causa mas leve para escilarlos. Por esla razón es al- go mas grave el pronóstico del lumbago que el de los demás reumatismos, debiendo ademas tomarse en cuenla su larga duración. «La meningitis espinal puede producir do- lor y conlraclura de los músculos de los lomos; pero entonces facilitan el diagnóslico la calen- tura, las convulsiones de los miembros infe- riores, los dolores que en eslos se perciben y el aumente de la sensibilidad culánea. Los abs- cesos formados en el espesor de los músculos sacro lumbares van acompañados de una tu- mefacción local y de un movimiento febril que no se observan en el reumalismo. Cuando la colección purulento se desarrolla con lentitud por efecto de un trabajo morboso que inte- resa las vértebras ó el sacro, la atente indaga- ción de la causa y de los sínlomas locales de la enfermedad darán fácilmente á conocer la na- turaleza del mal. Últimamente puede el dolor lumbar depender de una afección de los ríñones, de un aneurisma de la aorla abdominal, de un cáncer del útero, del estómago ó de los intesti- nos gruesos, de una caries vertebral ó de unas viruelas inminentes; pero nos parece que bas- ta indicar estas enfermedades para no confun- dir con ellas el reumatismo. »La causa del lumbago es, como la de to- dos los reumatismos, la acción del frió húme- do. Muchísimos militares veteranos padecen un lumbago que nunca les abandona, por haber dormido en parages húmedos y frios. Creemos que los esfuerzos musculares y la fatiga solo obran como causas ocasionales. «Para curar rápidamente el lumbago mus- cular es preciso aplicar ventosas escarificadas ó sanguijuelas á la región lumbar, formando el complemento de esla medicación los bañoa tibios y las cataplasmas emolientes ó narcóticas. También se puede recurrir al uso de ventosas secas y de sinapismos renovados con frecuen- cia. Si se presenta el lumbago bajo la forma crónica, se ensaya el tratamiento precedente, lia DF.l. REUMATISMO. y después se prescribe la aplicación de un an- cho vejigatorio, de cauterios ó de moxas, ó la cauterización Irascurrente con el hierro en- rogecido. Pueden entonces hacer servicios in- mensos los chorros de vapor simple ó sulfu- rosos, las fricciones, el amasamiento y las aguas lermiles que ya hemos inJicido (véase Reumatismo articular crónico). S¿ huí aconse- jado las fricciones con trementina y otros li- níraenlos esc i tan tes y sedantes. Conviene que lleve siempre el piciente una faja de franela ó una piel de liebre, de cisne, etc., alrededor de los riñóles. » Reumatismo de los miembros.—No lodos los músculos de los miembros se hillan igual- menlos dispuestos á sufrir ataques de reuma- limo; los que mis frecuentemente le padecen son por punto general los mis próximos al tronco y los mas gruesos, como el deltoides, los glúteos, los bíceps y tríceps braquidles y femorales. Hise dicho también que los múscu- los de las regiones esternas se hallaban mas espueslos que 1 >s ite las internas, y los super- ficiales mas que los profundos. Puede el reu- matismo ocupar los dos miembros de un mis- mo lado y aun lodos los cualro á un tiempo (Ferrus, arl. I\:ium\tisme del Dict. de méd., 9.a ed., p. 548). «El único síntoma de la e.ifermedad con- siste en el dolor durante la contracción de, los músculos afectos; no hay tumefacción , rubi- cundez ni calor apreciables. La presión au- mente el dolor y permite descubrir el asiento preciso del reumalismo. Muda este fácilmente de silio , y sucede en ocasiones que habiéndose dormido el enfermo con un dolor en los mús- culos eslensores, te encuentra a! despertarse en los flexores. Á menudo se asocia el reuma- tismo muscular al arlro-reumalismo , residien- do en puntos tan inmediatos á la articulación, que cuesla algún trabajo distinguirlos enlre sí. «Lis neuralgias pueden confundirse fícil- mente con el reumalismo de los miembros; pero el trayecto que sigue el dolor, limitado esaclamente á los ramos de un nervio, indica bástanle bien la naturaleza y el asienlo de la afección neurálgica; en la cual, por olra par- le , es el dolor independiente de la conlraccion de los músculos, al paso que se aumenta mu- eho bajo esla influencia cuando la enfermedad es reumálica. «Los dolores musculares, agudísimos á ve- ces, que sienten los sugelos afectados de mieli- tis ó de meningitis raquidiana, se asemejan á los dolores reumáticos; pero eslos no son tan generales como en las dos primaras enferme- dades, que producen ademis conlracluras y fenómenos convulsivos en los miembros. «Las mujeres histéricas lienen después de sus ataques y aun ei otras épocas dolores muy intensos en los músculos de los miembros. Ahora mismo eslamis asistiendo á una joven hislérica, en la cual h irnos observado muchas veces dolores en el músculo tríceps femoral del muslo derecho, que >e aum^ntolian por la Eres ¡mi y el m tvimiiMilo. Esle dolor, que se a m i:uf.'slad>) repetidamente en dicho múscu- lo v ea otros regiones , es independiente de lo* ataques historíeos; pero coincide con jaquecas, palpitaciones y sofocos, en una palabra , con Iraslornos nerviosos que no permiten confun- dirle con el dolor reumático. «Los dolores musculares á que da lugar la intoxicación saturnina ofrecen lodos los ra- racléres de una neuralgia, y podrian también confundirse con un reumalismo. Sin embarco, en la afección saturnina no causan dolor al- guno los m ivimientos de los miembros, y por olra pule el conocimiento de la causa espe- cífica, los signos de la caquexia saturnina , y la eficacia de los purgantes, de los baños sul- furosos y d • los mediiMinentos con que se com- bate las'enfermedides producidas por el plo- mo , son otros laníos dalos que sirveu para es- tablecer el diagnóslico diferencial. «La sífilis determina dolores eo la conti- nuidad de los miembros, que pudieran refe- rirse á una afección reumálica ; pero entonces el enfermo ha tenido sifilides en una época mas ó menos remota, y lodavia presenta úl- ceras en la garganta, ozena ó un enflaqueci- miento que no se observa en el reumatismo; se suelen encontrar en los huesos tumefaccio- nes notables, y últimamente las primeras dosis de un medicamento anlisiliiílico producen una rápida mejoría. »Reumatismo de la piel; dermalgia reumá- tica.— Bajo este último nombre ha descrito Beau un reumalismo culáneo, que ha observado varias veces (Note sur les dermalgies, etc., en Arch. gen. de méd. , 3* y nueva serie, l. XII, p. 120; 1841). Lazerme es, según Beau, el único que ha hecho mención de esle reuma* tismo (Curaliones morborum, l. II). La descrip- ción que vamos á presentar la tomamos por complete de la memoria publicada por el pri- mero de eslos autores. «Hállase caracterizada la enfermedad por un dolor que puede residir en todos los pun- to de la piel, asi de la cabeza corno del Ironco y de los miembros, siendo la primera y los últimos los que mas á menudo la padecen. Ocupa la dermalgia una ó dos pulgadas cua- dradas, y mas rara vez toda la piel. «El dolor es continuo ó intermitente, y a menudo ofrece eslos dos caracteres á la vez. El dolor continuo es de varia intensión, y ocasio- na un hormigueo análogo al que produciría el contacto de una lela de araña, ó una sensación penosa de escozor y de calor como si estuvie- se desnudo el dermis. El contacte de los ves- tidos y de las sábanas y la presión ejercida con los dedos exasperan el dolor continuo y re- producen el intermitente, aunque á veces ce- so, este aumentando mucho la compresión. «El dolor intermitente presente el carácter de las neuralgias; es vivo, lancinante, pareci- do á una punzada de fuego, ó al que determi- DEL REUMATISMO. 2i7 nan una picadura ó una descarga eléctrica. El color y la temperatura de la piel no ofrecen nada de pailicuiar; tes tegumentos se cubren de sudor ó eslan muy secos. Beau ha vislo tres veces el reumatismo de la piel acompañado de un movimiento febril. • La duración del mal varía enlre un dia y dos semanas. Muda de lugar, pero no tan de pronto como el reumalismo, lo cual masque á esla última afección, le aproxima á la dermal- gia de las neuralgias. «El cambio de asienlo es gradual, y se parece mas bien al de la erisi- pela que se llama ambulante» (Beau, mem. cil., p. 124). La deimalgia alterna con el reumatis- mo de los músculos, de las articulaciones y de los cordones nerviosos, y coexiste á menudo con las neuralgias de un nervio fácil de deter- minar, como el ciático, por ejemplo. »Se manifiesta mas á menudo en los hom- bres que en las mujeres; es frecuente en la edad adulto, y ataca esclusivamenle á los que ya han padecido reumalismo articular ó muscu- lar. Se declara generalmente cuando ha sufri- do el cuerpo un enfriamiento repentino, ó con las vicisitudes atmosféricas. «No puede confundirse la dermalgia con el leumalismo muscular , pues en esle es profun- do el dolor y se aumente con los movimienlos, lo cual no sucede en la dermalgia. Es>ta última da lugar á punzadas parecidas á las que se presenten en las neuralgias, con la diferencia de ser su duración mas vaca y mas irregular. «Es vislo, pues, que la dermalgia se parece mucho á las afecciones neurálgicas, si bien no duda Beau que su origen sea enteramente reu- mático. Nosotros participamos de esta opinión, pero insistiendo en que la naturaleza y la for- ma de los doloies, no menos que las restantes circunstancias de la enfermedad, son comunes á todas las neuralgias. Este es un argumento mas en favor de la opinión que ya hemos emi- tido , tratando de hacer prevaíecer la teoría que considera al reumatismo muscular como una simple miodinia. »Las aplicaciones emolientes, las bebidas cdientes y sudoríficas, los baños y los vejiga- Luios volantes, con aplicaciones endérmicasde una sal de morfina en el caso de resistirse el mal, tales son los principales agentes de la me- dicación. Débese también cuidar de que se pon- gan los enfermos ropa interior de lana , para evilar que se reproduzca la enfermedad. $. IV. R umatismo visceral. «Dase el nombre de reumatismo visceral á un dolor en un órgano interno, producido por un reumalismo que se ha desarrollado en él primitiva ó consecutivamente. Caracterizan es- te roumalísmo el trastorno de las funciones del órgano, el dolor, la causa presunto de esle, y la ausencia de toda lesión material. «Háse preguntado si podia residir el reu- malismo en todos los órganos indistintamente, contestando uno:* que solo puede presentaise ¡ donde existe tejido muscular ó fibroso (Chomel ! y Requin, ob. cil., p. 374), y otros que nin- | gun tejido eslá libre de padecerle. Pero algu- nos de los autores que han sostenido estas di- versas opiniones, confunden voluntariamente el reumalismo y la gola, y colocada la discu- sión en esle terreno, no puede conducir al acierto. Frecuentemente acompañan á la gola accidentes graves, ocasionados por los riñónos (mal de piedra), el estomago y los intestinos. Pero eslos fenómenos se distinguen por su cau- sa enteramente especial, de los que produce el reumatismo de las visceras; el cuales una neurosis muy diferente, en nuestro concepto, de las alteraciones flegmásicas que suelen deter- minar en los órganos interiores el reumalis- mo arlieular y la gola. «Definiremos, pues, el reumatismo visceral diciendo, que es wn dolor neurálgico qne se su- por.e de origen reumático y va acompañado de Iraslornos funcionales, pudiendo afectar lodos los órganos en cuya leslura entran tejidos mus- culares y fibrosos. Cuando en la túnica serosa de cierlos órganos existen flegmasías que coinciden con reumatismos articulares, no debe conside- rarse la enfermedad como un reumatismo visce- ral, puesto que semejantes lesiones dependen de la eslension ó del cambio de lugar de la inflama- ción articular En la actualidad no se llaman ya reumatismos del corazón la endocarditis, la pe- ricarditis, la pleuresía ó la neumonía, que se desarrollan durante el curso del reumatismo; pudiéndose solo dar esle nombre á las palpita- ciones nerviosas cuya causa parece ser reumá- lica, á ciertos dolores vesicales, uterinos, á cierlos Iraslornos de las funciones del diafrag- ma , etc. Luego veremos que eslos reumatismos viscerales, tan numerosos antiguamente, son en la actualidad muy limitados, v que en re- sumen, volveremos á decirlo, solo existen eu los órganos musculares, pues los demás son flegmasías reumáticas ó diversas alteraciones producidas por la gola, de que no pedemos ocu- parnos en esle momento. »R.esulla pues, que los reumatismos visce- rales son afecciones reumáticas de los múscu- los de la vida orgánica, es decir, de las visce- ras en cuya composición entra tejido muscular. Y como ya hemos tratado de establecer que el reumatismo muscular consiste en una neural- gia ; lo mismo decimos del reumalismo de las visceras, que en nuestro concepto no es otra cosa que una neuralgia reumática de los mús- culos de la vida orgánica, ó en oíros términos, una miodinia cuyo silio nosográfico hemos in- dicado ya. Los caracteres comunes á todos los reumatismos viscerales son : dolores, trastor- nos de la sensibilidad y de la locomolilidad del órgano, sin olra lesión apreciable, sin calentu- ra y de presunto origen reumático. «División — Los reumatismos que van á ocuparnos en algunos párrafos especiales son- l.°el del corazón; 2.' el del diafragma; 3.o ej •18 DEL REUMATISMO. del conducto aéreo; 4.8 el del conducto digesti- vo; 5.° el de la vejiga; 6.° el del útero: en se- guida hablaremos del reumatismo cerebral, del del periostio, etc. »\.u Reumatismo del corazón.— Si elimi- namos del número de reumatismos del corazón aquellos en que existe una lesión bien deter- minada del endocardio ó del pericardio , solo nos quedan algunos raros ejemplos de trastor- nos nerviosos de las funciones del corazón á que poder asignar por causa el reumalismo. Antes que Bouillaud diese á conocer la verda- dera naturaleza de lo?, sínlomas morbosos que présenla el corazón en las afecciones reumáti- cas, solo se veian metástasis, retrocesos del reumatismo, que iba á fijarse en el corazón, el pulmón y otras diversas visceras. Empero son muy pocos los accidentes que en realidad pueden "atribuirse á un reumatismo del cora- zón, y su verdadera naturaleza se halla rodea- da de tinieblas. ¿Referiremos á una afección de este género el dolor, la opresión y la incomo- didad, que esperimenlan algunos enfermos en la región precordial ó del ras del esternón , la disnea, las palpitaciones, ias lipotimias, los síncopes, la irregularidad y la intermitencia pasagera del pulso? Cuando estos trastornos funcionales son muy marcados, y después de haber esplorado minuciosa y atentamente el co- razón se adquiere el convencimiento de que este órgano se halla exente de alteraciones ana- tómicas, se puede admilir sin duda alguna que padece un reumalismo el tejido muscular, so- bre todo sí recaen los accidentes en un enfermo cuyos dolores estemos se hayan disipado ó dis- minuido con mucha rapidez. Por lo demás, las palpitaciones reumáticas nunca han determi- nado edema ni hidropesía , pues cuando se han viste eslos sínlomas , era porque existía ya al- guna alteración material del cenlro circulato- rio. El reumatismo cardiaco se disipa con suma prontitud, desapareciendo entonces como por encanto lodos los formidables accidentes que »>e habían presentado. «La duración del reumalismo cardiaco es generalmente efímera: no podria continuar mu- cho liempo el dolor, y sobre todo la dificultad que no deja de causar el mal en las contrac- ciones del corazón , sin producir graves desór- denes seguidos muy luego de la muerte. «Si se sospechase la existencia de un reu- matismo cardiaco, debería tratarse de producir una revulsión enérgica hacia los músculos es- leriores de la pared pectoral, con sinapismos y ventosas secas y escarificadas: también podrian ser ventajosas las emisiones sanguíneas locales. Pero á todos estos medios debe preferirse la aplicación de un ancho vejigatorio á la región precordial ó sobre el esternón. »2.' Reumatismo del diafragma; reumatis- mo diafragmilico ó frénico.—Se anuncia por «n dolor agudo á lo largo de las costillas fal- sas y bácia las inserciones del diafragma ; del •aaf resulla una sensación de constricción v de estorbo durante los movimientos respiratorios, que son dolorosos, dilkites. v mas frecuentes que en el eslado normal. Obsérvase una los seca y fatigosa, disfagia, y dolor cuando el bolo alimenticio atraviesa la abertura del diafrag- ma que da paso al esófago. También se ha de- signado como síntomas de esta enfermedad el hipo, el delirio, la risa sardónica , y los mo- vimientos convulsivos de los músculos de la ca- ra. Todos estos signos pertenecen igualmente á la inflamación del diafragma, y no pueden ser- vir para diagnosticar la afección reumálica. »3.° Reumatismo del conducto aéreo.—Ad- mitiendo una hipótesis semejante á laque ima- ginaron Musgrave, Barlhez y otros, relativa- mente á la tes reumática y golosa, fácil seria describir bajo el nombre de reumalismo de la laringe y de los bronquios varios fenómenos morbosos. Se han atribuido al reumalismo bronquial y laríngeo, afonías, loses y disneas, que no podían explicarse de olro modo. Pero ¿quién distinguirá eslos casos de aquellos en que produce iguales efectos una neurosis sim- ple y no reumática? »4.° Reumatismo del tubo digestito.—«El reumatismo del estómago , dice Ferros , parece presenlarse con pieferencia en las mujeres. Cuando semejante afección se fija por primera vez en esle órgano, suelen sobrevenir acciden- tes bastante alarmantes, teles como: dolor agu- dísimo en el epigastrio, náuseas, vomites,an- siedad considerable, con una sensación de cons- tricción que los enfermos comparan á laque les produciría una mano de hierro. Pocas ve- ces van acompañados de calentura eslos acci- dentes, y no es infrecuente ver que disminu- yan después de las comidas (arl. Rhujütismi, Dict. de méd., p. 588, 2.' ed.). Generalmente el reumatismo gástrico da lugar á lodos los sín- tomas de la gastralgia, conviniéndole perfec- tamente el nombre de gastralgia reumálica. Efectivamente, se observa incomodidad , peso epigástrico, calambres del estomago; se forma gran cantidad de gases durante las digestiones; son raras las cámaras, y parece disminuida la secreción de los intestinos. Por lo demás, no puede haber duda sobre la naturaleza de loi sínlomas gástricos; la falla de calentura, de sed y de rubicundez de la lengua, impide al mé- dico pensar en una inflamación del estómago. »EI tratamiento mas ventajoso consiste en el uso de fricciones irritantes, de sinapismos, de vejigatorios colocados en la región epigás- trica. Al propio liempo se propinan bebidas aromáticas muy calientes, tales como las infu- siones de salvia, de manzanilla, de hisopo. alguna preparación narcótica en queenlrenel opio ó las sales de morfina, y la quina. Los ba- ños muy calientes y las fricciones practicada en varios punios de los miembros , aum«nla« la acción de los remedies que acabamos de in- dicar. «El reumatismo de los intestinos no es una afección mejor determinada que el de las de- DEL REUMATISMO. 249 mas visceras. Sloll llama á la disenteria reu- malismo de los intestinos «no metafóricamente, v porque haya cierta ana'ogia remola, sino en el sentido propio y genuino de eslas espresío- nes» (Méd. prat.,"trad. de Mahon, t. VII, pá- gina 240). Fúndase para establecer su opinión, en que reinan á un mismo liempo la disenteria v el reumatismo articular, en la terminación ¿e la disentería por reumatismo muscular (loe. cit., p. 258), en ciertas afinidades sinlomatoló- gicas, y últimamente, en los buenos resulta- dos que se obtienen reproduciendo el reuma- lismo en el sistema muscular. No tenemos ne- cesidad de decir que eslá lejos de hallarse pro- bada la identidad de naturaleza que asigna Sloll al reumatismo y á la disenteria. Bouillaud ha indicado con mucho acierto las numerosas contradicciones que existen sobre esle punte en la obra de Sloll: «Esle autor, dice Boui- llaud, establece por una parle que la inflama- ción reumálica difiere de la verdadera , y por otra que el reumatismo de los intestinos, es de- cir, la inflamación reumálica de los intestinos, es la verdadera disenteria, esto es, la verda- dera inflamación de los mismos intestinos (ob. cit., p. 311). Esla oscuridad de lenguaje y de ¡deas, se esplica por las tinieblas que oculta- ban entonces el diagnóstico , y mas aun por las hipótesis á que Sloll como tantos otros sujeta- ba su entendimiento. »A veces se observan en los sugetos que padecen lumbago, pleurodinia ó dolores reu- máticos en los miembros, cólicos muy agudos seguidos de retortijones, de tenesmo anal, y en ocasiones vesical, de cámaras mucosas y san- guinolentas, disentéricas ó blanquecinas y al- buminosas. El vientre eslá sensible á la pre- sión, y se determina gorgoteo comprimiendo las fosas ilíacas; suele conservarse el apelito; no hay sed ni calentura. Habremos de consi- derar estos síntomas como signos de un reuma- tismo intestinal? »5.° Reumatismo de la vejiga.—Produce deseos mas frecuentes de orinar (micluricion), dolores vesicales en el momento de la escrecion urinaria, disuria ó iscuria. Algunos enfermos esperimentan dolor en el punte del hipogastrio correspondiente á la vejiga. El mejor signo de la afección reumálica es la falta de toda alte- ración del líquido urinario ; si existiese una cislilis, estaría la orina mas ó menos cargada de mucosidad, de materia purulenta, seria mas 6 menos amoniacal, alcalina, ele; pero en la cislalgia reumática conserva sus caracteres normales. »6.' Reumatismo del útero.—Debemos des- cripciones muy completes de esle reumatismo á muchos médicos alemanes, y enlre otros á Wigand, Schmidlmuller, Siebold y Carus, de > cuyas ideas ha dado cuenla Dezeimeris en su escelente memoria sobre el reumatismo del úte- ro durante la preñez y el parto (en el periódico ' VExperience, n.« 93 y 103; 1839). Antes que < se imprimiese esta memoria habia publicado TOMO Vil. Salalhé una interesante disertación sobre el mismo a§unto, en la que refiere las observa- ciones y reflexiones propias de su maestro Stolz (Durhum. de Vuterus, lésis de Estrasburgo; 7 de mayo de 1838; analizada en VExperien- ce, n.° 112, agosto 1839). Luroth ha dado á luz una observación muy circunstanciada de esla enfermedad (en el per. VExperience, nú- mero 110, agosto 1839). «El reumalismo, dice Wigand, afección propia como es sabido de los músculos y de sus vainas, puede interesar lambien la fibra^on- Iraclil del útero, y aun presentarse en esle punto bajo la forma aguda, indicando su pre- sencia, comoen lodas partes, por un dolor que encadena la contractilidad y el movimiento, por un aumento de calor y por tumefacción. Los signos característicos del reumatismo del útero reasumidos en pocas palabras, son los siguientes: sin haber sufrido el órgano violen- cia alguna, se pone generalmente dolorido, en términos de no poder resistir la palpación. Esle estado va seguido de contracciones uterinas bastante regulares, pero acompañadas, no so- lo hacia su fin como en el estado natural, si- no á su principio ó á su medio, de un dolor agudo que detiene y encadena el movimiento» (estrado de la memoria de Dezeimeris, lee. cit-, p. 285). «Stoltz, que ha estudiado con el mayor es- mero el dolor reumático del útero, dice que puede ocupar el fondo ó el segmento inferior de esla entraña. En el primer caso se ñola mu- cho el dolor en la región supra-umbilical, au- mentándose por la presión , por el peso de las ropas, y por la contracción de las paredes ab- dominales. Cuando reside mas abajo, se ñola una tirantez desde los ríñones hacia la pelvis, los muslos, las parles genitales esternas, la re- gión sacra y á lo largo de los ligamentos de la matriz. En los casos en que afecte especial- mente el segmento inferior, se exaspera el do- lor con el reconocimiento por medio del laclo. Los incesantes movimientos del feto causan también una desazón nerviosa muy incómoda. Los dolores reumáticos del útero , como los de las demás visceras, son movibles y pasan de un punto á olro. Son también exacerbantes de- jando remisiones tan completas, que apenas los sienten las enfermas. Al mismo liempo se pre- sentan : tenesmo redo-vesical, deseos conti- nuos de orinar y dolores al tiempo de verificar- lo, con esfuerzos infructuosos de espulsion de las materias fecales. ¿Dependerán estos últi- mos síntomas de la estensipn del reumatismo al cuello de la vejiga y al recto, ó solo de un in- flujo simpático? El calor del útero solo en el cuello es apreciable por el tacto; la tumefac- ción no se puede percibir.^ ^Influencia del reumatismo en el curso de la preñez.— Cuando los dolores paroxísticos son muy violentos, acaban por determinar contrac- ciones uterinas y el parte prematuro. Esperi- menla la mujer dolores fuertes y tensivos: se 32 230 DEL M5UMATISMO. endurece el ulero parcialmente, y luego en su totalidad; se entreabre el cuello; pero los pro- gresos de su dilatación no son proporcionados á la intensión de los dolores. Mientras no lle- gue á dos pulgadas esla dilatación del orificio del cuello, dicen los autores que lodavia pue- de esperarse contener el parto. Joergz asegura haber vislo cerrarse de nuevo el orificio, y pro- longarse la preñez hasla fines del noveno mes. ^Influencia del reumatismo en el acto del parto.—La afección dolorosa del útero no per- mita al parto efectuarse tan rápidamente como en el estado normal. La mujer procura no con- traer las paredes del vientre, con lo cual re- larda todavía mas los progresos de la criatura. Hállase en un eslado de suma ansiedad y pos- tración , y aun á veces acaba por caer en una especie de colapso que suele ser favorable. «Después del parlo se ha nolado que la ma- lriz se rehacía con menos facilidad, favore- ciendo asi la producción de hemorragias: el flujo loquial v la secreción láctea eran meno- res (Dezeimeris, mem. cit., p. 120). »En el estado de vacuidad, el útero afecta- do de reumatismo se hace asiento de dolores que las enfermas comparan á los de parlo, y que se manifiesten con exacerbaciones y re- misiones muy marcadas. Con frecuencia hay también dolores al tiempo de orinar. No existe flujo sanguíneo ni leucorrea, y por mas que se examine el útero con todo esmero, no se des- cubre en él ninguna alteración apreciable. Di- ficil es distinguir el reumatismo de la malriz de la neuralgia del mismo órgano, sin que bas- te para salvar esla dificultad la existencia an- terior ó la coincidencia de un reumatismo mus- cular ó articular. »Reumatiemo de algunos otros órganos.— Reumatismo cerebral.—Dice Hervez de Che- goin en una ñola sumamente breve y muy in- completa, gue nadie se ha ocupado del reuma- lismo de !a aracnoides (Gazette des hópitaux, n.° 1 , p. 2; 1845); y en verdad que en esto comete un singular error. Stork, Stoll y Scuda- more han hablado de meningitis desarrolladas bajo la influencia del reumatismo; Bouillaud menciona esta variedad, aunque solo ha obser- vado una meningitis raquidiana (ob. cit., pá- gina 249); ylChomel, que ha visto la misma fleg- masía en las membranas del cerebro, da algu- nos pormenores interesantes sobre otros hechos del mismo género , recogidos por varios auto- res (ob. cit., p. 208 y sig.). Hervez de Chegoin refiere tres casos de reumalismo cerebral, dos de ellos seguidos de la muerte y sin autopsia: el que lea estas observaciones se convencerá de que no pueden servir para la historia del reu- malismo de que hablamos. «Hánse referid^ á una afección de la dura madre ciertas cefalalgias profundas, que se re- producen mas particularmente por el frió v la humedad, y alternan con reumatismos muscu- lares ó articulares; pero no eslá probado que re- sidan en semejante silio estes dolores de cabeza. «Se ha designado un origen reumático á ciertos dolores que sobrevienen en el periostio, en los dientes y en la esclerótica; pero no te- nemos dalos exactos sobre estos reumatismos, cuva existencia con sobrada razón consideran muy dudosa gran número de médicos. »ltemos dicho anteriormente, que el asien- lo primitivo del reumalismo articular es el le- jído seroso y no el fibroso de las articulacio- nes, el cual no puede afectarse sino de un modo consecutivo. »Se ha preguntado si son susceptibles los nervios de padecer reumalismo. Chomel y Re- quin se hallan muy dispuestos á creer que cuando el dolor es sordo y se exaspera con los movimientos, tiene grandes relaciones con el reumalismo muscular, y que debe considerar- se como neurálgico cuando es lancinante y si- gue un trayecto bien marcado (ob. cit., p. 419). Semejante distinción es inadmisible , porque á cada paso estamos viendo reumatismos mus- culares que producen vjolenlos dolores, sin tra- yecto bien determinado, es verdad , pero ex- acerbantes, y con lodos los demás caracteres de las neuralgias. Por olra parte recordaremos que, como ya queda dicho , parece muy pro- bable que el reumatismo muscular no sea olra cosa que una neuralgia de los filamentos ner- viosos que se distribuyen en los haces muscu- lares, y cuya sensibilidad se desarrolla de un modo anormal bajo la influencia de la afección reumática. No existe reumalismo de los ner- vios; á la afección dolorosa, continua ó lanci- nante, que interesa estos cordones , se le debe dar el nombre de neuralgia. «Historia y bibliografía.—No nos ocupa- remos de la gota, que describimos en un artí- culo separado, ni de las memorias particulares que han tenido por objeto dar á conocer nue- vos tratamientos;, pues ya las hemos indicado al hablar de este último. Solo nos resta enu- merar los principales descubrimientos que debe la ciencia á algunos autores cuyas obras mere- cen mención especial. »Los antiguos observaron el reumalismo describiéndole bajo el nombre de artritis ó de enfermedades de las articulaciones; Areleo y Celio Aureliano le distinguieron perfectamenk de la gota. Sin embargo, Van-Swieten dice con razón que es muy verosímil que diesen los nom- bres de artritis y de podagra á todos los dolo- res de las articulaciones y de las partes esle- riores del cuerpo (Com. in Boerhaavi aphor., t. V, p. 298, en 4.°, París, 1773). Seria entrar en una discusión lan larga como estéril, tratar de comentar los diferentes pasages de los auto- res griegos y latinos relativos al reumatismo y á la gola. Y por olra parte, ¿por qué no ha- bían de reunir en una sola y única descripción dos enfermedades que tantos médicos de nues- Ira época consideran como idénticas? »EI capítulo consagrado por Sidenham á la DEL REUMATISMO. 251 descripción del reumalismo contiene porme- nores prácticos impórtenles aunque poco nu- merosos. Dice de un modo positivo que el reu- matismo difiere esencialmente de la gota, y trae una descripción bástanle exacta de los reuma- tismos muscular y visceral, dando á este úlli- mo la singular denominación de reumatismo es- corbútico (Operaomnia, sed. VI, cap. 0). «Cullen, que trata á parle del reumatismo y de la gota, dejó una descripción lan exacta del primero, que lodavia se nalla al nivel de la ciencia, sobrepujando en mucho á cuanlo han escrilo sobre el mismo asunto Pinel, Bichat, y los> discípulos de eslos dos eminentes profeso- res. No descuida Cullen parte alguna de la his- toria del reumalismo; empieza manifestando 2ue la enfermedad ofrece todos los caracteres e las inflamaciones, y que difiere de la gola por signos característicos que indica con clari- dad y precisión, y á los que poco ó nada pue- de añadirse; distingue un reumalismo articu- lar , agudo y crónico, yton reumatismo mus- cular ; da á conocer su verdadero asienlo, cau- sas esleriores, sínlomas, fases y diagnóslico diferencial, y últimamente espone muy bien la terapéutica" (Elem. de méd. prat., 1.1, pá- gina 433, en 8.°; París, 1819). Leyendo con atención las páginas escritas por Cullen, nos he- mos admirado de que siendo tan dignas de elo- gio, apenas las hayan citado los autores mo- dernos, al paso que por el contrario invocan continuamente los nombres de Sidenham, de Stoll y de Barlhez, cuyos escritos sobre el reu- malismo no admiten comparación con la obra de Cullen. «Stoll cree que la inflamación reumálica es enteramente distinta de la verdadera inflama- ción (Méd. prat., Irad. de Mahon, t. I, p. 84), y sin embargo atribuye á la primera desórde- nes que no difieren de" los que caracterizan las inflamaciones mas legítimas. Hé aquí una prue- ba entre otras muchas: «en la inflamación pul- monal, dice, corlando una parle de este órgano y echándola en agua se precipita al fondo, lo cual ó no sucede , ó se verifica de un modo mas lento y mas dificil, respecto de los pulmones de los que padecen reumalismo» (loe. cil., p. 91). No menos ilusorios son los demás caracteres di- ferenciales que indica, y hasta se ve precisado á decir que « en las escuelas se distingue bien la inflamación reumática de la verdadera; pe- ro á la cabecera de los enfermos, y por des- gracia suya, se las confunde muy á menudo, porque pueden acompañar á la primera una violenta calentura, un dolor atroz de costado, 3ue simulen en tanto grado la pleuresía verda- eramenle inllamaloria, que se haga facilísimo y casi inevitable el error» (loe. cit., p. 93). Ha hecho Sloll con el reumatismo lo mismo que con la bilis, atribuyéndoles á ambos el exorbi- tante poder de modificar el carácter de la in- flamación, que ora es biliosa, ora reumálica, y á menudo participa de una y otra naturaleza. «Conviene entonces examinar cuál es el vicio predominante, si el reumatismo ó la bilis, em- pezando por oponerse al uno ó al olro, y em- pleando un método compuesto ya que la en- fermedad lo es» (loe. cit., p. 93)1 Se ha admi- rado mucho la sagacidad de Stoll, que sabia distinguir si una pleuresía ó una neumonía eran biliosas ó reumáticas; pero ni los sín- tomas ni el efecto de los agentes terapéulicos prueban que la naturaleza de tales flegmasías fuese realmente la que él asegura. No podemos continuar una discusión que nos obligaría á examinar la leoria de las inflamaciones especí- ficas v de su Iratamiento, contentándonos con establecer que las descripciones de Stoll están harto á menudo vaciadas en el molde de sus hipótesis favoritas, y que no se puede lomar de las páginas que consagra al reumalismo ningiwi dalo seguro para el diagnóslico ni para el tratamiento de la enfermedad principal .y de sus complicaciones. «Pinel en su Nosografía filosófica considera el reumalismo articular como una inflamación de los tejidos fibrosos de las articulaciones y el reumalismo muscular como uua inflamación de los músculos. Bichal cree que el reumatis- mo reside esclusivamenie en el sistema fibroso y los ligamentos (Ultimo curso de anatomía pa- tológica publicado por Boisseau en 1825). Gasc sostuvo en una memoria publicada en 1803 (en Mém. de la Soc. méd. de emulat.), que el reumatismo articular es un eslado inflamatorio de las membranas fibrosas y de los ligamentos, y que el muscular afecta especialmente los mús- culos de la vida animal. «Chomel reunió en su Ensayo sobre el reu- matismo (lésis de París, 1813) los materiales de una buena descripción de esla enfermedad. Hizo resaltar sus sínlomas inflamatorios; pero sin embargo , pareciéndole que diferia de las inflamaciones bajo ciertos aspectos, la colocó al final de la clase de las flegmasías. En una obra mucho mas completa que ha publicado después en unión con su discípulo Requin (Lecons de cli- nique medícale faites á VHótel-Dieu, en 8.°; París, 1837), trata de probar que el reumatis- mo es de una naturaleza propia y específica. «El nombre de Bouillaud figura del modo mas honroso en la historia del reumatismo, des- de que con tanto lino describió esle mal en sus Nuevas investigaciones sobre el reumatismo ar- ticular agudo,ele. (en 8.o; París, 1836); y des- pués en su Tratado del reumatismo articular (en 8.°; París, 1840), que es el primer opús- culo presentado con mas eslension. En estas dos obras ha reunido los hechos clínicos mas nu- merosos y mas capaces de poner en evidencia cierto número de proposiciones patológicas, que si bien al principio se rechazaron injustamen- te, han acabado por hacerse moneda corriente enlre los médicos ilustrados. Apenas hay ne7 cesidad de recordar, que á sus laboriosas inves- tigaciones y á su sagacidad se debe el cono- cimiento del sitio y verdadera naturaleza del reumalismo articular, de las complicaciones *3! DBI. REUMATISMO. que tan á menudo existen en las visceras, de las causas y el modo de producirse las altera- ciones agudas y crónicas del corazón , etc. La anatomía patológica , el estudio riguroso de cada síntoma, el curso , el encadenamiento dé las complicaciones y el tratamiento , se hallan estensamenle dilucidados en la descripción no- sográfica que h^ce esle aulor. Si solo á fuerza de trabajo y de acumular pruebas sobre prue- bas ba logrado que triunfen ciertas verdades, al menos ha tenido la satisfacción de que los hombres imparciales hayan reconocido la exac- titud de sus observaciones clínicas, aceptando sus resultados como hechos positivos» (Mon. y Fl, Comp. de méd. prat., t. Vil, p. 372-419). ARTICULO II. De la gota. «La palabra gola se deriva de gutta, gota; etimología de origen enteramente humoral, que indica que la enfermedades producida por las golas de algún humor que se derrama en las articulaciones. «Sinonimia.—kfSfmt, de los médicos grie- gos; noíctyfx, de Hipócrates; morbus articula- ris de Plinio; guita de Barlholin; artliritis de Fernelio, Sauvages y Vogel; podagra, de Boer- haave y Cullen; arthrosia podagra , de Good; febris podagrica de Vogel: podagra arthritis caumapodagricum de Young; arthroncus poela- gricus, arthrodynia podagrica de Swediaur; go- ta de Pinel y de la mayor parle de los autores franceses del úllimo siglo; reumatismo articu- lar crónico de algunos autores modernos. «Definición. — Cullen define la gota «una enfermedad hereditaria, que sobreviene sin causa eslerior apreciable, precedida comun- mente de algún desorden del estómago, acom- pañada de fiebre y de dolores vivos; que ocu- pa en general las coyunturas, especialmente las del dedo gordo del pie, ó por lo menos al- gunas articulaciones de los pies ó de las manos; que se manifiesta por accesos, y que se com- plica muy frecuentemente con desarreglos de los órganos digestivos ó de otras visceras» (Sy- nopsis nosol. method. y Elem. de méd. prat., 1.1, p. 458, en 8.°; 1819). Poco tendríamos que decir sobre esta definición, en que están anotados cuidadosamente los principales carac- teres de la enfermedad, si no viésemos omitido en ella uno de los mas esenciales, que es el que resulta de la presencia de las concreciones go- tosas; si bien es justo decir que los depósitos salinos no se hallan lodavia formados en los pri- meros ataques de gola aguda. «Dice Hoffmann que la gola consiste en un espasmo violente, determinado por la irritación que causa la serosidad acre y salada que flu- ye en abundancia de las pequeñas arterias y de las glándulas situadas en los ligamentos"; e-pasmo que aféela las membranas y los liga- mentos de los huesos, y provoca los síntomas violentos y las diferentes sensaciones que espe- rimenlan los enfermos, y que va acompañado ademas de movimiento febril y de la inflama- ción de las parlesafeclas (Méd.ration., part. II, sec. 11, p. 340, Op. om., t. 1, en fól., Gine- bra; 1761). Inútil os que nos detengamos en una definición, en que domina la leoria ente- ramente hipotética del espasmo, principio á que ha hecho representar esle aulor tan gran pa- pel en la producción de las enfermedades. Es- ta afección espasmódica ha sido admitida por otros muchos autores, que la han hecho entrar en sus definiciones lan infundadamente como Hoffmann. «Boerhaave considera la gola como una afección dolorosa, situada alrededor de los liga- mentos de los huesos del pie y de las coyun- turas , y sujeta á recidivas en primavera y enoloño: «Podagra vocalur doleos admodum «aegriludo circa ligamenlaossium pedis eteirca «juncluras horum vereelaulumno máxime re- «vertens» (Comment. in aphor., 1. IV, p. 251, en 4.°; París, 1773). Este modo de caracteri- zar la enfermedad es muy vago, y no permite distinguirla, por ejemplo, del reumatismo; pe- ro en todo caso es preferible á la definición fun- dada en un supuesto conocimiento del mal. Va Fernelio habia dicho antes de Boerhaave: «Ar- «thrilis articulorum est dolor ex inlervallis fe- »re invadens» (Patholog., lib. VI, cap. XV11I, p. 211; Traject ad Moenum, en 4.°; 1G56). «Según Scudannore, la gola es «una enfer- medad propia de la constitución, que produce una inflamación local eslerior de un género particular, cuya susceptibilidad depende mu- chas veces de la conformación y de la consti- tución hereditaria, aunque mas frecuentemen- te es adquirida; enfermedad que nunca se en- cuentra antes de la pubertad , rara vez anles de los veinticinco anos , y mas frecuentemen- te enlre los veinticinco y cuarenta; que afecta principalmente á los hombres, y en particular á los que tienen el pecho ancho y desarrolla- do y eslan dolados de un temperamento pic- tórico, circunscribiéndose habitualmenteen el primer alaque aun solo pie, y por lo regular á la primera articulación del dedo grueso, aun- que en los ataques sucesivos se estiende á am- bos y á otros órganos, como las manos, las ro- dillas y los codos, é interesa no solo las articu- laciones sino también los demás tejidos perte- necientes á los órganos del movimiento; en- fermedad que afecte diferentes partes á un liempo ó sucesivamente, acompañada por lo regular de una fiebre inflamatoria simpática, comunmente con exacerbaciones nocturnas y remisiones á la madrugada, muy dispuesta a reproducirse por intervalos periódicos, y anuir ciada casi siempre por sínlomas precursores» (Traite sur la nature et le traitem. de la goutl$ et du rhumatisme, Irad. del inglés por De*- champs, en 8.°; París, 1820). •Nosotros definimos la gola «una enferme- DK LA GOTA. 253 dad general, remitente, aguda 6 crónica, que da lugar á un trabajo morboso local, que afec- ta especialmente las coyunturas, sobre todo las de los pies, produciendo dolor, hinchazón y rubicundez , tanto en ellas como en los tejidos circunyacentes. Olro carácter no menos esen- cial tiene la enfermedad, y es el que resulta de la secreción de una materia salina, que se deposite alrededor de las coyunturas. «Divisionbs.—Se han multiplicado hasta lo infinite las divisiones nosológicas de esla enfer- medad , por manera que pareciéndose en eslo al escorbuto, ha llegado á abrazar toda la pa- tología interna. Nos guardaremos muy bien de recorrer todas esas distinciones, fundadas la mayor parte en errores de diagnóstico , ó en una etiología enteramente hipotética, recordan- do solo las principales, puesto que ias demás encontrarán su debido lugar en el curso de esle artículo. »Se ha dividido lagoteen hereditaria y ad- quirida. Se llama regular, fija , inflamatoria, cuando recorre todos sus períodos en una ó mu- chas coyunturas á un liempo, y va acompaña- da de síntomas inflamatorios."También se la ha denominado gola cálida ó erisipelatosa , á causa de la manifestación de los sínlomas indi- cados. La gota irregular ó vaga es la que, des- pués de haber ocupado una ó varias coyuntu- ras, las abandona para invadir el tronco ó una viscera interior?aunque también puede, sin de- jar su primer asiento, declararse en oíros ór- ganos , como el pulmón, el estómago, y el hígado. «La gota edematosa ó fria es aquella for- ma de la enfermedad en que las coyunturas es- tan poco doloridas, y lienen un grado de calor poco elevado. La gota crónica loma esle nom- bre á causa de su duración y de su curso ; es fija ó movible como la aguda,"es decir, que ocu- pa siempre unos mismos puntos, ó puede tras- ladarse de un órgano á otro. »La gota verdailera y legitima es la que da lugar á lodos los sínlomas comunes déla en- fermedad. La falsa no es mas que un conjunte de sínlomas enlre los cuales se hallan algunos propios de la gota; pero esla afección solo ocu- pa el segundo orden : tales son las golas sifi- lítica y escorbútica. En la gota sub-intrante se suceden los accesos casi sin interrupción. Tam- bién se han distinguido golas parcial, univer- sal, etc., gola acida y gola alcalina. Esla úl- tima di^sion, fundada en el examen de las cua- lidades de la orina, fue propuesta por Cayeta- no Tacconi, y aplaudida por Mariano de Sainl- Ursin (Etiología y terapéutica de la artritis y del cálculo); pero es enteramente falsa y se apoya en un error. En efecto, ignoraban eslos dos autores que la orina es acida en el eslado nor- mal y en la gola, no volviéndose alcalina á no ser que el líquido escretado hava sufrido un principio de alteración. »La gola interna ó de las visceras, llamada lambien por Musgrave gola anómala ó irregu- lar, es la que se desarrolla consecutivamente á la de las coyunluras. «Muy pocas dé eslas divisiones son impór- tenles, y no falla razón á Sauvages y Cullen para suponer que solo hay una especie de gota (Elem. de méd., loe. cit., p. 458). Hamilton la divide en aguda y crónica (Lettre sur la goutte, p. 74; 1806). Latham ha seguido el mis- mo ejemplo. Scudamore admite solo tres gotas; la aguda, la crónica, y la relropulsa (ob. cit., p. 12). Barlhez describe separadamente la gota de las articulaciones, la consecutiva á otra en- fermedad, y la interna ó de las visceras interio- res (Traite des maladies goutteusses, 2 vol. en 8.°; París, 1802). Cullen', Boerhaave y otros muchos autores, prescinden de estas sutiles dis- tinciones teóricas, y nosotros seguiremos su ejemplo, describiendo solamente : 1.° una gota aguda; 2.° otra crónica; 3.a otra interna; 4.° otra complicada. Comprenderemos en esla última la de las visceras internas; y en cuanto á las demás formas de la enfermedad las men- cionaremos en el curso de este artículo. «Alteraciones cadavéricas.—La gota aguda rara vez produce la muerte de los enfermos, á no ser que exisla alguna de las complicacio- nes que indicaremos mas adelante. Sin embar- go , como los desórdenes que deja en pos de sí esta enfermedad son siempre idénticos y no va- rían mas qne en el grado, sirviendo para ca- racterizarla mejor lodavia que los síntomas, varaos á trazar su cuadro , advirliendo solo al lector que se observan principalmente en la gola crónica; la cual por su duración y sus frecuentes recidivas acaba por acarrear lesio- nes mas profundas. Son muy variables su asien- to y naturaleza; ora están afectados mas espe- cialmente los ligamentos y los fibro-carlílagos, ora las superficies articulares, los huesos, ó el tejido celular circunyacente, en el cual se de- positan concreciones de una materia entera- mente particular. ^Concreciones formadas por la gota, tofos, cálculos artríticos.—La mas característica de eslas lesiones es el depósito de una materia concreta, que forma las concreciones gotosas. Aunque su asiento es variable, suelen encon- trarse con mas frecuencia fuera de las cápsulas articulares. Fernelio sostiene que la materia go- tosa no se derrama nunca, ó por lo menos muy rara vez, en la cavidad articular, y que se in- filtra sobre lodo en los ligamentos* las mem- branas, y los tendones (Pathologie, lib. Vil, cap. XVIII, p. 212 , en 4.°; 1656). Esla opi- nión se halla confirmada por las investigacio- nes de los autores que han escrilo sobre la ana- logía patológica de la gola; pero tiene el de- fecto de ser demasiado absoluta. En efecto Areleo declara que pueden las coyunluras ser el asienlo de las concreciones: «in arliculis »quoque tophacaea quaedam coalescunt; ab initio «quidem velut abscesus.... poslquam vero ma- »gis spissantur, eliam concrete huraore diffi- «ciles fiunt inflexiones: demum solidi tophi albi 254 DE LA COTA. «consislont.» Harder, Schneidcr, y Dobrzens-. ky, cuyas observaciones refiere Bonet, encon- traron eslas concreciones en 1as cavidades arti- culares. Después de haber invocado Morgagni el testimonio de los autores que han reconocido que podia derramarse la materia dentro de las articulaciones, refiere minuciosamente una ob- servación en que ocupaba sin duda alguna esle asiento, y termina diciendo: «Ñeque erit, cur «dubites, num revera inlra ipsa arliculorum «cava concrescant» (De sedib. et caus. morb., epist. LVII, §. 3). Eslas citas, á las que po- dríamos añadir oirás mas modernas, demues- tran que la materia tofácea puede segregarse en lo interior de las coyunluras, por la cara li- bre de las sinoviales y de las bolsas mucosas en que se deslizan los tendones. «El caso mas común es [indudablemente aquel en que se infiltra en los tejidos que rodean las superficies articulares, y particularmente ea los ligamentos, en la cara esterna de las cáp- sulas sinoviales y de los tíbrocarlrlagos inler- arlficulares , y en las membranas fibrosas. Tam- bién se ha visto al tejido celular que rodea las coyunluras hacerse asienlo de la secreción j y á la materia calcárea acabar abriéndose paso al través de la piel ulcerada. Apenas hay au- tor que no haya tenido ocasión de encontrar enfermos cuya piel, perforada por úlceras de esta naluraleza , daba paso á la materia calcá- rea que formaba su fondo. No es el tejido ce- lular que rodea las coyunluras el único en que suelen encontrarse deposites de esta materia calcárea. Morgagni la ha visto infiltrarse en el tejido de las mamas en un individuo vigoroso^ que padecia una gola aguda hereditaria (loe. cit., p. 157, edic. de Chaussier, t. VI). Noso- tros hemos hecho la autopsia de un militar an- ciano, que sucumbió á repetidos ataques de go- ta, y que tenia plagados lodos sus miembros. Levantando la piel de los pies, ó practicando en ella incisiones con el escalpelo, la serosidad abundante que infiltraba el tejido celular salia mezclada con unármaleria blanquecina, entera- mente semejante á una disolución clara de yeso, la cual habia invadido todas las coyunluras, la cara esterna de los ligamentos y de los tendo- nes, su vaina, y todo el tejido celular circun- yacente , abundando especialmente en el dorso del pie, hacia las articulaciones metalarso-fa- Iangianas y los tobillos; aunque también exis- tia en menor cantidad en la parte inferior de la pierna, y alrededor de ambas rodillas: ha- bían sido atacadas asimismo las dos manos, las muñecas y los codos. Con nada puede compa- rarse mejor el aspecto de los tejidos infiltrados de esla sustancia , que con el que presentarían si se los hubiese inyectado y cubierto de yeso fino mezclado con agua; el tejido huesoso y los cartílagos de incrustación estaban sanos. «Scudamore ha viste lambien formarse las concreciones, no solo en diferentes parles si- tuadas en el interior de las membranas sino- viales, sino también bajo las capas de la piel: «Las he viste, dice, llenar las bolsas mucosas y condensarse mucho en las vainas de los tendo- nes, dando una sensación igual á la de una piedra; en la membrana celular, formando ma- sas duras ó blandas, y debajo del epidermis dispuestas á escaparse-» también refiere varios casos en que levantada la piel por las concre- ciones, habia llegado á ulcerarse abriéndoles paso. En algunos enfermos, cuyas manos y pies eran asienlo de concreciones, le pareció que habían adquirido una dureza y fragilidad es- traordinarias las uñas de los dedos de los pies (ob. cit., p. 47). «De lo dicho resulla, que el asiento anató- mico de las concreciones no siempre es uno mismo; la sustancia que las constituye se en- cuentra en lo interior de las membranas sino- viales, en el tejido fibroso, en las vainas de los tendones y aun en su interior, y finalmente en el tejido celular, quedando asi desmentida toda doctrina que propenda á hacer conside- rar la gola articular, ya como una afección es- clusiva de los tejidos fibrosos, ya como una en- fermedad propia de la serosa sinovial. Los he- chos referidos por Scudamore (ob. cit, p. 42), porGuilbert (art. gouttb, Dict. de scien. méd., p. 152), y por oíros autores , no dejan ningu- na dudaen esle punto: «prueban , dice Guil- bert, que la gola articular no es una afección propia del tejido fibroso, del seroso, ni del ce- lular , sino que puede atacarloi junios ó sepa- radamente» (loe. cil.). »Forma de las concreciones gotosas.—Ge- neralmente la materia salina no ofrece ningu- na forma particular , pues ora se mezcla bajo la forma de granos y de materia gipsácea á la sinovia amarillenta y espeja que contiene la articulación, ó al pus segregado por los tejidos inflamados; ora se concreta en la superficie de los cartílagos ulcerados anteriormente, se in- cruste en los huesos y separa las coyunturas, interponiéndose éntrelas superficies articula- res, las cuales suelen encontrarse enteramente envueltas en una capa de materia gipsácea. Las aponeurosís, los ligamentos, los tendones, y la misma piel, se incrusten de materia calcárea, y forman en cierlos casos chapas de una dure- za notable. No hablaremos de las concreciones que suelen encontrarse en el pulmón ó en otras visceras, porque la mayor parte de ellas no tie- nen el origen goloso que les han atribuido los autores. Tampoco deben confundirse con lai concreciones artríticas las induraciones^que se forman en el Irayeclo de los tendones y en la; bolsas mucosas , las cuales se designan" con el nombre de nudosidades ó nodos, y dependen de la hinchazón del tejido fibroso, ó del depó- sito de materias tofáceas en el tejido celular. Hay una triple leoria, dice Ferrus, sobre la formación de los nodos estra-arliculares y es- Ira- tendinosos: I.° algunos médicos creen que son debidos al depósito de un líquido linfático en las mallas del tejido celular; 2.° otros, que proceden de un quiste seroso desarrollado ao DE LA GOTA, 255 cidentalmenle; 3.° y finalmente, la opinión mas general es que son debidos á la trasudación de la sinovia por la superficie esterna de las cápsulas que rodean algunos tendones muy movibles» íart. goutte, Dict. dé méd., 2.a edi- ción, p. 215). »La materia lofácea existe primero en sus- pensión en el líquido derramado, y absorvida esta última porción únicamente, forma un de- pósito que persiste mas ó menos tiempo, y se aumenta á medida que se efectúan nuevos der- rames de materia líquida. Los residuos que de- ja en pos de sí cada alaque de gota producen esas singulares deformidades que afectan las co- yunluras. «Las concreciones artríticas, ó mas bien la materia salina, pueden estar depositadas, como hemos dicho, ora en las coyunluras, ora en otros tejidos, dividiéndose por consiguiente en articulares y no articulares. La observación de- muestra fácilmente que las concreciones suelen afectar eslos dos caracteres en un mismo indi- viduo. Becordemos por olra parte , que se for- man frecuentemente en los músculos, en el mis- mo tejido huesoso, en el periostio, en Josfibre- carlílagos,en los tendones, en las aponeurosis, ó en la cara libre y adherenle de las sinovia- les; lo cual induce á creer que el tejido celular es la malriz común donde se deposita la mate- ria salina. » Composición química de las concreciones.— Sin recordar aqui las análisis imperfectas de la química antigua, que ofrecen muy escaso inte- rés, advertiremos sin embargo que en todos tiempos ha llamado la atención de los médicos la grosera semejanza de las concreciones goto- sas con los cálculos vesicales, y el ver que en los viejos gotosos se calmaba el dolor cuando la orina formaba un depósito de una materia blanquecina en gran cantidad. Los esperimen- los de Schenckius, de Pinelli y de Tacconí, deben considerarse como simples ensayos, que dieron poca luz sobre la composición de los to- fos gotosos. En los últimos siglos se creyó ge- neralmente que era su composición igual á la de los huesos; opinión que sigue Van Swieten, cuando después de haber espueslo con su eru- dición habitual los trabajos emprendidos sobre este punte por los químicos, añade: «Ex ante «dielis enim conslat cretam podagricam illas «habere dotes, quaeinveníunlur ¡n terrea par- ate ossium, quae carlilagini addita illam red- «dilosseam» (loe. cit., Comment. in aphoris- w>«, 1261; p. 287). Herissant (Hist. de VAcad. desscien., año 1758, pág. 429), Barlhez (ob. cit., p. 44), y otros autores mas modernos, han admitido esta identidad de ambas sus- tancias. Pero el primer trabajo importante es el de Tennant, quien las encontró formadas de ácido úrico y de sosa. Habiendo repetido Four- croy los esperimentos, comprobó igualmente la existencia de uralo de sosa, y ademas la de una materia animal que constituye su mayor par- te (Systeme des connais. chim., t. X, p. 267). Los mismos resultados obtuvieron Pearson y Wollasten (Phil. transad, p. 386; 1797). »Vauquelin analizó en varias ocasiones con- creciones gotosas, y reconoció que estaban com- puestas de sobre-urato de sosa, que formaba casi su totalidad, de una corta cantidad de ura- lo y de fosfato de cal, y de una materia fibrosa anómala (art. cit. del Dict. de méd., p. 159). Laugier encontró en lugar de sobre-urato de sosa , ácido úrico saturado por un grande es- ceso de base; hé aquí su análisis: 8,3 de agua; 16,7 de materia animal; 16,7 de ácido úrico; 16,7 de sosa ; 8,3 de cal; 17,7 de cloruro de sodio; 16,7 de pérdida. Wurzer obtuvo por su parle casi los mismos resultados. Berzelius, que los cite en su obra, se admira de la conformi- dad que existe entre estos dos análisis, y cree que debe haber grandes variedades en la com- posición de los cálculo* artríticos. Esta opinión merece ser examinada, si bien está ya confir- mada por los análisis de Wollasten , que en- contró cálculos formados en gran parte de ura- lo amoniacal; por el de John que los halló cons- tituidos por carbonato y fosfato de cal, y por otros que han hallado agua, adipocira, car- bonato, fosfato, é hidroclorato de potasa, fosfa- to y carbonato de cal. No obstante , podemos .afirmar que la combinación del ácido úrico con la sosa y la cal es la mas constante. «Los cálculos artríticos y los derrames de materia salina alrededor de las coyunluras, son lesiones muy comunes en los paises frios y hú- medos, como Alemania, Inglaterra y Holanda. Sin embargo, no debe considerarse esta pro- ducción como una cosa constante, puesto que Scudamore, que observaba en Inglaterra, dice que entre 106 casos de gota solo encontró con- creciones en 21. Esla proporción es mucho ma- yor en otros autores. Por lo demás no son las concreciones de urato las únicas lesiones pro- pias de la gola, sino que hay también otras que deben enumerarse. «A veces pierden su pulimento las super- ficies articulares. Eslá la sinovial roja, inyec- tada en su cara libre, cubierta de granulacio- nes encarnadas, y destruida en ocasiones com- pletamente por ulceraciones que dejan descu- bierta la eslremidad articular de los huesos. También se encuentra en cierlos enfermos una ligera capa de sustancia salina y calcárea, apli- cada sobre los huesos denudados. El museo de Hunler en Glasgow contiene muchas prepara- ciones anatómicas que ofrecen eslas particula- ridades. Scudamore, que las refiere minucio- samente , habla también de un sugelo en quien hizo Brodie las siguientes observaciones: «no habia ningún vestigio de cartílago en la rodilla izquierda ; las partes correspondientes á la ró- tula y á los cóndilos del fémur eslaban gasta- das en forma de surco por su roce mutuo , y presentaban sin embargo una superficie com- pacta, sin descubrir la estructura reticular, co- mo habría sucedido si el roce hubiera tenido lugar en un cadáver. En otro9 punios en que Í56 DE LA GOTA el hueso eslaba privado de sus cartílagos, se hallaba cubierto por una ligera capa de mate- ria blanca calcárea.» Se ha observado en algu- nos individuos, que la sustancia de los huesos eslaba reabsorvida á trechos, resultando de aquí depresiones y deformidades bastante sin- gulares en los dedos, especialmente en el gordo del pie. »Examen físico y químico de los diferentes humores.—Confundimos en un mismo estudio las alteraciones de los sólidos y de los líquidos, porque nos parecen unidas por relaciones ínti- mas, que pueden ilustrar algún lanto sobre la naturaleza de la enfermedad. nSangre.—Falta todavía un análisis quími- co exacto de este líquido. Algunos dicen que la sangre de los gotosos es roja, espesa y fá- cilmente coagulable, y que se cubre de una costra gruesa cuando la enfermedad afecta la forma aguda. Sidenham afirma, que la sangre sacada durante el acceso es muy semejante á la que se obtiene en el reumatismo ó en la pleu- resía; pero semejantes dalos no son bastante exactos, para aclarar la histeria de las altera- ciones de la sangre. Turck, que se dejó llevar en su obra de consideraciones puramente hi- potéticas, admite que la sangre de los gotosos contiene menos sosa, y que la disminución de esta base depende en parte de la actividad de los emuntorios destinados á dar secreciones sa- linas, y mas todavía de la disminución de ac- tividad de los órganos que segregan líquidos ácidos (Traite de la goutte et des maladies gout- teuses, p. 153, en 8.°; París, 1837). Aserciones que se apoyan en ten livianos fundamentes no merecen uña refulacion formal. El estudio de las propiedades físicas de la sangre , como su color y consistencia y la cantidad relativa del suero y crúor, solo suministra dalos vagos; pues en efeclo, nadie ignora cuan engañoso es el examen de estes propiedades aisladas. Por ejem- plo , la existencia de un coágulo cubierto de costra no prueba que la gola sea una inflama- ción , puesto que la costra inflamatoria puede presentarse en enfermedades que están muy lejos de ser inflamaciones, como por ejemplo, en la clorosis. Únicamente al análisis química corresponde determinar las proporciones de los diversos elementos de la sangre. «Copland se inclina á creer, que hay un es- ceso de urea en la sangre de los golosos y la de los individuos que viven de alimentes muy azoados (Dictionary of practical médecine, ar- tículo blood , t. 1, p. 188). Un médico inglés llamado Wealherhead emite esla misma opi- nión, que no se apoya en ninguna analogía ri- gorosa. Segun Rayer, «es muy probable que la sangre en la gota eslé cargada de ácido úrico, de uralos, ó de,sus elementos (Traite des ma- ladies des reins, p.234,1.1, en8.°; París, 1839). Forbés admito la presencia del ácido úrico en la sangre. «La patología humoral no posee ningún análisis exacto del sudor de los gotosos. Las ob- servaciones hechas por Berthollet, Hoffinann, v Antonio Pelit, son harto insignificantes para que las mencionemos. Bérlhollet y Selle habían encontrado ácido el sudor de los gotosos; pero esta propiedad, lejos de pertenecer á la enfer- medad , constituye por el conlrario el estado normal. Turck dice, que en el intervalo délos accesos pierde la traspiración su carácter áci- do , ó por lo menos le ofrece en muy corlo grado (ob. cil., p. 107); pero esta observación no se apoya en ningún hecho positivo, y ade- mas es preciso recordar que aquel autor hace representar un gran papel á la disminución de los ácidos. Masson Good cree que la materia blanca depositada en la superficie del cuerpo de un enfermo observado por Swediaur, era urato de sosa (Lond. Med. Gaz., vol. XV). Scu- damore y Prout examinaron la camisa de fra- nela de un gotoso que presentaba en muchos puntos manchas de una materia animal, que lenia la apariencia de un sedimento formado por el ácido úrico, y no encontraron ninguna señal de su presencia (Scudamore, ob. cil., pá- gina 560); de donde se infiere que las altera- ciones del sudor son lodavia desconocidas. «Orinas.—Creemos deber omitir los nume- rosos trabajos que se publicaron enu na época en que la química, poco adelantad» todavía, no podia suministrar ningún análisis exacto. Hoy que el estudio de las alteraciones de la ori- na se ha enriquecido con numerosos descubri- mientos, y que se ha fijado la ciencia en mu- chos puntos, nos parece mas útil esponer los análisis químicos hechos últimamente. «La orina se segrega en menor cantidad poco liempo antes del acceso, y sobre lodo du- rante este , presentando un color muy subido, y un peso específico mucho mayor que en el eslado normal. Scudamore, que ha hecho espe- rimentos comparativos sobre la orina sana y la de los gotosos, encontró que el peso de esta era 1,010 1,015, y en algunos casos de 1,035 á 1,040. Este aumento del peso específico de- pende de la disminución de la cantidad de agua contenida en la orina. Ofrece esle líquido una acidez considerable, debida al esceso de ácido úrico. En el intervalo de los accesos y durante los mismos forma muchas veces el ácido úrico una gran parte de los depósitos ó sedimento? que se observan de un modo tan constante en la orina de los gotosos, presentándose cristali- zado bajo la forma de hermosos prismas rom- boideos, fáciles de distinguir con el microsco- pio. La presencia del cálculo úrico en los g©; losos se esplica por la composición de los sedi- mentos rojizos que acabamos de indicar. «Los que han observado los autores, y de- signado muchos, como Vogel y Proust, cod el nombre de ácido rosácico, se componen en gran parte de ácido úrico, mezclado con urato amo- niacal y con fosfatos. Debemos á Scudamore una serie de análisis muy bien hechas sobre este punto (ob. cil., p. 160). Esle autpr ha in- vestigado tamhien la proporción de acidólos- Di LA GOTA. 257 fórico en la orina de los golosos, y la ha en- contrado muy considerable. Este ácido se com- bina con la cal y la magnesia, produciendo sales que concurren con el urato amoniacal á formar los sedimentos de la orina. «Apoyado Berthollel en numerosas obser- vaciones," pretende que el ácido fosfórico se halla habitualmente en menor proporción en la orina de los gotosos, haciéndose ¡guala la que existe en los demás hombres, y mucho ma- yor que en el estado ordinario de los golosos, en la invasión y en lodo el curso de los alaques de gola. Scudamore, que emprendió una lar- ga serie de esperimentos para apreciar las can- tidades relativas de ácido fosfórico en los go- losos y en las personas sanas, deduce que no puede admitirse la opinión de Berthollel, y añade que el ácido fosfórico no está libre en la orina, sino combinado con bases, como son el amoniaco, la cal y la magnesia. Richerand supone que al aproximarse los accesos de go- la se disminuyen los elementos fosfóricos de la orina, dirigiéndose al parecer á las articu- laciones, para formar en su inmediación con- creciones artríticas •Elementos de fisiología). Es- la opinión es inadmisible, si se atiende á que casi lodas las concreciones están formadas por uralos de sosa y de cal. «Cuando se ve en una ciencia reproducirse incesantemente una hipótesis, aunque con las modificaciones que le impriraen las doctrinas reinantes ó los descubrimientos mas recientes, hay molivo para creer que esla hipótesis se apoya en uno ó varios hechos incontestables, cuya interpretación es la única que puede va- riar. Tal ha sucedido precisamente respecto de la alteración de las orinas en la gola. A lo- dos los autores les ha llamado la aleación que las orinas en el momento de los accesos sufran alteraciones que no oftecian antes. Berlhollet no vaciló en afirmar que se aumentaba la pro- porción de ácido fosfórico. Los progresos de la química moderna han dado á conocer la com- posición normal de la orina, revelando al pro- pio tiempo la verdadera naturaleza de sus al- teraciones. Efectivamente, nos ha manifestado que en la gota se modifica la secreción renal, resultanda la orina muy animalizada y carga- da de principios salinos. Esle líquido contie- ne menos agua que en el estado normal; ofrece un color muy subido; es mas denso, y con ma- yor cantidad de ácido úrico, de uratos, de fosfates, y de las demás sales, y cierta propor- ción de moco; en una palabra, se halla muy aumentada la cantidad tolal de los principios sólidos que mantiene en disolución. Esta com- posición le da la propiedad de formar por el enfriamiento depósitos constituidos por el ácido úrico, los uratos y los fosfatos. Desde los tiem- pos mas remolos se habia notado ya la frecuen- cia de los sedimentos en la orina de los goto- sos, y este accidente habia hecho creer que eran los ríñones los órganos que debían servir de emuntorío v de medio de elaboración de la TOMO VII: materia morbífica, siendo esta espelida por se- mejante via después de unnúmerode alaques suficiente para arrojarla de toda la economía; y finalmente, que era lal la superabundancia de la citada materia, que no bastando esle medio, se depositaba alrededor de las coyunluras. Scu- | dainore mira la actividad insólita que disfrutan los ríñones como eminentemente saludable, y como una parte del procedimiento curativo que emplea la naturaleza para aliviar el organis- mo. Este autor, cuya obra eslá Ménade investi- gaciones tan curiosas como exaclas, añade con notable sagacidad las palabras siguientes: «no pretendo yo que de este modo se destruya la' causa específica de la enfermedad, porque se- mejante conclusión no eslaria de acuerdo con el resultado de mis esperimenlos. Mas impor- tante me parece esla discusión respecto de las doctrinas de la patología humoral, de la cual quizá ha prescindido demasiado esclusivamen- te la medicina moderna» (ob. cit., p. 131). «Nos guardaremos bien de hacer figurar en el número de las alteraciones de los sólidos y de los líquidos propias de la gola, varios des- órdenes cuyo asiento y naturaleza son muy variables, y que no se deben considerar sino como efectos de complicaciones puramente ac- cidentales^ quenada lienen de especial, ni por consiguiente exigen una descripción sepa- rada. «SÍNTOMAS.—Gota aguda, fija, regular.— No es lan fácil como á primera vista parece Irazar un cuadro melódico y preciso de los sín- tomas de la gola , con las numerosas descrip- ciones que figuran en las obras consagradas al estudio de esla enfermedad. Depende eslo de que habiéndose referido á la gola aleccio- nes muy diferentes por su naturaleza y asiento, se encuentran á menudo síntomas heterogéneos confundidos en una sola descripción. Tampoco habrá dejado de contribuir á oscurecer este asunto el furor de las divisiones, y el eslrema- do abuso que se ha hecho de la palabra gola. Sin embargo, las descripciones que han dado de ella Sydenham, Van-Swieten , Cullen, Scu- damore y Barlhez, no dejan nada que desear, y por lo lanío tomaremos especialmente de sus obras los dalos necesarios para la redacción de esle artículo. »EI alaque de gola principia de repente, y después de haber ido precedido algunos dias de cierto desorden en las funciones gástricas. El enfermo se siente incomodado por dispepsia, desazón, una sensación tensiva hacia el epi- gastrio ó la región precordial, y flatuosidades, esperimentando ademas calambres, hormigueo, comezón , ó un enfriamiento marcado de los miembros inferiores, y á veces sensaciones análogas á las que podrían ocasionar «gases ó vientos que bajaran á lo largo de los músculos del muslo» (Barlhez, Tratado de la gota): el sueño es ligero ó muy interrumpido, y las ve- nas inmediatas á la "parle que debe afeclarse eslan hinchadas; fenómeno que considera Ba- 33 m DE LA COTA. glivio como un signo precursor casi infalible ¡ de los ataques gotosos. También se ba notado como tal et aumento de apelito, un eslado de satisfacción interior no acostumbrado, y cierto propensión á los placeres venéreos; signos que preceden en algunos individuos á la invasión de la enfermedad (Sydenham, Barlhez, Van- Swieten). »El alaque se presente por lo regular á me- dia noche, y despierta repentinamente al en- fermo con uñ dolor agudo en el dedo gordo del pie, ó en el tobillo : «Locus quera primo, »quem regularisaggredilur,semper pes» (Boer- haave, Comment. in aphor. loe cil. p. 290). También puede manifestarse en el talón , en la planta de los pies y en las pantorrillas. Are- leo dice: «Magnum pedis digilura dolor oceu- »pal, rursum calcem in priori parte qua raili- »mur; deinde in concavam subil; malleolus «aulem poslremusinlumeslil» (De caus. elsign. morbor. diuturn. lib. 11. cap. 12). Syden- ham v los autores mas modernos han observa- do asimismo esla predilección de la gola por el pie, y especialmente por el dedo gordo. «El dolor, tolerable al principio, se au- menta y adquiere una eslraordinaria intensi- dad al anochecer, persistiendo muchas veces en este grado por espacio de veinlicuatro ho- ras , ó sea durante el primer acceso : mas ade- lante estudiaremos las variedades de asiento, y las diversas sensaciones que se refieren á es- te dolor. Es tensivo, pungitivo, compresivo, dis- lacerante , y acompañado muchas veces de frió; «se agita eí enfermo de continuo, y hace mil esfuerzos para cambiar la situación* del cuer- po , y especialmente la de la parle afecto; pero no consigue calmar el dolor, el cual no cesa hasta las dos ó las tres de la mañana, después de haber pasado un dia y una noche. Entonces el enfermo esperimenla de repente un alivio, que atribuye sin razón á la poslura que ha lle- gado á dar á la parte dolorida. En seguida se siente cubierto de un sudor suave, y consigue dormirse: al despertar está muy disminuido el dolor y aparece hinchazón en la parle enferma, en vez de la considerable tumefacción de las venas que exislia al principio» (Sydenham, De la gota). Preséntase luego una fiebre, acom- pañada de pulso fuerte, lleno, duro y tenso. ■ El primer acceso de dolor y de fiebre, cu- ya duración es de* doce á veinticuatro horas, termina por una traspiración abundante gene- ral, que reemplaza á la estremada sequedad de la piel. La articulación enferma se presenta hinchada, rubicunda y caliente: «esle tumor gotoso inflamatorio no "puede confundirse con un simple flemón , si se atiende á los síntomas que le preceden. Su terminación no es en nin- gún caso una simple* resolución ó supuración-, sino que se verifica por una trasudación local y descamación del epidermis.» (Barlhez, ob. cit. 1. l,p. 4.) »El enfermo esperimenta todas las noches una exacerbación del dolor, y un movimiento febril que disminuye por la mañana, aunque el dolor persiste débilmente lodo el resto del dia. « La serie de estos accesos particulares compone un alaque regular de gota, el cual es lanío menos duradero cuanlo mas fuertes los dolores, recorriendo un espacio dedos, ó lo mas de tres semanas , cuando es perfecta- mente regular» ;Barlhez, loe, cit. p. 5.). Sy- denham, Van-Swieten, y lodos los autores que los han seguido ó precedido, están confor- mes en esle punto. «Sin dejar la gola de ser regular, puede afee- lar olra marcha, sobre lodo cuando no se pre- senta por la primera vez. Después de haber ocupado algunos dias el dedo gordo, ó los de- mas de un solo pie, ateca el dolor al otro, y luego puede volverá ocupar su primer asiento. Cuando es muy intenso, recobran su libertad las parles primitivamente afectas, y el mal abandona completamente las primeras coyun- luras. En este caso los fenómenos morbosos locales ( hinchazón , rubicundez y calor) se producen en el segundo asienlo del mismo modo que en el primero, resultando do aqui un nuevo acceso semejante al anterior. Pero muchas veces no quedan enteramente libres las partes afectes al principio á pesar de la apari- ción de la gola en otro punto, componiéndose entonces el acceso de síntomas morbosos, de- sarrollados simultáneamente en ambos pies ó en dos ó tres coyunturas. Generalmente invade el mal las articulaciones de un modo sucesivo, ó después que han desaparecido casi entera- mente los accidentes locales del silio que ocu- paban al principio. «Un alaque de gola se compone de cortes ac- cesos cotidianos, constituidos por los síntomas locales que acabamos de describir, los cualeí se exasperan tedas las noches, ocupando si- multánea ó sucesivamente una ó varias coyun- turas: en las personas vigorosas, y en lasque rara vez sufren ataques de gola, no dura por lo regular el acceso mas de catorce dias; en los viejos y en los que han sido atacados muchas veces dura hasla dos meses; y finalmente en los que están debilitados por la larga duración de la enfermedad. no se disipa hasta bien en- trado el eslió.» (Sydenham). Este úllimo caso nos parece corresponder á la gota crónica , qw se compone de muchos ataques con cortos in- tervalos. «Los alaques regulares de gola eslan sepa* dos entre sí por intervalos de tres ó cualro años y aun mas; pero luego se reproducen una ó dos veces al año, y se aproximan por gradoi haciéndose mas largos, disminuyendo de inten- sión, y perdiendo ai mismo liempo su regulari- dad. En esle caso van acompañados de dolores menos vivos, pero de una desazón interior mas considerable y de síntomas generales mas graves , hasta que degenerando en gola cróni- ca, se constituyen los enfermos en un sufrirme* to habitual que sote les abandona algunos me- es del año. DE LA GOTA. m •Cuando el ataque de gota regular sigue su cursó ordinario , disminuye la intensión de los accesos, en lérniinosque el úllimo es el mas dé- bil y moderado de todos. En seguida se calman la hinchazón y el dolor, que desaparecen ente- ramente después de los primeros alaques, y vuelven con mas ó menos rapidez las fuerzas y el apetite segun la intensión del acceso. Mu- chas veces también se presentan las concrecio- nes y las diversas alteraciones que se forman alrededor de las coyunturas, de que hablare- mos mas adelante. Se dificulten los movimien- los, y se restablece con lentitud la salud gene- ral. Pero en algunos casos desaparecen lodos tes accidentes locales. ^Estudio de los síntomas en particular.— Dolor.—Su asiento.—El asienlo ordinario de la gola es el pie, como lo indica la espresion de podagra empleada por los griegos y latinos. Areleodice: «Communis omnium arliculorum «dolor esl arthrilis, sed pedum dolorem poda- «gram vocamus» (De causis et sign. morb. diut., lib. 11, cap. 12). Wan-Siewlen en su ad- mirable comentario sobre la gola, dice lam- bien : «Licel podagra jara invetérate alios et «plures simul artículos occupet, lamen inci- xpiens morbus solemne babel ut feriat pedes» (loe cit. p. 252): La gola reciente ofrece el ca- rácter esencial de atacar los pies. Inútil seria añadir á esle testimonio el de todos los autores que han escrito sobre la gola. Por lo demás, ne aquí un curioso resumen, que permite esla- blecer lodavia con mayor exactitud cual es el asiente mas ordinario de la enfermedad. Segun Scudamore, en 198 casos de gola, atacó el primer acceso el dedo gordo de un solo pie 130 veces; los de ambos pies 10 veces, el quinte y euarto dedo del pie 1 vez; el dedo gordo y la flexura del pie 3 veces; el dedo gordo y las fle- xuras de ambos pies 2 veces; en seguida viene la enumeración de todas las partes que fueron in- vadidas por la gola , y que todas ellas la pade- cieron casi igual número de veces (Traite sur lo nature et le traitement de la goutte, ele, en 8.°; París, 1820). Vemos por este resumen, que el asiento mas frecuente de los primeros alaqoesde gota es la articulación del dedo gor- do con el hueso del metalarso y las partes fi- brosas circunyacentes. Scudamore observó que en los ejemplos de gota hereditaria, el dedo gordo era la parte afectada con mas frecuencia desde el principio del acceso, y que las escep- ciones mas notables se encontraban en los casos en que la enfermedad era adquirida. Cuando el dedo gordo del pie ha sido el asienlo del primer ataque, el segundo se estiende porte geaeral á ambos lados, fijándose en los mismos dedos. Se ha querido esplicar esta predilección del mal por la presión y las violencias á que se hallan continuamente espuestos los pies. «Si consideramos las partes primitivamente afec- tas, dice Wan-Swielen, veremos que el pieeslá muy comprimido por el calzado y por el peso del cuerpo; que eslá muy espueslo al frió y á la humedad, y lejos del cenlro circulatorio, lo cual impide á los líquidos circular por él con libertad»» (obw cil. p. 271)!. Estes razones no han parecido muy convincentes á lodos los au- tores. «Rara vez deja de manifestarse la gola en oíros puntos, ya sucesiva, ya simultáneamen- te : á menudo'se la ve guardar cierto orden en sus alaque?, manifestándose, por ejemplo, pri- mero en el pie derecho, después et) el izquier- do, en la rodilla derecha, en la izquierda, etc. Los órganos que afecta mas comunmente des- pués de los pies, son: la rodilla (gonagra), el dedo pulgar de la manor la muñeca (chiragfa), el codo, la articulación coxo-femoral (¡squia- gra)t la del hombro (omagra), y la de la man- díbula; las parles fibrosas y tendinosas, como el tendón de Aquiles, el talón, la pierna, el muslo, ele. »S¡ tratamos ahora de investigar cual es el asiento anatómico de la enfermedad, podemos establecer de un modo general que ataca todos los órganos de la locomoción por el siguiente orden de frecuencia : 1.° los ligamenics, los fi- bro-carlílagos, los cartílagos, y las membra- nas serosas articulares; 2.° las aponeurosis y los tendones terminales de los músculos; 3.** las estremidades articulares de los huesos, su tejido propio, y su periostio; 4.° y finalmente los mismos músculos. La anatomía patológica enseña que eslos son los tejidos que ataca prin- cipalmente la gota, pero que su causa descono- cida puede también detei minar accidentes en otros órganos (gola de las visceras interiores). «Naturaleza del dolor.—«Dolor dice Boer- haave, adesl lensivus, dilacerans coarclans, in- crescens sensim deefescens ilerum; cum mado- re rubore, tumore» (ob. cit. aphor. 1261). La sensación que hace esperimentar el dolor es muy diversa; pues ora se parece á la «que acompaña á lá dislocación de los huesos de aquellas partes, acompañada de una sensación semejante á la que produciría el agua fresca derramada en el órgano afecto, después de lo cual sobreviene frió, temblor y febrícula» (Sy- demham, ob. cil.); ora es semejante á una ten- sión viólenla, ó al dolor que causaría la mor- dedura de un perro, ó la compresión violen- la de las partes aféelas. Esle dolor es pun- gitivo en algunos enfermos, y terebrante en drós; mientras que algunos se quejan de un calor ardiente y de un fuego devorador. Lu- ciano, en su poema sobre la gota, indicó es- la notable diversidad en la intensión del do- lor, diciendo: «podagra adedil, depaseilur, «urit, lerel, inflamal, coquito (trago-podagra). También se aumenta por la presión , por efecto del peso de la ropa , y por el movimiento. Uno de sus caracteres es aumentarse mientras dura el ataque, es decir, hasla la mañana ó el dia si-gu-iente, si es la primera vez que se manifies- to. Los enfermos se agiten de conlinuo en la cama, esforzándose inútilmente en dar á su cuerpo y á la pai-le afecta una situación que ?60 DB LA COTA. pueda calmar su dolor. La hora en que este invade con mas frecuencia, y en que los sufri- mientos son mayores, es generalmente la no- che, aunque en algunos enfermos se presenta el mal de dia y se alivia algún tanto de no- che. Las mas veces en los primeros dias del ataque solo se observa una ligera intermisión enlre el dia y la noche (Scudamore, ob. cit., p. 29). Habiendo indicado ya anteriormente el curso y la duración de este dolor , estudiaremos ahora los fenómenos locales que le acompañan. «Scudamore coloca los calambres en el nú- mero de los síntomas frecuentes de la gola. De 120 casos de esta enfermedad, halló este aulor que en los 90 se los podia contar entre los ac- cidentes habituales de la enfermedad, y que eran casi sin escepcion muy vivos, ya inmedia- tamente antes del paroxismo, ya en medio de él, ó ya hacia su terminación (ob. cit., p. 39). Los músculos en que tienen su asiento son : los del muslo, la pierna , los dedos de los pies, el abdomen , el pecho y la faringe. Los calambres se declaran, ya en el momento en que hacen los enfermos algún esfuerzo paraestender un miem- bro , ya durante el reposo. Siempre que el en- fermo se despierta sobresaltado por efecto del dolor, esperímenlasacudimientos rápidos y muy dolorosos en las articulaciones enfermas. » Otros síntomas locales.—«Dolor cum raa- dore, rubore, tumore,» dice Boerhaave; y en efecto estos son los síntomas que se presentan generalmente en los ataques de gota. Al prin- cipio eslá seca la piel; á poco presenta la arti- culación afecta una hinchazón considerable, á veces mal limitada, y semejante mas bien á un abotagamiento de los tejidos que rodean la co- yuntura ; observándose ademas una rubicundez muy viva, calor intenso, y en una palabra, todos los signos de un trabajo morboso local. Cuando la gota se presentaba con estos sínto- mas locales, acompañada de fiebre, agitación, y todos los signos de una reacción local, decían los antiguos que era caliente ó inflamatoria; reservando el nombre de gota fria ó edematosa á aquella en que la hinchazón , la rubicundez, y el calor eran poco marcados, y no se mani- festaban hasta el fin del ataque: esle caso es mas raro que el primero, y cuando ocurre su- fren mucho mas los enfermos que siendo agu- dos los fenómenos locales. Areleo y los autores que posteriormente han admitido estas dos for- mas de gola, las trataban de diferente manera, combatiendo la gota fria con los escilanles. y la inflamatoria con los emolientes. «Baglivio, Sydenham y otros muchos auto- res, han observado turgencia y dilatación de las venas que recorren el silio en que va á presentarse la gola, ó en las parles circunyacen- tes. Scudamore dice, que en la gota antigua es- tan muy dilatadas por la sangre las venas de lo- do el miembro, de modo que comparándolas con las del lado sano presenten una especie de tur- gencia universal; las ramas venosas inmedia- tefá la parte inflamada aparecen muy nume- rosas, divergentes en su Irayeclo, y casi próxi- mas á romperse en razón de su plenitud (ob. cit., p. 32). Hacia el fin del acceso se establece un sudor abundante, que liene, según Coste, un olor fuerte, y suele gozar de la propiedad de ennegrecer lá plata (Traite pralique sur laejout- te, p. 23, en 12.»; París, 1768). Conviene desconfiar de eslas aserciones, fundadas en la creencia bástenle general en que estaban los médicos, deque la materia productora de la gola podia espelerse por sudor, y acelerar la reso- lución del mal. Scudamore ha hecho numero- sas investigaciones sobre la lemperalura de las parles afectas de gola, encontrando alguna aun- que corla diferencia enlre la de las coyunluras enfermas y la de las demás regiones del cuerpo que ba esplorado-, siempre es uno ó dos grado? mayor la lemperalura de las primeras. Be aqui deduce el médico inglés «que cuando la inflamación gotosa va acompañada de un do- lor agudo, produce una sensación de calor mucho mas fuerte en las partes afectas rela- tivamente á la cantidad real que se despren- de de la parle inflamada, que cuando exis- te una inflamación común ó reumálica» (ob. cit., p. 149). Los nervios de los tejidos enfer- mos adquieren una gran sensibilidad, yel dolor va muchas veces acompañado de pulsación en las arterias. «Entre los accidentes locales de la gola de- be lambien conlarse la descamación de la piel que cubre las coyunluras aféelas, «al termi- narse el acceso sobreviene en el pie enfermo una comezón insoportable, sobre todo enlre los dedos, de donde se desprende una materia se- mejante al salvado» (Sydenbam, ob. cit.). También son de notar otros accidentes, de que hablaremos después, como las concreciones y las deformidades. »Los alaques de gota, suelen terminar por una suave diaforesis: «finitos diaphoresi, foln »ledi, prurito,desquamalione vel abiensincre- «tam, calcemve, vasa rumpenlem, articulorum »vincula, formara, moluin, usum privanlem» (Boerhaave, Aph., 1261). Eslos desórdenes per- tenecen especialmente á la gota inveterada; pe- ro pueden también sobrevenir á consecuencia de los ataques repetidos de gola aguda. Asi su- cede cuando la enfermedad pasa del estado agudo al crónico. Scudamore vio en un cortísi- mo número de casos estancarse la sangre di- bajo de la piel (ob. cil., p. 31). «Durante el ataque se disminuye ó pierde el apetito, se cubre la lengua de un barniz mu- coso ó saburroso, y el estomago está dilatado por gases. Comprimiendo la región epigástrica se nota que está hinchada, y se determina mu- chas veces cierta incomodidad ódolor, acompa- ñado de náuseas, vómitos, y eructos mucosos 6 ácidos. La fiebre es muy intensa durante el ata- que; pero ofrece remisiones marcadas que cor- responden á las de este. En los primeros dias estala orina muy encendida, y deja después de posarse un sedimento rojo y" lleno de are- DE LA nillas. Ya volveremos á hablar de los impor- tantes caracteres que presenta cuando existe mal de piedra (véase gota complicada). El estre- ñimiento, el insomnio, la pesadez, y las sensa- ciones penosas en las masas musculares y en lodo el cuerpo, son síntomas que se observan comunmente durante el curso de la enfer- medad. «Sidenham no mira como gola regular sino aquella en que el dolor ocupa los pies, y llama irregular á la que invade las manos, las mu- ñecas, los codos y otros puntos (ob. cit.). La gola regular ó irregular puede ser aguda ó cró- nica: estas especies se hallan refundidas en las divisiones que hemos establecido. »c¡ota crónica—A medida que se van ha- ciendo mas frecuentes los alaques de gota agu- da, determinan en las parles que los han su- frido alteraciones permanentes, acompañadas de desórdenes generales en la constitución. De aquí resulta, un estado morboso que ha recibi- do el nombre de gota crónica, asténica, imper- fecta ó vaga; la cual puede no ser consecutiva á la forma aguda , é invadir desde luego , for- mando entonces la gota asténica primitiva , en que no hay paroxismos ni accesos marcados, y en que los dolores son menos agudos , conti- nuos é iguales de dia y de noche; pero esta forma es muy rara (Landre-Beauvais, Exisle- t-il une goulte asthenique primitivel Dissert. en 8.°; París, 1810; Scudamore, ob. cit., pá- gina 331). La gota crónica eslá caracterizada por una serie de ataques incompletos , aborti- vos, á veces muy largos, y que proceden sin orden ni regla, hallándose sujeta á trasladarse no solo de una coyuntura á otra, sino también á las visceras. Esta afección va acompañada de un desorden marcado de la digestión y de la nutrición general, y no ofrece tonta igualdad en su curso y duración como la gota aguda, habiendo merecido por eso el nombre de gota irregular. «Sidenham la ha descrito con el nombre de gota irregular inveterada. «Cuando no se trata la enfermedad metódicamente, y dura mucho tiempo, connaturalizándose por decirlo asi en el cuerpo, ó cuando la naturaleza no se halla en eslado de espeler convenientemente la mate- ria depravada, son muy dilerentes los sínlomas délos de la gola regular» (ob. cit.). Vemos por esta cita, que Sidenham designa por gota irregu- lar, inveterada, la gota crónica de los autores. «Barlhez la ha descrito con el nombre de gola inveterada, gola vaga de las articulacio- nes , y la distingue de la gola vaga imperfecta en que esla última no ha sido precedida de ala- ques de gota aguda y regular. Hace este autor lo posible por establecer una distinción entre estas dos golas, que en úllimo análisis deben referirse á la crónica. La gota vaga, imperfecta, corresponde á la asténica primitiva. En la pri- mera se afectan sucesiva ó alternativamente las parles inmediatas á las articulaciones de los pies ó de las demás partes del cuerpo. También se ha dado á la gola vaga ó crónica el nombre de reumatismo escorbútico ó gotoso. La gota imperfecta de Scoll (An inquiry in to the regin of the gout., p. 4) es una gola crónica que solo ateca algunas articulaciones de las estre- midades , produciendo en ellas una hinchazón de las partes esternas, sin dolor ni inflamación v con dificultad de moverse: Barlhez propone llamarla gota incompleta. La gota crónica se divide también en/i/o y movible. En la primera son permanentes la hinchazón y la deformidad de las coyunturas por concreciones lofáceas, la lesión es fija v no puede desaparecer. En la segunda se agregan á los síntomas del eslado crónico accidentes locales mas movibles, gene- rales é irregulares, que la hacen acreedora al nombre de gota vaga, anormal, é irregular, que se le ha dado. «Éranos indispensable determinar bien el valor de los diferentes términos que sirven para espresar las varias condiciones morbosas que se encuentran en el eslado crónico; pero debe- mos añadir , que para ilustrar las parles oscu- ras lodavia de esta enfermedad, es preciso fijar la atención en elementos mas simples, y pres- cindir de todas las sutiles distinciones que se han establecido. La gola afecte indudablemen- te formas mas variadas que ciertas enfermeda- des internas, cuyo asiento está claramente cir- cunscrito ; pero al través de sus diferentes me- tamorfosis es fácil distinguir los dos tipos indi- cados: uno fundado en la duración del mal y en la intensión de sus síntomas, que compren- de el eslado agudo y el crónico; y otro que han designado los autores con el nombre de gota anormal ó interna. » Síntomas locales.—La gota crónica va pre- cedida comunmente de la aguda, siendo en cierto modo una especie de prolongación ó re- liquia suya. En lal caso, después de haberse repetido los ataques con la intensión propia de la gola aguda, se debilita la constitución , se deteriora, y se efectúa insensiblemente el paso del eslado.agudo al crónico : esta gola crónica consecutiva no eslá muchas veces bien mar- cada. Los dolores que ocasiona son vagos y muy movibles, y ofrecen alternativamente el carác- ter nervioso y el reumático. En algunos casos, muy raros, se présenla la forma crónica sin que la haya precedido la aguda. «Cuando la gota crónica sucede á la aguda, las coyunluras que aquella ocupaba continúan afectes aunque en menor grado; ó bien se es- liende el dolor desde los pies en donde residía, á las muñecas, las manos, los codos, las rodillas, y otras articulaciones. Los enfermos sienten en las parles afectes vivos dolores, mas agudos de noche que de dia, y que consisten en una sen- sación de calor y frió alternativos, ó simple- mentede frió. «A licuando, plurimo fervore, dice «Celio Aureliano, alicuando frigore, ut alii re- «frigerantia, alii calida, desiderant segrolanles »el proplerea quídam alterara calidam, alte- «ram frigidam podagrara putaverinl nuncupan- 562 DE LA COTA. dam» (Morb. chron., lib. V, cap. II). También esperimenlan frecuentes entorpecimientos, una constricción incómoda ó una sensación de ple- nitud, peso, ele. Sidenham dice que los tendo- nes y los músculos de la pierna suelen ser aco- metidos de convulsiones y calambres lan fuer- tes, que sí durasen mucho tiempo seria imposi- ble tolerarlos. Otras veces se interrumpe el sueño por sacudimientos y saltos de los miem- bros. La rubicundez de la piel que cubre las coyunluras, es en general poco viva y durade- ra"; pero hay casos en que es lan intensa como en la gola aguda. La hinchazón de los tejidas es menos circunscrita, porque afectándose con mas frecuencia que en el estado agudo las bolsas mucosas, las vainas délos tendones y tes tejidos adyacentes , resulla de aquí una tu- mefacción mas difusa , que da á las articu- laciones una resistencia considerable. A ve- ces los tejidos infiltrados de serosidad ofrecen derla trasparencia y dureza (gota edematosa), presentando una pleniludeslraordinaria las ve- nas que serpean por la piel de las articulacio- nes ó alrededor de eslas. La poca intensión de ios sínlomas locales, ia palidez de los tejidos, la escasa elevación de la lemperalura, y la li- gera hinchazón de las coyunluras, han sido causa de que á la gola crónica se le dé el nom- bre de fri» , blanca , asténica, cuando aparece eon los sínlomas que acabamos de indicar. No olvidemos que los fenómenos morbosos locales pueden tener tenia intensión como en la forma aguda. En general se disipan con mucha len- titud después del ataque , quedando doloridas 6afectadas por un calor incomodóla flexura del pie ó las muñecas, sobre todo cuando el enfermo hace el mas ligero ejercicio; si bien los movi- mienlos, penosos al principio, vienen á ser con el hábito mas fáciles y menos dolorosos. En oca- siones sienten los enfermos una especie de chas- quido acompañado de dolor, cuyo asiento pa-, rece estar en tes tendones, y ser efecto de su rigidez; fenómeno que puede el médico com- probar por sí mismo , colocando la mano en el trayecto de los tendones ó cerca de las articu- laciones, y baciendo ejecutar al miembro mo- vimientos de flexión y eslension. «Ademas de los síntomas locales que aca- bamos de examinar, hay oíros enlre los cuales Gguran sin contradicción en primer término los 3ue resultan de las profundas lesiones acaecí- as en los órganos del movimiento. Eslos sín- tomas han sido descritos por Sidenham con una exactitud inimitable. «A veces el dolor, des- pués de atormentar uno ó muchos dedos, los tuerce, dándoles la forma de un manojo de nabos, privándolos poco á poco de sus movi- mientos, y formando alrededor de sus ligamen- tos concreciones lofáceas, que destruyen la piel y la epidermis de las arliculaciones,"y ofrecen un aspecto semejante al de la creta 6 los ojos de cangrejo. A veces la materia morbífica se deposita en los codos, formando en ellos un tu- mor blanquecino casi del tamaño de un huevo de gallina, qne se inflama poco á poco y se en- rojece» (ob. cil.). Una de las particularidades mas importantes de la gola crónica es la singu* lar deformidad que produce en las coyunturas afectes. Esta deformidad depende de muchas causas, siendo la mas común el depósilode óra- lo de sosa y de cal en los tejidos que reúnen los huesos enlre sí, y en las partes adyacentes. Es- te materia salina, situada fuera de la sinovial, é infiltrada en masas irregulares y muchas ve- ces considerables en los ligamentos, se présenla hasta debajo de la piel. Entonces las estremi- dades articulares, en lugar de ser redondeadas y ofrecer su conformación normal, son abolla- das y nudosas; los tumores tienen mucha dn- reza y eslan muy adheridos á los tejidos fibro- sos y á los ligamentos de las coyunturas. En otros casos pueden eslar distantes de las arti- culaciones, y tener su asiento en las vainas de los tendones, en las fibras de estos,en las bol- sas mucosas, ó en el periostio. »Olra causa de la deformidad de las coyun- luras es la simple hinchazón con induración de los tejidos. Algunas de eslas induraciones de- penden de la hipertrofia del tejido celular in- terpuesto enlre las hojas de los ligamentos ó en los tendones, y otras son efeclo de la hiper- trofia sola del tejido fibroso. En ocasiones tam- bién se encuentran derrames de serosidad , á veces muy abundantes, en medio de los tejidos enfermos. Pero el caso mas común es el en que la materia salina está combinada molécula por molécula con los diversos tejidos, que adquie- ren entonces lal dureza, que resisten á la disec- ción del escalpelo. «La presencia de las concreciones, ó la sim- ple infiltración de la materia salina, suelen traer al fin accidentes inflamatorios obrando como cuerpos estraños. Los órganos inmedia- tos se inflaman, supuran, y los tejidos dan paso al estertor á una materia purulenta, mezclada ó no con la sustancia salina que se ba acumu- lado en las partes. Entonces se ve en el fondo de la úlcera la concreción blanquecina, seme- jante á materia gipsácea , hasla que acaba por reblandecerse, y sale al eslerior eon el púsola serosidad que fluye de la úlcera estableada en ia superficie de la piel. A veces salen de esle modo concreciones muy gruesas por abertura! fistulosas que continúan mucho liempo abier- tas y man'ienen de este modo una i rr i latín crónica muy abonada para debilitarla ed* mia. En otros enfermos se infiltra de maten» tofácea la suslancia ebúrnea que cubre los tor- sos, ó desaparece á consecuencia de un traba- jo morboso qne altera la sinovial, los cartíla- gos y basta el-esqueleto. Entonces se forna ona anquilosis completa; pero también puede re- sultar una semi anquilosis de la destrucción de las misRias partes y la retracción de les lí- menlos y tendones: en ambos casos se dificul- tan ó imposibiliten los movimientos, v la quie- tud forzada del enfermo no larda en "ir acom- pañada de una alteración profunda de su salud. DE LA GOTA. 263 nStntomas generales.—Un la gola crónica es principalmente donde participan de la enfer- medad local la mayor parte de las funciones. Obligado el enfermo á guardar un reposo pro- longado, esperimenla una desazón y una impa- ciencia continua: «los padecimientos del espí- ritu no son menores que los del cuerpo; pues se halla poseído de la cólera, el terror, la triste- za, y lodas las pasiones deprimentes á que le predispone la susceptibilidad que acompaña á la falta de fuerzas. De aquí procede que los gotosos sean intolerables para sí mismos v para los demás, y no recobren la tranquilidad"de su espíritu hasla que cesa el mal ó se restablece la salud» (Sydenham, ob. cil.). El sueño de los gotosos es interrumpido , penoso, y poco repa- rador. En algunos eslá ten aumentada la sen- sibilidad general, que sienten agudos delores bajo la influencia del mas leve cambio en la temperatura atmosférica, y creen poder vatici- nar eslas alteraciones, como lo haria el mejor barómetro. Muchos padecen una melancolía es- lremada, ó una impaciencia insólita algún liempo anles de reproducirse el acceso ; y aun se han visto algunos enfermos que han inten- tado suicidarse durante el ataque, para liber- tarse de un mal que los atormentaba con tanta violencia y tenacidad. »Los movimientos convulsivos que agitan ciertos músculos, los calambres, el zumbido de oídos, la cefalalgia frontal, y la amaurosis pa- sagera que se observa en ciertos individuos, deben considerarse como efectos de la escitacion nerviosa. Tanto eslos sínlomas, como la pesadez de cabeza, los vértigos, y oíros fenómenos ce- rebrales, pueden depender de la congestión en- cefálica que es común en los golosos. Mas ade- lante hablaremos de eslas complicaciones. «Las funciones digestivas se hallan altera- das en diversos grados. Scudamore dice que en ocasiones preceden al ataque vómitos y diarrea biliosa; pero eslos casos son muy raros. Mien- tras dura el mal es muy frecuento observar fe- nómenos de dispepsia:'esperimenla el enfermo dolores epigástricos mas ó menos intensos, un apetito caprichoso, á veces muy vivo, pero que se satisface con prontitud; eructos ruidosos, una timpanitis incómoda, borborigmos y cóli- cos mientras se efectúa la digestión. Muchas ve- ees se pierde enteramente el apelito , y siente el enfermo una tumefacción gaseosa en la re- gión del estómago, dolores detrás del esternón, y en una palabra, la mayor parte de los sín- tomas de la gastralgia; la cual se encuentra de un modo tan constante aunque en diversos gra- dos en la gota crónica, que nos ha parecido indispensable hablar de ella aqui. Los antiguos dieron mucha importancia á eslos desórdenes de las funciones digestivas, y observaron que sobrevenían durante el curso del ataque, v que los dolores y síntomas locales parecían débilir terse á medida que se declaraba ó hacia mas manifiesto el padecimiento del estomago; de donde inferían que se habia verificado una me- tástasis de la gola hacia aquel órgano; pero ya hablaremos de eslo mas adelante (véase com- plicaciones). La boca eslá muchas veces amar- ga y pastosa, y la lengua cargada de un bar- niz blanco ó amarillo; cuando está encendida y presenta abultadas sus papilas, acompañando á este sínloma una sed viva, puede creerse con razón que hay una lesión coexislenle del es- tomago. «Generalmente edá el vientre estreñido, y las materias escrementicias son duras y secas. Pero Ferrus se inclina á creer que este fenó- meno depende de los desórdenes digestivos que hemos indicado, y que debe atribuirse natural- mente, como los demás sínlomas, á la gastro- enteralgia. El mismo observador dice que «á veces sobreviene durante los pródromos del ala- que una evacuación alvina mas ó menos abun- dante, de poca consistencia, y de un color gris blanquecino , la cual ofrece la» particulari- dad de que en muchos casos parece que hace abortar el acceso gotoso, ó por lo menos le qui- ta gran parle de su intensión. Esta observa- ción es debida á Alfonso Leroy, y nosotros he- mos tenido ocasión de comprobarla» (art. cit., p. 221). La diarrea solo se observa en los casos de enfermedad intestinal, ó cuando la gola cró- nica conduce al enfermo al marasmo, y lo hace caer en un estado caquéctico deplorable. «Durante el curso de la gola crónica se manifiesten también disnea , palpitaciones y oíros desórdenes de la circulación central; pero las mas veces deben considerarse estos sínlo- mas como indicios de una enfermedad del co- razón, incipiente ó confirmada. Sin embargo, no nos atreveríamos á afirmar que tal suceda en todos los casos en que se presentan dichos síntomas. Los autores declaran no haber encon- trado ningún fenómeno anormal en el corazón de varios enfermos que ofrecieron durante la vida desórdenes manifiestos en las funciones del corazón; pero se necesitan nuevas obser- vaciones, hechas por hombres habituados á la esploracion de este órgano, para fijar definiti- vamente esle punto. Sin embargo, admitiremos por ahora que la disnea, tan frecuente en los gotosos, es un fenómeno puramente simpático «Preséntase con bastante frecuencia en la' gota, dice Scudamore, una tos crónica, que en ocasiones precede á la enfermedad y continúa e,n todo su curso. Esta tos debe distinguirse con cuidado de la catarral reciente, y de los sínto- mas que á veces anuncian el paroxismo. Las membranas mucosas de las parles que han su- frido un ataque de la enfermedad, ó que están dispuestas á contraería, se hallan muy propen- sas á padecer un eslado morboso por simpatía aparente» (ob. cit., p 17). La fiebre persiste durante lodo el curso del ataque, ó mis bien de la sene de pequeños alaques de que se com- pone el paroxismo gotoso; pero no es continua y solo se presenta por la noche; ó bien se exa- cerba afectando el Upo remitente: lambien pue- de fallar enteramente. p S64 DB LA COTA. »Han notado asimismo los autores la se- quedad de la piel durante el alaque: «algunos j golosos han presentado inmediatamente anles j del paroxismo una cesación repentina de la ¡ traspiración habitual de los pies» (Scudamore, ¡ ob. cil., p. 20). Generalmente se nianilicMa el sudor al terminar el paroxismo; pero lambien I puede permanecer seca la piel en todo el curso ! de la enfermedad. Son frecuentes las hetnorroi- ¡ des en los golosos, y si hemos de creer á los j antiguos, es saludable el flujo sanguíneo que ] se efectúa por esla via. A veces eslan edema- tosos los miembros inferiores, ya en la mayor ¡ parte de su eslension , ya únicamente alrede- j dor de las coyunturas afectes. Esla infiltra- ' cion serosa puede depender de una nefritis i (véase complicaciones), ó de la simple dificul- i tad que esperimenla la circulación local en las ¡ partes afectos. La hidropesía reconoce lan.bien ¡ por causa la primera alteración , ó una enfer- I medad del corazón ! «En algunos golosos presente la mucosa gé- ! nilo-urinaria una secreción de moco entera- i mente insólita. Scudamore habla de una per- I sona. que fue atacada de ardor en la orina, di- I suria y flujo purulento, poco liempo antes de un alaque de gola que puso termino á eslos sínto- mas. Evcrard-Home cree que es tal la influen- cia de la gota en la membrana de la urelra, j 3ue se afecte á la invasión de cada ataque, sien- [ o mas susceptible de estas modificaciones cuan- do el conducto se halla en eslado enfermo. La orina eslá muchas veces cargada de moco, y ofrece lodas las alteraciones deque hemos ha- blado anteriormente. «Con el nombre de caquexia gotosa general designa Barlhez los fenómenos morbosos que resultan de la disposición próxima de toda la constitución al eslado goloso. Los signos de esla caquexia son: l.° haber padecido enfermeda- des golosas los padres del enfermo, y ser endé- micos eslos males en el pais que habita; 2.° las formas golosas del cuerpo y el eslado habitual ¡ de fatiga y saburra de los órganos digestivos; 3.* la existencia de dolores masó menos fuer- tes que ocupan las parles internas ó lejanas de las articulaciones (ob. cit., t. II, p. 152). Re- sulla, pues, que la caquexia golosa de Barlhez es la predisposición, ó un eslado morboso poco marcado, en que se presentan muchos fenóme- nos de la gola; es decir, un eslado goloso im- perfecto y no bien definido. Para dar su ver- dadero sentido á la palabra caquexia, seria preciso designar con ella el eslado morboso general que resulla de los alaques prolongados de gola. Semejante eslado es muy complexo, y se manifiesta por desórdenes cuyo asiento es muy variable, determinando por lo común los j accidentes propios de la gola interna, y afee- lando al estómago, ¡os intestinos ú otras visee- ■ ras. En este caso son muy comunes las com- plicaciones, de que trataremos mas adelante. «Gota Interna repercutida ó retropulsa.— Describe Musgrave con el nombre de gota anor- mal ó irregular (artritis anómala sirt interna) la gola que se fija en las visceras interiores. Anles de examinar si las enfermedades que entonces resultan dependen en realidad de se- mejante causa, presenlaremos una descripción sucinte de esta gola anormal, y procuraremos esplicar con claridad las opiniones, muchas ve- ces singulares y oscuras, que sobre ella han emitido los autores. Seremos pues historiado- res, anles de lomar el papel de críticos. »La gola interna puede declararse indistin- tamente en lodas las visceras interiores, si bien suele afeclar con mas frecuencia el corazón y los pulmones: algunos ejemplos bastarán para demostrar lo que debe entenderse bajo esla de- nominación. La gota interna se présenla en per- sonas que han padecido ya anteriormente, ó que sufren en la actualidad , la gota arlicuter. Se llama retrocedida por sí misma, cuando el humor gotoso se disloca de las coyunturas por una predisposición, ó segun la espresion bas- tantemente oscura de Barlhez, por la debilidad relativa de una viscera ; y repercutida ó relro- pulsa, cuando es determinada por la aplicación de agentes estemos que han rechazado la gola lejos de las articulaciones. «Los síntomas de ia gola del estómago son: falta de apetito, repugnancia á los alimentes, náuseas, distensión flatolenta del estómago, tensión del epigastrio, opresión en la región precordial, respiración dificil, bostezos, pasio- nes tristes, cefalalgia, vértigos, deliquios y sín- cope. Los síntomas de la gota intestinal son los mismos, pero es diferenle su asiento. Musgrave habla de cólicos que ocupaban especialmente la región umbilical, y que iban acompañados de una sensación de opresión. Stahl y Barlhei asignan por síntomas á la gola aguda, conpr«- dominio de irritación, el vómito, la diarrea, la disenteria y el cólera-morbo. Estudiando cuidadosamente la sintomalologia de la gola in- terna del estómago y de los intestinos, se eo- cuenlran en ella cuando no ofrece complicación, los signos de la gaslro-enleralgia. Las cansas de la gola del estómago son: las crudezas, el abuso de diversos remedios, délos amargos, los purgantes, las aguas termales y la debili- dad de los órganos digestivos. «Acabamos de ver que al retroceder 6 re- percutirse la gola puede producir una enfer- medad del estómago, que no es mas en esle cw que una uda interna. Pero hay mas lodltia- la gola del estómago puede á "su vez cauu otras enfermedades, como afecciones inltoma- lorias generales, hemorrágicas y dolorosas. U gota del estomago es aguda ó crónica, y esla se anuncia por los síntomas siguientes: vómi- to de materias alimenticias, indigestión, se- creción de gases en la cavidad gástrica, alter- nativas de estreñimiento y diarrea , y á veces cólicos semejantes al de los pintores. El cólico artrítico de Slrack presenta esle carácter. «El catarro gotos$> y la peri-neumonia golo- sa no lienen oíros signos que los de la bron* DE LA GOTA. 26o quilis y de la neumonía ordinarias, sin mas especialidad que la de declararse en sugelos golosos. Sidenham quiere que se combala la neumonía golosa por medio de sangrias repe- lidas. Musgrave aconseja esle mismo medio, pero advirliendo que se debe usar con mucha moderación. «La apoplegia gotosa puede proceder de tras- ladarse la gola desde las articulaciones ó una viscera al cerebro, y sin necesidad de retroce- so ni repercusión, de una disposición particu- lar que llame á dicho órgano el humor goloso. Sus síntomas no difieren de los que caracteri- zan la apoplegia simple, y el tratamiento es igual en ambos casos, con la diferencia de que quieren los autores que se administre los anti- golosos, y que se llame al eslerior el principio fliorboso, ejerciendo una revulsión oportuna. «¿Hablaremos ahora de la lisis pulmonal, de las hemorragias uterinas, déla parálisis , de las convulsiones gotosas, y de todas las demás enfermedades que se ha querido hacer prove- nir de la gola? Lo que hemos espueslo acerca de las preceden les afecciones nos será suficien- te para discutir su naturaleza. Añadiremos, sin embargo , que es menester no apresurarse á decidir esla cueslion en un sentido contrario á las opiniones antiguas. Existe cierto número de hechos que recomiendan por lo menos la du- da. La gastralgia y el catarro , lan frecuentes en las personas atacadas de gota, los flujos mucosos que proceden de los órganos genito- urinarios, presenten un carácter especial en los golosos. Su curso, su duración y su trata- miente, no son los mismos que en los demás enfermos. La enfermedad de los ríñones á que se ha dado el nombre de nefritis gotosa no se parece á las demás nefritis (véase complicacio- nes). En una palabra no puede negarse: 1.°que ciertas afecciones son mas frecuentes en los golosos que en oíros enfermos: 2.° que presen- tan algún carácter particular, que depende de la diátesis, y resulla de un eslado general de los humores. En cuanlo áj|a suposición de que es el principio goloso el'ffue determina eslas particularidades, no pasa de ser una hipóte- sis sin fundamento suficiente, creada para es- plicar cierto número de hechos incontestables. «Hemos leído con la mayor atención las nu- merosas observaciones referidas por Musgrave, que es autoridad en esle punte, y debemos de- cir que su lectura ha suscitado en nosotros una duda que no queremos disimular. Pero es ne- cesario proceder con mucha circunspección, para formar un juicio definitivo sobre un asun- to lan difícil. En primer lugar es preciso esta- blecer con Granl, y con los mismos que han admitido golas internas, que no todas las en- fermedades que contrae un goloso participan de la naturaleza de la gota ; y ademas debe re- cordarse, que puede muy bien un hombre que haya padecido muchas veces esla afección, ver- se atacado de otra enfermedad que la com- plique. TOMO VIL «Cuando se leen las obrasen que se refie- ren observaciones de gola interna, se encuen- tran casos en que una enfermedad, como por- ejemplo la angina , se declara en un indivi- duo atacado actualmente de gota articular ó de reumalismo. En tales casos, Musgrave no va- cila en declarar, que existe una angina go- tosa : \." porque suele haber pasado mucho lienfpo sin presentarse las afecciones golosas ó reumáticas que padeciera en su juventud el enfermo; 2.° porque existen algunos dolores va- gos anles de la invasión de la angina; 3.° y fi- nalmente, porque esla suele desaparecer des- pués de un tratamiento cuyo objeto es provocar la goteen los pies (Dearlhritide anómala, his- teria III, p. 112; en 4.°, Ginebra; 1715). Debe- mos añadir que en el caso citado por Musgrave, continuó el mal de garganta, se verificó la su- puración, y salió cierta cantidad de pus. Cuán- las observaciones análogas, y no mas satisfac- torias, podríamos lomar del libro de Musgrave y de oíros muchos! El hecho que acabamos de citar es un ejemplo de angina complicada con gola, pero no una angina de origen goloso in- contestable. Mas dificil es el diagnóslico cuan- do se ve en un goloso, que los accidentes loca- les pierden repentinamente su intensidad ó des- aparecen del todo , declarándose poco tiempo después una enfermedad interna. Unos sostie- nen que entonces es el humor goloso ó la causa desconocida del mal la que se ha trasladado por metástasis desde su asienlo primitivo á olro órgano; y otros pretenden con mas razón , y apoyándose en las leyes menos oscuras de la patogenia, que el trabajo morboso local que se establece sordamente en una viscera, y apa- rece después con sus signos ordinarios, es la verdadera causa que determina, por una espe- cie de revulsión, la cesación de los fenómenos golosos primitivos. A eslos términos exactos y precisos pueden reducirse lodas las divagacio- nes de los autores que han discutido este punto de patología. «Un médico á quien debemos preciosas ob- servaciones (Scudamore), cita minuciosamente varios hechos que parecen militar en favor del retroceso de la gota hacia los órganos in- ternos. Hé aquí algunos de ellos: habiéndose espuesto al frió un individuo de constitución % nerviosa, fue atacado de una erisipela, que ce- dió con prontitud asi que se manifestó la gola en un pie. Olro á consecuencia de un enfria- miento fue acometido de disnea y dolores agu- dos en el pecho, que desaparecieron del mismo modo. Otro, que padecía habilualmenle un do- lor de cabeza muy violento, se vio casi ins- tantáneamente libre de él por un ataque de gola (ob. cil., De la goutte retrocedée, p. 426 y sig.). Si hubiéramos de examinar eslas ob- servaciones , no habí ia una á la que no pudié- ramos oponer graves objeciones, á pesar de nueslra opinión favorable á las doctrinas hu- morales. Cullen abrazó y sostuvo con su auto- ridad la teoría de la mefastasis «otofa (Elcm, 34 :r.o DE LA COTA. de med. prat., t. I, página 467; en 8.°; Pa- . ris, 1819). ! «Li doctrina de las traslaciones dd humor ; golosp aplicada á las enfermedades de las vis- I ceras en nada se opone á las teorías fisioló- gicas; pero es necesario confesar que no eslá > suficientemente demostrado el hecho en que se apoya, á saber: la existencia de un humor go- i toso*. Seria necesario ademas probar que e\is- I le una relación íntima enlre la desaparición de la gola esterna y la producción de la ínter- i na; y eslo es lo que no hau hecho los médicos de los últimos siglos, por mas que apoyen su opinión en analogías hasta cierto punto vale- deras. Es indudable que hay cierlos casos en que se presenta de repente una enfermedad visceral después de la desaparición de la gola articular; y no lo es menos que cierlos acciden- tes se disipan con la misma rapidez cuando se consigue fijar la gota en su asiento primitivo. Estos hechos son innegables, pero admiten varias interpretaciones. Lo único que se puede alegar en favor de la naturaleza golosa de las afecciones internas á que se atribuye esle orí- gen, es que la gota no es enfermedad local , y sin que pueda decirse qué alteración humoral la constituye, no hay duda por lómenos de que es general. Esta alteración da origen á de- terminaciones morbosas hacia las coyunluras (concreciones, secreción de urato de sosa y de cal), y hacia los ríñones, cuya secreción eslá notablemente modificada. Puédese sostener que al desviarse de su asienlo primitivo eslas de- terminaciones morbosas, son susceptibles de causar accidentes patológicos en otras visceras. Eslas ideas, puramente humorales, merecen la atención de los médicos que no se encierran en el círculo estrecho de una doctrina; por lo cual insistiremos en ellas al hablar de la naturaleza de la gola. Únicamente hemos querido indicar aqui, que nada tiene de chocante la suposición de una gola interna y de una alteración humo- ral capaz de producirla; que no hay mas razón para admitirla que para desecharla , y que no le deben borrar de una plumada los trabajos de '' una multitud de médicos recomendables que han sostenido eslas doctrinas. De lodos modos era necesario á lo menos mencionarlos, digan lo que quieran cierlos autores modernos, que al escribir sobre la gola, no han creído oportu- no seguir esta conducta. «La causa desconocida que determina los accidentes morbosos propios de esla enferme- dad , podria muy bien producir una inflama- ción enteramente especial, semejante por ejem- plo á la de los intestinos en la fiebre tifoidea, de la piel en la escarlatina, el sarampión y las viruelas. Eslas inflamaciones no tienen , como todos saben, el carácter de las inflamaciones francas, que aumentan la cantidad de la fibri- na. Lo que se necesita es saber si sucede lo mismo en las inflamaciones golosas. La anato- mía patológica no puede aclararnos este punte, porque las lesiones producidas por la gola no ofrecen ningún carácter especiil. En el museo de Hunler se halla , según Scudamore, el mo- delo de una porción de estomago y de esófago, procedente de un enfermo que murió repenti- namente de gda situada en eslos órganos, cu- yas túnicas estaban muy inflamadas, y olie- cian una eslravasaeion de sangre (ob. cit. de Scudamore, p. 436). »Guilberl,que refiereá la gola todas las en- fermedades del cuadro nosológico, sin excep- tuarlas orgínicas, como por ejemplo las del ulero (art. cil., Dict. des scienc. med., p. 1*20), exagera mucho la influencia de esla enferme- dad. Por lo domas , para adquirir algunas no- ciones precisas sobre esle punto, seria necesa- rio hacer nuevas investigaciones. é inquirir si existe respecte de la gola alguna cosa análoga á la ley de coincidencia que Bouillaud ha esta- blecido con lauta exactitud entre el reumatis- mo y las alecciones del endocardio, el pericar- dio y la pleura. Este seria el único medio de hacer un servicio útil á la ciencia. «La gota interna ha lomado lambien el nombre de gola irregular, y comprende, segun Cullen y oíros varios autores, tres estados mor- bosos diferentes: 1.° Cuando la diátesis golosa domina toda la economía sin producir síntomas morbosos hacia las coyunturas, suelen decla- rarse afecciones de los intestinos, del coraxon ó de la cabeza, y entonces tenemos la gota aló- nica; 2.° si la enfermedad de las coyunturas es ligera, ó cesan de repente los síntomas locales, afectándose al mismo liempo una viscera, te- nemos la gota retropulsa; en cuyo caso reside la afección en los órganos que hemos indicado, y con especialidad en el estomago ; 3.9 el ter- cer eslado de la gola irregular es el que loma el nombre de gota mal situada ; entonces la diá- tesis golosa, en vez de producir la afección in- flamatoria de las coyunluras, ocasiona en olra parle una lesión semejante , que se manilies- ta por los mismos síntomas que acompañan á la inflamación del órgano afecto , cuando de- pende de otras causas (Cuiten, Elem. de mt'i. prat., loe. cit., p. 466). «Las causas que producen el retroceso de la gota , son todas las que propenden á hacer desaparecer los accidentes de la gola articu- lar, como el frió y las vicisitudes atmosféricas, los remedios repercusivos, y los medicamento* tónicos y muy escitanles, que por el estímulo que producen en los intestinos y en oirás vis* ceras internas, los disponen áenfermedadeff cuyo desarrollo influye necesariamente en los accidentes locales de la gola. «Gota complicada. — Pueden considerarse como dependencias casi inmediatas de la gola, cierlas complicaciones que la acompañan muy frecuentemente, como son los cálculos urina- rios y los desórdenes de las funciones digestivas. Vemos muchos golosos, que arrojan de tiem- po en liempo orinas cargadas de un sedimento sonrosado 6 latericio , y de arenillas que se presentan en forma de granos cristalinos, bri DE LA GOTA. 267 liantes, rojizos, ó de un color amarillo. El examen microscópico, y el análisis química nos descubren en ellas "una gran cantidad de ácido úrico y de otras sales, particularmente uralos y fosfatos: eslos fenómenos caracterizan el mal de piedra. No siempre es fácil distinguir esla alteración de la orina , de la que ofrece esle líquido en la gota, puesto que casi cons- tantemente es rojizo, oscuro, y deja también depositar ácido úrico. »Cálculos y enfermedades de los ríñones.— Muchos enfermos han padecido cruelmente de mal de piedra en su infancia , y afirman que apenas le han sentido desde que tuvieron el primer alaque de gola. En oíros se observan los cálculos en el intervalo de los paroxismos; de donde se deduce que ambas enfermedades tienen enlre sí una cenexion ínlima. A eslo se agrega que la primera suele convertirse en la segunda, y que el ácido úrico forma casi esclusivaraenle las concreciones lofáceas, las arenillas rojas ten comunes en los golosos, y la mayor parle de los sedimentes que presentan sus orinas. En la litiasis, como en la gola, hay secreción escesiva de ácido úrico, que sale por dos gran- des vias , por los tejidos situados alrededor de las coyunturas, ó por los ríñones, que son los órganos depuradores por escelencia. «Complícase muy frecuentemente con la go- ta una alteración que Rayer designa con el nombre de nefritis gotosa , habiéndola estudia- do y descrito con sumo cuidado. Areteo habia observado ya que la gola da origen á varias afecciones de los ríñones y de la vejiga. Siden- ham dice, que los gotosos eslan sujetes á dolo- res nefríticos. Musgrave observó tres enfermos atacados de afección renal golosa. Federico Hoff- mann habla de otro que arrojó cálculos y are- nillas con la orina, y en quien se sucedieron regularmente la gola y los síntomas nefríti- cos. Wepfer (Obs. medico praclicce, obs. LIV, p. 147; Schaf.,en4.u, 1727), Speeht (£>/i. naf. curios, años IX y X, p. 274, obs. CXlll), Haen ÍRatio medendi,l. II, p. 334, en 12; Paris, 1782), Bonel y Morgagni (De sedibus et causis, episl. VII, §. 10 y epist. XL, §. 2), refieren al- gunas observaciones muy precisas de nefritis golosa. AVan-Swieten, Stoll, Schrceder, Wan Priesteren, Heim y Choparl han estudiado las conexiones que existen enlre la gola y las alte- raciones de las funciones renales. Barlhez opi- na que puede la gota afectar los órganos secre- tarios de la orina, acabando por producir en ellos concreciones (obr. cil., 1. II, p. 312). Proul admile una relación ínlima enlre la gola y los dolores nefríticos (An inquirí in to the nature and treatment of diabetes etc., p. 137, en 8.°, Lond., 1825). Howship refiere muchos hechos de afecciones nefríticas en individuos golosos, y hace nolar, que los ríñones y conductos uri- narios se hallan muchas veces ocupados por concreciones (Transactions of the association of fellows and licenliutes, etc., in Ireland, vol. IV, p. 169, en 8.°; Dublin 1824). , «Examinando los ríñones de los individuos que han padecido de nefritis golosa, se en- cuentran en la superficie del órgano ó en el tejido cortical granillos de arena fina, que tratados por los reactivos ó examinados con el microscopio, presentan lodos los caracteres del ácido úrico. En algunos casos no se halla ya este ácido diseminado en la sustancia cortical bajóla forma de arena fina, sino reunido en un depósito mas ó menos considerable. Los conducios urinarios que constituyen los pezon- cillos, encierran también algunos granos de ácido úrico, loa cuales son mas voluminosos en los cálices y en la pelvis, donde constituyen verdaderos cálculos, formados algunas veces enteramente por el ácido úrico y en ocasiones también por oirás sales que se le agregan. La sustancia de los ríñones se presenta alterada, y ofrece, segun Rayer, todos los caracteres ana- tómicos de la nefritis crónica. Nosotros hemos tenido ocasión de observaren el riñon de un individuo gotoso algunas concreciones de ácido úrico: la sustancia cortical se hallaba única- mente anémica, un poco mas consistente que en el estado normal, y sin ninguna olra alte- ración. Goilbert dice, que puede la gola limi- tarse á la cápsula fibrosa del riñon , y cita en apoyo de esto los hechos referidos por los ana- tómicos que solo han hallado concreciones en la membrana que envuelve el órgano (Boullet, Dissertation sur la ncphrite, año XII; París, en 4.°; Plaler, Calculus in extima túnica rerium, lib. II, cap. 12 en arl. cit. deGuilbert, p. 100). »Uno de nosotros ha encontrado una altera- ción que no ha sido descrita todavía, y que se parece á primera vista á la que presenta el ri- ñon en la gota, pero se distingue de esla por caracteres esenciales. En la autopsia de una mujer que había sucumbido en el hospital de la Caridad, después de haber ofrecido durante su vida lodos los signos del cáncer del estó- mago, se encontró que esla degeneración se eslendia al duodeno y al páncreas, los que se hallaban cubiertos casi enteramente de una masa dura y lardácea de naturaleza escirrosa. El hígado tenia el triple de su volumen normal; predominaba la sustancia amarilla, y no perci- bimos en él ninguna masa cancerosa. Los ríño- nes se consideraron al principio como sanos, á causa de ser muy ligera y poco apreciable su alteración; y solo después de un examen dele- nido, y de Haber despojado cuidadosamente á eslos órganos de su cápsula, pudo observarse en su superficie una mullilud de granitos, lan semejantes al polvo de una piedra arenisca muy. lina que se hubiera depositado en ellos, que dudamos por un instante si habría estado el riñon sobre una mesa donde exislia esta sus- tancia. Los granos blanquecinos estaban muy diseminados en la suslancia corlica!, eran po- co numerosos, y parecían sobrepuestos úni- camente á la superficie esterna; pero como foe imposible desprenderlos por medio de lavadu- ras ó enjugando el riñon . siendo necesario pa- 568 DE L.V (iOTA. ra conseguirlo hacer un ligero esfuerzo con la punta del escalpelo, nos convencimos fácil- mente de que estaban depositados por vía de secreción en el tejido renal. Eran bastante nu- merosos en su cara esterna, y se hacían mas ra- ros cuanlo mas cerca se examinaba la suslan- lancia corlical de la base de los pezoncillos; los cuales se hallaban enteramente exentos, lo mismo que la cápsula renal, que conservaba toda su trasparencia y eslaba muy poco adheri- da al riñon. Los granos se presentaban bajo la forma de corpúsculos infinitamente pequeños, que se aplastaban fácilmente; y que visios con el microscopio con un aumento de trescientos diámetros, parecían no ser otra cosa que masas amorfas, sin ninguna cristalización, y seme- jantes en algunos punios á chapas albumi- nosas. Puédese pues afirmar, que eslos granos no estaban formados por el ácido úrico; y cuando mas seria lícito suponer que las masas amorfas percibidas con el microscopio estaban compuestas de urato de amoniaco. Las dos sus- tancias de los ríñones y el volumen de estos nada presentaban de particular: la alteración que acabamos de describir se observaba lo mis- mo en el lado derecho que en el izquierdo. «La mujer que fue objete de esta observa- ción tenia cincuenta y ocho años, y jamás ha- bia padecido gola ni reumatismo. Gozaba ba- bitualraenle de buena salud, y solo hacia cinco meses que habia guardado cama cuando vino al hospital. En esla época, los pies y la parte inferior de ambas piernas, lo mismo que el brazo derecho, estaban edematosos, en vista de lo cual se examinaron las orinas, que ensaya- das repelidas veces, no presentaron nunca ves- ligio alguno de albúmina. Hemos referido este hecho, del que tenemos minuciosos pormenores, para demostrar que la presencia de arenillas no basta para caracterizar la enfermedad del riñon que se llama nefritis gotosa, y que es preciso por lo tanto recurrirá! examen micros- cópico y al análisis química, antes de decidirse sobre la naturaleza de la lesión. «Hay molivo para sospechar la existencia de una enfermedad de los ríñones en un indivi- duo goloso, cuando se queja de un dolor mas ó menos agudo en la región lumbar, un entor- pecimiento en el escroto ó en los miembros y dolores renales. Estos algunas veces son nulos ó pasageros, á menos que no haya un cálculo en las vias que atraviesa la orina; en cuyo úllimo caso, suelen ser tan violentos que constituyen los cólicos nefríticos observados por todos los autores que han escrilo sobre la gota. El examen de la orina es especialmente el que suministra mejores medios para estable- cer el diagnóstico. Esle líquido es muy ácido, y deposita un sedimento formado en totalidad ó en su mayor parle por el ácido úrico, e|cual puede observarse en el mismo momento de la emisión de la orina, ó solamente algunas horas después. La cantidad de ácido úrico gue espelen los en- fermos no es siempre igual en lodos los casos, pues generalmente es menor después del uso de las bebidas acuosas ó alcalinas y de los ba- ños libios prolongados (M. Rayer, Uc. cil., p. ol); y por el contrario es mas considerable cuando el alaque es muy fuerte y la diátesis golosa pronunciada. Muchas veces se encuen- tran mezclados con las arenillas que arrojan los enfermos glóbulos de sangre, de pus y de moco ; lo cual depende de que olías bás- tenle voluminosas se hallan engastadas en los cálices ó en las pelvis, é irriten esla* parles; en cuyo caso existen dolores lumbares mas ó me- nos agudos. «Sin embargo, dice Raver, puede existir una ligera hemaluriaen los golosos, sin que por eso esperimenlen dolores renales, y sin que arrojen arenillas de algún volumen, cuando la orina contiene ácido úrico cristali- zado.» »Las orinas de los golosos pueden lambien contener albúmina; alteración que á veces de pende de una nefritis albuminosa, como lo prueban los hechos referidos por Bri<»hl y Anderson , ó de una enfermedad coexisten- te del corazón. Scudamore ha viste desapa- recer completamente la albúmina de la orina después del ataque de gola (obr. cil., p. 2!)2); pero este caso no pertenece á la nefritis albu- minosa. «No terminaremos sin decir, que la enfer- medad descrita por Rayer con el nombre de nefritis gotosa, y cuyos caracteres anatomice* hemos trazado anteriormente, no merece el nombre que se le ha dado. ¿Por qué ha de lla- marse inflamación una lesión caracterizada principalmente por el depósito de una materia cristalina? Con el mismo fundamente se podria pretender, que la formación de los lofos de las articulaciones es efeclo de una condrilis.de una artritis ó de un flemón. Ya volveremos á Iralar en olro artículo del abuso qne se ha he- cho de la palabra nefritis (v. esla enfermedad). »Enfermedades del estómago.—Todos los autores hablan de diversas alteraciones del es- tómago y de los intestinos, que suelen manifes- tarse en los golosos. Svdenham dice que «co- munmente consisten en una languidez y debi- lidad del estomago, acompañada de retortijo- nes causados como por fíalo. Ya hemos men- cionado la gastralgia y sus principales sínto- mas; enfermedad que constituye una compli- cación bastante común déla gola inveterada. Los síntomas con que se anuncia son los si- guientes: pirosis, eructos ácidos, opresión después de la comida, sensibilidad y tensi» epigástricas, lengua cubierta de una capa blanca ó amarillenta, pálida, y algunas veces limpia, náuseas, estreñimiento, en cierlos ca- sos influencia simpática del estómago sobre el cerebro, cefalalgia, debilidad general, acce- sos de melancolía ó de tristeza habitual, y le- mor á la muerte. Este estado patológico se ha hecho dimanar de la atonía del estómago, ha- biendo dado al conjunto de sus síntomas el nombro de gola atónica : oíros con menos ra- DE LA GOTA. 269 zon ven en él los signos de una gaslrilis, cre- yéndose por lo lanío autorizados para llamar á la gola gastro-ariritis. Sea como quiera, bas- to dar una ojeada á las descripciones de los autores, para convencerse deque las altera- ciones del estomago que presenten en cua- dros bástente confusos, son de naturaleza muy diferente, y que muy rara vez se las puede atribuir á una irritación inflamatoria de esta viscera. La alonia y la neurosis gástricas son al parecer los elementos morbosos que predo- minan, especialmente en la gota antigua. «Las alteraciones de la porción inferior del tubo digestivo (gota de los intestinos) determi- nan síntomas bastante diversos. En ocasiones parecen provenir de un eslado bilioso, obser- vándose entonces un tinte amarillento en la piel, dolores hacia los hipocondrios y en la ba- se del pecho, cólicos sordos, escremenlos bilio- sos, ó un estreñimiento pertinaz, y materias sólidas y descoloridas: se han referido lambien los fenómenos hipocondriacos que se manifies- ten en muchos enfermos al desarreglo de los órganos digestivos. Los Halos del tubo intesti- nal, los borborigmos, la tumefacción del vien- tre , los dolores sordos, la opresión determina- da por la timpanitis, el estreñimiento, la difi- cultad de las digestiones y los fenómenos de disnea, forman asimismo un eslado morboso frecuente en los golosos, que es evidentemente efecto de una neurosis gaslro-inleslinal. Aña- diremos que los accidentes que esperimenlan estes enfermos son muy movibles, ora afectan- do el estómago y los intestinos, ora pareciendo depender de una afección del corazón ó de las vias respiratorias, ele; cuyas diversas mani- festaciones se suceden y reemplazan en un mismo individuo y en un liempo bastante cor- lo. Asi se esplica sin duda el desorden y con- fusión que se encuentran en las obras donde se refieren eslas enfermedades coexistenles, y de que se podrá formar una idea recorriendo las paginas en que Scudamore se esfuerza en describirlas (ob. cil., p. 79 y sig.). «Olro de los síntomas frecuentes en los go- losos, es la diarrea acompañada de retortijo- nes vivos, deeslenuacion rápida, de escremen- los mucosos félidos ó no, y mezclados con una gran cantidad de aire, de sangre, etc. No debe afirmarse por la simple existencia de eslos sín- lomas que haya una flegmasía de los intesti- nos, porque el tratamiento mas eficaz en teles casos consiste en la administración de los nar- cóticos, del ruibarbo y de las sustancias esci- lanles y Iónicas. Lo mismo sucede cuando hay complicaciones gástricas. Sin embargo, no con- viene generalizar esta proposición tente como lo han hecho muchos autores de los últimos si- glos, ni prodigar siempre los cordiales, los es- pirituosos, estomacales, etc. «Sidenham ha viste algunas veces la gota complicada con perineumonía durante el in- vierno , y dice que no debe temarse en cuenta la gota, la que sin embargo creía que se fija- ba en los pulmones, queriendo que se Irate la enfermedad como una perineumonía ordinaria (loe. cit., §. 871). »Gota vaga escorbútica. — Moellenbrock, Barlhez y otros, han vislo complicarse la gota con el escorbuto. «En esla gola, dice Barlhez, aparecen generalmente en las piernas y en otras diversas parles del cuerpo unas manchas rubicundas ó negras, y se observan muchas veces tumores en las articulaciones, que se di- sipan poco á poco. Coste ha observado que las orinas se hacen sanguinolentas, y que en un período mas adelantado del mal se reblandecen los huesos y se carian las articulaciones: la blandura délas encías, las hemorragias, las manchas, y los demás sínlomas del escorbuto, acaban de caracterizar esla complicación.» Bar- lhez describe una gota consecutiva al escorbu- to, que se reconoce por los mismos sínlomas. No hay duda que en un grado avanzado de la gola , cuando la economía está profundamente alterada, esperimenla la sangre una alteración, agregándose á los signos de la gola los del es- lado morboso que los antiguos llamaban escor- bútico. «La hidropesía y la anasarca dependen casi siempre de una complicación , siendo los ríño- nes ó el corazón, ó bien el hígado, los órganos que entonces se hallan aféelos. Se han atribui- do á la gola las colecciones serosas que se han encontrado en las cavidades esplánicas; pero esla opinión no podria admitirse en la actuali- dad. Por lo que hace al edema de las estremi- dades inferiores ó de las partes afectadas de gota, puede depender de las causas referidas, ó de la simple dificultad de la circulación en los miembros que han eslado inmóviles á cau- sa de los dolores, ó comprimidos por ligadu- ras. En este caso el edema es completamente circunscrito alrededor de las parles inflama- das. Por lo demás, siempre es preciso analizar la orina para reconocer la verdadera causa de la infiltración serosa. «Se ha querido establecer una relación ín- tima enlre el reumatismo, la gola y las neural- gias. No faltan hechos que demuestren el des- arrollo sucesivo ó alternativo de eslas dos afec- ciones. «La ciálica gotosa, dice Barlhez, ateca especialmente á los gotosos antiguos; va mu- chas veces precedida ó seguida del tumor ar- trítico en los pies; se fija en el hueso sacro c- en la articulación del fémur, y es periódica v no continua, como la ciálica reumática invete- rada. En esla enfermedad el. dolor es á veces tan violento que no puede el enfermo andar sino inclinándose hacia el lado afecto; se pro- paga desde la cadera hacia el pie, v va acom- pañado de entorpecimiento en todas las parles que ocupa. Cuando la ciálica se prolonga mu- cho, se debilita el miembro y cojean los en- fermos.» «Diagnóstico.—Es dificil confundir la gota con el reumatismo, si se tienen en considera- ción el curso y demás particularidades de la 170 DE LA i;otv. enfermedad: eslablccrem^ sin emburro las diferencias que separan la goto agudí del reu- matismo agudo. L'>s primeros ataques d> un-i gala regular se presentan en el ded > gordo del pie, y rara vez e.i otros puntos: el reumilis- mo p >r el onlrari ), tiene gran tendencia á in- vadir n>»»e!vis articulaciones aun durante el primer alaque. Los síalomis locales son por olra parte demasiado diferentes para que dejen duda alguna. «En la gola se observa una predilección de la enfermedad hicia las articulaciones peque- ñas, y particularmente las del dedo gordo; hay tumefacción considerable y circunscrita de la articulación , muchas veces con sufusion se- rosa, en la que forma una depresión el dedo cuando la piel no eslá muy tensa; rubicundez muy viva de los tegumentos que se hallan lus- trosos y muy hinchados; turgencia de las ve- nas que rodean la articulación; dolor muy vio- lento acompañado de una sensación de calor y pulsación , algunas veces de contracción", peso y entorpecimiento; descamación de la epider- mis, remisión de los dolorss y de la fiebre du- rante el dia; cantidad considerable de ácido úrico en las orinas; coincidencia observada bas- tante á menudo del mal de piedra y de las en- terra: lides del estomago; insuficiencia del tra- tamiento antiflogístico y de las emisiones san- guíneis, y reaparición frecuente de los alaques. Aludiremos ademas, que es rara en los jóve- nes, que la trasmisioi hereditaria tiene mucha inlluencia en su producción, y que parecen oca- sionar sa desarrollo ciertas causas completa- mente especiales. Tolas las particularidades que acabarais de enumerar faltan en el reu- matismo. «Esle no invade un silio particular en sus primaros ataques; no suele afectar las articula- ciones pequeñas, ó al menos no lo hace tan frecuentemente como la gota; sus síntomas lo- cales no son lan pronunciados; la rubicundez, la hinchazón y el calor son menores; el dolor no es pulsativo ni tiene la violencia eslremada que adquiere en la gota, y no hay turgencia en Jas venas, descamación de la piel, ni la re- misión de los sínlomas locales y de la pirexia, que se observan en la gola. Las orinas son muy acidas, encendidas, y depositan un sedimente abundante de ácido "úrico, pero en un grado mucho menor. El reumalismo y la gola lienen cada cual sus coincidencias determinadas: el primero la endocarditis, la pericarditis y la pleuresía , y la segunda el mal de piedra* las perturbaciones nerviosas, la atonía del estóma- go y de los intestinos, y la multiplicidad de las metástasis. El reumatismo no tiene la movili- dad eslremada de la gota, puede presentarse d.'sle muy tierna edad, eslá menos sujeto á re- cidivas, no s> trasmite tan conocidamente por herencia, y los circunfusa tienen mas parle en su producción que en la de la gola. Las emi- siones sanguíneas son mas eficaces en su cura- ción que en !a de esta última. Ni son menores las diferencias cuantióse atiende á la condición de los individuos que oslan afectados de una y olra enfermedad. El reumalismo ateca sobre lado á los Inmbrcs hábil linimento espuestos por su profesión á todas las vicisitudes atmosféri- cas , y cuya existencia ha pagado por grandes infortunios. La gola, por el contrario, invade á la gente de la clase rica, cuya alimentación es suculento y la vida muy regalada. Todos los que han visitado hospitales pueden decir cuan raro es encontrar en ellos enfermos gotosos. «La gota crónica se reconoce por el conjun- to de los síntomas agudos, que se presenten mu- chas veces anles que la enfermedad pase al es- tado crónico. Es raro que se establezca desde luego la gola crónica; mientras que el reuma- tismo crónico sigue muchas veces este curso. Las articulaciones se encuentran rodeadas de concreciones características de urato de sosa ó de cal, y desfiguradas de modos muy eslraños, lo cual no sucede en el reumatismo crónico. Las coyunluras atacadas por esla última enferme- dad se hallan tumefactas, distendidas algunas veces por la serosidad, y anquilosadas ó inmó- viles por las adherencias que se han eslablecido enlre los huesos; pero no ofrecen las deformi- dades que los miembros de los individuos afee- lados de gota. Los fenómenos morbosos eslan limitados á las articulaciones enfermas, y cons- tituyen una afección puramente local. En la gota crónica por el contrario, se halla alterada toda la constitución ; se perturban las digestio- nes , y el paciente se ve atormentado por dolo- res vagos y accidentes variados y movibles, que ora se manifiestan en una viscera , ora en otra. »Puede establecerse como una proposición general, dice Scudamore, que las funciones na- turales están mucho mas alteradas en la gola crónica, que en el reumatismo de igual forma» (ob. cit., p. 340). Las demás particularidades que hemos espuesto anteriormente con respecto al reumalismo y á la gota agudos, servirán para completar el diagnóslico. » En viste de los caracteres diferenciales qoe separan lan profundamente la gota del reuma- tismo, cuesta trabajo concebir que los autores modernos hayan considerado la gota como una artritis, es decir, como un reumalismo. Proce- de eslo sin duda, de que se han guiado por sim- ples teorías , y no por la observación ó la auto- ridad de los médicos de todos los siglos. «Pronóstico.—La gota es una afección q« no amenaza inmediatamente la existencia de ios enfermos, pero los espone á una larga serie de padecimientos contra los cuales no pueden em- plearse mas que paliativos: «Longus quiden • eliam hic morbus est et molestos, minime ta- imen lelhalis» dijo Hipócrates ( De affectioni- bus, cap. VIII). La gola es una de las enferme- dades en que casi siempre es ineficaz la tera- péutica, y todavía hoy pueden repetirse eslos dos versos de Luciano Cognoscat unusquisque, me solam deum Non deliniri pharmacis, non obsequi. DE LA GOTA. 271 »La duración de un primer ataque de gola es dedos á tres septenarios: la disminución de los dolores, como también la del movimiento febril, y el restablecimiento de las funciones, son las circunstancias que indican la próxima terminación de la enfermedad. Se ha dicho que esla solución se anunciaba por la formación en las orinas de un sedimento latericio; pero eslo no es exacto. Cuando esle líquido , después de haber sido claro y trasparente , vuelve á en- turbiarse de nuevo, se debe temer una recaída. »La gota aguda es una enfermedad funeste, porque espone á los individuos que la padecen á recidivas bástente frecuentes; pero no trae ningún peligro inmediato mientras se conserve la robustez y no sobrevengan complicaciones. La gola crónica es mucho mas grave á causa 1.° de su duración mas larga, y 2.° de los ac- cidentes locales y generales que trae consigo; pues en efeclo muchos gotosos se ven privados del uso de sus miembros por las lesiones pro- fundas que, sobrevienen en las articulaciones, y la inmovilidad á que eslan condenados no lar- da en alterar todas sus funciones, y particu- larmente las del tubo digestivo. Una caquexia llamada gotosa , ó en otros términos, una alte- ración general de la nutrición y de la hemalo- sis, va demacrando á los enfermos y amenaza seriamente su existencia. «La gota asténica irregular es temible por- que determina muchas veces accidentes graves en las visceras interiores; se relropele, como decían los antiguos, y entonces se manifiesten todos los síntomas de la gota interna, sea re- trocedida naturalmente, ó sea repercutida. En este caso es preciso para establecer el pronós- tico tomar en consideración el órgano afecta- do: si esle desempeña funciones importantes, como el estómago, los intestinos ó el pulmón, y los fenómenos morbosos son intensos, debe temerse una terminación funesta, á menos que no se consiga hacerlos desaparecer atrayendo la gola á su primitivo asienlo. »La gota interna (ya nos hemos esplicado sobre esla palabra), sea primitiva ó consecuti- va á la gola articular, es mas grave que esla última. La que tiene un curso completamente irregular y es muy movible, debe inspirar te- mores, sobre lodo cuando el enfermo es de edad avanzada ó se halla debilitado por esla ú otras enfermedades anteriores. Los antiguos funda- ban especialmente su pronóslico en el curso del mal: era funesto segun ellos, cuando no llega- ba á la cocción , es decir, cuando los sínlomas locales dejaban de sucederse en el orden habi- tual. Esla opinión antigua, basada con razón ó sin ella en el humorismo, no por eso es menos verdadera, y creemos que lodavia se la debe temar muy en consideración. La gola es una enfermedad general, que causa accidentes loca- les, y que liene determinaciones morbosas tam- bién locales: si fallan eslas últimas, y se ma- nifiesten en las visceras interiores accidentes insólitos, podemos estar seguros de que eslo depende de la influencia de alguna causa que modifica el mal, y que por lo tanto hace mas funesto el pronóslico. »Se ha dicho que los alaques de gola eran mas rigurosos en oloño, menos temibles en la primavera, peligrosos en invierno y poco in- tensos en eslío (Musgrave). La naturaleza de la causa no deja tampoco de tener importancia: «Hceredílariae el lophacese curatu omniumdi'f- «ficíllimae» (Boerhaave, en comm., 1629, loe. cil., p. 301). La edad y el eslado de la consti- tución merecen lambien consultarse. Hipócra- tes dice con razón, que ios gotosos agoviados por la edad, y cuyas articulaciones se hallan rodeadas de materia calcárea , son absoluta- mente incurables; y que Ios-individuos jóvenes, en quienes no se bailan afectadas las articula- ciones de semejante modo , que gozan de toda su actividad y lienen el vientre libre, pueden esperar la curación si se confian á un médico instruido (Prwdict., lib. II, cap. Vil). «Causas.—El testimonio unánime de los mé- dicos parece acreditar que la gota se trasmite muchas veces por la generación. Sin embargo, los autores refieren algunos hechos contrarios á esta opinión , que no puede aceptarse sin nuevo examen. Sidenham, Hoffmann, Boer- haave, Van Swielen , Helmont y Barlhez, pre- tenden que la enfermedad puede trasmitirse por contagio. Van Swieten, que sostiene igual- mente este modo de trasmisión , refiere que dos individuos fueron atacados de gota por ha- ber usado los zapatos de un goloso. Esle hecho, tomado del médico alemán Werloschnigg, no prueba absolutamente nada, como tampoco otros muchos mas ó menos semejantes que se hallan consignados en las obras. Van-Helmont dice, que una mujer fue atacada de esla en- fermedad después de haber hecho uso de una silla de que se habían servido durante mucho liempo sus dos hermanos golosos (De magné- tica vulnerum curatione). Coste ha llegado á decir, que un perro que se acueste sobre los pies de un gotoso, puede contraer la afección y libertar de ella al paciente (Traite pratique sur la goutte). Mientras no se aleguen mas hechos que estos, ú oíros parecidos, deberá ponerse en duda la naturaleza contagiosa de la gola. «Se ha querido encontrar en ciertas dispo- siciones corporales la causa de la gota, consi- derando mas espueslos á padecerla que á los demás, á los que gozan de un temperamento sanguineo y bilioso, á los individuos sujetos á hemorroides, plelórícos, v que padecen con- gestiones habituales; pero "no se ha dejado de añadir, que las personas linfáticas y nerviosas no estaban tampoco exentas de ella, lo cual disminuye el valor de la esclusion hecha en fa- vor de algunos temperamentos. Hay una espe- cie de constitución adquirida que predispone manifiestamente á contraería, cual es la que resulta de una vida ociosa v de una alimenta- ción muy suculenta: hablaremos de ella mas adelante. Por de pronto es preciso convenir en 171 nr. IA COTA. que las personas de una conslilucion enjula, , cuya piel es seca, y que ejercitan su cuerpo ¡ lanío como su espíritu, padecen de la gola con mucha menos frecuencia que las que son ro- bu;das y obes.s, ó las que gozan de un vigor considerable y de un temperamento allélico (Sidenham, loe. cil., §. 809). «Se ha designado con el nombre de díate sis gotosa la predisposición orgánica en cuya virtud se desarrolla la gola. Esta predisposi- ción es hereditaria ó adquirida; siendo dificil indicar con exaclilud sus principalescaracléres, que ya hemos trazado, lates como los refieren los aulores. Boerhaave los reasume en las pa- labras siguientes: «Corpus magnum, crassum, plenum» (af. t-252). La vida sedentaria, los trabajos de espíritu y una alimentación rica en materias azoadas, ele, favorecen la produc- ción de la diátesis golosa. Esla va muchas ve- ces unida á la disposición calculosa, y liene algunas conexiones con la diátesis reumálica; de modo que en algunos individuos se trans- forman una en olra al trasmitirse de los ascen- dientes á los descendientes. «No hay pueblo que no padezca esla enfer- medad aunque en grados diferentes. Los escri- tores aseguran que se hizo muy común en Ro ma, cuandose llegaron á corromper sus costum- bres , y que las mismas mujeres no estaban exentas de ella á causa de su vida licenciosa ob varii generis debacchationes (Séneca, car- ta 95). Areteo, Celso y Celio Aureliano, hablan de ella como de una enfermedad frecuente en- tre los romanos. Dícese que los chinos y los japones no padecen la gola á causa del uso que nacen del lé; pero desmienten esla opinión los numerosos remedios que para combatirla em- plean aquellos naturales, como se halla justifi- cado por los escritos de un médico llamado Ten Rhyne. Debe ser mas rara en los paises calien- tes que en los frios, pues vemos que en Eu- ropa es mas común y endémica en Inglater- ra, Alemania y Francia. También es mas te- mible la gola , y sus alaques mas rigurosos y difíciles de curar, en los paises frios y húme- dos; y tal vez esla circunstancia esplique los resultados de ciertas medicaciones que se con- sideran como infalibles en cierlos paises, y en oíros como enteramente ineficaces. » Edad.—Hipócrates y Galeno aseguran que la podagra no se desarrolla anles de la puber- tad ni de haber disfrutado de los placeres del araor. Sidenham no vio jamás un solo niño ni adolescente atacado de gola legítima. Areteo dice que es rara anles de los treinta y cinco años, aunque se observen bajo este aspecto al- gunas variaciones causadas por la predisposi- ción individual ó el régimen de vida: «Proul «cujusque natura aul victos ralio postula!» (De caus. et sign. morbor. diut., lib. II, capí- lulo XII). Puede sobrevenir por primera vez en una edad ba-lanle avanzada, en cuyo caso di- ce Sidendam haber notado que es menos vió- lenla. Refiere igualmente este aulor, que se encuentran enlre los golosos algunos jóvenes que Inn heredado de sus padres esta funesta enfermedad, 6 que se han entregado desde muy temprano y con eseeso á los placeres de la ve- nus (Joc. cit., §. S10 . Estas observaciones son muy exactas; y efectivamente se concibe muy bien que las causas mas comunes de la gola hagan que esla se anticipe cuando existe va una predisposición marcada. »Sexo.—La gola ataca especialmente á los hombres según dijo Areteo: *Víii facilius in «hunc morbum incidunl, el ex mulieribus a¡*¡- «liores. Mulieres, licel rarius quam viri, difii- «cilius lamen hoc vilio laboranl.» «Hipócrates emítela misma opinión; mas cree que no se hallan ya exentas cuando han llegado á la edad crítica: «Mulier podagra non «laboral, nisi ípsi menstrua defecerinl.» No puede admitirse esle aforismo de un modo ab- soluto, pues se afecten de gola gran número de mujeres que lodavia meuslruan regularmente (véase el testimonio de Van Swielen y su co- mentario sobre el aforismo 1255 , loe. cil., pá- gina 254). Séneca dice, que la proposición de Hipócrates no es exacta, y que no debe esta- ñarnos que la mayor parte de los médicos ha- yan cometido semejante error , pues si vemos lanías mujeres golosas y calvas, es porque han perdido las ventajas propias de su sexo á causa de la lujuria : «Quia faeminam exuerunl, dam- «nalae sunt morbis virilibus.» Han observado los aulores que las mujeres que mas se acercan al hombre por su tolla, voz y costumbres (ma- rimachos) , eslan mas espueslas á padecer la gola que las demás. Segun Hipócrates, los eu- nucos jamás se hacen calvos ni golosos. Se ba discutido mucho esla proposición , y Galeno, para poner á lodos de acuerdo , alega una ra- zón que, si no muy convincente, es bastante in- geniosa: puede ser muy bien, dice esle médi- co, que los eunucos no padecieran de goteen tiempo de Hipócrates; pero no sucede lo mismo en la actualidad en que se entregan al ocio y á la intemperancia. «Talis esl eorum desidia, «tanta ingluvies el crápula, ul eliam absnue «veneris usu podagra corripi possint. >> Esla discusión ha perdido felizmente para nosolroi todo su interés. nCircumfusa.—Hipócrates opina que los do- lores de la gola se manifiesten principalmente en primavera y otoño. Gianninicree que el frío produce la gola por su acción anua y casi per- manente sobre las partes en que reside la en- fermedad, y por la estructura particular de es- tas ó las funciones que desempeñan (De la goutU et du rhumatisme, Irad por Jouenne, p. i, en 12.°; París, 1810). Discurriendo el aulor sobre esla idea, hace notar que los pies y las manos eslan habitualmentc espuestos al frió; pero semejante aserción no puede sostenerse: pues entonces resultaría que los pobres y los artesanos padecerían la gola con mas frecuen- cia que las personas ricas, cuyas manos y pies se hajlan resguardados p->r vestidos caliente* DE LA GOTA. 27á mo: pero le añadiremos algunas reflexiones. »La gola se presente casi siempre entre los individuos que pertenecen á la clase rica ó aco- modada de la sociedad , y muy rara vez en los pobres: fticrcxTu^ts íix,~\.* Tratamiento de la gota articular. — A. Tratamiento higiénico.—Dedúee>e naturalmen- te del estudio que acabamos de hacer de las causas de la enfermedad , y rouslituve d mejor tratamiento que puede emplearse contra ella. Los golosos que quieran libertarse de su afee cion ó hacer los alaques mas raros y menos violentos, deben esperar mas de los medios hi- giénicos quede los medicamentos, en 'o cual se hallan conformes lodos los médicos. A los enfermos que recurren á toda especie de reme- dios , es á los que la podagra, divinizada por Luciano, apostrofa con furor: His qui nihil sapiunt mihi contrarium, Animan yero mitem, et fio placabilis. «Sidenham, Cullen, Barlhez y Hoffmann (loe. cit.), describen con admirable talento las reglas que deben seguir rigurosamente los go- losos: de sus escritos lomaremos cuanlo diga- mos sobre esla materia. »Alimentos. — Es necesario comer y beber con gran moderación ; pero en términos que ni se lomen mas alimentes que los que el estóma- go pueda digerir, ni llegue á debilitarse esle órgano con la demasiada abstinencia; eslremos ambos que son igualmente dañosos, como he tenido ocasión de observar mas de una vez en mí mismo y en los demás» (Sidenham, loe. cit., §. 859). A' eslo añadiremos, que en cada caso particular deben establecerse las reglas, que no es posible formular de una manera general. Es preciso usar moderadamente de las carnes, elegir las que tengan menos osmazomo y fibri- na, absteniéndose especialmente de las muy condimentadas, saladas y difíciles de digerir, y entre ellas de las carnes de caza. Es muchas veces necesario privar completamente á lo» en- fermos del uso de alimentos animales, y no de- jarles comer masque sustancias vegetales, y aun eslas con observación de sus efectos; por- 3ue los enfermos cuyo estomago padece flatos, olores, y oíros síntomas propios de la gastral- gia , las digieren con trabajo , sintiéndose mo- lestados con su uso: el régimen misto es el nn- jor que puede prescribirse. «Mead aconseja la diela láctea, y otros mu- chos médicos son lambien de esle parecer. Si- denham encuentra en ella algunos inconve- nientes, sobre lodo para los hipocondriacos que eslan obesos y que han usado mucho de licortf espirituosos, "werlhof, Grant y Barlhez, U aprueban, pero no de una manera absolula.Sí puede decir que las preparaciones lácteas no deben aconsejarse nunca como alimento esclu- sivo á los individuos robustos, que han pade- cido uno ó muchos alaques de gota y que quie- ren preservarse de ellos, pues no podrian so- portar mucho liempo semejante alimentación, que solo conviene á las personas cuyo estomago está débil y afectado de gastralgia" Por lo de- mas haremos observar , que no basta arreglar 'el plan alimenticio; pues es preciso lambien, DE LA G0ÍA. 27$ nos del movimiento: los paseos á pie, Ja esgri- ma, la caza y la equitación , son preferibles á los demás; sin embargo, si el enfermo eslá baldado «deberá pasearse en carruage, practi- cando por lo menos este ejercicio, si es que no puede hacer otro» (Sidenham). Celso da lam- bien el consejo de que se haga andará los go- tosos. Conviene recordar que el ejercicio del campo es con mucho preferible al que se hace sin salir de las ciudades. El uso de las aguas minerales ofrece la doble ventaja de obligar á los enfermos á hacer ejercicio, y de obrar por sus propiedades medicinales. Sidenham, Van- Swieten y otros médicos, quieren que los goto- sos hagan ejercicio aun anles que los dolores de las articulaciones hayan desaparecido ente- ramente, pues aseguran que acelera la resolu- ción del mal: dice Van-Swieten, que los hombres entregados a los Irabajos de búlele, á la cultura de las le- Iras y á las meditaciones filosóficas , procuren distraerse y hacer ejercicio dos horas antes de la comida, y después de esla emplear el tiempo en pasearte ó en conversaciones agradables. »B. Bebidas.—Deberán los golosos abste- nerse enteramente del vino? Hay un axioma vulgar que dice: bebas ó no bebas vino la gola seguirá su camino. Martian dice que algunos enfermos consiguieron curarse enteramente no bebiendo mas que agua. Musgrave cree que el vino tinto tomado con moderación, es un pre- servativo para ciertas personas, y aconseja que se beba después de comer y al tiempo de acos- Urse. Liger permite el uso'del vino á los enfer- mos, sin escluir el Champagne. Nosotros cree- mos con Sidenham , que la mejor bebida para los golosos es la que guarda un medio enlre la fortaleza del vino y Ja debilidad del agua; que eslos dos líquidos convenientemente mezclados son útiles para todos , y que no dejaría de ser perjudicial el proscribir el vino á cierlos goto- sos. Creo, dice Sidenham , que es dañosa el agua pura, y yo misino lo he esperirnenlado. Sin embargo deja de serlo para los enfermos que no han bebido olra cosa en teda su vida. Las bebidas que producen mejores efectos, son el agua mezclada con vino tinto ó blanco, la cerveza clara poco fermentada, y las aguas mi- neralesque contengan ácido carbónico: las al- calinas pueden ser muy útiles para debilitar el vino, sobre todo en las personas que padecen mal de piedra. Se ha dicho que el uso del lé preservaba de la gola; pero los holandeses é ingleses que se sirven habitualraente de esta bebida, no por eso eslan exentos de lal enfer- medad. » Vestidos.—Los golosos deben huir de los lugares bajos y húmedos, y habitar en para- ges elevados, bien ventilados y secos, prefi- riendo los paises cálidos. Muchas veces consi guen, por el solo cambio de clima, evitar por mucho liempo la reaparición de los ataques. Los vestidos deben ser de lana, y el cuerpo ha de eslar cubierto con franela y oirás ropas que sean capaces de mantener una lemperalura igual y suave en la superficie de la piel. Sin embargo, conviene advertir que el calor arti- ficial sostenido por esle medio, no debe ser es- tremado. Hemos tenido ocasión de ver dos in- dividuos gotosos, que por efecto de una preocu- pación ridicula, se promovían continuamente una abundantísima traspiración, hastaque lle- garon á debilitarse lanío, que fue preciso ha- cerles desistir de tan perniciosa costumbre. «Se ha recomendado á las personas que se hallan amenazadas de gola ó que ya la pade- cen: I.* acostarse muy temprano en una cama dura, y madrugar mucho; 2.° abstenerse de los placeres del amor si son ya de edad avan- zada, ó no usar de ellos sino muy rara vez, y 3.° hacer ejercicio lodos los dias, eligiendo aquel que obligue á poner en juego los órga- .....Goulle bien trocassée Est, dil on, á demi panseé. .......Gota bien paseada Está ya medio curada. (La Foistaine.) »La escitacion de las funciones de la piel es eminentemente saludable. Aecio enumera las ventajas que pueden sacar los gotosos del uso de las fricciones; las que son en su concepto un medio profiláctico precioso, y recomienda que se hagan con aceite, triturando en él un poco de sal. Boerhaave observó que los gotosos obtenían mucho alivio, cuando se les frotaba mañana y larde con franelas secas y calientes; y aun dice que muchos se preservaron por este medio de la reaparición del mal. Los médicos modernos prescriben igualmente las fricciones; las que pueden hacerse con un pedazo de fra- nela ó un cepillo dispuesto para esle efecto, prolongándolas por espacio de diez minutos ó de un cuarto de hora. También pueden darse unturas con aceite. Dícese que el uso de las fricciones, tan general en el Asia, es una de las principales causas que contribuyen á que la gota y el reumalismo sean lan raros en este país. »Son útiles los baños templados, porque provocan un sudor abundante y escitan un movimiento saludable hacia el eslerior; pero es preciso que los enfermos eviten mucho el enfriarse después de esla primera acción. De- bemos decir sin embargo, que se ha deshecha- do con bastante generalidad el uso de los ba- ños, diciendo que ayudan á regenerar la gola, porque debilitan el cuerpo ; si bien esla razón es poco convincente. Para que el baño goce de tflda su virlud profiláctica, debe ir seguido de fricciones y del amasamiento á estilo oriental. Se ha recomendado desde muy antiguo el baño de agua fria, el cual tuvo mucha boga entre los romanos cuando Antonio Musa curó por su medio y las bebidas frias al emperador Augus- to, que se hallaba reducido por los dolores de la 27(1 DE LA gola á una emaciación estremada. Granl sos- tiene la singular opinión de que «andar con los pies dentro de agua clara, coaio so hace para pescar , es un ejercicio saludable y el único específico que conoce para prevéate los acce- sos gotosos.» Williams alaba también los baños frios por inmersión lomados todos los dias, in- troduciendo primero la cabeza. Stoll acoiseja que se hagan por la mañana en todo el cuer- po fricciones con una esponja empapada en agua fria, secando después bien al enfermo, y aconsejándole que higa ejercicio. Compréndese que estos medios deben ser útiles para los golo- sos, cuya conslilucion se halle poco debilitada y que tengan una vida muelle y ociosa. »En resumen, teniendo presente que las principales causas higiénicas que inlluyen en la producción de la gota, son los escesos de la mesa, de los placeres del amor, el trabajo in- cesante de bufete, la inacción del cuerpo y la disminución ó supresión de los sudores, es fá- cil formular las prescriciones higiénicas pro- pias para evilar el mal. »B. Tratamiento de los ataques.—Se han propuesto cierlos remedios para prevenir los accesos de la gota. Los anliguos recomendabm el uso de la sangria. Celso dice, que practi- cándola en un hambre que empiece á sentir los dolores articulares, se le liberta de ellos para un año ó aun para toda la vida. Galeno ha vis- lo algunos enfermos atacados ya tres á cualro veces de gola , que consiguieron curarse san- grándose en la primavera. A las escarificacio- nes y aplicaciones de sanguijuelas, hechas con intervalos mas ó menos largos alrededor de las articulaciones, se les ha supuesto una utilidad preservativa incontestable. Se dice que los cau- terios establecidos en las estremidades impiden la reaparición de esla enfermedad en los que padecen gola inveterada. » Tratamiento racional de los ataques.—Las principales indicaciones que se presenten des- de luego, y qu¿ han debido llamar la atención de los médicos de todos los liempos y paises, consisten: i.° en abreviar ó hacer que aborte el mal; 2.° en combatir los accidentes locales, como el dolor, el calor y la tumefacción , etc., y 3.* en evitar su reaparición. Pasaremos á enumerar los remedios que se han empleado mas generalmente con este objeto. ^Tratamiento abortivo.—Se ha procurado hacer abortar el alaque de gota por medio de aplicaciones muy frias. Hipócrates dice que se alivia el dolor den-ara in lo agua fria sobre las articulaciones, lo cual se halla igualmente con- firmado por Galeno. Sanclorius, Marlian y Barlhez dicen que las afusiones frías son capa"- cesde disipar los dolores gotosos. Viéndose Loif- bet suciamente afectado cte podagra , sumergió sus pies en agua m íy fria , y de esli suerte se curó. El ilustre Hirvey nunca dejaba al presen- tarse el acceso, de meter su pierna en un cuba de agua bien fresca, eon lo cual se disipaban tes dolores. Hjberlen, quesopo esle hecho por COTA. los parientes del célebre fisiólogo . añade, que aunque 110 debe imitarse esla conduela, lo cier- to es que vivió hasta una edad muy avanzada. Floyer, Hiraberg, Pielsch y Marcard, preconi- zan mucho el uso del frió sobre las articulacio- nes. Giatinini hace de esle y la quina la base del tratamiento que considera como especílici- co , y quiere que las inmersiones sean pasage- ras y momentáneas: «Apenas ha entrado el en- fermo en el baño, manilo que salga de él, pre- firiendo recurrir á una segunda inmersión, igualmente momentánea , á prolongar demasia- do la primera... Las inmersiones frias, cuyo ob- jeto es combatir la hinchazón é inflamación de ias articulaciones, no solamente deberán ser cortes, sino también no muy frias, y menos en agua casi helada, como lo he vislo practicar en un caso de gota...» Teme esle médico coa fundamento, que sobrevenga una reacción de- masiado viva, ó un abatimiento del que no pueda salir el enfermo í De*la goutte et du rhu- matisme, p. 101 ; en 12.°; París, 1810). «También se han administrado al interior las bebidas muy frias ó aun heladas. Van-der- Heyde, Vogel y Barlhez , dicen haber obtenido de ellas buenos efectos. Sin embargo, el uso del frío intus et extus, se halla generalmente proscrito como peligroso, pues espone á metás- tasis funeslas, impidiendo que los accidentes locales de la gola recorran sus diferente* fases. Admítanse ó no las teorías humorales que quie- ren que esla enfermedad pase por el eslado de crudeza y de cocción anles de llegar á resol- verse, no puede dejarse de reconocer, que im- pidiendo de una manera brusca la evolución de los fenómenos morbosos, se altera profunda- mente la economía , y que si la conslilucion no es muy fuerte , resultan entonces accidentes graves. En ningún caso puede preverse el éxi- to de una perturbación, que aunque sea cierta- mente capaz de destruir el mal en algunos ins- tantes, lambien puede acarrear complicaciones funeslas. Algunos médicos, aunque poco par- tidarios de la refrigeración, permiten el uso de lociones frias ó de chorros moderados en las parles enfermas. «Se han empleado diversas preparaciones farmacéuticas astringentes con objeto de hacer que abortasen los accidentes locales. Plinio re- fiere que Agrippa, atormentado por la gola, introdujo sus piernas en vinagre caliente, y fw atacado de una parálisis del movimiento y el sentimiento. La cataplasma de H¡ulano, forma* da con la harina de fenogreco, miel y vinagfd producía admirables efectos en el espacio de dos dias, si hemos de creer ásu inventor; pero otros han reprobado su uso, lo mismo que el de los tópicos alcanforados, narcóticos, y el del emplasto de beleño. Sin razón se ha conside- rado como tratamiento perturbador el que con- siste en administrar los vomitivos, el vino es- tibiado unido al acónito y al estrado de beleño j (método de Vogel ó de los alemanes) ó bien mezclado con láudano, los polvos de Dower * DE LA el remedio de Cadel de Vaux , que no es olra cosa que la ingestión de una cantidad enorme de agua caliente; pues se reduce á hacer que lome el enfermo esle líquido en cantidad de cuarenta y ocho vasos, cada uno de 6 onzas po- co mas ó menos, de cuarto en cuarto de hora. Diremos para terminar, que la mayor parte de eslos medios son infieles ó peligrosos, y que es preferible arreglar el tratamiento segun las indicaciones que presente el enfermo. »Es preciso recordar que existen en la gola dos elementes morbosos principales: uno gene- ral que no conocemos, y olro local que es efec- lo del primero, y que se manifiesta por fenó- menos morbosos que podemos combatir ate- niéndonos á reglas bastante precisas. Pero con- fesamos sin rebozo que con esle tratamiento solo obramos contrata afección local, y que por lo lanío no debe esperarse contener con él los progresos de un mal, que solo atacamos en su superficie , y que por lo lauto ha de burlarse de lodos nuestros esfuerzos. » Tratamiento local.— Cualquiera que sea la naturaleza de ia gola, es imposible des- conocer en los fenómenos locales los signos de una flegmasía, á veces violente, de las par- les que constituyen la articulación: la rubi- cundez viva, el aumento de lemperalura, la hinchazón y el dolor intenso, etc., son sín- tomas evidentemente inflamalorios. Pero no se crea que eslo consliluya toda la enfermedad, y que la haremos cesar ó impediremos que se re- produzca en oirás parles, combatiéndola en la articulación donde se manifiesta; pues caería- mos entonces en la vana ilusión de que han participado lodos los médicos que limitan su lerapéulica á un tratamiento puramente local, imaginándose que asi combatían el principio de la gola; que es como si pretendiéramos cu- rar las viruelas, el sarampión ó la fiebre tifoi- dea , combatiendo el exantema culáneo ó in- testinal. «Se ban aplicado sobre las articulaciones enfermas una multitud de tópicos, cuya com- posición es muy distinta. Unos alaban los fo- mentos de aceite caliente, simple ó cargado de principios narcólicos, los cocimientos de plan- tes anodinas, como el beleño, la yferba mora, la belladona y la cicuta; oíros, y son el mayor número, prescriben los fomentes emolientes ó las cataplasmas de la misma naturaleza bien rociadas con el láudano de Sidenham ó el de Rousseau. A Sidenham le probaba bien una cataplasma de miga de pan blanco cocido en leche, añadiéndole azafrán y un poco de aceite rosadu. La aplicación reiterada de sanguijuelas sobre la parle ha sido aconsejada por Paulmier, Barlhez, y especialmente por los partidarios de la doctrina de la irritación , que consideran la eficacia de este medio como cosa probada y conslanle. El remedio de Paulmier, que llegó á hacerse lan célebre , no es mas qne un trata- miento antillogíslico local. Prescribía este médi- co de veíale á treinta sanguijuelas y aun mas, por la primera vez , disminuyendo su numero cuando los accidentes disminuían de intensi- dad. Digno es Paulmier de algún elogio por haber empleado con osadía las aplicaciones de sanguijuelas, y ordenado su uso. Ya Areteo y Celio Aureliano digeron , que estos insectos di- sipaban el dolor de las articulaciones. Muchos médicos de nuestra época han hecho un abuso estremado de las evacuaciones tópicas de san- gre en el tratamiento de la gola. cLa aplicación de sanguijuelas, dice Roche , puede abreviar los ataques de la gola, y aun en cierlos casos hacerlos abortar» (artículo Artritis, Dicciona- rio de medicina y de cirugía prácticas) Las emi- siones sanguíneas cerca de la articulación pue- den ser útiles, cuando la gola se halla localiza- da , y el individuo es plelórico y los sínlomas inflamalorios muy pronunciados; pues alivian mucho á los enfermos y disminuyen la plétora venosa y las congestiones que se efectúan en el sitio afecto; pero no detienen el mal, haciendo únicamente que recorra sus fases con menor intensión. Las cataplasmas emolientes , las lo- ciones frias, y los fomentos oleosos y laudani- zados, disminuyen el dolor y la incomodidad. Las sanguijuelas deben preferirse á las vento- sas escarificadas, porque la acción de estes es mas dolorosa. liaremos observar que los tópi- cos emolientes, cuando se prolongan mucho tiempo, producen la ingurgitación de los teji- dos é infiltraciones serosas, por lo cual deben suspenderse hacia el fin del alaque, para reem- plazarlos con los fomentos oleosos y laudaniza- dos. Es raro que llegue á supurar el tumor in-r flamatorio cuando no hay formación de lofos; sin embargo, sucede esto en algunos casps , y entonces es preciso abrir los pequeños abscesos que se han establecido. Ya indicaremos mas adelante los remedios que se han empleado para resolver las concreciones lofáceas que se mani- fiesten en la gota crónica. »El remedio de Pradier consiste en aplicar sobre los miembros una gran cataplasma, ro- ciada con un licor que se compone del modo siguiente: R. bálsamo de la Meca 6 dracmas; quina roja 1 onza; azafrán 1/2 onza; salvia y zarzaparrilla! onza; alcohol rectificado 4 li- bras. Se disuelve por separado el bálsamo de la Meca en la tercera parle del alcohol; se mace- ran en el resto de esto líquido las demás sus- tancias por espacio de cuarenta y ocho horas, y después se filtran y unen ambos licores. Al ir á servirse de esta disolución, se mezcla la tintura obtenida con dos ó tres laníos de agua de cal, y se procura agitar el líquido en el momento de usarle, para que se suspenda el precipitado que se forma. Tal es la recelaque publicó Guil- berlen su artículo (loe. cil., p. 190), habién- dola obtenido de la comisión de remedios secre- tes. En algunas obras se le cita con varias mo- dificaciones en la cantidad de las sustancias que le constituyen. Para servirse de esle remedio, se empieza haciendo una gran cataplasma bas- tante consistente de harina de Ijuasa, eslendien,- •78 I>E LA GOTAw do la masa en una servilleta, y dándole cerca de un dedo de espesor; ha de envolver arabas piernas cuando los dolores ocupen los dos pies y los tobillos. Después de bien caliente la ca- taplasma , se derraman en su superficie j2 on- zas del licor preparado , eslendiéndole igual- mente por toda ella , y luego se la aplica cu- briendo todo el miembro. Comunmente no se la muda sino al cabo de veinticuatro horas. Sin detenernos á describir los efectos que produce, diremos únicamente que obra como tónico y escilanle. Los síntomas locales adquieren casi siempre mayor intensión con este remedio, y algunos enfermos se ven obligados á renunciar á él al cabo de pocos i oslantes. Los casos en 3ue mas especialmente parece ser útil, son los e gola crónica, y nos hubiéramos reservado mencionarlo para cuando tratásemos de este última, si no se le hubiera alabado en lodas las formas del mal. Diremos en fin, que las cura- ciones que determina no son ni mas rápidas ni mas seguras, que lasque producen los demás remedios (véase el informe de Halle sobre los efectos del remedio de Pradier, y el artículo ci- tado de Guilbert, p. 190 y sig.). «Tenemos también olro específico, preconi- zado en eslos úllimos tiempos por Turck, que aunque olvidado ya como merece, á fuer de historiadores, no podemos menos de mencio- narlo en breves palabras. Consiste en hacer lo- ciones sobre lodo el cuerpo con una solución de aluminato de sosa ó de potasa; cuya sal se prepara combinando la alúmina bien pura con una disolución de polasa ó de sosa mas ó me- nos concentrada, en términos de obtener diver- sos grados de saturación , y otros laníos licores marcados con los námeros 1 , 2, 3, 4, 5 y 6* Se toman 20 libras de una de estas disolucio- nes, y se disuelven en ella 10 onzas de goma arábiga y una yema de huevo, añadiendo 7 on- zas de jarabe de azúcar y de trementina de Chio, y 8 onzas de alcohol á 36° (Baume), saturado de alcanfor. Se conserva en botellas bien lapa- das, y cuando se quiere usar, se loma de una á tres cucharadas de este remedio; se calienta en el baño de mariaechándolo en un recipiente de plata si el tiempo es frió, y se hacen con él lociones en lodo el cuerpo simultánea ó suce- sivamente, repitiéndolas de dos á diez veces al dia (Traitede la goutte, p. 418 y 433). »Tratamiento general. A. Emisiones san- guíneas.—Sidenham, que trazó el tratamiento de la gola con una sagacidad que nadie ha po- dido esceder, dice que no convienen las pérdi- das de sangre, ni para evilar un acceso cuya aparición se lema, ni para disminuir la inten- sión del que exista , sobre lodo* en las personas avanzadas en edad , habiendo obtenido solo de este medio alguna ventaja en los jóvenes que babian abusado de bebidas vinosas. Celso, Ga- leno y Barlhez son partidarios de la sangria. Se ha citado muchas veces en favor de este me- dio lo que dice Hipócrates de los escitas, que para preservarse de las enfermedades articula- res á que estaban generalmente sujetos, se ha- cían una abundante sanana detrás de las ore- jas. Eslacila, repetida muchas veces por tes au- lores , es completamente mesada; pues no di- rigían esle medio contra las enfermedades arti- culares, sino contra la impotencia, que era lan comun enlre ellos. Es mas: añadeHipócrates que la sangria, lejos de ser útil, perjudica por- que altera el licor seminal; pues si se corlan, dice, las venas que se hallan delrás de las ore- jas, se priva de la facultad de engendrar á los que sulren esta operación (Tieitado de tos uü res, agua»y lugares, §. 22; véase la traducción de Lillre, t. 11, p. 67). No tratamos de averi- guar si el médico griego sostiene e>ta opinión con razón ó sin ella; solo liemos querido res- tablecer la exactitud de una cite viciosa, repe- tida como otras muchas por una especie de rutina. «Mead, que como la mayor parle de los au- lores antiguos, considera el dolor y la tume- facción como sínlomas necesarios para espeler la materia morbífica, dice que cuando la fiebre es violenta y hay delirio y disnea, es preciso sangrar para disipar el dolor y preparar la sa- lida de los humores (De podagra , p. 122, en Opera omnia , l. 11, en 8.°; París, 175S . Van-Swielen ha comprendido perfectamente las principales indicaciones que hay que satisfacer (loe. cit., p. 303). Cuando la plétora es gene- ral, el- individuo de un temperamento sanguí- neo y de una constitución fuerte, y los sínto- mas inflamalorios locales intensos, es indispen- sable la sangria general, y deberá repetirse si persisten los síntomas con la misma violencia; pero es un error creer que asi se detiene el cur- so de la enfermedad, pues únicamente se con- sigue hacerlo mas moderado. Diremos con Boer- haave lo que laníos aulores copian sin citarlo: oVene seclionem non allingere malí maleriam, »sede ra , causara: prodes^e lamen aliquando «casu, revellendo parum el vires urgentes mi- «nuendo» (aph. 1270>; loe. cit., p. 303). »B. Purgantes.—Han sido preconizados por gran número de médicos(AlejandrodeTralles, Fernelio, Fed. Hoffmann, Scudamore y muchos autores ingleses). Ora los purgantes mas sua- ves, ora los mas violentos, como el aloes, laja- lapa, la escamonea, etc., forman la base de las principales fórmulas que se han usado. Cu- llen prefiere aquellos que pueden mantener li- bre el vientre sin purgar mucho: tales son las sales alcalinas, las diversas preparaciones dt aloes , el ruibarbo, la magnesia ó las flores de azufre (Elem.de méd. prat,, pág. 499, 1.1) en 8.°; París, 1819). Scudamore administra los calomelanos unidos al estrado de coloquinlida, al jabón medicinal y al polvo antimonial de James, muy usado en Inglaterra (compuesto de sulfuro de antimonio en polvo, y de asta de ciervo raspada, partes iguales, que se lueslan y calcinan, y constituyen, segun Bercelius, una mezcla de ácido anlimoníoso, fosfato de cal y aolimonilo de cal). Se favorece la arción de esté DE LX GOTA. 179 remedio con una poción en que entren sales purgantes y el vinagre de colchico (ob. cil., p.85). «No deben desecharse menos que la sangría las evacuaciones por arriba ó por abajo,» dice Sidenham, apoyándose en las ideas humorales que tenia de la gota, y que han adoptado mu- chos aulores. «Es una ley esencial é inviolable de la naturaleza, que el humor gotoso sea siem- pre espelido por las articulaciones; y los emé- ticos y los purgantes no producirán otro efeclo que introducirlo en lá sangre, de donde irá á fijarse tal vez en alguna viscera» (loe. cil., 5. 829). Cualquiera que sea la interpretación 3ue se dé á los fenómenos de la gola , no po- emos menos de ver en ellos la ejecución de cierlos actos patológicos, que deben desarrollar- se bajo la influencia de una causa desconocida. Ahora bien, si se llega á perturbar de una manera demasiado violente la economía, debe temerse provocar accidentes mas funestes que la enfermedad , y entonces es cuando el uso de los purgantes no deja de ser pejigroso, sobre todo si gozan de propiedades enérgicas; mas no por eso deben proscribirse absolutamente. Como el estreñimiento es un sínloma ordinario, debemos cuidar de combatirlo por medio de sustancias salinas ó de bebidas ligeramente la- xantes, como el suero, el cocimienlode tama- rindos y las infusiones amargas que tengan en disolución una sal alcalina. Sidenham desecha enteramente todos los purgantes, aun los mas suaves. «He esperimentado lanío en otros como en raí propio, dice esle médico, que Jos pur- gantes no han hecho mas que aumentar el mal en lugar de curarlo.» '»Los eméticos no eslan jamás indicados en la gota simple; los sudoríficos han producido buenos efectos en manos de algunos médicos. Sidenham, cuyos conocimientos prácticos sobre la gola merecen la atención de lodo el mundo, pero que tiene el defecto de entrar en conside- raciones demasiado sutiles sobre el principio morbífico de la enfermedad, no aprueba mu- cho el uso de los diaforéticos, porque dice que el provocar los sudores es un atributo de la naturaleza mas bien que del médico (loe. cit., $. 834). Este aulor aconseja únicamente el uso de una lisana ligeramente sudorífica , que consiste en una infusión caliente de raiz de chi- na, de zarzaparrilla, sasafras y anís. Boerhaave aconseja para provocar la traspiración, lomar por espacio de tres meses lodas las mañanas dos 6 Ires granos de sal volátil de asta de ciervo con un poco de agua y vino, ó bien de caldo , bebiendo encima un cocimiento de zar- zaparrilla y de sasafras. Los diaforéticos mas usados son las infusiones calientes, en las que se echan algunas gotas de acétalo amoniacal. Los ingleses alaban el antimonio administrado á corlas dosis, mezclado con opio ó con los ca- lomelanos. Los polvos de Dower y los baños de vapor son útiles igualmente, cuando se juzga necesario activar la traspiración. «También se han prodigado en esla enfer- medad los amargos y los tónicos de todas es- pecies. Aecio elogia" un polvo compuesto de partes ¡guales de raiz de genciana, aristolóquia, bayas de laurel y mirra. Galeno recomienda las sumidades y semillas de la ruda, la aristo- lóquia, la centaura menor, el poleo y el pere- gil; prescribiendo una ó muchas de eslas plan- tas. Los resultados de estos remedios y de la mayor parle de los que vamos á indicar , de- penden sin duda , de que se han administrado á individuos cuyo tubo digeslivo estaba débil ó aleclado de neurosis ó de alonia, necesitando un ligero estímulo; mas no por eso ha de creer- se que tengan propiedad alguna anli-golosa. «Los famosos polvos del duque de Portland, designados lambien en la farmacopea parisien- se con el nombre de puteis arthriticus amarus, que han tenido tenia boga , sobre lodo en In- glaterra, son una composición que se acerca mu- cho á la fórmula de Aecio, en la que entran la aristolóquia, la genciana, las sumidades de ca- medrios (teucrium chamadrys), y la centaura menor. Se empieza lomando 1 dracma del pol- vo formado con parles ¡guales de cada una de eslas plantas, por la mañana en ayuuas, por espacio de tres meses consecutivos; en los Ires siguientes se loman 54 granos, y en los seis úllimos 1|2 dracma; repitiendo después por espacio de un año esto última dosis cada dos dias. Divididos eslan los aulores con respecte á la eficacia de esle remedio: unos lo consideran como anli-gotoso por escelencia , y otros le atri- buyen la muerte de todos los enfermos que lo han lomado; pero ni merece la admiración, ni los temores de que ha sido objeto. Únicamente diremos, que como no puede ser de ninguna utilidad contra la afección en sí misma , y no sirve mas que para entonar los individuos de- bilitados, conviene no prescribirlo sino á Ululo de corroborante, sin prolongar su uso dema- siado tiempo; pues son preferibles los tónicos de que hablaremos mas adelanto. «Sidenham describe los buenos efectos de los tónicos; pero repetimos que únicamente sirven para reanimar las fuerzas abatidas, for- tificar el individuo, disipar la gastralgia y los flujos diarréicos no inflamalorios que padecen las gotosos. Diremos en una palabra, que la necesidad de restablecer el tono, como decían los antiguos, pudo inducirles á prescribir los corroborantes en los numerosos casos en ¡que la gola era crónica y complicada con diferentes alteraciones; lo cual nos obliga á tratar de ellos en el capítulo siguiente, donde hablaremos de estos remedios y de todos los demás anti-go<- losos. » Tratamiento de la gota crónúa; tratamien- to local.—En todos tiempos ha debido fijarse especialmente la atención de los prácticos en las concreciones tofáceas y los medios de resol- verlas. Estas concreciones hacen desesperar á los golosos y á los médicos, que comun- mente solo consiguen paliar una enfermedad m DE LA GOTA. que ha producido alteraciones tan profundas. «Cuando después de los ataques de la gola no queda masque una hinchazón edematosa, lo cual sucede con frecuencia y se reconoce en la trasparencia de los tejidos, y en que conser- van la impresión del dedo, se hacen sobre las parles tumefacías fomentos de agua tibia ó de aceito caliente: es preciso abstenerse de apli- caciones emolientes, prefiriendo á estas los tó- picos aromáticos en que entren los aceites de malaleuca, de manzanilla alcanforado, y de tre- mentina: se aconsejan también en eslas cir- cunstancias el baño de aceite y de sal, la estu- fa , los vapores aromáticos de benjuí, de ene- bro, las hojas de berza cocidas al fuego, la sal común, etc. «Hemos dicho que la tumefacción depende muchas veces de la induración de los tejidos fibrosos. Los tendones y los músculos se ponen rígidos, y cuando quiere el enfermo eslender- los, siente un dolor vivo y un crugido incómo- do: las vainas en que resbalan los tendones y las membranas sinoviales, son también asiente de nudosidades cuya naturaleza dejamos ya in- dicada. Con frecuencia nos consultan los en- fermos para libertarse de las moleslias que traen consigo eslas lesiones. Al uso de los tópicos an- tes indicados para resolver, el edema, deben agregarse los remedios que vamos á enumerar, y que no se diferencian de los que se emplean diariamente para favorecer la reabsorción de los tofos articulares. Tales son: las unturas he- chas con las disoluciones alcalinas de bicarbo- nato de potasa y de sosa, los baños de vapor simple, sulfuroso ó aromático, los chorros de agua simple ó sulfurosa, ó los de agua fria , y los baños de mar, que deben emplearse con cir- cunspección; las aguas minerales calientes, las de Vichy, de Caulerels y de los Pirineos, de Buxlon y de Balh en Inglaterra, las fricciones secas, el amasamiento y las lociones jabonosas. «Las sales alcalinas se preconizaban ya des- de los tiempos mas antiguos. Aecio preparaba un licor salino con el nilro, y Alejandro de Tra- ites un cerato que contenia los principios acti- vos de la disolución alcalina que usaban los ba- taneros para desengrasar la lana. Hoffmann aconseja la tintura volátil de azufre, preparada con esta suslancia, cal viva y sal común (Medí- tina rationalis, l. IV, $. 2, cap. XI). Los em- Ídaslos compuestos con alcanfor y jabón cocido emplasto de Guerin), con las resinas, y parti- cularmente los en que entran la tremenlina, el bálsamo del Perú, y el de Tolu, etc., son útiles para escilar un movimiento orgánico mas ac- tivo en los tejidos que rodean las articulacio- nes, y procurar la resolución. Entre todos los agentes terapéuticos quedan mejores resulla- dos en el tratamiento de las afecciones articu- lares procedentes de la gola , ninguno hay mas ventajoso que las lociones alcalinas con el bi- carbonato de potasa y de sosa: las aguas ter- males de Vichy y las termales sulfurosas, go- *an de una reputación merecida. Sin embargo, debemos prevenir ni leclor contra los exagera- dos elogios que se han hecho de las aguas de Vichy, las que si hubiera de creerse a C. Pelil, producirían casi de seguro la curación (Quel- ques eonsielerations sur la nature de la goutle tt sur son traitement par les eaux thermnlrs de Vi- chy; en 8.°, París, 183-'i). Brunelle, médico de eslas aguas, declara por el contrario que no gozan de ninguna virtud anti-gotosa (Rapport de V Acaelemie de médecine, sesión del M de ma- yo 1840). Los numerosos tópicos que ha pues- to en bogad charlatanismo, han sido especial- mente empleados en la gola crónica. Gabriel Vilelte ha publicado la recela de su solucioi atractiva y calmante, prepaiada como sigue: R. Resina de guayaco en polvo y azafrán del Galinais, 2 onzas; agua de cal salurada (8on- zas de cal viva en 6 cuartillos de agua): se ro- cía una cataplasma muy caliente con este lí- quido, espolvoreándola después con el azafrán del Galinais y la harina de mostaza (Comed auv qoutteaux et aux rhumatisants , p. 284 y sig., en 8.°; París, 1811). Las cataplasmas do Pradier obran escalando fuertemente las parles y tienen graves inconvenientes. Lo mismo su- cede también con la tintura de Musgrave y con el nardum unguentum, formado de sustancias resinosas y aromáticas. «Cuando los dolores articulares y la tume- facción persisten con rebeldía, y parecen de- pender de un trabajo crónico de irritación, aunque la causa interna que la produjo haya desaparecido, es preciso recurrir á medios enér- gicos, practicando sobre la articulación, y me- jor todavía en las partes inmediatas, algunas escarificaciones, y aplicando después sobre es- las ventosas repelidas. Cuando disminuye el mal, los tegumentos se ponen flexibles y em- piezan los miembros á presentarse sueltos, pres- tándose á los movimientos, deben emplearse al- gunos de los remedios anteriormente indicados, especialmente las aguas termales y las lociones calientes alcalinas: en eslas circunstancias se halla lambien indicada la aplicación de un re- jigatorio , y nosotros la hemos vislo producir buenos efectos en un caso poco menos que de- sesperado. Es preferible usarlo en forma vo- lante , haciéndole recorrer lodas las inmedia- ciones de la articulación, hasla que disminuyan notablemente los fenómenos locales. Por úlli- mo, en los casos apurados debe aplicarse un moxa: «Inuslione cura lino utendum wpe est.» Hipócrates aconseja emplearlo cuando hay dolor en los dedos: «Se quemerán , dice, las venas de los dedos un poco por encima de las articulaciones , sirviéndonos para eslo del lino crudo.» En olra parle añade: «Cuandoel dolor se fija en un punto cualquiera, y no pue- de calmarse con los remedios, deberá quemar- se esle punl° con lino crudo. » Algunos reco- miendan para esla operación las hojas de ar- temisa con preferencia á las demás sustancia»; pero puede asegurarse con Sidenham, que oslo importe poco para el éxito del tratamiento. El DK LA COTA. 281 Hipócrates inglés concede poca eficacia al uso de este remedio, creyendo que alivia los dolo- res, pero que no disminuye la causa del mal. Efectivamente, el moxa debe considerarse tan solo como un medio local, útil para destruir los infartes, y que únicamente debe emplearse en las personas muy robustas que pueden oponer lodavia cierla reacción. En la gola crónica, fija ó irregular, puede ser útil el moxa haciendo menos ambulantes los fenómenos morbosos. Las fricciones irritantes, hechas con un cerato en el que enlre el jugo de euforbio (Alejandro de Traites), la aplicación de la mostaza mezclada con el vinagre (el mismo autor), de la yerba del ranúnculo reducida á polvo, del aceite aromático de canela, la urticacion- (Van-Swie- ten, loe. cit., p. 340), las fricciones hechas con el aceite de crotontiglio, con algunas golas de bálsamo de azufre succinadOj ó con la pomada eslibiada, y en una palabra, todos los agentes capaces de producir una irritación viva, con- tinua ó pasagera en la piel, pueden emplearse para curar las alteraciones crónicas antiguas de las articulaciones. Eslos medios nos parecen mas infieles que el vejigatorio , el moxa y los demás que ya hemos enumerado, y su acción por otra parte mas dificil de determinar. »Se ha procurado disolver las concreciones gotosas con el aceite esencial de Iremenlina y con los álcalis. También se ha propuesto re- currir á la operación indicada por Musgrave con objeto de dar salida á la materia salina que forma Jos tumores golosos, cuando hay motivo para sospechar que se halla en estado líquido ó serai-líquido; operación que consiste en ha- cer la succión del derrame por medio de un instrumento apropiado. Guilberl aconseja que se penetre en el lumorcon un trocar pequeño, haciendo en seguida inyecciones para reblan- decer la suslancia lofácca. Cuando se tiene cer- tidumbre de que se halla semi-líquido el depó- sito salino, y la piel esta roja y adelgazada, es preferible hacer una incisión que permita sa- lir á la materia libremente: esla por otra par- te se halla á menudo mezclada con pus, al que también es útil dar salida. La concreción pue- de reblandecerse por medio de fomentos, ó bien estraerse con 'as pinzas cuando se ha separado ya de su asiento primitivo. Se observa algunas veces que la misma naturaleza trabaja activa- mente para efectuar esla eliminación , en cuvo caso se ulcera la piel, y el urato de sosa y de cal puestos en descubierto salen por la aber- tura que se ha formado, juntamente con la se- rosidad que los rodea. Pye, médico inglés, dice que ha visto resolverse una concreción golosa, verificándose al través de la piel una trasuda- ción de la suslancia salina ; pero esla aserción debe inspirarnos mucha desconfianza. «Tratamiento general de la gota crónica.— En esle se incluyen la mayor parte de los re- medios que se han preconizado como anli-go- losos, y que estudiaremos en este capítulo, por- que se los ha empleado mas especialmente con- TOMO VII. Ira la gola crónica, que para combatir la agu- da. Seria de desear que pudieran emplearse á la vez el tratamiento local, que no es mas que paliativo, y el general ó curativo déte gola; pero como este no se conoce aun , no puede el médico hacer mas que disipar los accidentes locales , y prescribir después las reglas higié- nicas para evilar nuevos ataques. Sea de esto lo que quiera, examinaremos todos los medi- camentos que se consideran como anli-golosos. Pocas enfermedades habrá en que se hayan prodigado mas remedios de todas clases: unos, dice Luciano, se purgan con la hiera picra; otros creen hallar un remedio en el nido de go- londrina....; estos loman los medicamentos en número de cualro, aquellos en número de ocho, y la mayor parte en el de siete.... Pudiéramos copiar de las obras publicadas sobre la gola otras muchas fórmulas no menos ridiculas que eslas; pero no queremos molestar al lector con la enumeración de la multitud de drogas que se han alabado. «Ya hemos dicho que los tónicos convienen especialmente en la gota crónica cuando la conslilucion se halla deteriorada. Con este ob- jete se han propuesto las infusiones de las plantas escilanles, y particularmente las que corresponden á la familia de las cruciferas, ta- les como los berros, el trébol acuático, la co- dearía y el rábano rusticano; ó bien aquellas en que el principio amargo eslá unido á otro escitanle, como las raices de angélica y de énu- la campana, la imperatoria, los ajenjos, la sal- via y los camedrios. «Todas eslas plantes se hallan reunidas en un elecluario compuesto por Sidenham, que se servia de él con una predilección notable: R. raices de angélica, de caña aromática, de imperatoria, de énula campana; hojas de agen- jos, de centaura menor, marrubio blanco, ca- medrios, camepileos, escordio , calaminta co- mún , malricaria, saxífraga de los prados, hi- pericon , virga aúrea, serpol, menta, salvia, ruda, cardo santo, poleo, lombriguera; flores de manzanilla , lanaceto, lirio de los valles y azafrán ; simientes de mostaza silvestre, de co- dearía de los jardines, de alcaravea y bayas de enebro, de cada cosa cantidad suficiente."Se toman 6 onzas de cada una de eslas plantes, se mezcla todo con suficiente cantidad de miel bue- na y de vino de Canarias, para hacer un elec- luario de consistencia conveniente, del cual se administra 2 dracmas por mañana y tarde. «Hay olro elecluario menos complicado, que puede usarse con utilidad en mas de un caso, y cuya fórmula es la siguienle: R. conserva de codearía 1 y 1|2 onza; agenjo romano y cor- teza de naranja 1 onza; raiz de angélica en dulce y nuez moscada , de cada cosa 1|2 onza. Hágase con jarabe de naranja un elecluario, del que tomará el enfermo 2 dracmas por ma- ñana y larde, bebiendo encima cinco ó seis cu- charadas de un líquido preparado de la mane- ra siguiente : R. raiz de rábano rusticano cor^ 3o 282 DE IA GOTA. lada en pedacitos, 3 onzas: hojas de codea- ría 12 puñados; berros, becabunga, salvia y menta aa. k onzas: la corteza de seis naran- jas, dos nueces moscadas que deben Irilurarse, y doce cuartillos de cerveza fuerte, que se re- duce á la mitad por la destilación. Hemos ci- tado la composición de estos dos elecluarios, porque da una idea muy exacto de las plantos y deraas sustancias que se han empleado en lo- dos liempos y paises con corlas variaciones. Combinando estas plantas y cambiando la for- ma de administrarlas, obtendríamos una mul- titud de compuestos, que todos ellos han pasado por específicos anli-golosos. Nos creemos, pues. dispensados de referirlos, haciendo únicameu te nolar, que los elecluarios y el líquido com- puesto por Sidenham, los prescribe esle médi- co para fortificar el individuo, y no para com- batir la gota; siendo preciso reconocer que el úllimo elecluario debe gozar en efecto de esla propiedad. No hay duda que puede censurar- se la multiplicidad de sustancias que figuran en la mayor parte de las composiciones farma- céuticas que nos han trasmitido nuestros pre- decesores; pero sin embargo, hay algunas, y entre otras el segundo elecluario de Sidenham", que merecen la confianza de los prácticos. «Se ha elogiado lambien en los casos de gota en que es preciso entonar, la triaca, la genciana, la conserva de romero mezclada con vino (Boerhaave), la simaruba, la tintura de diversas especies amargas que se ha llamado elixirium antipodagricum , las preparaciones ferruginosas, las aguas minerales de Spa, de Pyrmont, de Pougues, y la quina, que forma la base del famoso remedio de He Id. »Remedio de Held.—Held propuso en 1714 la quina como un específico de la gola (diser- tación que tenia por título: Ecorce du Perou, remede anú-goutteux sans pareil; en Eplu:mé- rides des curieux de la nalure, cent. 3 y 4), preconizándola en alias dosis: el dolor y lá tu- mefacción desaparecen , dice esle médico, sin necesidad de tópicos, y disminuye mucho la fiebre, cesando en seguida enteramente. A pe- sar del título que dio Held á su trabajo, con- decorando á la corteza del Perú con el nombre de remedio divino (in podagra divinum reme- dium), se la tuvo olvidada mucho tiempo. «Si ha de creerse á Smoll, médico inglés, un boticario de Londres, llamado Bernardo Bayne, fué después de Held el primero que em- pleó la quina en la curación de la gota (1777): cuando se veía atacado por ella, lomaba en for- ma de bolos tanta quina cuanta pudiera sopor- tar su estómago. Ya Sidenham y Van-Swielen habían presentido los servicios que podia pres- tar este agente terapéutico. Se han comparado los accesos de gota á los de las fiebres intermi- tentes, y esla analogía es la que ha podido in- ducir al uso de tal medicamento. Dos médicos españoles, llamados Lemnos y Tavares, supie- ron por indicación de un barbero, que la qui- na curaba easi súbitamente la gola, haciendo que á su administración precediese la de un purgante ; y dicen haberla empleado con muy buen éxilo administrándola á la dosis de 2 on- zas al dia (2 dracmas cada hora) (lavares, Ob- servaciones y reflexiones sobre cf uso saludeiblt de la quina en el tratamiento ele la gota; l is- boa, 1802). Alfonso Lerov usaba oh», medica. mente, combinándolo con el método de Paul- mier, y prescribía sanguijuelas en las articu- laciones enfermas (¿1/anurl desejoutteux, 2 ■ edi- ción , aumentada con la traducción déla nina de Tavares; en 8.°, París, 180o). Giannini aso- ciaba la quina.á las afusiones frias de que ya hemos hablado, y hace de ella los misinos elo- gios que los deraas médicos que hemos enume- rado, diciendo que abrevia la duración del mal y lo cura radicalmente (ob. cil., p. 80 y s:g.). Debemos advertir que la esperiencia nu ha con- firmado de ningún modo las brillantes esperan- zas que se habían fundado en este remedio; de modo que los que quieran hacer uso de él, se verán precisados á esperimenlarlo de nue- vo. Puede ser útil en lodos los casos en que s,1 hallen indicados los corroborantes, y asi se es- I pücan los buenos dedos de la quina y de otros muchos remedios que se han usado en la cu- ración de la gola. Componiéndose esla enfer- medad, como ya hemos dicho, de niuclios ele- mentos morbosos y de complicaciones bástanle variadas, pueden estas curarse muy bien por un remedio lal como la quina. Esla observa- ción que hacemos sobre la corteza del Perú y los demás tónicos , es aplicable á los réstenles remedios , y conviene no perderla de vista. » El dolor, el insomnio, y el estado de esci- tacion en que se encuentran los enfermos, exi- gen el uso de los narcóticos; entre los qne sue- len administrarse el láudano, el opio, el Iri- dáceo y el estramonio, asociados á las aguas aromáticas ó tónicas. «Los médicos ingleses lienen en mucha es- tima el medicamento conocido con el nombre de lancastricana ó gotas negras, que consiste en una preparación concentrada de opio, obtenida por ebullición , y digerida en un ácido vegetal. Hé aquí la fórmula que da Scudamore, lal co- mo le fue comunicada por uno de los herede- ros de Edward Tonslail, que fue el primero que preparó las gotas negras: R. opio corlado en rebanadas 8 onzas; agraz bueno 6 cuarti- llos, nuez moscada 1 y 1|2 onza; azafrán 1(2 onza : hágase hervir hasta la consistencia con- veniente y añádase un cuarterón de azúcar y dos cucharadas de levadura. Se pone lodo por espacio de dos meses cerca del fuego, y despuei al aire, hasla que se convierta en jarabe; «e decanta, se filtra y se embotella añadiéndole azúcar. Esla preparación es mucho mas activa que la tintura ordinaria de opio. También se han considerado como específicos an ti gotosos la belladona, la cicuta y el acónito (los últimos á la dosis de 4 á 20 granos). Van-Swieten, Quarin y Barlhez, elogian mucho esto último medicamento. DE LA GOTA. 28:! «Se ha preconizado también la tintura vi- nosa y etérea de colchico, que Everard Home recomienda como un específico, llegando á de- cir que es contra la gola lo que el mercurio contra la sífilis; pero destruyen semejante aser- ción los esperimenlos de su compatriota Scuda- more, y el testimonio de todos los médicos que la han ensayado. Débe.nse colocar igualmente enlre los remedios muy inciertos las linluras de eléboro y de opio, ele elaterio y la tebáica usadas con frecuencia por los ingleses, enlre los cuales hay prácticos distinguidos que lienen mucha confianza en tales agentes. Scudamore sostiene que es inmerecida la boga de que han gozado, y cree igualmente ineficaces las tintu- ras de Wilson y de Reynold, y el agua medici- nal de Ilusson, cuya composición es desconoci- da (Scudamore, ob. cit., p 191 y sig.). Se ha creído que el agua de Ilusson no era otra cosa que la tintura de colchico autumnal; pero no todos opinan de este modo. Scudamore dice de los remedios precedentes «que ejercen en algu- nos casos una influencia muy pronta sobre jos sínlomas locales, pero que se hallan lan lejos de destruir la causa de la gota, que dejan en la economía u ia disposición mucho mayor; y que si bien es cierta que disminuyen la aptitud á padecer ataques inflamatorios violentos, con- ducen á una enfermedad mas fatal y constante todavía, que es la gola crónica» (ob. cil., pá- gina 197). El estrado de colchico, con el nom- bre de hermodactilo, enlra en la composición de gran número de remedios que ios antiguos con- sideraban como anli-gotosos. »Purgantes y eméticos.—Hasla aquí solo hemos dicho algunas palabras de los agentes te- rapéulicos que se han dirigido mas especialmen- te contra la gola aguda, y nos falta mencio- nar ahora los que se han empleado en la cró- nica. Los antiguos aconsejaban de una manera general los purgantes y los eméticos en los ala- ques de gola irregularmente prolongada: admi- nistraban primero un vomitivo, y en el perío- do de fluxión de la gola, un purgante. Lister prescribía con el mejor éxito un emético todos los meses. Sidenham, que es poco partidario de los purgantes, aconseja el uso de los minora- tivos, administrando en seguida el láudano cuando el ataque de gola se complica con he- maluria. Los purgantes que deben preferirse á lodos los demás son: las sustancias amargas, el ruibarbo y el aloes, á los que se agregan las sales alcalinas. Los calomelanos á dosis cuoti- dianas se usan mucho en Inglaterra , y se ad- ministran con una sustancia amarga y purgan- te. El maná, la pulpa de caña fístula y el sen, se propinan también con frecuencia. «Generalmente se consideran útiles los dia- foréticos en los alaques prolongados de gola. Enlre los remedios que se emplean con este título, deben mencionarse las flores de azu- fre combinadas en un cocimiento de bebidas sudoríficas,-con el azufre dorado de antimonio, el opio, ele; el carbonato y el acetato de amo- niaco (espíritu de asta dé ciervo), la linlura de castóreo, el cocimiento de la raiz de enebro, ele. A nuestro parecer solo están indicados los su- doríficos : t.° en los casos en que pueda admi- tirse que el estado goloso se halla sostenido, si no causado, por la influencia del frió húme- do, y eslan debilitadas las funciones de la piel; y 2.° en los individuos de una constitución floja é impregnada de fluidos, que padecen flujos mucosos ó eslan dispuestos á tenerlos. Barlhez dice, que convienen particularmente á los go- losos cuyo hábito eslerior es caquéctico y pas- toso (ob. cit., l. I, p. 113); pero nosotros cree- mos por el contrario, que deben proscribirse cuando la conslilucion se halla deteriorada, anemiada por la gota ó por una enfermedad que complique á esta última, en cuyo caso están mejor indicados los tónicos y los amargos. Los antiguos empleaban alternativamente los pur- gantes y los sudoríficos para remediar los ala- ques antiguos de gota ; y nos parece que esta práctica tiene grandes ventajas en una enfer- medad en que conviene atraer hacia una de las grandes superficies de relación los movimien- los morbosos que se efectúan incesantemente en las articulaciones. «Se ha ensayado también obrar sobre la se- creción urinaria. Galeno recomienda á los go- tosos el cocimiento de la raíz de peregil en vi- no. Foresto observó una curación producida con el cocimiento de raiz de bardana en cerveza. Los diuréticos mas usados son : el nitrato de po- tasa y los cocimientos de parielaria , dulcama- ra, bardana, yemas de abete, de conlrayerba, pareíra brava, ele. nIndicaciones terapéuticas. — En viste de esla multitud de medicamentos, fácil es conce- bir cuál será la perplejidad del práctico. Adop- tará los tónicos, los diaforéticos ó los purgan- tes? Intentará la administración de los llama- dos específicos? Empero meditándolo bien y procediendo con la debida madurez, no nos pa- rece lan dificil elegir una medicación. Es pre- ciso tener presente, que á no ensayar de nue- vo todos los específicos, cuyo camino eslá lleno de incertidumbre y aun de peligros, no puede hacerse otra cosa mejor que basar la terapéu- tica en algunas indicaciones, que son las mis- mas que dejamos espueslas respecto de la gota aguda. »I.° Deberáse ante lodo investigar el estado de las articulaciones y de los tejidos circunya- centes, examinando si son susceptibles de cu- ración. Generalmente hablando, mientras se halla en buen eslado la constitución del indivi- duo , la naturaleza secunda poderosamente el tratamiento local, y eslas dos influencias salu- dables pueden proporcionar una curación ines- perada. Las retracciones musculares conside- rables, los tumores tofáceos, las induraciones fibrosas y los hidrarlros de las membranas si- noviales, ceden algunas veces al uso de los tó- picos que dejamos indicados, y cuya energía y duración deberá ser proporcionada á la anli- 281 DE LA GOTA. giiodad de los desórdenes locales, á su eslension é intensidad, y á las fuerzas del paciente. El mal eslado de la conslitucion hace muchas ve- ces incurable la enfermedad. »2.° Es preciso al mismo liempo satisfacer otra segunda indicación, que consiste en esplo- rar atentamente las visceras interiores, para asegurarse de que están sanas. Las alteracio- nes simpáticas del estómago y de los intestinos, la debilidad , y los desórdenes nerviosos vagos, que son tan frecuentes en la gota crónica, que apenas pueden contarse enlre las complicacio- nes , deben combalirse , unos por los tónicos y los corroborantes ó difusivos, y otros por los narcóticos, purgantes ó diuréticos". «Instruido el práctico de lodas las condi- ciones morbosas que pueden presentarse en el curso de la gota, podra tratarlas con mejor éxi- to, y la enfermedad, reducida á sus elementos, se curará por sí misma ó empleando algunos ayudantes. »3.° Diremos en fin , que si el enfermo no sigue con rigor todas las reglas de una higiene severa , y no trata de evitar las influencias per- judiciales que hemos estudiado detenidamente al principio de este artículo, es inútil que acu- da á la medicina, y no podrá esperar una cu- ración duradera (véase las dos preciosas diser- taciones de Fed. lío liman n sobre esta materia: De genuino et simplicissimo dolorti podagrici remedio; De cura cloloris podagrici prexservalo- ria, ya citada en Op. omn., supl. III, p. 173- 180,enfól.; Ginebra, 1783). «Gota interna.—Va hemos dicho lo que de- bia entenderse por esla palabra , y cuál es la verdadera naturaleza de la gola visceral; y por lo tanto lo que vamos á añadir relativamente al tratamiento es muy sencillo, y no tenemos que hacernos cargo de las prescripciones contra- dictorias que han oscurecido demasiado liempo la terapéutica. Primeramente estableceremos, que sea cualquiera el órgano en que se mani- fiesten los fenómenos morbosos, es preciso ante todo emplear el tratamiento ordinario de la en- fermedad: la apoplegia, la neumonía, la pleu- resía y la ascilis, deberán combalirse absoluta- mente lo mismo que si el individuo no fuera goloso. Sidenham quiere que se obre en Ja neu- j monia gotosa lo mismo que en Ja simple, y que ¡ se sangre al enfermo, naciendo también ob- servar que la sangre es entonces enteramente ¡ semejante á la de los pleuríticos (loe. cit., $. 871). Musgrave refiere á un principio uni- versal todos los tratamientos de Ja gota inter- na. Dice que la indicación general debe ser desembarazar cuanto antes y con Ja mayor se- guridad posible de la materia golosa al órgano interno en que reside, espeliendo una parte de ella fuera de la economía por medio de eva- cuaciones convenientes, y ayudando á la na- turaleza á encaminar el resto á las articula- ciones. Para conseguir este resultado, que le habían sugerido las ideas humorales general- ' mente admitidas, se valia de remedios inter- nos y estemos. Los primeros consislian en os- cilantes, Iónicos y marciales, destinados á pro- ducir una fiebre artificial; y los segundos en tópicos irritantes, que se colocaban en las es- tremidades y en las parles que habían sido asienlo de la gota antes que hubiera retrocedi- do (De arthritide anómala, ya cil., cap. I, nú- mero XII). «Barlhez, que es uno de los modernos que han estudiado mas cuidadosamente la gola in- terna, establece muchas indicaciones. Dice que cuando ha retrocedido hacia las visceras por una impresión de frió ó por la acción de los astringentes ó de los narcóticos , se evita el pe- ligro de la fluxión inmoderada por medio de los revulsivos: todos los autores se hallan de acuerdo sobre las ventajas de esla revulsión. En seguida quiere que se procure entonar por medio de los cordiales; y si hay debilidad ge- neral, que se continúe mucho tiempo el uso de los Iónicos, agregándoles lambien los esloma- cales amargos y aromáticos (ob. cil., t. II, pá- gina 198 y sig.). «Una vez declarada la enfermedad interior que se llama gota interna, se la deberá com- batir únicamente con las medicaciones ordina- rias? Sin decidir si es realmente la causa des- conocida de la gota la que determina los fenó- menos morbosos del cerebro ó de la pleura, por ejemplo , preciso es confesar, que el des- arrollo de la apoplegia ó de la pleuresía en un gotoso presenta algunas indicaciones particu- lares. Asi pues, debe conocerse que el trata- miento varia en algún modo, siendo preciso modificarlo segun muchas circunstancias. Sí el individuo es pletórico y los sínlomas locales de la gola inflamatorios, no debe vacilarse en ha- cer una sangria abundante; pero si se ve que sobreviene pronto la debilidad, ó bien cuando ya existe en un individuo afectado de gola as- ténica, es mas prudente valerse de otras me- dicaciones : en lal caso los revulsivos y los pur- gantes obran, generalmente hablando, mejor que los demás remedios. »La segunda indicación que se debe satis- facer, procurando hacerlo al mismo liempo que la primera, consiste en establecer una fuerte revulsión sobre el punto primitivo de la gota, ó en las partes que anteriormente estaban en- fermas. Las ventosas escarificadas, las sangui- juelas y la sangria del pie, procurarán una revulsión espoliativa, que es indispensable eo las personas fuertes; y esla clase de medios de- ben preferirse á todos los demás cuando la en- fermedad exige una emisión sanguínea. Los tó- picos irritantes que se emplean para satisfacer la segunda indicación , son las fricciones fuer- tes en las rodillas y pies, hechas con una fra- nela empapada en espíritu de vino ó en hidro- cloralo de amoniaco, el calor, los baños de pies con agua salada, alcalinos ó sinapizados con el ácido bidroclórico, los vejigatorios y el moxa. Estos dos últimos agentes terapéulicos son úti- les cuando se quiere establecer una revulsión DE LA GOTA. 285 larga, continua y enérgica, para disipar los accidentes internos que se atribuyen á una go- la retrocedida, ó bien para evilar la reproduc- ción de esla dolencia. «Para formular convenientemente el trata- miento de la gota interna, conviene averiguar si han existido dolores gotosos en algún punto; pues en ciertos casos no ha tenido esle primer asiente el dolor, y entonces se dice que la gota interna es primitiva y mal situada: la diátesis golosa, que casi siempre se manifieste por uno ó muchos signos , nos suministra en tales cir- cunstancias datos preciosos. Si la gola interna es retrocedida, será fácil conocerlo interro- gando al enfermo , y porque ademas siempre quedan en el sitio primitivamente afectado al- gunos vestigios de la enfermedad. Estas nocio- nes generales son las únicas que podemos in- dicar ; pero con ellas tendrá bastante el práctico 3ue quiera meditarlas, para guiarse en los casos ¡licites, liemos leído atentamente cuanto di- cen Musgrave y Barlhez sobre esta materia , y nada satisfactorio hemos encontrado; pues lodo es vago, todo se halla oscurecido por ¡deas teóricas ó raciocinios propios de los aulores. »Gota complicada.—La gota aguda puede complicarse con diferentes afecciones internas. Lo que hemos dicho del tratamiento de la gola interna, se aplica rigurosamente al de la com- plicada. Es preciso ante lodo combatir la en- fermedad visceral, que amenaza mucho mas in- mediatamente los dias del enfermo que la mis- ma gola. Es evidente que una apoplegia, una angina tonsilar y faríngea, ó un catorro pulmo- nal, reclaman el tratamiento que les correspon- de; y solo conviene noolvidarqueexisteolro ele- mento morboso agregado al primero, que obliga á modificar el tratamiento. En general los au- tores aconsejan recurrir á las medicaciones que obran sobre las funciones de la piel y del tubo digestivo (purgantes, diaforéticos, revulsivos); pero si la enfermedad es inflamatoria, lo pri- mero que debe hacerse es practicar una ó mu- chas sangrias, ó bien eslraer sangre por medio de sanguijuelas ó escarificaciones. «Mas dificultades ofrece el tratamiento en la j gota crónica complicada. Muchas veces, en efec- ! lo, no están bien determinados los accidentes relativamente á su asiento y naturaleza ; pre- dominan los sínlomas nerviosos y el desorden de los órganos digestivos, pero no se sabe como combatirlos; pues si se administra los tónicos, fatigan el estómago, provocan la diarrea y es- ceden el grado de estimulación que se quiere producir; y si se creen indicados los narcóticos á causa délos dolores y del eretismo nervioso en que se halla sumido el enfermo, prescri- biendo el opio , las gotas negras, el láudano ó cualquier olro anodino, debiliten el tono del estómago , y aumentan la dificultad de las di- gestiones. No obstante, procuraremos estable- cer las principales indicaciones terapéuticas, é indicar el modo de satisfacerlas. »La disnea y los síntomas de gaslro-enle- ralgia deben tratarse con los Iónicos unidos á los narcóticos: todos los médicos han obtenido grandes ventajas del uso de la quina, de los amargos y ferruginosos asociados al opio. Los elecluarios compuestos por Sidenham nos su- ministran una idea esacla de la naturaleza de las sustancias que se hallan indicadas en se- mejantes casos. La triaca es útil especialmente cuando los dolores intestinales van acompaña- dos de dolores y tumefacción gástricas, y de una producción considerable de gases (véase Gastro-enteralgia). La gola atónica del estoma- go, la retrocedida, mal situada, de que tanto se ocupan los aulores, y contra la cual han in- ventado tantas fórmulas complicadas, es un conjunte de fenómenos morbosos, cuya natu- raleza es muy dificil determinar.'Muchas ve- ces se los puede referir á una neurosis; pero es preciso confesar que esta palabra sirve en gran número de casos para cubrir nuestra ig- norancia. Las aguas termales, sulfurosas, fer- ruginosas y alcalinas, se hallan indicadas en los enfermos que padecen los accidentes com- plejos que acabamos de referir. «Ya hemos dichoque el mal de piedra es una complicación tan frecuente de la enferme- dad , que cierlos aulores han llegado á consi- derarla como una dependencia de la gola no menos esencial que las concreciones tofáceas. Esla opinión es verdadera en gran número de casos, y en su consecuencia se ha recomenda- do las disoluciones alcalinas , los bicarbonatos de sosa, fie potasa y el agua de cal; siendo pre- ferible que los enfermos vayan á beber eslas aguas á los manantiales que las suministran. No mencionaremos olra multitud de remedios deque hablan las obras antiguas y modernas; porque es imposible sacar nada útil de esta aglomeración confusa é incoherente de fórmu- las y medicaciones dictadas por el charlatanis- mo y por ideas especulativas. «Naturaleza déla gota.—La opinión que mas generalmente ha reinado es, que la gola resulte de una materia morbífica, que se dirige á las articulaciones y aun á otros órganos y produce los fenómenos de la enfermedad. Hi- pócrates considera la bilis y la pituita como la causa esencial de la gola; segun él, estos dos humores se ponen en movimiento, depositán- dose en las articulaciones. «Galeno adopta esla doctrina humoral y ha- ce de ella la base de su teoría. En su concepto la gota blanca , edematosa , fria , es efeclo del humor pituitoso, y la aguda, inflamatoria, es producida por la bilis. La causa próxima de esla enfermedad no consiste tanto en la altera- ción délos humores, como en la superabun- dancia de los mismos. Oribasio, Aecio, Pablo de Egina, Celio Aureliano y Alejandro de Tra- ites sostuvieron el sistema de Galeno modifi- cando algunas ideas. «El triunfo de las doctrinas químicas en la época en que Paracelso enseñaba con tanto es- plendor, debió contribuir á que prevalecieran 2S> DE LA GOrV. las teorías humorales. Esle médico, que luvo el mérito de reconocer la existencia de la sinovia, atribuye la golaá su acrimonia, la cual dice es tal, que puede irritar las partes inmediatas de las articulaciones, y producir los dolores vivos que esperimenlan los enfermos. Es indudable que hay mas de un error en esta leoria; pero no por eso deja de ser un adelanto en el estu- dio de la gola. Sennerlo la creía ocasionada por la fermentación de la sinovia. Pielsch opina que la causa general de la gola es el humor esper- mátíco mal preparado por los órganos de la ge- neración, é introducido en la sangre. »Fernelio sostiene, que la gola es determi- nada por un humor pituitoso tenue que fluye de la cabeza y se esliende por las articulacio- nes : «No soa, dice este aulor, el cerebro ni sus ventrículos el punto de partida de este humor, sino las partes esternas de te cabeza : «Extra «calvam posilae origo sunt artnrilidís; é quibus «supervacaneus humor per summa corporis »sub cute deorsum decurrit» (Patholog., li- bro VI, cap. XVIII). Riverio quiere que haya en esla enfermedad alteración de la sangre, de- bida á una sal acida y corrosiva, desarrollada primitivamente en esle líquido, y que sepa- rándose de él se difunde por las venas linfáti- cas, y les dá las cualidades irritantes de que son dedo los dolores y demás síntomas. «En pos de estas hipótesis debemos colocar otras mas célebres imaginadas por Herissant y Berthollel. Creyó el primero, después de una serie de esperimentos, muy curiosos en verdad para su tiempo, que la composición de los hue- sos, de las concreciones gotosas, y de los sedi- mentes de la orina era idéntica, hallándose constituidos por el fosfato de cal. De aqui de- duce, que la materia artrítica se separa de los huesos, y marchando por diferentes yias del cuerpo, produce los síntomas indicados (Mé- moires de VAcademie des scicnces, 1758). Hun- derlraarck admite este misma teoría (De uri- na cretácea en Opuscules efe médecine pratique por Baldinger, t. VI). No tenemos necesidad de decir que es enteramente falsa; pues ya hemos demostrado que las concreciones golosas eslan formadas por el urato de sosa y de cal, y muy rara vez por el fosfato de cal, y el sedimento urinario por el ácido úrico y los uratos. «Numerosos esperimenlos convencieron á Bertholid de que el ácido fosfórico, combinado siempre en esceso con la cal, se hallaba co- munmente en cantidad menor en la orina de las personas sujetas á la gota y al reumatismo, pero se aumentaba en ellas af aproximarse los accesos, y mientras continuaban eslos , conte- niendo entonces la orina de los golosos una proporción igual á laque se observa en los in- dividuos sanos y robustos (Journal de phisique, abril y junio, 1776). Este médico atribuve el paroxismo de la gola al esceso del ácido fosfó- rico, y pregunte si no será esle ácido, reteni- do en la sangre por falte de acción de los ríño- nes, el principio de que tanto se ha hablado en las teorías. A su parecer el acceso de gota es una crisis, un esfuerzo de la naturaleza, para espeler el esceso de ácido fosfórico acumulado en la sangre, el cual se elimina en parle por la orina y en parte por la traspiración : este ácido, según él, procede de la tierra de los hue- sos. Hasta se ha llegado á comparar estos fenó- menos de la inflamación golosa con los de la combustión fosfórica. Pero la materia de las concreciones, y la superabundancia de ácido úrico en las orinas, asi como la frecuente for- mación de cálculos, prueban que el problema es mucho mas complicado de lo que creia Ber- thollel, y que es preciso apelar á una alteración primitiva de la sangre. «Alfonso Leroy opina «que la gota dependo principalmente de un desorden en la secreción de la tierra calcárea de la economía, y con es- pecialidad de su esceso. El ácido es espelido, y se precipita la tierra que. eslaba unida á él» (Manuel eles goutteux). Esla teoría, que ha ob- tenido alguna boga, no es sin embargo mas ad- misible que las hipótesis anteriormente enun- ciadas. Aun suponiendo que realmente existie- se la superabundancia del ácido fosfórico, de las sales calcáreas ó de cualquiera olra suslan- cia , y que fuera la causa de la gola, aun asi nos faltaría determinar si dependía de una al- teración de la sangre, y cuál era la naturaleza de esta alteración. «Se ha hablado de acrimonia de los humo- res, que es lo mismo que no decir nada. Jouenne y Mariano de Saint-Ursin , en la traducción de la obra de Giannini, creyeron haber hecho un descubrimiento admirable distinguiendo una gota acida y olra alcalina: la primera eslá, se- gún ellos, caracterizada por un esceso de ácido fosfórico y por la propiedad que tiene la orina de enrojecer el papel azul de tornasol, y la se- gunda por la superabundancia del carbonato de cal y la coloración azul del papel enrojecido por un ácido (ob. cit. de Giannini, p. 132). Nada hay en esta hipótesis que esplique la pro- ducción de la gola , y ademas añadiremos que es falsa en todos sus puntos, pues no existen golas acidas ó alcalinas : las orinas son siempre acidas; y cuando aparecen alcalina-, es porque hace ya algún liempo que las ha escretadoel enfermo y se han alterado por la fermentación, ó bien porque existe alguna enfermedad en los ríñones ó en la vejiga. «Referidas ya las diferentes opiniones que atribuyen el principal papel á la alteración di los humores considerada como causa de la gota, bueno será esponer las objeciones que nace Cullen á estas teorías: 1.° segun esle médico, «ningún esperimento directo prueba que se ha- lle alterada la sangre ó los demás humores del cuerpo,» lo cual es completamente cierto. 2.° «La mayor parle de las hipótesis se hallan lan poco conformes con los conocimientos quí- micos y las leyes de la economía animal, que se las debe desechar enteramente;» esta pro- posición aun en la actualidad conserva toda su DE LA GOTA. 287 fuerza. 3.° «Suponiendo que una materia mor- bífica sea la causa de la gota, es imposible es- plicar los fenómenos de la enfermedad , sobre todo las metástasis frecuentes y súbitas de una parle á olra > esla razón no es convincente. 4.° «Los efectos de esla materia morbosa no son idénticos cuando se traslada á lal ó cual órga- no.» No debia Cullen ignorar hasla qué punto modifica los accidentes morbosos la diversidad de los tejidos y de las funciones: las escrófulas y la sífilis se manifiestan por fenómenos varia- bles segun los diferentes tejidos. 5.° «La exis- tencia de una materia morbífica no eslá proba- da por el contagio de la gota, que es muy du- doso :» eslo es verdad, pero nada prueba con- tra la alteración de los humores , pues hay en- fermedades humorales que no son contagiosas. 6.° «La enfermedad es hereditaria:» suponien- do demostrada esla proposición, lan favorable es á la hipótesis de una alteración de los hu- mores, como á la de una conformación innata de los órganos. 7.° «La suposición de una ma- teria morbífica como causa de la gola ha sido hasta ahora inúlil, pues no ha sugerido nin- gún tratamiento ventajoso.... anles al contra- rio generalmente se ha prescindido de ella en la práctica....» Bien puede añadirse que seme- jante suposición no ba producido mas que esa numerosa serie de específicos anli-golosos, que han sido perjudiciales haciendo que se pierdan de vista las indicaciones curativas (Elements ele médecine pratique, loe. cil., 1. II, p. 470). Hemos referido eslas objeciones, porque lodas ellas son importantes y muchas tienen bastante valor. Luego que hayamos espueslo las deraas doctrinas, fijaremos los caracteres esenciales de la gola, y demostraremos que es dificil dejar de admilir que su causa reside en los líquidos. «Inmediatamente después de los autores que atribuyen la enfermedad á una causa humoral, vienen los que la consideran como una afección general del sólido viviente; bajo cuyo aspecto nos pa reí ese acercan entre sí Sidenham, Boer- haave, Ilonraann, Cullen y Barlhez. El prime- ro de eslos médicos dice «que después de haber examinado con todo el posible detenimiento los diversos fenómenos de la gola, le parece que su causa es una falta de cocción en lodos los humores, por debilidad de los sólidos» (ob. cil., §. 824). Por aqui se ve, que el médico inglés hace intervenir el eslado enfermo de los sólidos y la alteración consecutiva de los líqui- dos. La debilidad de la constitución, procede, según él, de los desarreglos, los escesos en la bebida y las fatigas del espíritu: entonces se hacen mal las digestiones, y «los humores da- ñosos que se eliminaban antes con el ejercicio, se estancan en los vasos, convirtiéndose en causa de la gola.» «Boerhaave «considera como el agente pró- ximo del mal, la depravación de los nervios ca- pilares y del fluido nervioso que recorre estas parles. La alteración de esle consiste, segun él, en una acrimonia particular y en una viscosi- dad mayor, y la alteración de los sólidos en la estrechez y rigidez de los vasos. La causa primera de estas alteraciones es el mal eslado de las visceras, que no elaboran conveniente- mente el fluido nervioso, ni le dan las cuali- dades que debe tener» (afor. 1262, f263, 1265; loe. cit., p. 290 y sig.). Esta leoria, algo oscura y enteramente química por olra parle, se halla fundada en la doble alteración del sistema ner- vioso y de las funciones generales. «Hoffmann dice, que la causa interna de la podagra consiste en un espasmo viólenlo, que estira y desgarra las membranas y ligamentos fibrosos destinados á retener los huesos, y pro- duce una sensación análoga á la que determi- naría la rotura de las partes, ó una cuña que se introdujera entre ellas. Este espasmo proce- de en su concepto, de una serosidad deprava- da, salada y aere, que suministran en mayor abundancia las ariérralas mas pequeñas y las glándulas de los ligamentos; y va acompa- ñado de movimiento febril y de una inflama- ción de las parles (De dolore podagrico et ar- thritico vero; thes. palhotog. , p. 341 ; en Ope- ra omnia, l. 1, en fól., Ginebra, 1-761). Creemos que la teoría de Hoffmann es harto infundada para que pueda atraerse muchos partidarios; y aun diremos, que si no la hubiera protegido la autoridad de su nombre, no hubiera llegado á obtener ningún crédito. No nos detendremos en examinarla, pues no ilustra en modo alguno la naturaleza de la enfermedad. «La gola es en sentir de Cullen : 1.8 una enfermedad de lodo el sistema, es decir , que depende de cierta conformación general y de un estado particular de la economía; 2.° una afección evidente del sistema nervioso, en el que residen las primeras potencias motrices de lodo el organismo: las causas ocasionales que determinan la enfermedad, obran casi todas directamente sobre los nervios y el sistema ner- vioso: 3.° el estómago, que tiene una simpatía tan universal con el resto del organismo, es de todas las parles internas , la que con mas fre- cuencia se afecte de gola, y á veces con mayor intensión (Elem. de méd., loe. cil., p. 474 y sig.). Cullen considera la gota como consecuen- cia de la pérdida de tono del sistema nervioso. Empero, siesta enfermedad tiene su asienlo en el aparate de la inervación , cómo produce la secreción de uratos, los cálculos y otros acci- dentes locales análogos? Este es lo que no espli- ca Cullen, ni los demás aulores que lo han citado sin leerlo, ó que han adoptado su doctrina sin examinarla. Lo único que dice es que «la pér- dida de lono se comunica hasta cierlo punto á todo el sistema, pero donde se manifieste con especialidad es en las funciones del estóma- go»; y después añade: «Cuando sobreviene en sugelos en quienes se conserva la energia del cerebro en todo su vigor, la naturaleza redo- bla sus esfuerzos para restablecer el tono de las partes, y lo consigue provocando una afección inflamatoria en cualquier punte dejas eslremi- 388 DE LA GOTA. dades. Transcurridos algunos dias desde la apa- rición de este afección inflamatoria, se resta- blece el tono de los miembros y de todo el sis- tema , y recobra el enfermo su eslado de sa- lud.» Esla esplicacion satisfará poco al lector; pero hemos querido reproducir por completo la doctrina de Cullen, porque ha tenido cierto eco, á pesar de ser tan poco rigurosa y de no fun- darse de manera alguna en hechos concluyen- tes : ahora veremos que la de Barlhez no es pre- ferible bajo ningún aspecto. «Creo, dice este último médico, que la for- mación de toda enfermedad golosa depende ne- cesariamente del concurso de dos causas que la producen.... una que consiste en la disposi- ción particular que tiene la economía para oca- sionar un eslado específico gotoso en los sólidos y en los humores; y olra que procede de una debilidad natural ó adquirida que sufren rela- livamenle á los demás órganos los que deben ser asienlo de la enfermedad golosa..,. El es- lado goloso específico de los sólidos me parece consistir en un esfuerzo poderoso y duradero de la situación fija que lienen enlre sí las par- les del lejido^de los órganos afectados por la enfermedad gotosa, esfuerzo que determina un grado constante del movimiento tónico de sus fibras, distinto del que existe en el estado na- tural.... El eslado goloso de la sangre es un vicio de su mezcla, que intercepta en diferentes grados la formación natural de sus humores es- creraenlicios; de suerte que eslos, mas ó me- nos alterados, sufren una descomposición es- pontánea que hace predominar la suslancia ter- rosa» (ob. cit., t. 1, p. 33 y sig.). No copiare- mos mas de la opinión de Barlhez, porque lodo lo que añadiésemos seria lan ininteligible co- mo las líneas precedentes. Nadie ha sabido ja- más esaclamenle, ni aun el mismo Barlhez, qué es lo que debe entenderse por situación fija de los sólidos, al menos en patología. Por lo demás, si alguna leoria ha sido inútil para el tratamiento de la gola, ha sido esla sin duda, pues su mismo autor nada deduce de ella apli- cable á la terapéutica. «Se ha considerado la plétora como causa de la gota. El doctor Barlow abraza esla opi- nión, y la desenvuelve de una manera oscura é incomprensible en un artículo muy incom- pleto inserto en un diccionario. Cree al parecer que la plétora produce invariablemente la en- fermedad, v termina por una inflamación local (Gout, the Cyclopedia of practical médecine; pá- gina 355, t. II, en 4.°; Lond.). »Llegamos ya á una tercera serie de hipó- tesis mas limitadas que las precedentes, y que atribuyen la gola á la lesión de una función ó de un órgano determinados. Musgrave la hace consistir en una enfermedad de las glandulillas situadas alrededor de las articulaciones y en su misma cavidad , mas bien que en una afec- ción de las articulaciones mismas. En una pa- labra . dice que la gola es como las escrófulas na afección de las glándulas (De arthritide primigenia, p. 41). Ficino la considera como una inflamación de los vaso-, linfáticos; Smm- mering sostiene lambien eMa opinión , y Alard incluye la gola como otras raucha> afecciones entre" las enfermedades de los vasos blancos. Guilberl dice lambien «que esle sistema se halla esencialmente aleclado, esencialmente en ac- ción, y que la enfermedad parece dirigirse mi;s comunmente á las porciones de él que rodean al tejido fibroso» (arl. cil., Dict. des se. méd., p. 184 y siguientes). Inúlil seria Iralar de pro- bar que los vasos linfáticos no son la causa de la gota: hay doctrinas que no merecen siquiera refutarse, «Pedro Desault, médico de Burdeos, que vi- vía á mediados del último siglo, publicó una disertación en la que intentaba probar, que las causas asignadas por Dodarl y Sancloriusá la disminución de la traspiración , son lambien las que producen la gola. Es preciso nolar, dice, que esta función disminuye á medida que avan- za la edad, y que en la época en que sobrevie- ne la gota, es mucho menor que durante la ju- ventud. De aquí deduce que la disminución de la traspiración es la causa de la gola (Dissert. sur la goutte et la methode de la guerir radica- lement, ele, en 12.°; París, 1730). «Roche líala de demostrar en el artículo artritis del Diccionario de medicina y cirugía prácticas, que la gota es como el reumatismo una inflamación articular, pero que no toda la enfermedad consiste en esle elemento morboso; pues hay olro segun él, que domina al prime- ro, y que depende de una modificación parti- cular del organismo. Esla modificación es una superabundancia de materiales nutritivos, que no pudiendo ya ser espelidos por las vias ordi- narias de escrecion, acaban por depositarse en la superficie de los tejidos articulares forman- do las concreciones lofáceas, compuestas en su mayor parle de las sustancias mas animaliza- das , pues que son en efecto muy azoadas, con- teniendo una gran cantidad de" ácido úrico y una materia animal (p. 430 y sigíf. Cruveil- hier sostiene con corla diferencia la míMua opi- nión en su Anatomía patológica del cuerp humano. «Requin y Chomel dicen en su obra titulada Lecciones de clínica médica , que la gola y el reumalismo son dos enfermedades completa- mente idénticas, y que las diferencias que Iw médicos de lodos los siglos y paises han encon- trado entre eslas dos afecciones son vana» t ilusorias. Requin sostiene, que las concreciones no pueden servir para caracterizar la gola, Jf que si se las encuentra lan frecuentemente en esta úllima afección, es porque tiene su asienlo habitual en las articulaciones pequeñas. Dilicil es alegar razones mas débiles en favor de una opinión. ¿Quién ha de admilir que solo se des- arrollan los tofos porque la inflamación especí- fica tiene su asienlo en las articulaciones pe- queñas? Pues qué, no se encuentran en las vai- nas de los tendones, en las membranas sinp- DE LA GOTA. 189 viales v á veces debajo de la piel? Y cómo se esplica'la secreción de orina, tan frecuentemen- te cargada de ácido úrico y de uratos en los go- tosos? Es acaso efeclo de una inflamación es- pecífica de los ríñones? Esta coincidencia de los cálculos, por mas que no quiera admitirla Re- quin , ó mas bien , que la esplique á su mane- ra, es positiva. Concede que las personas ricas tienen el incontestable y triste privilegio de ha- llarse mas propensas á padecer el mal de pie- dra, que reconoce por causas principales una vida ociosa y regalada; pero como estas son también las de la gota, dice que no debe sor- prendernos la coincidencia de ambas enferme- dades (Lecons de clinique medícale , p. 433 y sig., I vol. en 8.°; Paris, 1837). «Scudamore se inclina á considerar la gota como una enfermedad dependiente de supera- bundancia de sangre, en atención á la energía de la circulación; enfermedad que afecte en particular el sistema de la vena porta, y con- siguientemente las funciones del hígado, unida ala producción de un cambio morbífico en los productos segregados del tubo digestivo en ge- neral, y de las venas en particular (obr. cil., p. 143). Algunos médicos, que han escrilo sin duda bajo la influencia de la doclrina fisiológi- ca , soslienen, que la gota es una flegmasia ar- ticular, cuyo asienlo primitivo se halla en el estómago (gastro artritis). «Pasamos por alto una mullilud de teorías que no lienen importancia alguna, y que se- rian buenas cuando mas para satisfacer una vana curiosidad. Preferimos detenernos toda- vía algunos instantes en los caracteres esencia- les déla gola, á fin de poder determinar, si no su causa, por lo menos las diferencias que la separan de oirás enfermedades. »Resumen.—Cuando se considera la natu- raleza de las lesiones que se encuentran en el cadáver, y los síntomas locales observados en los enfermos, puede creerse sin duda que la enfermedad es completamente local; pero cuan- do pendrando mas en el estudio de estas lesio- nes, se encuentra alrededor de las articula- ciones una materia salina formada por fosfatos y uratos de sosa y de cal; cuando se ve que va- ria la composición de la orina , que predomina en ella el ácido úrico, que eslá notablemente modificada la secreción de los riñones, que hay formación de productos muy animalizados; y cuando se considera ademas el curso remitente de los accidentes, la frecuencia de las recidivas, la eslension de las alteraciones funcionales, la impolencia del tratamiento local antiflogístico, ó de cualquiera olro, y la inutilidad de lodos los remedios empleados", es imposible descono- cer que no debe considerarse la gota como una afección local de los tejidos fibrosos y sinovia- les de las articulaciones. Hacer consistir la en- fermedad en una lesión circunscrita, es verda- deramente ignorar los principales caracteres y anologías que deben inducir á colocarla entre las afecciones generales, é imitará los médi- TOMO VIL eos que persisten lodavia en considerar las vi- ruelas y el sarampión como enfermedades de la piel, porque en este órgano es donde se mani- fiestan los fenómenos morbosos mas notables. «Enlre eslas enfermedades y la gola podria establecerse una comparación bastante esacta. En la gota , lo mismo que en las viruelas, hay determinaciones morbosas que se efeclúan mas particularmente en cierlos órganos. En la pri- mera , consisten en una inflamación local y en el depósito de una materia sui generis (urato de sosa), bien diferente de las que proceden de flegmasías (pus, serosidad), ó de lesiones loca- les de cualquier otra naturaleza (tubérculo, cáncer). En las viruelas, es la piel asienlo de una inflamación específica, lo mismo que los tejidos circun-arliculares son el punto en que viene á fijarse la materia humoral producida por la enfermedad. Los antiguos la llamaban materia morbífica; pero el ríombre importa po- co, y la verdad es que espresaban claramente el hecho, el cual se halla demasiado reconocido por la generalidad, para que dejemos de lo- marlo en cuenta. Cuando una doclrina se re- produce invariablemente en las diversas eda- des, y se la puede seguir al través de las me- tamorfosis que la hacen esperimentar las ideas de ias épocas que va recorriendo, no debe du- darse en considerarla como una doclrina sa- grada, que no es permitido combatir, pues di- ficil será que no esté fundada en una base só- lida y en hechos incontestables: tal es la doc- trina de la materia morbífica considerada como causa de la gola. Sin que aceptemos el rigoroso sentido de esla palabra , debemos confesar que representa uno de los hechos esenciales de la enfermedad, cual es la determinación morbosa que se efectúa hacia las articulaciones, y mas rara vez hacia los órganos internos. «Otras pruebas militen también en favor de la opinión que propende á considerar la gota como una enfermedad general : 1.° su curso in- termitente y bastante regular, por manera que no puede esperarse la cesación de los acciden- tes locales, hasla que haya agolado su acción la causa de la enfermedad ; 2.° el trastorno de muchas funciones; pues en efecto , á poco que dure el mal ó que se repitan las recidivas, se altera casi toda la economía ; 3.° la disposición que tiene la enfermedad á determinar diversos accidentes y á desaparecer por metástasis; k.° la frecuencia de los cálculos y la alteración de la secreción urinaria; 5 ° la propiedad de trasmitirse por herencia; (5.° Ia influencia que tiene sobre ella el régimen de vida , y 7.° la poca eficacia de los remedios. «Si se nos pregunta ahora en qué consiste esta enfermedad general, y si tiene su punto de partida en la sangre ó en el sistema ner- vioso , como afirma Cullen , responderemos que estamos dispuestos á admilir una alteración de la sangre, pero que nos es imposible especifi- car su naturaleza. Bien puede sospecharse que la superabundancia del ácido úrico ó de nía,-. 37 '290 DE I.A (¡OTA. lerias muy azoadas, sea la verdadera causa; mas se necesitaría una demostración directa para admitir semejante opinión. «Historia y bibliografía.—Es muy consi- derable el número de obras que se han publi- cado sobre la gota; pero no todas ellas mere- cen consultarse. Si se adoptara para establecer la bibliografía de la gota el método que seguía Falconnet para componer su biblioteca, no se- ria tan larga como pudiera creerse. El método de este célebre médico consistía en elegir de las obras, aun de las mas voluminosas, cinco ó seis páginas de las mejores y destruir lodo lo inú- til. Pocos libros modernos podrian resistir se- mejante prueba, sobre todo si se sometían á ella los de tantos autores que se apoderan de los despojos de otros, y escriben sin citar una sola vez las fuentes donde han bebido. »La gola era una enfermedad frecuente en- lre los griegos , ^ llegó á serlo todavía mas cuando se introdujeron en sus costumbres el lujo , los desarreglos y la ociosidad. Hipócrates menciona sus principales signos y causas , é in- dica su pronóslico en diferentes parles de la colección que lleva su nombre: pocos son los pasages que no hayamos citado ya (Aphor., sed. 6, afor. 30, 31), 50, etc.; Coác. pracnot.; Praedid.). Sin embargo, debemos observar que los antiguos, inclusos Hipócrates y otros mu- chos de los mas célebres, no siempre supieron distinguir la gola del reumatismo. «Galeno confirmó la mayor parte de los he- chos asentados por el médico griego en sus Co- mentarios sobre los aforismos de Hipócrates. Plinio dice , que la podagra era una enferme- dad rara en Italia por el tiempo en que él vi- vía (35 años después de J. C.) (Historia na- tural, lib. XXVI, sec. 64), apoyándolo en que no existia nombre latino alguno para desig- narla; pero esle argumento no tiene valor. Sé- neca, á quien ya hemos citado mas arriba, censura agriamente la depravación de su siglo, y dice que aun las mismas mujeres solían pa- decer la gola. «Celso confunde á menudo el reumalismo y la gota, de tal suerte que los signos diagnósti- cos y pronósticos no tienen siempre una apli- cación rigurosa (De medicina, p. 56 y 68, edi- ción de Almeloveen, en 8.°; Roller., 1750). El tratamiento que propone, consta de muy buenas reglas higiénicas y de gran número de medicamentos (cap. XXIV, De manuum et pe- dum articulorumque vitiis, p. 237 , obr. cit.). «Areteo conocía muy bien las diferencias que existen entre el reumalismo y la gota: «Los que están afectados de esla última enfermedad la atribuyen, unos al calzado demasiado estre- cho, otros á una marcha forzada, á un golpe ó á una presión súbita; pero ninguno hay que confiese la causa real de su enfermedad, y cuan- do se les dice que es la gota, todavía aparen- tan no creerlo» (De causis et sign. morb. diu- turn., lib. II, cap. Xll). Este aulor se espresa de una manera aun mas precisa sobre la gota cuando dice: «Commutiis omniunvarlicnlorum »dolor est arlhrilis, sed pedum dolorem poda- «grain vocamus» (loe. cit.). «Celio Aureliano afirma que el reumalN- | mo es complétame.le distinto de la gola. El ti- tulo del capítulo II, De artitrelorum passione guaní Grerci .xfipiriv vocant el de pedum elolo- re, quem podagram appellant, prueba que se hallaba establecida esla distinción entre los mis- mos griegos , y que ya se habia hecho desde la mas remota antigüedad. No pueden leerse sin admiración los párrafos que consagra esle mé- dico á describir la gola; pues indica con sumo cuidado su curso; enumera con esaclitud to- dos sus síntomas; pinta la forma de la hin- chazón articular, la deformidad de los dedos, la dirección viciosa que eslos adquieren, las concreciones artríticas, las ulceraciones de la piel, etc., ele. «También se encuentra en él una larga es- ¡ posición de cuanto? medios usaban los antiguos : para combatir la enfermedad : tópicos locales, narcóticos, tisanas de toda especie, terapéutica muy esacl.i para todas las complicaciones y Ira- lamiente higiénico , todo se halla contenido en el capítulo de Celio; cuya lectura aconsejamos á los que quieran formarse una idea esacla de la terapéutica de los antiguos, y de las drogas que han imitado después los especuladores en específicos, convenciéndose de paso de cuan fecundas son en útiles enseñanzas las obras an- tiguas (Aculorum et chronicorum morborum libri, [.' 11, p. 364 y sig., en 8.°, edic. de Ha- ller; Lausana, 1764). «Fernelio consagra muchas páginas de su Patología universal á la historia de la artrilis. Emplea este nombre en un sentido genérico, para designar todos los dolores intermitentes de las articulaciones «arlhrilis articulorum »est dolor ex intervallis fere invadens»; délos cuales distingue tres especies, que son lachi- ragra, la ischíagra y la podagra: indícalas principales causas y síntomas de la artritis, i lo que dice de eslá se aplica especialmente a la gota. Las páginas que Fernelio consagra á fi:.;mí: aors de la rna. aparato blenogeno y las segundas un desorden del croraalogeno.» «6.° Las afecciones tuberculosas consisten en una hipertrofia del tejido fibroso que com- pone el dermis, en la que loma muchas veces parle el tejido celular.» «Será posible considerar la elefantiasis de los griegos como una simple hipertrofia del te- jido celular y del dermis? No confiesa el mis- mo Cazenave que «esta enfermedad lan grave esliende sus deplorables efectos á casi todos los tejidos de la economía» ^Cazenave y Schedel, Abregé prat'ique des mal. ele la peau, p. 3J5). «Tales son los datos que han suministrado hasla ahora la anatomía y la fisiología al estu- dio de las enfermedades de la piel, siendo fácil conocer su insuficiencia y la poca solidez con que se hallan establecidos. Añadiremos para ser justos que no son nuevos, pues ya Aliberl los habia lomado en consideración. «Cada una de las partes que constituyen la piel, dice esle autor, tiene por decirlo asi enfermedades que le son propias; de lo que es fácil convencerse estudiando con cuidado la elefantiasis en el có- rion, la iclyosis en el epidermis, el prurigo en el cuerpo papilar, las erupciones varosas en los conductos sebíparos y los exantemas en el cuerpo reticular» (Monographie des dermato- ses, p. 20, en 4.°; París, 1832). «Síntomas. — Cazenave y Schedel no han tratado de hacer una descripción general de los síntomas que caracterizan las enfermedades de la piel, y casi estamos inclinados á seguir su ejemplo. En efeclo, cómo formular una sola proposición que sea igualmente aplicable á la sarna y al psoriasis, á la urticaria y al pénfi- go? Diremos por ventura, considerando lodas las dermatosis como inflamaciones «que el do- lor, la rubicundez, el calor y la tumefacción presentan en las flegmasías cutáneas una mul- titud de grados y variaciones? «La comezón , el calor, el escozor, la sensación de quemadura, de erosión , de tensión , etc., son otras tenias formas con que puede presentarse el dolor de la piel, y á cada una de ellas se refieren una multitud de grados» (Rayer, Traite therapeu- tique et pratique des mal. de la peau, 1.1, p. 10; París, 1835). «Sin embargo, no hay otra alternativa que, ó bien escribir cesas ya comunes y en su ma- yor parte inesaclas, ó enlrar en la descripción de diversos órdenes y aun de individualidades del cuadro dermatológico , como lo manifiesto perfectamente Giberl cuando dice, «que las en- fermedades de la piel producen fenómenos de- masiado variables en las diferentes especies, aunque algunos aulores hayan creído que lo- dos podían íeferirse á diversos grados de un trabajo inflamatorio primilivo, aventurándose á trazar un cuadro general» (ob. cit., p. 27). «Haciendo Devergie abstracción de los exan- temas, divide las enfermedades cutáneas en dos grandes clases , y coloca en una las que segre- gan, y en olra las que no desempeñan esta fun- ción ((Jeielques idees sur la therapentique géné- ralemán adoptee pour les mal. de la pretu en el Journ. de med. , t. I, p. 13; 184 3); pero se contenta con indicar esla división sin sacar de ella ningún partido. Sin embarco. e>le modo va antiguo de considerar las afecciones cutáneas, segun que son húmedas ó secas , es lal vez el único que se presta á derlas consideraciones de patología general de alguna importancia práctica. Fundándonos en él, ensayaremos pre- sentar sobre la patología cutánea algunas ideas, cuya responsabilidad debemos reclamar, por- que nos pertenece esclusivaraente ; ad virtiendo al lector que solo tratamos de llamar la aten- ción de los observadores hacia algunos hechos, 3ue no tenemos la pretensión de haber aclara- o completamente. «Dermatosis con secreción.—Esta primera clase comprende las afecciones vesiculosas, ¡lie- tenóides y pustulosas. Todas las enfermedades que pertenecen á eslos lies órdenes, deben considerarse como flegmasías cutáneas, que pue- den revestir la forma aguda y la crónica; aun- que hay diferencias notables que separan las afecciones vesiculosas y flictenóides de \aspus- tulosas. «Las enfermedades vesiculosas y fh'clenoi- des, ya sean agudas ó ya crónicas, producen, cuando solo invaden una pequeña ettension de la cubierta cutánea, sínlomas locales que no debemos describir aquí (v. flictenas y vesícu- las), y fenómenos generales muy leves que solo merecen una simple mención; pues por ejem- plo, un eczema agudo limitado y el zona, solo ocasionan cuando mas un poco "de liebre y al- gunos fenómenos de reacción. Pero no sucede lo mismo cuando estas afecciones, sean agudas ó crónicas, invaden una superficie considerable, ó casi lodo el cuerpo , como sucede en cierlos casos (eczema crónico, pénfigo agudo ó cróni- co) ; porque entonces son mas pronunciados Ioí síntomas de reacción , sobre lodo en el eslado agudo; mas aun entonces no son ellos los que deben llamar la atención del observador; pues los fenómenos mas importantes se verifican en las funciones perspiratorias de la piel, y en la» membranas serosas. «Algunos aulores se han esforzado en hactr resallar los puntos de contacto que existen en- tre las enfermedades de la piel y las de las membranas mucosas; pero sus tentativas no les han conducido á ningún resultado, y lal ^ era fácil preverlo. «Nosotros creemos que entre la piel y la» membranas serosas existen relaciones fisiológi- cas muy impórtenles, que debe conocer el der- matólogo. «Cuando una enfermedad vesiculosa ó flic- tenoides, aguda ó crónica [ecz-e ma v pénfigo enf- nicos), ocupa una porción considerable de la piel, la exhalación que se verifica en la super- ficie de esta puede dejar mas ó menos complt- tamenle de efectuarse; el líquido que no puedí salir al eslerior se encamina á otra parle, ob- ENFERMEDADES DE LA PIEL. 295 ndose entonces dos órdenes de fenómenos: , cual se esplica fácilmente reflexionando que es serva 1 .• se forman derrames en una ó muchas cavi- dades serosas de la economía, ya reconozcan por causa una verdadera flegmasía, ó ya resul- ten de una simple exhalación sin carácter infla- matorio, constituyendo, en una palabra, ejem- plos de esa especie de hidropesía que hemos atribuido á una modificación patológica de la estructura de la piel, ó á la supresión de algu- na secreción normal (clase I, orden 111, véa- se Hidropesías, tomo 1). 2." En oíros casos, la superficie intestinal es la que suple á la perspiracion cutánea abolida, y entonces, ó ya sobreviene una flegmasía intestinal cróni- ca, ó va una diarrea serosa, laque puede con- vertirse en un fenómeno morboso grave (véa- se TEUMIMCKÜNES). «Por úllimo, las afecciones deque acaba- mos de hablar producen algunas veces en la superficie de la piel una secreción continua y lan abundante, que no pudiendo sobrellevar la economía la enorme pérdida que se efectúa incesantemente, sobrevienen desórdenes graves en la nutrición general; se alteran las funcio- nes digestivas, y caen los enfermos en la ema- ciación y el marasmo. «Admitiendo que las afecciones cutáneas vesiculosas y flictenoides tengan su asienlo en el aparate sudorífero, tal vez se podrían com- prender los fenómenos de que acabamos de ha- blar; pero aunque no tengamos nociones ana- tómicas y fisiológicas precisas, no por eso son menos indisputables los hechos patológicos cuya I existencia se halla establecida incontestable- ] mente por la observación. Sabido es que se fa- I vorece la reabsorción de un derrame, provo- cando una erupción vesiculosa ó flictenoides artificial en la piel correspondiente, como lam- bien que sobreviene un enflaquecimiento note' bie á consecuencia de sudores repetidos y muy abundantes; y sin duda existe alguna relación entre eslos fenómenos y los que acabamos de mencionar. No obstante, sin entrar aqui en consideraciones de que ya hemos tratado en otra parte, recordaremos que importa mucho en los casos de que hablamos, que la observa- ción sea complete y severa; que antes de atri- buir el derrame que sobreviene en semejantes circunstancias á la alteración déla piel, con- viene examinar todos los órganos, la orina y la sangre, y convencerse de que la hidropesía no depende de una enfermedad del corazón, de los vasos, de los ríñones ó del hígado, ni de una alteración general, tal como la anemia, ele. »Las afecciones pustulosas muy rara vez pro- ducen los accidentes que acabarnos de indicar; en pocos casos son muy estensas en los adul- tos, y solo en los niños muy tiernos es en los que pueden tener alguna gravedad (v. impéti- so). El modo como las afecciones pustulosas de- terminan los accidentes, no es comunmente im- pidiendo las funciones perspiralorias de la piel, ni produciendo una hipersecrecion demasiado abundante , sino obrando como flegmasías; lo tas enfermedades solo interesan los folículos sebáceosy pilosos de la cubierla culánea, ó bien, según Cazenave, la red linfática. «Dermatosis sin secreción.—En esla segun- da clase se colocan las afecciones papulosas, las escamosas y las manchas. Aqui no se observa ninguno de los fenómenos que pueden existir, como acabamos de ver, en las dermatosis con secreción: la alteración se halla diseminada, y solo ocupa pequeñas superficies, separadas por intervalos en que la piel está sana conservando la integridad de sus funciones. Si á eslo se añade que las enfermedades de la clase que nos ocupa parecen pertenecer á los aparatos ble- nógeno y cromatógeno, es decir á los que están encargados de segregar un producto casi in- orgánico, será fácil comprender que las derma- tosis sin secreción sean siempre apirélícas, si- gan constantemente un curso crónico, y pue- dan existir mucho liempo sin alterar notable- mente el ejercicio de las funciones. «Curso y duración. — Las dermatosis son agudas ó crónicas, y ya hemos visto que las de nuestra segunda clase ofrecen comunmente es- la última forma. Su duración varia entre uno ó dos septenarios y muchos meses ó aun años. Se ha pretendido que las enfermedades cutá- neas son á veces intermitentes, en cuya cir- cunstancia se ha insistido mucho para estable- cer que las dermatosis reconocen por causa una lesión interna, como la existencia de un vicio herpélico, etc. Pero la observación de gran número de hechos permite afirmar, que se ha confundido casi siempre la intermitencia con las recidivas determinadas por causas comple- tamente apreciables. Asi es que bajo la influen- cia de agentes atmosféricos ó de condiciones profesionales, se ven desaparecer espontánea- mente ciertas dermatosis al acercarse el invier- no, para volverse á presentar en la primavera; pero eslo sucede comunmente , porque los pa- cientes no bien se hallan curados, cuando se esponen de nuevo á la acción de las causas que produjeron su enfermedad. Uno de nosotros ha publicado algunas observaciones que no dejan ninguna duda acerca de esle punto, y después ha recogido otras muchas que confirman com- pletamente las primeras (L-. Fleury , Memoire et observations sur le psoriasis, etc.; en los Ar- chives gen. de méd., núm. de diciembre 1836). También Devergie reconoce la verdad de nues- lro aserto , cuando dice «que no se lienen bas- tante en cuenla las influencias los agentes que .„„ „e. estemos ejercen sobre la piel, al esplicar la te- nacidad de los herpes y sus recidivas» (mem. cit., p. 16). Consideradas estas como acabamos de hacerlo, son muy frecuentes en la mavor parte de las dermatosis; pues la piel parece conservar mucho liempo una notable propen- sión á padecer las alteraciones de que ya otras veces ha sido asiento. «Tsrminaci! -\es. — En el pequeño cuadro qiv nosotros adoptamos, las afecciones que pue- S96 ENFrmiEnAM:? de la piel. den ocasionar la muerte son casi únicamente el eczema y el pénfigo, los cuales pertenecen á las dermatosis con secreción. Se ha dicho que el prurigo produce algunas veces en los viejos un enflaquecimiento y desórdenes nerviosos bastante graves para dar lugar á una termina- ción funesta; pero no podemos convenir en es- lo, pues entonces la muerto resulla siempre de una complicación. «Ya hemos dicho que los individuos sucum- ben en ciertos casos á los trastornos que sobre- vienen en la digestión y nutrición, ya por la abundancia de materiales segregados, ó ya por el desarrollo de una gastro-enteritis crónica. Los hechos de este género no permiten muchas interpretaciones; pero cuando la muerte es de- bida á una inflamación visceral (pleuresía, pe- ricarditis, neumonía, etc.), ó aun derrame, no lodos los aulores la consideran del mismo modo. »Los antiguos atribuían generalmente la ter- minación funeste á la metástasis, al retroce- so ó repercusión del vicio ó del virus herpéti- eo,y durante mucho tiempo se han fundado leonas hipolélicas y anli-fisiológicas sobre la repercusión de las dermatosis, y especialmente de la sarna, que ciertos aulores sostienen lo- davia en la actualidad (Duchesne-Duparc, Trai- te complet des gourmes, p. 23-28; París, 1842). Pero no hay un hecho concluyente que pueda invocarse en apoyo de eslas doctrinas. «Es fre- cuente, dicen Cazenave y Schedel (loe. cit., p. 46), que bajo la influencia de una enferme- dad febril accidental, se disminuya una erup- ción crónica aunque tenga muchos meses de antigüedad , y aun á veces se disipe poco á po- co hasla desaparecer del lodo, para reproducir- se de nuevo tan pronto como el enfermo enlre en la convalecencia. No falla quien dice en- tonces, lomando el efecto por la causa, que la erupción ha retrocedido fijándose en órganos importantes. Pero no hay duda que en este caso precede evidentemente la flegmasía interna á la desaparición de la enfermedad cutánea, y que esta vuelve á manifestarse con lentitud cuando los órganos anteriormente inflamados no presentan ya ningún fenómeno morboso.... Aunque la desaparición del exantema haya pa- recido coincidir algunas veces con el desarro- llo de la flegmasía anterior, lo cual es raro, tales casos nada prueban; pues bien sabido es que puede un órgano eslar ya enfermo é infla- mado desde algunos dias antes que se observe ningún fenómeno morboso apreciable. ¿A qué pues, buscar esplicaciones forzadas cuando la fisiología nos ofrece oirás completamente natu- rales?» Adoptamos sin restricción alguna eslas juiciosas palabras, y esperamos dar en breve oirás razones que las apoyen (v. Causas). «Es raro que las dermatosis se curen es- pontáneamente: esla feliz terminación casi nun- ca se verifica en las formas crónicas, ó bien no es entonces sólida la curación , y no tarda la enfermedad en presentarse de nuevo. «Complicaciones.—Las inflamaciones de la pleuray del pericardio son. como hemos dicho, complicaciones terminales bastante frecuente». del eczema y pénfigo crónicos, los cuales van acompañados muchas veces, especialmente en los viejos, de gastro-enteritis y bronquitis cró- nicas, con las que alternan en cierlos casos los síntomas cutáneos. «Pueden hallarse reunidas en un mismo in- dividuo dos ó mis enfermedades culáneas; pero eslas complicaciones nada Itencn de particular. «El diagnóstico de las enfermedades de la piel no puede estudiarse de un modo general, sino en cada uno de los órdenes del cuadro der- matológico. «El pronóstico es siempre desagradable por lo rebeldes que son la mayor parle de las afec- ciones cutáneas, y por la frecuencia de las re- cidivas; aunque sin embargo solo es funesto en el eczema y en el pénfigo crónicos, si se pres- cinde de lá elefantiasis y otras enfermedades, que no interesan esclusiva ó principalmente la piel. «Causas.—El estudio de estas es sin contra- dicción el punto mas importante de la historia general de las dermatosis; pero lodavia se halla muy poco adelantado; pues los autores no ha- cen mas que repetir hipótesis infundadas, que eslan en oposición con las sanas doctrinas fisio- lógicas y lo que nos enseña la analogía, copián- dose lodos unos á otros, sin haber pensado en demostrar por una observación atenta las sin- gulares aserciones que reproducen. «No hay duda que hallándose la piel ince- santemente en contacto inmediato con los mo- dificadores estemos, es muy natural, racional v legítimo, buscaren ellos las causas de las afec- ciones culáneas. Pues bien , esto que es lan fá- cil, y que prometía los resultados mas positivos que pueden obtenerse en etiología, no ha De- i gadoá hacerse, contentándose los autores eon algunas proposiciones vagas y oscuras, sin que nadie haya procurado sacar de los cuadros es- tadísticos una apreciación rigurosamente esta- blecida. «Por rancho liempo se ha atribuido el des- arrollo de las dermatosis á un ser misterioso llamado vicio ó virus herpe tico , fundando sobre la existencia supuesta de este agente descono- cido las mas ridiculas teorías. Se ha dichoque el vicio herpélico lenia su asienlo primitivos los humores de la economía; que las m a inf- laciones esternas ó culáneas resultaban delu esfuerzos depuradores de la naturaleza medi- calriz, y que por consiguiente era á veces mo» peligroso impedir eslos esfuerzos y hacer que desapareciese una afección cutánea, por el ries- go de que el vicio herpélico fuera á fijarse por medio de una metástasis , repercusión ó retro- I ceso, en un órgano interno, comprometiendo asi la vida del enfermo. No tenemos necesidad di demostrar cuan aventuradas son eslas diversa» proposiciones. »La sarna , considerada enlre las dermato- ENFERMEDADES DE LA PIEL. 29" sis como la en que se hallaba mejor demostrada la existencia de una causa interna general, no es ya para los hombres instruidos, sino el re- sultado de la presencia de un insecto en el cuer podel hombre; pero el descubrimiento defini- tivo del acarus scabiei no ha sido suficiente lección para los dermatólogos, pues no ha bas- tado para que desechen el vicio herpélico, ni para hacerles poner sus antiguas doctrinas al crisol de la observación. «Fundados unos en las teorías químicas de ■Silvio de le Boe y de Guillermo Colle, no vaci- lan en escribir en 1844 «que las dermatosis son la manifestación esterna de un mal interior y general, del que trata de desembarazarse la na- turaleza; de un vicio herpélico constituido por la abundancia, fluidez, degeneración de los hu- mores, predominio de la linfa y por la propen- sión del moco Á acidificarse» (Duchesne Duparc, Traite complet des gourmes, ele., p. 22 y 145; París, 1842 y 1844). «Olios, sin caer en eslas aberraciones, re- conocen que las causas esternas locales repre senlan un gran papel en la etiología de las der- matosis, pero conceden sin embargo lodavia un lugar muy impórtente á las causas internas ge- nerales, es decir, á la diátesis herpética. «Ignoramos completamente , dice Gibert, la causa de muchas enfermedades cutáneas, las que dependen á menudo de un vicio interno, de una diátesis particular que las provoca, sos- tiene y reproduce» (ob. cit., p. 15-18). «He asislido á gran número de individuos, dice Rayer, en quienes el eczema, la psoriasis, el lidien, ele., eran al parecer un fenómeno constitucional dificil de destruir, que propen- día incesantemente á reproducirse sin ninguna causa accidental apreciable» (ob. cil., p.*34). «Los herpes, segun Devergie, dependen las mas veces de un eslado general de la economia, de un vicio de la sangre y de los humores, que no podemos comprender» (mem. cit., p. 15). «Las enfermedades de la piel, dice Cazena- ve , deben colocarse en tres categorías con re- lación á sus causas: 1.° las que son puramente accidentales y sobrevienen por la influencia de los agentes esleriores; 2.° las que son produci- das por la alteración de un órgano interno, y 3.° las constitucionales adquiridas é innatas, de- bidas á la influencia de una disposición orgáni- ca particular que puede trasmitirse por heren- cia (mem. cit., p. 68). «Nos detendremos en esta última división, que aceptamos, modificándola del modo si- guiente: «Las enfermedades culáneas son produci- das las mas veces par causas esternas perfec- tamente apreciables. »En algunos casos raros suelen coincidir con afecciones gaslro-inleslinales, hepáticas, etc., pero no eslá probada la existencia de una rela- ción de causa á efecto entre estos dos órdenes de enfermedades. «Esceptuando la ictiosis, que es congénita TOMO VIL y á veces hereditaria, suelen desarrollarse las dermatosis sin causa alguna apreciable , y sin que por eslo puedan atribuirse á una altera- ción general especial, á un vicio herpélico, o disposición orgánica particular Irasrailida por herencia. «Nos detendremos un momento en eslas pro- posiciones, apoyándolas en algunos hechos, que aunque no son bastantes para decidir la cues- tión , lienen sin embargo un valor que no pue- de negarse. Uno de nosotros (L. Fleury) sigue constantemente en el hospital de San Luis ha- ciendo observaciones estadísticas con el objeto de dar una base sólida al estudio eliológico de las dermatosis, y espera que bien pronto po- drá confirmar los resultados que ha obtenido hasla ahora, y que son los siguientes. «En 79 observaciones (50 psoriasis, 25 ec- zemas, 3 impétigos v 1 pénfigo) recogidas cui- dadosamente, 51 veces se habia desarrollado la enfermedad bajo la influencia de una causa es- lerna evidente ó muy probable, y las 28 res- tantes no ha podido de ningún modo saberse la causa. Examinemos ahora las diversas causas predisponentes y determinantes que indican los aulores, y veamos lo que nos enseña la ob- servación respecte de cada una de ellas. »A. Causas predisponentes. — 1.° Trasmi- sión hereditaria.—Todos los dermatólogos dicen que tiene una influencia considerable; y he aquí como se espresan Cazenave y Schedel. «Nada mas común que encontrar enfermedades de la piel en las personas cuyos padres las habían padecido» (obr. cit., p."48). Rayer (loe. cil., p. 34) asegura que la influencia de la trasmi- sión hereditaria es uno de los hechos que se hallan mejor establecidos en patología, y que muchas veces sigúela ley de las semejanzas y en ciertos casos la de los sexos. La ictiosis se tras- mite por via de herencia. Mas en las 79 obser- vaciones, de que hemos hablado, como también en un número considerable de enfermos obser- vados por uno de nosotros, no ha sido posible justificar una sola vez la influencia de la tras- misión hereditaria; y creemos con J. Frank, que esla influencia solo se estiende á las condi- ciones de la piel, las que en efecto suelen tras- mitirse á veces. Pueden muchos miembros de una familia padecer afecciones cutáneas, por- que lodos tengan una piel fina, blanca é irri- table. »2.° Edad.—El pórrigo y el impéligo de la piel del cráneo, son mas frecuentes durante la primera edad; el acné se presenta con prefe- rencia en la juventud ; y el prurigo es una afec- ción propia de la vejez'. Enlre los 79 enfermos observados por uno de nosotros, 9 lenian de 14 á 20 años. 20----de 21 á 30 19----de 31 á 40 12----de 41 á50 9----de 51 á 60 1----de 61 á70 »3.° Sexo.—Algunos aulores aseguran qne 38 i'.iS ENFERMEDADES DE LA l'IEL. las enfermedades cutáneas son mas frecuentes en las mujeres. Por nuestra parte, aunque en las 79 observaciones citadas solo s¿ emulaban , 40 hombres y 39 mujeres, creemos que las der- matosis son mas cora unes en los primeros á ; causa de lis profesiones que ejercen. , »4.° Constelación y temperamento.—Ni | hay constitución alguna segun Gibert (loe. cit., ! p.~20), que esté absolutamente exente de pa- : decer las dermatosis; sin embargo, dice que j los individuos linfáticos y linfático-sanguíneos ¡ están espuestos principalmente á los herpes , furfuráceos y escamosos; los sanguíneos y san- i guineo-linfáticos, á los crustáceos y llaveseen- i les, y los biliosos y melancólicos, á los pusluio- ¡ sos y escamosos. Cazenave (mera, cit., p. 66), i asegura que el ¡mpéligo es muy frecuente en ; los linfáticos; pero jamás hemos podido com- probar la esaclilud de tales aserciones. «Las condiciones que favorecen el desarro- llo de los herpes, dice Gibert, deb.ra buscarse especialmente en la misma organización de la piel. Si esta es fina, delicada y se deja penetrar fácilmente por la sangre, se halla mas espues- ta á tales enfermedades, y cuando está arru- gada, marchita y oleosa, predisponed las erup- ciones papulosas, porque desempeña mal sus funciones.» Nuestras propias observaciones con- firman las de esle autor: enlre 39 casos, era la piel fina y blanca en 21, en 12 morena y grue- sa, y en 6 no presentaba caracteres marcados. »5.° Profesiones.— Las profesiones repre- sentan un papel muy impórtenle en el desar- rollo de las dermatosis: todas las que esponen á la humedad, á las vicisitudes atmosféricas, á las variaciones repentinas de temperatura, á un ¡ calor muy considerable, al contacto de líquidos irritantes* y de polvos metálicos ó de cualquier J olra especie, como los de algodón ó de lana, y ¡ las que obligan á vivir en una suciedad habí- j tual, son causas predisponentes cuya acción no ¡ puede dudarse. j «Entre los 79 individuos de que hemos ha- ¡ blado, se encontraban: «7 cocheros, jornaleros, canteros ó toerca- | deres que venden sus géneros por las calles; individuos que se halla« espuestos á las vicisi- tudes atmosféricas. «17 herreros, mecánicos, fundidores de mé- teles, azogadores, cocineros, planchadoras y pasteleros; que necesiten sufrir la acción de una temperatura muy elevada. «9 cardadores de lana ó de algodón, trilla- dores de granos, bruñidores de lelras y lavan- deras; los cuales se hallan espuestos al contac- to de sustancias irritantes. »A las profesiones que acabamos de referir es preciso agregar las de panadero, droguero, albañil, deshollinador , carnicero, marinero y comprador de ropa vieja, etc. (J. Frank, Pa- thologie interne, ed. de la Encyclop. des se. méd., l. II, p. 8). »6.° Alimentación.—Lorry insiste especial- mente sobre la influencia que ejorcen los Ci- mentes demasiado ardientes, abundantes y com- pu "slos esclusivanienle de carnes, pescados ó de sustancias saladas ó condiinenladasJ_/>e mor- bis cutaneis tractaius, p. 39; !»arís, 1777). Ca- zenave y S'hedel hablan de la influencia que Wcm una alimentación insuficiente y mal sana. »7 ° Climas g esteiciones.—Las enfermeda- des culáneas son mas frecuentes, intensas y graves en tes paises calientes y húmedos, como sucede especialmente en Grecia, en la Palesli* na, en E-ipto y en la India. En Europase presentan^ con mas frecuencia en la Bretaña; en Flandes, en Holanda, en ciertas partes de Inglaterra y de Escocia , en las cosías del llolí- lein y de lá Noruega, en la Crimea y en las ori- llas del Danubio (Cazenave v Schedel, ob. cil., p. 49). «Las enfermedades de la piel se desarrollan sobre todo en primavera, estación en que son frecuentes las recidivas, y cuya influencia , á nueslro modo de ver, es mayor en la psoriasis. De 50 casos de esla dermatosis observados por uno de nosotros (L. Fleury, mem. cil.), en (J desaparecía la enfermedad espontáneamente du ranle el otoño, para volverse á presentaren la primavera; lo que no sucedió en ningún caso de 29 que pertenecían á diferentes enfermedades »8.° Habitación—Las enfermedades de Ja piel son mas comunes en las grandes poblacio- nes y en los parages estrechos, bajos, húmedos, oscuros y mal ventilados. »9.° Gesto.— Los ejercicios violentes, sobro lodo después de la comida (Lorry, ob. cit., pá- gina 43), los movimienlos musculares, todo lo que provoca y sostiene una traspiración abun- dante, las fatigas, los trabajos intelectuales y las vigilias muy prolongadas, predisponen tam- bién é padecerlas. «10. Causas fisiológicas.— La época de la primera dentición, la pubertad, la edad crítica, la preñez (Rayer), y el abuso del coito, 6 mas bien, segun Lorry (loe. cit., p. 45), la castidad demasiado prolongada, se consideran igualmen- te como causas predisponentes. «11. Causas patológicas.—las incluiremos entre las determinantes. »B. Causas determinantes.—1.° Fisiológi- cas.— El trabajo de la primera dentición va acompañado de un estado congestivo de la ca- beza y de una irritación de las encías, que en ocasiones producen el eczema, el irapéligodí las orejas, de la cara y del cuello. Sabido es que en esla época de la vida suelen observarse man- chas eritemalosas ó aun erisipelatosas, conoci- das por el vulgo con el nombre de fuego de h dentición. Sin embargo, conviene no atribuir á este trabajo fisiológico fenómenos que mo- chas veces dependen de causas esternas, como la falta de limpieza, el contacto de pañales de- masiado ásperos, de la orina , de las materias fecales, etc. Billard (Traite des malael. des en- fants, p. 117; París , 1833), y Trousseau (Da feux de dents et des gourmes en el Journ. dt\ conn. médico-chirurg., núm. de julio. 1842).— ENFERMEDADES DE LA PIEL. 299 De Verisypele chez les enfants a la mamelle, en el Journ. de méd., número de enero, 1844), han demostrado cuanlo influyen estas últimas causas. «El trabajo fisiológico que preside al desar- rollo del sistema piloso, es en nuestro concep- to una causa muy importante, cuyo influjo se ha desconocido completamente; pues cualquie- ra diria que ni aun lo han sospechado los au- lores. «El eczema y el ¡mpéligo de la piel del crá- neo que se observan en los niños, y que algu- nos médicos designan lodavia con el nombre genérico y poco científico de usagre, atribuyén- dolos á alteraciones internas y generales, al vicio herpélico (Duchesne-Duparc, ob. cil.); en el mayor número de casos no son á nueslro modo de "ver otra cosa que un resultado de la exageración del trabajo fisiológico que se veri- fica en los bulbos pilosos. «Lo mismo sucede con el acné que se pré- senla en el menlon de los jóvenes hacia la épo- ca de la pubertad; pues vemos que sus pústu- las se desarrollan en los puntos que deben ocu- par los pelos, los cuales aparecen en medio de ellas. Nosotros hemos visto individuos, cuyos pelos lodos iban de este modo precedidos de la presentación de una pústula, y que después de haber tenido la cara cubierto de granos, á ve- ces por muchos años, se vieron enteramente libres de lal incomodidad, lan pronto como se completó la evolución de la barba y de las pa- tillas. «Se han atribuido muy á menudo y sin ra- zones suficientes á la masturbación (Gibert, loe. cil., p. 25) acnés que no reconocían otra causa que la que acabamos de indicar. «Oíros hechos hay que confirman también las ideas que acabamos de emitir, como el de que en ciertas personas se desarrollan pústulas de acné al nivel de cada pelo por la sola acción de la navaja de afeitar. «No nos cansaremos de inculcar las propo- siciones precedentes, pues fácilmente se com- prenderá la importancia que tienen, recordando lo que se ha escrilo sobre las causas y naturale- za del usagre, el peligro de hacerlo desapare- cer, ele. »2.° la cara cubierta de un eczema ,(L. Fleury). »No hablaremos del contagio que produce el sarampión, la escarlatina," las viruelas, la sarna y el favus; pues enlre las dermatosis pro- piamente dichas no hay ninguna que se tras- mite de este modo. Tampoco reinan en forma epidémica ó endémica, loque no sucede en el sarampión , la escarlatina y las viruelas , que son muchas veces epidémicas; y en la elefan- tiasis de los árabes, la de los griegos, el mollus- cum , la pelagra y la pústula de Alepo; que se hallan casi esclusivaraenle limitadas á cierlos paises. »B. Applicaia. — Los vestidos demasiado apretados (ligas, lazos, etc ), las lelas de lana y las pieles aplicadas inmediatamente sobre la piel, producen con bastante frecuencia lasder malosis. Nada mas común que ver erupciones producidas' por cosméticos de mala naturale- za, que contengan sales de mercurio, de plo- mo, ele. El eezema, el impéligo y la psoriasis de las manos y brazos han dependido en 7 ca- sos de 79 de la inmersión de las estremidades superiores en agua jabonosa demasiado calien- te, en la de javelle , ele. »C. Ingesta.— Las afecciones exantemáti- cas (eritema urticaria) pustulosas ó aun esca- mosas (Lorry)son aveces producidas por la in- gestión de alimentos acres, ahumados, salados é irritantes; por la de hongos, vinagre, pepinos en adobo, de vino (Lorry), de ciertos pescados ó mariscos (almejas, cangrejos de mar, ostras, gámaros etc.), de sustancias de mala calidad y averiadas( Aliberl). Algunas veces es inesplica- ble la acción de los ingesta , pues se han visto erupciones ocasionadas por el uso de la miel, de las almendras, fresas, frambuesas (Cazena- ve y Schedel), manzanas, arroz, y por el de la harina de avena (Lorry , loe. cit., p. 37). »D. Percepta.—Las emociones morales vi- vas, como la cólera, el dolor, la alegría v el miedo , son causas determinantes, cuya acción se halla al parecer demostrada. Aliberl Gibert (loe. cit., p. 26) y Biell (Cazenave v Schedel loe. cil., p. 54) refieren algunos hectíos de este género, cuyo valor seria.difícil negar. Cazena- ve ha mencionado recientemente dos ejemplos de herpes circinnalus é iris y de impéligo, oca- Causas higiénicas.—A. Circunfusa.— ( sionados por una emoción moral intensa (An- Una temperatura muy subida puede producir nales des mal. de la peau, números de marzo v inmediatamente una erupción cutánea. La ac- julio 1844). ipcion cion del sol es una causa bastante frecuente -isi del eczema como del liquen; y ya hemos di- cho que la elevación de temperatura fue al parecer la que determinó la dermatosis 17 ve- ces entre 7.t. Lo mismo sucede con respecto á los polvos irritantes esparcidos en la atmósfera (véase Profesiones). Muchos casos hemos visto en que el eczema y el impéligo dependían de la esposícion á una corriente de aire frió y hú- medo: una mujer que caminaba en diligen- cia, y cuya cabeza estovo espuesta toda la' no- che al contacto de este agento, por eslar roto üii cristal, apareció por la mañana con toda i-4). «Ges/a.—Todas las causas predisponentes de este género pueden hacerse determinantes y ya las hemos dado suficientemente á conocer. 3.° * Causas patológicas. — Aplicaciones es- ternas.—Son muy numerosas v frecuentes es- tes causas de las erupciones culáneas; pues nada mas común que ver un eczema , n'n her- pes, un impéligo, y mas rara vez una psoria- sis , desarrollarse á consecuencia de la aplica- ción de sinapismos, vejigatorios (L. Fleury) 300 EINFEUMEDADIS DE LA PIEL. rítanle cualquiera, y aun á veces, de un simple pedazo de toldan gomado (L. Fleury); de fric- ciones con pomadas, ungüentos ó linimentos ir- ritantes, franelas, cepillos ,L. Fleury), con la pomada cetrina ó mercurial; del uso de los baños de mar (Cazenave y Schedel), ó de las aguas minerales escitanles (L. Fleury). «Hemos procurado averiguar, si existe al- guna relación entre la naturaleza de la causa esterna y la clase de la enfermedad que pro- duce; y aunque no hemos obtenido resultados concluientes, creemos poder decir, que las causas que obran con intensidad sobre un pun- to circunscrito de la piel (vejigatorio, cauterio, sinapismos, fricciones, inmersión en un líqui- do irritante, ele), ocasionan mas bien el eczema ó el impéligo; mientras que las que ejercen su acción sobre toda la cubierta cutánea (es- posicion á una temperatura elevada , á los pol- vos irritantes , etc.) determinan especialmente la psoriasis. »B. Medicamentos internos. — La adminis- tración de! bálsamo de copaiba, de la belladona, de la cubeba , de los aromálicos , sodoriíicos y aceites esenciales, produce á veces erupciones exantemáticas ó vesiculosas. »G. Enfermedades. — Independientemente del lupus, que nosotros consideramos como un síntoma de las escrófulas, el impéligo se pre- senta las mas veces , segun Cazenave, bajo la influencia de eslas causas. »La sífilis constitucional es, como nadie ig- nora, la causa de una clase entera de enferme- dades cutáneas. «La gota, el reumatismo (Ludwig, Lorry, Pouleau , Rayer) y el escorbuto, se consideran también como causas de las dermatosis; pero no hay á nueslro parecer prueba alguna que apoye semejante opinión. «Lorry, Darwin, S. Plumbe, Cazenave y Schedel y otros muchos autores, conceden una influencia muy considerable á las enfermedades crónicas del tubo digestivo; pero Rayer combate estas ideas, á las que se oponen también nues- tras propias observaciones. «Las mas veces, dice Rayer (loe. cit. p. 30), se halla enteramente sano el aparato digestivo en los que padecen inflamaciones crónicas de la piel; y aun cuando fuera mas frecuente en- contrar la coincidencia de las flegmasías cutá- neas con las afecciones del estómago , del hí- gado ó del bazo, no por eso podria deducirse que las primeras eran simpáticas de las últi- mas, pueslo que pueden resultar de una mis- ma causa. En resumen, si bien es incontesta- ble que ciertos alimentos ó medicamentos in- troducidos en los órganos digestivos, y algunas afecciones gastro-inleslinales, son capaces de ocasionar diversas erupciones cutáneas ; tam- poco está menos demostrado que la escuela galénica, y en estos últimos tiempos la fisioló- gica, han exagerado esta influencia, la una atribuyendo á las alteraciones de la bilis, y la otra á la escitacion del estómago, resultados en que no puede probarse tengan habilual- menle una parle activa.» «Reproducimos este pasage, porque lo cree- mos conforme á la verdad, y poique refuta una opinión acreditada, que nos parece perjudicial á la sana terapéutica de las enfermedades de la piel ^v. Tratamiento). «Entre las 79 observaciones recogidas por uno de nosotros, la coincidencia de una gastro- enteritis crónica existía únicamente 4 veces, hallándose en los deraas casos perfectamente sano el tubo digestivo. «Las enfermedades del bazo, de los ríñones Y de los óryanos respiratorios , no tienen nin- guna influencia demostrada en la producción de las dermatosis; pero no sucede enteramente lo mismo con las del hígado. «Ninguna relación apreciable existe enlre las enfermedades de la piel y los Iraslornos de la menstruación y las flores blancas; los herpes lácteos han perdido ya lodo su crédito en la opinión de los observadores severos é instruidos. «Las dermatosis se desarrollan muchas ve- ces sin causa alguna apreciable ó por causas esternas muy leves. En los casos de este géne- ro no hay duda que es preciso admitir una predisposiciem cuya naturaleza ignoramos: pero creemos que es mas lógico atribuirla á las con- diciones individuales de la piel del enfermo, que á una alteración general, un vicio, un vi- rus, cuya existencia no está demostrada , ni es necesario admitirla hipotéticamente. »Tr\tamientj.—No queremos imitar á Ra- yer, ocupándonos aquí detenidamente de cuan- tos medicamentos se han empleado conlra las dermatosis; pues seria esponernos sin utilidad alguna á numerosas repeticiones. En este ar- tículo de patología general solo nos ocupare- mos de las principales indicaciones terapéuti- cas de las afecciones cutáneas. «Deberán respetarse en ciertos casos las dermatosis ? habrá algún peligro en hacer que desaparezcan? Esta cuestión se ha resuello de dos diferentes modos. »Los que admiten laexistencia del virus her- pético, y consideran los fenómsnos morbosos cu- táneos como resultado de los esfuerzos depura- dores de la naturaleza, creen que conviene mu- chas veces respetar las dermatosis, sobre lodo el usagre de los niños. Duchesne-Duparc (loe. cil., p. 23-24) quiere que en lugar de comba- lirias se favorezca «el trabajo de eliminación eslablecido por la naturaleza, y que mantenido en sus justos límites es mucho mas á menudo un medio de purificación y de salud, que una causa de aniquilamiento y de peligro.» De esta opinión participan muchos prácticos. »Por nuestra parte creemos que este es u» error de que son víctimas muchos niños , y al que no podemos menos de oponernos con todas nuestras fuerzas. «Haciendo abstracción de toda leoria pato- génica, se halla demostrado por la observación, que jamás debe respetarse una dermatosis por ENFERMEDADES DE LA PIEL. 301 sí misma, y que nunca hay peligro alguno en hacer que desaparezca por medio de un trata- miento racional, cuando es reciente y aguda. «Cuando una inflamación aguda de la piel (eczema, herpes, impéligo) sobreviene durante el curso de una afección interna, puede ser úlil respetarla por algún liempo ó aun favorecer su de-arrollo, únicamente por la razón de que la flegmasía espontánea de la piel obra como re- vulsivo, y del propio modo que una inflamación .culánea artificial, producida por un sinapismo, vejigatorio etc. Trousseau establece perfecta- mente este punió, y advierte con razón, que aun en semejantes casos es preciso limitar la derma- tosis, sin permitir que invadasuperficies dema- siado considerables, ni que dure mucho liempo (Des feuxde dents et des gourmes, en el Joarn des conn. med-chir, número de julio, 1842). «Aliberl y Cazenave han vislo algunos en- fermos que se libraban de tener accesos de as- ma, de ¿ola ele, mientras les duraba un ecze- ma ó cualquier olra afección de la piel, y que padecían accidentes graves lan pronto como desaparecía la dermatosis, siendo evidenle que en tales circunstancias «es prudente abstener- se de curar una enfermedad esterna, que en úllimo resellado tiene pocos inconvenientes, al paso que la enfermedad primitiva vá acompa- da de un peligro mas ó menos considerable.» (Trousseau, loe. lil.) «En las afecciones crónicas de la piel ira- porta mucho tener en cuenla la división que mas arriba dejamos establecida. «Las dermatosis que no van acompañadas de ninguna secreción (psoriasis) pueden curar- en lodas sus épocas, cualquiera que sea su gra- do de intensidad; pero no sucede lo mismo en las dermatosis con secreción, pues cuando son antiguas, se hallan en el mismo caso que los ve- jigatorios ó cauterios que se han convertido en un eniuiilorio habitual, siendo muchas veces espueslo suprimirlas repentinamente. Entonces pues conviene combatir de un modo parcial la afección culánea en corlas superficies, de mo- do que desaparezca gradualmente, adminis- trando al mismo liempo algunos purgantes ó aplicando un vijigatorio, que deberá suprimir- se á su vez, después que desaparezca comple- tamente la dermatosis. «Lo que acabamos de decir sobre las afec- ciones crónicas de la piel concurre también; á demostrar lo peligrosas que son las doctrinas patogénicas que hemos combatido. Los que guiados por ideas hipotéticas, consideran el des- arrollo ele una dermatosis como un fenómeno de purificación , respeten la enfermedad en el es- tado agudo, es decir, cuando puede tratarse, no solo sin inconvenientes, sino lambien con ven- tajas, y la combaten cuando pasa al estado crónico, en el que no deja de ser peligrosa su desaparición. »Al proceder al estudio de la terapéutica general de las afecciones de la piel, se presen- ta desde luego una cueslion muy importante. «Será preferible la medicación interna á Ja esterna? «Convienen en lodos los casos los me- dios locales? Bastan las aplicaciones esternas para conseguir la curación (Cazenave y Sche- del)? «Muchos médicos responden por la negati- va á estas últimas cuestiones. ^Medicación interna.— Los aulores que con los antiguos, especialmente con la escuela ga- lénica , atribuyen todavía las enfermedades de la piel á un virus, á una alteración de los hu- mores ó de la sangre, quieren que se recurra siempre á un tratamiento interno para comba- tir el vicio herpético, y prescriben los depura- tivos , en cuya clase enumeran las achicorias, la bardana, la fumaria, la genciana, el pensa- miento, la dulcamara, la zarzaparrilla, el lú- pulo, los amargos, los tónicos, los sudoríficos, los purgantes, los diuréticos, etc. (v. Gibert, obr. cil., p. 37 y sig.) «También respecto de este punto nos vemos precisados á combatir la opinión común , di- ciendo que no existen hechos bien observados, que demuestren la utilidad del tratamiento in- terno ó el peligro de no usarlo , en cuanto á la causa próxima de la dermatosis. No se infiera sin embargo de estas palabras , que deseche- mos completamente la medicina interna del tratamiento de las enfermedades culáneas; pues creemos por el contrario, que es necesa- rio recurrirá ella en casos bastante numerosos, que pueden reducirse á los siguientes. »1.° Cuando sobreviene una dermatosis en un individuo debilitado, de mala conslilucion, escrofuloso, atacado de sífilis constitucional, de escorbuto, ele, es útil, y muchas veces in- dispensable para curar la afección culánea, em- plear un tratamiento interno contra la afección general; pero esla no es mas que una compli- cación , y la conducta del práctico en nada di- fiere de la que debe observar en lodos los casos en que existen en un mismo individuo dos afec- ciones que influyen mas ó menos una sobre olra. Deberán pues usarse los amargos, los marciales, los tónicos, los específicos, ele, se- gun las circunstancias »2.° Cnando una enfermedad culánea es antigua ó resiste á los medios locales, conviene prescribir los purgantes, los diuréticos, como derivativos, ja sea para evilar los accidentes que acompañan á veces á la desaparición de las dermatosis crónicas, ó ya para promover en los órganos digestivos ó urinarios una irri- tación , una fluxión derivativa, que favorezcan el tratamiento local; así como en las flegmasías internas provocamos una irritación ó una flu- xión artificial en la piel, para auxiliar el méto- do curativo de ia afección visceral profunda. «3/ Cuando una enfermedad cutánea, aun- que no sea específica, resisteá los medios ló- sales y á la medicación interna racional que acabamos de referir, es preciso emplear una medicación empírica, cuya eficacia está com- probada . aunque no conocemos su modo de Kl ENFí.nMETV'.DtS DC !. \ riEl.. obrar; nos referimos á los sulfarosot, y á las preparaciones arsenicales y de cantáridas, que tentó valor tienen segun los d mmi ilólog >s in- gleses y los discípulos de Bietl, esencialmente Cazenave y Schedel. «Los sulfurosos, qu<í por ra-icho tiempo se han considerado como específicos de las derma- tosis , han perdido mucha parte del prestigio deque gozaban desde que son mas rigurosas las observaciones médicas. «Si los sulfurosos, dicen con razón Cazenave ySch.'del (loe. cil., p. 70), han sido muy eficaces en cierlos casos, no solo han dejado de serlo en oíros, sino que han aumentado notablemente la afección cu- tánea. El uso de eslos medicamentos e\ige mas hábito y esperiencia de loque generalmen- te se cree, y muchos práclicos continúan toda- vía aplicándolos sin discernimiento en un con- siderable número de casos en que contribuyen á agravar el mal.» «Generalmente no son úliles los sulfurosos tnas que en las afecciones culáneas crónicas. «Sin negar de ningún modo las ventajas que se han obtenido de las preparaciones arse- nicales y de cantáridas, que algunas veces son un medio heroico, y sin querer atribuirles una influencia funesta sobre la economía, pues sa- bemos que dirigidas por una mano hábil y prudente, pueden administrarse sin temor de que sobrevengan accidentes graves, no vacila- mos en afirmar , que el uso de estos medica- mentos no carece siempre de inconvenientes , y que se ha estendído con exageración, aplicán- dolo en un sinnúmero de casos en que reme- dios locales, mucho mas inofensivos, habrían procurado una curación mas rápida é igual- mente duradera. »La psoriaris es una de las enfermedades de la piel contra la cual se han recomendado y prescrito mas frecuentemente los medica- mentos de que hablamos; pero uno de nosotros ha demostrado, que pueden reemplazarse con ventaja por un tratamiento puramente ester- no (L. Fleuri, mem. cil.) «Creemos estar de acuerdo con las leyes de la observación y de una sana práctica ai afir- mar , que las preparaciones de arsénico y de cantáridas solo deben usarse en las enfermeda- des de la piel que hayan resistido á todos los medios prescritos por la terapéutica racional. » Medicación estema. Contra la autoridad de Lorry, y con mas energía que los dermatólogos contemporáneos, proclamamos los medicamen- tos estenios como los remedios mas eficaces, mas seguros y rápidos, que pueden oponerse á las enfermedades de la piel. ¿Y cómo podria ser de otra manera? Cómo una clase de remedios que obran directa é inmediatamente sobre una afección que en el mayor número de casos se desarrolla bajo la influencia de una causa lo- cal, no ha de producir la curación mejor que los remedios indirectos? La medicación esterna sa emplea en la actualidad mucho mas que al- gunos años hace; pero nadie le hi dado lugar l in preferente en el tralaraienlo de las enfer- medades de l,i piel . como el profesor Einerj, en cuyas salas heuns tenido ocasión, durante muchos a fus, de comprobar sus buenos resulla- dos. Este médico lia hecho un servicio impor- tante a la lerapeúlida , librándola del yugo de una vana y fastidiosa farmacopea, para Iraerla de nuevo á u:i método sencillo y racional. «La medicación esterna varia esencialmen- te, segun que la enfermedad es crónica ó agu- da, y por lo tanto varaos á enumerar rápida- mente las indicaciones que se refieren á cada una de eslas formas. »Dermatosis agudas. Reclaman un trata- miento antiflogístico severo; se prescribirán las emisiones sanguíneas locales, procurando aplicar las sanguijuelas hacia los límites de la superficie enferma; los emolientes en forma de baños, de cataplasmas, de lociones ó de po- madas. «A propósito del tratamiento esterno debe recordarse especialmente lo que digiinos sobre los sulfurosos, y es que los médicos consideran con demasiada frecuencia estas preparaciones como un remedio umversalmente provechoso, y recurren á ellas en las flegmasías agudas de lá piel, agravándolas con el uso intempestivo de sustancias irritantes, que no producen olro efec- lo que el de exasperar la inflamación. »Dermatosis crónicas. En esla forma de la enfermedad, es preciso modificar la vitalidad de la superficie afecta, y esle resultado se ob- tiene por medio de la medicación perturbadora óectrótica. Los baños ó los chorros de vapor, la fumigaciones aromáticas, sulfurosas ó mer- curiales, los baños de aguas minerales de dife- rentes especies, los baños alcalinos ó de su- blimado, losds mar, los tópicos que contienen preparaciones de azufre, de plomo, de iodo, da mercurio ó de brea; los vejigatorios aplicados loco dolenti, las cauterizaciones , ele, forman la base de eslas dos medicaciones. «Naturaleza y asiento. Siguiendo Herean (Des parasites catanes chez Vhomme; París 1842.) el ejemplo de Rivin, refiere lodas las afecciones culáneas á la presencia de insectos vivos en el cuerpo del hombre; pero osla opi- nión no necesito refutarse. «Rayer considera todas las dermatosis como flegmasías cutáneas. En el estado actual de la ciencia no es posible sostener esta generaliza- ción. Las afecciones vesiculosas y pustulosasJ acaso las papulosas, son muy probableraenw cutitis; pero los exantemas no son tal vez sino congestiones, y se ignora completamente la naturaleza de las enfermedades escamosas. »En cuanto al asiento de las dermatosis, no podemos hacer mas que repetir lo que digímos en el párrafo consagrado á las alteraciones ana- tómicas. «Clasificación. No fatigaremos al lector con la esposicion de las numerosas clasificaciones á que se ha sometido las enfermedades de la niel; porque espondriamos su paciencia á una dura ENFERMEDADES DE LA. PIEL. 303 prueba sin compensación alguna. Nos contenta- remos con indicar las de los principales der- matólogos modernos. nClasificacion de Alibert. Este autor divide las enfermedades de la piel en doce grupos, que comprenden 48 géneros , y un número in- finite de especies; hé aquí su clasificación. «Grupo I. Dermatosis eczematosas. «Géneros: 1 , eritema;—2, erisipela;— 3 , pénlteo;—¡ > zosler;—5, flisacea;—6, cni- dosis;—-7 , epinictides;-8, oloflidides ;—9, ofliclides;—10, piro-fliclides;—i 1, carbun - co;—12. furúnculo. • Grupo II. Dermatosis exantemáticas. «Géneros: I, viruelas;—2, vacuna;—-3, morriña;—4 , varicela;—5, nirle;—6, roseo- la;—7, sarampión;—8, escarlatina;—9, miliar. «Grupo III. Dermatosis tinosas. «Géneros: 1, acora;—2, pórrigo;—3, favus;—k, tricoma. «Grupo IV. Dermatosis herpéticas. «Géneros: 1 , herpes ;—2 , varus;—3, melilagra;—4 , esliomeuo. «Grupo V. Dermatosis cancerosas. «Géneros: 1, carcina;—2, keloides. «Grupo VI. Dermutosis leprosas. «Géneros: 1 , leuce;—2, spíloplaxia;— 3, elefantiasis;— 4, radesige. «Grupo Vil. Dermatosis virulentas. «Géneros: 1, sífilis;—2 , micosis. «Grupo VIH. Dermatosis estrumosas. «Géneros: 1 , escrófulas;—2, lampa- rones. • «Grupo IX. Dermatosis escabiosas. «Géneros : 1, sarna;—2, prurigo. «Grupo X. Dermatosis hematosas. «Géneros: 1 , peliosis;—2, petequias. «Grupo XI. Dermatosis discromatosas. «Géneros: 1, paño;—2, acroma. «Grupo XII. Dermatosis heteromorfas. «Géneros: 1, ictiosis;—2, tilosis;—3, verruga;—4. onigosis;—5, dermatoüsis; — 6, nevos. «A esla clasificación la condecora Aliberl con el nombre de natural. No reproduciremos lodas las consideraciones que se han espueslo para demostrar cuan usurpado es esle Ululo; bastarán solo algunas palabras. «Aliberl clasifica enlre las enfermedades de la piel, no solo las afecciones que nosotros he- mos colocado aparte, sino también el carbun- co, el furúnculo , el cáncer, las escrófulas, los lamparones, etc.; aleja el zosler del herpes, y acerca el impéligo al estiomeno (lupus); sepa-- ra enfermedades idénticas porque lienen asien- lo diferente , y reúne otras que no ofrecen nin- gún punte de conlacto. Su clasificación se apo- ya únicamente en circunstancias variables y de poca importancia, como son: la causa mas ó menos probable de la enfermedad , el color de la parle afecte, el modo de propagarse laerup- cion, el género de sensación que esperimenta ul enfermo, etc. ^Clasificación de Willan.--Willan ha lo- mado por base en su clasificación las lecciones anatómicas elementales y primitivas que carac- terizan las diversas afecciones cutáneas, y for- mado el cuadro siguienle. «Orden 1. Pápulas. «Géneros : 1, eslrófulus;—2, liquen ;— 3, prurigo. «Orden II. Escamas. «Géneros: 1, lepra;—2, psoriasis;— 3, piliriasis;—4, ictiosis. «Orden III. Exantemas. «Géneros: 1, rubéola;—2, escarlatina;— 3, urticaria;—4, roseóla;—5, púrpura;—6, eritema. «Orden IV. Ampollas. «Géneros: 1, erisipela;—2, pénfigo;— 3 ponfolix. «Orden V. Pústulas. «Géneros: 1, impéligo;—2, pórrigo;— 3, eclima;—4, viruelas;—5, scabies. «Orden VI. Vesículas. «Géneros: 1, varicela;—2, vacuna;— 3, herpes;—4, rupia;—5, miliar;—6, ecze- ma;—7, aftas. «Orden VIL Tubérculos. «Géneros: 1 , tima;—2, verruga;—3, molluscum;—4, vitíligo;—5, acné;—6, sico- sis;—7, lupus;—8, elefantiasis;—9, framboesia. «Orden VIH. Manchas. «Géneros: 1, efelis;—2, nosvus; — 3, spilus. «Dos especies de censuras se han dirigido á Willan; por una parte se ha atacado la bas* de su clasificación, y por otra la distribución que ha adoptado. Nos ocuparemos de la pri- mera objeción cuando hayamos dado á conocer las demás clasificaciones , que apenas se dife- rencian de la de Willan mas que en ligeras modificaciones. » Willan falla á las leyes de su propia cla- sificación , colocando la púrpura entre los exan- temas, la erisipela en las ampollas, y el sico- sis en los tubérculos: el lupus no es una afec- ción tuberculosa. »Clasificación de Biett.—Este aulor acepta el principio fundamenlal de la clasificación de Willan; pero hace algunos cambios en la colo- cación y el número de los órdenes, asi como en la distribución de los géneros. Hé aquí la cla- sificación que ha propuesto, y que adoptan Ca- zenave y Schedel. «Orden 1. Exantemas. «Géneros: 1 , eritema;—2, erisipela;— 3 , roseóla;—4, sarampión;—5, escarlatina;— 6, urticaria. «Orden II". Vesiculas. «Géneros: 1, miliar;—2, varicela;—3, eczema; 4, herpes;—5, sarna. «Orden III. Ampollas. «Géneros: 1, pénfigo; 2, rupia «Orden IV. Pústulas. «Géneros: 1-, viruela;—2, vacuna;- 3, eclima;—4. impéligo;—5, acné;—6, menta- gra;—7, pórrigo. 30 í ENFEUMr.MDES DZ I.V HEL. «Orden V. Pápulas. «Géneros: l, liquen;—2, prurig). «Orden VI. Escamas. Géneros: 1, lepra;—2, psoriasis;—3, pitiriasis;—\, ictiosis. «Orden VIL Tubérculos. «Géneros. 1, elefantiasis de los grie- gos;—2, niollusctim;—3, fraraboesia. «Orden VIH. Manchas. «Géneros: a. Coloraciones; — 1 , color bronceado;— 2, efélides;—3, noevi;—¿>. Decolo- raciones;—1, albinismo;—2, vililigo. «Orden IX. Lupus. -----X. Pelagra. -----XI. Grano de Alepo. -----XII. Sifüides. -----XIII. Púrpura. -----XIV. Elefantiasis de los árabes. -----XV. Keloides. »Clasificación de Gibert. — Proponiéndose este autor no estudiar olra cosa que las enfer- medades especiales de la piel, reduce el cuadro trazado por Bietl á los límites siguientes. «Orden I. Exantemas. «Géneros: 1 , urticaria;—2, roseóla; — 3, eritema. «Orden II. Ampollas. «Géneros: 1, psnfigo;—2, lupia. «Orden III. Vesículas. «Géneros: l, sarna;—2, herpes;—3, eczema. «Orden IV. Pústulas. «Géneros: 1, eclima;—2, acné;—3, impétigo;—4, tina. «Orden V. Populas. «Géneros: 1, prurigo;—2, liquen. «Orden VI. Escamas. «Géneros: 1 , ictiosis;—5 , psoriasis;— 3, lepra. «Orden VIL Tubérculos. «Géneros : 1, herpes corrosivo;—2, ele- fantiasis de los griegos;—3, elefantiasis de los árabes;—4, keloides. «Orden VIH. Manchas. «Géneros: efélides; —2, nsevus;—3, púrpura. «Prescindiendo de las observaciones palo- lógicas que sugiere esla clasificación, es preci- so nolar que el herpes corrosivo (lupus), la ele- fantiasis de los árabes y la keloides, no son afecciones tuberculosas, y que la púrpura no puede tampoco considerarse como constituida por simples manchas. «Las clasificaciones de Willan, de Bielt, de Cazenave y Schedel, y la de Gibert, lienen un vínculo común, porque se apoyan en la exis- tencia de lesiones elementales primitivas y cons- tantes en cierto número de enfermedades cutá- neas, reunidas por esla razón en un mismo or- den. Esla base, establecida por Willan , ha su- frido muchos y fuertes ataques (véase Pagelt, Essai sur les avantages de la methode naturelle comparce avec la clasification artificielle dans Cétuie des maladies de la peau; en la Revue me- dicóle; número de mayo, 1833. -Gjrou de Bn- sareíngues, Journal comp'em., l. XXX1N , pi- gtoa 141. S. Plumbc, Oí the áiseases of tht sk'm; L'indres, 1833.—Diubergnc, Histoire de Vínflimm. dirtrruse, etc., tesis de París, nú- mero 324; 1833), puliendo reasumirse del si- guíente mod'i las principales objeciones que contra ellas se han dirigido. »La lesión considérala como elemental ó primitiva no es muchas veces sino secundaria, porque el desarrollo de la vesícula ó de la pús- tula , va precedido de una mancha exante- mática. «Las lesiones consideradas como caracte- rísticas no pueden servir de base á una clasi- ficación , porque se transforman unas en otras; de modo que una vesícula se convierte en pús- tula y una pústula en tubérculo. «Las lesiones elementales conservan muy poco tiempo su carácter primitivo: ¿cómo, pues", se ha de fundar una clasificación sobre formas fugaces, y que es casi siempre imposible com probar? «Las vesículas y las ampollas eslan consti- tuidas por una misma lesión elemental, y solo existe entre ellas una ligera diferencia de di- mensiones» (Monneret y Fleury, Compendium de médecine pralique , t. VI, p. 305 y sig.). Por nuestra parle, y con el único objeto de esponer á conlinuacion'la historia de aquellas dermatosis que no pertenecen casi esclusiva- mente á la patología esterna, hallándose por lo lanío descritas en el lugar correspondiente de esla obra, y que tampoco deben considerarse como simples efectos de una enfermedad gene- ral , segun acontece con las viruelas, el saram- pión, etc., de que trataremos en la clase de las calenturas y demás afecciones generales, adop- tamos la siguienle clasificación: Género 1.° Exantemas. Eritema: roseóla: urticaria: erisipela. Género 2.° Vesículas y ampollas. Eczema: herpes: pénfigo: rupia: sarna. Género 3.° Pústulas. Eclima; impéligo; acné; menlagra. Género 4." Pápulas. Liquen; prurigo. Género 5.° Escamas. Psoriasis; pitiriasis; ictiosis. Enseguida trataremos de la elefantiasis de los griegos y de los árabes, de la pelagra,de la púrpura y del lupus. «Historia y bibliografía.—Se han entablado largas y fastidiosas discusiones, para determi- nar el senlido preciso de los pasages que en los autores antiguos se refieren á las enfermeda- des de la piel (véase Sabna , Psoriasis, etc.); pero han sido estériles los esfuerzos de los co- mentadores, y no podia suceder de olra ma- nera. « Descifrar enteramente la sinonimia de los antiguos es una empresa imposible, dice con razón Marl¡ns(0e* principes de la metho- de naturelle, appliquées á la clasification des maladies de la peau; Tesis de París, núm. 216, ENFERMEDADES DE LA PIEL. 30!) p. 29; 1834). En efeclo, aplicaron evidente- mente unas mismas denominaciones á diferen- tes enfermedades, y son sus descriciones lan oscuras, insuficientes y vagas, que no se puede afirmar á que clase de alteración corresponden. «Hipócrates emplea las espresiones de Mzpx, de ifnvt, de 4<*pct, de M\\ner\t, de xluvU^xi», (lib. De afee, sec. III; Epidem., 1.111; Proedic, I. 111; Aphor., sec. III, IV); pero estudia solo las erupciones qne se manifiestan en el curso de ciertas enfermedades internas, como por ejemplo en las fiebres graves; y la pretensión que lienen algunos de que las palabras *tnpjt Y ^etpce, designan las afecciones pustulosas y escamosas (liquen, prurigo, psoriasis, pitiria- sis, ictiosis); la de otros de que la palabra 4<*p« se refiere á la sarna; la de aquellos que creen que la denominación de 4«m ó de t«f* íTímuíih, es aplicable al eczema y al impéligo, como la de los que opinan que á esle úllimo le deno- mina mi^h'j^ , constituyen otras tantas hipóte- sis injustificables. «Según Cazenave y Schedel, Hipócrates no conocía mas que tres clases de afecciones culá- neas, que designaba con las palabras de iupx, de ■K'LTffct y de mí^uvh , considerándolas como grados diferentes de una misma enfermedad, de la cual formaba el mixuhj, la variedad mas ligera y el Mnpx la mas grave: la palabra */<*»" Ut*x vendría á ser un termino genérico para designar toda especie de enfermedad eruptiva; y en cuanto al término ipiws, no es fácil indi- car con esaclilud la afección á que correspon- de (ob. cil., p. 19). «Sea de ello lo que quiera, repetiremos con Gibert (loe. cit., p. 5), que Hipócrates mencio- na en diversos punios de sus obras muchas en- fermedades culáneas; pero las describe dema- siado sucintamente para que puedan aplicarse con seguridad los nombres que usa á tal ó cual forma determinada, descrita con títulos análo- gos ó diferentes por los aulores que le suce- dieron. «Celso estudia las enfermedades de la piel como individualidades morbosas, y describe con bastante esaclilud el liquen simple y agrius (De re medica, I. V, cap. XXVIII; de Papulis). Bajo el nombre de impéligo habla, segun unos del psoriasis, segun otros del eczema. No es cierto que la descripción del scabies sea la de la sarna. Bajólos nombres de favi, acores y pórrigo, indica Celso (lib. VI) las diferentes enfermedades de la piel del cráneo; pero es ira- posible deslindar en su descripción loque per- tenece al pitiriasis, al eczema, al impéligo ó al pórrigo; con el nombre de sicosis describe una afección que tiene su asiento en la barba ó la piel del cráneo; Willan cree que esta descri- cion se refiere á la enfermedad á que ha con- servado el nombre de sicosis (menlagra); pero oíros autores lo niegan, apoyándose en que es- ta última afección no se conoció en Roma has- la el año 37 de la era cristiana, es decir, se- tenta años lo menos después de Celso (Dauver- TOMO Vil. ; gne, Histoire de Vinflamation dartreuse, suivie de Vhistorique des dartres; tesis de París, nú- mero 324, p. 55; 1833). «Galeno admite tres especies de herpes, que ' supone toman su origen en la bilis amarilla: ¡el herpes esliomeno, que parece ser el lupus; ! el miliar, en el cual se ha querido ver el ira- i péligo (Dauvergne, loe. cit, p. 56), y otro que parece comprender muchas afecciones diferen- tes. Bajo el nombre de *xuP y de %npitv des- cribió Galeno, segun Rayer, el eczema y el im- péligo de la piel del cráneo. i «Aecio copió á Galeno (lelrab. IV, sermo II, i cap. 4); pero con lodo menciona las enferme- | dades de la piel que sobrevienen en los niños de pecho. I «Areteo es el primero que ha dado una I buena descripción de la elefantiasis de los grie- gos (De causis et signis diut. morb., en folio, p.67; 1735). «Alejandro de Tralles solo entra en algu- nos pormenores relativamente á las enfermeda- des de la piel del cráneo, en sus capítulos de porrigine, de achare y de favo (\ib. I, capítu- los IV, VIH y IX). «Pablo de Egina, en un capítulo titulado de lepra et scabie (cap. II), indica de la manera siguiente las diferencias que existían entre las alecciones denominadas de este modo: «Verum «lepra per profundilalem corporum cutem de- «paseilur orbiculalione modo, una cum hoc «quod squamas piscium squamís símiles dimit- «tit. Scabies aulera magis in superficie haeret «el varié figúrala est, et furfuracea corpuscula «remitlil.» En el capí lulo IV describe el prurigo de los viejos; los capítulos VIH, IX y X (de pus- tulú; de pustulis nocturnis, de papulis sive de bullís) solo ofrecen descripciones muy oscuras. «Los árabes no añadieron nada á la histo- ria de las enfermedades de la piel, y aun la em- brollaron mucho cambiando el sentido de las denominaciones usadas por los griegos y lati- nos, y dando un inmenso desarrollo á uña far- macopea empírica é inútil. No obstante , débe- seles la descripción del sarampión, de las vi- ruelas , y de ía enfermedad de las Barbadas (elefantiasis de los griegos), v no falla quien pretende hallar en Abenzoar'la indicación del acarus scaviei. «Durante la edad media se introdujo una deplorable confusión en el estudio de las enfer- medades de la piel; la palabra lepra llegó á ser un término genérico que se aplicó indistinta- mente á todas las afecciones cutáneas graves, cualesquiera que fuesen su forma y naturaleza, perdiéndose enteramente de vista las descripcio- nes trazadas por los latinos y los griegos. «La época del renacimiento ejerció una in- fluencia favorable en la dermatoíogia; Leoni- cenus (De epidemia quam ltali morbum galli- cum vocant, 1497) se esforzó en asignar ca- racteres distintos á las afecciones venéreas á la elefantiasis de los griegos y á la de los ára- bes, y en fijar la significación de las denomi- 39 ■íül, BNFERMEDADES DE LA PlKL. naciones de lepra, liquen, impéligo v pápula. »En 1583 publicó Mercurialis (De morbis emanéis: Venecia, 1835) un tratado, en el cual se encuentran descripciones bastante esaclas: la del favus apenas deja que desear. nliafenrefter (Hxti^u jiKcn*tJifttir, in quo cutis affectus omnes traeluntur; Tubíng., 1630), conoció la necesidad deeslablecer una sinonimia de las enfermedades de la piel, y si no siempre fue feliz en sus correspondencias, no por eso dejan de ser dignos de elogio sus esfuerzos. A este autor se debe la primera descripción del insecto de la sarna. «Los aulores modernos son los que en rea- lidad han dado impulso al estudio metódico de las afecciones de la piel. Turner comenzó la se- rie de los dermatólogos (A treatise of diseases incident to the skin; Londres, 1714), siendo el primero que describió las diversas especies de herpes; pero Lorry y Plenck deben considerar- se como los fundadores de la dermatología. «Lorry, dice con razón Rayer, fue evidente- mente superior á todos cuantos le habían pre- cedido , y á la mayor parte de los que escri- bieron después.» «Lorry (Tractatus de morbis cutaneis; Pa- rís, 1777) describió muy bien el liquen, el im péligo, el psoriasis y la mentagra, suminis- trando datos preciosos sobre la etiología y la terapéutica de muchas afecciones de la piel. «A Plenck (Doctrina de morbis cutaneis; Viena, 1776), corresponde la gloria de haber creado una clasificación que ha servido de mo- delo á la de Willan. «Este último autor (Description and treat- ment of cutaneous diseases; en 4.°, Lónd.; 1798) no ha sido escedido por ningún otro, y ha ser- vido de norma á la mayor parte de los auto- res que después se han oeupado de la piel. Ya hemos dado á conocer su clasificación. En cuan- to á sus descripciones y á su terapéutica, han sido reproducidas por todos los dermatólogos contemporáneos. La obra de Willan es todavía una de las mas útiles que puede consultarse. Bateman (A pracfical sinopsis of cutaneous diseases; Londres, 1813) no ha variado casi nada, y ha añadido muy poco á la obra de su maestro Willan. «Los servicios hechos por Aliberl á la der- matología han sido eslraordinariamente exage- rados por sus discípulos. La clasificación lla- mada natural no merece siquiera el nombre de clasificación, y no es demasiado severo el jui- cio que forma de ella Martins cuando dice: «En lugar de imitar el lenguage preciso de los na- turalistas, Aliberl emplea un estilo lleno de imágenes y de comparaciones, brillante sí y metafórico, pero que apenas deja comprender el pensamiento del autor, en medio de los ador- nos que lo sobrecargan.» «Aliberl (Preás theor'ique et pratique sur les maladies de la peau; París; 1810, en 8.°; Mo- nographiedes dermatoses; en 4.°; París, 1832) ba escrito una novela mas bien que una obra científica; novela que no sobrevivirá á su aulor, y que conserva ya muy poco crédito. «Samuel Plümbe (A practical treatise on diseases ofthe skin; London, 182í) ataca viva- mente la clasificación de Willan, y propone otra basada en algunas consideraciones ingenio- sas y esaclas, pero nada añade á los conocimien- tos anteriores. «En 1826 publicó Rayer la obra mas com- pleta que poseemos sobre eslas enfermedades (Traite theorique et pratique des maladies de la peau; 2 vol. en 8.°; París, 1826), á la cual dio mayor eslension en otra edición posterior (Pa- rís, 1835; 3 vol. en 8.°), que ocupa el primer lugar entre los Iralados de dermatología. «Bíelt ha hecho grandes servicios al estu- dio de las afecciones cutáneas , contribuyendo mucho á popularizarlo en Francia. Débenseá esle aulor algunos artículos notables insertos en el Diccionario de Medicina. El conjunto de sus trabajos ha sido espueslo y enriquecido por sus discípulos Cazenave y Schedel (Abregé pratique des maladies de la peau; París, 1828); y Gibert (Traite pratique des maladies speciale» "de la peau; París, 1837). «Hemos procurado en esta rápida ojeada lijarnos en los puntos principales de la histo- ria de las dermalosis : quien desee pormenores mas completes, los hallará en la obra de Eayer y en la lésis de Dauvergne» (Monneret y Fleu- ry, Compendium de médecine pratique, t. VI, p. 324 y sig.). GENERO PRIMERO. líe los exantema**. «La palabra exantema se deriva s/«c^«, efforesco, erumpo, yo hago irrupción. «Sinonimia.—E/*i/0»¿*a, {/**- las alleracione» no se observan nunca en los demás exantemas , ó cuando se encuentran solo pueden considerarse como oirás lanías complicaciones independientes de la enferuie- raedad culánea. «La escarlatina, y sobre lodo el sarampión lienen una relación notable con el desarrollo de tubérculos pulmonales , sobre lo cual volve- remos á hablar cuando tratemos de las termi- naciones y complicaciones de los exantemas. «Sucede muchas veces que enlre lodas las alteraciones qne acabamos de enumerar, solo se encuentra la inyección de los capilares cu- táneos; de modo que no es posible esplicar la muerte por la anatomía patológica. «El exa- men cadavérico de los individuos que han .su- cumbido al principio de un exantema ó duran- te su curso, dicen Cazenave y Schedel, no nos da las mas veces sino resultados insignifican- tes» (loe. cil., p. 3;. «Síntomas.—El eritema simple y la urtica- ria aparecen casi siempre de pronto sin. ir pre- cedidos de ningún pródromo ; el eritema iu- berculoso, la roseóla , la erisipela, y sobre lodo el sarampión y la escarlatina, se anuncian por el contrario muchos dias anles por escalofríos irregulares, laxitudes espontáneas, sed, ano- rexia, cefalalgia, una fiebre mas ó menos in- tensa y prurito. La angina faríngea , el coriza y la bronquitis, son con frecuencia los fenó- menos precursores de los dos últimos exante- mas que acabamos de enumerar. «Bien pronto se manifiesta el sínloma, que en sentir de los autores cuya clasificación he- mos adoptado es el signo característico co- mún de lodos los exantemas, y por decirlo asi, patogénico de eslas afecciones, á saber: la ru- bicundez de la piel que desaparece á la presión, volviendo cuando esta cesa á manifestarse in- mediatamente. «El carácter en que se funda la definición del exantema presenta numerosas variedades: la rubicundez es poco intensa en el eritema y la urticaria, mas viva en la erisipela, de un color de rosa caracleríslico en la roseóla, y de frambuesa en la escarlatina; ocupa pun- tos muy pequeños, irregularmenle semilunado» en el sarampión ; superficies redondeadas con bastante regularidad, que lienen la dimensión de un real de plata ó una peseta en el eritema y la urticaria; espacios estensos é irregulares en la erisipela y escarlatina, cubriendo en al- gunos casos raros toda la superficie culánea (eritema general de Bayer); es pasagera en cierta forma del eritema fugaz y en la urti- caria , y persistente en los dema's exantemas por úllimo, en el eritema tuberculoso y la eri- sipela puede no desaparecer á la presión, a causa de haberse verificado un corte derramr de sangre por los vasos capilares. »La superficie enferma es lisa y sin pro- minencia en el eritema simple , el sarampión v DE LOS EXANTEMAS. 300 la escarlatina; es áspera y se eleva mas ó rae- nos del nivel de la piel en una forma del erite- ma ; presenta elevaciones y nudosidades cir- cunscritas en la urticaria y el eritema tuber- culoso, aparece bajo el aspecto de un lumor irregular y pastoso en la erisipela, y puede ha- llarse cubierta de pápulas en el eritema : la erisipela es la única clase de las enfermedades que nos ocupan, en que el epidermis se halla algunas veces elevado por serosidad. «La urticaria va acompañada de una come- zón muy viva, que no se manifieste en ningún olro exantema. »LI tejido celular subcutáneo presente una ligera infiltración circunscrita en el eritema tu- berculoso , y en la erisipela sufre á veces cier- tas alteraciones , que dan lugar á síntomas lo- cales esclusivamenle propias de esle caso, como son el edema , la supuración y la gangrena. «El eritema simple y la urticaria son los únicos exantemas que pueden en cierlos casos, y en algunas de sus formas, presentarse sin sínlomas generales; pues lodos los demás, y aun los que acabamos de enumerar, cuando lienen cierto grado de intensión , determinan fiebre, cefalalgia, desazón general, etc. La eri- sipela, y sobre lodo el sarampión v la escarla- tina, casi siempre van acompañados de fenó- menos generales intensos y con frecuencia muy graves. Algunos aulores creen que la enferme- dad consiste en eslos síntomas generales,, sin ver en las alteraciones culáneas mas que un epifenómeno cuya aparición no es constante; lo cual les ha inducido á establecer la existencia de enfermedades exantemáticas sin exantema. No podemos nosotros conformarnos con esta idea , como lo manifestaremos al ocuparnos de la escarlatina, que es donde tiene mas particu- lar aplicación. «Curso, duración.—Todos los exantemas si- guen un curso agudo, regular, y no son sus- ceptibles de hacerse crónicos; cuyo carácter es en nueslro sentir uno de los mas importantes que pueden asignarse á este grupo nosográfico; pues le separa distintamente de casi lodas las enfermedades culáneas, que tienen por el con- trario mucha tendencia á revestir la forma cró- nica ; y se lo atribuimos de una manera abso- luta , aunque los autores han descrito erite- mas, erisipelas y urticarias crónicas; pues en efecto , es fácil convencerse (v. erisipela eri- tema y urticaria) de que se han confundido la cronicidad y las recidivas. Supongamos que una erisipela que se manifiesta en un miembro edematoso presenta sus caracteres habituales de agudeza, sigue su curso ordinario, desapare- ce al cabo de algunos días, y se reproduce muy luego, ofreciendo la misma "serie de fenómenos, y verificándose de este modo con intervalos mas o menos largos un número variable de recidi- vas; podrá llamarse esla una erisipela crónica? no sin duda, y menos aun deberá darse seme- jante nombre á las lesiones (induraciones, etc.) permanentes que resultan del exantema. Una urticaria puede también reproducirse dos ó tres veces al dia en un mismo individuo por espacio de muchos meses ó aun años; pero co- mo desaparece siempre completamente antes de volverse á reproducir, no se debe tampo- co ver en esle caso una urticaria crónica, sino una serie de urticarias agudas efímeras, una sucesión de recidivas, casi siempre procedente de la persistencia de la causa primera que de- terminó el exantema, ó de su reproducción in- termitente. «El carácter que acabamos de asignar al curso de los exantemas es tanto mas importan- te , cuanlo que es el único que puede tener una aplicación general; pues en efeclo, nada mas variable que el orden con que se suceden los fenómenos que constituyen cada una de estas afecciones. En el sarampión y la escarlatina tie- nen los síntomas un curso regular, del que no pueden apartarse jamás sin peligro del enfer- mo, y son susceptibles de dividirse en estadios y períodos bien marcados. El mismo orden se ñola también en la erisipela verdadera y en el eritema tuberculoso, pero en un grado mucho menor: en el eritema simple y la urticaria no se le observa. «La duración de los exantemas varia desde algunas horas (eritema, urticaria) hasla dos septenarios; pero jamás escede de esle úllimo termino. Adviértese que no comprendemos en esta duración el liempo que persisten los fenó- menos morbosos que dependen de las complica- ciones , ó que resulten de la eslension de la flegmasía culánea al tejido celular (erisipela flegmonosa), á las membranas mucosas (saram- pión, escarlatina), etc. «Terminaciones.—Todos los exantemas pue- den terminar por delilescencia; pero donde se observa con mas frecuencia esla terminación, y es mas digna de tenerse en cuente , es en la erisipela, y especialmente en el sarampión y en la escarlatina. Los aulores mas antiguos hablaban ya de metástasis, y en nuestros dias se emiten aun las mas discordes opiniones con respecto á esla materia. Sin entrar aqui en lodos los pormenores que suscita una cues- tión de tente interés práctico, sobre la cual ten- dremos ocasión de esplicarnos mas adelante, mencionaremos únicamente los dos órdenes de Hechos en que estriba la discusión. «Supóngase que un individuo es atacado de sarampión; que después de haber seguido mu- chos dias su curso habitual , desaparece de pronto el exantema, y no tarda el enfermo en sucumbir, demostrándonos la autopsia un der- rame en las meninges, en la pleura , etc.: en este caso , dicen algunos que la materia mor- bífica se trasladó desde la piel á la membrana serosa , lo cual es una metástasis, y oíros que sobrevino una complicación , una flegmasía se- rosa, que hizo desaparecer la que tenia su asiente en la piel. Dificil es muchas veces de- cidirse con conocimiento de causa por una ú otra de estas dos aserciones; y aunque creamos 310 DE IOS LXANTl'.MAS. que en la mayoría de los casos debe darse la preferencia á la segundi, preciso es no obstante decir, que á veces sí halla un derrame en una cavidad serosa , sin que pueda encontrarse el mas ligero vestigio de inflamación en la mem- brana que la lapiza. «Todavía puede ser mayor la dificultad, cuando desapareciendo de repente el exantema sucumbe el enfermo, y el examen cadavérico no revela ninguna alteración; pues no puede esplicarse entonces la muerte por la anatomía patológica. ¿Cuál es la causa , el mecanismo, y el efecto de esta metástasis, de esla repercusión? (v. Enfermedades de la piel en general). «La resolución es la terminación habitual de todos los exantemas, verificándose mas ó menos rápidamente segun los casos. En el eri- tema tuberculoso, la erisipela, el sarampión y la escarlatina, es donde se verifica con mas lentitud, pues dura de cuatro áquince dias. «La resolución va algunas veces acompiña- da de una ligera descamación, la cual no se- observa jamás en la urticaria. «La erisipela es el único exantema que pue- de terminar por supuración y gingrena; pero aun entonces apenas se observan estos fenóme- nos, sino cuando la inflamación se propaga al tejido celular. «El eritema, la roseóla y la urticaria nunca terminan por la muerte; la erisipela, el saram- pión y la escarlatina, tienen por el contrario algunas veces esta funeste terminación, ya sea porque desaparecen de repente, ó bien á causa de las complicaciones inmediatas, ó de las afec- ciones consecutivas que producen. Indicaremos á propósito de este asunto la notable influencia que ejerce el sarampión en el desarrollo de la li- sis pulmonal, y sin examinar aqui si los tubér- culos preexisten 6 no á la afección cutánea (v. sarampión), solo diremos que esta influencia no se observa en ninguno de los demás exantemas. «Convalecencia.—El eritema, la erisipela verdadera, la roseóla y la urticaria, que casi constantemente no desarrollan mas que fenó- menos locales, desaparecen sin dejar alteración alguna en la econo nia, y la salud se restablece completamente en cuanlo acaban de desapare- cer las manchas cutáneas; pero la erisipela fle- monosa , gangrenosa y complicada, el saram-^ pión y la escarlatina, dejan sierapre desórdenes* mas ó menos graves, y á veces solo después de una larga y peligrosa convalecencia vuelven las funciones á su estado normal. «Recaídas.—Es muy notable que jamás se observen verdaderas recaídas en las enferme- dades exantemáticas; pues aunque sobreven- gan nuevos accidenles durante la convalecen- cia, dependen constantemente de las complica- ciones ó de afecciones internas, sin que se vuel- van á presentar los síntomas cutáneos en nin- gún caso , como si no pudiera reproducirse el esfuerzo que determinó su primitiva manifes- tación. «Recidivas.—El eritema, la erisipela, la ro- seóla y la urticaria, invaden en ciertos casos muchas veces á un mismo individuo, y aun pa- rece que los enfermos que han padecido ya es- las afecciones conservan una gran predisposi- ción á contraerías de nuevo exanteenas intermi- tentes >, luciéndose tanto mas frecuentes las re- cidivas cuanlo mas aumenta su número, y presentándose en ocasiones con cierta periodi- cidad. El sarampión y la escarlatina ofrecen condiciones enteramente opuestas, y se ha creí- do mucho tiempo quejantes se reproducían. Cullen dice positivamente (loe. cit., p. 29), que el sarampión «no ateca mas que una sola vez en toda la vida»; sobre cuyo carácter fundó en parle Aliberl su grupo de dermatosis exante- málicas. «Parece, dice esle aulor (loe. cit., pa- gina 150), que impregnada una vez la piel de este fermento misterioso, propio de cierlos exantemas, y después de haber desarrollado completamente sus resultados , ya no es capai de volverlos á reproducir, siendo este una es- pecie de tributo al que no eslá sometida la vida humana masque una sola vez.» Observacio- nes bastante numerosas prueban en la actuali- dad que eslas dos enfermedades pueden ofrecer recidivas; mas no por eso es menos cierto, que bajo este punto de vista se diferencian mani- fiestamente de los demás exantemas. «Diagnóstico.—El diagnóslico de los exan- temas considerados en general, estriba esen- cialmente en la existencia de las manchas ro- jas que desaparecen con la presión, cuyo signo, único común á todas las afecciones comprendi- das en este grupo, no existe en la púrpura ni en los equimosis, en los cuales no puede la sangre ser rechazada por hallarse fuera de sus vasos. La presencia casi constante de sínlomas generales mas ó menos intensos, es lambien muy importante de notar. No debiendo estable- cerse aqui el diagnóstico diferencial de los exan- temas, nos limitamos á indicar únicamente es- tos dos caracteres. «Pronóstico.—Esle varia mucho : siempre favorable en el eritema , la roseóla y la urti- caria, es con frecuencia muy grave en la eri- sipela , el sarampión y la escarlatina. Si solo consideramos la duración de la enfermedad, la urticaria es el exantema de pronóstico menos lisongero, por razón de lo frecuentes que son en ella las recidivas. «Complicaciones.—Los exantemas complican algunas veces las flegmasías gastro-íntestini' les. Sin embargo, esla coincidencia no eslan frecuente como se cree en general, y luego ti- remos que en el mayor número de casos se U debe alribuir á circunstancias fortuitas, y noá una relación de causalidad. Las flegmasías de la membrana mucosa de los órganos respira- torios son las que se observan mas á menudo y merecen particular atención: la angina acom- paña casi siempre á la escarlatina; y el coriza, la bronquitis y la neumonía, son complicacio- nes casi necesarias del sarampión. No haremos mas que mencionar la relación que existe al DE LOS EXANTEMAS. 311 parecer entre esla última afección y la lisis pulmonal. «Diversas erupciones papulosas, vesicula- res ó flictenoides, dicen Cazenave y Schedel (loe. cil., p. 4), pueden complicar á los exan- temas, y la frecuencia con que se observa una de estas complicaciones en la erisipela, indujo á Willan á clasificar esla enfermedad enlre las flictenas.» Eslas complicaciones son bástanle raras, v escusado es advertir que en la erisi- pela flictenoides las flictenas ó ampollas son un sínloma del exantema, y no una complica- ción de la enfermedad.. «Podrán existir dos exantemas simultánea- mente en un mismo individuo? El doctor Bemh de Steltin asegura haber viste dos niños que estaban atacados aun mismo tiempo de saram- pión y escarlatina (Caspera Wochenschrifft für die gesamnte HeilUunde, 1834; núm. XLV1I). Cazenave y Schedel han vislo muchas veces en • un mismo"individuo la urticaria con la roseo- la, y en ciertos casos con el eritema. «Causas.—Contagio.—A pesar de la opinión bastante generalizada en Inglaterra, la propa- gación contagiosa no puede admitirse mas bien respecto de la erisipela, que relativamente al erilema, la roseóla y la urticaria; pero están los médicos de acuerdo en reconocer su existencia por lo que toca al sarampión y á la escarlati- na. Ya nos detendremos sobre este punte al tra- zar la historia particular de cada una de estas dos afecciones. »Epidemias.—La erisipela, el sarampión y la escarlatina se desarrollan frecuentemente ba- jo una influencia epidémica, cuya naturaleza nos es desconocida, pero que sin embargo, no por eso es menos manifiesta: Biell ha observa- " do muchas epidemias de roseóla; se ha descrito ' lambien un erilema epidémico, pero nosotros . lo consideramos como una enfermedad particu- lar. La urticaria no parece que jamás se haya desarrollado bajo la influencia de una constitu- ción epidémica. !.' j>Edad, sexo.—El eritema, la roseóla y la urticaria, se presentan principalmente en las mujeres, y son tal vez tan frecuentes en los adultos como en los niños. El sarampión, la es- 1 carlatina y la erisipela alacan sin distinción á ambos sexos; pero las dos primeras enferme- dades se observan mas particularmente en la ''■ segunda infancia, mientras que la última es mas "' común en los adultos. | nEstado de salud.—El trabajo de la denli- cí- cion, la menstruación y las flegmasías gaslro- * intestinales, se consideran como causas direc- >ií tas de muchos exantemas (eritema, erisipela, i*' urticaria); pero nosotros no podemos admitir ' esta opinión : las enfermedades cutáneas pre- ü disponen manifiestamente á la erisipela. i; ^Estado moral. — Las afecciones morales ' vivas ejercen una acción evidenle en el desar- ' rollo de la urticaria: Falopio vio una mujer que era invadida por una erisipela siempre que llegaba á encolerizarse ,y J. Frank ha obser- vado el mismo efeclo producido por un susto: los demás exantemas eslan al parecer ente- ramente exentes de esle orden de causas. »Climas, estaciones, impresiones atmosféri- cas.— Los exantemas se observan igualmente en lodos los climas; sin embargo, el eritema, la urticaria, y tal vez la erisipela, son mas fre- cuentes en los paises cálidos. En general puede decirse, que esta clase de enfermedades se ma- nifiestan especialmente en la primavera y en oloño, ó por lo menos casi siempre es en una de estas estaciones cuando reinan epidémica- mente. No obstante, algunos aulores aseguran, que la erisipela (J. Frank), y el sarampión (Bielt), se observan con mas frecuencia en in- vierno. La urticaria se manifiesta particular- mente durante los grandes calores del eslió» y la elevación de la temperatura ejerce al pare- cer una influencia poderosa en su desarrollo. Sin embargo, J. Frank la ha visto en cierlos ca- sos presentarse durante el frió, y desaparecer con el calor. »Alimentación , modificadores farmacéuti- cos.— Ciertas sustancias alimenticias (carnes pasadas, pescados, almejas), y varios medica- mentos (bálsamo de copaiba, ele), producen á veces el erilema, la erisipela y la urticaria: aunque no pueda apreciarse esaclamenle la in- fluencia de eslos agentes, no por eso debe po- nerse en duda. »Causas esternas.—Todos los agentes irri- tantes que ejercen una acción inmediata sobre la piel, las causas traumáticas y la picadura de ciertos insectos, pueden determinar una erisi- pela y á veces una urticaria. Esta influencia no se verifica , y ni aun puede suponerse , res- pecto de la roseóla, del sarampión y de la es- carlatina. Ya se deja conocer la importancia patológica de esla diferencia, y se concibe que haya podido inducir á muchos aulores á sepa- rar las Ires últimas afecciones de las primeras, que segun ellos, deben escluirse del orden de los exantemas. Aplicando al erilema y á la ur- ticaria lo que dicen Chomel y Blache de la eri- sipela , á saber: que «esta enfermedad nunca procede de causa esterna, ó por lo menos, que sí algunas veces concurre una causa esterna á su producción, solo tiene una parte secunda- ria en su desarrollo, necesitándose el concurso de un agente desconocido, de una disposición particular que no conocemos,» se disminuye el valor de la objeción sin destruirla. Ya he- mos hablado de eslas interesantes consideracio- nes en el artículo destinado á las enfermedades de la piel en general. «Tratamiento.—El tratamiento varia dema- siado segun los diferentes exantemas, para que puedan formularse aqui generalidades impor- tantes; limitándonos por lo tanto á decir, que los exantemas considerados en sí mismos, no exigen casi nunca mas que cuidados higiénicos bien dirigidos, y que las medicaciones mas ó menos enérgicas deben reservarse para comba- tir las complicaciones. 312 DE LOS EXANTEMAS. «En el caso de existir una profilaxis eficaz, debería recurrirse á ella para prevenir el des- arrollo de los exantemas? «Son , dice Aliberl, una especie de tributo loe. cit., p. 150), á que eslá sometida la vida humana, y si algún obstáculo impide que se realice en ciertos in- dividuos, compran muchas veces esla funeste demora á espensas de sus dias; y asi es que generalmente se cree que no tiene escusa la negligencia de algunas personas en prevenir este funesto mal por medio de una saludable inoculación.» Aun suponiendo que eslas pala- bras se apliquen únicamente al sarampión y á la escarlatina, no creemos nosotros que se deba jamás inocular eslas enfermedades, ni Iralar de provocarlas; y aun opinamos, que cuan- do se tema la aparición de un exantema en un individuo que disfrute de buena salud, con- viene esforzarse en evitarlo. Lo que sí diremos es que si se manifieste espontáneamente una afección de esle género en el curso de una en- fermedad interna, pudiendo considerarse como un fenómeno crítico, como una derivación sa- ludable , es preciso cuidarse mucho de no con- trariar su evolución. «Naturaleza v asiento.—De buen grado reconocemos con Alibert, que la significación de la palabra exantema no debe eslenderse «á las enfermedades que dependen de un estado puramente inflamatorio de la piel»; porque en efecto, nos parece imposible que no haya en las afecciones que estamos estudiando mas que una flegmasía local; y no dudamos que presida á su desarrollo una causa interna general, impri- miéndoles un carácter patogénico particular. Cuál es su naturaleza? Nos es enteramente des- conocida; porque decir con la escuela humoral y con Aliberl, que es «un germen, una levadu- ra misteriosa , que el hombre trae consigo al nacer,» es asentar una hipótesis que no esplica nada. ¿Por qué esla causa interna obra unas veces como determinante y otras como predis- ponente? Por qué las causas esternas no tienen siempre una influencia constante? Cómo inter- pretar los casos en que segun muchos autores (John, Versuche fur die pratisehe Heitkunile; Heisenach , 1835.—Behr, Exanthem nach dun tode en Casperas Wochenschrift, 1837, núme- ro XLIV), se manifiesta un exantema después de la muerte ? Eslas cuestiones son por desgra- cia ¡nsolubles en el eslado actual de la ciencia. «Relativamente á la piel, el asienlo anató- mico primitivo de los exantemas es la red vas- cular subepidérmíca, cuyos límites no escede nunca al parecer la alteración local en las vi- ruelas , el sarampión y la escarlatina; invadien- do á veces por el contrario las capas mas pro- fundas del dermis y aun el tejido celular sub- cutáneo , en la urticaria, el eritema (eritema tuberculoso), y en la erisipela. «Pero ¿es la piel el asiento esclusivo de los exéntenlas? Esla cuestión, que ni aun se halla planteada en los autores franceses, ha sido en Alemania objeto de numerosas investigaciones. »En 1832, el autor de un Irabajo inserto m el Mayasen ele /tosí (hd. XXXYI1 , hefl 3, pa ginas 4o2-3bV~ estableció las proposiciones m. guíenles. » I.° Existen exantemas internos, pero solí, se desarrollan en ciertas partes. »'2.° Los exantemas internos eslan meno< caracterizados ( unvolkommener) que lo* es- temos. »3.° No se ha de confundir con los exanlo mas internos algunas alteraciones que presen- ten la misma apariencia. »4.° Las membranas serosas y las víscera> no se afecten jamás de exantemas. «Estes proposiciones ya restrictivas, por- que mas adelante veremos (y. erisipela) tjut> muchos autores antiguos habían admitido eri- sipelas del pulmón y de la pleura, fueron dis- s- cutidas y desenvueltas por Jahn (Dfaturgei- i- chichte der inneren exantheme, en Versuche fa ¡r ilie pract. Heilk.; Eisenach , 183o, p. f6'J)f i| cuyo autor, después de haber estudiado la cups- s- lion muv detenidamente, establece las siguien- i- les conclusiones: »1.° No puede dudarse la existencia de los * exantemas internos. »2.<» Los exantemas internos se unen sobre t todo á los estemos que son mas susceptibles de e terminar por metástasis. »3.° Ciertas enfermedades determinan mas comunmente exantemas internos, y otrasester- nos : en la primera clase se colocan la cólera, el tifo, etc., y en la segunda el sarampión,la escarlatina, las viruelas, etc. »4.° Hay afecciones que no producen cens- lanlemente mas que exantemas internos,como por ejemplo , las aftas. »5.° Del mismo modo que puede afectarse la piel en las enfermedades exantemáticas,sin que se manifieste el exantema (escarlatina w¡ exantema); asi también pueden ser invadidas las membranas mucosas sin que se observe en ellas esla alteración. »6.° Los exantemas internos son mas efí- meros que los estemos; y asi es que en las ne- cropsias no puede muchas veces comprobar* la alteración en las parles internas, mientra- que es lodavia muy perceptible en la piel. »7.° En el momento de la muerle y des- pués de ella desaparecen en parle, lanío io- exantemas internos corno los estemos. Elcola/w que precede á la terminación funesta noe.-pli- ca este hecho de modo alguno , porque alguna veces se manifiestan los exantemas después qof ha cesado la vida. »8.° Las metástasis exantemáticas resulten del desarrollo de un exantema interno, ó de U estension de uno esterno á las membranas in- ternas. «Eisenmann avanza todavía mas, distin- guiendo exantemas y enantemas. Con el primer nombre comprende las afecciones que hemos enumerado, y que manifestándose sobre todo en la piel, pueden propagarse basta las mem- DE LOS EXANTEMAS. 313 branas mucosas; y bajo el segundo, reúne dos j clases patológicas (pgra y tifus), cuyo carácter es determinar ciertas alteraciones de las mem- branaslhucosas ( Veber die vegetativen Krank- heiten). «Una objeción se presenta desde luego al que trata de apreciarlos trabajos que acaba- mos de referir; la mayor parte de los hechos y de las aserciones que en ellos se encuentran, se refieren á enfermedades á que nosotros no con- cedemos el nombre de exantemas (viruelas, af- tas) , ó bien á alteraciones anatómicas de la membrana mucosa intestinal, que tampoco cor- responden á este orden de afecciones (fiebre ti- foidea, ele.) El profesor Albers de Bonn com- prendió muy bien que era imposible rosolver la cuestión satisfactoriamente considerándola de esle modo, y la trató en una escelente memoria bajo el mismo punte de vista que la hemos planteado nosotros ( Veber exanteme und ihnem ühnliche Dildungen auf inneren Hiiulen; en IlusVs Magasin, 1836 , bd. XLVI, hefl. 3. s. 403). De esla memoria citaremos las siguientes conclusiones, que á nuestro parecer deben adoptarse. »1.° La observación no nos permite todavía admilir la existencia de enanteraas propiamen- te dichos, y no puede darse este nombre á las alteraciones que caracterizan las aftas, la fie- bre tifoidea, ele. »2.° Sin embargo , cierlos exantemas (sa- rampión, escarlatina), se propagan en algunos casos á las mucosas bucal, faríngea , laríngea y genital , y estos fenómenos consecutivos no deben confundirse con las inflamaciones (cori- za , bronquitis, angina) que preceden frecuen- temente á los exantemas. »3.° Las metástasis exantemáticas no pue- den referirse al desarrollo de un enanlema. »4.° La existencia de enfermedades exan- temáticas sin exantema no está suficientemen- te demostrada. «Clasificación en los cuadros nosológicos. —Historia y bibliografía.—Cullen coloca los exantemas enlre las pirexias; y los incluyen en el número de las inflamaciones Sauvages (cla- se III , Enfermedades inflamatorias, orden I. Enf. inflam. exantemáticas) y Pinel (clase II, Clegmasias, orden I, Flegmasías cutáneas); pero es preciso advertir que eslos nomógra- fos no dan á la palabra exantema la misma acepción que nosotros. Los exantemas forman el secundo grupo de Alibert, el tercer orden de Willan y el primero de Cazenave y Schedel. «Los aulores mas anliguos habían descrito los exantemas en particular; pero ninguno de ellos habia presentado las consideraciones ge- nerales que se refieren al grupo morboso que reunidos constituyen. Cullen , Sauvages y Pi- nel, solo les han consagrado algunos renglones. Los dermatólogos modernos no son tampoco mas esplícilos (Alibert, Monographie des der- maloses; Cazenave y Schedel, Abregé pratique des maladies de la peau), y en los diferentes TOMO Vil. diccionarios apenas se encuentran una ó dos páginas que traten de esla materia. (Dictionai- re de médecine.—J. Copland, A dictionary of pract. med.—The cyclopcedia of pract. med.) Por nuestra parte hemos creido deber entrar en los pormenores que preceden, para poner al lector en estado de juzgar con conocimiento de causa, acerca de los motivos que pueden inducir á los nosógrafos á separar ó reunir lan importantes afecciones, cuya patogenia pre- senta todavía mucha oscuridad. (Monneret v Flblry, Compendium, etc. t. 'ó.°, p. 562-569). CAPITULO II. Del eritema. «La palabra eritema se deriva de ieví^t rojo. «Sinonimia.—ipvüvpx de Hipócrates ; erisi- pelas de Celso y Galeno; erisipelas idiopathicum de Sauvages; phlogosis erythema de Cullen; in- flamatio erythema, cauma erythematicum de Young; herpes eñtemoides de Alibert; eritema de Cazenave, Schedel y Rayer; intertrigo, ma- culce volatícele de diversos autores. «Definición.—La palabra eritema se ba em- pleado durante mucho tiempo para designar toda rubicundez de la piel , y algunos aulores le dan hoy lodavia esla misma acepción. «El erilema , dice Rayer es el primer grado de una multitud de flegmasías cutáneas.» (Traite teo- riq. etprat. des mal. de la peau, l. I, p. 95). Si se aceptase esta definición , es evidente que no representando la palabra eritema mas que un grado de la flegmasía culánea y un sín- toma comuna muchas afecciones de la piel, pertenecería á la semeiologia, y no debería co- locarse en los cuadros nosológicos como una individualidad morbosa. Nosolros la considera- remos bajo este último aspecto; pero daremos únicamente el nombre de erilema á un exan- tema no contagioso, que se desarrolla casi siempre bajo la influencia de una causa inter- na desconocida, caracterizado por la presencia, en una ó muchas partes del cuerpo, de un nú- mero mas ó menos considerable de manchas rubicundas, de una eslension que varia mu- cho , superficiales ó acompañadas de tumefac- ción del tejido celular subcutáneo, que rara vez dan lugar á síntomas generales y que si- guen por lo común un curso agudo. Esta defi- nición, por insuficiente que sea para dar una idea de la enfermedad que nos ocupa , intro- duce por de pronto algunas modificaciones im- pértanles en la división seguida por los autores en el estudio del erilema. «División.—Los dermatólogos que loman la palabra eritema en su acepción mas eslensa han debido establecer gran número de especies entemalosas. Aliberl admite los eritemas : in- tertrigo , producido por el roce de dos superfi- cies una con olra (por debajo de las mamas 314 DEL ERITEMA. en la axila, ingles y parte superior de los mus- los) y por el contacte de una materia acre (llo- res blancas, flujos gonorréicos ó disentéricos, orinas, materias fecales y moco nasal); paratri- ma, determinado por una compresión egercida mucho liempo en una misma parle (equitación, decúbito); pernio, ocasionado por una sustrac- ción de calórico, y per adustionem por un au- mento de calor (Monog. des dermatoses, en 4.°, p. 9). Rayer, siguiendo á Sauvages, añade á estas especies un erilema o punctura , produ- cido por la picadura de una aguja ó de un insecto (loe. cit., p. 95). Nosotros no pode- mos adoptar semejante división. ¿Qué ana- logia existe éntrela* rubicundez, la inflama- ción superficial, local, en una palabra la der- mitis que se manifiesta bajo la influencia de una causa irritante esterna, y esas manchas que se desarrollan en la mayor parle del cuerpo sin que sea posible reconocer las mas veces la causa que las ha producido? Podráse dar el nombre de eritema á la rubicundez que resulla de la aplicación de un sinapismo ó de un rube- facienle cualquiera? Lo mismo podria llamarse pénfigo á la flictena que determina un vejiga- torio. Verdades que, como se verá mas ade- lante, no separamos la erisipela por causa ester- na y traumática , de la erisipela por causa in- terna; pero si no lo hacemos, es porque la afección présenla en ambos casos unos mismos caracteres, unos mismos sínlomas, un mismo curso, y lo que varia únicamente es la causa; mas aquí lodo es diferente , causa , sínlomas, curso , terminaciones, naturaleza y tratamien- to. Para nosotros será pues el erilema una afec- ción producida siempre por causa interna; ó por lo menos, solo daremos este nombre á una enfermedad caracterizada por la presencia de un número mas ó menos considerable de man- chas rubicundas, separadas por intervalos de piel sana. «Aliberl establece ademas otras especies de eritemas, que son el epidémico y el endémico: el primero, que ha sido igualmente descrito por Cazenave y Schedel, constituye la afección que estudiaremos con el nombre ele acrodinia; y el segundo es la pelagra de Lombardia, enferme- dad cuyos caracteres no se hallan lodavia bien determinados, y que ademas no puede en ma- nera alguna referirse al erilema. «Rayer y otros muchos aulores distinguen un erilema idiopático y olro sintomático, cuya distinción nos parece lan infundada como las precedentes; pues en efecto , ora las manchas erisipelatosas se manifiestan espontáneamente, constituyendo por sí solas toda la enfermedad; ora preceden, acompañan ó siguen, á una afec- ción de las vias digestivas , á una fiebre inter- mitente ele; pero en esle caso no puede la re- lación de causa á efecto determinarse rigurosa- mente. «Las consideraciones que acabamos de es- poner nos mueven á admilir una sola especie de erilema , en la que distinguiremos dos va- riedades, que ofrecen diferencias bastantes no- tables para describirlas por separado : la una es el eritema simple y la olra el tuberculoso. «Alteraciones anatomice.—Poco #s lo que tenemos que decir sobre las alteraciones esciu- sivamente locales que caracterizan al erilema. Una inyección mas ó menos considerable de los capilares que se distribuyen en el cuerpo mu- coso , á veces una ligera infiltración sanguí- nea en el tejido del dermis ó aun en las areolas del tejido celular subcutáneo (crit tubereuloso), ! la tumefacción de esle tejido y su distensión por [ una corta porción de serosidad , son las únicas lesiones que han podido comprobarse. «Síntomas.—A. Eritema simple.—Se ma- nifiestan espontáneamente algunas veeps en to- da la superficie del cuerpo , por lo común tan ¡ solo en una ó muchas de sus partes, y sobre todo ¡ en la cara , en el pecho ó en los miembros, sin l que vayan precedidas de sínlomas generales ó locales, unas manchas rubicundas, que desapa- recen á la presión del dedo para volverse á manifestar asi que esla cesa. Su aparición es súbita ó lenta y graduada, y su número varia- ble según la eslension de las superficies inva- didas; pero rara vez se observan menos de diez ó veinte. Sus formas y dimensiones son tam- bién diversas : ora se presentan circulares, del tamaño de un real de plata al de una pésela, y ora aparecen irregulares y con dimensiones mayores. Su color varia desde el sonrosado hasla el rojo vivo y aun de violeta ; unas veces no se halla aumentada la temperatura de la piel, y oirás se manifiesta un calor bastante intenso, acompañado de un ligero dolor y de una comezón mas ó menos viva, que en ciertos casos es muy incómoda, apareciendo comple- tamente sana la piel en los intervalos que se- paran las manchas. Rayer (loe. cil., p. 98) des- cribe un eritema general. En esta variedad, di- ce, la rubicundez es superficial, desigualmente repartida en las diversas regiones del cuerpo, y algunas veces difiere poco del color natural, presentándose la piel seca con un aumente mas ó menos considerable de su temperatura. «La superficie eritemalosa puede presentar diferentes aspectos: unas veces es lisa é igual, y no forma prominencia sobre el nivel de la Íiiel (eritema simple); aparece lustrosa cuando a enfermedad se presenta en partes infiltradas (eritema leve), y entonces suelen las manchas hacerse confluentes: en ciertos casos, y princi- palmente en los brazos, el cuello y el pecbo.es áspera, é imperfectamente papulosa («rile»"1 papulatum) durante los dos ó tres primeros dias: y entonces existen manchas irregulares, al principio muy rojas y después lívidas, sobre todo en su cenlro (Baleman, Abregé prat. dei maladies de la peau , Irad. de Berlrand, pági- na 163). Pueden las pápulas presentarse única- mente en la circunferencia de las manchas, cuyo cenlro se halla entonces liso, mientras que los bordes son ásperos, prominentes y mas rojos (eritema marginatum): cuando las papú- DEL El las forman una elevación considerable, van á \eces acompañadas de una tumefacción que persiste muchos dias (erilema tuberculatum). Bietl describe con el nombre de eritema centrí- fugo, olra forma papulosa : «Esle eritema, di- cen Cazenave y Schedel (Abregé prat. des mal. de la peau, 3.* edic., p. 11)* es bastante raro; liene al parecer su asienlo especial en la cara, y empieza por un punte papuloso que adquiere un incremento escénlrico, á veces bastante con- siderable para invadir una gran parte del ros- tro. Comunmente se manifieste bajo la forma de chapas bien redondeadas, de la dimensión de una peseta ó algo mas, de un color rojo, li- geramente elevadas, con bordes prominentes, y cnvo cenlro eslá sano y deprimido. »B". Eritema tuberculoso. — La enfermedad en este caso va casi siempre anunciada tres, cuatro ó aun ocho dias antes, por fenómenos precursores mas ó menos graves, manifestán- dose fiebre, cefalalgia, y una desazón general: nosotros hemos visto algunos casos, en que se presentaban lodos los sínlomas característicos de la invasión de una fiebre litoidea (postra- ción, alteración délas facciones, sequedad y color negro de la lengua, estreñimiento, etc.). Al cabo de algunos dias desaparecen de repen le todos eslos fenómenos, y se forman, princi- palmente en la parle anlerior de las piernas, unos tumores redondeados ú ovalados, del vo- lumen de una avellana hasla el de una nuez, presentando su diámetro major paralelo al de la tibia , rubicundos , muy dolorosos á la pre- sión , formando verdaderas nudosidades, que al parecer tienen tendencia á supurar, mas nunca pasan de esle eslado. La tumefacción se aumenta durante los primeros dias, y después disminuye de un modo progresivo; las nudosi- dades se reblandecen , adquieren un color azu- lado ó violado, y acaban por desaparecer com- pletamente. Sin embargo, la parle donde lenian su asiento conserva por algún tiempo un color negruzco parecido á un equimosis. Esta dis- posición consecutiva es muy notable, y á ve- ces, cuando no se lienen en cuenta las circuns- tancias conmemorativas, da lugar á errores en el diagnóstico, que felizmente son mas funestos para el médico que para el enfermo. Algunos práclicos, poco habituados á ver enfermedades de la piel, han lomado estas manchas que su- ceden á los tumores del erilema tuberculoso, por los equimosis que resultan de las contusio- nes, ó por las manchas de la púrpura hemor- rágica. «Curso.—Duración.—Terminación.—El cur- so del erilema es regular, y en ciertos casos aparece esle exantema muchas veces en un mis- mo individuo. Se le ha visto manifestarse de una manera intermitente ó aun periódica, como sucede naturalmente cuando coincide con una fiebre que repite por accesos. La duración del eritema varia segun larforma que reviste y la causa que lo ha producido. Si coincide con una afección aguda ó una fiebre periódica, es sim- itema. 315 pie por lo común, y desaparece repen Unamen- te (eritema fugaz) cuando cesan los paroxismos, sin que se observe descamación consecutiva: en otros casos es su duración de siete á ocho dias, y se esfolia el epidermis, lo cual sucede comun- mente en las diversas formas del erilema pa- puloso. El curso del erilema tuberculoso es bás- tenle insidioso al principio; dura de doce á • quince dias, y termina constantemente por re- solución. Los aulores no refieren ejemplo algu- no de metástasis erilemalosas. «Sigue, pues, el eritema en todas sus for- mas un curso agudo; sin embargo, Rayer, si- guiendo á J. Frank, describe con el nombre de eritema crónico «la rubicundez que coincide al- gunas veces con la inflamación papulosa de la cara conocida con el nombre de barros, y que le sucede mas á menudo...., y las manchas ru- bicundas persistentes que se presentan en las nalgas de los recien nacidos, producidas y sos- tenidas por el contado habitual de la orina ó de materias escremenlicias, y por la suciedad de los pañales» (loe. cit., p. 99). No nos pare- ce que pueda llamarse eritema la rubicundez que acompaña á los barros, procedentes de una dilatación varicosa de los vasos capilares del dermis; y por olra parte, aun cuando se diera esle nombre á la rubefacción que produce en los niños el contado de las orinas y materias fecales, nunca seria esta afección masque un eritema agudo, reproducido y sostenido conti- nuamente por la acción perenne de la causa determinante. «Diagnóstico, pronóstico.— El diagnóslico del eritema no puede presentar dificultades en ningún caso. El que es simple se distingue: de la roseóla en que las manchas de este lienen un color sonrosado vivo muy característico y di- mensiones mas considerables; del sarampión y de la escarlatina, en que estos dos exantemas van acompañados de síntomas generales de un carácter particular, y ademas en que las man- chas del primero son mas pequeñas é irregu- larmenle semilunares, y las de la segunda pre- senten anchas superficies que lienen un color rojo de frambuesa; y de las sifílides exantemá- ticas -en el color cobrizo que presentan estes últimas^ que ademas van siempre precedidas y acompañadas de sínlomas venéreos primitivos". La elefantiasis de los griegos empieza á veces por unas manchas, que algún médico poco es- erimenlado ha tomado por erilematosas: «No ace mucho, dicen Cazenave y Schedel, se pre- sentó á Bietl una persona que padecía esla hor- rible enfermedad, habiéndose creído que solo lenia un eritema.» El color leonado que pre- sentan las manchas de la elefantiasis, su per- sistencia, v sobre todo la pérdida ó disminución de la sensibilidad que se observa en la piel cor- respondiente , son signos mas que suficientes para evitar el error. «El eritema papuloso no puede confundirse con el Vichen urticatus; porque en este las pá- pulas son menos anchas, mas redondeadas y 316 DEL ERITEMA. duras, menos rojas, acompañadas de un pru- rito muy vivo, y ademas se encuentran siem- pre aisladas. «El erilema tuberculoso se distingue de la urticaria por su persistencia, el volumen , la tumefacción mas considerable de las nudosida- des y la falta de comezón. 1 «El pronóslico del eritema es siempre favo- rable; siendo difícil comprender lo que Willan y Bateraan (loe. cil., p. 164), quieren decir cuando asientan, que el eritema tuberculaium va acompañado de fiebre héctica. «Complicaciones.—El eritema nunca es com- plicado; pero complica á veces una flegmasía de las primeras vias, una fiebre intermitente (eritema sintomático), y la anasarca (erilema levé): su desarrollo en eslas circuslancías no es un signo del que puedan sacarse grandes in- ducciones, por mas que Baleman haya exage- rado su importancia. «Causas.—El erilema no es contagioso; nos- otros no lo consideramos como epidémico, y los aulores que lo miran como lal, confunden con él olra afección de la que difiere por muchos punios importantes (v. acrodima). La consli- lucion ejerce en el desarrollo de esle exantema una influencia bastante marcada; pues el erile- ma simple se observa especialmente en los in- dividuos fuertes, plelóricos y sanguíneos, y el tuberculoso se presenta mas bien en las per- sonas escrofulosas y linfáticas. Los niños y las mujeres le padecen con mas frecuencia que los adultos; pues si el trabajo de la dentición , la época menstrual y la edad crítica , no pue- den admitirse como causas determinantes del eritema, lo son por lo menos predisponentes. Enlre eslas debe contarse la influencia de la temperatura mas ó menos elevada que se nota en la primavera y en el eslió. La inges- tión de sustancias irritantes y del bálsamo de copaiba pueden dar lugar al" desarrollo de un eritema. «Tratamiento.—El tratamiento de esla en fermedad es muy simple : los baños libios, las bebidas refrigerantes, la quietud en cama, y algunos ligeros minorativos para mantener li- bre el vientre, son porte común los únicos medios que deben emplearse. Si el calor y la rubicundez fuesen muy vivos, si hubiera fiebre y sínlomas de reacción general, se podrian sa- car grandes ventajas de una sangria ó de la aplicación de sanguijuelas al ano. El erilema tuberculoso reclama á veces una evacuación sanguínea; sin embargo, dicen Cazenave y Schedel, como se presenta por lo común en in- dividuos linfáticos, una vez disipado puede ser útil recurrir á un tratamiento tónico. «Naturaleza y asiento. — Clasificación en los cuadros nosológicos.—Todos los autores convienen en considerar al erilema como una flegmasía de la piel; y es en efecto dificil dejar de atribuir esta naturaleza á una enfermedad, caracterizada por una fluxión y aun por una congestión sanguínea; pero no lo es menos com- prender, por qué esla fluxión se limita á ciertos puntos muy circunscrito:- de la piel , aunque sea general la causa que la determine, puesto que las manchas erileniatosas ocupan siempre gran parte, si no la totalidad del cuerpo. Ya he- mos hablado de eslo mas detenidamente al tra- tar de.los exantemas en general. El cuerpo mu- coso puede considerarse como asiento anatómi- co del eritema; y en la forma tuberculosa par- ticipa de la inflamación el tejido celular sub- cutáneo. «Reuniendo Sauvages el eritema á la erisi- pela , lo coloca entre los vicios (clase 1.'. or- den III. Ti mores ; y después lodos los nosógra- fos lo han. comprendido en el número de las flegmasías cutáneas. Plenck lo incluye entre las manchas (clase 1.a, maculce rubra), y Aliberl, describiendo especialmente el eritema por cau- sa esterna, lo coloca en sus dermatosis eczema- tosas (l.er grupo, género 1.°), enfermedades «muy poco relacionadas con la disposición mor- bosa de los órganos interiores de la vida, cuyo desarrollo puede compararse á los efectos que produce la acción alterante del fuego.» Willan (orden III), y Cazenave y Schedel (orden I;, describen esta afección entre los exantemas. «Historia y bbliograkia.—No se encuenlra en los aulores antiguos una descripción satis- factoria del eritema considerado como afección exantemática: unos lo confunden con la erisi- pela ; otros ni siquiera lo mencionan, y en nin- guna parle se halla descrita la forma tubercu- losa. Sauvages, como ya hemos dicho, describe únicamente el eritema por causa esterna; em- pieza uniéndolo con la erisipela (ISosol. niclA., en 8.°, t. 1, p. 173), y después dice en olro lu- gar (t. III, Vocabulaire de la nosologie, p. 43): «El erilema va acompañado de los sínlomas de la erisipela escepluando la fiebre, que es laque distingue eslas dos enfermedades; asi es que incluyo el erilema en la clase de los vicios de la piel, y la erisipela en la de las inflama- ciones. » «Pinel no hace mención del eritema en su Nosografía filosófica; y únicamente en las obras mas modernas, y sobre todo en las que estar consagradas al estudio de las enfermedades cu- láneas , es donde puede leerse con fruto la his- toria de esla enfermedad. Citaremos, aunque con cierta reserva en cuanlo al modo de consi- derar las causas del eritema, á Alibert (Mm- graphie des dermaloses, en 4.°, Paris, 11 Sí]. á Baleman (Abregé pratique des maladies í/eífl peau, trad. de Berlrand; París, 1820), á Caze- nave y Schedel (Abregé pratique des maladiei de la peau; París, 1838, 3.a edic); y á Gibert (Traite pratique des maladies speciales de la peau; París, 1839, 2.'edic.)» (Monneret y Fleo- rv, Compendium de médecine pratique, t. HI, p. 491-49Í). • CAPITULO 111. De la roseóla. «No se halla rigurosamente' establecida la individualidad de la roseóla. Willan describe I 4on este nombre: «un exantema generalmente sintomático, dependiente de varias enfermeda- | des febriles, y que no reclama otro tratamien- to que el mismo de la pirexia» (Baleman, Abregé pratique des maladies de la peau , tra- ducción de Bertrand, p. 136; París, 1820); Ca* zenave y Schedel consideran la enfermedad co- mo un exantema no contagioso, que tiene su existencia propia, y no hablan de las afecciones primitivas indicadas por Willan (Abregé pra- tique des maladies de la peau, pág. 33; Pa- rís, 1838). «Rayer duda si deberán confundirse las di- versas especies de roseóla establecidas por Wi- llan , ya con el erilema, ya con el sarampión sin catorro [Traite theor. et prat. des mal. de la peau, l. I, p. 231; París, 1835). «Algunos patólogos creen que la roseóla cor- responde á la enfermedad descrito por los ale- manes con el nombre de rubéola, de rolheln, y que no es olra cosa mas que un sarampión anómalo irregular; al paso que otros la consi- deran como una calentura eruptiva distinta, que debe colocarse en los cuadros nosológicos enlre el sarampión y la escarlatina (v. sarampión). «Dificil es decidirse enlre estas diversas opi- niones. Sin embargo, apoyándonos en la obser- vación clínica y en la lectora atenta de los auto- res, creemos poder asegurar que se ha descrito con el nombre de roseóla, ya eritemas ó urtica- rias (roseóla de Cazenave y Schedel, roseóla ees- tiva, roseóla autumnalis, roseóla annulata de Willan y Baleman), ya sarampiones anormales (rubéola, rolheln de los autores alemanes), yaen fin erupciones sintomáticas secundarias, ver- daderos epifenómenos de varias afecciones ge- nerales, epifenómenos lan pocoá propósito para formar entidades patológicas, como lo seria una erupción tifoidea (roseóla variolosa, roseóla mi- liaris de Willan y Baleman). »S¡n embargo, como la opinión que acaba- mos de emitir puede no parecer bien á lodos, creemos deber reproducir las descripciones que han dado los dermatólogos de la roseóla. «Definición y división.—Ya se deja cono- cer que la definición de la roseóla ha de ser muy insignificante, y basada únicamente en los sín- tomas; por consiguiente diremos con Cazenave y Schedel: «La roseóla es un exantema no con- tagioso, fugitivo, caracterizado por manchas sonrosadas de diversas figuras, precedidas y acompañadas por punto general de síntomas febriles.» «Para evitar la confusión en que han caído NVillan , Baleman y los autores que los han co- piado, y para que nuestro artículo no carezca enteramente de valor patológico, dividiremos la DK LA ROSEÓLA. , roseóla en primitiva ó simple, y secundaria ó complicada. «A. Roseóla primitiva, simple.—Hoseola de Cazenave y Schedel (roseóla cestiva y roseóla infantilís de Willan y Baleman).—Síntomas. Generalmente se anuncia la enfermedad por un movimiento febril mas ó menos intenso, por desazón, cefalalgia, sed, anorexia, agitación ó abatimiento; en los niños de corta edad se ob- servan á veces vómitos, diarrea, delirio y con- vulsiones. En algunos casos va precedida la erupción de una fiebre ligera, desazón y estre- ñimiento. »EI período de invasión dura, segun Caze- nave v Schedel, de tres á siete dias. «Durante el período de erupción salen en la cara, el cuello y los brazos, manchas rubicun- das ó mas bien de un color de rosa subido, bas- tante anchas, de cualro á seis líneas de diáme- tro, casi circulares, ora discretas y separadas por intervalos considerables de piel sana, ora numerosas y aproximadas enlre sí. Estes man- chas exantemáticas poco ó nada esceden del ni- vel de la piel, y van acompañadas de mucha comezón. «Generalmente se esliende la erupción á to- do el resto del cuerpo en el espacio de veiu- lícualro á cuarenta y ocho horas; pero á veces es parcial, limitándose á la cara, cuello, miem- bros superiores y pecho. «La faringe presenta un color morboso pa- recido al de las manchas cutáneas, y la deglu- tion es doíorosa (Baleman, loe. cit., p. 137). «Desde el segundo dia palidecen las man- chas, y por lo común se disipan sin descama- ción antes del quinto (Baleman). La duración de esle período es de Ires á cualro dias, según Cazenave y Schedel, y de Ires á siete segun Rayer. *»EI curso de la enfermedad es en ocasiones irregular, desapareciendo y volviéndose á pre- sentar muchas veces la erupción. «Bien sea esta variedad, dice Rayer, una modificación del sarampión , ó bien un eslado intermedio entre el eritema y la urticaria, lo cierto es que debe considerarse como el lipo del grupo roseóla.» «El diagnóstico es dificil, porque ha de fun- darse en caracteres variables y poco marcados. Dicen los aulores que las dimensiones , la for- ma y el color de las manchas, no permiten confundir esla enfermedad con el sarampión sin catarro. En cuanlo al eritema no estable- cen el diagnóstico diferencial. ))Ca usas— La roseóla se presente especial- mente en verano (roseóla aestiva), y no perdona edad ni sexo; pero ataca con preferencia á las mujeres y á los niños (roseóla infantilís). Bielt dice haber observado muchas epidemias de este erupción en los paises muy cálidos (Cazenave y Schedel, loe. cil., p. 35). liase incluido en.- ire las causas de esta enfermedad las emociones morales fuertes, el abuso de los alcohólicos y de las especias, la ingestión de bebidas frias 318 ni i a r>n*r.oi.A. estando el cuerpo sudando, y los ejercicios in- moderados. »2.° Roseóla autumnalis de Willan.— Esla variedad se observa especialmente en los niños durante el oloño; ni la precede ni la acompa- ña trastorno alguno funcional; aparecen, sobre lodo en los brazos, manchas circulares ú ova- ladas, sonrosadas y del tamaño de una peseta; producen mucha picazón y se disipan á los siete dias, ocasionando á veces la esfoliacion del epidermis. «Esla forma, dice Bayer, es evidentemente una variedad de eritema.» »3.° Roseóla annulatade "Willan.—Desar- róllanse en lodos los punios del cuerpo y prin- cipalmente en el vienlre, en la cintura, en las nalgas y en los muslos, unas chapas de forma anular, sonrosadas, con áreas centrales en que está sana la piel; se inscriben de esle modo unos en otros dos, tres ó cualro anillos; los cua- les no lienen al principio mas que una á dos líneas de diámetro; pero se aumentan progre- sivamente dejando en el centro un espacio sano, que en ocasiones ofrece hasla media pulgada de diámetro. «Las manchas exantemáticas eslan mas ani- marlas por las mañanas; pero se ponen de un color vivísimo por las tardes ó por las noches, determinando calor, prurito, y hasla un dolor bástenle fuerte. «Cuando la enfermedad va acompañada de movimiento febril, es muy corta sil duración; cuando es apirélica pasa á menudo al estado crónico, y tiene una duración indeterminada. «Rayer cree que la roseóla anular es tam- bién una variedad del eritema. » Tratamiento de la roseóla simple. — Los únicos medios á que debe recurrirse son las bebidas acídulas, los baños tibios, algunos la- xantes y el reposo: cuando se hace crónica la enfermedad, aconseja Baleman los ácidos mi- nerales y los baños de mar. »B. Roseóla secu.\o\ria, complicada.—1.° Roseóla variolosa de Willan.— Esta erupción viene á presentarse una vez enlre cada quince casos de viruelas inoculadas, al segundo, dia de la calentura eruptiva , y en ocasiones precede á las viruelas naturales. Al hablar de esla últi- ma afección, nos ocuparemos de la roseóla va- riólica. • 2.' Roseóla febrilis.—Willan y Baleman comprenden bajo esle nombre las erupciones de diversas formas y apariencias que acompañan á veces á la calentura miliar, las intermitentes, las fiebres biliosas, las litoideas, etc. «Baleman dice que la erupción se parece á la de la roseóla cestiva, pero que su color se aproxima mas al del sarampión; y en otro lu- gar añade que la ha visto en forma de manchas de un color de rosa brillante, de una forma ovalada irregular, de superficie elevada y lisa en cierlo.modo, y exentas de prurito. «3/ Roseóla reumática de Rayer; pelliosis reumática de Schónlein y de Fuchs.—Baleman Fuschs (Bull. des s<¡mce>. medien es de Ferus- cae, t. XVIII, p. 274), Ilemminir, Nicholson (Lond. med. gnz.. t. III, p. 5if>). CoCurso, duración y terminación.—Dura la enfermedad un septenario poco mas ó menos, siendo muy raro que persista lodo este tiempo (urticaria perstans); «desaparece y se presenta irregularmente en casi lodas las partes del cuer- po, desarrollándose sobre lodo por las noches, y acompañándose entonces de alguna frecuen- cia del pulso. Hasla puede el enfermo , á fuerza de rascarse, determinar su aparición en cual- quier parte del cuerpo. La duración individual de, las chapas varía desde cuatro, cinco, ó seis minutos, hasta una, dos ó tres horas» (Caze- nave y Schedel, loe. cil., p. 63). «Es de advertir sin embargo, que en la ur- ticaria febril propiamente dicha (fiebre urtica- ria) el curso de la enfermedad es casi siempre continuo, en el sentido deque las erupciones se suceden con lanía rapidez, que existen cons- tantemente chapas de urticaria, ya en un punto ya en olro de los tegumentos. «Muchas veces se reproduce periódicamente la erupción , presentando todos los caracteres de una calentura intermitente, y cediendo al sulfato de quinina. «En este caso, dicen Caze- nave y Schedel, ¿es la erupción un epifenóme- no ó constituye la enfermedad principal? Difi- cil seria resolver esta cuestión. En tales casos parece desarrollarse muchas veces bajo la in- fluencia de un eslado patológico del hígado, y nosotros hemos vislo chapas de urticaria que * presentaban un tinte ictérico bien marcado.» «A medida que se va acercando la termi- nación déla enfermedad, disminuye el prurito, se manifiestan las chapas con intervalos mas lardos, y últimamente vuelve lodo á entrar en orden , sin que deje el exantema huella alguna de su existencia. Solo cuando ha sido muy ge- neral y muy pronunciado, se verifica en "oca- siones una ligera descamación. «Urticaria crónica (urticaria evanida).— Síntomas. -No se anuncíala erupción por nin- gún fenómeno general; se manifiestan los ha- bones de pronto y no van acompañados de mo- vimiento febril: son irregulares, anchos, gene- ralmente blancos, y no presentan aureola ori- teraalosa. No es general la erupción; ocupa el cuello, el pecho, la espalda ó los lomos, y rara vez los miembros; ora se manifieste sucesiva-* mente en muchas regiones diferentes, ora se desarrolla siempre en una misma parte. »Curso , duración, terminación.—Caracte- rizan principalmente la urticaria crónica su curso intermitente con irregularidad y su larg,t duración. Por lo común desaparece la erupción á las pocas horas; pero se reproduce con mu- cha frecuencia sin causa apreciable, ó bajo la l influencia de las causas ocasionales mas leves (la acción de rascarse, una lemperalura eleva- da, un esceso en la comida ó en la bebida, un ejercicio violento , ele). Unas veces es de mu- chos dias ó de muchas semanas el intervalo que j separa las erupciones, y oirás se suceden tan de cerca, que se reproducen dos ó tres veces en un mismo dia. De esle modo se prolonga la enfermedad uno y olro mes, y aun en ocasio- nes gran número de años. «Urticaria tuberosa.—Esta variedad es bas- tante rara; consliluven las chapas nociosidades anchas, duras , profundas , que ocupin el teji- do celular subcutáneo, y son análogas á las pro- minencias del erilema tuberculoso. Pueden ma- nifestarse en toda la superficie del cuerpo, ó solo en una región, que entonces suele ser la de | los lomos ó algún miembro; y van acompaña- das de desazón, tensión en las partes invadidas, dolores articulares y diversos trastornos de la circulación y de la respiración. «En un enfer- mo de las safas de Bietl, dicen Cazenave y Sche- del, hemos visto una urticaria tuberosa, acom- pañada de calentura intermitente cotidiana, y que habia durado cuatro años, determinando consecutivamente tumefacciones y distensiones j eslraordinarias , equimosis , roturas y ulcera- ' ciones. En cada acceso ocasionaba una tume- facción general lan notable en ocasiones, que sufría el paciente verdaderos alaques de sofo- cación: los movimientos del pecho se hacían poco eslensos; la respiración era corla; el cue- llo aparecía hinchado, la cara abotagada y de' color violado, los latidos del corazón intermi- tentes y aun insensibles, siendo preciso mas de una vez practicar largas sangrias, para evitar la muerte que parecía inminente» (loe cil., ¡ p. 66). «El prurito es menos intenso que en las for- mas precedentes. »Curso, duración, terminación.—El CiirsO y la duración son los de la urticaria crónica; pero la terminación presente caracteres espe- ciales. La erupción desaparece de pronto, la re- solución de las nudosidades se verifica con ra- pidez; pero cierto número de tubérculos dejao en pos de sí un equimosis, que larda muchos . diasen reabsorverse; queda el enfermo débil. | abatido, y se queja de un cansancio general mas ó menos pronunciado. «Diagnóstico.—Siempre es fácil el diagnos- tico de la urticaria. El color, la prominente DB LA URTICARIA. ■m de las manchas exantemáticas, el prurito y el curso de la erupción no permiten confundir la enfermedad con ninguna de las formas del erite- ma. Cierto es que la urticaria tuberosa tiene al- guna analogía con el eritema tuberculoso; pero en este son las nudosidades mas voluminosas y circunscritas; no van acompañadas de prurito, y se resuelven con mucha lentitud. «En el lichen urticans se encuentran cons- tantemente pápulas características. «El pronóstico de la urticaria aguda es siera- pre favorable; el de las formas crónica y tube- rosa es mas grave, en razón de la larga dura- ción que suele tener la enfermedad , de su re- sistencia á las medicaciones mas racionales, y de las aceraciones primitivas que lan á menu- do acompañan á la erupción (v. Causas). «Emologia.—Difieren esencialmente las cau- sas según las formas de la enfermedad, siendo de estrañar que no hayan hecho los nosógrafos distinción alguna respecte de esle punto. » Urticaria aguda, febril.—La calentura ur- ticaria se manifiesta especialmenle en los niños, durante el verano; muchas veces se desarrolla sin causa determinante apreciable; pero mu- chas también depende de una escitacion cuya naturaleza varía , como las producidas por: un ejercicio violento, un esceso en la comida, la in- gestión de ciertas sustancias , como la carne de puerco , los hongos, la miel, los pepinos, cier-. los pescados, los cangrejos, las almejas, ele; la administración de la valeriana ó del copai- ba ; el uso del agua de Sellz, etc. (urticaria ab ingestis), el contado de ciertas orugas, de las ortigas, etc. » Urticaria crónica.—Se desarrolla á veces bajo el imperio de las circunstancias que aca- bamos de enumerar; pero eslas por punte ge- neral no hacen masque reproducir la erupción. La forma de que hablamos es frecuente en las mujeres, en los ancianos, y en los sugelos que lienen la piel blanca y fina, complicándose casi siempre con alguna afección del tubo digestivo, y especialmenle del estómago. Acompaña á me- nudo á las enfermedades del hígado, á la gola, al reumalismo, los desarreglos de la menstrua- ción y las calenturas intermitentes, y en todos e6tos casos existe evidentemente algo mas que una simple coincidencia. Preciso es seguramen- te admitir la predisposición individual; pero ¿de qué naturaleza es el lazo que une la urtica- ria á la afección primitiva considerada como causa ocasional? ^Urticaria tuberosa.—En casi lodos los ca- sos parece deberse referir á una causa general esta forma de la urticaria. En efecto, á menudo se presenta en sugetos que padecen púrpura simple ó hftmorrágica, y ateca casi esclusiva- menle á las personas mal constituidas ó debili- tadas por largas enfermedades Se la observa en individuos afectados de caquexia cancerosa ó sifilítica; y acompaña frecuentemente al es- corbuto, á las calenturas intermitentes rebeldes dependientes de una alteración profunda del TOMO Vil. bazo, á las lesiones graves del estómago y de los intestinos (reblandecimiento, úlceras, etc.), al cáncer de la matriz, del hígado, del estóma- go, etc. «Tratamiento.—El tratamiento eslá subor- dinado á las circunstancias en que se manifies- te la enfermedad, y debe variar con su causa. «En la urticaria ab ingestis la primera in- dicación es descargar á la economía de las sus- tancias ingeridas ;^para lo cual se provocan vó- mitos y evacuaciones alvinas á beneficio del emético, de la ipecacuana, del sulfato de zinc ó de cobre. «Después de las evacuaciones, si el enfermo es un adulto, se le da una bebida muy acidulada con ácido nítrico, y 20 á 30 gotas de éter en dos ó tres onzas de agua destilada dulcificada. Al dia siguiente, si no han sido bastante copiosas las evacuaciones alvinas, se prescriben dos onzas de aceite de ricino ú olra suslancia laxante, y al dia inmediato un baño tibio» (Rayer). «La urticaria aguda , sea espontánea ó por causa esterna, no reclama una medicación acti- va. La dieta, las bebidas frescas y acídulas, los laxantes suaves, los baños tibios y las lociones con el acetato de plomo líquido dilatado en agua, son los únicos medios que deben em- plearse. Algunas veces eslan indicadas las emi- siones de sangre generales ó locales. «También es útil la misma medicación en la urticaria crónica, para calmar el prurito, y disminuir la frecuencia y la intensión de las erupciones sucesivas; pero generalmente no se obtiene la curación mientras no se consigue di- sipar la enfermedad primitiva, de que parece ser la urticaria un simple epifenómeno. «La urticaria tuberosa exige un tratamiento general: á menudo se obtienen buenos efectos de los astringentes, de los amargos, de los tó- nicos, de las preparaciones marciales. En este caso mas que en olro alguno debe dirigirse la terapéutica contra la enfermedad primitiva. «Naturaleza, asiento, clasificación.— Los nosógrafos consideran la urticaria como una afección local de la piel, colocándola enlre Jos exantemas; pero este modo de pensar no es mas esaclo respecto de la urticaria que de la erisi- pela, afecciones que ofrecen muchos puntos de contacto. «Efectivamente la urticaria aguda, espon- tánea ó de causa estema , y la crónica desar- rollada en un sugelo que disfrute en apa- riencia de la mejor salud , parecen deber refe- rirse á una lesión local, á una irritación cutá- nea. Mas no sucede lo mismo cuando la erup- ción es consecutiva , dependiente de una lesión grave, de una alteración orgánica. Es de creer que la urticaria tuberosa proceda generalmen- te de una alteración de la sangre; aunque por desgracia solo pueden formarse hipótesis res- pecto de este punto. «Historia y bibliografía.—Celso indica cla- ramente la urticaria, cuando dice que en oca- siones presenta la piel elevaciones análogas á 41 3!2 DE LA URTICARIA. las que producen (as orligas (De re medica, li- bro I, cap. XXVIIl). Todos los nosógrafos, y especialmente Sidenham , Juncker, Sauvages y J. Frank, han dado una descripción baslanle completa de la enfermedad, que en eslos últi- mos tiempos se ha estudiado detenidamente por los profesores que se han ocupado de la palo- logia culánea. No sabemos de ninguna mono- grafia que merezca citarse» (Monneret y Flbu- *t, Comp. de méd. prat., t. VIH, p. 332 y si- guientes). CAPITULO V. De la erisipela. «Etimología.—No eslan de acuerdo los au- tores sobre la etimología de esla palabra: unos la hacen derivar de ípv», yo atraigo ó yo arras- tro, y de srtA«*r, junto, porque dicen que la en- fermedad se estiende sin dejar intervalos, como si la atrajese alguna cosa; y otros la hacen di- manar de ifuSpus, rojo, y de ¡ti\ct, piel. Sinonimia.— Eputmrihces de Hipócrates y Ga- leno.—E,Aitá cubierta por una costra amarillenla mas o me- nos gruesa , semejante á la que se observa en las parles que son asiento de un eczema impe- ligínodes ó de un impéligo (erysipelas scabrum, crustosum); otras veces se forma después de rolo el epidermis una capa seudo-raerabrano- sa, amorfa, semejante á la que se encuentra en las superficies denudadas por un vejigatorio. Segun que la inflamación ha sido mas ó menos violenta, se observa una débil inyección vas- cular en las areolas del dermis , una inyección muy evidente del tejido reticular, acompañada de engrosamienlo de la porción de la piel que se halla por fuera del corion , y vasos inyecta- dos en el dermis; y cuando la inflamación ha sido escesiva , no pueden distinguirse ya los va- sos, que únicamente son visibles alrededor del foco de la flegmasía hacia sus límites: en el cenlro eslá el tejido dermoides uniformemente rojo y como combinado con la sangre infiltra- da , cuyo aspecto no varía aunque se hagan re- pelidas lavaduras; sino que subsiste del mismo modo, baste que se apodera la putrefacción de la piel, conviniendo esla membrana en una pa- pilla roja , agrisada y difluente. Cuando la in- flamación afecte todo el espesor de la piel, se baila esla como carnificada , de una estructura en la apariencia homogénea, roja, esponjosa y fácil de desgarrar en todos sentidos; el dermis eslá muy poco tumefacto, y ya no se reconoce su estructura areolar ni su tejido adiposo (Gen- drin , loe. cil., p. 420-422). «En otros casos mas raros, sin que la erisi- pela se haga flemonosa, limitando la inflama- ción sus progresos al tejido reticular del der- mis, produce en él unos abscesos pequeños, re- gularmente circunscritos, y jamás tan difusos como en los casos en que eslá invadido el tejido celular laminoso; los cuales se encuentran espe- cialmenle en la erisipela de los pies y de las manos (Lepellelier, de la Sarlhe, Des differen- tes especes d'erysipeles, el de leur iraiiemtnt, lésis de oposición , 1836, p. 37). «Por úllimo, cuando la inflamación ha sido bastante violenta para producir la gangrena, se encuentran, ora flictenas de serosidad negruz- ca, ora, en los casos en que se ha destruido el epidermis, una superficie denudada de aspecto lívido, y sembrada de manchas negras: á veces se hallan las flictenas encima de ulceraciones irregulares. Cuando eslan ya formadas las es- caras, son eslas por lo común blandas, y muy infiltradas de pus y de serosidad. Las paredes de los vasos dermoideos aparecen negras, y «e desgarran muy fácilmente. DE LA ERISIPELA. 325 «Cuando persiste algún tiempo una erisipe- la superficial, ó lo que es mas frecuente, cuan- do se reproduce muchas veces en una misma parle (erisipela intermitente, periódica), ad- quiere el dermis cierta dureza , se iníillra en to- do su espesor y pierde gran parle de su tena- cidad; y aunque la inflamación solo ocupe su superficie, y sea lodavia evidenle su disposi- ción areolar, desaparece la grasa de sus areo- las (Gendrin, loe. cit , p. 423-475). nErisipela simple situada en la piel y el te- jido celular subcutáneo.—Cuando la inflamación erisipelatosa ocupa la piel y el tejido celular subcutáneo , se forma segun el grado de la flegmasía y la disposición de las parles, un der- rame de serosidad ó de pus; la gangrena inva- de muchas veces superficies mas ó menos es- tensas, y por lo común se suceden estos Ires estados con mas ó menos rapidez. Estudiando ahora los caracteres anatómicos de fuera aden- tro, y recorriendo lodos los grados de la alte- ración y de los desórdenes que trae consigo , se encuentra la piel tensa, lustrosa ó marchita, adelgazada y desprendida en una eslension mas ó menos considerable, gangrenada en muchos punios y redoblada sobre sí misma hacia dentro en los bordes de las aberturas efectuadas por la naturaleza ó por el arte. El desprendimiento puede eslenderse á lodo un miembro: Lepelle- lier lo ha visto algunas veces propagarse á la pelvis, al muslo, la pierna y al pie; existiendo solo algunas adherencias al nivel de las articu- laciones (loe. cil., p. 150). «Por debajo de la piel desprendida se ven en varios punios pe- queñas bridas, únicos medios de unión que restan entre el dermis y las parles subyacen- tes; cuyas bridas están formadas por vasos y nervios que no han sido destruidos, y que es preciso guardarse de romper» (Dupuylren Lecons orales, t. II, p. 312). Una incisión, profunda hecha en los tegumentos pone de ma- nifiesto el tejido celular subcutáneo, infartado de un líquido seroso, sero-sanguinolenlo ó lac- tescente (erisipela edematosa); otras veces poca ó ninguna serosidad sale por la incisión , rem- plazándola una materia blanca como la leche, y de consistencia casi igual á la del tocino (Du- uylren, loe. cil.); por úllimo, se halla pus in- llrado en el tejido celular, que en algunos puntos eslá bañado por un liquido sanguino- lento, ó contiene uno ó mas focos (erisipela fle- monosa, flemón difuso, flemón erisipelatoso). Muchas veces destruye el pus el tejido celular iderinuscular; diseca por decirlo asi los mús- culos, y penetra hasla las parles mas profun- das, siguiendo diversas direcciones segun la disposición de las aponeurosís que existen en el punto enfermo. El tejido celular no tarda en mortificarse y desprenderse á pedazos: estos se resisten al principio cuando se los coge con las pinzas, y si una vez eslraidos se los sumerge en agua, se separa de ellos el pus. Cuando des- pués de verificada esta separación, se los man- tiene en el mismo líquido, se cubren de una ma- teria tomentosa, semejante á la que reviste las membranas de un feto de uno á Ires meses; te- niéndolos mas liempo en maceracion , se redu- cen á una trama celulosa cubierta de falsas membranas, y al fin solo queda la trama celu- lar (Dupuylren, loe. cit.). Cuando eslá la gan- grena mas adelantada , tiene el tejido celular un color agrisado ó negruzco, y se desprende en pedazos considerables, aislados ó casi sin ad- herencias, que nadan en medio de un pus lí- quido y mal elaborado. Por último, la gangre- na invade muchas veces, no solamente la piel vel tejido celular subcutáneo é inler-muscu- íar, sino también las aponeurosís, el periostio y los mismos huesos. En eslos casos graves pre- senten muy á menudo los cadáveres alteracio- nes propias de las flegmasías pulmonales, ce- rebrales y gaslro-inleslinales, que pueden com- plicar la" erisipela; encontrándose otras veces pequeñas colecciones purulentos en el hígado ó en los pulmones (Lepelletier, loe. cit., p. H8). No seria del caso describir ahora lodas las al- teraciones que se observan en la erisipela com- plicada; pues no ofrecen nada de particular con respecto á la enfermedad primitiva, y va- rían según la naturaleza de las complicaciones. José Frank habla de un color rojo particular de la superficie estema de las visceras, y sobre lodo del encéfalo y los pulmones; cuyo color sonrosado ó de escarlata, se encuentra lambien á veces en las meninges, la pleura y el perito- neo , existiendo entonces derrames serosos ó pu- riformes en las cavidades inmediatas: «Apenas, dice al terminar José Frank, nos ha sucedido una rola vez haber dejado de encontrar en la autopsia de los enfermos muertos de erisipela, alguna lesión anterior, lal como un absceso del oido, una caries de las células masloideas , del hueso maxilar, del frontal, un infarte ó un es- cirro del hígado, ó bien alguna lesión de la ve- sícula biliaria» (loe. cit., p. 74). Esla aserción es evidentemente demasiado general; pues no se observa lan á menudo la erisipela sintomática; y las lesiones de que habla J. Frank, son con tan- la frecuencia posteriores corno anteriores, y mu- chas veces ademas independienlesdel exantema. «Síntomas.—Algunos aulores creen que en la erisipela mas superficial, en la mas benigna, segun su espresion, participa siempre mas ó menos de la inflamación de la piel, el tejido ce- lular subdérmico; pero es imposible admitir que tal suceda constantemente, pues se han vis- lo casos, como diremos muy luego, en que la inflamación erisipelatosa habia sido bastante violenta para producir abscesos en el espesor del dermis, y en que sin embargo habia permaneci- do compíelamenleexenlodeinflamacion el tejido celular subcutáneo. Pasaremos por consiguien- te á describir los sínlomas de la erisipela, si- guiendo la división que mas arriba hemos es- puesto. «A. Erisipela simple limitada á la piel.— Pródromos.—Creen la mayor parle de los au- lores que la erisipela se anuncia ordinariamen- 326 DE LA ERISIPELA. le por algunos pródromos, y J. Copland opina que siempre sucede asi (loe. cil., p. 818). Ra- yer es de dictamen enteramente opuesto, y no admite la existencia de pródromos, sino cuando la erisipela eslá complicada con una saburra gástrica: «Los fenómenos morbosos, dice esle médico, que indican los autores como signo* precursores de la erisipela, no son otra cosa que los síntomas de la irritación gastro-inteslinal» (loe. cit., p. 109). La observación exige que nos coloquemos enlre eslas dos aserciones, pues am- bas son escesivaraente esclusivas. «Los pródromos son de dos clases, genera- les y locales: entre los primeros es la fiebre uno de los mas constantes, aunque también puede manifestarse al mismo liempo ó aun después que la erisipela. En veinte enfermos observados por P. Frank, fue primitiva doce veces, simul- tánea seis, y consecutiva dos: en cierlos casos, aunque raros, falla enteramente (erysipela apy- reticum). La fiebre prirailiva disrainuye por lo común asi que se manifieste la tumefacción cu- tánea ; pero puede sufrir exacerbaciones du- rante el período de aumente del exantema, y en algunos casos en razón de la intensidad ó del asiento del mal, persiste y aun se aumenta has- ta el fin , como sucede en la erisipela de la cara segun Naumánn (loe. cil., p. 199). Esle médico ba observado igualmente, que la invasión de la fiebre que precede, acompaña ó sigue, á la eri- sipela (febris erysipelalosa de Sidenham, febris crysipelaceadeF. Hoffmann, febris erysipelatodes de algunos autores) se anuncia casi siempre por un escalofrió mas ó menos intenso y prolon- gado, y por una cefalalgia que eslá en relación directa con él: muy luego se manifiesta el mo- vimiento de reacción (12 á 30 horas), se au- menta el calor animal, se acelera el pulso, es- perimenla el enfermo una laxitud general, do- lores en los ríñones, y sobrevienen náuseas y vómitos, cuyos sínlomas disminuyen asi que aparece un abundante sudor. Por lo común los sínlomas precursores generales son tonto mas marcados, cuanlo mayor la gravedad déla eri- sipela, asi por su estension como por el sitio que ocupa (Chomel y Blache, artículo citado); y aunque pueden fallar enteramente, es muy raro que tal suceda: Sansón no los ha vislo fallar mas que una vez (Des constitutions erysipela- teuses qui regnent habituellement á VHotel Dieu de Paris, en el Journ. des conn. méd-chir., t. VI, p. 13). No son menos marcados los fenó- menos que se manifiestan en la parte que ha de ser asiento de la erisipela: antes que pueda apreciarse nada por los sentidos, esperimenla en ella el enfermo sequedad, prurito, calor y una sensación de tensión y peso. (Chorad, artí- culo citado) considera como uno de los sínto- mas precursores locales mas notables de la eri- sipela , la hinchazón dolorosa de los ganglios linfáticos inmediatos al punto donde ha de ve- rificarse la erupción, de los del cuello, por ejem- plo, cuando la erisipela debe manifestarse en la cabeza, y de los que corresponden á la ingle 6 axila, cuando ha de tener su asiento en los miembros. Ya Borsieri habia llamado la aten- ción sobre este punto: «lllud etíain probé me— «moría tenendura esl, dice esle autor, quod «crebris observationibus constilil, si erysipelas «arlubus inferioribus incubituruin sil, inguinis «el femoris glándulas conglóbalas, vasis crura- «libus adsitas , anlequam se exeral, leviler do- «lere atque inturaescere consuevisse; a villares «vero ac cervicales si brachiis aul superioribus «locís ¡mmineal.» Segun Chorad este pródromo es casi constante en la erisipela primitiva, al paso que no existe en las consecutivas que so- brevienen á veces hacia el fin de las fiebres gra- ves, de los reumatismos, etc. (Pidoux, Ilecuc de la clinique de Chomel en el Journal des con- naissances mcdico-chirurgicales , l. 111, p. 227). Como era natural, se ha apoyado Blandin en es- las palabras para sostener mi opinión: «Asi es, dice, que la liníilis no solo predomina, sino que preexiste» (Voitv. doctrine de Blanelin surVtry- sipele en el Journal des connaissances médico- chirurgicales, l. V, p. 8). Ya volveremos á ocu- pamos de esla aserción. «Al cabo de veinticuatro horas, y á veces el segundo, tercero, ó solo después del quinto dia, aparecen los síntomas locales que caracte- rizan la erisipela. Varaos á estudiarlos aislada- mente en los diversos grados que hemus esta- blecido. » I .er grado. (Erisipela exantemática, crite- matosa, verdadera, legítima, benigna).— Suele manifestarse poruña rubicundez , cuyo grado varia desde el color de rosa ligero hasta el vio- lado, aveces amarillenla, y de un tinte tanto mas oscuro, cuanto mas cercase halla laenfennedad de su mayor grado de intensión. IMa rubicun- dez, dispuesta al principio por estrías, por lí- neas anaslomosadas enlre sí de diversos modos y por chapas, se difunde al cabo uniformemen- te en una superficie mas ó menos intensa, siem- pre irregular, y desaparece como en todos los exantemas á la presión del dedo, reproducién- dose en seguida. Este carácter, que los aulores consideran como constante, no existe sin em- bargo en todos los casos: «Nosotros lo hemos visto fallar, dice Lepellelier, cuando el infarto vascular era muy considerable, en cuyo caso se presenta ordinariamente una coloración vio- lada oscura» (tesis cit., p. 50). Al mismo tiem- po que se colora la piel, aumente su tempera- tura, sintiéndose un calor seco, acre, mordi- cante y continuo, ó que sobreviene por espe- cies de crisis: á veces se manifiesta con varios intervalos una sensación instantánea, igual ala que produciría un cauterio actual que se pasa- se á cierta distancia de la parte. Atendiendo solo á las sensaciones del enfermo, se creería que la elevación de temperatura en la parte afectada era muy considerable; pero los espe- rimenlos termométricos demuestran por el con- trario, que no existe mas que un esceso de tres ó cualro grados (Lepellelier, lésis cilada, pági- na 51). Casi sierapre acompaña á la erisipela DE LA ERISIPELA. 82 7 on dolor mas ó menos vivo, el cual es queman*- te tensivo ó pruriginoso, comparándolo á ve- ces los enfermos á la sensación que produci- rían muchos alfilerazos: en otros casos no sien- ten mas que un ligero estupor. La sensación dolorosa es igual en todos los punios de la su- perficie enferma; es continua ó se reproduce por intervalos, y se exaspera por el mas ligero contacte. En algunos casos raros no se siente el dolor sino hacia el fin de la erisipela, cuando empieza la descamación. La parte enferma pre- senta una tumefacción, que no siempre puede apreciarse con la vista, pero que se reconoce fácilmente por el lado, y aunque varia segun el silio de la inflamación , generalmente es gra- dual, no presenta la figura cónica como el di- vieso, ni tampoco el relieve redondeado que se pbserva en el flemón , y se pierde insensible- mente á medida que se acerca á las parles sa- nas circunyacentes, las que sin embargo eslan separadas muchas veces déla superficieerisi- pelada por una especie de rodete. La consis- tencia de las partes enfermas es mayor, siendo unas veces elástica y renitente, y presentán- dose oirás una ligera pastosidad edematosa. El aspecto de la piel es variable; pues ora apa- rece el tegumento liso, tenso y brillante, ora rugoso, desigual y como áspero. Las funciones de la parle enferma están mas ó menos alteradas: la traspiración culánea deja de verificarse; los movimientos son torpes, difíciles, dolorosos y á veces imposibles. Por lo demás varian las al- teraciones funcionales según el silio de la-eri- sipela. Asi es que cuando esta ocupa los labios, no puede el enfermo articular los sonidos, y si tiene su asiento en los párpados ó en el oido, hay una ceguera ó una sordera momentá- nea, etc. «Mientras la inflamación no escede ciertos límites de intensión , y su curso es regular, los sínlomas locales que hemos enumerado van en aumento por espacio de dos ó tres dias; hacia el cuarto ó el quinto, la rubicundez se pone pálida, y toma un color amarillento ó parduz- co; disminuye la hinchazón y se arruga la piel. El seslo ó sélimo dia empieza á esfoliarse el epi- dermis , ora en forma de un polvo blanquizco muy fino, ora en escandías mas ó menos con- siderables. La descamación se limite comun- mente á la superficie enferma; aunque en cier- tos casos, sin embargo, se estiende también á otros puntos: Marcus ha vislo desprenderse todo el epidermis del cuerpo á consecuencia de una erisipela del pie (Naumann , loe. cit., pá- gina 304). En ciertos casos va la esfoliacion acompañada de un prurito muy vivo. Cual- quiera que sea la época en que se manifieste, indica de una manera cierta ía terminación de la enfermedad, aunque no existe sin embargo cuando esla desaparece por delitescencia ó me- tástasis. La descamación se prolonga ordinaria- mente por espacio de tres á cinco dias; pero hasta después de uno ó muchos septenarios no vuelve la piel á adquirir su aspecto natural, pudiendo decirse quejia desaparecido todo ves- tigio de erisipela. Cuando la enfermedad se re- produce muchas veces en una misma parte, suele quedar esta en los intervalos de un color violado, pastosa y ligeramente edematosa. «Los síntomas generales que acompañan y siguen al desarrollo de la erisipela, son varía- bles: á veces fallan enteramente, y ni aun el pulso presenta alteración alguna (erisipela api~ rética); otras una moderada frecuencia de este (70 á 80 pulsaciones por minuto), y un aumen- te del calor general, son los únicos que se ob- servan (fiebre erisipelatosa de algunos autores); y no es raro, en fin , ver un aparato febril in- tenso , un pulso desarrollado , duro y frecuen- te (80 á 100 pulsaciones por minuto), cefalal- gia , y calor y rubicundez generales de los tegumentos; en cuyo caso los síntomas locales llegan igualmente al summum de intensión, y la enfermedad pasa por lo común á los grados siguientes, ó se estiende al tejido celular sub- cutáneo (erisipela inflamatoria). »2.° Grado. (Erisipela flictenoides).—Cuan- do la inflamación erisipelatosa es mas intensa que la á que se refieren los sínlomas que aca- bamos de describir, se verifica por debajo del epidermis una exhalación morbosa, que levan- lando esta primera capa culánea, forma flicte- nas análogas á las que producen la vesicación ó una quemadura de segundo grado: estas flicte- nas se manifiesten á veces desde el principio de la inflamación. Naumann las ba observado aun anles que la piel se pusiera manifiestamente roja (loe. cit., p. 201); pero comunmente no se desarrollan hasta el segundo ó tercer dia: unas veces son muy numerosas y pequeñas, aisladas, semejantes á las vesículas del eczema, llenas de una serosidad diáfana (erisipela miliar, vesi- cular, eczematosa), ó de un fluido lactescente puriforme (erisipela pustulosa); y otras existen en corto número, son mas anchas, de un diá—• metro que varia desde dos ó tres líneas hasta una ó dos pulgadas, irregulares ó hemisféricas, y llenas de una serosidad cetrina: á menudo se reúnen enlre sí formando solo una ancha ara- polla (erysipelas bullosnm, pemphigodes). Una vez formadas las flictenas, se ven algunos ca-* sos muy raros, en que al cabo de dos ó tres dias se reabsorve el fluido que contienen, quedando intacto el epidermis (Naumann , loe. cit., pá- gina 201); pero casi siempre se rompe este, y desde el primero ó segundo dia se derrama el líquido, dejando descubierto el dermis, en cuya superficie continúa verificándose una secreción serosa ó purulenta. En el primer caso la sero- sidad no tarda en concretarse y en formar es- candías delgadas y blanquecinas, que se des- prenden fácilmente; y en el segundo se ven cos- tras amarillentas, morenas ó negruzcas, se- mejantes á las que existen en el impéligo muy adherentes, que á veces cubren una nue- va cantidad de pus, cuya presencia sostiene la inflamación de la parte enferma (erysipelas sca- brum, crusiotum). Estas costras no se caen en 328 ns la rnisiPELA. cierlos casos sino al cabo de muchos dias, re- emplazándolas muy luego otras mas tenues, hasta que por grados desaparece la secreción morbosa, y la piel vuelve á adquirir sus ca- racteres normales. «En el segundo grado de la erisipela son mas marcados que en el primero los sintonías generales y locales; el líquido que fluye de las flictenas irrite las parles circunyacentes con que se pone en contacte, y las escoria; la cicatri- zación solo se complete por lo común hacia el fin del segundo septenario; á veces persiste la fiebre aun después de concluida la descama- ción , y no desaparece sino hacia el décimoses- to ó vigésimo dia (Naumann). «El grado de inflamación necesario para que se eleve el epidermis, no es siempre idén- tico en lodas las regiones del cuerpo; pues la estructura de las partes parece ejercer mucha influencia respecto de este punto , y• como en breve diremos, la erisipela flictenoides se ob- serva especialmente en la cara. »3.er grado. En algunos casos, aunque muy raros, adquiere la flegmasía una intensión to- davía mayor , sin necesidad de eslenderse al te- jido celular subcutáneo, y da lugar á nuevos sínlomas, procedentes de la estructura compac- ta de la piel, que se opone al derrame de sero- sidad en las mallas del tejido celular culáneo, y á la formación difusa del pus. Hayase ó no elevado el epidermis, vemos del tercero al seslo dia que el tumor erisipelatoso se pone pálido, se deprime, y disminuyen todos los síntomas locales, sin que por eso se verifique la desca- mación; el enfermo tiene escalofríos, á veces náuseas, una ligera fiebre continua ó con exa- cerbación por la larde, y muy luego se ob- serva en la parle afectada una depresión cen- tral bastante notable , en cuyo alrededor eslá el dermis pasloso y como ligeramente edemato- so. Al cabo de dos ó tres dias se manifieste fluc- tuación ; en el espesor del dermis se forma un foco purulento, circunscrito y poco estenso, el cual propende á abrirse á lo eslerior, cuando está situado en el tercio esterno del espesor de la piel. Si entonces se abandona el mal á la na- * turaleza, se adelgaza el dermis , se pone pálido y al fin se ulcera; observándose en una pala- bra, los mismos fenómenos que acompañan al desarrollo y al curso de los abscesos superficia- les. Cuando el foco está colocado en el tercio in- terno , propende el pus á abrirse paso hacia las parles profundas; en cuyo caso la superficie es- lerna de los tegumentos vuelve casi á lomar su aspecto natural; mientras el liquido morboso desorganiza los tejidos situados debajo de él, y constituye una colección, que si el cirujano no se apresura á darle salida con el bislurí, puede hacerse muy abundante, é ir acompañada de todos los caracteres locales de la erisipela fle- monosa circunscrita, sobre los que no debemos insistir aquí. «Ya se deja conocer, que en este tercer gra- do de la erisipela simple de la piel los pródro- mos y los síntomas locales y generales han de ser por lo común mas graduado-; que en las dos formas precedentes; pero conviene saber tam- bién, que en ciertas personas, en virtud de una predisposición desconocida, que algunos autores no tendrían inconveniente en llamar diátesis purulenta, se forma el pus, aunque la erisipela haya sido apirélica, y los fenóme- nos locales no hayan presentado una intensión mayor de la que se observa en los casos en que la enfermedad termina por resolución. »4.° grado. Por úllimo , se ha visto sobre- venir la gangrena por el solo hecho de ser inten- sa la inflamación; y es importante distinguir eslos casos, que por lo demás son escepcionales, de aquellos en que depende la gangrena de un estado general que indicaremos al Iralar de la erisipela complicada. En el caso de que vamos hablando, el tumor erisipelatoso presenta des- de el principio un color rojo oscuro, violado ó parduzco, que no desaparece á la presión del dedo; se pone blando y se cubre de flictenas llenas de un líquido amoratado, gris y fétido. Cuando se rompe el epidermis, se ven en la su- perficie desnuda manchilas blancas, pardasó negras , que no tardan en reunirse para formar una pequeña escara. Esla es mas ó menos grue- sa ; á veces solo interesa las capas mas super- ficiales del dermis, sin eslenderse á las mas profundas, y se desprende al cabo de algunos dias, dejando en su lugar una úlcera, que sien- do simple la erisipela, no larda en segregar un pus de buena naturaleza, y en cicatrizarse. «Asi pues, la erisipela gangrenosa simple solo presenta de particular la modificación de una parle mas ó menos estensa de la piel, anun- ciada y determinada por una inflamación local muy intensa, á la que acompañan sínlomas de reacción general por lo común muy marcados (erisipela inflamatoria), pero que sin embargo no eslan siempre en relación con los síntomas inflamatorios locales. »B. Erisipela de la piel y del tejido celular subcutáneo. —Anles de entrar en la descripción de los síntomas de esla segunda forma de la eri- sipela,, debemos enunciar una opinión de laque volveremos á hablar en otra parte (véase Diag- nóstico), á saber; que en nuestro concepto les sínlomas locales de toda erisipela empiezan por la piel: condición que nos parece indispensable establecer, para que cesen las ideas confusas que reinan en casi lodas las obras modernas, en las que se emplean indiferentemente y c°m0 sinónimas, las denominaciones de erisifda ede- matosa y edema erisipelatoso, erisipela flemono- sa Y flemón erisipelatoso ó flemón difuso. «Nosotros pues, no diremos con Boyer que «en la erisipela edematosa el edema ó la infil- tracion de serosidad es la afección primitiva principal» (Traite des matad, chirurg., 1. Hi p. 8), ni con Chomel y Blache que «la erisipe- la edematosa es la que se manifiesta en una parle afectada de edema» (Dict. de méd., 1. XH, p. 226), porque es evidente que en esle caso DK LA no existe una erisipela edematosa, sino un ede- ma ó anasarca complicado con erisipela; edema ó anasarca que por otra parte son casi siempre sintomáticos. Por lo demás, ya conoció Boyer que asi debia considerarse la cuestión , porque añade después de la frase que hemos referido: «La inflamación erisipelatosa que se agrega á esta enfermedad (el edema), debe mirarse úni- camente como una complicación. «Tampoco opinamos con Lepellelier, que «en el desarrollo completo de la erisipela fle- monosa son invadidos la piel y el tejido celu- lar; pero el curso progresivo de la inflamación varia segun los easos, pudiéndose efectuar des- de la piel al tejido celular laminoso ó vice ver- sa» (lésis citada, p. 152); porque eslo es con- fundir lambien la erisipela flemonosa, y el fle- món complicado con erisipela. «La erisipela, díee con razón Richerand, difiere esencialmen- te del flemón por su asiente , que lo tiene pri- mitivamente en la piel, aunque pueda esten- derse al tejido celular subyacente» (Nosogr. chirurg., t. I, p. 149). Nosotros adoptamos en- teramente esta distinción, y el desarrollo primi- tivo de la inflamación en la piel, es, repetimos, á nuestro parecer, el carácter esencial de loda erisipela. En esle supuesto, cuando la inflama- ción erisipelatosa se estiende desde la piel al tejido celular subcutáneo , se manifiesten algu- nos sínlomas, que varian segun el asiento que ocupa la enfermedad, la constitución de los en- fermos , su estado de salud anlerior, y sobre to- do, segun el grado de la flegmasía, la cual, como dice muy bien Baleman, ejerce en esle caso la mas evidente influencia. Referiremos pues es- tes síntomas á dos diversos grados de la infla- mación. »\.ergrado. (Erisipela edematosa).— «Se ele- va un tumor erisipelatoso eslendiéndose de una manera progresiva; su rubicundez, menos pro- nunciada, se trasforma en un color amarillo Í;ris; el calor que le acompaña y los síntomas ocales son menos intensos; la superficie cutá- nea eslá lisa y brillante, y comprimiéndola con fuerza por medio del dedo, queda una depre- sion que dura un corto espacio de tiempo. Cuando se desarrollan flictenas, que rara vez sucede, son mas pequeñas, menos elevadas, mas numerosas, y se forman del tercero al cuar- to día; reemplazándolas dos ó tres días después unas costras delgadas, de un color oscuro, de cuyos bordes fluye una materia linfática clara» (Baleman, Abregé prat. des malad. de la peau, Irad. de Berlrand, p. 170). La infiltración es mas 6 menos considerable segun las parles en- fermas; pero en los miembros nunca es muy abundante, y siempre sucede aja inflamación culánea. Generalmente los síntomas locales y generales son poco pronunciados: la enferme- dad termina las mas veces por resolución. Los pródromos no presenten nada de particular. «Los autores refieren a esta forma de la eri- sipela un conjunto de síntomas á veces alar- mantes y muy graves, tales como la diarrea, TOMO VII. ERISIPÍLA. "^ la anorexia, el marasmo, la gangrena, la adi- namía y derrames muy abundantes de serosi- dad; pero es fácil convencerse, de que las ob- servaciones que han servido para establecer es- la descripción, pertenecen á la historia del ede- ma complicado con la erisipela. Adviértase ademas, que la erisipela edematosa no es mu- chas veces mas que una inflamación cutánea, que se manifiesta en individuos debilitados por afecciones crónicas, ó cuya conslilucion está deteriorada, en los cuales no van las flegmasías acompañadas de los sínlomas agudos que se observan en los casos de diátesis inflamatoria. La forma que reviste el mal, depende casi siem- pre de las condiciones en que se encuentra la parte inflamada ó la constitución del enfermo. Si el tejido celular subcutáneo es fino, abun- dante y dispuesto á infiltrarse , como sucede en la cara y en los párpados, la erisipela propen- derá á hacerse edematosa; cuyo caracter'se ob- serva igualmente cuando se manifiesta en indi- viduos linfáticos y debilitados por enfermeda- des que han llegado áalterar la nutrición. Asi es que en los casos de'complicación es cuando especialmente se observa esta clase de erisipela. »2.° grado. (Erisipela flemonosa). —Cuando la inflamación invade el tejido celular mas pro- fundamente y con mayor intensión en un in- dividuo dispuesto á reacciones inflamatorias enérgicas, se manifiestan varios síntomas, que pueden dividirse en cinco períodos: procedamos á describirlos sucesivamente. »l.er período.. Pródromos.—En los casos en que la erisipela debe producir la supuración del tejido celular, los fenómenos precursores tienen ya un carácter que casi permite prever el curso ulterior de la enfermedad. Uno ó dos dias anles que aparezcan los sínlomas esencia- les, estad enfermo triste, abatido é inquieto; padece laxitudes espontáneas, pesadez de ca- beza, anorexia, insomnio, una fiebre por lo co- mún bastante intensa y escalofríos irregulares: en el punto en que ha de desarrollarse la fleg- masía erisipelatosa, esperimenla una sensación de peso, de contusión píofunda, y un prurito muy vivo, cubriéndose á veces la parte de un sudor viscoso local. »2.° periodo. Muy luego se manifiesta en una superficie mas ó menos considerable una rubicundez en forma, de estrias; las cuales se reúnen para formar una chapa, en cuyo cenlro el color es mas subido y no desaparecerá la pre- sión del dedo. Se presenten cordones rojos, tensos, duros y dolorosos; que siguen el trayec- to de los vasos linfáticos y terminan en los gan- glios inmediatos de la parte enferma, los cuales están duros, ingurgitados y sensibles á la pre- sión ; el tumor que produce la hinchazón de I os tejidos es mas circunscrito, mas perceptible v de mayor consistencia; el calor acre, mord - cante y quemante, y el dolor pungitiv o, notán- dose especialmente en un punte determinado. Los síntomas generales van en aumento; el eu- fermo tiene desvarios y un delirio fugaz; el pnl- 330 DE LA l • so está frecuente (100 á 430 pulsaciones por minuto), deprimido é irregular; la lengua roja y seca; hay náuseas, vómitos y estreñimiento, y las orinas son rojas y encendidas. »3.er período. Se forman flictenas, que ro- tas dejan fluir una serosidad turbia, presentán- dose el dermis descubierto y con manchas vio- ladas; el tumor se hace pastoso y conserva la impresión del dedo; se derrama en el tejido ce- lular una corla porción de serosidad; pero muy luego es reabsorvida, y el tumor se hace en- tonces mas renitente que al principio, y la hin- chazón roas considerable; el dolor es lancinan- te, pulsalivo y va acompañado de una sensa- ción de tirantez y estrangulación ; se esliende la inflamación y el enfermo se halla en un es- tado de agitecion continua. En esla época so- brevienen muchas veces complicaciones flegniá- sicas de los órganos encefálicos, pectorales y abdominales. »4.° período. Al cabo de Ires, cualro ó cin- co dias, se calman al parecer los accidentes. El lumor se aplana de nuevo, se pone pálido y se hace casi indolente; la fiebre disrainuye ó aun cesa del todo; el enfermo se encuentra muy aliviado, y el mismo médico podría dejarse en- gañar por esta remisión, ó mas bien por esla modificación de los síntomas , si no se atendie- se á la alteración del rostro, á la postración del paciente y á los escalofríos irregulares que fre- cuentemente experimenta. La inspección local detenida demuestra también, que no se verifica en las parles inflamadas una resolución franca; el tumor está pastoso y conserva la impresión del dedo; el epidermis se eleva ó se desprende, pero no por una descamación regular, y últi- mamente la fluctuación se hace apreciable para una mano ejercitada, aunque el pus se halle lodavia en eslado de infiltración enlre las areo- las del tejido celular, ó aunque esté cubierto por una capa gruesa de parles blandas el foco donde empieza á reunirse el líquido morboso. »5.° período. En este se halla ya formado el pus; destruye el tejido celular subcutáneo y profundo, y siguiendo la dirección de las apo- neurosís y de las vainas de los tendones, se es- tiende á distancias considerables, diseca los músculos, desprende la piel de lodo on miem- bro, y aun llega á veces hasta el tronco: «En este caso se perciben , dice Lepellelier, oleadas de materia líquida, en medio de las cuales se distinguen unas especies de nudosidades resist- ientes , que no son olra cosa que copos de te- jido celular ya mortificado. Cuando se abre el tumor, ya por la naturaleza ó ya por el arte, fluyen inmediatamente enormes cantidades de un pus líquido, parduzco, sanioso y fétido, que sale á chorro, interrumpido de cuando en cuan- do por porciones de tejido celular, cuya espul- sion permite un nuevo derrame. Estos pedazos de tejido celular han tenido á veces de seis á ocho pulgadas de longilud, suministrando los abscesos en que se encontraban hasla tres y cualro libras de pus en la primera evacuación: en los casos de esla naturaleza disminuye mu- cho el volumen de los órganos, y nosotros he- mos vislo reducirse los miembros á la tercera parle del que tenían anles que se derramara la materia purulenta. La piel que queda sobre las parles reducidas de esle modo, se présenla de- primida, rugosa, y no tarda en modificarse en una eslension mas órnenos considerable; se for- man senos y fístulas en muchos puntos, y una supuración inagotable, habiéndose visto en- fermos que arrojaban hasta dos libras por día: hasla puede invadir la gangrena los tejidos pro- fundos. Los síntomas generales aliviados en apa- riencia desde que cesó el gran trabajo puogéni- co, vuelven á aparecer con otros caracteres, so- breviniendo sudores, especialmente por la no- che , fiebre hédica, diarreas colicuativas, des- composición del rostro,el marasmo y la muer- te en el úllimo grado de etiquez. En algunos enfermos se manifiestan accidentes de reabsor- ción purulenta, y á veces depósitos metastáti- cos en el hígado, el bazo ó los pulmones, ó bien flegmasías sinlomálicas en las pleuras, el peri- toneo, etc.» (tés. cit., p. 445). «Esta descripción, enteramente esaclaen/a gran mayoria de los casos, debe modificarse respecte de aquellos en que oponiéndose las aponeurosís desde el principio al desarrollode la inflamación, dan lugar á estrangulaciones; pues entonces, antes que el pus se haya forma- do todavía en abundancia, sobrevienen una lie- bre intensa, vómitos y delirio; en el punto eri- sipelatoso se forman manchas violadas, y la piel se pone insensible; se elevan flictenas, que se abren casi al momento, y son reemplazadas por escaras mas ó menos eslensas; la gangreoa invade la niel, el tejido celular , y aun á veces los músculos y las aponeurosís, y se observan muy luego todos los síntomas de la erisipela complicada, que vamos á describir. »C. Erisipela complicada.—1.° Con infarto gástrico (erysipelas gastricum, biliósum).—«La erisipela verdadera es siempre biliosa», dice Richerand (Nosogr. chirurg., 1.1, p. M9). Esta proposición, demasiado general, debe cuando mas aplicarse á la erisipela espontánea por cau- sa interna, y aun entonces podrian oponérsele todavía numerosas escepciones. La erisipela bi- liosa casi siempre se anuncia por proaromos, que ora disminuyen ó desaparecen cuando se ha manifestado la inflamación cutánea, órala acompañan ó suceden. Tres ó cuatro dias anl« que se observe fenómeno alguno apreciable en la piel, tiene el enfermo anorexia, eructos, «to* seas, vómitos de materias viscosas ó biliosa», amargor de boca, escalofríos, desazón general, laxitudes espontáneas, una cefalalgia supraor* hilaría intensa, sed muy viva, dolor epigástri- co mas ó menos fuerte; el pulso es lento y poco acelerado; hay aumente de calor general; la lengua se cubre de una capa amarillenla mas ó menos espesa; á veces lodo el tegumento ester- no presenta un ligero color ictérico, que se ob- serva también en las conjuntivas; en ciertos DI LA ERISIPELA. 3'¿1 casos hay un estreñimiento pertinaz, en otros una diarrea biliosa, acompañada de cólicos, y la orina es rara y de un color amarillo aza- franado. »No tardan en manifeslarse los sínlomas ca- racterísticos; la rubicundez es mas clara y cir- cunscrita por un círculo amarillento, y el do- lor menos agudo y profundo. La erisipela bi- liosa rara vez escede los grados erilematoso ó flictenoides, y termina casi siempre por resolu- ción á no ser que ocupe Ja cara. »2.° Erisipela complicada con una afección general grave (erisipela adinámica, atóxica, as- ténica, maligna, gangrenosa, tifuideu). — No tratamos de describir aqui todos los sínlomas que pertenecen á los eslados tifoideo y adiná- mico que pueden complicar la erisipela, y de Jos cuales es muchas veces sintomática; solo'de- bemos mencionar las particularidades que se refieren al exantema considerado en sí mismo. «La erisipela gangrenosa rara vez es primiti- va», dice Broussais: en efecto hasta muchos dias después de haber invadido la enfermedad principal, no suele manifeslarse la flegmasía culánea; la cual se caracteriza por una rubi- cundez oscura, violada ó negruzca, que no desaparece á la presión del dedo; por un poco de calor; por un dolor muy leve, y lanío aveces que la piel está por el contrario privada de sen- sibilidad , y por un tumor blando, pastoso y no circunscrito. En ciertos casos, desde el segun- do ó aun desde el primer dia, se eleva efepi- dermis sin que forme verdaderas flictenas ; se rompe; deja fluir una serosidad negruzca y fé- tida; se forman escaras con rapidez; la gangre- na invade la piel en una estension considera- ble, y aun los tejidos profundos; á la caida de las partes mortificadas suceden unas úlceras lí- vidas; la naturaleza de la inflamación sigue determinando la gangrena y oponiéndose á que se forme una supuración loable; el pulso eslá miserable y lento, y no tarda el enfermo en su cumbir bajo la doble influencia de la enferme- dad prirailiva y de la reabsorción gangrenosa. Esla clase de erisipela puede manifeslarse pri- mitivamente en los viejos, en individuos ani- quilados por escesos ó enfermedades anteriores y ateca lambien á los recien nacidos. Ya vol- veremos á ocuparnos de este punto. »3.° Erisipela complicada con una lesión de continuidad (erisipela traumática).—La erisipe- la es una complicación frecuente de las heri- das; pero en los casos de este género es siem- pre consecutiva , y las consideraciones parlicu- ares que ofrece su estudio, se refieren casi todas á su etiología y tralaraienlo; de modo que solo por conformarnos con el plan Irazado por os autores, nos decidimos á incluir la erisipe- la traumática entre las formas que puede re- vestir el_ mal. Casi siempre es flemonosa; va acompañada muchas veces de flebitis y de reab- sorción purulenta, y termina frecuentemente por gangrena. La erisipela traumática empieza siempre al nivel de la herida, v se anuncia pof la hinchazón de los bordes de esta, que loman al mismo tiempo un color violado; la supura- ción se hace serosa; disminuye, y se suprime completamente, manifestándose íuego los sín- tomas propios de la erisipela: El dolor es muy vivo, la tumefacción considerable, y se verifica la estrangulación á poco que la favorezca la es- tructura de la parte inflamada. La naturaleza de la herida influye necesariamente en la en- fermedad, que será tanto mas grave, cuanto maseslensa, profunda, irregular, envenena- da, etc., la solución de continuidad. «Indicados ya los caracteres de la erisipela considerada en sus principales formas, pasemos á estudiar las que se refieren especialmente al sitio que ocupa la inflamación. «a. Eiisipela de la pieldel cráneo.—Cuando la erisipela ocupa la piel del cráneo, puede ofrecer los diferentes fenómenos que acabamos . de examinar; sin embargo, en el mayor núme- * ro de casos es traumática y flemonosa. La vio- lencia de la inflamación que produce la herida de la cabeza, juntamente con la disposición anatómica de las parles blandas que cubren el cráneo, esplican la frecuencia de la formación del pus. Puede la inflamación haber tenido su asienlo primitivo en la cara , v estendídose luego á la piel del cráneo, y también se obser- va frecuentemente una progresión inversa; pu- diéndose decir en general, que rara vez queda la erisipela limitadaá la piel que cubren los ca bellos: «No obstante, uno de nosotros, dicen Chomel y Blache, ha visteen algunas ocasio- nes empezar y acabar la erisipela en esta re- gión , sin eslenderse á ningún punto de la ca- ra.» Comunmente empieza la enfermedad á la manera de las afecciones graves: el enfermo esla agitado, nopuedaroonciliar el sueño, liene un delirio pasagero y aun permanente; Jos te- gumentos del cráneo están edematosos v pre- sentan una renitencia blanda y pastosafla ru- bicundez es casi nula; la tensión se hace muv luego considerable, se esliende hasla el occi- pucio é imposibilita el decúbito dorsal- el do- lor es muy vivo, y se exaspera por ef mas li- gero contacto, y el pus se formaron rapidez- pero como se desarrolla, segun lo ha compro^ froíta?W n^' TtrG la aP°neu^is occi^ito- trontal y el pencráneo, su presencia dele mi- na pocos síntomas superficiales, cutáneos mas produce accidentes profundos/que nm£ lai estrangulación, que sobreviene casi siempre en la erisipela flemonosa de la piel del cráneo El pus se corre por lodas partes, produciendo desprendimientos estensos; se inflama elperi- craneo y se apodera la caries ó la necrosfs de los huesos denudados. A pesar de la gravedad de estes accidentes, rara vez se observa íatan greña de la pie , hecho que esplica DupUVC por la disposición de las arterias de la cabeza dio-teo,dafnldie ' P¡,el Y-,a.aP"i?o £ pao iroi tal dice este cirujano , las arterias K£f i atel d VCdp¡ía,eS' SG ha'la»"a aunenaas á la^piel del cráneo, que es muy di- 332 DE LA EMSITELA. ficil desprenderlas en las disecciones; de donde resulta que no se gangrena la piel, porque las arterias continúan suministrándole suficiente nulricion , aun cuando se halle destruido lodo el tejido celular craniano, pues la caida de esle no corla las comunicaciones que existen entre los vasos arteriales y los tegumentos» (loe. cit., p. 295 y 509). «La erisipela de la piel del cráneo ofrece un carácter muy importante, y es el de ir frecuen- temente acompañada de accidentes cerebrales, que revelan una inflamación de las meninges ó del encéfalo; siendo dificil comprender, cómo Chreslíen haya podido decir, que «durante el curso de una práctica de cincuenta años no ha vislo mas que un solo caso de delirio violento que coincidiese con erisipela de la cara y de la piel del cráneo» (Gaz. méd., 1833, l. 1, pági- na 454). Muchas veces desde el segundo dia del desarrollo de la erisipela, y en oíros casos mas tarde, es acometido el enfermo de un delirio mas ó menos violente y de convulsiones; cae en un eslado comatoso, y presente en una pala- bra todos los síntomas de la meningitis, sobre cuya grave complicación volveremos á hablar mas adelante. »B. Erisipela de la cara.—Todos los auto- res eslan de acuerdo en reconocer, que la eri- sipela de la cara es la que se observa con mas frecuencia. Comunmente empieza por las ore- jas, las mejillas, la nariz, los párpados ó los labios, anunciándose á veces con dos ó tres dias de anticipación por un prurito ó un ligero do- lor : la rubicundez, que es siempre muy viva, no tiene al principio grande eslension ; pero se difunde con rapidez, siendo raro que la enfer- medad se limite á una cb¿las mitades de la cara, pues comunmente la ocupa toda y aun á veces se propaga á la piel del cráneo ó al cuello. Cuando se desarrolla en las mejillas, la laxitud que tiene en esla región el tejido celular sub- cutáneo favorece mucho la tumefacción; se oculta la nariz aunque ella lambien esté muy hinchada; la cara adquiere un volumen enor- me, y se desfiguran las facciones. La erisipela bucal casi nunca escede los dos primeros gra- dos de la inflamación (erisipela eritematosa, flic- tenoides), aunque sin embargo da lugar en al- gunos casos á la formación de pequeños absce- sos subcutáneos; las mas veces se complica con infarto gástrico (erisipela biliosa). Cuando la erisipela ocupa los párpados, se hinchan estos considerablemente; casi siempre se ponen ede- matosos; apenas pueden abrirse, ó cubren com- pletamente al globo del ojo que está bañado por las lágrimas , y participan mas ó menos de la inflamación; frecuentemente se forman absce- sos en el espesor de eslos velos membranosos, v muchas veces la gangrena los invade. En ciertos casos, propagándose la inflamación al tejido celular de la órbila, forma en ella colec- ciones purulentas, cuyo curso anuncian y acom- pañan accidentes graves del cerebro, y sobre ias cuales volveremos á hablar'cuando líatemos de las complicaciones y del tratamiento. La eri- sipela de las orejas termina frecuentemente por gangrena, á causa de la estructura anatómica de eslas parles; la inflamación invade el con- ducto auditivo esterno , y se propaga hasla la membrana del límpano, en cuyo caso se pone torpe el oido, y el enfermo percibe á veces un ruido semejante al zumbido de las abejas ó á un toque de campanas (Renauldin, Dict. eles se. méd., art. erisipela). En la erisipela de los la- bios , se abre la boca con trabajo, fluye una sa- liva viscosa, se pronuncian las palabras con di- ficultad, y puede la flegmasía eslenderse hasta la faringe. »C. Erisipela de las mamas.—En las mu- jeres recien paridas se observa con bastante frecuencia la erisipela de los pechos, acompaña- da de viva rubicundez, de dolores viólenlos y de alteraciones en la secreción de la leche: por lo común se forman abscesos circunscritos, gan- glionilis axilares, y á veces una gangrena mas ó menos eslensa; accidentes que no deben con- fundirse, como observan Chomel y Blache, con el flemón de las mamas. »D. Erisipela del tronco.— Muchos autores describen el zona con el nombre de erisipela del tronco ó erisipela pustulosa (Marjolin); pero no creemos que deba adoptarse esla opinión: «El zona, dicen Cazenave y Schedel, le consideran algunos como una especie de erisipela; pero este error es lan poco fundado que casi basta men- cionarlo.» Baleman ha demostrado, que el zona presente todos los signos característicos de los herpes. Asi pues, solo debe entenderse bajo el nombre de erisipela del tronco, la que se desar- rolla algunas veces en las paredes torácicas, en la anterior del abdomen y en las ingles, que por lo demás no va acompañada de otros fe- nómenos particulares, y presente los caracteres que hemos descrito mas arriba. «La erisipela que ocupa la piel del cráneo, dice José Frank, se esliende en cierloscasosá la nuca; y cuando lal se verifica , sucede en general que á favor de un nuevo alaque de fiebre, se propágala erisipela al dorso, á los lomos y aun hasla el sacro: en otros casos la erisipela de la cara des- ciende desde el mentón á la superficie del pe- cho» (loe. cil., p. 72). Esle mismo aulor ba visto una erisipela que rodeaba todo el tronco. F. Hoffmann habla de olra que en las fiebres malignas ó pestilenciales aparecía debajo de la mama ó hacia la región del corazón. »E. Erisipela de los órganos genitales.--La erisipela de los órganos genitales va siempre acompañada de un edema considerable. En el hombre, el escroto y el prepucio adquieren un desarrollo enorme , y á veces sobreviene un n- mosis: en la mujer la tumefacción se manifies- ta en los grandes labios, y mas particularmen- te en los pequeños. La" erisipela de eslas partes termina frecuenlemenle por gangrena. »F. Erisipela de los miembros.—Después de Ja erisipela de la cara, la mas frecuente es la ríe los miembros, especialmente la de los infe- DE LA ERISIPELA. 333 riores. «La erisipela de la cabeza, dice José, Frank, se estiende con bástenle frecuencia has- la el brazo; pero rara vez pasa mas allá del punte donde se insertad músculo bíceps» (loe. cit., pág. 74). No obstante, puede la enfer- medad manifeslarse primitivamente en el ante- brazo ó en el brazo, y ocupar todo el miembro. La tumefacción es siempre muy considerable, y se ha visto al brazo adquirir las dimensiones del muslo (Rayer, loe. cit., p. loo). La erisi- pela de los miembros es muchas veces flemo- nosa, y segun Dupuylren ofrece constantemen- te este carácter en las estremidades inferiores (loe. cit., p. 295). Pero esla aserción es dema- siado absoluta, y nos parece que la supuración es mas frecuente en el brazo que en la pierna, en la cual ciertamente se observa mas á menu- do el edema que la formación de pus. No es rara la gangrena en la erisipela de eslas par- tes: á veces se manifieste únicamente en espa- cios circunscritos, poco eslensos, y produce en ellos escaras, á cuya caida suceden úlceras mas ó menos rebeldes (erisipela ulcerosa). Cuando la flegmasía se desarrolla en ^circunferencia de una articulación , se esliende en cierlos ca- sos hasla la membrana sinovial de la misma; y si ocupa el brazo ó el muslo, produce casi siem- pre una tumefacción dolorosa de las glándulas axilares é inguinales. La erisipela de los miem- bros, escepluando la que ocupa las piernas, es traumática en la mayoría de los casos: mas ade- lante veremos que suele presentarse al princi- pio de la elefantiasis de los árabes. » G. Erisipela general ó universal.—Encuén- transe en los aulores un número bastante con- siderable de ejemplos de erisipelas que han ocu- pado toda la superficie del cuerpo, á escepcion de las palmas de las manos y de las plantas de los pies, cuyas regiones, según Foderé, se ha- llan siempre exentas (Lecons, etc., t. III, pá- gina 349). Zacuto Lusitano (Praxis med. adm., lib. II, obs. 9), Salmulh (Observ., cent. I, ob- servación 32), Cberlis (Rari osservaz. di med. « di chir., Venecia 1725, oss. 92), de la Motte (Traite complet de chirurgie, l. I, observ. 92), Bromfield (Méd. Communications, vol. II, p. 22), Michaelis (Loder's Journ. fur die chir., 1. II, p. 668), Wiltmann (Hufeland's Journ., abril 18H,p. 21), P. FrankyBalhlke(/ÍH*r'$ illa^., bd. XXVIIl, heft I), refieren algunas observa- ciones en favor de la existencia de la erisipela general. Renauldin rila un caso en el que se apoyan la mayor parle de los patólogos fran- ceses, aunque es muy incompleto y está lejos de ser concluyenle, como dice con razón Vidal de Cassis (Traite de pathologie externe, t. I, p. 147). Nosotros opinamos cen José Frank, Naumann y algunos otros patólogos, que la ciencia no "posee todavía un ejemplo de erisi- pela general propiamente dicha, es decir, «que ocupe á un mismo tiempo teda Ja piel» (José Frank, loe. cit., p. 71). Se han citado como tales, ora escarlatinas ó urticarias, ora y con mas frecuencia erisipelas ambulantes ó erráti- cas, que ocuparon efectivamente lodas las par- tes del cuerpo de un modo sucesivo, pero no si- multáneo. »H. Erisipela interna.—Por último, algu- nos autores han querido establecer que la eri- sipela podia ocupar las membranas mucosas y serosas, y J. Frank ha llegado hasla decir que podia desarrollarse en el pulmón. Esta erisipela llamada interna por los aulores, es en cierlos casos primitiva, pero debe atribuirse mas co- munmente á la eslension de una erisipela es- terna. Reil (Ueber die Erkennt nis und cur der fieber, 1.11, p. 334) ha vislo á la erisipela del pabellón de la oreja propagarse al conducto auditivo esterno y aun al oido interno; y José Frank á la de los párpados invadir la conjun- tiva palpebral (loe. cil., p. 73); Selle ha des- crito la erisipela de la lengua (Pyretohgie, pá- gina 174), y J. Copland dice haber observado una erisipela de los labios, que se eslendíó á la faringe y aun á la laringe (loe. cit., p. 819). Se ha dicho lambien que la erisipela de las par- tes genitales de la mujer invadía algunas veces toda la vagina. Cullen asegura que ha viste toda la membrana mucosa del tubo digestivo, desde la boca bastad ano, afectada de una ru- bicundez erisipelatosa; y por último, Foderé (loe. cit., 1.111, p, 352) la ha encontrado has- la en las membranas serosas. También en este caso creemos.infundada la opinión de los auto- res que acabamos de mencionar. No hay duda que cuando un individuo padece una erisipela, pueden afectarse las membranas mucosas y se- rosas; pero estas son invadidas por la inflama- ción que les es propia, y no por la flegmasía erisipelatosa, la cual debe considerarse como especial de la cubierta tegumentaria esterna. Naumann (loe. cil., p. 251) opina del mismo modo que nosotros, y dice que solo asi puede aceptarse la siguienle frase de P. Frank: «Nu- llum ergo de interni erysipelatis frequenlia du- bium superesse polesl.» «Curso de la erisipela. —El curso de la erisipela no es constantemente idéntico, aun- que siempre es agudo. Ora termina la enfer- medad en el punte en que se desarrolló (erisi- pela fija), y recorre con regularidad uno ó mu- chos de los períodos que hemos indicado; ora se esliende por grados á los punios inmedia- tos, en cuyo caso puede invadir sucesivamente la mayor parle del cuerpo (erisipela vaga, am- bulante, serpiginosa, fugaz): «Por su ñalurale- za, dice Lepellelier (loe. cit., p. 59), es la eri- sipela esencialmente progresiva.» Blandin pien- sa que la erisipela por causa esterna es la que que se estiende principalmente á las partes in- mediatas: «las erisipelas por causa interna, dice este cirujano, agotan el agente morboso y rara vez son ambulantes; las de causa esterna", por el contrario, invaden el organismo en lugar de abandonarlo, y casi siempre se eslienden concéntricamente hacia el tronco.» «Es también regular el curso de la enfer- medad en el sentido de que, traspasando rara 334 PK LA El! vez en esle caso el grado erilemalcso ó flicte- noides, presenta la erisipela en cada uno de sus asientos sucesivos todos los fenómenos que corresponden al grado que ha adquirido. En otras ocasiones desapaiece repentinamente la erisipela, para presentarse de pronto en un pun- to distinto del que ocupaba (erisipela errática, metastática); la de la cara por ejemplo, en los órganos genitales, la de una oreja en los miem- bros, v la de eslos en los párpados. «La eri- sipela cambia de sitio, dicen Chomel y Blache, antes de recorrer lodi s sus períodos, sin dejar por lo común vestigio alguno de su existencia; y su curso, frecuentemente insidioso, favorece la opinión de que este exantema no es mas que un sínloma de olra enfermedad» (Dic de méd., t. XII, p. 232). La erisipela complicada con una fiebre litoidea es la que ofrece mas parti- cularmente este carácter movible. Tampoco en este caso suele traspasar la inflamación el gra- do eriteraatoso; no hace mas al parecer que) rozar digámoslo asi í¿s superficies: cuando llega j á hacerse flemonosa, ya no es susceptible de mudar de silio. »EI curso de la erisipela es habilualraente conlínuo. Podrá ser intermitente'? «Entendién- dose como debe entenderse, dice Pellelier , por intermitencia el curso de una enfermedad que suspende en cierto modo su espresion sintomá- tica durante uno ó muchos dias ,.para volverse á manifestar sin ninguna causa apreciable, no sabemos de ningún hecho que lo pruebe de una manera evidente» (loe. cil., p. 55). En efecto, fácil es conocer , qne se han citado como erisi- pelas intermitente? casos en que existiera una sucesión de enfermedades, que aunque perte- necientes á la misma especie, eran bien distin- tas enlre sí, y cada una de ellas provocada por una nueva causa. Cuando la erisipela se repro- duce en eslos caso; en un mismo punte, es por que se reproduce igualmente la causa local, ó bien porque siendo esla general, conserva la parte que fue una vez afectada, cierta predis- posición á contraería de nuevo. Las observacio- nes referidas por Piorry (Lancette, l. VI, pági- na 257, 1832) y Riyer (Z)¿ct. de méd. etde chir. prat., 1. VII, p. 489), lo son únicamente de re- cidivas de erisipelas, procedentes de una caries dentaria ó de accesos neurálgicos. Otras análo- gas se han atribuido por muchos aulores á la gota , al reumalismo, á las hemorroides, á la epilepsia y á la jaqueca. «En ciertos casos se reproduce la erisipela de una manera mas ó menos irregular y por intervalos mas ó menos largos, bajo la influen- cia de causas apreciables, ó sin que nos sea po- sible esplicar su reaparición; resultando enton- ces ia erisipela llamada periódica (erisipela cró- nica de Naumann) , cuya existencia se halla demostrada por numerosos ejemplos. Lorry la ha visto mam fes ¡use todas las primaveras y I hacia los equinoccios; De morb. cutan., p. 195), y Frank ha observado que se reproducía esac-1 teniente lodos los meses. La inflamación ocupa' USIl'ELA. sierapre una misma parte, presentándose es- pecialmente en las piernas, y rara vez pasa del primer grado (erisipela critematosa); aunque sin embargo en ocasiones sobieviene la gangrena cuando han sido numerosas las recidivas. Des- pués que se han verificado muchas invasiones, queda con frecuencia la piel en un eslado per- manente de hiperemia; el tejido celular se halla mas ó menos edematoso (oedema ponihumum de Naumann), y en eslas circunstancias es en las que mas fácilmente se mortifican los tejidos si llegan á inflamarse nuevamente. dDmucucv.—TtimiNACioN.—Cuando la eri- sipela termina por resolución, puede esla ser completa desde el tercero ó cuarto día, en cuyo caso no se desprende el epidermis, ó cae bajo la forma de un polvo blanquecino, sin queque- de ningún vestigio de la enfermedad. Cuando ha habido flictenas, la duración es por lo co- mún de siete á diez dias, y aun puede llegar ttaeta quince. En este caso el epidermis se des- prende en forma de escamas de un color y gro- sor variables, segun el grado de la vesicación y los curadera de la serosidad contenida en las flictenas; la piel queda entonces roja , sensible é hinchada por algún tiempo, y si sobrevienen- recidivas antes de que haya vuelto á su eslado fisiológico , puede adquirir y conservar un en- grosamíento notable. «Se han vislo personas, dice Lepellelier , con las facciones desfiguradas por esla causa.» Cuando la enfermedad,aun- que poco intensa, es ambulante ó errática, pue- de prolongarse según la eslension de las parles que invada, por espacio de uno á aun de mu- chos meses: ni es lampoco menor la duración cuando la flegmasía termina por supuración ó por gangrena. «La resolución, que es la terminación mas favorable, se anuncia á veces por epistaxisú otras hemorragias, por el restablecimiento de aquellas cuya supresión habia producido la en- fermedad, por un sudor abundante, un llujo considerable de orina, ó bien por evacuaciones ventrales; pero comunmente no existe ninguna crisis apreciable. «Podrá terminar la erisipela por meiastaüi, retroceso ó repercusión} No creemos nosotros qne sea posible afirmarlo, aunque Huleland haya hecho de la erisipela metastática una forma par- ticular de la enfermedad [Enchiridion mteti- cum; trad. de Jourdan , p. 171), y sin enlrar ahora en pormenores que pertenecen á olro lu- gar (véase enfermedades de la piel en I), nos contentaremos con advertir, que casi siem- pre se han atribuido á metástasis fenómenos que dependían de verdaderas complicaciones. «Convalecencia.— Recidivas.— La convale- cencia es nula por decirlo asi, cuando la erisi- pela es simple, y no pasa de los dos primeros grados; pero si es por el contrario flemonosa, tiene una duración bastante larga, y exígelas mayores precauciones. A propósito de este asun- to no podemos menos de copiar el siguiente pa- sage de Dupuylren (loe. cil., p. ¿27): aAun DE LÁ ERISIPELA. 335 cuando se haya verificado completamente el ¡ trabajo de cicatrización, no debe el enfermo ha- cer movimientos inmoderados; pues las cicatri- ces , anchas y estensas, eslan espuestas á des- garrarse, y lo hacen de una manera bastante singular; se forma una lliclenila llena de pus, que se abre en un punte, y deja una úlcera de superficie parduzca, semejante en su color á una úlcera sifilítica; la cual se esliende rápi- damente haciéndoteles progresos, que en vein- ticuatro horas poco mas ó menos llega á des- truir teda la cicatriz. Cierto es que se renueva con poca dificultad, y que esle accidente no siempre redunda en perjuicio de los enfermos, porque la cicatriz primitiva es por lo común muy débil y se desgarra fácilmente; caracteres que van disminuyendo á medida que se repro- duce la úlcera , habiéndose vislo cicalrices que no han llegado á adquirir suficiente solidez, si- no después de haberse desgarrado tres ó cuatro veces.» Cuando la enfermedad ha sido compli- cada , la convalecencia es relativa á la natura- leza y á la gravedad de la complicación. «Son frecuentes las recidivas en la erisipela erilemalosa simple, y se verifican con tanlo mayor facilidad, cuanto mayor es el número de veces que se ha reproducido el mal. Las causas mas ligeras pueden provocarlas, y por su me- dio se esplican la mayor parte de las erisipelas intermitentes ó periódicas admitidas por los au- tores. «Diagnóstico.—Para establecer el diagnós- lico diferencial de la erisipela, es preciso tener en cuenla las diversas formas de la afección. »La erisipela eritematosa simple no puede confundirse con la urticaria, el sarampión y la escarlatina; mas dificil es distinguirla del eri- tema simple, y aun creen algunos autores que no debe hacerse esta distinción: «Nosotros con- sideramos al eritema, dice Rosten, como el gra- do mas simple y ligero de la erisipela.» Roche y Sansón son del mismo parecer; pues dicen que «toda inflamación aguda, pero ligera, su- perficial y pasagera de la piel, recibe el nom- bre de eritema, y el de erisipela cuando es mas intensa, mas viva y duradera; no siendo pro- piamente hablando el eritema, la erisipela sim- ple y la erisipela flemonosa, sino Ires diferentes grados de una misma flegmasía.» Por nuestra parte no podemos adoptar esta opinión; pues el erilema no ofrece jamás los caracteres que he- mos asignado á la erisipela; nunca da lugar á una tumefacción tan considerable, y es muy rara vez único, componiéndose siempre de chapas erilematosas, que se encuentran en lasdiferentes partes del cuerpo y principalmente en el Ironco. «La erisipela vesicular se diferencia del ec- zema, en que va precedida de una tumefac- ción que no se encuentra en este; y la erisipela ampoílosa se distingue por el mismo carácter de los herpes, del pénfigo y de la quemadura de segundo grado. Cuando han sucedido á la rotura de las flictenas costras mas ó menos gruesas, los signos conmemorativos son los úni- cos que pueden distinguirla en cierlos casos del impéligo ó del eczema impetigínodes, siendo fácil cometer una equivocación, especialmente en la cara. »Se ha dicho que podia confundirse el eri- tema tuberculoso con una erisipela flemonosa; pero el examen del tumor, la facilidad con que se le circunscribe, su terminación constante por resolución, el curso que sigue,.y la benigni- dad de los síntomas generales, establecen entre estas dos afecciones la línea mas notable de de- marcación (Cazenave y Schedel, Abregé prati- que des maladies de la peau, p. 9). Muchos au- tores, como ya hemos dicho, confunden la eri- sipela flemonosa con el flemón difuso ó erisipe- latoso; pero la distinción en este caso nos pa- rece importante, y ademas fácil de establecer. En la erisipela flemonosa la inflamación em- pieza siempre por la piel, y no se propaga al tejido celular sino después de haber recorrido sus diferentes períodos; por manera que cuan- do empieza á desarrollarse la infiltración puru- lenta, han desaparecido ya la tumefacción y la rubicundez cutáneas. En el flemón difuso, los fenómenos morbosos se suceden de un modo in- verso; pues primero se infiltra de una gran cantidad de pus el tejido celular subcutáneo, y entonces es cuando, distendida considerable- mente la piel, se pone erisipelatosa. Las mismas consideraciones servirán también para distin- guir la erisipela edematosa del edema compli- cado con una erisipela consecutiva. «Tampoco puede confundirse la erisipela flemonosa con el flemón circunscrito. Será lan fácil distinguirla de la angioleucilis y de la fle- bitis? «En la erisipela flemonosa, dice Velpeau (Mémoires sur les maladies du systeme lympha- tique, p. 28), no deja la inflamación, cómo su- cede en la angioleucilis, regiones sanas entre su punto de partida y el que nuevamente in- vade; no aparece en forma de chapas disemi- nadas, con el aspecto de nudosidades duras, ni figurando cintas sonrosadas ó lívidas; los gan- glios no se hallan infartados , y no tiene el mal una predilección á desarrollarse en el trayecto de los principales troncos linfáticos; la supu- ración es pronta, fluida, gris, abundante y acompañada de la mortificación del tejido ce- lular, de una especie de disección de las apo- neurosís ó fibras inmediatas, y seguida muchas veces de un adelgazamiento rápido ó de una verdadera destrucción de los tegumentos. «Por otra parte, la disposición en forma de cintas que presenta la rubicundez en la dirección de las venas, y la gravedad de los sínlomas gene- nerales, que no está en relación con la de los accidentes locales, caracterizan suficientemente la flebitis. Las diferencias que acabamos de in- dicar pierden, por decirlo asi, todo su valor diagnóstico, si se admiten las variedades erisi- pelatosas establecidas por Blandin y Sansón- pero ya veremos que no debe seguirse el ejem- plo de estos autores. Los sínlomas que se ma- nifiestan al principio de la erisipela gangreno- S36 DI LA HMMFBLA. sa, y las circunstancias que presiden á la mor- tificación de los tejidos, hacen en este caso fá- cil el diagnóslico. «Será posible diagnosticar una erisipela an- tes de que aparezcan los sínlomas locales que la caracterizan? «La tumefacción de los gan- glios que se hallan en las inmediaciones de la porción de piel que ha de ser invadida por el exantema, dice Pidoux (mem. cit.), ha bastado muchas veces á Chomel para predecir la apa- rición muy próxima de una erisipela.» En las erisipelas consecutivas que sobrevienen á con- secuencia de oirás afecciones, no existe seme- jante signo precursor. «Pronóstico. —El pronóslico de la erisipela simple, fija, edematosa ó flictenoides, es siem- pre favorable. En lodos los casos observados por Louis terminó felizmente el mal , con lal que en el momento de la invasión estuviesen los individuos disfrutando de buena salud (Lan- §ette, 1833, l. Vil, p. 215). Las primeras eri- sipelas son, en sentir de Chomel, las mas lar- gas y graves: no obstante cuando la erupción deja en pos de sí un edema permanente , y se reproduce muchas veces en un mismo punto, no es ten lisongero el pronóslico, y menos toda- vía cuando la inflamación es muy eslensa, am- bulante ó errática. Es grave el pronóslico en la erisipela flemonosa , cuando la violencia de la flegmasía ó la estructura anatómica de las par- tes produce la gangrena; es funesto en los ca- sos en que se complica con accidentes cerebra- les; cuando se manifiesta en el curso de una pleuresía, de una neumonía ó de una fiebre ti- foidea; cuando acompaña á la invasión de la elefantiasis de los árabes; cuando termina por gangrena á causa de un estado adinámico ó de una alteración general, y cuando desaparece de pronto por delilescencia. Ademas, en igual- dad de circunstancias, la erisipela de la cabeza y sobre lodo la que ocupa la piel del cráneo, es de un pronóstico mas grave. La que sobrevie- ne en los viejos es sierapre peligrosa. «El desarrollo de una erisipela ha sido al parecer en ciertos casos una circunstancia fa- vorable, habiéndose dicho que podia aparecer como crisis saludable en d reumatismo, en la gota, etc. «Novi alios morbos praesertim aslhma «convulsivum , ab erysipelate superveniente «fuisse filiciter sublatum» (Schrceder, Diss. de febribus erysipelatosis; Golt., 1774, p. 308). En las enfermedades crónicas déla piel es espe- cialmente, dicen Cazenave y Schedel (loe. cit., p. 27), en las que puede ser útil el desarrollo natural ó provocado de una erisipela; pues mo- difica con estraordinaria ventaja ciertas fleg- masías crónicas rebeldes, y sobre lodo algunas afecciones escamosas antiguas, el lupus, etc.o Esta proposición , aunque apoyada también en la autoridad de Rayer (Dict. di méd. et de chir. prat., t. VII, p. 490), nos parece demasiado absoluta; pues uno de nosotros ha visto, en el tiempo que estuvo de interno en el hospital de San Luis, gran número de erisipelas en indi- viduos atacados de afecciones culáneas, y que invadíanlas mismas parles donde se hallaban situadas las dermatosis antiguas , sin que se ob- servasen jamás tales ventajas estraordinarias. Lejos de eso es las mas veces la erisipela una complicación funesta, no solo por sí misma, sino también porque obliga á renunciar al trata- miente local que reclama la enfermedad primi- tiva de la piel, siendo muy corto el número de casos en que puede considerarse con Sabalier (Propositions sur Verysipele considerée jirinci- palement comme moyen curatif elans les affec- tions cutanées chroniques; Paris, 1831) á la erisipela como un medio terapéutico útil. «Complicaciones.—Es mas común que la erisipela complique á otra enfermedad, que apa- recer ella complicada : ya hemos visto que se manifiesta muchas veces á consecuencia de le- siones traumáticas, y en el curso de una fiebre grave; que sobreviene frecuentemente también en individuos afectados de enfermedades cutá- neas, principalmente del eczema, del pórrigo ó del lupus, y se la observa en ciertas neumo- nías, pleuresías y en el ergolismo. Habiendo indicado ya las formas que reviste segun la na- turaleza de la enfermedad primitiva, solo debe- mos ocuparnos aqui de las complicaciones con- secutivas al desarrollo del exantema. »La inflamación de las meninges ó del ce- rebro es sin duda alguna la complicación mas grave de la erisipela; y aunque puede sobre- venir, cualquiera que sea el silio ocupado por el exantema, se la observa principalmente en la erisipela de la cabeza, y sobre lodo en la trau- mática de la piel del cráneo. Todos los autores convienen en reconocer la frecuencia de esla complicación. «De diversos modos han esplicado los médi- cos el desarrollo de los accidentes cerebrales: la mayor parte de los antiguos lo atribuían i una metástasis; pero ya Cullen se declaró con- tra esta opinión. «Es evidenle, dice Piorry (Mi- moire sur les accidents cerebraux qui survitn- nent dans Verysipele de la face et du cuir cht- velu, en la Gaz. méd., t. I, p. 281, 1833), que las mas veces no hay en este caso una metás- tasis, porque precisamente en el momento en ue la erisipela se halla en su mas alto grade e intensión, es cuando se manifiestan con ron frecuencia los accidentes cerebrales mas peli- grosos, y para un solo caso en que desaparez- ca la inflamación esterna , hay diez en que con- tinúa y se aumenta.» Darwin opina que/assim- patías que unen la piel del cráneo á las menin- ges son el origen de los fenómenos cerebrales que suelen sobrevenir; pero esla esplicacion m satisface. «No puede admitirse, dice lambió Piorry, que sea el dolor de la erisipela el q« irritando el cerebro produzca los síntomas; pof' que las erisipelas menos dolorosas ocasionan ar gunas veces estos accidentes : decir que laio* flaraacion erisipelatosa afecta el tubo digestivo, el cual á su vez modifica el encélalo, es una es- plicacion que no está en armonía con una muí- DE IX ERISIPELA. 337 lilud de hechos en que el estómago y los intes- tinos no han aparecido gravemente afectados.» «Parece natural que los accidentes cerebra- les resulten de la propagación de ia flegmasía del eslerior al interior; pero cómo se verifica esla propagación? Uáse creido que se efectuaba por el intermedio de los vasilos que al nivel de las suturas y de los agujeros parietales y masloi- deos, establecen comunicación entre los apara- tos circulatorios extra é intra-crankinos; cuya opinión eslá apoyada por las observaciones ana- tómicas de Rihes. Pero los accidentes cerebrales sobrevienen lo mismo en la erisipela de la cara que en la de la piel dei cráneo; y Dupuylren ha demostrado ademas, que los vasos capilares de la piel del cráneo son independientes del te- jido celular sub-epicráneo. Bosquillon se ha li- jado en las comunicaciones que existen entre las carótidas esterna é interna. «Parece en efec- lo, dice Piorry , que cuando es considerable la congestión de los tegumentos del cráneo, la ar- teria carótida interna debe recibir mas sangre que de ordinario; siendo muy de creer que no carezca de verdad la esplicacion de Bosquillon; mas por olra parle muchas erisipelas en que no eslá muy inflamada la piel del cráneo, van acompañadas de accidentes, y no se ve que se calmen estes por la sangria como debiera su- ceder, si la congestión fuese su única causa.-) «Piorry (mem. cil.) opina que la estension de la enfermedad al cerebro se verifica por las partes blandas de la órbila; cuya creencia dice este médico , está apoyada en numerosas obser- vaciones anatómicas, fisiológicas y patológicas. Recuerda con este molivo la disposición de la bóveda huesosa que separa el cerebro | sus membranas de la piel que cubre el cráneo; la corla dimensión de las aberturas de comuni- cación enlre las partes; el considerable número de venas, arterias y nervios, que establecen una relación íntima enlre los órganos orbitarios y los cranianos; la considerable tumefacción que acompaña á la inflamación de las parles blan- das de la órbila, y el obstáculo que oponen á lal hinchazón las paredes ineslensibles de esla cavidad. Por úllimo, fundándose Piorry en ob- servacionesclínicas, asegura porunapartc*yue los accidentes cerebrales no sobrevienen o^lo común en la erisipela de la cabeza, sino "an- do la inflamación, desarrollada primitivamente en la piel del cráneo ó en la cara, ba invadido los párpados ó las parles blandas de la órbila; y por olra, que se consigue muchas veces ha- cer que desaparezcan eslos mismos accidentes combaliemdo la flegmasía ocular. «Malle, en una memoria publicada en la GazettamédicaleKl.\, p. 34í¡, 1833),refiere va- rias observaciones, tres de las cuales confir- man completamente las ideas de Piorry, mien- tras que las demás le son opuestas: un enfermo sucumbió á los accidentes cerebrales «m que los párpados estuviesen muy tumefactos, y otro solo esperimentó/?4 y 1825 (loe. cil., p. 826), y las ha habido en Paris en 1818, 1828 y 1835. La erisipela de los recien nacidos reina por lo comftn epidémicamente (Dugés Rech. sur les maladies des enfants nouveau- nés). «Estas epidemias, como ya lo habia notado Sidenham, parecen presentarse principalmente en el otoño y en la primavera; coinciden, segun Copland, con la depravación del aire por mias- mas pútridos, los efluvios y las emanaciones que resultan de un número considerable de en- fermos aglomerados en un espacio muy reduci- do: muchas veces no es posible sospechar su origen. En eslas circunstancias, la afección ad- quiere una gravedad particular; reviste las for- mas gangrenosa y adinámica, y va acompaña- da de complicaciones mas ó menos funestas. La erisipela biliosa se presente muchas veces con el carácter epidémico. »3.° Alimentación.—Se ha dicho que la in- gestión en el estómago de pescados podridos de almejas no lavadas, de quesos pasados, de toci- no rancio y de sardinas, pueden determinar la erisipela. Léese en las Efemérides de los curio- sos de la naturaleza (déc. II, obs. 52) qUe 344 DI LA ERISIPELA. «liempre que Hahneraan comia carne de gan- so era invadido por una erisipela ulcerosa de la cara.» Cierlos alimentos contrarios á algunas idiosincrasias particulares, dice José Frank, producen el mismo efeclo, como por ejemplo, el hígado de can marino y de sollo. Brambilla ha visto desarrollarse numerosas erisipelas en los militares que , osligados por la sed, bebian del agua corrompida de los pantanos. La influencia de las causas de esle género es muy oscura, y parece exigir en lodos los casos la existencia de la predisposición. »4^° Modificadores patológicos.—Muchasen- fertmyades se consideran capaces de producir la erisipela: una distensión demasiado consi- derable de la piel por un edema, un flemón, las varices (José Frank, loe. cit., p. 15), un tumor, y ciertas afecciones culáneas, pueden efectiva- mente producirlas por sí mismo; pero cuando la erisipela se manifiesta en el curso de una gas- tritis,¿le un infarto gástrico, de una enlerilis, de una enfermedad del hígado, de una fiebre grave, como sucede con frecuencia en los Tró- picos (Hasper , Krankheiten der Tropenlander, parí. II, p. 3f)3), ó de la elefantiasis de los ára- bes; cuando se presenta después de la supre- sión de los menstruos ó de una hemorragia ha- bitual, debe considerarse únicamente como sín- loma y efeclo, no de la enfermedad primitiva, sino de lacausaqne laprodujera.VanderBosch ha visto frecuentemenleerisipelas acompañadas de fiebre verminosa (Hist. conslit. epidem. ver- min.. p. 179). »5.° Impresiones morales.—La cólera, el terror y todas las impresiones morales vivas pueden determinar la erisipela. Falopio refiere la historia de una mujer, que padecía erisipela de la nariz siempre que se encolerizaba (Oper. omnia, t. 11. p. 100). José Frank vio un niño, que habiéndose asustado por una pendencia ha- bida enlre sus padres, fue invadido en el íns- tente por una fiebre, y al dia siguienle por una erisipela de la cara. «Ademas, dice esle aulor, he observado algunas veces esla enfermedad en niños recien nacidos, cuyas madres habían re- cibido sustos en el curso de su embarazo. En general no he vislo en parte alguna desarrollar- se lanías erisipelas á causa de las emociones como en la Lituania» (loe. cit., p. 76). Schroe- der (loe. cit., $. 8) refiere muchos ejemplos pa- ra demostrar la influencia de las causas mora- les; pero de todos modos, siempre es preciso admilir la preexistencia de una disposición es- pecial. «6.° Impresiones atmosféricas.—El frió hú- medo , las nieb;as del mar (Pallas, Neue Boeti- trcege, bd.1V, p. 156) la insolucion (Pelargus, Med. Jahrgcinge. jahrg. IV, p. 185), pero es- pecialmente los cambios repentinos de lempera- lura y el paso súbito del calor al frió, son cir- cunstancias que producen la erisipela. «He vis- to muchas veces en Wílna, dice Lorry (loe. cit., p. 265), sugelos que durmiéndose á ía intemperie en el rigor del invierno, después de haber bebido con esceso licores fermen- tados , eran acometidos de una fuerte erisipe- la de la cara.» La que se presenta en los pe- chos de las puérperas, y la que se observa en los recien nacidos , no reconocen á veces olra causa. «7.° Modificadores irritantes, directos y lo. cales.—Ora sea independiente la acción que es- tos ejercen , ora la favorezca una predisposición individual desconocida, un estado patológico (infarto qeistrico, enfermedailes cutáneas), ó bien una conslilucion médica (erisipela epidémica ó endémica), las causas locales esternas son sin duda las que provocan las mas veces el desar- rollo de la erisipela. A este orden deben referir- se las fricciones fuertes practicadas en la piel (José Frank, loe. cit., p. 75), el licor especifico que dejan en este órgano cierlos animales, so- bre todo algunos insectos (lleauraur, Memoirts pour servir á Vhistoire des insectes, t. p. 226' Neues Matjas. fur die Liebhaber der Entornólo- gie, bd. 1, p. 44,50), la aplicación de jugos cor- rosivos vegetales (RusVs Magas., bd. XV11I, hefl. III, p. 498), y tal vez sus exhalaciones, Ja de pomadas y de ungüentos rancios, ácresé irritantes: «líe vislo, dice J. Frank, en el hos- picio de Pavia, una erisipela de la cara acaeci- da á causa de haber aplicado en la cabeza para malar los piojos el óxido rojo de mercurio, y mi padre la ha observado igualmente en la ca- ra por haber combatido una liña con el arséni- co» (loe. cil., p. 75). El mismo efeclo producen la aplicación de sinapismos, de vejigatorios, del fuego de los cáusticos, y en una palabra, de lodos los irritantes. «También he vislo, dice J. Frank, una erisipela en las ingles y en el ab- domen , á consecuencia de un cáuslico emplea- do para combatir unos bubones, y olra en la cara, producida por el ácido acético,quese apli- cara sin precaución en las sienes y en las nari- ces , para remediar una lipotimia.» En el mis- mo caso se hallan las picaduras de cierlos in- sectos (Journ, Isis, 1818, p. 1567; Frorieflt, Notizen, bd.XXVIIl, p. 160; RusVs Magas, bd. VII, hefl. I), de las sanguijuelas de mala espe- cie (Vogel, Prcelectiones decognos. et mraniü corporis humani affectibus, p. 195), y alinde las de buena cualidad cuando reinan constitu- ciones médicas erisipelatosas, y la compre»" de los tegumeulos. «He vislo mías de uniw* erisipelas de los pies producidas por un caliad° demasiado eslrecho; y de la cara, poreUsode las caretas que su llevan por carnaval» (^ Frank, loe. cit., p. 75). Uno de nosotros acaba de observar una erisipela del pie ocasionad» por un zueco demasiado eslrecho. Deben in- cluirse lambien en el número de estos modi- ficadores , la inoculación de la serosidad de al- gunas flictenas (Willan, On cutaneous d¡s«w"' p. 514), como la del virus vacuno, envaop racion determinó erisipelas en los miembroó* periores y en las paredes del tórax en och^ treinta niños observados por Biliard (loe cil-. p. 121); la ligadura del cordón umbilical, y P°r DI LA ERISIPELA. 345 último, especialmente cuando existen constitu- ciones erisipelatosas, las quemaduras, las con- tusiones, las fracturas, las lujaciones, las ope- raciones quirúrgicas , las incisiones, la fleboto- mía (Brarabilla, Chirurg. Abhandlung con d. phlsgmone, p. '22), y las picaduras que se re- aben en las disecciones anatómicas. Las causas traumáticas tienen especialmente una influen- cia muy marcada, cuando obran sobre la piel del cráneo ó la cara. «Tratamiento.—Hánse propuesto para com- batir la erisipela gran número de medicaciones diferentes. Para enumerarlas con orden, es bue- no referirlas á métodos terapéuticos generales, y con este objeto adoptaremos la división de Lepellelier que las comprende lodas, reserván- donos disculir al final del presente capítulo el valor relativo y la aplicación de eslos métodos, esponiendo las consideraciones en que debe fun- darse el tralaraienlo racional de la enfermedad, consideraciones que son relativas á las causas, asiento y naturaleza de la misma. «Lepellelier (lésis citada, p. 65) reduce todos los medios terapéulicos que se emplean contra la erisipela á diez métodos, que son los siguientes: 1.°especiante; 2.« antiflogístico; 3.» repercusivo ó refrigerante; í.° derivativo ; 5.° ectrótico; 6.° evacuante y perturbador; 7.° mercurial; S.° tónico; 9.°compresivo, y 10 d¡- visivo. Los estudiaremos sucesivamente". »t.° Método especiante.—Consiste en colo- car la parle enferma en una situación conve- niente, en prescribir la quietud general, la dieta, las bebidas emolientes, los fomentes de la misma naturaleza, y en mantener libre el vientre por medio de lavativas. Debe colocarse el enfermo en una habitación ventilada, que tenga buena luz y una temperatura suave y uniforme. »2.° Método antiflogístico.—Consideran mu- chos autores las sangrías generales como la ba- se del tratamienlo de toda erisipela: «Ubi pri- »mum accedo, dice Sydenham, satis largara «sanguinis cuantitalem e brachio extrahi proe- «cípio.» Astruc repelía las evacuaciones san- guíneas generales cinco ó seis veces durante los primeros dias ( Tractatus de tumoribus, libro II, capítulo I). Lawrence (Observations on the nature and treatm. of cris; en médico- chir. Transactions , vol. XIV ), y Bouillaud las consideran como el medio mas eficaz que puede oponerse á la erisipela, cualquiera que sea su forma: Naumann (loe. cit., p. 315) dice que debe recurrirse aellas aun en los viejos, y aunque el exantema se acompañe de síntomas adinámicos. La sangria de la safena es la que se ha preferido cuando la erisipela ocupa la ca- ra. Empero seria muv peligroso generalizar el uso de la flebotomía. Boyer (loe. cit., p. 18) y Chomel y Blache advierten con mucha razón a los prácticos , que usen con eslremada reserva un medio, que ó bien se limita á paliar el exan- tema sin abreviar su duración , ó bien produce accidentes muy funestes. Bally opina que las TOMO Vil. M sangrias para combatir la erisipela de la cara, contra la cual se han recomendado de un modo especial, agravan los síntomas, facilitan la in- vasión del delirio ó lo hacen mas intenso y pro- longan la afección. «Esla opinión, dice Bau- quier,se halla demasiado justificada por los hechos que hemos observado en la Piedad y en el hospital Cochin; pues de todos los enfermos que hemos vislo con erisipela, los únicos que corrieron peligro son los que se sujetaron al método antiflogístico» (Annuaire médico-chi- rurg., 1827, p. 279). Nuestras observaciones confirman completamente esta aserción. Andral insiste en la facilidad con que sobrevienen ac- cidentes nerviosos en los individuos debilitados por evacuaciones numerosas de sangre (Precis d'anat. pathe>l., í. I, p. 15). El uso de la sangria únicamente se halla indicado en un corto nú- mero de casos. »No han sido menos preconizadas Jas san- grias locales; Lawrence y Lisfranc aseguran haber obtenido efectos maravillosos de las apli- caciones reiteradas de sanguijuelas. Estas pue- den usarse, segun dice con razón Lepellelier, ora como medio evacuante , colocándolas en la piel sana amas ó menos distancia de la parte inflamada; ora como evacuantes lambien pero sobre el mismo punto que ocupa el exan- tema; ora en fin como medio derivativo; en el silio por donde se verificara una hemor- ragia habitual, cuya supresión haya producido la erisipela: bajo el primer aspecto*, las sangui- juelas lienen lodos los inconvenientes que he- mos señalado á las evacuaciones generales; ba- jo el segundo se ha dicho , que lejos de mejo- rar el eslado de la enfermedad, hacen mas gra- ve la erisipela, y que esta adquiere el carácter flemonoso; á lo cual responde Lisfranc: «Bien puede eslo suceder cuando se apliquen las san- guijuelas en corto número, porque entonces, según se ha observado en muchas ocasiones, obran como medios rubefacienles y no como antiflogísticos; pero no sucede lo mismo cuando se las aplica en número considerable, como treinta, cuarenta, cincuenta ó mas, segun la intensión de la flegmasía» (Annuaire médico- chirurgical, 1826, p. 363). Bajo el tercer as- pecto se halla admitida por lodos los prácticos la utilidad de las sanguijuelas. No se olvide que cuando eslan los enfermos bajo la influen- cia de una predisposición, ó de una conslilucion médica erisipelatosa, cada picadura de sangui- juela se convierte á veces en foco de una nueva erisipela. «Sloll practicaba escarificaciones en la nuca para curar la erisipela de la cabeza: Freind (Historia medicines , p. 29) y Hutchinson (Médi- co-chirurg. transac, l. IV, 1814) . han pro- puesto escarificar la miama parle afectada por ¡a erisipela; J. Frank condena este medio por haberle vislo producir la gangrena. »Lassis (Gaz. méd., 1832 , 1.111, p. 752), Dobson y Bright hacen ligeras picaduras en la i superficie erisipelatosa : el primero de estos H 346 DE I A ERISIPELA. autores practica de quince á veinte en una su- >erucie de mediana eslension , y los otros dos as hacen subir á muchos cientos y aun miles, repitiendo esta operación dos ó tres veces en las veinticuatro horas, y favoreciendo la salida de la sansre con una esponja empapada enagua liba. Babington prefiere ejecutar con la punte d¿ una lanceta ligeras incisiones muy próxi- mas enlre sí. «Los tópicos emolientes húmedos, las cata- plasmas de harina de linaza y los fomentos he- chos con el cocimiento de malvavisco ó de saú- co, se emplean también con mucha frecuencia; pero tienen el inconveniente de provocar la for- mación de las vesículas, y de favorecer el des- prendimiento del epidermis. «Las harinas secas de centeno y trigo con las que se propone espol- vorear la superficie inflamada, forman costras debajo de las cuales se verifica muchas veces una exhalación purulento, y son porto tanto • mas perjudiciales que ventajosas» (Chomel y Blache). Débese sin embargo reconocer , que en las erisipelas de la cara pueden á veces obtener- se algunas ventajas de las lociones tibias hechas con una infusión de flores efe malva, de meli- loto, ó bien con un cocimiento de cabezas de adormideras. «Martin Solón y Barlhez alaban la manteca usada tópicamente, y le atribuyen muchas cu- raciones (Lancelie francaise, 1831, l. V, pági- na 217; Recueil de médecine et de chir. milit., 1834, t. XXXVI, p. 264); pero no eslá com- probado por la observación el valor de esle me- dicamento. »Los baños tibios generales de agua pura ó preparados con salvado, son útiles en la erisi- pela muy estensa ó ambulante, en cuyas cir- cunstancias hemos conseguido muchas veces obtener de este medio muy buenos efectos: Re- nauldin los empleó con ventaja en el tralaraien- lo del enfermo cuya observación ha publicado con el nombre de erisipela general. Chomel los recomienda particularmente en la erisipela «que se presenta con los síntomas generales de la liebre atáxica.» «Las bebidas que generalmente se prescri- ben son las calientes mucilaginosas, ó ligera- mente aciduladas. »3.° Melólo refrigerante. — Muchos médicos proponen que se trate la erisipela con los fo- mentos frios; Reuss, en la que ocupa la cara, cubre esla parle de compresas empapadas en a^ua fria (Ote gesichtrose und deren Behand- lung mitkaltem Waseren Ilufel. Journ., mayo 1824, p. 71); Gouzée hace uso de una mezcla compuesta con una parte de espirito de trigo de 15° y ocho de agua (Arch. gener. de med., 1833, 2.1 serie , 1.1, p. 493); Wilkinson pre- fiere la fórmula siguiente: R. amraoniacum car- bonicum depuralum , plumb^acetic. áá. drac. uñara; Aq. ros. une. ocio (Horn's Arch., 1823, hefl o), y otros emplean el subacelalo de plomo líquido disucllo en agua. Nosotros hemos visto á Jobert usar con ventaja en el hospital de San , Luis el alcohol alcanforado diluido en agua. i «Gama, y después de él Malgaigne, han I empleado el alcanfor de la manera siguiente | «Cuando la parte es plana y horizontal, pug. ¡ de estenderse el alcanfor sobre la misma piel- ¡ en caso contrario se le coloca enlre dos lienzos mojados, ó en la superficie de una cataplasma que lo mantenga en el punto donde debe obrar. Conviene humedecerlo, lo mismo que las com- presas que lo cubren, á fin de sostener la evapo- I ración. Si el calor local es muy intenso, bastan \ dos horas para que se hallen perfectamente se- ¡ cas las compresas por mucho que se hayan em- | papado; pero repelimos que es preciso conser- i varias húmedas, sin cuyo requisito no liene | -ninguna acción el alcanfor; el cual obra úni- i camente, como los aceites volátiles, por lacva- I poracion y el frió que produce.» Heliere des- I pues Malgaiune algunas observaciones recogi- ¡ das en el Val-de-Grace, y añade: «lie usado | muchas veces el alcanfor, sin que jamás hava ¡ resultado ningún accidente, y consiguiendo siempre curaciones rápidas.»' (Gaz. méd., 1832 l. III, p. 382.) ' »EI método refrigerante , en el cual recono- cemos una acción muy enérgica, no pudría me- nos de ser peligroso aplicado á lodas las erisi- pelas, y opinamos con J. Frank (loe. cit. 83), que solo debe emplearse en las erisipelas por causas locales. Malgaigne es probablemente lambien de esle parecer, pues lo hemos visto prescribir una sangria de doce onzas y doce sanguijuelas al cuello, algún tanto receloso de que sobreviniera una metástasis, en un soldado que padecía una erisipela espontánea de la ca- ra , y que eslaba sometido al tratamiento por el alcanfor. Sin embargo, no pretendemos de- cidir aqui una cueslion, que apoyada en la práctica de los médicos ingleses,'merece un examen prolijo, y que ya hemos dilucidado mas detenidamente al ocuparnos de los exante- mas , considerados de un modo general. »4.° Método derivativo.—Consiste esencial- mente, dice Lepellelier, en desalojar la infla- mación del punte donde sus.progresos puedan hacerse muy peligrosos, y establecerla en otro donde su desarrollo no tenga la misma grave- dad. Este cambio de asienlo de la fle^max'a puede efectuarse, ora en los diversos puntos de la cubierta culánea masó menos distantes en- tre sí, ora en los elementos superficiales de\a piel puestos en oposición con los profundos, y sobre lodo en el tejido celular subcutáneo. En el primer caso nos proponemos cambiar completa- mente el asiento de la superficie inflamatoria; y en el segundo conservar la flegmasía en el si- lio que ocupa , pero haciéndola mas superlicia! y circunscrita. Encontráremos un ejemplo dí la primera derivación en la rubefacción de los pies bajo la influencia de un sinapismo, pafl conjurar los progresos de una erisipela de h ¡ cara; y de la segunda, en la aplicación de» | vejigatorio en el cenlro de una erisipela fle- monosa, para evilar que se propague en eslen- DI LÁ ERISIPELA. 347 sion y profundidad. Todos los elementos tera- péulicos de esle mélodo son medios escilanles mas ó menos aclivos, en los cuales debemos re- conocer, para comprender bien sus aplicacio- nes, tres efectos esencialmente distintos: !.• atraerá su primitivo asienlo una fluxión erisi- pelatosa que se ha fijado en órganos impórten- les; 2.° hacer que la tlegmaria deje un punto para presentarse en otro; y 3.° en fin , concen- trar los fenómenos inflamatorios en la misma parte que ocupa la erisipela.» (Tés. cit., p. ti5). «Importa mucho no perder de viste las dis- tinciones que establece muy bien Lepellelier en el pasage que acabamos de copiar. Ya volvere- mos á hablar de esle asunte, cuando nos ocupe- mos del tratamiento de las diferentes formas erisipelatosas en particular; limitándonos aqui á enumerar los principales agentes terapéuticos que se han empleado, y á indicar el uso que cada autor hace de ellos. «El linimento de Kenlisch (mezcla de un- güento basílicon y de aceite esencial de tre- mentina) ha sido alabado por el doclor Meigs (American med. and surg. journ. julio 1828), quien asegura haber obtenido de él muy bue- nos resultados, habiéndolo empleado indistin- tamente contra todas las variedades de la enfer- medad. Renueva con bastante frecuencia las aplicaciones de esle medicamento, hasla que se detenga el curso progresivo de la afección. Ca- recemos de datos suficientes para decidirnos so- bre el valor de este agente terapéutico. »El cauterio actual, aconsejado por Pelle- tan como un revulsivo poderoso contra la erisi- pela, se ha empleado con mucha frecuencia en eslos últimos años, principalmente por Lar- rey , quien asegura haber obtenido de él gran- des ventajas, consiguiendo muchas veces dete- ner el curso de la enfermedad (Cliniq. chirurg., 1.1, [>. 64-67.—Cliniquc des Hópit.et de la ti- lle, t. I, p.2.; 1. II. p. 242. — Arch. génér., primera serie, l. XVI, p. 446). Debe aplicarse el instrumento por una superficie pequeña en ¡;ran número de puntos de la parle enferma, ó bien por una superficie ancha, pero en el centro de la flegmasía: en la erisipela traumática de- ben cauterizarse los puntos que eslen mas cer- ca de la herida. •Esla aplicación, dice Larrey, causa poco ó ningún dolor, y va inmediatamente seguida: l.°de un efluvio gaseiforme y de un olor ani- mal, que se hace visible por "el ligero humo en que va envuelto: 2.° de la desaparición del ca- lor y del dolor tensivo que senlia el enfermo en toda la parle inflamada : 3.° desaparecen tam- bién la rubicundez y la tumefacción : 4.° las cauterizaciones no van seguidas de supuración; no producen la gangrena como pueden hacerlo los rubefacienles; las parles quemadas del cutis caen en forma de escandías carbonosas, y no dejan cicatrices sensibles: 5.° se restablece casi instantáneamente el flujo purulento de ia heri- da, cuya supresión habia precedido á la erisi- pela,)- 6.° en fin, renacen al mismo liempo las fuerzas del individuo y se reaniman las fun- ciones debilitadas de las visceras, especialmen- te las del estómago , concurriendo asi á la com- pleta resolución de la enfermedad exantemáti- ca.» Repetimos que mas adelante apreciaremos este medio terapéutico, al establecer el trata- miento racional de la erisipela; pues aqui no hacemos otra cosa que indicarlo, como todos los demás propuestos por los autores , advir- líendo solo que ninguno de ellos puede adoptar- se como mélodo general. »Moxa.—Algunos prácticos han preferido el moxa y los diferentes cáusticos al hierro incan- descente; pero nosotros creemos que debe re- currírse á esle con preferencia cuando se quie- ra emplear semejante medicación. «Puédese con ventaja aplicar sinapismos en un punto mas ó menos distante del exantema; pero no siempre eslan exentes de inconvenien- tes; pues ora determinan una reacción general, un eretismo funesto; ora provocan una nueva erisipela, y á veces dan lugar á la supuración ó á la gangrena. Se ha propuesto colocar los si- napismos sobre la misma parte enferma ó en sus limites; pero creemos que este método única- mente debe aplicarse en los casos escepcionales que luego mencionaremos. «El uso de los vejigatorios en el tratamiento de la erisipela, dice Rousseau (Recueil de mé- dec el de chir. militaires, t. XII, p. 305) , no es un método nuevo, pues esta práctica dala ya de fines del siglo XVII y tal vez de mas atrás: hay motivos para presumir que los ita- lianos fueron los primeros que tuvieron la idea de aplicar vejigatorios en el mismo silio de la erisipela.... También en Francia se ha reco- mendado hace mucho el uso de este medio en el tralaraienlo de la erisipela. Ya en liempo de Thevenin se empleaban los vejigatorios, pero se colocaban lejos de la parle enferma: Pelit de Lyon por el contrario los ponia sobre la misma i superficie inflamada.» «Sea de esto lo que quiera, Dupuylren lla- mó á principios de esle siglo la atención de Jos j, prácticos sobre esla medicación, que yacia en el olvido, y desde entonces fue cuando empezaron á observarse detenidamente sus efectos. » Varia la opinión de los autores relativa- mente á los casos en que se.hallan indicados los vejigatorios y á la manera de aplicarlos: unos los colocan en las inmediaciones de la par- te afectada; otros, como Aliberl, Delpech, etc., ,sobre el mismo punto; y Lawrence aplica parte en la piel sana y parle" en la enferma. ( Clini- que des hópit. et de la ville, l. I, p. 4). Segun Conté no deben permanecer mas que una ó dos horas, según la sensibilidad de la piel: «pue- den volverse á aplicar, dice este médico, en to- dos los casos en que parezca renovarse la erup- ción; pero cuando los vejigatorios permanecen mas de dos horas, no hacen otra cosa que au- mentar el mal en lugar de contenerlo.» Dupuy- lren dice que los vejigatorios volantes son insu- ficientes á veces, y que entonces es preciso 1148 DE IA ERISIPELA. establecer una sepuracion permanente. (Lecons orales, 1.11, p. 485). «Muchos médicos han querido generalizar el uso de los vejigatorios. «Entre todos los me- dios empleados hasla el dia contra la erisipela, dice Conté, el mas eficaz es el vejigatorio, pues detiene constantemente el curso de la enferme- dad.» Herrera (Journ. compl. t. X, p. 148) opina que conviene sobre lodo este medio en los casos en que la enfermedad se manifiesta en individuos de temperamento linfático, con su- perabundancia de humores, cuando la erisipela camina con lentitud y no va acompañada de erupción vesicular. Dupuylren lo usaba espe- cialmente en la erisipela flemonosa. Cazenave y Schedel se espresan del siguiente modo: «Solo deben emplearse los vejigatorios para fijar la erisipela ambulante , ó bien para atraer el exantema á la parle primitivamente afectada, cuando ha desaparecido de pronto coincidiendo semejante metástasis con accidentes mas ó me- nos graves» (loe cit., p. 29). «El doctor Green dice que en muchos casos de erisipela ha obtenido muy buenos resulta- dos de una fuerte revulsión, producida en toda. la superficie del cuerpo con fumigaciones sulfu- rosas. ))5.° Método ectrótico.—Proponiéndose John Higginbotlom hacer abortar la erisipela anles de su complete desarrollo, intentó para este obje- to cauterizar toda la superficie exantemática con el nitralo de plata, y vio detenerse inme- diatamente á beneficio de tal cauterización , el curso y los progresos de la flegmasía; habién- dole producido este medio buenos efectos en muchos casos de erisipela, asi traumática como de causa interna (Journ des progres, t. VI, p. 266; 1827). Algunos médicos han esperimenla- do después este método, y Tanchou dice de él: «Acostumbro servirme del nitralo de plata en todas las inflamaciones de la piel, cualquie- ra que sea su causa é intensión, y consigo las mayores ventajas, particularmente en la eri- sipela; barnizo teda la superficie inflamada con el nitrato de plata disuello ó fundido, y por lo común antes que se concluya la opera- ción cede la flegmasía en los primeros puntos que se tocaron con el cáustico: toda la superfi- cie enferma se pone pálida y desaparecen los fe- nómenos flegmásicos, no quedando mas que una.areola rosada que rodea la costra negruz- ca producida por la cauterización. Esta costra se cae bien pronto; la areola se disipa al cabo, de algunos dias, y el paciente se halla curado en una época en que, si se hubiera combatido la enfermedad por los medios ordinarios , ape- nas hubiera recorrido su primer período» (Lan- cette franc., 1831 , l. V, p. 120;. A pesar de semejantes aserciones, se necesitan nuevos he- chos para establecer el valor de un método que puede ser bástenle peligroso. «Oíros médicos han limitado el uso de la cauterización á los casos de erisipela ambulan- te: pero ya nos esplicaremos mas adelante so- bre este nuevo mélodo de emplear el nitralo de plata. »6-' Método evacuante.—El emélico, parti- cularmente recomendado por Sloll en el trata- miento de la erisipela , se ha esperimenlado por gran número de médicos, que no lodos eslan acordes acerca de su valor. Chrestien (Gazet- te medie. , 1833 , t. 1, p. 554) lo usa en todos los casos de erisipela que se le presenten, y siempre con buenos resultados. Rayer lo ha vis- to producir buenos efectos, determinase ó no evacuaciones biliosas; pero cree sin embargo, que la sangria es generalmente preferible y puede usarse en muchos mas casos que el tár- taro estibiado (loe. cit., p. 160). Ya" hemos di- cho que no participamos nosotros de semejante opinión. Chomel y Blache dicen que no siem- pre conviene recurrir á los vomitivos, aun cuando la erisipela vaya acompañada de sínto- mas biliosos: «Hemos observado muchas veces, añaden eslos aulores, que eran mas útiles en la- tes circunstancias una dicte severa y las bebi- das diluentes» (loe. cit., p. 239). Algunos mé- dicos ingleses, enlre los cuales se bailan Gra- ves y Lawrence, administran interiormente Jas calomelanos; pero los purgantes por sí solosoo pueden constituir un mélodo general de liala- mienlo. »7.° Método mercurial. — La aplicación del ungüente mercurial en .la superficie erisipela- losa, usada ya desde muy antiguo en los Esta- dos Unidos, se ha esperimenlado en Francia por considerable número de médicos. Velpeau no ha obtenido grandes ventajas de las friccio- nes, practicadas mañana y tarde en la superfi- cie erisipelatosa ó en su base con dos dracmas de ungüento mercurial doble; pero Gueroult (Bull. de therap. t. Vil, p. 277) ha curado mu- chas erisipelas,cubriéndolas con esla misma pre- paración eslendida en papel de estraza y reno- vando la cura cada tres horas, de modo que se consumandos onzas de ungüento eB cua- renta y ocho horas. Chorad y Blache opinan, que la mayor parle de las curaciones que se .atribuyen ala acción del ungüente mercurial, se deben al curso natural de la erisipela; pues en todos los ensayos que han hecho, les ha pa- recido impotente este remedio para detenerlos progresos de la enfermedad) (íoc. cií.,p.2J7) de la misma opinión es lambien Rajer [Uc. cil., p. 161). «Ricordha usado el ungüento mercurial gran número de veces , y lo considera como uno de los remedios mas eficaces que pueden oponen» á la erisipela , cualesquiera que sean la nata- raleza , causas y complicaciones de la enfer- medad y la época en que se la observe; en una palabra , no lo halla contraindicado en ningius caso (Lancette franc. I. V, p. 409; 1831). lis- ie médico cubre desde luego toda la superficie erisipelatosa con una capa de ungüento mercu- rial doble, estendido por simple untura, en can- tidad suficiente para ocultar el color de la par- le enferma y esceder de sus límites: rara ver DE LA E1ISIPELA. 34f es preciso emplear mas de seis unturas, pues comunmente bastan dos ó tres. Se conoce que la enfermedad se alivia en las arrugas que for- ma el epidermis : Ricord, Cas. Broussais (Lan- cette franc. 1.5, p. 273), Marloy (Lanc franc. t. VII, p. 27), y Vernois (Lancette franc. t. VII, p. 163), refieren algunas observaciones en apo- yo de la eficacia de este método : enlre ciento diez y seis casos de erisipela , dice el primero de eslos autores, solo se me han desgraciado dos enfermos; pero añade: no todos los ciruja- nos han obtenido iguales resultados , cuya dife- rencia solo puede esplicarse suponiendo: »1.° Que algunas veces se han hecho fric- ciones en lugar de unturas; »2.° Que se habrá empleado ungüento ran- cio; el cual si bien puede ser útil en algunos casos, en general irrite la piel y es bástanle por sí solo para producir una erisipela ecze- malosa; »3.° Que se ha abandonado demasiado pron- to el tratamiento: »4.° Que por eslar mal dirigido , ha deter- minado la salivación anles de destruir la erisi- pela; »5." Que los casos en que esle mélodo ha sido ineficaz, han podido serlo de erisipelas am- bulantes ó erráticas, en que no se haya segui- do á la enfermedad en los nuevos puntos donde se fuera manifestando; »6.° Que no se han tratado convenientemen- te las complicaciones. «Aunquen uestra observación personal no sea favorable al método de las unturas mercuria- les, nos abstendremos de juzgar su valor, es- perando á que se hagan nuevos esperimentos, segun los preceptos establecidos por Ricord. Di- remos sin embargo, que hemos visto prácticos que llenos de confianza en esle remedio, han descuidado las deraas indicaciones que presen- taba la enfermedad, perdiendo asi un tiempo precioso. Los numerosos desaciertes de que he- mos sido testigos han recaído especialmente en erisipelas complicadas con un eslado tifoi- deo y bilioso, ó que lenian cierta tendencia á tomar el carácter fleraonoso. También debe- mos recordar al lector la facilidad de que so- brevengan salivaciones peligrosas, comolas que han observado frecuentemente Reed, Dowef y la mayor parte de los médicos que han usado el ungüento mercurial. »EI doctor Scholl (J. Copland, loe. cit., pá- gina 825), alaba mucho las lociones hechas en la superficie erisipelatosa con una disolución de deutocloruro de mercurio, en la proporción de un grano por onza de agua. »8.# Método tónico.—Selle, que miraba la erisipela como una especie de fiebre pútrida, la combalia asociando á los evacuantes la qui- na, el vino y los Iónicos. Cullen , Sloll y Tra- vers han conseguido buenos efectos de este tra- tamiento, que Lawrence proscribe demasiado esclusivamente , diciendo que no puede conve- nir en ningún caso. Si bien es incontestable que la medicación Iónica no puede oponerseála erisipela de una manera general, debe no obs- tante reconocerse que es mu>y útil en algunas circunstancias, que no tardaremos mucho en determinar. »9.° Método compresivo.— La compresión aue es «un medio capaz de moderar el aflujo e la sangre hacia una parle» (Dict. de mat. méd. et de ther., t. II, p. 376), puede conside- rarse como un verdadero antiflogístico; y el doctor Meigs, apoyándose en que los vasos sanguíneos de una región inflamada eslan pri- vados de su contractilidad ordinaria, opina que el mejor medio de curar las flegmasías consistiría en hacer una compresión masó me- nos enérgica sobre los vasos (Ann. méd. chi- rurg., 1828, p. 291). Eslas ideas se han apli- cado por muchos médicos al tratamiento de la erisipela ; y nosotros hemos visto á Jobert de Lamballe en el hospital de S. Luis hacer que abortasen erisipelas muy estensas de los miem- bros á beneficio de la compresión practicada con vendas previamente empapadas en albú- mina ; la cual formaba después de seca una especie de aparato inamovible , ejerciendo asi sobre toda la superficie enferma una compre- sión igual y moderada: al cabo de algunos dias se levantaba el vendage, y muchas veces es- laba ya resuella completamente la inflama- ción. Sin embargo, este medio solo conviene en ciertos casos particulares , que luego men- cionaremos, indicando de pasólos numerosos esperimenlos que se han hecho sobre esle mo- do de tratamiento. «10. Mélodo divisivo.—Copland (loe cit. p. 830), Hutchison y Lawrence han practicado en la parle inflamada desde el principio de la erisipela, incisiones mas ó menos numerosas y profundas, con el fin de prevenir la supura- ción, y aseguran haber obtenido muchas ve- ces por este método escelentes resultados. El úllimo de eslos autores refiere muchos ejem- plos, en que fue seguida de un éxito complete una incisión que pasaba por el cenlro .de la parte erisípelada comprendiendo toda su lon- gitud. S. Cooper y Velpeau (Journ. hebdom. 1834, t. III, p. 91; encuentran por el contra- rio graves inconvenientes en este método, que segun ellos favorece muchas veces , en lugar de evitar, el desarrollo del pus ó de la gangre- na. Nosotros creemos con eslos práclieos, que las incisiones solo eslan indicadas en la eri- sipela flemonosa , y ya hablaremos mas dete- nidamente acerca del"particular. «Con esto quedan enumeradas las diferen- tes medicaciones que se han preconizado su- cesivamente comomélodos generales en el tra- tamiento de la erisipela. Fácil es conocer que ninguna de ellas merece semejante Ululo, pues bien se comprende que una enfermedad que se presenta con caracteres y grados tan diver- sos, no puede combalirse ventajosamente en lodos los casos por un mismo medio. Tratare- mos pues ahora de determinar la influencia 3M DE LA EEISIPBLA. que ejercen en la terapéutica las diferentes circunstancias que hemos indicado al describir el cuadro sin'.ora.Uológieo de la enfermedad. »La primera consideración que se presen- la es relativa al curso de laeri-ípela: cuan- do esla no es fija, importa mucho oponerse á que se entienda ó cambie de lugar, cuales- quiera que sean por lo deraas las causas, la naturaleza , el grado y las complicaciones de la inflamación. Si la erisipela es errática, ma- nifestándose sucesivamente en muchas partes del cuerpo mas ó menos (lisiantes enlre sí sin recorrer en ninguna de ellas sus períodos na- turales, es preciso fijar el exantema en el úl- ■ timo punto que haya invadido. Para esto se aconseja aplicar en su centro un sinapismo, un i vejigatorio, un moxa ó aun el cauterio actual; j y aunque estos medios no sean eficaces en lo- ! dos los casos, no por eso debe descuidarse su : aplicación , siendo sobre lodo el hierro canden- te el que segun nosotros debe preferirse. Cuan- ; do la erisipela desaparece de repente sin pre- j sentarse en olro punto, y se manifiestan sin- ¡ tomas graves que indican hallar-e interesado ¡ un órgano interno, es preciso atraer la infla- ! macion al lugar que ocupaba primitivamente, j bici sea la desaparición del exantema resulta- j do de una melaslasis, ó bien de una complica- ! cion : en esle caso merecen la preferencia los j sinapismos, las fricciones rubefacienles y esci- ¡ lanles. o Si la erispela es ambulante y se esliende de una región á olra , debemos procurar oponer- nos á que progrese y tratar de circunscribirla. Algunos autores han propuesto con esle objete los medios que acabamos de indicar; pero no creemos que deba recurrirse á ellos en eslas circunstancias; pareciéndonos que una caute- rización profunda hecha con el nitrato de plata fundido ej\ los límites del exantema, parle en la piel sana y parte en la superficie inflamada, y en toda la circunferencia de esla, es segura- mente el remedio mas eficaz, y el que eslá mas exente de inconvenientes Esla práctica le ha si- do muchas veces ventajosa á Velpeau. En un caso grave reemplazó Bietl con buen éxito el nitrato de plata con el nitrato ácido de mercu- rio. Algunos médicos prefieren á la cauteriza- ción unas tiritas vesicantes de ocho á quince lí- neas de ancho, aplicándolas en los límites de la erisipela; pero sucede con frecuencia, como observa con razón Fouquier (Lancette franc.} 1.111, p. 276), quelejosdecircunscribir el exan- tema, provocan su eslension ó el desarrollo de ¡ una nueva flegmasía; cuyo funesto resultado se j observa especialmente, cuando se presenta la ¡ enfermedad bajo la influencia de una constitu- ción erisipelatosa. «Desarrollada una erisipela, deberá comba- tírsela desde el principio y procurar obtener su resolución? «Cuando es simple, poco eslensa y maderada la reacción que determina, conviene, dice el doctor Sabatier, abandonar el trata- I miento á la naturaleza : pues en esle caso la mejor medicina es la especlacion» (Hall, de the rnp.,[. IV. p. 366). Pero como lodas las eri- sipelas empiezan del mismo mudo, y hasta dcs- pue.» de algunos dias no se conoce el curso que semiira la enfermedad, su carácter, los sínto- mas y las complicaciones de que puede acom- pañarse, siendo entonces y.i demasiado larde muchas veces para prevenir los accidentes ¡ no será preferible detenerla á poder ser desde su origen? y á qué tralaraienlo deberá recurrine para conseguirlo? En el espacio de Ires años, dice Bassereau (Journ. hrbdom., 1. 111, p. 92) luímos observado óchenla y nueve casos de eri- sipela simple; de los cuales ha tratado nue- ve Velpeau por el ungüento mercurial, cinco por la manteca pura, doce por los vomilí- vos y purgantes, diez y ocho por los vejigato- rios , catorce por las emisiones sanguíneas, siete por la cauterización , dos por las incisio- nes y veintidós portes amóllenles solos, sin que ninguna de eslas medicaciones produgera el resultado, no diré de contener completa- mente el curso de la enfermedad , pero ni aun de modificarlo de una manera apreciable.» Nada tiene de sorprendente este resultado ne- gativo, si dichas medicaciones se han puesto en práctica cada una por separado como mé- todos generales de tratamiento, con indepen- dencia de las indicaciones que hayan podido presentarse según los casos. Una lerapéulica basada en eslas indicaciones, que en seguida procuraremos establecer cuidadosamente, nos proporcionará tal vez efectos mas marcado» y favorables. «Cuando se desarrolla una erisipela bajo la influencia de una causa esterna bien aprecia- ble , es claro que debe ante todas cosas remo- verse esla causa y evilar su reproducción ; asi es que cuando resulte el exantema de un ve- jigatorio, de un sedal, de la aplicación de un tópico irritante ó de la presencia de un cuerpo estraño , se detendrá muchas veces su desar- rollo dejando de irritar la superficie desnuda, retirando la mecha del sedal, remplazando el tópico irritante con las aplicaciones emolien- tes y eslrayendo los cuerpos estraños. »¿Convendrá , como opinan ranchos auto- res' y particularmente Lawrence, fundados en que por lo común se mira como inflamatoria la naturaleza de la erisipela, combatirla desde su principio y en casi todos los casos con las emisiones sanguíneas generales ó locales? No lo creemos asi; pues la sangria general noconviene al principio de la erisipela, sino cuando aparece el mal con sínlomas de una reacción general muy intensa. En lodos los deraas casos ha parecido esle medio mas perjudicial que úlil, y.nunca olvidaremos quede un número con- siderable de enfermos que padecían erisipela de la cara, observados por uno de nosotros en la práctica de Eraery en el hospital de San Luis, solamente sucumbió uno, precisamen- te el único que se habia sometido á las eva- cuaciones sanguíneas. Las sangrias locales, DE LA ERISIPELA. 351 ora se practiquen en la misma superficie in- flamada, ora en sus inmediaciones, ó como quiere Blandin , enlre aquella y los ganglios linfáticos inmediatos (Journ eles conn. méd.- chir., 1. V, página 10), no son tampoco mas favorables,, y solo convienen en ciertas erisipe- las traumáticas, ó cuando ha provocado la en- fermedad una causa esterna irritante. «Los fomentos emolientes y los baños libios son los únicos medios que pueden lomaise con ventajade la medicación antiflogística , siendo preferibles á las fricciones mercuriales, á la cauterización , á los fomentes alcohólicos , á las lociones estibiadas (Carón du Villards, Bull. de Therap., 1. XV, p. 361) y á las apli caciones frias, cuya eficacia en cierlos caso-; se halla comprobada por algunos hechos, pero que no pueden constituir por sí solos un mé- lodo general de tratamiento. «Loseméticos y los purgantes lienen un va- lor justificado por las observaciones de Sloll, de Desaull y de muchos médicos conlemporá neos. Son útiles, no solo cuando va acompa- ñada la erisipela de síntomas de infarto gás- trico (erisipela biliosa), ó se desarrolla bajóla influencia de una conslilucion epidémica (Boi- net , memoria cilada), sino también en cir- cunstancias en que no exisle indicación ateu- na especial que autorice su uso. En la erisi- pela de la cara, sobre lodo en la que reco- noce una causa interna , es á nuestro parecer el medio mas seguro para conseguir que abor- to la enfermedad, ó por lo menos para abre- viar notablemente su duración , hacer que no pase de los dos primeros grados y evilar las complicaciones. Eraery combale con la ipeca- cuana todas las erisipelas de la cara sin escep- cíon , y esle método le ha producido constante- mente resultados ventajosos. Se han propues- to diversos modos de administración : unos prescriben el emético á dosis vomitiva (1 á 2 granos); Desaull y Caillard (Lañe, francaise, t. V, p. 278) lo usan en lavativas; Emery administra la ipecacuana á la dosis de 24 gra- nos, repiüendo esle medicamento hasla que se detenga el curso de la enfermedad, pa'ra lo cual rara vez se necesiten mas de tres lomas: los numerosos hechos de que hemos sido testi- gos nos hacen preferir esle úllimo método. Los purgantes no son en general lan útiles como los eméticos. Sin embargo, si persiste la en- . fermedad después de haberse usado eslos, se puede prescribir algún minorativo para man- tener libre el vientre , como el agua de Sedlilz y el mercurio dulce aconsejado por J. Copland. «Tales son los medios que pueden usarse para hacer que aborte una erisipela, ó por lo menos para munlenerla en sus dos primeros grados (erilematoso y flictenoides): cuando han sido ineficaces, preciso es dejar que siga i su curso la enfermedad, observando las formas que reviste y las complicaciones que la acom- pañan. Desde entonces varia el tratamiento con los síntomas nuevos que se manifiestan , y ya no está en relación con la naturaleza pre- sunta de la enfermedad. «Cuando la erisipela se limite á la piel, los accidentes que determina son, como ya he- mos dicho, en general no muy graves, y recla- man pocos cuidados: si hay flictenas deberán abrirse para dar salida á lá serosidad y evilar que se caiga el epidermis. Si se forman peque- nos abscesos en el espesor del dermis , se pue- de abandonar su abertura á la naturaleza, ó hacer que salga el pus por medio del instru- mente corlante: de cualquier modo se verifica muy pronto la cicatrización. Cuando á causa de la violencia de la inflamación ó de la es- tructura anatómica tle la parle afectada, ha sido invadida de gangrena la piel en una es- lension mas ó menos considerable , debe espe- rarse la caida de las escaras, ó provocarla si no se verifica con básteme rapidez; emplean- do después las curas simples, único tralaraien- lo que reclaman las úlceras que suceden al desprendimiento de las partes mortificadas. «Cuando la inflamación se propaga al le- gido celular subcutáneo, los accidentes son mas graves , y por lo tanto deben combalirse con una lerapéulica mas acliva. Esla eslension del exantema viene anunciada muchas veces por un edema mas ó menos considerable. Si la infiltración serosa reconoce por causa la dis- posición anatómica de las partes enfermas y no depende de un estado general, deberá comba- lirse con los tópicos refrigerantes , Iónicos y astringentes, procurando activar la secreción urinaria ó promover las evacuaciones alvinas. Si eslos medios son ineficaces y amenaza la supuración ó la gangrena, q\ie se observa to- davía con mas frecuencia, no debe titubearse en practicar punturas ó escarificaciones, bas- tante numerosas y profundas para dar salida al líquido derramado , cuyo medio , aunque en cierlos casos p.irece que acelera la mortifica- ción , no debe sin embargo desecharse , siendo en nueslro concepto muy preferibleá los vejiga- lorios que aconsejan algunos médicos. Los me- dios que acabamos de indicar se aplican fre- cuentemente en las erisipelas de los párpados, de las orejas, del escroto, del prepucio y de las partes sexuales de la mujer. Cuando el edema depende de un eslado general, y sobreviene en un individuo de edad avanzada , de constitución enfermiza ó débil, ó bien se manifieste bajja la influencia de una complicación, los remedios locales son insuficientes y á veces perjudicia- les : dábense por lo lanío desechar cómpite- mente en el mayor número de casos , ó cuando mas podrá hacerse una ligera compresión en la parle edematosa; recurriendo á una medica- ción interna , y prescribiendo los Iónicos y los escitantes , á los que pueden asociarse los pur- gantes y los diuréticos «Pasemos yaá la erisipela flemonosa, cu- yo tralaraienlo debe esponerse mas por menor, en razón de que varia mucho segun los dife- rentes períodos de la enfermedad. 35! DE I A ERISIPELA. •Cuando los síntomas locales y generales que acompañan á la enfermedad sean de lal naturaleza que nos hagan temer la formación ulterior de pus, todos los esfuerzos del médico deben dirigirse á evilar esla funesta termina- ción : los repercusivos y las unturas mercuria- les que se han aconsejado con este fin , lienen al parecer poca eficacia; las emisiones sanguí- neas deben emplearse con mucha reserva, por- que , como dice con razón Lepellelier (lésis ci- tada, p. 160), pocas veces son susceptibles de hacer que aborte completamente la erisipela flemonosa, y-aumenten mucho su gravedad en los períodos ulteriores por la debilidad ge- neral que ocasionan. De lodos modos las san- grías locales son las únicas á que puede recur- rirse en cierlos casos escepcionales. «La aplicación de un vejigatorio en el cen- lro de la parte inflamada la usó frecuente- mente Pelit de Lyon, y la recomiendan muchos médicos: 'E LA ERISIPELA. racionesespecialesrelalivamenlealsiliodelmal. «Cuando la erisipela de la cabeza, que rara vez escode de los dos primeros grados, recono- ce una causa interna, puede tratarse con ven- taja, como ya hemos dicho, por medio de los eméticos. Cuando es traumática, por el contra- rio, ca^i siempre se propaga la inflamación al tejido celular, cualquiera que sea el tratamien- to que se haya empleado al principio. En todos estos casos,"sierapre que se manifieste un ede- ma considerable, no debe titubearse en dar sa- lida á la serosidad infiltrada, por medio de es- carificaciones , para evilar el desarrollo de la gangrena, que á veces invade con mucha rapi- dez los párpados y las orejas. Si no se ha po- dido evilar la supuración, conviene apresurar- se á practicar incisiones de suficiente estension para dar al pus libre salida. Cuando la erisi- pela de la cara ó de la piel del cráneo, dice Piorry, es moderada, y no se esliende hacia la órbila ni á los párpados, hallándose por olra parte exenta de complicaciones, se deberá eslar á la especlaliva. Pero si empieza en las inmediaciones de las vias lagrimales, aunque sea poca su gravedad, es preciso combatirla enérgicamente. Cuando los párpados están muy tumefactos y amenazan pasar á la supuración, es ventajoso practicar escarificaciones en direc- ción transversal, paralelasá sus pliegues, para evilar asi las colecciones purulentas. En los ca- sos en que el globo del ojo forme una promi- nencia por ligera que sea, conviene si el esla- do de las fuerzas lo permite, recurrir á las san- grias generales abundantes, á las aplicaciones de sanguijuelas y á los derivativos enérgicos. Si dicho órgano estuviera muy prominente, pu- diéndose racionalmente suponer que se habia infiltrado el pus en su parte poslerior, debería hacerse una sección profunda de las partes blandas que cubren el suelo de la órbila, va- liéndose después de un estilete obtuso para bus- car el foco purulento (mera. cil.). Ño deben descuidarse estos consejos, que están apoyados en varios hechos interesantes; sin embargo, ad- vertiremos que las sangrías no tienen la efica- cia que parece atribuirles Piorry. También es preciso, antes de decidirse á dividir profunda- mente las parles blandas de la órbila , que se compruebe de un modo manifiesto la presencia del pus, pues una simple presunción no nos autoriza de modo alguno á practicar una ope- ración cuyas consecuencias pueden ser muy fa- tales. «Las colecciones purulentas que suceden muchas veces á la erisipela de los pechos, de- ben abrirse sin tardanza. «La erisipela del tronco rara vez es flemo- nosa, pero si con mucha frecuencia ambulante ó'erratica. En los casos en que se hace dificil de fijar, se podrán obtener buenos efectos de los baños libios prolongados, de los laxantes y fo- mentos emolientes. Cuando no es mas queuna complicación ó un epifenómeno de olra enfer- medad anlerior á su desarrollo, como frecuen- temente sucede, esla es sobre lodo la que debe combatirse. En la erisipela de los órganos ge- nitales es conveniente, como en la que ocupa los párpados, evilar por medio de escarifica- ciones la gangrena,-que produce muchas veces una acumulación considerable de serosidad in- filtrada en el tejido celular. «A la erisipela de los miembros se aplica especialmente cuanlo hemos dicho de una ma- nera general sobre los medios de combalir las formas flemonosa y traumática de la afección, que en ellos es donde se encuentran mas ordi- nariamente. «Billard aconseja Iralar la erisipela de los recien nacidos con aplicaciones emolientes, la administración de bebidas mucilaginosas y poco nutritivas, y con ligeras escarificaciones": «es preciso lambien, dice este aulor, apartar las causas esternas capaces de producir ó soste- ner la irritación de la piel, teles como el con- tacte de las materias alvinas, de los pañales demasiado calientes ó duros, y la aplicación de vestidos muy estrechos ó apretados.» Dewees aconseja los vejigatorios; Physick las unturas mercuriales; Scholl ias lociones con una diso- lución de sublimado corrosivo (R. de deutocto- ruro de mercurio 1 grano; agua destilada 1 on- za), y Meígs el linimento de Kentish; pero des- graciadamente ninguno de eslos diferentes me- dios ha tenido una eficacia bastantemente com- probada. «Las observaciones de Barón, dicen Chomel y Blache (art. cit.), le han demostrado la impotencia de los remedios en esla terrible enfermedad; si en algunos casos fue feliz la ter- minación, nuestro ilustre compañero lo atribu- ye mas bien que al tratamiento empleado, á la benignidad inusilada del mal.» «La erisipela de los viejos debe llamar la atención por la debilidad general y local deque comunmente va acompañada. «Un régimen sus- tancioso, lodas las condiciones higiénicas que sirven para sostener las fuerzas, la quina, los ferruginosos, el alcanfor y el vino generoso, forman los elementos principales de la terapéu- tica general; y los refrigerantes alcohólicos, los astringentes, los tónicos, y sobre lodo una com- presión bien dirigida, pueden llenar las indi- caciones esenciales del tratamiento local» (Le- pellelier, tés. cit., p. 261). «La profilaxis de la erisipela es muy sim- ple; pues consiste únicamente en sustraer á los individuos de toda causa de irritación cutánea. Ya hemos dicho cuánto importa satisfacer esta indicación durante las constituciones erisipela- losas, en el curso de las heridas, en los enfer- mos atacados de afecciones de la piel y en los recien nacidos. Hay erisipelas que eonvenga respetar? Nosotros respondemos por la afirma- tiva; pues aunque la existencia de erisipelas críticas y de metástasis erisipelatosas esté le- jos de hallarse demostrada, seria por lo me- nos imprudente, á nueslro parecer, hacer que abortasen á beneficio de los repercusivos, los refrigerantes y demás medios, las erisipelas que DE LA ERISIPELA. 335 se manifiestan en el curso de ciertas fiebres, y las que lienen un curso intermitente ó periódi- co. Lorry habla de dos hombres de conslilucion endeble, y propensosá contraer toda especie de enfermedades, que habiendo sido atacados de una erisipela periódica, disfrutaron después de una salud á toda prueba , no obstante los pro- gresos de la edad. «La erisipela, dicen Chomel y Blache, es entonces una enfermedad saluda- ble, y á pesar de los inconvenientes que se atri- buyen á su reproducción mas ó menos frecuen- te, debe el médico guardarse bien de tratar de combatirla.» Convendrá en algunos casos pro- vocar el desarrollo de la erisipela? Ya hemos dicho que algunas veces es útil alraer al silio que antes ocupara, una erisipela que ha des- aparecido repentinamente; y cuando por no ma- nifeslarse una erisipela periódica en su época habitual, sobrevinieran accidentes masó me- nos graves, eslaria igualmente indicado pro- vocar la aparición del exantema donde acos- tumbrara presentarse. Por último, algunas en- fermedades crónicas de la piel pueden modifi- carse ventajosamente con el desarrollo de una erisipela provocada; pero los accidentes impre- vistos que esla suele determinar, y la incerti- dumbre de su utilidad, deben hacer al módico muy circunspecto. ■ Naturaleza y asiento.—Muy diferentes opi- niones se han emitido sobre la naturaleza de la erisipela. Sin hablar de Galeno, que la atribuía á una fluxión de bilis amarilla enardecida (pw- fjixjoi ^aTiwfws xpanuirccvros. De tumorib. pro3- ternat., cap. IX);de Van-Helmont, que veía en ella un apostema de fuego en medio elel cual ar- día un espíritu vital irritado; y de Burserius, 3ue llama á ia causa inmediata de la enferme- ad «Humor tenuis, calidus, acer, intus ulcun- que genitus, et primum nervosum genus deinde cor arteriasque repente percellens» (Inst., lib. II, §. 24); tenemos á Sliebel que atribuye la erisi- pela á una congestión nerviosa (Kleine Beitra- geZur Heilwiss., Francf., 1823); y á Wedekind que la refiere á la presencia en el estómago de una materia grasa corrompida, separada de la sangre por la respiración, y tragada después con la saliva (Naumann, loe. cil., p. 271). Hen- ke (Handbuch der Kinderkrankh., 1. I, §. 206), y Hemmer (Nenes Jarhrb. der deutschen Med. und Chir., bd. VII, §. 3), dicen que la erisi- pela, la ictericia y el endurecimiento del tejido celular de los recien nacidos, deben conside- rarse como afecciones de una misma naturale- za, v como grados diferentes de una sola en- fermedad. Wealheread mira la erisipela como un exantema contagioso, una enfermedad sui generis, esencialmente distinta del eritema y del flemón difuso, y que reconoce por causa una disposición particular (Journ. complement. du dict. des se méd., 1. XIV, p. 171); Macfarlane no puede ver una enfermedad inflemiatoria en la erisipela (Journ. des conn. méd.-chir.), que La- wrence (loe. cit.) y Arnolt (London méd.-chir. revivir, julio, 1834) asemejan por el contrario al flemón. La inmensa mayoría de los autores consideran á Ja erisipela como una flegmasiat cuya opinión se halla en verdad harto justifica- da, teniendo en cuenta los principales síntomas de la enfermedad (dolor, calor, rubicundez y tumefacción), las causas que frecuentemente la determinan (age n tes i rri tan tes d i rectos), el curso rápido que sigue, y sus terminaciones (resolu- ción, supuración y gangrena). Pero ¿es simple esla inflamación? ¿no olrece nada de especial? Preciso es admitir que liene algún carácter par- ticular, cuando vemos que resiste casi siempre al tratamiento antiflogístico, y hasla se agrava bajo su influencia; cuando la vemos desarro- llarse lan á menudo por la acción de una cau- sa interna inapreciable, y complicar una en- fermedad general, de la que no es entonces, por decirlo asi, mas que un sínloma. Lepelle- lier (tesis citada , p. 31), cuya opinión siguen la mayor parle de los dermatólogos, se espresa del modo siguiente : «La naturaleza de la erisi- pela, considerada de una manera general, nos parece participar de las que corresponden á la inflamación y al exantema.» Sin negar que ba- jo algunos aspectos puede en efeclo compren- derse la erisipela enlre los exantemas, es pre- ciso reconocer que la separan de ellos diferen- cias esenciales: los exantemas (sarampión , es- carlatina) jamás se desarrollan bajo la influen- cia de una causa local esterna; ocupan toda la superficie del cuerpo sin limitarse nunca á un punió circunscrito; sus terminaciones son en- teramente distintas y no afectan por lo común mas que una sola vez á un mismo individuo en teda la vida, etc. En resumen, debe decirse con Chomel y Blache, que en el eslado actual de la ciencia es imposible determinar, si la erisipela es una inflamación; y en la afirmativa, si esta es simple ó específica. La observación délos he- chos nos inclina sin embargo á admilir, que puede ofrecer, segun las circunstancias, uno ú otro de eslos caracteres. «Admitiendo la naturaleza inflamatoria de la erisipela, ¿se podrá determinar el asiento primitivo de esla flegmasía, el elemento ana- tómico en que se desarrolla? Sin hablar de los que la refieren al sistema venoso ó linfático y de los que creen que puede encontrarse en las membranas mucosas y serosas, y aun en las visceras, sobre cuya opinión nos hemos espli- cado ya ; aun vemos que unos designan el der- mis como silio esclusivo de esta enfermedad; mientras que otros la colocan, ora en esla cu- bierta tegumentaria, ora en el tejido celular, ora en ambas partes á la vez. Ya hemos dicho que para nosotros el dermis es el asienlo pri- mitivo y esclusivo de la erisipela, y que la in- flamación no se propaga jamás á los tejidos sub- yacentes sino de un modo consecutivo. »Tal vez, dice Lepellelier (ob. cit., p. 34), no se han fijado todavía con bastante esaclilud los elementos de la cubierta dermoidea, hacia los cuales parece tener esla flegmasía particular predilección. 336 DE LA ERISIPELA. «En la erisipela del grado mas superficial, aféctela inflamación á nueslro modo de ver la capa vascular, superficial y sub-epídérmica, considerada por unos corao una red de vasos linfáticos, por oíros de vasos capilares, y por varios , en fin , como formada de conducios su- doríficos , exhalantes , etc. : en los grados mas intensos se propaga la inflamación á Ja capa profunda de la misma red , alcorion ; y por úl- limo al tejido celular sub-culáneo, cuando ad- quiere el carácter de la erisipela Üegmonosa. El cuerpo mucoso de Malpigio no se halla espe- cialmente afectado, pues no se altera esle pig- menlura, como sucede en la vacuna, en las vi- ruelas, etc.; los pelotones celulosos y vascula- res que atraviesan las areolas del dermis, no se hallan tampoco interesados como en el divieso y el ántrax ; y últimamente, el panículo adiposo de la piel nunca parece ser el primer punto de elección de la flegmasía erisipelatosa , como se observa en el flemón subcutáneo » «CLaSIPICaCI<)>- EN LOS CUADROS NOSOLÓGICOS.— Después de Sauvages , que colocaba la erisipela en el número de los vicios (clase 1, orden III, Tumores), todos los nosógrafos consideran á es- ta afección como una flegmasía de la piel; asi es que Pinel la comprende en el primer orden (Flegmasías cutáneas) de su segunda clase (Fleg- masías), y Andral (Curso de patología interna) en el primer género (Flegmasías exantemáticas) del segundo orden (Flegmasías), de la primera clase (Enfermedades ele la piel caracterizadas por una lesión de la circulación) de la segunda parte (Enfermedades de los órganos de los sentidos) de su quinto libro (Enfermedades de los órganos de la vida de relación). «Todos los dermatólogos, á escepcion de Gi- berl, que no admito la erisipela enlre los exan- temas, comprenden esla afección en sus cua- dros. Aliberl la incluye en su primer grupo (Dermatosis eczematosus), clasificación viciosa, puesto que no puede incluirse la erisipela entre ¡as enfermedades culáneas que eslan ((muy poco relacionadas con la disposición morbosa de los ór- lanos interiores de la vida» ; y Wilfan en su cuarto orden (Ampollas), clasificación que úni- camente puede aplicarse á una sola forma del mal (erisipela flictenoides) .En fin han colocado la erisipela en el número de los exantemas Caze- nave y Schedel (orden 1) y Rayer (sec. 1, Mal. de la peau, cap. 1 , Inflama exantemáticas). Aunque es cierto , corao ya hemos dicho , que son muchas las diferencias esenciales que sepa- ran la erisipela de los exantemas propiamente tales; mu embargo, todavía es esla clasifica- ción la mejor que puede adoptarse en el estado actual de la ciencia. «Historia y bibliografía.—Hipócrates dis- tingue cuidadosamente la erisipela del eritema (Pramot., cap. XXIII, núm. 9); admite erisi- pelas internas y viscerales (E^aez^xs ir tú wiwvtn), y describe con detención muchas epi- demias erisipelatosas (Epidem., lib. 111, sed. III núms. 14-50, lib. VI, sed. VIII, núm. 67-69). Galeno (Meth. med., lib. XIV, cap. 1) dice que la erisipela se desarrolla en la piel, y el flemón en los tejidos subyacentes (ir tú A^«tí /**M»r « ir renfiaín). Aecio indica las induraciones que siguen algunas veces á la erisipela (lelrab. IV, serm. II, cap. 59). «Sydenham (Opera universa, cap. VI , pá- gina 279), F. Hoffmann (Opera, 1.11 , sed. V) y los nosólogos que les han sucedido , han dado descripciones de la erisipela , que se han repro- ducido en lodos los tratados generales , sin que puedan comprobarse en ellas los progresos su- cesivos de la ciencia, siendo preciso llegar has- ta nuestra época, para encontrar nociones esac- las , que todavía dejan mucho que desear. «En vano se trataría de buscar en los archi- vos de la ciencia, aun en la actualidad, una descripción complete de la erisipela. Las obras consagradas á la patología interna (Pinel, No- sol, philosoph., Rosten, Médecine clinique, José Frank , Praxeos med.) Iratan de ella muy su- perficialmente, y los artículos de los dicciona- rios (Renauldin, Dict. des sciences méd.; Chomel y Blache, Dict. de médecine; Rayer Dict. de méd. et de chir. pratiques) de la Enciclopedia inglesa (The cyclopedia of pract. med.) y de Ja- mes Copland (A Dictionary of pract. med.) aunque son mas completos, tienen todavía mu- chas lagunas. En el que ha escrito Naumann [Handbuch der medie. Klinik), fallo de orden, de método y de crítica ilustrada , dejan de men- cionarse muchas observaciones recientes , y se confunde la erisipela de los recien nacidos con el escléroma. La lésis de Lepellelier (Des diffe- rentes especes Verysipele , el de leur traitement; París , 1830) es una laboriosa investigación bi- bliográfica, que escusa ó facilita muchas inves- tigaciones, pero no puede servir de ninguna uti- lidad para el práctico. «El médico que quisiera poseer una descrip- ción complete de esla enfermedad , tendría que recojer sus elementes en diversas partes, vién- dose obligado á estudiar la erisipela verdadera en las obras de dermatología (Alibert, Mono- graphie des dermatoses, Cazenave y Schedel, Abregé pratique des maladies de la peau; Rayer, Traite theorique et pratique des maladies de la peau), la flemonosa en los tratados de cirujía (Boyer , Traite des maladies chirurgicales; Che- lius , Traite de chirurgie , Irad. de Pígné), y la de los niños en las obras consagradas á las en- fermedades de la primera edad (Billard , Trai- tédes maladies des enfants, etc.; Inderwood, On diseases of children; Jórg. Handbuch der Kinder- krankh; Hey felder, Beobachtungen'uber die Kran- ckh der Neugeborenen). Aun asi este cuadro for- mado de varios relazos seria insuficiente; y para ponerse al nivel de los conocimientos de la ciencia, debería también consultar gran número de disertaciones y memorias que Iratan de al- guna parte de la histeria de la erisipela, ventee lascualesindicaremos, reuniéndolasporel orden de materias, los autores siguientes: Thierens (Diss. de erysipelate ; Leyde , 1790), Gergens DE LA ERISIPELA. 357 (Diss. de erysip. febrisque erysipelat. causa ma- teriali; Mayence, 1792), Winkel (Aphorismi de cognoscendo et curando erysipelate; Erlangen, 4794); Ferne (Diss. de diversa erysipelatis na- tura; Francfort, 1795), Closier (Diss. surVery- sip., ses varietés et son traitement; París, 1809), Kistenmacher (Diss. de erysipelate; Halle, 1827), Sourisseau (Diss. sur la nature et le traitement de Verys. bilieux; París, 1813); Terrion (Essai sur Verys. dans les fievres adynamiques; París, 1807), Pourcher (Diss. sur Verys. de la face et du cuir chevelu; París, 1827), Palisier (Essai sur Verys. phelgmoneux, París, 1815), Redde- lin (Ueber die Rose der neugeborenen Kinder; Lubeck, 1802), y Schmidl (Dis. quisitio de erys. neonalorum ejusdemque á nonnulis simüibus morbis different'ia; Leipsic, 1821). No volve- remos á mencionar las diferentes memorias que hemos citado en el discurso de este artículo, y 3ue se encuentran en las publicaciones perió- icas francesas y de otros paises.» (Monneuet v Fleury, Compendium de médecine pratique, lo- mo III, p. 454—491). GENERO SEGUNDO. Vesículas y ampollas. CAPITULO I. Del eczema. «Etimología.—La palabra eczema derivada de irfiu effervesco, se ha usado por algunos au- tores para designar varias inflamaciones de la piel con producción de flictenas, y Willan la ha aplicado á una especie particular de erup- ción vesiculosa. «Sinonimia.—Eczema de los autores griegos y de Willan , Baleman , Rayer y Biett; hydroa de Sauvages y Vogel; cytisma eczema de Young; ecphlysis eczema de Good; eczesis, eczesma, ec- zesmus de diferentes autores; herpes squamosus de Aliberl; hydrargyrie de Alley; mercurial le- pra, mercurial disease, Moriarly y Mathias. »Definicion.—Dase el nombre de eczema á una inflamación de la piel, caracterizada por la erupción de pequeñas vesículas, no contagio- sas , diseminadas en superficies mas ó menos estensas, acompañadas de una rubicundez su- perficial , casi siempre confluentes, y que ter- minan por la reabsorción del fluido que con- tienen, por escoriaciones superficiales, y una exhalación de materia serosa ó sero-purulenla, que se concreía en escamas mas ó menos grue- sas, ó últimamente, por una descamación epi- dérmica consecutiva. «Divisiones.—En el discurso de nueslro ar- tículo daremos á conocer las diferentes espe- cies de eczema que se hallan indicadas en los tratados de enfermedades de la piel; pero no empezaremos enumerando todas las formas pa- tológicas que puede presentar el mal, porque este seria dar lugar á una confusión nociva. Por de pronto seguiremos, como la mayor parle de los autores, el ejemplo de Bietl, describiendo: »!•• Un eczema agudo, en el cual compren- deremos lies variedades: A. el eczema simplex; B. el eczema rubrum, C. el eczema impetigino- des; y 2.° el eczema crónico. Después estudia- remos las diversas especies que se han estable- cido segun el silio que puede ocupar el ecze- ma: A. eczema de la piel del cráneo; B. de los párpados; C. de las orejas; D. de la nariz; E. de los labios; F. de los pezones; G. de las partes genitales de la mujer; II. del escroto y del pene; I. del ano; J. de las manos; K. de las piernas; Willan y Baleman dividen el eczema en tres especies: 1." eczema solare; 2.° eczema impeti- ginodes; 3.° eczema rubrum. «Caracteres generales. — Casi constante- mente preceden á la erupción de las vesículas, hormigueo, prurito y una sensación de calor en las parles que debe ocupar; por lo común adquiere la piel un color sonrosado, y si por entonces se la examina con una lente de mucho aumento, se ve ya una multitud de puntitos prominentes, que son precisamente las vesículas que empiezan á brotar. Pueden variar los fenó- menos locales, como por ejemplo, el prurito, el calor, la rubicundez y el número de vesícu- las; y en la mayor ó menor intensión y eslen- sion de estes sínlomas, en la profundidad de la inflamación, en el curso mas ó menos rápido de la erupción, y en oirás particularidades seme- jantes , se fundan tas distinciones del eczema en simplex, rubrum, impetiginodes , ele. Una vez desarrollada completamente la vesícula , se ha- lla formada por una golíla de serosidad diáfa- na, trasparente, y que luego se enturbia ha- ciéndose lechosa. Cuando no se rompe la veji- guilla, se reabsorveel líquido, y se verifica una ligera descamación en forma de pedacitos de epidermis foliáceos y blanquecinos; y cuando por el contrario se derrama el líquido al esle- rior, y es abundante, se concreta formando es- camas grisáceas, amarillas ó verdosas, mas ó menos gruesas, y en ocasiones empizarradas, como las diversas parles de la corola de una flor (eczema impeliginodes). A veces dejan en pos de sí una escoriación que persiste cierlo tiempo. «En los casos en que es poco confluente la erupción, son casi nulos los fenómenos genera- les, no observándose mas que desazón , inape- tencia , algo de sed, insomnio, calor y un poco de calentura. Pero eslos síntomas adquieren mueba intensión, agregándoseles una calentura mas fuerte, postración, etc., cuando se desar- rollan numerosas vesículas, y están los tegu- mentos rojos é inflamados. • Puede el eczema invadir toda ó gran par- le déla superficie cutánea, afectando prefe- rentemente ciertas partes en que hay muchos folículos, j^ es muy activa la perspiracion Cu- tánea, como las orejas, la axila, las ingles, el escroto, el ano, la vulva, los pezones, la piel del cráneo, la nariz, los labios los antebrazos 358 BEL ECZEMA. y los muslos. Hasta se esliende por contigüidad á las membrauas mucosas, penetrando en la nariz, la vagina, y el conducto auditivo, y se desarrolla en la conjuntiva y el prepucio. «Poco se sabe todavía acerca del asiento anatómico de las enfermedades de la piel. Bietl ha hecho laudables esfuerzos para adelantar es- te estudio, y no podémosmenos de trasladar aqui un pasage de su artículo eczema (Dict. de méd., 2.* edic, p. 2.S6), en que se ocupa de ten importante cuestión. «El eczema, dice, pa- rece consistir en la inflamación de la capa su- perficial del dermis , designada con el nombre de membrana vascular de Eichorn, y que segun toda probabilidad desempeña la función espe- cial de segregar el epidermis. Al principio se eleva la cutícula en una multitud de puntos, derramándose debajo de ella un líquido tras- parente. Cuando se esliende la inflamación, forma por lo común una superficie conlínua, y entonces es mas acliva la secreción epidérmi- ca; se suceden incesantemente las escamas, ofreciendo diversas formas, y disminuyendo cuando declina la inflamación ,"sin que lome el epidermis una consistencia sólida, hasta que se disipan los últimos restos de la acción infla- matoria, y vuelve el dermis á su estado normal. «Se ha pretendido hace poco tiempo que los folículos sebáceos eran el asiento primitivo del eczema. Pero esta opinión, aunque especiosa, no resiste la prueba de un examen detenido. Por de pronto no parece que los anatómicos que se han ocupado mas particularmente de la estructura de la piel, hayan considerado jamás los folículos sebáceos como órganos secretorios de la cutícula. Gaultíer, cuyo escelente trabajo debiera tenerse siempre á la vista, mira estos folículos como anejos del sistema piloso , y la exhalación untuosa que producen , como desti- nada á conservar la flexibilidad de la cubierta tegumentaria. Eichorn limite lodavia mas los usos de la secreción sebácea, creyendo que so- lo sirve para dar á los pelos su aspecto lustro- so, y evilar que se enreden entre sí.» «Blaínville, que tanto ha ilustrado la histo- ria anatómica de la piel y de sus anejos, se ha ocupado lambien de la estructura del aparato criptoso. La fanera, que no es mas que una modificación de la piel destinada á perfeccio- narla, ejerce la función especial de segregar la materia que constituye los pelos, los cabellos, las unas, la* plumas de los pájaros, etc. Solo difiere de la cripta, en que el producto de la se- creción de este permanece líquido. Asi, pues, cuando estos folículos se inflamen, se verificará una secreción mas abundante de un líquido oleoso, que podrá espesarse y acumularse en la cripta, pero sin darle en manera alguna la apa- riencia de una vesícula. Entonces tendremos la forma del acné sebácea, como dice muy bien Bielt, y sí la inflamación es mas profunda, pa- sarán los folículos al eslado pustuloso, corao en las diversas formas del acné. «En la hipótesis que propongo, dice Bietl, lodo se esplica al parecer: cuando la inflama- ción vesiculosa es leve, sobreviene después de abiertas las vesículas denudación de la capa mas superficial del dermis, y secreción mas abundante de un epidermis delgado, no conti- nuo, que forma bojillas mas ó menos eslensas. Cuando se hace mas grave esta inflamación, se encadenan ó se suceden las erupciones con in- tervalos muy cortos; se acliva mas la spcrecion epidérmica, y se acumulan las escamas sobre esla superficie inflamada, búraeda y denudada.» «Los fenómenos patológicos que se observan en las mucosas, ofrecen también algunas analo- gías en favor de la opinión de Birll. El aumente déla secreción, que empieza suministrando un líquido mucoso abundante que luego se espesa y disminuye, bien puede compararse con Ja ex- halación que se observa durante el curso del eczema: la materia exhalada es líquida al prin- cipio, y mas adelante la reemplaza una secre- ción epidérmica, bajo la forma de escamas del- gadas, semifluidas, cuya consistencia va en au- mento á medida que disminuye la flegmasía y que vuelve la piel á su estado fisiológico. »No insistiremos mas en estas consideracio- nes generales, porque de Jo contrario nos es- pondríamos á incurrir en repeticiones, pueslo que cuantas particularidades ofrecen los sínto- mas locales y generales, la duración y la ter- minación del eczema, han de hallar cabida en la descripción que vamos á hacer. «1. Eczema agudo.—A. Eczema simple.— Las vesículas son pequeñas y aglomeradas, y se desarrollan sin que se perciba rubicundez manifiesta en Jos puntos de la piel ocupados por la erupción. La gotila de serosidad que constituye la vesícula, es trasparente al prin- cipio, y sucesivamente se hace opaca, lechosa, y desaparece por reabsorción; ó 6e derrama el fluido al eslerior, desecándose en el vértice de la vesícula (Rayer, Traite theorique et pratique des maladies de la peau; 1.1, p. 267 , 1826); ó bien se forma un pequeño disco escamoso del diámetro de una cabeza de alfiler: algunas ve- ces vuelven á presentarse nuevas vesículas an- les ó después de la descamación de la primera erupción. «Pero en ningún caso, dicen Caze- nave y Schedel, dan lugar á esas superficies inflamadas, á esa exhalación de serosidad, ni á esa renovación de escamas, que se observan en las demás variedades. No deja en pos de sí ves- ligio alguno» (Abregé pratique des mal. de la peau, p. 91, en 8."; París, 1838). «Casi no existe ningún sínloma local; no hay rubicundez, y apenas se nota un poco de comezón y algunos fenómenos precursores ge- i nerales, como calor, fiebre, sed, desazón, cefa- ¡ lalgia y quebrantamiento. La duración media ¡ de! eczema simple es de dos á tres septenarios, I y sin embargo, puede empezar en primavera y | prolongarse hasla el oloño ó hasla el invierno. i Casi siempre se limite á una superficie mas ó ! menos eslensa, y ocupa especialmente los ante- i brazos, los brazos, el dorso de las manos y el DEL ECZEMA. 339 intervalo de los dedos, donde imita bastante bien la sarna. Ataca con preferencia á los jó- venes y á las mujeres, y se desarrolla á me- nudo á consecuencia de aplicaciones irritan- tes, ó en las partes que han eslado espueslas á la acción de un foco de calor, ó de los rayos solares. «Baleman ha descrito con el nombre de ec- zema solare, una forma que participa á la vez de los caracteres del eczema simplex y del ec- zema rubrum. Ateca como el primero las par- les habitual mente descubiertas (la cara, el cue- llo, los antebrazos, el dorso de las manos y los dedos); depende de la acción del aire caliente, ó de la directa del sol, y se manifiesta en las mujeres; pero la erupción vesiculosa suele ir precedida ó acompañada de hormigueo, calor, mucho escozor, y una tumefacción tan pronun- ciada cuando ocupa los dedos, «que desapare- ce enteramente el color natural de la piel» (Ba- leman , Abregé prat. des maladies de la peau; traducido al francés por Bertrand, pág. 303, en 8.°; 1820). Por úllimo, se presenta un cír- culo inflamatorio alrededor de las vesículas, que se secan formando escandías de un color amarillo oscuro, del tamaño de una cabeza de alfiler. Pueden sucederse unas vesículas á otras; por manera que no puede fijarse ni la duración ni la época de la terminación de este eczema solar, que sin embargo generalmente no dura mas que tres ó cualro septenarios. »B. Eczema rubrum.—«Hállase caracteri- zada esla forma por una inflamación intensa de la piel, que se pone roja, lustrosa y tumefacía, como en el erilema y en Ja erisipela. Esperi- menlan los enfermos en la parle mucho calor, y si se examina con alguna atención la superfi- cie inflamada, se percibe una multitud de pun- idos prominentes, que luego son reemplazados por vesículas del tamaño de una cabeza pe- queña de alfiler. Estas vesículas son trasparen- tes; se hallan rodeadas por una areola infla- matoria, y dos ó tres dias después de su apa- rición se enturbia y pone lechosa la serosidad que contienen. Rayer dice que continúa diáfa- na hasta el momento en que se rompen las ve- sículas (ob. cit., p. 268). Del seslo al oclavo dia, y á veces antes, se reabsorve el líquido, y se deprimen las vejiguillas, produciendo sus restes una descamación de corla duración. «Examinada la erupción en esta época, lodavia presenta caracteres manifiestos: percíbese una superficie de color rojizo (color que persiste hasta algunos dias después de la curación), sembrada de punlitos redondos, rodeados esac- tamente de un cordoncillo blanquecino, irre- gularmente festoneado, que indica la línea de separación entre la elevación del epidermis que formaba ía vejiguilla-y la areola que rodeaba su base» (Cazenave y Schedel, Abregé pratique des mal. de la peau, p. 92; 183S). «Cuando el mal se limite á una parle, y no propende á reproducirse la erupción, suele cu- rarse en dos ó tres septenarios. Mas no sucede I asi cuando aparecen muchas vesículas, eslá muy inflamada la piel, y se forman nuevos gru- pos á medida que empiezan á descamarse los primeros. Derrámase entonces sobre los tegu- mentos inflamados un fluido lactescente que los irrita todavía mas, produciendo escoriaciones de las que fluye serosidad con abundancia. Se forman unas hojillas costrosas, delgadas, blan- das, húmedas y amarillentas, que luego son remplazadas por escamas mas secas y adheren- tes. Tarda mucho la piel en volver á adquirir su estado natural: se observan escoriaciones dolorosas y grietas profundas en los pliegues de las articulaciones ó en olios punios. «La du- ración de la escoriación y del flujo, dice Bale- man , cuya descripción deja muy poco que de- sear , es indeterminada. Puede terminar la erupción en diez dias, si solo interesa ciertas parles delcuerpo; pero cuando es general, rara vez se restablece la salud antes de la sesta se- mana , prolongándose ordinariamente la enfer- medad hasla la octava ó la décima» (ob. cit., p. 310). Entonces es cuando se repite la desca- mación tres ó cualro veces; las escamas furfu- ráceas son mas pequeñas y blancas, y después de terminado el mal, conserva la piel una es- pecie de aspereza, muy parecida á la que se observa en el psoriasis leve (Baleman). «A veces se esliende el eczema á las nari- ces y á la boca, donde entonces se desarrollan grietas. Háse dicho que podia interesar el mal cierta estension de las membranas mucosas, y esta aserción nos parece fundada concretándola á las aberturas naturales; pero no creemos que pueda penetrar mas profundamente la erup- ción. Uno de nosotros ha tenido muchas oca- siones de practicar autopsias de sugelos que habían sucumbido con eczemas crónicos casi generales, y nunca ha podido descubrir, ni en la faringe ni en ningún olro punto de las mu- cosas situado á mas profundidad , lesión alguna que tuviese la menor analogía con la erupción vesiculosa del eczema. »Tambien debe referirse al eczema rubrum olra forma de la enfermedad que han llamado los aulores eczema mercurial (eczema específi- co , mercurial, hidrargiria , exantema mercu- rial, Frank), habiéndole estudiado especialmen- te Alley, Benjamín Bell, Spens, Moriarly, Pear- son, Muilin7 Frank y otros (v. la bibliografía). En el artículo eczema de la enciclopedia inglesa (The cyclop. of pract. medec. , l. I, p. 680) comprende Joy la descripción del eczema mer- curial en la del eczema rubrum. »Rayer dice que se desarrolla este eczema en los individuos fuertes y velludos, á quienes se dan fricciones mercuriales sin tomar la pre- caución de afeitar previamente los miembros (ob. cit., p. 275); pero también puede sobre- venir en los sugelos á quienes se administre el mercurio interiormente. Joy advierte, que tan fácil es concebir en este caso el desarrollo del eczema mercurial, como el de una gastro-en- lerílis cuando solo se usa el mercurio esterior- 360 DEL ECZEMA. mente. Cramplon cita muchos ejemplos de esta i especie (The cyclop., arl. cil.). »EI eczema mercurial solo difiere del agu- do y del crónico, en que á los demás fenóme- nos se agregan sínlomas generales bastante graves, y una perturbación notable del siste- ma nervioso. Se desarrollan las vesículas á las veinticuatro ó cuarenta y ocho horas, y á veces á las dos ó tres semanas de praclicarse las fric- ciones, en el escrute, en los antebrazos ó en las partes donde se ha aplicado la pomada raer- curial: en ocasiones también ocupan las vesí- culas las mismas regiones á consecuencia de la administración interna del mercurio. Poco á poco se estiende la erupción, y en ciertos casos llega á ocupar todo el cuerpo; se forman esco- riaciones y anchas costras negras; la conjunti- va se inflama y presenta incrustaciones. Al pro- pio liempo se observan los síntomas siguientes: aceleración de la circulación, calor en la piel, dificultad de la respiración. Cuando progresa el mal, suele presentar la forma adinámica; so- breviene diarrea, ansiedad precordial, disnea, dolores en el pecho, y una especloracion san- guinolenta procedente de la mucosa de los bronquios; se debilita el pulso, son irregula- res sus latidos; á veces se esfacela la piel, y sobreviene la muerte. Benjamín Bell, Pearson, Spens, Moriarly y Alley han vislo en muchos sugelos accidentes de esla especie, y Baleman ba observado casos mas leves. Puede durar el mal diez á doce dias ó muchas semanas. Se des- truye el epidermis en una grande eslension , y la considerable descamación, que se prolonga algún liempo, puede hacer creer que existe un psoriasis (Copland, art. eczema, Dict. of pract. med., parí. III, p. 747). En la forma mas in- tensa se caen los cabellos y las uñas, y cuando eslas vuelven á salir, se encorvan y presenten singulares alteraciones. »C. Eczema impetiginodes.—En esla forma del eczema agudo es muy graduada la infla- mación, y la acompañan un calor ardiente, una comezón insoportable y una sensación de ti- rantez en las parles afectes. Los tegumentos presentan mucha rubicundez y tumefacción , y numerosos grupos de vesículas, muy próximas enlre sí. Cuando eslas se abren , se concrete el líquido formando costeas araari I lentes, blandas y húmedas, de tamaño variable, sobrepuestas a manera de pizarras, y que cuando se caen dejan descubiertas superficies húmedas, tur- gentes, inflamados, de las que fluye una sero- sidad rojiza. Después se forman nuevas esca- mas amarillentas, que son remplazadas por otras, y esta renovación puede durar tres á cua- lro septenarios, continuando hasla que termi- nada la inflamación recobra la piel su estado natural »Mientras que las primeras vesículas recor- ren de este modo sus períodos, se forman en sus intervalos otras nuevas que perpetúan el mal; de modo que pueden observarse en un mismo sugeto los diversos grados de la infla- mación , sobre lodo cuando el eczema impeligi- nodes remplaza al eczema rubrum. En este ca- so, á las vesículas trasparentes y llenas de se- rosidad diáfana suceden otras que tienen un viso amarillo puriforme. También pueden estas vesículas pasar al eslado pustuloso, viéndose entonces algunas trasparentes todavía, enlre otras que ya eslan llenas de un líquido amari- llo. La intensión de la flegmasía de la porción de piel afecta es una circunstancia que influye sobremanera en esla sucesión de forma. aKs es- to ten cierto, dice Bietl, que en un mismo in- dividuo se ven frecuentemente ambas formas; la una en superficies en que es enérgica la in- flamación, y la olra, es decir, vesículas simples, en puntes en que la flegmasía ha presentado menos intensión en su principio y en su curso» (art. cil., p. 176). «Acabamos de ver que el eczema impetigi- nodes sucede al eczema rubrum; ahora añadi- remos que en esle tránsito de uno á olro grado, las vesículas trasparentes al principio , se con- vierten en vésico-pústulas, y no en verdaderas pústulas. Háse dicho que existen diferencias marcadas que no permiten confundir estas ve- sículas pustulosas con las verdaderas pústulas; pero ya veremos al hablar del diagnóstico, has- la qué punte es fácil de establecer semejante distinción. Cazenave y Schedel consideran al eczema impetiginodes como una erupción vési- co-puslulosa, y no como un eczema complicado con pústulas ; pero Rayer cree que es un ecze- ma rubrum complicado con pústulas de impéli- go. Copland (art. eczema , Dict. of pract. med., part. III, p. 746) participa también de esta opinión, que sin embargo se halla evidente- mente en oposición con lo que se observa en la naturaleza. Efedivamente, vemos en ocasiones que vesículas pequeñas y llenas de un fluido trasparente (eczema rubrum) , adquieren mas volumen; se eleva el epidermis en mayores- tensión, y por ultimóse hace el humor sero- purulento y purulento. Fácil es en esle caso percibir la trasformacion de la vesícula en vó- sico-pústula, á pesar de la opinión de los auto- res antes citados, que creen que las pústulas se desarrollan al lado de las vesículas. Volvere- mos á ocuparnos de esle asunto al tratar de la etiología. Ya al esponer nuestras generalidades sobre las enfermedades de la piel, hemos dicho que eslas distinciones enlre las vesículas, las pústulas y las ampollas, son muchas veces ilu- sorias , porque no en lodos los casos se las pue- de establecer, en razón de la facilidad con que estas alteraciones se trasforman una en otra durante el curso de las afecciones cutáneas. Sin embargo, preciso es confesar que en ciertos ca- sos se complica el eczema con algunas pústulas de verdadero impéligo ,f aun de eclima. Pero los caracteres de eslas diversas erupciones son harto diferentes para que se las pueda confun- dir (Cazenave y Schedel, ob. cit., p. 95). »E1 eczema impetiginodes va en ocasiones acompañado de calentura, de bástenle sobre- DEL ECZEMA. 361 escitacion, de sed, de cefalalgia, de náuseas, etc.; pero muchas veces apenas existe un ligero mo- vimiento febril. Su duración es de veinte á trein- ta dias, pudiendo pasar á un eslado crónico, en- teramente parecido al que sucede al eczema ru- brum. Eleczema impetiginodes termina también por resolución, y entonces se disipa en tales términos la inyección de los capilares, que al cabo de cierto liempo no queda resto alguno. Pero cuando los sugelos son de edad avanzada*, ó la piel morena y seca y el tejido celular apre- tado, deja la inflamación del dermis, queá veces se ha eslendido al tejido celular subyacente, un color moreno masó menos subido, que puede durar muchos años y aun toda la vida. Las mu- jeres , los niños, y los sugelos de piel blanca, suave y fina, ofrecen muy raras veces semejante coloración. «II. Eczema crónico.—-Puede suceder á las Ires formas de eczema que acabamos de descri- bir. Irritada de continuo la piel por el líquido procedente de las vesículas que incesantemente se reproducen , presenta una superficie inflama- da , de un color rojo vivo , tersa, lustrosa , ca- liente y que se hace asiento de una comezón in- soportable. El humor seroso óseropurulenlo flu- ye de la superficie inflamada del dermis en forma de golitas ó, por decirlo asi, babeando: á veces es lal su cantidad que los paños que eslan en contacto con las parles se impregnan rápida- mente , endureciéndose como si estuvieran llenos de engrudo. «La piel donde reside esta erupción ofrece en ocasiones una superficie anáfoga á la de un vejigatorio que supura, observándose en ella algunos puntos mas rojos ó surcos parecidos á profundos arañazos (Bietl); pero las mas veces, por el contrario , es poco pronunciada la infla- mación. Alrededor de las articulaciones las ve- sículas recien rolas se presenten en forma de es- coriaciones, de grietas mas ó menos prolongadas ó de manchilas inflamatorias. «Puede constar la erupción de vesículas muy confluentes, pero que no se reúnen ; de suerte que á pesar de la rubicundez subida que suele rodearlas, sea fácil convencerse de que no eslá denudada la piel. Otras veces, ora se esliendan á teda la cubierta tegumentaria, ora se sucedan rápidamente en un espacio determinado, pue- den estar tan próximas unas á otras, que solo se observe una superficie escoriada , cubierta de escamas gruesas, húmedas y amarillentas [her- pes squamosus, madidansde Aliberl). Algunos autores han creído que el líquido que se concre- ta fluve del dermis escoriado, pero no de las ve- sículas. Es sin duda alguna muy dificil á causa de la rapidez con que se suceden las vejiguillas, del estado de las superficies alteradas y de la presencia de las escamas , percibir las vesículas de nueva formación ; pero Bielt dice que se la encuentra, no solamente en los límites de la fleg- masía , donde son mas perceptibles, sino tam- bién en la misma región inflamada , esputándo- se la rapidez de su curso y su pronta rotura TOMO VIL por la eslremada finura del epidermis queciibie tales punios (art. cit., p. 168). Sin embargo, por nuestra parle, aunque hemos procedido con la mas escrupulosa atención, nunca hemos po- dido comprobar la existencia de vesículas de nueva formación en la superficie inflamada , y la analogía hace creer que la secreción se Veri- fique por el dermis, como sucede en la piel cuyo epidermis se ha separado mediante la acción de un vejigatorio. «lraporla asimismo estudiar con cuidado la forma de la descamación , que dá á esta enfer- medad una fisonomía muy notable. En los cases en que ha sido poco intensa la erupción, y la inflamación cutánea no muy viva , los restos epidérmicos son muy delgados y blanquecinos, y constituyen á veces escamas anchas, adheren- ies por uno de sus bordes , y levantabas por los demás ; ó bien se suspende ía exhalación , for- mándose escamas secas, blanquecinas, íntima- mente unidas á la piel, que se resquebraja y presenta profundas grietas. En algunos casos de eczema crónico general permanece mucho liem- po la piel de un color rojo muy vivo , y cubier- ta de restos epidérmicos secos y delgados , sin que exisla ya especie alguna de exhalación. «En este estado se parece el eczema esaclísimamente á ciertas afecciones escamosas, propiamente di- chas (psoriasis); tanto mas cuanto que estas es- camas no proceden de la concreción de un líqun do exhalado y espesado, sino que parecen ser como en las enfermedades escamosas, laminillas de epidermis alterado. La aparición de vesícu- las pudiera poner en claro la verdadera natura- leza de la erupción ; pero no siempre se verifi- ca , y por otra parte existe, y la ha observado muchas veces uno de nosotros, una forma de enfermedad cutánea , que no se encuentra des- crita en los autores, y que constituye evidente- mente una afección intermedia entre el eczema y el psoriasis. Sin embargo, como se parece mas á esle úllimo, nos limitaremos por ahora á indi- carla , dejando para mas adelante (V. Psoriasis) su descripción y las importantes cuestiones de patogenia y de patología cutánea general que á ella se refieren. Biett ha presentado en sus lec- ciones muchos ejemplos de eczemas, que se ha- bían convertido en verdaderas enfermedades escamosas, y*en los cuales se hacia mas marca- do el carácter vesiculosoá medida que se iban mejorando (Cazenave y Schedel, ob. cil., p. 97). Este estado es el que constituye el herpes esca- moso de Alibert. «Débense á Dauvergne muchas observaciones importantes sobre la descamación del ezcema, al que llama con Alibert herpes squamosus (fíistoi- redeV inflammalion dartreuse, snivie de Vhis- torique des dartres , dissert. inaug., núm. o24; París , 1833). Cuando llegad eczema á un es- lado muy adelantado de cronicidad, v el mal que antes ocupaba una ancha superficie, se ais- la y concentra en los puntos en queel epidemns entreabierto deja fluir el líquido en forma <'e rocío ; se dispone la inflamación á niñera fe 4G 361 DEL ECZEMA. zona , y dá al miembro el aspecto de una piel de cebra , ó bien se prolonga á manera de cintas ang islas y tortuosas. Las capas superficiales de la piel se'hallan turgentes. «El epidermis en- treabierto ofrece la disposición de unas especies de válvulas, á cuyo través pasan los tejidos in- flamados sobresaliendo del nivel délos tegumen- tos. Muchas veces es bástenle grande el espacio que dejan entre sí las dos válvulas epidérmicas, y en él únicamente nacen escandías, que una vez formadas parecen cabalgar sobre dichas válvu- las (Disserl. cit., p. 43). El aulor que acabamos de citar pretende, con razón , que en algunos casos de herpes escamosos húmedos (eczema cró- nico) no existen vesículas, sino que la formación de las escamas y la exudación serosa son conse- cuencia inmediata de la inflamación de las capas superficiales de la piel. Electivamente, no siem- pre han podido encontrarlas los observadores, á pesar de haberlas buscado con el mayor esmero. «Dauvergne esplica la formación de las esca- mas , no solo por la concreción de la serosidad que fluye de las vesículas, sino también por la inflamación que se propaga en sus intervalos, y que provoca una exudación debajo del epider- mis, que levanta esta membrana sin provocar su esfoliacion, hasla que á beneficio de la trasuda- ción de un líquido albuminoso se produce una especie de epidermis nuevo. Algunas veces ha vislo la capa reticular tan inyectada, que daba á la porción enferma de la piel un hermoso color de carmín. Dice que el aspecto de la rubicundez in- flamatoria suele depender del color propio de la piel. En los sugelos blancos, cuyos tejidos cutá- neos son mas transparentes , se transmite mas fielmente á la superficie el color de los líquidos que penetran en ellos; y por el contrario, en los morenos el color herpélico es generalmente lívido. Adviértase que debe distinguirse este co- lor , del violado que dá á la piel el herpes esca- moso de los ancianos, y que depende, segun Dauvergne, de la caquexia escorbútica. «Insistamos ahora en algunos síntomas loca- les, casi constantes en la forma crónica del ecze- ma. Entre ellos merecen ocuparnos el prurito y la tumefacción de la piel. Ora sienten los enfer- mos un picor leve, una especie de hormigueo incómodo; ora un prurito ardiente é intolera- ble, que se estiende á veces á una esleiisa super- ficie y obliga á rascarse á los enfermos. Esla necesidad es lan imperiosa que domina la vo- luntad; el paciente «e desgarra la piel hasla que salla la sangre , calmándose momentáneamente la comezón , que habia llegado á convertirse en un verdadero suplicio. Pero la irritación provo- cada por esta maniobra, y el contacto con cuer- pos ásperos y con los vestidos , no lardan en au- mentar de nuevo el prurito. Exasperan la come- zón el calor de la cama ó del aposento , las co- midas , el uso del vino , de los alcohólicos , del café , del opio , ¡as tisanas calientes, los vestidos de lana y las emociones morales. A veces es continuo el picor, y pone á los enfermos en un eslado de irritación queda lástima. Cuando se desgarran la piel con las uñas, sienten un alivio momentáneo, y en ocasiones una sensación sin- gular entre dolorosa y agradable , quedando en seguida en una especie de abatimiento, hasla que se reproduce el prurito lodavia con mayor inten- sión. En algunos casos no es continua la come- zón; se reproduce por las noches , quila el sueño á los enfermos, y los obliga á sallar de la cama, para buscar en la esposicion al aire fresco algún alivio al dolor que esperimenlan. A veces falta el prurito en cierta forma del eczema agudo, pe- ro casi nunca en el crónico. Iláse atribuido este fenómeno á la flegmasía culánea que acompaña constantemente á la erupción vesiculosa. Bielt cree que depende de la modificación patológica que esperimenla la inervación del dermis, y cita en apoyo.de su opinión el notable caso de un paralítico afectado de eczema crónico, en quien se detenía la comezón precisamente en los lími- tes de la parálisis. Generalmente se disipa esla sensación á medida que vá curándose la enfer- medad. «Cuando la flegmasía eczematosa adquiere cierla intensión ó se prolonga mas de lo regular. ó cuando es algo considerable la estension del espacio que ocupa, se interesan las partes sub- yacentes y se abultan é infartan las glándulas linfáticas : asi, por ejemplo, se entumecen los ganglios cervicales, axilares, inguinales , ele, cuando el eczema ocupa una parle inmediata á eslas regiones. Algunas veces se ha confundido esla lesión , totalmente secundaria , con el vicio escrofuloso; pero basta para formar el diagnós- tico examinar detenidamente la superficie cu- tánea. «En algunos casos , aunque bastante raros, se ha vislo á la irritación comunicarse sucesiva- mente á todas las partes constitutivas de la piel, viniendo á complicarse el eczema con una ele- fantiasis ; pero entonces existe indudablemente una predisposición individual, que influye en la producción de la enfermedad mucho mas que la inflamación cutánea, cuyo papel es meramen- te secundario. »Los sínlomas precursores generales que se observan son los siguientes: desazón, movimien- to febril, calor general, precedido á veces de escalofríos vagos é irregulares, anorexia, sed, y otros Iraslornos poco impórtenles, á no existir al- guna complicación en los órganos digestivos. Dauvergne asegura que ten pronto como se de- sarrollan las chapas exantemáticas y las vesícu- las, se desvanecen todos los síntomas generales; se localiza enteramente la enfermedad, y empie- za entonces un largo período de cronicidad (Di- sert. cil. , p. 41). Sin embargo, pueden mani- festarse de nuevo los sínlomas generales , cuan- do se reproducen la erupción de vesículas muy confluentes y la flegmasía intensa de la piel. Ademas casi siempre existen y se hacen muy graves cuando es general el eczema crónico ; en cuyo caso suelen sucumbir los sugelos de resul- tas de los trastornos que se manifiestan en los aparatos de la nutrición. DEL ECZEMA. 363 » Eczemas parciales.—A. Eczema de la piel del cráneo.—Ocupa particularmente la nuca, las regiones occipital y temporal (Rayer), y se esliende lambien á la cara , ofreciendo en estos diferentes punios algunas particularidades im- portantes. Al principio es la comezón bastante viva, y el dermis inflamado exhala una serosi- dad abundante, de un olor soso y nauseabundo, que humedece los cabellos y los pañifs con que se cubre la cabeza. Al concretarse esta exhala- ción toma la forma de escamas, que se pegan á los cabellos y se secan, cayéndose lue^o á mane- ra de un polvillo furfuráceo; pero si el humor viscoso y espeso se concrete alrededor de los pelos en capas compactes, en términos de ofre- cer una superficie continua, resulten en las rai- ces de los cabellos unas chapas blancas brillan- tes , de un color parecido al del amianto ; de donde se deriva el nombre de tina amiantácea que impropiamente se hadadoáeslá enfermedad, puesto que no consiste en pústulas sino en vesí- culas. Billard ha observado á menudo en los re- cien nacidos el eczema de la piel del cráneo, y dice que se le conoce en unas vesículilas azula- das, que se desarrollan en la cabeza, y que dan salida á un fluido que se concreía muy luego, simulando algún tanto la liña (Traite des mala- dies des enfants, p. 142, en 8.°; París, 1833). «La flegmasía respeta los bulbos pilíferos (Bielt, Cazenave y Schedel). Rayer dice que cuando el mal es aMiguo puede alterar los ca- bellos y determinar su caida; pero conviene ad- vertir que la alopecia que entonces resulte siem- pre es pasagera , al paso que persiste en la liña propiamente dicha (pórrigo). Frecuentemente se acompaña el eczema de la piel del cráneo de in- farto y tumefacción de las glándulas de la región cervical posterior. Bielt ha observado una alte- ración singular en las facciones de los sugelos que han padecido cierto tiempo la enfermedad que nos ocupa. Como la inflamación de la piel del cráneo eslá causando en la del roslro una ti- rantez continua, se desvian las facciones hacia arriba y airas. «A veces se elevan irregularmen- le las cejas á mas de medía pulgada de su situa- ción normal , y los párpados inclinados hacia arriba y airas llegan á dar á la cara el aspecto de las figuras chinescas.» »B. Eczema de los párpados.—Dá lugar á una tumefacción , á una rubicundez y á un abul- lamienlo considerable, ya inflamatorio, ya, y mas frecuentemente, edematoso; estorba los rao- vimienlos de los párpados y se propaga á la conjuntiva palpebral; en la que se perciben en- tonces vesículas transparentes, seguidas á veces de úlceras. En ocasiones ha llegado á determi- nar unectropion la intensa flegmasía de la con- juntiva. »C. Eczema de las orejas.—Sucede á me- nudo el eczema de la piel del cráneo , y se com- plica con inflamación de las paredes del conduc- to auditivo esterno , de la trompa de Eustaquio y de la faringe. Puede ser bástente considerable la tumefacción del conducto auricular, y hacer- se tan completa su obliteración momentánea, que cesen de percibirse los sonidos. Se infarta el tejido celular que rodea la concha , y se ponen tan doloridas las articulaciones del hueso maxi- lar, que se dificulta la masticación. En las mu- jeres son las orejas el asiento predilecto del ec- zema. »D. Eczema de la nariz.—No ofrece mas de particular que la rapidez de la formación de las vesículas, que desaparecen muy pronto, que- dando únicamente la descamación en forma de costras ó de detritos epidérmico: la membrana pituitaria eslá hinchada , roja é inflamada. »E. Eczema de los labios.—Este afección, muy dolorosa en ocasiones , se reproduce con eslraordinaria frecuencia , no solo en la piel que rodea la mucosa labial , sino lambien en esta última, que se pone roja é inflamada, presentán- dose en ella escoriaciones superficiales y plie- gues radiados. »F. Eczema de los pechos.—Se le observa en las muchachas solteras, en las mujeres de mas edad y sobre lodo en las que crian. Afecte especialmenle el pezón y la areola, y provoca una comezón muy incómoda. Con frecuencia se aumenta la sensibilidad de toda la glándula ma- maria , y se infarten consecutivamente las glán- dulas linfáticas de la axila. Este mal es suma- mente rebelde , y en cierlos casos dá lugar á es- coriaciones difíciles de cicatrizar, 9obre lodo en las mujeres que crian , en razón del obstáculo que opone la incesante succión de la criatura. »G. Ezcema de los órganos genitales de la mujer.—Beside frecuentemente la erupción en el monte de Venus , los grandes y los pequeños labios. En ocasiones se desarrolla primero^n la parte interna de los muslos, estendiéndose su- cesivamente á los grandes labios, y aun inva- diendo la entrada de la vagina, el díloris.y el contorno del meato urinario. Resultan entonces sínlomas muy molestos para las pacientes, que se quejan de mucha comezón y ardor en las parles genitales, y de escozor en el acto de ori- nar: también existe una tumefacción muy consi- derable que á menudo dificulta la progresión. En algunos casos ceden las enfermas á la nece- sidad que esperimenlan de rascarse, resultando una mezcla indefinible de dolores y de placeres que no puede pintarse con palabras: en medio de las mas crueles sensaciones sobrevienen sue- ños eróticos, que dejan en pos de sí un dolor y un abatimienlo profundos (Bietl). lista variedad de! eczema es una de las causas mas frecuentes de la ninfomanía. »Las mujeres muy obesas, las que se ha- llan en el úllimo lercio de su vida, y las que padecen flujos leucorréicos, que á la verdad en ocasiones son efeclo de'la erupción vesiculosa. presenten á menudo esle mal, que en tales cir- cunstancias ha solido describirse y estudiarse con el nombre de herpes escamoso húmedo ó se- co , en razón de los líquidos que se reúnen for- mando costras húmedas ó secas: siempre se encontrarán alrededor de estes costras ateuna» - ECZEMA 361 ^ DEL vesículas que permiten establecer ef diagnósti- co. Es preciso no confundir el eczema de las parles genitales, con la inflamación de los fo- lículos que residen en la cara interna de los grandes labios. «En esta última forma, dice Hielt, se presenten los folículos abultados, tu- mefactos, esparcidos en una superficie roja, in- yectada, lubrificada por una exhalación abun- dante, pero sin erosión alguna ni descamación consecutiva, carácter dislinlivo impórtenle que impide cualquier equivocación» Jart. cit.). »H. Eczema de los órganos genitales del hombre.—Se presenta á menudo en eczema en el escroto , en el pene y la parte iterna de los muslos. Va acompañada esla enfermedad de calor, tumefacción y erecciones, cuyos sínto- mas adquieren mayor intensión con el ejercicio v con el calor de la cama ó de una habitación muy abrigada. Puede ocupar el nial, en el es- lado agudo ó en el crónico, la cara interna del prepucio y del glande, ó las demás parles que hemos indicado. En tales circunstancias se han vislo erecciones casi continuas, muy parecidas ú las de! priapismo, desgarrándose ei oermis, y verificándose por las grietas hemorragias Das- la nte copiosas. «I. Eczema elcl ano.—En las inmediacio- nes del ano, como en teda la superficie culánea que reviste los órganos genitales del hombre y de la mujer', se efectúa habitualmente una se- creción sebácea, que predispone al parecer es- tas parles al eczema. Esplícase la frecuencia del eczema del ano, por el continuo roce que se verifica duranteja progresión , por la gran cantidad de pelos,*por la naturaleza irritante de los líquidos que se exhalan en este punto, y por la suciedad. Se anuncia por una rubicun- dez v una inflamación intensa de la piel , que deja'trasudar un líquido abundante. En la es- lremidad del redo y en los surcos que resul-* lan del fruncimiento de la piel en este sitio, se perciben numerosas vesículas, que á veces in- vaden el escroto y la parte interna de los mos- tos, ó la vulva. La insoportable comezón, el escozor y el calor que esperimenlan los enfer- mos, se aumentan por el reposo y por la ac- ción de lodas las causas que llaman la sangre hacia la parle inferior del redo, como la pro- gresión , el calor de la atmósfera , etc. »J. Eczema de las manos.—Están mas es- puestos á contraer esla afección los artesanos que por la naturaleza de su trabajo tienen que manejar sustancias irritantes, cuerpos du- ros, etc., corao los drogueros, cerrageros, her- reros, molenderos de colores, y labradores. Baleman describe con el nombre de eczema so- lare la erupción vesiculosa producida por Ja acción directa de los'rayos del sol, ó de una temperatura atmosférica elevada , que ataca casi esclusivamenle las parles descubiertas del cuerpo, como la cara, e! cuello, los antebra- zos en las mujeres, y mas particularmente el porso de las manos y dedos. La aparición de las vesículas,va precedida y acompañada de calor y de una sensación muy molesta de es- cozor y de hormigueo, cuando la ha provocado el sol ó el calor del fuego. Las vesículas son pequeñas y algo prominentes, llenas de una , serosidad lechosa y tenue, rodeadas de un cír- culo inflamatorio, y mezcladas en los hombres de temperamento sanguíneo, con pústulas fli- záceas ó con tuberculilos duros y doloridos, que se desarrollan en algún que olro punió, supuran y se convierten en otras tantas ulce- rilas (Baleman, ob. cit., p. 303). » También se manifiesta el eczema en las es- tremidades inferiores, y mas particularmente en las piernas y los pies, en donde determina tumefacción y desgarraduras, por las que fluye la sangre, y que renuevan y agravan la irrita- ción. Rayer ha vislo caerse las uñas á conse- cuencia de esla afección. «Curso, duración y teiiminacion.—Bajo es- los diferentes aspectos ofrece el eczema tanta variedad de grados, que casi seria imposible describirlos en este lugar. A veces consiste la eruDcion en un corlo número de vesículas, cir- cunscritas en un solo Darage, situadas comun- mente en ias partes en que abundan los folícu- los sebáceos y en que es muy acliva la perspira- cion culánea, terminando en uno, dos ó tres septenarios. Cuando el mal se halla en mas alto grado, provoca accidentes locales bastante agu- dos, tales como rubicundez, calor y tumefac- ción, que combinándose de diversos modos, dan al eczema una fisonomía muy variable. Sin embargo, aun en los casos en que llegan á ad- quirir eslos síntomas cierto gravedad, suelen disminuir al cabo de dos ó tres septenarios, sin que la duración del mal, aunque mayor que en el grado precedente, esceda de uno á "dos meses. «Oirás veces sucede el eslado crónico al agudo : en el momento de establecerse la des- camación , vuelven á ponerse rojas las superfi- cies, y se presenta una nueva erupción; veri- ficándose de esle modo una sucesión continua de erupciones, ya en el sitio primitivamente afectado, ya en otras regiones del cuerpo. Siem- pre sigue este curso el eczema crónico, propa- gándose desde una pequeñísima superficie á lodo un miembro ó á toda la superficie cutá- nea. Asi puede prolongarse muchos meses y aun muchos años esta terrible enfermedad, con alternativas de remisión y de exacerbación; por manera que puede decirse que la duración del eczema crónico es casi indefinida. Cazenave y Schedel dicen haberle vislo invadir simultánea- mente toda la cubierta tegumentaria , tanto en el eslado agudo como en el crónico (obra rila- da, p. 99). »La terminación del eczema es la descama- ción por colgajos epidérmicos, por escamas del- gadas y foliáceas, y por costras gruesas, secas ó húmedas. A veces termina el eczema por la forma ampollosadel ponfolix : Bietl, que ha ob- servado varios hechos de esla especie, dice que las ampollas se suceden y dilaten por sus cir- cunferencias, en término de formar unaesca- DEL ECZEMA. 365 ma conlínua. En uno de los casos que refiere este médico, las ampollas, que eran anchas y regulares, se multiplicaron y estendieron, ofre- ciendo muy luego el aspecto de grandes esca- mas sucesivas, sobrepuestas como los pélalos de una corola. Porte demás, son raras eslas trasformaciones de vesículas en ampollas, y solo se verifican bajo la influencia de condiciones orgánicas que todavía no se han determina- do bien. «Puede retroceder el eczema, desaparecer de pronto, y fijarse en una viscera ó en un te- jido cualquiera, dando lugar á una enferme- dad bien caracterizada? Responder á esla pre- gunta seria entrar en la cuestión general de los retrocesos de las enfermedades. Solo diremos, que los mas dislinguidos.observadores confiesan unánimeraente , que en lodos aquellos casos en que se ha creído ver un retroceso, solo existía una simple revulsión, verificada por el desarro- llo ó por la exacerbación de olra enfermedad. «Complicaciones.—Pueden complicarse con el eczema gran número de enfermedades de la piel. Se la na vist» sobrevenir en ei curso de la sarna descuidada ó tratada por fricciones irri- tantes (Gibert, Manuel des mal. de la peau, pá- gina 190), ó simultáneamente con las chapas papulosas confluentes y ulceradas del liquen agrius; también acompaña á las erupciones tu- bérculo-pustulosas délas sifílides, de la sico- sis , y de la elefantiasis de los árabes. »Todavía no se han estudiado suficiente- mente las enfermedades generales ó locales que algunos consideran corao complicaciones del ec- zema. Sin embargo, en algunos casos es impo- sible desconocer las afecciones gastro-inlestina- les, y la modificación patológica que sufre la constitución de cierlos sugelos. «Hay un hecho, dice Bielt, que alguna vez inclina á los prácti- cos en favor de las teorías humorales, y es la relación que existe entre las erupciones ecze- raalosas y otras enfermedades, y su sucesión alternativa. Efectivamente, vemos que cesan reumatismos, neuralgias gravísimas, palpita- ciones del corazón y gastralgias, después de la aparición de eslas flegmasías vesiculosas; ó que se manifiestan de nuevo y con gran intensión estes sínlomas, cuando disminuyen ó desapare- cen dichas erupciones.» «Ya hemos discutido anteriormente (Enfer- medades de la piel en general), si existen alte- raciones orgánicas que puedan influir notable- mente en la producción de las enfermedades cu- táneas, y del eczema en particular; demostran- do que en una mullilud de casos es muy dificil resolver esta cuestión en cualquier sentido. «Diagnóstico.—La sarna es la afección que mas se parece al, eczema, y si las vesículas de este fuesen poco numerosas, lo cual es raro, si ocupasen los dobleces de las articulaciones^ y las acompañase un prurito poco doloroso, seria casi imposible distinguir una de olra enferme- dad , á menos que se observasen, ya á simple vista, ya con el microscopio, el insecto déla sar- na ó los surcos que hace en la superficie def dermis. Sin embargo, por punto general es fá- cil evitar este error de diagnóslico, cuando se procede con la debida atención. Las vesículas de la sarna eslan situadas en los dobleces de las articulaciones en el senlido de la flexión ; casi siempre existen enlre los dedos; rara vez son confluentes, y contienen un líquido trasparente que no se derrama al eslerior por la rotura es- pontánea de la vesícula: en esta enfermedad no se forman costras ni escamas como en el ecze- ma, y nunca llegan á un grado tan elevado la rubicundez , la tumefacción y el calor. El pru- rito varia en ambos casos, siendo doloroso y acompañado de una tirantez notable en el ec- zema, caracteres que no ofrece en la sarna. Es- ta es contagiosa y el eczema no. I.as dos varie- dades que mas analogía tienen con la sarna, son el eczema rubrum y el impetiginodes; pe- ro las vesículas de la sarna son menos promi- nentes, menos numeroras, y acompañadas de una rubicundez menos viva, que las del eczema rubrum. Las del eczema impetiginodes son puntiagudas y se convierten en pústulas, como sucede en ocasiones con las de la sarna, siendo entonces muy dificil el diagnóslico, aunque los caracteres que quedan referidos, y sobre lodo la presencia de un acarus, pueden bastar para establecerlo. Por lo demás, si á pesar de haber comparado atentamente todos los síntomas, aun quedase alguna duda, convendría no decidirse en ningún senlido. «En el herpes flictenoides, que muchas veces se ha confundido con el eczema, constiluyen las vesículas grupos aislados, esparcidos por va- rios puntos. También puede ef eczema presen- tarse de esle modo; pero sus vesículas son mas pequeñas, apenas prominentes, dotadas de mu- cha trasparencia y seguidas de descamación. «Distingüeseel eczema de la erupción miliar, en que sus vesículas son mas confluentes y me- nos voluminosas que las de esla. Las vesículas de la miliar no van acompañadas de la rubi- cundez, tumefacción y prurito, que se observan en el eczema, y su descamación tampoco es pa- recida. Mas dificultad ofrece el diagnóstico, cuando la miliar se manifiesta durante los ca- lores del eslió, después de un largo ejercicio, y durante el curso de ciertas enfermedades, que suelen, entre otros sínlomas, ir acompañadas de sudor; pero la investigación de la causa y de las lesiones viscerales, y la ausencia de fenó- menos locales, tales como la rubicundez, la tu- mefacción , etc., bastan para distinguir la mi- liar del eczema. «Dícese que el impétigo difiere del eczema en sus pústulas de base ancha, que contienen un líquido purulento desde el principio, y nun- ca una serosidad trasparente ; y que, si bien las vesículas del eczema impetiginodes pueden ofre- cer un volumen parecido al de las pústulas, aun en este caso no es purulento el humor que contienen. Ademas el impéligo termi- na por costras gruesas, amarillas, desiguales y 3 66 DEL ásperas, y el eczema por una descamación de hojillas bastante delgadas aunque anchas. Este solo deja en pos de sí unas ligeras manchas: al paso que quedan cicatrices y una rubicundez pronunciada, después de la caída de las costras del impéligo. De lodos modos, cuando no se observa la enfermedad en su principio, sino en una época en que eslan ya trasformadas las ve- sículas en vesico-pústulas, puede ser muy di- ficil establecer el diagnóstico, si no se verifica otra nueva erupción de vesículas, que indique el carácter primitivo de la enfermedad. A pe- sar de eslo, conviene no olvidar un hecho, y es que en el impétigo casi sierapre se encuentran pústulas aisladas, al paso que las vesico-pús- tulas del eczema irapelíginoso están constante- mente aglomeradas. «El pompholix diutinus presenta general- mente ampollas discretas, muy distantes enlre sí, y entonces no ofrece dificultad alguna el diagnóstico; pero cuando son numerosas las ampollas, se confunden y se desgarran; resulte una secreción epidérmica, y capas sobrepues- tas que se cubren sucesivamente é imitan bas- tante bien las escamas del eczema impetigino- des. Sin embargo, en el ponfolix las ampollas invaden teda la superficie cutánea, y se hallan constituidas por vastos desprendimientos del epidermis, parecidos á las anchas flictenas de los vejigatorios, que esceden á menudo de las dimensiones de eslos : lambien las escamas tie- nen un grueso y unas dimensiones que nunca ofrecen en el eczema. Este présenla siempre al- rededor de las chapas inflamadas, vesículas muy visibles, que no existen en el ponfolix,en- fermedad que por otra parle es constantemente mortal, al paso que el eczema casi nunca lo es. «El liquen agrias va acompañado de una exhalación de serosidad, y de la producción de escamas; pero eslas son menos anchas y mas gruesas que las del eczema, y después de su caída quedan una mullilud de punlitos promi- nentes, papulosos, que dan á la piel un aspecto de piel de zapa , y que se locan perfectamente pasando los dedos por el silio de la erupción: el eczema solo ofrece una superficie roja , lisa y lustrosa. En esle sierapre se observan algu- nas vesículas; al paso que solo existen las emi- nencias sólidas y macizas de las pápulas hasta en las chapas confluentes del liquen. «Háse confundido algunas veces con el ie- zema crónico la psoriasis, y no hay duda que cuando es muy considerable la eslension de la orupcion eczematosa , hallándose cubierta la piel de escamas blanquecinas , y no verificán- dose exhalación de serosidad por el dermis in- flamado, puede á primera viste cometerse esle error; pero en la psoriasis está la piel hiper- trofiada , muy tumefacía, y las numerosas grietes, que lambien existen en el eczema, no se limitan á ciertas parles corao en esta última afección, sino que ocupan teda la superficie cu- lánea (psoriasis inveterato). Sirven lambien pa- ra distinguir el eczema del psoriasis, la pre- EC2IMA. sencia de las vesículas, la blandura y friabili- dad de las escamas, y la trasudación serosa que se verifica por debajo de ellas. Sin embar- go debemos añadir , que uno de nosotros ha observado muchas veces una enfermedad cutá- nea, que no puede menos de considerarse como una forma intermedia enlre el eczema y la pso- riasis; pero como á pesar de lodo se parece mas áesla, no hacemos mas que mencionarla por ahora, reservando su descripción para cuando tratemos de las afecciones escamosas. «Proísóstico.—Por punto general es el ec- zema una enfermedad poco grave , aunque sin embargo, relativamente al pronóstico hay di- ferencia entre el estado agudo y el crónico. Eo efeclo, cuando la erupción se reproduce ince- santemente durante muchos anos y á pesar del tratamiento mas melódico, cuando invade vastes superficies, cuando eslá deteriorada la conslilucion del sugelo, ya por el influjo de la prolongada irritación de la piel, que al cabo lle- ga á determinar varios desórdenes, ya por efec- to de una lesión visceral; conviene proceder con reserva, y no emitir un juicio favorable acerca de una enfermedad, que puede terminar funes- tamente. En lodos los casos debe el médico fijar su atención en las visceras, y observar cómo se ejercen sus funciones; pues solo de este modo podrá reunir los verdaderos elementes del pro- nóslico. El eczema agudo no ofrece gravedad, á no ser cuando ocupa gran parte del cuerpo, y aun invade las membranas mucosas. Ya he- mos dicho que en esle caso solo se propaga la inflamación , y que por nuestra parle nunca hemos encontrado vesículas en las membranas mucosas mas allá de la faringe. Como el eczema rubrum y el impeliginodes duran mas liempo, y siguen un curso menos regular que el sim- ple , es lambien su pronóslico menos lisongero'. «Etiología.— Enlre las principales causas del eczema se cuentan lodas aquellas que ejer- cen una acción inmediata sobre la superficie culánea, como las fricciones secas ó con poma- das irritantes, las de ungüento mercurial (ec- zema mercurial), la aplicación de pomadas ran- cias, las fricciones alcalinas y sulfurosas, sobre lodo cuando se practican en sitios donde hay mucho vello; la insolación , la esposicion al ca- lor cuando es muy fuerte ó se prolonga mucho tiempo su acción ; el contacto del polvo ó de cuerpos duros, sólidos ó líquidos; bis quema- duras , los vejigatorios y todas las irritaciones producidas por enfermedades locales. Estas cau- sas directas son anexas al ejercicio de derlas profesiones: los drogueros, los molenderos de colores, los afinadores de mételes, los herreros y las lavanderas, son los que se hallan mas es- pueslos á contraer la enfermedad. También pueden provocarla la equitación , las marchas prolongadas , los flujos leucorréicos , la siicie- dá*d, ele. Se cree que las influencias atmosféri- cas pueden tomar cierta parle en el desarrollo del eczema; el cual se declara mas á menudo en primavera y en verano , que en las demás DEL eczema. 763 épocas del año: las variaciones repentinas de temperatura, y las entradas de estación , pro- vocan su primera aparición , ó lo exacerban cuando ha pasado al eslado crónico. En lo que mas influencia lienen las vicisitudes atmosféri- cas, es en los sínlomas yá existentes del ecze- ma: muchas veces escilan comezones insopor- tables. »Las causas internas del eczema son menos conocidas, y aunen aquellos casos, rarísimos en verdad, en que se manifiestan evidentemen- te, hay que admitir una disposición especial de la piel, para que se ejerza en ella la acción pa- togénica de la lesión visceral. Se presenta el eczema en las mujeres después del parlo, des- pués déla lactancia, y últimamente hacíala edad crítica. Muchos aulores han creido, que en las dos primeras circunstancias depende la erupción del influjo nocivo de la leche. Dificil nos seria decir que debe entenderse por enfer- medades lácteas, y mas aun referir hechos que probasen sin género alguno de duda su existen- cia, por lo menos relativamente al eczema. De lodos modos ya hemos tratado de este asunte al hablar de las enfermedades de la piel en ge- neral. El eczema que padecen las mujeres ha- cia la edad crítica, ó algunos años después de haber cesado el flujo menstrual, se refiere in- dudablemente á alguna modificación patológica de la constitución; pero ni sabemos en qué con- siste , ni qué relación tiene con la erupción ec- zemalosa. Esta es entonces mas rebelde, y per- siste mas tiempo, que cuando el eczema depen- de de oirás causas. «Varios aulores opinan que el eczema, co- mo otras muchas afecciones culáneas, depende frecuentemente de una flegmasía crónica de ia mucosa intestinal; pero ya hemos maaifestado en olro lugar (véase Enfermedades de la piel en general) los motivos que tenemos para no adop- tar esla opinión. «En algunos casos se ha presentado el ec- zema casi de repente, bajo la influencia de una emoción moral fuerte, lal como el terror ó la cólera: esla causa obra con mas.energía en las mujeres que eslan criando, en las cuales puede manifeslarse la erupción vesiculosa en un sitio determinado, como el cuello , las orejas, la piel del cráneo ó las axilas, ó bien invadir casi lodo el tegumento. «El eczema no es contagioso; «sin embargo, dicen Cazenave y Schedel, en algunas aunque raras circunstancias ha parecido trasmitirse de un individuo á olro por el conlaclo prolongado dedos superficies mucosas. Asi es que Bielt re- fiere en sus Lecciones clínicas muchos ejemplos de eczemas trasmitidos por el coito» (ob. cit., p. 99). No creemos que eslos ejemplos prueben en manera alguna el contagio del eczema, ni aun en los casos en que se ha desarrollado ó trasmitido la erupción á los órganos genitales. Mejor se esplica por la naturaleza acre del flujo y de la serosidad que humedece las parles,, el desarrollo de la enfermedad provocada por las relaciones sexuales. Las mujeres eslan mas es- puestas á contraerle que los hombres. «Tratamibnto.—Empecemos recordando que el eczema casi siempre depende de causas es- ternas, y que aun en los casos en que es pre- ciso admilir una predisposición, no dejan de desempeñar estas causas el principal papel en la producción de la enfermedad. En este su- puesto debe el médico ante todo informarse de ia causa que ha determinado el mal, íntima- mente convencido de que no hay que esperar una curación durable, si el sugelo se somete de nuevo á las condiciones bajo cuya influencia ha aparecido la erupción eczematósa. A la per- sistencia de unas mismas causas deben atri- buirse indudablemente esos eczemas crónicos ó esas frecuentes recidivas de la enfermedad, en los artesanos dedicados á los oficios que antes hemos indicado, y que apenas curados reciben de nuevo la acción irritante de los cuerpos que lienen que manejar incesantemente, ó la del polvo que viene á impregnar la superficie de su cuerpo. «Siendo distintos los agentes terapéuticos que se usan contra ia enfermedad , segun que se halle esla en el eslado agudo ó en el crónico, trataremos de ellos separadamente, indicando en seguida las medicaciones particulares que reclama el eczema de las diversas regiones del cuerpo. Sobre todo es preciso guardarse de ad- ministrar, como se hace con demasiada fre- cuencia , los remedios á la ventura, sometiendo indistintamente á los enfermos al uso de baños de agua simple ó sulfurosa, ó cargada de cual- quier otra sustancia medicinal, á los depura- tivos y á lodos los demás remedios, que se pres- criben barloa menudo sin sujetarse á indica- ciones rigurosas. «Antes de proceder á este estudio,podemos preguntarnos si se hallará contraindicado el uso de medicamentos propios para curar el eczema, en algunos casos en que debe respetarse esta especie de depuración establecida hacia la su- perficie culánea por los esfuerzos de la natu- raleza. Las doctrinas solidistas han hecho caer en gran descrédito este género de ideas ; pero lal vez no esté lejos el dia en que volviendo á hacerse de moda las opiniones antiguas, se uti- licen ciertos hechos que parecen favorecerlas. Preciso es confesar, que si bien se ha exagera- do singularmente la importancia de esos mo- vimientos fluxionaríos que se verifican en la piel; sin embargo, observadores exentos de toda preocupación han visto manifeslarse por pri- mera vez fenómenos morbosos, ó adquirir no- table intensión, cuando á beneficio de los me- dios oportunos desaparecía la erupción vesicu- losa. Debe, pues, el práctico consultar todos los datos que en casos tan difíciles puede sumi- nistrarle el estudio de la constitución de los su- gelos, de las enfermedades preexistentes, y de las causas que han determinado el eczema pro- cediendo con la mayor circunspección en la elección de los remedios que.prescriba. Donde 868 DEL ECZEMA. mas especialmente se necesita no olvidar estos prudentes preceptos, es en el eczema crónico: uno de nosotros ha viste repetidos casos de en- fermos, que hacia muchos años tenían en las piernas anchas superficies eczematosas, y que murieron con derrames serosos, formados rápi- damente en el abdomen y en el pecho, á con- secuencia de la repentina desaparición de una afección cutánea, obtenida por medio de tópicos astringentes y repercusivos. ^Tratamiento del eczema agudo.—En este, como en el del eczema crónico, debe insistírse particularmente en los remedios estemos, que forman la principal parte de la medicación. En el eczema simple bastan para proporcionar la curación: el uso de baños tibios, de cataplasmas de harina de patetas, puesto que las de harina de linaza son todavía demasiado irritantes y suelen aumentar la intensión de la enfermedad en vez de disminuirla; de bebidas emolientes y acídulas, un régimen severo, y sobre todo la separación de la causa. Mas no sucede lo mis- mo cuando la erupción va acompañada de ca- lor, de rubicundez y de mucha comezón, sien- do muy pronunciada la flegmasía culánea, ó bien cuando después de haberse curado en un punto la erupción, se reproduce en las parles inmediatas; en cuyos casos convienen algunas emisiones sanguíneas generales; aplicaciones de sanguijuelas en los límites de la superficie eczemalosa; bebidas acídulas, como las aguas de limón, de naranja y de grosella; los purgantes salinos suaves, y las lociones emolienles.y nar- cóticas, preparadas con el malvavisco, efsalva- do , el beleño, la dulcamara, la lechuga, etc. Cuando está desnudo el dermis, y presenta una superficie inflamada, roja y escesivamenle do- lorida, se cubre las parles enfermas con cala- plasmas #de harina de patatas, de sémola y de pulpa de malvavisco. Deben prescribirse dia- riamente baños tibios muy largos; los cuales aumenten por algunos ínstenles el prurito, pero pasado esle efeclo dejan al paciente en un es- tado de calma , que le mueve á prolongar mu- chas horas su permanencia en el agua , como único medio de aliviar sus padecimientos. En cuanto sale del baño se te reproduce la come- zón. En algunos, aunque pocos casos, es preci- so renunciará su uso, porque adquieren ma- yor intensión los síntomas locales, y porque en los ancianos y en los sugetos debilitados deter- minan infiltración y una notable estancación venosa. «El eczema rubrum y el impetiginodes re- daman los mismos agentes terapéuticos, solo que necesitan que la medicación antiflogística sea mas rigurosa, y se continúe mas tiempo, que en la forma precedente. Es preciso en estos ca- sos , sobre todo cuando los sugelos son pictóri- cos y acostumbran escederse en la comida y en la bebida, insistir en las emisiones sanguíneas generales y locales, y prescribir una dieta bas- tante rigurosa. *En esta épeja de la enfermedad ha de te- nerse cuidado de no emplear las preparaciones sulfurosas, los tratamientos mercuriales, ni fric- ción alguna practicada con pomadas irritantes; porque estos medios perjudican siempre, sumi- nistrando nuevos materiales al incendio, y au- mentando la duración del mal. Por usarlos in- tempestivamente, les ha sucedido mas de una vez á profesores poco acostumbrados á tratar enfermedades de la piel, Irasformar un.eczema simple en rubrum ó impetiginodes. Por el con- trario, pueden corao vamos á ver, prestar gran- des servicios eslos agentes, cuando se han di- sipado enteramente la rubicundez, el calor y la tumefacción , quedando solo una exudación se- rosa mas ó menos abundante, que se condensa rápidamente en escarnidas, y propendiendo el mal á pasar al eslado crónico. «Algunas veces es muy útil la aplicación de un vejigatorio; pero debe cuidarse de situar- le á bastante distancia de la superficie enferma, si no se quiere que la porción desnuda del der- mis se ponga eczemalosa. » Tratamiento del eczema crónico.—Tam- bién en esle caso son los remedios estemos la parte mas activa del tratamiento. Los baños á la temperatura de 28 á 30.° centígrados, con la adición de un mucílago ó de gelatina que los haga emolientes; los sulfuro-gelalinosos, prepa- rados con la disolución de sulfuro de potasa, y las aguas minerales de la misma especie, tienen mucha eficacia, empleándolos en una época en 3ue esté casi enteramente disipada la flegmasía e la piel, ó revista la forma crónica. Se hace que alternen los baños simples con los medici- nales, y si fuese escesiva la escilacion produ- cida por estes últimos, ó reanimase la flegma- sía , se los prescribiría mas de larde en tarde, ó se suspendería su administración, volviendo de nuevo á los baños emolientes. Los de vapor son útiles en algunos casos de eczema crónico; pero debe cuidarse de que produzcan un calor moderado, poniendo al sugefoá cierta distancia del silio de donde sale el vapor (Cazenave v , Schedel). " ' »AI propio liempo se practican lociones con un agua que tenga en disolución media á dos onzas de subcarbonalo de potasa ó de sosa, y ' que sirve para disminuir notablemente la co- mezón. El doclor Thompson recomienda lavar las parles con una disolución de una dracma - de ácido hidrociánico en ocho onzas de emul- sión de almendras amargas (Copland, Dict. of ' pract. med. , part. III, p. 749). Oíros han pre- « conizado las lociones con agua de salvado aci- -; dulada con vinagre, con la de Goulard, con la i de cal, con la disolución de sulfato de alúmina; ■ las lociones alcalinas con el subcarbonalo de polasa (Bull. de therapeutique, 1.111, p. 103); las pomadas en que enlra el alcanfor, el opio, la belladona, el beleño, ó varios astringentes como el acételo de plomo. En el caso de resis- tirse el mal á eslos medios, se hace en ocasio- nes necesario variar el modo de vitalidad de la piel, y con esle objeto se ha aconsejado la apli- DEL ECZEMA. 3C9 cacion de un vejigatorio loco dolenti, el uso de la disolución de nitrato de potasa (Guillermi- neau), y las fricciones., con el protoioduro de mercurio (medio á un escrúpulo por onza de manteca), con el deuloioduro (diez á doce gra- nos por onza), y con la brea (media á una drac- ma por onza de manteca). Estas últimas han solido producir muy buenos efectos á Emery en el tratamiento del eczema crónico de la piel del cráneo. Convienen especialmenle estas po- madas cuando la piel eslá seca, resquebrajada. y cubierta de escamas; en cuyo caso las hemos empleado nosotros con buen éxito. Cazenave y Schedel proscriben la cauterización en el trata- miento del eczema . y dicen que cuando resiste el mal, los medios que mas aprovechan son los baños sulfurosos, locales y generales, y los chorros de vapor. Rayer ha vislo resultar acci- dentes de la cauterización con elácido hidro- clórico (ob. cit., p. 281). «Los remedios localqs de que acabamos de hablar , convienen á veces en el eczema agudo; en cuyo caso están particularmente indicadas las lociones que sirven para combatir el prurito. «Háse recurrido igualmente al uso del ho- llín , recomendado ya hace mucho tiempo por Blaud, y últimamente por Marinus, Lablache y otros, lié aquí como le administra este úllimo médico, que ha obtenido muy buenos efectos en varios casos de herpes escamoso : R. de hollín de madera dos puñados; de agua pura una li- bra: cuezase por espacio de media hora ; para lociones mañana y larde en las partes enfermas. Después se aplica la siguiente pomada : R. de manteca cuatro onzas; de hollín cantidad sufi- ciente; mézclese exactamente y poco á poco, hasta que adquiera la manteca un color pardo muy oscuro, y sométase por espacio de vein- ticuatro horas á una ligera ebullición. El modo de preparar esta pomada se le indicó á Labla- che el profesor Blaud (Bulletin de therapeuti- que,l. XVI, 7.a y 8.a ent., p. 214 ,' 8.° año). Es bastante eficaz no solo en el eczema crónico sino lambien en el agudo, y si ha de creerse á los médicos que la han usado, calma muy bien si prurito, particularmente en los casos de ec- zema de las partes genitales. «Por último, citaremos enlre los remedios estemos las cataplasmas de celidonia menor ó de tártago, los vejigatorios, las pomadas con el precipitado rojo ó con el larlrato anlimoniado de potasa (Rayer). Hasta ahora no se han pre- cisado los casos en que convienen estos agentes terapéuticos, por manera que no podemos ha- cer mas que mencionarlos. «También deben concurrir á la curación los remedios internos. Los derivativos mas usa- dos son los purgantes suaves, lates como el acei- te de ricino, los calomelanos á la dosis de dos á cualro granos diarios por espacio de una á dos semanas; unas pildoras hechas con aloes , jala- pa y gutagamba á corlas dosis, y las de Plum- raef (una ó dos cada dia). Cuando el eczema se ha resistido á lodos los tópicos oportunamente TOMO VII. • usados, conviene insistir muchos dias, y en ocasiones muchas semanas en el uso de dichos purgantes. Puédese asimismo dar interiormen- te las aguas minerales sulfurosas de que he- mos hablado, mezcladas al principio con coci- miento de cebada o con leche, y administrán- dolas puras cuando el enfermo está ya habitua- do á su acción. Plumbe, Biell y otros'autores, aseguran que los ácidos minerales tomados in- teriormente, corao por ejemplo, las limonadas sulfúrica, nítrica é hidroclórica á dosis corlas, y continuadas largo liempo, modifican favora- blemente la conslilucion: segun Plumbe dismi- nuyen la exudación. «En las erupciones antiguas, y que han in- vadido toda la superficie culánea, son muy fre- cuentemente inútiles todos los remedios que he- mos indicado, haciéndose preciso acudir á olios mas activos. Biell ha vislo curaciones inespe- radas, acaecidas durante la administración de los preparados arsenicales y de la tintura de cantáridas. Las fórmulas que mas generalmen- te se prescriben , son las disoluciones de Fow- ler y de Pearson, y la de arseniato de amo- niaco. Bielt, á quien se deben preejosas obser- vaciones sobre la acción de eslos remedios, da la disolución de Fowler (arseniato de potasa), á la dosis de tres gotas en una poción inerte, por la mañana en ayunas, aumentando dos ó tres golas cada cinco ó seis dias, pero sin pa- sar nunca de quince diarias. La disolución de Pearson (arseniato de sosa) puede darse á do- sis mas altas, empezando por un escrúpulo, y llegando progresivamente hasla una dracma"! La de arseniato de amoniaco, introducida por Biell en el tratamiento de las afecciones cutá- neas, puede administrarse á las mismas dosis que la precedente. Es preciso vigilar con mu- cha atención los efectos de las preparaciones arsenicales, á causa de su deletérea influencia sóbrela economía, suspendiendo su adminis- tración en cuanto sobrevenga algún accidente. Sin embargo, Bietl asegura que se ha exage- rado mucho el peligro que ofrecen estos medi- camentos, y declara que en veinte años que hace que los eslá usando en el hospital de San Luis, ni una sola vez los ha vislo produnr ac- cidente alguno, «La tintura de cantáridas.puede darse al principio á la dosis de tres gotas, y luego á la de cinco lodas las mañanas; cada beho dias se aumenten cinco gotas, pero sin pasar de un es- crúpulo , y aun renunciando á su uso si se ma- nifestasen signos de irritación de las vias di- gestivas. Emery ha prescrito á veces con buen éxito el sulfuro de antimonio (cualro á cinco granos diarios). A pesar de todo, por desgra- cia ha demostrado ¡a esperiencia , que en los casos graves en que se echa mane de estos enér- gicos medicamentos, resiste con liarte frecuen- cia la enfermedad, terminando de un modo fu- nesto. «En el eczema mercurial preconiza Baleman los diaforéticos y los baños calientes, los opia- 47 370 DEL ECZEMA. dos, los Iónicos y los ácidos minerales. Moriar- ly liene poca confianza en el opio. Sin embar- go , en las formas graves parece que los mejo- res remedios son el opio, el alcanfor, el amo- niaco , el acetato y el hidroclorato de amoniaco y el ácido pirolenoso. Al hablar del eczema mercurial hemos dicho, que segun varios ob- servadores, resultaba de la absorción del mer- curio: los sudoríficos, los baños y algún tóni- co, bastan para hacerle desaparecer cuando no existe un eslado caquéctico pronunciado. »Tratamiento del eczema parcial. — Debe sufrir el tratamiento algunas modificaciones se- gun el silio que ocupa el eczema. El de la piel del cráneo exige ciertas precauciones. Ante lo- do es preciso corlar los cabellos, conservarlos muy cortos, y cubrir las parles con cataplas-' mas que humedezcan y levanten las escamas concretas que cubren lá piel. Hecho eslo, y en el caso de no producir venlajas los emolientes, se pueden usar con mejor éxito las lociones al- calinas, las de agua jabonosa ó de salvado aci- dulada, etc. «Cuando se hallan afeclados los párpados, surten muy buen efeclo las lociones emolientes, las aguas de salvado y de saúco. En una época mas avanzada del mal, convienen las pomadas sulfurosas ó mercuriales: las recomendadas por Gibert son las siguientes: R. de ungüento ro- sado, dos dracmas; de mercurio precipitado rojo cuatro granos; de láudano seis á ocho go- las: para aplicar todas las noches una corla porción en el borde libre de los párpados.— R. de manteca media onza; de protocloruro de mercurio y alcanfor, de cada cosa seis á ocho granos (oh. cit., p. 201). »En el eczema de las orejas producen bue- nos resultados los fomentes emolientes y nar- cóticos , los chorros, y la aplicación de unas ventosas pequeñas escarificadas alas regiones masloideas ó á las inmediaciones de los lóbulos. Para evilar que la tumefacción inflamatoria oblitere el conduelo auricular, se introducen en él unas bolitas de hilas, ó unos cilindros pe- queños de esponja preparada. «El eczema crónico de las narices puede combalirse por las lociones de agua de saúco, de perifollo, de salvado, de adormideras, y por chorros de vapor, que desobstruyan la entrada de eslas aberturas naturales. También se apli- ca en esle caso, particularmente por las no- ches, algunas pomadas astringentes, como las preparadas con los óxidos de plomo, de zinc, y de cobre, con la adición de una corla cantidad de opio. Los calomelanos y el azufre pueden emplearse con érito en esta enfermedad. «El eczema de las mamas suele ceder muy difícilmente á los diversos medicamentos que se le oponen. Nos ha parecido que las lociones al- calinas y ioduradas son en este caso algún tanto eficaces. Uno de nosotros, que habia pro- bado en vano muchos remedios conlra el ecze- ma crónico de eslos órganos, recurrió al uso de cauterizaciones superficiales con una diso- lución concenlrada de iodo. Luego que crdia á beneficio de tópicos emolientes la irritación provocada por esla aplicación, se mandaba á las enfermas bañarse los pechos mañana y lar- de con un agua iodurada, cuya baso se iba aumentando progresivamente, pero sin que fue- se preciso elevarla, en términos de producir ir- ritación en la piel. Los sugelos á quienes se aconsejó esla medicación, ofrecían algunos sín- tomas de afección escrofulosa. »Los que padecen eczemas en las partes ge- nitales, esperimenlan especialmente una come- zón muy fuerte, muchas veces insoportable, y reclaman con ahinco algún remedio que la ha- ga cesar. Son buenas para calmar este picor las pomadas opiadas ó alcanforadas, y las pre- paradas con hollín, cuyas fórmulas hemos dado anteriormente: las pomadas sulfurosas produ- cen igual efecto. También se ha recomendado la siguienle: R. de manteca una onza; de sul- fato amarillo de mercurio un escrúpulo; de láudano doce golas. Son asimismo muy efira- cos las fumigaciones con cinabrio ó con azufre, y los chorros sulfurosos ó sulfuro-gelatinosos. El eczema del ano debe tratarse del mismo mo- do que el de los órganos genitales. «Historia y bibliografía. — Es demasiado grande la confusión que reina en las obras an- tiguas relativamente á la enfermedad que aho- ra se designa con el nombre de eczema, para que intentemos disiparla, ya interpretando di- ferentes pasages lomados de los aulores, ya Ira- lando de ponerlos de acuerdo, y siempre dan- do á sus palabras una significación casi arbi- traria. Hipócrates usó la denominación herpes, como otros muchos médicos de la antigüedad, para designar las afecciones crónicas de la piel. Algunos aulores dicen que Celso describió el eczema impetiginodes, y lo que otros han' lla- mado herpes squamosus madidans (lib. V, capi- tulo 17 y 18), hablando de la rubicundez de la piel, y de la mavor parte de los síntomas de la enfermedad. Ni falla quien asegura que Gale- no le menciona claramente en su descripción de las diversas especies de herpes, y que Avi- cena quiso designar con el título Deesserc, el herpes squamosus madidans, describiendo los principales sínlomas del eczema, teles como la rubicundez intensa, el prurito, y la humedad de las superficies inflamadas. Pero repetimos, que si bien pueden sostenerse eslas aserciones, no nos parecen eslar bástenle demostradas. Nos limitaremos, pues, á decir que á Willan es á quien se debe la determinación esacla de la pa- labra eczema, adoptada por la mayor parte de los aulores que le han sucedido, para de- signar la afección vesiculosa que acabamos de describir. Las obras en que se hallan mejor tra- zados sus caracteres, y que nos han servido parala redacción de este artículo, son los tra- tados de Cazenave y Schedel, deGibnl, y el mas antiguo de Baleman, que lanías veces he- mos cilado, en razón de la .esaclilud de sus descripciones, y en el qne se halla ya consig- DEL ECZEMA. 371 nado lodo lo mas importante que ofrece el es- j ludio de este enfermedad. £1 artículo eczema publicado por Bielt, contiene observaciones j prácticas que hemos reproduci lo con el mayor esmero, porque se hallan sancionadas por gran número de médicos. También nos han preste do grande auxilio los artículos de Plumbe, Copland y Joy. «Muchos aulores ingleses han estudiado de- tenidamente el eczema mercurial. Los que han publicado escritos de importancia sobre este asunto, son : Brendel (De inopinatis ex mercu- rio dulcí noxiit; vol. I, p 69); Schrdier' (De morbo mercuriali; Erfurt, 1792); Benjamín Bell (On gonor. vir. and lúes venérea; l. 11, pági- na 228); Pearson (On the affects of'var. articles of the mat. med. in lúes venérea; cap XIII); Moriarly (A description of mercurial lepra: en 8.°, 1804); Spens (Edimb. med. and surgical journal; t. 1, p. 7); M' Mullin (76.; vol II, p. 37); Chisholm (Ib.; vol. VIH, p. 296); Mar- col (Med. and surg. Societ. trans.; vol. II, ar- tículo IX); Alley (On the hydrargyria or that vesicular disease caused by mercury; Londres, 1810); Malhias (On the mercurial disease; en 8.°, 1811); y J. Frank (Act. cliniq.; v. III, p. 22, y Praxeos, v. II, p. 2. art. IV).» (Mon- nerrt y Fleury, Comp de med. prat.; t. III, p. 153-268). CAPITULO II. 3)el herpes. «La palabra herpes se deriva de sptnw , ar- rastrarse, estenderse serpeando. «Sinonimia.— Efnys, de Galeno, Dioscori- des y Celso; fórmica de Avicena; cystima her- pes de Young: lepidosis herpes, cephlysis her- pes de Good; herpes de Sauvages, Linneo, Wi- llan, Cazenave, Schedel, Rayer y Gibert; her- pes flictenoides, olophlgelides de Alibert; herpes miliar, ignis votaticus, sglvestris de varios au- lores. «Definición.—Sin ocuparnos aqui (véase Historia y bibliografía) de las diferentes acep- ciones que se han dado por los antiguos, y por algunos modernos, á la palabra ípnvs, dire- mos que Willan y la mayor parte de los der- matólogos no dan"en la actualidad el nombre de herpes, sinoá una afección de la piel, comun- mente aguda, caracterizada por una erupción de vesículas de un volumen muy considerable, desarrolladas sobre una base inflamada, y reu- nidas constantemente en grupos, en términos de formar una ó varias chapas vesiculosas de for- ma variable , separadas entre sí por intervalos en que permanece sana la piel. «Divisiones.—'Willan, Baleman, Cazenave, Schedel y Gibert, han establecido las seis es- pecies herpéticas siguientes: 1.° herpes flicte- noides ; 2.° herpes zoster; 3.° herpes circinnatus; k.° herpes labialis; 5.° herpes prceputialis ; 6.° ' herpes iris; Rayer ha añadido á esta división las tres especies siguientes: 7.° herpes vulva- ris; 8.' herpes auricularis; \).° herpes palpe- brr.ds. «Aliberl, cuyo género olofliclides, corres- ponde al género herpes de Willan, ha reunido afecciones que no lienen enlre sí ninguna ana- logia. Esle autor establece las divisiones si- guientes : 1.° oloflictides miliar, (herpes flicte- noides, circinnatus é iris); 2.° oloflict'uíes volátil, ó calor de la dentición , fuego volante de los ni- nos ; 3.° oloflictides prolabial (herpes labialis); í.° oloflictides progenial (herpes preputialis et vulvaris); 5.° oloflictides liidroica ó sudámina. El herpes zoster forma para Alibert un género dislinto. «El calor de la dentición de los niños y los sudámina no deben comprenderse bajo la de- nominación de herpes; por consiguiente, los eli- minaremos de este artículo, al paso que hare- mos entrar en él el zona, que no puede consi- derarse como una afección especial, y que no es masen realidad que una variedad de her- pes. Por lo mismo adoptaremos la división de Willan con algunas modificaciones. Describi- remos primero el herpes flhtenoides, que es la variedad que se presenta con caracteres mas generales, y que constituye por decirlo asi la forma típica de la enfermedad. En seguida es- tudiaremos los herpes labialis, prcepulialis y vulvaris, que constituyen oirás tantas varieda- des en razón del asienlo particular que ocupa cada uno de ellos; describiremos como varieda- des, relativamente á la configuración de las chapas vesiculosas, el herpes circinnatus, y el herpes zoster; y en fin , terminaremos por el herpes iris, que presenta circunstancias ente- ramente particulares en cuanto á la coloración del disco que rodea las chapas. Por lo demás, conviene que sepa el lector anticipadamente, que donde resalta laimportancia de ¡as divi- siones anteriores, es en el estudio de los sínto- mas y del diagnóstico. »Alteiuciones anatómicas.—Rayer es el úni- co que se ha ocupado de la parle anatomo-pa- tológica de la cuestión, encontrando las altera- ciones siguientes. La cantidad de serosidad der- ramada es á veces poco considerable, y una vez rotas las vesículas, se ve en la mayor parte Herpes cir- cinnatus (anillo herpélico, oloflictides miliar de Aliberl, Ringworm).—En esla variedad se ven aparecer sobre cualquier parte del cuerpo, pero especialmenle en los brazos, en los hombros, enel pecho, y sobre todo en el cuello y la cara, un número mas 6 menos considerable de man- chas encarnadas, redondas, y á veces ovala- das, de media á dos pulgadas de diámetro. En las manchas de corta dimensión es la rubi- cundez mucho menos viva en el cenlro que en la circunferencia; en las mas considerables per- manece la piel perfectamente sana en el cen- tro, y la mancha eslá formada entonces por una faja encarnada, cuyas estremidades se reúnen, y que por lo regular es muy ancha relativa- mente á la porción de piel sana que circuye. No pasa mucho tiempo sin que sobre eslas man- chas, que son asiento de una comezón muy vi- va, se desarrollen vesículas globulosas, comun- mente muy pequeñas é inmediatas entre sí, las cuales no ocupan nunca mas que una parte de la circunferencia del círculo, sin que ni una sola se desarrolle en el cenlro. La rubicundez, que por lo demases poco intensa, sobresale una ó dos líneas de la faja vesicular en su parle es- terna é interna. «Esta es, dice Gibert, la va- riedad que va acompañada de un grado mas leve de inflamación, y cuyas vesículas son mas pequeñas.» «Las vesículas siguen su marcha acostum- brada, aunque con lanía rapidez, que la desca- mación termina comunmente al cabo de ocho ó 374 DEL HERPES. diez dias. En muchos casos, principalmente en las cliapas de corlas dimensiones, se reabsorve el líquido de las vesículas; estas so secan y de- primen , y la erupción termina por una esfo- liacion casi insensible del epidermis. »2.° JLrpes zoster (fuego de San Antonio, fuego sacro, ignis sacer, erisipela pustulosa, zo- na, zona ropens, zona serpiginosa , herpes flicte- noides Va zona de Alibert";. — El herpes zoster está constituido por grupos vesiculosos de es- tension variable, ora muy inmediatos, ora bás- tente distantes entre sí, separados pqr interva- los en que ia piel está perfectamente sana, y dispuestos en términos de formar una especie de faja ó ceñidor semicircular (/w«, ceñidor), de tres á cualro dedos de ancho, el cual ocupa solo una mitad del cuerpo, y termina por de- lante y detrás en la línea media: «Nunca exis- te el zona en los dos lados á un liempo, dicen Cazenave y Schedel; pues cuando tal sucede, no se diferencia del herpes flictenoides, al cual deben referirse las observaciones de zona, for- mando un ceñidor completo» (ob. cit., p. 125- 126). De Haen había establecido ya esta ley: «Hac tamen perpetua lege, ulab anleriore par- te nunquain lineara albam, nunquara á postica spinam (phlvísense), Iranscederinl» (Thésis dé febr., div. IV , §. 7, p. 112). «La forma que acabamos de indicar es muy marcada cuando la erupción se ha desarrollado en el tronco; pero suele no serlo tanto cuando la enfermedad liene olro asienlo. Hé aquí las principales disposiciones que se han observado respecte de este punto. «El asienlo mas frecuente del zona es: se- gún J. Frank el tórax; la base de este, segun Cazenave y Schedel, y las paredes del abdo- men según Rayer. Nuestras observaciones per- sonales confirman esta última aserción. La zo- na vesicular es generalmente oblicua , y se es- tiende , cuando ocupa el abdomen, desde la lí- nea alba al espinazo. En el pecho, en el cuello, y en la piel del cráneo, nunca pasa de la línea media; estendiéndose, por ejemplo, desde la parle inedia del esternón, hasta las vértebras dorsales, desde en medio de la laringe, hasla en medio de la nuca, etc. Rayer dice haber vis- lo al zona ocupar un lado de la piel del pene y del escroto. »En ocasiones ocupa el zona el tronco y uno de los miembros: «empieza frecuentemente en la región lumbar inferior y posterior, y va á rodear oblicuamente la región iliaca anterior y esterna, hasla llegar á la ingle y terminar en la parle interna del muslo; ó bien princi- piando en la parle media y superior de la es- palda, asciende á la posterior y anlerior del hombro, y viene á terminar al borde interno del brazo, acompañándolo á veces hasta el bor- de cubital de la mano. También se ve en algu- nos casos salir de una misma media zona dos líneas, de las cuales una se estiende á lo largo del miembro inferior, y otra sube á lo largo del brazo» (Cazenave y Schedel, loe cit., pá- i gina12i). En efeclo, lodos los autores hablan ¡ de un zona perpendicular, vertical, paralelo al eje de un miembro; pi'ro es necesario entender- se: no hay duda que puede admitirse semejan- te disposición, cuando formando el zona un medio ceñidor sobre el tronco , en\ia una pro- longación á uno de los miembros, bajo la for- ma de una faja vesiculosa , mas ó menos pa- ralela á su eje; pero cuando esta faja existe aislada, no puede considerarse te erupción co- mo un zona, puesto que la condición esencial de este es presentar la forma á que debe su nombre. Otro lanío diremos de esas erupciones que ocupan la milad (Marius, Entwurf einer speciellen therapie; t. II, p. 213), ó todo el cuer- po (Turner, On diseases of the skin ; cap. V, p.80), áque se ha dado impropiamente el nom- bre de zona. ».I. Frank ha visto un zona, que se eslendia desde el pabellón de la oreja hasla en medio de la nariz: á veces ocupa la erupción una mi- lad de la cara, y se propaga hasla la boca, in- vadiendo solo la mitad correspondiente de esla. «En diez y nueve casos de veinte , dicen Cazenave y Schedel (loe. cit., p. 125), ocupa el zona el lado rferec/iodel cuerpo, sin que pue- da esplicarse esta singular predilección»; pero por otra parte, Frank y Reil (Erkenntiss und cur der fieber; l. V, p. 293) aseguran que el zona afecta con mas frecuencia el lado izquier- do. En veinticinco observaciones reunidas por Mehlis (Qommentatio de morbis hominis dextri et sinistri; Goelinga, 1818) ocupaba la erup- ción diez y seis veces el lado izquierdo, y nue- ve solamente el derecho. En la primera edición de su obra habia asegurado Rayer, que enlre diez casos de zona, ocho se observaban en el lado derecho del cuerpo; pero en la segunda declara que de cincuenta y Ires casos observa- dos por él, solo treinta y siele se habían des- arrollado á la derecha; de donde deduciremos con este médico «que el cálculo de estas pro- porciones no ofrecerá resultados cierlos, si no se hace sobre una base mucho ma9 estensa» (Rayer, loe cit., p. 332). «Los autores refieren ejemplos de zona do- ble. «Un zapatero de veintisiete años de edad, fue admitido el 24 de setiembre de 1818 en la clínica de Wilna, para curarse de un zona que ofrecía dos segmentos, uno que partiendo de las primeras apófisis espinosas de la espalda, se eslendia sobre el hombro izquierdo y bajo la axila del mismo lado, hasla la parte media del esternón, y otro mas bajo, que recorría un ca- mino análogo en el lado izquierdo, quedando enlre los dos un espacio de Ires pulgadas ente- ramente libre» (José Frank, Pathofogie interne, edición de la Encyclop. des sciences méd.; Pa- rís; 1837, t. 11, p. 233). «Estudiemos ahora los síntomas del herpes zoster. «El zona se desarrolla á veces de pronto; pero mas comunmente va precedido, durante dos ó tres dias, de pródromos variables en su DEL HERPES. 375 intensión, como amargor de boca, náuseas, vó- mitos, sed viva, anorexia, cefalalgia, disnea, ansiedad, desazón general, postración, lipoti- mias, frecuencia de pulso, y calor febril. Muy luego se manifiesten en la región culánea que debe ocupar la erupción, escozor, dolores lan- cinantes, punzadas, hormigueo, una sensación de quemadura y prurito, seguidos de la apa- rición de manchas irregulares, de un encarna- do vivo, masó menos distantes enlre sí, y en ocasiones numerosas, formando reunidas una superficie cuya figura varia en los límites que hemos indicado. «A veces principian las man- chas en las estremidades del zona, y se reúnen por medio de erupciones sucesivas. En gene- ral las que empiezan y terminan esla especie decadena, son mas anchas y presenten una forma regularmente redondeada; al paso que son mas pequeñas las chapas comprendidas en- lre ellas» (Cazenave y Schedel). «Al cabo de algunas horas, ó cuando mas de un dia, se presenten encima de eslas cha- pas unas vesiculilas blanquecinas, como pla- teadas y trasparentes, que lienen el volumen, el aspecto y la forma de perlas pequeñas, y 3ue se aumenten incesantemente por espacio e tres ó cualro dias, en cuyo liempo adquie- ren su máximum de desarrollo, igual al de una lenteja ó al de un guisante grueso. En ocasio- nes se reúnen muchas vesículas, y forman ver- daderas ampollas , que segun José Frank, pue- den adquirir las dimensiones de una nuez y aun la de un huevo de paloma. Las chapas son de un encarnado vivo, y esceden algunas lineas los bordes del grupo vesicular. «En algunos casos raros se absorve al quin- to ó seslo dia el líquido contenido en las vesí- culas, terminando del sélimo al octavo la en- fermedad por una ligera esfoliacion epidérmi- ca. Pero comunmente no sucede asi: del cuarto al seslo,dia disminuye la rubicundez, depri- miéndose y vaciándose las vesículas; el líquido que contienen se pone turbio, negruzco, sero- purulenlo y aun purulento; las vesículas se rompen y son reemplazadas por costrilas ama- rillas ó negruzcas, que se caen al cabo de al- gunos dias, terminándose comunmente la des- camación del décimo al decimoquinto, sin que se distinga ya en esta época otra cosa que unas manchas encarnadas oscuras, que persisten ge- neralmente uno ó dos septenarios. «Tal es la marcha que sigue en su desarro- llo cada grupo vesicular. Pero como las chapas del zona aparecen comunmente de un modo sucesivo, resulla que suelen presentarse nue- vas vesículas en un punto de la superficie afec- ta, mientras que en otro está ya casi terminada la descamación. «El zona va acompañado muchas veces en toda su duración, de dolores locales muy agu- dos, continuos . ó que se reproducen por acce- sos. «Los individuos atacados de esla afección dolorosa, se quejan de-una sensación semejan- te á la que produciría un ceñidor de fuego, un garfio ó un cuchillo que desgarrasen sus car- nes; uherpes proecordia exedtns, dice Tulpio: es- la sensación, añade Darwin , recuerda al builre devorando las entrañas de Prometeo» (Alibert, loe cil., p. 60). Rayer vio un zona abortado ó incompleto, cuyo principal carácter consislia en eslos dolores. Un enfermo que presentaba un solo grupo de vesículas por debajo del omopla- to, se quejaba al mismo tiempo de un dolor muy agudo, limitado esclusivamenleal lado iz- quierdo del pecho, y que se estendia en forma de faja desde la columna vertebral al esternón (loe cit.,p. 335). Muy frecuentemente, aun después que ha desaparecido lodo vestigio de la erupción , persisten estos dolores con ia misma intensión durante un liempo variable y á ve- ces muy largo, en las parles en que luvo su asienlo la enfermedad. Aliberl vio á un hombre que esperimenlaba un prurito insoportable en los puntos donde habían existido las vesículas, y á una joven que seis "meses después de su curación senlia un dolor lancinante, mas incó- modo que el que habia sufrido en los primeros tiempos de la erupción. Eslos dolores lancinan- tes profundos, y á veces intolerables, dice Gi- bert, pueden persistir muchos meses y aun años en la región del cuerpo que ha sido asiento del zona. «Empero las diferentes aserciones que aca- bamos de reproducir, nos parecen llenas de exageración y demasiado generales: en efecto, el zona suele dejar en pos de sí dolores muy incómodos; pero es raro que sean demasiado agudos, ni que se prolonguen mas de dos ó tres septenarios. Ademas, creemos poder afirmar que en la gran mayoría de los casos solo acom- paña al zona un dolor leve, que desaparece po- cos dias después de la descamación. «Pero esta afección puede dar lugar á acci- dentes mas graves que los que hemos enume- rado. En las personas de edad avanzada, de mala conslilucion, debilitadas por la miseria ó por enfermedades anteriores, suelen las vesí- culas adquirir un volumen considerable, rom- perse en poco liempo', y dejar úlceras mas ó menos profundas y doiorosas, que pueden tar- dar mucho en cicatrizarse , y que al cabo son reemplazadas por cicatrices marcadas é indele- bles. Pero es preciso no confundir eslas úlce- ras , que se desarrollan evidentemente bajo Ja influencia de una causa general, con las esco- riaciones, que en individuos jóvenes y coloca- dos en buenas condiciones, suelen presentar las chapas que ocupan las regiones posteriores del cuerpo : eslas últimas son mucho mas superfi- ciales, tienen buen aspecto, son producidas por el roce de las parles enfermas con las ro- pas, y no lienen olio inconveniente que^prolon- gar la enfermedad algunos dias (de dos á tres septenarios). «Finalmente, se ha visto alguna vez á la gangrena invadir las chapas cubiertos por las vesículas: en lal caso las escaras interesan una parte ó la totalidad del espesor de la piel, y se 37fi DKL UKRPE3. desprenden con man o menos rapidez; es lenta la curación, y deja cicatrices análogas á las de las quemaduras profundas. Muy mal aprecia- ríamos los fenómenos morbosos que acompañan á estos accidentes, si nos contentáramos con decir como Kayer: «A veces la piel, cubierto de vesículas, es atacada en la parle posterior del tronco, de gangrena ó de reblandecimiento, ya por efeclo de la inflamación , ya á conse- cuencia de la compresión que sufre esla parle en el decúbito supino» (loe. cit., p. 334); por- que la gangrena invade igualmente las chapas vesiculosas colocadas en la parle anterior del tronco, y se desarrolla en medio de circuns- tancias que demuestran que sus causas son co- munmente generales (Véase el artículo gangre- na EN GENERAL, t. I). »D. Herpes iris. — Esta variedad es muy rara , y no habia sido descrito anles de Bale- man. Se présenla un número comunmente muy considerable de manchitas rojas y circulares, del tamaño de una peseta , sobre cada una de las cuales no tardan en aparecer cuatro ani- llos ó discos concéntricos de diferentes colores, que van adquiriendo sucesivamente de dos has- ta ocho líneas de diámetro: el primero, con- tando desde el centro hacia la circunferencia, es de un encarnado oscuro; el segundo de un blanco amarillento, y el tercero, que es comun- mente el mas eslrecho, de un encarnado subi- do. Finalmente , el cuarto ofrece un color son- rosado, que se confunde con el natural de la piel circunyacente. Empero eslos malices no siempre se presentan tan marcados. «Sobre la porción de piel rodeada por el primer disco se desarrolla del segundo al ter- cer dia una vesícula central aplanada, alrede- dor de la cual no lardan en presentarse otras mas pequeñas, dispuestas en forma de anillo, las cuales pueden cubrir todos los discos, pe- ro no se eslienden comunmente mas allá del primero. «Es muy frecuente que al cabo de algunos dias se reabsorva el líquido contenido en las vesículas, y termine la enfermedad por una li- gera descamación; en otros casos se enturbian las vesículas, se hacen mas prominentes los discos, se derrama el líquido, y forman costras superficiales que se caen del décimo al duodé- cimo dia. »El herpes iris se presenta en todas las par- tes del cuerpo; pero ocupa con preferencia la cara , el cuello, el olecranon, la cara dorsal, y á veces Ja palma de las manos, los dedos, los tobillos y los maleólos. «Curso y duración del herpes.—Conside- rando el herpes de una manera general , puede decirse que constituye una enfermedad aguda, de marcha regular, y cuya duración no pa3a nunca de uno á dos septenarios, exceptuando los casos en que se forman úlceras [herpes prce- putialis 1/ zoster), ó escaras gangrenosas (her- pes zoster). »Los aulores han citado algunos casos de herpes crónico (herpes praputialis , vulvuris, zoster); pero no han considerado, á nueslro modo de ver, bajo su verdadero punto de vis- la los hechos en que se apoyan. Es sin duda muy frecuente ver al herpes prceputialis y al vulvaris, presentarse muchas veces en un mis- mo individuo, con intervalos mas ó menos in- mediatos; pero la erupción sigue siempre su curso ordinario; termina en la curación al cabo de un tiempo dado, y estas renovaciones no constituyen un caso de cronicidad, sino una serie de recidivas, cuya razón se encuentra casi sierapre en la persistencia de las causas que produjeron la primera erupción. «Terminación.—La curación es la termina- ción constante de los herpes. Una sola escep- cion debe hacerse á esla ley, yes relativa'al herpes zoster : en efeclo, se han viste algunos enfermos sucumbir á consecuencia de las es- caras gangrenosas que se presentan á veces en esla variedad. Rayer vio un ejemplo de esta terminación funesta, y Emery recogió olro en sus salas del hospilal de San luis. «Complicaciones.—El zona es la única for- ma de herpes en que los aulores han solido ha- llar complicaciones. Se ha vislo al zona del lo- rax acompañado de un infarto de los ganglios axilares, de pleuresía ó de bronquitis, y al zona de los miembros inferiores producir el infarto de los ganglios inguinales. Los dolores que quedan muchas veces después de curada la erupción, se han atribuido á neuralgias (neu- ralgia de los nervios intercostales en el zona del lorax, de los nervios lumbares en el del abdomen, del nervio crural ó del ciático en el zona de los miembros abdominales, ele), aña- diendo que precedían siempre al desarrollo de la afección vesiculosa (véase Etiología). «El zo- na, dice Rayer, casi nunca es una afección en- teramente simple.... Entre los desórdenes inte- riores que pueden asociarse ócoincidír.con esta inflamación de la piel, son lal vez los mas fre- cuentes los del estomago é intestinos. Los fe- nómenos precursores del zona indican comun- mente un desorden anterior de los órganos di- gestivos; desorden que suele persistir muchos dias después del completo desarrollo de la erup- ción» (loe. cit., p. 338). Estas proposiciones han sido impugnadas por otros médicos. «He- mos tenido ocasión, dicen Cazenave y Schedel, de observar en el hospital de San Luis gran número de zonas, y nunca le hemos vislo acom- pañado de ese aparato de sínlomas gástricos que gratuitamente se le atribuyen.... En mas de quinientos ejemplos de zona que ha vislo Bielt tampoco ha hallado nunca los graves ac- cidentes de que hablan dichos autores » (loe cit., p. 128). Somos enteramente de esta opi- nión : no hay duda que casi todos los dermató- logos, copiándose unosá otros, han insistido en las coincidencias que suponen existir enlre las afecciones gástricas y las enfermedades de la piel; pero eslas aserciones no se hallan justifi- cadas por los hedíos, y por nuestra parle po- DEL HERPES. 377 demos asegurar que los resultados de un nú- mero considerable de observaciones que hemos tenido á la vista, no nos dejan duda alguna respecto de esle punto, que lan importante es para la terapéutica (véase Enfermedades de la piel en general), y que la citada coincidencia no es mas positiva respecto del zona en parti- cular, que relativamente á las afecciones culá- neas consideradas en general. «Diagnóstico.—Difiere el diagnóslico del herpes en las diversas variedades de la enfer- medad. Por consiguiente vamos á establecerle respecto de cada una en particular, advirtien- do anles de lodo que no es fácil confundirlas entre sí, puesto que el herpes iris liene carac- teres marcados que le corresponden esclusiva- mente, y las demás variedades eslan rigorosa- mente determinadas por el asienlo y forma de la erupción. »1.° Herpes flictenoides. — El eczema puede presentarse bajo la forma (je vesículas dispues- tas en grupos; pero son menos elevadas, mas encendidas, menos trasparentes, mas confluen- tes; se rompen con mas prontitud, y son mas estensas las superficies vesiculosas. Cuando la enfermedad dura mas de dos ó Ires septenarios, no sigue un mismo curso en ambas afecciones. En el eczema depende la prolongación de la re- producción de las escamas, y es muy raro que se formen algunas vesículas miliares nuevas; y por el contrario en el herpes, la prolongación se debe á recidivas, es decir, á erupciones suce- sivas de vesículas. «Sarna.—«He vislo muchas veces, dice Gi- berifloc. cit., p. 160), á prácticos distingui- dos confundir el herpes flictenoides con la sar- na.» Apenas puede concebirse que se comete semejante error. Las vesículas de la sarna son mas pequeñas, aisladas, ocupan principalmen- te la cara interna de las muñecas, los dobleces del brazo y la axila ; la falla ademas del acarus ¡cabiei y de surcos en el herpes no puede dejar ninguna duda. »Pénfigo. — El herpes flictenoides podria confundirse con el pénfigo, pues por una parle son á veces considerables las vesículas del pri- mero, y por olra hay casos en que son rela- tivamente pequeñas las del úllimo; pero las am- pollas del pénfigo son comunmente aisladas, se desarrollan con rapidez y sucesivamente, ó á un liempo mismo , en varias parles del cuerpo; se deprimen y secan en uno ó dos dias , y por último, no van nunca acompañadas de ve- sículas. »2.° Herpes labialis. — No puede confun- dirse esta especie de herpes con el eczema de los labios, que por otra parle es muy raro , y en el cual las vesículas, mucho mas pequeñas y numerosas, ocupan una superficie mas estensa. »3.° Herpes prcepulialis.—Cazenave y Sche- del se admiran de que el herpes prcepulialis baya podido confundirse con una afección ve- nérea. «Cuando es todavía vesiculoso, dicen estos aulores, le son aplicables todos los carac- TOMO Vil. léres genéricos del herpes, y no puede quedar ninguna duda. Cuando eslá cubierto de esca- mas, nadie lomará eslas escamas delgadas y aplanadas por las costeas prominentes v grue- sas de la sífilis. Últimamente, sí deja encoria- ciones, son enteramente superficiales, eslan á un mismo nivel en el cenlro y en la circunfe- rencia, y no pueden de modo alguno confun- dirse con las úlceras sifilíticas, notables por su profundidad, por sus bordes duros v elevados, por la capa blanquecina que las cubre, de Para evitar este error, basta saber que la úl- cera venérea de Hunler no empieza por una vesícula, sino por rubicundez, por una verda- dera inflamación ulcerosa» (loco cítalo, pági- na 122-124-). »No hay duda que es imposible equivocar- se en las circunstancias que suponen Cazenave y Schedel; pero cuando el herpes no es vesi- culoso , ni el enfermo puede decir si existieron vesículas al principio de su afección , es tanto mas fácil engañarse, cuanlo que las úlceras herpélicas, cuando el prepucio está accidental- mente inflamado, son aveces mas profundas en el centro, y están cubiertas de una película blanquecina, y cuanto que por olra parle, las úlceras venéreas recientes no lienen lodos los caracteres anteriormente indicados. La dispo- sición de las úlceras en grupos como los de las vesículas que les han dudo origen, es sin du- da un carácter importante , pero no siempre se puede comprobar, porque las úlceras herpé- licas se reúnen algunas veces á consecuencia de una ligera inflamación, producida por el ro- ce ó por la aplicación de lópicos irritantes. En los casos de este género, el curso ulterior de Ja enfermedad es el único que puede aclarar el diagnóslico; y lo mejor que debe hacer el prác- tico, es no dar inmediatamente su dictamen. Si al cabo de algunos dias, y bajo el influjo de lópicos emolientes ó de una" ligera cauleriza- ziou (véase Tratamiento), se cicatrizan las úl- ceras, no puede admitirse la naturaleza vené- rea de la enfermedad; mas por el contrario, si persisten, se eslienden, y loman los caracteres de la úlcera venérea, eslá demostrada su espe- cificidad. Hemos insistido en estos pormenores, porque hemos yisto á prácticos distinguidos co- meter por precipitación errores funestos para el amor propio del médico, y nocivos para el enfermo, puesto que su resuflado, es retardar indebidamente ó prescribir sin necesidad el tra- tamiento anti-venéreo. »4.° Herpes vulvaris.—El herpes vulvaris solo se puede confundir con el eczema,; fiero ya heñios indicado los caracteres diferenciales que distinguen eslas dos afecciones. »5.° Herpes circinnatus. — Aunque Caze- nave y Schedel enumeran los carpieres dife- renciales que separan al herpes circinnatus de la lepra vulgar y del pórrigo scululala, nos pa- rece tan dificil, por no decir imposible, confun - dir eslas dos enfermedades, que no establece- remos aquí su diagnóslico. :J78 DEL nF.RPES. >6.° Herpes zoster.— «No puede confundir- se esla afección con olra, pues su naturaleza vesiculosa y su forma de medio ceñidor, son dos síntomas que no permiten equivocación alguna» (Cazenave y Schedel). En efeclo, es casi impo- sible desconocer el zona, y no hay necesidad de repetir con algunos autores, qne en la erisi- pela son mas considerables la tumefacción, el calor y la rubicundez, lienen mayor tamaño las ampollas, y no se observa la forma semicircu- lar; que en el pénfigo son las ampollas mas an- chas, solitarias, diseminadas por diferentes par- les del cuerpo, no dispuestas en zona, ele »7.q Herpes iris. — Inútil es decir que no puede confundirse el herpes iris con la roseóla de múltiples anillos, puesto que en este no exis- ten nunca vesículas. «Pronóstico. — El pronóslico , cualquiera que sea la variedad herpética á que se aplique, nunca es grave, escepluando los casos en que el zona va seguido de úlceras profundas ó de gangrena, en cuyo caso puede temerse una terminación funesta; la cual aun asi, es muy rara, puesto que entre muchos centenares de casos de zona tratados por Rayer, solo cinco ó sei¡» terminaron en la muerto, y eslos reca- yeron constantemente en viejos. «Etiología. — Causas predisponentes. — El herpes se desarrolla en general en personas adultas, siendo el zona la única variedad que se. encuentra en las dos épocas estreñías de la vida, es decir , en los viejos y en los niños. Se ha querido suponer que el herpes circinnatus es mas frecuente en las mujeres que en los hom- bres, al paso que se verifica lo contrario en el zona; pero esla aserción no se apoya en dalos suficientes. También se ha dichoque el herpes, como la mayor parte de las enfermedades cu- láneas, se presentaba principalmente en las personas rubias, de piel lina y blanca. El zona es al parecer mas común en verano y otoño que en las demás estaciones, y aun suponen al- gunos que se trasmite por herencia; pero eslas proposiciones son cuando menos aventuradas. y>Causas determinantes.—Todos los aulores convienen en que reina la mayor oscuridad res- pecte de las causas que producen las diferen- tes variedades de herpes. Unos creen que son desconocidas; oíros las refieren á un desorden interior, á las causas generales de las enferme- dades herpéticas, ó al vicio herpélico; lo cual equivale á confesar de olro modo su ignoran- cia. Ya hemos- esplicado nuestro modo de con- siderar la opinión de que son causas de herpes las afecciones gastro-inleslinales. «No pretendemos nosotros ciertamente, que en todos los casos sea posible determinar la in- fluencia que produce el desarrollo de los her- es. Oscui#es, por ejemplo, en esos herpes la- ¡ales que se manifiesten después de los acce- sos de una liebre intermitente , después de una liebre efímera , ó en el curso de una flegmasía torácica; en los herpes, y especialmenle en las zonas que se desarrollan sin que sea posible asignarles ninguna especie de causa; pero cree- mos que tanto en estos casos como en la mayor parle de las afecciones cutáneas [véase Enfer- medades de la piel en general), hacen un papel impórtenle las causas esternas y los irritantes locales. El herpes prcepulialis es casi siemprp producido por el roce que ejercen en el pene ios vestidos, por el desaseo, por la acumula- ción de la materia sebácea que se forma entre el prepucio y el glande, por los escesos del coi- to, ó por la desproporción entre el volumen del pene y la vagina, cuando esla es relativamen- te muy estrecha. También son causas muy fre- cuentes de esla variedad herpética, el roce ejer- cido en la vagina por algunos pelos introduci- dos por el pene, las relaciones sexuales con una mujer que tenga sus reglas, ó flores blancas abundantes, irritantes y acres, y la masturba- ción. El herpes vulvaris es producido comun- mente por la equitación , por los flujos mens- truos y leucorréicoa en las mujeres que no se lavan con frecuencia, ó por las causas que aca- bamos de enumerar. Las variedades herpéticas que ocupan la cara (herpes flictenoides, circin- natus) reconocen las mas veces por causas de- terminantes manifiestas: la impresión del frío, los catnbios repentinos de temperatura, las un- turas ó lociones hechas con pomadas, líquidos, ó cosméticos irrítenles. El herpes labialis suele ser debido á eslas mismas causas, al uso de be- bidas ó alimentos irritantes y demasiado ca- lientes, 6 al contacto de vasos sucios. «Tratamibnto.—«El herpes, dice Gibert, recorre generalmente con regularidad y pron- titud sus diversos períodos, y ejercen en ér muy poca influencia los auxilios del arle ; de modo que apenas puede usarse en esta enfermedad mas medicina que la especiante» (loe. cit., pá- gina 160). Esla proposición es enteramente exacta: las lociones, los lópicos emolientes y los baños tibios, son generalmente mas nocivos que útiles; su uso no hace mas que retardar la desecación del mal; las únicas aplicaciones lo- cales á que puede recurrirse con ventajas, son las del agua fria , sola ó adicionada con sus- tancias astringentes, como el sulfate de zinc ó de cobre, el alumbre, el borato de sosa, ó el acetato de plomo. «Cuando la inflamación local es intensa, y la rubicundez muy pronunciada, estendiéndose mucho mas allá de las chapas vesiculosas, y va acompañada de dolores violentos, son útiles las emisiones sanguíneas, debiendo aplicarse san- guijuelas en número mas ó menos considera- ble , segun la eslension de la enfermedad, al- rededor de las chapas y de los puntos mas do- loridos, ó recurriendo a la sangria general si el enfermo es joven y pletórico. Por lo demás, q los sínlomas que indican el uso de las emisio- i* nes sanguíneas, pertenecen casi esclusivamehlc ti al zona. % «Algunos autores han preconizado los vo- «i milivos y purgantes para el tratamiento del herpes zoster; pero Rayer, que admite relacio- ; DEL HERPES. 379 nes ínlimas enlre el zona y las afecciones gas- trointestinales, declara que de nada le han servido teles remedios: «He vislo administrar, dice'esle médico, y ensayado por mí mismo al- gunos años hace el emético al principio del zo- na, cuando iba acompañado de síntomas gás- tricos, y puedo asegurar que han persistido eslos sin ninguna modificación ventajosa..... mejores resultados he obtenido con el método puramente espectante* (loe. cit., p. 344). «Cuando se prolonga la enfermedad des- pués de rolas las vesículas, una ligera caute- rización con el nitralo de plata acelera la ci- catrización y constituye el remedio mas eficaz á que puede recurrirse. Hállase probada muy especialmente su utilidad en el herpes prsepu- lialis, y en el zona con tendencia á la ulcera- ción y á la gangrena. «Serres y Velpeau (Nouv. bib. méd., t. IV, p. 435) han preconizado la cauterización como ... método abortivo del zona. Para ponerle en prác- ti lica aconsejan dividir las vesículas desde su a aparición , y cauterizar su fondo: pero esle ir método llamado ectrótico, ha sido juzgado con d diversidad. Rayer, que lo esperimenlócuídado- s; sámenle, dedujo las siguientes consecuencias: 1 l.» si después de abrir ó escindir las vesículas s se toca ligeramente su interior con el nitralo d de plata, en términos de producir solo una c coslrila muy superficial como se practica co- i munmenle en las aftas, se disminuye la dura- < cion del zona; pero al contrario, se prolonga esta cuando la cauterización se hace con des- cuido y es demasiado profunda; 2.° las vesícu- las competentemente cauterizadas , no van se- guidas con tente frecuencia de escaras ó de es- coriaciones, como las que se abandonan á sí i mismas, sobre todo en los viejos, y cuando es- lan situadas en la parle poslerior del Ironco. 3.' Esle método, del cual puede prescindirse en el zona leve y discreto, debe emplearse siem- pre que haya lemor de qye se formen uno ó muchos grupos de escoriaciones ó escaras en el Ironco, en la cara, ele. 4.° Tocando ligera- mente la superficie de las manchas rojas que preceden á las vesículas, y especialmente las que aparecen después de los primeros grupos, se contiene casi siempre el desarrollo de estos, aunque sin modificar los dolores agudos que los acompañan (loe. cil., p. 345-34»*). «Hemos ensayado en varios enfermos una medicación abortiva, que consiste en la apli- cación del emplasto de Vigo con mercurio so- bre las vesículas nacientes del zona. Los auto- res que han recurrido al mismo método afir- man haber evitado el desarrollo de la afección; v nuestra esperiencia personal nos ha propor- cionado los resultados siguientes. Se sujetaron á la medicación abortiva ires enfermos de una sala del hospital de la Caridad que estaba á nuestro cargo. El primero era un individuo jo- ven v robusto, que se habia presentado á la consulta esterna, pidiendo remedio para un herpes incipiente entonces, que consislia en un grupo considerable de vesículas y flictenas, si- tuado en la piel que cubre el ángulo superior c interno del omoplato izquierdo; otro menos es- lenso desarrollado en el borde posterior de la axila, y olro en lin , también muy pequeño, sobre la parle anterior del lorax. Habiéndose aplicado el emplaste de Vigo á todos estos pun- ios , inclusa la porción sana de la piel que ha- bia enlre ellos, se disminuyó en el dia mismo de la aplicación un calor vivo que senlia el en- fermo al nivel del zona, y habiéndose levantado el emplasto al tercer dia, para comprobar el eslado de la erupción, hallamos que se habia contenido enteramente su curso. Las vesículas primitivas estaban llenas de un líquido blan- quecino ; habia desaparecido enteramente la rubicundez que las rodeaba, y no quedaba ves- tigio de ellas en algunos punios en que eran lodavia muy tenues y poco desarrolladas. Para consolidar la curación , continuamos la aplica- ción del emplasto cinco dias mas, durante los cuales se paseaba el enfermo en las salas del hospital, comia su media ración , y pedia con instancias el alta. En olro enfermo, exenlode toda especie de complicación , y en quien ocu- paba el zona la base del sacro y la nalga iz- quierda , aborto completamente la erupción con el emplasto de Vigo: lo mismo sucedió en olro individuo. Dos de estos hechos se han publica- do en la Gaceta de los hospitales , tomados de las lecciones clínicas dadas en la Caridad por uno de nosotros (setiembre y octubre, 1841). Aunque no quisiéramos dar nuestra opinión sobre el valor de un tratamiento que soto he- mos ensayado tres veces, sin embargo, han sido tan felices los resultados que hemos obte- nido, que creemos deber inclinar á los prácti- cos á imitar nuestra conduela. Por nuestra par- le , concebimos el pensamiento de esla medica- ción , porque la habíamos usado con buen éxi- to para hacer abortar las pústulas de las virue- las, y la aconsejamos con tenia mas confianza conlra el zona, cuanto que no es de temer pro- duzca resultados desagradables. «Cuando el herpes propende á pasar al es- lado crónico, ó mas bien cuando se presenten erupciones sucesivas con cortos intervalos, se obtendrán buenos efectos con tes baños sulfu- rosos ó alcalinos, los purgantes suaves admi- nistrados acortas dosis, durante algunas se- manas, y las aguas sulfurosas interiormente. Giberl aconseja la aplicación á los puntos en- fermos de la siguienle pomada: R. manteca on- za y medía; sulfuro de cal una dracma; alcan- for quince granos. «Los dolores agudos y rebeldes que suelen quedar después de la complete desaparición del zona, se combatirán eficazmente con los ve- jigatorios aplicados al punto dolorido, las sus- tancias narcóticas, como el beleño, la belladona, los polvos de eslranftmio, administradas al in- terior, y en una palabra, con la medicación anti-neurálgica. Sin embargo , hay casos en que son inútiles estos remedios; «con nada pue- 380 DEL nERPES. den compararse mejor, dice Rayer, los dolores rebeldes que suceden al zona, que conciertos Irismos dolorosos, cuya resistencia á los agentes terapéuticos suele ser verdaderamente deplo- rable.» «Clasificación en los cuadros nosológicos.— El herpes constituye el tercer género del seslo orden vesículas) de Willan y Baleman, y el cuarto género del segundo orden (vesículas) de Cazenave y Schedel; Aliberl ha hecho del her- pes zoster el cuarto género de su primer gru- po (dermatosis eczematosas), colocando las de- más variedades herpéticas en el octavo género del mismo grupo. «Historia y bibliografía.—Hipócrates de- signa con el nombre de herpes, ora un exante- ma crítico leve (Epid., ep. III, sed. 111), ora una úlcera corrosiva [Porreticos , sed. 111). Ga- leno dice en un pasage que los herpes (ysr«f, ifxuTís) son ulceraciones cutáneas superficia- les (Comment. sobre el afor. 55, sed. VI); y en otros establece que esta enfermedad no siem- pre es una úlcera, y distingue un herpes mi- liar, otro flictenoides, y otro itmc^vcs (Met. med., lib. IV). Pablo de Egina, Avicena y Rha- sis, no admiten mas que dos especies de her- pes : el herpes miliaris y el herpes corrosivus. Dificil es , ó por mejor decir imposible, deter- minar á qué enfermedades culáneas de las ac- tualmente conocidas corresponden las cortes y oscuras descripciones de los aulores que aca- bamos de citar. Los médicos posteriores hicie- ron ostensivo á multitud de casos el senlido de la palabra herpes, que sirvió para designar la mayor parle de las enfermedades culáneas, principalmente las afecciones crónicas, convir- tiéndose en un término genérico. Lorry y Plenk describen también bajo este nombre enferme- dades de la piel, muy diferentes enlre sí. Wi- llan y Baleman son los primeros que han hecho cesar esla confusión, dando á la palabra herpes la significación limitada y precisa que han adop- tado ya los patólogos, y que hemos dado á co- nocer en nuestra definición al principio de esle artículo. »Asi pues, para trazar la histeria del her- pes, es necesario hacer abstracción de las de- nominaciones, y buscar en los antiguos los po- cos pasages que se refieren mas ó menos cla- ramente á alguna de las variedades herpéticas que hemos descrito. n En las obras hipocráticas solo se encuentra una indicación del herpes labialis: «Febres in quibiis ulcerantur labia fortassis intermitien- tes.« Baleman cree que la descripción dada por Galeno del herpes miliar, debe aplicarse al her- pes flictenoides; pero esla descripción, dice opor- tunamente Rayer, es demasiado vaga, para que se le pueda dar una interpretación rigorosa, y nada indica que deba referirse al herpes flic- tenoides mas bien que al eczema. «Bajo el nombre de ignis sacer describió probablemente Celso el zona, con las siguientes palabras. «E\asperalumque per pústulas con- «tinuas, quarum nulla altera major est, sed »plurima3 perexiguae. In his semper tere pus, «et sajpe rubor cuín calore est, serpilque id «nonnunquam sanesccnle eo quod primum vi- «iiatuní est, nonnunquam etiam exulceratio, «ubi ruplis puslulis ulcus conlinualur, humor- »que exit qui esse inler saníem et pus videri «polesl. Fit máxime in peclore aul lalcribus» [Dere medica, lib. V, cap. 28, §. 4). Celso aña- de: «Allerum aulera est in sumnix culis exul- «ceratione, sed sine alliludine, lalum, sublivi- «dum, inaequaliler temen, mediumque sanescit, «extremis procedentibus, el saepe id quod jam «sanum videbalur, ilerum exulceratur.» Ba- leman cree que esle úllimo pasage debe apli- carse al herpes circinnatus; pero Rayer opina que conviene mas bien á una variedad de pso- riasis palmar, siendo dificil decidirse en favor de uno ú olro parecer. Hoffmann, De Haen, Plaler y Lorry, han dado descripciones bastan- te exactas del zona, pero Borsieri es el primero que lo ha descrito como una enfermedad sui ge- neris. Después de él ha sido cuidadosamente estudiada por J. Frank, Reil, yAIbers; pero una historia completa de esla variedad herpé- tica, y con mas motivo de todas las demás, solo se encuenlra en las obras de los dermatólogos modernos y contemporáneos: en esle número se cuenten principalmente Willan, Baleman, Ali- bert, Cazenave, Schedel y Rayer» (Monnerkt y Fledry, Compendium de médecine pratique, to- mo IV, p. 557-567). CAPITULO III. Del penflgo. «La palabra pénfigo se deriva de *\(*tlii ampolla. «Sinonimia.—Ht(* tes niar- eiales (Asdrubali, Arch. ¡jm. de méd., t- ^ H» p. 601 , 1828), proporcionan á veces la cura- ción de penfigos antiguos y ester.sos, que se ha- bían resistido á lodas las deraas medicaciones. «Casi es inútil decir que debe vigilarse atentamente al enfermo, para combatir con un tratamiento oportuno y apropiado las diferen- tes complicaciones que tan frecuenlemenle acom- pañan al peníigo crónico. «Rayer aconseja respetar esta afección en los casos, por ejemplo, en que ha reemplaza- do á olra enfermedad mas grave, como la gota, el asma, ele; y cuando por ser muy eslensa y antigua, pudieran seguirse de su supresión accidentes funestes; pero ya hemos indicado en otra parle el valor de eslas proposiciones (véa- se Enfermedades de la piel en general). «Naturaleza t asiento del penfig;.—Ocio- so seria refutar la opinión de Braun , quien considera al peníigo como resultado de un es- pasmo que retiene en la economía algunos prin- cipios de la orina, los cuales dirigiéndose á la piel determinan en ella las vesículas; la de Wíchnann que atribuye la enfermedad á la pre- sencia de un insecto, ó la de Asdrubali y Sach- se, que solo ven en las vesículas un efeclo de los esfuerzos depuradores déla naturaleza, para desembarazarse de un principio acre. «La naturaleza flegíuásica del peníigo nos parece una cosa incontestable, y su asiento es indudablemente la red vascular y el aparate sudoríparo de la piel (v. Enfermedades de la piel en general). Tal era ya la opinión de Giü- berl: «El asienlo principal de esta afección, dice, está en el sistema capilar cutáneo, y con- secutivamente en los vasos exhalantes que se abren en la superficie esterna del cuerpo re- ticular.» «Mayores dificultades ofrece el determinar la naturaleza de esta flegmasía cutánea: el pen- íigo agudo no es evidentemente otra cosa, en el mayor número de casos, que una inflamación simple producida por la acción de una causa irritante esterna; pero en el pénfigo crónico, y en cierlos casos complicados, es preciso ad- mitir la existencia de olro elemento morbífico cuya naturaleza ignoramos: bajo este aspecto, existen á nuestro parecer entre e! perdigo y la erisipela muchas analogías que seria mu\ útil estudiar. » Clasificación en los cuadros nosológi- cos.—El pénfigo ha sido colocado en el orden de las vesículas por Plenk (clase IV), por Wi- llan (orden IV), y por Bielt (orden 111). En la clasificación de Aliberl constituye bajo el nom- bre de pemphix el tercer género del grupo de 'las dermatosis eczematosas (grupo 1). »Histüria y bibliografía.—Savary (Bech. historiques sur le pemphigus en Bibliot. med., 1. XLI, p. 168), y Bidaull de Varcnncs (Rech. et obs. sur le pemphigus son histoire et so synony- mie, en Jcurn. gen. de méd.; I- L1V, p..3), han demostrado perfectamente la imposibilidad DEL pénfigo. de decidir, si bajo los nombres de z¡t¿.°, p. 69; París, 1832).' «No hay duda que la rupia, lal como la han descrito Baleman, Rayer, Cazenave y Sche- del , Gibert, etc., no ,es una afección venérea; pero confesamos que no tenemos mucha fé en el valor de los caracteres que segun estos aulo- res distinguen semejante enfermedad del pénfi- go y del eclima. Sea de eslo lo que quiera, tras- ladaremos la descripción y las divisiones tra- zadas por los dermatólogos. «Consiste la rupia en la formación de am- pollas mas ó menos eslensas, aisladas, chatas, llenas de un líquido, ora seroso, ora purulen- to, y á veces sanguinolento, á las cuales suce- den "costras gruesas y ulceraciones mas ó me- nos profundas. «ilúnse distinguido Ires variedades de ru- pia: la rupia simple, la rupia preminente, y la rupia escarótica; pero segun confesión de Catenave y Schedel, eslas variedades solo re- presenten Ires grados diferentes de la erupción (loe. cil. , p. 166). 890 DK LA RUPIA. »Síntomas.—Rupia simple.— Se presenten en las piernas, algunas veces en los lomos y los muslos, y pocas en las demás regiones del cuerpo, sin que las preceda inflamación algu- na, unas ampollas redondeadas, del tamaño de una peseta, chalas, aisladas, poco numero- sas, y llenas de un fluido seroso, amarillento y trasparente. Muy luego se enturbia el líqui- do, se espesa, se vuelve opaco, puriforme y se concreta en costras parduscas, rugosas, raas gruesas en el centro qne en la circunferencia, donde se continúan con el epidermis despren- dido en uua corla estension por un líquido pu- riforme. «Al cabo de algunos dias se ahuecan las costras , se caen, y dejan descubierta una ulce- ración superficial del dermis; la cual se cica- triza pronto ó persiste cierto tiempo; repro- duciéndose y cayendo alternativamente otras costras cada vez mas delgadas. «Después de la cicatrización conserva mu- cho tiempo la piel un color rojo lívido, y aun casi negro (Bateman). »Rupia prominente.—Van precedidas las ampollas de una inflamación circunscrita de la piel, y se desarrollan sobre una superficie roja, caliente y corao eritematosa: son mas anchas que en la forma precedente. »Se acumula lentamente debajo del epider- mis un líquido negruzco, que en el espacio de algunas horas se convierte en una coslra grue- sa y negra (Baleman, Abregé prat. des mal. de la peau; Irad. franc. de Berlrand, p. 294; París, 1820). «Rodea la circunferencia de la coslra una aureola rojiza de algunas líneas de ancho, en cuyo espacio lodavia está desprendido el epi- dermis, hasta que se forma en él una nueva incrustación, aumentando la eslension de la primera. La aureola roja se propaga de nuevo aunque lentamente á la circunferencia; se des- prende el epidermis , etc., y con estes adicio- nes sucesivas, va creciendo el tamaño de la primitiva coslra durante un espacio de liempo que varia desde dos dias á una semana» (Ca- zenave y Schedel, loe. cit., p. 167). «Cuando eslá ya la costra enteramente de- sarrollada, forma una eminencia cónica, que se parece en algún modo á una concha de os- Ira ó de almeja, ó al molusco conocido con el nombre de lapa. «Ora es la costra muy adherentc y persiste muchísimo tiempo, á menos que se determine su caida á beneficio de aplicaciones emolientes; ora «e halla poco unid-i al dermis, despren- diéndose al mas leve frote: cuando se cae deja descubierta una ulceración, tanto mas profunda cuanto mas antigua es la enfermedad, y sobre la que se forraa una nueva costra en el espacio de algunas horas. «De esle modo se reproducen sucesivamen- te muchas costras, hasla que por úllimo se ve- rifica la cicatrización. »En algunos casos no viene otra costra á reemplazar á la primitiva , sino que deja esla en pos de sí una ulceración estensa , muy pro- funda, lívida , sanguinolenta, rebelde , y con lodos los caracteres de las úlceras atónicas. «No se verifica la cicatrización antes de los dos ó tres septenarios, y en ocasiones se hace esperar mucho mas tiempo. Gibert trae el caso de una mujer, que lenia hacia dos años una rupia prominente, sin haber esperimenlado el menor alivio: hallábase cubierto teda la eslen- sion de los tegumentos, desde la frente baste los pies, de enormes costras de un color verde oscuro, desiguales-, abolladas,éirregularmen- te redondeadas, ofreciendo en muchos puntes el volumen de nueces pequeñas, y dejando en- lre sí cortes intervalos de piel sana, ú ocupada por cicatrices superficiales (obs.de rupia pro- minente en Revue medícale; p. 161, número de febrero, 1843). » Rupia escarótica.—Empieza la enfermedad por manchas lívidas, á cuyo nivel se reúne muy luego debajo del epidermis un líquido se- ro-sanguinolenlo negruzco : las ampollas son pequeñas, irregulares y rodeadas de una au- reola de color rojo violado; no tardan en rom- perse, y entonces son reemplazadas por ulce- raciones lívidas, de bordes rojos é inflamados, de las que fluye un líquido fétido, mezcla de pus y de sangre. «La rupia escarótica ocúpalos lomos, los muslos, las piernas, el cuello, la parte supe- rior del pecho, el abdomen y el escroto: en los niños, que es á quienes alaca mas generalmen- te , va acompañada de calentura, de dolores mas ó menos agudos, y puede producir la muerte en dos septenarios. Cuando se obtie- ne la curación , es siempre á costa de mucho liempo. «Diagnóstico.— Las ampollas del peníigo son mas anchas y prominentes; contienen un líquido trasparente; no dan origen á costras gruesas y rugosas, ni van seguidas de ulcera- ción del dermis. «Sin embargo, dice Rayer, el pemphigus infantilís, en el cual se halla á veces ulcerada la piel en el centro de las ampollas, parece ser una especie de transición entre el peníigo y la rupia» (Traite theoriqué et prati- que des maladies de la peau; l. I, p. 305; Pa- ris, 1835). »La forma mas ¿imple del ectima, la que se halla primitivamente constituida por pús- tulas de corlas dimensiones, no puede confun- dirse con la rupia; pero á veces se presenta con verdaderas ampollas purulentas, y enton- ces se hace muy dificil, si no imposible, el diag- nóslico diferencial. Dicen los aulores que las costras de la rupia son mas gruesas, menos ad- herenles, rodeadas de una aureola menos infla- mada , y seguidas de ulceraciones mas profun- das y rebeldes. «El pronóstico no es grave por punto ge- neral; sin embargo, puede durar el mal mu- chísimo tiempo, cuando recae en un anciano, en un sugelo debilitado ó de mala constitución, Bl LA RUPIA. 391 J' ya hemos dicho que la rupia escarótica en a os niños es á veces mortal. «Caosas.—Son desconocidas: se desarrolla esta enfermedad casi esclusivamenle en niños ó en ancianos debilitados por la miseria, por habitar en sitios bajos y húmedos, por una mala alimentación y por enfermedades ante- riores; en ocasiones sucede á las viruelas, al sarampión y á la escarlatina; se manifiesta en sugelos afectados de púrpura simple ó hemor* rágica, y es mas frecuente en invierno. «Tratamiento.—La rupia simple no recla- ma por lo común mas que un tratamiento lo- cal: después de haber conseguido que se cai- gan las costras á beneficio de cataplasmas emo- lientes, y de lociones de la misma naturaleza, se apresura la cicatrización del dermis ulcera- do con el auxilio de baños alcalinos, de lo- ciones con vino aromático, y de ligeras caute- rizaciones con el nitrato de plata. «Muchas veces, dice Rayer, mando espolvorear las úl- ceras de rupia con crémor de tártaro, que es el tópico que con mas constancia me ha pro- ducido buenos resultados.» «La rupia prominente, y sobre lodo la ru- pia escarótica, exigen casi constantemente un tratamiento general y local á la vez. «Hacer que mamen la leche de una buena nodriza los niños aniquilados por el hambre, por una leche mala, ó por el uso del biberón, y que los adolescentes, los adultos ', y los an- cianos, tomen carnes de vaca y carnero y vino generoso; tales son, dice Rayer, los primeros y mas importantes cuidados. A veces es preciso agregar á este régimen la administración de los amargos, de los tónicos, de la quina y de los marciales. «Se ha de modificar profundamente las su- perficies ulceradas por medio del nitralo de piala, de los ácidos nítrico é hidroclórico, del nitrato ácido de mercurio , de la Untura cáus- tica de iodo, y de los baños alcalinos ó sulfu- rosos. Bielt, Cazenave y Schedel, recomiendan la pomada de prolo-ioduro ó de deuto-ioduro de mercurio; pero Plumbe dice que los mercu- riales agravan la enfermedad (A practical treat. on diseases of the skin; p. 156, Londres, 1824). «Debe vigilarse con atención el efeclo de eslos remedios estemos : en la rupia escarótica de los niños es á veces indispensable dar la preferencia á los emolientes. «Cuando la enfermedad ocupa los miembros inferiores, es necesario prescribir el reposo y la situación horizontal: los vendoletes agluti- nantes son útiies en ocasiones. «Clasificación. — Bibliografía. —Willan y Baleman colocan la rupia enlre las afecciones vesiculosas (orden VI); Bielt en el orden de las ampollas (orden III); Alibert la confunde con la flizácia, incluyéndola en el número de las der- matosis eczemalosas (grupo 1, género V). «Willan y Baleman son los primeros que han descrito la rupia; y después de ellos han estudiado la enfermedad Cazenave y Schedel, Rayer y Gibert, pero sin hacerla objeto de nin- guna monografia, de ningún trabajo especial* (Mon. y Fl., Comp., etc., t. VII, p. 440-442). CAPITULO V. De la sarna. «Sinonimia.— Scabies, Celso, Sauvages, Vo- gel, Sagar , Willan , Baleman ; psora, Linneo, Swediaur ; phlysis scabies, Young; ecpyesis sca- bies, Good; sarna, Alibert, Rayer, Cazenave y Schedel, Gibert. «Definición.—«Lasarna, dicen unánime- mente lodos losautores, es una afección conta- giosa , caracterizada por vesículas discretas, puntiagudas, transparentes en su vértice, acom- pañadas de un prurito mas ó menos intenso.» «Fácilmente se conoce cuan defectuosa es semejante definición. Por de pronto no hace mérito de un signo, que si bien puede desapa- recer á cierta época de la enfermedad y bajo la influencia de ciertas circunstancias, no por eso deja de ser el signo palognomónico y cons- tante de la sarna: nos referimos á la presencia de surcos que contienen acaros. Ademas indica como características, vesículas que se hallan le- jos de ofrecer por sí mismas esle carácter, que generalmente no sirven por sí solas para fijar el diagnóstico (v. Diagnóstico), y que por úllimo, van acompañada con mucha frecuencia de pús- tulas y de pápulas. «Por nuestra parte definiremos la sarna: uno afección contagiosa, esencialmente caracte- rizada por la presencia en el cuerpo del hombre, de un número mas ó menos considerable de sar» copias, que se anidan en surcos sub-epidérmicos, producen un prurito violento, y determinan el desarrollo de vesículas aisladas, puntiagudas, acompañadas muchas veces de pústulas y de pápulas. «Esta definición nos obliga, antes de pasar adelante, á dar algunos pormenores acerca del insecto de la sarna. «Descripción del insecto db la sarna.— Acaro, sarcopta ó ciron de la sarna (Acarus, sarcoptes scabiei hominis. Aracnides; 2.° or- den , aracnides traquéenos; 3.* familia, aracni- des traqueolelros; 2/ tribu , acarides, Latrei- lle). La importancia patológica de este anima- lillo exige una descripción detenida, y para que la obtengan nuestros lectores, lo mejor se- rá reproducir la que ba trazado Raspail con una esaclilud de que puede responder uno de nosolros, que ha tenido ocasión de presenciar los ensayos de esle escelente observador. «El acaro de la sarna del hombre liene cerca de un cuarto de línea de diámetro; es de un color blanco, opalino, trasparente , de for- ma redondeada y casi circular. Los contornos de su cuerpo ofrecen lóbulos de diferentes for- mas, segun los movimienlos del animalillo y sus diversas posiciones. Hállase cubierta teda la superficie de su cuerpo de estrias formadas 392 DE LA SARNA. por una vasta red celular, cuyas células son lineares y huecas, y los intersticios de relieve. Esla red opone raucba resistencia, en términos que es muy dificil aplastar el insecto ó dividir- le con un instrumento cortante. «Cuando va andando el insecto, y se le exa- mina de lleno con el microscopio, parece ser aplas uio; pero observándole de perfil se ve que son convexas las superficies anteriores y posteriores. «En su cara dorsal se perciben muchas fi- las de tuberculillos, armados cada cual de un pelo trasparente inflexible. Las cualro filas de punios que descienden hacia el ano y la cabeza, son las que ofrecen pelos mas largos. «La cabeza eslá inserta en un ángulo cuyo vérlice se prolonga sobre el tórax en una línea de color rojo dorado, y liene por debajo un chupador, en el que no se perciben piezas man- dibulares distintas. En la nuca se encuentran dos pares de puntes gruesos , cada uno con un pelo. El hocico es escamoso y corao córneo. «Las patas son ocho; cuatro anteriores, y cuatro poslerines. «Las palas anteriores, colocadas á los lados del órgano de la manducación, se componen de cuatro articulaciones y de una pieza basilar oblicua, representando un triángulo con la hi- potenusa vu.'ila hacia la parte poslerior del cuerpo. Las articulaciones son poco percepti- bles , y lodis cubiertas de pelos; la última está erizada de aguijones muy cortos, y armada por debajo de uü pelo fuerte, que termina en una dilatación flexible, una especie de dedal susceptible de hacer el vacio. Estos dedales sir- ven para la progresión, aplicándose en las di- versas superficies, y permitiendo al insecto li- jarse en lodos los planos. Las palas están im- plantadas en unos esluches, mas no se pueden introducir dentro de ellos. »Las palas anteriores y la cabeza pueden encorvarse háciaabajo, ocultándose debajo del cuerpo, como entran en su concha los cinco miembros análogos de !a tortuga. Favorece este movimiento la conformación de la superficie dorsal del insecto, que sobresate en to ia la cir- cunferencia del cuerpo, adelantándose como un lecho por encima de las palas y de la cabeza. «Las patas posteriores son mucho mas cor- tas que las anteriores; ofrecen la misma orga- nización ; p to en vez de terminar en dedales, presentan en su eslremidad ¡:n pelo tan largo corao todo el cuerpo* del insecto. «Aunque los prios de los miembros inferio- res de este infecto , dice Raspail, se dirigen ha- cia adelante, como tiene la facultad de doblar hacia abajo la cab"7.a y las patas, no deben es- torbarle para andar ¿1 través de la piel. Faci- lita este trabajo la presencia de las duras pa- ¡ pilas dirigidas hacia atrás, q:i? erizan su es- \ palda, ononien.'--) una-resistencia en este últi- mo senlido é impasihiiilai'.d^ lodo retrocí so; y ' sobre todo la dureza escamosa de su cubierta ' esterna que le forma como una p>pecie de con- cha de tortuga» (Raspad, Mémoirc comparatif sur l'histoire naturelle de Vinsecte de la gole, en Bull. genér. de thérapeutique, l. VII, pági- nas 170-180). «Nada mas fácil que comprobar la existen- cia de! acarus en los sarnosos, que i >,.'■: -¡>\ no se han sujetado á tratamiento alguno. En las nalgas, en el pliegue del brazo, en las axilas, en los píes, y sobre lodo en la cara dorsal de las manos, en los intervalos de los dedos, se perciben unas líneas de punidos negruzcos [sur- ¡'o<, cuniculi), masó menos numerosas, déla longilud de media, dos. cualro, y diez líneas, y algunas veces aisladas, aunque por punto ge- neral terminan en una vesícula psórica por una de sus estremidades. Ya volveremos á hablar de la disposición de eslas líneas y de las vesí- culas; por ahora nos basta decir que en la es- lremidad libre de los surcos, que terminan por la opuesta en una vesícula, ó en cualquiera de las estremidades de los surcos aislados, este un poco levantado el epidermis viénd;■■se un pun- ido oscuro, que no es olra cosa que el hocico y patas del inseclo. En este sitio es donde debe buscarse el acarus; para lo cual se introduce oblicuamente la punta de un alfiler debajo del epidermis, se levanta y redobla una hojilla de este, y debajo de ella se percibe á simple viste el parásito, bajo la forma de un cuerpecillo blanco que se adhiere con suma facilidad á la . punta del instrumento. Entonces se le cslcae, y colocándole sobre un vidrio de reloj, se nota que al principio permanece inmóvil, pero al cabo de dos á cualro minutos agila sus patas, y muy luego anda y corre rápidamente. «¿Puede encontrarse el insecto en otros pun- tos, á mas del que acabamos de indicar, como por ejemplo, en las vesículas ó en las pústulas psóricas? Mas adelante veremos que algunos profesores muy autorizados, responden loda- via de un modo afirmativo á esla pregunte, fun- dándose en las aserciones de Gales , porque no pueden resignarse á confesar que se han hecho ilusión respecto de este punto; pero también nos convenceremos de que lodas las circuns- tancias que han acompañado y seguido á las aserciones de Gales, militan directamente en contra de su opinión. Limitándonos por ahora á consignar los resultados de la observación, diremos que seguramente se equivocó Ducbes- ne-Duparc, cuando creyó»ver sacar de las ve- sículas dos acaros(Gazettemedícale, 1834, l. II, p. 56S); que Raspail, Emery , Gras, Vernois, y uno de nosotros, lien:os estraido centenares de acaros , y todos ocupaban la eslremidad de un surco libre, ó el estremo libre de un surco terminado en una vesícula; y que á pesar de las numerosas investigaciones hechas ex-profe- so, ninguno de los observadores que acaba- mos de cilar ha podido encontrar un solo aca- ro en una vesícula ó en una pústula psórica. Renucci, á quien como diremos mas adelante, se debe el descubrimiento definilivo del acarus en Francia ., y que es por cierto competente en DI LA SARNA. Ja materia, se pronuncia formalmente respecto «e esle punto: «En la sarna del hombre, dice, nunca se encuentra el animalillo en el líquido ae las vesículas» (Sur la decouverte de Vinsecte qui produit la contagión de la qale, etc.; tesis de París, 183o, núm. 83, p. 13). «Pueden conservarse los acaros vivos, des- pués de estraidos, ires, cuatro v aun seis dias aunatemperalurade1oá18 grados. «Gras ha hecho numerosos esperimentos I para determinar la acción de ciertos agentes so- bre los acaros. Vamos á dar á conocer sus re- sultados, que son de mucho interés relativa- mente á la terapéutica (v. tratamieisto). «Procedió este autor del siguienle modo. Lslraia un acarus y le colocaba inmedialamen- ■ te en una gola del líquido que quería ensayar observando con el auxilio del microscopio, cuán- to tiempo lardaba el insecto en dejar de mover- se y de vivir. «Para evilar todo motivo de er- ror, dice Gras, es preciso tener cuidado de re- novar los líquidos que se evaporan fácilmente oque dejan precipitar algún depósito. Coloca- do, por ejemplo, el sarcopla en una disolución de subacelalo de plomo, no lardaría en pere- cer envuelto en una capa de carbonato de plo- mo , si no se renovase la gola de líquido; y por el contrario, lomando esla precaución puede vivir el insecto bástenle liempo.» «Los esperimenlos de Gras se hicieron á a temperatura ordinaria el mes de setiem- bre (1834). «Sumergido el acaro en agua pura, con- tinua viviendo al cabo de tres horas. Wdroducido en un líquido algo viscoso, como una disolución de goma, deja de mo- verse, pero añadiendo agua se manifiesta lleno de'vida. «En una gola de agua salada se agita to- davía , aunque poco, ai cabo de dos horas. «En una disolución de subacelalo de plo- mo se conserva vivo mas de una hora. «En el agua de cal muere á los Ires cuartos de hora. »En vinagre perece á los veinte minutos. «En alcohol á 30.° muere también á los veinte minutes, siendo la muerte mas pronta si' se le añade naftalina. ¡ «En una disolución de carbonato alcalino j muere á los veinte minutos. ' «En una disolución concentrada de hidrio- dato de potasa no vive mas que cualro ó seis minutos. «En una disolución de ácido arsenioso mue- re á los cualro minutos. «En la esencia de trementina muere á los nueve minutos. «En una gola de aceite común , de almen- dras dulces ó de ricino, se agita el insecto mas de dos horas. «En una gola de aceite de crotontiglium continúa viviendo después de transcurrida una hora. »En la creosote , en los álcalis v los ácidos TOMO Vil, 393 muere inmediata- concen Irados ii I fu rosos era la que mas ¡ minerales j mente. ! «La acción de los | importaba conocer. «Colocado en ácido, sulfúrico dilatado en tres parles de agua , murió el insecto á los tres minutos. «Sumergido en flores de azufre, vivia aun al cabo de una hora. «Puesto en un vidrio de reloj al vapor de azufre desprendido por combustión, murió á los diez y seis minutos. «Un sarnoso que haya lomado dos ó Ires baños sulfurosos (cualro onzas de sulfuro de po- tasa en cada baño), suele conservar todavía acaros vivos. «Una sola fricción con la pomada de Hel- merik (manteca, 8 parles; azufre 2 partes; sub- carbonato de potasa, 1 parte) mata general- mente Jos insectos; y cuando se ha usado este remedio algunos dias, solo quedan restos en forma de pelos largos, que son los que mas se resisten á la descomposición (Gras , Recherches sur Vacarus ou sarcopte de la gale de Vhommf Paris, 1834, p. 27-29). »Es de mucha importancia para el patólogo conocer bien las costumbres de los acaros, y por lo tanto vamos á entrar en pormenores, que eslrañamos no hallar en las obras mas moder- nas de dermatología, porque sin ellos no se puede formar una noción esacta de la natura- leza de la sarna. «Respecto de este punió utilizaremos tam- bién la memoria de Gras. Cuando esle obser- vador hacia sus investigaciones sobre el aca- ro , uno de nosotros estudiaba con él en el hospital de San Luis, y por lo tanto puede res- ponder de la esaclilud de esperimenlos que se hacían á su vista, y que él mismo repetía en no pocas ocasiones. Insistimos en esta circuns- tancia , porque todavía no eslan acordes los pa- receres relativamente al papel que desempeña el acaro en la sarna, y porque queremos pre- venir al leclor, que-si emitimos un juicio opues- to al de muchos dermatólogos, no es en razón de simples inducciones teóricas, sino por una ■ convicción fundada en hechos numerosos y ri- i gurosamenle comprobados. j «Observando muchos saríoptas con el mi- j croscopio, rara vez se deja de sorprender, al- j gunos poniendo unos huevecilios oblongos, j blancos, trasparentes, y de .la tercera parte dé ¡ la longitud del insecto. L9s madres abandonan I eslos huevos, á no ser que se queden detenidos ! en sus polos. «Si se pone un sarcopla sobre la piel, se le ve echar á andar siguiendo con preferencia las arrugas del epidermis , y ejecutando un movi- miento particular, queconsisle en elevar la par- le posterior de su cuerpo, y asipse por medio de los dedales en que terminan sus palas ante- riores. «Si después de colocados algunos sarcoplas en la piel, y sobre todo en la del brazo cerca 50 S94 DE IA SARNA. déla muñeca, se los cubre con un vidrio de ¡ reloj bien sostenido, no lardan los insectos en j pendrar debajo del epidermis, abriéndose su conduclito de la forma que ya hemos descrito. ¡ Al propio tiempo percibe el sugelo sometido al esperiraento una comezón mas ó menos vio- lenta, que en ocasiones se empieza asentir tres ó cuatro horas después de aplicados los in- sectos. »Varia mucho el liempo que tarda el insec- to en terminar su trabajo. Gras ha visto sar- coptas que emplearon calorce y aun veinte dias para hacer un conduelo de dos líneas; al paso que otro adelantó en tres dias el mismo terre- no. Sin embargo, á las veinticuatro horas de puestos los animalillos en la piel, se hallan sierapre los insectos introducidos en conductos corao de inedia línea de largo. «Para hacer el insecto su conductillo, le- vanta el epidermis por medio del hocico, en cuya operación le auxilian los pelos que eri- zan su dorso, y que como dice muy bien Ras- pad, no le permiten retroceder. Probablemen- te serán estos pelos los que produzcan la co- mezón. «El animalillo camina entre el epidermis y el cuerpo mucoso; el trayecto que recorre sue- le ser tortuoso, y á veces sigue las arrugas na- turales de la piel. «Ocupa el insecto, como hemos dicho, una de las estremidades del conducidlo, donde per- manece sin moverse durante un tiempo varia- ble, que puede llegar á muchas semanas des- pués de la aparición del surco. Al cabo de este liempo se encuentra ya el insecto completa- mente desarrollado, desaparece, y el surco se va borrando poco á poco. Entonces queda li- bre el sarcopla, y se oculta en las arrugas de la piel , en los dobleces de las articulacio- nes, etc. Anda con rapidez, y puede variar de silio fácilmente. »En ciertos casos antes de que se vean los conducidlos, y generalmente después, á los. cinco, odio, doce, catorce, y aun diez y seis dias después de aplicados los insectos sobre la piel, se presenten unas vesículas puntiagudas, discretos , y en ocasiones pustulillas, dispues- tos , relativamente á los surcos, de diferentes maneras dignas 4e tenerse en cuenta. «Por 1o común las primeras vesículas que te presenten eslan en un estremo ó en el tra- yecto de un surco que las ha precedido; las que siguen , por el contrario , y aun en algu- nos casos las primitivas, se hallan aisladas, ma- nifestándose á menudo en parles del cuerpo en | que no se encuentra un solo conductillo. Lo mismo sucede con las pústulas, que por lo de- mas son mucho mas raras, y generalmente se manifiesten muchos dias y aun muchas sema- nas después de las vesículas. «Estas se presentan de pronlo sin ningún sínloma precursor; crecen luego con mas ó me- nos rapidez, y parece que el calor favorece su desarrollo. «Examinando con cuidado las vesículas á beneficio de. una lente, desdo que empiezan á formarse, se ve en muchas de ellis, ya bácia su vértice, ya en un lado, un puntilo iir¿;ro, que á veces se prolonga formando un semi-cír- culo, siluado en el espesor del epidermis sobre una, mancbila blanquecina. Si se comprime la vesíoula, pero sin romperla, sale por eAc pun- to un poco de serosidad. «Luego que eslan las vesículas mas desar- rolladas , se percibe desde el punto negro que acabamos de indicar, una línea de punli- tos negruzcos ó blanquecinos, que ora van del vértice á la circunferencia, ora atraviesan la vesícula como un diámetro ó como una cuerda, y no es olra cosa que el conducidlo. El insecto se encuentra, corao ya hemos dicho, en ia es- lremidad de este conductillo opuesta al pun- tilo negro que se ve en la vesícula; de donde se le puede estraer sin que se derrame nada de serosidad, porque nunca existe comunicación enlre ia vesícula y el conductillo. «Aunque á veces se cruzan los surcos, nun- ca ha vislo Gras que empiecen dos en una mis- ma vesícula. «A la vesícula primitiva acompañan á ve- ces oirás'Ires 6 cualro, que se desarrollan so- bre el trayecto del conductillo sin comunicar con él; pero también pueden fallar eslas úl- timas. «Hállanse á menudo vesículas en el trayec- to de un conducidlo, sin que las haya prece- dido vesícula primitiva, y aun eslo es lo que se observa en la mayoría de los casos. »Las vesículas aisladas, desarrolladas en puntos en que no existen surcos, aparecen so- bre todo en el tronco, los brazos, los antebra- zos y los muslos, siendo muy raras en los pies y en las manos. »Asi como hay vesículas sin surcos, asi lambien se ven surcos sin vesículas primitivas ni consecutivas. Sin embargo, conviene adver- tir que muchas veces se rompen las vesículas con el roce de la ropa, ó porque se rasca el enfermo; que otras se abren espontáneamente, y que por lo lanío, antes de afirmar que ao han existido, debe examinarse con cuidado, si no presente la piel en una de las eslremidaíles del surco ó en sus inmediaciones, algún pun- lilo privado de epidermis, y rodeado de un cor- doncillo característico, que es la señal de ha- ber existido una vesícula (Gras, loe. cil., pá- ginas 20-31). «También Aube ha hecho curiosas investi- gaciones sobre las costumbres del acaro, ilus- trando en gran manera, como luego veremos, la etiología , y la naturaleza de la sarna. «La mayor parle de los sarnosos, dice este médico, á quienes hemos preguntado de qué modo habían contraído la sarna, nos han dicho que durmiendo con otro individuo afectado del mismo mal. Los demás se habían puesteen con- tacto mas 6 menos directo con sarnosos, ó con sus camas ó vestidos. Pero estos últimos eran DE LA SARNA. 393 tan pocos, que estarían eon los primeros en la ] proporción : : 5: 100. Habiéndonos llamado la | atención esta enorme diferencia, y reflexionan- | do ademas que rarísima vez participan de ia j infección los enfermeros esclunvamente encar- ■ gados de la asistencia de los sarnosos, ni los j médicos que examinan á cada paso gran núme- ro de enfermos, nos ocurrió la idea de que po- dia atribuirse esta circunstancia á una causa que hasta entonces ni aun se habia sospechado, y que podia muy bien suceder que el acaro de la sarna fuera un insecto nocturno , como las chinches y oíros varios. «Para comprobar esta hipótesis, traló pri- mero Atibé de buscar el acaro de noche y con luz en la piel de los enfermos; pero no pudo encontrarlo, cosa fácil de esplicar en razón de la pequenez del insecto, y de su color pare- cido al de la piel. Tomó entonces muchos aca- ros, los metió enlre dos vidrios dispuestos de modo que no los estorbaran para moverse, y observó atentamente sus maniobras, obteniendo los siguientes resultados. «De dia se iban los insectos á tes ángulos de los vidrios, y solían permanecer en ellos completamente inmóviles, ó sondaban era con mucha lentitud y como si les costara trabajo y solo quisieran buscar un asilo mas conve- niente; de modo que no adelantaban mas de una línea por minute. Si se ponia la caja de crislal en un silio ose uro, se retiraban los in- sectos al parage menos claro, sin moverse, ni dar signo alguno de vida. »Perode noche era muy distinto: los ¡osée- los, tan pacíficos de dia, no lenian un momen- to de reposo; se agitaban; iban continuamente de n n puntea olro, y recorrían en el mismo espacio de liempo una estension cualro veces mas considerable que durante el dia. «De estos esperimentos ba deducido Aubé las siguientes conclusiones. «El acaro .de la sarna del hombre es un in- secto nocturno. Buscando un asilo mas seguro que los pliegues de la piel ó los pelos que la cubren, se labra iina pequeña habitación de- bajo del epidermis, y en ella se oculta lodo el dia. De noche abandona su retiro para buscar- se su subsistencia; recorre todo el cuerpo; ie ataca en muchos puntos, y cada una de sus mordeduras produce una vesiculilla. Al ama- necer vuelve el insecto á meterse en su escon- dite (Aubé, Considerations genérales sur la gale tt sur Vinsecte qui la produit; tesis de París, 1836, núm. 60, p. 12-16). «Necesitábamos entrar en lodos los porme- nores que preceden , antes de plantear la cues- tión relativa al papel que desempeña el acaro en la sarna. Ahora ya podemos determinar con conocimiento de causa, si este insecto es el ar- tesano, ó simplemente el parásito de la afección psórica. , «No me parecen enteramente conduyentes, dice Raver (Traite theor. et prat. des mal. de la peau; París, 1833, t. I, p. 466), los esperimen- tos que se han hecho con objeto de averiguar sí es realmente el inseclo el artesano de la sarna.» «Cazenave v Schedel (Abregéprat. des mal. de la peau, 3." edic; Paris, 1838, p. 142) se manifiestan también dudosos, haciendo algu- nas objeciones-, á que luego contestaremos. .«Gibert describe la sarna como hubiera po- dido hacerlo diez años há. Apenas menciona el acaro, y en cuanto á las investigaciones de que ba sido objeto este inseclo, y á las cues- tiones de patogenia que se refieren á su exis- tencia, guarda el mas absoluto silencio. «Al- gunos observadores, dice, han creído poder atribuirá un insecto particular, que habían descubierto en las vesículas de la sarna, la causa del desarrollo y de la propagación de la enfermedad» (Trailé prat. des maladies spécia- les de la peau; París, 1839, p. 126). A esto se reduce cuanto dice Gibert sobre lan importante cueslion. «Por olra parle, Emery (sesión de la Aca- demia real de medicina del 16 de setiembre de 1834), Gras (loe. cit.), y Aubé (loe. cit.), consideran decididamente al acaro como Ja única causa de la sarna, y nosotros nos adhe- rimos á esta opinión, que por lo demás se ha sostenido desde hace mas de un siglo (v. bi- bliografía). ((Si el acaro es la causa de la sarna, dicen Cazenave y Schedel (loe. cit., p. H3), por qué no se le encuentra siempre? Fácil es responder á esta objeción. No se encuentran acaros en los sarnosos cuando estos han sufrido un trata- miento, ó cnando por haber alcanzado el in- secto su completo desarrollo, ha abandonado su surco y aun el cuerpo del hombre (Gras). Mu- chas veces no existen mas que dos ó tres sur- cos en un mismo individuo.¿qué tiene, pues, de estraño que se oculten al observador que no sabe en qué punto ha de encontrarlos? (ePor qué, dicen los mismos aulores, no hay relación entre el número de las vesículas y et de los acaros? Los esperimentos de Aubé dan una razón satisfactoria de esla diferencia, que ademas podria esplicarse de olro modo. En efeclo, bien pudiera la presencia de los acaros determinar una irritación culánea especial, re- sultando las vesículas, no solamente de la ac- ción mecánica de los insectos, sino á conse- cuencia de esta irritación. i>Cómo, continúan Cazenave y Schedel, se esplicarán esos hechos de contagio, tan frecuen- tes y bien comprobados, en que solo por dar la mano á un sarnoso, y aun por tocarle ligera- mente los dedos, ha contraído un sugelo la en- fermedad? Nunca se han visto en la superficie de la piel ni el inseclo ni sus huevecilios; su exis- tencia es, digámoslo asi, sub-epidérmica, siendo preciso para encontrarlo andar escarbando con un instrumento agudo , y por lo tanto no es de creer que vaya á trasmitirse de una persona á otra por un simple contacto. Pero los hechos de contagio de que hablan Cazenave y Schedel, 390 BE LA SARNA tejos te ser muy frecuentes, son excesivamente ruro>; y de lodos modos, no atribuyéndolos á una cnfteracion del acaro, ó á traslación de sus huevecilios, solo podrian esplicarse por el contacto del líquido de las vesículas psóricas; lo cual ofrece una dificultad, y es que está de- mostrado por repelidos é incontestables espe- rimenlos, que dicho liquidóse pone en con- tado con la piel, y aun se inoculi, impune- mente. Gras asegura que cuando los insectos han adquirido lodo su desarrollo, abandonan shs madrigueras, y se encuentran libres en la superficie de la piel; Aubé cree que salen de noche de sus surcos, en cuyo caso bien puede alguno de ellos cometer un error de tiempo; y por úllimo, Gras afirma positivamente que los acaros ponen sus huevos sobre la piel; y no de- bajo de! epidermis. aPor (¡ué, dicen, si el acaro es la única causa de la sarna, solo se le encuentra en las manos y en las muñecas! Efectivamente , es in- dudable que enlre los dedos es donde raas co- munmente se encuentran los sanoptas; pero lambien se tes halla en la flexura del brazo, en la axila, en la ingle, en la parle interna de los muslos, enjel vientre (Aubé), y enlre los de- dos de los ptes. Y aun sin esto, qué eslraño se- ria que tuvieran los sarcoptas, como laníos otros insectos, un asienlo predilecto? «Paro, añaden, si la sarna depende del aca- ro , será una afección local de causa esterna, y entonces ¿cómo se esplican los hechos de re- percusión y retroceso? Mas adelante demostra- remos que no existe en la ciencia un solo he- cho bien averiguado de relropulsion psórica. Ademas ya hemos dicho (véase los artículos ec- zema , y ENFERMEDADES DE LA P1BL EN GENERAL), sjue nosotros entendemos por retroceso de una afección culánea, no como han hecho y conti- núan haciendo todavía algunos autores, la tras- lación de un silio á olro de un ser material, de un vicio ; sino la desaparición de una enferme- dad de la piel, bajo la influencia de un trata- miento repercusivo, desecante, ó bajo la de una inflamación coexistente mas enérgica. Según esta esplicacion, que es la única que justifican los hechos, del mismo modo puede verificarse el retroceso de una inflamación cutánea de cau- sa esterna, que el de una inflamación de causa interna. «En verdad, cuesta trabajo comprender có- mo teniendo á mano una causa física mani- fieste, han podido lodavia los mas recomenda- bles autores continuar atribuyendo la sarna á una cau-a interna, cuya existencia no se halla probada de modo alguno. Ya en olro parage (v. Enfermedades de la piel en general) hemos demostrado cuánto amengua una observación riguro¿a el influjo de las causas internas en la producción de las enfermedades cutáneas, con- sideradas de un modo general. Ahora solo aña- diremo?, que si puede caber duda respecto de alguna de ellas, no a.d en verdad relativamen- te á la sarna. . «Aun ei priori, hipótesis por hipótesis, eree- , mos que la raas razonable seria la de admitir I el acaro como causa esencial y única de la sai - ¡ na ¿qué direaios, pues, en vfsla de los hechos i y consideraciones que militan á su favor? ¡ »Si el acaro solo fuese un parásito que se i desarrollara espontáneamente á favor de la su - ciedad y del calor, como los gusanos en el que- so añejo ¿qué esplicacion tendrían los casos en queso le encuentra durante el invierno, en per- sonas muy limpias y de clase elevada, á quie- nes á veces se pega la sarna de sus criados? «¿Por qué, dice Gras, tendría eiacaro la sin- gular propiedad de vivir únicamente en los sar- nosos, sin existir nunca en sugelos'que solo son desaseados, ni en los que padecen otras afecciones culáneas de forma vesiculosa ó pa- pulosa? No se diga que le atrae la inflamación, porque nunca se instala en parages inflamados; ni tampoco la serosidad de las vesículas, por- que huye de ella. Ademas, debe tenerse en cuenla que la sarna se cura á beneficio de sim- ples fricciones con sustancias irritantes, que lie- nen la propiedad de malar los sarcoplas.» «Por olra parle, los esperimenlos de inocu- lación son harto perentorios. Si podemos con Emery (Informe leido en la Academia de me- dicina de París, sesión del 31 de octubre de 1834), considerar como insuficientes las aser- ciones de Itenucci, quien afirma (sesión de la Academia de medicina de París, 23 de setiem- bre de 1834] haber producido repelida y cons- tantemente la sarna, aplicando sarcoptas sobre la piel de individuos sanos, ¿qué duda puede quedarnos después de los esperimenlos de Gras? La aplicación de los insectos determinó siem- pre el desarrollo de vesículas evidentemente psóricas', y no creemos que para mayor segu- ridad fuese necesario, como pretendía Cornac (sesión de la Academia de medicina de París del 16 de setiembre de 1834), conservar los acaros y sus vesículas el liempo suficiente para dar lugar al completo desarrollo de una ver- dadera sarna. Lejos de eso nos persuadimos, que si Cornac hubiera estado en lugar de Gras, no hubiera necesitado lanto para formar su convicción. »EI hermano de Renucci asegura (Gazette des hópitaux, 9 de setiembre, 1839) haber curado á un niño de la sarna, sin mas que hacer que le eslrajera lodos los sarcoplas que lenia en las diferentes parles de su cuerpo, una muchacha muy diestra en esta operación. «Fundados"en loque precede, no titubea- mos en considerar al acaro corao la única cau- sa de la sarna, y debemos decir que Cazenave nos ba declarado que en la actualidad es ya de este opinión. Semejante diologia modifica profundamente cuanlo han escrilo los aulores contemporáneos sobre la naturaleza y el -trata- miento de la afección que nos ocupa, asignan- do á esla en la clasificación de las enfermeda- des cutáneas, un silio muy diferente del que hasta ahora se le habia conservado. DS LA SARNA. «División be la sarna.—Willan y Baleman describen cualro especies de sarna: 1.° sarna paputiforme ó sarna terrible; 2.° sarna linfáti- ca ó acuosa; S.° sarna purulenta; 4.° sarna ca- quéctica (Baleman , Abregé prat. des mal. de la peau, Irad. por Berlrand; París, 1820, p.240). Alibert distingue una sarna legítima (scabies txquisita), y otra bastarda (sarna falsa, anó- mala, crítica, metastática, scabies spuria). Re- nocci (tesis citada, p. 23) establece las cua- lro variedades siguientes: 1.° sarna vesiculosa; 2.° sarna papulosa ó seca; 3.° sarna pustulosa, sarna gruesa ó phlyzacia; 4.° sarna falsa. «Estas divisiones carecen de fundamento só- lido. Baleman no indica mas carácter diferen- cial entre sus dos primeras especies, que el de tener las vesículas de la segunda algún mas volumen, y en cuanto á la sarna caquéctica, la describe de un modo oscuro, confundiendo sin duda la sarna con varias complicaciones (impéligo, psoriasis) , con afecciones culáneas consecutivas, y aun con enfermedades entera- mente estrañas á la erupción psórica (loe. cit., p.250). »E1 mismo Aliberl confiesa que la sarna fal- sa sucede á la legítima , y que la producen la suciedad y los tópicos escilanles (loe. cit., pá- gina 684); por manera que la reduce á una complicación. «Nunca presentan los sarnosos esclusiva- menle pápulas ó pústulas : unas y otras acom- pañan siempre á las vesículas, y ó bien de- penden del grado de la enfermedad, ó bien de alguna complicación. «Fabricio Hildano, Riverio y Pringle , han hablado de sarnas críticas, que se desarrollaban espontáneamente á consecuencia del parto, ó como crisis de calenturas y de diferentes enfer- medades agudas y crónicas. Bielt dice con ra- zón (Dict. de méd.; Paris, 1836; artículo galb, t. XIII, p. 554), que probablemente incurri- rían estos autores en error de diagnóslico, lla- mando sarna á olras afecciones vesiculosas ó pustulosas, mas ó menos análogas á semejante enfermedad. Por nuestra parte seremos mas es- plícilos que Bietl; pues como no admitimos la posibilidad del desarrollo espontáneo de la sar- na (véase causas) , negaremos rotundamente la existencia de la sarna crítica. «A imitación de Bielt. Cazenave y Schedel y Rayer, no consideraremos en la sarna mas que una sola especie, refiriendo á complica- ciones ó á grados diversos de la enfermedad, Jos síntomas variables en que están fundadas las divisiones que hemos enumerado. «Síntomas.—Para estudiar con método los síntomas de la sarna, supondremos que un in- dividúo acaba de esponerse al contagio, y ob- servaremos el desarrollo de los fenómenos psó- ricos, según el orden como aparecen. Por otra parle'necesario es proceder asi, si se ha de for- mar una idea esacta de la sarna. ^Incubación. «En los niños, dice Bielt (loe. cit. p. 540), se manifiesta generalmente la 391 erupción cuatro, ó cinco dias después del con- tagio; en los adultos ofrece este periodo una duración medía entre ocho á quince dias en verano, y doce á veinte en invierno; duración que aun puede disminuir en los sugelos de tem- peramento sanguíneo, v ser mayor en los de temperamento bilioso. En los ancianos y en los ¡ individuos afectados de enfermedades crónicas, ; pasan muchas semanas, v aun á veces muchos j meses, desde la época del contagio hasta la de la I erupción de las vesículas.» «Concíbese en efecto , que el calor v la fi- ! nura y delicadeza de la piel favorezcan el de- | sarrollo de la enfermedad; pero no pueden for- marse cálculos esactos con los datos, casi siem- ; pre inesactos ó alterados á sabiendas, que su- | ministran los'enfermos. Sin mas prueba, no podemos admitir que la incubación sea capaz ide prolongarse muchos meses. Nunca hemos visto que dure tanto; antes al contrario, siem- pre que hemos interrogado cuidadosamente á los enfermos, haciéndoles responder con pre- cisión y recordar las diferentes circunstancias que han podido ocasionar el contagio, nos he- mos convencido de que el período de incuba- ción no ha podido pasar de tres semanas cuan- do mucho. »Por lo demás, solo con numerosos ensayos de inoculación puede obtenerse una evalua- ción exacta, y esos están por hacer. Los he- chos observados por Gras son demasiado esca- sos, para que puedan aceptarse definitivameble los cálculos de esle autor, quien cree que cuan- do la sarna se trasmite por medio de huevos, varía el tiempo de la incubación desde un dia hasla ocho ó diez, segun que estén mas ó me- nos próximos á abrirse los huevecilios, y que puede ser mas largo este período, cuando se ve- rificad contagio por medio de acaros arranca- dos de sus madrigueras por las uñas del enfer- mo, y trasportados á un individuo sano anles de haber adquirido su completo desarrollo. »Asiento primitivo de los síntomas psóricos. Manifiéstense primero los síntomas, como es natural, en el parage donde se ha verificado el contagio ó efectuado el contacto. Efectiva- mente en las muñecas y los intervalos de los dedos, que son las parles mas espuestas á re- cibir el acaro, es donde en la gran mayoría de casos se presenten las primeras señales del mal. Sin embargo , hay circunstancias particu- lares que ejercen mucha influencia respecto de este punto. En los sombrereros, tintoreros, obreros que trabajan con ácidos concentrados, herreros, cerrageros , y demás artesanos que lienen endurecida y callosa la piel de las ma- nos, se manifiesta con preferencia la sarna en los brazos, las axilas y el vientre; en los sas- tres, que usan almohadillas comunes á muchos individuos, aparece en las palmas de las ma- nos ; y en los que se ejerciten en lirar al flore- te, empieza por la mano derecha , donde se po- nen el guante que sirve á los demás. En los niños de pecbo empieza la sarna por las nal- 198 BI LA SARNA. gas, que se hallan en contacto con las manos y antebrazos de sus amas. «Últimamente, dice Bielt, se conocen hechos, aunque raros en ver- dad , en que ha empezado la sarna por la cara, á donde se ha trasmitido por contacto inme- diato, ó por d de telas que habían servido á sarnosos.» Sin negar de un modo absoluto da esaclilud de este aserto, debamos decir que uno de nosotros ba observado muchos cientos de sarnosos, sin encontrar jamasen ninguna época de la enfermedad, ni surcos, ni vesículas, ni ningún otro sínloma psórico en la cara. Ca- zenave y Schedel tampoco han sido mas afor- tunados. «Puede, dicen , encontrarse la sarna en todos los puntos del cuerpo, esceptuando sin embargo el rostro, que siempre se preser- va.....Se han citado casos de haberse trasmi- tido la enfermedad á la cara por el cuello de una capa; pero dudamos que entonces hubiera verdadera sarna, porque hemos visto millares de sarnosos, sin haber bailado-una sola vez la erupción en semejante silio» (loe. cit. pági- nas 136-138). «El primersinlomaque.se manifiesta, es un Íirurito mas ó menos vivo, que se declara en as partes contagiadas, precediendo á lodos los demás fenómenos: muchas veces es violentísi- mo, aunque no se perciban lodavia surcos ni vesículas. Se aumenta por las lardes y sobre todo de noche, haciéndose raas enérgico con el calor, las bebidas alcohólicas, y lodas las cansas que activan la circulación culánea. »Muy luego se presenten surcos y vesícu- las , pero ofreciendo en su aparición las diver- sas particularidades que hemos indicado. Ora preceden las vesículas á los surcos; ora no se observan sino muchos dias después que estos. Por lo común terminan los surcos por una de sus estremidades en una vesícula; pero á me- nudo también están aislados. Las vesículas se desarrollan por punto general en el trayecto ó á las inmediaciones de los surcos, aunque pue- den asimismo hallarse muy distantes. Ya he- mos estudiado la forma, eslension y dirección de los surcos, y sus relaciones con el insecto y con tes vesículas, y por lo tanto no insistire- mos aqui ea estos pormenores. «Las vesículas psóricas son pequeñas, pun- tiagudas, discretas, trasparentes en su vértice. Abriendo una de ellas , y enjugando ia serosi- dad, se ve en su cenlro una pequeña cavidad, debida mas bien á la tumefacción del dermis circunyacente, que á una verdadera ulceración, puesto que las vesículas de la sarna nunca de- jan cicatrices. «En algunos casos, dice Gras (loe. cit., p. 20), he creide notar que se podia separar una porción del epidermis que cubre la vesícula sin penetrar en este, lo cual si fuera constante , parecería indicar que ademas de la cubierta epidérmica lenian otra propia.» «Varía mucho el número de las vesículas. En algunos casos, y principalmente en invier- no, en los ancianos é individuos débiles, son poco numerosas las vesículas, ocupando solo las parles que han sufrido el contacto inmedia- to; generalmente solo exi-len algunas disemi- nadas enlre los dedos, en las muñecas, y en la cara anterior de los antebrazos; siempre se en- cuentran surcos que terminan en vesículas ó eslan situados ásus inmediaciones: el prurito es entonces poco intenso. Oirás veces, y sobre lo- do en verano, en los sugelos sanguíneos 6 lin- fáticos , en las mujeres y en los niños, se de- sarrollan las vesículas rápida y abundantemen- te , manifestándose primero en los miembros, cerca de las articulaciones e» el senlido de la flexión, y luego en el vientre, las nalgas, el pecho, etc. Entonces puede hacerse general la erupción , aunque sin embargo, siempre respe- la la cara y la piel del cráneo. Las vesículas se desarrollan en parles en que no se encuentra un solo surco. El prurito es insoportable; los enfermos se rascan sin cesar, y se desgarran con las uñas las vesículas; derrámase el líqui- do contenido en eslas , y se concreta formando escarnidas delgadas y poco adherenles. Es tal muchas veces la violencia con que se rascan los enfermos, que hacen sallar sangre de las por- cioncitas de dermis denudado que constituyen el fondo de las vesículas; en cuyo caso se for- man costras negruzcas, semejantes á las que se observan en los ancianos afectados de prurigo. «En les individuos robustos, sanguíneos y plelóricos, en aquellos que por su profesión se hallan espuestos á una temperatura muy ele- vada, en los que viven en la suciedad, se ras- can con violencia, abusan de los alcohólicos 6 guardan un régimen muy escilanle, y final- mente, cuando se abandona largo tiempo la en- fermedad á sí misma, se hace mucho mas in- tensa la inflamación del dermis, presentándose pústulas, ora pequeñas y discretas, parecidas á las del impéligo; ora anchas y de base infla- mada como las del eclima (sarna pustulosa, fal- sa, gruesa, ele. de los aulores). Muchas yecet también se desarrollan pápulas, mas ó menos numerosas, en los intervalos que separan las ve- sículas y las pústulas (sarna papulosa). Tampo- co es raro en eslos casos que se estienda en al- gunos puntes la inflamación hasla el tejido ce- lular subcutáneo, determinando la formación de furúnculos y de abscesos. Las colecciones purulentas, que se observan principalmente en las axilas, en la margen del ano y en los miem- bros, y que el vulgo conoce con el nombre de depósitos de sarna , se han atribuido por algu- nos aulores á la repercusión y al retroceso de esta enfermedad: ya volveremos á ocuparnos de esle asunto (véase terminaciones). En los in- dividuos de mala conslilucion, afeclados de si- filis, de escrófulas, que tienen numerosas ve- sículas mny confluentes, y que á fuerza dé ras- carse han denudado porciones del dermis bas- lante considerables, las escoriaciones, superfi- ciales al principio, adquieren en ocasiones malos caracteres, trasformándose en úlceras mas 6 menos rebeldes (sarna caquéctica de Willan). «Tales son los únicos síntomas qne en rea- »K LA SARNA. lidad pertenecen á la sarna. «Las erupciones y flegmasías internas que pueden acompañar- 399 tener conexión alguna con la sarna, v que no pocas veces se han manifestado muc'hos años la, dicen con ra^Save í "sdTedeT.wn Se¡ ne¡^ ^¿^ d^ So toe L*™ verdaderas complicaciones :_ pór mas estensa j maíadclante veremos qT^ que sea la erupción, nunca determina esos for midables accidentes que algunos le han atri- buido» (loe. cit., p. 139). «Curso, ouracion y terminación.—Nunca se cura espontáneamente la sarna; tiene una ten- dencia continua á progresar, y abandonada á sí misma, dicen Cazenave y Schedel, puede durar años enteros y aun teda la vida. Tratán- dola acertadamente, por el contrario, se cura en un espacio de tiempo que varia entre seis y veinte dias, segun el grado á que ha llegado la enfermedad, la naturaleza del tratamiento empleado, la oportunidad de su aplicación, etc. (v. tratamiento). »Si bien no se cura espontáneamente la sar- na, tampoco termina nunca por la muerte. Al- gunos autores han afirmado que podia la sarna trasformarse en otra afección ;culánea; pero no es asi: sucede á veces que se manifiesta otra erupción al mismo liempo que la psórica ó du- rante su curso, persistiendo después de ella; masen tales casos no hay trasformacion, sino complicación. «Muchos aulores antiguos han trazado un cuadro sumamente sombrío de los accidentes consecutivos á tes metástasis, á los retrocesos, á las repercusiones psóricas, y aunen nuestros dias se ha hablado de estes funeslas termina- ciones de la sarna. «Ramazzini, Testa, y algu- nos otros observadores, dice Rayer (loe. cit., p. ¿57), aseguran haber vislo sobrevenir he- raalurías, afecciones del corazón y oirás mu- chas enfermedades graves, después del relroce- io de la sarna. Por mi parle no he observado ninguno de estos hechos, que son rarísimos.» No podemos admitir esla última aserción. ¿En 3ue se funda Rayer para creer que han existi- o y son posibles los hechos de que habla? Se- rá sin duda en el testimonio de los aulores, puesto que confiesa no haber visto jamás casos análogos. Pues bien, no dudamos declarar, que no existe en la ciencia una sola observación, que tenga bajo esle aspecto la menor importan- cia. Unos, como Favereille-Placial (Diss. sur les accidents funestes qui resultent du mauvais traitement de la gale et de sa repercussion; té- sis de Paris, 1805, núm. 543), han confundido bajo el nombre de sarna eczemas, impéligos, prurigos y sifilides (tés. cit., p. 6-7); ó han atribuido'al retroceso sínlomas pertenecientes „„■ • ■ . i T i-»»*» i* lu^miLai cala opinión se han inventado mil absiírdos sobre la naturaleza de la sarna. Háse pueslo en contri- bución todo el cuadro nosológico, atribuyendo al retroceso de la afección psórica tisis pulmo- nares, hidropesías, parálisis, manías, hemor- ragias, epilepsias (AVenzel, die Nachkrankheitcn von zuruck getretencr Kratze; Bamberg 1826) amaurosis (WenzeL Lanzoni, Ephem. Acad nat. curios., cent. IX y X , p. 14), empiemas [hcrueil perwclique de la Societé de Médecine de París; l. XLI, p. 41. v t. XLII, p. 216) v hasla tortícolis (Wenzel)! Todavía son mas esteaordt nanos los hechos referidos por Goerdens (Ster- nutatio insólita nimia á scabie [retropulsa • en Acta Acad. nat. curios.;[. VIH, p. 384), Han- nes (De spasmo vesica; urinaria: lethali ex sca- bie retropulsa; en Acta Acad. nat. curios.- to- mo VI,, p. 1*5), y Yirdung (De abdominis, scroh,pedumquc, tumore immenso in puero eos retropulsa scabie orto, en'Acta Acad. nat. cu- nos.; t. V, p. 183). «Alibert, Bielt, Emery, Cazenave, Rayer y Gibert, han visto millares de sarnosos, y nun- ca han podido encontrar un solo caso de re- troceso. No hay duda que pueden manifeslarse enfermedades inlercurrenles de cualquier es- pecie en sugelos afectados de sarna, v aun pue- de una flegmasía visceral hacer desaparecer momentáneamente la inflamación culánea, pro- ducida por la mordedura de los sarcoplas, por un tralaraienlo esterno demasiado irritante y por los mismos enfermos cuandp se rascan con violencia; pero los casos de este género no lo son de retroceso. »A priori, y teniendo solo en cuenla la cau- sa próxima, la naturaleza de la enfermedad no puede admitirse en el dia la posibilidad del retroceso, de la repercusión de la sarna, y esta leoria se halla confirmada por la observación El mismo José Frank, á pesar de sus teorías hu- morales exageradas, se pronuncia terminante- mente respecte de este punte: «Repugna, dice á la sana razón la doclrina del retroceso de la sarna.» Muy notable es semejante declaración en boca del autor del Praxeos. «Recidivas.—Son estas muy frecuentes en los sarnosos; pero siempre se deben á una de las siguientes causas: ora los enfermos, apenas curados, se esponen otra vez ai contagio y con- traen una nueva sarna: ora abandonan el 1ra- -...wU.v.u «., 'v»«""""' -....«...»^ |Jw.t..v.v^niw nwvu uuu ituira anuía, uia duciiiuuiian ei ira á la misma enfermedad. El mismo aulor que lamienlo demasiado pronto y anles que se ha acabamos de citar, consideraba como acciden- tes de retroceso, los abscesos formados en la margen del ano y en los muslos, en sugelos que poco tiempo antes habían contraído la sar- na, y lo que es mas admirable, creía que este circunstancia le ponia en el caso de volverá co- municar la erupción á los enfermos! (loe. cil., p. 10). Por lo común se han citado como ejem- plos de retroceso, enfermedades que no podían ' yan destruido los huevecilios depositados en su cuerpo por los sarcoplas, y se reproduce la erupción en cuanto se desarrolían nuevos acaros. «Diagnóstico—«La sarna , dicen Cazenave y Schedel, es una de las enfermedades de Ja piel cuyo diagnóslico tiene mas importancia porqueel menor error puede, nosolamenle com- prometer la repulacion del médico, sino ade- 400 DI LA SARNA. mas, o bien inspirar sospechas injnslas, pri- rar a alguno de su colocación, separarle de los suyos, etc.; ó bien dar á toda una familia se- guridades engañosas sobre una enfermedad, cu- yo rápido contagio puede comunicarse muv luego á todas las personas de la casa.» Estes reflexiones son muy juiciosas, y hartes ocasio- nes se presentan de comprobar su esaclilud; pues tal es la negligencia con que se estudian por lo común las enfermedades de la piel, que para muchos prácticos son totalmente desco- nocidas. «La presencia de acaros es el signo palog- nomónico, y el que ante lodo debe buscarse. Cuando se llega á descubrir un inseclo, ya no es posible dudar: existo la sarna sean cuales- quiera las complicaciones que la acompañen. «Cuando no se encuentra acaros, lo cual puede consistir, ó en que no se esplore con bas- tante atención todas las partes del cuerpo, ó en que existan muy pocos insectos ocultándose á las mas minuciosas investigaciones, ó en que sea antigua la enfermedad , ó en que el sugeto ha- ya sufrido anteriormente algún tratamiento; enlonces varia el diagnóslico segun las cir- cunstancias. «Generalmente la forma, la disposición de las vesículas, su asiento cuando están situadas enlre los dedos, el prurilo, y el desarrollo de la enfermedad por contagio, no permiten des- conocer la sarna; pero á menudo también es muy dificil el diagnóstico. En algunos casos no se puede decidir á primera vista, siendo nece- sario aguardar á que la erupción continúe ha- ciendo progresos, y presente caracteres mas marcados. «Las vesículas y las pústulas psóricas pue- den referirse á un eczema simple ó á un im- péligo. ^Eczema. En el eczema simple están las vesículas aglomeradas, son mas chatas y rae- nos animadas; el prurilo es mas bien un es- cozor general que una comezón, y generalmen- te no ocupa la erupción los intervalos de los de- dos. Mas no siempre son muy pronunciados los caracteres diferenciales, siendo muy dificil el diagnóstico cuando el eczema ocúpalas manos, conío suele suceder en los individuos que por su profesión tienen que manejar sustancias ir- ritantes, pulverulentos, etc. (lavanderas, dro- gueros, etc.) nimpéligo. Nü existe diferencia alguna en- tre las pústulas impetiginosas y las psóricas; pero el impéligo no va acompañado de prurito, y casi nunca ocupa las manos. r>Liquen simple.—Prurigo. Una vez des- garradas las vesículas psóricas, y remplazadas por coslrillas negruzcas, fácilmente puede con- fundirse la sarna con el liquen simple ó el pru- rigo. En esle caso conviene recordar que las pápulas qne constituyen eslas dos últimas afec- ciones, son mucho mas numerosas y aglome- radas que las vesículas psóricas, ocupando principalmente el dorso, los hombros y les miembros en el sentido ele la estension. El pru- rito que acompaña al prurigo, es mas intenso que el de la sarna ; y c:i el liquen . por el con- trario, es poco notable el prurilo. I ¡tunamen- te , en la sarna casi sierapre se. encuentran al- gunas vesículas intactas lodavia. «Repitámoslo: á pesar de los caracteres di- ferenciales que acabamos de indicar , es difici- lísimo, sino imposible, deeslablecer el diagnós- lico de la sarna, cuando no se encuentran sur- cos ni sarcoplas, las vesículas eslan rolas y son poco numerosas, y no puede demostrarse, ni aun sospecharse, el desarrollo de la enfermedad por contagio. En los casos de este género no pueden menos de quedar en duda aun los mé- dicos mas esperimenlados y que mejor conocen las enfermedades de la piel. »Sarna simulada. Vénse á menudo indi- gentes que buscan en los hospitales un asilo contra el frió y el hambre, prisioneros y sol- dados á quienes halagan las dulzuras de la en- fermería ó la estancia en el hospital, y que pa- ra lograr sus fines, simulan la sarna por medio de picaduras practicadas con alfileres gruesos en las muñecas ó enlré los dedos. La ausencia de surcos , de vesículas, de pústulas , de pápulas, en una palabra , de todos los síntomas que ca- racterizan la sarna, basta para poner en claro la superchería, que de lodos modos se hace ma- nifiesta al cabo de algunos dias de observación. »Pronóstico. El de la sarna es siempre fa- vorable en el doble conceplo de que la curación es la terminación constante de la enfermedad, y de que usando un tratamiento oportuno pue- de obtenerse en pocos dias. «Puede ser útil la sama, ya corno fenóme- no crítico, ya produciendo una derivación fa- vorable hacia la piel? »José Frank, á quien citamos con compla- cencia por la razón que hemos indicado, dice que no puede admitirse una sarna crítica, y que los que opinan de diverso modo, ó bien confunden la sarna con otra enfermedad, ó bien suponen que es crítica esta afección, en casos en que el enfermo la ha adquirido casualmente hacia el fin de la dolencia, ó no ha reparado en ella hasta enlonces. »Biett, Cazenave y Schedel, y la mayor parle de los dermatólogos modernos, son del mismo modo de pensar de José Frank, que co- mo ya hemos dicho es lambien el nueslro, pues- to que consideramos al acaro como la única causa de la sarna , y que esle insecto no se des- arrolla por generación espontánea. «Háse dicho que bajo la influencia de la sarna habían desaparecido afecciones graves, y algunos médicos hasta han llegado á procu- rar que ciertos enfermos adquiriesen semejante mal. Se han citado hidropesías (Jerzembski, Diss. de scabiei salubritate in affectibus hydro- picis, Halae. 1777), vesanias, enfermedades del corazón, tisis pulmonales, ele, curadas de esle modo. No necesitamos decir que no debe darse crédito á lates aserciones. Como la sarna DE LA SARNA. 401 determina una irritación viólenla y eslensa de la piel, puede en algunos casos derivar una li - ¡ gera flegmasía interna, aguda ó crónica: pero | su influjo no pasa de aquí, y cuando el médico j crea del caso producir artificialmente semejan- te derivación culánea, podra recurrir á medios mucho menos repugnantes, y mas eficaces, que la inoculación de la sarna. «Complicaciones.—Hemos dicho que la ir- ritación psórica no solo producía vesículas en la piel, sino también pápulas y pústulas, que por consiguiente deben incluirse entre ¡os sín- lomas de la sarna. En los sugelos jóvenes, vi- gorosos, sanguíneos, plelóricos, y en casi to- dos los sarnosos, cuando se rascan"con violen- cia ,ó ha eslado mucho liempo la enfermedad abandonada á sí misma, ó se prescribe un tra- tamiento esterno demasiado irritante, ó bien se prolonga escesivamenle el uso de los agentes anlipsóricos; adquieren dichas lesiones un gran desarrollo, vacaban por constituir verdaderas complicaciones. Asi es que la sarna se compli- ca á menudo con eczema, con liquen, impéligo, y ectima. Ya hemos visto que á veces se eslien- de la inflamación al tejido celular, complicán- dose enlonces la sarna con furúnculos ó con abscesos. »La sarna, que acomete especialmenle á los individuos sumidos en la miseria y en la su- ciedad, puede complicarse con el escorbuto, que se manifiesta en iguales circunstancias. En- lonces suelen las vesículas psóricas presentarse de color lívido, y cubrirse de costrilas oscuras que dan origen á escoriaciones superficiales. »La sífilis y las escrófulas en nada modifi- can Jos síntomas y el curso de la sarna. Pue- den sobrevenir como enfermedades coexislenles flegmasías membranosas y parenquimatosas, y cuando estas se hacen muy intensas, se depri- men y desaparecen las vesículas psóricas. To- mando el efecto por la causa, se han conside- rado como.ejeraplos de retroceso muchos casos de esla especie. «Etiología.— Causas predisponentes. — Lo son todas las circunstancias que favorecen el contagio, como el sexo masculino y la edad adulta, la miseria y ciertas profesiones , como la de sastre, de colchonero, de mercaderes am- bulantes, de comisionados viajeros, ele. En efeclo, los jóvenes, los indigentes, y los suge- los dedicados á los oficios que acabamos de in- dicar, eslan mas particularmente espuestos á acercarse á sarnosos, á dormir en malas posa- das, en camas que han servido á sugelos con- tagiados, v á veces con otro y aun otros com- pañeros, v á tocar vellidos,'trapos y colcho- nes, que hayan pertenecido asárnosos. «Se ad- quiere la sarna, dice J. Frank, por la perma- nencia en el campo, los barcos, los hospitales, las escuelas, los baños públicos , los sitios des- tinados al baile, las tabernas, las casas de pros- titución, donde pululan tantos insectos inmun- dos, lis'de notar, continúa J. Frank, que las lavanderas, que muchas veces lavan ropas muy TOMO Vil. infestadas, nunca contraen la sarna, lo cual debe atribuirse al uso del jabón.» Mouronval (Rech. et observ. sur la gale; Paris, 1820 con- tó enlre 1867 personas atecladas de sarna que fueron admitidas en el hospital de San Luis du- rante el año 1820, 1234 hombres y 633 muje- res: 1342 de estos enfermos lenian de quince á veinticinco años.— Clima. Algunos aulores dicen que la sarna es endémica en Córcega, Es- paña é Italia , atribuyendo semejante endemia al clima de eslos pueblos. Posible es en efeclo que el calor favorezca la reproducción de los acaros, y por consiguiente la propagación de la enfermedad; pero lodavia no se halla esla influencia demostrada de una manera positiva. Tan común es la sarna en Polonia como en Córcega; y creemos que se han atribuido al clima efectos de la miseria, de la suciedad, y de la falta de un tratamiento conveniente y aun de lodo remedio. — Temperamento. La sarna acomete con preferencia á individuos sanguí- neos y linfáticos: es rara en los biliosos; pero esto depende, como dicen Cazenave y Schedel, de que no abundan mucho eslos úllimos tem- peramentos. «Causas determinantes. A nuestro modo de ver, es el contagio la única causa determi- nante de la sarna : se verifica por medio de los sarcoplas ó de sus huevecilios, como mas por menor hemos dicho en otro lugar. »Se efectúa el contagio inmediatamente de un enfermo á un sano, ó mediatamente á be- neficio de objetos que hayan servido á un sar- noso. En la inmensa mayoría de los casos (95 veces de 100, segun Aubé) se trasmite la sarna de noche é inmediatamente, por acostarse en una misma cama un sarnoso y un sugelo sa- no. Ya hemos vislo que Aubé considera al sarcopla como un insecto nocturno, esplicando así esta circunstancia, que pudiera también deberse simplemente á que en teles condiciones es el contacto mas íntimo y mas prolongado que en ninguna otra. «La sarna, dice Rayer (loe. cit., p. 459), se trasmite de hombre á hombre por el con- tacto del humor de sus vesículas.» Parece in- creíble que sin apoyarse en prueba alguna ha- ya asediado Rayer" como un hecho gereral- mente admitido, una aserción qne nunca ha podido demostrarse, y que se halla positiva- mente desmentida por los esperimentos de Lu- gol, Mouronval y Gras, que han inoculado mu- chísimas veces la serosidad de las vesículas psó- ricas sin obtener el menor resultado. «Puede trasmitirse la sarna de los anima- les al hombre? Dice Aliberl, que de un caballo sarnoso adquirieron muchos sugetos una erup- ción escabiosa , y que en olro caso, dos indivi- duos que habian uno desollado y olro rellenado de paja una leona muerta con sarna. fueron acometidos de esla enfermedad (ob. cil., pági- na 56*). Mouronval dice haber vislo tres casos de sarna comunicada por galos, y uno por un perro (loe. cil., p. 9-10). Biell ha vislo em- 51 10» l»R LA SARNA. pleados del museo de historia natural á quie- nes se habia pegado la sarna por cuidar unos camellos que la padecían , y añade que en olra ocasión se trasmitió la misma enfermedad de un perro á un joven que le acariciaba muy á menudo (ob. cit., p. 544). A pesar de eslos tes- timonios , creemos con el mismo Biett, que to- davía no se halla demostrada la Irasmision de la sarna de los animales al hombre. «Tratamibnto.—Enorme es el número de los remedios anlípsóricos, y presentar una lista de todos ellos seria lan fastidioso como inúlil. Nos limitaremos, pues, á indicar las preparaciones que merecen mencionarse, estableciendo des- pués el tratamiento racional de la sarna. «1.* Estafisagria.—Ranque (Mém. etobserv. cliniq. sur un nouveau procede pour la guerison de la gaie; París, 1811) prescribía lociones con el siguienle líquido: R. polvos de semilla de estafisagria , media onza; estrado de adormi- deras, dos dracmas; agua diez y seis onzas; cuezase por veinte minutos. Bietl ha ensayado esle medio, que le ha producido resultados muy • dudosos, aunque en muchos casos continuaba su uso hasta cincuenta dias (Biett, art. cit.). Oíros esperimentos hechos en el hospital de San Luis, han demostrado que este remedio irrita- ba mucho la piel, determinaba el desarrollo de eczemas é impéligos, y provocaba dolores ar- ticulares, insomnio, calentura, y accidentes gastro-inleslinales. »2.° Eléboro blanco.—Pringle y Heberden hacían uso de una pomada compuesta del si- guiente modo : R. polvos de raiz de eléboro blanco, una dracma; manteca, una onza. Biell ha sometido cuarenta enfermos á este trata- míenlo, que ha durado por término medio tre- ce dias, sin ofrecer el menor inconveniente. »3.° Tabaco.—Boerhaave y otros muchos han preconizado las lociones con un cocimien- to de tabaco (R. hojas de tabaco, dos onzas; agua diez y seis onzas: para dos lociones al dia). Melier ha ensayado este medicamento, habien- do lardado veinte dias por término medio en lodo el tratamiento (Melier, Experiences com- paratives sur le traitement de la gale, en Bull. des se. med.; julio 1825, p. 240). Este reme- dio suele determinar laxitudes, desazón,.vómi- tos, y la mayor parte de los efectos tóxicos de la nicociana. »4.° Tomillo.— El tratamiento con las si- guientes lociones le ha durado á Cazenave diez y siete dias por término medio: R. tomillo, tres onza»; agua hirviendo, tres libras; háganse tres lociones diarias (Bull. de therap., 1841, t. XX, p. 112). Añadiendo vinagre á esta pre- paración ligeramente modificada (tomillo, dos onzas; agua, tres libras; vinagre, ocho onzas), se logra que la duración media del tratamiento no pase de doce dias. »5.° Plantas aromciticas.—Cazenave ha ob- tenido resultados muy satisfactorios de Jas lo- ciones alcohólico-aromáticas, usando las dos preparaciones que siguen: R. esencias de ro- mero , espliego, menta v limón, ai. una drac- ma; alcohool rectificado, tres libras; agua quince libras.—R. mente piperito, romero, to- millo, salvia y espliego, áá. ocho onzas , alco- hol rectificado, doce libras; agua, ocho libras: quebrántense las plantas, macérense en el al- cohol por diez dias, v fíltrese. »6.° Brea.—Alibert (Rull.de therap.; to- mo IX, p. 114), y posteriormente el doctor Penl- zlin ( Allgemeines Repertorium von kleinert; Leipsic, 1837; cuad. de enero, p. 92), han ob- tenido buenos efectos de la brea. La duración media del tratamiento ha sido de diez dias (brea, dos dracmas; manteca, una onza: dos fricciones diarias). »7.° Aceite común. — Delpech (Bull. des se. med.; octubre 1827, p. 175) y Boileau de Cas- lelnau (Revue méd.; setiembre 1828, p. 406) han aconsejado unas simples lociones con aceite común. Emery dice haber usado con fruto el mismo medio. »8.° Jabón. —Thomann y Helmerich han empleado las lociones jabonosas (Journ. gen. de méd.; agoste 1837). Dornblueth (Zeitschrift fur die gesammte Medizin; junio, 1842), y Sicherer (Allgemeines Repertorium von kleinert; marzo, 1836, p. 51), han empleado el jabón negro. El último asegura que la duración media del tratamiento no pasa de ocho dias. El jabón ne- gro determina siempre una irritación viva de la piel, y un eritema general seguido de des- camación. »9.° Mercurio.—Han se empleado frecuen- temente los mercuriales en el tratamiento de la sarna. Biett ha esperimenlado la pomada citri- na, la de Werlhof (calomelanos, una parle; manteca, ocho partes), y las lociones de nitrato de mercurio. La duración media del tralaraienlo ha sido de 14 dias en el primer caso, de 20 en el segundo, y de 15 en el tercero. A Bietl le han producido malos efectos las pomadas de proto- ioduro y de deuto-ioduro de mercurio* Melier ha usado unas lociones mercuriales (mercurio vi- vo, dos onzas; ácido nítrico, cualro onzas; agua quince libras), habiendo exigido el tratamien- to 20 dias por termino medio. La quinta esen- cia antipsórica de Mettemberg, preconizada por su aulor, que hizo un secreto de su composi- ción , parece tener por base el deuto-cloruro ds mercurio (Bull. de pharmacie; año 1.°, agoste, p. 354). Habiéndose ensayado esle remedio st- creto en el hospital de Val-de-Grace en París, ante una comisión nombrada por el ministro de la guerra , se acordó proscribir su uso. Los mercuriales no ofrecen ventaja alguna en el tratamiento de la sarna, y determinan casi siem- pre accidentes mas ó menos graves, como erup- ciones culáneas, infartos glandulares, estoma- lilis, tialismo, etc. «10. Plomo.—Se han ensayado, pero sin éxito, las lociones de agua vegeto-mineral. El doctor Lison asegura, que por el contrario se cura el mal en seis dias por término medio, • usando el tratamiento siguienle: R. lilargirio, DE LA SARNA. 403 una onza; aceite común, cualro onzas; póngase j á un fuego lento, y agítese hasta que se disuel- va bien el lilargirío. Deben hacerse dos fric- ciones al dia con 16 granos de ungüento cada vez (Bull. de therap.; l. IX, p. 31). «11. Sulfato de zinc.—Hegenisch (Horns Archiv.; t. III, p. 2I«) y Haríess (Bufeland's journal, mayo 1816, p. 32), han preconizado las lociones de sulfato de zinc; pero no se han hecho esperimenlos con este médicamente. «12. AIcanfor.— Melier ha obtenido la cu- ración en el término medio de trece dias , con el uso de un linimento alcanforado (R. alcan- for, dos dracmas; aceite común, dos onzas: dos fricciones diarias). Cazenave ha usado sin ven- tajas manifiestes una loción aceto-alcanforada (R. alcanfor, media onza; vinagre blanco, Ires libras). «13. Amoniaco.—Con el linimento volátil (R. amoniaco líquido,dos dracmas; aceite co- mún, dos onzas) ha obtenido Melier curacio- nes en el término medio de catorce dias. «14. Cloro.—Derheins y Fanlonelti han pre- conizado el uso del cloruro de cal (R. cloruro de cal, una y media á tres onzas; agua, diez y seis onzas, para tres ó cuatro lociones diarias), asegurando que por medio de esle medicamen- to se ha verificado la curación del seslo al dé- cimo dia (Bull. gen. de therap.; t. III, p. 366). Cazenave dice que el tralaraienlo por los cloru- ros le ha durado por término medio catorce dias (R. líquido de Labarraque, onza y media;' agua. Ires libras: para Ires lociones diarias). »15. Sulfuro de cal. — Pyhorel prescribe fricciones con sulfuro decaí mezclado con acei- te común en el momento de usarlo (dos friccio- nes de á media dracma cada dia). Melier ha em- pleado este medicamento, habiendo necesitado por término medio veinte dias; pero Bielt, que le cree muy úlil, dice haber curado veinte en- fermos, uno con otro en once dias. »16. Iodo.—Cazenave ha usado lociones io- duradas (R. iodo, media dracma; ioduro de po- tasio, dos y media dracmas; agua , tres libras: para tres lociones diarias), habiendo sido el re- sultado doce dias de tratamiento por término medio en los hombres, y nueve en las mujeres. »17. Acido nítrico.—Alyon (Essai sur les proprietés medicales de Voxygene: París, 4758), preconiza una pomada compuesta de manteca y de ácido nítrico , que lambien ha usado con I ventaja Leschen (Loder's Journal fur die chir.; \ l. II, p. 139). Biell la ha ensayado obtenien- j do la curación en el termino medio de calor- i ce dias. »18. Acido muriático oxigenado.—No te- nemos dalos positivos acerca de esle medica- mento, que ha sido elogiado por algunos auto- res (Ann. de la Soc. de méd. prat. de Montpe- llier t. XXV, p. 194.—HufelanoVsjour.; 1803, »\S' Acido sulfúrico.—Helwich , Bry (Re- cudí period. de la Soc de méd. de París; t. XLV, 370), y Gahn (Med. and philosoph. comment. by a soc. in Edinburgli; t. I, p. 103), aconse- jan las lociones de ácido sulfúrico diluido (R. ácido sulfúrico, 1 parte; agua, 30 á 40 partes). El doctor Laine ha aplicado este tratamiento á seiscientos sarnosos, habiendo logrado su ob- jeto por término medio en ocho dias (sesión de la real Academia de ciencias de París, del 29 de setiembre , 1834). «20. Azufre.—-Biett ha ensayado en veinte enfermos la pomada sulfurada simple (R. azu- fre, una parte; manteca, cualro partes; para dos"fricciones diarias de á una onza), habiendo sido de quince dias la duración media del tra- tamiento. «Esle procedimiento lan sencillo y poco costoso, dice Biett, liene la ventaja de no determinar accidente alguno notable, y solo liene como lodos los cuerpos grasos unidos al azufre, el inconveniente de dar mal olor, de manchar las ropas, y dejar en los tegumentos un barniz nada agradable.» «Devergie prescribe lociones de hígado de azufre disuelto en tres ó en seis veces su peso de agua. «Para el tratamiento de la sama dis- creto, dice este aulor, uso solamente et líquido mas dilatado; pero en la confluente uso duran- te dos dias el mas cargado, y termino con el mas flojo.» La duración media del tratamiento no llega á seis dias: las manchas que quedan en la ropa blanca, desaparecen con la legia. aSin embargo, añade Devergie, tiene este tratamiento los inconvenientes propios déla na- turaleza misma de ia sustancia que forma su base, y del modo de usarla el enfermo. Las di- soluciones demasiado cargadas, y las fricciones muy enérgicas, desarrollan rápidamente un li- quen simple , que aun ^cuando se cure con el uso de algunos baños, no deja de ocasionar un picor que desazona al enfermo. En las mujeres es en lasque mas rápidamente se présenla este eslado papuloso de la piel, por cuya razón no suelo prescribirles mas que la disolución mas floja , y aun á veces reduzco el hígado de azu- fre á la proporción de una parle por ocho de vehículo» (Bull. de therap.; 1841, t. XX, pá- gina 22). «Clark (An essay on diseases of the skin; Londres, 1821), y Rapou (Traite de la methode fumigatoire; Par'is, 1823), han elogiado las fu- migaciones sulfurosas que introdujo Gales en la terapéutica de la sarna en 181'2, y que fue- ron aprobadas por comisiones de la Facultad de medicina y del Consejo general de los hos- pitales, habiéndose usado durante algún liem- po en la mayor parte de los hospitales civiles y militares de Europa. Empero, según los en- sayos de Melier, lardan por término medio vein- tiún dias en producir su efeclo, y treinta y tres segun los de Biett. «Las fumigaciones sulfurosas, dice esle úl- timo profesor, no ofrecen tantas ventajas como se ha querido suponer. Cierto es que cuestan poco, no dejan mal olor, ni alteran Ja ropa blanca; pero todas esas buenas cualidades se hallan mas que compensadas por la larga du- 101 01 LA SARNA. ración del tratamiento. Las mujeres apenas pueden resistirlas; muchas veces esperimenlan con ellas palpitaciones insoportables y otros accidentes, que obligan á retirarlas inmediata- mente del aparato. En una multitud de indivi- duos se halla este medio evidentemente con- traindicado. Se ha pretendido, continúa Biell, que se podia abreriar la cura multiplicando las fumigaciones; pero estamos convencidos de que la mayoría de los enfermos no puede resistir dos fumigaciones en las veinticuatro horas» (art. cit.). »2I. Sulfuro de potasa.—Jadelot (Bull. de la Fac. et de la Soc. de méd de Paris; 1813, f>. 231;, preconizó los baños sulfurosos, y Me- ter y Biett los han esperimenlado. El primero ba fijado en diez y siele dias la duración me- dia del tratamiento; y el segundo en veinti- cinco. «Réstanos hablar de muchas preparaciones complexas, que generalmente se conocen con los nombres de sus autores. »22. Pomada de Pringle.—Se compone de elóboro blanco y sal amoniaco, áá- dos drac- mas; azufre, una onza; manteca, dos onzas y cinco dracmas: para cualro fricciones. Melier ha fijado la duración media del tratamiento con esla pomada, en diez y nueve dias. «23. Linimento de Fournier.—Aceite co- mún, dos onzas; amoniaco y alcanfor, de cada cosa dos dracmas. Duración media del trata- miento, once dias (Melier). «24. Pomada de Chaussier.—Flores de azu- Ire y acétalo de plomo , dos partes; sulfate de zinc, una parte: se mezcla una pulgarada con aceite común. Duración media del tratamiento diez y seis dias (Melier). » 25. Pomada de Alibert.—Flores de azufre no lavadas, una onza; muriato de amoniaco, dos dracmas; manteca, dos onzas. Duración media del tratamiento trece dias (Melier). »26. Pomada de Melier.—Subcarbonalo de sosa, dos onzas; agua, una onza; aceite común y flores de azufre, de cada cosa cualro onzas. Duración media del tratamiento, trece, dias. »"-7. Ungüento de Jasser.—rAzufre subli- mado, vitriolo blanco, y bayas de laurel, par- tes iguales; aceite común, cantidad suficiente. No tenemos datos acerca de la acción de este médicamente. »28. Lociones de Dupuytren.—Agua , 750 partes; sulfuro de potasa, 128 partes; ácido sulfúrico, 16 partes; para dos lociones al dia. Duración media del tratamiento, diez y seis dias (Melier y Biell). Percy habia obtenido con esla preparación los mas ventajosos resultados; pero no los han confirmado los esperimenlos de Bielt. Irrita mucho la piel y determina á me- nudo dolores profundos en las articulaciones rádio-carpíana y húmero-cubital. >:2J. Linimento de Valentín.—Azufre na- tivo y cal viva , partes iguales: tritúrense con aceite común. Duración media del tratamiento, quince dias segun Melier, y doce segun Bietl. «30. Linimento de Jadelot.—Sulfuro de po< tasa, 192 partes; jabón blanco, 1,000 partes; aceite común, 1:18 partes; aceite volátil de to- millo , 8 partes. Duración media del tralamien-. to, quince dias (Meüer y Bielt). «El linimento de Jadelot, dice Biell,es dificil de conservar.... la mayor parle de los enfermos á quienes se ha prescrito, han tenido comezón , sudores copio- sos y una desazón muy notable; en muchos se han" manifestado erupciones vesiculosas (ecze- ma rubrum, eczema impetiginodes), y algunos han presentado también erupciones urlicadas, ardientes é insoportables» (arl. cit.). »31. Pomada de Laubert.— Azufre, upar- les; prolóxido de plomo, 1 parte; manteca, can- tidad suficiente. Este medio calma pronto el prurito; pero irrita mucho la piel y determina con frecuencia notables Iraslornos en las fun- ciones digestivas. La duración media del tra- tamiento es de veinticinco dias (Biell). «32. Pomada de Hospital.—Cloruro de cal, dos onzas; azufre sublimado, onza y media; manteca , seis onzas: dos fricciones diarias. El aulor de esle médicamente asegura que se ha- lla exente de inconvenientes, y que el trala- raienlo dura por termino medio ocho á diez dias (Bull. de therap.; l. V , p. 58). «33. Pomada de Emery. — Jabón negro, 128 parles; sal marina , 64 partes; azufre, 64 partes; alcohol, 16 parles; vinagre, 32 parles; cloruro de calcio, 8 parles : dos fricciones dia- rias de cualro dracmas cada una. Se creyó al principio que esla sustancia daba muy buenos resultados, reduciendo el tralamiento á menos de ocho dias por término medio (Bull. de thera- peutique; t. VIH, p. 294). Pero no se han rea- lizado tales esperanzas, y el mismo Emery ba llegado á abandonar esle medicamento compli- cado, cuyos componentes deben dar lugar á reacciones mutuas y descomposiciones, y que por olra parle es una simple modificación de la pomada de Hafenreffer. En su lugar propone, y dice haber usado con ventaja, la siguiente que es mucho mas sencilla. R. jabón verde, 2 partes; azufre, 1 paite; agua, cantidad sufi- ciente: dos fricciones diarias. »34. Pomada inglesa.— Azufre sublimado, una onza; raíz de eléboro blanco, dos dracmas; nitrato de polasa, cuatro onzas; jabón verde, onza y media; manteca, tres onzas: paracua- Iro fricciones. Este tratamiento es en su apli- cación sumamente complicado, y no entrare- mos aqui en los larguísimos pormenores que á ella se refieren (véase Bull. gen. de therap.; 1. XVI, p. 138;. Muchos médicos alemanes (Raller,Slannius, Leue, etc.) han prodigado elogios á la pomada inglesa , que se ha usado también mucho tiempo en tes hospitales mili- lares de la Bélgica. En 1834 dispuso la admi- nistración del servicio de sanidad del ejército que se la abandonara , porque se .habia vislo que determinaba á menudo accidentes graves (erisipelas, úlceras cutáneas, abscesos, desór- denes nerviosos, ele), que las curaciones oble- »B LA SARNA . iOS nidas con ella eran muchas veces incompletas; que comunicaba á las salas, á la ropa blanca y á los enfermos, una suciedad repugnante , y por úllimo, que era un mélodo de tralamiento muy costoso. «35. Pomada belga.—Desde 1834 se ha sus- tituido en los hospitales militares belgas á la pomada inglesa la siguiente preparación: R. flores de azufre y cal viva, de cada cosa nueve libras; agua llovediza, ciento cincuenta libras: póngase lodo en una caldera, y redúzcase por la ebullición á la densidad de 10°. Segun Flo- rent Cunier esta preparación no ofrece incon- veniente alguno; la irritación que produce en la piel es moderada, y la duración media del tralamiento no pasa ele siete dias (Bull. gen. de iherap.; t. XVI, p. 141). «36. Pomada de Helmerick.— Azufre su- blimado, 2 parles; potasa purificada, 1 parte; manteca, 8 partes. Esta pomada, que no es in- vención de Helmerick, fue largo tiempo un re- medio secreto, y estuvo muy en boga (An. de la Soc. de médecine de Montpellier; l. XXXII, p. 364; Bull. de la Faculté et de la Soc. de méd. de París; 1814, p. 11). En 1822 dio á conocer su composición el doclor Burdin , ase- gurando que curaba la sarna en dos dias, con tal que se usase del siguiente modo: 1.° baño jabonoso para preparar al enfermo á sufrir el tratamiento; 2.° tres fricciones diarias hechas cerca de la lumbre, con una onza de pomada cada vez; 3.° olro baño jabonoso para limpiar la piel (Burdin, Methode du docteur Helmerick pour guerir la gale en deux jours; París, 1822). «Todavia se usa con frecuencia la pomada de Helmerick, aunque no se han realizado lo- das las esperanzas qfle hiciera concebir en un principio. Dando dos fricciones diarias, han curado la enfermedad, Melier en once dias , y Bielt en trece. «Si es cierto , dice esle último, que con semejante tralamiento se han obtenido curaciones en uno ó dos dias, será porque solo se le haya usado en sarnas recientes, simples, ven sugelos robustos.» Biell ba tratado diez en- fermos segun las reglas indicadas por Burdin. Uno solo se curó en cualro dias sin accidente alguno; en los demás fue preciso suspender varias veces el medicamento, para combatir las erupciones producidas por la irritación gene- ral de la piel. La duración media del tratamien- to en lodos diez enfermos, fue de catorce dias (art. cit.). «37. Pomada de Biett.—Azufre sublima- do, 2 partes; subcarbonalo de potasa, 4 parte; manteca, 8 partes: dos fricciones diarias de cuatro dracmas cada una. Esla pomada, que solo es una modificación de la de Helmerick, sustituyendo á la potasa pura el carbonato de la misma base, se ha usado mucho tiempo es- clusivamenle en el hospital de San Luis. «Esle mélodo, dicen Cazenave y Schedel (loe. cil., p 194) es el que produce mas prontos y cons- tantes efectos, v et que con menos frecuencia | determina erupciones accidentales. La dura- I cion media del tralamiento es de doce dias. »38. Loción de Cazenave.—Ioduro de azu- fre y ioduro de potasio, de cada cosa una par- te; agua, 15 partes. El tralamiento que actual- mente emplea Cazenave en el hospital de San Luis, es el siguienle : Ires lociones diarias con el líquido que acabamos de indicar, y lodos los dias alternando un baño simple y una fumiga- ción sulfurosa. La duración media del trata- miento es de catorce dias. » Tratamiento racional de la sarna.— Enu- merados ya los principales medicamentos que se han puesto en uso para combatir la sarna, nos reste dar á conocer las indicaciones tera- péuticas que se presenten en esla afección , v el modo de satisfacerlas que en nueslro concep"- lo sea mas conveniente. »La sarna es una enfermedad puramente local, y por consiguiente solo reclama un tra- lamiento local también, cuyas indicaciones pueden reasumirse del siguiente modo: !.• destruir los sarcoptas que existan actualmente en el cuerpo de los sarnosos, y oponerse al desarrollo ulterior de nuevos insectos; 2." com- batir la irritación cutánea producida por la presencia de los sarcoplas , y por la acción de los medicamentos irritantes que se han de usar para satisfacer la primera indicación. Varían ios medios que conducen á este doble objete, segun que la sarna es simple ó complicada. »Sarna simple.—Cuando el sugelo que pa- dece la sarna es sanguíneo, pletórico , ó liene la piel muy irritable, deberán preceder al tra- tamiento anlipsórico baños simples , una san- gria del brazo, y la administración de algunos purgantes suaves; pues si se descuidan estas precauciones, como la sustancia de que se echa mano para destruir los sarcoplas es por nece- sidad mas ó menos irritante, determina casi siempre desde los primeros dias el desarrollo de erupciones urlicadas, vesiculosas, pustulo- sas , papulosas, de erisipelas, de furúnculos, de abscesos, en una palabra, de todas las com- plicaciones que en las circunstancias que aca- bamos de indicar, se manifiestan espontánea- mente al cabo de algún tiempo , cuando se abandona á sí misma la dolencia. Es tanto mas necesario este tratamiento preparatorio, cuan- to mas intensa, antigua y eslensa sea la enfer- medad; y por el contrario, sería inútil en las condiciones opuestas á las que acabamos de enumerar. »No es fácil la elección del medicamento anlipsórico, á pesar de las numerosas investi- gaciones que se han hecho con esle objeto, ó mas bien en razón de eslas mismas investiga- ciones. Sin embargo, atendido el eslado ac- tual de la ciencia, estableceremos una distin- ción que no deja de ser importante en la práctica. «En los hospitales, y tratándose de enfer- mos pobres, el precio del medicamento es una circunstancia muy alendible, y por lo lanío creemos que debe recaer la elección, ó en la 406 DE LÁ «AUNA. pomada sulfuro-alcalina de Biell (Azufre su- blimado, 2 parles; subcarbonato de potasa, 1 parle; manteca, 8 partes), ó en la de Emery (jabón verde, 2 partes; azufre, 1 parte; agua, cantidad suficiente), ó bien en las lociones de Devergie (hígado de azufre , 1 parte; agua , 3 ó 6 parles). Si la esperiencia confirma los re- sultados anunciados por esle último aulor, no podrá menos de adoptarse su tratamiento en todas parles, porque reúne á un precio módi- co, una duración media muy corta, y la ven- taja de no alterar la ropa blanca. «Pero cuando los pacienles disfruten algu- nas comodidades, se puede tener en cuenta la suciedad, el disgusto, la repugnancia que lle- van consigo las preparaciones sulfurosas y los cuerpos crasos, y enlonces creemos que con- viene elegir enlre las lociones ioduradas de Ca- zenave (iodo, 2 parles; ioduro de potasio, 10 parles; agua, 1000 partes), y las lociones al- cohólico-aromáticas del misino médico. Uno de nosotros ha usado con frecuencia un medio, cu- ya primera idea le fue inspirada por el profe- sor Gras, y que liene la venlaja de ser á un mismo tiempo fácil, agradable y eficaz: consis- te simplemente en lociones con esencia de es- pliego. Pueden hacerse sin inconveniente algu- no tres lociones diarias: la irritación culánea producida por el remedio, casi nunca deter- mina complicaciones, y la duración media del tratamiento no pasa de ocho dias. Cazenave nos ha dicho haber empleado también esla medi»- cacion , habiendo comprobado las mismas ven- lajas que nosotros. • Después de la elección del medicamento, se presenten otras consideraciones no menos importantes, relativas á la aplicación y á la duración del método curativo. «Como las suslancias que destruyen los in- sectos son todas irrítenles (á escepcion del aceite), es menester en lo posible limitar su ac- ción al efeclo mortífero, evitando que se ejerza sobre la piel, y venga á aumentar la irrilacion cutánea producida ya por la presencia de los sarcoplas. Con este objeto, cualquiera que sea la medicación que se elija, conviene no mul- tiplicar demasiado las fricciones ó las lociones, no pasando nunca de Ires en las veinticuatro horas, y limitándose á una ó dos por punte ge- neral. En los sugelos sanguíneos, sobre todo, y cuando la sarna es intensa, pustulosa, es de- cir, cuando se halla violentamente inflamada la piel, no debe aplicarse el medicamento mas que una vez al dia. Por lo común son generales las fricciones ó lociones, y sin embargo, de los ensayos hechos por Emery en el hospital de San Luis (Bull. gen. de therap.; t. VIII, pági- na 208) parece resultar, que se cura la sarna con igual prontitud y seguridad , aplicando solo, el remedio en las partes donde se hallan habilualinente los acaros, es decir, en las ma- nos y los pies. Con estas fricciones locales, dice Emery, desaparecen definitivamente todas las vesículas diseminadas en las demás partes del cuerpo. Si esta importante observación se con- firmase con ulteriores esperimentos, propor- cionaría el resultado de simplificar el trata- miento de la sarna; de circunscribir su acción irritante á los puntos donde es indispensable; de evitará menudo las complicaciones, y de probar manifiestamente que el acaro es la úni- ca causa de la sarna, si para algo se necesitase lal demostración. «En todos los casos es preciso recomendar espresamenle á los enfermos que nose rasquen, ni se froten al aplicarse el medicamento. Esta última indicación se desatiende con demasiada frecuencia, como lo prueba la palabra fricción usada por lodos los aulores, y que debiera rem- plazarse por la de untura. No debe hacerse mas que aplicar simplemente , estender sobre la piel las pomadas y ungüentos anlipsóricos: se ha de untar ó cubrir las parles, pero sin fro- tarlas. Los medicamentos líquidos se aplicarán por medio de una esponja fina, pasándola con suavidad por todo el cuerpo. «Siempre es útil prescribir todos los dias un baño simple, mientras dure el tralamiento anlipsórico: los sugelos poco irritables pue- den tomar, alternando con ellos, fumigaciones sulfurosas ó baños de igual naturaleza. »La duración del tratamiento no debe ser, ni muy corla, ni demasiado larga. Dificil es determinarla, y sin embargo, constituye uno de los puntos mas importantes de la terapéutica de la sarna. «Cuando el tralamiento es demasiado cor- Id , no quedan completamente destruidos los insectos; sus huevecilios dan origen á nuevos sarcoptas, y no larda en reproducirse el mal con toda su anlerior intensión. Asi se esplican en gran parte las numerosas recidivas que se observan en los enfermos de los hospitales, á quienes se da el alia á los pocos dias de trata- miento, para dejar camas donde recibir á los muchos que se agolpan á pedir entrada. Los médicos poco ejercitados en el tratamiento de las enfermedades culáneas, ó los que se dedi- can á hacer ensayos terapéuticos, buscando an- te todo la prontitud de la curación y sacrifi- cándole la seguridad, creen con harta frecuen- cia haber conseguido el triunfo en cuanto em- piezan á secarse las vesículas, v comprometen de esle modo la salud del enfermo y la ciencia que profesan. «Cuando, por el contrario, es demasiado | largo el Iralamiento, el efeclo irrítenle de los i medicamentos, inútil ya puesto que ha produ- i cido cuanlo de él se podia exigir, estoes, la ! destrucción completa délos sarcoptas, conti- ¡ núa ejerciéndose sobre la piel, y determina en- I fermedades consecutivas, tales como eczemas, ! ¡mpétigos, liqúenes, etc. ¡Cuántas veces hemos vislo á algunos médicos considerar como sar- | ñas rebeldes , inveteradas, constitucionales, afec- ; ciones que ellos mismos habían producido con un tratamiento demasiado enérgico ó prolon- gado, y que agravaban sin cesar, puesto que DE Li á medida que se hacía mas pronunciado el efec- to, iban aumentando la intensión de la causa! «Debe variar, corao hemqs visto, la dura- ción del tratamiento, según el medicamento eme se use : en general no debe bajar de ocho dias; pero es imposible establecer una regla fija respecto de este punto. La antigüedad, la intensión de la enfermedad y el mayor ó me- nor cuidado con que proceda el sugeto en la aplicación del medicamento, ejercen una in- fluencia conocida, y que difiere segun los indi- viduos. Aun prescindiendo de todo eslo, seria necesario, para poder determinar de un modo riguroso la duración de cada una de las medi- caciones antipsóricas, contar con dates esac- tos, que no tenemos, sobre el desarrollo de los huevos de los sarcoptas, la acción mortífera de cada medicamento, ele. «Cuando la sarna es simple y se usa un tratamiento conveniente, casino producen ir- ritación culánea los sarcoplas ni los medica- mentos; bastando para completar la curación algunos baños frios, administrados después de suspendida la medicación anlipsórica. r>Sarna complicada.—Cuando la inflama- ción cutánea es muy aguda , sea en razón de circunstancias individuales, sea por el grado y antigüedad de la dolencia, ó cuando eslá com- plicada la sarna con eczema, impéligo, ecli- ma ó furúnculos, debe procederse con mucha circunspección en el uso del tratamiento anlip- sórico. Antes de intentar la destrucción de los insertos, se ha de combatir la flegmasía culá- nea , que de olro modo se agravaría con la ac- ción de los medicamentos acaro-morlíferos, siendo esle el caso en que mas importa recur- rir al tralamiento preparatorio que dejamos indicado. La sangria y los purgantes son úti- lísimos, cuando consienten su uso el eslado ge- neral del sugeto y el de sus vias digestivas. En todos los casos, mientras conserve la enferme- dad sus caracteres inflamatorios, deben em- plearse esclusivamenle los baños simples ó de agua de salvado, las lociones con cocimiento de malvavisco, y los pediluvios y maniluvios con un agua grasienla. Hasta que hayan desaparecido dichos síntomas, no debe empezarse la aplica- ción de los antipsórícos, y aun enlonces no se ha de pasar de una untura ó loción en las veinticuatro horas. A pesar de estas precaucio- nes, suele reproducirse la inflamación culánea bajo la influencia de los medicamentos, obligan- do á suspender por mas ó menos tiempo el mé- lodo curativo. «Cuando es muy intenso el prurito psórico, y existe gran número de pápulas, producen buenos efectos los baños alcalinos. »Sarna de los niños.—Los baños sulfurosos y las unturas oleosas, son los únicos medios á que debe recurrirsc en la sarna de los niños, en razón de la suma facilidad con que en esta época de la vida se irrita é inflama la piel. » Profilaxis.— Toda la profilaxis de la sar- na consiste en evitar el contacto de los sarno- SABNA. Jqij sos y de los objetos destinados á su uso. En los hospitales ocurren muchas recidivas, porque los enfermos vuelven á ponerse sus vestidos sin que se haya cuidado de purificarlos bien por medio de fumigaciones sulfurosas. »Será prudente hacer uso de baños sulfu- rosos, siempre que haya precedido un contacto sospechoso, ó que se presenten algunas vesícu- las de apariencia psórica. «El tratamiento de la sarna es sencillísimo y sin embargo, casi siempre lo establecen mal los médicos que no han hecho un estudio par- ticular de las enfermedades de la piel. Los por- menores en que hemos entrado no se encuen- tran en parte alguna, ni aun en los tratados especiales de dermatología. Creemos que nues- tros lectores verán en ellos una prueba mas de que nunca perdemos de vista la parte práctica de nuestra obra, ni dejamos de formular una terapéutica positiva, cuanlas veces lo permite el estado de la ciencia. ^Naturaleza.—El esludio patogénico de la sarna ha pasado por diferentes fases, que pro- curaremos indicar en breves palabras (véase Bibliografía). Los antiguos, como Galeno, Sil- vio , y Van-Helmont, atribuían la sarna á la presencia de un humor melancólico, de un áci- do corrosivo, de un fermento particular, y pa- saron muchos siglos en que todos consideraban la sarna como procedente de una alteración ge- neral de los humores. Emitiéronse después va- rias aserciones contradictorias relativamente arla existencia de un insecto de la sarna (véase Bibliografía), hasta que en 1778 anunció Dé- geer positivamente, que esta enfermedad era debida al acarus scabiei, y muchos médicos sje adhirieron á su opinión. Sin embargo, no lar- dó en negarse la existencia del sarcopla, vol- viendo á eslar en boga las ideas antiguas. En, 1805 espresaba Favareille-Placial la opinión común, diciendo que la sarna procedía de una acrimonia salina ó virulenta de los humores, de una debilidad de la acción de los vasos cutáneos, de la infección sifilítica ó escorbútica de los hu- mores, ó de una degeneración de la traspiración. En 1812 un tal Gales trató de rehabilitar ei acarus scabiei, y bautizó con esle nombre un animalillo que no fue reconocido por los enlomo- logislas. Fiados en la palabra de Gales, Pinel, Frank, y otros muchos patólogos, proclama- ron de nuevo que la sarna era debida á la pre- sencia de un insecto. Sin embargo, deseosos Alibert y Biett de ver con sus propios ojos el problemático sarcopta , volvieron á emprender los esperimenlos de Gales, conformándose es- crupulosamente con los preceptos dados por él mismo; pero lodo en vano! El sarcopla de la sarna habia desaparecido, sin anunciar siquie- ra, á imitación del fénix, la época de su vuelto. Esle hecho nunca visto, á no ser en la histeria natural mitológica, puso en alarma á los natu- ralistas y los dermatólogos, y se procedió con empeño á buscar el inseclo de Gales. Inútiles fueron todas las investigaciones, y no cesó el 408 DI LA SARNA. asombro, hasla que demostró Raspail (Annales des scienccs d'observation; 1829, t. II, p. 4 í'.*>), j que en vez del acaro de la sarna del hombre, habia descrito Gales el del queso podrido ó de la harina recalentada (véase Bibliografía). Negóse por segunda vez la existencia dé un in- secto productor de la sarna, y en 1833 decian Cazenave y Schedel (Abregé prat. des mal. de la peau; 2.a edic.) con asentimiento de todos los observadores: «En cuanlo á la causa pró- xima de la sarna, es enteramente desconocida. Se la ha atribuido á la presencia de un inseclo; pero nos creemos autorizados para decir que no existe el acarus scabiei.» Últimamente, en 1834, estableció Renucci de un modo positivo la exis- tencia de esle insecto, y en el aia ya no es po- sible dudar. La sarna es una inflamación cu- tánea de causa esterna , producida por la pre- sencia en el cuerpo del hombre, de un inseclo especial llamado acarus scabiei hominis. Sola- mente los homeópatas pueden asignar lodavia á la sarna una causa próxima interna y gene- ral, con el objeto de conservar al vicio psórico la importancia patogénica que le habian atri- buido. » Clasificación en los cuadros nosológi- cos.—Plenck, Willan y Bateraan , colocante sarna entre las afecciones pustulosas (2.a clase de Plenck, orden 5.° de Willan); Bielt, por el contrario, la incluye entre las enfermeda- des vesiculosas (orden 3.°); Alibert ha reu- nido la sarna al prurigo en el grupo de las der- matosis escabiosas (grupo IX). No tenemos ne- cesidad de decir, que en la actualidad debe co- locarse la sarna entre las afecciones culáneas producidas por la presencia de un inseclo en el cuerpo del hombre.» Por su forma pertenece á las afecciones vesiculosas, entre las cuales la describimos nosotros, siguiendo el ejemplo de los principales dermatólogos. «Historia v bibliografía.—Era la sarna co- nocida por los antiguos? Esta cuestión , como lodas las que se refieren á la historia de las enfermedades de la piel, ha suscitado animadas controversias. Willan, Biell (Dict. de méd., arl. sarna ) y Rayer (ob. cit.), han tratado de demostrar que las palabras 4<*f7- de los grie- gos , y scabies de los latinos, no podían apli- carse á la sarna, y que habian servido para de- signar impéligos, liqúenes, afecciones escamo- sas, etc. Háse dicho que ningún autor antiguo hace mérito de la propagación de la sarna por contagio, es decir, del carácter mas importan- te y esencial de la enfermedad, y que hubiera debido llamar con preferencia la. atención de los observadores. Los griegos hablan de ulce- raciones, que nunca existen en la sarna , y la descripción que da Celso de una enfermedad que se cura espontáneamente, y se reproduce en ciertos épocas del año, debe aplicarse al li- quen. Segun Rayer , Guido de Chauliac fue el primer aulor que conoció bien la sarna. «Dezeimeris (Bibliografía del art. sarna del Dict. de méd.) ha combatido las proposiciones que preceden , tratando de probar con nume- rosas citas, que era la sarna lo que designaban las palabras lenian la !::ej<¡r H>niejanza con las figuras de Gales, y que por el-contra- rio, se parecían mucho en su forma general á la figura de Degeer. Este descubrimiento con- firmó mas y mas á Raspad en la opinión de que al fin volverte á encontrarse el acaro de la g'ar U! de ia sarna. na del hombre (Lancette francaise; núm. 13, agosto, 1831). »Renucci, natural de Córcega, donde es una ocupación popular la eslraccion del inseclo de la sarna, realizó en 1834 las previsiones de Raspail. Habiendo ido á Paris á continuar sus estudios médicos, oyó con asombro en las con- ferencias clínicas de Aliberlen el hospital de San Luis, que los sabios de la capital negaban la existencia del acaro; examinó algunos de los en- fermos que estaban en el hospital, y se conven- ció por los procedimientos usados en su pais, de que el arador se encontraba lo mismo en París que en Córcega. Anunció, pues, que demostraría la existencia del insecto en términos de conven- cer á los mas incrédulos; y efectivamente el 13 de agosto de 1834 enseñó dos sarcoplas en la consulla de Aliberl, y el 20 presentó cualro, haciendo Gerdy, menor, la eslraccion de uno de ellos por sí mismo. »Los esperimenlos de Renucci se acogieron en el mismo hospital de San Luis con escesiva desconfianza: temíase un nuevo chasco. Para salir de dudas, invito Emerv á Renucci á ha- cer ensayos en los sarnosos de sus salas, á pre- sencia de muchas personas, enlre las cuales se encontraban Aliberl, Bielt, Lugol y Raspail. Efectuóse la sesión el 25 de agosto, y se empe- zó colocando en el microscopio un acaro muer- to que se habia eslraido el dia anterior. Al punto declaró Raspail, que solamente la sarna podia haber producido esle inseclo, que ofre- cía los principales caracteres genéricos del ara- dor de la sarna del caballo, y que se acercaba cuanlo podia desearse á la figura de Degeer. Estrajo enlonces Renucci un acaro de un sar- noso de las salas de Emery, y muy luego sa- caron otros muchos esle último profesor, Gras y Raspad. Poco tiempo después habían ya des- cubierto centenares de acaros muchas y dife- rentes personas, y la existencia de un insecto de la sarna del hombre era un hecho definiti- vamente asentado en la ciencia. «Los resultados obtenidos por Renucci pro- vocaron en la Academia de medicina de Paris una discusión, en la que necesariamente hubo de salir Gales á cuento, y en la que se pronun- ciaron aserciones que nos resta discutir. »E1 descubrimiento definilivo del verdade- ro acaro de la sarna del hombre parecía de- mostrar sin género de duda, que Gales ha- bia engañado á sabiendas al mundo médico presentándole el arador del queso por el de la sarna. Sin embargo, algunos de los sabios que habian sido víctimas de la burla de Gales, in- tentaron hacer valer en favor de esle una jus- tificación, que pudiera de paso satisfacer su amor propio, y al efecto presentaron dos es- plicaciones. «Dumeril sostuvo que Gales habia eslraido el verdadero acaro, el que habia demostrado Renucci; pero que por un descuido del dibu- jante era defectuosa la figura (sesiones de la Academia real de medicina, 16 y 30 setiem- bre, 183V). Seguidamente vino Moroau, á nom- bre de Gales , apoyando esta interpretación: «Reste, dijo, esplicar el error del grabado. He hablado de eslo con el señor Gales, y voy á re producir sus palabras: El dia que vinieron á San Luis á comprobar los esperimenlos los se- ñores Bosc, Olivier y Lalreille , comisionados del Instituto , se eslrajo el acaro delante de ellos: se le colocó en el microscopio, y después de ha- berle examinado escrupulosamente, dijeron: es un animalillo del género de los aradores, vea- mos hasla qué punte se parece al arador de la harina recalentada ó del queso. Sin levantar la sesión se trajo queso y harina; se compara- ron los tres animalillos y se reconocieron sus di- ferencias; hecho lo cual dijo el señor Bosc: eslá bien; dejémoslo asi al señor Meunier (el dibu- jante). Parece probable que esle tomase un cris- tel por otro, incurriendo asi en un error in- voluntario, del que naturalmente participó el señor Gales» (sesión de la Academia, 3 octu- bre, 1834). «Si solo se tratase aqui de probar la buena ó mala fé de Gales, nos abstendríamos de teda discusión; pero como luego veremos, importa para la ciencia demostrar la imposibilidad de semejante esplicacion. «Esta demostración es muy fácil. Efectiva- mente, aunque algunos naturalistas hayan po- dido, á pesar de su eminente mérito, no cono- cer las láminas antiguas que representan el acaro, admitir sin examen las de Gales y re- producirlas confiadamente; ¿quién ha de creer que este, que habia examinado con el micros- copio mas de trescientos sarcoptas (tés. cil., p. 21), hubiera dejado de conocer á la primera ojeada que se había equivocado su dibujante, y que la figura grabada no era la del insecto que lanías veces había viste? Lejos de eso Ga- les supone su figura tan sumamente esacla, que se cree dispensado de dar una descripción cn- lomológico-lécnica del acaro. «Puedo, dice, res- ponder de la esacla semejanza de esta figura coa el objeto» (tés. cil., p. 23). Pero hay mas: si bien se concibe esla esplicacion en boca de Dumeril y de Moreau , suponiendo que no hu- biesen leído la tesis de Gales; no se comprende que baya tenido esle la osadía de inspirarla, cuando, como hemos dicho, confiesa en su lé- sis que su figura no se parece en manera algu- na á la de Degeer, al paso que por el contrario represente esaclamenle el arador de la hari- na, ele.; haciendo con esle motivo el luminoso comentario, y tomando para concillarse con di- cho autor, el generoso partido de que ya lienen noticia nuestros lectores (tés. cit., p. 23-24). »La segunda esplicacion propuesta á la Academia de medicina por H. Cloquel, sin ser mas admisible, es mas especiosa. Hay, dice este profesor, dos especies de animalillos psó- ricos, y uno de ellos, diferente del acaro, ha- bite las vesículas; por manera que son esaclas las figuras de Gales; solo que en vez de re- presentar el arador de Renucci, que babila en DE LA SARNA. 413 los surcos, representan el arador délas vesí- culas, que es donde precisamente encontró Ga- les sus insectos (sesión de la Academia, 16 y 30 setiembre, 1834). «Pero desde Gales acá ningún observador ha podido descubrir acaro alguno en las vesí- culas, á pesar de las numerosas y atentas ob- servaciones que se han hecho con esle objeto. Cierto es que al apropiarse Bonomi las obser- vaciones de Cestoni, declaró que el inseclo re- sidía en las vesículas; pero la figura que pu- blicó es parecida á la Degeer. Admitiendo la existencia de dos animalillos psóricos, y su- poniendo que Gales encontrara solo el que re- side en las vesículas, vendríamos á parar, es- cluida ya la ¡dea de un error del dibujante, en que al arador del queso era el que habitaba en las vejiguillas de la sarna! «Ademas hay otros argumentos no menos perentorios, que prueban hasla la evidencia que solo existe el animalülo psórico que hemos descrito, y que Gales ha cometido una escan- dalosa superchería. «En su parte histórica, tan completa en lodo lo demás, suprime Gales el pasage en que establece Mouffet, que los aradores no se encuen- tran en las vesículas, sino á su lado (tés. cit., p. 10-11). «Gales reproduce estensamente la descrip- ción del plagiario Bonomi, sin hacer una sola reflexión respecto del sitio que esle autor, po- niéndose en contradicción con Mouffet, designa al acaro de la sarna (tés. cit., p. 12-14). «Tampoco da pormenores sobre el modo de estraer el insecto, el parage esado en que se encuentra; ni se ocupa un solo instante de las costumbres, délos hábitos, de la historia na- tural de ese acaro, cuya existencia tan contro- vertida acababa de demostrar. Ni siquiera le describe! Verdad es que todo lo suple la esac- lilud de la figura! «Y luego, cuando se trata de esplicar cómo es que esla figura lan parecida representa el arador del queso, no hace mas que ensarlar unas cuantos frases sin senlido, «Últimamente, hay un hecho que vale tan- to él solo como todas las pruebas imagi- nables. «En 1819, personas de respeto y de emi- nente saber buscan en vano el acaro y acaban por poner en duda su existencia , y por consi- guiente la veracidad y la buena fe de Gales. En 1829 declara Raspail positivamente, que di- cho profesor habia engañado á los sabios que le gustaba ver confundidos con simples curiosos. En 1834 se dirigen públicamente en todas par- tes y por lodos los médicos, acusaciones ver- gonzosas contra Gales. Y entretanto, qué hace esle para rechazar la calumnia? Se encierra quinee años en un magestuoso silencio, y al ca- bo de este liempo, cuando hubiera bastado para 'rehabilitarle la eslraccion de un inseclo mas, se contenta con dar á Moreau una esplicacion, que se halla desmentida por sus propios es- critos. »Basle ya con lo dicho. En esla parte de nueslro artículo solo nos hemos ocupado de pun- tos directamente enlazados con el estudio prác- tico de la sarna, dejando al lector que saque por sí las grandes y útiles enseñanzas que pue- de suministrar al médico y al filósofo la histo- ria del acaro. »Solo nos falta recordar algunas indicacio- nes bibliográficas. Raspail (Mém. comparatif sur Vhistoire naturelle de Vinsecte de la gale, en Bull. gen. de therap.; t. Vil), Gras (Recherches sur Vacarus ou sarcopte de la gale de Vhomme; París, 1834), y Aubé (Considerat. gen. sur la gale et sur Vinsecte qui la produil; tés. de Pa- rís , 1836, núm. 60), han estudiado especial- menle la histeria natural del acaro, y el papel que desempeña en el desarrollo de los sínlomas psóricos. Preciso es confesar que la histeria de la sarna no se halla bien Irazada en las obras de dermatología, ni aun en las mas modernas. La tesis de Mouronval (Rech. et observ. sur la gale; París, 1821), y el artículo de Bielt (Dict. de méd.), merecen especial mención. El artícu- lo de Fournier (Dict. des se. méd.) contiene una enumeración completísima de los varios agentes terapéulicos que se han opuesto á la sarna. Entre los aulores que se han ocupado particularmente de la terapéutica de la afección psórica, mencionaremos á Burdin (Methode du docteur Helmerick pour guerir la gale ; París, 1822), Melier (Experiences comparat. sur le traitement de la gale, en Bull. des se. méd.; julio, 1825), y Florent-Cunier (Du traitement de la gale dans les hópitaux militaires de la Bel- gique, en Bull. gen. de therap., 1. XVI, pá- gina 138). «Hemos hecho lodo lo posible en esle artí- culo, para poner la histeria de la sarna al ni- vel del eslado actual de la ciencia; teniendo en cuenla las modificaciones que deben inducir en las ideas generalmente admitidas sobre las cau- sas, terminaciones, naturaleza y tratamiento de la afección psórica, las investigaciones que des- de 1834 se han hecho sobre el acaro. Bajo este punto de vista no dudamos decir que nueslro artículo es enteramente original. Hemos con- sagrado un ancho espacio á consideraciones te- rapéuticas, que aunque muy importantes, no se hallan consignadas en los libros. Últimamen- te, por interés de la ciencia y de la verdad, he- mos creído deber entrar en pormenores cir- cunstanciados respecto de las aserciones de Ga- les y de las discusiones académicas á que die- ron lugar, para formular un juicio motivado y justo, aunque severo» (Monneret y Fleury, Com- pendium de médecine pratique , lomo V, pági- na 241-265). FIN DEL TOMO X11I, Y VII DE LA PATOLOGÍA INTERNA. ÍNDICE DE LAS MATERIAS CONTENIDAS EN ESTE TOMO. PÁG. ORBEN GU&RTO. —enferme- dades del sistema nervioso. GE.TEKO CUAIKTO.'— Enfermeda- des de los cordones nerviosos. CAP. II.—De las neuralgias engeneral. A.—División........... Neuralgias de la vida de re- lación........... Alteraciones anatómicas. . . Síntomas.......... Curso , duración y termina- ción........... Causas........... Tratamiento......... Neuralgias de la vida de nu- trición.......... Tratamiento......... ll.i—¡De las neuralgias en particu- lar............ A.—Neuralgias de la vida de re- lación........... I. —Neuralgia de la cara..... A.*—Neuralgia del ramo oftálmi- co............. B.-----------------rr-maxilar superior.. CAP. Abt 5 id. id. 11 -53 14 17 19 20 id. id. 21 id. i ——maxilar inferior.......... Causas........... Tratamiento......... Asiento........... Historia y bibliografía.. . . Art. II.—Neuralgia facial....... Art. III.—Neuralgia cérvico-occipital. Abt. IV. — Neuralgia cérvico-braquial. . Art. V. — Neuralgia dorso-intercostal. Art. VI. — Neuralgia lumbo-abdominal. ----------lumbar...... ----------ileo-escrotal. . . ----------ileo-vagiv.al.. . . Art. VIL— Neuralgia crural...... Art. VIII.—Neuralgia fémoro-popíílea. . Art. !X. —Neuralgia cutánea ó dermal- gia. •.......... rj.—Neuralgias de la vida de nu- trición^ ■........ Neuralgia de la faringe . 22 ü6 30 36 38 39 42 í'í 45 51 ¡ id.! id.! •>2 i id. | 53 1 59! id. i 59! PAO. Neuralgia del exófago. . . 60 ----------"del corazón. . . id. -----------del diafragma. . id. ----------—del estomago é in- testinos.......... id. -----------del ano, .... id. CAP. l\\.—De la neuritis........ 61 6EIEBO QUINTO.-Lesiones de la inervación orgánica. . ,....... 63 CAP. I. —Lesiones por falta de inerva- ción............ id. Art. I. —De la astenia........ id. Historia: opiniones sobre la astenia.......... id. Definición.......... 64 División........... 65 A.—Astenia general....... id. B.—Astenia local......... 69 Astenia ganglionar..... 70 -------cerebral....... id. Art. II. —De la parálisis....... 73 Definición......... id. Divisiones.......... 74 §. 1—Descripción general de la pa- rálisis. . ,........ id. Parálisis del movimiento. . . id. --------del sentimiento.. . 78 §• II.—Parálisis idiopática..... 80 §. III.—Parálisis simpática..... 83 §. IV.— Parálisis sintomática. . . . id. Parálisis encefálica..... 84 --------espinal,..... 85 Art. 111. — De la parálisis de la cara. . 86 A.—Parálisis del nervio facial. . 87 B. — Parálisis del quinto par. . . 91 Causas........... 93 Tratamiento......... 94 Historia y bibliografía. ... 95 CAP. II. —Desórdenes de la inervación orgánica......... 96 Aut I. —De las convulsiones..... id. Definición.......... ¡d. Divisiones.......... 97 Alteraciones anatómicas. . . 99 Síntomas..........100 Curso............ 1Q2 Terminaciones.......103 Fenómenos consecutivos. . . 104 Especies y variedades. ... 10o Diagnóstico......... id. Pronóstico.......... 106 Causas............ id. Tratamiento......... 108 Historia y bibliografía. . . 110 Art. II.—De los calambres......111 Art. III.—Del corea..........112 Definición.......... id. División........... id. Alteraciones anatómicas. . . 113 Síntomas..........114 Curso , duración....... 116 Terminación......... id. Especies y variedades..... 117 Complicaciones........ id. Diagnóstico.........118 Causas............ id. Tratamiento......... 119 Historia y bibliografía.. . . 123 Art. IV'. —Del histerismo....... H5 Definición.......... id. Divisiones.......... 126 Síntomas.......... id. A.—Desórdenes de la contractili- dad............ 128 B.— Desórdenes de la sensibilidad. 130 C. —Desórdenes de la inteligencia. 132 D.— Síncope histérico...... id. E.—Desórdenes en las demás fun- ciones........... 4 33 Curso y duración...... 134 Terminación......... 135 Especies y variedades..... id. Complicaciones........ 136 Diagnóstico......... id. Pronóstico.......... 137 Causas............ 438 Tratamiento.........140 Naturaleza.......... 147 Clasificación......... \§\ Historia y bibliografía.. . . id. Art. V. —De la hipocondría...... 154 Definición.......... id. Divisiones........; . 156 Alteraciones cadavéricas. . . id. Síntomas.......... 157 Perturbaciones de la inteli- gencia........... 158 -------------de las funcio- nes circulatoria y respira- toria...........165 Curso............166 Terminaciones........168 Especies y variedades. ... 169 Diagnóstico.........171 Pronóstico.......... 172 Tratamiento......... 177 Naturaleza ........ 180 Historia y bibliografía. ... 183 ORDEN QUINTO.-Enferme- dades de los órganos de la coz y palabra. Art. I. — ¡De la afonía........ 185 Definición.......... División........... Art. II. —De la tartamudez. ..... Definición.......... Divisiones.......... Tartamudez nerviosa..... Síntomas.......... Tartamudez labio-coréica. . . -----------gúturo-tetánica. Mecanismo de la tartamudez. Causas.........• . Tratamiento......... Tartamudez por causa orgá- nica............ Naturaleza y clasificación. . Historia y bibliografía.... ORDEN SESTO.—Enfermedades de los sistemas muscular y fibroso. Art. I. —Del reumatismo....... Definición y división..... §. 1.—Reumatismo articular. . . . Reumatismo articular agudo. Alteraciones anatómicas. . . Síntomas.......... Curso............ Duración.......... Recidivas.......... Complicaciones........ Diagnóstico......... Pronóstico.......... Etiología.......... Tratamiento profiláctico. . . -----------curativo..... Naturaleza......... Reumatismo articular cróni- co............. Definición.......... Alteraciones cadavéricas. . . Síntomas.......... Diagnóstico , pronóstico. . . Tratamiento........ J. II.— Reumatismo muscular. . . . Reumatismo muscular en ge- neral........... -----------de los diferentes músculos.......... ----------de la cabeza. . . -----------del cuello. . . . ----------de las paredes to- rácicas.......... ----------de las paredes ab- dominales......... ----------de la región dor- so-lumbar......... ----------de los miembros. ----------de la piel. . . . §. III.— Reumatismo visceral..... ---------- del corazón. . . ----------del diafragma. . --------— del conducto aé- reo. del tubo digestivo de la vejiga. . . del útero. . . . 18'» id. 191 id. id. 193 id. 194 id. 196 197 199 20 í 206 208 id. id. 209 id. id. 211 214 215 217 218 220 id. 221 222 id. 229 232 id. id. 233 234 235 238 id. 242 id. id. 243 244 245 246 id. <2Í1 248 id. 248 id. 249 id, Reumatismo del cerebro. . . . 250 Historia y bibliografía.. . . id. Art. II. — De la gota.......... 252 Definición.......... id. Divisiones.......... 253 Alteraciones cadavéricas. . . id. Síntomas.'......... 257 Gota aguda, fija, regular.. . id. Gota crónica........261 Gota interna, repercutida, re- tropulsa.......... 264 Gota complicada.......266 Diagnóstico.........269 ■ Pronóstico..........270 Causas........... 271 Tratamiento.......... 274 Naturaleza......... 285 Historia y bibliografía.. . . 290 ORDEN SÉTIMO. —Enferme- dades de la piel. Nociones generales...... 292 Anatomía patológica..... ¡di Síntomas....... • • . 294 Dermatosis con secreción. . . id. ----------sin secreción. . . 295 Curso y duración...... id. Terminaciones........ id. Complicaciones........296 Causas............ id. Tratamiento.........300 Naturaleza y asiento. ... 302 Clasificación......... 303 GENERO PlUMERO.-2fe los exan- temas. ................306 CAP. 1. —Exantemas en general. ... id. Definición.......... id. División...........307 Alteraciones patológicas. . . 308 Síntomas. ......... id. Curso............309 Diagnóstico......... 310 Causas............311 Tratamiento......... id. Naturaleza.........312 CAP. 11.—Del eritema.........313 CAP. III.—De la roseóla........317 CAP. IV.—De la urticaria........ 319 CAP. V. —De la erisipela........ 322 División........... id. Alteraciones anatómicas. . . 323 Síntomas..........325 A.—Erisipela simple limitada á la piel........... id. Primer grado. E. exantemá- tica............ 326 Segundo grado. E. flictenoides 327 Tercer grado......... 328 Cuarto grado-....... id. B.—Erisipela; de la piel y del te- jido celular subcutáneo. . . id. Primer grado. E. edematosa. 329 Segundo grado. E. flemonosa. id. C.—Erisipela complicada. • ■ ■ ■ De la erisipela segun su asien- to............. Curso............ Duración.......... Diagnóstico......... Pronóstico. . ........ Complicaciones........ Variedades.........• Erisipela'de los recien naci- dos............ --------de los viejos. . . . Causas............ Tratamiento. ........ Naturaleza y asiento..... Clasificación......... historia........... «ENERO SEGUIDO. —Vesículas y ampollas............... CAP. I. —Del eczema......... Eczema agudo........ ------simple........ ------rubrum....... ------impetiginodes. . . . Eczemas parciales...... Curso............ Diagnóstico......... Pronóstico.......... Tratamiento......... Historia y bibliografía. . . . CAP. II.—Del herpes.......... Alteraciones anatómicas. . . Síntomas.......... A.—Herpes flictenoides...... B.—Variedades de asiento. . . C.—Variedades de forma..... Herpes circinnatus...... ----—zoster. . ...... Curso, complicaciones. . . . Diagnóstico......... Pronóstico.......... Causas........... Tralamiento......... Historia y bibliografía. . . . CAP. III— Del pénfigo......... P en figo agudo........ -------infantil....... ------crónico....... Naturaleza g asiento..... Historia y bibliografía. . . CAP. IV.—De la rupia......... CAP. V. —De la sarna......... Definición.......... Descripción del insecto de la sarna........... Complicaciones....... Etiología.......... Tratamiento......... Naturaleza......... Clasificación......... Historia y bibliografía. . . . 330 331 333 334 335 336 id. 337 339 341 id. 345 355 356 id. ¡d. 357 358 id. 359 360 361 363 364 365 366 367 370 371 id. 372 id. id. 373 id. 374 376 377 378 id. id. 380 id. 381 385 386 3»8 id. 389 391 id. id. 401 id. 402 407 408 ¡d. FIN DEL ÍNDICE. TOMO VIL 53 í ';■ *« *¡f ik, V" ***** -H^^'9^ 2fe^ ■ -:Á-[ M-J, %4 ,;•<*, v Vi.- t i /■ *-•/ n *, V) A- '." \ 7 ^MJ £¿5*4:5; 1. ,| tófi & í^ff w9 ^ 2-'ijh/J 'r'^r^ \i ' - ^T^ -'? '>T&r ¿-*¿) f\>W^"~^/i Í# 5fe i&it'ir.T ^* K-'cxl £e 7j3 ES&35 *0 P¿3 '-F1 ■X\J¿>' .> V^-i ^--T*- 'Ñ ^Y e-H >, •^ **>* ^ ^>^J Í3¡S?« >:¿r. Sfc ---' ^ ^ ¿r Sj^^?" 3*.' •> •fcg**.